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LA IGLESIA
APOYA Y BENDICE
A FRANCO
Y SU RÉGIMEN
---
138 mensajes y discursos
1936 – 1971
1
ÍNDICE
1. TEXTOS FUNDAMENTALES pág. 7
AÑOS 1936 – 1939 :
2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de
1936)
pág 8
3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS
DOS CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936)
pág 9
4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE
TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936)
pág 10
5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL
DE LA GUERRA” (30 de enero de 1937)
pág 11
6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL
MUNDO CON MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937)
pág 13
7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST
(25 de mayo de 1938)
pág 15
8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU
PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938)
pág 15
9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO, AL NUNCIO DE S. S.
PIO XI EN LA PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938)
pág 16
10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de
febrero de 1939)
pág 17
11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939) pág 18
12. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939) pág 18
13. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939) pág 20
14. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE
AMÉRICA (Zaragoza, 12 de octubre de 1939)
pág 22
AÑOS 1940 - 1945 :
15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia nº 2, 1 de marzo de 1941) pág 23
16. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29
de junio de 1941)
pág 24
17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942) pág 24
18. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES
MÁRTIRES DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942)
pág 25
19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942) pág 25
20. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE
ESPAÑA D. DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943)
pág 26
21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20
de mayo de 1943)
pág 27
22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN
DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943)
pág 28
23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945) pág 28
24. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES
ECLESIÁSTICOS DE SINDICATOS (junio de 1945)
pág 29
25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO,
A LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945)
pág 29
26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de
septiembre de 1945)
pág 30
AÑOS 1946 - 1950 :
27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero
de 1946)
pág 31
28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 pág 31
2
de febrero de 1946)
29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN
CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946)
pág 32
30. LA CATOLICIDAD DEL NUEVO ESTADO ESPAÑOL EN EL DISCURSO A LAS CORTES
DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (14 de mayo de 1946)
pág 33
31. MONS. ANTONIUTTI, DELEGADO APOSTÓLICO DEL CANADÁ, SOBRE LA
PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA. (junio de 1947)
pág 34
32. HACIA LA NORMALIDAD CONSTITUCIONAL (Ecclesia, 12 de julio de 1947) pág 34
33. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, EN LA OFRENDA DEL
JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (25 de julio de 1948)
pág 35
34. DISCURSO DE MONS. LUIS ALMARCHA, OBISPO DE LEÓN, SOBRE LA ASESORÍA
ECLESIÁSTICA NACIONAL DE SINDICATOS (octubre de 1948)
pág 36
35. DISCURSO DE S.S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN EL VATICANO, D.
JOAQUÍN RUIZ GIMÉNEZ (12 de diciembre de 1948)
pág 36
36. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, SOBRE LA IGLESIA Y EL
ESTADO (abril de 1949)
pág 37
37. DE LA PASTORAL DE MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE “LA
RESTAURACIÓN CRISTIANA DEL ORDEN POLÍTICO” (mayo de 1949)
pág 37
38. MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE EL DEBER DE CONSERVAR LA
UNIDAD RELIGIOSA DE ESPAÑA (mayo de 1949)
pág 38
39. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CON MOTIVO DEL
CENTENARIO DE BALMES (Vich, 6 de junio de 1949)
pág 39
40. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENCOMIA LA RESTAURACIÓN
RELIGIOSA DE ESPAÑA DEBIDA A SU GOBIERNO (junio de 1949)
pág 40
41. MONS HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE ‘EL MISTERIO DE ESPAÑA’ EN
EL ACTO DE HOMENAJE AL CARDENAL TEDESCHINI (8 de junio de 1949)
pág 41
42. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE EL DECRETO DEL
SANTO OFICIO CONTRA EL COMUNISMO (agosto de 1949)
pág 41
43. CARDENAL TEDESCHINI: “ESPAÑA ENSEÑA A GOBERNAR EN CATÓLICO” (noviembre
de 1949)
pág 42
44. “SIN UNA APOSTASÍA” (Ecclesia, 18 de febrero de 1950) pág 42
45. “HOMENAJE A NUESTROS MÁRTIRES” (Ecclesia, 15 de abril de 1950) pág 42
46. “CONCUERDAN LAS LEYES ECLESIÁSTICA Y CIVIL” (Ecclesia, 28 de octubre de 1950) pág 43
47. MONS. FRANCISCO BARBADO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA PRESENCIA DE
ESPAÑA EN LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA ASUNCIÓN (noviembre de 1950)
pág 43
AÑOS 1951 - 1955 :
48. S.S. PÍO XII A LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (11 de marzo de 1951) pág 44
49. MONS, ARRIBA Y CASTRO, ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA DEUDA DE
ESPAÑA CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (mayo de 1951)
pág 44
50. AGRADECIMIENTO DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE VATICANO AL DELEGADO
NACIONAL DE SINDICATOS (Mons Montini, 21 de agosto de 1951)
pág 44
51. ÉXITO DE LA ACCIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (Ecclesia, 6 de octubre de 1951) pág 45
52. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE AUTORIDAD Y LIBERTAD
(febrero de 1952)
pág 45
53. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA A LA EUCARISTÍA
(Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, 1 de junio de 1952)
pág 46
54. FELICITACIÓN DEL CARDENAL TEDESCHINI AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO
FRANCO, POR EL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BARCELONA (junio de 1952)
pág 46
55. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LA FAMILIA Y LA
MORALIDAD PÚBLICA ESPAÑOLAS (octubre de 1952)
pág 47
56. MENSAJE DE FIN DE AÑO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (31 de
diciembre de 1952)
pág 47
57. EL NUNCIO APOSTÓLICO, CARDENAL CICOGNANI, ENCOMIA LA OBRA DEL JEFE
DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A FAVOR DE LA IGLESIA (19 de enero de 1953)
pág 48
58. DE UNA CONFERENCIA DEL CARDENAL OTTAVIANI SOBRE “DEBERES DEL
ESTADO CATÓLICO CON LA RELIGIÓN” (Pontificio Ateneo Lateranense, 20 de marzo de 1953)
pág 49
59. CARDENAL OTTAVIANI SOBRE ‘ESPAÑA COMO MODELO DE ESTADO CATÓLICO’ pág 50
3
(20 de marzo de 1953)
60. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE BARBASTRO, DEFIENDE LA UNIDAD
CATÓLICA DE ESPAÑA (junio de 1953)
pág 51
61. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, JUSTIFICANDO EL
CONCORDATO (Seminario de Orense, 23 de septiembre de 1953)
pág 51
62. MENSAJE DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LAS CORTES SOBRE EL
CONCORDATO (26 de octubre de 1953)
pág 52
63. MONS PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA UNIDAD
CATÓLICA DE ESPAÑA (31 de octubre de 1953)
pág 55
64. MONS. JUAN HERVÁS, OBISPO DE MALLORCA, DEFIENDE LA CATOLICIDAD DE LA
ENSEÑANZA BAJO EL CONCORDATO (31 de octubre de 1953)
pág 55
65. MONS. GARCÍA GOLDARAZ, ARZOBISPO DE VALLADOLID, SOBRE COLABORACIÓN
ENTRE IGLESIA Y ESTADO (31 de octubre de 1953)
pág 56
66. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, NOTIFICA LA IMPOSICIÓN DE LA MÁS
ALTA CONDECORACIÓN VATICANA AL JEFE DE ESTADO (diciembre de 1953)
pág 56
67. BREVE PONTIFICIO DE S. S. PIO XII CONCEDIENDO LA ORDEN SUPREMA DE
CRISTO AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (21 de diciembre de 1953)
pág 57
68. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA
ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE SANTIAGO A ESPAÑA (marzo de 1954)
pág 57
69. ELOGIO AL ‘MES DE MAYO’ EN LAS ESCUELAS (Ecclesia, 8 de mayo de 1954) pág 58
70. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA
COOPERACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (8 de mayo de 1954)
pág 58
71. MONS. PLA Y DENIEL, EN LA CONCESIÓN AL JEFE DEL ESTADO DEL DOCTORADO
‘HONORIS CAUSA’ DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (mayo de 1954)
pág 59
72. MONS. PLA Y DENIEL ANTE LA INCOMPRENSIÓN DEL CATOLICISMO ESPAÑOL
POR LA NUEVA TEOLOGÍA (29 de junio de 1954)
pág 60
73. OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO
(Santiago de Compostela, 25 de julio de 1954)
pág 61
74. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE SANTIAGO, CONTESTA A
LA INVOCACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO (25 de julio de 1954)
pág 62
75. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA AL CORAZÓN
INMACULADO DE MARÍA (Año Santo Mariano, Zaragoza, 12 de octubre de 1954)
pág 63
76. S. S. PÍO XII AL CONGRESO NACIONAL MARIANO EN LA CONSAGRACIÓN DE
ESPAÑA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA (12 de octubre de 1954)
pág 64
77. MONS. BARBADO VIEJO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA DEFENSA DE LA
MORAL POR LA AUTORIDAD POLÍTICA (diciembre de 1954)
pág 65
78. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, APOYA AL MINISTRO DE
INFORMACIÓN (enero de 1955)
pág 65
79. MONS. TABERA ARAOZ, OBISPO DE ALBACETE, DEFIENDE EL PAPEL DEL
SACERDOTE EN LA ESCUELA (enero de 1955)
pág 66
80. PASTORAL DE LOS METROPOLITANOS ESPAÑOLES SOBRE LOS LOGROS DEL
CATOLICISMO ESPAÑOL ANTE LAS CRÍTICAS DE LA NUEVA TEOLOGÍA (marzo de 1955)
pág 66
81. MONS. GARCÍA DE SIERRA, OBISPO DE BARBASTRO, ENCOMIA A LOS
SACERDOTES MÁRTIRES DE LA DIÓCESIS (mayo de 1955)
pág 67
82. MONS. ENRIQUE Y TARANCÓN, OBISPO DE SOLSONA, CONCEDE LEGITIMIDAD AL
RÉGIMEN DE UNIDAD SINDICAL ESPAÑOL (octubre de 1955)
pág 67
AÑOS 1956 - 1960 :
83. LOS ARZOBISPOS ESPAÑOLES ALERTAN SOBRE RECIENTES DESVIACIONES
DOCTRINALES EN LA INTELECTUALIDAD CATÓLICA ESPAÑOLA (1 de abril de 1956)
pág. 67
84. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, ANTE ATAQUES
SECTARIOS A NUESTRA UNIDAD CATÓLICA DESDE EL EXTRANJERO (5 de mayo de 1956)
pág. 68
85. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA QUE MENÉNDEZ PELAYO
VERÍA CON JÚBILO EL AUGE RELIGIOSO ESPAÑOL BAJO FRANCO (28 de agosto de 1956)
pág. 69
86. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, AUGURA LA
DISGREGACIÓN DE ESPAÑA SI FALTARE SU UNIDAD CATÓLICA (12 de mayo de 1956)
pág. 70
87. MONS. MORCILLO, ARZOBISPO DE ZARAGOZA, DEFIENDE LA COLABORACIÓN
DEL SACERDOTE EN LAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DEL ESTADO (octubre de 1956)
pág. 71
4
88. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, AGRADECE
AL GENERALÍSIMO EL RESURGIR RELIGIOSO DE ESPAÑA (Roma, 12 de octubre de 1956)
pág. 72
89. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, TACHA DE INJUSTO EL
PASADO BLOQUEO DIPLOMÁTICO CONTRA ESPAÑA (28 de octubre de 1956)
pág. 72
90. LA FORMACIÓN RELIGIOSA, EN EL PRIMER PLANO DE LAS UNIVERSIDADES
LABORALES (Ecclesia, 17 de noviembre de 1956)
pág. 73
91. MONS. FÉLIX ROMERO, OBISPO DE JAÉN, AGRADECE EL APOYO DE LA
AUTORIDAD CIVIL PARA OBSERVAR EL DESCANSO DOMINICAL (marzo de 1957)
pág. 73
92. ENSEÑANZA RELIGIOSA Y LABORAL (Ecclesia, 6 de julio de 1957) pág. 73
93. APRECIO DE S. S. PÍO XII A SACERDOTES Y ASESORES ECLESIÁSTICOS DE LA
ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (Mons. Dell’Acqua, 27 de julio de 1957)
pág. 74
94. FUNDACIÓN DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (Decreto-Ley de 23 de
agosto de 1957)
pág. 75
95. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, ACEPTA QUE ASOCIACIONES
CATÓLICAS PARTICIPEN EN LA ORGANIZACIÓN SINDICAL (27 de abril de 1958)
pág. 76
96. MONS. ALCARAZ, OBISPO DE BADAJOZ, AGRADECE A LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN DEPENDIENTES DEL ESTADO SU APOYO A LA IGLESIA (junio de 1958)
pág. 76
97. ALOCUCIÓN DE MONS. MUÑOYERRO, ARZOBISPO DE SIÓN Y VICARIO GENERAL
CASTRENSE, A LOS CAPELLANES CASTRENSES (junio de 1958)
pág. 77
98. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO
FRANCO SU ASISTENCIA A LA SEDE DE LA NUNCIATURA (2 de junio de 1958)
pág. 77
99. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, REAFIRMA EL CARÁCTER DE
“CRUZADA” QUE TUVO LA PASADA GUERRA DE LIBERACIÓN (30 de junio de 1958)
pág. 78
100. MONS. BEITIA ALDAZÁBAL, OBISPO COADJUTOR DE BADAJOZ, SE FELICITA POR
LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (27 de septiembre de 1958)
pág. 79
101. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, RECUERDA EL GOZO DE S. S. PÍO XII
POR LA VICTORIA DE FRANCO EN LA CRUZADA DE LIBERACIÓN (9 de octubre de 1958)
pág. 80
102. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, AGRADECE LA
BIRRETA CARDENALICIA QUE LE IMPONE EL GENERALÍSIMO (23 de diciembre de 1958)
pág. 80
103. EL ABAD FRAY JUSTO PÉREZ DE ÚRBEL, SOBRE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE
LOS CAÍDOS (1 de abril de 1959)
pág. 81
104. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, NO HALLA EN MATERIA MORAL
CONDUCTA TAN EJEMPLAR COMO LA DEL GENERALÍSIMO (junio de 1959)
pág. 82
105. DIFUSIÓN DEL APOSTOLADO EN LOS CUARTELES (Ecclesia, 23 de enero de 1960) pág. 82
106. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE HUELVA, RECONOCE LA JUSTA
LIBERTAD DE PRENSA DEFENDIDA POR EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES (marzo de 1960)
pág. 83
107. DE LA CARTA DE S. S. JUAN XXIII QUE ELEVA A LA DIGNIDAD DE BASÍLICA
MENOR LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (7 de abril de 1960)
pág. 83
108. S. S. JUAN XXIII, COMPLACIDO POR LA BASÍLICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS, DA
SU BENDICIÓN AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (4 de junio de 1960)
pág. 84
109. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA EL BRILLO DE LA IGLESIA
ESPAÑOLA BAJO EL GENERALÍSIMO (Congreso Mundial de Prensa Católica, 8 de junio de 1960)
pág. 85
110. NOTA CONJUNTA EPISCOPAL CONTRA UN ESCRITO FIRMADO POR UN GRUPO DE
SACERDOTES VASCOS (julio de 1960)
pág. 86
111. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA DEBERSE EL AVANCE DE
LA IGLESIA ESPAÑOLA A SU PROTECCIÓN POR EL ESTADO (6 de noviembre de 1960)
pág. 87
AÑOS 1961 - 1964 :
112. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, DEFIENDE LA VIGENCIA DEL
‘SYLLABUS’ EN LA ACTUACIÓN PÚBLICA DE LOS CATÓLICOS (enero de 1961)
pág. 88
113. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, AFIRMA QUE EN ESPAÑA SE
DA LA RELACIÓN IDEAL ENTRE IGLESIA Y ESTADO (enero de 1961)
pág. 89
114. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, CONTRA LA TERGIVERSACIÓN
EXTRANJERA SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOLA (a ‘Il Popolo’ de Roma, febrero de 1961)
pág. 91
115. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA LA GRATITUD DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA AL GENERALÍSIMO FRANCO (abril de 1961)
pág. 91
116. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, SBRE EL ASESORAMIENTO DE
OBISPOS EN LA LEY DE PRENSA COMO SERVICIO A LA PATRIA (abril de 1961)
pág. 92
5
117. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, JUSTIFICA LA
BENDICIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO, GOBERNANTE EJEMPLAR (3 de mayo de 1961)
pág. 92
118. S. E. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, RESPONDE A MONS. BUENO
MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA (3 de mayo de 1961)
pág. 93
119. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LOS PROGRESOS DEL
CATOLICISMO ESPAÑOL (L’Osservatore Romano, 4 de julio de 1961)
pág. 94
120. ALABANZA A LOS PODERES PÚBLICOS POR SUS NORMAS SOBRE MORALIDAD
PÚBLICA (Ecclesia, 29 de julio de 1961)
pág. 95
121. S. S. JUAN XXIII FELICITA AL GENERALÍSIMO FRANCO EN EL XXV ANIVERSARIO
DE SU EXALTACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO (1 de octubre de 1961)
pág. 95
122. ‘XXV ANIVERSARIO’ (Ecclesia, 7 de octubre de 1961) pág. 96
123. EL CARDENAL OTTAVIANI ALABA EL RÉGIMEN CATÓLICO DEL GENERALÍSIMO
FRANCO (Inauguración de la ‘Escuela de Ciudadanía Cristiana’, octubre 1961)
pág. 96
124. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE LA FELIZ UNIÓN DE IGLESIA
Y ESTADO EN ESPAÑA (Inauguración de la Escuela de Ciudadanía Cristiana, octubre 1961)
pág. 97
125. MONS ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, PONE A ESPAÑA COMO EJEMPLO DE
COMUNIÓN CON ROMA (imposición de la birreta cardenalicia por F. Franco, 24 de marzo de 1962)
pág. 97
126. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA LOS LOGROS DE ESPAÑA
BAJO EL GENERALÍSIMO FRANCO (Discurso de despedida, 16 de mayo de 1962)
pág. 98
127. MONS. OLAECHEA, ARZOBISPO DE VALENCIA, RECONOCE LA GRATITUD DE LA
IGLESIA AL CAUDILLO FRANCISCO FRANCO (Carta Pastoral, 24 de junio de 1962)
pág. 99
128. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, RECONOCE LA
PERTENENCIA DE GOBERNANTES A LA ‘ACCIÓN CATÓLICA’ (1 de julio de 1962)
pág. 99
129. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE COMPOSTELA, DEFIENDE
LA VIGENTE UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (25 de julio de 1962)
pág.100
130. MONS. CANTERO, OBISPO DE HUELVA, JUSTIFICA LOS LÍMITES A LA LIBERTAD
SINDICAL EN ESPAÑA (a la Conf. Internacional de Sindicatos Cristianos, 28 de julio de 1962)
pág.101
131. MONS. RIBERI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO EL
SERVICIO QUE PRESTA A ESPAÑA (Tarragona, Año Jubilar Paulino, 25 de enero de 1963)
pág.101
132. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ALABA LA COLABORACIÓN CIVIL Y
RELIGIOSA EN ESPAÑA (Palabras al Nuncio, mons. Riberi, 1 de mayo de 1963)
pág.102
133. MONS. PEDRO CANTERO, OBISPO DE HUELVA, DESACONSEJA, POR SUS
INMENSOS RIESGOS, LA LIBERTAD RELIGIOSA PARA ESPAÑA (16 de mayo de 1963)
pág.103
134. MONS AURELIO DEL PINO, OBISPO DE LÉRIDA, ENSALZA A FRANCISCO FRANCO
COMO GOBERNANTE EJEMPLAR (30 de junio de 1963)
pág.104
135. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, DESMIENTE FALSEDADES SOBRE EL
RÉGIMEN ESPAÑOL (Carta al director del ‘New York Times’, octubre de 1963)
pág.105
136. MONS. GARCÍA LAHIGUERA, OBISPO AUXILIAR DE MADRID, AGRADECE AL
GENERALÍSIMO FRANCO LOS XXV AÑOS DE PAZ DE ESPAÑA (15 de marzo de 1964)
pág.105
137. MONS. FRANCISCO PERALTA, OBISPO DE VITORIA, IMPLORA AL CIELO LA
PROTECCIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO (29 de julio de 1964)
pág.106
AÑO 1971:
138. TELEGRAMA DE ADHESIÓN AL JEFE DEL ESTADO REMITIDO POR UN NUMEROSO
GRUPO DE ASAMBLEÍSTAS —OBISPOS Y SACERDOTES— AL CONCLUIR LA
‘ASAMBLEA CONJUNTA DE OBISPOS Y SACERDOTES’ (septiembre de 1971)
pág.107
6
1. TEXTOS FUNDAMENTALES
FUERO DEL TRABAJO (Preámbulo, 9 de marzo de 1938)
“Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación
del Imperio, el Estado, Nacional en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y
Sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista,
emprende la tarea de realizar —con aire militar, constructivo y gravemente religioso— la Revolución que
España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre, la Patria, el pan y la
justicia.”
FUERO DE LOS ESPAÑOLES (17 de julio de 1945)
“I. El Estado español proclama como principio rector de sus actos el respeto a la dignidad, la integridad y la
libertad de la persona humana, reconociendo al hombre, en cuanto portador de valores eternos y miembro de
una comunidad nacional, titular de deberes y derechos, cuyo ejercicio garantiza en orden al bien común.
6. La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección
oficial.”
CONCORDATO ENTRE LA SANTA SEDE Y ESPAÑA (27 de agosto de 1953)
“EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
La Santa Sede Apostólica y el Estado español, animados del deseo de asegurar una fecunda colaboración para
el mayor bien de la vida religiosa y civil de la nación española, han determinado estipular un Concordato que,
reasumiendo los convenios anteriores y completándolos, constituya la norma que ha de regular las recíprocas
relaciones de las altas partes contratantes, en conformidad con la Ley de Dios y la tradición católica de la
nación española.
Artículo I. - La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y gozará
de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley divina y el Derecho
Canónico.
Artículo II. - El Estado español reconoce a la Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza
el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre y público ejercicio del
culto.”
PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL (17 de mayo de 1958)
“II. La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina
de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional,
que inspirará su legislación.
VII. El pueblo español, unido en un orden de Derecho, informado por los postulados de autoridad, libertad y
servicio, constituye el Estado Nacional. Su forma política es, dentro de los principios inmutables del
Movimiento Nacional y de cuanto determinan la Ley de Sucesión y demás Leyes fundamentales, la Monarquía
tradicional, católica, social y representativa.”
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2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de 1936)
“Vosotros que habéis sido desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para daros muerte
en ciudades y en aldeas, en habitaciones privadas y en las soledades de los montes, tenéis el júbilo de
haber sido juzgados dignos, como el Apóstol de sufrir por el nombre de Jesús; de haber sido cubiertos de
injurias y de haberlas soportado en nombre de Cristo, y por ser cristianos.
¿Qué podremos decir en alabanza a nuestros venerables obispos y sacerdotes españoles, perseguidos y
maltratados por ser ministros de Cristo y dispensadores de la gracia de Dios? Es todo un alarde de
virtudes cristianas y sacerdotales, de heroísmo en el martirio; martirio real en todo el sagrado y glorioso
sentido de la palabra; martirio hasta el sacrificio de la vida más inocente, de venerables ancianos, de
juventudes primaverales, martirio hasta la heroica generosidad de pedir un lugar en la carreta entre las
víctimas que el verdugo conduce a la muerte...
Todo ha sido arruinado y destruido. Pero todos estos resplandores y reflejos de heroísmo y de gloria
que vosotros, queridísimos hijos míos, presentáis y recordáis, por fatal necesidad, nos hacen ver más
claramente como en una apocalíptica visión, las matanzas y profanaciones, las carnicerías de las que
vosotros, queridísimos hijos, habéis sido testigos y víctimas.
Todo lo que hay de más humanamente humano y de más divinamente divino: personas instituciones y
cosas sagradas, así como muestras de la civilización y del arte, objetos preciosísimos de arte antiguo,
reliquias santísimas, vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia y a la caridad; todo ha sido
asaltado, arruinado, destruido con los modos más villanos y bárbaros, con el desenfreno más libertino,
jamás visto, de fuerzas salvajes y crueles que pueden creerse imposibles, no digamos a la dignidad
humana, sino hasta a la misma naturaleza humana, aun la más miserable y la caída en lo más bajo...
Diríase que una preparación satánica ha vuelto a encender en España la llama de odio y de las
persecuciones reservadas por sus enemigos a la Iglesia Católica, porque es el único y verdadero
obstáculo para la irrupción de aquellas fuerzas que han provocado la subversión en todos los órdenes,
desde Rusia hasta China, desde Méjico hasta Suramérica. Preparación precedente y acompañada
incesantemente de una universal y rápida propaganda para la conquista del mundo entero. Estos son los
frutos de estas absurdas y desastrosas ideologías, que después de haber seducido a las masas tienen
como finalidad armarlas y lanzarlas contra toda institución humana y divina.
El hecho de vuestra presencia aquí prueba no sólo un imponente desenfreno en las matanzas, sino
también una escuela de la que emanan para Europa y para el mundo entero enseñanzas gravísimas. No
sólo es conveniente sino hasta necesario, sino que para Nos es hasta un deber poner en guardia contra
los lazos que las fuerzas subversivas tratan de crear a los católicos para obtener en algunos sitios su
colaboración: lazos peligrosísimos, inventados y destinados únicamente a engañar y desarmar Europa y
al mundo en provecho exclusivo de los programas de odio, de subversión y destrucción que les guían...
A este pueblo bueno y fidelísimo, a toda esta querida y nobilísima España que ha sufrido tanto, se
dirige y quiere llegar nuestra bendición, como alcanza nuestra cotidiana oración, hasta el retorno de la
plena y definitiva serenidad y de la paz. Por encima de toda consideración política terrena, nuestra
bendición se dirige de modo especial a todos aquellos que han asumido la espinosa y difícil tarea de
defender los derechos y el honor de Dios y de la religión.”
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3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS DOS
CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936)
“¡Cómo han florecido las flores rojas del martirio en nuestra España en los dos meses que llevamos del
desencadenamiento del odio comunista en tantas provincias de nuestra Patria! El mismo Vicario, en su
solemnísima alocución del día 14 de este mes, lo ha proclamado a la faz del mundo. El ya largo y glorioso
martirologio español se ha alargado y enriquecido con obispos, sacerdotes y seglares, con ancianos, con
vírgenes y aun con niños. Todos son hermanos nuestros de fe y de Patria...
Con la misma sinceridad hemos de declarar que no sospechábamos que el número de mártires de la
España contemporánea fuese tan crecido, de tantos centenares como ciertamente han ya sido, y aun tal vez
de tantos millares cuando los conozcamos todos. Si la sangre de mártires ha si do siempre semilla de
cristianos, ¡qué reflorecimiento de vida cristiana no es de esperar en la España regada por tanta sangre de
mártires, de obispos y sacerdotes, de religiosos y seglares que han muerto por confesar a Cristo...
Podría alguien que no desconociese el Código de Derecho Canónico, decirnos: Enhorabuena que los
ciudadanos españoles, haciendo uso de un derecho natural, se hayan alzado para derrocar un gobierno que
llevaba la nación a la anarquía. Pero ¿no pregona siempre la Iglesia su apartamiento de las luchas
partidistas? ¿No ha dicho muchas veces Su Santidad Pío XI que la acción de la Iglesia se desarrolla fuera y
por encima de todos los partidos políticos? ¿No prescribe el canon 141 a los clérigos que no presten apoyo
de modo alguno a las guerras intestinas y a las perturbaciones de orden público: neve intestinis bellis et
ordinis publici perturbationibus opem quoquo modo ferant? ¿Cómo se explica, pues, que hayan apoyado el
actual alzamiento los Prelados españoles, y el mismo Romano Pontífice haya bendecido a los que luchan en
uno de los dos campos?» ...
La explicación plenísima nos la da el carácter de la actual lucha que convierte a España en espectáculo
para el mundo entero. Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una Cruzada. Fue
una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden... La Iglesia no interviene en lo que
Dios ha dejado a la disputa de los hombres. Si desde el primer instante los Prelados hubiesen oficialmente
excitado a la lucha, los que han asesinado obispos y sacerdotes, incendiado y saqueado templos, habrían
dicho que era la Iglesia la que había excitado la guerra, y que sus horribles y sacrílegos atentados no eran
más que represalias...
Por el contrario, cuando los sacrílegos asesinatos e incendios se han verificado antes de todo apoyo oficial
de la Iglesia; cuando el Gobierno no contestó siquiera a las razonadas protestas del Romano Pontífice;
cuando el mismo Gobierno ha ido desapareciendo de hecho, no ya sólo en la parte del territorio nacional que
perdió desde los primeros momentos, sino que aun en el territorio a él todavía sujeto no ha podido contener
los desmanes y se ha visto desbordado por turbas anarquizantes y aun declaradamente anarquistas…¡ah!,
entonces ya nadie ha podido recriminar a la Iglesia porque se haya abierta y oficialmente pronunciado a favor
del orden contra la anarquía, a favor de la implantación de un gobierno jerárquico contra el disolvente
comunismo, a favor de la defensa de la civilización cristiana y de sus fundamentos religión, patria y familia
contra los sin Dios y contra Dios, sin patria y hospicianos del mundo, en frase feliz de un poeta cristiano. Ya
no se ha tratado de una guerra civil, sino de una Cruzada por la Religión y por la Patria y por la Civilización.
Ya nadie podía tachar a la Iglesia de perturbadora del orden, que ni siquiera precariamente existía...
El comunismo, que en Rusia y en España ha consentido millares de asesinatos de personas inocentes, que
quiere exterminar la religión, que destruye la familia, que pervierte a la niñez y a la mujer, que suprime a
clases enteras de la sociedad, que esclaviza dictatorialmente a los mismos obreros, es bárbaro e inhumano,
y esta barbarie e inhumanidad es un justísimo título de guerra, según los principios del maestro Vitoria, no
sólo para una guerra nacional, sino internacional.”
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4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE
TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936)
“Esta cruentísima guerra es, en el fondo, una guerra de principios, de doctrinas, de un concepto de la vida y
del hecho social contra otro, de una civilización contra otra. Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y
español contra este otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo humano, desde las
cumbres del pensamiento a la pequeñez del vivir cotidiano, en el molde del materialismo marxista...
Podemos afirmar, porque somos testigos de ello, es que, al pronunciarse una parte del Ejército contra el viejo
estado de cosas, el alma nacional se sintió profundamente percutida y se incorporó, en corriente profunda y
vasta, al movimiento militar; primero, con la simpatía y el anhelo con que se ve surgir una esperanza de
salvación, y luego, con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que
ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al Ejército, dando generosamente vidas y haciendas, para que el
movimiento inicial no fracasara. Y no fracasó –lo hemos oído de militares prestigiosos– precisamente por el
concurso armado de las milicias nacionales.
Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de agosto en esta Navarra, que, con una
población de 320.000 habitantes, puso en pie de guerra más de 40.000, casi la totalidad de los hombres útiles
para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para
los frentes de batalla sin más ideas que la defensa de su religión y de la patria. Fueron, primero, a guerrear por
Dios.Al compás de Navarra se ha levantado potente el espíritu español en las demás regiones no sometidas de
primer golpe a los ejércitos gubernamentales. Aragón, Castilla la Vieja, León y Andalucía han aportado
grandes contingentes... Y en todos los frentes se ha visto alzarse la Hostia divina en el santo sacrificio y se han
purificado las conciencias por la confesión de millares de jóvenes soldados, y mientras callaban las armas
resonaba en los campamentos la plegaria colectiva del santo rosario. En ciudades y aldeas se ha podido
observar una profunda reacción religiosa de la que no hemos visto ejemplo igual.
Es que la Religión y la Patria –arae et foci– estaban en gravísimo peligro, llevadas al borde del abismo por
una política totalmente en pugna con el sentir nacional y con nuestra historia. Por esto la reacción fue más viva
donde mejor se conservaba el espíritu de religión y de patria. Y por esto logró este movimiento el matiz
religioso que se ha manifestado en los campamentos de nuestras milicias, en las insignias sagradas que
ostentan los combatientes y en la explosión del entusiasmo religioso de las multitudes de retaguardia.
Quítese, si no, la fuerza del sentido religioso, y la guerra actual queda enervada. Cierto que el espíritu de
patria ha sido el gran resorte que ha movilizado las masas de combatientes; pero nadie ignora que el resorte de
la religión, actuando en las regiones donde está más enraizada, ha dado el mayor contingente inicial y la
máxima bravura a nuestros soldados. Más: estamos convencidos de que la guerra se hubiese perdido para los
insurgentes sin el estímulo divino que ha hecho vibrara el alma del pueblo cristiano que se alistó en la guerra o
que sostuvo con su aliento, fuera de los frentes, a los que guerreaban.
Quede, pues, por esta parte como cosa inconclusa que en el fondo debe reconocerse en esta guerra un espíritu
de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de
España y ha constituido como la médula de su organización y de su vida... Cuanto cabe en la intención de
Moscú, el pabellón comunista se ha plantado en España frente a su cristianísima bandera. Aquí se han
enfrentado las dos civilizaciones, las dos formas antitéticas de la vida social. Cristo y el Anticristo se dan la
batalla en nuestro suelo”.
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5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL DE LA
GUERRA” (30 de enero de 1937)
“¡Manes de nuestros antepasados si hubiesen visto a su Dios lanzado de España! El Dios de nuestros
sabios y guerreros, de nuestros sabios y artistas; de nuestras leyes e instituciones incomparables; de
nuestras catedrales y bibliotecas; de aquel pueblo teólogo que acudía ávido a los autos de Calderón; el
de nuestros grandes historiadores y poetas; en cuyo santo nombre fueron lanzados de nuestro suelo los
hijos de Mahoma, y se inauguraba y se consumaba la conquista de un Nuevo Mundo; el de Dios, cuya
doctrina dulce y lúcida fue guía de nuestra historia, y cuyas santas influencias embalsamaron la familia,
la escuela, la vida ciudadana; por cuyo nombre se juró siempre en nuestra tierra y cuya cruz besó todo
español a la hora de la muerte, y señaló, en el suelo de nuestras iglesias, a la vera de nuestros caminos,
en los campos de batalla y en los camposantos, el sitio donde cayera el cuerpo exánime de un español!...
¡El dolor de España! Dolor de la sangre de nuestros hermanos, que han caído por millares... Dolor de
las piedras calcinadas de nuestros templos, en que había cristalizado la fe y la piedad de nuestros
mayores... Dolor del ultraje hecho a lo que deba amar más el hombre, a Dios, perpetrado en las formas
más antidivinas, y, por lo mismo, más repugnantes... cometido en las personas de sus sacerdotes, en la
profanación de sus templos, en robos horrendos de vasos, reliquias, ornamentos. Porque esta guerra, por
parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido un sistema vastísimo de sacrilegios, perpetrados a sangre
fría, y que culminaron en este sacrilegio sintético que, si no fue el mayor en su aberración teológica, sí
que fue el más simbólico y clamoroso: el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los
Ángeles... Dolor de millares de sacerdotes asesinados, con saña inhumana, por el simple hecho de ser
representantes de Dios... Nunca en la historia se vio una matanza de sacerdotes como la hemos visto en
la España que se gloría de llamarse católica... Dolor de haber visto a España envuelta en una ola de
barbarie como no se da en las tribus de África... Dolor por la pérdida de nuestra riqueza y de un caudal
de arte que nos habían legado el pensamiento y la labor de siglos cristianos, que no tenían igual en el
mundo, y que ya no nos volverá más...
Dolor de haber visto el territorio nacional mancillado por la presencia de una raza forastera, víctima e
instrumento a la vez de esa otra raza que lleva en sus entrañas el odio inmortal a Nuestro Señor
Jesucristo. Dolor acerbo... de que fuera de España corra con vilipendio el nombre y la gesta de quienes
luchan para salvarnos, y de que fuera de casa se ignore lo que queda aún acá de sentido de Dios, de
civilización cristiana, de esfuerzo generoso de rehabilitarnos ante el mundo. Es el dolor de lo que con
razón se ha llamado la soledad de España. Cuando la conquista de Abisinia, obra de la civilización, la
Sociedad de Naciones se alzaba contra el conquistador; y se inhibe en una pasividad suicida cuando la
barbarie se lanza en España a la destrucción de la civilización más gloriosa de la historia. Y cuando el
mundo se conmovió por haberse mutilado la catedral de Reims en la guerra europea, no oímos más que
la voz autorizadísima de Roma, que lamenta la desolación de casi media España sin templos...
Nosotros, los que pretendemos encarnar el espíritu cristiano y español y la continuidad de nuestra
tradición y de nuestra historia... vejados en todo orden, lanzados por leyes injustas fuera de nuestra ley,
porque la ley de la vida es la conciencia fundada en Dios, hemos sido sus víctimas... Y nuestro espíritu
nacional es estar injertado en Dios... Poner a Dios en su sitio debe ser el primer propósito y la ley
máxima de la anti-revolución...
A la intención y a la acción de los sin Dios debemos responder metiendo a Dios y sus cosas en todo,
como nuestros mayores lo hicieron, en las leyes, en la casa, en las instituciones, en la inteligencia, en el
corazón, en la vida privada y pública. En todo y en todos, sin que haya nadie que pueda esconderse del
calor y de la luz de Dios. Y por todos, sacerdotes, legisladores, maestros, padres, por la comunicación
mutua de un ciudadano a otro. Y por todo procedimiento, de palabra y por escrito, por la hoja y el libro,
por el espectáculo y el gráfico, por todo procedimiento de efusión y difusión del pensamiento humano,
tocando todos los resortes del alma humana. ¿No lo han hecho así los sin Dios para eliminarle?...
Por esto aplaudimos, de corazón de sacerdote, la palabra recientemente dicha por el Jefe del Estado
español: “Nosotros queremos una España católica”. España católica de hecho, hasta su entraña viva: en
la conciencia, en las instituciones y leyes, en la familia y en la escuela, en la ciencia y el trabajo, con la
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imagen de nuestro buen Dios, Jesucristo en el templo, en el hogar y en la tumba...
Por esto, por el bien de España, hay que decir a los que la rigen: ¡Gobernantes! Haced catolicismo a
velas desplegadas si queréis hacer la Patria grande. Fuimos el primer pueblo del orbe cuando nuestro
catolicismo vibró en su diapasón más alto; nuestra decadencia coincide con la destrucción de los templos
y la matanza de los sacerdotes de nuestro Dios. Ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un
periódico fuera o contra Dios y su Iglesia en España...
Corrosivos de la autoridad son la indisciplina y el sovietismo. La primera podrá curarse con la selección
de jerarquías y las debidas sanciones. Para el segundo no pude haber en España sino guerra hasta el
exterminio, de ideas y procedimientos. “Defensa contra la anarquía y el terrorismo bolchevique”, ha dicho
el Generalísimo...
Todo ello –espíritu, autoridad y justicia- sostenido y reforzado por el sentido y la realización de la
unidad. Que acabe la atomización de nuestros hombres y de nuestras fuerzas, por sobra de egoísmo y
falta de grandes ideales. Un ideal: la España una y grande en Dios y por Dios; y un esfuerzo unánime de
pensamiento, de corazón y de vida para lograrlo. Lo demás, que sale del terreno de la religión y moral,
no cabe en una carta cuaresmal de un obispo. Política y economía tienen sus maestros, a ellos toca lo
que solo toca a la tierra. La Iglesia tendrá siempre luz y bendiciones para darles luz y fuerza; porque
hasta las cosas de la tierra tienen todas un lado por donde miran al cielo.”
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6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL MUNDO CON
MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937)
“Con nuestra gratitud, Venerables Hermanos, debemos manifestaros nuestro dolor por el desconocimiento
de la verdad de lo que en España ocurre. Es un hecho, que nos consta por documentación copiosa, que el
pensamiento de un gran sector de opinión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en
nuestro país. Causas de este extravió podrían ser: el espíritu anticristiano, que ha visto en la contienda de
España una partida decisiva en pro o contra de la religión de Jesucristo y la civilización cristiana; la corriente
opuesta de doctrinas políticas que aspiran a la hegemonía del mundo; la antipatria, que se ha valido de
españoles ilusos que, amparándose en el nombre de católicos, han causado enorme daño a la verdadera
España. Y lo que más nos duele es que una buena parte de la prensa católica extranjera haya contribuido a
esta desviación mental, que podría ser funesta para los sacratísimos intereses que se ventilan en nuestra
patria...
Conste antes que todo, ya que la guerra pudo preverse desde que se atacó ruda e inconsideradamente al
espíritu nacional, que el Episcopado español ha dado, desde el año 1931, altísimos ejemplos de prudencia
apostólica y ciudadana. Ajustándose a la tradición de la Iglesia y siguiendo las normas de la Santa Sede, se
puso resueltamente al lado de los poderes constituidos, con quienes se esforzó en colaborar para el bien
común. Y a pesar de los repetidos agravios a personas, cosas y derechos de la Iglesia, no rompió su
propósito de no alterar el régimen de concordia de tiempo atrás establecido. A los vejámenes respondimos
siempre con el ejemplo de la sumisión leal en lo que podíamos; con la protesta grave, razonada y apostólica
cuando debíamos; con la exhortación sincera que hicimos reiteradamente a nuestro pueblo católico a la
sumisión legitima, a la oración, a la paciencia y a la paz. Y el pueblo católico nos secundó, siendo nuestra
intervención valioso factor de concordancia nacional en momentos de honda conmoción social y política...
Si hoy, colectivamente, formulamos nuestro veredicto en la cuestión complejísima de la guerra de España,
es, primero, porque, aun cuando la guerra fuese de carácter político o social, ha sido tan grave su represión
de orden religioso, y ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a
la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, obispos católicos no podíamos inhibirnos sin
dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir el tremendo apelativo de "canes
muti", con que el Profeta censura a quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia; y luego, porque la
posición de la Iglesia española ante la lucha, es decir, del Episcopado español, ha sido torcidamente
interpretada en el extranjero...
El 18 de julio del año pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra que aún dura. Pero nótese,
primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración con el pueblo
sano, que se incorporó en grandes masas al Movimiento que, por ello, debe calificarse de cívico-militar; y
segundo, que este movimiento y la revolución comunista son dos hechos que no pueden separarse, si se
quiere enjuiciar debidamente la naturaleza de la guerra. Coincidentes en el mismo momento inicial del
choque, marcan desde el principio la división profunda de las dos Españas que se batirán en los campos de
batalla.
Aún hay más: el Movimiento no se produjo sin que los que lo iniciaron intimaran previamente a los poderes
públicos a oponerse por los recursos legales a la revolución marxista inminente. La tentativa fue ineficaz y
estalló el conflicto...
Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular de un doble
arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina
definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los
enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión...
Demos ahora un esbozo del carácter del Movimiento llamado "nacional". Creemos justa esta
denominación, primero, por su espíritu; porque la nación española estaba disociada, en su inmensa mayoría,
de una situación estatal que no supo encarnar sus profundas necesidades y aspiraciones; y el Movimiento
fue aceptado como una esperanza en toda la nación; en las regiones no liberadas sólo espera romper la
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coraza de las fuerzas comunistas que le oprimen. Es también nacional por su objetivo, por cuanto tiende a
salvar y sostener para lo futuro las esencias de un pueblo organizado en un Estado que sepa continuar
dignamente su Historia. Expresamos una realidad y un anhelo general de los ciudadanos españoles; no
indicamos los medios para realizarlo.
El Movimiento ha fortalecido el sentido de la Patria, contra el exotismo de las fuerzas que le son contrarias.
La Patria implica una paternidad; es el ambiente moral, como de una familia dilatada, en que logra el
ciudadano su desarrollo total, y el Movimiento nacional ha determinado una corriente de amor que se ha
concentrado alrededor del nombre y de la sustancia histórica de España, con aversión de los elementos
forasteros que nos acarrearon la ruina. Y como el amor patrio, cuando se ha sobrenaturalizado por el amor
de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, toca las cumbres de la caridad cristiana, hemos visto una explosión de
verdadera caridad que ha tenido su expresión máxima en la sangre de millares de españoles que le han
dado al grito de "¡Viva España!" "¡Viva Cristo Rey!".
Dentro del movimiento nacional se ha producido el fenómeno, maravilloso, del martirio -verdadero martirio,
como ha dicho el Papa - de millares de españoles, sacerdotes, religiosos y seglares; y este testimonio de
sangre deberá condicionar en lo futuro, so pena de inmensa responsabilidad política, la actuación de
quienes, depuestas las armas, hayan de construir el nuevo estado en el sosiego de la paz.
El Movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado. Contraponemos la situación de las
regiones en que ha prevalecido el Movimiento nacional a las denominadas aún por los comunistas. De estas
puede decirse la palabra del Sabio: "Ubi non est gubernator, dissipabitur populus"; sin sacerdotes, sin
templos, sin culto, sin justicia, sin autoridad, son presa de terrible anarquía, del hambre y la miseria. En
cambio, en medio del esfuerzo y del dolor terrible de la guerra, las otras regiones viven en la tranquilidad del
orden interno, bajo la tutela de una verdadera autoridad, que es el principio de la justicia, de la paz y del
progreso que prometen la fecundidad de la vida social. Mientras en la España marxista se vive sin Dios, en
las regiones indemnes o reconquistadas se celebra profusamente el culto divino y pululan y florecen nuevas
manifestaciones de la vida cristiana”.
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7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST (25
de mayo de 1938)
“España, que a todos los Congresos Eucarísticos ha mandado nutrida representación, no podía estar ausente
del Congreso de Budapest, a pesar de las horas difíciles por que atraviesa nuestra nación y a pesar de que sobre
la inmensa mayoría de los católicos españoles pesa, en mil formas, la terrible tragedia que nos agobia. Y
estamos presentes, porque el Gobierno nacional, que sabe lo que en el mundo de la fe y de la piedad representa
un Congreso Eucarístico Internacional, ha querido que nuestra patria, aunque sangrando, viniese acá a decirle a
Hungría, y en ella a todo el mundo católico, que todavía conservamos intacta la herencia de nuestros
antepasados; y porque un puñado de devotos del Sacramento, venciendo dificultades casi insuperables, han
querido rendir sus homenajes al Dios-Eucaristía, junto al Danubio, en la bella Budapest...
No es sólo la ideología la que ha partido en dos a nuestra España, sino todo un sistema de hechos que de ella
derivan. Por parte de la España que no quiere morir, un esfuerzo de reconstrucción espiritual y material,
adentrándose en nuestra tradición y en nuestra historia para hallar en ella el nervio vivo que nos hizo ser lo que
somos y que se manifiesta en la reviviscencia de leyes, instituciones, costumbres, que da la impresión de un
rejuvenecimiento nacional. Por la parte opuesta, la de la España contrahecha y extranjera, un afán de
destrucción que ha convertido sus dominios en región de desolación y barbarie.
Fijaos en otro hecho. Yo no diré que sea todo oro puro de religión y españolismo lo que aparece en el campo
nacional; pero sí que en él se cree en Dios, y se reza, y se levanta la Hostia Santa en todos los campamentos, y
se confiesan los pecados, y el honor tiene su culto y el heroísmo su premio, y se muere besando la Cruz y la
bandera, y muchas veces aclamando a Cristo Rey. Mientras que en el otro campo queda arrasado o vilmente
profanado todo tipo de religión y se ha hecho tabla rasa de todo lo que era un valor de espíritu en la estimación
nacional.
Es decir, que en España luchan la unidad contra la anarquía, la fuerza cohesiva, que busca en el alma
nacional todo elemento que la haga perdurable, y la turbulencia del pensamiento, que se traduce en la fuerza
explosiva que dispersa todos los factores de unidad de un pueblo o nación.”
8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU PRESENTACIÓN
DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938)
“España no ha rehusado esta hora, la más trágica y penosa de su Historia, sino que la ha afrontado
resueltamente, con heroísmo sin par, bajo la voluntad decidida de su glorioso Caudillo, para retornar a la
senda gloriosa de su tradición y continuar la misión sublime que la Providencia le reserva en el camino
ascendente de la humanidad...
Pido a Dios que el sacrificio del pueblo español sea la base de un resurgimiento general del que brote
una España más bella y gloriosa, con todas sus esencias espirituales y tradicionales.”
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9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO AL NUNCIO DE S. S. PIO XI EN LA
PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938)
“Nada más grato para mí y para la España nacional entera que recibir de vuestras manos las cartas que os
acreditan, en esta nación tan sincera y profundamente católica, como Nuncio de la Augusta Santidad de Pío
XI, Vicario de Cristo en la tierra y Padre común de los fieles.
Una vez más la voluntad de Dios ha querido poner a prueba la fortaleza de nuestra fe y el vigor de nuestro
sacrificio. Los soldados que hoy luchan no sólo por la independencia y unidad de su Patria, sino por todo lo
que representa la cultura cristiana occidental, tan seriamente amenazada, mueren con los nombres de Dios y
de España en los labios y confirman así una vez más, con su sangre de mártires y de héroes, ese carácter
esencial que en el transcurso de toda la vida de España, desde sus comienzos en la historia del mundo, ha
tenido el sentimiento católico.
La religión católica ha sido crisol de nuestra propia nacionalidad; en sus misterios y sus dogmas se
inspiraron en los siglos más gloriosos de nuestra historia el talento especulativo de nuestros filósofos, el
genio lírico y dramático de nuestros poetas, la emoción artística de nuestros grandes pintores y esas obras
simbólicas incorporadas ya al pensamiento universal que coronan las más altas serranías del genio español:
todas ellas son esencialmente cristianas y católicas.
Pero España también ha sido misionera, y como muy oportuna y elocuentemente lo ha señalado vuestra
excelencia reverendísima, hay veinte naciones independientes, pero vinculadas por lazos de orígenes que
llenan todo un continente, que son la más firme esperanza de la continuidad de nuestra cultura y que
confiesan y alaban a Dios en nuestro idioma.
Excelencia reverendísima, podéis decir al Santo Padre que no es España ni verdaderos españoles los que,
obedeciendo consignas extranjeras, quemaron los templos del Señor, martirizaron a sus ministros y
destruyeron implacablemente, con saña sin ejemplo, todo lo que en nuestra Patria significaba, al mismo
tiempo que manifestación de cultura, expresión de fe católica.
El gobierno nacional, interpretando el auténtico sentir de su pueblo, sin necesidad de estímulos ni
requerimientos, ha sabido contrarrestar esa obra, que por ser anticatólica es antiespañola, y al propio tiempo
desvirtuar en gran parte la legislación que encontró vigente, incubando en el seno de un sistema imbuido de
doctrinas disolventes. Buena prueba de ello constituye la devolución del crucifijo a las escuelas, la
derogación de la ley de Divorcio, la restauración de la Compañía de Jesús y el espíritu profundamente
cristiano y, por lo tanto, humano que informa el Fuero del Trabajo.
Al propio tiempo le ofrezcáis los votos que formulo por la gloria de la Iglesia Católica y por la preciosísima
vida del Pontífice que felizmente reina, suplicándoos, en cambio, le pidáis la gracia de su bendición
apostólica para toda la nación española, tanto para los que de este lado luchan por los más nobles ideales y
como premio a su meritísimo esfuerzo, como para los que sufren cautiverio en poder del enemigo, y también
para los muchos españoles que, bárbaramente coaccionados por un régimen de terror, tiene que luchar
contra nosotros, para que Dios les ayude a una rápida liberación”.
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10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de febrero
de 1939)
“Cuando la revolución de 1931 conmovió los fundamentos de la nación española por la sustitución brusca de
sus instituciones políticas y la inesperada acometida del ateísmo legal puso en peligro el pensamiento y la vida
religiosa del país, los católicos, obedientes a la voz del Papa, nos replegamos a las posiciones inconmovibles
de nuestros principios doctrinales, dispuestos a trabajar con el denuedo de siempre por Dios y por España en el
nuevo orden de cosas establecido. Fue entonces cuando escribíamos a nuestros diocesanos de Tarazona las
pastorales “Los deberes cristianos de patria” y “Los deberes de la hora presente”, y a vosotros, al tomar
posesión de nuestra gloriosa Sede toledana, “Horas graves”, en las que exponíamos las exigencias del
pensamiento y de la vida cristiana ante las grandes cuestiones que se rozan con las instituciones civiles y
políticas y que se planteaban en toda su gravedad por aquellos días: Religión, Estado, autoridad y libertad,
patria, democracia, familia, propiedad y trabajo, deberes ciudadanos, etc.
Desde entonces hemos pasado unos años de angustia mortal: la de la lucha a brazo partido, en el orden de
principios, con las fuerzas de orden político que se empeñaron en dejar nuestra sociedad huérfana de Dios; y
luego, la de esta lucha cruentísima, que ensangrienta aún el suelo patrio y que sería una catástrofe sin igual en
nuestra historia si no presagiara el resurgimiento de los valores del espíritu que la revolución impía trató de
aniquilar.
* * *
Sería fácil, amadísimos diocesanos, un recorrido sobre la historia política de España para demostrar que las
crisis de su crecimiento y expansión coinciden con los grandes momentos del catolicismo patrio. Los Concilios
Toledanos y la unidad nacional; la reconquista y la vida cristiana de nuestro pueblo; los grandes nombres de
Cisneros, Isabel la católica y Felipe II; la conquista y colonización de América, con este gran monumento de
pensamiento católico de nuestros juristas que se llama “Leyes de Indias”; la Guerra de la Independencia y esta
otra guerra contra el bolchevismo, opuesto por diámetro al catolicismo; todos estos hechos son como la
columna vertebral que sostiene la historia patria: su medula es el catolicismo. Catolicismo y patria se han dado
un abrazo secular en tierras de España.
* * *
Esperemos el resurgimiento del catolicismo en nuestra patria. Lo presagia la decidida voluntad del Jefe del
Estado, que reiteradamente ha dicho que, por exigencia de nuestra historia y por convicción personal, el
catolicismo ha de ser el nervio de la España futura. Hoy mismo, al derogar la ley de Confesiones y
Congregaciones, dice el Jefe del Estado español: “Es notorio que en nuestra Patria no hay más que una
confesión religiosa, que marcaron los siglos con singular relieve, que es la religión católica, inspiradora de su
genio y tradición”. No podía en menos palabras comentarse la verdad que hemos querido demostrar en esta
pastoral: el catolicismo y su valor de patria. La nuestra, España, es lo que es por el catolicismo. “Los poderes
de los Estados –nos decía, poco ha, nuestro Santísimo Padre- hacen hoy de los pueblos lo que quieren”. Demos
gracias a Dios de que se quiera hacer de España un pueblo católico desde las alturas del poder.
Lo anuncia, además, la nueva legislación del Estado, que en su trayectoria general está informada del espíritu
católico. Y confirma nuestra esperanza, amados diocesanos, el innegable resurgir religioso que hemos
observado en la parte liberada de nuestra querida Archidiócesis.”
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11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939)
“Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros
nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar
el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos.
Anhelante y confiado esperaba nuestro predecesor, de santa memoria, esta paz providencial, fruto sin
duda de aquella fecunda bendición, que en los albores mismos de la contienda enviaba «a cuantos se
habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de
la religión». Y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la que Él mismo desde entonces auguraba,
“anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad”.
Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la
heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo
Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo
materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos
de la religión y del espíritu.
La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido
hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición
repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que
lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera,
cómo la persecución religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor
de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados
de inicua destrucción y apasionada discordia.
Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo
espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y
civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo de España; y ayudado de Dios, «que no
abandona a los que esperan en Él”, supo resistir al empuje de los que, engañados con lo que creían un
ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo.
Este primordial significado de vuestra victoria Nos hace concebir las más halagüeñas esperanzas de que
Dios, en su misericordia, se dignará conducir a España por el seguro camino de su tradicional y católica
grandeza; la cual ha de ser el norte que oriente a todos los españoles, amantes de su Religión y de su
Patria, en el esfuerzo de organizar la vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia
de fe, piedad y civilización católica.
Por esto exhortamos a los gobernantes y a los pastores de la católica España, que iluminen la mente de
los engañados, mostrándoles con amor las raíces del materialismo y del laicismo, de donde han procedido
sus errores y desdichas y de donde podrían retoñar nuevamente. Proponedles los principios de justicia
individual y social, sin los cuales la paz y prosperidad de las naciones, por poderosas que sean, no
pueden subsistir, y son los que se contienen en el Santo Evangelio y en la doctrina de la Iglesia.
No dudamos que así habrá de ser, y la garantía de Nuestra firme esperanza son los nobilísimos y
cristianos sentimientos, de que han dado pruebas inequívocas el Jefe del Estado y tantos caballeros, sus
fieles colaboradores, con la legal protección que han dispensado a los supremos intereses religiosos y
sociales, conforme a las enseñanzas de la Sede Apostólica. La misma esperanza se funda, además, en el
celo iluminado y abnegación de vuestros obispos y sacerdotes, acrisolados por el dolor, y también en la
fe, piedad y espíritu de sacrificio, de que en horas terribles han dado heroica prueba las clases todas de
la sociedad española.
Y ahora, ante al recuerdo de las ruinas acumuladas en la guerra civil más sangrienta que recuerda la
historia de los tiempos modernos, Nos, con piadoso impulso, inclinamos, ante todo, nuestra frente a la
santa memoria de los obispos, sacerdotes, religiosos de ambos sexos y fieles de todas edades y
condiciones que, en tan elevado número, han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la
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religión católica. “Maiorem hac dilectionem nemo habet”.
Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el
heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión, ya sea en los campos de
batalla, ya también consagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales.
No podemos ocultar la amarga pena que nos causa el recuerdo de tantos inocentes niños que, alejados
de sus hogares han sido llevados a extrañas tierras, con peligro a veces de apostasía y perversión. Nada
anhelamos más ardientemente que verlos restituidos al seno de sus familias, donde volverán a encontrar
ferviente y cristiano, el cariño de los suyos. Y aquellos otros que, como hijos pródigos, tratan de volver a
la casa del padre, no dudamos que serán acogidos con benevolencia y amor.
A vosotros toca, venerables hermanos en el episcopado, aconsejar a los unos y a los otros que, en su
política de pacificación, todos sigan los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta
nobleza por el Generalísimo: de justicia para el crimen y de benévola generosidad para los equivocados.
Nuestra solicitud, también de Padre, no puede olvidar a tantos engañados a quienes logró seducir con
halagos y promesas una propaganda mentirosa y perversa. A ellos, particularmente, se ha de encaminar
con paciencia y mansedumbre vuestra solicitud pastoral. Orad por ellos, buscadlos, conducidlos de nuevo
al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la patria, y llevadlos al Padre Misericordioso, que
los espera con los brazos abiertos.
¡Ea pues, queridísimos hijos! Ya que el arco iris de la paz ha vuelto a resplandecer en el cielo de España,
unámonos todos de corazón en un himno ferviente de acción de gracias al Dios de la paz y en una
plegaria de perdón y de misericordia para todos los que murieron, y a fin de que esta paz sea fecunda y
duradera, con todo el fervor de nuestro corazón os exhortamos a “mantener la unión del espíritu en el
vínculo de la paz”. Así, unidos y obedientes a vuestro venerable Episcopado, dedicaos con gozo y sin
demora a la obra urgente de reconstrucción, que Dios y la Patria esperan de vosotros.
En prenda de las copiosas gracias, que os obtendrán la Virgen Inmaculada y el Apóstol Santiago,
Patronos de España, y de todas las que os merecieron los grandes santos españoles, hacemos descender
sobre vosotros, nuestros queridos hijos de la católica España, sobre el Jefe del Estado y su ilustre
Gobierno, sobre el celante Episcopado y su abnegado clero, sobre los heroicos combatientes y sobre
todos los fieles, nuestra bendición apostólica.”
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12. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939)
Tuvieron lugar en la iglesia de Santa Bárbara, de Madrid. En el altar mayor había sido colocado el histórico
Cristo de Lepanto, traído expresamente de Barcelona, milagrosamente liberado de la profanación de la s
hordas rojas. A la derecha del lado del Evangelio se veía el Arca Santa, de Oviedo. Más abajo, en la parte
exterior del presbiterio, las cadenas de Navarra enmarcaban el altar mayor. El obispo de Madrid entonó el Te
Deum. De la literatura litúrgica antigua se entresacaron antífonas, oraciones y bendiciones para la recepción
y vuelta del Caudillo después de la guerra.
Terminado el canto de las antífonas, el Generalísimo Franco se adelantó y, después de rendir su espada
ante el Cristo de Lepanto, pronunció la siguiente oración: “Señor: Acepta complacido el esfuerzo de este
pueblo, siempre tuyo, que, conmigo, y por tu nombre, ha vencido con heroísmo a los enemigos de la Verdad
en este siglo. “Señor Dios, en cuyas manos está todo derecho y todo poder, préstame tu asistencia para
conducir este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria tuya y de tu Iglesia. “Señor: que todos los
hombres conozcan a Jesús que es el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” En este instante, Franco depositó su
espada ante la máxima jerarquía de la Iglesia en España.
El Cardenal Gomá, Primado y Arzobispo de Toledo le dio la bendición, diciendo: “El señor sea siempre
contigo, y El, de quien procede todo derecho y todo poder, y bajo cuyo imperio están todas las cosas, te
bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado.
Prenda de ello sea la bendición que te doy en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
El Cardenal abrazó al Caudillo, terminando así la augusta e histórica ceremonia.
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13. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939)
“Bienvenidos seáis, Jefes, Oficiales y soldados de la Católica España, hijos nuestros muy amados, que habéis
venido a proporcionar a Vuestro Padre un inmenso consuelo. Nos consuela ver en vosotros a los defensores
sufridos, esforzados y leales de la fe y de la cultura de vuestra patria, que, como os decíamos en Nuestro
mensaje-radio, “habéis sabido sacrificaros hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y
de la religión».
Al veros ante Nos cubiertos de gloria por vuestro valor cristiano, nuestro pensamiento se dirige, sobre todo, a
vuestros compañeros que murieron en campaña, y nuestro corazón de Padre se conmueve ante le generosidad
de tantas madres y ante las lágrimas de tantos huérfanos, a quienes la muerte ha privado de sus seres queridos.
Decidles de nuestra parte que unan sus penas a las de la Virgen de los Dolores y las ofrezcan a Dios con
cristiana resignación por la paz del mundo.
Recordamos aquellos días de amargura en que “la sombra de la patria vacilante” —patriae trepidantis imago
en frase del poeta cordobés Lucano— os hizo comprender que España, sin hogares cristianos y sin templos
coronados por la cruz de Jesucristo, no sería España, aquella España grande, siempre valerosa, y más que
valerosa caballeresca, y más que caballeresca, cristiana. Y al resplandor de ese pensamiento quiso Dios que
brotaran en vuestro corazón generoso dos grandes amores: el amor a la religión que os garantiza la eterna
felicidad, y el amor a la patria que os brinda el bienestar honesto de la presente vida.
Estos dos amores han sido los que encendieron en vosotros el fuego del entusiasmo, lo mantuvieron vigoroso
en las horas del sacrificio y lo llevaron, finalmente, con valor al triunfo del ideal cristiano y a la victoria.
Recordamos aquel pensamiento de San Juan de la Cruz: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”.
Nuestro más vivo anhelo es que esos mismos dos amores os alienten en la tarea de reconstruir la patria,
emulando y, a ser posible, superando las tradiciones católicas de su glorioso pasado.
Con la firme esperanza del Apóstol San Pablo de que “el Dios de la paz y del amor estará con vosotros» (2
Cor., XIII, 11), y en prenda de abundantes gracias, hacemos que descienda sobre vosotros y sobre las personas
y cosas que tenéis en el pensamiento o lleváis en el corazón, sobre el Generalísimo y sus fieles colaboradores,
sobre estas damas enfermeras que os han asistido, sobre vuestras familias y sobre todos los fieles de la Católica
España, nuestra Bendición Apostólica.”
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14. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA
(Zaragoza, 12 de octubre de 1939)
“Otra vez como en los grandes días de unidad cristiana, que creó la conciencia y la potencia civilizadora
de Europa, los peregrinos vendrán al Pilar santo desde todos los rincones del orbe católico para rendir
homenaje a la que fue primera y divina mediadora de nuestra comunión con las gentes cristianas y se
erigió sobre la variedad de los pueblos que componen la unidad de la raza esparcida en dos hemisferios
como excelsa Patrona de las Españas...
Ella preside siempre nuestros mayores fastos. Capitana invencible de nuestra independencia, firme sobre
la línea del río, cara a la línea de los montes, lo mismo en la hora memorable de los Sitios que en la hora
decisiva de nuestra batalla del Ebro, siempre la vemos en la misma pugna espiritual, en la defensa de la
misma idea, con la misma razón española y católica, humillando una y otra vez la misma luna de la
variación malsana de los tiempos y aplastando, por fin, la misma serpiente... Y ahora mismo, después de
la cruenta lucha que hemos mantenido en extrema defensa de la cristiandad y de la civilización
heredadas.
Entre los millares y millares de peregrinos que vendrán a postrarse a los pies de esta Madre de Dios de
las Españas, muchos españoles, que en el alma y en la carne sufrieron los dolores purificadores de la
persecución y del combate, llegarán a rendir aquí su fervorosa acción de gracias no sólo en nombre suyo,
sino en nombre de toda la Patria, otra vez Una, Grande y Libre por el favor de Dios, conductor supremo
de la historia.
Bien sabéis que de este divino favor Ella es la universal mediadora y que sin Ella no hubiéramos logrado
los laureles del triunfo ni hubiéramos liberado a la Patria de la indigna prisión y de la baja mediocridad a
que en todos sus órdenes nacionales e internacionales se hallaba sometida. Si ella, la gran Señora de los
cielos, no hubiera velado desde su Pilar inconmovible de Aragón por la suerte de España entera; si Ella,
desde aquí no nos hubiera dado, a todos, energía, aliento, espíritu de sacrificio, conciencia viva del
pasado y ciega fe en nuestro futuro, en vano hubieran velado todas nuestras guardias armadas.
La que tanto nos sostuvo en la guerra no podía menos de prevenir consecuencias felices en la
reconstrucción de la paz, empezando por las que más alegran su corazón de Madre del Verbo, que son
las del espíritu. Nadie como Ella sabe que sólo el amor edifica. La unión de los católicos españoles, que
divididos durante más de un siglo por las banderías políticas pareció ser un crónico mal de resolución
imposible, a pesar de ser esta unión la aspiración religiosa y patriótica de los mejores españoles, como
Balmes y Donoso Cortés, hoy se ha hecho posible, por fin, con la supresión de los partidos y la derrota de
los separatismos, bajo la gran consigna de unidad para los hombres y las tierras de España, que no
admite capillas ni demarcaciones diferenciales, sino una sola Patria en una sola Iglesia universal.
Así devolveremos a la gloriosa institución del Primado de España, que se asienta en la imperial Toledo,
las razones y el ámbito limpio y unido de su tradicional dignidad, creyendo que por nuestra parte hemos
así cumplido hasta los límites naturales de nuestro deber y poder, pues hemos allanado hasta donde
estuvo en nuestras manos los inveterados obstáculos que se oponían a la libertad y unidad de la Iglesia
dentro de nuestro territorio”.
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15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia número 2, 1 de marzo de 1941)
“No nos debemos contar nosotros, puesto que nos preciamos de católicos, en el número de aquellos que
consideran la religión a través de la patria y constituyen una especie de religiosidad patriótica en la que la
verdadera religión viene a reducirse a un instrumento de gobierno. Plenamente conscientes de nuestra
suprema ciudadanía sobrenatural y de los entrañables vínculos sobrenaturales que nos unen con nuestra
patria de la tierra, ni hemos de valorar la religión como una forma de la patria española, siquiera sea la más
excelsa en su historia, ni podemos caer en el error opuesto de considerar a nuestra Patria como una simple
obra de la religión. Gracias a Dios, España y la Iglesia han hecho siempre grandes obras juntas, y si nuestra
nacionalidad debe a la Iglesia los gérmenes mejores de su nacimiento y de su grandeza, la Iglesia debe, en
cambio, a nuestra Patria servicios difícilmente superables en toda la historia de la humanidad.
El último servicio de España a la Iglesia ha sido la Cruzada contra el comunismo, valorada en todo su mérito
por su Su Santidad Pío XII desde el primer instante de su Pontificado. “De España ha salido la salvación del
mundo”, dijo Su Santidad en el Congreso Internacional de las Juventudes Católicas Femeninas, al mes
siguiente de nuestra victoria. Días antes había proclamado por radio el Pontífice, en su paternal mensaje al
pueblo español, que España había asumido la tarea de restaurar los derechos de Dios y la religión, de
mantener los valores eternos del espíritu y los ideales de la civilización cristiana. Este era el significado
primordial de nuestra victoria y en tal sentido nos incitaba el Papa a la emulación de nuestros gloriosos
antepasados.
El amor del Papa a España, solamente comparable con la fidelísima adhesión que los españoles han
demostrado siempre hacia la Santa Sede, se ha revelado en todas las ocasiones pasadas y se manifestará
esplendorosamente en su porvenir inmediato, cuando el acuerdo entre nuestro Gobierno y la Silla Apostólica
llegue a la conclusión de un Concordato y la restauración completa de la Iglesia española.”
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16. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29 de
junio de 1941)
“Plácenos también recordar entre los alumnos de los seminarios a aquellos que, ya en nuestros días, llegados
luego al Episcopado y al sacerdocio, han sido gloria insigne de la Iglesia y de la patria, y que formaron tan
reciamente en la fe a los católicos españoles, que han sabido superar la más horrible avalancha de nuestro
tiempo contra el nombre santísimo de Cristo, dando al mundo ejemplo admirable de fortaleza y mansedumbre
y llegando a dar su vida por la confesión de la fe, a los impulsos de la caridad hacia sus hermanos.
Su sacrificio, ofrecido por amor de Dios, trae ya copiosísimos frutos, pues su sangre, como la sangre de los
primeros mártires, al atraer innumerables almas a Dios, ha sido semilla de santas vocaciones para recibir las
órdenes sagradas. Vocaciones que atestiguan que la fe, en vano vejada y sometida a prueba por la revolución
horrenda, se convierte en fermento con el que, restaurado en vuestra nación el nombre cristiano, la vida de
todos se conformará y dirigirá a la misión que con el beneplácito de la Divina Providencia se proponga llenar
España en lo futuro, poniendo a contribución sus fuerzas en paz y concordia con las restantes naciones...
Réstanos, en fin, expresar nuestra esperanza y hacer públicos nuestros votos porque el Jefe supremo de la
Nación española y sus consejeros y ministros, que, solícitos por la prosperidad y progreso de su nación,
alargaron ya espontánea y generosamente su mano en ayuda de la educación del clero, prosigan también en
adelante su laudable obra, sabiendo que cede siempre en bien del pueblo, para aumento de su cultura, recta
conformación de sus costumbres y elevación y progreso de sus instituciones, cuanto ellos, con la máxima
autoridad de que gozan y para obtener aquellos bienes, concedan benévolamente a la Iglesia.”
17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942)
“La redención de cautivos es una de las obras de misericordia más excelsas del cristianismo, en todo
tiempo practicada por los discípulos del Señor, ya ella se consagró muy especialmente la españolísima
Orden de Nuestra Señora de la Merced. La labor del Patronato Central de Redención de Penas,
establecido en el Ministerio de Justicia, bien puede decirse que responde a la tradición española de los
buenos siglos y a los preceptos de la caridad cristiana. He aquí una buena obra, nacida y crecida entre
nosotros por la voluntad del Caudillo y el esfuerzo de varios de sus mejores colaboradores. Quienes
trabajan en ella o de alguna manera le prestan su ayuda, rinden un gran servicio a la Patria y hacen una
obra acepta a Dios.
Miles de penados han cumplido ya sus condenas, redimidos por su trabajo material en condiciones justas
y cristianas...”
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18. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES MÁRTIRES
DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942)
“¡Bendita diócesis de Madrid-Alcalá que tienes setecientos claveles de gloria circundando tus sienes!
¡Bendita juventud católica masculina que tienes ya en el cielo setecientos ángeles!
Nadie, mirando mal, con criterio mezquino, piense que la Juventud de Acción Católica, al encumbrar a sus
héroes trata de formar rancho aparte. No. Su sangre se ha mezclado con la sangre de todos los españoles y
ha de permanecer siempre mezclada como en la realidad, en el recuerdo y en la historia. Que la Juventud de
Acción Católica, que puede levantar con noble orgullo su frente, dando ejemplo a todos los españoles de
abnegación por Dios y por la Patria, sea también la que levante la bandera de la exaltación de todos los
mártires de España. Una corona de gloria circundará siempre las sienes de esta juventud. Día llegará en que
la palabra de Dios, que suena con acento humano, es decir, la voz del Padre común, consagre esta
exaltación, elevando al honor de los altares a nuestros setecientos mártires. Cuando Dios quiera. Pero ya
desde ahora nosotros nos esforzaremos en seguir sus pasos.”
19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942)
“El pueblo español ha festejado con entusiasmo el día establecido para recordar la fausta fecha en que el
Generalísimo Franco fue proclamado Caudillo de España. Ante la inmensa obra de Gobierno realizada bajo su
égida, obra penetrada de un profundo sentido cristiano, nos corresponde a nosotros hacer resaltar la benévola
atención que ha merecido en todo momento al Jefe del Estado la tarea de recristianización encomendada por la
jerarquía a la Acción Católica Española.
Atención favorable en promesas y en hechos. Palabra de libertad y de apoyo que fue dada desde la primera
audiencia que concedió a la Junta Técnica Nacional, hará ahora dos años, y que ha sido cariñosamente repetida
hace bien pocos días a los jóvenes peregrinos de Acción Católica que acudieron a la consagración de la
Cámara Santa en Oviedo. Palabra solícita y generosamente cumplida a lo largo de este tiempo, en el que todo
han sido facilidades por parte de las autoridades públicas para esta peculiar obra de apostolado.
“Ecclesia” y lo que ella representa, a la vez que agradece como el don mayor y más venturoso esta cristiana
independencia de que Acción Católica Española goza para practicar el bien, expandiendo fecundamente su
obra de religiosa restauración de nuestro pueblo, ofrece hoy al egregio General, que en tal día hace seis años
fuera exaltado a la Jefatura del Estado nacional, pagarle en fervorosas oraciones –tributo el mejor de lealtad
entre cristianos- la deuda de gratitud contraída con su magnánimo proceder, a fin de que Dios Nuestro Señor
siga colmándole de bendiciones.”
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20. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA D.
DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943)
“Católica es España y tan profundo arraigo consiguió este árbol en su suelo fuerte y en los fuertes pechos
de sus hijos, que ni siquiera el formidable turbión, cuyas consecuencias todavía lamentamos, fue capaz
de desarraigarlo. Antes bien, como reverdece el prado después de la tormenta, hoy le vemos de nuevo
retoñar, a pesar del momento tan poco propicio para una convalecencia, y resurgir potente, consciente
de su pasado, lleno de su propio espíritu, con plena confianza en el porvenir. Nos hemos admirado de sus
continuas manifestaciones de piedad y de fe pública y privada, entre las que no podemos olvidar el
carácter nacional que quisisteis filialmente dar a la conmemoración del XXV Aniversario de nuestra
consagración episcopal.
Y con gran consuelo de nuestra alma hemos sido informados de los progresos de la Acción Católica, de la
abundancia de buenas y sólidas vocaciones para ministros del santuario. Hemos visto a Cristo triunfar en
la escuela, resurgir la Iglesia de las ruinas abrasadas y penetrar el espíritu cristiano en las leyes, en las
instituciones y en todas las manifestaciones de la vida oficial. Nos, finalmente, hemos contemplado a Dios
presente otra vez en vuestra Historia...
España, en este momento culminante de la Historia del mundo, tiene, sin duda alguna, una misión
altísima que cumplir; pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a sí
misma en su espíritu tradicional y cristiano y en aquella humildad que sólo sobre tal espíritu puede
edificarse. Nos, señor embajador, alimentamos por lo que se refiere a España un solo deseo: verla una y
gloriosa, alzando con sus manos poderosas una cruz rodeada por todo ese mundo que, gracias
principalmente a ella, piensa y reza en castellano y proponerla después como ejemplo del poder
restaurador, vivificador y educador de una fe en la que, después de todo, hemos de venir siempre a
encontrar la solución de todos los problemas. Vuecencia, señor embajador, nos ha recordado un nombre,
el de vuestro docto e ilustre antecesor; nos ha presentado los testimonios de filial veneración de su
Excelencia el Generalísimo y nos ha asegurado que él y toda la nación oran por Nos y por la Iglesia
Santa.
Vuecencia ha reafirmado los propósitos de que las relaciones entre España y esta Sede de San Pedro
sean siempre cordiales. Estas palabras de vuecencia han descendido como bálsamo suave hasta nuestro
corazón dolorido, que tan sinceramente corresponde al nobilísimo afecto del Jefe del Estado español y de
su pueblo y tan ardientemente ansía la cordialidad de estas relaciones para las que siempre encontraréis
todo nuestro paternal apoyo.”
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21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20 de mayo de
1943)
“Con singular benevolencia hemos acogido tu homenaje al enviarnos una hermosa selección de los notables
trabajos publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, prueba palmaria no solamente del
ingenio español, sino también de los abundantes frutos recogidos en la vida, todavía no larga, de tan
benemérita institución llamada a contrarrestar el pernicioso influjo desgraciadamente producido en el campo
del saber español por los sembradores de la mala semilla, y a sentar firmemente los cimientos de una
restauración científica que restituya al pensamiento español su profundo y glorioso sentido tradicional y
católico.
Para tal restauración has querido fundar, como elemento principal, este Consejo, a fin de que la ciencia
española, siendo una aspiración hacia Dios, tienda a la verdad y al bien con la unidad de la filosofía cristiana
y como medio de realización de progreso. Por eso en él habéis reconocido a la Sagrada Teología la primacía
sobre las disciplinas del espíritu; por eso habéis resuelto dedicar un templo al Espíritu Santo, a fin de que en
vuestros sesudos trabajos no os falten las luces.
De todo ello damos gracias al Dador de todo bien, pidiéndole fervorosamente que este renacimiento cultural
católico, de acuerdo con sus deseos y con los justos anhelos del ilustre Jefe del Estado, que te ha
encomendado tan fundamental labor, acabe de penetrar completamente toda la vida y el pensamiento
nacional hasta eliminar definitivamente los restos de un pasado cuya lejanía habéis de procurar que sea cada
día más efectiva, con la solícita vigilancia y la prudente energía que tan grave negocio requiere, pues, como
tú bien sabes, serían insuficientes todas las medidas de orden exterior si la renovación no penetrase
profunda y sinceramente hasta el fondo de las conciencias.
Al darte gracias cordialmente por tan valioso presente pedimos al Señor, por intercesión del gran Isidoro de
Sevilla, Patrono del Consejo, que derrame sobre él sus gracias más escogidas, para el mayor bien espiritual
y material de la católica y queridísima España.”
27
22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA
CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943)
“A la Universidad cumple forjar al hombre equilibrado en la vida, dotado de un sentido cristiano, capaz de
comportarse como tal entre sus semejantes, sin que la soberbia científica le coloque por encima del bien y del
mal y le aparte de sus inexorables deberes para con Dios y para con la Patria. España reafirmó su fe en el
prestigio histórico de su tradición científica, incontaminada del europeísmo de importación. Y, apoyada en esa
fe, ha acometido la empresa de suscitar un renacimiento en el que nuestra ciencia aparece en la plenitud de sus
cualidades universales, esto es, como ciencia para la Verdad y para el Bien, concebida como unidad filosófica,
tesoro inmutable de nuestra tradición científica.
Se sitúan hoy dos grandes anhelos de la política nacional. De una parte, la ardiente inquietud por la creación de
una ciencia verdadera sometida inexorablemente al servicio de los intereses materiales y espirituales de la
Patria; de otra, la preocupación porque una densa y auténtica cultura cristiana penetre en todos los ámbitos de
la Nación y nos dé la promesa de una juventud fuerte y unida para cumplir sin vacilación nuestro destino ante
la Historia. Característica de nuestra Revolución, en consonancia con la más pura tradición española, es
cimentar nuestro progreso en la raíz profunda de una vida del espíritu. España representa, sobre todo, la
postura espiritual de un pueblo ante los problemas de la vida y de la historia. Por esto el Estado se ha sentido
hoy más que nunca colaborador de la Iglesia en la restauración del orden cristiano y se ha propuesto a la vez
apoyar su existencia presente y futura en la unidad espiritual de los españoles.
Funesto y suicida es levantar el nivel de la vida si ésta no se hace cristiana y digna, si no se le imprime una
huella de reforma interior. Es ley de la historia el predominio y supremacía del espíritu. Trabajar con
inigualado entusiasmo en la tarea de la propia educación cristiana y española: he aquí la suprema consigna para
la juventud en la hora presente. Porque ese trabajo, enmarcado en un espíritu de unidad, es la clave de una
España grande y triunfadora, donde por el imperio de la cultura vayamos hacia Dios y seamos todos mejores
para su servicio y homenaje.”
23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945)
“Desde este año 1945, la Iglesia está representada en el Consejo de Estado, el organismo asesor
supremo de la Administración española. Será consejero nato el arzobispo de Toledo, primado de las
Españas; entre los consejeros electivos figura otra dignidad de la Iglesia. Como explicó el arzobispo de
Toledo, el Caudillo ha querido que no faltase en la alta misión de consulta y de asesoramiento la voz de la
Iglesia, que en la Historia de España ha estado siempre asociada al bien nacional y ha contribuido más
que ninguna otra institución a la unidad española, a la ciencia, al estudio, a la creación de todos los
valores que han modelado el espíritu de nuestra raza.”
28
24. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES ECLESIÁSTICOS DE
SINDICATOS (junio de 1945)
“Cuando un Gobierno católico pide asesores eclesiásticos para una Organización Sindical que quiere ser
católica, pero que tiene, además, determinados matices que escapan a la esfera religiosa, la Iglesia los
concede, pero para que en ella prediquen las doctrinas de la Iglesia y enseñen la moralidad, la religión y la
práctica de la misma...
Sólo para eso habéis sido nombrados, para que llevéis la sal del Evangelio, de las doctrinas religiosas, de la
moralidad, a instituciones que hacen profesión de católicas, defensoras de la doctrina de la Iglesia. De no ser
así, no se os hubiera nombrado. Vais, pues, a ella no como miembros de un partido, ni como funcionarios del
Estado, sino como sacerdotes, enviados por vuestros respectivos prelados, ara ejercer funciones de
enseñanza y adoctrinamiento”.
25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, A
LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945)
“Sería una injusticia juzgar a la jerarquía eclesiástica como más belicosa, menos evangélica que la del resto del
mundo, por haber enseñado, con los grandes doctores, el Aquinatense, Suárez y Belarmino, que, en
circunstancias extremas, para que no perezca del todo el orden y el bien común de una nación, es lícito usar de
la fuerza aun contra los detentadores del poder público. Antes que la jerarquía española, en su carta colectiva
de los obispos españoles a los de todo el mundo, con motivo de la guerra en España, había proclamado este
derecho de la jerarquía mejicana, y Su Santidad Pío XI, en su encíclica al Episcopado mejicano, en 1937, lo
recuerda con las siguientes aprobatorias palabras: “Es muy natural que cuando se atacan aun las mas
elementales libertades religiosas y cívicas, los ciudadanos católicos no se resignen pasivamente a renunciar
tales libertades...
El Episcopado y Clero español no traspasaron los límites señalados por el Romano Pontífice; ni un solo
sacerdote hizo servicio de armas en la guerra civil, y la jerarquía eclesiástica sólo bendijo a un grupo
beligerante después que el carácter de la guerra civil del primer momento se transformó en Cruzada...
En los ataques a España y a su actual Gobierno se envuelve, por algunos extranjeros, a la misma jerarquía
eclesiástica española, acusándola de servidumbre a un régimen «estatista» y «totalitario». Ni ha habido ni hay
servidumbre a nadie por parte de la jerarquía eclesiástica española, ni menos ha defendido ni defiende una
concepción estatista ni totalitaria. Siempre hemos sostenido la no infeudación de la Iglesia en ningún régimen
político. En nuestra carta pastoral «La realeza de Cristo y los errores del laicismo», publicada en 1926, con un
régimen monárquico y de dictadura, decíamos: «Si el Poder público reconoce la realeza de Cristo, ha de
reconocer las prerrogativas de su reino en la tierra, que es la Iglesia. Ha de reconocer, ante todo, su libertad e
independencia, esenciales a su constitución divina.
Hemos de reconocer que, en general, desde muchos siglos no se había reconocido tanto teórica y prácticamente
la independencia de la Iglesia como por el actual Gobierno. Afortunadamente, el «Fuero de los Españoles»
aprobado recientemente por las Cortes (de carácter consultivo hasta ahora), y promulgado por el Jefe del
29
Estado, marca una orientación de cristiana libertad opuesta a un totalitarismo estatista...
Creemos que la terminación de la guerra mundial y las circunstancias internacionales aconsejan con urgencia
la total y definitiva estructuración del Estado español, que forzosamente debía estar en estado constituyente
durante la guerra y Cruzada y aun por algún tiempo más, que ha venido a prolongar la guerra mundial con sus
peligros y complicaciones. Las campañas de propaganda contra España y su Gobierno en el extranjero, lo que
ellas han ya desgraciadamente logrado y los peligros que representan, aconsejan a todas luces una
estructuración total y definitiva del Estado español... que pueda servir de modelo por tantas leyes de
inspiración cristiana ya dictadas en materia de enseñanza, por tantas leyes avanzadas de justicia social ya
puestas en práctica y que pueden todavía verse perfeccionadas, y de armoniosa conjugación de autoridad firme
con continuidad histórica y de participación de los ciudadanos en el gobierno de la nación.
Que la hora de también la hora de la paz mundial sea la consolidación de la paz interna de España. La pasada
guerra civil y Cruzada, vino a ser un plebiscito armado, que puso fin a la persecución religiosa. No se quiera
por nadie una innecesaria revisión que pudiera llevarnos a una nueva guerra civil... Bien está que se elimine del
Estado español cuánto pueda dar siquiera pretexto de suspicacias por formas externas, aun cuando el espíritu
fuese muy distinto; pero respétese a su vez a España, el derecho innegable de resolver sus problemas internos y
organizar su Régimen.
Procúrese por nuestra parte el cierre del período constituyente, asentando firmes e inconmovibles las bases
institucionales conformes a la tradición histórica española y al grado de educación política del pueblo español.
No se exponga a la nación a nuevos bandazos que podrían conducirla al caos; pero ábranse sólidos cauces a la
manifestación de las opiniones legitimas, por órganos naturales de expresión. Váyase también a una patriótica
convivencia de todos los españoles.”
26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de
septiembre de 1945)
“En algunas horas tenebrosas de la Historia, Dios alza su mano omnipotente y deja pasar la bíblica
cabalgata de los cuatro caballos que, con sus pezuñas airadas, lo trituran todo: podadera y azote de
Dios, que así corta lo que sobra y castiga a quien ha prevaricado. Pero a las puertas del solar ibérico,
donde aún humeaban los restos de una hoguera no menos terrible, la algarada no pasó adelante y fue
grande la señal de la misericordia divina. Por esto nuestra asamblea de hoy ha de ser, ante todo, la
asamblea de la gratitud.
España se presenta hoy ante el Corazón Divino evocando aquella luminosa mañana del 30 de mayo de
1919, cuando toda la nación, por boca del soberano, quedó consagrada al Corazón de aquel Señor que
estaba expuesto sobre el altar de un magnífico monumento, en el centro mismo de la Península. Hoy en
el lugar santo queda solamente un montón de ruinas; pero queda siempre también allí algo que no puede
ser destruido con ningún explosivo, y es la fuerza del espíritu, la fuerza que salvó vuestra fe al sonar para
vosotros la hora dolorosa; la fuerza que hoy –con grande placer lo reconocemos- se muestra en la
potente vitalidad de vuestra Patria.”
30
27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero de
1946)
“Justo es dedicar aquí un elogio al Jefe del Estado español y a su Gobierno, que han llegado con sus
leyes, de profundo sabor cristiano, a los puestos más avanzados de las reivindicaciones sociales. Ya en
marzo de 1938, en plena Cruzada de Liberación, se promulgó el Fuero del Trabajo, inspirado en su
totalidad claramente en los grandes principios de la doctrina social católica. Posteriormente, como es
sabido de todos, se han dictado numerosísimos decretos, leyes y reglamentos, principalmente desde el
Ministerio de Trabajo, los cuales forman una colección legislativa de positivos adelantos sociales, de
importantes mejoras en todos los órdenes del trabajo o relacionados con él. Citemos, por vía de ejemplo,
las disposiciones hoy vigentes acerca de subsidios a los trabajadores (Familiar, de Maternidad, Vejez,
Viudedad, Orfandad); préstamos de nupcialidad; protección y premios a las familias numerosas; seguros
de enfermedad; pluses por cargas familiares y por carestía de vida, etc.”
28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 de febrero
de 1946)
“El pueblo español ha sabido comprender y apreciar dignamente el simbólico significado de este primer
Consistorio de la postguerra. Y ahora este pueblo, cuya fidelidad a Jesucristo, cuya valerosa confesión de la
fe no menos que sus preclaros méritos en la conservación y en la propagación de la religión católica quedan
para siempre escritos con caracteres indelebles en el libro de la Historia de la Iglesia; este pueblo, que en su
viva unión con la Sede de Pedro ha reconocido siempre una de las claves de su tradición nacional, tiene el
gozo de contemplar que también a sus hijos, en este momento histórico, se les concede un merecido puesto
de honor.
Por una amorosa disposición de la Divina Providencia, a la nación española se le han ahorrado los horrores
de la guerra mundial. Que el Omnipotente vele también sobre ella en el porvenir y le haga encontrar y seguir
el recto sendero, que la lleve al progresivo desarrollo de su bienestar interior y a una eficaz colaboración en
las urgentes necesidades comunes de esta humanidad, hambrienta de paz y de justicia.
Con este deseo, que estrecha en un abrazo de amor a todos los estados y a todas las clases de la nación,
acogemos gustosos el ruego que se Nos ha manifestado y damos de todo corazón al Jefe del Estado, al
Gobierno, a todo el pueblo español, para Nos amadísimo, y de manera especial a Vuestra Excelencia, con
afecto paternal la Bendición Apostólica.”
31
29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN
CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946)
“Yo no estoy en situación de considerar toda esta terrible tormenta que ha afligido tanto a España, como un
síntoma de enfermedad o como un síntoma de castigo, como miran los superficiales. Miremos bien. A mí me
parece que es una señal de predilección. Yo os miro con grande emoción a vosotros, sacerdotes y laicos, que
después de pasada la tormenta estáis trabajando juntamente con la Iglesia como si no hubiera pasado nada. Sois
hermanos de mártires, y estáis viviendo ahora del sacrificio de vuestros mártires, en una floración de virtudes y
de vocaciones, como me dicen muchos prelados, que nunca ha tenido España. ¿No será que el Señor ha tenido
predilección por vosotros, y sabiendo que aquí había pasta de mártires, ha completado lo que faltaba a la
Pasión de Jesucristo para la salvación del mundo, para la salvación de muchos de Europa y de muchos de todo
el mundo?
La verdad es que duele el no poder recoger de todas las naciones cristianas un tributo de admiración grande
para vuestra nación cristiana: pero no juzguéis a los demás pueblos cristianos por la prensa. La prensa no os
dará ni siquiera un reflejo pálido. Lo que no dice la prensa lo digo yo, en representación de todos los católicos
de mi país argentino que piensan como yo, y os admiran como yo, y esperan de vosotros todavía un gran
ejemplo de fortaleza, que posiblemente la necesitamos todos en tiempos aciagos, que pueden hacer repetir lo
que pasó aquí en nuestras naciones, o posiblemente hagan que el mundo se cuadre, como os habéis cuadrado
aquí, para decir al mal: ¡¡basta!!”
32
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La Iglesia apoya a Franco y su régimen

  • 1. LA IGLESIA APOYA Y BENDICE A FRANCO Y SU RÉGIMEN --- 138 mensajes y discursos 1936 – 1971 1
  • 2. ÍNDICE 1. TEXTOS FUNDAMENTALES pág. 7 AÑOS 1936 – 1939 : 2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de 1936) pág 8 3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS DOS CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936) pág 9 4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936) pág 10 5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL DE LA GUERRA” (30 de enero de 1937) pág 11 6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL MUNDO CON MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937) pág 13 7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST (25 de mayo de 1938) pág 15 8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938) pág 15 9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO, AL NUNCIO DE S. S. PIO XI EN LA PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938) pág 16 10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de febrero de 1939) pág 17 11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939) pág 18 12. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939) pág 18 13. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939) pág 20 14. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA (Zaragoza, 12 de octubre de 1939) pág 22 AÑOS 1940 - 1945 : 15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia nº 2, 1 de marzo de 1941) pág 23 16. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29 de junio de 1941) pág 24 17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942) pág 24 18. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES MÁRTIRES DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942) pág 25 19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942) pág 25 20. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943) pág 26 21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20 de mayo de 1943) pág 27 22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943) pág 28 23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945) pág 28 24. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES ECLESIÁSTICOS DE SINDICATOS (junio de 1945) pág 29 25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, A LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945) pág 29 26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de septiembre de 1945) pág 30 AÑOS 1946 - 1950 : 27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero de 1946) pág 31 28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 pág 31 2
  • 3. de febrero de 1946) 29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946) pág 32 30. LA CATOLICIDAD DEL NUEVO ESTADO ESPAÑOL EN EL DISCURSO A LAS CORTES DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (14 de mayo de 1946) pág 33 31. MONS. ANTONIUTTI, DELEGADO APOSTÓLICO DEL CANADÁ, SOBRE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA. (junio de 1947) pág 34 32. HACIA LA NORMALIDAD CONSTITUCIONAL (Ecclesia, 12 de julio de 1947) pág 34 33. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, EN LA OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (25 de julio de 1948) pág 35 34. DISCURSO DE MONS. LUIS ALMARCHA, OBISPO DE LEÓN, SOBRE LA ASESORÍA ECLESIÁSTICA NACIONAL DE SINDICATOS (octubre de 1948) pág 36 35. DISCURSO DE S.S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN EL VATICANO, D. JOAQUÍN RUIZ GIMÉNEZ (12 de diciembre de 1948) pág 36 36. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, SOBRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (abril de 1949) pág 37 37. DE LA PASTORAL DE MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE “LA RESTAURACIÓN CRISTIANA DEL ORDEN POLÍTICO” (mayo de 1949) pág 37 38. MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE EL DEBER DE CONSERVAR LA UNIDAD RELIGIOSA DE ESPAÑA (mayo de 1949) pág 38 39. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE BALMES (Vich, 6 de junio de 1949) pág 39 40. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENCOMIA LA RESTAURACIÓN RELIGIOSA DE ESPAÑA DEBIDA A SU GOBIERNO (junio de 1949) pág 40 41. MONS HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE ‘EL MISTERIO DE ESPAÑA’ EN EL ACTO DE HOMENAJE AL CARDENAL TEDESCHINI (8 de junio de 1949) pág 41 42. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE EL DECRETO DEL SANTO OFICIO CONTRA EL COMUNISMO (agosto de 1949) pág 41 43. CARDENAL TEDESCHINI: “ESPAÑA ENSEÑA A GOBERNAR EN CATÓLICO” (noviembre de 1949) pág 42 44. “SIN UNA APOSTASÍA” (Ecclesia, 18 de febrero de 1950) pág 42 45. “HOMENAJE A NUESTROS MÁRTIRES” (Ecclesia, 15 de abril de 1950) pág 42 46. “CONCUERDAN LAS LEYES ECLESIÁSTICA Y CIVIL” (Ecclesia, 28 de octubre de 1950) pág 43 47. MONS. FRANCISCO BARBADO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA PRESENCIA DE ESPAÑA EN LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA ASUNCIÓN (noviembre de 1950) pág 43 AÑOS 1951 - 1955 : 48. S.S. PÍO XII A LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (11 de marzo de 1951) pág 44 49. MONS, ARRIBA Y CASTRO, ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA DEUDA DE ESPAÑA CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (mayo de 1951) pág 44 50. AGRADECIMIENTO DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE VATICANO AL DELEGADO NACIONAL DE SINDICATOS (Mons Montini, 21 de agosto de 1951) pág 44 51. ÉXITO DE LA ACCIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (Ecclesia, 6 de octubre de 1951) pág 45 52. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE AUTORIDAD Y LIBERTAD (febrero de 1952) pág 45 53. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA A LA EUCARISTÍA (Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, 1 de junio de 1952) pág 46 54. FELICITACIÓN DEL CARDENAL TEDESCHINI AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, POR EL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BARCELONA (junio de 1952) pág 46 55. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LA FAMILIA Y LA MORALIDAD PÚBLICA ESPAÑOLAS (octubre de 1952) pág 47 56. MENSAJE DE FIN DE AÑO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (31 de diciembre de 1952) pág 47 57. EL NUNCIO APOSTÓLICO, CARDENAL CICOGNANI, ENCOMIA LA OBRA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A FAVOR DE LA IGLESIA (19 de enero de 1953) pág 48 58. DE UNA CONFERENCIA DEL CARDENAL OTTAVIANI SOBRE “DEBERES DEL ESTADO CATÓLICO CON LA RELIGIÓN” (Pontificio Ateneo Lateranense, 20 de marzo de 1953) pág 49 59. CARDENAL OTTAVIANI SOBRE ‘ESPAÑA COMO MODELO DE ESTADO CATÓLICO’ pág 50 3
  • 4. (20 de marzo de 1953) 60. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE BARBASTRO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (junio de 1953) pág 51 61. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, JUSTIFICANDO EL CONCORDATO (Seminario de Orense, 23 de septiembre de 1953) pág 51 62. MENSAJE DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LAS CORTES SOBRE EL CONCORDATO (26 de octubre de 1953) pág 52 63. MONS PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (31 de octubre de 1953) pág 55 64. MONS. JUAN HERVÁS, OBISPO DE MALLORCA, DEFIENDE LA CATOLICIDAD DE LA ENSEÑANZA BAJO EL CONCORDATO (31 de octubre de 1953) pág 55 65. MONS. GARCÍA GOLDARAZ, ARZOBISPO DE VALLADOLID, SOBRE COLABORACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO (31 de octubre de 1953) pág 56 66. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, NOTIFICA LA IMPOSICIÓN DE LA MÁS ALTA CONDECORACIÓN VATICANA AL JEFE DE ESTADO (diciembre de 1953) pág 56 67. BREVE PONTIFICIO DE S. S. PIO XII CONCEDIENDO LA ORDEN SUPREMA DE CRISTO AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (21 de diciembre de 1953) pág 57 68. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE SANTIAGO A ESPAÑA (marzo de 1954) pág 57 69. ELOGIO AL ‘MES DE MAYO’ EN LAS ESCUELAS (Ecclesia, 8 de mayo de 1954) pág 58 70. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA COOPERACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (8 de mayo de 1954) pág 58 71. MONS. PLA Y DENIEL, EN LA CONCESIÓN AL JEFE DEL ESTADO DEL DOCTORADO ‘HONORIS CAUSA’ DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (mayo de 1954) pág 59 72. MONS. PLA Y DENIEL ANTE LA INCOMPRENSIÓN DEL CATOLICISMO ESPAÑOL POR LA NUEVA TEOLOGÍA (29 de junio de 1954) pág 60 73. OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (Santiago de Compostela, 25 de julio de 1954) pág 61 74. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE SANTIAGO, CONTESTA A LA INVOCACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO (25 de julio de 1954) pág 62 75. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (Año Santo Mariano, Zaragoza, 12 de octubre de 1954) pág 63 76. S. S. PÍO XII AL CONGRESO NACIONAL MARIANO EN LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA (12 de octubre de 1954) pág 64 77. MONS. BARBADO VIEJO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA DEFENSA DE LA MORAL POR LA AUTORIDAD POLÍTICA (diciembre de 1954) pág 65 78. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, APOYA AL MINISTRO DE INFORMACIÓN (enero de 1955) pág 65 79. MONS. TABERA ARAOZ, OBISPO DE ALBACETE, DEFIENDE EL PAPEL DEL SACERDOTE EN LA ESCUELA (enero de 1955) pág 66 80. PASTORAL DE LOS METROPOLITANOS ESPAÑOLES SOBRE LOS LOGROS DEL CATOLICISMO ESPAÑOL ANTE LAS CRÍTICAS DE LA NUEVA TEOLOGÍA (marzo de 1955) pág 66 81. MONS. GARCÍA DE SIERRA, OBISPO DE BARBASTRO, ENCOMIA A LOS SACERDOTES MÁRTIRES DE LA DIÓCESIS (mayo de 1955) pág 67 82. MONS. ENRIQUE Y TARANCÓN, OBISPO DE SOLSONA, CONCEDE LEGITIMIDAD AL RÉGIMEN DE UNIDAD SINDICAL ESPAÑOL (octubre de 1955) pág 67 AÑOS 1956 - 1960 : 83. LOS ARZOBISPOS ESPAÑOLES ALERTAN SOBRE RECIENTES DESVIACIONES DOCTRINALES EN LA INTELECTUALIDAD CATÓLICA ESPAÑOLA (1 de abril de 1956) pág. 67 84. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, ANTE ATAQUES SECTARIOS A NUESTRA UNIDAD CATÓLICA DESDE EL EXTRANJERO (5 de mayo de 1956) pág. 68 85. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA QUE MENÉNDEZ PELAYO VERÍA CON JÚBILO EL AUGE RELIGIOSO ESPAÑOL BAJO FRANCO (28 de agosto de 1956) pág. 69 86. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, AUGURA LA DISGREGACIÓN DE ESPAÑA SI FALTARE SU UNIDAD CATÓLICA (12 de mayo de 1956) pág. 70 87. MONS. MORCILLO, ARZOBISPO DE ZARAGOZA, DEFIENDE LA COLABORACIÓN DEL SACERDOTE EN LAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DEL ESTADO (octubre de 1956) pág. 71 4
  • 5. 88. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, AGRADECE AL GENERALÍSIMO EL RESURGIR RELIGIOSO DE ESPAÑA (Roma, 12 de octubre de 1956) pág. 72 89. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, TACHA DE INJUSTO EL PASADO BLOQUEO DIPLOMÁTICO CONTRA ESPAÑA (28 de octubre de 1956) pág. 72 90. LA FORMACIÓN RELIGIOSA, EN EL PRIMER PLANO DE LAS UNIVERSIDADES LABORALES (Ecclesia, 17 de noviembre de 1956) pág. 73 91. MONS. FÉLIX ROMERO, OBISPO DE JAÉN, AGRADECE EL APOYO DE LA AUTORIDAD CIVIL PARA OBSERVAR EL DESCANSO DOMINICAL (marzo de 1957) pág. 73 92. ENSEÑANZA RELIGIOSA Y LABORAL (Ecclesia, 6 de julio de 1957) pág. 73 93. APRECIO DE S. S. PÍO XII A SACERDOTES Y ASESORES ECLESIÁSTICOS DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (Mons. Dell’Acqua, 27 de julio de 1957) pág. 74 94. FUNDACIÓN DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957) pág. 75 95. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, ACEPTA QUE ASOCIACIONES CATÓLICAS PARTICIPEN EN LA ORGANIZACIÓN SINDICAL (27 de abril de 1958) pág. 76 96. MONS. ALCARAZ, OBISPO DE BADAJOZ, AGRADECE A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DEPENDIENTES DEL ESTADO SU APOYO A LA IGLESIA (junio de 1958) pág. 76 97. ALOCUCIÓN DE MONS. MUÑOYERRO, ARZOBISPO DE SIÓN Y VICARIO GENERAL CASTRENSE, A LOS CAPELLANES CASTRENSES (junio de 1958) pág. 77 98. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO SU ASISTENCIA A LA SEDE DE LA NUNCIATURA (2 de junio de 1958) pág. 77 99. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, REAFIRMA EL CARÁCTER DE “CRUZADA” QUE TUVO LA PASADA GUERRA DE LIBERACIÓN (30 de junio de 1958) pág. 78 100. MONS. BEITIA ALDAZÁBAL, OBISPO COADJUTOR DE BADAJOZ, SE FELICITA POR LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (27 de septiembre de 1958) pág. 79 101. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, RECUERDA EL GOZO DE S. S. PÍO XII POR LA VICTORIA DE FRANCO EN LA CRUZADA DE LIBERACIÓN (9 de octubre de 1958) pág. 80 102. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, AGRADECE LA BIRRETA CARDENALICIA QUE LE IMPONE EL GENERALÍSIMO (23 de diciembre de 1958) pág. 80 103. EL ABAD FRAY JUSTO PÉREZ DE ÚRBEL, SOBRE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (1 de abril de 1959) pág. 81 104. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, NO HALLA EN MATERIA MORAL CONDUCTA TAN EJEMPLAR COMO LA DEL GENERALÍSIMO (junio de 1959) pág. 82 105. DIFUSIÓN DEL APOSTOLADO EN LOS CUARTELES (Ecclesia, 23 de enero de 1960) pág. 82 106. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE HUELVA, RECONOCE LA JUSTA LIBERTAD DE PRENSA DEFENDIDA POR EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES (marzo de 1960) pág. 83 107. DE LA CARTA DE S. S. JUAN XXIII QUE ELEVA A LA DIGNIDAD DE BASÍLICA MENOR LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (7 de abril de 1960) pág. 83 108. S. S. JUAN XXIII, COMPLACIDO POR LA BASÍLICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS, DA SU BENDICIÓN AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (4 de junio de 1960) pág. 84 109. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA EL BRILLO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA BAJO EL GENERALÍSIMO (Congreso Mundial de Prensa Católica, 8 de junio de 1960) pág. 85 110. NOTA CONJUNTA EPISCOPAL CONTRA UN ESCRITO FIRMADO POR UN GRUPO DE SACERDOTES VASCOS (julio de 1960) pág. 86 111. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA DEBERSE EL AVANCE DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A SU PROTECCIÓN POR EL ESTADO (6 de noviembre de 1960) pág. 87 AÑOS 1961 - 1964 : 112. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, DEFIENDE LA VIGENCIA DEL ‘SYLLABUS’ EN LA ACTUACIÓN PÚBLICA DE LOS CATÓLICOS (enero de 1961) pág. 88 113. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, AFIRMA QUE EN ESPAÑA SE DA LA RELACIÓN IDEAL ENTRE IGLESIA Y ESTADO (enero de 1961) pág. 89 114. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, CONTRA LA TERGIVERSACIÓN EXTRANJERA SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOLA (a ‘Il Popolo’ de Roma, febrero de 1961) pág. 91 115. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA LA GRATITUD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA AL GENERALÍSIMO FRANCO (abril de 1961) pág. 91 116. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, SBRE EL ASESORAMIENTO DE OBISPOS EN LA LEY DE PRENSA COMO SERVICIO A LA PATRIA (abril de 1961) pág. 92 5
  • 6. 117. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, JUSTIFICA LA BENDICIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO, GOBERNANTE EJEMPLAR (3 de mayo de 1961) pág. 92 118. S. E. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, RESPONDE A MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA (3 de mayo de 1961) pág. 93 119. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LOS PROGRESOS DEL CATOLICISMO ESPAÑOL (L’Osservatore Romano, 4 de julio de 1961) pág. 94 120. ALABANZA A LOS PODERES PÚBLICOS POR SUS NORMAS SOBRE MORALIDAD PÚBLICA (Ecclesia, 29 de julio de 1961) pág. 95 121. S. S. JUAN XXIII FELICITA AL GENERALÍSIMO FRANCO EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU EXALTACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO (1 de octubre de 1961) pág. 95 122. ‘XXV ANIVERSARIO’ (Ecclesia, 7 de octubre de 1961) pág. 96 123. EL CARDENAL OTTAVIANI ALABA EL RÉGIMEN CATÓLICO DEL GENERALÍSIMO FRANCO (Inauguración de la ‘Escuela de Ciudadanía Cristiana’, octubre 1961) pág. 96 124. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE LA FELIZ UNIÓN DE IGLESIA Y ESTADO EN ESPAÑA (Inauguración de la Escuela de Ciudadanía Cristiana, octubre 1961) pág. 97 125. MONS ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, PONE A ESPAÑA COMO EJEMPLO DE COMUNIÓN CON ROMA (imposición de la birreta cardenalicia por F. Franco, 24 de marzo de 1962) pág. 97 126. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA LOS LOGROS DE ESPAÑA BAJO EL GENERALÍSIMO FRANCO (Discurso de despedida, 16 de mayo de 1962) pág. 98 127. MONS. OLAECHEA, ARZOBISPO DE VALENCIA, RECONOCE LA GRATITUD DE LA IGLESIA AL CAUDILLO FRANCISCO FRANCO (Carta Pastoral, 24 de junio de 1962) pág. 99 128. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, RECONOCE LA PERTENENCIA DE GOBERNANTES A LA ‘ACCIÓN CATÓLICA’ (1 de julio de 1962) pág. 99 129. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE COMPOSTELA, DEFIENDE LA VIGENTE UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (25 de julio de 1962) pág.100 130. MONS. CANTERO, OBISPO DE HUELVA, JUSTIFICA LOS LÍMITES A LA LIBERTAD SINDICAL EN ESPAÑA (a la Conf. Internacional de Sindicatos Cristianos, 28 de julio de 1962) pág.101 131. MONS. RIBERI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO EL SERVICIO QUE PRESTA A ESPAÑA (Tarragona, Año Jubilar Paulino, 25 de enero de 1963) pág.101 132. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ALABA LA COLABORACIÓN CIVIL Y RELIGIOSA EN ESPAÑA (Palabras al Nuncio, mons. Riberi, 1 de mayo de 1963) pág.102 133. MONS. PEDRO CANTERO, OBISPO DE HUELVA, DESACONSEJA, POR SUS INMENSOS RIESGOS, LA LIBERTAD RELIGIOSA PARA ESPAÑA (16 de mayo de 1963) pág.103 134. MONS AURELIO DEL PINO, OBISPO DE LÉRIDA, ENSALZA A FRANCISCO FRANCO COMO GOBERNANTE EJEMPLAR (30 de junio de 1963) pág.104 135. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, DESMIENTE FALSEDADES SOBRE EL RÉGIMEN ESPAÑOL (Carta al director del ‘New York Times’, octubre de 1963) pág.105 136. MONS. GARCÍA LAHIGUERA, OBISPO AUXILIAR DE MADRID, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO LOS XXV AÑOS DE PAZ DE ESPAÑA (15 de marzo de 1964) pág.105 137. MONS. FRANCISCO PERALTA, OBISPO DE VITORIA, IMPLORA AL CIELO LA PROTECCIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO (29 de julio de 1964) pág.106 AÑO 1971: 138. TELEGRAMA DE ADHESIÓN AL JEFE DEL ESTADO REMITIDO POR UN NUMEROSO GRUPO DE ASAMBLEÍSTAS —OBISPOS Y SACERDOTES— AL CONCLUIR LA ‘ASAMBLEA CONJUNTA DE OBISPOS Y SACERDOTES’ (septiembre de 1971) pág.107 6
  • 7. 1. TEXTOS FUNDAMENTALES FUERO DEL TRABAJO (Preámbulo, 9 de marzo de 1938) “Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del Imperio, el Estado, Nacional en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y Sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar —con aire militar, constructivo y gravemente religioso— la Revolución que España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre, la Patria, el pan y la justicia.” FUERO DE LOS ESPAÑOLES (17 de julio de 1945) “I. El Estado español proclama como principio rector de sus actos el respeto a la dignidad, la integridad y la libertad de la persona humana, reconociendo al hombre, en cuanto portador de valores eternos y miembro de una comunidad nacional, titular de deberes y derechos, cuyo ejercicio garantiza en orden al bien común. 6. La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.” CONCORDATO ENTRE LA SANTA SEDE Y ESPAÑA (27 de agosto de 1953) “EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD La Santa Sede Apostólica y el Estado español, animados del deseo de asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida religiosa y civil de la nación española, han determinado estipular un Concordato que, reasumiendo los convenios anteriores y completándolos, constituya la norma que ha de regular las recíprocas relaciones de las altas partes contratantes, en conformidad con la Ley de Dios y la tradición católica de la nación española. Artículo I. - La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley divina y el Derecho Canónico. Artículo II. - El Estado español reconoce a la Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre y público ejercicio del culto.” PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL (17 de mayo de 1958) “II. La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación. VII. El pueblo español, unido en un orden de Derecho, informado por los postulados de autoridad, libertad y servicio, constituye el Estado Nacional. Su forma política es, dentro de los principios inmutables del Movimiento Nacional y de cuanto determinan la Ley de Sucesión y demás Leyes fundamentales, la Monarquía tradicional, católica, social y representativa.” 7
  • 8. 2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de 1936) “Vosotros que habéis sido desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para daros muerte en ciudades y en aldeas, en habitaciones privadas y en las soledades de los montes, tenéis el júbilo de haber sido juzgados dignos, como el Apóstol de sufrir por el nombre de Jesús; de haber sido cubiertos de injurias y de haberlas soportado en nombre de Cristo, y por ser cristianos. ¿Qué podremos decir en alabanza a nuestros venerables obispos y sacerdotes españoles, perseguidos y maltratados por ser ministros de Cristo y dispensadores de la gracia de Dios? Es todo un alarde de virtudes cristianas y sacerdotales, de heroísmo en el martirio; martirio real en todo el sagrado y glorioso sentido de la palabra; martirio hasta el sacrificio de la vida más inocente, de venerables ancianos, de juventudes primaverales, martirio hasta la heroica generosidad de pedir un lugar en la carreta entre las víctimas que el verdugo conduce a la muerte... Todo ha sido arruinado y destruido. Pero todos estos resplandores y reflejos de heroísmo y de gloria que vosotros, queridísimos hijos míos, presentáis y recordáis, por fatal necesidad, nos hacen ver más claramente como en una apocalíptica visión, las matanzas y profanaciones, las carnicerías de las que vosotros, queridísimos hijos, habéis sido testigos y víctimas. Todo lo que hay de más humanamente humano y de más divinamente divino: personas instituciones y cosas sagradas, así como muestras de la civilización y del arte, objetos preciosísimos de arte antiguo, reliquias santísimas, vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia y a la caridad; todo ha sido asaltado, arruinado, destruido con los modos más villanos y bárbaros, con el desenfreno más libertino, jamás visto, de fuerzas salvajes y crueles que pueden creerse imposibles, no digamos a la dignidad humana, sino hasta a la misma naturaleza humana, aun la más miserable y la caída en lo más bajo... Diríase que una preparación satánica ha vuelto a encender en España la llama de odio y de las persecuciones reservadas por sus enemigos a la Iglesia Católica, porque es el único y verdadero obstáculo para la irrupción de aquellas fuerzas que han provocado la subversión en todos los órdenes, desde Rusia hasta China, desde Méjico hasta Suramérica. Preparación precedente y acompañada incesantemente de una universal y rápida propaganda para la conquista del mundo entero. Estos son los frutos de estas absurdas y desastrosas ideologías, que después de haber seducido a las masas tienen como finalidad armarlas y lanzarlas contra toda institución humana y divina. El hecho de vuestra presencia aquí prueba no sólo un imponente desenfreno en las matanzas, sino también una escuela de la que emanan para Europa y para el mundo entero enseñanzas gravísimas. No sólo es conveniente sino hasta necesario, sino que para Nos es hasta un deber poner en guardia contra los lazos que las fuerzas subversivas tratan de crear a los católicos para obtener en algunos sitios su colaboración: lazos peligrosísimos, inventados y destinados únicamente a engañar y desarmar Europa y al mundo en provecho exclusivo de los programas de odio, de subversión y destrucción que les guían... A este pueblo bueno y fidelísimo, a toda esta querida y nobilísima España que ha sufrido tanto, se dirige y quiere llegar nuestra bendición, como alcanza nuestra cotidiana oración, hasta el retorno de la plena y definitiva serenidad y de la paz. Por encima de toda consideración política terrena, nuestra bendición se dirige de modo especial a todos aquellos que han asumido la espinosa y difícil tarea de defender los derechos y el honor de Dios y de la religión.” 8
  • 9. 3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS DOS CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936) “¡Cómo han florecido las flores rojas del martirio en nuestra España en los dos meses que llevamos del desencadenamiento del odio comunista en tantas provincias de nuestra Patria! El mismo Vicario, en su solemnísima alocución del día 14 de este mes, lo ha proclamado a la faz del mundo. El ya largo y glorioso martirologio español se ha alargado y enriquecido con obispos, sacerdotes y seglares, con ancianos, con vírgenes y aun con niños. Todos son hermanos nuestros de fe y de Patria... Con la misma sinceridad hemos de declarar que no sospechábamos que el número de mártires de la España contemporánea fuese tan crecido, de tantos centenares como ciertamente han ya sido, y aun tal vez de tantos millares cuando los conozcamos todos. Si la sangre de mártires ha si do siempre semilla de cristianos, ¡qué reflorecimiento de vida cristiana no es de esperar en la España regada por tanta sangre de mártires, de obispos y sacerdotes, de religiosos y seglares que han muerto por confesar a Cristo... Podría alguien que no desconociese el Código de Derecho Canónico, decirnos: Enhorabuena que los ciudadanos españoles, haciendo uso de un derecho natural, se hayan alzado para derrocar un gobierno que llevaba la nación a la anarquía. Pero ¿no pregona siempre la Iglesia su apartamiento de las luchas partidistas? ¿No ha dicho muchas veces Su Santidad Pío XI que la acción de la Iglesia se desarrolla fuera y por encima de todos los partidos políticos? ¿No prescribe el canon 141 a los clérigos que no presten apoyo de modo alguno a las guerras intestinas y a las perturbaciones de orden público: neve intestinis bellis et ordinis publici perturbationibus opem quoquo modo ferant? ¿Cómo se explica, pues, que hayan apoyado el actual alzamiento los Prelados españoles, y el mismo Romano Pontífice haya bendecido a los que luchan en uno de los dos campos?» ... La explicación plenísima nos la da el carácter de la actual lucha que convierte a España en espectáculo para el mundo entero. Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una Cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden... La Iglesia no interviene en lo que Dios ha dejado a la disputa de los hombres. Si desde el primer instante los Prelados hubiesen oficialmente excitado a la lucha, los que han asesinado obispos y sacerdotes, incendiado y saqueado templos, habrían dicho que era la Iglesia la que había excitado la guerra, y que sus horribles y sacrílegos atentados no eran más que represalias... Por el contrario, cuando los sacrílegos asesinatos e incendios se han verificado antes de todo apoyo oficial de la Iglesia; cuando el Gobierno no contestó siquiera a las razonadas protestas del Romano Pontífice; cuando el mismo Gobierno ha ido desapareciendo de hecho, no ya sólo en la parte del territorio nacional que perdió desde los primeros momentos, sino que aun en el territorio a él todavía sujeto no ha podido contener los desmanes y se ha visto desbordado por turbas anarquizantes y aun declaradamente anarquistas…¡ah!, entonces ya nadie ha podido recriminar a la Iglesia porque se haya abierta y oficialmente pronunciado a favor del orden contra la anarquía, a favor de la implantación de un gobierno jerárquico contra el disolvente comunismo, a favor de la defensa de la civilización cristiana y de sus fundamentos religión, patria y familia contra los sin Dios y contra Dios, sin patria y hospicianos del mundo, en frase feliz de un poeta cristiano. Ya no se ha tratado de una guerra civil, sino de una Cruzada por la Religión y por la Patria y por la Civilización. Ya nadie podía tachar a la Iglesia de perturbadora del orden, que ni siquiera precariamente existía... El comunismo, que en Rusia y en España ha consentido millares de asesinatos de personas inocentes, que quiere exterminar la religión, que destruye la familia, que pervierte a la niñez y a la mujer, que suprime a clases enteras de la sociedad, que esclaviza dictatorialmente a los mismos obreros, es bárbaro e inhumano, y esta barbarie e inhumanidad es un justísimo título de guerra, según los principios del maestro Vitoria, no sólo para una guerra nacional, sino internacional.” 9
  • 10. 4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936) “Esta cruentísima guerra es, en el fondo, una guerra de principios, de doctrinas, de un concepto de la vida y del hecho social contra otro, de una civilización contra otra. Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y español contra este otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo humano, desde las cumbres del pensamiento a la pequeñez del vivir cotidiano, en el molde del materialismo marxista... Podemos afirmar, porque somos testigos de ello, es que, al pronunciarse una parte del Ejército contra el viejo estado de cosas, el alma nacional se sintió profundamente percutida y se incorporó, en corriente profunda y vasta, al movimiento militar; primero, con la simpatía y el anhelo con que se ve surgir una esperanza de salvación, y luego, con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al Ejército, dando generosamente vidas y haciendas, para que el movimiento inicial no fracasara. Y no fracasó –lo hemos oído de militares prestigiosos– precisamente por el concurso armado de las milicias nacionales. Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de agosto en esta Navarra, que, con una población de 320.000 habitantes, puso en pie de guerra más de 40.000, casi la totalidad de los hombres útiles para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para los frentes de batalla sin más ideas que la defensa de su religión y de la patria. Fueron, primero, a guerrear por Dios.Al compás de Navarra se ha levantado potente el espíritu español en las demás regiones no sometidas de primer golpe a los ejércitos gubernamentales. Aragón, Castilla la Vieja, León y Andalucía han aportado grandes contingentes... Y en todos los frentes se ha visto alzarse la Hostia divina en el santo sacrificio y se han purificado las conciencias por la confesión de millares de jóvenes soldados, y mientras callaban las armas resonaba en los campamentos la plegaria colectiva del santo rosario. En ciudades y aldeas se ha podido observar una profunda reacción religiosa de la que no hemos visto ejemplo igual. Es que la Religión y la Patria –arae et foci– estaban en gravísimo peligro, llevadas al borde del abismo por una política totalmente en pugna con el sentir nacional y con nuestra historia. Por esto la reacción fue más viva donde mejor se conservaba el espíritu de religión y de patria. Y por esto logró este movimiento el matiz religioso que se ha manifestado en los campamentos de nuestras milicias, en las insignias sagradas que ostentan los combatientes y en la explosión del entusiasmo religioso de las multitudes de retaguardia. Quítese, si no, la fuerza del sentido religioso, y la guerra actual queda enervada. Cierto que el espíritu de patria ha sido el gran resorte que ha movilizado las masas de combatientes; pero nadie ignora que el resorte de la religión, actuando en las regiones donde está más enraizada, ha dado el mayor contingente inicial y la máxima bravura a nuestros soldados. Más: estamos convencidos de que la guerra se hubiese perdido para los insurgentes sin el estímulo divino que ha hecho vibrara el alma del pueblo cristiano que se alistó en la guerra o que sostuvo con su aliento, fuera de los frentes, a los que guerreaban. Quede, pues, por esta parte como cosa inconclusa que en el fondo debe reconocerse en esta guerra un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de España y ha constituido como la médula de su organización y de su vida... Cuanto cabe en la intención de Moscú, el pabellón comunista se ha plantado en España frente a su cristianísima bandera. Aquí se han enfrentado las dos civilizaciones, las dos formas antitéticas de la vida social. Cristo y el Anticristo se dan la batalla en nuestro suelo”. 10
  • 11. 5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL DE LA GUERRA” (30 de enero de 1937) “¡Manes de nuestros antepasados si hubiesen visto a su Dios lanzado de España! El Dios de nuestros sabios y guerreros, de nuestros sabios y artistas; de nuestras leyes e instituciones incomparables; de nuestras catedrales y bibliotecas; de aquel pueblo teólogo que acudía ávido a los autos de Calderón; el de nuestros grandes historiadores y poetas; en cuyo santo nombre fueron lanzados de nuestro suelo los hijos de Mahoma, y se inauguraba y se consumaba la conquista de un Nuevo Mundo; el de Dios, cuya doctrina dulce y lúcida fue guía de nuestra historia, y cuyas santas influencias embalsamaron la familia, la escuela, la vida ciudadana; por cuyo nombre se juró siempre en nuestra tierra y cuya cruz besó todo español a la hora de la muerte, y señaló, en el suelo de nuestras iglesias, a la vera de nuestros caminos, en los campos de batalla y en los camposantos, el sitio donde cayera el cuerpo exánime de un español!... ¡El dolor de España! Dolor de la sangre de nuestros hermanos, que han caído por millares... Dolor de las piedras calcinadas de nuestros templos, en que había cristalizado la fe y la piedad de nuestros mayores... Dolor del ultraje hecho a lo que deba amar más el hombre, a Dios, perpetrado en las formas más antidivinas, y, por lo mismo, más repugnantes... cometido en las personas de sus sacerdotes, en la profanación de sus templos, en robos horrendos de vasos, reliquias, ornamentos. Porque esta guerra, por parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido un sistema vastísimo de sacrilegios, perpetrados a sangre fría, y que culminaron en este sacrilegio sintético que, si no fue el mayor en su aberración teológica, sí que fue el más simbólico y clamoroso: el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles... Dolor de millares de sacerdotes asesinados, con saña inhumana, por el simple hecho de ser representantes de Dios... Nunca en la historia se vio una matanza de sacerdotes como la hemos visto en la España que se gloría de llamarse católica... Dolor de haber visto a España envuelta en una ola de barbarie como no se da en las tribus de África... Dolor por la pérdida de nuestra riqueza y de un caudal de arte que nos habían legado el pensamiento y la labor de siglos cristianos, que no tenían igual en el mundo, y que ya no nos volverá más... Dolor de haber visto el territorio nacional mancillado por la presencia de una raza forastera, víctima e instrumento a la vez de esa otra raza que lleva en sus entrañas el odio inmortal a Nuestro Señor Jesucristo. Dolor acerbo... de que fuera de España corra con vilipendio el nombre y la gesta de quienes luchan para salvarnos, y de que fuera de casa se ignore lo que queda aún acá de sentido de Dios, de civilización cristiana, de esfuerzo generoso de rehabilitarnos ante el mundo. Es el dolor de lo que con razón se ha llamado la soledad de España. Cuando la conquista de Abisinia, obra de la civilización, la Sociedad de Naciones se alzaba contra el conquistador; y se inhibe en una pasividad suicida cuando la barbarie se lanza en España a la destrucción de la civilización más gloriosa de la historia. Y cuando el mundo se conmovió por haberse mutilado la catedral de Reims en la guerra europea, no oímos más que la voz autorizadísima de Roma, que lamenta la desolación de casi media España sin templos... Nosotros, los que pretendemos encarnar el espíritu cristiano y español y la continuidad de nuestra tradición y de nuestra historia... vejados en todo orden, lanzados por leyes injustas fuera de nuestra ley, porque la ley de la vida es la conciencia fundada en Dios, hemos sido sus víctimas... Y nuestro espíritu nacional es estar injertado en Dios... Poner a Dios en su sitio debe ser el primer propósito y la ley máxima de la anti-revolución... A la intención y a la acción de los sin Dios debemos responder metiendo a Dios y sus cosas en todo, como nuestros mayores lo hicieron, en las leyes, en la casa, en las instituciones, en la inteligencia, en el corazón, en la vida privada y pública. En todo y en todos, sin que haya nadie que pueda esconderse del calor y de la luz de Dios. Y por todos, sacerdotes, legisladores, maestros, padres, por la comunicación mutua de un ciudadano a otro. Y por todo procedimiento, de palabra y por escrito, por la hoja y el libro, por el espectáculo y el gráfico, por todo procedimiento de efusión y difusión del pensamiento humano, tocando todos los resortes del alma humana. ¿No lo han hecho así los sin Dios para eliminarle?... Por esto aplaudimos, de corazón de sacerdote, la palabra recientemente dicha por el Jefe del Estado español: “Nosotros queremos una España católica”. España católica de hecho, hasta su entraña viva: en la conciencia, en las instituciones y leyes, en la familia y en la escuela, en la ciencia y el trabajo, con la 11
  • 12. imagen de nuestro buen Dios, Jesucristo en el templo, en el hogar y en la tumba... Por esto, por el bien de España, hay que decir a los que la rigen: ¡Gobernantes! Haced catolicismo a velas desplegadas si queréis hacer la Patria grande. Fuimos el primer pueblo del orbe cuando nuestro catolicismo vibró en su diapasón más alto; nuestra decadencia coincide con la destrucción de los templos y la matanza de los sacerdotes de nuestro Dios. Ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un periódico fuera o contra Dios y su Iglesia en España... Corrosivos de la autoridad son la indisciplina y el sovietismo. La primera podrá curarse con la selección de jerarquías y las debidas sanciones. Para el segundo no pude haber en España sino guerra hasta el exterminio, de ideas y procedimientos. “Defensa contra la anarquía y el terrorismo bolchevique”, ha dicho el Generalísimo... Todo ello –espíritu, autoridad y justicia- sostenido y reforzado por el sentido y la realización de la unidad. Que acabe la atomización de nuestros hombres y de nuestras fuerzas, por sobra de egoísmo y falta de grandes ideales. Un ideal: la España una y grande en Dios y por Dios; y un esfuerzo unánime de pensamiento, de corazón y de vida para lograrlo. Lo demás, que sale del terreno de la religión y moral, no cabe en una carta cuaresmal de un obispo. Política y economía tienen sus maestros, a ellos toca lo que solo toca a la tierra. La Iglesia tendrá siempre luz y bendiciones para darles luz y fuerza; porque hasta las cosas de la tierra tienen todas un lado por donde miran al cielo.” . 12
  • 13. 6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL MUNDO CON MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937) “Con nuestra gratitud, Venerables Hermanos, debemos manifestaros nuestro dolor por el desconocimiento de la verdad de lo que en España ocurre. Es un hecho, que nos consta por documentación copiosa, que el pensamiento de un gran sector de opinión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en nuestro país. Causas de este extravió podrían ser: el espíritu anticristiano, que ha visto en la contienda de España una partida decisiva en pro o contra de la religión de Jesucristo y la civilización cristiana; la corriente opuesta de doctrinas políticas que aspiran a la hegemonía del mundo; la antipatria, que se ha valido de españoles ilusos que, amparándose en el nombre de católicos, han causado enorme daño a la verdadera España. Y lo que más nos duele es que una buena parte de la prensa católica extranjera haya contribuido a esta desviación mental, que podría ser funesta para los sacratísimos intereses que se ventilan en nuestra patria... Conste antes que todo, ya que la guerra pudo preverse desde que se atacó ruda e inconsideradamente al espíritu nacional, que el Episcopado español ha dado, desde el año 1931, altísimos ejemplos de prudencia apostólica y ciudadana. Ajustándose a la tradición de la Iglesia y siguiendo las normas de la Santa Sede, se puso resueltamente al lado de los poderes constituidos, con quienes se esforzó en colaborar para el bien común. Y a pesar de los repetidos agravios a personas, cosas y derechos de la Iglesia, no rompió su propósito de no alterar el régimen de concordia de tiempo atrás establecido. A los vejámenes respondimos siempre con el ejemplo de la sumisión leal en lo que podíamos; con la protesta grave, razonada y apostólica cuando debíamos; con la exhortación sincera que hicimos reiteradamente a nuestro pueblo católico a la sumisión legitima, a la oración, a la paciencia y a la paz. Y el pueblo católico nos secundó, siendo nuestra intervención valioso factor de concordancia nacional en momentos de honda conmoción social y política... Si hoy, colectivamente, formulamos nuestro veredicto en la cuestión complejísima de la guerra de España, es, primero, porque, aun cuando la guerra fuese de carácter político o social, ha sido tan grave su represión de orden religioso, y ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, obispos católicos no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir el tremendo apelativo de "canes muti", con que el Profeta censura a quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia; y luego, porque la posición de la Iglesia española ante la lucha, es decir, del Episcopado español, ha sido torcidamente interpretada en el extranjero... El 18 de julio del año pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra que aún dura. Pero nótese, primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración con el pueblo sano, que se incorporó en grandes masas al Movimiento que, por ello, debe calificarse de cívico-militar; y segundo, que este movimiento y la revolución comunista son dos hechos que no pueden separarse, si se quiere enjuiciar debidamente la naturaleza de la guerra. Coincidentes en el mismo momento inicial del choque, marcan desde el principio la división profunda de las dos Españas que se batirán en los campos de batalla. Aún hay más: el Movimiento no se produjo sin que los que lo iniciaron intimaran previamente a los poderes públicos a oponerse por los recursos legales a la revolución marxista inminente. La tentativa fue ineficaz y estalló el conflicto... Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular de un doble arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión... Demos ahora un esbozo del carácter del Movimiento llamado "nacional". Creemos justa esta denominación, primero, por su espíritu; porque la nación española estaba disociada, en su inmensa mayoría, de una situación estatal que no supo encarnar sus profundas necesidades y aspiraciones; y el Movimiento fue aceptado como una esperanza en toda la nación; en las regiones no liberadas sólo espera romper la 13
  • 14. coraza de las fuerzas comunistas que le oprimen. Es también nacional por su objetivo, por cuanto tiende a salvar y sostener para lo futuro las esencias de un pueblo organizado en un Estado que sepa continuar dignamente su Historia. Expresamos una realidad y un anhelo general de los ciudadanos españoles; no indicamos los medios para realizarlo. El Movimiento ha fortalecido el sentido de la Patria, contra el exotismo de las fuerzas que le son contrarias. La Patria implica una paternidad; es el ambiente moral, como de una familia dilatada, en que logra el ciudadano su desarrollo total, y el Movimiento nacional ha determinado una corriente de amor que se ha concentrado alrededor del nombre y de la sustancia histórica de España, con aversión de los elementos forasteros que nos acarrearon la ruina. Y como el amor patrio, cuando se ha sobrenaturalizado por el amor de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, toca las cumbres de la caridad cristiana, hemos visto una explosión de verdadera caridad que ha tenido su expresión máxima en la sangre de millares de españoles que le han dado al grito de "¡Viva España!" "¡Viva Cristo Rey!". Dentro del movimiento nacional se ha producido el fenómeno, maravilloso, del martirio -verdadero martirio, como ha dicho el Papa - de millares de españoles, sacerdotes, religiosos y seglares; y este testimonio de sangre deberá condicionar en lo futuro, so pena de inmensa responsabilidad política, la actuación de quienes, depuestas las armas, hayan de construir el nuevo estado en el sosiego de la paz. El Movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado. Contraponemos la situación de las regiones en que ha prevalecido el Movimiento nacional a las denominadas aún por los comunistas. De estas puede decirse la palabra del Sabio: "Ubi non est gubernator, dissipabitur populus"; sin sacerdotes, sin templos, sin culto, sin justicia, sin autoridad, son presa de terrible anarquía, del hambre y la miseria. En cambio, en medio del esfuerzo y del dolor terrible de la guerra, las otras regiones viven en la tranquilidad del orden interno, bajo la tutela de una verdadera autoridad, que es el principio de la justicia, de la paz y del progreso que prometen la fecundidad de la vida social. Mientras en la España marxista se vive sin Dios, en las regiones indemnes o reconquistadas se celebra profusamente el culto divino y pululan y florecen nuevas manifestaciones de la vida cristiana”. 14
  • 15. 7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST (25 de mayo de 1938) “España, que a todos los Congresos Eucarísticos ha mandado nutrida representación, no podía estar ausente del Congreso de Budapest, a pesar de las horas difíciles por que atraviesa nuestra nación y a pesar de que sobre la inmensa mayoría de los católicos españoles pesa, en mil formas, la terrible tragedia que nos agobia. Y estamos presentes, porque el Gobierno nacional, que sabe lo que en el mundo de la fe y de la piedad representa un Congreso Eucarístico Internacional, ha querido que nuestra patria, aunque sangrando, viniese acá a decirle a Hungría, y en ella a todo el mundo católico, que todavía conservamos intacta la herencia de nuestros antepasados; y porque un puñado de devotos del Sacramento, venciendo dificultades casi insuperables, han querido rendir sus homenajes al Dios-Eucaristía, junto al Danubio, en la bella Budapest... No es sólo la ideología la que ha partido en dos a nuestra España, sino todo un sistema de hechos que de ella derivan. Por parte de la España que no quiere morir, un esfuerzo de reconstrucción espiritual y material, adentrándose en nuestra tradición y en nuestra historia para hallar en ella el nervio vivo que nos hizo ser lo que somos y que se manifiesta en la reviviscencia de leyes, instituciones, costumbres, que da la impresión de un rejuvenecimiento nacional. Por la parte opuesta, la de la España contrahecha y extranjera, un afán de destrucción que ha convertido sus dominios en región de desolación y barbarie. Fijaos en otro hecho. Yo no diré que sea todo oro puro de religión y españolismo lo que aparece en el campo nacional; pero sí que en él se cree en Dios, y se reza, y se levanta la Hostia Santa en todos los campamentos, y se confiesan los pecados, y el honor tiene su culto y el heroísmo su premio, y se muere besando la Cruz y la bandera, y muchas veces aclamando a Cristo Rey. Mientras que en el otro campo queda arrasado o vilmente profanado todo tipo de religión y se ha hecho tabla rasa de todo lo que era un valor de espíritu en la estimación nacional. Es decir, que en España luchan la unidad contra la anarquía, la fuerza cohesiva, que busca en el alma nacional todo elemento que la haga perdurable, y la turbulencia del pensamiento, que se traduce en la fuerza explosiva que dispersa todos los factores de unidad de un pueblo o nación.” 8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938) “España no ha rehusado esta hora, la más trágica y penosa de su Historia, sino que la ha afrontado resueltamente, con heroísmo sin par, bajo la voluntad decidida de su glorioso Caudillo, para retornar a la senda gloriosa de su tradición y continuar la misión sublime que la Providencia le reserva en el camino ascendente de la humanidad... Pido a Dios que el sacrificio del pueblo español sea la base de un resurgimiento general del que brote una España más bella y gloriosa, con todas sus esencias espirituales y tradicionales.” 15
  • 16. 9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO AL NUNCIO DE S. S. PIO XI EN LA PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938) “Nada más grato para mí y para la España nacional entera que recibir de vuestras manos las cartas que os acreditan, en esta nación tan sincera y profundamente católica, como Nuncio de la Augusta Santidad de Pío XI, Vicario de Cristo en la tierra y Padre común de los fieles. Una vez más la voluntad de Dios ha querido poner a prueba la fortaleza de nuestra fe y el vigor de nuestro sacrificio. Los soldados que hoy luchan no sólo por la independencia y unidad de su Patria, sino por todo lo que representa la cultura cristiana occidental, tan seriamente amenazada, mueren con los nombres de Dios y de España en los labios y confirman así una vez más, con su sangre de mártires y de héroes, ese carácter esencial que en el transcurso de toda la vida de España, desde sus comienzos en la historia del mundo, ha tenido el sentimiento católico. La religión católica ha sido crisol de nuestra propia nacionalidad; en sus misterios y sus dogmas se inspiraron en los siglos más gloriosos de nuestra historia el talento especulativo de nuestros filósofos, el genio lírico y dramático de nuestros poetas, la emoción artística de nuestros grandes pintores y esas obras simbólicas incorporadas ya al pensamiento universal que coronan las más altas serranías del genio español: todas ellas son esencialmente cristianas y católicas. Pero España también ha sido misionera, y como muy oportuna y elocuentemente lo ha señalado vuestra excelencia reverendísima, hay veinte naciones independientes, pero vinculadas por lazos de orígenes que llenan todo un continente, que son la más firme esperanza de la continuidad de nuestra cultura y que confiesan y alaban a Dios en nuestro idioma. Excelencia reverendísima, podéis decir al Santo Padre que no es España ni verdaderos españoles los que, obedeciendo consignas extranjeras, quemaron los templos del Señor, martirizaron a sus ministros y destruyeron implacablemente, con saña sin ejemplo, todo lo que en nuestra Patria significaba, al mismo tiempo que manifestación de cultura, expresión de fe católica. El gobierno nacional, interpretando el auténtico sentir de su pueblo, sin necesidad de estímulos ni requerimientos, ha sabido contrarrestar esa obra, que por ser anticatólica es antiespañola, y al propio tiempo desvirtuar en gran parte la legislación que encontró vigente, incubando en el seno de un sistema imbuido de doctrinas disolventes. Buena prueba de ello constituye la devolución del crucifijo a las escuelas, la derogación de la ley de Divorcio, la restauración de la Compañía de Jesús y el espíritu profundamente cristiano y, por lo tanto, humano que informa el Fuero del Trabajo. Al propio tiempo le ofrezcáis los votos que formulo por la gloria de la Iglesia Católica y por la preciosísima vida del Pontífice que felizmente reina, suplicándoos, en cambio, le pidáis la gracia de su bendición apostólica para toda la nación española, tanto para los que de este lado luchan por los más nobles ideales y como premio a su meritísimo esfuerzo, como para los que sufren cautiverio en poder del enemigo, y también para los muchos españoles que, bárbaramente coaccionados por un régimen de terror, tiene que luchar contra nosotros, para que Dios les ayude a una rápida liberación”. 16
  • 17. 10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de febrero de 1939) “Cuando la revolución de 1931 conmovió los fundamentos de la nación española por la sustitución brusca de sus instituciones políticas y la inesperada acometida del ateísmo legal puso en peligro el pensamiento y la vida religiosa del país, los católicos, obedientes a la voz del Papa, nos replegamos a las posiciones inconmovibles de nuestros principios doctrinales, dispuestos a trabajar con el denuedo de siempre por Dios y por España en el nuevo orden de cosas establecido. Fue entonces cuando escribíamos a nuestros diocesanos de Tarazona las pastorales “Los deberes cristianos de patria” y “Los deberes de la hora presente”, y a vosotros, al tomar posesión de nuestra gloriosa Sede toledana, “Horas graves”, en las que exponíamos las exigencias del pensamiento y de la vida cristiana ante las grandes cuestiones que se rozan con las instituciones civiles y políticas y que se planteaban en toda su gravedad por aquellos días: Religión, Estado, autoridad y libertad, patria, democracia, familia, propiedad y trabajo, deberes ciudadanos, etc. Desde entonces hemos pasado unos años de angustia mortal: la de la lucha a brazo partido, en el orden de principios, con las fuerzas de orden político que se empeñaron en dejar nuestra sociedad huérfana de Dios; y luego, la de esta lucha cruentísima, que ensangrienta aún el suelo patrio y que sería una catástrofe sin igual en nuestra historia si no presagiara el resurgimiento de los valores del espíritu que la revolución impía trató de aniquilar. * * * Sería fácil, amadísimos diocesanos, un recorrido sobre la historia política de España para demostrar que las crisis de su crecimiento y expansión coinciden con los grandes momentos del catolicismo patrio. Los Concilios Toledanos y la unidad nacional; la reconquista y la vida cristiana de nuestro pueblo; los grandes nombres de Cisneros, Isabel la católica y Felipe II; la conquista y colonización de América, con este gran monumento de pensamiento católico de nuestros juristas que se llama “Leyes de Indias”; la Guerra de la Independencia y esta otra guerra contra el bolchevismo, opuesto por diámetro al catolicismo; todos estos hechos son como la columna vertebral que sostiene la historia patria: su medula es el catolicismo. Catolicismo y patria se han dado un abrazo secular en tierras de España. * * * Esperemos el resurgimiento del catolicismo en nuestra patria. Lo presagia la decidida voluntad del Jefe del Estado, que reiteradamente ha dicho que, por exigencia de nuestra historia y por convicción personal, el catolicismo ha de ser el nervio de la España futura. Hoy mismo, al derogar la ley de Confesiones y Congregaciones, dice el Jefe del Estado español: “Es notorio que en nuestra Patria no hay más que una confesión religiosa, que marcaron los siglos con singular relieve, que es la religión católica, inspiradora de su genio y tradición”. No podía en menos palabras comentarse la verdad que hemos querido demostrar en esta pastoral: el catolicismo y su valor de patria. La nuestra, España, es lo que es por el catolicismo. “Los poderes de los Estados –nos decía, poco ha, nuestro Santísimo Padre- hacen hoy de los pueblos lo que quieren”. Demos gracias a Dios de que se quiera hacer de España un pueblo católico desde las alturas del poder. Lo anuncia, además, la nueva legislación del Estado, que en su trayectoria general está informada del espíritu católico. Y confirma nuestra esperanza, amados diocesanos, el innegable resurgir religioso que hemos observado en la parte liberada de nuestra querida Archidiócesis.” 17
  • 18. 11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939) “Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos. Anhelante y confiado esperaba nuestro predecesor, de santa memoria, esta paz providencial, fruto sin duda de aquella fecunda bendición, que en los albores mismos de la contienda enviaba «a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión». Y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la que Él mismo desde entonces auguraba, “anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad”. Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu. La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera, cómo la persecución religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y apasionada discordia. Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo de España; y ayudado de Dios, «que no abandona a los que esperan en Él”, supo resistir al empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo. Este primordial significado de vuestra victoria Nos hace concebir las más halagüeñas esperanzas de que Dios, en su misericordia, se dignará conducir a España por el seguro camino de su tradicional y católica grandeza; la cual ha de ser el norte que oriente a todos los españoles, amantes de su Religión y de su Patria, en el esfuerzo de organizar la vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia de fe, piedad y civilización católica. Por esto exhortamos a los gobernantes y a los pastores de la católica España, que iluminen la mente de los engañados, mostrándoles con amor las raíces del materialismo y del laicismo, de donde han procedido sus errores y desdichas y de donde podrían retoñar nuevamente. Proponedles los principios de justicia individual y social, sin los cuales la paz y prosperidad de las naciones, por poderosas que sean, no pueden subsistir, y son los que se contienen en el Santo Evangelio y en la doctrina de la Iglesia. No dudamos que así habrá de ser, y la garantía de Nuestra firme esperanza son los nobilísimos y cristianos sentimientos, de que han dado pruebas inequívocas el Jefe del Estado y tantos caballeros, sus fieles colaboradores, con la legal protección que han dispensado a los supremos intereses religiosos y sociales, conforme a las enseñanzas de la Sede Apostólica. La misma esperanza se funda, además, en el celo iluminado y abnegación de vuestros obispos y sacerdotes, acrisolados por el dolor, y también en la fe, piedad y espíritu de sacrificio, de que en horas terribles han dado heroica prueba las clases todas de la sociedad española. Y ahora, ante al recuerdo de las ruinas acumuladas en la guerra civil más sangrienta que recuerda la historia de los tiempos modernos, Nos, con piadoso impulso, inclinamos, ante todo, nuestra frente a la santa memoria de los obispos, sacerdotes, religiosos de ambos sexos y fieles de todas edades y condiciones que, en tan elevado número, han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la 18
  • 19. religión católica. “Maiorem hac dilectionem nemo habet”. Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión, ya sea en los campos de batalla, ya también consagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales. No podemos ocultar la amarga pena que nos causa el recuerdo de tantos inocentes niños que, alejados de sus hogares han sido llevados a extrañas tierras, con peligro a veces de apostasía y perversión. Nada anhelamos más ardientemente que verlos restituidos al seno de sus familias, donde volverán a encontrar ferviente y cristiano, el cariño de los suyos. Y aquellos otros que, como hijos pródigos, tratan de volver a la casa del padre, no dudamos que serán acogidos con benevolencia y amor. A vosotros toca, venerables hermanos en el episcopado, aconsejar a los unos y a los otros que, en su política de pacificación, todos sigan los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísimo: de justicia para el crimen y de benévola generosidad para los equivocados. Nuestra solicitud, también de Padre, no puede olvidar a tantos engañados a quienes logró seducir con halagos y promesas una propaganda mentirosa y perversa. A ellos, particularmente, se ha de encaminar con paciencia y mansedumbre vuestra solicitud pastoral. Orad por ellos, buscadlos, conducidlos de nuevo al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la patria, y llevadlos al Padre Misericordioso, que los espera con los brazos abiertos. ¡Ea pues, queridísimos hijos! Ya que el arco iris de la paz ha vuelto a resplandecer en el cielo de España, unámonos todos de corazón en un himno ferviente de acción de gracias al Dios de la paz y en una plegaria de perdón y de misericordia para todos los que murieron, y a fin de que esta paz sea fecunda y duradera, con todo el fervor de nuestro corazón os exhortamos a “mantener la unión del espíritu en el vínculo de la paz”. Así, unidos y obedientes a vuestro venerable Episcopado, dedicaos con gozo y sin demora a la obra urgente de reconstrucción, que Dios y la Patria esperan de vosotros. En prenda de las copiosas gracias, que os obtendrán la Virgen Inmaculada y el Apóstol Santiago, Patronos de España, y de todas las que os merecieron los grandes santos españoles, hacemos descender sobre vosotros, nuestros queridos hijos de la católica España, sobre el Jefe del Estado y su ilustre Gobierno, sobre el celante Episcopado y su abnegado clero, sobre los heroicos combatientes y sobre todos los fieles, nuestra bendición apostólica.” 19
  • 20. 12. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939) Tuvieron lugar en la iglesia de Santa Bárbara, de Madrid. En el altar mayor había sido colocado el histórico Cristo de Lepanto, traído expresamente de Barcelona, milagrosamente liberado de la profanación de la s hordas rojas. A la derecha del lado del Evangelio se veía el Arca Santa, de Oviedo. Más abajo, en la parte exterior del presbiterio, las cadenas de Navarra enmarcaban el altar mayor. El obispo de Madrid entonó el Te Deum. De la literatura litúrgica antigua se entresacaron antífonas, oraciones y bendiciones para la recepción y vuelta del Caudillo después de la guerra. Terminado el canto de las antífonas, el Generalísimo Franco se adelantó y, después de rendir su espada ante el Cristo de Lepanto, pronunció la siguiente oración: “Señor: Acepta complacido el esfuerzo de este pueblo, siempre tuyo, que, conmigo, y por tu nombre, ha vencido con heroísmo a los enemigos de la Verdad en este siglo. “Señor Dios, en cuyas manos está todo derecho y todo poder, préstame tu asistencia para conducir este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria tuya y de tu Iglesia. “Señor: que todos los hombres conozcan a Jesús que es el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” En este instante, Franco depositó su espada ante la máxima jerarquía de la Iglesia en España. El Cardenal Gomá, Primado y Arzobispo de Toledo le dio la bendición, diciendo: “El señor sea siempre contigo, y El, de quien procede todo derecho y todo poder, y bajo cuyo imperio están todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda de ello sea la bendición que te doy en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El Cardenal abrazó al Caudillo, terminando así la augusta e histórica ceremonia. 20
  • 21. 13. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939) “Bienvenidos seáis, Jefes, Oficiales y soldados de la Católica España, hijos nuestros muy amados, que habéis venido a proporcionar a Vuestro Padre un inmenso consuelo. Nos consuela ver en vosotros a los defensores sufridos, esforzados y leales de la fe y de la cultura de vuestra patria, que, como os decíamos en Nuestro mensaje-radio, “habéis sabido sacrificaros hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión». Al veros ante Nos cubiertos de gloria por vuestro valor cristiano, nuestro pensamiento se dirige, sobre todo, a vuestros compañeros que murieron en campaña, y nuestro corazón de Padre se conmueve ante le generosidad de tantas madres y ante las lágrimas de tantos huérfanos, a quienes la muerte ha privado de sus seres queridos. Decidles de nuestra parte que unan sus penas a las de la Virgen de los Dolores y las ofrezcan a Dios con cristiana resignación por la paz del mundo. Recordamos aquellos días de amargura en que “la sombra de la patria vacilante” —patriae trepidantis imago en frase del poeta cordobés Lucano— os hizo comprender que España, sin hogares cristianos y sin templos coronados por la cruz de Jesucristo, no sería España, aquella España grande, siempre valerosa, y más que valerosa caballeresca, y más que caballeresca, cristiana. Y al resplandor de ese pensamiento quiso Dios que brotaran en vuestro corazón generoso dos grandes amores: el amor a la religión que os garantiza la eterna felicidad, y el amor a la patria que os brinda el bienestar honesto de la presente vida. Estos dos amores han sido los que encendieron en vosotros el fuego del entusiasmo, lo mantuvieron vigoroso en las horas del sacrificio y lo llevaron, finalmente, con valor al triunfo del ideal cristiano y a la victoria. Recordamos aquel pensamiento de San Juan de la Cruz: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”. Nuestro más vivo anhelo es que esos mismos dos amores os alienten en la tarea de reconstruir la patria, emulando y, a ser posible, superando las tradiciones católicas de su glorioso pasado. Con la firme esperanza del Apóstol San Pablo de que “el Dios de la paz y del amor estará con vosotros» (2 Cor., XIII, 11), y en prenda de abundantes gracias, hacemos que descienda sobre vosotros y sobre las personas y cosas que tenéis en el pensamiento o lleváis en el corazón, sobre el Generalísimo y sus fieles colaboradores, sobre estas damas enfermeras que os han asistido, sobre vuestras familias y sobre todos los fieles de la Católica España, nuestra Bendición Apostólica.” 21
  • 22. 14. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA (Zaragoza, 12 de octubre de 1939) “Otra vez como en los grandes días de unidad cristiana, que creó la conciencia y la potencia civilizadora de Europa, los peregrinos vendrán al Pilar santo desde todos los rincones del orbe católico para rendir homenaje a la que fue primera y divina mediadora de nuestra comunión con las gentes cristianas y se erigió sobre la variedad de los pueblos que componen la unidad de la raza esparcida en dos hemisferios como excelsa Patrona de las Españas... Ella preside siempre nuestros mayores fastos. Capitana invencible de nuestra independencia, firme sobre la línea del río, cara a la línea de los montes, lo mismo en la hora memorable de los Sitios que en la hora decisiva de nuestra batalla del Ebro, siempre la vemos en la misma pugna espiritual, en la defensa de la misma idea, con la misma razón española y católica, humillando una y otra vez la misma luna de la variación malsana de los tiempos y aplastando, por fin, la misma serpiente... Y ahora mismo, después de la cruenta lucha que hemos mantenido en extrema defensa de la cristiandad y de la civilización heredadas. Entre los millares y millares de peregrinos que vendrán a postrarse a los pies de esta Madre de Dios de las Españas, muchos españoles, que en el alma y en la carne sufrieron los dolores purificadores de la persecución y del combate, llegarán a rendir aquí su fervorosa acción de gracias no sólo en nombre suyo, sino en nombre de toda la Patria, otra vez Una, Grande y Libre por el favor de Dios, conductor supremo de la historia. Bien sabéis que de este divino favor Ella es la universal mediadora y que sin Ella no hubiéramos logrado los laureles del triunfo ni hubiéramos liberado a la Patria de la indigna prisión y de la baja mediocridad a que en todos sus órdenes nacionales e internacionales se hallaba sometida. Si ella, la gran Señora de los cielos, no hubiera velado desde su Pilar inconmovible de Aragón por la suerte de España entera; si Ella, desde aquí no nos hubiera dado, a todos, energía, aliento, espíritu de sacrificio, conciencia viva del pasado y ciega fe en nuestro futuro, en vano hubieran velado todas nuestras guardias armadas. La que tanto nos sostuvo en la guerra no podía menos de prevenir consecuencias felices en la reconstrucción de la paz, empezando por las que más alegran su corazón de Madre del Verbo, que son las del espíritu. Nadie como Ella sabe que sólo el amor edifica. La unión de los católicos españoles, que divididos durante más de un siglo por las banderías políticas pareció ser un crónico mal de resolución imposible, a pesar de ser esta unión la aspiración religiosa y patriótica de los mejores españoles, como Balmes y Donoso Cortés, hoy se ha hecho posible, por fin, con la supresión de los partidos y la derrota de los separatismos, bajo la gran consigna de unidad para los hombres y las tierras de España, que no admite capillas ni demarcaciones diferenciales, sino una sola Patria en una sola Iglesia universal. Así devolveremos a la gloriosa institución del Primado de España, que se asienta en la imperial Toledo, las razones y el ámbito limpio y unido de su tradicional dignidad, creyendo que por nuestra parte hemos así cumplido hasta los límites naturales de nuestro deber y poder, pues hemos allanado hasta donde estuvo en nuestras manos los inveterados obstáculos que se oponían a la libertad y unidad de la Iglesia dentro de nuestro territorio”. 22
  • 23. 15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia número 2, 1 de marzo de 1941) “No nos debemos contar nosotros, puesto que nos preciamos de católicos, en el número de aquellos que consideran la religión a través de la patria y constituyen una especie de religiosidad patriótica en la que la verdadera religión viene a reducirse a un instrumento de gobierno. Plenamente conscientes de nuestra suprema ciudadanía sobrenatural y de los entrañables vínculos sobrenaturales que nos unen con nuestra patria de la tierra, ni hemos de valorar la religión como una forma de la patria española, siquiera sea la más excelsa en su historia, ni podemos caer en el error opuesto de considerar a nuestra Patria como una simple obra de la religión. Gracias a Dios, España y la Iglesia han hecho siempre grandes obras juntas, y si nuestra nacionalidad debe a la Iglesia los gérmenes mejores de su nacimiento y de su grandeza, la Iglesia debe, en cambio, a nuestra Patria servicios difícilmente superables en toda la historia de la humanidad. El último servicio de España a la Iglesia ha sido la Cruzada contra el comunismo, valorada en todo su mérito por su Su Santidad Pío XII desde el primer instante de su Pontificado. “De España ha salido la salvación del mundo”, dijo Su Santidad en el Congreso Internacional de las Juventudes Católicas Femeninas, al mes siguiente de nuestra victoria. Días antes había proclamado por radio el Pontífice, en su paternal mensaje al pueblo español, que España había asumido la tarea de restaurar los derechos de Dios y la religión, de mantener los valores eternos del espíritu y los ideales de la civilización cristiana. Este era el significado primordial de nuestra victoria y en tal sentido nos incitaba el Papa a la emulación de nuestros gloriosos antepasados. El amor del Papa a España, solamente comparable con la fidelísima adhesión que los españoles han demostrado siempre hacia la Santa Sede, se ha revelado en todas las ocasiones pasadas y se manifestará esplendorosamente en su porvenir inmediato, cuando el acuerdo entre nuestro Gobierno y la Silla Apostólica llegue a la conclusión de un Concordato y la restauración completa de la Iglesia española.” 23
  • 24. 16. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29 de junio de 1941) “Plácenos también recordar entre los alumnos de los seminarios a aquellos que, ya en nuestros días, llegados luego al Episcopado y al sacerdocio, han sido gloria insigne de la Iglesia y de la patria, y que formaron tan reciamente en la fe a los católicos españoles, que han sabido superar la más horrible avalancha de nuestro tiempo contra el nombre santísimo de Cristo, dando al mundo ejemplo admirable de fortaleza y mansedumbre y llegando a dar su vida por la confesión de la fe, a los impulsos de la caridad hacia sus hermanos. Su sacrificio, ofrecido por amor de Dios, trae ya copiosísimos frutos, pues su sangre, como la sangre de los primeros mártires, al atraer innumerables almas a Dios, ha sido semilla de santas vocaciones para recibir las órdenes sagradas. Vocaciones que atestiguan que la fe, en vano vejada y sometida a prueba por la revolución horrenda, se convierte en fermento con el que, restaurado en vuestra nación el nombre cristiano, la vida de todos se conformará y dirigirá a la misión que con el beneplácito de la Divina Providencia se proponga llenar España en lo futuro, poniendo a contribución sus fuerzas en paz y concordia con las restantes naciones... Réstanos, en fin, expresar nuestra esperanza y hacer públicos nuestros votos porque el Jefe supremo de la Nación española y sus consejeros y ministros, que, solícitos por la prosperidad y progreso de su nación, alargaron ya espontánea y generosamente su mano en ayuda de la educación del clero, prosigan también en adelante su laudable obra, sabiendo que cede siempre en bien del pueblo, para aumento de su cultura, recta conformación de sus costumbres y elevación y progreso de sus instituciones, cuanto ellos, con la máxima autoridad de que gozan y para obtener aquellos bienes, concedan benévolamente a la Iglesia.” 17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942) “La redención de cautivos es una de las obras de misericordia más excelsas del cristianismo, en todo tiempo practicada por los discípulos del Señor, ya ella se consagró muy especialmente la españolísima Orden de Nuestra Señora de la Merced. La labor del Patronato Central de Redención de Penas, establecido en el Ministerio de Justicia, bien puede decirse que responde a la tradición española de los buenos siglos y a los preceptos de la caridad cristiana. He aquí una buena obra, nacida y crecida entre nosotros por la voluntad del Caudillo y el esfuerzo de varios de sus mejores colaboradores. Quienes trabajan en ella o de alguna manera le prestan su ayuda, rinden un gran servicio a la Patria y hacen una obra acepta a Dios. Miles de penados han cumplido ya sus condenas, redimidos por su trabajo material en condiciones justas y cristianas...” 24
  • 25. 18. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES MÁRTIRES DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942) “¡Bendita diócesis de Madrid-Alcalá que tienes setecientos claveles de gloria circundando tus sienes! ¡Bendita juventud católica masculina que tienes ya en el cielo setecientos ángeles! Nadie, mirando mal, con criterio mezquino, piense que la Juventud de Acción Católica, al encumbrar a sus héroes trata de formar rancho aparte. No. Su sangre se ha mezclado con la sangre de todos los españoles y ha de permanecer siempre mezclada como en la realidad, en el recuerdo y en la historia. Que la Juventud de Acción Católica, que puede levantar con noble orgullo su frente, dando ejemplo a todos los españoles de abnegación por Dios y por la Patria, sea también la que levante la bandera de la exaltación de todos los mártires de España. Una corona de gloria circundará siempre las sienes de esta juventud. Día llegará en que la palabra de Dios, que suena con acento humano, es decir, la voz del Padre común, consagre esta exaltación, elevando al honor de los altares a nuestros setecientos mártires. Cuando Dios quiera. Pero ya desde ahora nosotros nos esforzaremos en seguir sus pasos.” 19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942) “El pueblo español ha festejado con entusiasmo el día establecido para recordar la fausta fecha en que el Generalísimo Franco fue proclamado Caudillo de España. Ante la inmensa obra de Gobierno realizada bajo su égida, obra penetrada de un profundo sentido cristiano, nos corresponde a nosotros hacer resaltar la benévola atención que ha merecido en todo momento al Jefe del Estado la tarea de recristianización encomendada por la jerarquía a la Acción Católica Española. Atención favorable en promesas y en hechos. Palabra de libertad y de apoyo que fue dada desde la primera audiencia que concedió a la Junta Técnica Nacional, hará ahora dos años, y que ha sido cariñosamente repetida hace bien pocos días a los jóvenes peregrinos de Acción Católica que acudieron a la consagración de la Cámara Santa en Oviedo. Palabra solícita y generosamente cumplida a lo largo de este tiempo, en el que todo han sido facilidades por parte de las autoridades públicas para esta peculiar obra de apostolado. “Ecclesia” y lo que ella representa, a la vez que agradece como el don mayor y más venturoso esta cristiana independencia de que Acción Católica Española goza para practicar el bien, expandiendo fecundamente su obra de religiosa restauración de nuestro pueblo, ofrece hoy al egregio General, que en tal día hace seis años fuera exaltado a la Jefatura del Estado nacional, pagarle en fervorosas oraciones –tributo el mejor de lealtad entre cristianos- la deuda de gratitud contraída con su magnánimo proceder, a fin de que Dios Nuestro Señor siga colmándole de bendiciones.” 25
  • 26. 20. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943) “Católica es España y tan profundo arraigo consiguió este árbol en su suelo fuerte y en los fuertes pechos de sus hijos, que ni siquiera el formidable turbión, cuyas consecuencias todavía lamentamos, fue capaz de desarraigarlo. Antes bien, como reverdece el prado después de la tormenta, hoy le vemos de nuevo retoñar, a pesar del momento tan poco propicio para una convalecencia, y resurgir potente, consciente de su pasado, lleno de su propio espíritu, con plena confianza en el porvenir. Nos hemos admirado de sus continuas manifestaciones de piedad y de fe pública y privada, entre las que no podemos olvidar el carácter nacional que quisisteis filialmente dar a la conmemoración del XXV Aniversario de nuestra consagración episcopal. Y con gran consuelo de nuestra alma hemos sido informados de los progresos de la Acción Católica, de la abundancia de buenas y sólidas vocaciones para ministros del santuario. Hemos visto a Cristo triunfar en la escuela, resurgir la Iglesia de las ruinas abrasadas y penetrar el espíritu cristiano en las leyes, en las instituciones y en todas las manifestaciones de la vida oficial. Nos, finalmente, hemos contemplado a Dios presente otra vez en vuestra Historia... España, en este momento culminante de la Historia del mundo, tiene, sin duda alguna, una misión altísima que cumplir; pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a sí misma en su espíritu tradicional y cristiano y en aquella humildad que sólo sobre tal espíritu puede edificarse. Nos, señor embajador, alimentamos por lo que se refiere a España un solo deseo: verla una y gloriosa, alzando con sus manos poderosas una cruz rodeada por todo ese mundo que, gracias principalmente a ella, piensa y reza en castellano y proponerla después como ejemplo del poder restaurador, vivificador y educador de una fe en la que, después de todo, hemos de venir siempre a encontrar la solución de todos los problemas. Vuecencia, señor embajador, nos ha recordado un nombre, el de vuestro docto e ilustre antecesor; nos ha presentado los testimonios de filial veneración de su Excelencia el Generalísimo y nos ha asegurado que él y toda la nación oran por Nos y por la Iglesia Santa. Vuecencia ha reafirmado los propósitos de que las relaciones entre España y esta Sede de San Pedro sean siempre cordiales. Estas palabras de vuecencia han descendido como bálsamo suave hasta nuestro corazón dolorido, que tan sinceramente corresponde al nobilísimo afecto del Jefe del Estado español y de su pueblo y tan ardientemente ansía la cordialidad de estas relaciones para las que siempre encontraréis todo nuestro paternal apoyo.” 26
  • 27. 21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20 de mayo de 1943) “Con singular benevolencia hemos acogido tu homenaje al enviarnos una hermosa selección de los notables trabajos publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, prueba palmaria no solamente del ingenio español, sino también de los abundantes frutos recogidos en la vida, todavía no larga, de tan benemérita institución llamada a contrarrestar el pernicioso influjo desgraciadamente producido en el campo del saber español por los sembradores de la mala semilla, y a sentar firmemente los cimientos de una restauración científica que restituya al pensamiento español su profundo y glorioso sentido tradicional y católico. Para tal restauración has querido fundar, como elemento principal, este Consejo, a fin de que la ciencia española, siendo una aspiración hacia Dios, tienda a la verdad y al bien con la unidad de la filosofía cristiana y como medio de realización de progreso. Por eso en él habéis reconocido a la Sagrada Teología la primacía sobre las disciplinas del espíritu; por eso habéis resuelto dedicar un templo al Espíritu Santo, a fin de que en vuestros sesudos trabajos no os falten las luces. De todo ello damos gracias al Dador de todo bien, pidiéndole fervorosamente que este renacimiento cultural católico, de acuerdo con sus deseos y con los justos anhelos del ilustre Jefe del Estado, que te ha encomendado tan fundamental labor, acabe de penetrar completamente toda la vida y el pensamiento nacional hasta eliminar definitivamente los restos de un pasado cuya lejanía habéis de procurar que sea cada día más efectiva, con la solícita vigilancia y la prudente energía que tan grave negocio requiere, pues, como tú bien sabes, serían insuficientes todas las medidas de orden exterior si la renovación no penetrase profunda y sinceramente hasta el fondo de las conciencias. Al darte gracias cordialmente por tan valioso presente pedimos al Señor, por intercesión del gran Isidoro de Sevilla, Patrono del Consejo, que derrame sobre él sus gracias más escogidas, para el mayor bien espiritual y material de la católica y queridísima España.” 27
  • 28. 22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943) “A la Universidad cumple forjar al hombre equilibrado en la vida, dotado de un sentido cristiano, capaz de comportarse como tal entre sus semejantes, sin que la soberbia científica le coloque por encima del bien y del mal y le aparte de sus inexorables deberes para con Dios y para con la Patria. España reafirmó su fe en el prestigio histórico de su tradición científica, incontaminada del europeísmo de importación. Y, apoyada en esa fe, ha acometido la empresa de suscitar un renacimiento en el que nuestra ciencia aparece en la plenitud de sus cualidades universales, esto es, como ciencia para la Verdad y para el Bien, concebida como unidad filosófica, tesoro inmutable de nuestra tradición científica. Se sitúan hoy dos grandes anhelos de la política nacional. De una parte, la ardiente inquietud por la creación de una ciencia verdadera sometida inexorablemente al servicio de los intereses materiales y espirituales de la Patria; de otra, la preocupación porque una densa y auténtica cultura cristiana penetre en todos los ámbitos de la Nación y nos dé la promesa de una juventud fuerte y unida para cumplir sin vacilación nuestro destino ante la Historia. Característica de nuestra Revolución, en consonancia con la más pura tradición española, es cimentar nuestro progreso en la raíz profunda de una vida del espíritu. España representa, sobre todo, la postura espiritual de un pueblo ante los problemas de la vida y de la historia. Por esto el Estado se ha sentido hoy más que nunca colaborador de la Iglesia en la restauración del orden cristiano y se ha propuesto a la vez apoyar su existencia presente y futura en la unidad espiritual de los españoles. Funesto y suicida es levantar el nivel de la vida si ésta no se hace cristiana y digna, si no se le imprime una huella de reforma interior. Es ley de la historia el predominio y supremacía del espíritu. Trabajar con inigualado entusiasmo en la tarea de la propia educación cristiana y española: he aquí la suprema consigna para la juventud en la hora presente. Porque ese trabajo, enmarcado en un espíritu de unidad, es la clave de una España grande y triunfadora, donde por el imperio de la cultura vayamos hacia Dios y seamos todos mejores para su servicio y homenaje.” 23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945) “Desde este año 1945, la Iglesia está representada en el Consejo de Estado, el organismo asesor supremo de la Administración española. Será consejero nato el arzobispo de Toledo, primado de las Españas; entre los consejeros electivos figura otra dignidad de la Iglesia. Como explicó el arzobispo de Toledo, el Caudillo ha querido que no faltase en la alta misión de consulta y de asesoramiento la voz de la Iglesia, que en la Historia de España ha estado siempre asociada al bien nacional y ha contribuido más que ninguna otra institución a la unidad española, a la ciencia, al estudio, a la creación de todos los valores que han modelado el espíritu de nuestra raza.” 28
  • 29. 24. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES ECLESIÁSTICOS DE SINDICATOS (junio de 1945) “Cuando un Gobierno católico pide asesores eclesiásticos para una Organización Sindical que quiere ser católica, pero que tiene, además, determinados matices que escapan a la esfera religiosa, la Iglesia los concede, pero para que en ella prediquen las doctrinas de la Iglesia y enseñen la moralidad, la religión y la práctica de la misma... Sólo para eso habéis sido nombrados, para que llevéis la sal del Evangelio, de las doctrinas religiosas, de la moralidad, a instituciones que hacen profesión de católicas, defensoras de la doctrina de la Iglesia. De no ser así, no se os hubiera nombrado. Vais, pues, a ella no como miembros de un partido, ni como funcionarios del Estado, sino como sacerdotes, enviados por vuestros respectivos prelados, ara ejercer funciones de enseñanza y adoctrinamiento”. 25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, A LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945) “Sería una injusticia juzgar a la jerarquía eclesiástica como más belicosa, menos evangélica que la del resto del mundo, por haber enseñado, con los grandes doctores, el Aquinatense, Suárez y Belarmino, que, en circunstancias extremas, para que no perezca del todo el orden y el bien común de una nación, es lícito usar de la fuerza aun contra los detentadores del poder público. Antes que la jerarquía española, en su carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo, con motivo de la guerra en España, había proclamado este derecho de la jerarquía mejicana, y Su Santidad Pío XI, en su encíclica al Episcopado mejicano, en 1937, lo recuerda con las siguientes aprobatorias palabras: “Es muy natural que cuando se atacan aun las mas elementales libertades religiosas y cívicas, los ciudadanos católicos no se resignen pasivamente a renunciar tales libertades... El Episcopado y Clero español no traspasaron los límites señalados por el Romano Pontífice; ni un solo sacerdote hizo servicio de armas en la guerra civil, y la jerarquía eclesiástica sólo bendijo a un grupo beligerante después que el carácter de la guerra civil del primer momento se transformó en Cruzada... En los ataques a España y a su actual Gobierno se envuelve, por algunos extranjeros, a la misma jerarquía eclesiástica española, acusándola de servidumbre a un régimen «estatista» y «totalitario». Ni ha habido ni hay servidumbre a nadie por parte de la jerarquía eclesiástica española, ni menos ha defendido ni defiende una concepción estatista ni totalitaria. Siempre hemos sostenido la no infeudación de la Iglesia en ningún régimen político. En nuestra carta pastoral «La realeza de Cristo y los errores del laicismo», publicada en 1926, con un régimen monárquico y de dictadura, decíamos: «Si el Poder público reconoce la realeza de Cristo, ha de reconocer las prerrogativas de su reino en la tierra, que es la Iglesia. Ha de reconocer, ante todo, su libertad e independencia, esenciales a su constitución divina. Hemos de reconocer que, en general, desde muchos siglos no se había reconocido tanto teórica y prácticamente la independencia de la Iglesia como por el actual Gobierno. Afortunadamente, el «Fuero de los Españoles» aprobado recientemente por las Cortes (de carácter consultivo hasta ahora), y promulgado por el Jefe del 29
  • 30. Estado, marca una orientación de cristiana libertad opuesta a un totalitarismo estatista... Creemos que la terminación de la guerra mundial y las circunstancias internacionales aconsejan con urgencia la total y definitiva estructuración del Estado español, que forzosamente debía estar en estado constituyente durante la guerra y Cruzada y aun por algún tiempo más, que ha venido a prolongar la guerra mundial con sus peligros y complicaciones. Las campañas de propaganda contra España y su Gobierno en el extranjero, lo que ellas han ya desgraciadamente logrado y los peligros que representan, aconsejan a todas luces una estructuración total y definitiva del Estado español... que pueda servir de modelo por tantas leyes de inspiración cristiana ya dictadas en materia de enseñanza, por tantas leyes avanzadas de justicia social ya puestas en práctica y que pueden todavía verse perfeccionadas, y de armoniosa conjugación de autoridad firme con continuidad histórica y de participación de los ciudadanos en el gobierno de la nación. Que la hora de también la hora de la paz mundial sea la consolidación de la paz interna de España. La pasada guerra civil y Cruzada, vino a ser un plebiscito armado, que puso fin a la persecución religiosa. No se quiera por nadie una innecesaria revisión que pudiera llevarnos a una nueva guerra civil... Bien está que se elimine del Estado español cuánto pueda dar siquiera pretexto de suspicacias por formas externas, aun cuando el espíritu fuese muy distinto; pero respétese a su vez a España, el derecho innegable de resolver sus problemas internos y organizar su Régimen. Procúrese por nuestra parte el cierre del período constituyente, asentando firmes e inconmovibles las bases institucionales conformes a la tradición histórica española y al grado de educación política del pueblo español. No se exponga a la nación a nuevos bandazos que podrían conducirla al caos; pero ábranse sólidos cauces a la manifestación de las opiniones legitimas, por órganos naturales de expresión. Váyase también a una patriótica convivencia de todos los españoles.” 26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de septiembre de 1945) “En algunas horas tenebrosas de la Historia, Dios alza su mano omnipotente y deja pasar la bíblica cabalgata de los cuatro caballos que, con sus pezuñas airadas, lo trituran todo: podadera y azote de Dios, que así corta lo que sobra y castiga a quien ha prevaricado. Pero a las puertas del solar ibérico, donde aún humeaban los restos de una hoguera no menos terrible, la algarada no pasó adelante y fue grande la señal de la misericordia divina. Por esto nuestra asamblea de hoy ha de ser, ante todo, la asamblea de la gratitud. España se presenta hoy ante el Corazón Divino evocando aquella luminosa mañana del 30 de mayo de 1919, cuando toda la nación, por boca del soberano, quedó consagrada al Corazón de aquel Señor que estaba expuesto sobre el altar de un magnífico monumento, en el centro mismo de la Península. Hoy en el lugar santo queda solamente un montón de ruinas; pero queda siempre también allí algo que no puede ser destruido con ningún explosivo, y es la fuerza del espíritu, la fuerza que salvó vuestra fe al sonar para vosotros la hora dolorosa; la fuerza que hoy –con grande placer lo reconocemos- se muestra en la potente vitalidad de vuestra Patria.” 30
  • 31. 27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero de 1946) “Justo es dedicar aquí un elogio al Jefe del Estado español y a su Gobierno, que han llegado con sus leyes, de profundo sabor cristiano, a los puestos más avanzados de las reivindicaciones sociales. Ya en marzo de 1938, en plena Cruzada de Liberación, se promulgó el Fuero del Trabajo, inspirado en su totalidad claramente en los grandes principios de la doctrina social católica. Posteriormente, como es sabido de todos, se han dictado numerosísimos decretos, leyes y reglamentos, principalmente desde el Ministerio de Trabajo, los cuales forman una colección legislativa de positivos adelantos sociales, de importantes mejoras en todos los órdenes del trabajo o relacionados con él. Citemos, por vía de ejemplo, las disposiciones hoy vigentes acerca de subsidios a los trabajadores (Familiar, de Maternidad, Vejez, Viudedad, Orfandad); préstamos de nupcialidad; protección y premios a las familias numerosas; seguros de enfermedad; pluses por cargas familiares y por carestía de vida, etc.” 28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 de febrero de 1946) “El pueblo español ha sabido comprender y apreciar dignamente el simbólico significado de este primer Consistorio de la postguerra. Y ahora este pueblo, cuya fidelidad a Jesucristo, cuya valerosa confesión de la fe no menos que sus preclaros méritos en la conservación y en la propagación de la religión católica quedan para siempre escritos con caracteres indelebles en el libro de la Historia de la Iglesia; este pueblo, que en su viva unión con la Sede de Pedro ha reconocido siempre una de las claves de su tradición nacional, tiene el gozo de contemplar que también a sus hijos, en este momento histórico, se les concede un merecido puesto de honor. Por una amorosa disposición de la Divina Providencia, a la nación española se le han ahorrado los horrores de la guerra mundial. Que el Omnipotente vele también sobre ella en el porvenir y le haga encontrar y seguir el recto sendero, que la lleve al progresivo desarrollo de su bienestar interior y a una eficaz colaboración en las urgentes necesidades comunes de esta humanidad, hambrienta de paz y de justicia. Con este deseo, que estrecha en un abrazo de amor a todos los estados y a todas las clases de la nación, acogemos gustosos el ruego que se Nos ha manifestado y damos de todo corazón al Jefe del Estado, al Gobierno, a todo el pueblo español, para Nos amadísimo, y de manera especial a Vuestra Excelencia, con afecto paternal la Bendición Apostólica.” 31
  • 32. 29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946) “Yo no estoy en situación de considerar toda esta terrible tormenta que ha afligido tanto a España, como un síntoma de enfermedad o como un síntoma de castigo, como miran los superficiales. Miremos bien. A mí me parece que es una señal de predilección. Yo os miro con grande emoción a vosotros, sacerdotes y laicos, que después de pasada la tormenta estáis trabajando juntamente con la Iglesia como si no hubiera pasado nada. Sois hermanos de mártires, y estáis viviendo ahora del sacrificio de vuestros mártires, en una floración de virtudes y de vocaciones, como me dicen muchos prelados, que nunca ha tenido España. ¿No será que el Señor ha tenido predilección por vosotros, y sabiendo que aquí había pasta de mártires, ha completado lo que faltaba a la Pasión de Jesucristo para la salvación del mundo, para la salvación de muchos de Europa y de muchos de todo el mundo? La verdad es que duele el no poder recoger de todas las naciones cristianas un tributo de admiración grande para vuestra nación cristiana: pero no juzguéis a los demás pueblos cristianos por la prensa. La prensa no os dará ni siquiera un reflejo pálido. Lo que no dice la prensa lo digo yo, en representación de todos los católicos de mi país argentino que piensan como yo, y os admiran como yo, y esperan de vosotros todavía un gran ejemplo de fortaleza, que posiblemente la necesitamos todos en tiempos aciagos, que pueden hacer repetir lo que pasó aquí en nuestras naciones, o posiblemente hagan que el mundo se cuadre, como os habéis cuadrado aquí, para decir al mal: ¡¡basta!!” 32