El documento resume un ensayo filosófico de Axel Honneth sobre una moral basada en el reconocimiento. Honneth critica las morales kantiana y aristotélica y propone una que integre ambas. Explica tres formas de reconocimiento (afectivo, moral, comunitario) según Hegel. Analiza cómo la falta de reconocimiento causa ofensas morales que dañan la identidad. Concluye que el reconocimiento en las tres formas protege nuestra integridad como seres humanos.
1. COLEGIO CAMPESTRE SAN DIEGO
ÁREA DE FILOSOFÍA
BACHILLERATO 11B
RESEÑA
Reseñador: Paula Andrea Castañeda Rincón
Código: 200900139
ENTRE ARISTÓTELES Y KANT.
ESBOZO DE UNA MORAL DEL RECONOCIMIENTO
Entre Aristóteles y Kant. Esbozo de una moral del reconocimiento, es un ensayo filosófico,
que consta de 21 páginas, escrito por el filósofo y sociólogo alemán Axel Honneth,
traducido por el Profesor Titular de Filosofía, Antonio Gómez Ramos y publicado por la
revista Logos. Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 32, de la Universidad Complutense
de Madrid en el año 1998. En primera instancia Honneth, a través de la introducción,
realiza una contextualización del tema, evidenciando críticas convincentes de la moralidad
kantiana y de la eticidad aristotélica, proponiendo así, la fundamentación de una moral del
reconocimiento, que integre las dos posturas anteriormente mencionadas. Para ello, divide
el escrito en cinco apartados. En primer lugar, muestra hasta qué punto se entiende hoy por
postura o actitud de “reconocimiento”, desde una serie de perspectivas morales muy
diversas. En segundo lugar, expone el concepto de reconocimiento en Hegel, lo que le
permite evidenciar las distinciones en las diversas actitudes del reconocimiento. En tercer
lugar, establece la conexión sistemática entre moral y reconocimiento, mediante las ofensas
morales. En cuarto lugar, elabora el significado positivo del reconocimiento para la moral y
lo relaciona con la clasificación tripartita de Hegel. Finalmente presenta la conclusión.
2. La moral o moralidad, ha sido un tema controversial debido a su complejidad y
profundidad. Es por eso que Honneth ha sugerido dos alternativas. Por un lado, presenta
una posición kantiana, para la que “las exigencias morales se derivan de la perspectiva
imparcial de un examen de la universalizabilidad de los principios que rigen nuestras
acciones” y una posición aristotélica, para la que “las exigencias morales sólo se derivan
indirectamente, como productos secundarios, de una indagación ética de lo que para
nosotros sea la vida buena”. Sin embargo, al analizarlas detenidamente, se realizan
objeciones a la tradición kantiana, ya que el individuo actúa de acuerdo a sus intenciones,
sentimientos y vínculos personales y por consiguiente, desprecia todo procedimiento
universal, que vaya en contra de sus motivaciones. Por otro lado, se renuncia al
pensamiento aristotélico, tras la caída de la teleología metafísica, el surgimiento de
conflicto dentro de una comunidad, que se orienta bajo una vista integral y la búsqueda de
una vida buena y el porqué de la consideración o respeto por el bienestar de otras personas.
En consecuencia, Honneth decide plantear una ética, que integre los dos puntos de vista,
basado en las normas y formas del reconocimiento intersubjetivo.
Durante el primer capítulo, el autor, presenta e interpreta, las concepciones que se han
tenido respecto a la idea de reconocimiento a lo largo de la historia de la filosofía. Desde
los griegos, donde el poseer este valor, les otorgaba cierta estimación social dentro de la
pólis, pasando por Kant, quién posesionó al respeto como principio fundamental de la
moral y llegando a Hegel, quién lo tomó como la “piedra angular” de la ética. No obstante,
hacia el camino de la formulación de una teoría moral, surge un primer inconveniente,
referente a la multiplicidad de significados del término reconocimiento: en la ética
feminista, hace alusión a la relación madre-hijo; en la ética del discurso, habla sobre el
respeto de las particularidades de los demás, esto es, saber escuchar y respetar al otro; en la
ética comunitarista, tiene que ver con la aceptación de otros modos de vida. A esto, se le
suma un segundo problema, esto es, que según el significado que se tome, cambia el
contenido del concepto, tal es el caso, de que al reconocimiento de la autonomía moral, le
3. correspondan los derechos y deberes universales. Es en este punto, donde aparece un tercer
inconveniente sobre la fundamentación de las implicaciones morales que subyacen
respectivamente a las formas de reconocimiento. Para ello, Honneth recurre a Hegel, quien
propone tres modelos de reconocimiento dependiendo de la relación que guarde con el
individuo.
En el transcurso del segundo capítulo, Honneth, muestra como Hegel, influenciado por
filósofos como Rousseau, Fichte y Hobbes, emprendió el proyecto de reconstruir la
eticidad, y afirmó que “la autoconciencia del ser humano depende de la experiencia del
reconocimiento social” esto significa, que el ser humano está supeditado al respeto o
estimación de los que lo rodean. Además, al intentar determinar la conexión necesaria entre
la autoconciencia y la intersubjetividad, construye el modelo de “lucha por el
reconocimiento” donde el progreso moral, sigue tres grados de reconocimiento a través de
una lucha intersubjetiva, cuyo objetivo es confirmar las pretensiones de la identidad del
individuo. De igual forma, a cada forma de reconocimiento le corresponde un modo de
autoconciencia y añade el reconocimiento jurídico (moral), reconocimiento en el amor
(donde se logra una seguridad afectiva) y reconocimiento en el Estado (referente al orden
social). Cabe destacar, que Hegel, de acuerdo al contexto y la época en la que vivía, lo
enmarcaba dentro del idealismo alemán y describe la consagración espiritual como medio
para construir un mundo común de “espíritu objetivo”.
A lo largo del tercer capítulo, Honneth realiza un análisis fenomenológico de las ofensas
morales y considera que los hechos vividos como una “injusticia” justifican adecuadamente
la conexión interna entre moral y reconocimiento y explica cómo la necesidad moral es
necesidad de reconocimiento. Además, propone una serie de criterios, que definen a los
afectados cuando están frente a una falta de moral y evidencia una conexión constitutiva
entre la ofensa moral que sufren las personas y la negación de reconocimiento. Un sujeto se
4. ofende moralmente, en tanto que se violenta la propia reflexión que tiene sobre sí mismo.
Honneth, observa y encuentra una peculiaridad en las ofensas morales, esta es, en que por
ellas una persona no se ve respetada en su autorreferencia positiva y se produce una
conmoción psíquica. Así tenemos, que la falta de reconocimiento provoca una relación
defectuosa consigo misma y por ello, no puede construir su identidad personal. Para
Honneth la autorreferencia, es “la conciencia o el sentimiento que la persona tiene de sí
misma respecto a las capacidades y derechos que le corresponden” y distingue tres grados
de autorreferencia práctica: un primer nivel (confianza en sí mismo), un segundo nivel
(respeto de sí mismo) y un tercer nivel (sentimiento de valor de sí mismo). A partir de esta
diferenciación, se pueden distinguir tipos de ofensa moral: primera ofensa moral (“lesiones
morales que despojan a una persona de la seguridad de poder disponer de su bienestar
físico”), segunda ofensa moral (desprecio de la responsabilidad moral de las personas) y
una tercera ofensa moral (humillación o falta de respeto).
Durante el cuarto capítulo el autor afirma en un sentido amplio y positivo que “la moral
representa la suma de las actitudes que estamos obligados a adoptar recíprocamente con el
fin de asegurar en común las condiciones de nuestra identidad personal”. En esta medida,
Honneth pese a que considera que el reconocimiento se da en la intersubjetividad, formula
razones universalizables, en donde se otorga un valor racional, que justifica mi conducta
sobre los demás. Allí, se postulan, tres modelos de reconocimiento: se reconoce al
individuo como poseedor de necesidad y deseos de valor con un carácter de dedicación
afectiva, se reconoce al individuo como persona, cuando le corresponde igual cantidad de
responsabilidad moral que a sus semejantes y por último, se reconoce al individuo cuando
posee capacidades que aporten a la comunidad. Así mismo, se presentan una serie de
condiciones para cada modelo: la primera, es solo exigible a los individuos que tienen
vínculos personales mutuos, la segunda, es algo que se espera por parte de todos los seres
humanos, y la tercer, se estima dentro de comunidades específicas.
5. Finalmente, Honneth, a través del quinto capítulo, brinda conclusiones respecto al tema
presentado. Primero, reconoce, que los tres tipos de reconocimiento constituyen una actitud
moral en el mundo, aunque no es un ambiente armonizador sino por el contrario
discordante. Segundo, el autor afirma que “todo el ámbito de lo moral está atravesado por
una tensión que, en cada caso, sólo puede ser resuelta por la deliberación individual”, esto
quiere decir en algunas ocasiones un tipo de reconocimiento prima sobre el otro debido al
funcionamiento de las relaciones sociales. Tercero, concluye que la segunda forma de
reconocimiento es de carácter universalista. Finalmente, afirma, que al tomar las tres
formas de reconocimiento conjuntamente, se protege y asegura nuestra integridad personal
como seres humanos.
Luego de haber leído e interpretado el texto, me parece supremamente importante, que la
filosofía se ocupe de estudiar la sociedad actual y toque un tema tan particular como lo es la
moralidad. Entender el funcionamiento de las relaciones interpersonales y el porqué de las
acciones humanas, sus motivaciones, deseos y aspiraciones, partiendo desde un análisis
fenomenológico, deja entrever infinitas posibilidades y formas de pensar. Este ensayo,
permite hacer un examen de conciencia y revaluar uno a uno principios y normas morales,
con los cuales hemos sido formados y aplicamos diariamente en la vida cotidiana.
Bibliografía
Honneth, A. (1998). Entre Aristóteles y Kant. Esbozo de una moral del reconocimiento. Logos, 21.
(Honneth, 1998)