1. Pedagogía Universitaria 2000 Vol. 5 No. 3
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EL MODELO CURRICULAR DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
CUBANA
Dr. Pedro Horruitiner Silva
Director de Formación de Profesionales
Ministerio de Educación Superior
pedroh@reduniv.edu.cu
La educación superior cubana, desde el surgimiento mismo del Ministerio de Educación
Superior en el año 1976, ha venido trabajando por lograr integrar, en una concepción
pedagógica coherente, el legado de nuestros más ilustres educadores, con las actuales
exigencias cientifico-técnicas de la formación de profesionales, imprimiéndole a dicho
proceso una personalidad propia que, sin desconocer las principales tendencias actuales
vigentes en otros países, hoy ya comienza a tener reconocimiento internacional, e incluso
nos permite hablar de una Escuela Cubana de Educación Superior, que se connota y
distingue por la manera en que aborda algunas de las cuestiones que hoy son medulares
para una institución de educación superior que aspire a lograr una educación de excelencia.
Aun cuando la propia denominación de “Escuela Cubana de Educación Superior” pudiera
parecer muy pretenciosa, y convencidos incluso de cuanto queda por avanzar en el camino
de su perfeccionamiento, creemos que hemos logrado un grado de generalización tal de sus
principales preceptos, que nos permite hablar en esos términos sin temor a equivocarnos. El
propio hecho de contar con un Ministerio de Educación Superior, capaz de convocar a
todas las Universidades del país a trabajar de un modo coherente en una estrategia de
desarrollo común, constituye sin lugar a dudas una fortaleza de primer orden en ese
empeño.
A lo anterior se une un nexo entre la universidad y la sociedad que, lejos de estar presidido
por intereses contrapuestos, se da de un modo pleno a partir de la coincidencia de
propósitos entre ellas para con el desarrollo de nuestro país. Como consecuencia de ello, la
sociedad toda deviene extensión natural del ámbito universitario, teniendo lugar una sólida
y estable alianza entre universidades y centros de producción y servicios que potencia el
proceso de formación y lo convierte en una tarea de primera prioridad a escala social. Es
por esa razón que, más que un discurso de autonomía y de libertad de cátedra, necesario en
otros contextos para defender las conquistas universitarias, en nuestro país se habla de
estrechar cada vez más los vínculos entre la universidad y la sociedad, convencidos de la
coincidencia de objetivos estratégicos entre ambos factores, y al que, incluso, le damos
carácter de ley.
¿Cuáles son las ideas rectoras principales que caracterizan esa concepción pedagógica?
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Una visión esencial de este problema permite identificar tres ideas rectoras principales que,
en su integración dialéctica dan forma a la concepción pedagógica que defendemos. Son
ellas:
La unidad entre instrucción y educación
El vínculo entre el estudio y el trabajo
La sistematicidad
La unidad indisoluble entre los aspectos educativos e instructivos en el proceso de
formación es la idea rectora esencial que preside dicha concepción, y como tal deviene hilo
conductor principal de dicho proceso.
Lo fundamental aquí es comprender, en primer lugar, que el proceso de formación,
entendido en su acepción más general como el objeto de estudio de la ciencia pedagógica,
revela dos dimensiones fundamentales que lo caracterizan: Una primera, de carácter
instructiva, que se asocia con la apropiación, por los estudiantes, de los conocimientos y las
habilidades que propician su preparación científico-técnica y otra, que denominamos
educativa, vinculada a los aspectos más trascendentes de la personalidad del estudiante y
que se resuelve sobre la base de garantizar que se apropie, de un modo consciente, de los
valores que caracterizan la actuación de un profesional en nuestra sociedad, lo que
garantiza su más exitoso desarrollo.
La comprensión del vínculo entre ambas dimensiones, así como la necesidad de poner en
primer plano la segunda de ellas, conduce directamente a organizar el proceso de formación
de modo que esa concepción se realice en la práctica pedagógica. Para esto es necesario, en
primer lugar, identificar la presencia de estos elementos en el contenido mismo de la
enseñanza, y en consecuencia con ello, desarrollar el proceso docente-educativo de modo
que ese enfoque se realice plenamente en cada disciplina. En esencia se trata de lograr
transformar el proceso de formación, tradicionalmente centrado en los aspectos cognitivos,
logrando que los mismos se integren dialécticamente con aquellos de carácter significativo,
consciente, de compromiso social.
Así, del mismo modo que identificamos los conocimientos y las habilidades como parte del
contenido de la enseñanza de cada una de las disciplinas–entendido como la parte de la
cultura de la humanidad que hay que asimilar para lograr los objetivos propuestos- es
necesario comprender que los valores son igualmente un aspecto esencial de ese contenido,
que requiere de un tratamiento pedagógico propio para lograr que sean incorporados, en
forma de convicciones, a la personalidad del estudiante. Más aun, como la manera en que
se asimila un conocimiento o se domina una habilidad, es diferente al proceso mediante el
cual se logra la formación de esas convicciones, se requiere de un tratamiento pedagógico
propio, en el que cada disciplina docente participe de tales propósitos, en estrecha unidad
con los aspectos de carácter instructivo.
El vínculo entre el estudio y el trabajo es igualmente un elemento que caracteriza nuestra
concepción pedagógica. Esta tesis supone comprender la necesidad de un enfoque sistémico
entre la docencia, la investigación y la producción y de habilitar los espacios curriculares
que garanticen que tal concepción se realice en la práctica.
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Hoy la educación superior cubana puede exhibir con orgullo que sus diferentes carreras
disponen de un tiempo que fluctúa entre las 1 500 y las 2 000 horas, dedicado a la
formación investigativo-laboral de nuestros estudiantes, así como un nivel de integración
con los organismos, instituciones y empresas de la sociedad que propicia la ubicación de la
totalidad de ellos en la solución de problemas de esas entidades, que a la vez responden a
los objetivos que nos hemos trazado en cada una de las carreras en torno a esa labor. Para
ello, más de 2 000 entidades laborales de diferente tipo reciben cada año estudiantes
universitarios, dando respuesta a esas exigencias curriculares, en una alianza que se
fortalece cada curso y que cuenta con el más decidido apoyo estatal.
La necesidad de lograr un enfoque sistémico del contenido de la enseñanza es el tercer hilo
conductor fundamental que preside nuestro modelo curricular. Se trata, en primer lugar, de
comprender que en la carrera existen sub-sistemas intermedios de mayor complejidad que
la asignatura, que es necesario diseñar pedagógicamente en los curriculum para lograr los
objetivos propuestos. En plena correspondencia con lo antes expuesto, se identifican en
nuestros planes de estudio dos tipos de estructuración: una vertical, sobre la base de las
disciplinas y otra horizontal, en años académicos, que en su integración propician que se
resuelva la contradicción que se da en el proceso de formación entre las ciencias y la
profesión.
La estructuración vertical del curriculum, sobre la base de cada una de sus disciplinas,
supone precisar los objetivos a lograr en cada una de ellas, identificando, en primer lugar,
las que se vinculan más directamente con los modos de actuación profesional. En
particular, en esta última etapa de desarrollo de nuestros planes de estudio, hemos logrado
diseñar, en cada una de nuestras carreras, una disciplina que genéricamente denominamos
“Disciplina Principal Integradora”, que garantiza dicha actuación profesional, estructurando
sistémicamente la actividad investigativo-laboral del estudiante de primero a quinto año, y
cuyo tiempo lectivo ha resultado ser, como promedio, entre el 20 % y el 30 % del total de
las horas previstas en cada una de las carreras.
La estructuración horizontal, por año académico, supone igualmente identificar los
objetivos principales a lograr en ese nivel, para lo cual es necesario evaluar, con un enfoque
integrador, la contribución de cada una de las disciplinas que intervienen en dicho año, de
modo tal que el resultado caracterice, como sistema, las nuevas cualidades que han de
revelarse en el estudiante como resultado de su proceso de formación.
¿Cómo concebir, a partir de estas ideas rectoras, un modelo pedagógico que
responda a las exigencias actuales de nuestro país?
Estas tres ideas rectoras antes comentadas constituyen los fundamentos del modelo
pedagógico que actualmente se aplica en todas las carreras de nuestro país, y que la
educación superior cubana ha denominado Modelo de “Perfil Amplio”, que aborda la
solución de otra contradicción esencial en el proceso de formación y que es la que existe
entre la formación general y el especialista.
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El concepto se estructura a partir de concebir un profesional dotado de una profunda
formación básica; capaz de resolver, en el eslabón de base de su profesión, los problemas
más generales y frecuentes que se presentan en las diferentes esferas de su actividad
profesional.
Así, en la solución de la contradicción antes mencionada, se significa como aspecto
predominante la formación básica, que garantiza no solo la necesaria movilidad de un
profesional en la época actual, sino también la base necesaria para su desarrollo futuro en
esa profesión.
Este modelo, que surge a partir de la experiencia en la formación de especialistas de la
salud, se generaliza a todas las carreras de la educación superior cubana a partir de los
inicios de la década del 90, y constituye hoy el modelo vigente en todas las universidades
cubanas, las que han podido validarlo exitosamente en la práctica pedagógica de todos estos
años, por demás muy difíciles dadas las circunstancias económicas en que dichos planes
han tenido que aplicarse.
Un rasgo distintivo de dicha concepción es la necesidad de lograr un nexo coherente entre
la formación de pregrado y las etapas posteriores de formación del profesional, sin lo cual
esta no opera adecuadamente.
Sin una estrategia común de formación, que tiene su punto de partida en la actual estructura
de carreras de pregrado y que continua a través de las distintas formas de educación
postgraduada que hoy existen en nuestro país, sería impracticable un modelo pedagógico
con esas características.
Los estudios de calidad de nuestros graduados, realizados a escala social en un importante
número de profesiones, han confirmado en la práctica su validez y nos ratifican lo acertado
del camino escogido.