1. RESUMEN 1
Pierre Bourdieu en su texto “Los usos sociales de la ciencia” trata de
responder una pregunta esencial dentro del campo de la sociología,
que podríamos formular de la siguiente manera ¿Por qué el hombre
hace lo que hace? Podemos decir entonces que Bourdieu se plantea
el problema del accionar humano dentro de una sociedad.
En primer lugar, busca desprenderse por un lado de la corriente
internalista, como la fenomenología interaccionista que propone al
sujeto como dueño de toda su acción; y por el otro la corriente
externalista, como el marxismo en el cual propone que el hombre está
sujeto a las condiciones económicas, entre otros.
Para ello Bourdieu plantea la existencia de una microcosmos
intermedio entre las dos posturas mencionadas anteriormente, que
tiene como características la existencia de leyes especificas, como así
también una autonomía parcial en relación con las coerciones
externas.
Entonces la acción de los sujetos se explica por la posición que ocupa
dentro de ese microcosmos o como lo denomina Bourdieu “Campos”.
Si bien el autor plantea que el campo es relativamente autónomo,
goza de una autonomía parcial, ya que no puede escapar
del todo a las coacciones del macrocosmos. Va a decir además que
un campo no se orienta en absoluto al azar sino que posee dentro de
sí mismo relaciones de fuerzas que implican tendencias inmanentes,
que brindan al sujeto lo que podríamos denominar sentido de la
ubicación. Podemos decir entonces que estas tendencias inmanentes
surgen de las relaciones de fuerzas, constituyen una suerte de “reglas
2. de juego” que permite habitar determinados campos, a la vez que se
constituyen como disposiciones adquiridas a la que Bourdieu
denomina “Habitus”, es decir, maneras de ser permanentes que
pueden llevar a un sujeto en particular a resistirse un oponerse a las
fuerzas del campo.
Por último podemos decir que Bourdieu elaboro esta tesis con el fin de
elaborar una sociología de la ciencia, buscando entender a la ciencia
como una práctica social donde confluye intereses desprendiéndose
del concepto de una ciencia pura.
A nuestro criterio consideramos el planteo de Bourdieu como una
propuesta superadora de las corrientes de tipo internalista y
externalista buscando explicar el accionar humano por medio de una
posición intermedia, convirtiéndose en si como una síntesis de las dos
corrientes ya mencionadas. Para ello recurre al concepto de campo
que de alguna manera nos permite ver como el accionar humano
dentro del determinado campo va a estar sujeto a
relaciones de fuerza, y por lo tanto de luchas competitivas por la
adquisición de un determinado capital. Para desarrollar la teoría de
Bourdieu podemos recurrir al análisis de cómo se dan las relaciones
de fuerza dentro de los campos historiográficos, en el cual el
historiador goza de una relativa autonomía, también va a estar
condicionado por coerciones propias del campo, que de alguna
manera irán guiando y redirigiendo sus acciones dentro del mismo.
Cabe aclarar que si bien Bourdieu plantea la autonomía de los campos
no los presenta totalmente desligados a otros campos, ya que va a
decir que un sujeto puede habitar diversos campos en los cuales va a
3. estar condicionar su accionar según las reglas elaboradas en el campo
que habite.
En relación con el campo científico la teoría de Bourdieu nos permite
entenderlo como una práctica social en donde se producen constantes
luchas debido a las relaciones de fuerzas que se suscitan en dicho
campo. Y que a la vez determinan “el habitus”, es decir las
disposiciones adquiridas dentro del campo científico.
Esta teoría de Bourdieu es aplicada en varias disciplinas sociales,
aunque cabe aclarar que la aplicación no es asimilada en su totalidad,
por lo cual algunos autores solo toman ciertos conceptos.
Para analizar cómo se utilizan los conceptos bourdeanos de campo y
hábitus, hemos tomado el
trabajo de los historiadores argentinos Roberto Di Stefano y Jaime
Piere que se titula “De la sociedad barroca a la ilustrada: aspectos
económicos del proceso de secularización en el Rio de la Plata”. En
este trabajo los historiadores utilizan los conceptos de” Hábitus”,
remarcando la relación dialéctica entre el sujeto y el hábitus. Se trata
además de resaltar, a nuestro criterio, el carácter no inmutable del
hábitus, es decir de esas disposiciones adquiridas en el marco del
proceso de secularización, ósea la separación entre el campo político
y el religioso. Vemos que en la sociedad colonial de los siglos XVII y
de principios del siglo XVIII, el campo religioso y el político, como así
también el económico se encontraban en estrecha vinculación,
producto de una construcción social realizada durante los siglos
anteriores y que por ende constituía algo aceptado e incuestionable,
pasando a formar parte del sentido común de ese entonces.
4. Por ejemplo el clero tenía una gran importancia en el funcionamiento
en la sociedad colonial en la que junto con el ámbito civil conformaba
un complemento y entre sus funciones se encontraban el cobro del
censo, las cofradías, así como supervisar las actividades que
posteriormente realizaría el registro civil y las funciones propias del
campo eclesiástico. Esta situación se mantuvo hasta las reformas
borbónicas
a partir de las cuales el poder político empieza a restringir el poder
económico de la Iglesia, motivado por un cambio de ideología y
mentalidad que caracterizo al siglo XVIII (Rev. Francesa y la industrial)
que provoco una transformación en estas relaciones, buscando
perjudicando al clero regular en beneficio del clero secular. Por lo tanto
vemos que el poder político colonial actúa conjuntamente con el clero
secular en contra de los intereses del clero regular. Es así que los
Borbones españoles dan el puntapié inicial al proceso de
secularización en sus dominios. Una segunda instancia se da en el
proceso revolucionario en el que se va a buscar la consolidación del
poder político en detrimento del clero intentando así una relación de
patronato por la que el estado busca de alguna manera poner bajo su
poder a la Iglesia, tratando de construir una figura que los autores
denominan como “sacerdotes del Estado”. De aquí en adelante este
proceso se irá polarizando con los gobiernos posteriores, como las
reformas rivadavianas de los años 1822 y 1823, con las que se afecto
a las rentas eclesiásticas y las relaciones inscriptas en ellas.
No podemos perder de vista que el proceso de secularización iniciado
por las reformas borbónicas, que buscaba la diferenciación del poder
5. político y el religioso, conllevo a una nueva redefinición del hábitus,
entendiendo a este como las disposiciones adquiridas en un
determinado campo.
Este proceso que nos permite además ver y entender como
intervienen las relaciones de fuerzas que en este caso representan la
Iglesia y la corona española y ya en segunda instancia por la clase
dirigente que lleva adelante el proceso de organización nacional. Esta
situación nos permite remitirnos al concepto de campo elaborado por
Bourdieu, que lo presenta como campo de fuerzas, buscando afianzar
determinados intereses y lograr un posicionamiento dentro del mismo.
Para ir concluyendo podemos decir que los historiadores muestran
cómo se va produciendo la mutabilidad del hábitus con la construcción
y diferenciación de los campos, en este caso el religioso y el político.
Al hablar del trabajo expuesto vimos como el poder religioso y el
político se encontraban estrechamente vinculados en la que
constituían un sentido común de las cosas y por ende no eran
cuestionadas por el común de la gente, pero en la segunda mitad del
siglo XVIII, esta relación se va a empezar a polarizar y a cuestionar las
relaciones que antes eran consideradas incuestionables. Finalmente a
fines del siglo XIX, encontramos una Iglesia completamente desligada
del poder político y a las funciones que antes estaban en su
jurisdicción y que ahora se encuentran en manos del Estado recién
constituido.
6. RESUMEN 2
Los usos sociales de la ciencia (Pierre Bourdieu)
Capítulo 1: El campo científico
La lucha por el monopolio de la competencia científica
El campo científico, es el lugar de una lucha competitiva que tiene por
desafío específico el monopolio de la autoridad científica, definida
como capacidad técnica y como poder social.
El monopolio de la competencia científica es entendida en el sentido
de capacidad de hablar e intervenir legítimamente en materia de
ciencia.
Puesto que todas las prácticas se orientan hacia la adquisición de la
autoridad científica (prestigio, reconocimiento, etc.), lo que llamamos
comúnmente interés por una actividad científica (una disciplina, un
método) tiene siempre dos caras, y lo mismo ocurre con las
7. estrategias que tienden a asegurar la satisfacción de este interés.
Para un científico que pretende realizar investigaciones, la satisfacción
intrínseca y el interés no son sus únicas motivaciones. Como por
ejemplo, cuando el investigador descubre la publicación de otra
persona de un resultado que él estaba a punto de alcanzar, esto lo
afecta, a pesar de que el interés intrínseco de su trabajo no se
encuentre para nada afectado. Ocurre que su trabajo no debe ser
interesante sólo para él sino que debe ser reconocido como importante
e interesante para otros.
La tendencia de los investigadores a concentrarse sobre los
problemas considerados como los más importantes, se explica por el
hecho de que un
aporte o un descubrimiento relativo a estas cuestiones es de un
carácter tal que aporta un beneficio simbólico más importante. La
intensa competencia que así se genera, tiene grandes posibilidades de
determinar una baja de las tasas medias de beneficio material y/o
simbólico, y es por ello que investigadores se dirijan hacia otros
objetos menos prestigiosos y los cuales la competencia es menos
fuerte.
Es el campo científico el que, como lugar de una lucha política por la
dominación científica, asigna a cada investigador, en función de la
ocupación que ocupa, sus problemas políticos y científicos, y sus
métodos, estrategias científicas y al mismo tiempo políticas.
8. La acumulación del capital científico
La lucha por la autoridad científica, especie particular de capital social
que asegura un poder sobre los mecanismos constitutivos del campo y
que puede ser reconvertido en otras especies de capital, tiene la
característica de que los productores tienden a no tener otros clientes
posibles que sus competidores.
En la lucha en la cual cada uno de los agentes debe comprometerse
para imponer el valor de sus productos y de su propia autoridad como
productor legítimo, está siempre presente el desafío de imponer la
definición de ciencia más conveniente para sus intereses específicos,
es decir, la más adecuada para ocupar la posición dominante,
asegurando la posición más alta en la jerarquía de los valores
científicos.
Estas discusiones políticas sobre el derecho de propiedad científica,
oponen dos principios de jerarquización de las prácticas científicas:
uno que da prioridad a la observación y la experimentación, y otro que
privilegia la teoría y los intereses científicos.
El hecho de que el capital de autoridad obtenido por el descubrimiento
sea monopolizado por el primero en haberlo hecho, explica la
importancia y la frecuencia de las cuestiones de prioridad. Por otro
lado, si ocurre que el primer descubrimiento es atribuido a varios
nombres, el prestigio atribuido a cada uno de ellos se ve disminuido.
El concepto de visibilidad, expresa el valor diferencial, distintivo de
esta especie particular de capital social. Acumular capital es hacerse
9. un nombre conocido y reconocido.
Capital científico y propensión a invertir
La estructura del campo científico, se define por el estado de las
relaciones de fuerza entre los protagonistas de la lucha, agentes o
instituciones, es decir por la estructura de la distribución del capital
específico.
En un estado determinado del campo, las inversiones de los
investigadores dependen tanto de su importancia como de su
naturaleza, de la importancia de su capital actual y potencial de
reconocimiento, y de su posición actual y potencial dentro del campo.
Las “ambiciones científicas”, son tanto más altas cuanto más elevado
es el capital de reconocimiento.
El orden científico establecido
Dentro de todo campo se oponen, con fuerzas más o menos
desiguales según la estructura de la distribución del capital dentro del
campo, por un lado los dominantes, ocupando las posiciones más
altas dentro de la estructura de la distribución del capital científico, y
por otro lado los dominados, es decir los recién llegados, los que
poseen un capital científico tanto más importantes (en valores
absolutos) cuanto más importante son los recursos científicos
10. acumulados.
En la lucha que los oponen, los dominantes y los dominados, recurren
a estrategias antagónicas, opuestas en su lógica y en su principio: los
intereses que los animan y los medios a los que pueden recurrir para
satisfacerlos, dependen de su posición en el campo, es decir, de su
capital científico y del poder que él les da sobre el campo de
producción y de circulación científica, y sobre los beneficios que
produce.
Los dominantes adoptan estrategias de conservación tendientes a
perpetuar el orden científico establecido del cual son parte interesada.
Según la posición que ocupan los “recién llegados” pueden
encontrarse orientados hacia las colocaciones seguras de las
estrategias de sucesión, capaces de asegurarles los beneficios
correspondientes a los que realizan el ideal oficial de la excelencia
científica, asumiendo el costo de realizar innovaciones circunscriptas
en los límites autorizados; o hacia estrategias de subversión, que sólo
pueden asegurar los beneficios prometidos a los detentadores del
monopolio de la legitimidad científica.
De la revolución inaugural a la revolución permanente
Las teorías parciales de la ciencia y de sus transformaciones están
predispuestas a cumplir funciones ideológicas en el interior del campo
científico, o de campos que buscan la cientificidad como en el caso del
de las ciencias sociales, porque éstas universalizan las propiedades
atribuidas a los estados parciales del campo científico. Es el caso de la
teoría positivista, que confiere a la ciencia el poder de resolver todas
11. las cuestiones que ella misma plantea, siempre que éstas estén
científicamente planteadas.
El campo de la astronomía en el cual se produce la revolución
copernicana se opone al campo de la física contemporánea. La
revolución copernicana implica la reivindicación de la autonomía por
un campo científico todavía sumergido en el campo religioso y en el
campo de la filosofía y, por su intermedio, en el campo político,
reivindicación que implica la afirmación del derecho de los científicos a
resolver las cuestiones científicas en nombre de la legitimidad
específica que les confiere su competencia.
Mientras que la metodología científica y la censura y/o la asistencia
que ella propone o impone no son objetivadas en los mecanismos y en
las disposiciones, las rupturas científicas toman la forma de
revoluciones contra la institución, y las revoluciones contra el orden
científico establecido son revoluciones contra el orden establecido.
Cuando el método está inscripto en los
mecanismos del campo, la revolución contra la ciencia instituida se
produce con la asistencia de una institución que suministra las
condiciones institucionales de la ruptura; el campo se vuelve el lugar
de una revolución permanente, pero cada vez más totalmente
desprovista de efectos políticos. Es por ello que este universo de la
revolución permanente puede también ser el del “dogmatismo
legítimo”.
A medida que el método científico se inscribe en los mecanismos
sociales que regulan el funcionamiento del campo y se encuentra, de
este modo, dotado de la objetividad superior de una ley social
12. inmanente, aquél puede realmente objetivarse en instrumentos
capaces de controlar, y a veces dominar a quienes los utilizan y en las
disposiciones constituidas de un modo duradero que produce la
institución escolar. Y estas disposiciones encuentran un reforzamiento
continuo en los mecanismos sociales que, encontrando un sostén en
el materialismo racional de la ciencia objetivada e incorporada,
producen control y censura pero también invención y ruptura.
La ciencia y los doxósofos
En el campo abstracto de la teoría, todo campo científico puede
situarse por un lado por el campo religioso, en el cual la verdad oficial
no es otra cosa que la imposición legítima de una arbitrariedad cultural
que expresa el interés específicos de los dominantes, y por otro lado,
por un campo científico en el cual todo elemento de arbitrariedad
social sería descartado y cuyos mecanismos
sociales realizarían la imposición necesaria de las normas universales
de la razón.
El grado de arbitrariedad social de la creencia que produce el
funcionamiento del campo, es la condición del grado de autonomía del
campo y las condiciones sociales internas y externas de esta
autonomía.
El desarrollo tardío y siempre amenazado de las ciencias sociales es
un testimonio de que el progreso hacia la autonomía real, que
condiciona y supone a la vez la instauración de mecanismos
13. constitutivos de un campo científico autorregulado, se choca con
obstáculos desconocidos en otras partes. Y es de esta manera porque
el objeto de la lucha interna por la autoridad científica en el campo de
las ciencias sociales, es uno de los objetos de la lucha entre las clases
en el campo político.
Mientras la ciencia social llega a instaurarse, la lucha entre las
ciencias y la falsa ciencia de los doxósofos (que pueden reivindicar las
tradiciones teóricas más revolucionarias) aporta una contribución a la
lucha entre clases que no tienen el mismo interés en la verdad
científica.
Planteando que la propia sociología de la ciencia funciona según las
leyes de funcionamiento de todo campo científico que establece la
sociología científica de la ciencia, la sociología de la ciencia no se
condena al relativismo. En efecto, una sociología científica de la
ciencia no puede constituirse sino a condición de percibir que las
diferentes posiciones en el campo científico están asociadas a
representaciones de la ciencia, estrategias ideológicas disfrazadas de
tomas de posición epistemológicas por las cuales los ocupantes de
una posición determinada tienden a justificar su propia posición y las
estrategias que ponen en marcha para mantenerla o mejorarla, al
tiempo que desacreditan a los defensores de la posición opuesta y sus
estrategias.
14. Capítulo 2: Los usos sociales de la ciencia
Por una sociología clínica del campo científico
Los campos como microcosmos relativamente autónomos
Todas las producciones culturales, la filosofía, la historia, la ciencia, el
arte, la literatura, etc., son el objeto de análisis con pretensión
científica.
Para comprender una producción cultural no basta con referirse a su
contenido textual, pero tampoco con referirse al contexto social y
conformarse con una puesta en relación directa del texto y el contexto.
La hipótesis consiste en suponer que entre estos dos polos, hay un
universo intermedio que llama campo literario, artístico, jurídico o
científico, es decir, el universo en el que se incluyen los agentes y las
instituciones que producen, reproducen o difunden el arte, la literatura
o la ciencia. Ese universo es un mundo social como los demás, pero
que obedece a leyes sociales más o menos específicas.
La noción de campo pretende designar ese espacio relativamente
autónomo, ese microcosmos provisto de sus propias leyes. Si bien
nunca escapa del todo a las coacciones del macrocosmos, dispone de
una
autonomía parcial, más o menos marcada, con respecto a él. Y una de
las cuestiones que se plantean en referencia a los campos científicos
es el grado de autonomía de que disfrutan.
El campo científico es un mundo social, y como tal ejerce coacciones
15. pero que son relativamente independientes de las coacciones del
mundo social global que lo engloba.
Los agentes, individuos o instituciones, caracterizados por el volumen
de su capital, determinan la estructura del campo en proporción a su
peso, que depende a su vez del peso de todos los demás agentes.
Pero a la inversa, cada agente actúa bajo la coacción de la estructura
del espacio, que se le impone tanto más brutalmente cuanto más
escaso es su peso relativo. Esta coacción estructural no adopta
necesariamente la forma de una coacción directa que se ejerza en la
interacción.
Una de las manifestaciones más visibles de la autonomía del campo,
es su capacidad de refractor, traduciéndolas en una forma específica,
las coacciones o las demandas externas. Cuanto más autónomo es un
campo, más intenso será su poder de refracción y más se
transfigurarán las coacciones externas. El grado de autonomía de un
campo, tiene como indicador principal su poder de refracción, de
retraducción.
Lo que define la estructura del campo en un momento dado es la
estructura de la distribución del capital científico entre los diferentes
agentes intervinientes en ese campo. Cada campo es el lugar de
constitución de una forma
específica de capital. El capital científico es una especie particular de
capital simbólico, que consiste en el reconocimiento otorgado por el
conjunto de pares-competidores dentro del campo científico.
Los agentes sociales tienen disposiciones adquiridas (habitus), es
16. decir, maneras de ser permanentes, duraderas, que pueden llevarlos a
resistir, a oponerse a las fuerzas del campo.
Las propiedades específicas de los campos científicos
Lo que constituye la especificidad del campo científico es que los
competidores se ponen de acuerdo sobre sus principios de verificación
de la conformidad de lo “real”, sobre unos métodos comunes de
convalidación de las tesis y las hipótesis, en síntesis, sobre el contrato
tácito, político y cognitivo, que funda y rige el trabajo de objetivación.
Como consecuencia, en el campo se enfrentan construcciones
sociales antagónicas, representaciones realistas, que se pretenden
fundadas en una “realidad” dotada de todos los medios para imponer
su veredicto a través de los métodos, instrumentos y técnicas de
experimentación colectivamente acumulados y puestos en acción, bajo
la coacción de disciplinas y las censuras del campo.
El grado de autonomía de una ciencia depende en parte de la medida
en que necesita recursos económicos para desenvolverse. Pero
depende también del grado en que el campo científico está protegido
contra las intrusiones y en que es capaz de imponer sus sanciones
positivas o
negativas.
17. Las dos especies de capital científico
Se deduce que los campos científicos son el ámbito de dos formas de
poder, correspondientes a dos especies de capital científico. Por un
lado, un poder llamado temporal (o político), poder institucional e
institucionalizado que está ligado a la ocupación de posiciones
eminentes en las instituciones científicas y al poder sobre los medios
de producción y reproducción, que asegura esa posición. Por otro
lado, un poder específico que se basa en el reconocimiento, poco o
mal objetivado e institucionalizado, del conjunto de los pares.
Las dos especies de capital científico tienen leyes de acumulación
diferentes. El capital científico “puro” se adquiere gracias a los aportes
reconocidos al progreso de la ciencia, las invenciones o los
descubrimientos, y el capital de institución se adquiere mediante
estrategias políticas que tienen en común demandar tiempo, de modo
que es difícil decir si su acumulación es el principio o el resultado de
un menor éxito en la acumulación de la forma más específica y más
legítima de capital científico.
Las dos especies de capital científico difieren también por sus formas
de transmisión. El capital científico “puro” tiende a situarse en la lógica
carismática, y es extremadamente difícil de transmitir en la práctica. Al
contrario, el capital científico institucionalizado tiene más o menos las
18. mismas reglas de transmisión que cualquier otra especie de capital
burocrático.
RESUMEN 3
Bourdieu, Pierre: “Los usos sociales de la Ciencia”, Bs. As. , Nueva
Visión, 2000, Parte I “El campo científico”.
Los campos como microcosmos relativamente autónomos
Mi hipótesis consiste en suponer que entre el texto y el contexto, polos
muy distantes, entre los cuales se presume, un poco
imprudentemente, que puede pasar la corriente, hay un universo
intermedio que llamo campo literario, artístico, jurídico o científico, es
decir, el universo en el que se incluyen los agentes sociales y las
instituciones que producen, reproducen o difunden el arte, la literatura
o la ciencia. Ese universo es un mundo social como los demás pero
que obedece a leyes sociales más o menos específicas.
La noción de campo pretende designar ese espacio relativamente
autónomo, ese microcosmos provisto de sus propias leyes. Si bien
19. está sometido, como el macrocosmos, a leyes sociales, éstas no son
las mismas. Si bien nunca escapa del todo a las coacciones del
macrocosmos, dispone de una autonomía parcial, más o menos
marcada, con respecto a él. Una de las diferencias, relativamente
simple pero siempre difícil de apreciar y cuantificar, entre los distintos
campos científicos lo que se denominan las disciplinas, será en efecto
su grado de autonomía. Lo mismo vale para las instituciones.
Las coacciones externas: cualquiera sea su naturaleza, al no ejercerse
sino por intermedio del campo, son mediatizadas por la lógica de éste.
Una de las manifestaciones mas visibles de la autonomía del campo
es su capacidad de refractar,
retraduciéndolas en una forma especifica, las coacciones o las
demandas externas.
Digamos que cuanto mas autónomo es un campo, mas intenso será
su poder de refracción y mas se transfiguraran las coacciones
externas, al extremo de volverse, con frecuencia, absolutamente
irreconocibles. El grado de autonomía de un campo, en consecuencia,
tiene como indicador su poder de refracción o retraducción. A la
inversa, la heteronomía de un campo se manifiesta esencialmente en
el hecho de que los problemas exteriores, en especial los políticos, se
expresen directamente en él.
Cualquier campo, el científico por ejemplo, es un campo de fuerzas y
un campo de luchas por transformar ese campo de fuerzas. En un
primer momento, se puede describir un espacio científico o un espacio
religioso como un mundo físico. Los agentes crean el espacio y en
cierto modo éste solo existe por ellos y las relaciones objetivas entre
20. los agentes que se encuentran en él.
En esas condiciones, es la estructura de las relaciones objetivas entre
los diferentes agentes, que son las fuentes de campo, lo que
determina lo que ellos pueden hacer y no hacer. O, más precisamente,
la posición que ellos ocupan en esta estructura determina u orienta, al
menos negativamente, su toma de posición.
Esta estructura está, grosso modo, determinada por la distribución del
capital científico en un momento dado. En otras palabras, los agentes
(individuos e instituciones) caracterizados por el volumen de su capital,
determinan la estructura del campo en proporción a su peso, que
depende a su vez del peso de todos los demás agentes, es decir, de
todos el espacio. Pero a la inversa, cada agente actúa bajo la coacción
de la estructura del espacio, que se le impone tanto más brutalmente
cuanto más es su peso relativo.
De ello se deduce que los agentes hacen los hechos científicos e
incluso, en parte, el campo científico, pero a partir de una posición en
éste que no hicieron y que contribuye a definir sus posibilidades o
imposibilidades.
Cada campo es el lugar de constitución de una forma específica de
capital. El capital especifico es una especie particular de capital
simbólico que consiste en el reconocimiento (o el crédito) otorgado por
el conjunto de los pares-competidores dentro del campo científico.
Ese capital de un tipo completamente singular se basa en parte en el
reconocimiento de una competencia que, además de los efectos de
conocimiento que produce, y parcialmente a través de ellos, procura
autoridad y contribuye a definir no solo las reglas de juego, sino
21. también las regularidades del juego, las leyes según las cuales van a
distribuirse en éste, por ejemplo, las ganancias, las leyes que hacen
que sea importante o no escribir sobre tal o cual tema, que sea
brillante o anticuado, etc.
Los campos son el lugar de relaciones de fuerza, que implican
tendencias inmanentes, probabilidades objetivas. Un campo no se
orienta en absoluto por el azar. En él, no todo es igualmente posible o
imposible en cada momento. Entre las ventajas sociales de quienes
nacieron en un
campo, está precisamente el hecho de poseer, por una especie de
ciencia infusa, el dominio de sus leyes inmanentes, leyes no escritas
que están inscriptas en la realidad en el estado de tendencias, y tener
sentido de la ubicación.
Hay por lo tanto estructuras objetivas, y también luchas con respecto
de ellas. Los agentes sociales no son, desde luego, partículas
pasivamente movidas por las fuerzas del campo. Tienen disposiciones
adquiridas; habitus, es decir maneras de ser permanentes, duraderas,
que pueden llevarlos, en particular, a resistir, a oponerse a las fuerzas
del campo.
Las dos especies del capital científico
Se deduce que los campos científicos son el ámbito de dos formas de
poder, correspondientes a dos especies de capital científico: por un
lado, un poder que podemos llamar temporal (político), poder
institucional e institucionalizado que esta ligado a la ocupación de
posiciones eminentes en las instituciones científicas, direcciones de
22. laboratorios o departamentos, pertenencia a comisiones, comités de
evaluación, etc. , y al poder sobre los medios de producción
(contratos, créditos, puestos, etc.) y reproducción (facultad de nombrar
y promover carreras)que asegura esa posición prominente; por otro
lado, un poder específico, prestigio personal que es más o menos
independiente del precedente según los campos y las instituciones, y
que se basa casi exclusivamente en el reconocimiento, poco o mal
objetivado e institucionalizado, del conjunto de los pares o su fracción
mas consagrada.
Debido a que la innovación científica no se produce sin rupturas
sociales con los presupuestos en vigor, el capital científico “puro” está
más expuesto a la impugnación y la crítica que el capital científico
institucionalizado.
Las dos especies de capital científico tienen leyes de acumulación
diferentes: el capital científico “puro” se adquiere gracias a los aportes
reconocidos al progreso de la ciencia, las invenciones o los
descubrimientos; el capital científico de institución se adquiere
esencialmente mediante estrategias políticas (especificas) que tienen
en común demandar tiempo de modo que es difícil decir si, como lo
profesan de buen grado los poseedores, su acumulación es el
principio o el resultado de un menos éxito en la acumulación de la
forma mas especifica y mas legitima de capital científico.
Difieren también por sus formas de transmisión. El capital científico
“puro”, que escasamente objetivado, muestra cierta vaguedad y sigue
siendo relativamente indeterminado, siempre tiene algo de carismático
(en la percepción común, está ligado a la persona, a sus dotes
23. personales, y no puede ser objeto de un nombramiento por decreto);
en ese concepto, es extremadamente difícil de transmitir en la
práctica.
Al contrario, el capital científico institucionalizado tiene más o menos
las mismas reglas de transmisión que cualquier otra especie de capital
burocrático: aun que en ciertos casos deba asumir las apariencias de
una elección pura, en especial por medio de unos concursos que, de
hecho, pueden ser muy similares a los reclutamientos, en los que la
definición del puesto está, en cierta forma, preajustada a las medidas
del candidato deseado.
Por razones prácticas. La suma de las dos especies de capital es
extremadamente difícil. Y es posible caracterizar a los investigadores
por la posición que ocupan en esta estructura, vale decir, por la
estructura de su capital científico o, más precisamente, por el peso
relativo de su capital “puro” y su capital “institucional” en un extremo,
con los poseedores de un fuerte crédito especifico y un escaso peso
político y, en el extremo opuesto, los poseedores de un fuerte crédito
político y un débil crédito científico (en especial, los administradores
científicos).
Lo cierto es que cuanto mas limitada e imperfecta sea la autonomía
que un campo a adquirido y mas marcados se hallen en él los
desfases entre las jerarquías temporales y las jerarquías específicas,
tanto más que los poderes temporales se erigen en relevos de los
poderes externos podrán intervenir en las luchas específicas,
especialmente a través del control de los puestos, los subsidios, los
contratos, etc. que permitan a la pequeña oligarquía de los miembros
24. permanentes mantener sus clientelas.
Así, en razón de que su autonomía con respecto a los poderes
externos nunca es total y de que son el ámbito de dos principios de
dominación, temporal y especifica, todos estos universos se
caracterizan por una ambigüedad: los conflictos intelectuales también
son siempre, desde cierto punto de vista, conflictos de poder.