1. Cómo arruinarse con
el juego a los 15 años
Cómo arruinarse por el juego a los 15 años. ÁNGEL NAVARRETE
El negocio de los intermediarios de las apuestas deportivas
IRENE HDEZ VELASCO
Madrid
16/05/2016 03:03
Los bolsillos. Los bolsillos son el punto débil de Javier, el único indicio
visible de la terrible historia que este chaval de 19 años, alto, guapo,
sanote, ojos azules y sonrisa seductora esconde dentro. Los bolsillos
de Javier siempre están vacíos, desoladoramente vacíos. Ni
una triste moneda tintinea en ellos, no contienen el más mínimo rastro
de calderilla. Javier está en tratamiento y tiene estrictamente
prohibido llevar dinero. Es ludópata, adicto a las apuestas
2. deportivas desde que tenía 15 añitos. Y si llevara dinero encima es muy
probable que no lograra resistirse a la tentación y acabase jugándoselo
todo, como ha hecho durante los últimos cuatro años hasta
sumar deudas de más de 7.000 euros.
Su caso es sintomático. Porque las apuestas deportivas se han
convertido en la nueva y principal puerta de entrada de los jóvenes a la
ludopatía. La inmensa mayoría de los chavales que hoy cae en las
garras de esta patología comenzó a jugar apostando un inocente
puñado de euros a un partido de fútbol, a una carrera de galgos,
a un encuentro de baloncesto... En las asociaciones de ayuda a
ludópatas están alucinados con el número cada vez más enorme de
adolescentes (menores incluidos) que les llegan enganchados a las
apuestas. Hasta el punto de que hoy en día son la aplastante mayoría,
según confirman desde varias de estas organizaciones.
«Ahora mismo todos los chavales que llegan a nuestro centro
comenzaron a jugar a través de las apuestas deportivas, es
impresionante», asegura Bayta Díaz Rodríguez, psicóloga y
psicoterapeuta especializada en adicción al juego que lleva 12 años
escuchando historias de terror en Apal, Asociación para la
Prevención y Ayuda al Ludópata. «Cuando entré en esta
asociación, el perfil del ludópata era un hombre de entre 30-50 años
que llevaba mucho tiempo jugando, sobre todo a las tragaperras y al
bingo. Pero en 2009 comenzó a venir gente adicta a las apuestas. Y
desde entonces, el número no ha dejado de aumentar, sobre todo entre
los jóvenes». Según un informe de Codere, fundación que analiza
la industria del juego en España, las apuestas deportivas tanto
online como las efectuadas en establecimientos no dejan de subir. En
los últimos cuatros años, los jugadores que se dejan dinero en apuestas
ha aumentado en más de un 2,5%.
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3. La primera vez que Javier puso el pie en una casa de apuestas era un
mocoso de 15 años. Acudió acompañado de cuatro amigos. No les
pidieron el DNI a la entrada del local, sí para apostar. Pero como
uno de ellos tenía 18 años, se encargó de apostar por todos. «Éramos
unos críos, manejábamos poco dinero.Cada unoponía 2 euros y
así jugábamos en total 10».
Era un juego, un modo de matar el tiempo y de sentir la adrenalina
correr por las venas. Hasta que un día Javier apostó 3 euros a un
partido y ganó: le cayeron 120 euros. «Fue mi perdición: pensé que
era el descubrimiento del siglo, una forma fácil de ganar dinero».
A partir de ahí, empezó a jugar cada vez más fuerte: 10 euros, 20
euros... Tenía sólo 16 años y, en teoría, no podía jugar: la ley impide
a los menores apostar y, para cerciorarse de ello, las casas de
apuestas están obligadas a solicitar el DNI a los jugadores. Sin
embargo, la legislación se incumple con frecuencia. «Yo he apostado
siendo menor en varios sitios sin ningún problema», explica
Javier. «Además, lo que suelen hacer otros chavales es jugar todos
con el número que le dan a un mayor de edad, un número pin
que te permite apostar desde las máquinas de los locales».
Pasaba cada vez más horas en las salas de juego y, cuando no estaba
apostando, su mente sólo pensaba en apuestas. «Estudiaba estadística,
leía ávidamente información deportiva, en mi cabeza sólo había
números, porcentajes...». Ni siquiera se pudo quitar de la cabeza las
apuestas durante el año que, en Primero de Bachillerato, sus padres le
mandaron a estudiar a Estados Unidos para que aprendiera bien
inglés. «Lo pasé fatal. Quería jugar pero no había modo, porque la
legislación estadounidense impide jugar hasta los 21 años y es muy
severa. Fui incluso a Las Vegas para ver si allí conseguía
colarme en algún garito, pero fue imposible».
Al regresar a Madrid recuperó el tiempo perdido y volvió a las andadas,
a jugar y a jugar. «Apostaba a lo que fuera: a tenis sobre ruedas, a
dardos, a criquet, a carreras de perros, de caballos... Cualquier
cosa». Todo el dinero que ganaba haciendo horas extra de camarero se
4. le iba en jugar, y aun así no era suficiente. Así que con 18 años solicitó
un préstamo exprés, para lo que sólo es necesario tener el DNI y ser
mayor de edad. «Pedí 400 euros, y las condiciones estipulaban un
interés del 23%, por lo que dos meses después tenía que devolver
1.100 euros. Y, a partir de ahí, había una penalización de 20 euros y un
interés de un 1% diario». Acabó con varios préstamos y una deuda
acumulada de más de 7.000 euros.
«Vemos que el proceso de adicción a las apuestas es mucho más rápido
que al de otros juegos. Tal vez porque se puede apostar cantidades
bajas y durante 24 horas al día. Pero, al final, el endeudamiento de
los adictos a las apuestas es bestial, como no veíamos en mucho
tiempo», sentencia Bayta Díaz.
Los padres de Javier no sabían lo que estaba ocurriendo. Y el chaval,
que se había convertido en un experto en mentir, estaba muy al
tanto de interceptar las cartas que llegaban a su casa exigiéndole que
restituyera los préstamos solicitados. Pero una de esas cartas se le
escabulló y cayó en manos de sus padres. Pagaron los más de 7.000
euros de deuda y buscaron ayuda para su hijo, que para entonces ya
había perdido un año de estudios en la Escuela Superior de Hostelería
y Turismo por las apuestas.
«Sabes que lo que haces no está bien, pero no tienes la sensación de ser
un ludópata. De hecho sólo me he dado cuenta ahora, cuando ya llevo
en Apal seis meses. Exactamente desde el pasado 8 de octubre. Me
pasaba el día apostando y, cuando no lo hacía, sólo pensaba en
apuestas. Incluso cuandotenía relaciones sexuales con mi
novia pensaba en apuestas. Y cuando dormía, soñaba con
apuestas».
Pedro asiente mientras escucha a Javier. Sabe perfectamente de lo que
habla porque su historia es casi idéntica, como el reflejo en un espejo.
Tiene 25 años y empezó a jugar con 17. «Mi primo jugaba al fútbol y un
día fui a verle con un grupo de amigos. En el campo había unas
azafatas muy monas con globos que promocionaban una sala de
apuestas. Repartían vales de 5 euros para quienes jugaran esa misma
5. cantidad. Esa misma tarde había partido del Real Madrid, así que mis
amigos y yo pasamos por el local para ver el encuentro y apostar.
Hicimos varias apuestas todos juntos y no nos tocó nada. Pero el
siguiente fin de semana volvimos a ir y esa vez sí que gané: un amigo y
yo apostamos 4 euros y nos tocaron 680 euros a repartir. A partir
de ahí empecé a jugar sólo, pensando siempre que me tocaría».
En las asociaciones de apoyo a ludópatas denuncian que la publicidad y
el márketing de las apuestas deportivas está descaradamente dirigido a
los chavales. Por no hablar de los deportistas de élite, los ídolos de la
juventudo de los equipos que hacen promoción de estos
establecimientos. O de las invitaciones a refrescos e incluso
comidas con que estas salas suelen agasajar a sus mejores clientes, sin
importarles muchas veces su edad. «Yo no sólo he apostado siendo
menor, hasta me invitaban a coca-colas. Las coca-colas más caras de mi
vida», se lamenta Pedro, que se dejó en apuestas los 10.000 euros que
le pagaron de indemnización tras ser despedido de Mercadona y
mucho más. «Me puse a trabajar de teleoperador. Me pagaban el día 1,
y el 6 ya me lo había fundido todo en apuestas. Comencé a sablear a
compañeros y amigos».
«Las casas de apuestas han tomado el relevo de los centros recreativos,
los adolescentes las usan como punto de reunión. Quedan allí a ver el
fútbol, a tomar algo y, ya puestos, a apostar. No digo que todos los que
acuden a esos sitios vayan a acabar siendo ludópatas, pero el riesgo es
alto. Estamos comenzando a ver las dimensiones del problema, y
nuestro temor es que en los próximos años puede ser
gigantesco», opina Bayta Díaz.
Se puede apostar a todo: al número de córners que va a haber en
un partido, de faltas, de fueras de juego, de tarjetas
amarillas, de goles... Si determinado jugador va a salir al campo con
camiseta de manga corta o larga, si fulano va a ser titular o se va a
quedar en el banquillo, si Ronaldo meterá un gol o no... Hasta si al
concluir el encuentro arrancarán los aspersores que riegan el
6. césped... En un partido importante es posible realizar unas
700 apuestas distintas.
La terapia de rehabilitación que siguen Javier y Pedro no sólo
incluye no poder llevar dinero encima o dar rodeos para evitar pasar
por casas de apuestas. A Pedro, por ejemplo, sólo le dejan ver los
partidos de su equipo del alma, el Real Madrid. Yen el intermedio
tiene prohibido ver los anuncios. «Las referencias a las apuestas
están por todos lados. En la retransmisión de un partido en la radio
dedican un montón de minutos a hablar de apuestas, y se dice
incluso a cuánto se paga en ese momento determinado resultado. Los
jugadores de varios equipos llevan en sus camisetas publicidad de
apuestas. Y en los intermedios de las transmisiones hay anuncios de
apuestas. Me dicen que me aísle, que procure no pensar en apuestas.
Pero no te puedes aislar de la vida, y las apuestas están por
doquier».