Cuento realizado por David Barrios, ex Alumno de la Escuela N° 85 "Eva Duarte" de Barranqueras, estudiante del Profesorado de Lengua del IES "San Fernando Rey".
Resolucion de Problemas en Educacion Inicial 5 años ED-2024 Ccesa007.pdf
Retazos de un mismo tiempo
1. 11° Concurso Literario
Seudónimo: AFU
Categoría: 3
Título del texto: RETAZOS DE UN MISMO TIEMPO.
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Retazos de un mismo tiempo
-¡Detengan, detengan la puerta! – gritó con una voz que desgarraba su alma -
¡Escóndete Julián!
Gritos ensordecedores y golpes todavía desconocidos por el cuerpo, impregnaban el
interior de una pequeña casa familiar a las afueras de la ciudad de Resistencia, capital de
la provincia del Chaco. De repente, un silencio de luto e inesperado se hizo presente, la
puerta vieja y de algarrobo quedó tranquila, como si aquellos que provocaban e
irrumpían la paz hayan decidido ceder a la resistencia y fueran por otra víctima, pues
había una lista larga por tachar.
- Ellos están aquí, vienen por nosotros, nuevamente – dijo con una voz perdida
Julián – Necesito que cuides a Benli, es un niño muy especial. Se detiene de
espalda a la puerta principal de la casa y, frente a su madre, saca de su bolsillo
derecho una pequeña caja de color marrón, toma la mano de su madre y se lo
entrega. – Sabrás cuándo sea el momento, hasta entonces no las abras.
El silencio que hasta entonces reinaba en la casa se hizo grietas físicas que se abrían
poco a poco en la puerta a las espaldas de Julián, todo ocurrió tan rápido que no hubo
tiempo de entender lo que realmente sucedía; las respuestas se obtendrían después de
los hechos. Atónita, desalineada y desorientada, Darona vio cómo se llevaban a la
fuerza a su hijo, arrancaban una vez más una parte de ella, como si no hubiese sido
suficiente estar tantos años alejada de su tierra natal.
2. 11° Concurso Literario
Seudónimo: AFU
Categoría: 3
Título del texto: RETAZOS DE UN MISMO TIEMPO.
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- El no hizo nada, por favor, déjenlo ir - suplicaba arrodillada, lagrimas caían de
sus ojos que reflejaban desánimo y desconsuelo - Por favor, hijo mío, diles que
no hiciste nada, por favor.
- Mamita querida – respondió con lástima – siempre acompañaré a aquellos que,
con su militancia, pretenden ampliar derechos y luchan por los ya adquiridos.
- ¡Llévenlo! – se escuchó una voz gruesa y autoritaria que venía del marco de la
puerta – podrá dirigirse mañana a la Alcaidía Policial a ver a su… hijo, señora –
una sonrisa se dibujaba sobre el rostro del hombre corpulento, de tez morena y
cabello negro.
La noche se hizo eterna para Darona que, al consuelo de una solitaria noche, aguardaba
al día siguiente para saber qué paso con su hijo. Todavía arrodillada en la sala del
pequeño living, acercó la pequeña caja a su pecho, volteó la cabeza y pudo divisar una
puerta entreabierta; se oían unos pequeños pasos que se acercaban lentamente desde la
habitación contigua a la sala. Benli la observaba, sus ojos transmitían consuelo y paz,
sentimientos que Darona no conocería por mucho tiempo.
Llantos, desesperación y desconsuelo alimentaron esa noche, y miles de noches
venideras. Los días se convirtieron en semanas; las semanas, en meses; los meses, en
años. “No sabemos nada” “Algo habrán hecho” “En algo andaba” se escuchaba cada
vez con mayor frecuencia entre los habitantes de la ciudad. Los programas de radio
relataban, al parecer, el mismo discurso armado por algunos que, claramente, no daban
la cara pero todos sabían que venían de los sectores más altos de poder. El desconcierto,
la desinformación y la desconfianza se presentaba como una rutina diaria en la ciudad –
Una vez más, el lobo está entre nosotros – decía para si Darona.
3. 11° Concurso Literario
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Categoría: 3
Título del texto: RETAZOS DE UN MISMO TIEMPO.
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Los pájaros cantaban intentando transmitir paz en medio de tanto desconcierto, las
personas sacaban a pasear a sus animales solo por la vereda de sus casas, al centro no
convenía ir, había mucho control además de protestas frente a la Alcaidía Policial que
quedaba por Marcelo T. de Alvear, frente a la plaza 25 de Mayo; las protestas eran
protagonizadas por madres que reclamaban el paradero de sus hijos, hijas y hasta de sus
nietos. Algunos vecinos creían que pronto iban a ser silenciadas, como todo por aquí
últimamente.
El cuerpo desvalido de Julián era arrastrado como una gran bolsa de desecho, un
cuerpo ensangrentado y anestesiado después de tantas vejaciones acaecidas. Con
mucho esfuerzo intentaba escuchar algunos murmullos del ambiente y que expresaban
los policías, ahora no uniformados, que lo pateaban, de vez en cuando, por diversión.
- Tómenlo de los brazos y pónganlo de rodillas – se escuchó expresar de la boca
de uno de ellos - ¿Sabe lo que va a ocurrir aquí, verdad? – continuó
- Lo supe desde el día en que me apartaron de mi familia, señor. – respondió con
una voz que se cortaba al ritmo de cada palabra que intentaba expresar.
El terreno parecía baldío, eran Julián y los policías de la ciudad. Las piedras
lastimaban sus rodillas, su ropa desgarrada no le daba protección alguna del frío
abrazador del monte, sin embargo, el hervor de su sangre generaba un calor que lo
inundaba para enfrentar su inevitable ejecución.
- ¡Véndenlo! – ordenó
- ¿Quiere decir algo? – interrogó firme.
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- Este pañuelo que ahora tapa mis ojos, cuando caiga, algún día, la levantaran
nuestras familias pidiendo justicia por lo que ustedes hoy harán. Recuerden que
la sangre derramada no será negociada – respondió
- Además de subversivo y judío pretende intimidarnos – dijo riendo
Los últimos respiros de Julián se volvieron ecos en el lugar y se perdían poco a poco
como la sangre que lentamente teñía el pañuelo que hasta hace unos minutos nublaban
su visión.
Un día más se iba en la ciudad y Dorena, arrellanada en su sillón de terciopelo
aguardaba a la llegada de su nieto Benli, quien debía regresar de la escuela. Mientras
aguardaba decidió cerrar un momento los ojos para lograr descansar. Pronto se escucha
un tenue sonido que provenía de la cerradura de la puerta, alguien intentaba ingresar a la
casa. Dorena lo escucha y se dirige rápidamente al lugar.
- ¿Julián, regresaste a casa? – pregunta, se abre la puerta e ingresa Benli vestido
con el uniforme escolar.
- No, abuela, soy Benli. ¿No me reconoces? – contesta con una sonrisa modesta.
- ¡Oh, Benli! Lo siento, estoy vieja y cansada. Ya empiezo a confundirme – Benli
deja las llaves sobre la mesa de luz que estaba a unos metros de la puerta, toma
la mano de su abuela y la lleva al sofá – Ven aquí, abue… quiero que me cuentes
algunas cosas.
Ambos se sientan en el sofá que estaba en medio de la sala, Benli prepara mate y lo deja
momentáneamente en la mesa ratona que se encontraba frente a ellos.
-¿Mate? ¿Te gusta el mate, Benli?
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- Entre otras cosas abuela, he crecido con esta cultura a pesar de tener otras raíces. Es
lindo aquí, me gusta mucho.
- Si, comprendo Benli, si tan solo supieras cuan maravilloso es el lugar de donde vengo
– deja esbozar un suspiro – pero eso ya pasó, hace tantos años.
- Abuela, ¿Por qué no me quieres contar lo que sucedió allí, en Alemania? – pregunta
muy interesado y expectante a la reacción de su abuela. Dorena lo mira, luego ve el
mate en señal de que le sirviese uno y regresa su mirada a su nieto – supongo que
creciste lo suficiente para saber algunas cosas.
- A estas alturas sabes lo que pudo haber sucedido con tu padre, ¿cierto?
- Así es abuela, lo supuse por mucho tiempo. Los rumores se propagan rápidamente en
esta ciudad.
- Bien, cosas como las que ocurrieron aquí, en Argentina, para que lo entiendas,
sucedieron en Alemania. Fuimos perseguidos por… por… - su voz se comenzaba a
entrecortar, se distingue cómo el nudo en su garganta impide completar la idea.
-¿Los nazis? - completa Benli.
- Si, ellos. Persiguieron y asesinaron a muchos judíos, hijo mío. Incluido tu abuelo –
entre lágrimas continuaba su relato - yo logré escapar junto a tu padre que todavía
estaba en mi vientre y llegamos a la Argentina que nos recibió de muy buena manera.
Pensé que sería un nuevo comienzo, que podríamos volver a escribir una nueva historia,
que no hacía falta recordar tantos pesares vividos. Expresar las miserias humanas te
hace sentir, a veces, hasta miserable.
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- ¿Por eso le pusiste Julián a mi padre, no? Para intentar no tener conexión alguna con
tus raíces.
-Así es, hijo, pero tu padre, él era muy diferente a mí. A él le interesaba la lucha por el
bienestar de los demás y reivindicaba sus raíces. Él decía que nuestro pueblo sufrió
demasiado como para quedarse quieto, callado y permitir, también, que a otros les pase
lo mismo. Eso sí, Benli, no quiero que pienses que estoy avergonzada de mis raíces, la
pena y el sufrimiento nos hace hacer cosas que nunca pensamos que podríamos hacer.
- Lo entiendo, abuela. No te preocupes, sé quién eres. Por cierto, ¿Crees que mi padre
estaría orgulloso de mi? No hice todo lo que el sí hizo a mi edad, me preocupa no poder
salir victorioso de mis luchas, ya sabes, por eso…
Dorena se exaltó por lo que dijo Benli, se levantó y fue hasta su habitación. Tomó una
silla, la puso frente al closet, subió buscando un cofre de madera que estaba sobre este,
la abrazó calurosamente y bajo lentamente. - ¿Qué paso abuela, necesitas ayuda? –
preguntó desde el living – Estoy bien, hijo, quédate ahí, ya voy – siguió Dorena. Puso
el cofre sobre su cama, abrió el cajón de la mesa de luz y tomo unas llaves que estaban
allí, giro con esa llave el candado que tenía el cofre y observó ansiosamente la cajita de
color marrón.
Pasado unos minutos, Dorena regresa al living, se sienta al lado de su nieto, lo mira
atentamente y dice:
- Esa fatídica noche, en la que llevaron a tu padre, alcanzó a darme en mis propias
manos esta pequeña cajita y me pidió que te la entregase cuando considerara el
momento oportuno. No sé si lo sea ahora, creo que nunca es un buen momento,
pero te diré lo mismo que él me dijo “sabrás cuando sea el momento”
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Benli no entendía mucho lo que estaba sucediendo, habían pasado muchos años desde la
“desaparición” de su padre, y hasta ahora, Dorena no había mencionado la existencia de
esa caja. La tomó con sus dos manos, miró a su abuela, regresó su vista a la caja y la
observó detenidamente – es muy pequeña – pensó; durante años le disgustó el hecho de
no haber podido despedirse de su padre y tener en sus manos esa caja, generaba en él
mucha ansiedad por ver su contenido hasta que, finalmente, decidió abrirla.
El timbre interrumpe el momento, ambos se sobresaltan y ríen por lo sucedido. – Voy
yo – dice emocionado Benli y deja la caja en la mesa ratona. Ingresa a la casa un chico
de su misma edad, de tez blanca, cabello negro y de estatura promedio; se sonroja a ver
a Dorena que lo observa sin parpadear.
- Hola… señora… - dice el joven
- Abuela – interrumpe Benli – él es Lucas, un compañero de clases, tenemos que
hacer un trabajo práctico juntos, espero no te moleste – dice nervioso y
sobresaltado. Dorena los mira detenidamente, levanta lentamente sus cejas y
suspira
- Está bien, muchachos. Vayan tranquilos y hagan la tarea, ¡eh! – responde – Y
Benli, a mi edad y después de vivir tantas cosas, hay pocas cosas que me
molestan.
Ambos se dirigen al cuarto, Benli entrecierra la puerta y ve frente a su habitación, donde
inicia el pasillo de la casa, a Dorena que lo observa, hacen contacto visual por unos
instantes hasta que su abuela le hace un guiño de ojos y sonríe, Benli le devuelve la
sonrisa y cierra la puerta.
8. 11° Concurso Literario
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Dorena regresa al sofá y queda observando la caja que se encontraba en la pequeña
mesa, la tapa estaba entreabierta, se acercó y logró ver que había algo de color rosa –
parece una tela o un papel rosado – dijo para sí y la cerró.
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Los lápices, como las historias, siguen escribiendo y rescribiendo tantas otras. Años
después, se supo, oficialmente, lo que ya todos suponían. Un nuevo camino y desafío se
abría para todas las familias que fueron víctimas de un nuevo terrorismo, protagonizado
no solo por las personas que tendrían que haberlos cuidado sino también por aquellos a
los que se los tenía como pares.
La antigua sede de la Brigada de Investigaciones, lugar donde funcionó un centro
clandestino y donde retuvieron a Julián, previo a su ejecución, era ahora conocida como
el Museo por la Memoria. Benli caminaba por sus pasillos, entraba en cada habitación y
veía, detenidamente, los carteles que describían lo que allí se hacía con las personas
detenidas. Sus pasos se hacían aún más lento cuando se acercaba a unos de los sótanos
conocido como SB2, lugar donde se encontraron picanas a pila, pedazos de armas de
fuego, los restos de una instalación eléctrica y un desagüe cerca del techo, y donde
Benli creía que estuvo su padre gracias a testimonios de sobrevivientes que estuvieron
con su padre. Mientras bajaba las escaleras se podía sentir el hedor húmedo y de
encierro del lugar, las escaleras resonaban con cada pisada, parecía que era lo único que
se mantenía intacto después de tantos años.
Caminó por el lugar hasta detenerse frente a una descripción que estaba en la pared “La
sangre derramada no será negociada” esta frase sensibilizo tanto a Benli que entre sus
mejillas recorrían unas gotas que acababan de liberarse de sus ojos y tomaba posesión
9. 11° Concurso Literario
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de cualquier control racional que pudiera tener. Su corazón comenzó a palpitar
fuertemente, su respiración a entrecortarse hasta liberar un breve grito: ¿Para qué? ¿Por
qué todo esto?
Pasado un instante, y cuando logró componerse, con sus manos retiró las lágrimas
restantes y, entre suspiros, llevó su mano derecha al bolsillo de su pantalón y sacó la
pequeña caja.
- En muchas ocasiones pasé por la vereda de este lugar, en muchas oportunidades
mi abuela me trajo a la plaza a los columpios y siempre observé que miraba
detenidamente las puertas de… de esta casa. Ahora sé que vino muchas veces a
este lugar a reclamar por el paradero de su hijo, por ti. Pero nunca supo que
estabas detrás de toda esa fachada, jamás me dijo que encabezó marchas junto a
otras madres para buscarlos – decía mientras sostenía fuertemente la caja – lo
cierto, papá, es que no alcanzó a saber que estuviste alguna vez aquí pero tienes
que saber que hasta sus últimos días te buscó. Pasaron muchos años de la vez
que la abuela me entregó esta caja y no me anime a abrirla porque quería, al
menos, saber dónde estuviste por aquellos años. Papá, he sido siempre diferente,
lo sabes muy bien. Quién más que tú para poner como ejemplo, eras, eres,
alguien que siempre celebró las diferencias.
Benli se quedó un tiempo en silencio pensado en lo que podría contener esa caja, no
mucho, pues era muy chica. Con su mano derecha levantó la tapa y quedo mirando lo
que allí había. Extrae un papel, lo abre y lee su contenido -“No importa, demasiado, el
origen de este símbolo. Lo que realmente interesa es el significado que le quieras dar
tú. Ahora, esta es tu lucha. Te amo, siempre” - dirige su mirada hacia la pared que tiene
la descripción, regresa su vista a la caja y retira un triángulo de color rosa, estaba hecha
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de tela y se encontraba un poco desgastada por el tiempo transcurrido, Benli recorre con
sus dedos los lados, vértices y algunos pliegues. No lograba entender, del todo, el
significado del símbolo, conocía su origen, sí, pero no comprendía la razón de
obsequiarle ese símbolo en particular ¿Lo sabía? ¿Siempre lo supo? – se interrogaba.
Leyó por última vez la descripción en la pared, tomó fuertemente el símbolo y lo llevo a
su pecho logrando esbozar una delicada sonrisa en su rostro. Emprendió su camino de
regreso a la salida de esa gran casa y, al salir del lugar y en la esquina de este, había un
hombre parado que lo aguardaba junto a un niño que no superada la edad de cinco años.
Benli los miró sin parpadear y, aún con el símbolo en la mano derecha, sonrió.