1. 1
NOMBRE: CÉSAR AUGUSTO QUINTERO BURITICÁ
PROGRAMA: FILOSOFÍA. CÓDIGO: 201319573.
EL ARGUMENTO ESCÉPTICO DEL SUEÑO EN LA FILOSOFÍA DE
DESCARTES.
“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
Una sombra, una ficción,
Y el mayor bien es pequeño;
Que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son.”1
Descartes establece unos de los pilares fundamentales de la modernidad con su
Discurso del Método: La duda metódica y el uso de la razón para llegar a las verdades
claras y distintas. Como diría Larroyo sobre la trascendencia de la filosofía cartesiana: “Al
imponer a la cultura de Occidente el estilo de pensar por ideas claras y distintas, libera a la
reflexión filosófica de toda suerte de autoridad (…) inaugurando así la práctica de la
meditación personal” (Descartes. 1999, p. 8). La filosofía cartesiana marca así un
precedente clave donde la duda se convierte en el método, en el camino más apropiado y
fidedigno para llegar a la verdad, “no hay otro medio, [dice], para librarse de los diversos
prejuicios y llegar a un conocimiento firme y seguro, que dudar de todo cuanto se ofrezca
con la menor sospecha de incertidumbre” (Ibídem, p. 13).
Por esta razón son tan importantes en la filosofía cartesiana los argumentos
escépticos esbozados en el Discurso del Método y en las Meditaciones Metafísicas. En el
presente escrito nos ocuparemos de un argumento escéptico en particular: el sueño. La
importancia de este argumento escéptico se despliega constantemente en la obra filosófica
cartesiana, pero es en la Sexta Meditación de las Meditaciones acerca de la filosofía
primera donde Descartes señala que nuestros sentidos pueden engañarnos, ya que a
diferencia de la razón, no nos aportan ideas claras y distintas sino ideas oscuras y difusas.
Por esa razón Descartes señala el rol del argumento escéptico para desconfiar de los
sentidos y la veracidad de la información que nos aportan. Descartes indica que:
1
Calderón de la Barca, Pedro. (1979). La vida es sueño. Madrid, España: Editorial Espasa-Calpe S.A. (p. 93)
2. 2
“mientras estoy despierto, nunca he creído sentir nada que no pueda alguna
vez creer que sienta también cuando estoy dormido; y como no creo que
aquello que me parece sentir en sueños me venga de cosas puestas fuera de mí,
no veía por qué iba lo iba a creer más bien de lo que me parece sentir cuando
estoy despierto” (Descartes. 2009, p. 173).
Previamente, en las meditaciones anteriores, Descartes había comprobado la
existencia de Dios mediante la razón (principio de causalidad eficiente) y su importancia
como ser perfecto, omnipotente y bondadoso, el cual impide los engaños del Genio
Maligno. Por ende, dado que Dios es bondadoso y evita que sea susceptible de engaño ante
las triquiñuelas del Genio Maligno, las sensaciones que percibo de los cuerpos naturales,
creaciones de Dios, no pueden tener una finalidad engañadora sino que deben procurarme
el mayor bien posible, Descartes señala que en la mente se introducen las sensaciones que
“conduce[n] más y con mayor frecuencia a la conservación del hombre sano” por lo tanto
en las sensaciones“no se encuentra absolutamente nada que no testifique la potencia y
bondad de Dios” (Descartes. 2009, p. 191). Dada la naturaleza perfecta de Dios, las
percepciones erróneas de los objetos naturales, externos a la res Cogitans, se darán dada la
perfección limitada del hombre.
El argumento del sueño es esencial para minar la confianza del hombre en los
sentidos. Siguiendo las cláusulas de su Método, Descartes pone en duda todo aquello que
no se presente clara y distintamente a la razón, “desechando prejuicios y rutinas,
preocupaciones tradicionales y errores arraigadísimos, que obscurecen la inteligencia”
(Descartes. 1999, p. 17). No obstante su propósito no es rechazar e invalidar rotundamente
el rol de los sentidos en el conocimiento, sino que los pone a prueba para poder llegar a
una consideración clara y distinta que sirva como fundamento para construir sobre ellos
nuevos conocimientos. Descartes, junto con sus contemporáneos, inaugura la ciencia
moderna, donde la simple percepción de fenómenos naturales no es verídica como tal sino
que las percepciones deben atravesar procesos intelectivos donde se ponen a prueba, se
juzgan, se escudriñan, se miden y se ponen a pruebas experimentales. Descartes no
desaprueba la ciencia empírica, pese a que el material de tales ciencias es confuso, la razón
y la matemática le dan claridad. Las representaciones claras y distintas se dan por medio de
la razón, las percepciones sensoriales no ofrecen certeza pero nos ofrecen probabilidades
3. 3
de certeza. Si las percepciones son depuradas, mediante criterios de claridad y distinción,
las probabilidades de certeza aumentan. De ahí que la observación de los objetos y
fenómenos naturales sea tan solo el primer paso del método científico moderno, los
criterios para aumentar las probabilidades de certeza vendrían dados por los siguientes
pasos: la inducción, la elaboración de hipótesis, la experimentación y la refutación de la
hipótesis mediante la presentación de antítesis.
Recapitulando la sexta meditación, Descartes reconoce la existencia de los objetos
externos. Dado que la naturaleza de Dios es bondadosa y su omnipotencia frena las
pretensiones de engaño del Genio, no queda más que reconocer la existencia exterior de los
objetos y los cuerpos (argumento de reducción). No obstante es enfático en señalar que no
hay un criterio de verdad que permita asumir que la representación mental aportada por las
sensaciones concuerde plenamente con el objeto externo. Los sentidos no pueden dar
cuenta a cabalidad de todas las propiedades de los objetos externos, por ello para que las
percepciones sean certeras hay que ocuparse de ciertos aspectos de los cuerpos como sus
medidas o sus formas geométricas. Las percepciones y sensaciones siguen siendo oscuras.
Para sostener el uso de los sentidos para dar cuenta de la existencia de objetos y
cuerpos externos, Descartes debe superar el argumento escéptico del sueño. No puede
recurrir a la vividez de las experiencias sensoriales durante la vigilia, ya que las
experiencias oníricas se manifiestan con igual fuerza. Cómo superar dicho obstáculo
metódico. Descartes establece que dicho inconveniente se soluciona mediante el ejercicio
de la razón:
“Por qué ahora me doy cuenta de la inmensa diferencia que hay entre ambos
[sueño y vigilia], en cuanto que nunca los sueños son conjugados por la
memoria con todas las demás acciones de la vida, como aquellas cosas que le
acontecen al que está despierto; porque, en efecto, si mientras estoy despierto
alguien se me apareciera de repente e inmediatamente después desapareciera,
como sucede en sueños, de tal manera que no viera ni de dónde había venido,
ni a dónde se fue, no sin razón juzgaría que era más bien un espectro o un
fantasma elaborado en mi cerebro, que un verdadero hombre” (Descartes.
2009, p. 195).
4. 4
Las representaciones mentales en el estado de vigilia mantienen continuidad lógica, a
diferencia de las representaciones oníricas que se presentan desordenadamente. Las causas
y los efectos se entrelazan lógicamente, en el estado de vigilia convergen las
representaciones sensoriales con las lógicas. En cambio, en los sueños solo hay contenidos
mentales relativos a los sentidos, representaciones de origen sensorial, es por esto que
Descartes sostiene que los empiristas se equivocan al sostener que los sentidos son el
fundamento del conocimiento, la apreciación cartesiana da prioridad a la razón ya que esta
es la que puede establecer la validez lógica, la claridad y distinción de las percepciones
sensoriales.
Descartes precisa que el argumento escéptico del sueño queda superado cuando se
reconoce el fundamento lógico de las representaciones mentales durante la vigilia, el cual
se expresa en el orden que conservan las representaciones mentales cuando son evocadas
por la memoria:
“Cuando ocurren aquellas cosas de las que me doy cuenta con distinción de
dónde, en dónde y cuándo me han llegado, y cuya percepción conecto sin
ninguna interrupción con todo el resto de la vida, estoy por completo cierto de
que ocurren, no en sueños, sino estando despierto”. (Descartes. 2009, p. 195).
Aunque el argumento es válido, se supera el obstáculo metódico, la idea de
continuidad lógica de las representaciones mentales es insuficiente para explicar ciertas
representaciones vinculadas a los sueños, o que preservan características comunes a lo
onírico. Por ejemplo, en la esquizofrenia donde las representaciones mentales suelen estar
vinculadas a las alucinaciones, el esquizofrénico concebirá como lógicos los eventos que
por su mente transcurren y son evocados. El dualismo cartesiano mente-cuerpo desconoce
el fundamento biológico del pensar (concepción clínica de la esquizofrenia), pero no
desconoce que ambas entidades interactúan estrechamente entre sí. Seguramente Descartes
hubiera soslayado este cuestionamiento atribuyendo que, las sensaciones provenientes del
cuerpo en su estado patológico alteran las representaciones mentales. Ya que su filosofía
dualista concibe que mente y cuerpo interaccionan mediante acciones, pasiones y
sensaciones.
En el caso de las epifanías y revelaciones divinas, las representaciones mentales
rompen ese vínculo de continuidad lógica, por ende es difícil discernir su contenido lógico
5. 5
de su contenido onírico. Descartes concibe, como bien se lo comunica a los sabios teólogos
de Paris (Descartes. 2009, p. 43), que la razón es el medio por el cual se llega a conocer a
Dios. Para el filósofo francés las revelaciones y epifanías de naturaleza divina son
racionales, ya que obedecen a la expresión de la idea más perfecta y eficiente, y dado que
Dios existe y no es engañador, sus revelaciones divinas tienen una intencionalidad y por lo
tanto son racionales.
Queda así concebidala importancia del argumento escéptico del sueño para sospechar
del conocimiento aportado por los sentidos, no obstante el argumento de continuidad
lógica permite reconocer la validez de las representaciones mentales en estado de vigilia
sobre las representaciones mentales en estado de sueño. No obstante, Descartes en
consonancia con su Método expresa que: “la vida humana está sometida con frecuencias a
errores en cuestiones particulares y hay que reconocer la debilidad de nuestra naturaleza”
(Descartes. 2009, p. 195).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
- Calderón de la Barca, Pedro. (1979). La vida es sueño. Madrid, España: Editorial
Espasa-Calpe S.A. (p. 93).
- DESCARTES, René. (2009). Meditaciones acerca de la filosofía primera.
Seguidas de las objeciones y respuestas. Tr. Jorge Aurelio Díaz. – Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia. Facultad de ciencias humanas.
- Descartes, René. (1999). Discurso del Método. Estudio introductivo, análisis de las
obras y notas por Francisco Larroyo. – México D.F: Editorial Porrúa.