2. Los que odian la hora del baño
¿Como lograr que un niño pequeño tome un baño?
3. • A algunos niños les encanta entrar en la
bañera, pero otros odian la hora del baño y
hacen todo lo posible por evitarlo. Incluso los
niños que normalmente le gusta bañarse
desarrollan nuevos temores o atraviesan fases
anti-baños inexplicables. Afortunadamente, si
tu hijo pequeño se niega a tomar un baño,
existen algunos pasos que puedes seguir para
resolver este problema.
4. Como solucionar el problema
Qué hacer
Mantener la calma e ignorar el llanto
Si mantienen una actitud tranquila frente
al berrinche de su hijo, lograras
contagiarlo. Si no haces caso de los
gritos, su hijo aprenderá que por mucho
ruido que haga , no llamara la atención,
que es lo que realmente pretende cuando
se resiste al baño.
5. Estar alegre durante el proceso
Si habla y juega con el niño mientras esta en la
ducha, cantando canciones o recitando alguna
poesía, detraerán su atención. Lee libros para
niños sobre tomar baños. A veces ayuda el
comprar o tomar prestado un par de libros sobre
la hora del baño. Puedes buscar una que esté
relacionado con las necesidades de tu hijo, como
por ejemplo, alguno que diga que los baños no
deben dar miedo o que la hora del baño puede
ser divertida.
6. Animar al niño para que ayude y felicitarlo
efusivamente.
Pedir al niño que se lave solo el tronco, que se
frote con el jabón o que desate el pañal (si el
tiempo es apropiado) para que tenga la
sensación de que controla y participa de algún
modo en su higiene.
7.
8. • Llena el baño con objetos que llame la
atención del niño. Considera comprar toallas y
paños que sean del color favorito de tu hijo, o
esponjas con forma de animales o personajes
de dibujos animados. ¡Y compra juguetes!
Existen múltiples opciones, como patos de
goma, pistolas de agua, juguetes de plástico,
libros para baño o crayones lavables, que
hacen fácil lograr que la hora del baño se
sienta como un momento de juegos.
9.
10. Hazle saber a tu hijo por adelantado que
se acerca la hora del baño. Por lo general,
los niños pequeños manejan los cambios
de una mejor manera cuando saben que se
acercan, así que avísale 5 o 10 minutos
antes.
11. • i el niño está verdaderamente asustado,
tranquilízalo diciéndole cosas como “vamos a
tomar un baño en unos minutos pero me voy
a quedar contigo todo el tiempo.”
• Si el niño prefiere seguir jugando o le parece
aburrido tomar baños, puedes ofrecerle hacer
que los hora del baño sea más divertida
diciéndole “vamos a tomar un baño en unos
minutos, ¡pero hagamos que sea divertido!
Podemos fingir que eres un pececito o jugar
con tus nuevas crayolas.”
12. • Para un niño que está probando sus límites,
puedes recalcarle que los baños no son
negociables. Dile: “Vamos a tomar un baño en
unos minutos. Está bien que no te guste tomar
baños, pero es importante mantenerse
limpios, así que no tenemos otra opción. De
esta forma, validas sus sentimientos pero
también haces que sepan que no te harán
cambiar de opinión.
14. • No pedir cooperación: solo porque le pidan a
su hijo que se deje cambiar el pañal no se va a
estar quieto.
• No hacer desagradable la tarea: para que la
hora del baño sea confortable, intenten por
ejemplo proporcionar al niño una toalla para
que se seque los ojos o una bata para que se
ponga por encima y que el agua este siempre
a la temperatura adecuada.
15. • No permitir que se quede sin bañar : solo por
que el niño se resiste, no cedan a la tentación
de dejarlo sin bañar. La resistencia al baño se
supera con persistencia.
17. ¿Por qué son desordenados?
• Los expertos tienen una respuesta difícil de
rebatir: los niños simplemente no colocan sus
cosas porque es aburrido. No les gusta recoger
porque significa que ha llegado el final del
juego y toca el rollo de ordenar. Seguramente
por lo mismo por lo que no quieren salir de la
piscina, están deseosos de abandonar el
cole...
18. Niños desordenados
• Como solucionarlo
• Conviene ser, a dosis equilibradas,
convincentes y rígidos al pedir orden. No es
algo dramático, es algo necesario. Hay que
ordenar porque toca ordenar. De igual manera
que toca irse a dormir, cenar o ducharse. Y,
ante una negativa (o dos, o tres, o cuatro...),
no hay que rendirse.
19. La mejor manera de animarles a aprender a
ordenar, es ponerles las cosas fáciles.
• La mejor manera de animarles a aprender a ordenar,
es ponerles las cosas fáciles.
• Proponle un intercambio. Recoger bien y rápido y
luego hacer algo que le guste, como salir a tomar un
helado o jugar a su juego favorito.
• Explícale por qué le pides que recoja. Porque no
quieres que se tropiece por la mañana con sus juguetes
tirados por el suelo, porque así podrá encontrar sus
construcciones en cuanto las necesite, porque la
habitación está más bonita ordenada y porque papá y
mamá también ordenan lo que desordenan.
20. • Coloca las perchas a su altura. Para que pueda
colgar solo su abrigo. Doblar o guardar en el
armario aún les viene grande. •
• Organiza los juguetes en cajones. Así, solo
tendrá que depositarlos allí. También conviene
echarle una mano, lo que no quiere decir
hacer el trabajo por él.
21. Lo que NO hay que hacer
• Ser inconstantes en nuestras órdenes.
Proponerle que recoja hoy y mañana hacerlo
nosotros le hace creer que esto no es algo de
todos los días, como cenar, lavarse los dientes o
irse a la cama. Pero lo es.
• Premiar su esfuerzo con regalos. Es buena idea al
principio, pero conviene ir cortándolo. De lo
contrario, sólo hará cosas que le fastidian a
cambio de remuneración, Y el premio, al ser tan
frecuente, perderá valor.
22. • Compararle con otros niños. Intentar crear
competitividad en el pequeño puede producir
dos efectos adversos: que odie al niño que hace
bien las cosas y que se sienta un fracasado.
Aunque si sale bien el invento y el niño compite
por recoger mejor, seguramente extenderá esa
exigencia al resto de su vida. Y es agotador ser un
eterno competidor. Es mejor la propuesta: "entre
nosotros dos, a ver quién recoge antes los
coches". En ese caso hay una competición
localizada, particular y estimulante. No una
abstracta y frustrante.
23. • Chantajear. Los padres lamentosos y
sacrificados («¡cuánto me haces trabajar!»),
no suelen conseguir la empatía que buscan en
sus hijos. Más bien les provocan sentimientos
de culpa.