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INTRODUCCIÓN
C
on el término crisis se ha querido
definir a la familia moderna en
contraposición con el modelo de
familia tradicional, caracterizada por la
estabilidad y continuidad de sus formas y
elementos constitutivos. La familia actual
atraviesa un largo periodo de cambios
profundos y acelerados de tal envergadura
que ha producido modificaciones que afectan
no sólo a sus formas sino a sus elementos
estructurales. Desde el punto de vista so-
ciológico hay que hablar menos de familia,
como modelo único y generalizado y hablar
más de familias, como expresión que alude a
las diversas formas de familias, que han ad-
quirido reconocimiento social. Son las llama-
das familias «postnucleares» o «postmoder-
nas». ( Meil, G., 1999. del Campo, 1991).
En ningún momento de la historia huma-
na se han experimentado tantos cambios en
tan corto periodo de tiempo. Muchas socieda-
des cambian a tal velocidad, que solo el ritmo
tan acelerado con que se produce, constituye
uno de los principales factores de tensión
para las familias. En muchas sociedades, las
normas relacionadas con la crianza de los
hijos y las relaciones entre los cónyuges se
están viendo desbancadas por otras nuevas
orientaciones y costumbres en proceso de
establecimiento, produciéndose una especie
de anomía en relación con las normas gene-
ralmente aceptadas.
El conflicto es un fenómeno consustancial
a las relaciones humanas. Las familias no
escapan a esta ley del conflicto humano, con
sus potencialidades para el crecimiento y
para la destrucción. Lo peculiar del conflicto
familiar en las sociedades modernas se cir-
cunscribe principalmente en el ámbito de la
pareja, aunque no se reduce a ella, afectando
por lo general a la familia de procreación y a
las familias de origen. La pareja, casada o no,
está en el núcleo de la familia. «La pareja vino
al centro de la vida familiar al mermar el
papel económico de la familia y convertirse el
amor, o el amor y la atracción sexual, en la
base de los lazos matrimoniales» (Giddens,
2.000, pp. 74) La comunicación, la intimidad
y la satisfacción emocional se han convertido
en la razón para establecer el vínculo y el
motivo principal para legitimar su continua-
31
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
* Doctor en Sociología. Profesor Titular de Univer-
sidad. Universidad de Las Palmas
La mediación familiar. Un ejemplo de
aplicación práctica: la comunicación
a los hijos de la separación de los
padres. El papel del mediador
FERMÍN ROMERO NAVARRO *
ción. Por ello, el conflicto se gesta principal-
mente en los espacios propios de la pareja y es
dirimido por la misma, teniendo en cuenta
para su solución la satisfacción o insatisfac-
ción de las dimensiones emocionales y afecti-
vas y no tanto otros criterios externos a ella
(Romero, 2001, pp. 369).
Cuando una pareja salda sus conflictos con
la separación está tomando una de las deci-
siones más difíciles que debe afrontar, siendo
con frecuencia una experiencia dolorosa, aun-
que también liberadora. La separación gene-
ra, con mucha frecuencia, una fuerte carga de
sufrimiento en todas las partes implicadas, lo
que se vivirá como frustración, engaño, aban-
dono, etc. En función de cómo se manejan
estos sentimientos, se podrán canalizar más o
menos adecuadamente o podrán incremen-
tarse o incluso desviarse en una espiral per-
versa del conflicto.
Los conflictos y desacuerdos que surgen
durante el proceso de ruptura de la pareja
contienen tanto aspectos emocionales y afec-
tivos, como aspectos legales y económicos,
todos los cuales deben ser contemplados para
una adecuada solución. Estos últimos aspec-
tos, sobre todo en el caso de parejas con hijos,
serán siempre aspectos transidos por el mun-
do de las relaciones y emociones. Ello explica
en gran medida que el procedimiento conten-
cioso no sea el más adecuado (y así lo confir-
ma la experiencia) para afrontar disputas con
una clara base relacional y afectiva.
La cultura ganador / perdedor prima en los
escenarios de los conflictos y, en el caso de la
separación y el divorcio, hace que el sistema
legal, a través de los abogados, sea habitual-
mente la primera puerta de entrada para la
solución, consolidando las diferencias entre
quienes han de continuar relacionándose
como padres, dejándolos en una situación de
enfrentamiento prolongado, que ni el paso del
tiempo mitiga.
La mediación, y en su caso la mediación
familiar, requiere y a la vez promueve la «cul-
tura del acuerdo», del consenso entre las par-
tes en conflicto, definiendo el conflicto como
una dificultad a resolver por las partes, ya
que la solución adecuada al mismo está en las
manos de éstas y compromete el futuro de
ambas partes, que son principalmente los
hijos.
Si la pareja consigue llegar a acuerdos en
mediación, puede tramitar su procedimiento
de separación legal por vía consensual. Este
procedimiento tiene la ventaja de que puede
utilizar un mismo abogado y procurador, lo
cual abarata el coste, disminuye la duración
del procedimiento, elimina la figura del
adversario repercutiendo de forma beneficio-
sa sobre ellos y sus hijos, y evitar agresividad
y represalias, tan frecuentes en estas situa-
ciones conflictivas.
La mediación familiar se entiende como un
método que construye puentes entre partes
en conflicto, generando capacidad de consen-
so. Proporciona a la familia un espacio en el
que puedan tener cabida todos aquellos
temas sobre los que sus miembros deben
tomar decisiones, tengan o no tengan rele-
vancia legal (custodia, visitas, régimen eco-
nómico...), integrando de forma armoniosa
tales decisiones y las emociones asociadas a
éstas.
La mediación familiar ha entrado en las
agendas de las políticas sociales de muchos
países como un recurso que permite a los
potenciales usuarios de las misma afrontar la
separación o la disolución de la pareja y la
continuidad en las funciones parentales.
El Estado Español, a través del Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales y de las Comu-
nidades Autónomas, tres de las cuales han
publicado sus correspondientes leyes de
Mediación Familiar (Cataluña, Galicia y la
Comunidad Valenciana), así como la iniciati-
va privada a través de múltiples organizacio-
nes, se han sumado a este nuevo movimiento
de la mediación familiar, promoviendo y favo-
reciendo su implantación en el tejido social.
ESTUDIOS
32 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
La producción literaria sobre la media-
ción en general, y sobre las técnicas de nego-
ciación y de la mediación familiar en particu-
lar, constituye un indicador más de la impor-
tancia que la mediación está adquiriendo.
Galdeano (2000) ha confeccionado una selec-
ción parcial, que será completada, de 94 refe-
rencias bibliográficas entre manuales y capí-
tulos de libros sólo en lengua española, edita-
dos en los últimos años.
El presente artículo se estructura en dos
partes. En la primera, de carácter introducto-
rio, se pretende desarrollar tres aspectos: la
mediación familiar, la cultura del acuerdo y
la mediación y el campo de acción de la
mediación familiar.
En la segunda parte, a modo de ensayo,
trato de abordar un tema particular, pero
recurrente y preocupante entre los padres
que deciden separarse: la comunicación a los
hijos de la separación y, para finalizar, trata-
ré el papel del mediador familiar respecto a
este aspecto.
PRIMERA PARTE
LA MEDIACIÓN FAMILIAR
1. Contexto histórico
La mediación familiar se inició en la
segunda mitad de los años 70 en los Estados
Unidos de América, extendiéndose posterior-
mente a otros países de nuestro entorno. Para
el caso de Europa es particularmente rele-
vante la Recomendación número R(98)1 del
Comité de Ministros del Consejo de Europa a
los Estados miembros. Recomienda a los
Estados miembros instituir y promover la
mediación familiar o, en su caso, reforzar la
mediación familiar existente. Subraya la efi-
cacia de esta institución y señala entre otros
beneficios la mejora de la comunicación entre
los miembros de la familia, la reducción de los
conflictos entre las partes en desacuerdo, el
favorecimiento de convenios amistosos y el
mantenimiento de relaciones personales
entre padres e hijos.
La mediación no es un recurso nuevo para
la resolución de los conflictos. Ha existido
siempre. La historia está llena de ejemplos en
los que algunas personas de la comunidad,
como los líderes religiosos o personas con
autoridad e influencia, actuaban como ins-
tancia directa cuando se acudía a ellos en
busca de la resolución de los conflictos, cuan-
do estos se presentaban. En la medida en que
el Estado organiza y toma para sí la función
de impartir justicia, la mediación va perdien-
do el papel relevante que poseía.
El ímpetu y desarrollo de la mediación hay
que situarlo en el seno del movimiento de
Resolución Alternativa de Litigios, conocido
con las siglas ADR (Alternative Dispute
Resolution), surgido en Estados Unidos a
impulsos de dos fenómenos: la aparición de
nuevas instituciones civiles como respuesta a
las crisis de representatividad (Gotheil J. Y
A. Schiffrin, 1996) y el aumento en cantidad y
en complejidad de los procesos judiciales, pro-
duciéndose la invasión de litigios y la inefica-
cia del sistema legal para resolver los proble-
mas (Singer, 1996 pp. 11-21).
La mediación viene asociada, en la
corriente norteamericana, a la idea de resolu-
ción de conflictos entre diferencias, tal como
indica Six, 1997. Al lado de esta corriente
americana existe otra, la europea, para la que
la mediación es considerada como un trabajo
de regulación constante de las relaciones de
las partes en conflicto: «Se trata, entonces, en
la mediación, de poner en práctica sin cesar
lazos nuevos entre unos y otros, en una ver-
dadera creatividad; o de reparar los lazos que
están flojos o que han sufrido algún acciden-
te; o de gestionar rupturas de lazos, de dife-
rencias» (pp. 186). Giró Paris (1997) prefiere
hablar de «gestión de conflictos» en vez de
«resolución de conflictos» y argumenta
diciendo que «(...) El mediador no es un solu-
cionador ingenioso de situaciones a las que
los contrayentes no pueden hallar salida por
FERMÍN ROMERO NAVARRO
33
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
su falta de genialidad, sino un atento gestor
respetuoso con la dinámica interna del con-
flicto y de su transformación» (pp.226)
2. En torno al concepto de mediación
Moore, 1995 estudia la mediación dentro
de un continuo de métodos de administración
y resolución de conflictos, constituido por
nueve formas:
1) La evitación del conflicto.
2) Las discusiones informales.
3) La negociación.
4) La mediación.
5) La decisión administrativa.
6) El arbitraje.
7) La decisión judicial.
8) La decisión legislativa.
9) El método extralegal.
En las cuatro primeras formas, la solución
del conflicto está en las manos de la decisión
privada de las partes, en la quinta y la sexta
la decisión está en las manos de un tercero de
carácter privado, en la séptima y octava la
decisión queda en manos de un tercero auto-
rizado, legal (público) y en la novena la solu-
ción queda en la decisión extralegal mediante
la coerción. Cuanto más se aleja la solución
del conflicto de la participación privada de las
partes, más aumenta el poder y la coerción de
un tercero y la probabilidad de un resultado
basado en el binomio gana-pierde.
Con frecuencia se suele confundir la
mediación con arbitraje, negociación y conci-
liación. En el arbitraje interviene un tercero,
pero éste tiene poder decisorio. En la negocia-
ción no interviene un tercero. La negociación
se hace directamente entre las partes. La
conciliación se realiza ante un tercero con
poder coactivo. La mediación, por el contra-
rio, elegida voluntariamente por las partes,
es un proceso orientado a la consecución de
unos acuerdos de interés para las mismas y,
en el caso de la mediación familiar, de interés
también para los hijos, conducido por el
mediador, cuya figura está dotada de impar-
cialidad, neutralidad, confidencialidad y de
la preparación adecuada en técnicas de comu-
nicación humana y de negociación.
Difícil es precisar en todos sus términos
qué es la mediación, debido a los diversos
enfoques que al respecto tienen las escuelas.
Moore define la mediación como «la interven-
ción en una disputa o negociación de un ter-
cero aceptable, imparcial y neutral, que care-
ce de un poder de decisión, para ayudar a las
partes en disputa a alcanzar voluntariamen-
te un arreglo aceptable mutuamente». (opus
cit. pp. 44)
La mediación es algo más que una habili-
dad que puedan usar el abogado o el psicólo-
go. Es un método de gestión y de resolución de
conflictos, que se desarrolla en un proceso de
interacción humana, cargada de intereses
contrapuestos e influenciada por las emocio-
nes y los afectos de los implicados. Está orien-
tada a hacer que cada parte empatice con el
punto de vista del otro y que a su vez ambas
sean los protagonistas del acuerdo, para todo
lo cual el mediador utilizará las técnicas de
comunicación y de negociación adecuadas. En
otras palabras, «la mediación debe contribuir
a restablecer los patrones constructivos de
comunicación y negociación mediante la defi-
nición de expectativas razonables para
ambas partes» (Folberg y Taylor, 1994, pp.
157).
La mediación es una práctica que no tiene
corpus teórico propio, sino que se nutre de
diversas fuentes, como son la Sociología, la
Psicología, el Derecho y las técnicas de comu-
nicación y de resolución de conflictos. De ahí
que su epistemología sea interdisciplinaria.
Como método de trabajo promueve la actitud
de devolver a las partes implicadas las res-
ESTUDIOS
34 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
ponsabilidades y el control de los conflictos.
Permite que las mismas estructuren las pro-
pias relaciones y posiciones ante los proble-
mas, identifiquen las áreas de desacuerdo,
desarrollen alternativas para resolver los
conflictos y así llegar a acuerdos y a satisfacer
los intereses de ambas partes.
La mediación se constituye en un proceso
creador de soluciones originales allí donde
parecía que las puertas estaban cerradas.
Ello supone la premisa básica de aceptar que
las partes, salvo situaciones excepcionales,
tienen recursos suficientes para resolver sus
conflictos. La mediación es un escenario en el
que, a modo de espejo, las partes redescubren
sus capacidades para afrontar sus conflictos.
La fe en sí mismas, que facilita el mediador,
actuará de palanca o acicate. Entender así la
mediación implica asumir que el resultado no
será únicamente el acuerdo conseguido sino,
sobre todo, el aprendizaje que se adquiere a lo
largo de todo el proceso sobre las interaccio-
nes necesarias para conseguirlo. Todo ello
tendrá efectos positivos en el proceso sociali-
zador de los hijos, en cuanto se les ofrece una
oportunidad, una imagen, de cómo los
padres, los adultos, resuelven sus conflictos.
3. La mediación familiar
Respecto a la mediación familiar, el Tribu-
nal de Montreal la explica de la siguiente for-
ma: La mediación familiar puede ser definida
como una intervención en un conflicto o una
negociación por parte de una tercera persona
aceptable a las partes, imparcial y neutral sin
ningún poder de decisión y que pretende ayu-
darles a que ellos mismos desarrollen un
acuerdo (una «entente») viable, satisfactorio
y capaz de responder a las necesidades de
todos los miembros de una familia, en parti-
cular las de los hijos e hijas».(Ripol-Millet,
2001. pp. 44).
La mediación familiar no es una fórmula
más o menos eficaz. Es un procedimiento
mediante el cual las partes hacen un recorri-
do en el que redefinen un conflicto irresoluble
como resoluble, comprendiéndose a sí mis-
mas como competentes para ello. El logro
final no está tanto en los acuerdos logrados
cuanto en el aprendizaje vivencial alcanzado,
que lleva a la pareja a reajustar las propias
creencias, las expectativas y las relaciones
que ha de seguir manteniendo con el otro cón-
yuge. Así mismo le permitirá resolver conflic-
tos futuros de forma autónoma y eficaz. En
este sentido, la mediación constituye un pro-
ceso creador de soluciones originales.
De entre las muchas virtualidades que
ofrece la mediación familiar, deseo subrayar
dos de ellas:
1) La medición familiar como ritual de la
separación (Romero, 2001.) Así como
existen los ritos esponsales, sean civiles
o religiosos, no existen ritos que acom-
pañan a los individuos en el tránsito de
la separación. La mediación familiar
actúa a modo de ritual de tránsito. Es
un método que ofrece a los miembros de
la pareja que se separa un adecuado
tránsito a través del camino marcado
por el conflicto, integrando de forma
armoniosa las decisiones que las partes
deben tomar, las emociones asociadas a
aquellas y los cambios de status y roles.
Favorece a que la ruptura de la pareja
se constituya en un paso hacia delante
en el ciclo evolutivo de la familia, y no
en un obstáculo insalvable para cons-
truir relaciones diferentes entre todos
sus miembros y con el entorno de éstos.
En la vida de cualquier matrimonio con
hijos confluyen dos instituciones, la
pareja parental y la pareja conyugal,
imbricándose la una en la otra en la
vida cotidiana, por lo que, al producirse
la separación, se origina una afección
más o menos importante en las funcio-
nes parentales, debido al enfrentamien-
to de la pareja conyugal. La mediación
familiar permite realizar este tránsito,
desvinculando ambas instituciones y
redefiniendo las relaciones de padres en
FERMÍN ROMERO NAVARRO
35
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
situación de separados, integrando de
esta forma la antinomia que subyace,
con el fin de introducir el punto de vista
del mejor interés del hijo.
2) La mediación familiar y la reorganiza-
ción familiar. Toda familia, en mayor o
menor medida, tiene un orden o cohe-
rencia interna, arropado por la cultura
y la ideología dominante, por el que
establece vínculos que soportan las
relaciones, distribuye zonas de poder
entre sus miembros y establece nor-
mas, estatus y roles. De esta forma, la
organización familiar realiza funciones
especializadas y tareas en su interior,
marcando la división y autonomía de
sus miembros. Toda separación matri-
monial supone en mayor o menor medi-
da un desajuste de esta jerarquía u
organización familiar, desfavoreciendo
o impidiendo que cada miembro pueda
desarrollarse como individuo diferen-
cialmente de los demás. Cuando la
organización familiar persiste en man-
tener el orden en las relaciones familia-
res, que la ruptura conyugal ha pertur-
bado, se cuestionan las reglas para el
funcionamiento, se entra en un proceso
de crisis y se producen escisiones, segre-
gaciones entre sus miembros y sistemas
de exclusión. El objetivo final de la
mediación es ayudar a restablecer la
organización familiar desde una nueva
configuración, ofreciendo una nueva
identidad familiar, donde las figuras
familiares adquieren nuevos significa-
dos, respecto a la configuración familiar
anterior. De esta forma se favorece el
restablecimiento de las relaciones, aun-
que ello será desde nuevos significados.
4. Características básicas de la
mediación
Existen unas características, recogidas
con frecuencia por diversos autores, que son
consustanciales a toda mediación para que
ésta funcione con eficacia. (Ripol-Millet,
2001. Suares, M 1997).
a) La mediación es un proceso que se desa-
rrolla durante un tiempo cronológico,
que más o menos se puede medir, y
durante un tiempo psicológico según
las singularidades de cada pareja. Es
un proceso que empieza de una deter-
minada forma y va evolucionando y
avanzando a través de fases con pasos
entremezclados hacia delante y hacia
atrás en función de las características
de las partes en conflicto, hasta llegar a
los acuerdos satisfactorios. En este pro-
ceso, la palabra y la escucha, junto a la
mutua confianza que se va creando,
tendrán un lugar privilegiado.
b) Neutralidad e imparcialidad. Son dos
características que se matizan entre sí y
que tocan de lleno a la figura del media-
dor. Significa que el mediador no podrá
tomar partido por una de las partes, ni
aun en el supuesto de que una de ellas
ocupe la posición del débil. En tal supues-
to, el mediador tratará de equilibrar el
poder entre las partes mediante el uso de
las técnicas adecuadas de comunicación.
En el caso de que el mediador prevea que
los acuerdos van a dañar a una de las
partes, tendrá que interrumpir la media-
ción. La neutralidad e imparcialidad del
mediador permiten que las partes en con-
flicto se confronten entre ellas mismas y
pasen de mantener posiciones a buscar
intereses comunes. Con esta posición
neutral e imparcial el mediador les ayu-
da a descentrar el conflicto de su posición
dual, de enfrentamiento cara a cara, y les
abre un espacio que no es ni de uno ni de
otro, sino que pertenece a ambos, donde
pueden ver el punto de vista del otro,
redefinir las propias posiciones y encon-
trar los intereses comunes.
c) Confidencialidad. Tanto las personas
en conflicto como el mediador se com-
ESTUDIOS
36 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
prometen a guardar secreto de todo lo
que se hable en las sesiones, incluidas
las entrevistas individuales, y a no uti-
lizar la información, que en éstas se
produzca, en un posterior juicio o en
contra el uno del otro. Las excepciones a
este secreto se refieren a aquellas situa-
ciones que dañan gravemente a un ter-
cero y sean constitutivas de delito.
d) Voluntariedad. La voluntad manifesta-
da libremente en la elección de un
mediador expresa el deseo de las partes
de resolver el conflicto. Es verdad que
la voluntad que se requiere no tiene el
mismo tono y la misma transparencia
en ambas partes del conflicto. Esta
voluntad pasa por un proceso de supe-
ración de resistencias que será más
agudo en uno que en el otro miembro de
la pareja y que el mediador ha de ges-
tionar en la fase de premediación. La
voluntariedad junto con la imparciali-
dad y neutralidad son condiciones
indispensables para que funcione la
mediación. La voluntariedad impregna
de protagonismo a las partes, las con-
vierte en autoras de las acciones que
desarrollan, de los discursos y narrati-
vas que construyen y las responsabiliza
de las consecuencias que ocurren en el
proceso y de los acuerdos a los que lle-
gan o dejan de llegar. La voluntariedad
afecta también al mediador en un doble
sentido:
– Legitima el papel y el poder del
mediador, otorgándole el permiso
para actuar como tal. Este permiso es
el que concede la autonomía necesa-
ria para iniciar los pasos hacia una
legitimación de los intereses que defi-
nen el conflicto.
– Permite al mediador suspender la
mediación cuando lo considere opor-
tuno por motivos que así se lo aconse-
jan.
e) Es un espacio de encuentro con funcio-
nes múltiples, en cuanto que la palabra
de los intervinientes adquiere un nuevo
valor, se redefinen las relaciones inter-
personales y ejerce efectos pedagógicos
y terapéuticos no directamente busca-
dos.
LA MEDIACIÓN Y LA CULTURA DEL
ACUERDO
A pesar de la cultura de la solidaridad por
la que hoy se aboga, vivimos en una sociedad
competitiva, agresiva y violenta, en la que
parece que se impone la competición a la cola-
boración, la confrontación al consenso y al
acuerdo, la disputa al diálogo, el poseer al ser,
los derechos individuales a los colectivos,
resultando que prima más el éxito, el logro,
que los medios.
En las macrohistorias de los pueblos en
conflicto como en las microhistorias de los
pequeños grupos humanos ha dominado el
paradigma ganador / perdedor, de tal forma
que, en virtud de su internalización en el
inconsciente colectivo e individual, ha perme-
abilizado los esquemas mentales y actitudi-
nales con los que los seres humanos buscan la
solución a los conflictos. Hemos sido sociali-
zados más en la fuerza o razón del poder que
en el poder de la razón. Este «modelo cultu-
ral» favorece y desarrolla, desde una perspec-
tiva etnocéntrica, el punto de vista personal
como el verdadero, el justo, el adecuado, el
conveniente. Como consecuencia, dicho
modelo promueve la hostilidad frente al que
piensa de forma distinta, intensifica la resis-
tencia al cambio y fomenta el conflicto.
El uso de la vía contenciosa como medio
para resolver los conflictos, ( lo que en
muchos asuntos es la solución menos mala),
tiende a mantener y a reproducir el esquema
ganador / perdedor, favoreciendo la confron-
tación y la imposición en virtud de la fuerza
del poder de quien lo posea.
FERMÍN ROMERO NAVARRO
37
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
La falta de información y el desconoci-
miento de las alternativas de resolución de
conflictos hacen que, en el caso de las separa-
ciones y divorcios, la mayoría de las parejas
en conflicto decidan iniciar la vía judicial,
acudiendo a un abogado que defienda su caso
en vez de optar por la mediación familiar.
La expectativa de vencer al otro, en vez de
resolver el conflicto, dinamiza y contagia
todo el proceso jurídico. Quien acude a la vía
contenciosa se somete a la decisión de un ter-
cero con poder, el veredicto del juez, con el fin
de que se le adjudique la razón. Paradójica-
mente, el camino elegido le impedirá solucio-
nar el conflicto, al menos durante el periodo
que dure el proceso, en el mejor de los casos,
y le obligará a renunciar al propio protago-
nismo.
La dinámica que genera dicha expectativa,
trae consigo tres efectos interdependientes:
la radicalización de las posiciones de ambos
miembros de la pareja y la crispación de la
relación interpersonal. De por sí, las senten-
cias judiciales no ponen de acuerdo a las pare-
jas que se separan y quienes luego han de
seguir tratándose como padres. En la postse-
paración suele agrandarse más la espiral de
la confrontación. El tercer efecto tiene que
ver, por una parte, con el aprendizaje de las
«armas legales» que tiene lugar durante el
largo recorrido por el que puede pasar una
pareja: medidas provisionales, separación,
divorcio, ejecución de sentencia, modificación
de medidas, apelaciones, etc. y, por otra par-
te, con sustituir las normas que conducen las
relaciones familiares por las normas legales,
generándose así una interminable dependen-
cia judicial.
Las formas tradicionales de regulación de
los conflictos están en crisis. Se precisa de
una nueva cultura, la «cultura del acuerdo»
que prime el diálogo, la visión bidireccional
de los puntos de vista, la empatía, la conver-
gencia y el descubrimiento de los intereses
comunes, la salvaguarda de las relaciones
interpersonales, la colaboración, la confianza
interpersonal, el consenso y el acuerdo.
Subrayar más aquellos puntos que unen que
los que separan. Los conflictos se resuelven
con los acuerdos y se enquistan con los
enfrentamientos.
En la sociedad actual se están produciendo
una serie de condiciones que demandan y
hacen posible la cultura del acuerdo, como
son, dicho de forma breve, la multiplicación
de los conflictos, la inadecuación de la res-
puesta judicial clásica, la incidencia de la
complejidad y el incremento del valor de la
privacidad y del protagonismo de los indivi-
duos frente a las imposiciones instituciona-
les. Además, en el caso de las separaciones y
divorcios, la cultura del acuerdo demanda en
beneficio de los hijos una autonomía crecien-
te de los esposos, permitiéndoles regular los
efectos de la separación en aquellos y prote-
ger las funciones parentales.
A las condiciones indicadas hay que añadir
la situación de multiculturalidad a la que se
abren las sociedades actuales. De modelos
culturales uniformes, propios de las socieda-
des tradicionales, pasamos a modelos sociales
multiculturales, (Lamo de Espinosa, 1995;
Donati, 1997), en los que no caben respuestas
de carácter segregacionistas o de asimilación,
sino de carácter intercultural, el llamado
interculturalismo, (Brotóns Valero, 1994),
que aboga por el respeto a la diferencia y el
enriquecimiento en la diversidad. Este multi-
culturalismo no está lejos del hecho familiar.
Cada vez aumentan más las llamadas pare-
jas y matrimonios mixtos, quienes en situa-
ción de separación y divorcio invocan sus
peculiaridades culturales y regímenes jurídi-
cos del país de origen. He aquí un nuevo reto
para la sociedad en general y para las nuevas
familias en particular, que cada vez más se
está convirtiendo en objeto necesario de estu-
dio.
La mediación es esencialmente cultura del
acuerdo, en cuanto se basa en ésta, la des-
arrolla y la potencia. Mediante la definición
de expectativas razonables para ambas par-
ESTUDIOS
38 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
tes, la mediación contribuye a restablecer los
patrones constructivos de comunicación y
negociación (Folberg y Taylor, 1984, pp.157;
Bush y Folger, 1994) describen su mediación
transformadora como un método en el que la
revalorización y el reconocimiento entre las
partes en conflicto forman parte esencial de
ese cambio que les lleva a pasar del enfrenta-
miento a la colaboración. Bolaños (2000), por
su parte, estudia la mediación como un espa-
cio cooperativo. La mediación familiar ofrece
la creación de un contexto donde las partes
afectadas pueden encontrar y generar condi-
ciones para un cambio cultural de perspecti-
va ante el conflicto. Para Risolía de Alcaro
(1996) «un objetivo básico de la mediación
familiar es lograr no tanto un acuerdo sino la
colaboración a través de un acuerdo» (pp.
115-117).
La mediación es, pues, transformación de
actitudes y valores competitivos en actitudes
y valores cooperativos. Conlleva un aprendi-
zaje nuevo que afecta no sólo al conflicto con-
creto, objeto de la mediación, sino a nuevas
formas de resolver futuros conflictos, lo que
incidirá saludablemente en el tejido social.
La expansión y la utilización de la media-
ción en general y de la mediación familiar en
particular se encuentran aún en la sociedad
española en un estado incipiente. Por ahora la
mediación ha llegado más a los profesionales
que a los usuarios potenciales, y no porque sea
una necesidad inventada, sino porque al supo-
ner un cambio cultural, es una necesidad no
expresada todavía de forma explícita. Late en
los espacios de profesionales sensibles a la
mediación una cierta confrontación por con-
servar monopolios y competir con aquellos
otros a los que consideran ajenos a esta mate-
ria. Al igual que ha sucedido en otros países,
que se han adelantado al movimiento de Alter-
nativas de Resolución de Conflictos, en Espa-
ña está surgiendo una nueva profesión de ges-
tión y resolución de conflictos, el mediador,
que puede proceder de formación de origen
distinta al licenciado en derecho, y cuyo papel
no pertenece en exclusivo a una disciplina. Por
el contrario, el ejercicio profesional de la
mediación exige una formación multidiscipli-
nar e interdisciplinar. La interdisciplinarie-
dad será el reto a asumir por parte de los pro-
fesionales que se acercan a la mediación.
Se impone, pues, un conjunto de medidas
de carácter múltiple (culturales, académicos,
socio-profesionales, políticas...) encaminadas
a potenciar la introducción y el uso en la
sociedad española de la mediación en general
y de la mediación familiar en particular,
superando todo sectarismo profesional. La
información a la ciudadanía acerca de la exis-
tencia de la mediación como recurso a usar en
situaciones de conflicto y la formación acadé-
mica de los profesionales mediadores son pie-
zas fundamentales para el desarrollo adecua-
do de la mediación familiar.
EL ÁMBITO DE ACTUACIÓN DE LA
MEDIACIÓN FAMILIAR
El ámbito de actuación de la mediación
familiar viene determinado principalmente
por dos situaciones que afectan a los procesos
de separación y a las relaciones entre los
miembros de la unidad familiar: la separación
de la pareja, sea o no casada, y sus efectos, y
las situaciones conflictivas entre los miem-
bros de la unidad familiar, sean éstas deriva-
das o no de la separación de los cónyuges.
Estas dos situaciones quedan aclaradas si
precisamos a continuación las dos cuestiones
siguientes:
a) En qué situaciones mediar.
b) Sobre qué mediar, es decir, cuál es el
contenido de la mediación.
c) Finalización y contraindicación de la
mediación
A) En qué situaciones mediar
Se ha de precisar bien cuál es el campo de
actuación de la mediación para no confundir-
FERMÍN ROMERO NAVARRO
39
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
la ni con el asesoramiento jurídico, ni con la
orientación o consulting, ni tampoco con la
terapia psicológica. (Ripol-Millet, 2001, pp.
57). La mediación supone haber tomado la
decisión en firme de separarse, al menos por
una de las dos partes de la pareja. Supuesto
lo indicado, señalamos las siguientes situa-
ciones en las que se puede mediar:
1. El ideal es que la mediación sea solici-
tada antes de comenzar el proceso jurí-
dico, no obstante, la mediación tiene
cabida en cualquier momento del citado
proceso: antes, en y después de la sepa-
ración, con la salvedad de que no se
puede realizar la mediación si, en caso
de estar el proceso jurídico en marcha,
no se paraliza previamente. Nada impi-
de en el Ordenamiento jurídico español
que el proceso de negociación, normal-
mente previo a la interposición de la
demanda, prosiga o se inicie después de
comenzado el proceso.
2. Cuando los cónyuges no están satisfe-
chos con las medidas establecidas en la
resolución judicial de la separación y
solicitan la intervención del mediador
para replantearlos y llegar acuerdos
entre ellos.
3. Cuando el propio juez considere oportu-
no indicar la mediación en beneficio del
menor, apoyándose en el art. 158.3 del
Código Civil donde se dice: «En general,
las demás disposiciones que considere
oportunas a fin de apartar al menos de
un peligro, o de evitarles perjuicios». El
peligro del menor, al que se refiere el
citado artículo, puede ser de índole psi-
cológica y provenir del enfrentamiento
grave entre los progenitores, por lo que
puede ser recomendable la mediación.
4. Cuando una vez separados, los padres
quieren retomar y reelaborar los acuer-
dos contenidos en el convenio regula-
dor, lo que puede suceder en uno de los
tres supuestos siguientes:
– Porque ha cambiado alguna circunstan-
cia de uno o de ambos cónyuges.
– Porque los acuerdos tomados ya no se
ajustan a las nuevas circunstancias de
los hijos.
– Porque han surgido aspectos puntuales
no previstos en el convenio regulador.
5. En aquellas situaciones de conflicto que
se generan por dificultades que blo-
quean los procesos de acuerdos entre
los miembros de la unidad familiar,
como son entre otros los siguientes:
– Conflictos entre hermanos generados
por responsabilidades que han de com-
partir o de asumir respecto a otros
miembros de la unidad familiar, como
suele ser el cuidado de enfermos, dismi-
nuidos psíquicos o físicos, ancianos, etc.
– Conflictos derivados por procesos de
emancipación no concluidos, como suce-
de con los jóvenes adultos que alargan la
dependencia de los padres.
– Conflictos generados por motivos de
herencia que enfrentan a los miembros
de la familia.
– Familias en situación de acogentes o de
padres adoptivos que necesitan llegar a
acuerdos con los padres o madres bioló-
gicos/as o con sus familiares más direc-
tos.
– Otras situaciones.
B) Sobre qué mediar: el contenido de la
mediación
El contenido de la mediación está en rela-
ción con todos aquellos aspectos que dificul-
tan o posibilitan el desarrollo armónico y flui-
do de las funciones parentales, las relaciones
entre padres, hijos, hermanos y las relaciones
de la pareja en su condición de ex-esposos. En
ESTUDIOS
40 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
dos ámbitos principales se concentra la
mediación familiar: los aspectos jurídicos –
económicos y los aspectos educativos.
b.1. Aspectos jurídicos-económicos
Dada la importancia de la familia como
institución social, el proceso de ruptura fami-
liar lleva aparejado inevitablemente conse-
cuencias judiciales. Su carácter coercitivo,
alienado al esquema «gana/pierde», le otorga
un considerable potencial de escalonamiento
del conflicto, por lo que constituye un área
prioritaria para la mediación, todo lo cual se
agudiza con los aspectos económicos y finan-
cieros, como son los siguientes:
1) Pensión alimenticia para los hijos
2) Pensión compensatoria para el cónyuge
que la solicita.
3) Guarda y custodia
4) Patria potestad (salud, ocio, educación
integral, ...)
5) Régimen de visitas.
6) Separación de bienes.
7) Liquidación de bienes.
8) Uso del domicilio conyugal.
9) Cambio de vivienda.
10) Cambio de lugar de residencia.
11) Obligaciones fiscales: declaración con-
junta o separada de la renta, de venta
de los bienes, etc.
Aspectos legales a tener en cuenta:
1) Patria potestad compartida.
2) Patria potestad con excepciones.
3) Separaciones de hecho no judiciales:
capitulaciones de bienes ante notario,
con remisión al Registro de Propiedad.
4) Prescripciones legales en relación con
los cambios de guarda y custodia, y
régimen de visitas.
5) Aspectos que no pueden ser objeto de
mediación:
• Violencia sexual
• Malos tratos: físicos y psíquicos a
menores o entre adultos.
• Abusos sexuales.
• Falta del libre consentimiento.
b.2. Aspectos educativos
Como se mencionó anteriormente, otro
objetivo prioritario de la mediación es la
reducción de los posibles daños de la separa-
ción en los hijos y el mantenimiento de las
responsabilidades parentales en la tarea edu-
cativa. A continuación se señalan algunos de
los aspectos relacionados con la educación de
los hijos que, en beneficio de estos, deben ser
objeto de acuerdo por parte de los padres.
1) Pautas de autoridad a consensuar y a
respetar en la situación de separados.
2) Clarificación de las figuras paterna y
materna, de las responsabilidades edu-
cativas y del cuidado de los hijos en
relación con la nueva situación de sepa-
rados. Distribución de responsabilida-
des.
3) Criterios educativos y pautas básicas a
consensuar a favor de la educación de
los hijos según las edades y circunstan-
cias.
4) Control de la tendencia existente a uti-
lizar a los hijos como «portavoces» o
«mercancías» de cambio o de chantaje
emocional por parte de los padres.
5) Definición de la relación con las nuevas
figuras paterno/materna y/o de herma-
nastros que se pudieran dar en caso de
FERMÍN ROMERO NAVARRO
41
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
que uno de los dos creara una nueva
familia, lo que a su vez conlleva relacio-
nes con la nueva familia extensa.
6) Bloqueos o resistencias emocionales
que dificultan las relaciones armónicas
entre padres e hijos, entre hermanos y
entre otros miembros.
7) Dinámica de la protección y educación
de los hijos que el padre no custodio ha
de seguir durante el cumplimiento del
régimen de visitas.
8) Criterios a consensuar para la toma de
decisiones ante situaciones extraordi-
narias de los hijos: enfermedades, cam-
bios de colegio o de residencia estudian-
til, etc.
9) Criterios a tener en cuenta para des-
arrollar conjuntamente la educación
integral de los hijos: educación moral,
ética, religiosa, elección de estudios
profesionales o universitarios, activida-
des extraescolares, etc.
10) Criterios que orientan la conveniencia
de la ayuda o intervención de terceros
en la crianza, protección, ayuda y edu-
cación de los hijos: abuelos, tíos u
otras personas que se acercan a la
nueva situación de la familia.
11) Asistencia a las reuniones convocadas
por los colegios de los hijos.
C) Finalización y contraindicación de la
mediación
La filosofía que rige la mediación resulta
tan atrayente que puede dar lugar a una
visión excesivamente optimista de la misma,
llegando al error de creer que la mediación es
la panacea para la resolución de todos los pro-
blemas o conflictos familiares. La mediación
opera esencialmente partiendo de la libre
voluntad de las partes, y es ahí donde se pue-
de encontrar mediatizada por alguna circuns-
tancia, ya que la mediación tiene sus limita-
ciones. En este sentido, y a tenor de lo que se
indicó más arriba, la mediación familiar está
contraindicada en los siguientes casos:
– Cuando alguno de los miembros de la
pareja no ejerza control sobre su volun-
tad y, por lo tanto, sea incapaz de asu-
mir compromisos adquiridos, como suce-
de en los casos de alcoholismo, drogadic-
ción, trastornos mentales graves y otras
patologías psicosociales.
– Tampoco es aconsejable la mediación en
los supuestos en los que uno de los
miembros de la pareja, o sus hijos, sean
objetos de violencia familiar física o psí-
quica grave. En tales supuestos, las
decisiones estarían inevitablemente
condicionadas por el desequilibrio de
poder existente en la pareja. La respon-
sabilidad del mediador exige en estos
casos tomar las precauciones necesarias
para garantizar en todo momento la
seguridad del sujeto objeto de agresión.
En síntesis, no cabe la mediación fami-
liar en las situaciones siguientes: Vio-
lencia sexual, malos tratos físicos y psí-
quicos a menores o entre adultos, abu-
sos sexuales y la falta del libre consen-
timiento. La mediación concluye de dis-
tinta forma: por la firma de los acuer-
dos, por la interrupción de una de las
partes o por decisión del mediador,
cuando considere que se ha dado alguna
de las contraindicaciones, antes men-
cionadas.
SEGUNDA PARTE
INTRODUCCIÓN
Un tema recurrente en los procesos de
separación tratado en la terapia y en la
mediación familiar es el que se refiere a la
comunicación a los hijos acerca de la separa-
ción de los padres. Es un tema que genera
gran preocupación a los padres quienes
ESTUDIOS
42 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
temen hacer daño a los hijos y perder el cari-
ño y el control sobre ellos.
El acierto en la forma de comunicar a los
hijos dicha decisión permite amortiguar los
efectos contraproducentes de la separación y
orientar más fácilmente el futuro de los hijos
después de la misma.
Las parejas que se separan terminan para-
dójicamente «trabadas como parejas y
enfrentadas como padres». Cuando se logra
superar la paradoja, es decir, separándose
efectivamente como parejas, asumiendo las
diferencias que no pueden superar y uniéndo-
se como padres en el ejercicio de las funciones
parentales, se está en la disposición más
favorable de afrontar la comunicación a los
hijos sobre tal decisión.
El tema que nos ocupa en esta segunda
parte se desarrolla en ocho puntos:
1. Consideraciones previas sobre la sepa-
ración conyugal.
2. Los impactos de la separación en los
hijos.
3. Las posiciones de los padres e hijos ante
la separación.
4. La importancia de la comunicación de
la decisión de separarse.
5. La doble vía de la comunicación fami-
liar.
6. Los condicionantes de la comunicación
de la separación.
7. Cuestiones prácticas: cuándo y cómo
comunicar a los hijos la decisión de
separarse.
8. El papel del mediador.
CONSIDERACIONES PREVIAS SOBRE
LA SEPARACIÓN CONYUGAL
La separación de la pareja no es un aconte-
cimiento que, por lo general, surge de súbito
sin que previamente se produjeran señales de
aviso. Es un acontecimiento que se genera a
lo largo de un proceso, según el cual cada
miembro de la pareja, aunque con ritmos dis-
tintos, lo va elaborando de alguna forma en
su foro interno como la solución última ante
una situación problemática, que la pareja no
logra resolver.
Las energías emocionales y los intentos de
solución que se emplean, las expectativas y
frustraciones que se experimentan en dicho
proceso adquieren tal calibre que los afecta-
dos se vuelven muy agobiados con importan-
tes dificultades para responder con lucidez y
serenidad a las necesidades de los hijos. Lle-
vados por la angustia, los padres recurren a
los hijos, las más de las veces sin previa refle-
xión sobre sus efectos, en busca de apoyo y
ayuda, lo que supone agregar sobre los débi-
les hombros de éstos una carga demasiado
pesada, y, cuando no, los utilizan, unas veces,
como chivos expiatorios sobre los que descar-
gan toda su agresividad y, otras, como puen-
tes para enviar a través de los mismos, a
vuelta de correo, las facturas pendientes, es
decir, las mutuas frustraciones, decepciones
y solapados desquites.
Así pues, cuando la pareja se desgarra en el
proceso de separación o divorcio, ofuscada por
la situación y perturbada emocionalmente,
ambos miembros de la misma entran en un
estado de ambigüedad o incertidumbre por el
que oscilan entre ceder o retener, imputarse o
comunicarse, agredirse con o sin violencia,
manejando estrategias que aumentan la con-
frontación. En estas circunstancias, los niños
son víctimas de un gran sufrimiento e incerti-
dumbre. Se convierten en testigos de la violen-
cia, que se dispara entre sus padres y en obje-
to de castigo y de monedas de cambio. De ellos
se espera, en la maraña del conflicto, que
tomen parte en el interés de uno de los dos.
Afrontar una situación de separación y
divorcio suele ser en la mayoría de los casos
una experiencia penosa y estresante para la
vida de la familia y la propia pareja. El nivel
de estrés y de ansiedad que produce la sepa-
FERMÍN ROMERO NAVARRO
43
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
ración está reconocido por los estudiosos den-
tro de los más elevados que se puede experi-
mentar en la biografía de cualquier persona.
Se ha constatado que los tres acontecimientos
que producen más estrés son: la muerte del
cónyuge o de un miembro de la familia, la
separación conyugal y la mudanza de una
casa. A lo indicado hay que añadir que el
nivel de estrés que produce la separación
correlaciona con un conjunto de variables
como son las siguientes: el tipo de conflicto
que ha generado la separación, el tiempo que
ha durado, la edad de los cónyuges, los años
de convivencia marital, el número de hijos y
sus edades, y los recursos que tiene la pareja
para afrontar la situación de separación, etc.
La separación matrimonial es un aconteci-
miento de múltiples dimensiones: jurídica,
ética, social, económica y principalmente
emocional, psicológica.
Refiriéndonos a la dimensión psicológica,
conviene señalar que la separación supone un
proceso de redefinición del significado de los
estatus y roles de ambos miembros de la pare-
ja. Supone redefinir al otro cónyuge como
alguien que ya no es «mi pareja», el comple-
mento afectivo para el futuro; todo lo cual
entraña desandar el camino del enamoramien-
to, elaborado durante el tiempo de convivencia
habido en la pareja. Supone también redefinir-
se a sí mismo y entrar en otro estatus social, el
de «separado», «divorciado», es decir, «no casa-
do», lo que implica el aprendizaje de nuevos
roles y tareas. En fin, se experimenta un nue-
vo estado de resocialización, no exento de difi-
cultades de adaptación y aprendizaje, en el que
hay que definir nuevas funciones parentales,
un nuevo ajuste personal y la reconstrucción
de las relaciones con la red social. ( Navarro
Góngora y J. Pereira, 2000, pp. 188).
LOS IMPACTOS DE LA SEPARACIÓN
EN LOS HIJOS
Las tasas de separación y divorcio en
España han seguido una evolución ascenden-
te desde la aprobación en 1981 de la Ley por
la que se regulan las rupturas conyugales.
Según los datos del Consejo General del
Poder Judicial se ha pasado de 16.363 (6.880
separaciones y 9.483 divorcios) en 1981 a
59.463 (36.272 separaciones y 23.191 divor-
cios) en 1990, alcanzándose, en 1998, 92.909
rupturas (56.837 separaciones y 36.072
divorcios). Estas cifras continúan aumentan-
do en los dos últimos años contabilizados:
1999 y 2000, siendo respectivamente como
siguen: año 1999: 96.580 (59.547 separacio-
nes y 36.900 divorcios), año 2000: 103.548
(63.430 separaciones y 39.973 divorcios).
Comparando estos últimos datos con el
número de matrimonios que se celebran, se
puede afirmar que por cada dos parejas que
se casan se rompe un matrimonio.
En España, el 90% de las mujeres y hom-
bres que se separan tienen hijos. Más de la
mitad tiene uno o dos hijos. En un 25% de los
casados hay tres o cuatro hijos.
Respecto a la edad de los hijos, uno de cada
tres hijos de familia separada tiene menos de
cinco años, y uno de cada cinco ronda la mayo-
ría de edad o la sobrepasa.
La bibliografía existente relacionada con
los efectos de la separación en los hijos es
muy amplia, lo que señala la gran importan-
cia que los investigadores conceden al estudio
de las repercusiones (a nivel emocional, cog-
nitivo y social) de la ruptura del núcleo fami-
liar sobre sus miembros más vulnerables
(Doménech, 1994). La mayoría de los trabajos
se centran en los efectos a corto plazo siendo
escasos los que contemplan los efectos a largo
plazo.
La mayoría de las parejas superan el pro-
ceso de separación física, psíquica, legal y
económica entre el primer y segundo año de
la ruptura. Por parte de los hijos, se ha obser-
vado que existen más problemas de adapta-
ción en niños de familia de padres separados
o divorciados que en las familias intactas,
ESTUDIOS
44 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
aunque los investigadores no se han puesto
de acuerdo en cuanto a la extensión, grave-
dad y duración de los efectos en los mismos,
dada la gran variedad de factores intervi-
nientes y las diversas respuestas de los meno-
res (Emery et al. 1994). Pittman, por su par-
te, señala que la mayoría de los hijos de
padres divorciados vuelve a la normalidad
transcurrido un año, que la experiencia del
divorcio es terrible y deben estar preparados
para lo peor. No obstante son miles las pare-
jas que se separan todos los años y sobrevi-
ven. (1990).
Los efectos más importantes de la separa-
ción en los niños se dan en los primeros años
posteriores a la separación, disminuyendo
con el paso del tiempo, aunque se prolonga-
rán si los conflictos y tensiones entre los pro-
genitores continúan. Sean como fueren, las
situaciones de crisis familiar en general, y
las rupturas matrimoniales en particular,
suponen para los hijos menores de edad una
serie de eventos estresantes y adaptativos,
en cuyas circunstancias se hace imprescin-
dible la necesidad de proteger y respetar el
bienestar de los mismos en consonancia con
el momento evolutivo por el que están
pasando.
Para el tema que nos ocupa y al hilo de
estas observaciones, conviene que repare-
mos, aunque sea brevemente, acerca de la
percepción que los hijos pueden tener sobre la
separación de sus padres, lo que describimos
en tres aspectos:
a) El sentimiento de privación: Los hijos
sienten sin lugar a dudas el malestar
de sus padres y experimentan el senti-
miento de la pérdida del progenitor que
se separa o se va de casa, lo que sucede-
rá en mayor grado cuanto menor edad
tengan los hijos.
b) El sentimiento de desasosiego: Los
hijos viven con frecuencia dicho aconte-
cimiento con preocupación y temor
frente a su futuro, produciéndose a
veces conductas episodios preocupan-
tes o irregulares.
c) La triangulación en el conflicto paren-
tal. Se produce una triangulación en el
sentido de que el hijo es convertido en
portavoz de mensajes y arreglos de
cuentas de sus padres, obligándoles a
tomar partido por uno de los dos.
LAS POSICIONES DE LOS PADRES E
HIJOS ANTE LA SEPARACIÓN
Para poder responder a la pregunta cómo
orientar a los padres a la hora de comunicar a
los hijos la decisión de separarse, conviene
reparar en las posiciones bien distintas que
adoptan los padres y los hijos, aunque todo
está condicionado por el conjunto de variables
arriba indicadas:
· Entre los adultos podemos destacar dos
posiciones:
a) Considerar la separación como una
solución a los conflictos y en muchos
casos como una liberación del otro cón-
yuge conflictivo.
b) Definir la separación, al menos por una
de las partes, como una solución pro-
blemática no deseada, ya sea porque va
en contra de las condiciones o intereses
de una de las partes o porque va en con-
tra de las actuales condiciones de los
hijos, al estimarse que de esa forma su
futuro experimentará importantes
riesgos.
· Los hijos, por su parte, y cuanto más
niños son, presienten la separación de
sus padres como una amenaza a su futu-
ro, es decir, como una rotura de su vida.
En este estado de cosas se disparan en
los niños un conjunto de reacciones que
van desde el miedo a perder el amor de
sus padres a las fabulaciones que cons-
truyen sobre estos, como son las posibles
FERMÍN ROMERO NAVARRO
45
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
reconciliaciones, la vuelta a la situación
anterior, etc.
LA IMPORTANCIA DE LA
COMUNICACIÓN DE LA DECISIÓN
DE SEPARARSE
El capítulo referido a la importancia acer-
ca de la adecuada comunicación a los hijos de
la decisión de separarse, viene determinado
por múltiples factores. Aquí nos vamos a refe-
rir a dos: por la relación, que en el caso de los
hijos menores, tiene con la construcción de la
identidad de éstos, y por el sentimiento de
padres «fracasados» que dicha comunicación
puede generar en los padres.
La construcción de la identidad es un pro-
ceso que pasa por una serie de etapas, unas
más importantes que otras, siendo decisivas
para cualquier hijo las fases más tempranas.
En dicha construcción juegan un papel pri-
mordial los agentes socializadores significati-
vos, que en el presente caso son los padres.
El proceso de construcción de la identidad
pasa por la elaboración del autoconcepto y de
la autoestima. El primero hace referencia al
conjunto de percepciones que cada individuo
tiene de sí mismo. Es un constructo mental
formado por las múltiples percepciones, sen-
timientos, actitudes, valoraciones y expecta-
tivas que cada persona va elaborando de sí
mismo en los espacios interactivos donde se
desarrolla, principalmente en los grupos pri-
marios, uno de los cuales es la familia.
(Machargo, 1991). El segundo, la autoestima,
hace referencia al valor que los individuos
depositan en el yo que perciben. Es un aspec-
to básico del autoconcepto, en cuanto implica
un juicio valorativo del yo. (Palacios e Hidal-
go, 1999). Así pues, el primer concepto se
refiere a los aspectos cognitivos, a la percep-
ción e imagen que cada uno tiene de sí mismo,
el segundo concepto, la autoestima, señala los
aspectos evaluativos y afectivos, es decir,
cómo se valora y se acepta una persona.
La construcción de la identidad es una rea-
lidad dinámica que se inicia desde los prime-
ros años de la vida y se irá consolidando posi-
tiva o negativamente, dependiendo de múlti-
ples condiciones. Así mismo, es una realidad
multidimensional en cuanto que abarca tres
áreas básicas: el área sexual, el área social y
el área profesional. El área sexual implica la
identidad y aceptación del propio sexo y de
las consecuencias físicas, psicológicas y socia-
les del hecho sexual humano. Es decir, supo-
ne la realización del potencial sexual huma-
no. El área social comprende la construcción
de la identidad familiar, nacional, étnica,
religiosa, así como también la asunción del
patrimonio cultural al que los individuos se
adhieren en los micro y macrogrupos huma-
nos, lo que en el caso de los hijos le vendrá por
la vía paterna y la vía materna. El área pro-
fesional comprende las diferentes competen-
cias, recursos y habilidades que permiten a
los individuos desarrollarse y elaborar su
futuro valor económico y social con el que
integrarse en la sociedad lo mejor equipado
posible: el orden escolar, el orden profesional
y el orden sociorelacional.
Las funciones parentales están orientadas
a ofrecer las bases de la construcción de la
personalidad de los hijos con la que estos se
insertan en la sociedad, favoreciendo la mejor
socialización posible, previendo sus dificulta-
des, protegiéndoles, ofreciéndoles seguridad
y fortaleciéndoles ante las dificultades que
les supone realizar el camino de la autonomía
personal, la necesaria emancipación.
En este contexto se comprende la importan-
cia de la comunicación a los hijos de la decisión
de separarse, de tal manara que dicha comu-
nicación altere lo menos posible el proceso de
construcción de la identidad de los hijos, se
prevea los posibles impactos negativos, y
ambos padres refuercen y conjunten la orien-
tación y el ejercicio de sus funciones socializa-
doras en un proyecto común de estabilización.
Una segunda razón de la importancia de la
comunicación a los hijos de la decisión de
ESTUDIOS
46 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
separarse viene requerida por el sentimiento
de fracaso como padres que puede asaltar al
ánimo de la pareja que decide separarse.
La experiencia clínica y de mediación
familiar indica al respecto que muchos
padres, cuando se plantean seriamente la
comunicación de la separación a los hijos, lo
vivencian con tal angustia y desasosiego que
se ven asaltados por los sentimientos de cul-
pa y de padres fracasados. Todo ello les lleva
a replantearse si procede o no la separación, o
si es el momento oportuno. Tales supuestos
les pueden generar o una actitud positiva de
reflexión y de revisión, o una situación de
pseudoreconciliación. (Navarro Góngora y
J. Pereira, 2000, pp.182) Tal condición no
supondría otra cosa que alargar el conflicto
que han de resolver, empeorándose las rela-
ciones y profundizándose dichos sentimien-
tos negativos.
Una adecuada comunicación supone
encauzar las perspectivas de los hijos respec-
to al hecho de la separación, disipando dudas,
temores, incertidumbre, etc., y facilitando la
asunción de la separación y la adaptación a
sus consecuencias. Todo ello disminuirá la
confusión lógica de los hijos ante los aspectos
penosos de la separación.
LA DOBLE VÍA DE LA
COMUNICACIÓN FAMILIAR: LA
EXPLÍCITA Y LA IMPLÍCITA
La comunicación que los padres hacen a sus
hijos acerca de la decisión de separarse es algo
más que un acto transitorio e impuesto por la
precipitación de los hechos, aunque no exento
de preocupación e incertidumbre. Dicha comu-
nicación se ha de situar en un contexto mucho
más amplio, dentro de un modelo educativo
familiar omnicomprensivo, que permita satis-
facer las necesidades básicas de seguridad,
protección y desarrollo integral de los hijos.
Así como existe una educación o currículo
formal, explícito, y una educación implícita o
currículo informal, también existe una doble
comunicación familiar: la explícita y la implí-
cita.
Por comunicación familiar explícita se
entiende aquella por la que los padres trans-
miten a sus hijos de manera expresa cualquier
criterio educativo, norma, prohibición, conse-
jo, deseo, sentimiento, expectativa, decisión,
etc. Cuanto mayor importancia concedan los
padres al contenido de su comunicación,
mayor tiempo dedicarán a buscar las mejores
circunstancias y el mejor modo de hacerla,
pues de todo ello dependerá el efecto deseado.
La comunicación implícita o informal se
da cuando no se utilizan los canales explícitos
sino que se recurre a múltiples formas y
estrategias como son las frases de doble sen-
tido, frases con supuestos no explicados, que-
jas y desautorizaciones respecto al cónyuge,
etc. Es decir, tal comunicación se articula a
través de las múltiples y diversas frases con
doble sentido, signos orales y gestuales que
implican un «meta – lenguaje» y otros.
Se puede afirmar de manera analógica,
que así como los modelos educativos familia-
res están sustentados por «teorías implícitas»
(Rodorigo Rodríguez, A. y Marrero, 1993.
Rodrigo y Correa, 1999), también la comuni-
cación informal a los hijos de la separación de
los padres está influida por teorías implíci-
tas. Éstas se construyen mediante la recolec-
ción espontánea de experiencias en escena-
rios interpersonales, contienen conceptos,
ideas, sobre el origen y causas de los conflic-
tos y de la separación y facilitan la compren-
sión, la toma de decisiones frente a la ruptu-
ra de la pareja, la predicción del comporta-
miento de los otros y la organización de las
propias acciones.
Este tipo de comunicación suele ser incon-
trolado e irreflexivo por parte de los padres,
sin reparar en los impactos que pueden pro-
ducir en los hijos, ya que, con este tipo de
comunicación y a causa de los estados de áni-
mo que origina la separación, se corre el ries-
FERMÍN ROMERO NAVARRO
47
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
go de hacer ante los hijos proyecciones nega-
tivas e inculpatorias respecto al cónyuge.
Con frecuencia sucede que los hijos prevén
y saben de antemano de la separación de sus
padres antes de que estos se lo digan explíci-
tamente. De alguna forma, los padres ya la
han transmitido informalmente y los hijos,
por su parte, la deducen y a veces la prefie-
ren, supuesta la historia de conflictividad
habida entre los padres.
Cuando la comunicación de la separación
se hace a los hijos de manera informal, se
acrecientan en ellos el sentimiento de desaso-
siego y de incertidumbre, pues no saben en
qué condiciones van a quedar después de la
separación y cómo van a ser satisfechas sus
necesidades. Estos sentimientos se traduci-
rán en conductas negativas que a los padres
les resultan difíciles de controlar.
LOS CONDICIONANTES DE LA
COMUNICACIÓN DE LA
SEPARACIÓN
La comunicación explícita, o en el peor de
los casos la implícita, que los padres hacen a
los hijos acerca de la separación, que ya han
decidido, o que van a decidir, no se limita de
ordinario a un momento histórico concreto,
determinado por un comienzo y un final, car-
gado sin duda de tensión e incertidumbre,
sino que se inserta en un contexto psicosocial
más amplio, constituido por un conjunto de
elementos psicosociales, relacionados con los
siguientes factores o condiciones:
a) Las condiciones socioeconómicas de la
unidad familiar. Éstas producirán
mayor o menor desasosiego e inseguri-
dad, dependiendo de la solvencia o pre-
cariedad de la familia en general y de la
pareja en particular. Cuando tales con-
diciones son o se prevé que serán más
desfavorables para una de las partes, y
debido a los efectos negativos que esto
pueda producir en los hijos, la comuni-
cación que se les transmita acerca de la
separación estará teñida de un discurso
acusatorio y basado en la queja, para lo
que se utilizan frases como las siguien-
tes: «tu padre o tu madre te abandonó»;
«si él quisiera a sus hijos no haría lo que
está haciendo»; «yo no tengo dinero,
pídeselo a tu padre»; «no sé qué ha visto
en esa mujer que yo no tenga», «yo he
dado mi vida por él y por ustedes», «tu
madre nos abandonó», etc.
b) Condiciones psico-personales de la
pareja. La discreción de juicio para
diferenciar entre los impulsos emotivos
y la racionalidad para tomar decisio-
nes, la capacidad para asumir las con-
secuencias de las propias decisiones, la
fortaleza y estabilidad de ánimo para
afrontar las dificultades, son elementos
que revelan la consistencia y madurez
personal, necesarias para que cual-
quier pareja pueda afrontar la confu-
sión y el estado de cierto caos o debacle
que irremediablemente siguen de ordi-
nario a la ruptura del matrimonio. Las
parejas que viven la experiencia de la
separación con escasa consistencia o
madurez personal suelen adoptar algu-
na de las siguientes actitudes, lo que a
su vez va a dificultar la comunicación a
los hijos:
1) Negar lo ocurrido durante un largo
tiempo. Esto impedirá reconocer,
aceptar y superar las emociones
abrumadoras que invaden el estado
de ánimo de la pareja afectada. Tal
disposición llevará a utilizar el len-
guaje del engaño para explicar a los
hijos la ausencia del otro cónyuge.
2) Adoptar la postura autodestructiva.
Ésta se da cuando la pareja en cues-
tión se estanca en los sentimientos
de angustia y tristeza profunda,
para así dar a conocer a través de los
episodios de enfermedad o de soma-
tizaciones diversas que el causante
ESTUDIOS
48 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
de su estado de deterioro es su ex –
pareja que se ha separado y le ha
abandonado.
3) Uso de la venganza. En esta catego-
ría o disposición se encuentran
aquellas personas que, motivadas
por el resentimiento hacia sí mismos
o hacia su pareja, se lanzan a una
lucha por la custodia de los hijos,
movidos más por el deseo de vengan-
za que por el temor a perderlos. En
tales circunstancias los hijos se sien-
ten cuando menos manipulados y
forzados a tomar partido a favor de
uno y en contra del otro progenitor.
4) La huída hacia delante. Esta actitud se
da en aquellas parejas que, huyendo
del calvario que les supone la separa-
ción, prefieren abandonar y huir de las
responsabilidades, cayendo en el alco-
hol o en las drogas. En tales personas se
produce un proceso de deterioro, lo que
a su vez se convierte en un mensaje
subliminal por el que se les transmite a
los hijos una imagen negativa y genera-
dora de compasión.
c) Los estilos educativos. Muchos autores
defienden la hipótesis según la cual los
modelos educativos que presidían los
criterios y normas educativas previas a
la separación, continuarán después de
la misma. La comunicación a los hijos
acerca de la separación de los padres
tiene su ubicación natural en los estilos
educativos de los padres. Estos estilos
se mueven entre dos parámetros que
caracterizan los estilos de socialización
familiar: el control de los hijos y el apo-
yo parental. El primero se refiere al eje
que discurre entre la permisividad y la
coacción, la libertad de acción y la vigi-
lancia. El segundo, relativo al soporte
emocional que los padres brindan a sus
hijos, se articula a lo largo de un conti-
nuum que va desde la calidez afectiva a
la hostilidad. Del énfasis que los padres
pongan en estos ejes educativos depen-
derá la forma con la que comunican a
sus hijos la decisión de separarse y el
control sobres los posibles efectos.
CUESTIONES PRÁCTICAS: CUÁNDO
Y CÓMO COMUNICAR A LOS HIJOS
LA DECISIÓN DE SEPARARSE
No se trata de ofrecer un recetario, pues
son los padres quienes bien conocen a sus
hijos y saben cuándo y cómo llegar a ellos y
darles una noticia que ya presienten o saben,
aunque no oficialmente. Se trata de ofrecer-
les la palabra para permitirles así expresar
su vivencia, su visión de la situación conflicti-
va, a veces dramatizada por sus efectos
devastadores, y aclararles la incertidumbre
de su futuro que les produce la separación de
sus padres, para lo cual proponemos unas
orientaciones basadas en cuatro principios:
Primero: El ajuste emocional de los padres.
Los hijos no sufren tanto por la separación de
sus padres cuanto por la mala o inadecuada
relación que éstos manifiestan ante ellos.
Cuanto más cordial, controlada y coordinada
sea la relación de los padres, mayor serenidad
y estabilidad generan en los hijos a pesar de la
separación. El éxito de los hijos en su adapta-
ción a la separación o divorcio de sus padres
«se liga directamente a las posibilidades de
ajuste emocional de los padres y a las posibili-
dades de ambos de compartir, desde la distan-
cia, la función parental» (Navarro Góngora y
J. Pereira, 2000, pp. 188).
Segundo: La pareja ya separada debe
anteponer las necesidades de los hijos a las
suyas propias. Los padres han de estar aten-
tos a satisfacer las necesidades básicas que
de forma especial reviven los hijos en estas
circunstancias de crisis: seguridad de afecto y
de protección, previsión de su futuro, libera-
ción de posibles sentimientos de culpabilidad
con relación a sí mismo y con relación a sus
progenitores, educación integral, etc.
FERMÍN ROMERO NAVARRO
49
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
Tercero: Dar una imagen estable y compac-
ta de padres unidos, manifestando de esta
forma criterios educativos y normas coinci-
dentes y acordadas con las que orientan el
proceso educativo de los hijos.
Cuarto: Adaptarse a las edades y caracte-
rísticas de los hijos. Son los padres los que
mejor saben cuáles son estas circunstancias.
Ello implica conocer las reacciones y compor-
tamientos propios, al menos a grandes ras-
gos, de cada etapa, para poder contextualizar
y orientar las reacciones de los hijos.
De la mano de estos presupuestos podemos
responder, a título orientativo, a las siguien-
tes preguntas:
• ¿Cuándo comunicar a los hijos la
separación?
La respuesta ideal es que sea cuando la
decisión de la separación se haya tomado en
firme por ambas partes de la pareja, y no
antes, para así no dar lugar a que se disparen
en los hijos fabulaciones, solapadas alianzas
o la aparición de episodios preocupantes y así
los padres, por su parte, no cedan a pseudore-
conciliaciones, que las reacciones de los hijos
les puedan provocar.
• ¿Quién o quiénes han de comuni-
carlo?
Han de ser los dos miembros de la pareja,
acordando el contenido y la forma, para lo
cual es necesario emplear un tiempo de refle-
xión y de diálogo. El proceso de mediación
familiar ofrecerá sin duda un espacio privile-
giado, un clima adecuado y motivos que ins-
piran y orientan este diálogo.
• ¿Cómo comunicarlo?
La respuesta al cómo viene dada por la
influencia del ambiente que los propios
padres creen explícitamente en el proceso de
comunicación, al que deben de darle un tiem-
po concienzudo de preparación. Este ambien-
te debe estar alimentado por los siguientes
mensajes, que han de ser manifestados con
gran claridad y sencillez:
– Manifestar a los hijos la incondicionali-
dad del amor y protección de ambos
padres. Los padres seguirán siendo los
protectores y responsables del futuro de
sus hijos, pase lo que pase. Ellos no han
de temer por su bienestar presente y
futuro.
– Dosificar la explicación según lo preci-
san la edad de los hijos u otras circuns-
tancias de éstos. No decir o explicar más
de lo que los hijos necesitan y quieren
saber.
– No dramatizar la situación, ni ocultar
las dificultades existentes entre ellos
como pareja, lo que será para los padres
un acicate para una mayor y mejor dedi-
cación entre ellos a favor de los hijos.
– Evitar toda culpabilización tanto con
relación a cada miembro de la pareja
como en relación con los hijos. Ello per-
mitirá que no se instale el sentimiento
de culpa y como consecuencia no se blo-
queen las relaciones.
– No dar pie a encuentros o a conversacio-
nes con los hijos que les sugieran la
esperanza de la vuelta o del reencuen-
tro. El divorcio, en principio, es perma-
nente.
– Proyectar a los hijos el mensaje de que
la decisión de la separación es de los
padres y no de ellos. A los hijos no se les
debe permitir que tomen partido al res-
pecto ni darles pie para que esto suceda.
– No provocar ni admitir que los hijos se
conviertan en portavoces para hacer lle-
gar mensajes al otro padre.
Es necesario:
– Transmitir a los hijos que los criterios
educativos y normas a seguir continua-
rán siendo de decisión de los dos.
ESTUDIOS
50 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
– Evitar pautas de autoridad que sean
básicamente distintas y contradictorias
cuando los hijos están con el otro proge-
nitor, que observa el régimen de visitas.
– Mantener con los hijos las celebraciones
rituales al uso: cumpleaños, algunas
fiestas, comidas, salidas, etc.
– Mantener regularmente por parte del
padre no custodio el régimen de visitas
que le toca observar, sobre todo cuando
los hijos tienen pocos años, prolongando
las mismas pautas de conducta que el
otro progenitor sigue de ordinario.
– Evitar expresar ante los hijos las quejas
que se pueda tener del otro progenitor y
no dar pie a que cualquiera de los hijos
se crea en el deber de suplir la figura del
padre o madre ausente.
EL PAPEL DEL MEDIADOR
Con mucha frecuencia el mediador se ve
abordado por las preguntas de los padres
sobre cómo transmitir a los hijos la decisión
de separarse. La mediación familiar es un
espacio privilegiado para plantear esta cues-
tión y convertirla en contenido de los acuer-
dos de la pareja. El papel del mediador puede
ser descrito en los siguientes términos:
a) Fortalecer el equipo parental, ayudan-
do a los progenitores a conservar o en
su caso a recuperar la competencia
como padres y a contraponerla y dife-
renciarla de la relación de ex – cónyu-
ges. No es fácil preservar aquella al
mismo tiempo que se disuelve ésta.
Quienes lo consiguen demuestran pose-
er una capacidad de dominio de sus
desavenencias, sobre las que es posible
trabajar. La pareja parental y la conyu-
gal se han imbricado en la vida ordina-
ria. Un trabajo de mediación ha de
estar orientado, a través de los acuer-
dos, a deslindar la una de la otra, favo-
reciendo el distanciamiento en relación
con aquella situación en la que ambos
padres permanecen cerrados, pillados
en la trampa de rencores recíprocos. El
mediador debe facilitar la asimilación
de la separación y la adopción de nue-
vos roles y permitir a los dos padres ser
los actores de las modalidades de su
separación, pasando por un trabajo de
integración psíquica de su ruptura, que
se inicia con el proceso de duelo. Con
esta condición se dará lugar a la refle-
xión y al análisis de las buenas condi-
ciones que atañen a los hijos y a las que
la pareja ha de llegar a acordar, para
seguir actuando como padres.
b) Manejar adecuadamente el propósito
explícito que los padres tienen de no
hacer daño a sus hijos, devolviéndoles
esta voluntad como el mejor instrumen-
to para actuar positivamente a la hora
de comunicar a los hijos la decisión de
separarse.
c) Ayudar a los progenitores a pasar de
una paternidad/ maternidad interesada
en el disfrute personal del hijo/a a una
paternidad/ maternidad centrada en el
menor, lo que significa tener un fino
sentido de la responsabilidad y de la
generosidad.
d) Ayudar a la pareja a priorizar sus deci-
siones y actuaciones en función de la
satisfacción de las necesidades básicas
que tienen los hijos como son: seguri-
dad de afecto y protección, previsión del
futuro y liberación de posibles senti-
mientos de culpabilidad, ya sea en rela-
ción consigo mismo, ya sea en relación
con sus progenitores.
e) Ayudar a la pareja a que distinga y con-
trole la comunicación implícita de la
separación de la comunicación explícita.
f) Tener en cuenta la necesaria preven-
ción a cerca de las posibles interferen-
FERMÍN ROMERO NAVARRO
51
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
cias de terceros, familiares, amigos, que
puedan distorsionar los mensajes acor-
dados que los padres transmiten a sus
hijos en estas circunstancias en que
deciden separarse.
g) Plantear en el proceso mediador, como
objeto de acuerdo entre las partes, la
forma de realizar la comunicación a los
hijos sobre la decisión de separación,
concretando, según las edades de los
hijos y otras circunstancias relevantes,
el contenido, el cuándo y el cómo hacer
esa comunicación. Con relación a estos
acuerdos cabe sugerir las siguientes
disposiciones:
– Preservar la buena imagen de ambas
figuras parentales a los ojos de los
hijos.
– Preservar, en la comunicación ordina-
ria con los hijos, un espacio neutral
para que no se vean inducidos a tomar
partido por uno de sus progenitores,
ni implicarles en un posible conflicto
judicial.
– Transmitir con claridad y firmeza a los
hijos menores, que existen límites y
que las resoluciones judiciales son de
obligado cumplimiento también para
ellos.
– Observar explícitamente las posibles
conductas que los hijos puedan tener
como reacción ante la decisión de los
padres de separarse, para así poder
actuar en consecuencia.
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FERMÍN ROMERO NAVARRO
53
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
ESTUDIOS
54 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
RESUMEN: El conflicto es un fenómeno consustancial a las relaciones humanas. Las familias no escapan
a esta ley del conflicto humano, con sus potencialidades para el crecimiento y para la destruc-
ción. Lo peculiar del conflicto familiar en las sociedades modernas se circunscribe principal-
mente en el ámbito de la pareja, aunque no se reduce a ella. Cuando una pareja salda sus con-
flictos con la separación está tomando una de las decisiones más difíciles que debe afrontar,
siendo con frecuencia una experiencia dolorosa para la familia de procreación y las familias de
origen. La «cultura ganador / perdedor» prima en los escenarios del conflicto y, en el caso de la
separación y el divorcio, hace que el sistema legal, a través de los abogados, sea habitualmen-
te la primera puerta de entrada para la solución, consolidando las diferencias entre quienes
han de continuar relacionándose como padres, dejándolos en una situación de enfrentamiento
prolongado. La mediación, y en su caso la mediación familiar, requiere y a la vez promueve la
«cultura del acuerdo», del consenso, entre las partes en conflicto, definiendo el conflicto como
una dificultad a resolver por los miembros de la pareja. El presente artículo se estructura en
dos partes. En la primera, de carácter introductorio, desarrolla tres aspectos: la mediación
familiar, la cultura del acuerdo y la mediación y el campo de acción de la mediación familiar.
En la segunda parte, a modo de ensayo, se aborda un tema particular, pero recurrente y preo-
cupante entre los padres que deciden separarse: la comunicación a los hijos de la separación de
los padres y, para finalizar, se estudia el papel del mediador familiar respecto a este punto.

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  • 1. INTRODUCCIÓN C on el término crisis se ha querido definir a la familia moderna en contraposición con el modelo de familia tradicional, caracterizada por la estabilidad y continuidad de sus formas y elementos constitutivos. La familia actual atraviesa un largo periodo de cambios profundos y acelerados de tal envergadura que ha producido modificaciones que afectan no sólo a sus formas sino a sus elementos estructurales. Desde el punto de vista so- ciológico hay que hablar menos de familia, como modelo único y generalizado y hablar más de familias, como expresión que alude a las diversas formas de familias, que han ad- quirido reconocimiento social. Son las llama- das familias «postnucleares» o «postmoder- nas». ( Meil, G., 1999. del Campo, 1991). En ningún momento de la historia huma- na se han experimentado tantos cambios en tan corto periodo de tiempo. Muchas socieda- des cambian a tal velocidad, que solo el ritmo tan acelerado con que se produce, constituye uno de los principales factores de tensión para las familias. En muchas sociedades, las normas relacionadas con la crianza de los hijos y las relaciones entre los cónyuges se están viendo desbancadas por otras nuevas orientaciones y costumbres en proceso de establecimiento, produciéndose una especie de anomía en relación con las normas gene- ralmente aceptadas. El conflicto es un fenómeno consustancial a las relaciones humanas. Las familias no escapan a esta ley del conflicto humano, con sus potencialidades para el crecimiento y para la destrucción. Lo peculiar del conflicto familiar en las sociedades modernas se cir- cunscribe principalmente en el ámbito de la pareja, aunque no se reduce a ella, afectando por lo general a la familia de procreación y a las familias de origen. La pareja, casada o no, está en el núcleo de la familia. «La pareja vino al centro de la vida familiar al mermar el papel económico de la familia y convertirse el amor, o el amor y la atracción sexual, en la base de los lazos matrimoniales» (Giddens, 2.000, pp. 74) La comunicación, la intimidad y la satisfacción emocional se han convertido en la razón para establecer el vínculo y el motivo principal para legitimar su continua- 31 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40 * Doctor en Sociología. Profesor Titular de Univer- sidad. Universidad de Las Palmas La mediación familiar. Un ejemplo de aplicación práctica: la comunicación a los hijos de la separación de los padres. El papel del mediador FERMÍN ROMERO NAVARRO *
  • 2. ción. Por ello, el conflicto se gesta principal- mente en los espacios propios de la pareja y es dirimido por la misma, teniendo en cuenta para su solución la satisfacción o insatisfac- ción de las dimensiones emocionales y afecti- vas y no tanto otros criterios externos a ella (Romero, 2001, pp. 369). Cuando una pareja salda sus conflictos con la separación está tomando una de las deci- siones más difíciles que debe afrontar, siendo con frecuencia una experiencia dolorosa, aun- que también liberadora. La separación gene- ra, con mucha frecuencia, una fuerte carga de sufrimiento en todas las partes implicadas, lo que se vivirá como frustración, engaño, aban- dono, etc. En función de cómo se manejan estos sentimientos, se podrán canalizar más o menos adecuadamente o podrán incremen- tarse o incluso desviarse en una espiral per- versa del conflicto. Los conflictos y desacuerdos que surgen durante el proceso de ruptura de la pareja contienen tanto aspectos emocionales y afec- tivos, como aspectos legales y económicos, todos los cuales deben ser contemplados para una adecuada solución. Estos últimos aspec- tos, sobre todo en el caso de parejas con hijos, serán siempre aspectos transidos por el mun- do de las relaciones y emociones. Ello explica en gran medida que el procedimiento conten- cioso no sea el más adecuado (y así lo confir- ma la experiencia) para afrontar disputas con una clara base relacional y afectiva. La cultura ganador / perdedor prima en los escenarios de los conflictos y, en el caso de la separación y el divorcio, hace que el sistema legal, a través de los abogados, sea habitual- mente la primera puerta de entrada para la solución, consolidando las diferencias entre quienes han de continuar relacionándose como padres, dejándolos en una situación de enfrentamiento prolongado, que ni el paso del tiempo mitiga. La mediación, y en su caso la mediación familiar, requiere y a la vez promueve la «cul- tura del acuerdo», del consenso entre las par- tes en conflicto, definiendo el conflicto como una dificultad a resolver por las partes, ya que la solución adecuada al mismo está en las manos de éstas y compromete el futuro de ambas partes, que son principalmente los hijos. Si la pareja consigue llegar a acuerdos en mediación, puede tramitar su procedimiento de separación legal por vía consensual. Este procedimiento tiene la ventaja de que puede utilizar un mismo abogado y procurador, lo cual abarata el coste, disminuye la duración del procedimiento, elimina la figura del adversario repercutiendo de forma beneficio- sa sobre ellos y sus hijos, y evitar agresividad y represalias, tan frecuentes en estas situa- ciones conflictivas. La mediación familiar se entiende como un método que construye puentes entre partes en conflicto, generando capacidad de consen- so. Proporciona a la familia un espacio en el que puedan tener cabida todos aquellos temas sobre los que sus miembros deben tomar decisiones, tengan o no tengan rele- vancia legal (custodia, visitas, régimen eco- nómico...), integrando de forma armoniosa tales decisiones y las emociones asociadas a éstas. La mediación familiar ha entrado en las agendas de las políticas sociales de muchos países como un recurso que permite a los potenciales usuarios de las misma afrontar la separación o la disolución de la pareja y la continuidad en las funciones parentales. El Estado Español, a través del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y de las Comu- nidades Autónomas, tres de las cuales han publicado sus correspondientes leyes de Mediación Familiar (Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana), así como la iniciati- va privada a través de múltiples organizacio- nes, se han sumado a este nuevo movimiento de la mediación familiar, promoviendo y favo- reciendo su implantación en el tejido social. ESTUDIOS 32 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 3. La producción literaria sobre la media- ción en general, y sobre las técnicas de nego- ciación y de la mediación familiar en particu- lar, constituye un indicador más de la impor- tancia que la mediación está adquiriendo. Galdeano (2000) ha confeccionado una selec- ción parcial, que será completada, de 94 refe- rencias bibliográficas entre manuales y capí- tulos de libros sólo en lengua española, edita- dos en los últimos años. El presente artículo se estructura en dos partes. En la primera, de carácter introducto- rio, se pretende desarrollar tres aspectos: la mediación familiar, la cultura del acuerdo y la mediación y el campo de acción de la mediación familiar. En la segunda parte, a modo de ensayo, trato de abordar un tema particular, pero recurrente y preocupante entre los padres que deciden separarse: la comunicación a los hijos de la separación y, para finalizar, trata- ré el papel del mediador familiar respecto a este aspecto. PRIMERA PARTE LA MEDIACIÓN FAMILIAR 1. Contexto histórico La mediación familiar se inició en la segunda mitad de los años 70 en los Estados Unidos de América, extendiéndose posterior- mente a otros países de nuestro entorno. Para el caso de Europa es particularmente rele- vante la Recomendación número R(98)1 del Comité de Ministros del Consejo de Europa a los Estados miembros. Recomienda a los Estados miembros instituir y promover la mediación familiar o, en su caso, reforzar la mediación familiar existente. Subraya la efi- cacia de esta institución y señala entre otros beneficios la mejora de la comunicación entre los miembros de la familia, la reducción de los conflictos entre las partes en desacuerdo, el favorecimiento de convenios amistosos y el mantenimiento de relaciones personales entre padres e hijos. La mediación no es un recurso nuevo para la resolución de los conflictos. Ha existido siempre. La historia está llena de ejemplos en los que algunas personas de la comunidad, como los líderes religiosos o personas con autoridad e influencia, actuaban como ins- tancia directa cuando se acudía a ellos en busca de la resolución de los conflictos, cuan- do estos se presentaban. En la medida en que el Estado organiza y toma para sí la función de impartir justicia, la mediación va perdien- do el papel relevante que poseía. El ímpetu y desarrollo de la mediación hay que situarlo en el seno del movimiento de Resolución Alternativa de Litigios, conocido con las siglas ADR (Alternative Dispute Resolution), surgido en Estados Unidos a impulsos de dos fenómenos: la aparición de nuevas instituciones civiles como respuesta a las crisis de representatividad (Gotheil J. Y A. Schiffrin, 1996) y el aumento en cantidad y en complejidad de los procesos judiciales, pro- duciéndose la invasión de litigios y la inefica- cia del sistema legal para resolver los proble- mas (Singer, 1996 pp. 11-21). La mediación viene asociada, en la corriente norteamericana, a la idea de resolu- ción de conflictos entre diferencias, tal como indica Six, 1997. Al lado de esta corriente americana existe otra, la europea, para la que la mediación es considerada como un trabajo de regulación constante de las relaciones de las partes en conflicto: «Se trata, entonces, en la mediación, de poner en práctica sin cesar lazos nuevos entre unos y otros, en una ver- dadera creatividad; o de reparar los lazos que están flojos o que han sufrido algún acciden- te; o de gestionar rupturas de lazos, de dife- rencias» (pp. 186). Giró Paris (1997) prefiere hablar de «gestión de conflictos» en vez de «resolución de conflictos» y argumenta diciendo que «(...) El mediador no es un solu- cionador ingenioso de situaciones a las que los contrayentes no pueden hallar salida por FERMÍN ROMERO NAVARRO 33 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 4. su falta de genialidad, sino un atento gestor respetuoso con la dinámica interna del con- flicto y de su transformación» (pp.226) 2. En torno al concepto de mediación Moore, 1995 estudia la mediación dentro de un continuo de métodos de administración y resolución de conflictos, constituido por nueve formas: 1) La evitación del conflicto. 2) Las discusiones informales. 3) La negociación. 4) La mediación. 5) La decisión administrativa. 6) El arbitraje. 7) La decisión judicial. 8) La decisión legislativa. 9) El método extralegal. En las cuatro primeras formas, la solución del conflicto está en las manos de la decisión privada de las partes, en la quinta y la sexta la decisión está en las manos de un tercero de carácter privado, en la séptima y octava la decisión queda en manos de un tercero auto- rizado, legal (público) y en la novena la solu- ción queda en la decisión extralegal mediante la coerción. Cuanto más se aleja la solución del conflicto de la participación privada de las partes, más aumenta el poder y la coerción de un tercero y la probabilidad de un resultado basado en el binomio gana-pierde. Con frecuencia se suele confundir la mediación con arbitraje, negociación y conci- liación. En el arbitraje interviene un tercero, pero éste tiene poder decisorio. En la negocia- ción no interviene un tercero. La negociación se hace directamente entre las partes. La conciliación se realiza ante un tercero con poder coactivo. La mediación, por el contra- rio, elegida voluntariamente por las partes, es un proceso orientado a la consecución de unos acuerdos de interés para las mismas y, en el caso de la mediación familiar, de interés también para los hijos, conducido por el mediador, cuya figura está dotada de impar- cialidad, neutralidad, confidencialidad y de la preparación adecuada en técnicas de comu- nicación humana y de negociación. Difícil es precisar en todos sus términos qué es la mediación, debido a los diversos enfoques que al respecto tienen las escuelas. Moore define la mediación como «la interven- ción en una disputa o negociación de un ter- cero aceptable, imparcial y neutral, que care- ce de un poder de decisión, para ayudar a las partes en disputa a alcanzar voluntariamen- te un arreglo aceptable mutuamente». (opus cit. pp. 44) La mediación es algo más que una habili- dad que puedan usar el abogado o el psicólo- go. Es un método de gestión y de resolución de conflictos, que se desarrolla en un proceso de interacción humana, cargada de intereses contrapuestos e influenciada por las emocio- nes y los afectos de los implicados. Está orien- tada a hacer que cada parte empatice con el punto de vista del otro y que a su vez ambas sean los protagonistas del acuerdo, para todo lo cual el mediador utilizará las técnicas de comunicación y de negociación adecuadas. En otras palabras, «la mediación debe contribuir a restablecer los patrones constructivos de comunicación y negociación mediante la defi- nición de expectativas razonables para ambas partes» (Folberg y Taylor, 1994, pp. 157). La mediación es una práctica que no tiene corpus teórico propio, sino que se nutre de diversas fuentes, como son la Sociología, la Psicología, el Derecho y las técnicas de comu- nicación y de resolución de conflictos. De ahí que su epistemología sea interdisciplinaria. Como método de trabajo promueve la actitud de devolver a las partes implicadas las res- ESTUDIOS 34 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 5. ponsabilidades y el control de los conflictos. Permite que las mismas estructuren las pro- pias relaciones y posiciones ante los proble- mas, identifiquen las áreas de desacuerdo, desarrollen alternativas para resolver los conflictos y así llegar a acuerdos y a satisfacer los intereses de ambas partes. La mediación se constituye en un proceso creador de soluciones originales allí donde parecía que las puertas estaban cerradas. Ello supone la premisa básica de aceptar que las partes, salvo situaciones excepcionales, tienen recursos suficientes para resolver sus conflictos. La mediación es un escenario en el que, a modo de espejo, las partes redescubren sus capacidades para afrontar sus conflictos. La fe en sí mismas, que facilita el mediador, actuará de palanca o acicate. Entender así la mediación implica asumir que el resultado no será únicamente el acuerdo conseguido sino, sobre todo, el aprendizaje que se adquiere a lo largo de todo el proceso sobre las interaccio- nes necesarias para conseguirlo. Todo ello tendrá efectos positivos en el proceso sociali- zador de los hijos, en cuanto se les ofrece una oportunidad, una imagen, de cómo los padres, los adultos, resuelven sus conflictos. 3. La mediación familiar Respecto a la mediación familiar, el Tribu- nal de Montreal la explica de la siguiente for- ma: La mediación familiar puede ser definida como una intervención en un conflicto o una negociación por parte de una tercera persona aceptable a las partes, imparcial y neutral sin ningún poder de decisión y que pretende ayu- darles a que ellos mismos desarrollen un acuerdo (una «entente») viable, satisfactorio y capaz de responder a las necesidades de todos los miembros de una familia, en parti- cular las de los hijos e hijas».(Ripol-Millet, 2001. pp. 44). La mediación familiar no es una fórmula más o menos eficaz. Es un procedimiento mediante el cual las partes hacen un recorri- do en el que redefinen un conflicto irresoluble como resoluble, comprendiéndose a sí mis- mas como competentes para ello. El logro final no está tanto en los acuerdos logrados cuanto en el aprendizaje vivencial alcanzado, que lleva a la pareja a reajustar las propias creencias, las expectativas y las relaciones que ha de seguir manteniendo con el otro cón- yuge. Así mismo le permitirá resolver conflic- tos futuros de forma autónoma y eficaz. En este sentido, la mediación constituye un pro- ceso creador de soluciones originales. De entre las muchas virtualidades que ofrece la mediación familiar, deseo subrayar dos de ellas: 1) La medición familiar como ritual de la separación (Romero, 2001.) Así como existen los ritos esponsales, sean civiles o religiosos, no existen ritos que acom- pañan a los individuos en el tránsito de la separación. La mediación familiar actúa a modo de ritual de tránsito. Es un método que ofrece a los miembros de la pareja que se separa un adecuado tránsito a través del camino marcado por el conflicto, integrando de forma armoniosa las decisiones que las partes deben tomar, las emociones asociadas a aquellas y los cambios de status y roles. Favorece a que la ruptura de la pareja se constituya en un paso hacia delante en el ciclo evolutivo de la familia, y no en un obstáculo insalvable para cons- truir relaciones diferentes entre todos sus miembros y con el entorno de éstos. En la vida de cualquier matrimonio con hijos confluyen dos instituciones, la pareja parental y la pareja conyugal, imbricándose la una en la otra en la vida cotidiana, por lo que, al producirse la separación, se origina una afección más o menos importante en las funcio- nes parentales, debido al enfrentamien- to de la pareja conyugal. La mediación familiar permite realizar este tránsito, desvinculando ambas instituciones y redefiniendo las relaciones de padres en FERMÍN ROMERO NAVARRO 35 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 6. situación de separados, integrando de esta forma la antinomia que subyace, con el fin de introducir el punto de vista del mejor interés del hijo. 2) La mediación familiar y la reorganiza- ción familiar. Toda familia, en mayor o menor medida, tiene un orden o cohe- rencia interna, arropado por la cultura y la ideología dominante, por el que establece vínculos que soportan las relaciones, distribuye zonas de poder entre sus miembros y establece nor- mas, estatus y roles. De esta forma, la organización familiar realiza funciones especializadas y tareas en su interior, marcando la división y autonomía de sus miembros. Toda separación matri- monial supone en mayor o menor medi- da un desajuste de esta jerarquía u organización familiar, desfavoreciendo o impidiendo que cada miembro pueda desarrollarse como individuo diferen- cialmente de los demás. Cuando la organización familiar persiste en man- tener el orden en las relaciones familia- res, que la ruptura conyugal ha pertur- bado, se cuestionan las reglas para el funcionamiento, se entra en un proceso de crisis y se producen escisiones, segre- gaciones entre sus miembros y sistemas de exclusión. El objetivo final de la mediación es ayudar a restablecer la organización familiar desde una nueva configuración, ofreciendo una nueva identidad familiar, donde las figuras familiares adquieren nuevos significa- dos, respecto a la configuración familiar anterior. De esta forma se favorece el restablecimiento de las relaciones, aun- que ello será desde nuevos significados. 4. Características básicas de la mediación Existen unas características, recogidas con frecuencia por diversos autores, que son consustanciales a toda mediación para que ésta funcione con eficacia. (Ripol-Millet, 2001. Suares, M 1997). a) La mediación es un proceso que se desa- rrolla durante un tiempo cronológico, que más o menos se puede medir, y durante un tiempo psicológico según las singularidades de cada pareja. Es un proceso que empieza de una deter- minada forma y va evolucionando y avanzando a través de fases con pasos entremezclados hacia delante y hacia atrás en función de las características de las partes en conflicto, hasta llegar a los acuerdos satisfactorios. En este pro- ceso, la palabra y la escucha, junto a la mutua confianza que se va creando, tendrán un lugar privilegiado. b) Neutralidad e imparcialidad. Son dos características que se matizan entre sí y que tocan de lleno a la figura del media- dor. Significa que el mediador no podrá tomar partido por una de las partes, ni aun en el supuesto de que una de ellas ocupe la posición del débil. En tal supues- to, el mediador tratará de equilibrar el poder entre las partes mediante el uso de las técnicas adecuadas de comunicación. En el caso de que el mediador prevea que los acuerdos van a dañar a una de las partes, tendrá que interrumpir la media- ción. La neutralidad e imparcialidad del mediador permiten que las partes en con- flicto se confronten entre ellas mismas y pasen de mantener posiciones a buscar intereses comunes. Con esta posición neutral e imparcial el mediador les ayu- da a descentrar el conflicto de su posición dual, de enfrentamiento cara a cara, y les abre un espacio que no es ni de uno ni de otro, sino que pertenece a ambos, donde pueden ver el punto de vista del otro, redefinir las propias posiciones y encon- trar los intereses comunes. c) Confidencialidad. Tanto las personas en conflicto como el mediador se com- ESTUDIOS 36 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 7. prometen a guardar secreto de todo lo que se hable en las sesiones, incluidas las entrevistas individuales, y a no uti- lizar la información, que en éstas se produzca, en un posterior juicio o en contra el uno del otro. Las excepciones a este secreto se refieren a aquellas situa- ciones que dañan gravemente a un ter- cero y sean constitutivas de delito. d) Voluntariedad. La voluntad manifesta- da libremente en la elección de un mediador expresa el deseo de las partes de resolver el conflicto. Es verdad que la voluntad que se requiere no tiene el mismo tono y la misma transparencia en ambas partes del conflicto. Esta voluntad pasa por un proceso de supe- ración de resistencias que será más agudo en uno que en el otro miembro de la pareja y que el mediador ha de ges- tionar en la fase de premediación. La voluntariedad junto con la imparciali- dad y neutralidad son condiciones indispensables para que funcione la mediación. La voluntariedad impregna de protagonismo a las partes, las con- vierte en autoras de las acciones que desarrollan, de los discursos y narrati- vas que construyen y las responsabiliza de las consecuencias que ocurren en el proceso y de los acuerdos a los que lle- gan o dejan de llegar. La voluntariedad afecta también al mediador en un doble sentido: – Legitima el papel y el poder del mediador, otorgándole el permiso para actuar como tal. Este permiso es el que concede la autonomía necesa- ria para iniciar los pasos hacia una legitimación de los intereses que defi- nen el conflicto. – Permite al mediador suspender la mediación cuando lo considere opor- tuno por motivos que así se lo aconse- jan. e) Es un espacio de encuentro con funcio- nes múltiples, en cuanto que la palabra de los intervinientes adquiere un nuevo valor, se redefinen las relaciones inter- personales y ejerce efectos pedagógicos y terapéuticos no directamente busca- dos. LA MEDIACIÓN Y LA CULTURA DEL ACUERDO A pesar de la cultura de la solidaridad por la que hoy se aboga, vivimos en una sociedad competitiva, agresiva y violenta, en la que parece que se impone la competición a la cola- boración, la confrontación al consenso y al acuerdo, la disputa al diálogo, el poseer al ser, los derechos individuales a los colectivos, resultando que prima más el éxito, el logro, que los medios. En las macrohistorias de los pueblos en conflicto como en las microhistorias de los pequeños grupos humanos ha dominado el paradigma ganador / perdedor, de tal forma que, en virtud de su internalización en el inconsciente colectivo e individual, ha perme- abilizado los esquemas mentales y actitudi- nales con los que los seres humanos buscan la solución a los conflictos. Hemos sido sociali- zados más en la fuerza o razón del poder que en el poder de la razón. Este «modelo cultu- ral» favorece y desarrolla, desde una perspec- tiva etnocéntrica, el punto de vista personal como el verdadero, el justo, el adecuado, el conveniente. Como consecuencia, dicho modelo promueve la hostilidad frente al que piensa de forma distinta, intensifica la resis- tencia al cambio y fomenta el conflicto. El uso de la vía contenciosa como medio para resolver los conflictos, ( lo que en muchos asuntos es la solución menos mala), tiende a mantener y a reproducir el esquema ganador / perdedor, favoreciendo la confron- tación y la imposición en virtud de la fuerza del poder de quien lo posea. FERMÍN ROMERO NAVARRO 37 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 8. La falta de información y el desconoci- miento de las alternativas de resolución de conflictos hacen que, en el caso de las separa- ciones y divorcios, la mayoría de las parejas en conflicto decidan iniciar la vía judicial, acudiendo a un abogado que defienda su caso en vez de optar por la mediación familiar. La expectativa de vencer al otro, en vez de resolver el conflicto, dinamiza y contagia todo el proceso jurídico. Quien acude a la vía contenciosa se somete a la decisión de un ter- cero con poder, el veredicto del juez, con el fin de que se le adjudique la razón. Paradójica- mente, el camino elegido le impedirá solucio- nar el conflicto, al menos durante el periodo que dure el proceso, en el mejor de los casos, y le obligará a renunciar al propio protago- nismo. La dinámica que genera dicha expectativa, trae consigo tres efectos interdependientes: la radicalización de las posiciones de ambos miembros de la pareja y la crispación de la relación interpersonal. De por sí, las senten- cias judiciales no ponen de acuerdo a las pare- jas que se separan y quienes luego han de seguir tratándose como padres. En la postse- paración suele agrandarse más la espiral de la confrontación. El tercer efecto tiene que ver, por una parte, con el aprendizaje de las «armas legales» que tiene lugar durante el largo recorrido por el que puede pasar una pareja: medidas provisionales, separación, divorcio, ejecución de sentencia, modificación de medidas, apelaciones, etc. y, por otra par- te, con sustituir las normas que conducen las relaciones familiares por las normas legales, generándose así una interminable dependen- cia judicial. Las formas tradicionales de regulación de los conflictos están en crisis. Se precisa de una nueva cultura, la «cultura del acuerdo» que prime el diálogo, la visión bidireccional de los puntos de vista, la empatía, la conver- gencia y el descubrimiento de los intereses comunes, la salvaguarda de las relaciones interpersonales, la colaboración, la confianza interpersonal, el consenso y el acuerdo. Subrayar más aquellos puntos que unen que los que separan. Los conflictos se resuelven con los acuerdos y se enquistan con los enfrentamientos. En la sociedad actual se están produciendo una serie de condiciones que demandan y hacen posible la cultura del acuerdo, como son, dicho de forma breve, la multiplicación de los conflictos, la inadecuación de la res- puesta judicial clásica, la incidencia de la complejidad y el incremento del valor de la privacidad y del protagonismo de los indivi- duos frente a las imposiciones instituciona- les. Además, en el caso de las separaciones y divorcios, la cultura del acuerdo demanda en beneficio de los hijos una autonomía crecien- te de los esposos, permitiéndoles regular los efectos de la separación en aquellos y prote- ger las funciones parentales. A las condiciones indicadas hay que añadir la situación de multiculturalidad a la que se abren las sociedades actuales. De modelos culturales uniformes, propios de las socieda- des tradicionales, pasamos a modelos sociales multiculturales, (Lamo de Espinosa, 1995; Donati, 1997), en los que no caben respuestas de carácter segregacionistas o de asimilación, sino de carácter intercultural, el llamado interculturalismo, (Brotóns Valero, 1994), que aboga por el respeto a la diferencia y el enriquecimiento en la diversidad. Este multi- culturalismo no está lejos del hecho familiar. Cada vez aumentan más las llamadas pare- jas y matrimonios mixtos, quienes en situa- ción de separación y divorcio invocan sus peculiaridades culturales y regímenes jurídi- cos del país de origen. He aquí un nuevo reto para la sociedad en general y para las nuevas familias en particular, que cada vez más se está convirtiendo en objeto necesario de estu- dio. La mediación es esencialmente cultura del acuerdo, en cuanto se basa en ésta, la des- arrolla y la potencia. Mediante la definición de expectativas razonables para ambas par- ESTUDIOS 38 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 9. tes, la mediación contribuye a restablecer los patrones constructivos de comunicación y negociación (Folberg y Taylor, 1984, pp.157; Bush y Folger, 1994) describen su mediación transformadora como un método en el que la revalorización y el reconocimiento entre las partes en conflicto forman parte esencial de ese cambio que les lleva a pasar del enfrenta- miento a la colaboración. Bolaños (2000), por su parte, estudia la mediación como un espa- cio cooperativo. La mediación familiar ofrece la creación de un contexto donde las partes afectadas pueden encontrar y generar condi- ciones para un cambio cultural de perspecti- va ante el conflicto. Para Risolía de Alcaro (1996) «un objetivo básico de la mediación familiar es lograr no tanto un acuerdo sino la colaboración a través de un acuerdo» (pp. 115-117). La mediación es, pues, transformación de actitudes y valores competitivos en actitudes y valores cooperativos. Conlleva un aprendi- zaje nuevo que afecta no sólo al conflicto con- creto, objeto de la mediación, sino a nuevas formas de resolver futuros conflictos, lo que incidirá saludablemente en el tejido social. La expansión y la utilización de la media- ción en general y de la mediación familiar en particular se encuentran aún en la sociedad española en un estado incipiente. Por ahora la mediación ha llegado más a los profesionales que a los usuarios potenciales, y no porque sea una necesidad inventada, sino porque al supo- ner un cambio cultural, es una necesidad no expresada todavía de forma explícita. Late en los espacios de profesionales sensibles a la mediación una cierta confrontación por con- servar monopolios y competir con aquellos otros a los que consideran ajenos a esta mate- ria. Al igual que ha sucedido en otros países, que se han adelantado al movimiento de Alter- nativas de Resolución de Conflictos, en Espa- ña está surgiendo una nueva profesión de ges- tión y resolución de conflictos, el mediador, que puede proceder de formación de origen distinta al licenciado en derecho, y cuyo papel no pertenece en exclusivo a una disciplina. Por el contrario, el ejercicio profesional de la mediación exige una formación multidiscipli- nar e interdisciplinar. La interdisciplinarie- dad será el reto a asumir por parte de los pro- fesionales que se acercan a la mediación. Se impone, pues, un conjunto de medidas de carácter múltiple (culturales, académicos, socio-profesionales, políticas...) encaminadas a potenciar la introducción y el uso en la sociedad española de la mediación en general y de la mediación familiar en particular, superando todo sectarismo profesional. La información a la ciudadanía acerca de la exis- tencia de la mediación como recurso a usar en situaciones de conflicto y la formación acadé- mica de los profesionales mediadores son pie- zas fundamentales para el desarrollo adecua- do de la mediación familiar. EL ÁMBITO DE ACTUACIÓN DE LA MEDIACIÓN FAMILIAR El ámbito de actuación de la mediación familiar viene determinado principalmente por dos situaciones que afectan a los procesos de separación y a las relaciones entre los miembros de la unidad familiar: la separación de la pareja, sea o no casada, y sus efectos, y las situaciones conflictivas entre los miem- bros de la unidad familiar, sean éstas deriva- das o no de la separación de los cónyuges. Estas dos situaciones quedan aclaradas si precisamos a continuación las dos cuestiones siguientes: a) En qué situaciones mediar. b) Sobre qué mediar, es decir, cuál es el contenido de la mediación. c) Finalización y contraindicación de la mediación A) En qué situaciones mediar Se ha de precisar bien cuál es el campo de actuación de la mediación para no confundir- FERMÍN ROMERO NAVARRO 39 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 10. la ni con el asesoramiento jurídico, ni con la orientación o consulting, ni tampoco con la terapia psicológica. (Ripol-Millet, 2001, pp. 57). La mediación supone haber tomado la decisión en firme de separarse, al menos por una de las dos partes de la pareja. Supuesto lo indicado, señalamos las siguientes situa- ciones en las que se puede mediar: 1. El ideal es que la mediación sea solici- tada antes de comenzar el proceso jurí- dico, no obstante, la mediación tiene cabida en cualquier momento del citado proceso: antes, en y después de la sepa- ración, con la salvedad de que no se puede realizar la mediación si, en caso de estar el proceso jurídico en marcha, no se paraliza previamente. Nada impi- de en el Ordenamiento jurídico español que el proceso de negociación, normal- mente previo a la interposición de la demanda, prosiga o se inicie después de comenzado el proceso. 2. Cuando los cónyuges no están satisfe- chos con las medidas establecidas en la resolución judicial de la separación y solicitan la intervención del mediador para replantearlos y llegar acuerdos entre ellos. 3. Cuando el propio juez considere oportu- no indicar la mediación en beneficio del menor, apoyándose en el art. 158.3 del Código Civil donde se dice: «En general, las demás disposiciones que considere oportunas a fin de apartar al menos de un peligro, o de evitarles perjuicios». El peligro del menor, al que se refiere el citado artículo, puede ser de índole psi- cológica y provenir del enfrentamiento grave entre los progenitores, por lo que puede ser recomendable la mediación. 4. Cuando una vez separados, los padres quieren retomar y reelaborar los acuer- dos contenidos en el convenio regula- dor, lo que puede suceder en uno de los tres supuestos siguientes: – Porque ha cambiado alguna circunstan- cia de uno o de ambos cónyuges. – Porque los acuerdos tomados ya no se ajustan a las nuevas circunstancias de los hijos. – Porque han surgido aspectos puntuales no previstos en el convenio regulador. 5. En aquellas situaciones de conflicto que se generan por dificultades que blo- quean los procesos de acuerdos entre los miembros de la unidad familiar, como son entre otros los siguientes: – Conflictos entre hermanos generados por responsabilidades que han de com- partir o de asumir respecto a otros miembros de la unidad familiar, como suele ser el cuidado de enfermos, dismi- nuidos psíquicos o físicos, ancianos, etc. – Conflictos derivados por procesos de emancipación no concluidos, como suce- de con los jóvenes adultos que alargan la dependencia de los padres. – Conflictos generados por motivos de herencia que enfrentan a los miembros de la familia. – Familias en situación de acogentes o de padres adoptivos que necesitan llegar a acuerdos con los padres o madres bioló- gicos/as o con sus familiares más direc- tos. – Otras situaciones. B) Sobre qué mediar: el contenido de la mediación El contenido de la mediación está en rela- ción con todos aquellos aspectos que dificul- tan o posibilitan el desarrollo armónico y flui- do de las funciones parentales, las relaciones entre padres, hijos, hermanos y las relaciones de la pareja en su condición de ex-esposos. En ESTUDIOS 40 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 11. dos ámbitos principales se concentra la mediación familiar: los aspectos jurídicos – económicos y los aspectos educativos. b.1. Aspectos jurídicos-económicos Dada la importancia de la familia como institución social, el proceso de ruptura fami- liar lleva aparejado inevitablemente conse- cuencias judiciales. Su carácter coercitivo, alienado al esquema «gana/pierde», le otorga un considerable potencial de escalonamiento del conflicto, por lo que constituye un área prioritaria para la mediación, todo lo cual se agudiza con los aspectos económicos y finan- cieros, como son los siguientes: 1) Pensión alimenticia para los hijos 2) Pensión compensatoria para el cónyuge que la solicita. 3) Guarda y custodia 4) Patria potestad (salud, ocio, educación integral, ...) 5) Régimen de visitas. 6) Separación de bienes. 7) Liquidación de bienes. 8) Uso del domicilio conyugal. 9) Cambio de vivienda. 10) Cambio de lugar de residencia. 11) Obligaciones fiscales: declaración con- junta o separada de la renta, de venta de los bienes, etc. Aspectos legales a tener en cuenta: 1) Patria potestad compartida. 2) Patria potestad con excepciones. 3) Separaciones de hecho no judiciales: capitulaciones de bienes ante notario, con remisión al Registro de Propiedad. 4) Prescripciones legales en relación con los cambios de guarda y custodia, y régimen de visitas. 5) Aspectos que no pueden ser objeto de mediación: • Violencia sexual • Malos tratos: físicos y psíquicos a menores o entre adultos. • Abusos sexuales. • Falta del libre consentimiento. b.2. Aspectos educativos Como se mencionó anteriormente, otro objetivo prioritario de la mediación es la reducción de los posibles daños de la separa- ción en los hijos y el mantenimiento de las responsabilidades parentales en la tarea edu- cativa. A continuación se señalan algunos de los aspectos relacionados con la educación de los hijos que, en beneficio de estos, deben ser objeto de acuerdo por parte de los padres. 1) Pautas de autoridad a consensuar y a respetar en la situación de separados. 2) Clarificación de las figuras paterna y materna, de las responsabilidades edu- cativas y del cuidado de los hijos en relación con la nueva situación de sepa- rados. Distribución de responsabilida- des. 3) Criterios educativos y pautas básicas a consensuar a favor de la educación de los hijos según las edades y circunstan- cias. 4) Control de la tendencia existente a uti- lizar a los hijos como «portavoces» o «mercancías» de cambio o de chantaje emocional por parte de los padres. 5) Definición de la relación con las nuevas figuras paterno/materna y/o de herma- nastros que se pudieran dar en caso de FERMÍN ROMERO NAVARRO 41 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 12. que uno de los dos creara una nueva familia, lo que a su vez conlleva relacio- nes con la nueva familia extensa. 6) Bloqueos o resistencias emocionales que dificultan las relaciones armónicas entre padres e hijos, entre hermanos y entre otros miembros. 7) Dinámica de la protección y educación de los hijos que el padre no custodio ha de seguir durante el cumplimiento del régimen de visitas. 8) Criterios a consensuar para la toma de decisiones ante situaciones extraordi- narias de los hijos: enfermedades, cam- bios de colegio o de residencia estudian- til, etc. 9) Criterios a tener en cuenta para des- arrollar conjuntamente la educación integral de los hijos: educación moral, ética, religiosa, elección de estudios profesionales o universitarios, activida- des extraescolares, etc. 10) Criterios que orientan la conveniencia de la ayuda o intervención de terceros en la crianza, protección, ayuda y edu- cación de los hijos: abuelos, tíos u otras personas que se acercan a la nueva situación de la familia. 11) Asistencia a las reuniones convocadas por los colegios de los hijos. C) Finalización y contraindicación de la mediación La filosofía que rige la mediación resulta tan atrayente que puede dar lugar a una visión excesivamente optimista de la misma, llegando al error de creer que la mediación es la panacea para la resolución de todos los pro- blemas o conflictos familiares. La mediación opera esencialmente partiendo de la libre voluntad de las partes, y es ahí donde se pue- de encontrar mediatizada por alguna circuns- tancia, ya que la mediación tiene sus limita- ciones. En este sentido, y a tenor de lo que se indicó más arriba, la mediación familiar está contraindicada en los siguientes casos: – Cuando alguno de los miembros de la pareja no ejerza control sobre su volun- tad y, por lo tanto, sea incapaz de asu- mir compromisos adquiridos, como suce- de en los casos de alcoholismo, drogadic- ción, trastornos mentales graves y otras patologías psicosociales. – Tampoco es aconsejable la mediación en los supuestos en los que uno de los miembros de la pareja, o sus hijos, sean objetos de violencia familiar física o psí- quica grave. En tales supuestos, las decisiones estarían inevitablemente condicionadas por el desequilibrio de poder existente en la pareja. La respon- sabilidad del mediador exige en estos casos tomar las precauciones necesarias para garantizar en todo momento la seguridad del sujeto objeto de agresión. En síntesis, no cabe la mediación fami- liar en las situaciones siguientes: Vio- lencia sexual, malos tratos físicos y psí- quicos a menores o entre adultos, abu- sos sexuales y la falta del libre consen- timiento. La mediación concluye de dis- tinta forma: por la firma de los acuer- dos, por la interrupción de una de las partes o por decisión del mediador, cuando considere que se ha dado alguna de las contraindicaciones, antes men- cionadas. SEGUNDA PARTE INTRODUCCIÓN Un tema recurrente en los procesos de separación tratado en la terapia y en la mediación familiar es el que se refiere a la comunicación a los hijos acerca de la separa- ción de los padres. Es un tema que genera gran preocupación a los padres quienes ESTUDIOS 42 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 13. temen hacer daño a los hijos y perder el cari- ño y el control sobre ellos. El acierto en la forma de comunicar a los hijos dicha decisión permite amortiguar los efectos contraproducentes de la separación y orientar más fácilmente el futuro de los hijos después de la misma. Las parejas que se separan terminan para- dójicamente «trabadas como parejas y enfrentadas como padres». Cuando se logra superar la paradoja, es decir, separándose efectivamente como parejas, asumiendo las diferencias que no pueden superar y uniéndo- se como padres en el ejercicio de las funciones parentales, se está en la disposición más favorable de afrontar la comunicación a los hijos sobre tal decisión. El tema que nos ocupa en esta segunda parte se desarrolla en ocho puntos: 1. Consideraciones previas sobre la sepa- ración conyugal. 2. Los impactos de la separación en los hijos. 3. Las posiciones de los padres e hijos ante la separación. 4. La importancia de la comunicación de la decisión de separarse. 5. La doble vía de la comunicación fami- liar. 6. Los condicionantes de la comunicación de la separación. 7. Cuestiones prácticas: cuándo y cómo comunicar a los hijos la decisión de separarse. 8. El papel del mediador. CONSIDERACIONES PREVIAS SOBRE LA SEPARACIÓN CONYUGAL La separación de la pareja no es un aconte- cimiento que, por lo general, surge de súbito sin que previamente se produjeran señales de aviso. Es un acontecimiento que se genera a lo largo de un proceso, según el cual cada miembro de la pareja, aunque con ritmos dis- tintos, lo va elaborando de alguna forma en su foro interno como la solución última ante una situación problemática, que la pareja no logra resolver. Las energías emocionales y los intentos de solución que se emplean, las expectativas y frustraciones que se experimentan en dicho proceso adquieren tal calibre que los afecta- dos se vuelven muy agobiados con importan- tes dificultades para responder con lucidez y serenidad a las necesidades de los hijos. Lle- vados por la angustia, los padres recurren a los hijos, las más de las veces sin previa refle- xión sobre sus efectos, en busca de apoyo y ayuda, lo que supone agregar sobre los débi- les hombros de éstos una carga demasiado pesada, y, cuando no, los utilizan, unas veces, como chivos expiatorios sobre los que descar- gan toda su agresividad y, otras, como puen- tes para enviar a través de los mismos, a vuelta de correo, las facturas pendientes, es decir, las mutuas frustraciones, decepciones y solapados desquites. Así pues, cuando la pareja se desgarra en el proceso de separación o divorcio, ofuscada por la situación y perturbada emocionalmente, ambos miembros de la misma entran en un estado de ambigüedad o incertidumbre por el que oscilan entre ceder o retener, imputarse o comunicarse, agredirse con o sin violencia, manejando estrategias que aumentan la con- frontación. En estas circunstancias, los niños son víctimas de un gran sufrimiento e incerti- dumbre. Se convierten en testigos de la violen- cia, que se dispara entre sus padres y en obje- to de castigo y de monedas de cambio. De ellos se espera, en la maraña del conflicto, que tomen parte en el interés de uno de los dos. Afrontar una situación de separación y divorcio suele ser en la mayoría de los casos una experiencia penosa y estresante para la vida de la familia y la propia pareja. El nivel de estrés y de ansiedad que produce la sepa- FERMÍN ROMERO NAVARRO 43 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 14. ración está reconocido por los estudiosos den- tro de los más elevados que se puede experi- mentar en la biografía de cualquier persona. Se ha constatado que los tres acontecimientos que producen más estrés son: la muerte del cónyuge o de un miembro de la familia, la separación conyugal y la mudanza de una casa. A lo indicado hay que añadir que el nivel de estrés que produce la separación correlaciona con un conjunto de variables como son las siguientes: el tipo de conflicto que ha generado la separación, el tiempo que ha durado, la edad de los cónyuges, los años de convivencia marital, el número de hijos y sus edades, y los recursos que tiene la pareja para afrontar la situación de separación, etc. La separación matrimonial es un aconteci- miento de múltiples dimensiones: jurídica, ética, social, económica y principalmente emocional, psicológica. Refiriéndonos a la dimensión psicológica, conviene señalar que la separación supone un proceso de redefinición del significado de los estatus y roles de ambos miembros de la pare- ja. Supone redefinir al otro cónyuge como alguien que ya no es «mi pareja», el comple- mento afectivo para el futuro; todo lo cual entraña desandar el camino del enamoramien- to, elaborado durante el tiempo de convivencia habido en la pareja. Supone también redefinir- se a sí mismo y entrar en otro estatus social, el de «separado», «divorciado», es decir, «no casa- do», lo que implica el aprendizaje de nuevos roles y tareas. En fin, se experimenta un nue- vo estado de resocialización, no exento de difi- cultades de adaptación y aprendizaje, en el que hay que definir nuevas funciones parentales, un nuevo ajuste personal y la reconstrucción de las relaciones con la red social. ( Navarro Góngora y J. Pereira, 2000, pp. 188). LOS IMPACTOS DE LA SEPARACIÓN EN LOS HIJOS Las tasas de separación y divorcio en España han seguido una evolución ascenden- te desde la aprobación en 1981 de la Ley por la que se regulan las rupturas conyugales. Según los datos del Consejo General del Poder Judicial se ha pasado de 16.363 (6.880 separaciones y 9.483 divorcios) en 1981 a 59.463 (36.272 separaciones y 23.191 divor- cios) en 1990, alcanzándose, en 1998, 92.909 rupturas (56.837 separaciones y 36.072 divorcios). Estas cifras continúan aumentan- do en los dos últimos años contabilizados: 1999 y 2000, siendo respectivamente como siguen: año 1999: 96.580 (59.547 separacio- nes y 36.900 divorcios), año 2000: 103.548 (63.430 separaciones y 39.973 divorcios). Comparando estos últimos datos con el número de matrimonios que se celebran, se puede afirmar que por cada dos parejas que se casan se rompe un matrimonio. En España, el 90% de las mujeres y hom- bres que se separan tienen hijos. Más de la mitad tiene uno o dos hijos. En un 25% de los casados hay tres o cuatro hijos. Respecto a la edad de los hijos, uno de cada tres hijos de familia separada tiene menos de cinco años, y uno de cada cinco ronda la mayo- ría de edad o la sobrepasa. La bibliografía existente relacionada con los efectos de la separación en los hijos es muy amplia, lo que señala la gran importan- cia que los investigadores conceden al estudio de las repercusiones (a nivel emocional, cog- nitivo y social) de la ruptura del núcleo fami- liar sobre sus miembros más vulnerables (Doménech, 1994). La mayoría de los trabajos se centran en los efectos a corto plazo siendo escasos los que contemplan los efectos a largo plazo. La mayoría de las parejas superan el pro- ceso de separación física, psíquica, legal y económica entre el primer y segundo año de la ruptura. Por parte de los hijos, se ha obser- vado que existen más problemas de adapta- ción en niños de familia de padres separados o divorciados que en las familias intactas, ESTUDIOS 44 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 15. aunque los investigadores no se han puesto de acuerdo en cuanto a la extensión, grave- dad y duración de los efectos en los mismos, dada la gran variedad de factores intervi- nientes y las diversas respuestas de los meno- res (Emery et al. 1994). Pittman, por su par- te, señala que la mayoría de los hijos de padres divorciados vuelve a la normalidad transcurrido un año, que la experiencia del divorcio es terrible y deben estar preparados para lo peor. No obstante son miles las pare- jas que se separan todos los años y sobrevi- ven. (1990). Los efectos más importantes de la separa- ción en los niños se dan en los primeros años posteriores a la separación, disminuyendo con el paso del tiempo, aunque se prolonga- rán si los conflictos y tensiones entre los pro- genitores continúan. Sean como fueren, las situaciones de crisis familiar en general, y las rupturas matrimoniales en particular, suponen para los hijos menores de edad una serie de eventos estresantes y adaptativos, en cuyas circunstancias se hace imprescin- dible la necesidad de proteger y respetar el bienestar de los mismos en consonancia con el momento evolutivo por el que están pasando. Para el tema que nos ocupa y al hilo de estas observaciones, conviene que repare- mos, aunque sea brevemente, acerca de la percepción que los hijos pueden tener sobre la separación de sus padres, lo que describimos en tres aspectos: a) El sentimiento de privación: Los hijos sienten sin lugar a dudas el malestar de sus padres y experimentan el senti- miento de la pérdida del progenitor que se separa o se va de casa, lo que sucede- rá en mayor grado cuanto menor edad tengan los hijos. b) El sentimiento de desasosiego: Los hijos viven con frecuencia dicho aconte- cimiento con preocupación y temor frente a su futuro, produciéndose a veces conductas episodios preocupan- tes o irregulares. c) La triangulación en el conflicto paren- tal. Se produce una triangulación en el sentido de que el hijo es convertido en portavoz de mensajes y arreglos de cuentas de sus padres, obligándoles a tomar partido por uno de los dos. LAS POSICIONES DE LOS PADRES E HIJOS ANTE LA SEPARACIÓN Para poder responder a la pregunta cómo orientar a los padres a la hora de comunicar a los hijos la decisión de separarse, conviene reparar en las posiciones bien distintas que adoptan los padres y los hijos, aunque todo está condicionado por el conjunto de variables arriba indicadas: · Entre los adultos podemos destacar dos posiciones: a) Considerar la separación como una solución a los conflictos y en muchos casos como una liberación del otro cón- yuge conflictivo. b) Definir la separación, al menos por una de las partes, como una solución pro- blemática no deseada, ya sea porque va en contra de las condiciones o intereses de una de las partes o porque va en con- tra de las actuales condiciones de los hijos, al estimarse que de esa forma su futuro experimentará importantes riesgos. · Los hijos, por su parte, y cuanto más niños son, presienten la separación de sus padres como una amenaza a su futu- ro, es decir, como una rotura de su vida. En este estado de cosas se disparan en los niños un conjunto de reacciones que van desde el miedo a perder el amor de sus padres a las fabulaciones que cons- truyen sobre estos, como son las posibles FERMÍN ROMERO NAVARRO 45 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 16. reconciliaciones, la vuelta a la situación anterior, etc. LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN DE LA DECISIÓN DE SEPARARSE El capítulo referido a la importancia acer- ca de la adecuada comunicación a los hijos de la decisión de separarse, viene determinado por múltiples factores. Aquí nos vamos a refe- rir a dos: por la relación, que en el caso de los hijos menores, tiene con la construcción de la identidad de éstos, y por el sentimiento de padres «fracasados» que dicha comunicación puede generar en los padres. La construcción de la identidad es un pro- ceso que pasa por una serie de etapas, unas más importantes que otras, siendo decisivas para cualquier hijo las fases más tempranas. En dicha construcción juegan un papel pri- mordial los agentes socializadores significati- vos, que en el presente caso son los padres. El proceso de construcción de la identidad pasa por la elaboración del autoconcepto y de la autoestima. El primero hace referencia al conjunto de percepciones que cada individuo tiene de sí mismo. Es un constructo mental formado por las múltiples percepciones, sen- timientos, actitudes, valoraciones y expecta- tivas que cada persona va elaborando de sí mismo en los espacios interactivos donde se desarrolla, principalmente en los grupos pri- marios, uno de los cuales es la familia. (Machargo, 1991). El segundo, la autoestima, hace referencia al valor que los individuos depositan en el yo que perciben. Es un aspec- to básico del autoconcepto, en cuanto implica un juicio valorativo del yo. (Palacios e Hidal- go, 1999). Así pues, el primer concepto se refiere a los aspectos cognitivos, a la percep- ción e imagen que cada uno tiene de sí mismo, el segundo concepto, la autoestima, señala los aspectos evaluativos y afectivos, es decir, cómo se valora y se acepta una persona. La construcción de la identidad es una rea- lidad dinámica que se inicia desde los prime- ros años de la vida y se irá consolidando posi- tiva o negativamente, dependiendo de múlti- ples condiciones. Así mismo, es una realidad multidimensional en cuanto que abarca tres áreas básicas: el área sexual, el área social y el área profesional. El área sexual implica la identidad y aceptación del propio sexo y de las consecuencias físicas, psicológicas y socia- les del hecho sexual humano. Es decir, supo- ne la realización del potencial sexual huma- no. El área social comprende la construcción de la identidad familiar, nacional, étnica, religiosa, así como también la asunción del patrimonio cultural al que los individuos se adhieren en los micro y macrogrupos huma- nos, lo que en el caso de los hijos le vendrá por la vía paterna y la vía materna. El área pro- fesional comprende las diferentes competen- cias, recursos y habilidades que permiten a los individuos desarrollarse y elaborar su futuro valor económico y social con el que integrarse en la sociedad lo mejor equipado posible: el orden escolar, el orden profesional y el orden sociorelacional. Las funciones parentales están orientadas a ofrecer las bases de la construcción de la personalidad de los hijos con la que estos se insertan en la sociedad, favoreciendo la mejor socialización posible, previendo sus dificulta- des, protegiéndoles, ofreciéndoles seguridad y fortaleciéndoles ante las dificultades que les supone realizar el camino de la autonomía personal, la necesaria emancipación. En este contexto se comprende la importan- cia de la comunicación a los hijos de la decisión de separarse, de tal manara que dicha comu- nicación altere lo menos posible el proceso de construcción de la identidad de los hijos, se prevea los posibles impactos negativos, y ambos padres refuercen y conjunten la orien- tación y el ejercicio de sus funciones socializa- doras en un proyecto común de estabilización. Una segunda razón de la importancia de la comunicación a los hijos de la decisión de ESTUDIOS 46 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 17. separarse viene requerida por el sentimiento de fracaso como padres que puede asaltar al ánimo de la pareja que decide separarse. La experiencia clínica y de mediación familiar indica al respecto que muchos padres, cuando se plantean seriamente la comunicación de la separación a los hijos, lo vivencian con tal angustia y desasosiego que se ven asaltados por los sentimientos de cul- pa y de padres fracasados. Todo ello les lleva a replantearse si procede o no la separación, o si es el momento oportuno. Tales supuestos les pueden generar o una actitud positiva de reflexión y de revisión, o una situación de pseudoreconciliación. (Navarro Góngora y J. Pereira, 2000, pp.182) Tal condición no supondría otra cosa que alargar el conflicto que han de resolver, empeorándose las rela- ciones y profundizándose dichos sentimien- tos negativos. Una adecuada comunicación supone encauzar las perspectivas de los hijos respec- to al hecho de la separación, disipando dudas, temores, incertidumbre, etc., y facilitando la asunción de la separación y la adaptación a sus consecuencias. Todo ello disminuirá la confusión lógica de los hijos ante los aspectos penosos de la separación. LA DOBLE VÍA DE LA COMUNICACIÓN FAMILIAR: LA EXPLÍCITA Y LA IMPLÍCITA La comunicación que los padres hacen a sus hijos acerca de la decisión de separarse es algo más que un acto transitorio e impuesto por la precipitación de los hechos, aunque no exento de preocupación e incertidumbre. Dicha comu- nicación se ha de situar en un contexto mucho más amplio, dentro de un modelo educativo familiar omnicomprensivo, que permita satis- facer las necesidades básicas de seguridad, protección y desarrollo integral de los hijos. Así como existe una educación o currículo formal, explícito, y una educación implícita o currículo informal, también existe una doble comunicación familiar: la explícita y la implí- cita. Por comunicación familiar explícita se entiende aquella por la que los padres trans- miten a sus hijos de manera expresa cualquier criterio educativo, norma, prohibición, conse- jo, deseo, sentimiento, expectativa, decisión, etc. Cuanto mayor importancia concedan los padres al contenido de su comunicación, mayor tiempo dedicarán a buscar las mejores circunstancias y el mejor modo de hacerla, pues de todo ello dependerá el efecto deseado. La comunicación implícita o informal se da cuando no se utilizan los canales explícitos sino que se recurre a múltiples formas y estrategias como son las frases de doble sen- tido, frases con supuestos no explicados, que- jas y desautorizaciones respecto al cónyuge, etc. Es decir, tal comunicación se articula a través de las múltiples y diversas frases con doble sentido, signos orales y gestuales que implican un «meta – lenguaje» y otros. Se puede afirmar de manera analógica, que así como los modelos educativos familia- res están sustentados por «teorías implícitas» (Rodorigo Rodríguez, A. y Marrero, 1993. Rodrigo y Correa, 1999), también la comuni- cación informal a los hijos de la separación de los padres está influida por teorías implíci- tas. Éstas se construyen mediante la recolec- ción espontánea de experiencias en escena- rios interpersonales, contienen conceptos, ideas, sobre el origen y causas de los conflic- tos y de la separación y facilitan la compren- sión, la toma de decisiones frente a la ruptu- ra de la pareja, la predicción del comporta- miento de los otros y la organización de las propias acciones. Este tipo de comunicación suele ser incon- trolado e irreflexivo por parte de los padres, sin reparar en los impactos que pueden pro- ducir en los hijos, ya que, con este tipo de comunicación y a causa de los estados de áni- mo que origina la separación, se corre el ries- FERMÍN ROMERO NAVARRO 47 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 18. go de hacer ante los hijos proyecciones nega- tivas e inculpatorias respecto al cónyuge. Con frecuencia sucede que los hijos prevén y saben de antemano de la separación de sus padres antes de que estos se lo digan explíci- tamente. De alguna forma, los padres ya la han transmitido informalmente y los hijos, por su parte, la deducen y a veces la prefie- ren, supuesta la historia de conflictividad habida entre los padres. Cuando la comunicación de la separación se hace a los hijos de manera informal, se acrecientan en ellos el sentimiento de desaso- siego y de incertidumbre, pues no saben en qué condiciones van a quedar después de la separación y cómo van a ser satisfechas sus necesidades. Estos sentimientos se traduci- rán en conductas negativas que a los padres les resultan difíciles de controlar. LOS CONDICIONANTES DE LA COMUNICACIÓN DE LA SEPARACIÓN La comunicación explícita, o en el peor de los casos la implícita, que los padres hacen a los hijos acerca de la separación, que ya han decidido, o que van a decidir, no se limita de ordinario a un momento histórico concreto, determinado por un comienzo y un final, car- gado sin duda de tensión e incertidumbre, sino que se inserta en un contexto psicosocial más amplio, constituido por un conjunto de elementos psicosociales, relacionados con los siguientes factores o condiciones: a) Las condiciones socioeconómicas de la unidad familiar. Éstas producirán mayor o menor desasosiego e inseguri- dad, dependiendo de la solvencia o pre- cariedad de la familia en general y de la pareja en particular. Cuando tales con- diciones son o se prevé que serán más desfavorables para una de las partes, y debido a los efectos negativos que esto pueda producir en los hijos, la comuni- cación que se les transmita acerca de la separación estará teñida de un discurso acusatorio y basado en la queja, para lo que se utilizan frases como las siguien- tes: «tu padre o tu madre te abandonó»; «si él quisiera a sus hijos no haría lo que está haciendo»; «yo no tengo dinero, pídeselo a tu padre»; «no sé qué ha visto en esa mujer que yo no tenga», «yo he dado mi vida por él y por ustedes», «tu madre nos abandonó», etc. b) Condiciones psico-personales de la pareja. La discreción de juicio para diferenciar entre los impulsos emotivos y la racionalidad para tomar decisio- nes, la capacidad para asumir las con- secuencias de las propias decisiones, la fortaleza y estabilidad de ánimo para afrontar las dificultades, son elementos que revelan la consistencia y madurez personal, necesarias para que cual- quier pareja pueda afrontar la confu- sión y el estado de cierto caos o debacle que irremediablemente siguen de ordi- nario a la ruptura del matrimonio. Las parejas que viven la experiencia de la separación con escasa consistencia o madurez personal suelen adoptar algu- na de las siguientes actitudes, lo que a su vez va a dificultar la comunicación a los hijos: 1) Negar lo ocurrido durante un largo tiempo. Esto impedirá reconocer, aceptar y superar las emociones abrumadoras que invaden el estado de ánimo de la pareja afectada. Tal disposición llevará a utilizar el len- guaje del engaño para explicar a los hijos la ausencia del otro cónyuge. 2) Adoptar la postura autodestructiva. Ésta se da cuando la pareja en cues- tión se estanca en los sentimientos de angustia y tristeza profunda, para así dar a conocer a través de los episodios de enfermedad o de soma- tizaciones diversas que el causante ESTUDIOS 48 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 19. de su estado de deterioro es su ex – pareja que se ha separado y le ha abandonado. 3) Uso de la venganza. En esta catego- ría o disposición se encuentran aquellas personas que, motivadas por el resentimiento hacia sí mismos o hacia su pareja, se lanzan a una lucha por la custodia de los hijos, movidos más por el deseo de vengan- za que por el temor a perderlos. En tales circunstancias los hijos se sien- ten cuando menos manipulados y forzados a tomar partido a favor de uno y en contra del otro progenitor. 4) La huída hacia delante. Esta actitud se da en aquellas parejas que, huyendo del calvario que les supone la separa- ción, prefieren abandonar y huir de las responsabilidades, cayendo en el alco- hol o en las drogas. En tales personas se produce un proceso de deterioro, lo que a su vez se convierte en un mensaje subliminal por el que se les transmite a los hijos una imagen negativa y genera- dora de compasión. c) Los estilos educativos. Muchos autores defienden la hipótesis según la cual los modelos educativos que presidían los criterios y normas educativas previas a la separación, continuarán después de la misma. La comunicación a los hijos acerca de la separación de los padres tiene su ubicación natural en los estilos educativos de los padres. Estos estilos se mueven entre dos parámetros que caracterizan los estilos de socialización familiar: el control de los hijos y el apo- yo parental. El primero se refiere al eje que discurre entre la permisividad y la coacción, la libertad de acción y la vigi- lancia. El segundo, relativo al soporte emocional que los padres brindan a sus hijos, se articula a lo largo de un conti- nuum que va desde la calidez afectiva a la hostilidad. Del énfasis que los padres pongan en estos ejes educativos depen- derá la forma con la que comunican a sus hijos la decisión de separarse y el control sobres los posibles efectos. CUESTIONES PRÁCTICAS: CUÁNDO Y CÓMO COMUNICAR A LOS HIJOS LA DECISIÓN DE SEPARARSE No se trata de ofrecer un recetario, pues son los padres quienes bien conocen a sus hijos y saben cuándo y cómo llegar a ellos y darles una noticia que ya presienten o saben, aunque no oficialmente. Se trata de ofrecer- les la palabra para permitirles así expresar su vivencia, su visión de la situación conflicti- va, a veces dramatizada por sus efectos devastadores, y aclararles la incertidumbre de su futuro que les produce la separación de sus padres, para lo cual proponemos unas orientaciones basadas en cuatro principios: Primero: El ajuste emocional de los padres. Los hijos no sufren tanto por la separación de sus padres cuanto por la mala o inadecuada relación que éstos manifiestan ante ellos. Cuanto más cordial, controlada y coordinada sea la relación de los padres, mayor serenidad y estabilidad generan en los hijos a pesar de la separación. El éxito de los hijos en su adapta- ción a la separación o divorcio de sus padres «se liga directamente a las posibilidades de ajuste emocional de los padres y a las posibili- dades de ambos de compartir, desde la distan- cia, la función parental» (Navarro Góngora y J. Pereira, 2000, pp. 188). Segundo: La pareja ya separada debe anteponer las necesidades de los hijos a las suyas propias. Los padres han de estar aten- tos a satisfacer las necesidades básicas que de forma especial reviven los hijos en estas circunstancias de crisis: seguridad de afecto y de protección, previsión de su futuro, libera- ción de posibles sentimientos de culpabilidad con relación a sí mismo y con relación a sus progenitores, educación integral, etc. FERMÍN ROMERO NAVARRO 49 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 20. Tercero: Dar una imagen estable y compac- ta de padres unidos, manifestando de esta forma criterios educativos y normas coinci- dentes y acordadas con las que orientan el proceso educativo de los hijos. Cuarto: Adaptarse a las edades y caracte- rísticas de los hijos. Son los padres los que mejor saben cuáles son estas circunstancias. Ello implica conocer las reacciones y compor- tamientos propios, al menos a grandes ras- gos, de cada etapa, para poder contextualizar y orientar las reacciones de los hijos. De la mano de estos presupuestos podemos responder, a título orientativo, a las siguien- tes preguntas: • ¿Cuándo comunicar a los hijos la separación? La respuesta ideal es que sea cuando la decisión de la separación se haya tomado en firme por ambas partes de la pareja, y no antes, para así no dar lugar a que se disparen en los hijos fabulaciones, solapadas alianzas o la aparición de episodios preocupantes y así los padres, por su parte, no cedan a pseudore- conciliaciones, que las reacciones de los hijos les puedan provocar. • ¿Quién o quiénes han de comuni- carlo? Han de ser los dos miembros de la pareja, acordando el contenido y la forma, para lo cual es necesario emplear un tiempo de refle- xión y de diálogo. El proceso de mediación familiar ofrecerá sin duda un espacio privile- giado, un clima adecuado y motivos que ins- piran y orientan este diálogo. • ¿Cómo comunicarlo? La respuesta al cómo viene dada por la influencia del ambiente que los propios padres creen explícitamente en el proceso de comunicación, al que deben de darle un tiem- po concienzudo de preparación. Este ambien- te debe estar alimentado por los siguientes mensajes, que han de ser manifestados con gran claridad y sencillez: – Manifestar a los hijos la incondicionali- dad del amor y protección de ambos padres. Los padres seguirán siendo los protectores y responsables del futuro de sus hijos, pase lo que pase. Ellos no han de temer por su bienestar presente y futuro. – Dosificar la explicación según lo preci- san la edad de los hijos u otras circuns- tancias de éstos. No decir o explicar más de lo que los hijos necesitan y quieren saber. – No dramatizar la situación, ni ocultar las dificultades existentes entre ellos como pareja, lo que será para los padres un acicate para una mayor y mejor dedi- cación entre ellos a favor de los hijos. – Evitar toda culpabilización tanto con relación a cada miembro de la pareja como en relación con los hijos. Ello per- mitirá que no se instale el sentimiento de culpa y como consecuencia no se blo- queen las relaciones. – No dar pie a encuentros o a conversacio- nes con los hijos que les sugieran la esperanza de la vuelta o del reencuen- tro. El divorcio, en principio, es perma- nente. – Proyectar a los hijos el mensaje de que la decisión de la separación es de los padres y no de ellos. A los hijos no se les debe permitir que tomen partido al res- pecto ni darles pie para que esto suceda. – No provocar ni admitir que los hijos se conviertan en portavoces para hacer lle- gar mensajes al otro padre. Es necesario: – Transmitir a los hijos que los criterios educativos y normas a seguir continua- rán siendo de decisión de los dos. ESTUDIOS 50 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 21. – Evitar pautas de autoridad que sean básicamente distintas y contradictorias cuando los hijos están con el otro proge- nitor, que observa el régimen de visitas. – Mantener con los hijos las celebraciones rituales al uso: cumpleaños, algunas fiestas, comidas, salidas, etc. – Mantener regularmente por parte del padre no custodio el régimen de visitas que le toca observar, sobre todo cuando los hijos tienen pocos años, prolongando las mismas pautas de conducta que el otro progenitor sigue de ordinario. – Evitar expresar ante los hijos las quejas que se pueda tener del otro progenitor y no dar pie a que cualquiera de los hijos se crea en el deber de suplir la figura del padre o madre ausente. EL PAPEL DEL MEDIADOR Con mucha frecuencia el mediador se ve abordado por las preguntas de los padres sobre cómo transmitir a los hijos la decisión de separarse. La mediación familiar es un espacio privilegiado para plantear esta cues- tión y convertirla en contenido de los acuer- dos de la pareja. El papel del mediador puede ser descrito en los siguientes términos: a) Fortalecer el equipo parental, ayudan- do a los progenitores a conservar o en su caso a recuperar la competencia como padres y a contraponerla y dife- renciarla de la relación de ex – cónyu- ges. No es fácil preservar aquella al mismo tiempo que se disuelve ésta. Quienes lo consiguen demuestran pose- er una capacidad de dominio de sus desavenencias, sobre las que es posible trabajar. La pareja parental y la conyu- gal se han imbricado en la vida ordina- ria. Un trabajo de mediación ha de estar orientado, a través de los acuer- dos, a deslindar la una de la otra, favo- reciendo el distanciamiento en relación con aquella situación en la que ambos padres permanecen cerrados, pillados en la trampa de rencores recíprocos. El mediador debe facilitar la asimilación de la separación y la adopción de nue- vos roles y permitir a los dos padres ser los actores de las modalidades de su separación, pasando por un trabajo de integración psíquica de su ruptura, que se inicia con el proceso de duelo. Con esta condición se dará lugar a la refle- xión y al análisis de las buenas condi- ciones que atañen a los hijos y a las que la pareja ha de llegar a acordar, para seguir actuando como padres. b) Manejar adecuadamente el propósito explícito que los padres tienen de no hacer daño a sus hijos, devolviéndoles esta voluntad como el mejor instrumen- to para actuar positivamente a la hora de comunicar a los hijos la decisión de separarse. c) Ayudar a los progenitores a pasar de una paternidad/ maternidad interesada en el disfrute personal del hijo/a a una paternidad/ maternidad centrada en el menor, lo que significa tener un fino sentido de la responsabilidad y de la generosidad. d) Ayudar a la pareja a priorizar sus deci- siones y actuaciones en función de la satisfacción de las necesidades básicas que tienen los hijos como son: seguri- dad de afecto y protección, previsión del futuro y liberación de posibles senti- mientos de culpabilidad, ya sea en rela- ción consigo mismo, ya sea en relación con sus progenitores. e) Ayudar a la pareja a que distinga y con- trole la comunicación implícita de la separación de la comunicación explícita. f) Tener en cuenta la necesaria preven- ción a cerca de las posibles interferen- FERMÍN ROMERO NAVARRO 51 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 22. cias de terceros, familiares, amigos, que puedan distorsionar los mensajes acor- dados que los padres transmiten a sus hijos en estas circunstancias en que deciden separarse. g) Plantear en el proceso mediador, como objeto de acuerdo entre las partes, la forma de realizar la comunicación a los hijos sobre la decisión de separación, concretando, según las edades de los hijos y otras circunstancias relevantes, el contenido, el cuándo y el cómo hacer esa comunicación. Con relación a estos acuerdos cabe sugerir las siguientes disposiciones: – Preservar la buena imagen de ambas figuras parentales a los ojos de los hijos. – Preservar, en la comunicación ordina- ria con los hijos, un espacio neutral para que no se vean inducidos a tomar partido por uno de sus progenitores, ni implicarles en un posible conflicto judicial. – Transmitir con claridad y firmeza a los hijos menores, que existen límites y que las resoluciones judiciales son de obligado cumplimiento también para ellos. – Observar explícitamente las posibles conductas que los hijos puedan tener como reacción ante la decisión de los padres de separarse, para así poder actuar en consecuencia. BIBLIOGRAFÍA BERNAL, T. (1998): La mediación familiar. Una solución a los conflictos de ruptura de pareja. Colex. Madrid. BOLAÑOS, I. (2000): La construcción de un espacio cooperativo en mediación familiar. En Apuntes de Psicología. Revista del Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Occidental. Volumen 18. nº 2-3 (255 – 265). BROTONS VALERO, M. (1994) : Educación intercultural en la escuela, en revista Documentación Social, nº 97, págs. 129 – 145. BUS, R. A. y FOLGER, J.P. (1994): La pro- mesa de mediación. Granica. Barcelona. CAPLAN, G. (1989): Population oriented Psychiatry. Human Press. New York, 1989. CARPENTER, J. y TREACHER, A. (1993): Problemas y soluciones en terapia familiar y de pareja. Paidós. Barcelona. CASTEL, P. (1997): Separación y divorcio. Efectos psicológicos en los hijos. Planeta. Madrid. DEL CAMPO, S. (1991): La «nueva» familia española. Eudema. Madrid DONATI, P. (1997). El desafío del universa- lismo en una sociedad multicultural. Revista Internacional de Sociología, terce- ra época, número 17, mayo-agosto, págs 15-75. DOMÉNECH, A. (1994): Mujer y divorcio: de la crisis a la independencia. Promolibro. Valencia. EMERY et al. (1994): Parental divorce and children´s. Well-being. Cambridge Univer- sity Press. FLAQUER, LL. (1993): La socialización en la familia: teorías, modelos e interacciones, en García de León et. al. (1993) Sociología de la Educación. Barcelona. Temas uni- versitarios. FOLBERG, J. y TAYLOR, A (1984): Media- ción. Resolución de conflictos sin litigio. D.F. Limusa,. México FOLGER, J.y TRICIA S. JONES. (1997): Nuevas direcciones en mediación. Investi- gación y perspectivas comunicacionales. Paidós. Barcelona. GALDEANO, J. (2002): Selección bibliográfi- ca sobre «Mediación» en lengua española, en revista Familia. Revista de Ciencias y Orientación Familiar. Universidad Ponti- ficia de Salamanca. ESTUDIOS 52 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 23. GIDDENS, A. (2000.): Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Taurus. Madrid pp.72. GIRÓ PARIS, J. Epílogo: «Los fundamentos de la mediación a debate», en Six, J.F. (1997): Dinámica de la mediación. Paidos Ibérica. Barcelona GOTHEIL J. y A. SCHIFFRIN (1996): Mediación. Una transformación en cultu- ra. Paidós. Barcelona LAMO DE ESPINOSA, E. (1995): Fronteras culturales. en Culturas, Estados, Ciuda- danos. Una aproximación al multicultura- lismo en Europa. Alianza Editorial. Madrid MACHARGO, J. (1991): El profesor y el auto- concepto de los alumnos. Editorial Escuela Española. Madrid MEIL, G. (1999): Postmodernización de la familia española. Acento. Madrid. MOORE (1993): El proceso de mediación. Métodos y prácticas para la resolución de conflictos. Granica. Buenos Aires NAVARRO GÓNGORA, J. y J. PEREIRA. (2000): Parejas en situaciones especiales. Paidós Terapia Familiar. Barcelona PALACIOS, J. (1999). La familia y su papel en el desarrollo afectivo y social. Síntesis. Madrid. PITTMAN Lii, F. S. (1990): Momentos decisi- vos. Tratamiento de familias en situacio- nes de crisis. Paidós. Barcelona. RIPO-ILLET, A. (2001): Familias, trabajo social...y mediación... Paidós. Barcelona. RISOLÍA DE ALCARO, M. (1996): Mediación Familiar: el mediador y los intereses en juego en la mediación en Gotheil, J. y Shif- frin, A (directores) Mediación: Una trans- formación en la cultura. Paidos Ibérica, S.A. Barcelona. RODRIGO, M.J., RODRÍGUEZ, A y MARRE- ORO, J. (1993): Las teorías implícitas: una aproximación al conocimiento cotidiano. Visor. Madrid RODRIGO, M.J. y CORREA. N. (1999): Teo- rías implícitas, modelos mentales y cambio educativo. En Pozo y C. Monereo (eds). El aprendizaje estratégico.: Santillana. Madrid. ROMERO, F. (2001): La mediación familiar, un nuevo ritual para la separación y el divorcio en las sociedades actuales, en Estructura y cambio social. CIS. Madrid. SINGER, L.R. (1996): Resolución de conflic- tos. Técnicas de actuación en los ámbitos empresarios, familiar y legal. Paidos. Bar- celona SIX, J.F. (1997): Dinámica de la mediación. Piados Ibérica. Barcelona pp.185-186 WOODY, J.D. (1.981): Transition from mari- tal therapy to divorce adjustment, en A.S. Gurman, Questions and Answer in the practice of Family Therapy. Brunner and Mazel. New York. FERMÍN ROMERO NAVARRO 53 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40
  • 24. ESTUDIOS 54 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 40 RESUMEN: El conflicto es un fenómeno consustancial a las relaciones humanas. Las familias no escapan a esta ley del conflicto humano, con sus potencialidades para el crecimiento y para la destruc- ción. Lo peculiar del conflicto familiar en las sociedades modernas se circunscribe principal- mente en el ámbito de la pareja, aunque no se reduce a ella. Cuando una pareja salda sus con- flictos con la separación está tomando una de las decisiones más difíciles que debe afrontar, siendo con frecuencia una experiencia dolorosa para la familia de procreación y las familias de origen. La «cultura ganador / perdedor» prima en los escenarios del conflicto y, en el caso de la separación y el divorcio, hace que el sistema legal, a través de los abogados, sea habitualmen- te la primera puerta de entrada para la solución, consolidando las diferencias entre quienes han de continuar relacionándose como padres, dejándolos en una situación de enfrentamiento prolongado. La mediación, y en su caso la mediación familiar, requiere y a la vez promueve la «cultura del acuerdo», del consenso, entre las partes en conflicto, definiendo el conflicto como una dificultad a resolver por los miembros de la pareja. El presente artículo se estructura en dos partes. En la primera, de carácter introductorio, desarrolla tres aspectos: la mediación familiar, la cultura del acuerdo y la mediación y el campo de acción de la mediación familiar. En la segunda parte, a modo de ensayo, se aborda un tema particular, pero recurrente y preo- cupante entre los padres que deciden separarse: la comunicación a los hijos de la separación de los padres y, para finalizar, se estudia el papel del mediador familiar respecto a este punto.