El documento argumenta que la práctica reflexiva es una competencia fundamental para los maestros. Les permite mejorar constantemente sus métodos de enseñanza a partir de instancias de éxito y fracaso, y así adaptarse a cada tipo y generación de estudiantes. También señala que la sociedad se beneficia de la presencia de profesionales de la enseñanza bien capacitados, ya que ayudan a formar ciudadanos comprometidos con el crecimiento equilibrado y consciente de la sociedad.