1. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 22
Las recetas de Cristo (Tercera parte)
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2. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Introducción
Este es nuestro tercer y último fascículo sobre “las
recetas de Cristo”. Si no ha leído los dos primeros, lo animo a
hacerlo, ya que creo que es vitalmente importante que recibamos
de Dios y su Palabra, y no del mundo, las recetas para los
problemas y los desafíos que debemos enfrentar. Cuando no nos
sentimos bien y necesitamos consultar a un médico, no vamos a
ver a un abogado, ni siquiera a un dentista. Necesitamos un
médico y buscamos un médico para conseguir la receta adecuada.
La Palabra de Dios contiene “recetas” divinas para todos
nosotros. En este tercer fascículo sobre las recetas de Cristo,
vamos a estudiar las que Dios nos ofrece para recibir su
dirección, para recuperar nuestra verdadera identidad, para
manejar la ansiedad, para encontrar la verdadera paz, para
aprender cómo orar y para ser obedientes a Dios. Ahora, abra su
Biblia, y juntos encontraremos las recetas del Cristo vivo y
resucitado, que es el verdadero Médico supremo.
Mi oración es que los programas del Instituto Bíblico del
Aire y este fascículo hagan que usted se interne en la Palabra
de Dios y que ella se interne en usted, ya que es en su Palabra
donde podemos encontrar las recetas de Dios que nos guiarán a
toda verdad.
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3. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Capítulo 1
La receta para recibir la dirección de Dios
En los casi cincuenta años que llevo sirviendo como pastor,
la pregunta que más veces me han formulado es: “Pastor, ¿cómo
puedo conocer la voluntad de Dios?”. Algunas veces, esta
pregunta estaba relacionada con una decisión crucial que la
persona debía tomar, y otras, la cuestión era: “¿Cómo puedo
conocer la voluntad de Dios para mi vida?”.
Al responder estas preguntas, muchas veces, durante muchos
años, he identificado doce pasos que debemos seguir cuando
necesitamos conocer la voluntad de Dios. No son una fórmula
precisa que nos lleve clara e inmediatamente a la voluntad de
Dios, pero sí presentan ciertos temas básicos que deberíamos
tener en cuenta cuando tratamos de alinear nuestra voluntad con
la de Dios.
En la Biblia, la primera vez que Dios habla con el hombre
caído, le formula una pregunta: “¿Dónde estás?”. La segunda vez
que Dios le habla al hombre caído, le formula otra pregunta:
“¿Quién te enseñó?”. La primera pregunta implica que debemos
estar en un lugar y que no siempre estamos donde deberíamos
estar. Según la segunda pregunta, Dios nos dice: “¿A quién
escuchas?” y nos dice dónde estamos con relación a dónde
deberíamos estar. Esto significa que la dirección de Dios es una
de las primeras verdades que Él comparte con nosotros en la
Biblia.
Estas dos preguntas del tercer capítulo de la Biblia son la
receta original para recibir la dirección de Dios, ya que Él
desea que comprendamos la dirección divina como la prescribe
hoy. Cuando sabemos dónde estamos y dónde deberíamos estar
espiritualmente, debemos darnos cuenta de que no recibimos esa
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4. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
información de un ser humano; esa dirección espiritual proviene
de Dios.
En la Biblia, la forma hebrea de esta segunda pregunta es,
literalmente: “¿Quién te hizo saber...?” Cuando nos damos cuenta
de que Dios nos hace saber dónde estamos y dónde deberíamos
estar, quizá la mejor forma de explicarlo a los demás no sea
diciendo “Me lo dijo Dios”. Quizá nos resulte más fácil citar
esta verdad con mayor exactitud, diciendo “Dios me ha mostrado
que no estoy donde debería estar a esta altura de mi vida”.
Se cuenta la historia de un almirante de la Armada de los
Estados Unidos que, en medio de una tormenta, mientras estaba en
el puente de su buque insignia, recibió el siguiente mensaje:
“Almirante, hemos captado una señal en el radar y vamos en rumbo
directo a una colisión. ¿Qué aconseja hacer?”. El almirante
respondió: “Envíe este mensaje: ‘Si continúan en esta ruta,
chocarán contra nosotros. Por favor, modifiquen su curso quince
grados al norte”.
Unos minutos después, informaron al almirante que se había
recibido este mensaje: “Afirmativo. Estamos en ruta de colisión
con ustedes. Por favor, modifiquen su curso quince grados al
sur”. El almirante ordenó que se respondiera de la siguiente
forma: “Habla el almirante Peter W. Jonson, de la Armada de los
Estados Unidos. Los insto a que modifiquen urgentemente su curso
quince grados al norte”.
Ante lo cual recibió la siguiente respuesta: “Habla el
marinero de primera clase Willard P. Sawyer, del Servicio de
Guardacostas de los Estados Unidos. Lo insto a que modifique
urgentemente su curso quince grados al sur”.
Cuando el almirante recibió esta respuesta, visiblemente
molesto, dictó este mensaje: “Le ordeno que modifique su curso
quince grados al norte. Por favor, envíe acuse de recibo. Tenga
en cuenta que soy un almirante de la Armada de los Estados
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5. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Unidos y le imparto esta orden desde mi buque insignia”.
Después de una breve pausa, le respondieron con este
mensaje: “Le recomiendo que modifique urgentemente su curso
quince grados al sur. Por favor, envíe acuso de recibo. ¡Tenga
en cuenta que soy un marinero de primera clase del Servicio
Guardacostas de los Estados Unidos y estoy de guardia en un
faro!”.
Cuando nuestro omnipotente Dios nos hace saber dónde
estamos y dónde deberíamos estar, nunca debemos dudar sobre
quién debe modificar su curso. Debemos someternos a su dirección
cuando Él nos hace saber dónde desea que estemos cada día.
La voluntad de Dios acerca de nuestro carácter
En un sentido muy real, la voluntad de Dios para todos los
discípulos de Jesucristo es que apliquemos a nuestras vidas la
esencia de los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte. El
apóstol Pablo destacó esa dimensión de la voluntad de Dios
cuando escribió a los tesalonicenses: “Pues la voluntad de Dios
es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3).
Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí, no traía en sus manos
“Las Diez Sugerencias”. Los Diez Mandamientos representan la
voluntad de Dios para el carácter de su pueblo. El Sermón del
Monte es el pináculo de la revelación de Dios con relación al
carácter de cada discípulo de Jesucristo. En cierto sentido,
toda la Biblia fue escrita porque es voluntad de un Dios santo
que todo hombre y toda mujer de Dios sean perfectos en carácter
y estén enteramente preparados para toda buena obra que Dios
quiere que realicen (2 Timoteo 3:16,17).
Es importante que comprendamos que los Diez Mandamientos y
el Sermón del Monte no nos dicen que, para ser salvos, debemos
tener el carácter que ellos nos presentan. Estas enseñanzas de
Jesús y los mandamientos de Moisés nos son dados por Dios para
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6. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
que sepamos cómo deben vivir las personas que han sido salvadas,
porque son el auténtico pueblo de Dios. En ese sentido, podemos
decir que la voluntad de Dios para el carácter de todo el pueblo
de Dios es la misma.
La voluntad de Dios para nuestra ocupación
David escribe que los pasos de la persona que teme a Dios
son ordenados por Él (Salmos 37:23). También nos dice que, antes
que él existiera, Dios ya tenía prefijado cada día de su vida
(Salmos 139:16). Además, nos dice, en el Salmo del Pastor, que
Dios está con él, va delante de él y lo sigue de tal manera que
le es imposible escapar del interés personal de su Pastor en
cada uno de sus movimientos (Salmo 23).
Esta intimidad con Dios, obviamente, no tiene por qué ser
solo una experiencia de David, sino que puede y debería ser la
experiencia de todo hijo de Dios. “Cada vez que un gorrioncito
cae muerto de un árbol, Dios va al funeral”. Así parafrasea un
evangelista de otra generación la enseñanza de Jesús de que ni
siquiera un pajarillo cae de un árbol fuera de la voluntad de
Dios (Mateo 10:29).
La aplicación que hace Jesús de esta enseñanza es que, dado
que dos pajarillos se venden por unas monedas, y nosotros
tenemos muchísimo más valor para Dios que un pajarillo, si Dios
tiene una voluntad específica con respecto a los detalles de la
vida y la muerte de un pajarillo, podemos estar seguros de que
tiene una voluntad específica con respecto a cada detalle de
nuestras vidas.
En esta enseñanza acerca del pajarillo, Jesús confirma la
revelación de David sobre un Dios personal que se preocupa aun
por los detalles más pequeños de nuestra vida, tiene planeado
cada uno de nuestros días y dirige nuestros pasos. Y refuerza
ese énfasis cuando nos dice, en el mismo pasaje, que a Dios le
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importa la cantidad de cabellos que tenemos en nuestra cabeza
(Mateo 10:30).
El apóstol Pablo obviamente concordaba con Jesús y David
cuando escribió que, aun cuando las buenas obras no pueden
salvarnos, somos salvados para hacer las buenas obras que Dios,
en su providencia, ya ha determinado que haremos para Él
(Efesios 2:10). Escribe que, desde el momento en que se
convirtió, cuando iba camino a Damasco, su magnífica obsesión
fue asir el propósito por el cual él había sido asido por Cristo
Jesús (Filipenses 3:12). Y también nos exhorta: “Cambien su
manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y
lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es
bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Romanos 12:1,2 –
Dios habla hoy).
He observado que, por encima de esto, en los primeros
versículos de la Biblia, Moisés nos dice que hay un lugar donde
Dios desea que estemos, y que Él nos hará saber cuando estemos
en ese lugar y cuando no estemos en ese lugar. Cuando ponderamos
estos valores que declararon Jesús, Moisés, David y Pablo, debe
bendecirnos en gran manera saber que nuestro Dios es un Dios
personal, y que se ocupa personalmente de nosotros como
individuos. Según estos canales de inspirada revelación, Dios
tiene contados los cabellos de nuestra cabeza, ordena nuestros
pasos, predetermina nuestros días y tiene su voluntad con
respecto de cómo debe ser nuestro carácter, nuestra carrera y
cada decisión importante que tomemos mientras vivimos para Él en
este mundo.
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8. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Primer paso
Crea que Dios tiene una voluntad para su vida
Un buen punto de partida para comenzar a buscar la voluntad
de Dios para nuestra vida es creer que existe una voluntad de
Dios para nuestra vida. El hecho de que hay más de sesenta mil
millones de dedos en el mundo, y que entre ellos no haya dos
iguales, sugiere que Dios tiene un plan único para cada uno de
nosotros. Hoy en día, el ADN constituye una prueba aún más
elocuente que las huellas digitales en cuanto al milagro de que
cada uno de nosotros es único y de que Dios tiene un plan único
para cada uno de nosotros como individuos.
Aun en el caso de la salvación, no recibimos ese plan
automáticamente. Uno de los resultados y propósitos de nuestra
salvación es que recuperemos la voluntad de Dios para nuestra
vida. Mi oración es que estos doce pasos que voy a compartir con
usted lo guíen hacia esa buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta, para su propia vida personal. El primer paso de esa
recuperación es creer que Dios tiene ese plan personal para
usted y para mí.
Segundo paso
Esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios
Este segundo paso es el más importante de los doce que
quiero compartir con usted: Esté dispuesto a hacer la voluntad
de Dios. Cuando Jesús les enseñó a orar a sus discípulos, les
dijo que oraran así: “Hágase tu voluntad”. Cuando oró en el
huerto, la noche antes de ser crucificado, les demostró a sus
discípulos cómo debían orar cuando sudó con grandes gotas de
sangre y rogó: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mateo
6:10; 26:39; Lucas 22:42-44).
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9. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Al darnos un principio que nos muestra cómo podemos saber
que su enseñanza es la enseñanza de Dios, Jesús también nos dio
un principio que se aplica cuando deseamos conocer la voluntad
de Dios. Este principio es, simplemente: “El que quiera hacer la
voluntad de Dios, conocerá...” (Juan 7:17). Estas pocas palabras
de Jesús ponen en nuestra mano una llave que puede abrir la
voluntad de Dios para nuestra vida.
Según el apóstol Pablo, conocer la voluntad de Dios para
nuestra vida no tiene por qué ser difícil o complejo. Dios no
complica ni oculta deliberadamente su voluntad. La dificultad no
está en la voluntad de Dios, sino en la voluntad de usted y la
mía. Cuando Pablo nos dice cómo podemos conocer la “buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta”, comienza su receta para
conocer la voluntad de Dios diciendo que reconozcamos nuestra
incapacidad y rindamos incondicionalmente nuestra voluntad a la
de Dios. Dice: “Os ruego [...], que presentéis vuestros cuerpos
en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1,2).
El hecho de que nos rindamos incondicionalmente a Dios
simplificará nuestra lucha por conocer su voluntad. Por medio de
la observación, de la experiencia y del estudio de las
Escrituras, he llegado a la conclusión de que el obstáculo mayor
para conocer la voluntad de Dios para nuestra vida no es la
voluntad de Dios, sino nuestra propia voluntad. Dios no revela
su voluntad a personas que se niegan a cumplirla.
Tercer paso
Esté abierto a lo que pueda ser la voluntad de Dios
Una mujer, una vez, le pidió a su pastor que no la
confundiera con pasajes bíblicos, ¡porque ella ya había decidido
lo que iba a hacer! Un hombre que gana enormes sumas de dinero
como asesor me dijo hace poco que la mayoría de las veces,
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10. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
cuando le pagan esos abultados honorarios, sus clientes no
quieren, en realidad, que los asesore sobre el tema por el cual
lo consultan. Solo quieren que confirme lo que ellos ya han
decidido hacer.
Muchas veces, no llegamos a conocer la voluntad de Dios,
porque cuando nos acercamos a Él “buscando su voluntad”, tenemos
nuestros propios planes en mente. Si nuestra mente está dura
como una piedra cuando preguntamos acerca de su voluntad, en
realidad, no estamos buscando la voluntad de Dios. Simplemente
le estamos pidiendo que dé su bendición a nuestra voluntad,
nuestros planes y la dirección que ya hemos decidido seguir.
Cuarto paso
La Palabra de Dios
Isaías nos dice que hay una enorme diferencia entre los
pensamientos y los caminos de Dios, y la forma en que nosotros
pensamos y hacemos las cosas; tanta como la distancia entre los
cielos y la tierra. La filosofía de ministerio de Isaías era
predicar la Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios alinea
nuestros pensamientos con los pensamientos de Dios, nuestros
caminos con los caminos de Dios y nuestra voluntad con la
voluntad de Dios (Isaías 55:9-11).
Este gran príncipe de los profetas está diciéndonos, en
realidad, por qué él predica la Palabra de Dios. Según Isaías,
si el pueblo de Dios desea sinceramente conocer la voluntad de
Dios, que no piensa ni actúa como ellos, simplemente, lo que
deben hacer es pasar mucho tiempo en su Palabra.
En cierta ocasión escuché a Billy Graham contar que, una
vez, antes de ser tan famoso como es en la actualidad, subió a
un avión y, al ver a un viejo amigo pastor que ya estaba
sentado, leyendo su Biblia, lo saludó. El viejo pastor no le
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11. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
prestó la más mínima atención. Cuando ya hacía una hora que
estaban en vuelo, este hombre fue adonde Billy estaba sentado,
lo saludó con gran entusiasmo y se disculpó por no haberlo
saludado antes. Le dijo: “Cuando yo oro, estoy hablando con
Dios; pero, cuando abro la Palabra de Dios, Él me habla a mí.
Cuando tú me saludaste, Él me estaba hablando, y yo no podía
interrumpir a Dios para saludar a Billy Graham.”
Tomás de Kempis abría su Biblia cada mañana orando de esta
manera: “Que se acallen todas las voces. Háblame, Señor, habla
solo tú”. Si queremos conocer sinceramente la voluntad de Dios,
debemos poder escucharlo. Cuando abrimos la Palabra de Dios,
deberíamos pedirle que Él nos hable. Por eso debemos pasar
tiempo en la Palabra de Dios cuando estamos buscando conocer su
voluntad.
Quinto paso
Oración
Cuando necesitamos conocer cuál es la voluntad de otro ser
humano, ¿cuál es el primer paso que debemos dar? Nuestro primer
pensamiento es, generalmente, que debemos reunirnos con esa
persona y conversar con ella. Cuando un hombre está enamorado y
decide casarse con una mujer, su primera idea es reunirse con
ella para tener una conversación. Cuando tratamos de conocer la
voluntad de Dios, nuestro primer pensamiento debería ser
reunirnos con Él para conversar.
Toda buena conversación tiene dos dimensiones. La persona
que realmente sabe conversar sabe que la dimensión más
importante de una conversación es cuando la otra persona habla.
Estas dos dimensiones diferentes de la conversación deben darse
cuando oramos y cuando abrimos la Palabra de Dios. Si usted no
sabe orar, piense en la oración como un simple encuentro con
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12. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Dios para conversar con Él. Cuando oramos, la dimensión más
importante de esa conversación es, obviamente, no cuando
nosotros le hablamos a Él, sino cuando Dios nos habla a
nosotros.
Los apóstoles, sincera y humildemente, le pidieron a Jesús
que les enseñara a orar. En respuesta a su espontánea confesión
y a su pedido, Jesús les dio el Padrenuestro (Lucas 11:1-5;
Mateo 6:8-14). Esa oración era, al mismo tiempo, una instrucción
sobre cómo debían orar. Cuando usted ore, use el Padrenuestro
como instrucción para guiarlo en su conversación con Dios.
Después, abra su Biblia y pida a Dios que le hable.
Al darnos esta guía para la conversación con Dios, Cristo
no quiso decir que debíamos repetirla una y otra vez, pensando
que a Dios le agradarían las muchas repeticiones. Jesús dio aquí
una instrucción que nos muestra claramente que no era esa su
intención. Además, creo que es importante observar otra
instrucción que Jesús nos dio con respecto a cómo no debemos
orar. Hay personas que creen que si repiten una oración,
recitando el mismo ruego vez tras vez, tienen más posibilidades
de que Dios las escuche y responda.
Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar, les dijo:
“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que
piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues,
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas
tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:7,8).
Sexto paso
Examine sus motivos
¿Quiere usted conocer la voluntad de Dios para su vida por
lo que podría obtener de beneficio usted mismo, o por lo que
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13. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
podría ser beneficioso para Dios? Los motivos son algo muy
importante para Dios. Su Palabra relaciona nuestros motivos con
nuestro corazón, y la Biblia nos dice que –por sobre todas las
cosas- nuestro corazón es engañoso. Jeremías nos dice que
nuestro corazón es tan engañoso que solo Dios puede conocerlo
(Jeremías 17:9,10). El apóstol Pablo escribe que nuestras obras
serán juzgadas solo después que Dios haya expuesto los motivos
ocultos de nuestro corazón (1 Corintios 4:5).
Al enfrentar la cruz, Jesús dijo: “Mi corazón está
angustiado y ¿qué diré? ¿‘Padre, sálvame de esta hora’? No; fue
precisamente por esa razón que llegué a esta hora. ‘¡Padre,
glorifica tu nombre!’”. Leemos que, entonces, la voz del cielo
habló y dijo, básicamente: “Ya he glorificado mi nombre a través
de tu vida, y lo glorificaré otra vez”.
Basándose en este pasaje, un hombre muy piadoso escribió
que todos deberíamos orar de esta manera: “Padre, glorifícate y
envíame la factura. Haz cualquier cosa, Padre... ¡pero
glorifícate a ti mismo!”. Estas palabras de Jesús, y la
paráfrasis de las palabras que he citado, describen la
motivación que todos deberíamos tener para querer conocer la
voluntad de Dios.
¿Queremos conocer la voluntad de Dios para la gloria de
Dios, o para nuestra propia gloria y beneficio? La respuesta que
demos a esa pregunta será muy importante para Dios cuando
nuestras obras sean evaluadas ante el tribunal de Cristo. Es muy
importante, por lo tanto, que la motivación de nuestro corazón
sea glorificar a Dios cuando buscamos conocer su voluntad en
nuestra vida diaria.
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14. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Séptimo paso
Evalúe sus dones
Según Pablo, si deseamos sinceramente conocer la voluntad
de Dios, una vez que nos hayamos rendido incondicionalmente a su
voluntad, hayamos sido transformados por medio de la renovación
de nuestro entendimiento y hayamos decidido que el mundo no va a
forzarnos a conformarnos a sus pautas, debemos descubrir
nuestros dones espirituales. Después, debemos ofrecer esos dones
a Dios como un sacrificio vivo (Romanos 12:1-8). Esta disciplina
espiritual nos llevará al centro de la voluntad de Dios.
Un mentor que yo tenía hace mucho tiempo solía decir:
“Tendría que ser obvio que Dios no ha llamado a un hombre que
tiene una sola pierna a ser un corredor olímpico”. Una vez que
hemos hecho el inventario de nuestros dones naturales y
espirituales, como fieles administradores, debemos aceptar
nuestras limitaciones y también aceptar la responsabilidad por
las capacidades que tenemos.
Juan el Bautista es un buen ejemplo de un hombre que
practicaba estas dos disciplinas espirituales. Juan sabía quién
era y sabía quién no era. Dijo que era: “Voz del que clama en el
desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”
(Marcos 1:3). Así manifestó quién era él, lo que era, y dónde
debía estar. Él sabía que su vida era demasiado preciosa como
para ser algo menos que una voz que clamaba en el desierto. Y
también sabía quién no era (Juan 3:27-36, Marcos 1:7,8).
He conocido a creyentes que sufrieron muchos dolores
innecesarios por no querer aceptar sus limitaciones. Pero cuando
seamos evaluados ante el tribunal de Cristo, la mayoría de
nosotros sufriremos una agónica falta por no haber aceptado la
responsabilidad por las capacidades que tenemos. Como el siervo
inútil de la Parábola de los Talentos, creemos que no tenemos
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15. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
dones y enterramos los talentos que nos han sido dados (Mateo
25:14-30).
Un inventario de dones espirituales
He visto muchos creyentes que están frustrados, ya sea
porque no conocen sus dones espirituales, o porque no los están
ejercitando. La siguiente es una buena guía para hacer un
inventario de los dones espirituales que nos han sido dados por
el Espíritu Santo.
1. Familiarícese con las descripciones bíblicas de los
dones espirituales. Hay aproximadamente veinte o veintiún dones
espirituales que se mencionan en el Nuevo Testamento.
Personalmente, no creo que los escritores de estos pasajes hayan
tenido la intención de hacer una lista exhaustiva de los dones
espirituales. Mi idea es que su intención, cada vez que enumeran
y describen una serie de dones espirituales, es darlos como
ejemplo.
2. Crea que usted tiene dones. El duodécimo capítulo de 1
Corintios es el más importante del Nuevo Testamento con respecto
del tema de los dones espirituales. Cuando estudie este
capítulo, observe cómo se hace énfasis en la palabra “todos”.
Cuando uno resume este gran capítulo, debe llegar a la
conclusión de que todos los creyentes nacidos de nuevo tienen
dones espirituales.
3. Considere en qué áreas usted es efectivo y fructífero en
su iglesia local. Todos los dones del Espíritu son dados para
edificar, bendecir, desafiar, instruir, equipar, alentar e
inspirar a otros miembros de la iglesia. Por lo tanto, su
iglesia local es el lugar donde usted puede descubrir,
identificar, ejercer y desarrollar su conjunto de dones
espirituales.
4. Haga la distinción entre las capacidades naturales y los
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16. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
dones espirituales. Sus capacidades naturales son el conjunto de
dones y talentos que usted ha heredado en virtud de su
nacimiento físico y su herencia genética.
En cierto sentido, estos dones se convierten en dones
espirituales cuando son consagrados a Dios. Por ejemplo: Si
alguien tiene una hermosa voz para cantar, y dedica y utiliza
esa voz para glorificar a Dios y adorarlo, su talento natural se
convierte en un don espiritual.
Usted ha heredado su conjunto de dones espirituales en
virtud de su nacimiento espiritual. Cuando el Espíritu Santo
viene a habitar en nosotros, trae con Él un conjunto de dones
espirituales que no estaban en nuestra vida antes que naciéramos
de nuevo (1 Corintios 12).
5. Espere que otros miembros de su iglesia lo ayuden a
identificar sus dones espirituales. Mida el impacto de sus dones
espirituales sobre aquellos para los que estos dones fueron
dados. Si hay personas que llegan a la fe y se hacen miembros de
la iglesia cuando usted les comparte el evangelio, usted tiene
el don de evangelismo. Si la gente entiende cuando usted explica
verdades espirituales, usted tiene el don de enseñanza. Uno de
los roles más importantes de la iglesia local es ayudar a los
creyentes a identificar, reconocer, ejercitar y desarrollar sus
dones espirituales.
6. Busque oportunidades de experimentar cuando sospeche que
tiene algún don o ministerio. ¿Cómo sabrá si tiene o no el don
de la enseñanza si no tiene la fe y la valentía de tratar de
enseñar en una clase de Escuela Dominical o un grupo pequeño de
estudio bíblico?
7. Dese tiempo para desarrollar los dones espirituales que
cree que el Espíritu Santo le ha dado. Una experiencia negativa
al tratar de enseñar en un estudio bíblico no significa que
usted no tenga el don de la enseñanza.
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17. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
8. Realice un culto de consagración y dedique sinceramente
sus dones espirituales a Dios, quien se los dio, quien es el
poder detrás de esos dones, y cuya gloria es el propósito de
todos ellos.
Octavo paso
Busque un patrón
Dado que nuestro Dios es un Dios de orden, y que puede
verse su huella distintiva en el extraordinario diseño de su
creación, es de esperar que veamos orden y diseño en la forma en
que Él nos revela su voluntad para nuestra vida.
En el Libro de los Hechos, leemos que el apóstol Pedro tuvo
una visión de una sábana donde había muchos animales que la ley
de Moisés no permitía que un judío devoto comiera (Hechos 10).
A Pedro se le dijo tres veces que matara y comiera, y cada una
de esas tres veces, se negó. Entonces oyó que alguien golpeaba a
la puerta. El Espíritu le dijo que fuera con los hombres que
venían a buscarlo, sin hacer preguntas al respecto. Pedro pronto
se dio cuenta de que esos hombres no solo eran gentiles, sino
que eran siervos de un centurión del ejército romano que había
conquistado y ocupado con crueldad la tierra de Israel.
Pedro no pensó que esta serie de hechos fuera una serie de
coincidencias, sino que la consideró como un patrón de dirección
divina. La experiencia de Pedro reveló, finalmente, la gloriosa
realidad de que Jesucristo no era solo para los judíos, sino
para todas las personas de todos los países de la tierra.
El Libro de los Hechos nos cuenta una historia similar
sobre el evangelista Felipe, que estaba realizando una cruzada
evangelística muy exitosa en Samaria, cuando el Espíritu lo guió
a que fuera al desierto de Gaza (Hechos 8). Aunque los
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18. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
evangelistas generalmente van a los centros más poblados, Felipe
obedeció la dirección del Espíritu.
Cuando obedeció al Espíritu Santo, Felipe se encontró con
el tesorero de Etiopía, que estaba cruzando el desierto en un
carro. Felipe fue invitado a subir al carro del etíope y pudo
llevar a este político africano a Cristo y bautizarlo.
La historia de la Iglesia nos dice que en el norte de
África se plantó una iglesia fuerte gracias a la conversión de
este político etíope. A través de ese etíope, el Espíritu Santo
llevó más personas a Cristo en África que las que Felipe podría
haber alcanzado en Samaria. ¿Cree usted que Felipe pensaba que
toda esta situación era una serie de coincidencias, o un patrón
de dirección divina?
Estos son dos de los muchos, muchos relatos bíblicos que
nos muestran patrones de dirección divina. Cuando usted intente
encontrar la voluntad de Dios, busque estos patrones. Quizá no
sean tan extraordinarios ni obviamente sobrenaturales como los
que hemos visto, pero habrá evidencias del gran milagro de que
Dios nos guía siguiendo un patrón. Por lo tanto, cuando trate de
conocer la voluntad de Dios, busque un patrón.
Noveno paso
Busque una confirmación
Hay momentos en que, cuando deseamos conocer la voluntad de
Dios, debemos buscar una confirmación. En nuestros viajes de fe,
muchas veces llegamos a una encrucijada en que simplemente no
sabemos cuál es la voluntad de Dios. Por cierto, no hay ningún
versículo de las Escrituras que nos diga que vayamos para la
derecha o para la izquierda cuando no tenemos una indicación ni
la dirección del Espíritu. Nos esforzamos por tomar la decisión
correcta, reconociendo, al mismo tiempo, que simplemente no
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19. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
sabemos qué camino tomar. Habiendo hecho todo lo que esté a
nuestro alcance para discernir la voluntad de Dios, elegimos un
camino u otro.
Aunque no haya un versículo que nos diga qué camino debemos
tomar, sí hay un versículo bíblico que nos da un principio que
puede sernos muy útil cuando nos encontramos en estas
encrucijadas. Una traducción de este versículo, que se encuentra
en Salmos, es: “El SEÑOR afirma los pasos del hombre” (Salmos
37:23, Nueva Versión Internacional). Esto significa que algunas
veces, debemos avanzar hacia lo que entendemos que es la
voluntad de Dios, mientras oramos y buscamos una confirmación.
La confirmación puede ser positiva o negativa. Si todo sale
bien y la dirección que hemos elegido tiene, obviamente, el
sello de aprobación de Dios, podemos decir que Dios nos ha dado
una confirmación positiva de su voluntad. Tenemos la convicción
de que Dios nos está diciendo: “Este es el camino, andad por él”
(Isaías 30:21). Después de comprometernos a seguir una
dirección, vemos pruebas de que el Cristo vivo ha ido delante de
nosotros y nos ha preparado el camino (Juan 10:4).
Algunas veces, la confirmación es negativa, y los
resultados son lo opuesto de lo que acabo de describir. Cuando
esto sucede, debemos ser suficientemente humildes como para
retroceder hasta esa encrucijada y elegir la otra dirección.
Décimo paso
Espere en el Señor
Dios no tiene prisa. Muchas veces no vemos la dirección de
Dios porque estamos corriendo mucho más adelante, haciéndole
señas frenéticas al Señor para que nos alcance y nos siga en el
plan que tenemos para nuestra vida. Por eso es que la expresión
“Espera en Jehová” es tan frecuente en la Palabra de Dios.
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20. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Se necesita más fe para esperar que para actuar. La receta
de Dios para guiar a personalidades como la de Jacob es esperar
en el Señor. Jacob no llegaba a ver la voluntad de Dios para su
vida, porque siempre estaba corriendo delante de Él.
Lea la historia de Jacob en Génesis, capítulos 25 al 32, y
el comentario de Pablo sobre esa historia en el noveno capítulo
de Romanos. Cuando lea cómo Dios hizo que Jacob cojeara para
poder coronarlo con la bendición de su voluntad, verá una gran
ilustración de lo que significa esperar en el Señor. Cuando un
hombre devoto está cojo, ¿qué otra cosa puede hacer, más que
esperar en el Señor?
En el Libro de Salmos, encontramos la palabra Selah en
setenta y tres lugares. Una traducción moderna de esa palabra
es: ‘Haz una pausa y piensa calmadamente en esto’. Dios coloca
frecuentemente sus “Selah” en nuestra vida mientras nos guía en
nuestros viajes de fe. Él tiene sus propias y muy buenas razones
para hacer que nos detengamos y esperemos. Quizá desee que
hagamos una pausa para reflexionar con calma sobre nuestras
prioridades, los objetivos de nuestra misión y otros temas,
mientras experimentamos su voluntad para nuestra vida.
Cuando encontramos uno de los “Selah” del Señor, debemos
preguntar siempre qué es lo que Dios quiere que nos detengamos a
pensar en calma. Y nunca debemos poner un signo de pregunta
cuando Dios pone un punto en nuestro viaje de fe. Recordemos que
Dios quizá esté usando esta pausa en nuestros planes para
prepararnos para cosas mayores en sus planes (ver la vida de
José en Génesis 39 – 41).
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21. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Undécimo paso
Avance
La Biblia está llena de paradojas. Una paradoja es algo que
aparenta ser una contradicción, pero cuando uno lo examina más
de cerca, descubre que, en realidad, no hay tal contradicción.
Hay veces en que una paradoja no es una contradicción, porque
las dos proposiciones que afirma la paradoja son ciertas. Puede
ser que la contradicción entre las proposiciones aparentemente
contradictorias se resuelva cuando uno comprende que no se trata
de “esto o aquello”, sino de “esto y aquello”. La paradoja suele
resolverse cuando comprendemos que algunas veces es de una
manera y otras veces, de otra.
Podemos llegar a no alcanzar la voluntad de Dios cuando
nosotros tenemos prisa, y Dios, no. Cuando esto sucede, debemos
esperar en el Señor. Hay otros momentos en que no alcanzamos la
voluntad de Dios porque nos quedamos en una postura apática,
indecisa, falta de fe y de valentía, y el Señor continúa su
camino sin nosotros. Estos dos conceptos aparentemente opuestos,
en realidad, no son contradictorios. No se trata de que uno u
otro sea cierto, sino de que ambos lo son. La verdad es que,
algunas veces, necesitamos esperar en el Señor; y otras veces
debemos avanzar.
Tenemos un adversario que no desea nuestro bien. Su primera
estrategia es hacernos debiluchos espirituales, apáticos,
indecisos y perezosos, que se pierden la voluntad de Dios,
porque no tienen la fe, la valentía y la disciplina necesarias
para seguir la dirección del Señor. Si eso falla, él tratará de
convertirnos en adictos al trabajo, obsesivos y compulsivos, que
no ven la voluntad de Dios porque están afanándose por asir
aquellas cosas que están fuera de su alcance y no son la
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22. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
voluntad de Dios para sus vidas; es decir, personas que corren
muy por delante del Señor.
Obviamente, todos necesitamos un equilibrio entre estos dos
extremos que nos hace madurar para llegar a ser siervos del
Señor que pueden discernir y poner en práctica su voluntad.
Duodécimo paso
Busque consejo espiritual
Hay una afirmación que aparece dos veces en el Libro de
Proverbios. Dice: “En la multitud de consejeros hay seguridad”
(Proverbios 24:6; 11:14). Este proverbio de los sabios no
significa que debemos consultar a una multitud de consejeros
cuando llegamos a esa encrucijada en el camino que he mencionado
varias veces. Eso sería muy confuso, ya que una multitud de
consejeros nos darán una multitud de opiniones con relación a la
difícil decisión que debemos tomar.
Los sabios que escribieron el Libro de Proverbios, al hacer
estas dos afirmaciones, enseñaron dos verdades básicas. En una
de ellas nos dicen que cuando dos naciones van a la guerra entre
sí, la nación que tiene una multitud de consejeros tiene más
probabilidades de ganar la guerra. En la otra, dicen que, cuando
llegamos a esa encrucijada en nuestras vidas en que debemos
elegir qué camino tomar, si hemos tenido una multitud de buenos
consejeros a lo largo de nuestra vida, es decir, si hemos tenido
una buena educación espiritual, estaremos capacitados para tomar
nuestra difícil decisión.
En la profecía de Isaías hay un hermoso pasaje que nos
presenta y describe uno de los beneficios de una buena educación
espiritual. Isaías nos dice que si hemos tenido una multitud de
buenos consejeros espirituales en nuestra vida, cuando lleguemos
a esa encrucijada, escucharemos las voces de esos consejeros
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23. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
diciéndonos: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la
mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías
30:20,21).
Hoy, al repasar las bendiciones que el Señor me ha dado,
estoy muy agradecido porque, en mi viaje de fe, he tenido
mentores extraordinarios que me han guiado y me han dado
consejos muy sabios en encrucijadas fundamentales en mi vida y
mi ministerio.
Hay momentos en que no es fácil discernir cuál es la
voluntad de Dios para nuestra vida, que es el propósito en
tiempo presente de nuestra salvación. Por lo tanto, es sabio que
busquemos el consejo de creyentes maduros que han buscado y
hallado la voluntad de Dios durante muchos años.
La iglesia se mueve por este mundo como una flota de
barcos, en perfecta formación, sincronizada sobrenaturalmente
por el Espíritu Santo. El Cristo vivo y resucitado es como el
“Buque insignia” –el buque comandante- en el centro de la flota,
que envía señales a las demás naves constantemente. Si usted
tiene la mirada puesta en el “Buque insignia” y recibe las
señales de Él, estará dentro de la formación y será parte de su
gran obra en este mundo. Pero si no tiene los ojos puestos en el
Buque insignia y no ve sus señales, la obra de Cristo seguirá
sin usted, mientras usted anda a la deriva, destruyéndose, sin
poder ser jamás una parte sincronizada de su magnífica flota.
Las personas que se destacan como siervos de Cristo no son
excepcionales porque jamás dejen pasar una señal. Pero los
grandes siervos de Cristo que Dios usa hoy y ha usado a lo largo
de la historia de la Iglesia siempre han sido hombres y mujeres
que no recibían sus señales de la cultura que los rodeaba. Son,
y siempre han sido, siervos del Señor que tenían sus ojos fijos
en el “Buque insignia” y recibían sus señales del Cristo
resucitado.
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24. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Concluyo este estudio sobre la dirección divina como lo
empecé: haciendo énfasis en el milagro de que hay un lugar en el
que debemos estar en nuestro andar con Cristo, y Dios desea
hacernos conocer ese lugar. Oro para que estos doce pasos lo
ayuden a mantener sus ojos en el “Buque insignia” –el Cristo
vivo y resucitado- que lo guiará a la voluntad de Dios para su
vida, que es buena, perfecta, y la única vida aceptable para
Dios, que lo creó y lo recreó a usted para que viviera esa vida.
(Romanos 12:1-2).
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25. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Capítulo 2
Receta para la identidad
Hay un lugar donde Dios quiere que estemos. También hay
alguien que Dios quiere que seamos. Ahora quisiera concentrarme
en ocho preguntas que Dios nos formula en la Biblia y que nos
muestran dónde quiere Dios que estemos, qué quiere que seamos y
especialmente quién desea Dios que seamos. Yo llamo a estas ocho
preguntas “mi brújula espiritual”. Si permitimos que Dios nos
formule estas preguntas y las respondemos en oración, nos
encontraremos dialogando con Dios. Esto será particularmente
real en tiempos de transición o cuando estemos convencidos de
que necesitamos hacer una transición, un cambio en nuestra vida
o ministerio.
Las primeras cuatro de estas ocho preguntas son las
primeras palabras que Dios habla al hombre caído: “Y oyeron la
voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día;
y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová
Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en
el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y
Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido
del árbol de que yo te mandé no comieses? [...] ¿Qué es lo que
has hecho?” (Génesis 3:8-13).
¿No es extraño que el Creador les haga preguntas a sus
criaturas? Sin duda, Él conoce las respuestas a sus preguntas.
Dios sabe dónde está el hombre. El problema es que el hombre no
lo sabe. Lo primero que un hombre perdido necesita saber es que
está perdido. Lo que hemos presentado aquí es un diálogo entre
Dios y el hombre en el que Dios formula preguntas, porque el
hombre necesita reflexionar acerca de dónde está, hasta que se
dé cuenta de que está perdido y no está donde debería estar.
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26. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Como todo lo demás en el Libro de Génesis, estas preguntas
no solo son la trascripción del diálogo entre Dios y el hombre
en ese momento, sino ahora también. ¿Alguna vez lo inquieta la
sensación de que Dios desea que usted esté en algún lugar, y
usted no está allí? ¿Alguna vez lo ha preocupado la idea de que
usted no es quien Dios quiere que sea? Uno puede llamar a esto
“crisis de identidad”. Según Moisés, la supuesta “crisis de
identidad” en su vida podría ser simplemente la voz de Dios que
anda por el huerto de su vida, desafiándolo con las mismas
palabras que dirigió al ser humano caído en su primer diálogo
con él: “¿Dónde estás?”.
El propósito de esta primera pregunta es que Dios desea que
el hombre esté donde su Creador desea que esté. El propósito de
la segunda pregunta: “¿Quién te enseñó...?” es que Dios desea
que el hombre sepa que su Dios está tratando de establecer un
diálogo con él. Dios desea que el hombre confiese a quién o a
qué está escuchando, y de dónde, exactamente, está recibiendo
instrucciones. Esta segunda pregunta hace regresar a Adán y su
esposa al lugar y el momento en que comieron del árbol
equivocado, cuando inmediatamente supieron que estaban desnudos
(7).
Antes de comenzar el diálogo con estas preguntas, Dios se
comunicó con Adán y Eva. La segunda pregunta tenía como fin
hacerlos tomar conciencia de ese milagro. Ellos no se daban
cuenta del milagro de que Dios les hacía saber lo que quería que
supieran. ¿Es posible que usted no se dé cuenta del milagro de
que Dios le está haciendo saber lo que Él quiere que usted sepa?
Mi paráfrasis de la tercera pregunta es: “¿Han estado
comiendo de los árboles equivocados?”. Esta pregunta también
podría parafrasearse como: “¿Han estado buscando las respuestas
en los lugares equivocados?”. Los árboles del huerto habían sido
colocados por Dios con el propósito de satisfacer las
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27. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
necesidades del primer hombre y la primera mujer. Si examinamos
el entorno en el que se produce este diálogo, veremos que las
necesidades del hombre y la mujer debían ser satisfechas por los
árboles del huerto en un orden preciso de prioridades (Génesis
2:8,9).
Los árboles del huerto debían satisfacer la necesidad de
los ojos, la necesidad de alimento y, finalmente, la necesidad
de la vida misma. Dios declaró que el árbol del conocimiento
estaba vedado. En el capítulo tres, cuando Adán y Eva pecan,
violan esta prioridad establecida por Dios. El primer hombre y
la primera mujer pusieron primero sus necesidades físicas, o la
necesidad de alimento, y pusieron en segundo lugar la necesidad
de los ojos. Pero su necesidad de vida nunca fue satisfecha. En
lugar de la vida que Dios tenía preparada para ellos,
encontraron la muerte y la expulsión del huerto de Dios.
No solo fueron culpables de remplazar las prioridades de
Dios por las suyas propias, sino también desobedecieron a Dios y
comieron del árbol del conocimiento. Adán y Eva lo hicieron
motivados por la idea de que, si comían del árbol del
conocimiento, serían tan sabios como Dios. Una aplicación
alegórica de esto en gran parte de nuestro mundo actual es el
excesivo énfasis en el conocimiento y el poco respeto, si es que
existe, por la necesidad de una revelación de parte de Dios.
Todo esto es, obviamente, una alegoría. ¿Ha visto usted
alguna vez un árbol del conocimiento o un árbol de la vida? La
verdad acerca de los árboles del huerto es una ilustración de un
gran sermón predicado por Moisés. Jesús comenzaría su ministerio
público citando a Moisés: “…para hacerte saber que no sólo de
pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de
Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4). La
profunda verdad en la que se centran Moisés y Jesús queda
ilustrada alegóricamente por estos árboles del huerto del Edén.
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28. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
En la Biblia, el ojo representa la estructura mental, es
decir, la forma en que vemos y comprendemos las cosas. Jesús
enseñó: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es
bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas
tinieblas?” (Mateo 6:22,23). Obviamente, Jesús estaba enseñando
que nuestras vidas pueden estar llenas de felicidad, o de
depresión e infelicidad. La diferencia entre esos dos extremos
es la forma en que vemos las cosas, nuestra estructura mental,
nuestra perspectiva de la vida.
Esta misma verdad se enseña alegóricamente en el huerto del
Edén cuando se nos dice que estos árboles estaban para proveer
para nuestras necesidades. La esencia de la verdad que Dios nos
comunica es aproximadamente esta: Si nos acercamos a la Palabra
de Dios y le pedimos a Él que satisfaga la necesidad de nuestros
ojos, o que nos muestre a través de su Palabra cómo debemos ver
las cosas, todas nuestras necesidades serán satisfechas.
Tendremos vida, ya que Dios satisfará nuestra mayor necesidad,
que es la de que Él nos muestre cómo quiere que veamos todas las
cosas.
El significado alegórico del árbol del conocimiento, del
cual comieron Adán y Eva –y del que Dios les había dicho que no
debían comer- es la filosofía humanista que dice: “No necesito
ninguna revelación de Dios. Tengo una inteligencia superior, y
eso es todo lo que necesito”.
En el mismo comienzo de la Biblia, Dios nos dice a usted y
a mí que nuestro Creador conoce cada necesidad que tenemos,
porque Él nos creó con esas necesidades. Él sabe –y quiere que
nosotros también sepamos- que nuestra mayor necesidad es la de
nuestros ojos. Necesitamos desesperadamente pedirle a Dios que
nos dé, a través de su Palabra, una revelación que nos muestre
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29. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
cómo nuestro amoroso Padre celestial desea identificar y
satisfacer todas nuestras necesidades.
¡Así fue! ¡Así es! ¿Interpretamos nuestras necesidades a la
luz de la Palabra de Dios, o interpretamos la Palabra de Dios a
la luz de nuestras necesidades? ¿Qué hizo, exactamente, la
primera pareja disfuncional en el huerto del Edén? ¿Comieron una
manzana? ¿Tuvieron relaciones sexuales? Una lectura profunda y
detallada de este capítulo, con la enseñanza del Espíritu Santo,
nos revelará una verdad mucho más profunda que estos puntos de
vista equivocados.
Dios nos dice –entonces y ahora- que Adán y Eva
interpretaron la Palabra de Dios a la luz de sus necesidades.
Pusieron primero su necesidad y, después, la revelación de Dios.
En otras palabras, hicieron lo que ellos querían y después le
pidieron a Dios que les mostrara qué pensaba Él sobre cómo
debían ser satisfechas sus necesidades.
Eran muy semejantes a un creyente común que escucha la
Palabra de Dios en alguna iglesia de hoy en día. Toda la semana,
esta persona hace las cosas como quiere, y decide por sí misma
cómo satisfacer sus necesidades. Después, va a la iglesia a
escuchar lo que Dios dice sobre cómo deberían ser satisfechas
sus necesidades. Debería ser exactamente al revés. Debemos
acudir a Dios primero y pedirle que nos muestre cómo deben ser
satisfechas nuestras necesidades, y estar dispuestos a obedecer.
La cuarta pregunta: “¿Qué has hecho?” los desafió a mirar
atrás y reflexionar sobre sus acciones. El propósito de esta
cuarta pregunta era obtener una confesión de la primera pareja.
En el idioma griego, la palabra bíblica “confesar” está
compuesta por otras dos palabras que significan ‘hablar’ e
‘igual’. Confesar significa, literalmente, ‘decir lo mismo’, o
‘estar de acuerdo con Dios’. Dado que es nuestro perfecto Padre
celestial, Dios sabe lo que hemos hecho, pero quiere escucharnos
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30. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
decir lo mismo que Él dice acerca de lo que hemos hecho. ¿Alguna
vez hizo usted esto con sus hijos?
Encuentro la quinta gran pregunta de Dios un poco más
adelante en el Libro de Génesis. Dios le pregunta a una criada
egipcia llamada Agar: “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?”
(Génesis 16:8). Esta es la pregunta fundamental con respecto a
la dirección. A Dios le gusta hacernos esta pregunta durante los
últimos días y horas de un viejo año, cuando estamos en
transición o creemos que deberíamos estarlo. Esta quinta
pregunta nos desafía a mirar atrás y, después, relacionar
nuestro pasado con nuestro presente y nuestro futuro. Cuando
Dios hace esta pregunta, comienza a abrirse camino la Buena
Noticia. El evangelio (la Buena Noticia) de toda la Biblia es
que no tenemos, necesariamente, que terminar en el lugar al que
nos conduce el camino por donde hemos venido. Hoy, millones de
personas creen que su presente y su futuro están prefijados por
su pasado. Esta “parálisis de análisis” declara la mala noticia
de que siempre vamos en la misma dirección de donde venimos.
Aunque esta quinta pregunta termina señalándonos la Buena
Noticia, inicialmente nos presenta una realidad sombría. Si no
experimentamos un hecho que nos cambie la vida, entonces,
nuestro futuro puede ser prefijado por nuestro pasado. La Biblia
enseña que las personas no cambian por sí mismas, porque no
pueden hacerlo. Jeremías llega a burlarse de nosotros por tratar
de cambiarnos a nosotros mismos (Jeremías 2:36; 13:23). “Como
ahora, será después”, solían decir los filósofos griegos para
expresar esta misma realidad.
Pero el evangelio de la Biblia es optimista y positivo
cuando proclama esta gloriosa verdad: ¡Podemos acercarnos a Dios
por fe y ser cambiados! (2 Corintios 5:17; 3:18; Romanos 12:2).
Encuentro la sexta gran pregunta de Dios aún más adelante
en el Libro de Génesis, cuando Dios pregunta a dos hermanos:
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31. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
“¿Quién eres?” (Génesis 27:18,19,32-34). Esta pregunta está
relacionada con la anterior, por medio del interrogante:
“¿Transformado en qué?”. Esta pregunta implica que debemos ser
alguien. Así como la primera pregunta implicaba que debemos
estar en algún lugar y probablemente no estemos allí, la sexta
pregunta implica que debemos ser alguien que probablemente no
somos.
Cuando su padre le preguntó a Esaú: “¿Quién eres?”, Esaú
lloró y se lamentó, porque había vendido su identidad por un
plato de guiso. Cuando a Juan el Bautista le fue formulada la
misma pregunta, este gran profeta tuvo la respuesta correcta
(Juan 1:19-23). Él sabía quién era y también sabía quién no era.
No permitía que la presión de la sociedad le dictara quién debía
ser o lo empujara a pretender ser alguien que Dios no deseaba
que fuera.
La respuesta equivocada o la falta de respuesta a esta
sexta pregunta es, quizá, la mayor causa de infelicidad personal
que existe actualmente en el mundo. Como pastor con cinco
décadas de experiencia, puedo decir que esto también se aplica a
los creyentes.
Si usted se siente infeliz personalmente como creyente y
seguidor de Cristo, su amoroso Dios quiere estimularlo y
aguijonearlo con esta sexta pregunta hasta que se dé cuenta de
que Dios lo creó y lo recreó para que usted fuera alguien en
particular. Dios quiere hacerlo sentir incómodo y reflexionar
hasta que pueda usar esa sexta pregunta para hacerle saber que
usted nunca podrá ser feliz hasta que pueda decir, por la gracia
de Dios, quién debe ser a partir de su creación y su recreación
(Salmos 139:16-24; Romanos 12:1,2).
La séptima pregunta: “¿Qué eres tú?” está, en mi opinión,
implícita en las afirmaciones que realizan personas como el
apóstol Pablo cuando dice: “Por la gracia de Dios soy lo que
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32. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
soy” (1 Corintios 15:l0). Pablo agradece a Dios, porque no ha
recibido la gracia para ser lo que es en vano, y nos exhorta a
nosotros a tener cuidado de no recibir la gracia de Dios en
vano.
Lo que somos también está implícito en los ejemplos de las
biografías de personas como Moisés, a quien Dios llama y equipa
para ser libertadores, reyes, profetas, sacerdotes y toda clase
de líderes en su obra. Debemos relacionar esta pregunta y sus
respuestas con las enseñanzas de Pablo de que somos salvos para
buenas obras que Dios preparó para nosotros cuando nos salvó
(Efesios 2:10).
Esta séptima pregunta tiene que ver con nuestros dones
espirituales y naturales, nuestro servicio para Dios en el
ministerio o en el candelero donde Él nos ha puesto en este
mundo. Esta pregunta se relaciona con lo que hacemos todo el
día. Dado que somos seres humanos y no obras humanas, quiénes
somos es mucho más importante que qué somos y qué hacemos todo
el día. Lo que hacemos está directamente relacionado con lo que
somos.
La última pregunta es “¿Qué quieres?”. Son las primeras
palabras de Jesús que registra el evangelio de Juan, cuando el
Señor comenzó a convocar algunos discípulos a los que luego
comisionó como apóstoles (Juan 1:38).
Cuando permitimos que Dios haga brillar la luz de estas
preguntas en todos nuestros recovecos espirituales hasta que nos
muestren quién y qué quiere Dios que seamos y dónde quiere que
estemos, la pregunta vital llega a ser, entonces: “¿Qué
queremos?” y “¿Cuánto lo queremos?”.
Su Dios lo ha hecho a usted como una criatura capaz de
decidir. Él sabe dónde está usted, quién es y qué es. También
sabe quién y qué quiere que sea, y dónde quiere que esté. Él lo
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33. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
ama, y por eso, desea profundamente que usted encuentre las
respuestas correctas para estas preguntas.
Dios respeta el hecho de que somos criaturas capaces de
decidir y, en cierto sentido, Él nunca nos obligará a que le
demos las respuestas correctas a estas preguntas. Hablando en
sentido figurado, quizá Él nos trate como a Jonás y envíe
tormentas a nuestra vida, o nos haga entrar en el vientre de un
gran pez hasta que le demos las respuestas correctas a estas
preguntas. Quizá nos presione como un elefante hasta que lo
único razonable que nos quede por hacer sea darle la respuesta
razonable. O tal vez intervenga en nuestra vida como lo hizo en
la vida del apóstol Pablo en el camino a Damasco. Dios nos ama,
y, por esto, quizá nos haga una oferta que no podemos rechazar;
pero, como Jonás y el apóstol Pablo, debemos decidir alinear
nuestra voluntad con la suya y ser quien Dios quiere que seamos
y hacer lo que Él quiere que hagamos.
Cuando Dios nos hizo criaturas capaces de decidir, nos creó
a su imagen y semejanza. Las grandes creaciones de Dios, como el
sol, la luna y las estrellas, no pueden tomar decisiones (Salmos
8; 19). Las criaturas de Dios en el microcosmos de su creación
tampoco pueden decidir. Las abejas de una colmena y las formas
de vida que podemos ver con un microscopio tampoco lo hacen.
Cuando observamos la creación de Dios a través de un
telescopio o un microscopio, vemos orden, porque la voluntad de
Dios ha sido impuesta a estas creaciones de Dios. El hombre es
la única creación de Dios que fue hecha con la capacidad de
decidir. Nuestra capacidad de elegir es el plan de Dios para
nosotros. Por lo tanto, Dios jamás quebrantará nuestra capacidad
de decidir.
Al final de Nuevo Testamento, vemos al Cristo resucitado
golpeando, pacientemente, a la puerta de nuestra vida
(Apocalipsis 3:19,20). Esa postura representa el amor de un
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34. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Salvador que está tratando de motivarnos para que abramos la
puerta de nuestra vida de manera que Él pueda tener comunión con
nosotros. Cristo nunca forzará la cerradura ni romperá la
puerta.
Un artista pintó un retrato de Jesús parado pacientemente y
golpeando a una puerta que no tenía manija de la parte de
afuera, lo cual indicaba que solo podía ser abierta desde
adentro. El hecho de que seamos criaturas capaces de decidir
hace que esta última pregunta: “¿Qué quieres?” sea realmente muy
profunda.
Hace más de cinco décadas que utilizo estas preguntas como
brújula espiritual, y se las comparto en la esperanza de que
puedan convertirse en una brújula espiritual para usted. He
descubierto que, aunque las preguntas no cambian jamás, las
respuestas pueden cambiar drásticamente a lo largo de los años.
Cuando haya permitido que Dios use estas preguntas para hacerle
saber quién y qué desea Dios que usted sea, y dónde desea que
esté, no olvide permitir a su amoroso Creador que le formule la
segunda pregunta una vez más: “¿Quién te enseñó?”. ¿Quién cree
usted que le hace conocer estas cosas?
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35. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Capítulo 3
Receta para la ansiedad
Poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo
comenzó a vivir con la realidad de las armas termonucleares de
destrucción masiva, se llamó a ese período de la historia “la
era de la ansiedad”. Esas armas ahora están en manos de más
países, y pequeños grupos de terroristas intentan comprarlas. A
los arsenales se han agregado ahora armas químicas y biológicas
de destrucción masiva más horribles que cualquier cosa que
podamos imaginar. Cuando agregamos la amenaza del terrorismo
global al escenario actual, vemos que realmente vivimos en una
“era de la ansiedad”.
En todo el mundo, hay personas que sufren, literalmente, de
ataques de ansiedad, porque, además de las presiones con las que
todos convivimos en nuestra vida personal, hay una nube de
ansiedad causada por el mundo en el que vivimos todos. Si usted
está ansioso, quisiera compartirle una inspirada receta para la
ansiedad que proviene de los labios del mismísimo Señor
Jesucristo. Es magnífica.
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el
orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y
donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón.
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es
bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas
tinieblas?
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36. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo,
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su
estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis?
Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni
hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se
vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy
es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará
mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues,
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre
celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas.
“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día
de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo
6:19-34).
Jesús dijo: “No estén ansiosos”. No dijo: “Aprendan a
manejar su ansiedad. Traten de manejar el estrés”. Si analizamos
el idioma original, lo que dijo Jesús fue: “Si estás ansioso,
deja de estarlo”.
¿Cuál es, exactamente, la receta de Jesús para enfrentar el
problema de la ansiedad? En este pasaje bíblico, tenemos un gran
estudio de los valores de Cristo. Para presentar la primera
36
37. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
parte de su receta para la ansiedad, Jesús se refiere a ciertos
valores equivocados que causan ansiedad.
Según el diccionario, un valor es ‘aquella cualidad de
cierta cosa mediante la cual consideramos que es más o menos
útil, provechosa, importante y, por lo tanto, deseable’. En su
receta para la ansiedad, Jesús se refiere a algunos de los
valores que causan ansiedad (19-21). Los tesoros frágiles son el
centro del primer paso de su receta para la ansiedad.
Según Jesús, hay dos clases de tesoros: tesoros en la
tierra y tesoros en el cielo. Y Él nos dice que los tesoros que
están en la tierra son vulnerables y frágiles. Los tesoros
terrenales son consumidos por la polilla y la herrumbre. En
otras palabras, estos tesoros pierden valor, y los ladrones
pueden robárnoslos. Pero los tesoros que están en los cielos no
son consumidos por la herrumbre y la polilla, y los ladrones
jamás podrán quitárnoslos.
La palabra que Jesús utiliza para referirse a la herrumbre
(orín) significa ‘lo que come’. La mayoría de las personas que
lo escucharon dar esta receta para la ansiedad producían y
almacenaban suficiente comida para alimentar a sus familias.
Sabían que la comida que tenían almacenada podía ser comida por
roedores, insectos u otros animales. Por eso, prestaron mucha
atención cuando Jesús enseñó que, si todos nuestros tesoros son
terrenales y vulnerables, pueden producirnos gran ansiedad.
Para presentar el segundo paso de su receta para la
ansiedad, Jesús usa una metáfora que nos muestra otra causa de
ansiedad. Es una metáfora que nos señala que la diferencia entre
la felicidad y la infelicidad está en la manera en que vemos las
cosas (22,23).
Después, ataca otra causa de ansiedad cuando nos dice que
debemos servir a Dios, y solo a Él (24). Hay dos clases de
tesoros, y hay dos clases de amos. Si conocemos el primer
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38. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
mandamiento (“No tendrás dioses ajenos delante de mí”) y la
verdad con la cual Jesús respondió a la tentación de Satanás de
entregarle todos los reinos del mundo, debemos saber que servir
a cualquier otra cosa o cualquier otra persona que no sea Dios
nos causará gran ansiedad.
La receta para la ansiedad es, por lo tanto, la declaración
de Jesús de que no podemos servir a dos amos. El amo que Él
presenta y al que muchas veces servimos, además de a Dios, es
algo que no consideramos un “amo”. Jesús declara que, si
servimos a Dios y al dinero, no solo nuestra lealtad está
dividida, sino que nuestro amo es muy frágil, y nuestro
pensamiento está muy errado. La palabra que Jesús utiliza para
hablar del dinero significa ‘el poder del dinero’. La adicción a
ganar mucho dinero es muy común... y mortal.
La base de esta receta de Jesús le quedará totalmente en
claro si usted estudia veintiún preguntas que Jesús formula,
directa o indirectamente, en este pasaje. Como hemos visto, Dios
hace preguntas a lo largo de toda la Biblia. Cuando Dios se hizo
hombre y vivió entre nosotros, siempre hacía preguntas. Solo en
el evangelio de Mateo encontramos ochenta y tres preguntas de
Jesús. En este pasaje de su enseñanza en la cima de la montaña,
busque, en oración, las respuestas correctas para las veintiún
preguntas que hace Jesús, y descubrirá que está aplicando una
receta que hace que su ansiedad se reduzca drásticamente. ¿Dónde
está su corazón? (21). ¿Dónde están sus tesoros? (19,20). ¿Cómo
ve las cosas? ¿Tiene un ojo sano, es decir, una visión pura de
la vida? ¿Está su cuerpo lleno de luz y felicidad? ¿Está su
cuerpo lleno de oscuridad e infelicidad? ¿Sufre de “visión
doble” o esquizofrenia espiritual? (22,23). ¿Está sirviendo a
Dios? (24). ¿Está sirviendo al dinero o al poder del
materialismo? (24).
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39. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
¿Está ansioso por su sustento, por lo que va a comer, a
beber y a vestir? (25). ¿Qué es su vida? (25). ¿Qué es su
cuerpo? (25). ¿Cuánto vale usted? (26). ¿Cuáles son sus límites?
(27). Si su Padre celestial alimenta a las aves, ¿no lo
alimentará a usted? (26). Si su Padre celestial viste a los
lirios del campo, ¿no lo vestirá a usted? (30).
¿Es su ansiedad la que resuelve estos problemas? (27). ¿Qué
le señala su ansiedad respecto de su fe? (30). ¿Cree que su
Padre celestial sabe que necesita estas cosas? (32). Si pone
primero a Dios y Él le muestra lo que es correcto, ¿cree que
puede confiar en que Él satisfará sus necesidades mientras usted
lo sirve? (33)
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En resumen
Si quiere diagnosticar la causa de su ansiedad, responda,
en oración, estas cinco preguntas que resumen todo: ¿Qué hace
usted todo el día? (Sus actividades). ¿En qué piensa usted todo
el día? (Sus actitudes). ¿A quién o a qué sirve usted todo el
día? (Sus lealtades). ¿Qué lo preocupa a usted todo el día? (Sus
ansiedades). ¿Qué es lo que usted quiere todo el día? (Sus
ambiciones).
Entonces, estará listo para escuchar la receta resumida de
Jesús para la ansiedad de un creyente: “Mas buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el
día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”
(Mateo 6:33,34). Podríamos resumir la esencia de esta receta de
Jesús para la ansiedad de un creyente en dos palabras: “¡Dios
primero!”.
40. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Capítulo 4
Receta para la paz
Uno de mis autores preferidos escribió que, para el
creyente, “el dolor y el sufrimiento son inevitables, pero
sentirse desdichado es opcional”. Si usted quiere conocer a un
hombre que tenía todas las razones del mundo para sentirse
desdichado, abra el Nuevo Testamento y lea los escritos del
apóstol Pablo. ¡Él sí sabía lo que es dolor y sufrimiento! En su
segunda carta a los corintios, el gran apóstol nos abre una
pequeña ventana autobiográfica que nos permite ver su vida
diaria como el misionero más importante que haya tenido en toda
su historia la Iglesia de Jesucristo, cuando escribe: “Yo he
trabajado más que ellos, me han encarcelado más veces que a
ellos, he sido azotado más que ellos, y muchas veces he estado
en peligro de muerte. En cinco ocasiones los judíos me
castigaron con los treinta y nueve azotes. Tres veces me
apalearon, y una me apedrearon [ver Hechos 14]. En tres
ocasiones se hundió el barco en que yo viajaba, y, a punto de
ahogarme, pasé una noche y un día en alta mar [ver Hechos
27,28]. He pasado trabajos y dificultades; muchas veces me he
quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed; muchas veces no he
comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa” (2
Corintios 11:23-27, Dios habla hoy).
Hay una falsa enseñanza que algunos tratan de promover, que
dice que Dios siempre quiere que estemos bien, que seamos
felices y ricos. El apóstol Pablo nunca estaría de acuerdo con
esta enseñanza llamada “teología de la prosperidad”, y tampoco
Jesús, quien dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan
16:31).
Aun así, en su carta a los filipenses, Pablo escribe que
aún en el contexto de esas difíciles experiencias, él tiene
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41. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
paz... una paz de Dios que “sobrepasa todo entendimiento
humano”, una paz que no tiene sentido; una paz sobrenatural. Un
estudio profundo de la carta que Pablo escribió a los filipenses
nos mostrará que esta paz que Pablo experimentaba también estaba
relacionada con el gozo. En realidad, aunque Pablo la escribió
mientras estaba en prisión, esa brevísima carta es llamada “la
epístola del gozo”, porque hace referencia al gozo diecisiete
veces.
Si usted es como yo, seguramente, al leer el relato de los
sufrimientos de Pablo, se preguntará: “¿Cómo puede haber tenido
paz mientras sufría todas esas pruebas?”. Deberíamos estar
agradecidos al Espíritu Santo por haber guiado a Pablo para que
nos dejara una inspirada respuesta a esta pregunta.
Su respuesta se encuentra en el cuarto capítulo de la
Epístola a los Filipenses. En ese capítulo, Pablo escribe lo que
yo llamo “una receta para la paz” que no solo explica cómo él
podía estar en paz a pesar de sus circunstancias, sino prescribe
esa calidad de paz para usted y para mí, sean cuales fueren
nuestras circunstancias.
Esta calidad de paz, que la Biblia llama “la paz de Dios”,
es un continuo estado de paz en el que Dios puede mantener a un
creyente. Antes de ver la receta de Pablo para esta calidad de
paz en la que, evidentemente, lo mantiene el Cristo resucitado,
quisiera escribir tres instrucciones que simplemente debemos
reconocer y aplicar al estudiar y luego poner en práctica la
receta de Pablo para la paz en nuestra vida.
Primero, este estado de paz es una paz de Dios que debe ser
aprendida; segundo, es una paz que debe ser recibida dentro de
una relación con Cristo; y tercero, hay condiciones específicas
que deben cumplirse al aplicar esta receta para tener la paz de
Dios.
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42. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
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Una paz que debe ser aprendida
Cuando usted lea la Epístola de Pablo a los Filipenses, no
olvide observar que él nos dice que ha aprendido esta paz.
Escribe: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi
situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia. En todo
y por todo estoy enseñado...” (Aparentemente no siempre lo
supo).
No puedo evitar preguntarme cuáles son las cosas que
aprendió, y quién le estaba enseñando. Según Pablo, quien lo
instruía era el Cristo vivo y resucitado. Saber que esta paz
puede aprenderse es alentador y consolador para mí, porque, si
se puede aprender la clase de paz que Pablo experimentaba y que
prescribe, entonces yo puedo aprender a tener esa milagrosa paz.
No importa cuáles sean las circunstancias que viva, puedo elegir
no sentirme desdichado.
Por la gracia de Dios, aprendí esta receta para la paz
cuando experimenté la crisis personal más terrible de mi vida.
Yo era pastor, y estaba disfrutando de una década de milagros en
mi ministerio, cuando mi salud me obligó a dejar ese ministerio
activo. Mientras una rara e incurable enfermedad de la médula
espinal me obligaba, lenta pero implacablemente, a enfrentar los
desafíos y las limitaciones de pasar el resto de mi vida en una
silla de ruedas –o algo peor-, encontré la receta para la paz
que nos da Pablo en el cuarto capítulo de Filipenses. Estudié de
memoria ese capítulo y lo repetí cada noche al irme a dormir,
meditando en la receta para la paz que estaba aprendiendo allí.
La buena noticia que vemos aquí es que si Pablo puede
aprenderla, y yo puedo aprenderla, usted también puede aprender
esta receta para tener la paz de Dios.
43. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Una paz que se desarrolla dentro de una relación
Cuando meditamos sobre la receta para la paz que nos ofrece
Pablo, pronto comprendemos que él tiene una relación con el
Cristo vivo y resucitado. Además, da por descontado que aquellos
a los que dirige su receta tienen, también, una relación con
Jesús, el Cristo. Si esa relación no existe, no es posible
aplicar esta receta para la paz. Ella ha sido escrita para
creyentes que han abierto la puerta de su vida a una relación
con el Cristo resucitado (Apocalipsis 3:20).
43
Una paz condicional
Según Pablo, aun para alguien que tiene una relación con el
Príncipe de paz, el estado de paz personal y perpetua conocido
como la paz de Dios solo será experimentado por personas
espirituales que cumplan ciertas condiciones específicas. Si
usted conoce a Cristo y cumple con estos requisitos, puede
experimentar la paz de Dios.
En la Epístola de Pablo a los Filipenses (Filipenses 4:4-
13), encuentro dieciséis condiciones para tener la paz de Dios
que se presentan en forma directa o implícita. Trate de
encontrarlas mientras lee la receta la paz escrita por Pablo:
4 “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos! 5Vuestra gentileza sea conocida de todos los
hombres. El Señor está cerca. 6Por nada estéis afanosos, sino
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad. 9Lo que aprendisteis y recibisteis y
44. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con
vosotros.
10 “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin
habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también
estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11No lo digo
porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación.
12 “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y
por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener
hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
13Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:4-13).
Dieciséis condiciones para la paz
Si usted desea tener la paz que Pablo prescribe, la primera
condición que debe cumplir es la de no preocuparse por nada (6).
Pablo no dicta esta primera condición para la paz porque él no
tuviera nada de qué preocuparse. Nos dice que no nos
preocupemos, porque la preocupación no solo es improductiva,
sino que es contraproducente. La preocupación, simplemente, no
logra nada y consume la energía emocional que necesitamos para
enfrentar nuestros problemas. Por tanto, Pablo concuerda con
Jesús y nos dice que no debemos preocuparnos por nada.
A continuación, prescribe su segunda condición para la paz,
que es: “¡Oren por todo!”. La preocupación es contraproducente,
pero el gran apóstol sabía que la oración es muy productiva.
Sabía que la oración puede librarnos de la crisis que nos causa
preocupación.
Por ejemplo, Pablo les pidió a los filipenses que oraran
para que él fuera liberado de la prisión. Ellos oraron, y él fue
liberado de la prisión en la que estaba cuando les escribió esta
inspirada carta. Pero Pablo también sabía, por experiencia
personal, que Dios no siempre nos quita los problemas.
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45. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Pablo tenía un problema de salud al que se refería como “un
aguijón en la carne”. Tres veces le pidió sanidad a Dios. Este
hombre había visto sanarse a muchas personas, y había sido él
mismo vehículo del poder sanador del Espíritu Santo para otros.
Pero, cuando le pidió a Dios que resolviera su propio problema
de salud, Dios le dijo “No”. Básicamente, le respondió: “Voy a
darte la gracia que necesitas para soportar ese problema” (ver 2
Corintios 12).
Cuando Dios le dio la gracia necesaria para soportar su
problema de salud, Pablo aprendió por experiencia propia que la
oración puede librarnos de un problema o darnos la gracia para
soportarlo, pero, en cualquier caso, debemos orar. Siempre
debemos orar, por todo. Así que las dos primeras condiciones que
Pablo presenta para tener la paz de Dios son: “No se preocupen
por nada, pero oren por todo, siempre”.
Después, Pablo nos presenta la tercera condición para tener
paz, cuando nos dice que debemos obtenerla a través de nuestra
manera de pensar (8). Básicamente, Pablo nos dice que nuestros
pensamientos son como ovejas, y nosotros debemos “pastorear”
esos pensamientos. Nosotros podemos decidir qué vamos a pensar y
qué no vamos a pensar.
Alguien me dijo que: “El cinco por ciento de la gente
piensa; el diez por ciento piensa que piensa; el ochenta y cinco
por ciento preferiría morir antes que pensar, y el diez por
ciento que piensa que piensa, en realidad, solo reacomoda sus
prejuicios y no piensa en lo más mínimo”. En su receta para la
paz, Pablo nos desafía a unirnos al cinco por ciento que
realmente piensa. Nos dice que debemos decidir cómo vamos a
pensar. Específicamente, nos indica que pensemos en las cosas
que son verdaderas, honestas, justas, puras, amables, las cosas
que sabemos que son buenas noticias.
Los eruditos creen que esta parte de la receta para la paz
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46. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
de Pablo es una paráfrasis del pasaje de Isaías que dice: “Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti
persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Isaías cita
dos condiciones para tener la paz de Dios: si mantenemos nuestro
pensamiento fijo en el Señor y confiamos en Él, Dios nos
guardará en este estado de paz personal.
En el calabozo de la prisión mamertina de Roma donde Pablo
pasó sus últimos días sobre la tierra antes de ser decapitado,
esta condición para la paz probablemente se haya convertido en
su receta personal para conservar la cordura. En el contexto de
una tensión insoportable que usted quizá deba enfrentar en algún
momento de su vida, como un divorcio complicado, una bancarrota,
un ataque cardíaco, una cirugía en la que puede perder la vida,
las etapas finales de una enfermedad maligna, una batalla o la
cárcel, creo que usted descubrirá que esta receta lo ayudará a
conservar su paz y su cordura.
Pablo e Isaías concuerdan en que si hay confianza siempre,
la paz es completa y perpetua. Si no hay confianza, no hay paz,
porque la paz de Dios es fuertemente condicional.
La cuarta condición para la paz que presenta Pablo implica
una acción de nuestra parte. Una traducción del versículo 9
dice: “Las cosas que aprendieron y recibieron (creyeron) y que
oyeron y vieron en mí, eso hagan; y (entonces) el Dios de paz
estará con ustedes”. Quizá usted se pregunte: “¿Quiere decirme
que hay algo que puedo hacer para lograr y conservar la paz de
Dios, especialmente cuando estoy atravesando una crisis
personal?”.
¡Oh, puede estar seguro de que así es! Pablo indica que, si
deseamos experimentar la paz de Dios, tenemos un rol definido y
activo para cumplir. Algunas veces, quien nos roba la paz es la
dura realidad de que no estamos haciendo lo correcto. Cuando
perdemos la paz, porque estamos haciendo lo conveniente en lugar
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47. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
de hacer lo correcto, la solución que necesitamos es comenzar a
hacer lo correcto.
La quinta condición para la paz se refiere a un “ladrón de
la paz” que afecta a aquellos creyentes que han sufrido grandes
pérdidas mientras servían al Señor (4:8). Estos siervos pueden
llegar a cuestionar el valor del bien que han hecho en su
trabajo como misioneros, evangelistas, pastores o fieles
testigos de Cristo en el lugar que Dios los puso.
En la traducción que he citado, Pablo escribe: “Si hay
virtud alguna...”(8). Otras traducciones dicen: “Si ustedes
creen que hay algo de bueno...” Cuando encontramos la palabra
“si”, debemos darnos cuenta de que se está presentando una
condición para la paz. La idea es que debemos creer en lo bueno.
En sus inspirados escritos, Pablo señala con énfasis el
hecho de que no somos salvos por nuestras buenas obras. En esos
mismos escritos, enseña que somos salvos para buenas obras
(Efesios 2:10). Aquí, enseña que un creyente jamás debe dudar
del valor del bien que ha hecho en toda una vida de servicio al
Señor.
El apóstol podría, sin duda, haberse sentido identificado
al hablar de este “ladrón de la paz”. Desde su conversión, se
entregó a hacer lo bueno. Se dedicó por completo a la obra de
Jesús. ¿Y qué obtuvo como resultado? Cárcel tras cárcel, cada
una peor que la anterior. Pero aun así, él vivía en paz. Pablo
tenía paz, porque había aprendido a vencer la tentación de dejar
de creer en lo que es bueno.
Esta condición está incluida en su receta para la paz,
porque él deseaba ahorrarles a los nobles de la Iglesia de
Jesucristo la pérdida de paz que sufrirían si olvidaran que,
aunque quizá no recibieran la recompensa por todo el bien que
habían hecho por Jesús en esta vida, ese bien sería recompensado
en la eternidad.
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48. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
Observemos que Pablo prescribe “toda oración y ruego, con
acción de gracias” (4:6). La sexta condición para la paz se
expresa en dos palabras: “Sea agradecido”. Si la edad avanzada,
un accidente, un ataque al corazón o una enfermedad hacen que
vaya perdiendo sus facultades una por una, usted tiene dos
opciones: puede concentrarse en lo que está perdiendo o ha
perdido, y deprimirse y enojarse por ello, o pensar en lo que
aún tiene y estar agradecido.
Descubrirá que la segunda opción es una terapia para la paz
muy efectiva. Si lo pensamos bien, tenemos muchas bendiciones.
También descubrirá que, cuando comenzamos a reflexionar sobre
las bendiciones que disfrutamos y a dar gracias a Dios por
ellas, pasamos de una mentalidad negativa a una positiva, y
recobramos la paz.
Pablo señala una séptima condición para la paz cuando deja
implícito que debemos aprender a tener paciencia, porque la
impaciencia es otro “ladrón de la paz” (10,11). Otra palabra que
podemos usar para referirnos al contentamiento del que Pablo
habla en estos versículos es “paciencia”. En nuestra relación
con Dios, la paciencia es “la fe que espera”. Cuando estamos
orando por algo y pensamos que no recibimos respuesta, Dios
quizá nos esté llamando a experimentar una cualidad de la
paciencia que implica que esperemos con fe en el Señor. En
nuestras relaciones con otras personas, la paciencia es “el amor
que espera”.
Cuando perdemos la paciencia con Dios o con las personas,
perdemos nuestro estado de paz personal. La cualidad de la
paciencia que Pablo prescribe aquí es uno de los nueve
componentes del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23). Esto
confirma el requisito que mencioné anteriormente, en el sentido
de que esta paz de Dios se da únicamente en el contexto de una
relación.
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49. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
El Señor quiere hacer crecer la virtud de la paciencia en
nuestra vida en dos dimensiones: quiere que cultivemos la
paciencia en sentido vertical, a medida que nos enseña a tener
una fe que espera en el Señor. También desea, continuamente, que
cultivemos la paciencia en sentido horizontal, en nuestras
relaciones con los demás, mientras Él nos enseña que el amor
espera. Nuestra paz personal será muy frágil hasta que
aprendamos a ser pacientes.
Aprendemos la octava condición para la paz cuando Pablo
escribe que tenemos reputación de gentileza, lo cual significa
que debemos tener un espíritu gentil y manso como el que
demostró Jesús (5). El concepto que se expresa con esta palabra,
“gentileza”, es mansedumbre. Esta cualidad también es parte del
fruto del Espíritu que Pablo menciona en su carta a los gálatas
(Gálatas 5:22,23).
La mansedumbre no es debilidad. En realidad, tiene un
significado muy cercano al concepto de “ser domable”. Cuando un
brioso caballo es domado, cuando finalmente toma el bocado y se
entrega al control de la persona que está en la silla de montar,
ese animal no es débil; es manso. Su mansedumbre puede definirse
como ‘fortaleza bajo control’. Gentileza es sinónimo de
mansedumbre. Un caballo domado es llamado “manso”. A esto se
refiere la palabra bíblica “gentileza”.
Otra palabra sinónima de ese concepto de gentileza, en el
sentido que Pablo la utiliza, es “aceptación”. Muchos santos
ancianos, con años de experiencia en su andar con Dios, nos
dicen que hay una correlación muy real entre la aceptación y la
paz. No debería sorprendernos encontrar esta correlación entre
la aceptación y la paz. La paz llega y, con frecuencia, también
regresa, cuando aceptamos nuestras limitaciones.
Para encontrar la novena condición para la paz, vayamos
nuevamente a estudiar el contentamiento del apóstol. Cuando
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50. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
estudiamos lo que este apóstol ha aprendido y que le ha enseñado
a contentarse en cualquier circunstancia, necesariamente
llegamos a la conclusión de que, desde el momento que llamó a
Jesús Señor, él creyó que Jesús controlaba su vida. Pablo se
contenta porque cree que está dentro de la voluntad de su Señor
y Salvador, y que el Cristo vivo y resucitado tiene todo bajo su
control.
La novena condición para la paz es rendirse
incondicionalmente a la voluntad de Jesucristo como Señor
nuestro. Cualquier cosa que no llegue a ser una rendición
incondicional a Jesucristo como Señor puede ser un “ladrón” que
les robará la paz a los que profesan seguir a Cristo. Gran parte
de nuestra ansiedad, o falta de paz, surge de la triste realidad
de que, en el fondo, nunca hemos hecho a Jesús nuestro Señor. No
hemos levantado las manos en señal de rendición total y completa
a Él.
Algunos de nosotros no solo no estamos dispuestos a hacer
la voluntad aceptable de Cristo, sino que nos resistimos a Él
como un caballo que se resiste al bocado en su boca. Si nos
rendimos sencilla, sincera e incondicionalmente a su voluntad
aceptable –si es que eso nunca ha ocurrido en nuestro viaje de
fe- nuestra rendición incondicional a Jesucristo nos ayudará a
tener la paz de Dios.
La décima condición para la paz se nos presenta cuando este
gran apóstol escribe en su receta: “Sé vivir humildemente, y sé
tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para
estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia
como para padecer necesidad” (12). Pablo había aprendido el
secreto para estar satisfecho en cualquier estado en que se
encontrara.
¿Cuál era ese secreto? Era aprender a recibir la gracia
para aceptar las cosas que no podía controlar y creer que todos
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51. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
esos sucesos seguramente habían recibido la aprobación de su
Señor antes de llegar a su vida. La vida de Pablo es un
maravilloso modelo de un discípulo que aceptaba la voluntad de
su Señor y Salvador, fueran sus circunstancias favorables o
extremadamente desfavorables.
La aplicación de la décima condición para usted y para mí
es obvia. Podemos dejar de experimentar la paz de Dios por no
recibir la gracia del Cristo vivo para aceptar su voluntad de a
un día a la vez, sean cuales fueren las circunstancias que nos
rodean.
La undécima condición para la paz es aprender cómo vivir
cuando las cosas son difíciles. Otra manera de expresar lo que
Pablo escribió es: “En general y en particular, he aprendido el
secreto de enfrentar tanto la abundancia como la pobreza”
(4:12). ¿Alguna vez, cuando estuvo en una crisis, le pidió a
Jesús que le enseñara a usted lo que le había enseñado a Pablo?
Esta es otra dimensión de la paz de Dios que debemos aprender.
Para conservar la paz de Dios, pídale a Cristo que le enseñe
cómo vivir cuando su vida es difícil.
Si usted ama a Dios y es llamado según su plan, Dios puede
hacer que todas las cosas que suceden en su vida conformen un
patrón que lo guíe a un buen fin. Quizá no haya nada de bueno en
lo que le ha sucedido a usted, pero Dios puede hacer que todas
las cosas que le suceden conformen un patrón para bien (Romanos
8:28). Tenga esa verdad a la vista en cada crisis que deba
experimentar.
La duodécima condición para la paz es pedirle al Señor que
nos enseñe cómo vivir cuando tenemos prosperidad. ¿Alguna vez
pensó en esto? Es más desafío saber cómo vivir cuando las cosas
prosperan que cuando las cosas son difíciles y vivimos en la
pobreza. La mayoría de nosotros, cuando atravesamos un tiempo
difícil en la vida, corremos hacia Dios y hacia su Palabra y nos
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52. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
volvemos profundamente espirituales. Pero cuando los seguidores
de Cristo se encuentran viviendo un tiempo en que todo es
prosperidad, cuando tienen reconocimiento y seguridad... allí es
cuando muchos creyentes caen. El maligno vence a muchos
creyentes cuando son prósperos y disfrutan de las bendiciones
del Señor.
Por medio del ejemplo y del precepto, el apóstol Pablo
comparte su duodécima condición para la paz diciéndonos que
pidamos al Señor que nos enseñe cómo vivir cuando somos
prósperos. Muchos creyentes pierden la paz, porque nunca le han
pedido al Señor que les enseñe el secreto de vivir en santidad
cuando todo prospera para ellos (Filipenses 4:12).
Pablo presenta la decimotercera condición de esta receta
para la paz cuando nos desafía a no olvidar jamás que el Señor
está cerca (5). Si usted conoce la vida del apóstol Pablo,
piense lo que habrá significado para él que el Señor estuviera
cerca. Cuando sufría en esa última y terrible prisión romana,
era muy peligroso visitarlo. Y nadie lo hacía.
En su última carta a Timoteo, Pablo escribe: “Todos me
desampararon”. Mas agrega: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me
dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16,17). Esto es lo que quiere decir
cuando escribe: “El Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Cuando
usted se encuentre en una crisis, o si está enfrentando una
crisis ahora mismo, nunca olvide que el Señor está cerca.
Por eso he hecho tanto énfasis en la regla más fundamental:
que usted debe tener una relación absolutamente personal con el
Señor si realmente desea comprender y aplicar la receta de Pablo
para tener la paz de Dios.
La decimocuarta condición para la paz es basar nuestra
tranquilidad y nuestro gozo en nuestra relación con el Cristo
vivo. ¿Cuál es el fundamento de su tranquilidad y su gozo? Si es
su cónyuge, o sus hijos, o alguna persona especial con quien
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53. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
usted tiene una relación, entonces, el fundamento de su
tranquilidad es muy frágil, porque no hay ninguna relación en
esta tierra que usted no pueda perder.
Si el fundamento de su paz y su gozo es su salud, su
juventud o su estado atlético, miles de personas que han basado
sus vidas en lo físico antes que una enfermedad o una lesión
destruyera ese fundamento le advertirán, como yo, que la salud,
el estado atlético y la juventud son fundamentos muy frágiles
para su gozo y su paz.
Al escribir estas palabras, el apóstol Pablo nos dirige
hacia un fundamento para la paz y el gozo que no es frágil:
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
(4).
La decimoquinta condición para la paz se encuentra en las
siguientes palabras de Pablo: “Si hay virtud alguna, si algo
digno de alabanza...”(8).1
El apóstol Juan registra una profunda pregunta acerca de la
aprobación que hizo Jesús. Él les preguntó a los líderes
religiosos: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria
los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios
único?” (Juan 5:44).
Dios dijo a Abraham: “Anda delante de mí” (Génesis 17:1).
¿Cuántos de nosotros hacemos esto? ¿Cuántos de nosotros
realmente andamos delante de Dios, todo el día, todos los días?
¿Cuántos de nosotros vivimos las veinticuatro horas del día
teniendo en cuenta lo que Dios piensa sobre quiénes somos, qué
somos, dónde estamos, y qué cosas estamos haciendo?
Todo creyente tendrá crisis en su vida cuando no pueda
tener la aprobación de Dios y la aprobación de los hombres al
mismo tiempo. Algunas veces no podemos explicarles a las
1 La versión inglesa de la Biblia en que se basa este comentario dice: “Si valoráis la aprobación de Dios…” (N. del
T. )
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54. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
personas lo que está sucediendo en nuestra vida. Cuando llegan
esos momentos, si necesitamos la aprobación a nivel horizontal,
descubriremos que el fundamento de nuestra paz es muy frágil.
Para conservar la paz de Dios, debemos aprender a valorar la
aprobación de Dios.
Concluyo mi resumen de la receta que Pablo nos da para
tener y mantener la paz de Dios con la decimosexta condición:
aprender lo que significa descansar en Cristo Jesús. “Y la paz
de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (7).
¿Qué significa “guardar vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”? ¿Qué significa “estar en Cristo
Jesús”? Estar “en Cristo” en la metáfora favorita de los
escritores del Nuevo Testamento para referirse a la relación -
fundamentalmente importante- con nuestro Señor y Salvador que
constituye el factor más vital de todos para conocer y conservar
la paz de Dios. Estos escritores del Nuevo Testamento,
especialmente Pablo, nos dicen que estamos “en Cristo” si somos
auténticos discípulos de Jesucristo. Pablo usa esa metáfora
noventa y siete veces en sus escritos.
La expresión significa que estamos unidos a Cristo, como
una rama a la vid (Juan 15:1-16). Estar “en Cristo” significa
que podemos tomar de Él, la Vid, todo el poder espiritual
vivificante que necesitamos para todo lo que hacemos para Él,
con Él y por medio de Él. Estar en Cristo significa descansar en
su poder para hacer todas las cosas que Él nos llama a realizar
todo el día, todos los días.
He tratado de explicar lo que significa estar “en Cristo”
dentro de lo que he llamado “Cuatro secretos espirituales”. Yo
no podría funcionar adecuadamente como ser humano, y sin duda no
podría transmitir programas bíblicos a todo el mundo en
diferentes idiomas a pesar de ser cuadriplégico, si no aplicara
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55. Fascículo No. 22: “Las recetas de Cristo” (Tercera parte)
estos principios. Mis cuatro secretos espirituales son:
“Lo importante no es quién o qué soy yo. Lo que importa es
quién y qué es Él, porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Nada
depende de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Él puede hacer,
porque yo estoy en Él, y Él está en mí. Lo importante no es lo
que yo deseo. Lo importante es lo que Él desea, porque yo estoy
en Él, y Él está en mí”.
Cuando suceden cosas buenas, porque Él me ha transmitido su
poder vivificante a mí, que soy una de sus ramas, siempre debo
recordar el cuarto secreto espiritual, que es: “No se trata de
qué hice yo, sino de qué hizo Él, porque yo estaba en Él, y Él
estaba en mí”.
En mis propias palabras, esto es lo que significa estar “en
Cristo Jesús”. Probablemente el mayor “ladrón de la paz”, que
nos genera tanta ansiedad y desasosiego, es pensar que debemos
vivir como Cristo vivió y hacer la obra de Cristo con nuestras
propias fuerzas.
Soy consciente de que usted quizá esté sufriendo un
problema de salud que le ha robado su capacidad de memorizar o
de concentrarse lo suficiente para orar. Por eso quisiera
compartirle una oración para la paz personal basada en esta
receta. Si usted quiere experimentar la paz de Dios que Pablo
nos prescribe, lo invito a hacer esta oración conmigo:
Padre, tú nos dices en tu Palabra que puedes mantenernos en
un estado de completa paz personal si tan solo cumplimos los
requisitos para esa paz. Yo necesito tu paz en mi vida; por eso,
dame la sabiduría para no preocuparme por nada, y la fe para
orar por todo.
Que tenga la disciplina mental de pensar en todas las cosas
buenas y la integridad moral para hacer todas las cosas que son
correctas.
Que siempre tenga ese incurable optimismo que cree en lo
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