GUÍA PARA EL REZO DEL SANTO ROSARIO, tamaño cuartilla A5 .pdf
Michael Schmaus palabra marzo 2015
1. Cuando uno se acerca a la figura de
este gran teólogo muniqués, tiene la
tentación de ver encarnado el tópico
del gran profesor universitario ale-
mán, con sus solemnes clases leídas,
su corte de ayudantes en espera de
ser promocionados, sus numerosos
artículos llenos de citas, y sus publi-
caciones con títulos algo desconcer-
tantes para las mentes meridionales,
como su famoso manual de dogmá-
tica en 8 poderosos volúmenes, que
es su obra más importante. En otras
latitudes, siempre sorprende que los
alemanes llamen “manuales” a li-
bros de ochocientas páginas. Quizá
por eso, al traducir al castellano, se
le quitó el título de “manual” (Han-
dbuch) a otra de sus grandes proyec-
tos y contribuciones a la teología: la
Historia de los dogmas (Handbuch der
Dogmengeschichte), que dirigió junto
con Grillmeier, desplegado en 21 vo-
lúmenes, que, con sus subdivisiones,
llega a 51 libros (la editorial caste-
llana que los traducía tiró la toalla
al prolongarse el proyecto). Estos no
están escritos por él, sino por mu-
chos autores. Pero el gran “Manual”
lo escribió él solo y durante toda su
vida académica: unas cinco mil apre-
tadas páginas, con mucha, muchísi-
ma, letra pequeña.
UN TÓPICO EN PARTE VERDADERO
Michael Schmaus (1897-1993) res-
ponde en muchos puntos al tópico.
Fue, sin duda, un gran profesor ale-
mán, con una intensa vida universita-
ria y teológica. Discípulo privilegiado
de un gran historiador de la teología,
Martin Grabmann, al que sucedió en
la cátedra de Teología Dogmática de
Munich; y maestro de ilustres teólo-
gos entre los que destacan el cardenal
Leo Scheffczyk, que, a su vez, le suce-
dió en la cátedra. Esto muestra las im-
portantes tradiciones de trabajo de la
universidad alemana, y especialmen-
te de las dos grandes facultades de
teología católica, Tubinga y Munich.
Claro es que, sobre el marco ge-
neral de la historia, la figura de Sch-
maus adquiere tonos menos tópicos.
Nació de una familia campesina en
un pueblecito bávaro, entró en el se-
minario de Munich (en Freising) y se
ordenó (1922). Le pusieron dos años
como capellán en un colegio especial
para niños difíciles; y empezó a dar
clases en el seminario. Preparó su te-
sis sobre la doctrina psicológica de la
Trinidad en San Agustín, con Martín
Grabmann (1875-1949), ya muy fa-
moso por su Historia de la teología ca-
tólica, y su Historia del método escolásti-
co. Grabmann le transmitió la impor-
tancia de comprender la historia de
las ideas teológicas, le dirigió otros
trabajos y le hizo consultar manus-
critos medievales por media Europa.
Además, lo promovió, primero como
profesor de dogmática en la univer-
sidad alemana de Praga (1929-1933),
después en Münster (1933-1945), y
finalmente en Munich (1946-1965).
UN FONDO AGITADO
Aquella vida universitaria tan ordena-
da se desarrolló sobre un fondo muy
revuelto. Baviera había sido reciente-
mente incorporada al imperio alemán
(1871). Y tras el desastre de la Primera
Guerra Mundial (1914-1918), con la
humillación de la derrota y la crisis
económica, se generó una explosiva
tensión social. Una revolución ”pro-
letaria”, inspirada en la rusa, creó a
tiros una efímera “República soviéti-
ca bávara” (1919), que fue derribada a
cañonazos por las tropas del gobierno
Michael Schmaus
y la teología de los manuales
La primera edición del Manual de Schmaus data de 1937, pero fue creciendo con el tiempo.
El proceso refleja las inevitables paradojas de este género, entre un estudio sistemático
y un resumen para los alumnos
Teología del
Por Juan Luis Lorda
SIGLO XX
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2. central con muchos voluntarios de
organizaciones armadas de derecha.
Sobrevivió el inestable régimen de la
República de Weimar, incapaz de apa-
ciguar las tensiones sociales y resol-
ver los problemas económicos.
Por eso, la llegada al poder de
Hitler (1933) fue recibida en la fa-
cultad con sentimientos encontra-
dos. Se le veía como el único capaz
de poner orden y superar las fuer-
zas revolucionarias, aunque eran
inquietantes los atisbos de paga-
nismo y estilo totalitario que ex-
hibía. El concordato con la Santa
Sede (1933, hoy todavía en vigor)
invitó a crear puentes, con el áni-
mo de amansar la fiera y crear un
modus vivendi. Animado por el vice-
canciller Von Papen, político posi-
bilista, intrigante y católico, Sch-
maus escribió un ingenuo panfleto
donde buscaba posibles puntos de
contacto de la Iglesia con el nue-
vo régimen, basados en la común
aprensión hacia el insolidario libe-
ralismo y en el aprecio de tres ele-
mentos principales: orden, unidad
del pueblo, y concebir la vida como
“un todo orgánico”. Le pesaría.
Todo lo que podía temerse llegó en
seguida. Y en 1936 el Papa Pío XII
hizo leer en todas las iglesias ale-
manas la condena del espíritu tota-
litario del nazismo (Mit brennender
Sorge).
TIEMPO DE RECONSTRUIR
Pasara lo que pasara, era un pro-
fesor y daba clase. En Münster, don-
de fue decano de la facultad, redac-
tó la primera edición de su manual
de Dogmática católica en tres volú-
menes (1937). Le tocó ver cómo los
nazis cerraban la facultad y cómo
los aliados bombardeaban la vieja y
famosa universidad hasta dejarla en
ruinas. Aprovechó el retiro forzoso
para escribir un tratado de esca-
tología (Sobre las últimas cosas) que
después incorporaría a su manual:
oportuna mirada a la eternidad en
tiempos de aflicción.
Cuando llegó a Munich (1946),
la ciudad estaba semidestruida y
la universidad casi totalmente. Le
pidieron que reconstruyera la Fa-
cultad de Teología y buscó los me-
jores profesores. En 1951, las siete
facultades de la universidad le eli-
gieron rector, cargo que entonces
solo duraba un curso. Le bastó para
iniciar un formidable programa de
reconstrucción (25 edificios) para lo
que consiguió fondos extraordina-
rios. Entre tanto, daban clases don-
de podían. Así lo recuerda Joseph
Ratzinger, seminarista en aquellos
años. De unas clases para universi-
tarios surgió su interesante ensayo
La esencia del catolicismo (1947).
GRAN ACTIVIDAD TEOLÓGICA
Schmaus tenía un aspecto más
bien frágil, con grandes ojos y una
mirada vivaz, pero en estos años de-
sarrolló una increíble energía, que
entroncaba con el espíritu de la re-
construcción del país. Fundó un cír-
culo ecuménico, renovó su manual
de dogmática, creó un Instituto Grab-
mann para el estudio de la filosofía y
teología de la Edad Media, fue editor
de varias revistas teológicas (Mün-
chener Theologische Zeitschrift) y par-
ticipó en otros proyectos editoriales,
como el importante diccionario Le-
xikon für Theologie und Kirche. En 1959,
dio un ciclo de conferencias en varias
ciudades japonesas y fue presidente
de la Sociedad Germano-japonesa de
Baviera. Durante muchos años tuvo
sonrientes nipones en clase. Además,
la Santa Sede le pidió que contribu-
yera en los trabajos del Concilio Va-
ticano II.
Dirigió gran cantidad de tesis y
formó muchos discípulos. En 1955, le
tocó juzgar la tesis de habilitación de
Joseph Ratzinger, junto con Söhngen,
un conocido profesor de Teología
Fundamental. La tesis de habilitación
servía para consagrarse a la docencia
académica. La de Ratzinger trataba
de la doctrina de la revelación en San
Buenaventura; y destacaba que la re-
velación es, antes que un conjunto de
proposiciones, una relación personal
entre el Dios que se revela y el ser hu-
mano que acoge con fe. A Schmaus le
pareció un planteamiento modernis-
ta que abría la puerta al subjetivismo,
y rechazó la tesis. Söhngen recomen-
dó a Ratzinger que presentara sólo la
segunda parte, sobre la que Schmaus
apenas había hecho objeciones. Y la
presentó quince días después. Según
recuerda Alfred Läpple, amigo de
Joseph Ratzinger, durante la sesión
Schmaus preguntó a Ratzinger qué
pensaba sobre la revelación y éste no
respondió. Pero respondió Söhngen y
se enfrentaron (teológicamente) los
dos profesores (con aplausos del pú-
blico para Söhngen), hasta que el rec-
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3. Teología del siglo XX
tor entró y dijo que ya era suficiente y
se aprobó la tesis.
EL MANUAL DE DOGMÁTICA
Entretanto, el “Manual” de Teo-
logía Dogmática crecía. De los 3 vo-
lúmenes iniciales, en sucesivas edi-
ciones, pasó a tener 8 (en la edición
española de Rialp). Schmaus trabaja-
ba mucho para incorporar materia-
les. Al principio, se había inspirado
en otros manuales alemanes en va-
rios volúmenes, como el de Schee-
ben, gran teólogo de Tubinga, y el
de Diekamp, que había sido su ante-
cesor en la cátedra de dogmática de
Münster. Schmaus apreciaba las vir-
tudes pedagógicas de Diekamp, por
su orden y claridad. Al mismo tiem-
po, era evidente que su tratamiento
de las fuentes de la teología era muy
deficiente. Diekamp, como muchos
otros manuales que se llamaban “to-
mistas”, articulaba su manual sobre
una colección de tesis o verdades
con distinto grado de seguridad teo-
lógica, que se demostraban por una
lista de citas de Padres, Escritura y
Magisterio, además de la “razón teo-
lógica”. Pero el tratamiento de las
fuentes era telegramático; a veces,
solo se citaban los lugares sin poner
el texto; y no había ningún diálogo
con otras posiciones teológicas y fi-
losóficas. Era claro y ordenado, pero
pobre.
El trabajo de Schmaus fue un in-
menso esfuerzo de añadir historia
de las ideas y erudición patrística,
con muchas, hermosas y largas ci-
tas de los Padres. Así se engrosaba
el manual. Además, se dio cuenta
de que la Escritura necesitaba un
tratamiento mucho más profundo y
extenso. Le ayudó mucho, y lo reco-
noce en el manual, la lectura de mu-
chas voces del excelente diccionario
teológico del Nuevo Testamento del
protestante Gerhard Kittel, hombre
culto y moderado, que se publicó
entonces. También intentó recoger
las ideas filosóficas que afectaban a
cada tema y dialogar con ellas.
CRITERIOS TEOLÓGICOS
A medida que crecía su “ma-
nual”, Schmaus recomendaba a sus
discípulos que leyeran antes otros
manuales más breves, para tener
una visión sintética. En el proceso
de mejora de su manual se manifes-
taban las inevitables paradojas del
género. Por una parte, un manual
tiene que ser una síntesis sólida e in-
formada de una parte de la teología.
Y hay que reconocer que la forma y
la estructura de los temas teológi-
cos la dan los manuales; por eso, son
mucho más importantes de lo que
parece en la historia de la teología.
Por otra parte, son un instrumento
didáctico, y hay que pensar en los
alumnos. Si el manual se acomoda a
la materia, es inevitable que crezca
porque la historia de la teología es
rica y no se puede dejar de lado nada
relevante. Pero si se acomoda a las
capacidades de los alumnos, hay que
limitar la extensión y escoger. Los
dos fines se contraponen. Esto se re-
suelve, a veces, llamando “tratado”
al estudio sistemático y suficiente-
mente completo de un tema, y “ma-
nual” al resumen que se proporciona
a los alumnos.
Además, Schmaus mantuvo una
polémica con el intento de hacer una
“teología kerigmática”, que puso de
moda el liturgista Jungmann, de la
facultad de teología de Innsbruck.
Jungmann defendía que la teología
tal como se daba no servía para for-
mar párrocos que difundieran la pa-
labra de Dios. Había que hacer una
teología orientada a la predicación,
y separarla de la teología puramen-
te especulativa. Schmaus se opuso
con todas sus fuerzas, pero, al mis-
mo tiempo, intentó que su manual
reflejara una teología más viva. Le
preocupaba mucho la unidad de los
temas teológicos; y en los interesan-
tes prólogos a sus volúmenes desta-
ca que ningún tema teológico puede
tratarse aisladamente. Hay que rela-
cionar los grandes temas teológicos
entre sí y con su centro que es Cristo.
Además, toda su dogmática tiene una
fuerte referencia escatológica.
EPÍLOGO TEOLÓGICO
Cuando se retiró en 1965, era una
figura de primera fila en la ciudad
de Munich, cargado de honores y
reconocimientos; y un teólogo mun-
dialmente conocido, principalmen-
te por su manual de dogmática que
suponía una inmensa aportación de
erudición teológica y una importan-
te mejora en el género de los manua-
les, a pesar de su gran extensión y
de su, en ocasiones, relativa falta de
unidad. Todavía hoy es un recurso
teológico de primera fila y, en algu-
nos temas, como Eclesiología, donde
fue pionero en la ordenación del tra-
tado, no es fácil encontrar obras más
completas.
Librado ya de las cargas acadé-
micas, pasó un curso como profesor
invitado en el St. Xavier College de
Chicago (1966/1967); y se le ocurrió
intentar ordenar toda la teología de
acuerdo con las inspiraciones de Karl
Rahner, entonces de moda. Fue una
sorpresa. Habría alguna más. Pero
pasar en un año del enorme acervo
de erudición a que estaba acostum-
brado a las abstracciones que do-
minan la teología de Rahner, no era
sencillo. Schmaus se manejaba bien
en la investigación histórica, pero
quizá le faltaba la mente especula-
tiva y la agudeza de discernimien-
to que hubiera sido necesario para
afrontar un proyecto tan complica-
do, suponiendo que fuera posible. El
propio Rahner no lo logró.
Pasó una prolongada y, al final,
penosa vejez, rodeado de la admi-
ración de sus muchos discípulos y
murió en 1993. La catedral de Mu-
nich repleta y el cariñoso recuerdo
que le dedicó el entonces obispo de
Munich, Dr. Wetter, que había sido
discípulo suyo, expresaron una deu-
da de gratitud.
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