1. Participación interesada
Por Javier Villalba. (Gerente de Comunicación Interna. Pelayo Mutua de Seguros.
Miembro de la Vocalía de Comunicación Interna DirCom).
En el nuevo modelo de sociedad relacional en el que prestamos servicios y
fabricamos utilidades, la participación de todos los agentes interactuantes, en la
nueva empresa social, a la que tanto nos está costando llegar, es una condición
reputacional, que es lo mismo que decir de subsistencia, exigible según los nuevos
paradigmas que nos permiten comprender la dinámica empresarial.
Quizá el título resulte confuso para quienes tiendan a quedarse con la segunda
interpretación adjetival; cuando mi intención es llamar la atención sobre la primera:
el que participa tiene interés en algo; y por algo.
Hoy les resulta difícil a empresas y asociaciones ganarse la participación de
trabajadores y asociados, conclusión a la que se llega fácilmente constatando los
datos cuantitativos de participación, ante iniciativas y propuestas de diferente cuño.
Antes, internamente hablando, cuando la participación era prácticamente una
obligación exigible por parte de los empleadores, a quienes se hurtaban a colaborar
ante propuestas institucionales se les hacía vestir el sambenito de ‘ pasotas’
incorregibles, desinteresados y faltos de compromiso. Y éstos invariablemente
pasaban a engrosar las listas de prescindibles:
“ se podía contar con ellos para nada”
No .
Entonces la participación ‘ voluntaria’ se reducía a una cuestión numérica y los
esfuerzos de los agentes ‘ motivadores’ se dirigían a reducir en lo posible las
supuestas barreras que la podían poner freno.
Entre la colección de barreras y medidas a trabajar en aquellos tiempos figuraban
algunos pares como: apatía/estimular, escepticismo/convencer,
desconfianza/garantizar, burocracia/simplificar, desatención y sorprender, falta de
tiempo/priorizar o resistencia a significarse/conferir anonimato; entre otros
binomios tácticos. Pero no era cuestión de interesar. El interés para la
institución se universalizaba y se daba por supuesto; como el valor.
Pero las cosas han cambiado. Hoy sucede todo lo contrario. Quienes se significan
son los que participan. Si antes la gente prefería pasar desapercibida, hoy las
personas nos sentimos con derecho a opinar y demandamos ser escuchados.
Fuera y dentro de las empresas. Hoy el valor predominante no es el conformismo ni
el mutismo, como tampoco el sentido de la vida se orienta hacia un ‘ valle de
lágrimas’.