Estimados lectora lector, en uno de aquellos ejemplares años del segundo tercio del siglo pasado, cuando México lucha por convertirse en nación frente a enemigos de dentro y de fuera, ocupó la vicepresidencia la República el médico Valentín Gómez Farías, quien recibió 19 de octubre de 1833, amplias facultades del Congreso Nacional ante la ausencia del presidente Santana para arreglar la República en todos sus ramos.
El médico vicepresidente decretó la supresión de la Universidad y la creación de una Dirección General de Instrucción Pública, encargada, por medio de la junta directiva, de reorganizar y centralizar la administración de la educación, desde el nivel primario hasta los colegios estudios mayores.
Tal organismo tendría a su cargo todos los establecimientos públicos de enseñanza, además de los depósitos de los monumentos de artes, antigüedades e historia natural; los fondos públicos consignados a la enseñanza y todo lo perteneciente a la instrucción pública pagada por el gobierno.
El mismo día, decretó los seis establecimientos de instrucción pública que abriría en el Distrito Federal: 1) De estudios preparatorios; 2) De estudios ideológicos y humanidades; 3) De ciencias físicas y matemáticas; 4) De ciencias médicas –asignándole de base en el Convento de Belén-; 5) De jurisprudencia y 6) De ciencias eclesiásticas.
Cien años después, con el propósito de reconocer a los héroes de la salud, médicos que luchan por mantener estable a la humanidad, se viene celebrando desde 1930 el Día del Médico. En 1937, durante la Convención de Sindicatos Médicos Confederados de la República en Cuernavaca, Morelos, se acordó oficializar la celebración y se acordó mantenerla el 23 de octubre y de ello comentaré hoy.
Honro desde esta columna a las y los médicos que constituyen con su gran vocación y espíritu de servicio, el recurso más preciado del sector salud, quienes en comunión con todos los hombres y mujeres que trabajan en el campo de la salud en las disciplinas de enfermería, salud pública, formadores de políticas públicas, educadores, administradores, investigadores, farmacéuticos y muchos más, han hecho que la esperanza de vida de los seres humanos casi se haya duplicado en los últimos cincuenta años.
En Guanajuato existen miles de héroes en salud, en instituciones públicas y privadas, en zonas rurales y urbanas que se levantan cada día para promover la salud como para atender a las personas enfermas; en muchas ocasiones sin reconocimiento de la sociedad y todavía hoy, como ocurre en con los médicos en servicio social sin una adecuada compensación que les permita vivir adecuadamente. Para mí estimados lectora lector son los héroes de todos los días.