Este documento resume la vida y obra del teólogo francés Jean Mouroux. Tuvo una vida sencilla como profesor de seminario en Dijon, pero produjo una obra teológica original y significativa, como su libro fundamental Sentido cristiano del hombre. Se destaca su énfasis en la estructura personal de la fe y en temas como la persona humana, la libertad y el amor, que influyeron en el Concilio Vaticano II. A pesar de su modesta vida, Mouroux es considerado hoy una figura importante de la teología
La teología desde el seminario: la vida de Jean Mouroux
1. La memoria humana se enriquece con
la experiencia, pero también se de-
bilita con los años y se confunde con
la acumulación de datos. En la me-
moria colectiva sucede lo mismo; el
número de famosos que puede sos-
tener es limitado en todos los cam-
pos; también en teología. Se forma
un canon de primeras figuras que
evoluciona con el tiempo.
En la lista de imprescindibles de la
teología del siglo XX quizá no estaría
Jean Mouroux (1901-1973), o estaría
en un segundo círculo. Pero en los re-
ajustes que produce el tiempo, no ha
perdidoposiciones,sinoquemásbien
ha ganado. Es una figura significativa,
con una obra selecta pero interesante
y, en algunos puntos, pionera.
Su misma vida ya tiene algo que
decir. Porque “sólo” fue un profesor
del seminario, en una pequeña dió-
cesis francesa (Dijon), sin mayores
pretensiones que cumplir bien su
ministerio. Esto, junto con las charlas
y retiros que daba a jóvenes y a gru-
pos parroquiales y de asociaciones
cristianas, fue el motor de su vida. En
realidad, su teología surge como un
ejercicio de responsabilidad, porque
quiere presentar mejor y de una ma-
nera más viva la fe cristiana.
UNA VIDA EN DIJON
Dijon es hoy una ciudad de 150.000
habitantes, capital de la histórica re-
gión de Borgoña, en el nordeste de
Francia,relativamentecercadeSuiza.
En la página correspondiente de Wi-
kipedia se recuerdan sólo siete perso-
najes de su historia, entre los cuales
Jean Mouroux y Gustave Eiffel, el in-
geniero de la famosa torre de París.
En Dijon, nació, murió y discurrió
prácticamente toda la vida de Jean
Mouroux. No hay mucho que contar.
Sus padres eran campesinos al servi-
cio de una familia notable. Su padre
murió joven y también murió muy
pronto un hermano pequeño, con lo
que se convirtió en el hijo único de
una joven viuda que se dedicó a sa-
carlo adelante.
A los diez años entró en el semi-
nario menor (1911-1917); estudió fi-
losofía en el mayor (1917-1921). Hizo
el servicio militar (1921-1923), que re-
cordaba como una época de grandes
experiencias, donde hizo amistades y
recibió muchas confidencias de com-
pañeros. Ya se perfilaba como hom-
bre acogedor y con sentido cristiano.
En los años siguientes, acabó la teolo-
gía (1923-1926) y se ordenó.
TENER UN BUEN PROFESOR
Tuvo la suerte de contar con un buen
director espiritual, Mons. Brunhes,
profesor de dogmática del seminario
y más tarde obispo de Montpellier,
que le inició tanto en la vida espiri-
tual como intelectual.
Le hizo conocer y amar a los gran-
des carmelitas, Santa Teresa, San
Juan de la Cruz y también Isabel de
la Trinidad. Y le ayudó a introducir-
se en la gran renovación intelectual y
cristiana de los años veinte en Fran-
cia: Bergson, Péguy y Blondel. El gran
filósofo judío Bergson demostró la
legitimidad de la filosofía contra el
reduccionismo positivista, y más allá
de los espectaculares descubrimien-
tos de las ciencias. El poeta converso
Péguy renovaba la sensación de mis-
terio y vida que contienen las creen-
cias cristianas. Y el filósofo cristiano
Blondel mostraba que, en un mundo
filosófico público fuertemente laicis-
ta, había preguntas que solo la fe cris-
tiana podía responder con plenitud.
Ese era el método de su Apologética.
El niño campesino que era Mouroux
podría haber quedado encerrado en
los muros de una enseñanza conven-
cional y rutinaria, pero se abrió a las
Jean Mouroux
o la teología desde el seminario
La vida de este teólogo francés no fue llamativa. Tuvo la suerte de contar con buenos maestros, y procuró serlo
él mismo. Así descubrió, por ejemplo, el tratamiento del carácter personal de la fe en Santo Tomás de Aquino
Teología del
Por Juan Luis Lorda
SIGLO XX
68 | Palabra, Febrero 2015
2. profundidades de la vida espiritual e
intelectual por el desvelo de un pro-
fesor. Procurará imitarle.
EstudiódosañosdeLetrasenelIns-
tituto Católico de Lyon (1926-1928),
aunque se examinaba en la Universi-
dad de Grenoble. Junto con el servicio
militar, fue el único periodo que vivió
fuera de Dijon, y lo aprovechó a fon-
do. Entre otras cosas, conoció a los
jesuitas de la casa de Lyon-Fourvière.
Y le interesaron especialmente los
cursos de Auguste Valensin. También
leyó mucha poesía, lo que dejará hue-
lla permanente en su estilo.
SER UN BUEN PROFESOR
Lo nombraron profesor de gramá-
tica y lenguas –latín y griego– en
el seminario menor (1928-1932).
Otro lo hubiera considerado una
actividad marginal, tanto en la dió-
cesis como en el seminario. Pero él
aprendió muy bien las dos lenguas
clásicas y comenzó a leer fluida-
mente a los Padres en su lengua
original. Le pasaron al seminario
mayor (1932), para sustituir a Mons.
Brunhes, nombrado obispo, y ser
profesor de dogmática: Trinidad,
Cristología, Gracia, Sacramentos...
En 1947 le nombraron rector y lo
será hasta 1956 en que sufrió un
infarto que lo dejaría muy limitado
y “cardíaco”, como le gustaba decir
entre veras y bromas.
De nuevo llama la atención la res-
ponsabilidadconquesetomólaense-
ñanza de la teología. En cuanto supo
que iba a ser profesor de dogmática,
empezó a leer sistemáticamente a
Santo Tomás de Aquino y a preparar
las clases con los mejores libros. Esto
le permitía enriquecer mucho la en-
señanza de los manuales que se uti-
lizaban entonces. Así lo recordaban
discípulos, como recordaban también
suentusiasmoporeltratadodelaTri-
nidad. En el mismo seminario contó
con la amistad y ayuda de Gustave
Bardy,reconocidopatrólogo,autorde
un famoso libro: La conversión al cris-
tianismo en los primeros siglos, todavía
interesante.
Con motivo de una charla para
sacerdotes en Lyon, conoció a Henri
de Lubac, e inició una amistad que
durará toda la vida con un frecuente
intercambio epistolar. Se sintió siem-
pre animado y apoyado en su trabajo
por el gran teólogo jesuita. En adelan-
te, todos los años aprovechará el mes
del verano para estudiar y escribir. Da
forma de artículo a algunas charlas
y conferencias en el seminario o en
los grupos cristianos que atendía. La
clave está en que los preparaba muy
bien, se informaba a fondo y se impli-
caba en los temas para dar realmente
una visión cristiana profunda y viva.
ESTRUCTURA PERSONAL DE LA FE
Uno de los primeros temas que le in-
teresaron es la forma personal de la
fe cristiana. El tema había sido susci-
tado por un breve y famoso ensayo de
un jesuita francés Pierre Rousselot,
muerto prematuramente en la Pri-
mera Guerra mundial. El ensayo se
llamaba Los ojos de la fe. Mouroux lo
estudió y decidió profundizar en el
tema en Santo Tomás de Aquino.
Se encontró con la sorpresa de
que Santo Tomás de Aquino mencio-
na muchas veces el carácter perso-
nal de la fe. Cuando se habla de fe, es
frecuente pensar en los contenidos o
en las creencias que se profesan en
la fe cristiana. Pero antes que eso, la
fe es una relación de persona a per-
sona, lo mismo que sucede con la es-
peranza o la caridad. Santo Tomás lo
subraya en la suma Teológica (II-II,
q. XI, a.1): “Todo el que cree se adhiere
a alguien. Así, lo que resulta principal y
teniendo en cierto modo valor de fin en
todo el acto de creer, es la persona a cuya
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Coro de la catedral de Dijon
3. Teología del siglo XX
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palabra uno se adhiere. En cambio, el
detalle de las verdades afirmadas en esa
voluntad de adherirse a alguien, está en
segundo lugar”. Este fue el tema, pre-
sidido por esta cita, del primer artí-
culo que publicó en la revista de los
jesuitas de Lyon-Fourvière (1939) y
más tarde daría origen más adelante
a un pequeño libro: Yo creo en ti. Es-
tructura personal del acto de fe (1949),
traducido con el tiempo a las princi-
pales lenguas. Y que remodelaría en
sus últimos años.
SENTIDO CRISTIANO DEL HOMBRE
Yo creo en ti es un ensayo bonito y
bien escrito y todavía útil, pero res-
ponde a una temática compartida
por muchos en aquellos años. En
cambio, el primer libro de Mouroux
es de una sorprendente originalidad:
Sentido cristiano del hombre (1945).
Más sorprendente todavía si se tiene
en cuenta que lo que aborda es un
tema absolutamente central e im-
prescindible: toda la visión cristia-
na del hombre. Pero no hay ningún
otro ensayo de la época, ni tampoco
anterior, que sea tan completo y tan
estructurado.
Va a ser la obra más importante de
Mouroux, la que ha leído todo el mun-
doteológicocultodelaépoca,laquele
consagra como teólogo y la que hace
quePabloVIlenombreperitoparaco-
laborar en la redacción de Gaudium et
spes. Aunque su precaria salud solo le
permitió pasar una semana en Roma,
la primera parte de Gaudiumetspes tie-
ne una huella importante de la teolo-
gíadeJeanMouroux,porquelosquela
redactaronlahabíanleído.Enrealidad
eraelprincipallibroquepodíaconsul-
tarse entonces y quizá todavía hoy so-
bre la idea cristiana del hombre.
VALORES
Este importante libro se estructu-
ra en tres partes de menor a mayor
importancia de tamaño y tema. En
la primera parte, Valores temporales
trata del valor relativo pero real de la
actividad humana en el mundo, de la
“ambigüedad trágica” del mundo crea-
do por Dios, pero marcado por el pe-
cado y del sentido de trabajo huma-
no, que tiene algo de contemplación
y de consagración del mundo.
En la segunda parte, Valores carna-
les, trata de la grandeza del cuerpo,
que es instrumento del alma, medio
de expresión y comunión. De su mi-
seria en relación al hombre caído; de
su redención a través del cuerpo re-
sucitado de Cristo, con el misterioso
papel redentor del dolor y del sufri-
miento. Todos temas conocidos, y al
mismo tiempo, todo original y bien
articulado.
En la tercera parte, Valores espiritua-
les, trata en primer lugar del misterio
y paradojas de la persona humana,
como espíritu encarnado, como voca-
ciónycomorelaciónviva,quepasadel
primero al segundo Adán. Después de
unas profundas consideraciones sobre
la libertad espiritual y la libertad cris-
tiana,acabahablandodelamorhuma-
no y de la caridad como plenitud de la
persona y de la vocación humana. Allí
aparecen muchos temas que en aquel
momento se estaban renovando, so-
bre la persona como ser relacional,
sobreelamorcomoplenituddelarea-
lizacióndelapersona.Sontambiénlos
temas que inspiran la primera parte
de Gaudiumetspes.
OTROS LIBROS
Muchos de sus libros están formados
con este itinerario: series de con-
ferencias bien preparadas que van
dando lugar a artículos bien funda-
mentados pero que mantienen un
carácter sugerente de ensayo, y que
son recopilados en libros de diverso
tamaño, pero bien estructurados y
con una fuerte unidad. No son escri-
tos de ocasión, sino obras muy equi-
libradas.
En La experiencia cristiana (1952),
desarrolla intuiciones que ya estaban
en sus escritos sobre la fe. Es un tema
del momento tanto en el área de la
teología espiritual como de la teo-
logía fundamental. Moroux percibe
la paradoja: la fe trata de misterios
que están más allá de nuestra expe-
riencia, aunque en parte accesibles;
si nuestra experiencia no se deja ilu-
minar por la fe, reduce la fe. La crisis
protestante está dominada por la ex-
periencia de la justificación. La crisis
jansenista por la del gusto espiritual.
La crisis quietista por la experiencia
de la pureza de espíritu. Y la crisis
modernista por la intención de hacer
prevalecer las vivencias del corazón
sobre la razón. Mouroux considera
este tema básico para una teología
de las religiones y para comprender
bien la teología católica. Analiza lo
que dice la Escritura y los distintos
modos de la afectividad espiritual,
para ver en qué modo se enfrentan o,
al contrario, sirven a la iluminación
de la fe.
Dos temas importantes de su Senti-
do cristiano del hombre, reciben un tra-
tamiento más extenso. Por un lado,
El misterio del tiempo (1963) verdadero
tratado sobre el sentido cristiano del
tiempo y de la historia. Y, no tan ex-
tenso, La libertad cristiana (1966).
Se conservan de él otros pequeños
escritos, folletos y recopilaciones. Su
último libro, propiamente dicho, tra-
ta sobre la Eucaristía. Haced esto en
memoria mía (1970). Era un buen sa-
cerdote.
En castellano tenemos la suerte
de disponer de un buen estudio de
conjunto, en la obra del profesor Juan
Alonso, Feyexperienciacristiana.Lateo-
logía de Jean Mouroux (2002), a la que
estas páginas deben inspiraciones y,
especialmente, muchas referencias
biográficas. n
Edición española de Sentido cristiano del
hombre (Ediciones Palabra)