LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
HOMILÍA DEL DOMINGO 2º DEL TO. CICLO B. DIA 18 DE ENERO DEL 2015
1. HOMILÍA DEL DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. DIA 18 DE
ENERO DEL 2015
«Dime con quién andas y te diré quién eres» es un viejo proverbio. Hoy lo podemos aplicar a los
primeros discípulos. La escena que relata Juan es sobria, con cierta tensión interna.
Dos discípulos de Juan le oyen decir, al paso de Jesús: «Ahí está el cordero de Dios», y los discípulos
abandonan a Juan y «se pasan» a Jesús. Desde ahora, para saber quiénes son estos discípulos
tendremos que saber quién es el Maestro. Jesús se da cuenta de lo que pasa y les pregunta: ¿Qué
buscáis? No hay preguntas de por qué, ni quiénes sois, ni qué queréis… La pregunta original al inicio
de la formación del grupo de discípulos se centra en la búsqueda.
Los primeros seguidores son dos buscadores, dos inquietos, dos apasionados por la verdad. La verdad
pone en movimiento y nos exige movimientos, éxodos… Es más importante la Verdad que la mentira
por fidelidades que amordazan la Verdad. «Quien está por la verdad escucha mi voz», le responderá
Jesús a Pilato (Jn 18,37). Pilato despachará la pregunta con un escepticismo descomprometido:
«¿Qué es la verdad?» (Jn 18,38). Y se marchó.
Es importante destacar la concreción de la búsqueda en estos discípulos primeros porque nos puede
dar ideas a los discípulos de todos los tiempos. Los buscadores, al ser interrogados por Jesús, se
manifiestan con una preocupación: Habitar; morar; vivir; experimentar la vida ordinaria del Maestro,
gozar de su compañía.
La búsqueda no se conforma con respuestas, la búsqueda no tiene como objetivo algo intelectual
simplemente. La búsqueda llega a la vida ordinaria, a la vida de todos los días, a la monotonía del día
a día donde se revela de verdad de qué estamos habitados en el hondón del corazón. «Maestro,
¿dónde habitas?». No le siguen por las respuestas que les da. Le siguen porque vieron dónde residía.
«Fueron, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día». No se especifica lo que vieron. Pero
«vieron algo» tan atractivo que dijeron: «esto es lo que andábamos buscando». Experiencia que no
nos es lejana. «Esto es lo que yo buscaba».
Cuando nos topamos con «lo que andábamos buscando», dejamos todo porque hemos encontrado
«lo que el corazón nos dictaba». Los dos discípulos perciben algo. Lo que llevamos dentro se
transforma en «entorno» que atrae. La vida que nos alienta se convierte también en «exterior» que
habla, en forma de vida que revela lo que nos anima por dentro.
No son indiferentes las formas ni los espacios exteriores que creamos. A Andrés le basta lo que
percibe para reconocer que está ante el Mesías, el Ungido. Y le falta tiempo para invitar a su
hermano Simón. Jesús mira a Simón tan profundamente que le cambia, le transforma. Sí, hay miradas
transformadoras. Hay miradas que no se olvidan. Hay miradas que se clavan para siempre. Hay
miradas que remueven el alma. Jesús mira a Simón tan profundamente que le cambia hasta de
nombre: «Tú te llamarás Cefas, Piedra». Sorprende que todo pase tan rápido. ¿Por qué? Quizá
porque hay tanta confianza, tanta búsqueda en estos discípulos que Jesús no pide más. Todavía no es
conocido y ellos ya se fían de él, y Jesús de ellos. Donde hay buscadores de la verdad hay cimientos
de futuro seguro.