2.
1. Tengo demasiado
trabajo
La gente improductiva no se
da cuenta de que la inmensa
mayoría de trabajadores en
el mundo tienen mucho
trabajo.
Desgraciadamente vivimos
en una época que viene de la
mano de un ritmo laboral
frenético. La diferencia entre
el sujeto improductivo y el
buen trabajador (o jefe) es
que el segundo no se
lamenta de sus cargas,
simplemente hace su trabajo.
3.
2. Esa no es mi tarea
Cada trabajador debe saber cuál es su
función dentro de la organización y conocer
cómo lograr los objetivos. Ahora bien,
existen momentos en que un trabajador, sea
cual sea su puesto en la empresa, debe
arrimar el hombro. Resulta curioso que las
personas improductivas son las primeras en
darse cuenta de que están trabajando más
de la cuenta o que están realizando una
labor de ayuda a un compañero que en
teoría se sale de los márgenes de sus
funciones.
Suelen poner mucha atención a su rol y en
lo que los demás hacen o dejan de hacer.
Las personas productivas no se preocupan
de estas cuestiones, e intentan aportar en lo
que pueden para que las cosas funcionen,
de manera más flexible y generosa.
4.
3. Lo acabaré mañana
Los trabajadores improductivos
pierden mucho tiempo al vivir en
un estado permanente de
incongruencia. Acaban
prorrogando siempre sus tareas,
postergándolas para un futuro
reciente.
Abren un documento word,
escriben algún párrafo, luego
empiezan otro documento
powerpoint… Este constante
abrir y cerrar pestañas supone
una nefasta gestión del tiempo y
de la energía. Es lo que se conoce
con el nombre de Procrastinación.
5.
4. Aún no dispongo de
toda la información
Las personas detallistas también
pueden ser improductivas. Esperan
hasta que todos los astros se alinean
para empezar cualquier tarea. Y
cuando esto no sucede, cosa que
ocurre con frecuencia, los trabajos van
cayendo en saco roto. De este modo es
imposible que logren avanzar con un
ritmo aceptable.
Las personas productivas no esperan
el momento exacto sino que van
trabajando en sus proyectos y pulen o
modifican el rumbo cuando es
necesario.
6.
5. Voy a esperar a que el jefe
me diga qué tengo que hacer
La falta de independencia es un factor
que minimiza la productividad, sobre
todo en las pequeñas empresas.
Cuando alguien está esperando a que
otro le diga qué debe hacer, el
proyecto común puede tambalearse: la
falta de ritmo estropea la buena
dinámica.
La persona productiva analiza las
necesidades del grupo y se pone
manos a la obra, mientras que aquella
persona que espera que le cuenten
cada pequeño detalle probablemente
no podrá aportar más que una función
mecánica y reducida al proyecto.
7.
6. No entiendo todas las
variables
Hay trabajadores (y también muchos jefes)
que no empiezan una tarea hasta que no
saben perfectamente cómo actuar, o hasta
que no conocen todas las respuestas a cada
inconveniente. Nadie tiene todas las
respuestas de antemano, y será necesario
enfrentarse a los retos para poder adquirir
la experiencia necesaria.
Sin ir más lejos, proyectos como Airbnb o
Uber no habrían salido al mercado si sus
creadores hubieran esperado a tener todas
las regulaciones legales perfectamente
comprobadas. En ocasiones, la tecnología y
los proyectos humanos van por delante de
la lenta legislación, y este punto es clave
para entender el progreso, tanto en el éxito
empresarial como en el desarrollo de las
sociedades.
8.
7. No saco ningún
provecho de esto
No es raro encontrarse con
personas narcisistas que se pasan
el día sacándose fotos a sí mismas
o twitteando acerca de cada paso
que dan. El problema subyacente
a estas actitudes de personas
improductivas es que, a la hora
de trabajar, suelen examinar cada
acción en base a si les reporta un
beneficio directo o no.
Las personas productivas, por el
contrario, contribuyen al proyecto
porque sienten que forman parte
de él, y precisamente esa es su
motivación principal, el poder
contribuir a mejorar.
9.
8. No valorarán mi
aportación
Otro punto que sepulta la
productividad: la necesidad de
ser constantemente valorado y
alabado por las tareas que uno
lleva a cabo.
El proceso de sobredimensionar
las aportaciones propias, exigir
valoración y hacerse notar para
que todos se den cuenta de
cuánto contribuyes, siembra un
terreno para la improductividad
porque, como resulta obvio, las
demás personas no están
constantemente atentas a lo que
otro trabajador hace o deja de
hacer.