1. ICAM – Formación General 16/05/78
Área: Metodología de trabajo JCh.mvs.
Contenido de unidad
Método de trabajo intelectual
Saber escuchar
Escuchar no es sólo callarse. Es actuar.
Introducción:
Muchos estudios muestran que los desperdicios en el escuchar varían, por lo general, entre un 50%en los mejo-
res casos, y un 75% en promedio. Por supuesto, hay que tener en cuenta los errores del emisor.
Pero, en este corto estudio vamos a ver las condiciones del receptor.
1.1. Una actitud activa:
Ni un tronco (las palabras pasan por arriba)
Ni una pared (que devuelve lo que recibe)
Ni una esponja (que absorbe, nada más)
o Pero sí una persona:
Cuerpo
Afectividad
Inteligencia
o Que quiere entender e intercambiar.
Desde luego, tal actitud va a tener tres componentes:
Físico
Afectivo
Intelectual
1.2. Lo físico:
1.2.1. En las viejas tradiciones, el escuchar se manifiesta por varias actitudes:
Callarse
Quedarse inmóvil
Cruzar los brazos
Mirar al que hablaba, o al contrario, bajar los ojos
Ponerse de pie, de rodillas, sentado, etc.
Eso muestra que los viejos sabían el valor del cuerpo c0mo instrumento de la mente. Pero también
significaba una actitud: del discípulo frente al maestro, delo inferior frente al superior…
1.2.2. Hoy, muy a menudo, cada uno hace lo que quiere: medio acostado, lee una revista, habla con el
otro, se levanta para ir al baño, etc…
Lo que significa a su vez:
El desconocimiento del rol del cuerpo,
Una actitud despectiva con respecto al otro.
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Método de trabajo intelectual
1.2.3. Creemos que hay una actitud física específica que caracteriza el “escuchar a una persona”: ni sumi-
sión ni indiferencia.
Estoy persona frente a otra persona. Pero, antes de expresarme elegí escucharla. Físicamente, signi-
fica:
Ausencia de ruidos parásitos: sillas, pies, puertas, radios…
Ausencia de movimientos parásitos: salir, entrar, ir a ver a otro…
Una actitud física a la vez cómodo y “en acción”: bien sentado, bien derecho –sin rigidez-, útiles
a mano, brazos y manos (en actitud de) descanso verdadero o realmente ocupados.
La mirada: mirar al que habla, de aquí la importancia de la disposición de las sillas.
1.3. Lo afectivo:
Tengo frente a mí a una persona, grande o pequeña, linda o fea (según mis criterios), con un modo de ha-
blar, un acento, un tono de voz, vestida de tal modo, etc. Viene de tal lugar, pertenece a tal grupo…
Según mi actitud, abierta o cerrada, eso puede jugar para establecer o impedir la comunicación. No sólo
aceptar a la persona, sino simpatizar. “Eso no se manda”, van a decir. Pero creemos que sí se manda, si lo in-
telectual juega con lo afectivo.
1.4. Lo intelectual (que siempre es también afectivo):
1.4.1. Abrirse intelectualmente. La crítica vendrá después. Tratar de borrar sus propios esquemas, o po-
nerlos entre paréntesis.
1.4.2. Descubrir el lenguaje propio del que habla. Según que es médico, agricultor, hachero…
1.4.3. El lenguaje será la introducción al universo del otro, indispensable para entender lo que dice.
1.4.4. Descubrir los objetivos o fines del locutor. Cuando uno habla, quiere explicar, convencer, sobre algo.
1.4.5. Descubrir las ideas-claves, que son el esqueleto del discurso, y no confundir con los detalles, las ilus-
traciones, los errores de expresión.
1.4.6. Saber evaluar. Siempre encontraremos dos criterios:
Internos: la lógica interna (o las contradicciones) del discurso.
Externas: la relación entre lo que se dice y lo que se puede averiguar (hechos, datos, etc.). Nunca
confundir opiniones y hechos. Hay dos desohonestidades:
Hacer pasar las opiniones por hechos.
Presentar los hechos de modo tendencioso, olvidando o interpretando.
1.5. En fin, comprometerse:
En dos modos:
1.5.1. El locutor tiene cierta eficacia: gestos, tono de la voz, articulación; a través de su actuación, tengo
que tratar de mejorarme.
1.5.2. Relacionar lo que dice él con mi propia actuación.
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