3. “EL ENVIADO”
Aquel hombre, escuálido, impecablemente vestido, llamábase a sí mismo “el
enviado”, solía hablar en tercera persona para referirse a su persona, ese día en
particular se encontraba en aquella esquina del centro de la ciudad, su pulcro piso
adoquinado con ladrillo santa fe, el más fino, las fachadas blancas con ventanas y
puertas en madera, hablaban de la esplendorosa ciudad y su buen porvenir.
4. “El enviado”, poso sus ojos marrón en Juan Pérez, hombre de buen vestir, le gustaba emular a actores
de cine, por ello, pese al calor de este día, vestía gabardina, se sentía una persona importante; al reparar en el
interés de “el enviado” casi cae de bruces al enredarse sus pies con el sardinel de la puerta de su casa.
“El enviado” se acercó con determinación, sin despegar sus ojos de la humanidad de Juan Pérez, y dijo - “El
enviado pensó que debía decirle algo importante” – Juan Pérez, acicalándose las ropas, lo miro fijo, como si
quisiera ver a través de él, preguntándose, ¿Quién es el enviado? Y ¿por qué sentía que debía decirle algo
importante?
5. Impávido, “El enviado”, intuyendo las preguntas de Juan Pérez dijo – todo hombre necesita una meta, las
metas, son a los hombres, lo que las abejas a las flores. – Prosiguió, - no es importante saber quién es “el
enviado”, lo importante es que “el enviado” sabe quién eres. –
Sobresaltado, Juan Pérez, quien ya sentía que el pánico se apoderaba de su ser, pensaba, - ¿Quién es
este hombre que me conoce pero del cual no tengo noticia alguna?, y ¿Qué es eso de las abejas y las
flores?, soy un hombre ocupado y mis metas están claras, DEBO TRABAJAR TODOS LOS DIAS PARA TRAER
PAN A LA MESA, ¿existe meta más importante?
6. Absorto en sus pensamientos, Juan Pérez se percató tarde que “el enviado” lo llevaba de gancho sin rumbo
determinado, fueron unos cuantos segundos, aun así, se sintió desubicado, Juan Pérez solo atino a
detenerse, incapaz de liberarse de aquel hombre, que pensaba, era el mensajero de “el enviado”.
“El enviado”, esbozo una gran sonrisa, evidenciando la ausencia de varios dientes, antes que Juan
Pérez lograra reaccionar, lo sujeto con fuerza y le dijo – si no sabes para dónde vas, aunque recorrieses el
camino una y mil veces, jamás llegaras a ningún lado. – Juan Pérez replico – no está en mi saberlo, he sido
obligado, este no es mi camino –
7. “El enviado” cambio su semblante, su rostro se tornó inexpresivo, con gravedad, libero a Juan Pérez, poso
sus manos temblorosas en ese momento, en su rostro y… lloro.
La gente comenzaba a aglutinarse, Juan Pérez, que pensaba en huir, descubrió horrorizado que se
encontraba paralizado, las palabras de ese hombre estaban calando profundo en su ser, se dio cuenta que
su vida jamás había estado en sus manos, el camino que recorría no era el suyo…
8. Las preguntas se arremolinaban en su cabeza, la autodeterminación de la que se decía dueño, así como la
iniciativa y la asertividad, realmente no le pertenecían, Juan Pérez, finalmente comprendió que vivía una
vida prestada, seguía a la perfección un libreto dictado por convenientes intereses de su familia, amigos,
jefes y cuanto desdichado personaje cruzara en ese momento por su cabeza. Su vida perfecta había
llegado, ese día, a su fin.
“El enviado”, observando que los curiosos se arremolinaban a su alrededor, levanto su mirada al cielo,
extendió sus manos, tomo una gran bocanada de aire y vocifero - ¡Cuantos de vosotros, oh borregos, estáis
aquí perdiendo vuestro tiempo, en la contemplación del dolor ajeno!, mirad a este hombre – señalando a
Juan Pérez - ¿creéis acaso que su dolor es comparable con el que me ha hecho estallar en llanto? - ¿creéis
que mi dolor se equipara al dolor que debéis sentir cada uno de vosotros, al estar aquí, sin otro objeto que
satisfacer vuestro morbo, a expensas de este infeliz?
9. La turba se disolvió con la rapidez que fluye la lluvia al suelo.
Juan Pérez, confundido por las palabras de “el enviado”, sacando fuerzas de flaqueza, pregunto: - ¿podría
“el enviado” ayudarme a salir de esta miseria?, “El enviado” respondió: - en sus palabras esta la respuesta
a todas tus preguntas, salvo esta, estimado amigo, “el enviado” no es la luz al final del túnel, si quieres salir
de esta situación que hoy te embarga, la única respuesta que necesitas está contigo. –
Juan Pérez, permaneció inmóvil, buscaba en su interior las respuestas, pasaron varios minutos y fue
entonces cuando decidió empezar de nuevo, - hoy – se dijo a sí mismo – construiré un futuro mejor para
mí, reconozco que tengo la fuerza para hacerlo, las herramientas me han sido dadas y está en mí usarlas
apropiadamente, ¡gracias a la vida por esta oportunidad! –
10. Lentamente se quitó la gabardina, - este es el símbolo de mi antigua vida, he renunciado a la
persona que fingía ser, he decidido ser autentico, hoy soy una persona realmente feliz.
Juan Pérez, deseoso de agradecer al mensajero de “el enviado”, su gran y oportuna ayuda, alzo
la vista, entonces descubrió que por las calles adoquinadas y las pulcras y bellas fachadas, no se
distinguía la figura de aquel hombre, había desaparecido.
Juan Pérez, retomo su camino, y era ya un hombre diferente.