1. El mito de los pinzones de Charles Darwin (parte 2)
Autor:Paulo Arieu
El primero que se refirió a estas aves como los “pinzones de Darwin” fue el ornitólogo, Percy R.
Lowe, en 1935. Ese año se conmemoró el centenario de la visita de Darwin a las islas Galápagos
y Lowe los denominó así en una conferencia que impartió en la Asociación Británica, acerca de
los pájaros de tales islas. Lowe y muchos de sus colegas no compartían la idea darwinista de que
los pinzones fuesen un claro ejemplo de selección natural en acción. Estaba convencido de que
estos pájaros no eran en absoluto especies separadas, sino enjambres híbridos ya que las
diferencias en el tamaño de los picos eran tan insignificantes como pueden serlo las variaciones
en el pelaje de perros y gatos vagabundos. De manera que, según el ornitólogo Percy R. Lowe,
los picos de los pinzones estaban fuera del alcance de la selección natural.
Sin embargo, no todos los estudiosos de estas polémicas aves pensaban de la misma forma. Una
década después, fue otro ornitólogo quien popularizó el calificativo de “los pinzones de Darwin”,
mediante un libro publicado en 1947 que tituló precisamente así. Su nombre era David L. Lack y
defendía la idea darwinista opuesta a la de Lowe. En esta obra correlacionaba las variaciones de
tamaño en los picos de los pinzones con la diferente alimentación y argumentaba que dichos
picos fueron adaptaciones causadas por la selección natural.
Los pinzones de Darwin ejerció una gran influencia tanto sobre el público en general como sobre
los especialistas y aficionados a las aves. Fue una obra que contribuyó a terminar con la crisis del
darwinismo, característica de esa época, a pesar de que su autor había observado la selección
natural en acción tanto como lo había hecho el padre del darwinismo. Es decir, nada en absoluto.
A pesar de ello, fue Lack más que Darwin quien dotó de significado evolutivo a los pinzones de
2. las islas Galápagos. De manera irónica, fue también este mismo biólogo y ornitólogo británico,
David Lambert Lack, quien contribuyó más que nadie a elaborar el mito de que los pinzones
habían sido decisivos a la hora de forjar el pensamiento transformista en Darwin. A partir de ese
momento, el mito fue creciendo con cada publicación posterior.
Incluso se llegó a decir que Darwin había “recogido y observado rasgos del comportamiento de
las especies de pinzones, tales como la notable costumbre del pinzón carpintero de usar
herramientas”, algo que Darwin ni siquiera conoció en vida, según escribió el historiador Frank
Sulloway en 1983. Lo paradójico del caso es que, a pesar de que este investigador desmintió la
leyenda de los pinzones hace más de treinta años, muchos libros de texto de biología moderna
todavía afirman que los pinzones de las Galápagos le inspiraron a Darwin la idea de la evolución.
Este hecho muestra el tradicional apego del ser humano por las ideas afines a sus convicciones
aunque, en el fondo, sea consciente de que éstas son claramente míticas.
3. Al parecer, el pensamiento científico también es capaz de generar sus propias fábulas
fundacionales. A pesar de que la contribución de Darwin a los famosos pinzones es en gran parte
mítica, éstos asumieron su actual condición de iconos de la evolución casi un siglo después del
padre del darwinismo.
Las diferencias morfológicas (especialmente en los picos), poco acusadas pero evidentes entre
unos y otros ejemplares, han servido con posterioridad para proponer la teoría de que tales
especies representan un ejemplo magnífico de evolución por selección natural. Se asume, en el
seno del paradigma darwinista, que todos ellos descienden de una especie primigenia que
aterrizó por las islas en un pasado remoto y que merced a las diferencias morfológicas con
diversa capacidad adaptativa a los cambios climáticos y a los diferentes nichos ecológicos en las
islas han ido diversificando de acuerdo con el esquema del árbol de la vida darwinista para
producir novedades específicas. De esta manera, los pinzones de Darwin son exhibidos
regularmente como una “prueba” contundente de la teoría de la evolución por selección natural.
El matrimonio de naturalistas británicos Peter y Rosemary Grant, estudiaron las costumbres y
avatares de los pinzones en su propio hábitat allá por los años 70 del pasado siglo en un trabajo
exhaustivo, prolongado, enormemente serio y concienzudo que se ha hecho merecidamente
famoso. Los Grant estudiaron profusamente los caracteres morfológicos, en especial los tamaños
de los picos de las diversas especies a lo largo de diferentes años en los que tomaron datos de las
condiciones climáticas de cada estación y de su impacto en la producción de semillas por las
diferentes especies de plantas en las islas. De acuerdo con esos estudios, la sucesión de algunos
años de sequía y el subsiguiente impacto en la producción de semillas favoreció la proliferación
de pinzones de determinadas tallas de picos, lo que les hacía más aptos para procurarse el
alimento.
4. Como continuación de estos estudios y al amparo de los datos obtenidos, los Grant no dudaron
en proponer, llevados de su entusiasmo, que tales acontecimientos podían perfectamente
extrapolarse para especular con la posibilidad de que la especiación de las diferentes clases de
aves se habría originado por la acumulación en el tiempo de episodios de esta naturaleza, y en un
lapso de tiempo razonablemente corto.
El problema es que esta extrapolación especulativa suponía un ritmo permanentemente creciente
en la divergencia de unos ejemplares con respecto a otros, cosa que poco tiempo después pudo
verificarse como una esperanza vana. A mediados de los años 80, la sucesión de temporadas
abundantes en lluvias permitió verificar que los cambios experimentados de forma llamativa en
la anatomía de las poblaciones dominantes de Pinzones recularon y los pajarillos volvieron a sus
tamaños tradicionales.
Así lógicamente no resultaba posible justificar los cambios necesarios para un proceso de
especiación ya que la oscilación en las modificaciones morfológicas no permitía justificar un
cambio neto de importancia. Además, determinadas comprobaciones apuntaban en la dirección
de que algunas de las especies pudieran estar fundiéndose en vez de divergiendo. En efecto,
ciertas observaciones sorprendentes parecían confirmar que algunas de las consideradas especies
diferenciadas podían hibridar produciendo vástagos que no solamente sobrevivían perfectamente
sino que incluso mantenían la capacidad reproductiva de sus progenitores.
Por supuesto, y como bien apunta Wells, esta tendencia a la hibridación plantea hasta qué punto
se puede realmente hablar de especies biológicamente diferenciadas. De hecho, los diferentes
trabajos publicados por los Grant al respecto, según relata Wells, reconocen que la verificación
de la supervivencia y fertilidad de los vástagos híbridos nos debería hacer reconsiderar la
5. clasificación tradicional de catorce especies diferentes de pinzones; quizás ésta debería ser
reducida a un máximo de seis.
En realidad, las evidencias de su comportamiento nos obligan a reconsiderar si de hecho nos
encontramos ante un proceso de aumento de diversidad o por el contrario de hibridación y
reducción de la variabilidad existente en el pasado. Sin embargo los Grant, en artículos
publicados en los años 1996 y 1998, no dudaron, a pesar de las evidencias que ellos mismos
habían recogido, en declarar que sus observaciones encajaban en la teoría de la evolución de
Darwin y que la selección natural era la fuerza rectora del proceso.
Continúa…
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