1. Yasmina Rivero 2ºBach C
Existe una creencia a pensar que los canarios hablamos mal ¿Crees que utilizamos
la lengua castellana de forma incorrecta?
LA CHABOLA
(Cuento de Pedro Lezcano)
Este cuento titulado “La Chabola” pertenece al autor Pedro Lezcano, nacido en 1920 en
Madrid y fallecido en 2002 en la isla de Gran Canaria. Fue un hombre de letras que destacó en todos
los géneros: poesía, teatro, narrativa… Además, poseía una imprenta en la que se dedicaba a difundir
la literatura. Completa sus estudios en Madrid. Sin embargo, a los veintisiete años regresa a Gran
Canaria por segunda vez, donde su familia se había trasladado años antes. Destacó también en la
política e incluso, pasó de ser un ciudadano de izquierdas a convertirse en el Presidente del Cabildo
de la isla. Del mismo modo, en 1968 publica Cuentos sin geografía y otras narraciones, libro donde se
halla este cuento realista, ya que tiene la intención de plasmar lo que sucedió en la isla en torno a los
años 60.
En cuanto a las características del género literario, podemos afirmar que el narrador es
omnisciente, es decir, la obra es narrada en todo momento en tercera persona. Pedro Lezcano
describe lo que ocurre normalmente en la chabola, En otras palabras, relata aquello que experimentan
los protagonistas un día habitual de sus vidas sin incluirse nunca.
Por otro lado, vemos como en la obra aparecen dos tipos de personajes: en primer lugar, una
familia que representa a un grupo social frecuente en las islas. El autor la describe como una familia
que vive en una pobreza extrema y carece de cualquier atisbo de modernidad. Sin embargo, asume con
naturalidad las penurias que vive al no haber tenido en sus vidas otra realidad. Está compuesta por
Juan el Chinchorrero, su mujer, la abuela, impedida en una cama, y cuatro chiquillos. Juan, incluso,
llega a encontrarle humor a la mísera situación (“suele llamar la ONU a su chabola”). Al mismo tiempo,
nos encontramos con ese señor de extraño acento, representante de una sociedad moderna y curiosa,
que aparte de desconocida es incomprendida por la familia. De esta forma, Lezcano pretende
representar dos sectores sociales opuestos, tan diferentes que es imposible que puedan entenderse..
Por lo que se refiere al tiempo, el cuento refleja el atardecer de un día cualquiera en la
chabola de Juan el chinchorrero, La única novedad, es el lanzamiento del satélite por parte de los
americanos. En cuanto al tiempo en que está ambientada, podemos observar que se trata del
momento en el que su escritor está viviendo, los años 60.
Respecto al espacio, muestra una chabola precaria, donde sus habitantes pasan auténtica
necesidad. Se localiza en medio de cualquier playa. Eso sí, si tenemos en cuenta los datos que se
aporta en el cuento (“mareas del Pino”), podemos afirmar que se trata de una playa de Gran Canaria.
Igualmente, la estación espacial citada en el mismo, nos hace pensar que se trate exactamente del
sur de la isla.
Asimismo, nos encontramos ante un texto en el que el autor hace uso de un lenguaje sencillo,
aunque elaborado en todo momento, con el fin de ser comprendido por todos. Quizá el dato más
llamativo sea la abundante presencia de canarismos, esto es, expresiones canarias (“han echado otro
cohete”, “quién sabe qué rezados”, “mete ruido”, “papas nuevas”…) de los que Lezcano hace uso a
2. Yasmina Rivero 2ºBach C
pesar de no haber nacido en la isla. Llega incluso al empleo de vulgarismos para reproducir con mayor
realismo el habla de los personajes (“¿cuálo dijo que hiciéramos?”). No obstante, vemos que este
hecho no impide que encontremos una lengua muy cuidada y plagada de recursos literarios. Podemos
observar varios, sobre todo, en las partes descriptivas. Así vemos que al principio, cuando se
describe el anochecer en la playa, se hace uso de metáforas (“estrellas marinas color sangre”),
personificaciones (“sus hermanas celestes”) o comparaciones (“como sus hermanas celestes,
palidecerán quemadas por el sol de la mañana”). Del mismo modo, el texto está cargado de adjetivos
epítetos, tales como “silenciosa arena”, “multicolores hojalatas”, “múltiples idiomas”, “altas mareas
del Pino”). Especialmente llamativa es la delicadeza que pone Lezcano al describir ese atardecer, que
raya casi en lo idílico, con la crudeza de la descripción de la chabola (“Una sola pared de piedra seca”,
“Una luz de carburo zumba en el techo”, “el único colchón aislado con un plástico de invernadero”…).
De esta manera, el contraste entre el cielo y la realidad que encontramos en la tierra hacen que se
acentúe la crítica de la penuria que vive esta familia, que, como ya señalamos, representa a otras
muchas que viven una situación similar. Podemos concluir que el autor de forma intencionada combina
en un mismo tiempo, con acierto un lenguaje sencillo y costumbrista con otro elaborado y selecto.
Pedro Lezcano, madrileño de nacimiento, ha demostrado un tremendo respeto por la
modalidad canaria al llenar la obra de expresiones propias de las islas. En un intento por plasmar con
total realismo la realidad de la vida cotidiana de cierto sector de nuestra sociedad, el autor acerca
nuestra habla al mundo de la literatura. Desde luego, La chabola no sería tan realista si el autor se
hubiera alejado de nuestro entorno y hubiera prescindido de nuestro léxico.
Canario, andaluz, murciano, extremeño, gallego, vasco…, diferentes dialectos que
caracterizan a los hablantes de numerosas zonas de nuestro país y que son distinguidos por el acento,
la gramática y el léxico de los mismos. Todos ellos plasman las costumbres o la geografía propias de
sus respectivas regiones. Sin embargo, ¿existe una sola modalidad válida?
Hoy en día, la mayoría se siente orgullosa de representar sus orígenes y qué mejor modo de
hacerlo que expresándose con la fonética y el vocabulario con el que se crió. De ese modo se podrá
sentir más a gusto. Por esa razón, no es justo que muchos juzguen de antemano a quienes pertenecen
a una determinada zona por su forma de hablar, llegando incluso a tratarlos de ignorantes. No tienen
la obligación de decir: “unta más mahonesa”, cuando pueden decir: “échale más alioli”. Así pues,
¿significa esto que hablemos los canarios mal? Existe un tópico generalizado que afirma este hecho
ya que, probablemente, se hace extraño escuchar un acento tan distinto como el nuestro. La clave
está en conocer, puesto que es la única manera de comprender al otro. Estos tópicos, además, nos
afectan a los propios canarios y hemos terminado creyéndonoslos. Sin embargo, los canarios, a pesar
de nuestra aspiración de la “h”, de la “j”, de la ausencia de la “z” o del pronombre “vosotros”, usamos
con corrección la gramática, no caemos en ciertos errores sintácticos tan frecuentes en otras zonas,
como puede ser el laísmo.
Por eso mismo, no tenemos que avergonzarnos ni de nuestro acento ni de nuestro vocabulario.
Por el contrario, debemos conservarlo y llevarlo con orgullo, ya que es el mejor legado de nuestros
abuelos, quienes lo defendían con el simple hecho de emplearlo.