El documento discute la importancia de una nueva cultura vocacional para atraer jóvenes a opciones de vida religiosa o sacerdotal. Señala que la autenticidad de vida de los miembros de la Iglesia es clave para atraer a los jóvenes y que se necesitan mejores propuestas y acompañamiento en el proceso de discernimiento. También enfatiza la importancia del testimonio personal sobre el número de vocaciones y propone integrar la pastoral juvenil y el acompañamiento vocacional.
1. A las vocaciones por el testimonio
La autenticidad de vida es clave para que los jóvenes se sientan atraídos
Revista “Vida Nueva” (n. 2893. Mayo de 2014)
En la visita ad limina que los obispos españoles brindaron al papa Francisco entre febrero y
marzo, este último insistió, entre otras cosas, en la importancia de la pastoral vocacional, “un
aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la
oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores
y profesores competentes”. Se refería el Papa a las vocaciones sacerdotales, aunque su reflexión se
podría aplicar también a la Vida Religiosa e, incluso, a las parejas que en un futuro formarán
familias cristianas. Precisamente, y en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones que se celebra este 11 de mayo, el domingo del Buen Pastor, Francisco recalca que
lo importante en cualquier camino vital es poner en el centro a Dios: “Por eso toda vocación
requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su
Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida
sacerdotal es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de
Dios. (...) No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en
cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros,
pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y colaboración”.
Sin miedo también hay que afrontar la realidad que muestran las cifras: las vocaciones al
sacerdocio y a la Vida Consagrada (VC) no son las de otros momentos. Ya lo dijo el secretario de la
Congregación para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), el
arzobispo franciscano José Rodríguez Carballo, en un artículo en L’Osservatore Romano: “Si bien es
cierto que no podemos dejarnos obsesionar por el tema -toda obsesión es negativa-, es también
cierto que frente al problema no podemos mirar para otro lado o esconder la cabeza”.
Y es que, en ese mismo artículo, Rodríguez Carballo estimaba que cada año -en el período
2008-2012- abandonaron la Vida Consagrada en todo el mundo un total de 3.000 religiosos. Según
datos del Anuario Estadístico de la Iglesia, publicados por la Agencia Fides en 2013 referidos a 2011,
el descenso en ese año superó los 9.000 religiosos y religiosas (entre defunciones y abandonos), a
pesar del aumento en África y Asia. Según esas mismas cifras, el número de sacerdotes en el mundo
creció en más de 1.000 gracias, precisamente, a África, Asia y América. En Europa, el descenso fue
de más de 2.000 presbíteros. Las cifras en España, aunque en sintonía con las de Europa, no son tan
negativas, pues el descenso en la VC no es tan acusado y crece, aunque levemente, el número de
seminaristas mayores.
En esta realidad, la de las cifras, se esconden otros problemas, que también afectan al resto
de la sociedad, como la pérdida de sentido de pertenencia, el menor compromiso, los problemas
afectivos... Por eso, la respuesta que debe dar la Iglesia debe orientarse hacia los resultados
numéricos, sino a la calidad de las propuestas y de la vida de los miembros de la Iglesia. Porque,
ante una nueva sociedad, se necesita también una cultura vocacional.
Otra cultura vocacional
Rodríguez Carballo es optimista: “Hoy es posible permanecer fieles a una opción de vida
que está llamada a ser definitiva e irrevocable”. Pero lo es si se cumplen ciertas condiciones: poner
en el centro a Dios, que la opción por Él no se viva separado de todo y todos, anteponer la calidad
2. evangélica al número, que haya coherencia entre la pastoral vocacional, la formación inicial y la
permanente, acompañamiento...
Por esta nueva cultura vocacional también abogan desde el Área de Pastoral Juvenil
Vocacional de CONFER a través de su responsable, el misionero claretiano Óscar Romano, que ve
fundamental integrar el acompañamiento de los jóvenes con el proceso de discernimiento
vocacional: “Toda pastoral juvenil tiene que tener un matiz vocacional. Hay que favorecer que los
jóvenes descubran a qué les llama Dios. Y en ese proceso debemos acompañarles”.
En su opinión, es muy importante el testimonio de vida de religiosos, religiosas y sacerdotes,
de modo que los jóvenes puedan sentirse atraídos por ese tipo de realización personal. En este
sentido, afirma que “la Vida Religiosa es y siempre ha sido atractiva”, y añade que hay que evitar
caer en la tentación del número, pues lo primero, reitera, “es la autenticidad de vida”.
De la llamada y de sentirse atraído, de la pastoral vocacional en definitiva, también habla el
escolapio y director de la revista RPJ, Carles Such: “Para que se sientan llamados hemos de
posibilitar la escucha de esa llamada, que principalmente se logra creando las condiciones
adecuadas, trabajando por una cultura vocacional en donde el joven perciba que su vida es una
respuesta a las llamadas que esta le va realizando, entre las que estaría la posible llamada al
ministerio sacerdotal o a la Vida Religiosa. Es tan peligroso para el joven de hoy que no pueda
escuchar la llamada como que la sienta como una posibilidad más. La opción de vida sacerdotal y
religiosa siempre será para unos pocos. Lo segundo es la atracción. Se atrae por el testimonio de
vida y creando lazos. Tendremos que valorar qué testimonio damos, pues atraeremos lo que
proyectemos en ellos”.
La riqueza de la vida cristiana
En cualquier caso, Such recuerda que la cultura vocacional no debe olvidar sino asumir las
llamadas al matrimonio, a la trasformación social, al voluntarido, al servicio a la vida pública... “La
riqueza de la vida cristiana es evidenciar un gran jardín de vocaciones con diferentes opciones,
profesiones y estados de vida”, añade.
Así, sostiene que la pastoral vocacional debe ser personal dentro de un testimonio coral,
pues las vocaciones son “personales y particulares”. “Vivir mi vida como vocación y testimoniarla
con alegría es la mejor manera de decir a la persona que tenemos al lado que ella también tiene
una llamada particular a ser feliz, y eso es abrir a la esperanza del Dios de Jesucristo”, explica,
convencido de que da resultado, pues aunque el joven de hoy “se deja arrastrar fácilmente por los
artificios de la publicidad, también sabe reconocer y valorar lo auténtico”.
Ya lo dijo Francisco en una de sus homilías: “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por
atracción testimonial”.
FRAN OTERO