El Parto Natural en el Perú.
Conferencia disertada en el Foro: “Nuevos Enfoques para una Maternidad Saludable y Segura”. Mesa Multisectorial por una Maternidad Saludable y Segura. Lima, mayo 2002.
Contaminación del agua en la ciudad de Arequipa.pdf
El parto natural en el Perú.
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El Parto Natural en el Perú1
Hugo E. Delgado Súmar2
A manera de introducción:
Todas las culturas tienen determinadas creencias sobre la concepción de la vida, sobre el
embarazo y sobre los niños por nacer y, todas, interpretan de determinada manera los signos del
embarazo. En todas ellas, se supone que las embarazadas deben comportarse de manera especial:
hacer ejercicio, estar en reposo, dormir en determinada posición, comer (o abstenerse de comer)
ciertos alimentos, evitar ver cosas, animales o personas o tener encuentros y experiencias
desagradables, transitar (o evitar transitar) por determinados lugares, realizar (o dejar de realizar)
determinadas labores domésticas o actividades productivas o abstenerse de tener relaciones
sexuales por determinado tiempo.
Casi todas las culturas tradicionales, y derivado de las investigaciones de las cuatro últimas
décadas también la cultura occidental, señalan que el ser que se gesta en el vientre de la madre
percibe la luz y la oscuridad, escucha y responde ante los sonidos, siente el dolor y reacciona ante él,
chupa su pulgar y bebe el líquido amniótico, y, finalmente, es afectado permanentemente por el
comportamiento, la alimentación y las enfermedades de la madre, y también, por el entorno en el que
se desenvuelve ella.
Sin embargo, las culturas se diferencias unas de otras (y dentro de las culturas los individuos
que las conforman), sencillamente, porque cada cultura constituye el resultado de un largo proceso
de interacción entre los grupos sociales que la conforman y el medio ambiente en el que se
desarrollan. Es decir, son el producto histórico de un lago proceso de adaptación a una realidad
concreta.
Aún así, pese a las diferencias, son pocas las culturas, si las hay, que no consideren que el
parto, como corolario de un proceso de creación de vida y como inicio de un proceso de formación de
la persona, es un hecho completamente natural.
El Parto en el Mundo Andino
Actualmente y luego de 500 años de aculturación, el parto (wácha) en la cultura andina, al
igual que en toda cultura tradicional, constituye un hecho biológico natural (rekksína) en el que el
alumbramiento (wachákuy) de una nueva vida (mossokk káussay), constituye la renovación
(mossókkchay) de la vida que permite la supervivencia (Kaussáchiy) del grupo social o comunidad
(Ayllu). Como tal, este hecho biológico natural, comprende un conjunto de prácticas y
procedimientos, cimentados en un conjunto de creencias (iñi) y conocimientos (rékksiy) que han sido
construidos y que han adquirido significación dentro de una cultura concreta.
En este sentido, en el mundo andino, por natural se entiende, llevarlo a cabo en su propio
contexto cultural y rodeada de la naturaleza de la que forma parte: [1] de las plantas (sách’a) y los
animales (úywa) de quienes aprendimos el significado de la vida (káussay) y la muerte (wáñuy), y [2]
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Foro: “Nuevos Enfoques para una Maternidad Saludable y Segura”. Mesa Multisectorial por una Maternidad Saludable y
Segura. Lima, mayo 2002.
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Periodista, Relacionador Público, Conciliador Extrajudicial y Antropólogo Social. Docente de la Facultad de Humanidades de
la Universidad Nacional Federico Villarreal, de la Escuela de Nutrición de la Universidad Científica del Sur y del Área de
Interculturalidad del Instituto de Desarrollo de Recursos Humanos (Ex Escuela Nacional de Salud Pública) del Ministerio de
Salud.
PARTO
CREACIÓN DE LA VIDA CREACIÓN DE LA PERSONA
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de la tierra (Pachamama) y el agua (Amaru) de quienes aprendimos el significado de la fecundidad
(miray).
Dentro de este contexto, natural es, llevarlo a cabo en el lugar donde la parturienta
(wachákukk) se siente más segura (ambiente familiar), con la intimidad y la privacidad que la noción
que tiene de su cuerpo (runa kurku) exige, rodeada de las personas de su mayor confianza (su
madre [mama], su esposo [kkósa], la partera [wacháchikk]) y ocupando un rol activo (ch’iti) y central
(chawpi) es este hecho de creación de vida (kaussáchikk); también, abrigada con el calor de la casa
(‘kóñi wássi) y con el calor de su gente (‘kóñi runamássi).
El parto es un hecho biológico natural, cuando se lleva a cabo en el marco de la propia
cultura, observando y respetando las formas y modos de comportamiento, pensamiento (yúyay),
sentimiento y comunicación (willay) propias del grupo social y las formas y modos de percibir
sensorialmente el mundo y de expresar la vivencia del mundo y la vida. En otras palabras, es natural
en la medida en que la persona pueda vivir y pueda crear vida utilizando los recursos conceptuales
(creencias y conocimientos), materiales (Recursos y Procedimientos) y humanos (Especialistas) que
le proporciona su propia cultura. Es decir, cuando éste se realiza respetando la identidad cultural de
sus portadoras.
Para evitar que esto que acabo de expresar pueda entenderse como una postura
etnocéntrica, es menester entonces recordar que entendemos por “lo propio” de una cultura: “lo
propio”, es la diversidad de formas y concepciones que nos vienen de dentro (ukumpi) y de fuera
(qawamanta) de nuestro grupo social y que constituyen el producto de un proceso de permanente
transformación, cambio y recreación de modos y formas culturales que forman parte de la memoria
colectiva (yuyána); porque el hombre, y consecuentemente los pueblos, no adquieren todo lo nuevo
que se les ofrece ni desechan o conservan todo lo viejo de su patrimonio, como tampoco no
perpetúan, inmovilizan o tornan inmutable lo nuevo que han adquirido o lo viejo que han conservado.
El hombre, y consecuentemente los pueblos, se hallan en una perpetua tarea de selección (áhllay) y
de transformación (mossókchay) que implica la adquisición de algo nuevo y, paralelamente, el
desasimiento o conservación de algo viejo.
Consecuentemente, un parto resulta contranatural, cuando es tratado como una
enfermedad y no como un proceso biológico natural; cuando se violentan las percepciones de las
parturientas y se las involucra en técnicas y procedimientos que violan su privacidad y su intimidad;
cuando se les divorcia de sus propias realidades y se les aparta de sus contextos comunales y
familiares; cuando se les somete a relaciones asimétricas y de subordinación y se las convierte en
objetos, casos o números estadísticos de los servicios sociales; cuando se les priva de sus
costumbres, sus tradiciones, sus maneras de actuar y de pensar, sus maneras de sentir y de
expresar sus temores y sus alegrías. Un parto resulta contranatural, cuando en nombre de la vida, la
mujer muere a pedazos durante el parto.
La Mortalidad materna y la institucionalización del parto
50 años después de las recomendaciones de la OMS, sobre la conveniencia de los partos
hospitalarios, nuestra realidad nos muestra que más del 50% de los partos en el Perú se llevan a
cabo en forma domiciliaria, con un carácter fundamentalmente familiar y con una patrón básicamente
andino (o amazónico). 50 años después las cifras nos demuestran la imposibilidad real y material de
llevar a cabo el 100% de los partos en centros hospitalarios, por razones obvias. 50 años después la
realidad nos muestra que el concepto Institucionalizar no está referido a un espacio, en este caso el
hospitalario, que sirva para dicotomizar el espacio familiar; tampoco está referido a un sistema
obstétrico, en este caso el tradicional, que sirva para dicotomizar el parto natural, sino, está referido
al accionar de las instituciones prestadoras de salud, y al acercamiento de éstas a las familias a
través de formas renovadas de atención, y que, dada la pluralidad cultural del país, permitan un
puente entre una herencia ancestral rica en valores y procedimientos y los avances de la
modernidad.
Sin bien es cierto que en el Perú, “la muerte materna ocurre con frecuencia inexplicable e
injustificable”, y que como consecuencia de ello poseemos una de las tasas más altas de América
Latina; si bien es cierto que el embarazo, el parto y el puerperio, “son hechos centrales en la
experiencia colectiva” y que por lo tanto la muerte en este contexto “resulta intolerable”; también es
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cierto que “la posibilidad de que la mujer y/o el recién nacido sufran daños o mueran durante el
proceso de parto, está presente en todos los contextos –tanto urbano como rural- y en ambos
sistemas obstétricos –tradicional y biomédico-“.
Si bien es cierto que la tasa más alta de mortalidad materna corresponde al espacio rural y
que derivado de ella, la muerte es explicada, muchas veces, en términos de la precariedad del parto
domiciliario, la falta de profesionalismo de la partera, la inexistencia de condiciones asépticas del
hogar rural, el analfabetismo, entre otros muchos aspectos; igualmente es cierto que “las mujeres no
asisten al control prenatal por temor y rechazo a la actitud fría y jerárquica del personal de salud (que
empeorará si se trata de un varón) quien además tendrá en la consulta autoridad para ver y tocar su
cuerpo aunque no sea su esposo”, violentando de esta manera su intimidad.
Si bien es cierto que “la muerte de una mujer con motivo de la maternidad debe ser
entendida como expresión de la relativa desventaja que experimentan importantes sectores
femeninos ... en el logro de sus derechos fundamentales y en el ejercicio de la maternidad deseable”;
doblemente cierto es que la verdadera causa se deriva de la marginalidad en la que vive una gran
mayoría de ciudadanos en el país, independientemente del espacio en el que habita, y sometido a
inequidades económicas, sociales, culturales, políticas, lingüísticas, etáreas, de género y
generacionales. Y esto, como es claro, es reiteradamente excluyente cuando se trata de la mujer, por
ser mujer, por ser pobre, por ser india, por ser quechua hablante, por estar vieja, por ser analfabeta,
etc. etc.
Entonces, cinco décadas después de las recomendaciones de la OMS, seguimos discutiendo
sobre lo mismo, es decir, discutiendo sobre si el parto debe o no ser hospitalario, porque
institucionalizarlo es hacerlo hospitalario, y debemos institucionalizarlo porque el parto natural, dentro
de una tradicional cultural como la nuestra, hace del parto “un evento que linda con la muerte” y del
cual la mujer trata de “salvarse con bien”. Y seguimos dicotomizando conceptos y seguimos
privilegiando un sistema obstétrico en desmedro de otro, cuando lo que debemos hacer es buscar
formas que conjuguen los sistemas en procura de un mismo objetivo, devolverle al parto su carácter
natural, como fuente de vida y de alegría y poner los avances de la ciencia al servicio de las
personas sin que éstas, para acceder a sus beneficios, tenga que desnudarse de su cultura.
Pero, hay algo más. Luego de 5 décadas, seguimos insistiendo en la necesidad “de entender
de una manera más amplia y profunda” las “expresiones culturales, percepciones y comportamientos
de la población en torno a los procesos de salud reproductiva” para “mejorar el acceso y calidad de la
atención”; seguimos desarrollando investigaciones, seguimos convocando eventos y finalmente,
seguimos entrampados dentro de la misma realidad.
En los últimos años, he visto de cerca desarrollarse en el país, un conjunto de nuevas y
novedosas formas de articulación entre la partería tradicional y la partería académica; algunas de
ellas, simplemente han sucumbido y las que aún subsisten, todavía no han logrado constituirse en
políticas oficiales. En el curso de la mañana, la organizadora de este evento y el equipo del que
formó parte, darán cuenta de algunas de estas experiencias, y posiblemente para ello tendrán que
utilizar el pretérito y la nostalgia. A lo largo del evento, otros participantes darán cuenta de
experiencias valiosas similares, algunas de las cuales son vigentes, posiblemente hablen en
presente y con optimismo. En todas estas experiencias se tratarán un conjunto de particularidades y
de singularidades culturales que hacen del parto natural, andino o amazónico, un proceso coherente
de creación de vida que hay que revalorar; razón ésta por la que me he permitido no entrar en
detalles. Pero, lo que no puedo dejar de señalar con toda claridad es que, la revaloración de los
sistemas obstétricos tradicionales, forman parte de la revaloración de los sistemas médicos
tradicionales, y éstos, forman parte de la revaloración de la cultura andina. Del mismo modo, la
revaloración de la mujer, forma parte de la revaloración de la persona humana, y ésta, forma parte de
la revaloración de la vida. Ardua tarea que requiere, por su magnitud y su complejidad, que la
empecemos ayer.