Ramón Llull destacó la importancia del uso práctico de la razón para promover el bien y las virtudes. Defendió la conciliación entre la fe y la razón, y trató de convencer a los musulmanes de la razonabilidad del cristianismo. Explicó que existen principios básicos comunes en todas las ciencias y la filosofía. Llull enfatizó el valor del conocimiento ético y moral, y cómo este permite que las personas mejoren su conducta y superen los vicios. Propuso que los buenos ejemplos son
1. LLULL Y LA FILOSOFÍA PRÁCTICA
La necesidad de un uso práctico de la razón ya es señalada por Ramón
Llull en sus obras de un modo inequívoco. Este pensador que enseñó en
París, y que luchó contra el averroísmo escribiendo en latín y árabe. Se
mostró como un firme defensor de la conciliación entre razón y fe.
Pensaba que las creencias cristianas no eran contrarias a las
argumentaciones racionales o a la razón. De hecho una de las tareas a
las que dedicó sus esfuerzos es a la de convencer a los musulmanes de
la razonabilidad del cristianismo. De todos modos, parece que no fue
bien comprendido por algunos, porque murió martirizado en Túnez en
1315. En su Ars Combinatoria explica que existen determinados
principios básicos que son básicos en todas las ciencias y también en la
filosofía.
Llull reitera la significación esencial del saber práctico entendido como
costumbres y acciones que promueven el bien y las restantes virtudes.
El conocimiento teórico también es fundamental, pero la cultura
intelectual y técnica son esenciales, porque muestran el poder de los
seres humanos para potenciar e incrementar el progreso, y el bienestar
general.
Aunque Llull está inmerso en un ambiente de tipo escolástico y místico
que se trasluce en su producción filosófica y teológica, afirma el gran
valor del conocimiento ético. En efecto, considero que es cierto que es
positivo que las personas conozcan adecuadamente el bien y el mal, y
de modo general los buenos principios de una moral mínima que
cohesione la sociedad, y garantice los derechos individuales. Quizás la
clasificación dual de virtudes y vicios puede tener relativas resonancias
arcaicas, pero explicita de una forma clara lo que Llull quiere decir.El
pensador mallorquín es consciente de la relevancia del conocimiento de
la naturaleza del ser humano. Lo que hará posible que cada sujeto sepa
como aumentar su capacidad para practicar una buena conducta o ser
virtuoso, y al mismo tiempo superar las conductas negativas o viciosas.
Para este pensador existe una vinculación muy profunda entre la ética
y la lógica. La diversidad de situaciones morales queda según Llull
integrada en una combinatoria lógica que, a mi juicio, no abarca la
multitud de alternativas que son posibles en los comportamientos
humanos.
De todos modos, el afán por racionalizar las conductas es algo que
demuestra un interés porque cada individuo utilice más la razón y la
prudencia en sus actos morales. En cualquier caso, Llull subordina en
última instancia la ética al cristianismo, porque Dios es el garante
último de la bondad en relación con la voluntad humana de hacer el
bien. No obstante, es cierto que Llull aunque, como es natural, utiliza
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2. el lenguaje propio de la época expresa en sus escritos una relativa
lógica de la acción, y de la aplicación de las normas morales que toma
en consideración ciertas exigencias de la realidad.
Evidentemente, como se refleja en sus obras desde el campo de la ética
Llull ve con claridad, que es mejor proponer ejemplos concretos de
comportamiento, que abstractas teorías conductuales, ya que pueden
ser diferente y diversamente entendidas e interpretadas. Incluso indica
en su obra Félix que el ejemplo es en gran medida útil como método
científico de conocimiento desde un planteamiento experiencial. En su
libro Rethorica nova establece el ejemplo moral como fundamento
metodológico y epistemológico, en las cuestiones relativas a ejemplos
de comportamientos correctos y buenos. Insiste acertadamente, a mi
juicio, en la gran fuerza de persuasión de los buenos ejemplos y actos
frente a los argumentos de autoridad. O como él dice en las razones
necesarias probables frente a cualquier tipo de dogmatismo,
autoritarismo, ignorancia o imprudencia. Llull confía más en los
discursos acerca de buenas obras que en la mera retórica edificante.
Sigue como se puede observar los planteamientos aristotélicos, en
relación a la trascendencia de la repetición de las buenas conductas
para ser virtuoso o bueno. La dimensión cognoscitiva y noética del
buen ejemplo de conducta moral es también simultáneamente
paradigma práctico y actitudinal en el planteamiento luliano.
Curiosamente, se percibe en su pensamiento moral una relación entre
la intención y el pecado que denota la presente perspectiva teológica en
Llull. Aunque de un modo original considera que existe una
intencionalidad del universo, y también de la sociedad. Lo que
presupone que los actos negativos o los pecados según el filósofo
mallorquín influyen desordenando el ámbito social y el cosmos. El mal
o el pecado es para él la privación de ser y, por tanto, la
desencialización de lo que existe. En cambio, el bien tiende a la
perfección.
Respecto a la libertad Llull establece de modo muy coherente que es
una operación racional de la voluntad. Si bien lo fundamental es
averiguar la verdad para actuar de modo consecuente, y plenamente
libre. Además, en el campo de la política el ejercicio de la libertad no
puede ser el ejercicio de privilegios o desigualdades sino, como sostiene
Llull, la aplicación de un servicio a la comunidad y una norma de
convivencia. Que debe estar fundamentada en la justicia y la equidad.
Cuando no se realiza esto se acaba en una incuestionable corrupción.
Para este pensador la utilidad pública es el primer valor moral. Lo que
pone de relieve que la ética debería plasmarse también en la actividad
política, como modo de lograr el bien colectivo de la sociedad. La
moralidad posee una indudable dimensión económica, y la política
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3. según Llull debe poner orden y equidad para el bienestar de todos, con
la distribución justa de la riqueza del estado o de la sociedad.
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