Este documento describe a las personas embusteras de varias maneras. Primero, las llama artistas que esconden sus espinas detrás de sonrisas y conversaciones recurrentes para engañar a los demás. Luego, dice que evolucionan para engañar de maneras más abstractas y ganar el lado oscuro con la ayuda de un maligno. Finalmente, reconoce que aunque la mentira es un instrumento social, hay personas empedernidas, insensibles y sinvergüenzas cuya obstinación al negar la verdad después de ser atrapadas muestra un
1. Embusteros
Peste de perro retorcido entre picaduras, amante del saber falseado. Cuyo don recibido del
mismísimo satanás no es el de perpetuar la mentira, sino el de aprovechar el tiempo ocioso que
malgastas. Como si fueras un dios de mito que se lo autoconcede, para perfeccionar el arte contra
quién utilizarla. Las pulgas solo vuelven a su saeta de sangre cuando quieren ser malvadas, malas.
La persona embustera es artista. La sonrisa y una conversación recurrente esconden su
columna de espinas: no hay por donde agarrarla. Es escurridiza mientras áspera y puntiaguda se
astilla contra un espíritu sin dobleces. La artífice de otorgarse la condición de poder vivir de su
chapucería e hidalguía de crema en oferta. Embadurnando su jeta, hidratando el visaje tras un rostro
con movimientos exagerados por el hábito de engañar. Es en la infidelidad y en la traición donde
mejor se arreglan. Evolucionan a un estilo más abstracto. Prescindir de imitar lo natural y olvidar la
honradez de su figura, les apunta a conquistar el lado oscuro del auxilio de un maligno hábil y
astuto.
Irse a sacar el perro, cuya raza de colmillos y pelo mejor alberga las malas pulgas. Salir a
correr un rato con la ropa de color y la cara nada sonrojeada, ni descolorida. Y de paso olvidarse de
la carrera porque prefieres la caravana del éxtasis aparcada en la voluptuosidad de la noche, donde
todo se vuelve pardo entre la torridez y las ansias. Hacerse tarde en el trabajo, mientras cambio de
trabajo, de tarea, de pazo y hasta de lazo. No disponer de cobertura, por lo que el tiempo
indeterminado crea una cortina de humo sobre el espacio, el cual no tiene que ser muy amplio, y la
dedicación lúgubre se empapa sin lengua de un lenguaje lacónico. Me ha surgido un imprevisto,
cuya coartada forjada en lo inesperado sirve para crear la culpa a quien se le ocurra pensar que hay
algo detrás bastante raro. Son excusas que soportan el objetivo de que los demás hagan la santa
voluntad del alfarero de la trampa, con el fin de hacer daño, o con la autojustificación que del rencor
se arranca. Artesano del truco con las manos de raíz putrefacta. Se desprende resentimiento de
venganza malintencionada: te vas a enterar ahora. Se disfruta, se goza. A veces solo, y a veces
porque el adulterio tiene que ver con la componenda.
Sin embargo, más allá de que la mentira es un instrumento social nunca carente de una
razón, podemos hacer distinciones para catalogar a las personas empedernidas, insensibles y
sinvergüenzas a las que el título de esta insinuación escrita les identifica. No es lo mismo si tras
ocultar algo, y salir la realidad a la luz, se niega con obstinación o se reconoce algo azorado. La
obstinación marca ya un nivel elevado de degradación y locura por las veladas más que apagadas
hacia los ojos de un ignorante penitente.
Y aún así, queda la excelencia en este arte cuyas técnicas como la de engatusar, engatar,
embaucar, liar o estafar, se mantienen en el nivel de la ilusión de un persuasivo cautivador de su
propio veneno. Esa excelencia enfermiza con su propio delirio llega a unas cotas de catadura
insoportables. Cuando la explicación se burla de su desciframiento. Puede existir una persona peor
que aquella que enseña a los demás a mentir, a su estilo y maestría, a su semejanza de destroza
veracidades, lealtades y fidelidades. Sí, existe. Hay una persona superior en la pirámide del ser
horror. Aquella que a quien alecciona e instruye para el uso de la impostura es a sus propios
descendientes, inocentes. Como diría un sabio de la pámpana: _ Los hay mejores que tú en la
cárcel.
Martes, 26 de febrero de 2019
Félix Sánchez
Un ciudadano más.