El documento discute cómo la educación para la salud y la educación de adultos comparten el principio de participación comunitaria. Ambos enfoques reconocen la importancia de que la comunidad establezca sus propias prioridades de salud para que los programas educativos satisfagan mejor las necesidades identificadas. La capacidad para tomar decisiones informadas sobre la salud requiere más que solo saber leer, sino también aplicar esa información para generar conocimientos útiles.