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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 22 
Las recetas de Cristo (Tercera parte) 
1
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Introducción 
Este es nuestro tercer y último fascículo sobre “las 
recetas de Cristo”. Si no ha leído los dos primeros, lo animo a 
hacerlo, ya que creo que es vitalmente importante que recibamos 
de Dios y su Palabra, y no del mundo, las recetas para los 
problemas y los desafíos que debemos enfrentar. Cuando no nos 
sentimos bien y necesitamos consultar a un médico, no vamos a 
ver a un abogado, ni siquiera a un dentista. Necesitamos un 
médico y buscamos un médico para conseguir la receta adecuada. 
La Palabra de Dios contiene “recetas” divinas para todos 
nosotros. En este tercer fascículo sobre las recetas de Cristo, 
vamos a estudiar las que Dios nos ofrece para recibir su 
dirección, para recuperar nuestra verdadera identidad, para 
manejar la ansiedad, para encontrar la verdadera paz, para 
aprender cómo orar y para ser obedientes a Dios. Ahora, abra su 
Biblia, y juntos encontraremos las recetas del Cristo vivo y 
resucitado, que es el verdadero Médico supremo. 
Mi oración es que los programas del Instituto Bíblico del 
Aire y este fascículo hagan que usted se interne en la Palabra 
de Dios y que ella se interne en usted, ya que es en su Palabra 
donde podemos encontrar las recetas de Dios que nos guiarán a 
toda verdad. 
2
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Capítulo 1 
La receta para recibir la dirección de Dios 
En los casi cincuenta años que llevo sirviendo como pastor, 
la pregunta que más veces me han formulado es: “Pastor, ¿cómo 
puedo conocer la voluntad de Dios?”. Algunas veces, esta 
pregunta estaba relacionada con una decisión crucial que la 
persona debía tomar, y otras, la cuestión era: “¿Cómo puedo 
conocer la voluntad de Dios para mi vida?”. 
Al responder estas preguntas, muchas veces, durante muchos 
años, he identificado doce pasos que debemos seguir cuando 
necesitamos conocer la voluntad de Dios. No son una fórmula 
precisa que nos lleve clara e inmediatamente a la voluntad de 
Dios, pero sí presentan ciertos temas básicos que deberíamos 
tener en cuenta cuando tratamos de alinear nuestra voluntad con 
la de Dios. 
En la Biblia, la primera vez que Dios habla con el hombre 
caído, le formula una pregunta: “¿Dónde estás?”. La segunda vez 
que Dios le habla al hombre caído, le formula otra pregunta: 
“¿Quién te enseñó?”. La primera pregunta implica que debemos 
estar en un lugar y que no siempre estamos donde deberíamos 
estar. Según la segunda pregunta, Dios nos dice: “¿A quién 
escuchas?” y nos dice dónde estamos con relación a dónde 
deberíamos estar. Esto significa que la dirección de Dios es una 
de las primeras verdades que Él comparte con nosotros en la 
Biblia. 
Estas dos preguntas del tercer capítulo de la Biblia son la 
receta original para recibir la dirección de Dios, ya que Él 
desea que comprendamos la dirección divina como la prescribe 
hoy. Cuando sabemos dónde estamos y dónde deberíamos estar 
espiritualmente, debemos darnos cuenta de que no recibimos esa 
3
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
información de un ser humano; esa dirección espiritual proviene 
de Dios. 
En la Biblia, la forma hebrea de esta segunda pregunta es, 
literalmente: “¿Quién te hizo saber...?” Cuando nos damos cuenta 
de que Dios nos hace saber dónde estamos y dónde deberíamos 
estar, quizá la mejor forma de explicarlo a los demás no sea 
diciendo “Me lo dijo Dios”. Quizá nos resulte más fácil citar 
esta verdad con mayor exactitud, diciendo “Dios me ha mostrado 
que no estoy donde debería estar a esta altura de mi vida”. 
Se cuenta la historia de un almirante de la Armada de los 
Estados Unidos que, en medio de una tormenta, mientras estaba en 
el puente de su buque insignia, recibió el siguiente mensaje: 
“Almirante, hemos captado una señal en el radar y vamos en rumbo 
directo a una colisión. ¿Qué aconseja hacer?”. El almirante 
respondió: “Envíe este mensaje: ‘Si continúan en esta ruta, 
chocarán contra nosotros. Por favor, modifiquen su curso quince 
grados al norte”. 
Unos minutos después, informaron al almirante que se había 
recibido este mensaje: “Afirmativo. Estamos en ruta de colisión 
con ustedes. Por favor, modifiquen su curso quince grados al 
sur”. El almirante ordenó que se respondiera de la siguiente 
forma: “Habla el almirante Peter W. Jonson, de la Armada de los 
Estados Unidos. Los insto a que modifiquen urgentemente su curso 
quince grados al norte”. 
Ante lo cual recibió la siguiente respuesta: “Habla el 
marinero de primera clase Willard P. Sawyer, del Servicio de 
Guardacostas de los Estados Unidos. Lo insto a que modifique 
urgentemente su curso quince grados al sur”. 
Cuando el almirante recibió esta respuesta, visiblemente 
molesto, dictó este mensaje: “Le ordeno que modifique su curso 
quince grados al norte. Por favor, envíe acuse de recibo. Tenga 
en cuenta que soy un almirante de la Armada de los Estados 
4
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Unidos y le imparto esta orden desde mi buque insignia”. 
Después de una breve pausa, le respondieron con este 
mensaje: “Le recomiendo que modifique urgentemente su curso 
quince grados al sur. Por favor, envíe acuso de recibo. ¡Tenga 
en cuenta que soy un marinero de primera clase del Servicio 
Guardacostas de los Estados Unidos y estoy de guardia en un 
faro!”. 
Cuando nuestro omnipotente Dios nos hace saber dónde 
estamos y dónde deberíamos estar, nunca debemos dudar sobre 
quién debe modificar su curso. Debemos someternos a su dirección 
cuando Él nos hace saber dónde desea que estemos cada día. 
La voluntad de Dios acerca de nuestro carácter 
En un sentido muy real, la voluntad de Dios para todos los 
discípulos de Jesucristo es que apliquemos a nuestras vidas la 
esencia de los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte. El 
apóstol Pablo destacó esa dimensión de la voluntad de Dios 
cuando escribió a los tesalonicenses: “Pues la voluntad de Dios 
es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). 
Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí, no traía en sus manos 
“Las Diez Sugerencias”. Los Diez Mandamientos representan la 
voluntad de Dios para el carácter de su pueblo. El Sermón del 
Monte es el pináculo de la revelación de Dios con relación al 
carácter de cada discípulo de Jesucristo. En cierto sentido, 
toda la Biblia fue escrita porque es voluntad de un Dios santo 
que todo hombre y toda mujer de Dios sean perfectos en carácter 
y estén enteramente preparados para toda buena obra que Dios 
quiere que realicen (2 Timoteo 3:16,17). 
Es importante que comprendamos que los Diez Mandamientos y 
el Sermón del Monte no nos dicen que, para ser salvos, debemos 
tener el carácter que ellos nos presentan. Estas enseñanzas de 
Jesús y los mandamientos de Moisés nos son dados por Dios para 
5
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
que sepamos cómo deben vivir las personas que han sido salvadas, 
porque son el auténtico pueblo de Dios. En ese sentido, podemos 
decir que la voluntad de Dios para el carácter de todo el pueblo 
de Dios es la misma. 
La voluntad de Dios para nuestra ocupación 
David escribe que los pasos de la persona que teme a Dios 
son ordenados por Él (Salmos 37:23). También nos dice que, antes 
que él existiera, Dios ya tenía prefijado cada día de su vida 
(Salmos 139:16). Además, nos dice, en el Salmo del Pastor, que 
Dios está con él, va delante de él y lo sigue de tal manera que 
le es imposible escapar del interés personal de su Pastor en 
cada uno de sus movimientos (Salmo 23). 
Esta intimidad con Dios, obviamente, no tiene por qué ser 
solo una experiencia de David, sino que puede y debería ser la 
experiencia de todo hijo de Dios. “Cada vez que un gorrioncito 
cae muerto de un árbol, Dios va al funeral”. Así parafrasea un 
evangelista de otra generación la enseñanza de Jesús de que ni 
siquiera un pajarillo cae de un árbol fuera de la voluntad de 
Dios (Mateo 10:29). 
La aplicación que hace Jesús de esta enseñanza es que, dado 
que dos pajarillos se venden por unas monedas, y nosotros 
tenemos muchísimo más valor para Dios que un pajarillo, si Dios 
tiene una voluntad específica con respecto a los detalles de la 
vida y la muerte de un pajarillo, podemos estar seguros de que 
tiene una voluntad específica con respecto a cada detalle de 
nuestras vidas. 
En esta enseñanza acerca del pajarillo, Jesús confirma la 
revelación de David sobre un Dios personal que se preocupa aun 
por los detalles más pequeños de nuestra vida, tiene planeado 
cada uno de nuestros días y dirige nuestros pasos. Y refuerza 
ese énfasis cuando nos dice, en el mismo pasaje, que a Dios le 
6
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
importa la cantidad de cabellos que tenemos en nuestra cabeza 
(Mateo 10:30). 
El apóstol Pablo obviamente concordaba con Jesús y David 
cuando escribió que, aun cuando las buenas obras no pueden 
salvarnos, somos salvados para hacer las buenas obras que Dios, 
en su providencia, ya ha determinado que haremos para Él 
(Efesios 2:10). Escribe que, desde el momento en que se 
convirtió, cuando iba camino a Damasco, su magnífica obsesión 
fue asir el propósito por el cual él había sido asido por Cristo 
Jesús (Filipenses 3:12). Y también nos exhorta: “Cambien su 
manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y 
lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es 
bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Romanos 12:1,2 – 
Dios habla hoy). 
He observado que, por encima de esto, en los primeros 
versículos de la Biblia, Moisés nos dice que hay un lugar donde 
Dios desea que estemos, y que Él nos hará saber cuando estemos 
en ese lugar y cuando no estemos en ese lugar. Cuando ponderamos 
estos valores que declararon Jesús, Moisés, David y Pablo, debe 
bendecirnos en gran manera saber que nuestro Dios es un Dios 
personal, y que se ocupa personalmente de nosotros como 
individuos. Según estos canales de inspirada revelación, Dios 
tiene contados los cabellos de nuestra cabeza, ordena nuestros 
pasos, predetermina nuestros días y tiene su voluntad con 
respecto de cómo debe ser nuestro carácter, nuestra carrera y 
cada decisión importante que tomemos mientras vivimos para Él en 
este mundo. 
7
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Primer paso 
Crea que Dios tiene una voluntad para su vida 
Un buen punto de partida para comenzar a buscar la voluntad 
de Dios para nuestra vida es creer que existe una voluntad de 
Dios para nuestra vida. El hecho de que hay más de sesenta mil 
millones de dedos en el mundo, y que entre ellos no haya dos 
iguales, sugiere que Dios tiene un plan único para cada uno de 
nosotros. Hoy en día, el ADN constituye una prueba aún más 
elocuente que las huellas digitales en cuanto al milagro de que 
cada uno de nosotros es único y de que Dios tiene un plan único 
para cada uno de nosotros como individuos. 
Aun en el caso de la salvación, no recibimos ese plan 
automáticamente. Uno de los resultados y propósitos de nuestra 
salvación es que recuperemos la voluntad de Dios para nuestra 
vida. Mi oración es que estos doce pasos que voy a compartir con 
usted lo guíen hacia esa buena voluntad de Dios, agradable y 
perfecta, para su propia vida personal. El primer paso de esa 
recuperación es creer que Dios tiene ese plan personal para 
usted y para mí. 
Segundo paso 
Esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios 
Este segundo paso es el más importante de los doce que 
quiero compartir con usted: Esté dispuesto a hacer la voluntad 
de Dios. Cuando Jesús les enseñó a orar a sus discípulos, les 
dijo que oraran así: “Hágase tu voluntad”. Cuando oró en el 
huerto, la noche antes de ser crucificado, les demostró a sus 
discípulos cómo debían orar cuando sudó con grandes gotas de 
sangre y rogó: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mateo 
6:10; 26:39; Lucas 22:42-44). 
8
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Al darnos un principio que nos muestra cómo podemos saber 
que su enseñanza es la enseñanza de Dios, Jesús también nos dio 
un principio que se aplica cuando deseamos conocer la voluntad 
de Dios. Este principio es, simplemente: “El que quiera hacer la 
voluntad de Dios, conocerá...” (Juan 7:17). Estas pocas palabras 
de Jesús ponen en nuestra mano una llave que puede abrir la 
voluntad de Dios para nuestra vida. 
Según el apóstol Pablo, conocer la voluntad de Dios para 
nuestra vida no tiene por qué ser difícil o complejo. Dios no 
complica ni oculta deliberadamente su voluntad. La dificultad no 
está en la voluntad de Dios, sino en la voluntad de usted y la 
mía. Cuando Pablo nos dice cómo podemos conocer la “buena 
voluntad de Dios, agradable y perfecta”, comienza su receta para 
conocer la voluntad de Dios diciendo que reconozcamos nuestra 
incapacidad y rindamos incondicionalmente nuestra voluntad a la 
de Dios. Dice: “Os ruego [...], que presentéis vuestros cuerpos 
en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1,2). 
El hecho de que nos rindamos incondicionalmente a Dios 
simplificará nuestra lucha por conocer su voluntad. Por medio de 
la observación, de la experiencia y del estudio de las 
Escrituras, he llegado a la conclusión de que el obstáculo mayor 
para conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no es la 
voluntad de Dios, sino nuestra propia voluntad. Dios no revela 
su voluntad a personas que se niegan a cumplirla. 
Tercer paso 
Esté abierto a lo que pueda ser la voluntad de Dios 
Una mujer, una vez, le pidió a su pastor que no la 
confundiera con pasajes bíblicos, ¡porque ella ya había decidido 
lo que iba a hacer! Un hombre que gana enormes sumas de dinero 
como asesor me dijo hace poco que la mayoría de las veces, 
9
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
cuando le pagan esos abultados honorarios, sus clientes no 
quieren, en realidad, que los asesore sobre el tema por el cual 
lo consultan. Solo quieren que confirme lo que ellos ya han 
decidido hacer. 
Muchas veces, no llegamos a conocer la voluntad de Dios, 
porque cuando nos acercamos a Él “buscando su voluntad”, tenemos 
nuestros propios planes en mente. Si nuestra mente está dura 
como una piedra cuando preguntamos acerca de su voluntad, en 
realidad, no estamos buscando la voluntad de Dios. Simplemente 
le estamos pidiendo que dé su bendición a nuestra voluntad, 
nuestros planes y la dirección que ya hemos decidido seguir. 
Cuarto paso 
La Palabra de Dios 
Isaías nos dice que hay una enorme diferencia entre los 
pensamientos y los caminos de Dios, y la forma en que nosotros 
pensamos y hacemos las cosas; tanta como la distancia entre los 
cielos y la tierra. La filosofía de ministerio de Isaías era 
predicar la Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios alinea 
nuestros pensamientos con los pensamientos de Dios, nuestros 
caminos con los caminos de Dios y nuestra voluntad con la 
voluntad de Dios (Isaías 55:9-11). 
Este gran príncipe de los profetas está diciéndonos, en 
realidad, por qué él predica la Palabra de Dios. Según Isaías, 
si el pueblo de Dios desea sinceramente conocer la voluntad de 
Dios, que no piensa ni actúa como ellos, simplemente, lo que 
deben hacer es pasar mucho tiempo en su Palabra. 
En cierta ocasión escuché a Billy Graham contar que, una 
vez, antes de ser tan famoso como es en la actualidad, subió a 
un avión y, al ver a un viejo amigo pastor que ya estaba 
sentado, leyendo su Biblia, lo saludó. El viejo pastor no le 
10
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
prestó la más mínima atención. Cuando ya hacía una hora que 
estaban en vuelo, este hombre fue adonde Billy estaba sentado, 
lo saludó con gran entusiasmo y se disculpó por no haberlo 
saludado antes. Le dijo: “Cuando yo oro, estoy hablando con 
Dios; pero, cuando abro la Palabra de Dios, Él me habla a mí. 
Cuando tú me saludaste, Él me estaba hablando, y yo no podía 
interrumpir a Dios para saludar a Billy Graham.” 
Tomás de Kempis abría su Biblia cada mañana orando de esta 
manera: “Que se acallen todas las voces. Háblame, Señor, habla 
solo tú”. Si queremos conocer sinceramente la voluntad de Dios, 
debemos poder escucharlo. Cuando abrimos la Palabra de Dios, 
deberíamos pedirle que Él nos hable. Por eso debemos pasar 
tiempo en la Palabra de Dios cuando estamos buscando conocer su 
voluntad. 
Quinto paso 
Oración 
Cuando necesitamos conocer cuál es la voluntad de otro ser 
humano, ¿cuál es el primer paso que debemos dar? Nuestro primer 
pensamiento es, generalmente, que debemos reunirnos con esa 
persona y conversar con ella. Cuando un hombre está enamorado y 
decide casarse con una mujer, su primera idea es reunirse con 
ella para tener una conversación. Cuando tratamos de conocer la 
voluntad de Dios, nuestro primer pensamiento debería ser 
reunirnos con Él para conversar. 
Toda buena conversación tiene dos dimensiones. La persona 
que realmente sabe conversar sabe que la dimensión más 
importante de una conversación es cuando la otra persona habla. 
Estas dos dimensiones diferentes de la conversación deben darse 
cuando oramos y cuando abrimos la Palabra de Dios. Si usted no 
sabe orar, piense en la oración como un simple encuentro con 
11
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Dios para conversar con Él. Cuando oramos, la dimensión más 
importante de esa conversación es, obviamente, no cuando 
nosotros le hablamos a Él, sino cuando Dios nos habla a 
nosotros. 
Los apóstoles, sincera y humildemente, le pidieron a Jesús 
que les enseñara a orar. En respuesta a su espontánea confesión 
y a su pedido, Jesús les dio el Padrenuestro (Lucas 11:1-5; 
Mateo 6:8-14). Esa oración era, al mismo tiempo, una instrucción 
sobre cómo debían orar. Cuando usted ore, use el Padrenuestro 
como instrucción para guiarlo en su conversación con Dios. 
Después, abra su Biblia y pida a Dios que le hable. 
Al darnos esta guía para la conversación con Dios, Cristo 
no quiso decir que debíamos repetirla una y otra vez, pensando 
que a Dios le agradarían las muchas repeticiones. Jesús dio aquí 
una instrucción que nos muestra claramente que no era esa su 
intención. Además, creo que es importante observar otra 
instrucción que Jesús nos dio con respecto a cómo no debemos 
orar. Hay personas que creen que si repiten una oración, 
recitando el mismo ruego vez tras vez, tienen más posibilidades 
de que Dios las escuche y responda. 
Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar, les dijo: 
“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que 
piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, 
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas 
tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:7,8). 
Sexto paso 
Examine sus motivos 
¿Quiere usted conocer la voluntad de Dios para su vida por 
lo que podría obtener de beneficio usted mismo, o por lo que 
12
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
podría ser beneficioso para Dios? Los motivos son algo muy 
importante para Dios. Su Palabra relaciona nuestros motivos con 
nuestro corazón, y la Biblia nos dice que –por sobre todas las 
cosas- nuestro corazón es engañoso. Jeremías nos dice que 
nuestro corazón es tan engañoso que solo Dios puede conocerlo 
(Jeremías 17:9,10). El apóstol Pablo escribe que nuestras obras 
serán juzgadas solo después que Dios haya expuesto los motivos 
ocultos de nuestro corazón (1 Corintios 4:5). 
Al enfrentar la cruz, Jesús dijo: “Mi corazón está 
angustiado y ¿qué diré? ¿‘Padre, sálvame de esta hora’? No; fue 
precisamente por esa razón que llegué a esta hora. ‘¡Padre, 
glorifica tu nombre!’”. Leemos que, entonces, la voz del cielo 
habló y dijo, básicamente: “Ya he glorificado mi nombre a través 
de tu vida, y lo glorificaré otra vez”. 
Basándose en este pasaje, un hombre muy piadoso escribió 
que todos deberíamos orar de esta manera: “Padre, glorifícate y 
envíame la factura. Haz cualquier cosa, Padre... ¡pero 
glorifícate a ti mismo!”. Estas palabras de Jesús, y la 
paráfrasis de las palabras que he citado, describen la 
motivación que todos deberíamos tener para querer conocer la 
voluntad de Dios. 
¿Queremos conocer la voluntad de Dios para la gloria de 
Dios, o para nuestra propia gloria y beneficio? La respuesta que 
demos a esa pregunta será muy importante para Dios cuando 
nuestras obras sean evaluadas ante el tribunal de Cristo. Es muy 
importante, por lo tanto, que la motivación de nuestro corazón 
sea glorificar a Dios cuando buscamos conocer su voluntad en 
nuestra vida diaria. 
13
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Séptimo paso 
Evalúe sus dones 
Según Pablo, si deseamos sinceramente conocer la voluntad 
de Dios, una vez que nos hayamos rendido incondicionalmente a su 
voluntad, hayamos sido transformados por medio de la renovación 
de nuestro entendimiento y hayamos decidido que el mundo no va a 
forzarnos a conformarnos a sus pautas, debemos descubrir 
nuestros dones espirituales. Después, debemos ofrecer esos dones 
a Dios como un sacrificio vivo (Romanos 12:1-8). Esta disciplina 
espiritual nos llevará al centro de la voluntad de Dios. 
Un mentor que yo tenía hace mucho tiempo solía decir: 
“Tendría que ser obvio que Dios no ha llamado a un hombre que 
tiene una sola pierna a ser un corredor olímpico”. Una vez que 
hemos hecho el inventario de nuestros dones naturales y 
espirituales, como fieles administradores, debemos aceptar 
nuestras limitaciones y también aceptar la responsabilidad por 
las capacidades que tenemos. 
Juan el Bautista es un buen ejemplo de un hombre que 
practicaba estas dos disciplinas espirituales. Juan sabía quién 
era y sabía quién no era. Dijo que era: “Voz del que clama en el 
desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas” 
(Marcos 1:3). Así manifestó quién era él, lo que era, y dónde 
debía estar. Él sabía que su vida era demasiado preciosa como 
para ser algo menos que una voz que clamaba en el desierto. Y 
también sabía quién no era (Juan 3:27-36, Marcos 1:7,8). 
He conocido a creyentes que sufrieron muchos dolores 
innecesarios por no querer aceptar sus limitaciones. Pero cuando 
seamos evaluados ante el tribunal de Cristo, la mayoría de 
nosotros sufriremos una agónica falta por no haber aceptado la 
responsabilidad por las capacidades que tenemos. Como el siervo 
inútil de la Parábola de los Talentos, creemos que no tenemos 
14
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
dones y enterramos los talentos que nos han sido dados (Mateo 
25:14-30). 
Un inventario de dones espirituales 
He visto muchos creyentes que están frustrados, ya sea 
porque no conocen sus dones espirituales, o porque no los están 
ejercitando. La siguiente es una buena guía para hacer un 
inventario de los dones espirituales que nos han sido dados por 
el Espíritu Santo. 
1. Familiarícese con las descripciones bíblicas de los 
dones espirituales. Hay aproximadamente veinte o veintiún dones 
espirituales que se mencionan en el Nuevo Testamento. 
Personalmente, no creo que los escritores de estos pasajes hayan 
tenido la intención de hacer una lista exhaustiva de los dones 
espirituales. Mi idea es que su intención, cada vez que enumeran 
y describen una serie de dones espirituales, es darlos como 
ejemplo. 
2. Crea que usted tiene dones. El duodécimo capítulo de 1 
Corintios es el más importante del Nuevo Testamento con respecto 
del tema de los dones espirituales. Cuando estudie este 
capítulo, observe cómo se hace énfasis en la palabra “todos”. 
Cuando uno resume este gran capítulo, debe llegar a la 
conclusión de que todos los creyentes nacidos de nuevo tienen 
dones espirituales. 
3. Considere en qué áreas usted es efectivo y fructífero en 
su iglesia local. Todos los dones del Espíritu son dados para 
edificar, bendecir, desafiar, instruir, equipar, alentar e 
inspirar a otros miembros de la iglesia. Por lo tanto, su 
iglesia local es el lugar donde usted puede descubrir, 
identificar, ejercer y desarrollar su conjunto de dones 
espirituales. 
4. Haga la distinción entre las capacidades naturales y los 
15
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
dones espirituales. Sus capacidades naturales son el conjunto de 
dones y talentos que usted ha heredado en virtud de su 
nacimiento físico y su herencia genética. 
En cierto sentido, estos dones se convierten en dones 
espirituales cuando son consagrados a Dios. Por ejemplo: Si 
alguien tiene una hermosa voz para cantar, y dedica y utiliza 
esa voz para glorificar a Dios y adorarlo, su talento natural se 
convierte en un don espiritual. 
Usted ha heredado su conjunto de dones espirituales en 
virtud de su nacimiento espiritual. Cuando el Espíritu Santo 
viene a habitar en nosotros, trae con Él un conjunto de dones 
espirituales que no estaban en nuestra vida antes que naciéramos 
de nuevo (1 Corintios 12). 
5. Espere que otros miembros de su iglesia lo ayuden a 
identificar sus dones espirituales. Mida el impacto de sus dones 
espirituales sobre aquellos para los que estos dones fueron 
dados. Si hay personas que llegan a la fe y se hacen miembros de 
la iglesia cuando usted les comparte el evangelio, usted tiene 
el don de evangelismo. Si la gente entiende cuando usted explica 
verdades espirituales, usted tiene el don de enseñanza. Uno de 
los roles más importantes de la iglesia local es ayudar a los 
creyentes a identificar, reconocer, ejercitar y desarrollar sus 
dones espirituales. 
6. Busque oportunidades de experimentar cuando sospeche que 
tiene algún don o ministerio. ¿Cómo sabrá si tiene o no el don 
de la enseñanza si no tiene la fe y la valentía de tratar de 
enseñar en una clase de Escuela Dominical o un grupo pequeño de 
estudio bíblico? 
7. Dese tiempo para desarrollar los dones espirituales que 
cree que el Espíritu Santo le ha dado. Una experiencia negativa 
al tratar de enseñar en un estudio bíblico no significa que 
usted no tenga el don de la enseñanza. 
16
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
8. Realice un culto de consagración y dedique sinceramente 
sus dones espirituales a Dios, quien se los dio, quien es el 
poder detrás de esos dones, y cuya gloria es el propósito de 
todos ellos. 
Octavo paso 
Busque un patrón 
Dado que nuestro Dios es un Dios de orden, y que puede 
verse su huella distintiva en el extraordinario diseño de su 
creación, es de esperar que veamos orden y diseño en la forma en 
que Él nos revela su voluntad para nuestra vida. 
En el Libro de los Hechos, leemos que el apóstol Pedro tuvo 
una visión de una sábana donde había muchos animales que la ley 
de Moisés no permitía que un judío devoto comiera (Hechos 10). 
A Pedro se le dijo tres veces que matara y comiera, y cada una 
de esas tres veces, se negó. Entonces oyó que alguien golpeaba a 
la puerta. El Espíritu le dijo que fuera con los hombres que 
venían a buscarlo, sin hacer preguntas al respecto. Pedro pronto 
se dio cuenta de que esos hombres no solo eran gentiles, sino 
que eran siervos de un centurión del ejército romano que había 
conquistado y ocupado con crueldad la tierra de Israel. 
Pedro no pensó que esta serie de hechos fuera una serie de 
coincidencias, sino que la consideró como un patrón de dirección 
divina. La experiencia de Pedro reveló, finalmente, la gloriosa 
realidad de que Jesucristo no era solo para los judíos, sino 
para todas las personas de todos los países de la tierra. 
El Libro de los Hechos nos cuenta una historia similar 
sobre el evangelista Felipe, que estaba realizando una cruzada 
evangelística muy exitosa en Samaria, cuando el Espíritu lo guió 
a que fuera al desierto de Gaza (Hechos 8). Aunque los 
17
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
evangelistas generalmente van a los centros más poblados, Felipe 
obedeció la dirección del Espíritu. 
Cuando obedeció al Espíritu Santo, Felipe se encontró con 
el tesorero de Etiopía, que estaba cruzando el desierto en un 
carro. Felipe fue invitado a subir al carro del etíope y pudo 
llevar a este político africano a Cristo y bautizarlo. 
La historia de la Iglesia nos dice que en el norte de 
África se plantó una iglesia fuerte gracias a la conversión de 
este político etíope. A través de ese etíope, el Espíritu Santo 
llevó más personas a Cristo en África que las que Felipe podría 
haber alcanzado en Samaria. ¿Cree usted que Felipe pensaba que 
toda esta situación era una serie de coincidencias, o un patrón 
de dirección divina? 
Estos son dos de los muchos, muchos relatos bíblicos que 
nos muestran patrones de dirección divina. Cuando usted intente 
encontrar la voluntad de Dios, busque estos patrones. Quizá no 
sean tan extraordinarios ni obviamente sobrenaturales como los 
que hemos visto, pero habrá evidencias del gran milagro de que 
Dios nos guía siguiendo un patrón. Por lo tanto, cuando trate de 
conocer la voluntad de Dios, busque un patrón. 
Noveno paso 
Busque una confirmación 
Hay momentos en que, cuando deseamos conocer la voluntad de 
Dios, debemos buscar una confirmación. En nuestros viajes de fe, 
muchas veces llegamos a una encrucijada en que simplemente no 
sabemos cuál es la voluntad de Dios. Por cierto, no hay ningún 
versículo de las Escrituras que nos diga que vayamos para la 
derecha o para la izquierda cuando no tenemos una indicación ni 
la dirección del Espíritu. Nos esforzamos por tomar la decisión 
correcta, reconociendo, al mismo tiempo, que simplemente no 
18
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
sabemos qué camino tomar. Habiendo hecho todo lo que esté a 
nuestro alcance para discernir la voluntad de Dios, elegimos un 
camino u otro. 
Aunque no haya un versículo que nos diga qué camino debemos 
tomar, sí hay un versículo bíblico que nos da un principio que 
puede sernos muy útil cuando nos encontramos en estas 
encrucijadas. Una traducción de este versículo, que se encuentra 
en Salmos, es: “El SEÑOR afirma los pasos del hombre” (Salmos 
37:23, Nueva Versión Internacional). Esto significa que algunas 
veces, debemos avanzar hacia lo que entendemos que es la 
voluntad de Dios, mientras oramos y buscamos una confirmación. 
La confirmación puede ser positiva o negativa. Si todo sale 
bien y la dirección que hemos elegido tiene, obviamente, el 
sello de aprobación de Dios, podemos decir que Dios nos ha dado 
una confirmación positiva de su voluntad. Tenemos la convicción 
de que Dios nos está diciendo: “Este es el camino, andad por él” 
(Isaías 30:21). Después de comprometernos a seguir una 
dirección, vemos pruebas de que el Cristo vivo ha ido delante de 
nosotros y nos ha preparado el camino (Juan 10:4). 
Algunas veces, la confirmación es negativa, y los 
resultados son lo opuesto de lo que acabo de describir. Cuando 
esto sucede, debemos ser suficientemente humildes como para 
retroceder hasta esa encrucijada y elegir la otra dirección. 
Décimo paso 
Espere en el Señor 
Dios no tiene prisa. Muchas veces no vemos la dirección de 
Dios porque estamos corriendo mucho más adelante, haciéndole 
señas frenéticas al Señor para que nos alcance y nos siga en el 
plan que tenemos para nuestra vida. Por eso es que la expresión 
“Espera en Jehová” es tan frecuente en la Palabra de Dios. 
19
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Se necesita más fe para esperar que para actuar. La receta 
de Dios para guiar a personalidades como la de Jacob es esperar 
en el Señor. Jacob no llegaba a ver la voluntad de Dios para su 
vida, porque siempre estaba corriendo delante de Él. 
Lea la historia de Jacob en Génesis, capítulos 25 al 32, y 
el comentario de Pablo sobre esa historia en el noveno capítulo 
de Romanos. Cuando lea cómo Dios hizo que Jacob cojeara para 
poder coronarlo con la bendición de su voluntad, verá una gran 
ilustración de lo que significa esperar en el Señor. Cuando un 
hombre devoto está cojo, ¿qué otra cosa puede hacer, más que 
esperar en el Señor? 
En el Libro de Salmos, encontramos la palabra Selah en 
setenta y tres lugares. Una traducción moderna de esa palabra 
es: ‘Haz una pausa y piensa calmadamente en esto’. Dios coloca 
frecuentemente sus “Selah” en nuestra vida mientras nos guía en 
nuestros viajes de fe. Él tiene sus propias y muy buenas razones 
para hacer que nos detengamos y esperemos. Quizá desee que 
hagamos una pausa para reflexionar con calma sobre nuestras 
prioridades, los objetivos de nuestra misión y otros temas, 
mientras experimentamos su voluntad para nuestra vida. 
Cuando encontramos uno de los “Selah” del Señor, debemos 
preguntar siempre qué es lo que Dios quiere que nos detengamos a 
pensar en calma. Y nunca debemos poner un signo de pregunta 
cuando Dios pone un punto en nuestro viaje de fe. Recordemos que 
Dios quizá esté usando esta pausa en nuestros planes para 
prepararnos para cosas mayores en sus planes (ver la vida de 
José en Génesis 39 – 41). 
20
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Undécimo paso 
Avance 
La Biblia está llena de paradojas. Una paradoja es algo que 
aparenta ser una contradicción, pero cuando uno lo examina más 
de cerca, descubre que, en realidad, no hay tal contradicción. 
Hay veces en que una paradoja no es una contradicción, porque 
las dos proposiciones que afirma la paradoja son ciertas. Puede 
ser que la contradicción entre las proposiciones aparentemente 
contradictorias se resuelva cuando uno comprende que no se trata 
de “esto o aquello”, sino de “esto y aquello”. La paradoja suele 
resolverse cuando comprendemos que algunas veces es de una 
manera y otras veces, de otra. 
Podemos llegar a no alcanzar la voluntad de Dios cuando 
nosotros tenemos prisa, y Dios, no. Cuando esto sucede, debemos 
esperar en el Señor. Hay otros momentos en que no alcanzamos la 
voluntad de Dios porque nos quedamos en una postura apática, 
indecisa, falta de fe y de valentía, y el Señor continúa su 
camino sin nosotros. Estos dos conceptos aparentemente opuestos, 
en realidad, no son contradictorios. No se trata de que uno u 
otro sea cierto, sino de que ambos lo son. La verdad es que, 
algunas veces, necesitamos esperar en el Señor; y otras veces 
debemos avanzar. 
Tenemos un adversario que no desea nuestro bien. Su primera 
estrategia es hacernos debiluchos espirituales, apáticos, 
indecisos y perezosos, que se pierden la voluntad de Dios, 
porque no tienen la fe, la valentía y la disciplina necesarias 
para seguir la dirección del Señor. Si eso falla, él tratará de 
convertirnos en adictos al trabajo, obsesivos y compulsivos, que 
no ven la voluntad de Dios porque están afanándose por asir 
aquellas cosas que están fuera de su alcance y no son la 
21
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
voluntad de Dios para sus vidas; es decir, personas que corren 
muy por delante del Señor. 
Obviamente, todos necesitamos un equilibrio entre estos dos 
extremos que nos hace madurar para llegar a ser siervos del 
Señor que pueden discernir y poner en práctica su voluntad. 
Duodécimo paso 
Busque consejo espiritual 
Hay una afirmación que aparece dos veces en el Libro de 
Proverbios. Dice: “En la multitud de consejeros hay seguridad” 
(Proverbios 24:6; 11:14). Este proverbio de los sabios no 
significa que debemos consultar a una multitud de consejeros 
cuando llegamos a esa encrucijada en el camino que he mencionado 
varias veces. Eso sería muy confuso, ya que una multitud de 
consejeros nos darán una multitud de opiniones con relación a la 
difícil decisión que debemos tomar. 
Los sabios que escribieron el Libro de Proverbios, al hacer 
estas dos afirmaciones, enseñaron dos verdades básicas. En una 
de ellas nos dicen que cuando dos naciones van a la guerra entre 
sí, la nación que tiene una multitud de consejeros tiene más 
probabilidades de ganar la guerra. En la otra, dicen que, cuando 
llegamos a esa encrucijada en nuestras vidas en que debemos 
elegir qué camino tomar, si hemos tenido una multitud de buenos 
consejeros a lo largo de nuestra vida, es decir, si hemos tenido 
una buena educación espiritual, estaremos capacitados para tomar 
nuestra difícil decisión. 
En la profecía de Isaías hay un hermoso pasaje que nos 
presenta y describe uno de los beneficios de una buena educación 
espiritual. Isaías nos dice que si hemos tenido una multitud de 
buenos consejeros espirituales en nuestra vida, cuando lleguemos 
a esa encrucijada, escucharemos las voces de esos consejeros 
22
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
diciéndonos: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la 
mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 
30:20,21). 
Hoy, al repasar las bendiciones que el Señor me ha dado, 
estoy muy agradecido porque, en mi viaje de fe, he tenido 
mentores extraordinarios que me han guiado y me han dado 
consejos muy sabios en encrucijadas fundamentales en mi vida y 
mi ministerio. 
Hay momentos en que no es fácil discernir cuál es la 
voluntad de Dios para nuestra vida, que es el propósito en 
tiempo presente de nuestra salvación. Por lo tanto, es sabio que 
busquemos el consejo de creyentes maduros que han buscado y 
hallado la voluntad de Dios durante muchos años. 
La iglesia se mueve por este mundo como una flota de 
barcos, en perfecta formación, sincronizada sobrenaturalmente 
por el Espíritu Santo. El Cristo vivo y resucitado es como el 
“Buque insignia” –el buque comandante- en el centro de la flota, 
que envía señales a las demás naves constantemente. Si usted 
tiene la mirada puesta en el “Buque insignia” y recibe las 
señales de Él, estará dentro de la formación y será parte de su 
gran obra en este mundo. Pero si no tiene los ojos puestos en el 
Buque insignia y no ve sus señales, la obra de Cristo seguirá 
sin usted, mientras usted anda a la deriva, destruyéndose, sin 
poder ser jamás una parte sincronizada de su magnífica flota. 
Las personas que se destacan como siervos de Cristo no son 
excepcionales porque jamás dejen pasar una señal. Pero los 
grandes siervos de Cristo que Dios usa hoy y ha usado a lo largo 
de la historia de la Iglesia siempre han sido hombres y mujeres 
que no recibían sus señales de la cultura que los rodeaba. Son, 
y siempre han sido, siervos del Señor que tenían sus ojos fijos 
en el “Buque insignia” y recibían sus señales del Cristo 
resucitado. 
23
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Concluyo este estudio sobre la dirección divina como lo 
empecé: haciendo énfasis en el milagro de que hay un lugar en el 
que debemos estar en nuestro andar con Cristo, y Dios desea 
hacernos conocer ese lugar. Oro para que estos doce pasos lo 
ayuden a mantener sus ojos en el “Buque insignia” –el Cristo 
vivo y resucitado- que lo guiará a la voluntad de Dios para su 
vida, que es buena, perfecta, y la única vida aceptable para 
Dios, que lo creó y lo recreó a usted para que viviera esa vida. 
(Romanos 12:1-2). 
24
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Capítulo 2 
Receta para la identidad 
Hay un lugar donde Dios quiere que estemos. También hay 
alguien que Dios quiere que seamos. Ahora quisiera concentrarme 
en ocho preguntas que Dios nos formula en la Biblia y que nos 
muestran dónde quiere Dios que estemos, qué quiere que seamos y 
especialmente quién desea Dios que seamos. Yo llamo a estas ocho 
preguntas “mi brújula espiritual”. Si permitimos que Dios nos 
formule estas preguntas y las respondemos en oración, nos 
encontraremos dialogando con Dios. Esto será particularmente 
real en tiempos de transición o cuando estemos convencidos de 
que necesitamos hacer una transición, un cambio en nuestra vida 
o ministerio. 
Las primeras cuatro de estas ocho preguntas son las 
primeras palabras que Dios habla al hombre caído: “Y oyeron la 
voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; 
y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová 
Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al 
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en 
el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y 
Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido 
del árbol de que yo te mandé no comieses? [...] ¿Qué es lo que 
has hecho?” (Génesis 3:8-13). 
¿No es extraño que el Creador les haga preguntas a sus 
criaturas? Sin duda, Él conoce las respuestas a sus preguntas. 
Dios sabe dónde está el hombre. El problema es que el hombre no 
lo sabe. Lo primero que un hombre perdido necesita saber es que 
está perdido. Lo que hemos presentado aquí es un diálogo entre 
Dios y el hombre en el que Dios formula preguntas, porque el 
hombre necesita reflexionar acerca de dónde está, hasta que se 
dé cuenta de que está perdido y no está donde debería estar. 
25
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Como todo lo demás en el Libro de Génesis, estas preguntas 
no solo son la trascripción del diálogo entre Dios y el hombre 
en ese momento, sino ahora también. ¿Alguna vez lo inquieta la 
sensación de que Dios desea que usted esté en algún lugar, y 
usted no está allí? ¿Alguna vez lo ha preocupado la idea de que 
usted no es quien Dios quiere que sea? Uno puede llamar a esto 
“crisis de identidad”. Según Moisés, la supuesta “crisis de 
identidad” en su vida podría ser simplemente la voz de Dios que 
anda por el huerto de su vida, desafiándolo con las mismas 
palabras que dirigió al ser humano caído en su primer diálogo 
con él: “¿Dónde estás?”. 
El propósito de esta primera pregunta es que Dios desea que 
el hombre esté donde su Creador desea que esté. El propósito de 
la segunda pregunta: “¿Quién te enseñó...?” es que Dios desea 
que el hombre sepa que su Dios está tratando de establecer un 
diálogo con él. Dios desea que el hombre confiese a quién o a 
qué está escuchando, y de dónde, exactamente, está recibiendo 
instrucciones. Esta segunda pregunta hace regresar a Adán y su 
esposa al lugar y el momento en que comieron del árbol 
equivocado, cuando inmediatamente supieron que estaban desnudos 
(7). 
Antes de comenzar el diálogo con estas preguntas, Dios se 
comunicó con Adán y Eva. La segunda pregunta tenía como fin 
hacerlos tomar conciencia de ese milagro. Ellos no se daban 
cuenta del milagro de que Dios les hacía saber lo que quería que 
supieran. ¿Es posible que usted no se dé cuenta del milagro de 
que Dios le está haciendo saber lo que Él quiere que usted sepa? 
Mi paráfrasis de la tercera pregunta es: “¿Han estado 
comiendo de los árboles equivocados?”. Esta pregunta también 
podría parafrasearse como: “¿Han estado buscando las respuestas 
en los lugares equivocados?”. Los árboles del huerto habían sido 
colocados por Dios con el propósito de satisfacer las 
26
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
necesidades del primer hombre y la primera mujer. Si examinamos 
el entorno en el que se produce este diálogo, veremos que las 
necesidades del hombre y la mujer debían ser satisfechas por los 
árboles del huerto en un orden preciso de prioridades (Génesis 
2:8,9). 
Los árboles del huerto debían satisfacer la necesidad de 
los ojos, la necesidad de alimento y, finalmente, la necesidad 
de la vida misma. Dios declaró que el árbol del conocimiento 
estaba vedado. En el capítulo tres, cuando Adán y Eva pecan, 
violan esta prioridad establecida por Dios. El primer hombre y 
la primera mujer pusieron primero sus necesidades físicas, o la 
necesidad de alimento, y pusieron en segundo lugar la necesidad 
de los ojos. Pero su necesidad de vida nunca fue satisfecha. En 
lugar de la vida que Dios tenía preparada para ellos, 
encontraron la muerte y la expulsión del huerto de Dios. 
No solo fueron culpables de remplazar las prioridades de 
Dios por las suyas propias, sino también desobedecieron a Dios y 
comieron del árbol del conocimiento. Adán y Eva lo hicieron 
motivados por la idea de que, si comían del árbol del 
conocimiento, serían tan sabios como Dios. Una aplicación 
alegórica de esto en gran parte de nuestro mundo actual es el 
excesivo énfasis en el conocimiento y el poco respeto, si es que 
existe, por la necesidad de una revelación de parte de Dios. 
Todo esto es, obviamente, una alegoría. ¿Ha visto usted 
alguna vez un árbol del conocimiento o un árbol de la vida? La 
verdad acerca de los árboles del huerto es una ilustración de un 
gran sermón predicado por Moisés. Jesús comenzaría su ministerio 
público citando a Moisés: “…para hacerte saber que no sólo de 
pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de 
Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4). La 
profunda verdad en la que se centran Moisés y Jesús queda 
ilustrada alegóricamente por estos árboles del huerto del Edén. 
27
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
En la Biblia, el ojo representa la estructura mental, es 
decir, la forma en que vemos y comprendemos las cosas. Jesús 
enseñó: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es 
bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es 
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz 
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas 
tinieblas?” (Mateo 6:22,23). Obviamente, Jesús estaba enseñando 
que nuestras vidas pueden estar llenas de felicidad, o de 
depresión e infelicidad. La diferencia entre esos dos extremos 
es la forma en que vemos las cosas, nuestra estructura mental, 
nuestra perspectiva de la vida. 
Esta misma verdad se enseña alegóricamente en el huerto del 
Edén cuando se nos dice que estos árboles estaban para proveer 
para nuestras necesidades. La esencia de la verdad que Dios nos 
comunica es aproximadamente esta: Si nos acercamos a la Palabra 
de Dios y le pedimos a Él que satisfaga la necesidad de nuestros 
ojos, o que nos muestre a través de su Palabra cómo debemos ver 
las cosas, todas nuestras necesidades serán satisfechas. 
Tendremos vida, ya que Dios satisfará nuestra mayor necesidad, 
que es la de que Él nos muestre cómo quiere que veamos todas las 
cosas. 
El significado alegórico del árbol del conocimiento, del 
cual comieron Adán y Eva –y del que Dios les había dicho que no 
debían comer- es la filosofía humanista que dice: “No necesito 
ninguna revelación de Dios. Tengo una inteligencia superior, y 
eso es todo lo que necesito”. 
En el mismo comienzo de la Biblia, Dios nos dice a usted y 
a mí que nuestro Creador conoce cada necesidad que tenemos, 
porque Él nos creó con esas necesidades. Él sabe –y quiere que 
nosotros también sepamos- que nuestra mayor necesidad es la de 
nuestros ojos. Necesitamos desesperadamente pedirle a Dios que 
nos dé, a través de su Palabra, una revelación que nos muestre 
28
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
cómo nuestro amoroso Padre celestial desea identificar y 
satisfacer todas nuestras necesidades. 
¡Así fue! ¡Así es! ¿Interpretamos nuestras necesidades a la 
luz de la Palabra de Dios, o interpretamos la Palabra de Dios a 
la luz de nuestras necesidades? ¿Qué hizo, exactamente, la 
primera pareja disfuncional en el huerto del Edén? ¿Comieron una 
manzana? ¿Tuvieron relaciones sexuales? Una lectura profunda y 
detallada de este capítulo, con la enseñanza del Espíritu Santo, 
nos revelará una verdad mucho más profunda que estos puntos de 
vista equivocados. 
Dios nos dice –entonces y ahora- que Adán y Eva 
interpretaron la Palabra de Dios a la luz de sus necesidades. 
Pusieron primero su necesidad y, después, la revelación de Dios. 
En otras palabras, hicieron lo que ellos querían y después le 
pidieron a Dios que les mostrara qué pensaba Él sobre cómo 
debían ser satisfechas sus necesidades. 
Eran muy semejantes a un creyente común que escucha la 
Palabra de Dios en alguna iglesia de hoy en día. Toda la semana, 
esta persona hace las cosas como quiere, y decide por sí misma 
cómo satisfacer sus necesidades. Después, va a la iglesia a 
escuchar lo que Dios dice sobre cómo deberían ser satisfechas 
sus necesidades. Debería ser exactamente al revés. Debemos 
acudir a Dios primero y pedirle que nos muestre cómo deben ser 
satisfechas nuestras necesidades, y estar dispuestos a obedecer. 
La cuarta pregunta: “¿Qué has hecho?” los desafió a mirar 
atrás y reflexionar sobre sus acciones. El propósito de esta 
cuarta pregunta era obtener una confesión de la primera pareja. 
En el idioma griego, la palabra bíblica “confesar” está 
compuesta por otras dos palabras que significan ‘hablar’ e 
‘igual’. Confesar significa, literalmente, ‘decir lo mismo’, o 
‘estar de acuerdo con Dios’. Dado que es nuestro perfecto Padre 
celestial, Dios sabe lo que hemos hecho, pero quiere escucharnos 
29
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
decir lo mismo que Él dice acerca de lo que hemos hecho. ¿Alguna 
vez hizo usted esto con sus hijos? 
Encuentro la quinta gran pregunta de Dios un poco más 
adelante en el Libro de Génesis. Dios le pregunta a una criada 
egipcia llamada Agar: “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?” 
(Génesis 16:8). Esta es la pregunta fundamental con respecto a 
la dirección. A Dios le gusta hacernos esta pregunta durante los 
últimos días y horas de un viejo año, cuando estamos en 
transición o creemos que deberíamos estarlo. Esta quinta 
pregunta nos desafía a mirar atrás y, después, relacionar 
nuestro pasado con nuestro presente y nuestro futuro. Cuando 
Dios hace esta pregunta, comienza a abrirse camino la Buena 
Noticia. El evangelio (la Buena Noticia) de toda la Biblia es 
que no tenemos, necesariamente, que terminar en el lugar al que 
nos conduce el camino por donde hemos venido. Hoy, millones de 
personas creen que su presente y su futuro están prefijados por 
su pasado. Esta “parálisis de análisis” declara la mala noticia 
de que siempre vamos en la misma dirección de donde venimos. 
Aunque esta quinta pregunta termina señalándonos la Buena 
Noticia, inicialmente nos presenta una realidad sombría. Si no 
experimentamos un hecho que nos cambie la vida, entonces, 
nuestro futuro puede ser prefijado por nuestro pasado. La Biblia 
enseña que las personas no cambian por sí mismas, porque no 
pueden hacerlo. Jeremías llega a burlarse de nosotros por tratar 
de cambiarnos a nosotros mismos (Jeremías 2:36; 13:23). “Como 
ahora, será después”, solían decir los filósofos griegos para 
expresar esta misma realidad. 
Pero el evangelio de la Biblia es optimista y positivo 
cuando proclama esta gloriosa verdad: ¡Podemos acercarnos a Dios 
por fe y ser cambiados! (2 Corintios 5:17; 3:18; Romanos 12:2). 
Encuentro la sexta gran pregunta de Dios aún más adelante 
en el Libro de Génesis, cuando Dios pregunta a dos hermanos: 
30
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
“¿Quién eres?” (Génesis 27:18,19,32-34). Esta pregunta está 
relacionada con la anterior, por medio del interrogante: 
“¿Transformado en qué?”. Esta pregunta implica que debemos ser 
alguien. Así como la primera pregunta implicaba que debemos 
estar en algún lugar y probablemente no estemos allí, la sexta 
pregunta implica que debemos ser alguien que probablemente no 
somos. 
Cuando su padre le preguntó a Esaú: “¿Quién eres?”, Esaú 
lloró y se lamentó, porque había vendido su identidad por un 
plato de guiso. Cuando a Juan el Bautista le fue formulada la 
misma pregunta, este gran profeta tuvo la respuesta correcta 
(Juan 1:19-23). Él sabía quién era y también sabía quién no era. 
No permitía que la presión de la sociedad le dictara quién debía 
ser o lo empujara a pretender ser alguien que Dios no deseaba 
que fuera. 
La respuesta equivocada o la falta de respuesta a esta 
sexta pregunta es, quizá, la mayor causa de infelicidad personal 
que existe actualmente en el mundo. Como pastor con cinco 
décadas de experiencia, puedo decir que esto también se aplica a 
los creyentes. 
Si usted se siente infeliz personalmente como creyente y 
seguidor de Cristo, su amoroso Dios quiere estimularlo y 
aguijonearlo con esta sexta pregunta hasta que se dé cuenta de 
que Dios lo creó y lo recreó para que usted fuera alguien en 
particular. Dios quiere hacerlo sentir incómodo y reflexionar 
hasta que pueda usar esa sexta pregunta para hacerle saber que 
usted nunca podrá ser feliz hasta que pueda decir, por la gracia 
de Dios, quién debe ser a partir de su creación y su recreación 
(Salmos 139:16-24; Romanos 12:1,2). 
La séptima pregunta: “¿Qué eres tú?” está, en mi opinión, 
implícita en las afirmaciones que realizan personas como el 
apóstol Pablo cuando dice: “Por la gracia de Dios soy lo que 
31
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
soy” (1 Corintios 15:l0). Pablo agradece a Dios, porque no ha 
recibido la gracia para ser lo que es en vano, y nos exhorta a 
nosotros a tener cuidado de no recibir la gracia de Dios en 
vano. 
Lo que somos también está implícito en los ejemplos de las 
biografías de personas como Moisés, a quien Dios llama y equipa 
para ser libertadores, reyes, profetas, sacerdotes y toda clase 
de líderes en su obra. Debemos relacionar esta pregunta y sus 
respuestas con las enseñanzas de Pablo de que somos salvos para 
buenas obras que Dios preparó para nosotros cuando nos salvó 
(Efesios 2:10). 
Esta séptima pregunta tiene que ver con nuestros dones 
espirituales y naturales, nuestro servicio para Dios en el 
ministerio o en el candelero donde Él nos ha puesto en este 
mundo. Esta pregunta se relaciona con lo que hacemos todo el 
día. Dado que somos seres humanos y no obras humanas, quiénes 
somos es mucho más importante que qué somos y qué hacemos todo 
el día. Lo que hacemos está directamente relacionado con lo que 
somos. 
La última pregunta es “¿Qué quieres?”. Son las primeras 
palabras de Jesús que registra el evangelio de Juan, cuando el 
Señor comenzó a convocar algunos discípulos a los que luego 
comisionó como apóstoles (Juan 1:38). 
Cuando permitimos que Dios haga brillar la luz de estas 
preguntas en todos nuestros recovecos espirituales hasta que nos 
muestren quién y qué quiere Dios que seamos y dónde quiere que 
estemos, la pregunta vital llega a ser, entonces: “¿Qué 
queremos?” y “¿Cuánto lo queremos?”. 
Su Dios lo ha hecho a usted como una criatura capaz de 
decidir. Él sabe dónde está usted, quién es y qué es. También 
sabe quién y qué quiere que sea, y dónde quiere que esté. Él lo 
32
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
ama, y por eso, desea profundamente que usted encuentre las 
respuestas correctas para estas preguntas. 
Dios respeta el hecho de que somos criaturas capaces de 
decidir y, en cierto sentido, Él nunca nos obligará a que le 
demos las respuestas correctas a estas preguntas. Hablando en 
sentido figurado, quizá Él nos trate como a Jonás y envíe 
tormentas a nuestra vida, o nos haga entrar en el vientre de un 
gran pez hasta que le demos las respuestas correctas a estas 
preguntas. Quizá nos presione como un elefante hasta que lo 
único razonable que nos quede por hacer sea darle la respuesta 
razonable. O tal vez intervenga en nuestra vida como lo hizo en 
la vida del apóstol Pablo en el camino a Damasco. Dios nos ama, 
y, por esto, quizá nos haga una oferta que no podemos rechazar; 
pero, como Jonás y el apóstol Pablo, debemos decidir alinear 
nuestra voluntad con la suya y ser quien Dios quiere que seamos 
y hacer lo que Él quiere que hagamos. 
Cuando Dios nos hizo criaturas capaces de decidir, nos creó 
a su imagen y semejanza. Las grandes creaciones de Dios, como el 
sol, la luna y las estrellas, no pueden tomar decisiones (Salmos 
8; 19). Las criaturas de Dios en el microcosmos de su creación 
tampoco pueden decidir. Las abejas de una colmena y las formas 
de vida que podemos ver con un microscopio tampoco lo hacen. 
Cuando observamos la creación de Dios a través de un 
telescopio o un microscopio, vemos orden, porque la voluntad de 
Dios ha sido impuesta a estas creaciones de Dios. El hombre es 
la única creación de Dios que fue hecha con la capacidad de 
decidir. Nuestra capacidad de elegir es el plan de Dios para 
nosotros. Por lo tanto, Dios jamás quebrantará nuestra capacidad 
de decidir. 
Al final de Nuevo Testamento, vemos al Cristo resucitado 
golpeando, pacientemente, a la puerta de nuestra vida 
(Apocalipsis 3:19,20). Esa postura representa el amor de un 
33
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Salvador que está tratando de motivarnos para que abramos la 
puerta de nuestra vida de manera que Él pueda tener comunión con 
nosotros. Cristo nunca forzará la cerradura ni romperá la 
puerta. 
Un artista pintó un retrato de Jesús parado pacientemente y 
golpeando a una puerta que no tenía manija de la parte de 
afuera, lo cual indicaba que solo podía ser abierta desde 
adentro. El hecho de que seamos criaturas capaces de decidir 
hace que esta última pregunta: “¿Qué quieres?” sea realmente muy 
profunda. 
Hace más de cinco décadas que utilizo estas preguntas como 
brújula espiritual, y se las comparto en la esperanza de que 
puedan convertirse en una brújula espiritual para usted. He 
descubierto que, aunque las preguntas no cambian jamás, las 
respuestas pueden cambiar drásticamente a lo largo de los años. 
Cuando haya permitido que Dios use estas preguntas para hacerle 
saber quién y qué desea Dios que usted sea, y dónde desea que 
esté, no olvide permitir a su amoroso Creador que le formule la 
segunda pregunta una vez más: “¿Quién te enseñó?”. ¿Quién cree 
usted que le hace conocer estas cosas? 
34
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Capítulo 3 
Receta para la ansiedad 
Poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo 
comenzó a vivir con la realidad de las armas termonucleares de 
destrucción masiva, se llamó a ese período de la historia “la 
era de la ansiedad”. Esas armas ahora están en manos de más 
países, y pequeños grupos de terroristas intentan comprarlas. A 
los arsenales se han agregado ahora armas químicas y biológicas 
de destrucción masiva más horribles que cualquier cosa que 
podamos imaginar. Cuando agregamos la amenaza del terrorismo 
global al escenario actual, vemos que realmente vivimos en una 
“era de la ansiedad”. 
En todo el mundo, hay personas que sufren, literalmente, de 
ataques de ansiedad, porque, además de las presiones con las que 
todos convivimos en nuestra vida personal, hay una nube de 
ansiedad causada por el mundo en el que vivimos todos. Si usted 
está ansioso, quisiera compartirle una inspirada receta para la 
ansiedad que proviene de los labios del mismísimo Señor 
Jesucristo. Es magnífica. 
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el 
orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos 
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y 
donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro 
tesoro, allí estará también vuestro corazón. 
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es 
bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es 
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz 
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas 
tinieblas? 
35
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al 
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. 
No podéis servir a Dios y a las riquezas. 
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué 
habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, 
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el 
cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no 
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre 
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su 
estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? 
Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni 
hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se 
vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy 
es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará 
mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, 
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre 
celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas 
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas 
estas cosas os serán añadidas. 
“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día 
de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 
6:19-34). 
Jesús dijo: “No estén ansiosos”. No dijo: “Aprendan a 
manejar su ansiedad. Traten de manejar el estrés”. Si analizamos 
el idioma original, lo que dijo Jesús fue: “Si estás ansioso, 
deja de estarlo”. 
¿Cuál es, exactamente, la receta de Jesús para enfrentar el 
problema de la ansiedad? En este pasaje bíblico, tenemos un gran 
estudio de los valores de Cristo. Para presentar la primera 
36
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
parte de su receta para la ansiedad, Jesús se refiere a ciertos 
valores equivocados que causan ansiedad. 
Según el diccionario, un valor es ‘aquella cualidad de 
cierta cosa mediante la cual consideramos que es más o menos 
útil, provechosa, importante y, por lo tanto, deseable’. En su 
receta para la ansiedad, Jesús se refiere a algunos de los 
valores que causan ansiedad (19-21). Los tesoros frágiles son el 
centro del primer paso de su receta para la ansiedad. 
Según Jesús, hay dos clases de tesoros: tesoros en la 
tierra y tesoros en el cielo. Y Él nos dice que los tesoros que 
están en la tierra son vulnerables y frágiles. Los tesoros 
terrenales son consumidos por la polilla y la herrumbre. En 
otras palabras, estos tesoros pierden valor, y los ladrones 
pueden robárnoslos. Pero los tesoros que están en los cielos no 
son consumidos por la herrumbre y la polilla, y los ladrones 
jamás podrán quitárnoslos. 
La palabra que Jesús utiliza para referirse a la herrumbre 
(orín) significa ‘lo que come’. La mayoría de las personas que 
lo escucharon dar esta receta para la ansiedad producían y 
almacenaban suficiente comida para alimentar a sus familias. 
Sabían que la comida que tenían almacenada podía ser comida por 
roedores, insectos u otros animales. Por eso, prestaron mucha 
atención cuando Jesús enseñó que, si todos nuestros tesoros son 
terrenales y vulnerables, pueden producirnos gran ansiedad. 
Para presentar el segundo paso de su receta para la 
ansiedad, Jesús usa una metáfora que nos muestra otra causa de 
ansiedad. Es una metáfora que nos señala que la diferencia entre 
la felicidad y la infelicidad está en la manera en que vemos las 
cosas (22,23). 
Después, ataca otra causa de ansiedad cuando nos dice que 
debemos servir a Dios, y solo a Él (24). Hay dos clases de 
tesoros, y hay dos clases de amos. Si conocemos el primer 
37
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
mandamiento (“No tendrás dioses ajenos delante de mí”) y la 
verdad con la cual Jesús respondió a la tentación de Satanás de 
entregarle todos los reinos del mundo, debemos saber que servir 
a cualquier otra cosa o cualquier otra persona que no sea Dios 
nos causará gran ansiedad. 
La receta para la ansiedad es, por lo tanto, la declaración 
de Jesús de que no podemos servir a dos amos. El amo que Él 
presenta y al que muchas veces servimos, además de a Dios, es 
algo que no consideramos un “amo”. Jesús declara que, si 
servimos a Dios y al dinero, no solo nuestra lealtad está 
dividida, sino que nuestro amo es muy frágil, y nuestro 
pensamiento está muy errado. La palabra que Jesús utiliza para 
hablar del dinero significa ‘el poder del dinero’. La adicción a 
ganar mucho dinero es muy común... y mortal. 
La base de esta receta de Jesús le quedará totalmente en 
claro si usted estudia veintiún preguntas que Jesús formula, 
directa o indirectamente, en este pasaje. Como hemos visto, Dios 
hace preguntas a lo largo de toda la Biblia. Cuando Dios se hizo 
hombre y vivió entre nosotros, siempre hacía preguntas. Solo en 
el evangelio de Mateo encontramos ochenta y tres preguntas de 
Jesús. En este pasaje de su enseñanza en la cima de la montaña, 
busque, en oración, las respuestas correctas para las veintiún 
preguntas que hace Jesús, y descubrirá que está aplicando una 
receta que hace que su ansiedad se reduzca drásticamente. ¿Dónde 
está su corazón? (21). ¿Dónde están sus tesoros? (19,20). ¿Cómo 
ve las cosas? ¿Tiene un ojo sano, es decir, una visión pura de 
la vida? ¿Está su cuerpo lleno de luz y felicidad? ¿Está su 
cuerpo lleno de oscuridad e infelicidad? ¿Sufre de “visión 
doble” o esquizofrenia espiritual? (22,23). ¿Está sirviendo a 
Dios? (24). ¿Está sirviendo al dinero o al poder del 
materialismo? (24). 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
¿Está ansioso por su sustento, por lo que va a comer, a 
beber y a vestir? (25). ¿Qué es su vida? (25). ¿Qué es su 
cuerpo? (25). ¿Cuánto vale usted? (26). ¿Cuáles son sus límites? 
(27). Si su Padre celestial alimenta a las aves, ¿no lo 
alimentará a usted? (26). Si su Padre celestial viste a los 
lirios del campo, ¿no lo vestirá a usted? (30). 
¿Es su ansiedad la que resuelve estos problemas? (27). ¿Qué 
le señala su ansiedad respecto de su fe? (30). ¿Cree que su 
Padre celestial sabe que necesita estas cosas? (32). Si pone 
primero a Dios y Él le muestra lo que es correcto, ¿cree que 
puede confiar en que Él satisfará sus necesidades mientras usted 
lo sirve? (33) 
39 
En resumen 
Si quiere diagnosticar la causa de su ansiedad, responda, 
en oración, estas cinco preguntas que resumen todo: ¿Qué hace 
usted todo el día? (Sus actividades). ¿En qué piensa usted todo 
el día? (Sus actitudes). ¿A quién o a qué sirve usted todo el 
día? (Sus lealtades). ¿Qué lo preocupa a usted todo el día? (Sus 
ansiedades). ¿Qué es lo que usted quiere todo el día? (Sus 
ambiciones). 
Entonces, estará listo para escuchar la receta resumida de 
Jesús para la ansiedad de un creyente: “Mas buscad primeramente 
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán 
añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el 
día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” 
(Mateo 6:33,34). Podríamos resumir la esencia de esta receta de 
Jesús para la ansiedad de un creyente en dos palabras: “¡Dios 
primero!”.
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Capítulo 4 
Receta para la paz 
Uno de mis autores preferidos escribió que, para el 
creyente, “el dolor y el sufrimiento son inevitables, pero 
sentirse desdichado es opcional”. Si usted quiere conocer a un 
hombre que tenía todas las razones del mundo para sentirse 
desdichado, abra el Nuevo Testamento y lea los escritos del 
apóstol Pablo. ¡Él sí sabía lo que es dolor y sufrimiento! En su 
segunda carta a los corintios, el gran apóstol nos abre una 
pequeña ventana autobiográfica que nos permite ver su vida 
diaria como el misionero más importante que haya tenido en toda 
su historia la Iglesia de Jesucristo, cuando escribe: “Yo he 
trabajado más que ellos, me han encarcelado más veces que a 
ellos, he sido azotado más que ellos, y muchas veces he estado 
en peligro de muerte. En cinco ocasiones los judíos me 
castigaron con los treinta y nueve azotes. Tres veces me 
apalearon, y una me apedrearon [ver Hechos 14]. En tres 
ocasiones se hundió el barco en que yo viajaba, y, a punto de 
ahogarme, pasé una noche y un día en alta mar [ver Hechos 
27,28]. He pasado trabajos y dificultades; muchas veces me he 
quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed; muchas veces no he 
comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa” (2 
Corintios 11:23-27, Dios habla hoy). 
Hay una falsa enseñanza que algunos tratan de promover, que 
dice que Dios siempre quiere que estemos bien, que seamos 
felices y ricos. El apóstol Pablo nunca estaría de acuerdo con 
esta enseñanza llamada “teología de la prosperidad”, y tampoco 
Jesús, quien dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 
16:31). 
Aun así, en su carta a los filipenses, Pablo escribe que 
aún en el contexto de esas difíciles experiencias, él tiene 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
paz... una paz de Dios que “sobrepasa todo entendimiento 
humano”, una paz que no tiene sentido; una paz sobrenatural. Un 
estudio profundo de la carta que Pablo escribió a los filipenses 
nos mostrará que esta paz que Pablo experimentaba también estaba 
relacionada con el gozo. En realidad, aunque Pablo la escribió 
mientras estaba en prisión, esa brevísima carta es llamada “la 
epístola del gozo”, porque hace referencia al gozo diecisiete 
veces. 
Si usted es como yo, seguramente, al leer el relato de los 
sufrimientos de Pablo, se preguntará: “¿Cómo puede haber tenido 
paz mientras sufría todas esas pruebas?”. Deberíamos estar 
agradecidos al Espíritu Santo por haber guiado a Pablo para que 
nos dejara una inspirada respuesta a esta pregunta. 
Su respuesta se encuentra en el cuarto capítulo de la 
Epístola a los Filipenses. En ese capítulo, Pablo escribe lo que 
yo llamo “una receta para la paz” que no solo explica cómo él 
podía estar en paz a pesar de sus circunstancias, sino prescribe 
esa calidad de paz para usted y para mí, sean cuales fueren 
nuestras circunstancias. 
Esta calidad de paz, que la Biblia llama “la paz de Dios”, 
es un continuo estado de paz en el que Dios puede mantener a un 
creyente. Antes de ver la receta de Pablo para esta calidad de 
paz en la que, evidentemente, lo mantiene el Cristo resucitado, 
quisiera escribir tres instrucciones que simplemente debemos 
reconocer y aplicar al estudiar y luego poner en práctica la 
receta de Pablo para la paz en nuestra vida. 
Primero, este estado de paz es una paz de Dios que debe ser 
aprendida; segundo, es una paz que debe ser recibida dentro de 
una relación con Cristo; y tercero, hay condiciones específicas 
que deben cumplirse al aplicar esta receta para tener la paz de 
Dios. 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
42 
Una paz que debe ser aprendida 
Cuando usted lea la Epístola de Pablo a los Filipenses, no 
olvide observar que él nos dice que ha aprendido esta paz. 
Escribe: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi 
situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia. En todo 
y por todo estoy enseñado...” (Aparentemente no siempre lo 
supo). 
No puedo evitar preguntarme cuáles son las cosas que 
aprendió, y quién le estaba enseñando. Según Pablo, quien lo 
instruía era el Cristo vivo y resucitado. Saber que esta paz 
puede aprenderse es alentador y consolador para mí, porque, si 
se puede aprender la clase de paz que Pablo experimentaba y que 
prescribe, entonces yo puedo aprender a tener esa milagrosa paz. 
No importa cuáles sean las circunstancias que viva, puedo elegir 
no sentirme desdichado. 
Por la gracia de Dios, aprendí esta receta para la paz 
cuando experimenté la crisis personal más terrible de mi vida. 
Yo era pastor, y estaba disfrutando de una década de milagros en 
mi ministerio, cuando mi salud me obligó a dejar ese ministerio 
activo. Mientras una rara e incurable enfermedad de la médula 
espinal me obligaba, lenta pero implacablemente, a enfrentar los 
desafíos y las limitaciones de pasar el resto de mi vida en una 
silla de ruedas –o algo peor-, encontré la receta para la paz 
que nos da Pablo en el cuarto capítulo de Filipenses. Estudié de 
memoria ese capítulo y lo repetí cada noche al irme a dormir, 
meditando en la receta para la paz que estaba aprendiendo allí. 
La buena noticia que vemos aquí es que si Pablo puede 
aprenderla, y yo puedo aprenderla, usted también puede aprender 
esta receta para tener la paz de Dios.
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Una paz que se desarrolla dentro de una relación 
Cuando meditamos sobre la receta para la paz que nos ofrece 
Pablo, pronto comprendemos que él tiene una relación con el 
Cristo vivo y resucitado. Además, da por descontado que aquellos 
a los que dirige su receta tienen, también, una relación con 
Jesús, el Cristo. Si esa relación no existe, no es posible 
aplicar esta receta para la paz. Ella ha sido escrita para 
creyentes que han abierto la puerta de su vida a una relación 
con el Cristo resucitado (Apocalipsis 3:20). 
43 
Una paz condicional 
Según Pablo, aun para alguien que tiene una relación con el 
Príncipe de paz, el estado de paz personal y perpetua conocido 
como la paz de Dios solo será experimentado por personas 
espirituales que cumplan ciertas condiciones específicas. Si 
usted conoce a Cristo y cumple con estos requisitos, puede 
experimentar la paz de Dios. 
En la Epístola de Pablo a los Filipenses (Filipenses 4:4- 
13), encuentro dieciséis condiciones para tener la paz de Dios 
que se presentan en forma directa o implícita. Trate de 
encontrarlas mientras lee la receta la paz escrita por Pablo: 
4 “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: 
¡Regocijaos! 5Vuestra gentileza sea conocida de todos los 
hombres. El Señor está cerca. 6Por nada estéis afanosos, sino 
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda 
oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que 
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y 
vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 
8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo 
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo 
que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de 
alabanza, en esto pensad. 9Lo que aprendisteis y recibisteis y
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con 
vosotros. 
10 “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin 
habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también 
estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11No lo digo 
porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, 
cualquiera que sea mi situación. 
12 “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y 
por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener 
hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 
13Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:4-13). 
Dieciséis condiciones para la paz 
Si usted desea tener la paz que Pablo prescribe, la primera 
condición que debe cumplir es la de no preocuparse por nada (6). 
Pablo no dicta esta primera condición para la paz porque él no 
tuviera nada de qué preocuparse. Nos dice que no nos 
preocupemos, porque la preocupación no solo es improductiva, 
sino que es contraproducente. La preocupación, simplemente, no 
logra nada y consume la energía emocional que necesitamos para 
enfrentar nuestros problemas. Por tanto, Pablo concuerda con 
Jesús y nos dice que no debemos preocuparnos por nada. 
A continuación, prescribe su segunda condición para la paz, 
que es: “¡Oren por todo!”. La preocupación es contraproducente, 
pero el gran apóstol sabía que la oración es muy productiva. 
Sabía que la oración puede librarnos de la crisis que nos causa 
preocupación. 
Por ejemplo, Pablo les pidió a los filipenses que oraran 
para que él fuera liberado de la prisión. Ellos oraron, y él fue 
liberado de la prisión en la que estaba cuando les escribió esta 
inspirada carta. Pero Pablo también sabía, por experiencia 
personal, que Dios no siempre nos quita los problemas. 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Pablo tenía un problema de salud al que se refería como “un 
aguijón en la carne”. Tres veces le pidió sanidad a Dios. Este 
hombre había visto sanarse a muchas personas, y había sido él 
mismo vehículo del poder sanador del Espíritu Santo para otros. 
Pero, cuando le pidió a Dios que resolviera su propio problema 
de salud, Dios le dijo “No”. Básicamente, le respondió: “Voy a 
darte la gracia que necesitas para soportar ese problema” (ver 2 
Corintios 12). 
Cuando Dios le dio la gracia necesaria para soportar su 
problema de salud, Pablo aprendió por experiencia propia que la 
oración puede librarnos de un problema o darnos la gracia para 
soportarlo, pero, en cualquier caso, debemos orar. Siempre 
debemos orar, por todo. Así que las dos primeras condiciones que 
Pablo presenta para tener la paz de Dios son: “No se preocupen 
por nada, pero oren por todo, siempre”. 
Después, Pablo nos presenta la tercera condición para tener 
paz, cuando nos dice que debemos obtenerla a través de nuestra 
manera de pensar (8). Básicamente, Pablo nos dice que nuestros 
pensamientos son como ovejas, y nosotros debemos “pastorear” 
esos pensamientos. Nosotros podemos decidir qué vamos a pensar y 
qué no vamos a pensar. 
Alguien me dijo que: “El cinco por ciento de la gente 
piensa; el diez por ciento piensa que piensa; el ochenta y cinco 
por ciento preferiría morir antes que pensar, y el diez por 
ciento que piensa que piensa, en realidad, solo reacomoda sus 
prejuicios y no piensa en lo más mínimo”. En su receta para la 
paz, Pablo nos desafía a unirnos al cinco por ciento que 
realmente piensa. Nos dice que debemos decidir cómo vamos a 
pensar. Específicamente, nos indica que pensemos en las cosas 
que son verdaderas, honestas, justas, puras, amables, las cosas 
que sabemos que son buenas noticias. 
Los eruditos creen que esta parte de la receta para la paz 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
de Pablo es una paráfrasis del pasaje de Isaías que dice: “Tú 
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti 
persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Isaías cita 
dos condiciones para tener la paz de Dios: si mantenemos nuestro 
pensamiento fijo en el Señor y confiamos en Él, Dios nos 
guardará en este estado de paz personal. 
En el calabozo de la prisión mamertina de Roma donde Pablo 
pasó sus últimos días sobre la tierra antes de ser decapitado, 
esta condición para la paz probablemente se haya convertido en 
su receta personal para conservar la cordura. En el contexto de 
una tensión insoportable que usted quizá deba enfrentar en algún 
momento de su vida, como un divorcio complicado, una bancarrota, 
un ataque cardíaco, una cirugía en la que puede perder la vida, 
las etapas finales de una enfermedad maligna, una batalla o la 
cárcel, creo que usted descubrirá que esta receta lo ayudará a 
conservar su paz y su cordura. 
Pablo e Isaías concuerdan en que si hay confianza siempre, 
la paz es completa y perpetua. Si no hay confianza, no hay paz, 
porque la paz de Dios es fuertemente condicional. 
La cuarta condición para la paz que presenta Pablo implica 
una acción de nuestra parte. Una traducción del versículo 9 
dice: “Las cosas que aprendieron y recibieron (creyeron) y que 
oyeron y vieron en mí, eso hagan; y (entonces) el Dios de paz 
estará con ustedes”. Quizá usted se pregunte: “¿Quiere decirme 
que hay algo que puedo hacer para lograr y conservar la paz de 
Dios, especialmente cuando estoy atravesando una crisis 
personal?”. 
¡Oh, puede estar seguro de que así es! Pablo indica que, si 
deseamos experimentar la paz de Dios, tenemos un rol definido y 
activo para cumplir. Algunas veces, quien nos roba la paz es la 
dura realidad de que no estamos haciendo lo correcto. Cuando 
perdemos la paz, porque estamos haciendo lo conveniente en lugar 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
de hacer lo correcto, la solución que necesitamos es comenzar a 
hacer lo correcto. 
La quinta condición para la paz se refiere a un “ladrón de 
la paz” que afecta a aquellos creyentes que han sufrido grandes 
pérdidas mientras servían al Señor (4:8). Estos siervos pueden 
llegar a cuestionar el valor del bien que han hecho en su 
trabajo como misioneros, evangelistas, pastores o fieles 
testigos de Cristo en el lugar que Dios los puso. 
En la traducción que he citado, Pablo escribe: “Si hay 
virtud alguna...”(8). Otras traducciones dicen: “Si ustedes 
creen que hay algo de bueno...” Cuando encontramos la palabra 
“si”, debemos darnos cuenta de que se está presentando una 
condición para la paz. La idea es que debemos creer en lo bueno. 
En sus inspirados escritos, Pablo señala con énfasis el 
hecho de que no somos salvos por nuestras buenas obras. En esos 
mismos escritos, enseña que somos salvos para buenas obras 
(Efesios 2:10). Aquí, enseña que un creyente jamás debe dudar 
del valor del bien que ha hecho en toda una vida de servicio al 
Señor. 
El apóstol podría, sin duda, haberse sentido identificado 
al hablar de este “ladrón de la paz”. Desde su conversión, se 
entregó a hacer lo bueno. Se dedicó por completo a la obra de 
Jesús. ¿Y qué obtuvo como resultado? Cárcel tras cárcel, cada 
una peor que la anterior. Pero aun así, él vivía en paz. Pablo 
tenía paz, porque había aprendido a vencer la tentación de dejar 
de creer en lo que es bueno. 
Esta condición está incluida en su receta para la paz, 
porque él deseaba ahorrarles a los nobles de la Iglesia de 
Jesucristo la pérdida de paz que sufrirían si olvidaran que, 
aunque quizá no recibieran la recompensa por todo el bien que 
habían hecho por Jesús en esta vida, ese bien sería recompensado 
en la eternidad. 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
Observemos que Pablo prescribe “toda oración y ruego, con 
acción de gracias” (4:6). La sexta condición para la paz se 
expresa en dos palabras: “Sea agradecido”. Si la edad avanzada, 
un accidente, un ataque al corazón o una enfermedad hacen que 
vaya perdiendo sus facultades una por una, usted tiene dos 
opciones: puede concentrarse en lo que está perdiendo o ha 
perdido, y deprimirse y enojarse por ello, o pensar en lo que 
aún tiene y estar agradecido. 
Descubrirá que la segunda opción es una terapia para la paz 
muy efectiva. Si lo pensamos bien, tenemos muchas bendiciones. 
También descubrirá que, cuando comenzamos a reflexionar sobre 
las bendiciones que disfrutamos y a dar gracias a Dios por 
ellas, pasamos de una mentalidad negativa a una positiva, y 
recobramos la paz. 
Pablo señala una séptima condición para la paz cuando deja 
implícito que debemos aprender a tener paciencia, porque la 
impaciencia es otro “ladrón de la paz” (10,11). Otra palabra que 
podemos usar para referirnos al contentamiento del que Pablo 
habla en estos versículos es “paciencia”. En nuestra relación 
con Dios, la paciencia es “la fe que espera”. Cuando estamos 
orando por algo y pensamos que no recibimos respuesta, Dios 
quizá nos esté llamando a experimentar una cualidad de la 
paciencia que implica que esperemos con fe en el Señor. En 
nuestras relaciones con otras personas, la paciencia es “el amor 
que espera”. 
Cuando perdemos la paciencia con Dios o con las personas, 
perdemos nuestro estado de paz personal. La cualidad de la 
paciencia que Pablo prescribe aquí es uno de los nueve 
componentes del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23). Esto 
confirma el requisito que mencioné anteriormente, en el sentido 
de que esta paz de Dios se da únicamente en el contexto de una 
relación. 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
El Señor quiere hacer crecer la virtud de la paciencia en 
nuestra vida en dos dimensiones: quiere que cultivemos la 
paciencia en sentido vertical, a medida que nos enseña a tener 
una fe que espera en el Señor. También desea, continuamente, que 
cultivemos la paciencia en sentido horizontal, en nuestras 
relaciones con los demás, mientras Él nos enseña que el amor 
espera. Nuestra paz personal será muy frágil hasta que 
aprendamos a ser pacientes. 
Aprendemos la octava condición para la paz cuando Pablo 
escribe que tenemos reputación de gentileza, lo cual significa 
que debemos tener un espíritu gentil y manso como el que 
demostró Jesús (5). El concepto que se expresa con esta palabra, 
“gentileza”, es mansedumbre. Esta cualidad también es parte del 
fruto del Espíritu que Pablo menciona en su carta a los gálatas 
(Gálatas 5:22,23). 
La mansedumbre no es debilidad. En realidad, tiene un 
significado muy cercano al concepto de “ser domable”. Cuando un 
brioso caballo es domado, cuando finalmente toma el bocado y se 
entrega al control de la persona que está en la silla de montar, 
ese animal no es débil; es manso. Su mansedumbre puede definirse 
como ‘fortaleza bajo control’. Gentileza es sinónimo de 
mansedumbre. Un caballo domado es llamado “manso”. A esto se 
refiere la palabra bíblica “gentileza”. 
Otra palabra sinónima de ese concepto de gentileza, en el 
sentido que Pablo la utiliza, es “aceptación”. Muchos santos 
ancianos, con años de experiencia en su andar con Dios, nos 
dicen que hay una correlación muy real entre la aceptación y la 
paz. No debería sorprendernos encontrar esta correlación entre 
la aceptación y la paz. La paz llega y, con frecuencia, también 
regresa, cuando aceptamos nuestras limitaciones. 
Para encontrar la novena condición para la paz, vayamos 
nuevamente a estudiar el contentamiento del apóstol. Cuando 
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Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
estudiamos lo que este apóstol ha aprendido y que le ha enseñado 
a contentarse en cualquier circunstancia, necesariamente 
llegamos a la conclusión de que, desde el momento que llamó a 
Jesús Señor, él creyó que Jesús controlaba su vida. Pablo se 
contenta porque cree que está dentro de la voluntad de su Señor 
y Salvador, y que el Cristo vivo y resucitado tiene todo bajo su 
control. 
La novena condición para la paz es rendirse 
incondicionalmente a la voluntad de Jesucristo como Señor 
nuestro. Cualquier cosa que no llegue a ser una rendición 
incondicional a Jesucristo como Señor puede ser un “ladrón” que 
les robará la paz a los que profesan seguir a Cristo. Gran parte 
de nuestra ansiedad, o falta de paz, surge de la triste realidad 
de que, en el fondo, nunca hemos hecho a Jesús nuestro Señor. No 
hemos levantado las manos en señal de rendición total y completa 
a Él. 
Algunos de nosotros no solo no estamos dispuestos a hacer 
la voluntad aceptable de Cristo, sino que nos resistimos a Él 
como un caballo que se resiste al bocado en su boca. Si nos 
rendimos sencilla, sincera e incondicionalmente a su voluntad 
aceptable –si es que eso nunca ha ocurrido en nuestro viaje de 
fe- nuestra rendición incondicional a Jesucristo nos ayudará a 
tener la paz de Dios. 
La décima condición para la paz se nos presenta cuando este 
gran apóstol escribe en su receta: “Sé vivir humildemente, y sé 
tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para 
estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia 
como para padecer necesidad” (12). Pablo había aprendido el 
secreto para estar satisfecho en cualquier estado en que se 
encontrara. 
¿Cuál era ese secreto? Era aprender a recibir la gracia 
para aceptar las cosas que no podía controlar y creer que todos 
50
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
esos sucesos seguramente habían recibido la aprobación de su 
Señor antes de llegar a su vida. La vida de Pablo es un 
maravilloso modelo de un discípulo que aceptaba la voluntad de 
su Señor y Salvador, fueran sus circunstancias favorables o 
extremadamente desfavorables. 
La aplicación de la décima condición para usted y para mí 
es obvia. Podemos dejar de experimentar la paz de Dios por no 
recibir la gracia del Cristo vivo para aceptar su voluntad de a 
un día a la vez, sean cuales fueren las circunstancias que nos 
rodean. 
La undécima condición para la paz es aprender cómo vivir 
cuando las cosas son difíciles. Otra manera de expresar lo que 
Pablo escribió es: “En general y en particular, he aprendido el 
secreto de enfrentar tanto la abundancia como la pobreza” 
(4:12). ¿Alguna vez, cuando estuvo en una crisis, le pidió a 
Jesús que le enseñara a usted lo que le había enseñado a Pablo? 
Esta es otra dimensión de la paz de Dios que debemos aprender. 
Para conservar la paz de Dios, pídale a Cristo que le enseñe 
cómo vivir cuando su vida es difícil. 
Si usted ama a Dios y es llamado según su plan, Dios puede 
hacer que todas las cosas que suceden en su vida conformen un 
patrón que lo guíe a un buen fin. Quizá no haya nada de bueno en 
lo que le ha sucedido a usted, pero Dios puede hacer que todas 
las cosas que le suceden conformen un patrón para bien (Romanos 
8:28). Tenga esa verdad a la vista en cada crisis que deba 
experimentar. 
La duodécima condición para la paz es pedirle al Señor que 
nos enseñe cómo vivir cuando tenemos prosperidad. ¿Alguna vez 
pensó en esto? Es más desafío saber cómo vivir cuando las cosas 
prosperan que cuando las cosas son difíciles y vivimos en la 
pobreza. La mayoría de nosotros, cuando atravesamos un tiempo 
difícil en la vida, corremos hacia Dios y hacia su Palabra y nos 
51
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
volvemos profundamente espirituales. Pero cuando los seguidores 
de Cristo se encuentran viviendo un tiempo en que todo es 
prosperidad, cuando tienen reconocimiento y seguridad... allí es 
cuando muchos creyentes caen. El maligno vence a muchos 
creyentes cuando son prósperos y disfrutan de las bendiciones 
del Señor. 
Por medio del ejemplo y del precepto, el apóstol Pablo 
comparte su duodécima condición para la paz diciéndonos que 
pidamos al Señor que nos enseñe cómo vivir cuando somos 
prósperos. Muchos creyentes pierden la paz, porque nunca le han 
pedido al Señor que les enseñe el secreto de vivir en santidad 
cuando todo prospera para ellos (Filipenses 4:12). 
Pablo presenta la decimotercera condición de esta receta 
para la paz cuando nos desafía a no olvidar jamás que el Señor 
está cerca (5). Si usted conoce la vida del apóstol Pablo, 
piense lo que habrá significado para él que el Señor estuviera 
cerca. Cuando sufría en esa última y terrible prisión romana, 
era muy peligroso visitarlo. Y nadie lo hacía. 
En su última carta a Timoteo, Pablo escribe: “Todos me 
desampararon”. Mas agrega: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me 
dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16,17). Esto es lo que quiere decir 
cuando escribe: “El Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Cuando 
usted se encuentre en una crisis, o si está enfrentando una 
crisis ahora mismo, nunca olvide que el Señor está cerca. 
Por eso he hecho tanto énfasis en la regla más fundamental: 
que usted debe tener una relación absolutamente personal con el 
Señor si realmente desea comprender y aplicar la receta de Pablo 
para tener la paz de Dios. 
La decimocuarta condición para la paz es basar nuestra 
tranquilidad y nuestro gozo en nuestra relación con el Cristo 
vivo. ¿Cuál es el fundamento de su tranquilidad y su gozo? Si es 
su cónyuge, o sus hijos, o alguna persona especial con quien 
52
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
usted tiene una relación, entonces, el fundamento de su 
tranquilidad es muy frágil, porque no hay ninguna relación en 
esta tierra que usted no pueda perder. 
Si el fundamento de su paz y su gozo es su salud, su 
juventud o su estado atlético, miles de personas que han basado 
sus vidas en lo físico antes que una enfermedad o una lesión 
destruyera ese fundamento le advertirán, como yo, que la salud, 
el estado atlético y la juventud son fundamentos muy frágiles 
para su gozo y su paz. 
Al escribir estas palabras, el apóstol Pablo nos dirige 
hacia un fundamento para la paz y el gozo que no es frágil: 
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” 
(4). 
La decimoquinta condición para la paz se encuentra en las 
siguientes palabras de Pablo: “Si hay virtud alguna, si algo 
digno de alabanza...”(8).1 
El apóstol Juan registra una profunda pregunta acerca de la 
aprobación que hizo Jesús. Él les preguntó a los líderes 
religiosos: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria 
los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios 
único?” (Juan 5:44). 
Dios dijo a Abraham: “Anda delante de mí” (Génesis 17:1). 
¿Cuántos de nosotros hacemos esto? ¿Cuántos de nosotros 
realmente andamos delante de Dios, todo el día, todos los días? 
¿Cuántos de nosotros vivimos las veinticuatro horas del día 
teniendo en cuenta lo que Dios piensa sobre quiénes somos, qué 
somos, dónde estamos, y qué cosas estamos haciendo? 
Todo creyente tendrá crisis en su vida cuando no pueda 
tener la aprobación de Dios y la aprobación de los hombres al 
mismo tiempo. Algunas veces no podemos explicarles a las 
1 La versión inglesa de la Biblia en que se basa este comentario dice: “Si valoráis la aprobación de Dios…” (N. del 
T. ) 
53
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
personas lo que está sucediendo en nuestra vida. Cuando llegan 
esos momentos, si necesitamos la aprobación a nivel horizontal, 
descubriremos que el fundamento de nuestra paz es muy frágil. 
Para conservar la paz de Dios, debemos aprender a valorar la 
aprobación de Dios. 
Concluyo mi resumen de la receta que Pablo nos da para 
tener y mantener la paz de Dios con la decimosexta condición: 
aprender lo que significa descansar en Cristo Jesús. “Y la paz 
de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros 
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (7). 
¿Qué significa “guardar vuestros corazones y vuestros 
pensamientos en Cristo Jesús”? ¿Qué significa “estar en Cristo 
Jesús”? Estar “en Cristo” en la metáfora favorita de los 
escritores del Nuevo Testamento para referirse a la relación - 
fundamentalmente importante- con nuestro Señor y Salvador que 
constituye el factor más vital de todos para conocer y conservar 
la paz de Dios. Estos escritores del Nuevo Testamento, 
especialmente Pablo, nos dicen que estamos “en Cristo” si somos 
auténticos discípulos de Jesucristo. Pablo usa esa metáfora 
noventa y siete veces en sus escritos. 
La expresión significa que estamos unidos a Cristo, como 
una rama a la vid (Juan 15:1-16). Estar “en Cristo” significa 
que podemos tomar de Él, la Vid, todo el poder espiritual 
vivificante que necesitamos para todo lo que hacemos para Él, 
con Él y por medio de Él. Estar en Cristo significa descansar en 
su poder para hacer todas las cosas que Él nos llama a realizar 
todo el día, todos los días. 
He tratado de explicar lo que significa estar “en Cristo” 
dentro de lo que he llamado “Cuatro secretos espirituales”. Yo 
no podría funcionar adecuadamente como ser humano, y sin duda no 
podría transmitir programas bíblicos a todo el mundo en 
diferentes idiomas a pesar de ser cuadriplégico, si no aplicara 
54
Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 
estos principios. Mis cuatro secretos espirituales son: 
“Lo importante no es quién o qué soy yo. Lo que importa es 
quién y qué es Él, porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Nada 
depende de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Él puede hacer, 
porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Lo importante no es lo 
que yo deseo. Lo importante es lo que Él desea, porque yo estoy 
en Él, y Él está en mí”. 
Cuando suceden cosas buenas, porque Él me ha transmitido su 
poder vivificante a mí, que soy una de sus ramas, siempre debo 
recordar el cuarto secreto espiritual, que es: “No se trata de 
qué hice yo, sino de qué hizo Él, porque yo estaba en Él, y Él 
estaba en mí”. 
En mis propias palabras, esto es lo que significa estar “en 
Cristo Jesús”. Probablemente el mayor “ladrón de la paz”, que 
nos genera tanta ansiedad y desasosiego, es pensar que debemos 
vivir como Cristo vivió y hacer la obra de Cristo con nuestras 
propias fuerzas. 
Soy consciente de que usted quizá esté sufriendo un 
problema de salud que le ha robado su capacidad de memorizar o 
de concentrarse lo suficiente para orar. Por eso quisiera 
compartirle una oración para la paz personal basada en esta 
receta. Si usted quiere experimentar la paz de Dios que Pablo 
nos prescribe, lo invito a hacer esta oración conmigo: 
Padre, tú nos dices en tu Palabra que puedes mantenernos en 
un estado de completa paz personal si tan solo cumplimos los 
requisitos para esa paz. Yo necesito tu paz en mi vida; por eso, 
dame la sabiduría para no preocuparme por nada, y la fe para 
orar por todo. 
Que tenga la disciplina mental de pensar en todas las cosas 
buenas y la integridad moral para hacer todas las cosas que son 
correctas. 
Que siempre tenga ese incurable optimismo que cree en lo 
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  • 1. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 22 Las recetas de Cristo (Tercera parte) 1
  • 2. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Introducción Este es nuestro tercer y último fascículo sobre “las recetas de Cristo”. Si no ha leído los dos primeros, lo animo a hacerlo, ya que creo que es vitalmente importante que recibamos de Dios y su Palabra, y no del mundo, las recetas para los problemas y los desafíos que debemos enfrentar. Cuando no nos sentimos bien y necesitamos consultar a un médico, no vamos a ver a un abogado, ni siquiera a un dentista. Necesitamos un médico y buscamos un médico para conseguir la receta adecuada. La Palabra de Dios contiene “recetas” divinas para todos nosotros. En este tercer fascículo sobre las recetas de Cristo, vamos a estudiar las que Dios nos ofrece para recibir su dirección, para recuperar nuestra verdadera identidad, para manejar la ansiedad, para encontrar la verdadera paz, para aprender cómo orar y para ser obedientes a Dios. Ahora, abra su Biblia, y juntos encontraremos las recetas del Cristo vivo y resucitado, que es el verdadero Médico supremo. Mi oración es que los programas del Instituto Bíblico del Aire y este fascículo hagan que usted se interne en la Palabra de Dios y que ella se interne en usted, ya que es en su Palabra donde podemos encontrar las recetas de Dios que nos guiarán a toda verdad. 2
  • 3. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Capítulo 1 La receta para recibir la dirección de Dios En los casi cincuenta años que llevo sirviendo como pastor, la pregunta que más veces me han formulado es: “Pastor, ¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios?”. Algunas veces, esta pregunta estaba relacionada con una decisión crucial que la persona debía tomar, y otras, la cuestión era: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?”. Al responder estas preguntas, muchas veces, durante muchos años, he identificado doce pasos que debemos seguir cuando necesitamos conocer la voluntad de Dios. No son una fórmula precisa que nos lleve clara e inmediatamente a la voluntad de Dios, pero sí presentan ciertos temas básicos que deberíamos tener en cuenta cuando tratamos de alinear nuestra voluntad con la de Dios. En la Biblia, la primera vez que Dios habla con el hombre caído, le formula una pregunta: “¿Dónde estás?”. La segunda vez que Dios le habla al hombre caído, le formula otra pregunta: “¿Quién te enseñó?”. La primera pregunta implica que debemos estar en un lugar y que no siempre estamos donde deberíamos estar. Según la segunda pregunta, Dios nos dice: “¿A quién escuchas?” y nos dice dónde estamos con relación a dónde deberíamos estar. Esto significa que la dirección de Dios es una de las primeras verdades que Él comparte con nosotros en la Biblia. Estas dos preguntas del tercer capítulo de la Biblia son la receta original para recibir la dirección de Dios, ya que Él desea que comprendamos la dirección divina como la prescribe hoy. Cuando sabemos dónde estamos y dónde deberíamos estar espiritualmente, debemos darnos cuenta de que no recibimos esa 3
  • 4. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) información de un ser humano; esa dirección espiritual proviene de Dios. En la Biblia, la forma hebrea de esta segunda pregunta es, literalmente: “¿Quién te hizo saber...?” Cuando nos damos cuenta de que Dios nos hace saber dónde estamos y dónde deberíamos estar, quizá la mejor forma de explicarlo a los demás no sea diciendo “Me lo dijo Dios”. Quizá nos resulte más fácil citar esta verdad con mayor exactitud, diciendo “Dios me ha mostrado que no estoy donde debería estar a esta altura de mi vida”. Se cuenta la historia de un almirante de la Armada de los Estados Unidos que, en medio de una tormenta, mientras estaba en el puente de su buque insignia, recibió el siguiente mensaje: “Almirante, hemos captado una señal en el radar y vamos en rumbo directo a una colisión. ¿Qué aconseja hacer?”. El almirante respondió: “Envíe este mensaje: ‘Si continúan en esta ruta, chocarán contra nosotros. Por favor, modifiquen su curso quince grados al norte”. Unos minutos después, informaron al almirante que se había recibido este mensaje: “Afirmativo. Estamos en ruta de colisión con ustedes. Por favor, modifiquen su curso quince grados al sur”. El almirante ordenó que se respondiera de la siguiente forma: “Habla el almirante Peter W. Jonson, de la Armada de los Estados Unidos. Los insto a que modifiquen urgentemente su curso quince grados al norte”. Ante lo cual recibió la siguiente respuesta: “Habla el marinero de primera clase Willard P. Sawyer, del Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos. Lo insto a que modifique urgentemente su curso quince grados al sur”. Cuando el almirante recibió esta respuesta, visiblemente molesto, dictó este mensaje: “Le ordeno que modifique su curso quince grados al norte. Por favor, envíe acuse de recibo. Tenga en cuenta que soy un almirante de la Armada de los Estados 4
  • 5. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Unidos y le imparto esta orden desde mi buque insignia”. Después de una breve pausa, le respondieron con este mensaje: “Le recomiendo que modifique urgentemente su curso quince grados al sur. Por favor, envíe acuso de recibo. ¡Tenga en cuenta que soy un marinero de primera clase del Servicio Guardacostas de los Estados Unidos y estoy de guardia en un faro!”. Cuando nuestro omnipotente Dios nos hace saber dónde estamos y dónde deberíamos estar, nunca debemos dudar sobre quién debe modificar su curso. Debemos someternos a su dirección cuando Él nos hace saber dónde desea que estemos cada día. La voluntad de Dios acerca de nuestro carácter En un sentido muy real, la voluntad de Dios para todos los discípulos de Jesucristo es que apliquemos a nuestras vidas la esencia de los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte. El apóstol Pablo destacó esa dimensión de la voluntad de Dios cuando escribió a los tesalonicenses: “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí, no traía en sus manos “Las Diez Sugerencias”. Los Diez Mandamientos representan la voluntad de Dios para el carácter de su pueblo. El Sermón del Monte es el pináculo de la revelación de Dios con relación al carácter de cada discípulo de Jesucristo. En cierto sentido, toda la Biblia fue escrita porque es voluntad de un Dios santo que todo hombre y toda mujer de Dios sean perfectos en carácter y estén enteramente preparados para toda buena obra que Dios quiere que realicen (2 Timoteo 3:16,17). Es importante que comprendamos que los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte no nos dicen que, para ser salvos, debemos tener el carácter que ellos nos presentan. Estas enseñanzas de Jesús y los mandamientos de Moisés nos son dados por Dios para 5
  • 6. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) que sepamos cómo deben vivir las personas que han sido salvadas, porque son el auténtico pueblo de Dios. En ese sentido, podemos decir que la voluntad de Dios para el carácter de todo el pueblo de Dios es la misma. La voluntad de Dios para nuestra ocupación David escribe que los pasos de la persona que teme a Dios son ordenados por Él (Salmos 37:23). También nos dice que, antes que él existiera, Dios ya tenía prefijado cada día de su vida (Salmos 139:16). Además, nos dice, en el Salmo del Pastor, que Dios está con él, va delante de él y lo sigue de tal manera que le es imposible escapar del interés personal de su Pastor en cada uno de sus movimientos (Salmo 23). Esta intimidad con Dios, obviamente, no tiene por qué ser solo una experiencia de David, sino que puede y debería ser la experiencia de todo hijo de Dios. “Cada vez que un gorrioncito cae muerto de un árbol, Dios va al funeral”. Así parafrasea un evangelista de otra generación la enseñanza de Jesús de que ni siquiera un pajarillo cae de un árbol fuera de la voluntad de Dios (Mateo 10:29). La aplicación que hace Jesús de esta enseñanza es que, dado que dos pajarillos se venden por unas monedas, y nosotros tenemos muchísimo más valor para Dios que un pajarillo, si Dios tiene una voluntad específica con respecto a los detalles de la vida y la muerte de un pajarillo, podemos estar seguros de que tiene una voluntad específica con respecto a cada detalle de nuestras vidas. En esta enseñanza acerca del pajarillo, Jesús confirma la revelación de David sobre un Dios personal que se preocupa aun por los detalles más pequeños de nuestra vida, tiene planeado cada uno de nuestros días y dirige nuestros pasos. Y refuerza ese énfasis cuando nos dice, en el mismo pasaje, que a Dios le 6
  • 7. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) importa la cantidad de cabellos que tenemos en nuestra cabeza (Mateo 10:30). El apóstol Pablo obviamente concordaba con Jesús y David cuando escribió que, aun cuando las buenas obras no pueden salvarnos, somos salvados para hacer las buenas obras que Dios, en su providencia, ya ha determinado que haremos para Él (Efesios 2:10). Escribe que, desde el momento en que se convirtió, cuando iba camino a Damasco, su magnífica obsesión fue asir el propósito por el cual él había sido asido por Cristo Jesús (Filipenses 3:12). Y también nos exhorta: “Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Romanos 12:1,2 – Dios habla hoy). He observado que, por encima de esto, en los primeros versículos de la Biblia, Moisés nos dice que hay un lugar donde Dios desea que estemos, y que Él nos hará saber cuando estemos en ese lugar y cuando no estemos en ese lugar. Cuando ponderamos estos valores que declararon Jesús, Moisés, David y Pablo, debe bendecirnos en gran manera saber que nuestro Dios es un Dios personal, y que se ocupa personalmente de nosotros como individuos. Según estos canales de inspirada revelación, Dios tiene contados los cabellos de nuestra cabeza, ordena nuestros pasos, predetermina nuestros días y tiene su voluntad con respecto de cómo debe ser nuestro carácter, nuestra carrera y cada decisión importante que tomemos mientras vivimos para Él en este mundo. 7
  • 8. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Primer paso Crea que Dios tiene una voluntad para su vida Un buen punto de partida para comenzar a buscar la voluntad de Dios para nuestra vida es creer que existe una voluntad de Dios para nuestra vida. El hecho de que hay más de sesenta mil millones de dedos en el mundo, y que entre ellos no haya dos iguales, sugiere que Dios tiene un plan único para cada uno de nosotros. Hoy en día, el ADN constituye una prueba aún más elocuente que las huellas digitales en cuanto al milagro de que cada uno de nosotros es único y de que Dios tiene un plan único para cada uno de nosotros como individuos. Aun en el caso de la salvación, no recibimos ese plan automáticamente. Uno de los resultados y propósitos de nuestra salvación es que recuperemos la voluntad de Dios para nuestra vida. Mi oración es que estos doce pasos que voy a compartir con usted lo guíen hacia esa buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para su propia vida personal. El primer paso de esa recuperación es creer que Dios tiene ese plan personal para usted y para mí. Segundo paso Esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios Este segundo paso es el más importante de los doce que quiero compartir con usted: Esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Cuando Jesús les enseñó a orar a sus discípulos, les dijo que oraran así: “Hágase tu voluntad”. Cuando oró en el huerto, la noche antes de ser crucificado, les demostró a sus discípulos cómo debían orar cuando sudó con grandes gotas de sangre y rogó: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mateo 6:10; 26:39; Lucas 22:42-44). 8
  • 9. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Al darnos un principio que nos muestra cómo podemos saber que su enseñanza es la enseñanza de Dios, Jesús también nos dio un principio que se aplica cuando deseamos conocer la voluntad de Dios. Este principio es, simplemente: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá...” (Juan 7:17). Estas pocas palabras de Jesús ponen en nuestra mano una llave que puede abrir la voluntad de Dios para nuestra vida. Según el apóstol Pablo, conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no tiene por qué ser difícil o complejo. Dios no complica ni oculta deliberadamente su voluntad. La dificultad no está en la voluntad de Dios, sino en la voluntad de usted y la mía. Cuando Pablo nos dice cómo podemos conocer la “buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, comienza su receta para conocer la voluntad de Dios diciendo que reconozcamos nuestra incapacidad y rindamos incondicionalmente nuestra voluntad a la de Dios. Dice: “Os ruego [...], que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1,2). El hecho de que nos rindamos incondicionalmente a Dios simplificará nuestra lucha por conocer su voluntad. Por medio de la observación, de la experiencia y del estudio de las Escrituras, he llegado a la conclusión de que el obstáculo mayor para conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no es la voluntad de Dios, sino nuestra propia voluntad. Dios no revela su voluntad a personas que se niegan a cumplirla. Tercer paso Esté abierto a lo que pueda ser la voluntad de Dios Una mujer, una vez, le pidió a su pastor que no la confundiera con pasajes bíblicos, ¡porque ella ya había decidido lo que iba a hacer! Un hombre que gana enormes sumas de dinero como asesor me dijo hace poco que la mayoría de las veces, 9
  • 10. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) cuando le pagan esos abultados honorarios, sus clientes no quieren, en realidad, que los asesore sobre el tema por el cual lo consultan. Solo quieren que confirme lo que ellos ya han decidido hacer. Muchas veces, no llegamos a conocer la voluntad de Dios, porque cuando nos acercamos a Él “buscando su voluntad”, tenemos nuestros propios planes en mente. Si nuestra mente está dura como una piedra cuando preguntamos acerca de su voluntad, en realidad, no estamos buscando la voluntad de Dios. Simplemente le estamos pidiendo que dé su bendición a nuestra voluntad, nuestros planes y la dirección que ya hemos decidido seguir. Cuarto paso La Palabra de Dios Isaías nos dice que hay una enorme diferencia entre los pensamientos y los caminos de Dios, y la forma en que nosotros pensamos y hacemos las cosas; tanta como la distancia entre los cielos y la tierra. La filosofía de ministerio de Isaías era predicar la Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios alinea nuestros pensamientos con los pensamientos de Dios, nuestros caminos con los caminos de Dios y nuestra voluntad con la voluntad de Dios (Isaías 55:9-11). Este gran príncipe de los profetas está diciéndonos, en realidad, por qué él predica la Palabra de Dios. Según Isaías, si el pueblo de Dios desea sinceramente conocer la voluntad de Dios, que no piensa ni actúa como ellos, simplemente, lo que deben hacer es pasar mucho tiempo en su Palabra. En cierta ocasión escuché a Billy Graham contar que, una vez, antes de ser tan famoso como es en la actualidad, subió a un avión y, al ver a un viejo amigo pastor que ya estaba sentado, leyendo su Biblia, lo saludó. El viejo pastor no le 10
  • 11. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) prestó la más mínima atención. Cuando ya hacía una hora que estaban en vuelo, este hombre fue adonde Billy estaba sentado, lo saludó con gran entusiasmo y se disculpó por no haberlo saludado antes. Le dijo: “Cuando yo oro, estoy hablando con Dios; pero, cuando abro la Palabra de Dios, Él me habla a mí. Cuando tú me saludaste, Él me estaba hablando, y yo no podía interrumpir a Dios para saludar a Billy Graham.” Tomás de Kempis abría su Biblia cada mañana orando de esta manera: “Que se acallen todas las voces. Háblame, Señor, habla solo tú”. Si queremos conocer sinceramente la voluntad de Dios, debemos poder escucharlo. Cuando abrimos la Palabra de Dios, deberíamos pedirle que Él nos hable. Por eso debemos pasar tiempo en la Palabra de Dios cuando estamos buscando conocer su voluntad. Quinto paso Oración Cuando necesitamos conocer cuál es la voluntad de otro ser humano, ¿cuál es el primer paso que debemos dar? Nuestro primer pensamiento es, generalmente, que debemos reunirnos con esa persona y conversar con ella. Cuando un hombre está enamorado y decide casarse con una mujer, su primera idea es reunirse con ella para tener una conversación. Cuando tratamos de conocer la voluntad de Dios, nuestro primer pensamiento debería ser reunirnos con Él para conversar. Toda buena conversación tiene dos dimensiones. La persona que realmente sabe conversar sabe que la dimensión más importante de una conversación es cuando la otra persona habla. Estas dos dimensiones diferentes de la conversación deben darse cuando oramos y cuando abrimos la Palabra de Dios. Si usted no sabe orar, piense en la oración como un simple encuentro con 11
  • 12. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Dios para conversar con Él. Cuando oramos, la dimensión más importante de esa conversación es, obviamente, no cuando nosotros le hablamos a Él, sino cuando Dios nos habla a nosotros. Los apóstoles, sincera y humildemente, le pidieron a Jesús que les enseñara a orar. En respuesta a su espontánea confesión y a su pedido, Jesús les dio el Padrenuestro (Lucas 11:1-5; Mateo 6:8-14). Esa oración era, al mismo tiempo, una instrucción sobre cómo debían orar. Cuando usted ore, use el Padrenuestro como instrucción para guiarlo en su conversación con Dios. Después, abra su Biblia y pida a Dios que le hable. Al darnos esta guía para la conversación con Dios, Cristo no quiso decir que debíamos repetirla una y otra vez, pensando que a Dios le agradarían las muchas repeticiones. Jesús dio aquí una instrucción que nos muestra claramente que no era esa su intención. Además, creo que es importante observar otra instrucción que Jesús nos dio con respecto a cómo no debemos orar. Hay personas que creen que si repiten una oración, recitando el mismo ruego vez tras vez, tienen más posibilidades de que Dios las escuche y responda. Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar, les dijo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:7,8). Sexto paso Examine sus motivos ¿Quiere usted conocer la voluntad de Dios para su vida por lo que podría obtener de beneficio usted mismo, o por lo que 12
  • 13. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) podría ser beneficioso para Dios? Los motivos son algo muy importante para Dios. Su Palabra relaciona nuestros motivos con nuestro corazón, y la Biblia nos dice que –por sobre todas las cosas- nuestro corazón es engañoso. Jeremías nos dice que nuestro corazón es tan engañoso que solo Dios puede conocerlo (Jeremías 17:9,10). El apóstol Pablo escribe que nuestras obras serán juzgadas solo después que Dios haya expuesto los motivos ocultos de nuestro corazón (1 Corintios 4:5). Al enfrentar la cruz, Jesús dijo: “Mi corazón está angustiado y ¿qué diré? ¿‘Padre, sálvame de esta hora’? No; fue precisamente por esa razón que llegué a esta hora. ‘¡Padre, glorifica tu nombre!’”. Leemos que, entonces, la voz del cielo habló y dijo, básicamente: “Ya he glorificado mi nombre a través de tu vida, y lo glorificaré otra vez”. Basándose en este pasaje, un hombre muy piadoso escribió que todos deberíamos orar de esta manera: “Padre, glorifícate y envíame la factura. Haz cualquier cosa, Padre... ¡pero glorifícate a ti mismo!”. Estas palabras de Jesús, y la paráfrasis de las palabras que he citado, describen la motivación que todos deberíamos tener para querer conocer la voluntad de Dios. ¿Queremos conocer la voluntad de Dios para la gloria de Dios, o para nuestra propia gloria y beneficio? La respuesta que demos a esa pregunta será muy importante para Dios cuando nuestras obras sean evaluadas ante el tribunal de Cristo. Es muy importante, por lo tanto, que la motivación de nuestro corazón sea glorificar a Dios cuando buscamos conocer su voluntad en nuestra vida diaria. 13
  • 14. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Séptimo paso Evalúe sus dones Según Pablo, si deseamos sinceramente conocer la voluntad de Dios, una vez que nos hayamos rendido incondicionalmente a su voluntad, hayamos sido transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento y hayamos decidido que el mundo no va a forzarnos a conformarnos a sus pautas, debemos descubrir nuestros dones espirituales. Después, debemos ofrecer esos dones a Dios como un sacrificio vivo (Romanos 12:1-8). Esta disciplina espiritual nos llevará al centro de la voluntad de Dios. Un mentor que yo tenía hace mucho tiempo solía decir: “Tendría que ser obvio que Dios no ha llamado a un hombre que tiene una sola pierna a ser un corredor olímpico”. Una vez que hemos hecho el inventario de nuestros dones naturales y espirituales, como fieles administradores, debemos aceptar nuestras limitaciones y también aceptar la responsabilidad por las capacidades que tenemos. Juan el Bautista es un buen ejemplo de un hombre que practicaba estas dos disciplinas espirituales. Juan sabía quién era y sabía quién no era. Dijo que era: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas” (Marcos 1:3). Así manifestó quién era él, lo que era, y dónde debía estar. Él sabía que su vida era demasiado preciosa como para ser algo menos que una voz que clamaba en el desierto. Y también sabía quién no era (Juan 3:27-36, Marcos 1:7,8). He conocido a creyentes que sufrieron muchos dolores innecesarios por no querer aceptar sus limitaciones. Pero cuando seamos evaluados ante el tribunal de Cristo, la mayoría de nosotros sufriremos una agónica falta por no haber aceptado la responsabilidad por las capacidades que tenemos. Como el siervo inútil de la Parábola de los Talentos, creemos que no tenemos 14
  • 15. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) dones y enterramos los talentos que nos han sido dados (Mateo 25:14-30). Un inventario de dones espirituales He visto muchos creyentes que están frustrados, ya sea porque no conocen sus dones espirituales, o porque no los están ejercitando. La siguiente es una buena guía para hacer un inventario de los dones espirituales que nos han sido dados por el Espíritu Santo. 1. Familiarícese con las descripciones bíblicas de los dones espirituales. Hay aproximadamente veinte o veintiún dones espirituales que se mencionan en el Nuevo Testamento. Personalmente, no creo que los escritores de estos pasajes hayan tenido la intención de hacer una lista exhaustiva de los dones espirituales. Mi idea es que su intención, cada vez que enumeran y describen una serie de dones espirituales, es darlos como ejemplo. 2. Crea que usted tiene dones. El duodécimo capítulo de 1 Corintios es el más importante del Nuevo Testamento con respecto del tema de los dones espirituales. Cuando estudie este capítulo, observe cómo se hace énfasis en la palabra “todos”. Cuando uno resume este gran capítulo, debe llegar a la conclusión de que todos los creyentes nacidos de nuevo tienen dones espirituales. 3. Considere en qué áreas usted es efectivo y fructífero en su iglesia local. Todos los dones del Espíritu son dados para edificar, bendecir, desafiar, instruir, equipar, alentar e inspirar a otros miembros de la iglesia. Por lo tanto, su iglesia local es el lugar donde usted puede descubrir, identificar, ejercer y desarrollar su conjunto de dones espirituales. 4. Haga la distinción entre las capacidades naturales y los 15
  • 16. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) dones espirituales. Sus capacidades naturales son el conjunto de dones y talentos que usted ha heredado en virtud de su nacimiento físico y su herencia genética. En cierto sentido, estos dones se convierten en dones espirituales cuando son consagrados a Dios. Por ejemplo: Si alguien tiene una hermosa voz para cantar, y dedica y utiliza esa voz para glorificar a Dios y adorarlo, su talento natural se convierte en un don espiritual. Usted ha heredado su conjunto de dones espirituales en virtud de su nacimiento espiritual. Cuando el Espíritu Santo viene a habitar en nosotros, trae con Él un conjunto de dones espirituales que no estaban en nuestra vida antes que naciéramos de nuevo (1 Corintios 12). 5. Espere que otros miembros de su iglesia lo ayuden a identificar sus dones espirituales. Mida el impacto de sus dones espirituales sobre aquellos para los que estos dones fueron dados. Si hay personas que llegan a la fe y se hacen miembros de la iglesia cuando usted les comparte el evangelio, usted tiene el don de evangelismo. Si la gente entiende cuando usted explica verdades espirituales, usted tiene el don de enseñanza. Uno de los roles más importantes de la iglesia local es ayudar a los creyentes a identificar, reconocer, ejercitar y desarrollar sus dones espirituales. 6. Busque oportunidades de experimentar cuando sospeche que tiene algún don o ministerio. ¿Cómo sabrá si tiene o no el don de la enseñanza si no tiene la fe y la valentía de tratar de enseñar en una clase de Escuela Dominical o un grupo pequeño de estudio bíblico? 7. Dese tiempo para desarrollar los dones espirituales que cree que el Espíritu Santo le ha dado. Una experiencia negativa al tratar de enseñar en un estudio bíblico no significa que usted no tenga el don de la enseñanza. 16
  • 17. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 8. Realice un culto de consagración y dedique sinceramente sus dones espirituales a Dios, quien se los dio, quien es el poder detrás de esos dones, y cuya gloria es el propósito de todos ellos. Octavo paso Busque un patrón Dado que nuestro Dios es un Dios de orden, y que puede verse su huella distintiva en el extraordinario diseño de su creación, es de esperar que veamos orden y diseño en la forma en que Él nos revela su voluntad para nuestra vida. En el Libro de los Hechos, leemos que el apóstol Pedro tuvo una visión de una sábana donde había muchos animales que la ley de Moisés no permitía que un judío devoto comiera (Hechos 10). A Pedro se le dijo tres veces que matara y comiera, y cada una de esas tres veces, se negó. Entonces oyó que alguien golpeaba a la puerta. El Espíritu le dijo que fuera con los hombres que venían a buscarlo, sin hacer preguntas al respecto. Pedro pronto se dio cuenta de que esos hombres no solo eran gentiles, sino que eran siervos de un centurión del ejército romano que había conquistado y ocupado con crueldad la tierra de Israel. Pedro no pensó que esta serie de hechos fuera una serie de coincidencias, sino que la consideró como un patrón de dirección divina. La experiencia de Pedro reveló, finalmente, la gloriosa realidad de que Jesucristo no era solo para los judíos, sino para todas las personas de todos los países de la tierra. El Libro de los Hechos nos cuenta una historia similar sobre el evangelista Felipe, que estaba realizando una cruzada evangelística muy exitosa en Samaria, cuando el Espíritu lo guió a que fuera al desierto de Gaza (Hechos 8). Aunque los 17
  • 18. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) evangelistas generalmente van a los centros más poblados, Felipe obedeció la dirección del Espíritu. Cuando obedeció al Espíritu Santo, Felipe se encontró con el tesorero de Etiopía, que estaba cruzando el desierto en un carro. Felipe fue invitado a subir al carro del etíope y pudo llevar a este político africano a Cristo y bautizarlo. La historia de la Iglesia nos dice que en el norte de África se plantó una iglesia fuerte gracias a la conversión de este político etíope. A través de ese etíope, el Espíritu Santo llevó más personas a Cristo en África que las que Felipe podría haber alcanzado en Samaria. ¿Cree usted que Felipe pensaba que toda esta situación era una serie de coincidencias, o un patrón de dirección divina? Estos son dos de los muchos, muchos relatos bíblicos que nos muestran patrones de dirección divina. Cuando usted intente encontrar la voluntad de Dios, busque estos patrones. Quizá no sean tan extraordinarios ni obviamente sobrenaturales como los que hemos visto, pero habrá evidencias del gran milagro de que Dios nos guía siguiendo un patrón. Por lo tanto, cuando trate de conocer la voluntad de Dios, busque un patrón. Noveno paso Busque una confirmación Hay momentos en que, cuando deseamos conocer la voluntad de Dios, debemos buscar una confirmación. En nuestros viajes de fe, muchas veces llegamos a una encrucijada en que simplemente no sabemos cuál es la voluntad de Dios. Por cierto, no hay ningún versículo de las Escrituras que nos diga que vayamos para la derecha o para la izquierda cuando no tenemos una indicación ni la dirección del Espíritu. Nos esforzamos por tomar la decisión correcta, reconociendo, al mismo tiempo, que simplemente no 18
  • 19. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) sabemos qué camino tomar. Habiendo hecho todo lo que esté a nuestro alcance para discernir la voluntad de Dios, elegimos un camino u otro. Aunque no haya un versículo que nos diga qué camino debemos tomar, sí hay un versículo bíblico que nos da un principio que puede sernos muy útil cuando nos encontramos en estas encrucijadas. Una traducción de este versículo, que se encuentra en Salmos, es: “El SEÑOR afirma los pasos del hombre” (Salmos 37:23, Nueva Versión Internacional). Esto significa que algunas veces, debemos avanzar hacia lo que entendemos que es la voluntad de Dios, mientras oramos y buscamos una confirmación. La confirmación puede ser positiva o negativa. Si todo sale bien y la dirección que hemos elegido tiene, obviamente, el sello de aprobación de Dios, podemos decir que Dios nos ha dado una confirmación positiva de su voluntad. Tenemos la convicción de que Dios nos está diciendo: “Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21). Después de comprometernos a seguir una dirección, vemos pruebas de que el Cristo vivo ha ido delante de nosotros y nos ha preparado el camino (Juan 10:4). Algunas veces, la confirmación es negativa, y los resultados son lo opuesto de lo que acabo de describir. Cuando esto sucede, debemos ser suficientemente humildes como para retroceder hasta esa encrucijada y elegir la otra dirección. Décimo paso Espere en el Señor Dios no tiene prisa. Muchas veces no vemos la dirección de Dios porque estamos corriendo mucho más adelante, haciéndole señas frenéticas al Señor para que nos alcance y nos siga en el plan que tenemos para nuestra vida. Por eso es que la expresión “Espera en Jehová” es tan frecuente en la Palabra de Dios. 19
  • 20. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Se necesita más fe para esperar que para actuar. La receta de Dios para guiar a personalidades como la de Jacob es esperar en el Señor. Jacob no llegaba a ver la voluntad de Dios para su vida, porque siempre estaba corriendo delante de Él. Lea la historia de Jacob en Génesis, capítulos 25 al 32, y el comentario de Pablo sobre esa historia en el noveno capítulo de Romanos. Cuando lea cómo Dios hizo que Jacob cojeara para poder coronarlo con la bendición de su voluntad, verá una gran ilustración de lo que significa esperar en el Señor. Cuando un hombre devoto está cojo, ¿qué otra cosa puede hacer, más que esperar en el Señor? En el Libro de Salmos, encontramos la palabra Selah en setenta y tres lugares. Una traducción moderna de esa palabra es: ‘Haz una pausa y piensa calmadamente en esto’. Dios coloca frecuentemente sus “Selah” en nuestra vida mientras nos guía en nuestros viajes de fe. Él tiene sus propias y muy buenas razones para hacer que nos detengamos y esperemos. Quizá desee que hagamos una pausa para reflexionar con calma sobre nuestras prioridades, los objetivos de nuestra misión y otros temas, mientras experimentamos su voluntad para nuestra vida. Cuando encontramos uno de los “Selah” del Señor, debemos preguntar siempre qué es lo que Dios quiere que nos detengamos a pensar en calma. Y nunca debemos poner un signo de pregunta cuando Dios pone un punto en nuestro viaje de fe. Recordemos que Dios quizá esté usando esta pausa en nuestros planes para prepararnos para cosas mayores en sus planes (ver la vida de José en Génesis 39 – 41). 20
  • 21. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Undécimo paso Avance La Biblia está llena de paradojas. Una paradoja es algo que aparenta ser una contradicción, pero cuando uno lo examina más de cerca, descubre que, en realidad, no hay tal contradicción. Hay veces en que una paradoja no es una contradicción, porque las dos proposiciones que afirma la paradoja son ciertas. Puede ser que la contradicción entre las proposiciones aparentemente contradictorias se resuelva cuando uno comprende que no se trata de “esto o aquello”, sino de “esto y aquello”. La paradoja suele resolverse cuando comprendemos que algunas veces es de una manera y otras veces, de otra. Podemos llegar a no alcanzar la voluntad de Dios cuando nosotros tenemos prisa, y Dios, no. Cuando esto sucede, debemos esperar en el Señor. Hay otros momentos en que no alcanzamos la voluntad de Dios porque nos quedamos en una postura apática, indecisa, falta de fe y de valentía, y el Señor continúa su camino sin nosotros. Estos dos conceptos aparentemente opuestos, en realidad, no son contradictorios. No se trata de que uno u otro sea cierto, sino de que ambos lo son. La verdad es que, algunas veces, necesitamos esperar en el Señor; y otras veces debemos avanzar. Tenemos un adversario que no desea nuestro bien. Su primera estrategia es hacernos debiluchos espirituales, apáticos, indecisos y perezosos, que se pierden la voluntad de Dios, porque no tienen la fe, la valentía y la disciplina necesarias para seguir la dirección del Señor. Si eso falla, él tratará de convertirnos en adictos al trabajo, obsesivos y compulsivos, que no ven la voluntad de Dios porque están afanándose por asir aquellas cosas que están fuera de su alcance y no son la 21
  • 22. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) voluntad de Dios para sus vidas; es decir, personas que corren muy por delante del Señor. Obviamente, todos necesitamos un equilibrio entre estos dos extremos que nos hace madurar para llegar a ser siervos del Señor que pueden discernir y poner en práctica su voluntad. Duodécimo paso Busque consejo espiritual Hay una afirmación que aparece dos veces en el Libro de Proverbios. Dice: “En la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 24:6; 11:14). Este proverbio de los sabios no significa que debemos consultar a una multitud de consejeros cuando llegamos a esa encrucijada en el camino que he mencionado varias veces. Eso sería muy confuso, ya que una multitud de consejeros nos darán una multitud de opiniones con relación a la difícil decisión que debemos tomar. Los sabios que escribieron el Libro de Proverbios, al hacer estas dos afirmaciones, enseñaron dos verdades básicas. En una de ellas nos dicen que cuando dos naciones van a la guerra entre sí, la nación que tiene una multitud de consejeros tiene más probabilidades de ganar la guerra. En la otra, dicen que, cuando llegamos a esa encrucijada en nuestras vidas en que debemos elegir qué camino tomar, si hemos tenido una multitud de buenos consejeros a lo largo de nuestra vida, es decir, si hemos tenido una buena educación espiritual, estaremos capacitados para tomar nuestra difícil decisión. En la profecía de Isaías hay un hermoso pasaje que nos presenta y describe uno de los beneficios de una buena educación espiritual. Isaías nos dice que si hemos tenido una multitud de buenos consejeros espirituales en nuestra vida, cuando lleguemos a esa encrucijada, escucharemos las voces de esos consejeros 22
  • 23. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) diciéndonos: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:20,21). Hoy, al repasar las bendiciones que el Señor me ha dado, estoy muy agradecido porque, en mi viaje de fe, he tenido mentores extraordinarios que me han guiado y me han dado consejos muy sabios en encrucijadas fundamentales en mi vida y mi ministerio. Hay momentos en que no es fácil discernir cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida, que es el propósito en tiempo presente de nuestra salvación. Por lo tanto, es sabio que busquemos el consejo de creyentes maduros que han buscado y hallado la voluntad de Dios durante muchos años. La iglesia se mueve por este mundo como una flota de barcos, en perfecta formación, sincronizada sobrenaturalmente por el Espíritu Santo. El Cristo vivo y resucitado es como el “Buque insignia” –el buque comandante- en el centro de la flota, que envía señales a las demás naves constantemente. Si usted tiene la mirada puesta en el “Buque insignia” y recibe las señales de Él, estará dentro de la formación y será parte de su gran obra en este mundo. Pero si no tiene los ojos puestos en el Buque insignia y no ve sus señales, la obra de Cristo seguirá sin usted, mientras usted anda a la deriva, destruyéndose, sin poder ser jamás una parte sincronizada de su magnífica flota. Las personas que se destacan como siervos de Cristo no son excepcionales porque jamás dejen pasar una señal. Pero los grandes siervos de Cristo que Dios usa hoy y ha usado a lo largo de la historia de la Iglesia siempre han sido hombres y mujeres que no recibían sus señales de la cultura que los rodeaba. Son, y siempre han sido, siervos del Señor que tenían sus ojos fijos en el “Buque insignia” y recibían sus señales del Cristo resucitado. 23
  • 24. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Concluyo este estudio sobre la dirección divina como lo empecé: haciendo énfasis en el milagro de que hay un lugar en el que debemos estar en nuestro andar con Cristo, y Dios desea hacernos conocer ese lugar. Oro para que estos doce pasos lo ayuden a mantener sus ojos en el “Buque insignia” –el Cristo vivo y resucitado- que lo guiará a la voluntad de Dios para su vida, que es buena, perfecta, y la única vida aceptable para Dios, que lo creó y lo recreó a usted para que viviera esa vida. (Romanos 12:1-2). 24
  • 25. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Capítulo 2 Receta para la identidad Hay un lugar donde Dios quiere que estemos. También hay alguien que Dios quiere que seamos. Ahora quisiera concentrarme en ocho preguntas que Dios nos formula en la Biblia y que nos muestran dónde quiere Dios que estemos, qué quiere que seamos y especialmente quién desea Dios que seamos. Yo llamo a estas ocho preguntas “mi brújula espiritual”. Si permitimos que Dios nos formule estas preguntas y las respondemos en oración, nos encontraremos dialogando con Dios. Esto será particularmente real en tiempos de transición o cuando estemos convencidos de que necesitamos hacer una transición, un cambio en nuestra vida o ministerio. Las primeras cuatro de estas ocho preguntas son las primeras palabras que Dios habla al hombre caído: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? [...] ¿Qué es lo que has hecho?” (Génesis 3:8-13). ¿No es extraño que el Creador les haga preguntas a sus criaturas? Sin duda, Él conoce las respuestas a sus preguntas. Dios sabe dónde está el hombre. El problema es que el hombre no lo sabe. Lo primero que un hombre perdido necesita saber es que está perdido. Lo que hemos presentado aquí es un diálogo entre Dios y el hombre en el que Dios formula preguntas, porque el hombre necesita reflexionar acerca de dónde está, hasta que se dé cuenta de que está perdido y no está donde debería estar. 25
  • 26. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Como todo lo demás en el Libro de Génesis, estas preguntas no solo son la trascripción del diálogo entre Dios y el hombre en ese momento, sino ahora también. ¿Alguna vez lo inquieta la sensación de que Dios desea que usted esté en algún lugar, y usted no está allí? ¿Alguna vez lo ha preocupado la idea de que usted no es quien Dios quiere que sea? Uno puede llamar a esto “crisis de identidad”. Según Moisés, la supuesta “crisis de identidad” en su vida podría ser simplemente la voz de Dios que anda por el huerto de su vida, desafiándolo con las mismas palabras que dirigió al ser humano caído en su primer diálogo con él: “¿Dónde estás?”. El propósito de esta primera pregunta es que Dios desea que el hombre esté donde su Creador desea que esté. El propósito de la segunda pregunta: “¿Quién te enseñó...?” es que Dios desea que el hombre sepa que su Dios está tratando de establecer un diálogo con él. Dios desea que el hombre confiese a quién o a qué está escuchando, y de dónde, exactamente, está recibiendo instrucciones. Esta segunda pregunta hace regresar a Adán y su esposa al lugar y el momento en que comieron del árbol equivocado, cuando inmediatamente supieron que estaban desnudos (7). Antes de comenzar el diálogo con estas preguntas, Dios se comunicó con Adán y Eva. La segunda pregunta tenía como fin hacerlos tomar conciencia de ese milagro. Ellos no se daban cuenta del milagro de que Dios les hacía saber lo que quería que supieran. ¿Es posible que usted no se dé cuenta del milagro de que Dios le está haciendo saber lo que Él quiere que usted sepa? Mi paráfrasis de la tercera pregunta es: “¿Han estado comiendo de los árboles equivocados?”. Esta pregunta también podría parafrasearse como: “¿Han estado buscando las respuestas en los lugares equivocados?”. Los árboles del huerto habían sido colocados por Dios con el propósito de satisfacer las 26
  • 27. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) necesidades del primer hombre y la primera mujer. Si examinamos el entorno en el que se produce este diálogo, veremos que las necesidades del hombre y la mujer debían ser satisfechas por los árboles del huerto en un orden preciso de prioridades (Génesis 2:8,9). Los árboles del huerto debían satisfacer la necesidad de los ojos, la necesidad de alimento y, finalmente, la necesidad de la vida misma. Dios declaró que el árbol del conocimiento estaba vedado. En el capítulo tres, cuando Adán y Eva pecan, violan esta prioridad establecida por Dios. El primer hombre y la primera mujer pusieron primero sus necesidades físicas, o la necesidad de alimento, y pusieron en segundo lugar la necesidad de los ojos. Pero su necesidad de vida nunca fue satisfecha. En lugar de la vida que Dios tenía preparada para ellos, encontraron la muerte y la expulsión del huerto de Dios. No solo fueron culpables de remplazar las prioridades de Dios por las suyas propias, sino también desobedecieron a Dios y comieron del árbol del conocimiento. Adán y Eva lo hicieron motivados por la idea de que, si comían del árbol del conocimiento, serían tan sabios como Dios. Una aplicación alegórica de esto en gran parte de nuestro mundo actual es el excesivo énfasis en el conocimiento y el poco respeto, si es que existe, por la necesidad de una revelación de parte de Dios. Todo esto es, obviamente, una alegoría. ¿Ha visto usted alguna vez un árbol del conocimiento o un árbol de la vida? La verdad acerca de los árboles del huerto es una ilustración de un gran sermón predicado por Moisés. Jesús comenzaría su ministerio público citando a Moisés: “…para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4). La profunda verdad en la que se centran Moisés y Jesús queda ilustrada alegóricamente por estos árboles del huerto del Edén. 27
  • 28. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) En la Biblia, el ojo representa la estructura mental, es decir, la forma en que vemos y comprendemos las cosas. Jesús enseñó: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:22,23). Obviamente, Jesús estaba enseñando que nuestras vidas pueden estar llenas de felicidad, o de depresión e infelicidad. La diferencia entre esos dos extremos es la forma en que vemos las cosas, nuestra estructura mental, nuestra perspectiva de la vida. Esta misma verdad se enseña alegóricamente en el huerto del Edén cuando se nos dice que estos árboles estaban para proveer para nuestras necesidades. La esencia de la verdad que Dios nos comunica es aproximadamente esta: Si nos acercamos a la Palabra de Dios y le pedimos a Él que satisfaga la necesidad de nuestros ojos, o que nos muestre a través de su Palabra cómo debemos ver las cosas, todas nuestras necesidades serán satisfechas. Tendremos vida, ya que Dios satisfará nuestra mayor necesidad, que es la de que Él nos muestre cómo quiere que veamos todas las cosas. El significado alegórico del árbol del conocimiento, del cual comieron Adán y Eva –y del que Dios les había dicho que no debían comer- es la filosofía humanista que dice: “No necesito ninguna revelación de Dios. Tengo una inteligencia superior, y eso es todo lo que necesito”. En el mismo comienzo de la Biblia, Dios nos dice a usted y a mí que nuestro Creador conoce cada necesidad que tenemos, porque Él nos creó con esas necesidades. Él sabe –y quiere que nosotros también sepamos- que nuestra mayor necesidad es la de nuestros ojos. Necesitamos desesperadamente pedirle a Dios que nos dé, a través de su Palabra, una revelación que nos muestre 28
  • 29. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) cómo nuestro amoroso Padre celestial desea identificar y satisfacer todas nuestras necesidades. ¡Así fue! ¡Así es! ¿Interpretamos nuestras necesidades a la luz de la Palabra de Dios, o interpretamos la Palabra de Dios a la luz de nuestras necesidades? ¿Qué hizo, exactamente, la primera pareja disfuncional en el huerto del Edén? ¿Comieron una manzana? ¿Tuvieron relaciones sexuales? Una lectura profunda y detallada de este capítulo, con la enseñanza del Espíritu Santo, nos revelará una verdad mucho más profunda que estos puntos de vista equivocados. Dios nos dice –entonces y ahora- que Adán y Eva interpretaron la Palabra de Dios a la luz de sus necesidades. Pusieron primero su necesidad y, después, la revelación de Dios. En otras palabras, hicieron lo que ellos querían y después le pidieron a Dios que les mostrara qué pensaba Él sobre cómo debían ser satisfechas sus necesidades. Eran muy semejantes a un creyente común que escucha la Palabra de Dios en alguna iglesia de hoy en día. Toda la semana, esta persona hace las cosas como quiere, y decide por sí misma cómo satisfacer sus necesidades. Después, va a la iglesia a escuchar lo que Dios dice sobre cómo deberían ser satisfechas sus necesidades. Debería ser exactamente al revés. Debemos acudir a Dios primero y pedirle que nos muestre cómo deben ser satisfechas nuestras necesidades, y estar dispuestos a obedecer. La cuarta pregunta: “¿Qué has hecho?” los desafió a mirar atrás y reflexionar sobre sus acciones. El propósito de esta cuarta pregunta era obtener una confesión de la primera pareja. En el idioma griego, la palabra bíblica “confesar” está compuesta por otras dos palabras que significan ‘hablar’ e ‘igual’. Confesar significa, literalmente, ‘decir lo mismo’, o ‘estar de acuerdo con Dios’. Dado que es nuestro perfecto Padre celestial, Dios sabe lo que hemos hecho, pero quiere escucharnos 29
  • 30. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) decir lo mismo que Él dice acerca de lo que hemos hecho. ¿Alguna vez hizo usted esto con sus hijos? Encuentro la quinta gran pregunta de Dios un poco más adelante en el Libro de Génesis. Dios le pregunta a una criada egipcia llamada Agar: “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?” (Génesis 16:8). Esta es la pregunta fundamental con respecto a la dirección. A Dios le gusta hacernos esta pregunta durante los últimos días y horas de un viejo año, cuando estamos en transición o creemos que deberíamos estarlo. Esta quinta pregunta nos desafía a mirar atrás y, después, relacionar nuestro pasado con nuestro presente y nuestro futuro. Cuando Dios hace esta pregunta, comienza a abrirse camino la Buena Noticia. El evangelio (la Buena Noticia) de toda la Biblia es que no tenemos, necesariamente, que terminar en el lugar al que nos conduce el camino por donde hemos venido. Hoy, millones de personas creen que su presente y su futuro están prefijados por su pasado. Esta “parálisis de análisis” declara la mala noticia de que siempre vamos en la misma dirección de donde venimos. Aunque esta quinta pregunta termina señalándonos la Buena Noticia, inicialmente nos presenta una realidad sombría. Si no experimentamos un hecho que nos cambie la vida, entonces, nuestro futuro puede ser prefijado por nuestro pasado. La Biblia enseña que las personas no cambian por sí mismas, porque no pueden hacerlo. Jeremías llega a burlarse de nosotros por tratar de cambiarnos a nosotros mismos (Jeremías 2:36; 13:23). “Como ahora, será después”, solían decir los filósofos griegos para expresar esta misma realidad. Pero el evangelio de la Biblia es optimista y positivo cuando proclama esta gloriosa verdad: ¡Podemos acercarnos a Dios por fe y ser cambiados! (2 Corintios 5:17; 3:18; Romanos 12:2). Encuentro la sexta gran pregunta de Dios aún más adelante en el Libro de Génesis, cuando Dios pregunta a dos hermanos: 30
  • 31. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) “¿Quién eres?” (Génesis 27:18,19,32-34). Esta pregunta está relacionada con la anterior, por medio del interrogante: “¿Transformado en qué?”. Esta pregunta implica que debemos ser alguien. Así como la primera pregunta implicaba que debemos estar en algún lugar y probablemente no estemos allí, la sexta pregunta implica que debemos ser alguien que probablemente no somos. Cuando su padre le preguntó a Esaú: “¿Quién eres?”, Esaú lloró y se lamentó, porque había vendido su identidad por un plato de guiso. Cuando a Juan el Bautista le fue formulada la misma pregunta, este gran profeta tuvo la respuesta correcta (Juan 1:19-23). Él sabía quién era y también sabía quién no era. No permitía que la presión de la sociedad le dictara quién debía ser o lo empujara a pretender ser alguien que Dios no deseaba que fuera. La respuesta equivocada o la falta de respuesta a esta sexta pregunta es, quizá, la mayor causa de infelicidad personal que existe actualmente en el mundo. Como pastor con cinco décadas de experiencia, puedo decir que esto también se aplica a los creyentes. Si usted se siente infeliz personalmente como creyente y seguidor de Cristo, su amoroso Dios quiere estimularlo y aguijonearlo con esta sexta pregunta hasta que se dé cuenta de que Dios lo creó y lo recreó para que usted fuera alguien en particular. Dios quiere hacerlo sentir incómodo y reflexionar hasta que pueda usar esa sexta pregunta para hacerle saber que usted nunca podrá ser feliz hasta que pueda decir, por la gracia de Dios, quién debe ser a partir de su creación y su recreación (Salmos 139:16-24; Romanos 12:1,2). La séptima pregunta: “¿Qué eres tú?” está, en mi opinión, implícita en las afirmaciones que realizan personas como el apóstol Pablo cuando dice: “Por la gracia de Dios soy lo que 31
  • 32. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) soy” (1 Corintios 15:l0). Pablo agradece a Dios, porque no ha recibido la gracia para ser lo que es en vano, y nos exhorta a nosotros a tener cuidado de no recibir la gracia de Dios en vano. Lo que somos también está implícito en los ejemplos de las biografías de personas como Moisés, a quien Dios llama y equipa para ser libertadores, reyes, profetas, sacerdotes y toda clase de líderes en su obra. Debemos relacionar esta pregunta y sus respuestas con las enseñanzas de Pablo de que somos salvos para buenas obras que Dios preparó para nosotros cuando nos salvó (Efesios 2:10). Esta séptima pregunta tiene que ver con nuestros dones espirituales y naturales, nuestro servicio para Dios en el ministerio o en el candelero donde Él nos ha puesto en este mundo. Esta pregunta se relaciona con lo que hacemos todo el día. Dado que somos seres humanos y no obras humanas, quiénes somos es mucho más importante que qué somos y qué hacemos todo el día. Lo que hacemos está directamente relacionado con lo que somos. La última pregunta es “¿Qué quieres?”. Son las primeras palabras de Jesús que registra el evangelio de Juan, cuando el Señor comenzó a convocar algunos discípulos a los que luego comisionó como apóstoles (Juan 1:38). Cuando permitimos que Dios haga brillar la luz de estas preguntas en todos nuestros recovecos espirituales hasta que nos muestren quién y qué quiere Dios que seamos y dónde quiere que estemos, la pregunta vital llega a ser, entonces: “¿Qué queremos?” y “¿Cuánto lo queremos?”. Su Dios lo ha hecho a usted como una criatura capaz de decidir. Él sabe dónde está usted, quién es y qué es. También sabe quién y qué quiere que sea, y dónde quiere que esté. Él lo 32
  • 33. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) ama, y por eso, desea profundamente que usted encuentre las respuestas correctas para estas preguntas. Dios respeta el hecho de que somos criaturas capaces de decidir y, en cierto sentido, Él nunca nos obligará a que le demos las respuestas correctas a estas preguntas. Hablando en sentido figurado, quizá Él nos trate como a Jonás y envíe tormentas a nuestra vida, o nos haga entrar en el vientre de un gran pez hasta que le demos las respuestas correctas a estas preguntas. Quizá nos presione como un elefante hasta que lo único razonable que nos quede por hacer sea darle la respuesta razonable. O tal vez intervenga en nuestra vida como lo hizo en la vida del apóstol Pablo en el camino a Damasco. Dios nos ama, y, por esto, quizá nos haga una oferta que no podemos rechazar; pero, como Jonás y el apóstol Pablo, debemos decidir alinear nuestra voluntad con la suya y ser quien Dios quiere que seamos y hacer lo que Él quiere que hagamos. Cuando Dios nos hizo criaturas capaces de decidir, nos creó a su imagen y semejanza. Las grandes creaciones de Dios, como el sol, la luna y las estrellas, no pueden tomar decisiones (Salmos 8; 19). Las criaturas de Dios en el microcosmos de su creación tampoco pueden decidir. Las abejas de una colmena y las formas de vida que podemos ver con un microscopio tampoco lo hacen. Cuando observamos la creación de Dios a través de un telescopio o un microscopio, vemos orden, porque la voluntad de Dios ha sido impuesta a estas creaciones de Dios. El hombre es la única creación de Dios que fue hecha con la capacidad de decidir. Nuestra capacidad de elegir es el plan de Dios para nosotros. Por lo tanto, Dios jamás quebrantará nuestra capacidad de decidir. Al final de Nuevo Testamento, vemos al Cristo resucitado golpeando, pacientemente, a la puerta de nuestra vida (Apocalipsis 3:19,20). Esa postura representa el amor de un 33
  • 34. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Salvador que está tratando de motivarnos para que abramos la puerta de nuestra vida de manera que Él pueda tener comunión con nosotros. Cristo nunca forzará la cerradura ni romperá la puerta. Un artista pintó un retrato de Jesús parado pacientemente y golpeando a una puerta que no tenía manija de la parte de afuera, lo cual indicaba que solo podía ser abierta desde adentro. El hecho de que seamos criaturas capaces de decidir hace que esta última pregunta: “¿Qué quieres?” sea realmente muy profunda. Hace más de cinco décadas que utilizo estas preguntas como brújula espiritual, y se las comparto en la esperanza de que puedan convertirse en una brújula espiritual para usted. He descubierto que, aunque las preguntas no cambian jamás, las respuestas pueden cambiar drásticamente a lo largo de los años. Cuando haya permitido que Dios use estas preguntas para hacerle saber quién y qué desea Dios que usted sea, y dónde desea que esté, no olvide permitir a su amoroso Creador que le formule la segunda pregunta una vez más: “¿Quién te enseñó?”. ¿Quién cree usted que le hace conocer estas cosas? 34
  • 35. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Capítulo 3 Receta para la ansiedad Poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo comenzó a vivir con la realidad de las armas termonucleares de destrucción masiva, se llamó a ese período de la historia “la era de la ansiedad”. Esas armas ahora están en manos de más países, y pequeños grupos de terroristas intentan comprarlas. A los arsenales se han agregado ahora armas químicas y biológicas de destrucción masiva más horribles que cualquier cosa que podamos imaginar. Cuando agregamos la amenaza del terrorismo global al escenario actual, vemos que realmente vivimos en una “era de la ansiedad”. En todo el mundo, hay personas que sufren, literalmente, de ataques de ansiedad, porque, además de las presiones con las que todos convivimos en nuestra vida personal, hay una nube de ansiedad causada por el mundo en el que vivimos todos. Si usted está ansioso, quisiera compartirle una inspirada receta para la ansiedad que proviene de los labios del mismísimo Señor Jesucristo. Es magnífica. “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? 35
  • 36. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:19-34). Jesús dijo: “No estén ansiosos”. No dijo: “Aprendan a manejar su ansiedad. Traten de manejar el estrés”. Si analizamos el idioma original, lo que dijo Jesús fue: “Si estás ansioso, deja de estarlo”. ¿Cuál es, exactamente, la receta de Jesús para enfrentar el problema de la ansiedad? En este pasaje bíblico, tenemos un gran estudio de los valores de Cristo. Para presentar la primera 36
  • 37. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) parte de su receta para la ansiedad, Jesús se refiere a ciertos valores equivocados que causan ansiedad. Según el diccionario, un valor es ‘aquella cualidad de cierta cosa mediante la cual consideramos que es más o menos útil, provechosa, importante y, por lo tanto, deseable’. En su receta para la ansiedad, Jesús se refiere a algunos de los valores que causan ansiedad (19-21). Los tesoros frágiles son el centro del primer paso de su receta para la ansiedad. Según Jesús, hay dos clases de tesoros: tesoros en la tierra y tesoros en el cielo. Y Él nos dice que los tesoros que están en la tierra son vulnerables y frágiles. Los tesoros terrenales son consumidos por la polilla y la herrumbre. En otras palabras, estos tesoros pierden valor, y los ladrones pueden robárnoslos. Pero los tesoros que están en los cielos no son consumidos por la herrumbre y la polilla, y los ladrones jamás podrán quitárnoslos. La palabra que Jesús utiliza para referirse a la herrumbre (orín) significa ‘lo que come’. La mayoría de las personas que lo escucharon dar esta receta para la ansiedad producían y almacenaban suficiente comida para alimentar a sus familias. Sabían que la comida que tenían almacenada podía ser comida por roedores, insectos u otros animales. Por eso, prestaron mucha atención cuando Jesús enseñó que, si todos nuestros tesoros son terrenales y vulnerables, pueden producirnos gran ansiedad. Para presentar el segundo paso de su receta para la ansiedad, Jesús usa una metáfora que nos muestra otra causa de ansiedad. Es una metáfora que nos señala que la diferencia entre la felicidad y la infelicidad está en la manera en que vemos las cosas (22,23). Después, ataca otra causa de ansiedad cuando nos dice que debemos servir a Dios, y solo a Él (24). Hay dos clases de tesoros, y hay dos clases de amos. Si conocemos el primer 37
  • 38. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) mandamiento (“No tendrás dioses ajenos delante de mí”) y la verdad con la cual Jesús respondió a la tentación de Satanás de entregarle todos los reinos del mundo, debemos saber que servir a cualquier otra cosa o cualquier otra persona que no sea Dios nos causará gran ansiedad. La receta para la ansiedad es, por lo tanto, la declaración de Jesús de que no podemos servir a dos amos. El amo que Él presenta y al que muchas veces servimos, además de a Dios, es algo que no consideramos un “amo”. Jesús declara que, si servimos a Dios y al dinero, no solo nuestra lealtad está dividida, sino que nuestro amo es muy frágil, y nuestro pensamiento está muy errado. La palabra que Jesús utiliza para hablar del dinero significa ‘el poder del dinero’. La adicción a ganar mucho dinero es muy común... y mortal. La base de esta receta de Jesús le quedará totalmente en claro si usted estudia veintiún preguntas que Jesús formula, directa o indirectamente, en este pasaje. Como hemos visto, Dios hace preguntas a lo largo de toda la Biblia. Cuando Dios se hizo hombre y vivió entre nosotros, siempre hacía preguntas. Solo en el evangelio de Mateo encontramos ochenta y tres preguntas de Jesús. En este pasaje de su enseñanza en la cima de la montaña, busque, en oración, las respuestas correctas para las veintiún preguntas que hace Jesús, y descubrirá que está aplicando una receta que hace que su ansiedad se reduzca drásticamente. ¿Dónde está su corazón? (21). ¿Dónde están sus tesoros? (19,20). ¿Cómo ve las cosas? ¿Tiene un ojo sano, es decir, una visión pura de la vida? ¿Está su cuerpo lleno de luz y felicidad? ¿Está su cuerpo lleno de oscuridad e infelicidad? ¿Sufre de “visión doble” o esquizofrenia espiritual? (22,23). ¿Está sirviendo a Dios? (24). ¿Está sirviendo al dinero o al poder del materialismo? (24). 38
  • 39. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) ¿Está ansioso por su sustento, por lo que va a comer, a beber y a vestir? (25). ¿Qué es su vida? (25). ¿Qué es su cuerpo? (25). ¿Cuánto vale usted? (26). ¿Cuáles son sus límites? (27). Si su Padre celestial alimenta a las aves, ¿no lo alimentará a usted? (26). Si su Padre celestial viste a los lirios del campo, ¿no lo vestirá a usted? (30). ¿Es su ansiedad la que resuelve estos problemas? (27). ¿Qué le señala su ansiedad respecto de su fe? (30). ¿Cree que su Padre celestial sabe que necesita estas cosas? (32). Si pone primero a Dios y Él le muestra lo que es correcto, ¿cree que puede confiar en que Él satisfará sus necesidades mientras usted lo sirve? (33) 39 En resumen Si quiere diagnosticar la causa de su ansiedad, responda, en oración, estas cinco preguntas que resumen todo: ¿Qué hace usted todo el día? (Sus actividades). ¿En qué piensa usted todo el día? (Sus actitudes). ¿A quién o a qué sirve usted todo el día? (Sus lealtades). ¿Qué lo preocupa a usted todo el día? (Sus ansiedades). ¿Qué es lo que usted quiere todo el día? (Sus ambiciones). Entonces, estará listo para escuchar la receta resumida de Jesús para la ansiedad de un creyente: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:33,34). Podríamos resumir la esencia de esta receta de Jesús para la ansiedad de un creyente en dos palabras: “¡Dios primero!”.
  • 40. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Capítulo 4 Receta para la paz Uno de mis autores preferidos escribió que, para el creyente, “el dolor y el sufrimiento son inevitables, pero sentirse desdichado es opcional”. Si usted quiere conocer a un hombre que tenía todas las razones del mundo para sentirse desdichado, abra el Nuevo Testamento y lea los escritos del apóstol Pablo. ¡Él sí sabía lo que es dolor y sufrimiento! En su segunda carta a los corintios, el gran apóstol nos abre una pequeña ventana autobiográfica que nos permite ver su vida diaria como el misionero más importante que haya tenido en toda su historia la Iglesia de Jesucristo, cuando escribe: “Yo he trabajado más que ellos, me han encarcelado más veces que a ellos, he sido azotado más que ellos, y muchas veces he estado en peligro de muerte. En cinco ocasiones los judíos me castigaron con los treinta y nueve azotes. Tres veces me apalearon, y una me apedrearon [ver Hechos 14]. En tres ocasiones se hundió el barco en que yo viajaba, y, a punto de ahogarme, pasé una noche y un día en alta mar [ver Hechos 27,28]. He pasado trabajos y dificultades; muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed; muchas veces no he comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa” (2 Corintios 11:23-27, Dios habla hoy). Hay una falsa enseñanza que algunos tratan de promover, que dice que Dios siempre quiere que estemos bien, que seamos felices y ricos. El apóstol Pablo nunca estaría de acuerdo con esta enseñanza llamada “teología de la prosperidad”, y tampoco Jesús, quien dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:31). Aun así, en su carta a los filipenses, Pablo escribe que aún en el contexto de esas difíciles experiencias, él tiene 40
  • 41. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) paz... una paz de Dios que “sobrepasa todo entendimiento humano”, una paz que no tiene sentido; una paz sobrenatural. Un estudio profundo de la carta que Pablo escribió a los filipenses nos mostrará que esta paz que Pablo experimentaba también estaba relacionada con el gozo. En realidad, aunque Pablo la escribió mientras estaba en prisión, esa brevísima carta es llamada “la epístola del gozo”, porque hace referencia al gozo diecisiete veces. Si usted es como yo, seguramente, al leer el relato de los sufrimientos de Pablo, se preguntará: “¿Cómo puede haber tenido paz mientras sufría todas esas pruebas?”. Deberíamos estar agradecidos al Espíritu Santo por haber guiado a Pablo para que nos dejara una inspirada respuesta a esta pregunta. Su respuesta se encuentra en el cuarto capítulo de la Epístola a los Filipenses. En ese capítulo, Pablo escribe lo que yo llamo “una receta para la paz” que no solo explica cómo él podía estar en paz a pesar de sus circunstancias, sino prescribe esa calidad de paz para usted y para mí, sean cuales fueren nuestras circunstancias. Esta calidad de paz, que la Biblia llama “la paz de Dios”, es un continuo estado de paz en el que Dios puede mantener a un creyente. Antes de ver la receta de Pablo para esta calidad de paz en la que, evidentemente, lo mantiene el Cristo resucitado, quisiera escribir tres instrucciones que simplemente debemos reconocer y aplicar al estudiar y luego poner en práctica la receta de Pablo para la paz en nuestra vida. Primero, este estado de paz es una paz de Dios que debe ser aprendida; segundo, es una paz que debe ser recibida dentro de una relación con Cristo; y tercero, hay condiciones específicas que deben cumplirse al aplicar esta receta para tener la paz de Dios. 41
  • 42. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) 42 Una paz que debe ser aprendida Cuando usted lea la Epístola de Pablo a los Filipenses, no olvide observar que él nos dice que ha aprendido esta paz. Escribe: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia. En todo y por todo estoy enseñado...” (Aparentemente no siempre lo supo). No puedo evitar preguntarme cuáles son las cosas que aprendió, y quién le estaba enseñando. Según Pablo, quien lo instruía era el Cristo vivo y resucitado. Saber que esta paz puede aprenderse es alentador y consolador para mí, porque, si se puede aprender la clase de paz que Pablo experimentaba y que prescribe, entonces yo puedo aprender a tener esa milagrosa paz. No importa cuáles sean las circunstancias que viva, puedo elegir no sentirme desdichado. Por la gracia de Dios, aprendí esta receta para la paz cuando experimenté la crisis personal más terrible de mi vida. Yo era pastor, y estaba disfrutando de una década de milagros en mi ministerio, cuando mi salud me obligó a dejar ese ministerio activo. Mientras una rara e incurable enfermedad de la médula espinal me obligaba, lenta pero implacablemente, a enfrentar los desafíos y las limitaciones de pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas –o algo peor-, encontré la receta para la paz que nos da Pablo en el cuarto capítulo de Filipenses. Estudié de memoria ese capítulo y lo repetí cada noche al irme a dormir, meditando en la receta para la paz que estaba aprendiendo allí. La buena noticia que vemos aquí es que si Pablo puede aprenderla, y yo puedo aprenderla, usted también puede aprender esta receta para tener la paz de Dios.
  • 43. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Una paz que se desarrolla dentro de una relación Cuando meditamos sobre la receta para la paz que nos ofrece Pablo, pronto comprendemos que él tiene una relación con el Cristo vivo y resucitado. Además, da por descontado que aquellos a los que dirige su receta tienen, también, una relación con Jesús, el Cristo. Si esa relación no existe, no es posible aplicar esta receta para la paz. Ella ha sido escrita para creyentes que han abierto la puerta de su vida a una relación con el Cristo resucitado (Apocalipsis 3:20). 43 Una paz condicional Según Pablo, aun para alguien que tiene una relación con el Príncipe de paz, el estado de paz personal y perpetua conocido como la paz de Dios solo será experimentado por personas espirituales que cumplan ciertas condiciones específicas. Si usted conoce a Cristo y cumple con estos requisitos, puede experimentar la paz de Dios. En la Epístola de Pablo a los Filipenses (Filipenses 4:4- 13), encuentro dieciséis condiciones para tener la paz de Dios que se presentan en forma directa o implícita. Trate de encontrarlas mientras lee la receta la paz escrita por Pablo: 4 “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! 5Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. 9Lo que aprendisteis y recibisteis y
  • 44. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. 10 “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:4-13). Dieciséis condiciones para la paz Si usted desea tener la paz que Pablo prescribe, la primera condición que debe cumplir es la de no preocuparse por nada (6). Pablo no dicta esta primera condición para la paz porque él no tuviera nada de qué preocuparse. Nos dice que no nos preocupemos, porque la preocupación no solo es improductiva, sino que es contraproducente. La preocupación, simplemente, no logra nada y consume la energía emocional que necesitamos para enfrentar nuestros problemas. Por tanto, Pablo concuerda con Jesús y nos dice que no debemos preocuparnos por nada. A continuación, prescribe su segunda condición para la paz, que es: “¡Oren por todo!”. La preocupación es contraproducente, pero el gran apóstol sabía que la oración es muy productiva. Sabía que la oración puede librarnos de la crisis que nos causa preocupación. Por ejemplo, Pablo les pidió a los filipenses que oraran para que él fuera liberado de la prisión. Ellos oraron, y él fue liberado de la prisión en la que estaba cuando les escribió esta inspirada carta. Pero Pablo también sabía, por experiencia personal, que Dios no siempre nos quita los problemas. 44
  • 45. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Pablo tenía un problema de salud al que se refería como “un aguijón en la carne”. Tres veces le pidió sanidad a Dios. Este hombre había visto sanarse a muchas personas, y había sido él mismo vehículo del poder sanador del Espíritu Santo para otros. Pero, cuando le pidió a Dios que resolviera su propio problema de salud, Dios le dijo “No”. Básicamente, le respondió: “Voy a darte la gracia que necesitas para soportar ese problema” (ver 2 Corintios 12). Cuando Dios le dio la gracia necesaria para soportar su problema de salud, Pablo aprendió por experiencia propia que la oración puede librarnos de un problema o darnos la gracia para soportarlo, pero, en cualquier caso, debemos orar. Siempre debemos orar, por todo. Así que las dos primeras condiciones que Pablo presenta para tener la paz de Dios son: “No se preocupen por nada, pero oren por todo, siempre”. Después, Pablo nos presenta la tercera condición para tener paz, cuando nos dice que debemos obtenerla a través de nuestra manera de pensar (8). Básicamente, Pablo nos dice que nuestros pensamientos son como ovejas, y nosotros debemos “pastorear” esos pensamientos. Nosotros podemos decidir qué vamos a pensar y qué no vamos a pensar. Alguien me dijo que: “El cinco por ciento de la gente piensa; el diez por ciento piensa que piensa; el ochenta y cinco por ciento preferiría morir antes que pensar, y el diez por ciento que piensa que piensa, en realidad, solo reacomoda sus prejuicios y no piensa en lo más mínimo”. En su receta para la paz, Pablo nos desafía a unirnos al cinco por ciento que realmente piensa. Nos dice que debemos decidir cómo vamos a pensar. Específicamente, nos indica que pensemos en las cosas que son verdaderas, honestas, justas, puras, amables, las cosas que sabemos que son buenas noticias. Los eruditos creen que esta parte de la receta para la paz 45
  • 46. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) de Pablo es una paráfrasis del pasaje de Isaías que dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Isaías cita dos condiciones para tener la paz de Dios: si mantenemos nuestro pensamiento fijo en el Señor y confiamos en Él, Dios nos guardará en este estado de paz personal. En el calabozo de la prisión mamertina de Roma donde Pablo pasó sus últimos días sobre la tierra antes de ser decapitado, esta condición para la paz probablemente se haya convertido en su receta personal para conservar la cordura. En el contexto de una tensión insoportable que usted quizá deba enfrentar en algún momento de su vida, como un divorcio complicado, una bancarrota, un ataque cardíaco, una cirugía en la que puede perder la vida, las etapas finales de una enfermedad maligna, una batalla o la cárcel, creo que usted descubrirá que esta receta lo ayudará a conservar su paz y su cordura. Pablo e Isaías concuerdan en que si hay confianza siempre, la paz es completa y perpetua. Si no hay confianza, no hay paz, porque la paz de Dios es fuertemente condicional. La cuarta condición para la paz que presenta Pablo implica una acción de nuestra parte. Una traducción del versículo 9 dice: “Las cosas que aprendieron y recibieron (creyeron) y que oyeron y vieron en mí, eso hagan; y (entonces) el Dios de paz estará con ustedes”. Quizá usted se pregunte: “¿Quiere decirme que hay algo que puedo hacer para lograr y conservar la paz de Dios, especialmente cuando estoy atravesando una crisis personal?”. ¡Oh, puede estar seguro de que así es! Pablo indica que, si deseamos experimentar la paz de Dios, tenemos un rol definido y activo para cumplir. Algunas veces, quien nos roba la paz es la dura realidad de que no estamos haciendo lo correcto. Cuando perdemos la paz, porque estamos haciendo lo conveniente en lugar 46
  • 47. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) de hacer lo correcto, la solución que necesitamos es comenzar a hacer lo correcto. La quinta condición para la paz se refiere a un “ladrón de la paz” que afecta a aquellos creyentes que han sufrido grandes pérdidas mientras servían al Señor (4:8). Estos siervos pueden llegar a cuestionar el valor del bien que han hecho en su trabajo como misioneros, evangelistas, pastores o fieles testigos de Cristo en el lugar que Dios los puso. En la traducción que he citado, Pablo escribe: “Si hay virtud alguna...”(8). Otras traducciones dicen: “Si ustedes creen que hay algo de bueno...” Cuando encontramos la palabra “si”, debemos darnos cuenta de que se está presentando una condición para la paz. La idea es que debemos creer en lo bueno. En sus inspirados escritos, Pablo señala con énfasis el hecho de que no somos salvos por nuestras buenas obras. En esos mismos escritos, enseña que somos salvos para buenas obras (Efesios 2:10). Aquí, enseña que un creyente jamás debe dudar del valor del bien que ha hecho en toda una vida de servicio al Señor. El apóstol podría, sin duda, haberse sentido identificado al hablar de este “ladrón de la paz”. Desde su conversión, se entregó a hacer lo bueno. Se dedicó por completo a la obra de Jesús. ¿Y qué obtuvo como resultado? Cárcel tras cárcel, cada una peor que la anterior. Pero aun así, él vivía en paz. Pablo tenía paz, porque había aprendido a vencer la tentación de dejar de creer en lo que es bueno. Esta condición está incluida en su receta para la paz, porque él deseaba ahorrarles a los nobles de la Iglesia de Jesucristo la pérdida de paz que sufrirían si olvidaran que, aunque quizá no recibieran la recompensa por todo el bien que habían hecho por Jesús en esta vida, ese bien sería recompensado en la eternidad. 47
  • 48. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) Observemos que Pablo prescribe “toda oración y ruego, con acción de gracias” (4:6). La sexta condición para la paz se expresa en dos palabras: “Sea agradecido”. Si la edad avanzada, un accidente, un ataque al corazón o una enfermedad hacen que vaya perdiendo sus facultades una por una, usted tiene dos opciones: puede concentrarse en lo que está perdiendo o ha perdido, y deprimirse y enojarse por ello, o pensar en lo que aún tiene y estar agradecido. Descubrirá que la segunda opción es una terapia para la paz muy efectiva. Si lo pensamos bien, tenemos muchas bendiciones. También descubrirá que, cuando comenzamos a reflexionar sobre las bendiciones que disfrutamos y a dar gracias a Dios por ellas, pasamos de una mentalidad negativa a una positiva, y recobramos la paz. Pablo señala una séptima condición para la paz cuando deja implícito que debemos aprender a tener paciencia, porque la impaciencia es otro “ladrón de la paz” (10,11). Otra palabra que podemos usar para referirnos al contentamiento del que Pablo habla en estos versículos es “paciencia”. En nuestra relación con Dios, la paciencia es “la fe que espera”. Cuando estamos orando por algo y pensamos que no recibimos respuesta, Dios quizá nos esté llamando a experimentar una cualidad de la paciencia que implica que esperemos con fe en el Señor. En nuestras relaciones con otras personas, la paciencia es “el amor que espera”. Cuando perdemos la paciencia con Dios o con las personas, perdemos nuestro estado de paz personal. La cualidad de la paciencia que Pablo prescribe aquí es uno de los nueve componentes del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23). Esto confirma el requisito que mencioné anteriormente, en el sentido de que esta paz de Dios se da únicamente en el contexto de una relación. 48
  • 49. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) El Señor quiere hacer crecer la virtud de la paciencia en nuestra vida en dos dimensiones: quiere que cultivemos la paciencia en sentido vertical, a medida que nos enseña a tener una fe que espera en el Señor. También desea, continuamente, que cultivemos la paciencia en sentido horizontal, en nuestras relaciones con los demás, mientras Él nos enseña que el amor espera. Nuestra paz personal será muy frágil hasta que aprendamos a ser pacientes. Aprendemos la octava condición para la paz cuando Pablo escribe que tenemos reputación de gentileza, lo cual significa que debemos tener un espíritu gentil y manso como el que demostró Jesús (5). El concepto que se expresa con esta palabra, “gentileza”, es mansedumbre. Esta cualidad también es parte del fruto del Espíritu que Pablo menciona en su carta a los gálatas (Gálatas 5:22,23). La mansedumbre no es debilidad. En realidad, tiene un significado muy cercano al concepto de “ser domable”. Cuando un brioso caballo es domado, cuando finalmente toma el bocado y se entrega al control de la persona que está en la silla de montar, ese animal no es débil; es manso. Su mansedumbre puede definirse como ‘fortaleza bajo control’. Gentileza es sinónimo de mansedumbre. Un caballo domado es llamado “manso”. A esto se refiere la palabra bíblica “gentileza”. Otra palabra sinónima de ese concepto de gentileza, en el sentido que Pablo la utiliza, es “aceptación”. Muchos santos ancianos, con años de experiencia en su andar con Dios, nos dicen que hay una correlación muy real entre la aceptación y la paz. No debería sorprendernos encontrar esta correlación entre la aceptación y la paz. La paz llega y, con frecuencia, también regresa, cuando aceptamos nuestras limitaciones. Para encontrar la novena condición para la paz, vayamos nuevamente a estudiar el contentamiento del apóstol. Cuando 49
  • 50. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) estudiamos lo que este apóstol ha aprendido y que le ha enseñado a contentarse en cualquier circunstancia, necesariamente llegamos a la conclusión de que, desde el momento que llamó a Jesús Señor, él creyó que Jesús controlaba su vida. Pablo se contenta porque cree que está dentro de la voluntad de su Señor y Salvador, y que el Cristo vivo y resucitado tiene todo bajo su control. La novena condición para la paz es rendirse incondicionalmente a la voluntad de Jesucristo como Señor nuestro. Cualquier cosa que no llegue a ser una rendición incondicional a Jesucristo como Señor puede ser un “ladrón” que les robará la paz a los que profesan seguir a Cristo. Gran parte de nuestra ansiedad, o falta de paz, surge de la triste realidad de que, en el fondo, nunca hemos hecho a Jesús nuestro Señor. No hemos levantado las manos en señal de rendición total y completa a Él. Algunos de nosotros no solo no estamos dispuestos a hacer la voluntad aceptable de Cristo, sino que nos resistimos a Él como un caballo que se resiste al bocado en su boca. Si nos rendimos sencilla, sincera e incondicionalmente a su voluntad aceptable –si es que eso nunca ha ocurrido en nuestro viaje de fe- nuestra rendición incondicional a Jesucristo nos ayudará a tener la paz de Dios. La décima condición para la paz se nos presenta cuando este gran apóstol escribe en su receta: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (12). Pablo había aprendido el secreto para estar satisfecho en cualquier estado en que se encontrara. ¿Cuál era ese secreto? Era aprender a recibir la gracia para aceptar las cosas que no podía controlar y creer que todos 50
  • 51. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) esos sucesos seguramente habían recibido la aprobación de su Señor antes de llegar a su vida. La vida de Pablo es un maravilloso modelo de un discípulo que aceptaba la voluntad de su Señor y Salvador, fueran sus circunstancias favorables o extremadamente desfavorables. La aplicación de la décima condición para usted y para mí es obvia. Podemos dejar de experimentar la paz de Dios por no recibir la gracia del Cristo vivo para aceptar su voluntad de a un día a la vez, sean cuales fueren las circunstancias que nos rodean. La undécima condición para la paz es aprender cómo vivir cuando las cosas son difíciles. Otra manera de expresar lo que Pablo escribió es: “En general y en particular, he aprendido el secreto de enfrentar tanto la abundancia como la pobreza” (4:12). ¿Alguna vez, cuando estuvo en una crisis, le pidió a Jesús que le enseñara a usted lo que le había enseñado a Pablo? Esta es otra dimensión de la paz de Dios que debemos aprender. Para conservar la paz de Dios, pídale a Cristo que le enseñe cómo vivir cuando su vida es difícil. Si usted ama a Dios y es llamado según su plan, Dios puede hacer que todas las cosas que suceden en su vida conformen un patrón que lo guíe a un buen fin. Quizá no haya nada de bueno en lo que le ha sucedido a usted, pero Dios puede hacer que todas las cosas que le suceden conformen un patrón para bien (Romanos 8:28). Tenga esa verdad a la vista en cada crisis que deba experimentar. La duodécima condición para la paz es pedirle al Señor que nos enseñe cómo vivir cuando tenemos prosperidad. ¿Alguna vez pensó en esto? Es más desafío saber cómo vivir cuando las cosas prosperan que cuando las cosas son difíciles y vivimos en la pobreza. La mayoría de nosotros, cuando atravesamos un tiempo difícil en la vida, corremos hacia Dios y hacia su Palabra y nos 51
  • 52. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) volvemos profundamente espirituales. Pero cuando los seguidores de Cristo se encuentran viviendo un tiempo en que todo es prosperidad, cuando tienen reconocimiento y seguridad... allí es cuando muchos creyentes caen. El maligno vence a muchos creyentes cuando son prósperos y disfrutan de las bendiciones del Señor. Por medio del ejemplo y del precepto, el apóstol Pablo comparte su duodécima condición para la paz diciéndonos que pidamos al Señor que nos enseñe cómo vivir cuando somos prósperos. Muchos creyentes pierden la paz, porque nunca le han pedido al Señor que les enseñe el secreto de vivir en santidad cuando todo prospera para ellos (Filipenses 4:12). Pablo presenta la decimotercera condición de esta receta para la paz cuando nos desafía a no olvidar jamás que el Señor está cerca (5). Si usted conoce la vida del apóstol Pablo, piense lo que habrá significado para él que el Señor estuviera cerca. Cuando sufría en esa última y terrible prisión romana, era muy peligroso visitarlo. Y nadie lo hacía. En su última carta a Timoteo, Pablo escribe: “Todos me desampararon”. Mas agrega: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16,17). Esto es lo que quiere decir cuando escribe: “El Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Cuando usted se encuentre en una crisis, o si está enfrentando una crisis ahora mismo, nunca olvide que el Señor está cerca. Por eso he hecho tanto énfasis en la regla más fundamental: que usted debe tener una relación absolutamente personal con el Señor si realmente desea comprender y aplicar la receta de Pablo para tener la paz de Dios. La decimocuarta condición para la paz es basar nuestra tranquilidad y nuestro gozo en nuestra relación con el Cristo vivo. ¿Cuál es el fundamento de su tranquilidad y su gozo? Si es su cónyuge, o sus hijos, o alguna persona especial con quien 52
  • 53. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) usted tiene una relación, entonces, el fundamento de su tranquilidad es muy frágil, porque no hay ninguna relación en esta tierra que usted no pueda perder. Si el fundamento de su paz y su gozo es su salud, su juventud o su estado atlético, miles de personas que han basado sus vidas en lo físico antes que una enfermedad o una lesión destruyera ese fundamento le advertirán, como yo, que la salud, el estado atlético y la juventud son fundamentos muy frágiles para su gozo y su paz. Al escribir estas palabras, el apóstol Pablo nos dirige hacia un fundamento para la paz y el gozo que no es frágil: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (4). La decimoquinta condición para la paz se encuentra en las siguientes palabras de Pablo: “Si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza...”(8).1 El apóstol Juan registra una profunda pregunta acerca de la aprobación que hizo Jesús. Él les preguntó a los líderes religiosos: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44). Dios dijo a Abraham: “Anda delante de mí” (Génesis 17:1). ¿Cuántos de nosotros hacemos esto? ¿Cuántos de nosotros realmente andamos delante de Dios, todo el día, todos los días? ¿Cuántos de nosotros vivimos las veinticuatro horas del día teniendo en cuenta lo que Dios piensa sobre quiénes somos, qué somos, dónde estamos, y qué cosas estamos haciendo? Todo creyente tendrá crisis en su vida cuando no pueda tener la aprobación de Dios y la aprobación de los hombres al mismo tiempo. Algunas veces no podemos explicarles a las 1 La versión inglesa de la Biblia en que se basa este comentario dice: “Si valoráis la aprobación de Dios…” (N. del T. ) 53
  • 54. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) personas lo que está sucediendo en nuestra vida. Cuando llegan esos momentos, si necesitamos la aprobación a nivel horizontal, descubriremos que el fundamento de nuestra paz es muy frágil. Para conservar la paz de Dios, debemos aprender a valorar la aprobación de Dios. Concluyo mi resumen de la receta que Pablo nos da para tener y mantener la paz de Dios con la decimosexta condición: aprender lo que significa descansar en Cristo Jesús. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (7). ¿Qué significa “guardar vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”? ¿Qué significa “estar en Cristo Jesús”? Estar “en Cristo” en la metáfora favorita de los escritores del Nuevo Testamento para referirse a la relación - fundamentalmente importante- con nuestro Señor y Salvador que constituye el factor más vital de todos para conocer y conservar la paz de Dios. Estos escritores del Nuevo Testamento, especialmente Pablo, nos dicen que estamos “en Cristo” si somos auténticos discípulos de Jesucristo. Pablo usa esa metáfora noventa y siete veces en sus escritos. La expresión significa que estamos unidos a Cristo, como una rama a la vid (Juan 15:1-16). Estar “en Cristo” significa que podemos tomar de Él, la Vid, todo el poder espiritual vivificante que necesitamos para todo lo que hacemos para Él, con Él y por medio de Él. Estar en Cristo significa descansar en su poder para hacer todas las cosas que Él nos llama a realizar todo el día, todos los días. He tratado de explicar lo que significa estar “en Cristo” dentro de lo que he llamado “Cuatro secretos espirituales”. Yo no podría funcionar adecuadamente como ser humano, y sin duda no podría transmitir programas bíblicos a todo el mundo en diferentes idiomas a pesar de ser cuadriplégico, si no aplicara 54
  • 55. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte) estos principios. Mis cuatro secretos espirituales son: “Lo importante no es quién o qué soy yo. Lo que importa es quién y qué es Él, porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Nada depende de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Él puede hacer, porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Lo importante no es lo que yo deseo. Lo importante es lo que Él desea, porque yo estoy en Él, y Él está en mí”. Cuando suceden cosas buenas, porque Él me ha transmitido su poder vivificante a mí, que soy una de sus ramas, siempre debo recordar el cuarto secreto espiritual, que es: “No se trata de qué hice yo, sino de qué hizo Él, porque yo estaba en Él, y Él estaba en mí”. En mis propias palabras, esto es lo que significa estar “en Cristo Jesús”. Probablemente el mayor “ladrón de la paz”, que nos genera tanta ansiedad y desasosiego, es pensar que debemos vivir como Cristo vivió y hacer la obra de Cristo con nuestras propias fuerzas. Soy consciente de que usted quizá esté sufriendo un problema de salud que le ha robado su capacidad de memorizar o de concentrarse lo suficiente para orar. Por eso quisiera compartirle una oración para la paz personal basada en esta receta. Si usted quiere experimentar la paz de Dios que Pablo nos prescribe, lo invito a hacer esta oración conmigo: Padre, tú nos dices en tu Palabra que puedes mantenernos en un estado de completa paz personal si tan solo cumplimos los requisitos para esa paz. Yo necesito tu paz en mi vida; por eso, dame la sabiduría para no preocuparme por nada, y la fe para orar por todo. Que tenga la disciplina mental de pensar en todas las cosas buenas y la integridad moral para hacer todas las cosas que son correctas. Que siempre tenga ese incurable optimismo que cree en lo 55