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El positivismo llegó a Méxi-
co durante la República
restaurada gracias al Dr.
Gabino Barreda. En esos años sir-
vió como filosofía para organizar
al país, también se aplicó al siste-
ma educativo y después servirá
para legitimar al porfiriato. En
este artículo se pretende explicar
que el positivismo aplicado en
México desde finales del siglo XIX
y principios del XX, difería mucho
del positivismo clásico aplicado
en Francia.
El positivismo se volvió mexi-
cano al llegar a nuestro país; esto
fue porque había puntos comunes entre dicha filoso-
fía y la situación mexicana en la segunda mitad del
siglo XIX. Sobre esto Leopoldo Zea afirmó: “El positi-
vismo será una doctrina con pretensión universal,
pero la forma en que ha sido interpretada y utilizada
por los mexicanos, es mexicana. Para poder saber lo
que de mexicano hay en esta interpretación, es me-
nester ir a nuestra historia, a la historia de los hom-
bres que se sirvieron del positivismo para justificar
ciertos intereses, que no son los mismos de los positi-
vistas creadores del sistema” (Zea, 1993:27).
Augusto Comte, Gabino Barreda.
El positivismo y la realidad de México
Durante el siglo XIX en Europa hubo un despertar
en las ciencias naturales que no fue producto de la
casualidad. La Revolución francesa conmovió todas
las capas de la sociedad, pues la conformación de
ésta en general no constituía ningún problema para
la conciencia. La visión existen-
te de la sociedad era la de un en-
foque monolítico, en la que las
relaciones sociales, la cultura, el
pasado y el porvenir de dicha
sociedad, funcionaban incons-
cientemente, como si fueran las
fuerzas elementales del cosmos
(Mardones, 1997:21).
Cuando la sociedad europea
hizo crisis, su modo de organiza-
ción se convirtió en un problema
y los intelectuales se dieron cuen-
ta que no existían teorías para un
modo de comprensión de ella. A
partir de este momento, quedaba
el camino abierto para la aparición de las ciencias re-
lativas al hombre y a la sociedad. A mediados del si-
glo XIX, la ciencia natural estaba afianzada dentro de
la tradición galileana y las ciencias humanas tenían
grandes pretensiones científicas. Una de estas cien-
cias humanas fue el positivismo decimonónico repre-
sentado por Augusto Comte y John Stuart Mill
(Mardones: 1997:21).
Augusto Comte nació en Montpellier, Francia,
en 1798; estudió en la Escuela Politécnica de París
donde llegó a ser profesor. Su principal preocupa-
ción fue el estudio de la sociedad y el principio de la
ciencia positiva. Según Comte, existe una ley uni-
versal del conocimiento y de la sociedad, la ley de los
tres estadios, que plantea que todo conocimiento
pasa por tres estadios: el teológico, ficticio, mitológi-
co; el metafísico, especulativo-abstracto; el positivo,
científico, ciencias positivas empíricas.
Comte es el exponente de una clase burguesa que
se desarrolló a raíz del triunfo de la Revolución fran-
cesa. Otros grupos en Francia deseaban el poder que
tenían los burgueses y utilizaban la frase que la bur-
guesía esgrimió contra el antiguo régimen: “Libertad,
EL POSITIVISMO EN MÉXICO
GUADALUPE ÁLVAREZ LLOVERAS*
(Primera Parte)
* Licenciada en Historia, maestra en Metodología de la Ciencia,
profesora de tiempo completo en el CECYT “Ricardo Flores Magón”, IPN.
análisis
29
Augusto Comte.
igualdad y fraternidad”. Por lo cual, la burguesía te-
nía que abolir la filosofía que le llevó al poder, pero
sin hacer tambalear su estructura, establecida por
ellos.
Para abolir una filosofía revolucionaria se necesi-
taba otra contrarrevolucionaria, que implantara el
orden sin caer en los excesos del antiguo régimen.
Comte trató de demostrar que “no hay orden sin
progreso ni progreso sin orden”, para justificar los in-
tereses de su clase burguesa y para demostrar que
aun en un gobierno de origen revolucionario podía
existir el orden (Zea, 1993:41).
Con el apoyo de las ciencias positivas, Comte es-
tableció el ideal de un nuevo orden social en el que
los intereses de su clase estuvieran justificados. La
solución fue sustituir a la Iglesia católica por una
nueva Iglesia: la religión de la humanidad, de lo po-
sitivo. Enfrentó a la libertad revolucionaria desorde-
nada contra la libertad ordenada; la igualdad fue
opacada por la jerarquía social, los seres humanos no
son iguales, cada uno tiene un determinado nivel so-
cial. Este nivel, no está dado, como se decía en el
antiguo régimen, por Dios, sino por el trabajo.
Esta diferencia que marca el trabajo no significa-
ría un desajuste dentro de la sociedad, al contrario,
permitiría aceptar que todas las clases son necesarias,
ya que todos tienen obligaciones que cumplir. La
sociedad estará formada por los que dirigen y los que
son dirigidos. Los que dirigen a la sociedad serán los
sabios y filósofos que, dentro del orden, la conduci-
rán al progreso más alto (Zea, 1993: 45).
En México, durante la segunda mitad del siglo
XIX, ya se hablaba de una burguesía triunfadora en la
Reforma, según palabras de Justo Sierra: “A quien se
debió el triunfo reformista fue a la clase media en los
estados, a la que había pasado por los colegios, a la
que tenía lleno de sueños el cerebro, de ambiciones
el corazón y de apetitos el estómago: la burguesía dio
oficiales, generales, periodistas, tribunos, ministros,
mártires y vencedores a la nueva causa” (Zea,
1993:46) […]“aquí no hay más clase en marcha que
la burguesía” (Matute, 1984:330).
Los reformistas se opusieron a los conservadores
por medio de la lucha. Al triunfar, no convenía que
otros grupos exigieran con las armas lo que ellos ha-
bían reclamado a los conservadores. Para afianzar el
poder fue necesario buscar una filosofía que permi-
tiera el orden; esta filosofía ya estaba creada: era el
positivismo (Zea, 1993:46-47).
Los positivistas mexicanos identificados con las
ideas de Comte, establecieron que el progreso de la
historia de México estaba representado por tres eta-
pas o tres estadios: el teológico, cuando la política
estuvo en manos del clero y la milicia; el metafísico,
durante la época de combates entre liberales y
conservadores, y el positivo, con el triunfo de la Re-
forma liberal, donde el orden positivo sustituiría al
orden teológico y al desorden metafísico (Zea,
1993:49).
Gabino Barreda nació en Puebla en 1818, estudió
la carrera de abogado y medicina. En 1847 luchó
contra la intervención norteamericana; meses más
tarde partió a Francia, donde Pedro Contreras Elizal-
de fue quien lo presentó con Augusto Comte, que
había iniciado el “Curso de filosofía general de la
humanidad”. Después de obtener el diploma de
Doctor en la Escuela de Medicina, regresó a México
en 1851. Ejerció como médico en Guanajuato y, en
1867, después de pronunciar un famoso discurso que
le abriría las puertas a la política mexicana, Benito
Juárez lo llamó como colaborador (Zea, 1993:55).
La Oración Cívica, discurso que pronunció el
Dr. Gabino Barreda el 16 de septiembre de 1857 en
Guanajuato fue una interpretación de la historia me-
xicana bajo la influencia de las ideas de Comte. Ba-
rreda afirmó en ese discurso que: “la historia era una
ciencia sujeta a leyes que hacen posible la previsión
de hechos por venir y la explicación de los que ya
han pasado”. Exaltó al espíritu científico, mostró la
acción de éste en la práctica al decir: “tan imposible
es hoy que la política marche sin apoyarse en la cien-
cia como que la ciencia deje de comprender en su
dominio a la política”.
Barreda presentó la historia mexicana como un
proceso de emancipación del orden colonial; la cau-
sa de dicha independencia fue una transformación
que desencadenó todas las demás, como la de “la
emancipación mental”, caracterizada por la gradual
decadencia de las doctrinas antiguas y su progresiva
sustitución por las modernas (Villegas, 1982: 69-70).
Para Barreda el liberalismo es una expresión del espí-
ritu positivo, a diferencia de Comte, para quien
representaba el negativo. No combatió Barreda al
catolicismo como lo hizo Comte, sino que veía en
el clero católico sólo un obstáculo más para el
desarrollo del espíritu positivo (Zea, 1993:57).
Una revisión de la historia de México, desde que
se creó la República hasta la caída del Segundo
Imperio, nos muestra el caos y la inestabilidad políti-
ca que había existido, ya que además de las diferen-
cias en los proyectos políticos internos, se sufrieron
intervenciones extranjeras y pérdidas de territorio.
análisis
30
En la Oración Cívica del Dr. Barreda se hacía refe-
rencia al pasado reciente de la intervención francesa
y se relacionó estos eventos con la lucha de los espí-
ritus “positivos” y “negativos”, según el positivismo:
“Los soldados de la República en Puebla salvaron
como los de Grecia en Salamina, el porvenir del
mundo al salvar el principio republicano, que es
la enseña moderna de la humanidad. México encar-
na en esta lucha contra las fuerzas negativas en-
carnadas en las huestes de Napoleón III. Europa
entera ha sucumbido ante estas fuerzas, sólo México
logra enfrentarse a ellas y decidir con su victoria, la
victoria del espíritu del progreso. En este conflicto
entre el retroceso europeo y la civilización america-
na, en esta lucha del principio monárquico contra el
principio republicano, en este último esfuerzo del
fanatismo contra la emancipación, los republicanos
de México se encontraban solos contra el orbe
entero (…) Al detener la invasión, salvó a la
democracia americana de caer en las garras del
espíritu negativo” (Zea, 1993:61).
El triunfo del partido republicano encabezado por
Juárez fue el triunfo del progreso contra el retroceso.
En forma inteligente, Gabino Barreda “acomodó” el
positivismo a las circunstancias mexicanas del año
1867, al triunfo de la República sobre el Imperio. Si
se compara la Oración Cívica con la doctrina de los
tres estadios de Comte, se encuentra que en México,
a diferencia de Europa, el espíritu metafísico, corres-
pondiente al estadio revolucionario en Francia, ha
sido un espíritu consciente de su
misión: ha destruido a las fuer-
zas que se oponían al progreso y,
una vez destruidas, se dispuso a
establecer el nuevo orden. Es la
Revolución en Francia la que se
transforma en orden. En el caso
mexicano no existía, como en la
filosofía de Comte, una oposición
al orden, la oposición está repre-
sentada por el clero y la milicia.
Barreda no atacó a los libera-
les como lo hizo Comte en Fran-
cia, éste los consideraba la encar-
nación del espíritu negativo. Los
liberales mexicanos victoriosos re-
presentaban al positivismo. Más
tarde los liberales entraron en po-
lémica con Barreda y con sus dis-
cípulos; entonces éstos, como en
el caso de Comte, considerarán al
liberalismo como la expresión del espíritu negativo.
En los momentos de la victoria en 1867, los
liberales encomendaron a Barreda la organización
de la educación en México. La ideología revolucio-
naria de los liberales mexicanos necesitaba transfor-
marse en una ideología de orden y para lograrlo se
sustentaría en una ideología conservadora como la
de Comte. Si el lema del positivismo comtiano era
“Amor, Orden y Progreso”, Gabino Barreda lo trans-
formaría en “Libertad, Orden y Progreso”: la libertad
como medio, el orden como base y el progreso como
fin. En la palabra “libertad” se expresaba la ideolo-
gía de los liberales mexicanos. Sin embargo, los libe-
rales comprobarían que la interpretación de liber-
tad de los positivistas no era igual a la suya (Zea,
1993:66-69).
El positivismo en la República restaurada
La ley del 2 de diciembre de 1867 consagró la secula-
rización de la enseñanza al disponer en las escuelas
oficiales la supresión de la educación religiosa y de
una moral inspirada, necesariamente, en creencias
también religiosas. Separada la Iglesia del Estado, era
necesario que el poder público cumpliera con la obli-
gación de la instrucción, la cual debía inculcar en la
conciencia de los educandos la necesidad del orden
y, sobre todo, del nuevo orden de cosas.
En febrero de 1868 abrió sus puertas la Escuela
Nacional Preparatoria, situada en la calle de San
Ildefonso, en la ciudad de México, bajo la dirección
análisis
31
Entrada de Juárez a la capital, el 15 de julio de 1867, lo que significó
la restauración de la República liberal.
de su creador, el Dr. Gabino Barreda. Esta escuela
buscaba capacitar a los estudiantes que deseaban ha-
cer una carrera profesional, ya que no se contaba
con preparación adecuada para hacerle frente a los
estudios superiores (Blanquel, 1984:3).
El proyecto educativo de Barreda no se limitaba
solamente a la Escuela Nacional Preparatoria, sino
también abarcó la enseñanza primaria. Para 1875
propuso que ésta fuera obligatoria para todos los me-
xicanos, a lo que se opondrían los liberales, pues
pensaban que ello atacaría los derechos del hombre
de pensar y actuar libremente (Zea, 1993:126). A
este argumento Barreda respondió que los derechos
del hombre se reducen a “vivir y procurarse su des-
arrollo y bienestar y que los derechos de la sociedad
están sobre los derechos del hombre”. Barreda se en-
frentó a la tesis liberal sobre la libertad, mostrando
cómo ésta no puede concebirse como un “dejar ha-
cer”, sino como algo limitado por las necesidades de
la sociedad. En 1873 el ataque a Barreda y al positi-
vismo se hará más fuerte al ser eliminadas las mate-
rias de analítica y el cálculo infinitesimal a quienes se
preparaban para medicina y jurisprudencia (Zea,
1993:127).
En 1880, durante el gobierno de Manuel Gonzá-
lez, el ministro de Instrucción Pública fue Ezequiel
Montes; éste expidió un decreto en el cual se agredía
a la instrucción basada en el positivismo. En este
decreto se ordenaba la sustitución de la Lógica de
J. Stuart Mill y la de Alejandro Bain por la de Ti-
berghein. Las razones que sustentaban este mandato
establecían que “en la filosofía positiva no existía
certidumbre alguna respecto a las cuestiones de or-
den moral, como lo eran la existencia de Dios, el
alma y el destino del hombre” (Zea, 1993:134).
A pesar del ataque gubernamental, los positivis-
tas mexicanos defenderán la tesis de que el orden
basado en la doctrina positiva es el que necesitaba la
sociedad mexicana (Zea, 1993:136). En diciembre
de 1880 salió a la luz en la ciudad de México el
periódico La Libertad, publicado por Justo Sierra,
Miguel y Pablo Macedo, José Ives Limantour y Fran-
cisco Bulnes. Su lema era: “Periódico liberal-conser-
vador” y su orientación era rigurosamente científica
(Blanquel, 1984:4). Algunos diputados liberales for-
mularon un plan de reforma educativa, el cual será
desbaratado por Gabino Barreda en cada uno de sus
párrafos en un artículo llamado “Instrucción Públi-
ca”, publicado en la Revista Positiva (Zea, 1993:136).
También Justo Sierra replicó al decreto de
Ezequiel Montes en el periódico La Libertad, en
1881; afirmaba: “En adelante, todo lo que sea con-
trario al punto de vista de nuestros positivistas, será
tachado de retroceso, de anarquía, de desorden. El
progreso y el orden es el predicado por ellos. Lo que
se les oponga tendrá necesariamente que ser lo con-
trario: no cabe otra ideología que la positiva” (Zea,
1993:136).
Finalmente el positivismo resultó triunfador y se
adaptó la Lógica de Porfirio Parra para su enseñanza
en la Escuela Nacional Preparatoria, junto con la de
Mill y Spencer (Zea, 1993:386). En dicha obra, se
enfatizó el saber de los positivistas mexicanos y, ade-
más, se hizo evidente la originalidad dentro de un
sistema cerrado como el positivista. También se res-
petó el contenido del positivismo, se le acomoda-
ron nuevas formas, nuevos agrupamientos, para ob-
tener mayor claridad. El positivismo doctrinal
alcanzó su apogeo en México con Porfirio Parra
(Zea, 1993:393).
Esta polémica se desarrolló durante el gobierno
del general Manuel González. Fue durante este go-
bierno que entró en la Cámara de Diputados un gru-
po de jóvenes quienes andando el tiempo serían los
que justificarían y apoyarían la dictadura de Porfirio
Díaz. Ellos eran Justo Sierra, Pablo Macedo, Rosen-
do Pineda, Francisco Bulnes y Jorge Hammeker Me-
xia. Opuestos a ellos se encontraban en dicha Cáma-
ra los viejos liberales Guillermo Prieto, Vicente Riva
Palacios y otros (Zea, 1993:397).
Gabino Barreda murió en marzo de 1881, con él
terminaría la etapa del positivismo comtiano. Sin
embargo, la ideología positiva había arraigado en
los liberales de la época porfirista, uno de ellos se-
ría Justo Sierra, quien formaría la “Escuela Científica
Política de México”, que más adelante se converti-
ría en el Partido Unión Liberal, apoyo político y filo-
sófico de la dictadura de Porfirio Díaz (Blanquel,
1984:2). <
Bibliografía
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decadencia, México, FCE.
Mardones, J. M. y N. Ursúa (1997), Filosofia de la Ciencias Humanas
y Sociales, México, Editorial Fontanamara.
Matute, Álvaro (1984), México en el siglo XIX, fuente e interpretaciones
históricas, México, UNAM, Lecturas Universitarias, n. 12.
Villegas, Abelardo (1982), “El positivismo: justificación ideológica”, en
Ismael Colmenares M., et al., Cien años de la lucha de clases
en México (1876-1976), México, Ediciones Quinto Sol, t. I.
Blanquel, Eduardo, et al. (1984), Tiempo de México, nn. 17, 19 y 20,
México, SEP.
análisis
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El positivismo de Gabino Barreda y la realidad mexicana

  • 1. El positivismo llegó a Méxi- co durante la República restaurada gracias al Dr. Gabino Barreda. En esos años sir- vió como filosofía para organizar al país, también se aplicó al siste- ma educativo y después servirá para legitimar al porfiriato. En este artículo se pretende explicar que el positivismo aplicado en México desde finales del siglo XIX y principios del XX, difería mucho del positivismo clásico aplicado en Francia. El positivismo se volvió mexi- cano al llegar a nuestro país; esto fue porque había puntos comunes entre dicha filoso- fía y la situación mexicana en la segunda mitad del siglo XIX. Sobre esto Leopoldo Zea afirmó: “El positi- vismo será una doctrina con pretensión universal, pero la forma en que ha sido interpretada y utilizada por los mexicanos, es mexicana. Para poder saber lo que de mexicano hay en esta interpretación, es me- nester ir a nuestra historia, a la historia de los hom- bres que se sirvieron del positivismo para justificar ciertos intereses, que no son los mismos de los positi- vistas creadores del sistema” (Zea, 1993:27). Augusto Comte, Gabino Barreda. El positivismo y la realidad de México Durante el siglo XIX en Europa hubo un despertar en las ciencias naturales que no fue producto de la casualidad. La Revolución francesa conmovió todas las capas de la sociedad, pues la conformación de ésta en general no constituía ningún problema para la conciencia. La visión existen- te de la sociedad era la de un en- foque monolítico, en la que las relaciones sociales, la cultura, el pasado y el porvenir de dicha sociedad, funcionaban incons- cientemente, como si fueran las fuerzas elementales del cosmos (Mardones, 1997:21). Cuando la sociedad europea hizo crisis, su modo de organiza- ción se convirtió en un problema y los intelectuales se dieron cuen- ta que no existían teorías para un modo de comprensión de ella. A partir de este momento, quedaba el camino abierto para la aparición de las ciencias re- lativas al hombre y a la sociedad. A mediados del si- glo XIX, la ciencia natural estaba afianzada dentro de la tradición galileana y las ciencias humanas tenían grandes pretensiones científicas. Una de estas cien- cias humanas fue el positivismo decimonónico repre- sentado por Augusto Comte y John Stuart Mill (Mardones: 1997:21). Augusto Comte nació en Montpellier, Francia, en 1798; estudió en la Escuela Politécnica de París donde llegó a ser profesor. Su principal preocupa- ción fue el estudio de la sociedad y el principio de la ciencia positiva. Según Comte, existe una ley uni- versal del conocimiento y de la sociedad, la ley de los tres estadios, que plantea que todo conocimiento pasa por tres estadios: el teológico, ficticio, mitológi- co; el metafísico, especulativo-abstracto; el positivo, científico, ciencias positivas empíricas. Comte es el exponente de una clase burguesa que se desarrolló a raíz del triunfo de la Revolución fran- cesa. Otros grupos en Francia deseaban el poder que tenían los burgueses y utilizaban la frase que la bur- guesía esgrimió contra el antiguo régimen: “Libertad, EL POSITIVISMO EN MÉXICO GUADALUPE ÁLVAREZ LLOVERAS* (Primera Parte) * Licenciada en Historia, maestra en Metodología de la Ciencia, profesora de tiempo completo en el CECYT “Ricardo Flores Magón”, IPN. análisis 29 Augusto Comte.
  • 2. igualdad y fraternidad”. Por lo cual, la burguesía te- nía que abolir la filosofía que le llevó al poder, pero sin hacer tambalear su estructura, establecida por ellos. Para abolir una filosofía revolucionaria se necesi- taba otra contrarrevolucionaria, que implantara el orden sin caer en los excesos del antiguo régimen. Comte trató de demostrar que “no hay orden sin progreso ni progreso sin orden”, para justificar los in- tereses de su clase burguesa y para demostrar que aun en un gobierno de origen revolucionario podía existir el orden (Zea, 1993:41). Con el apoyo de las ciencias positivas, Comte es- tableció el ideal de un nuevo orden social en el que los intereses de su clase estuvieran justificados. La solución fue sustituir a la Iglesia católica por una nueva Iglesia: la religión de la humanidad, de lo po- sitivo. Enfrentó a la libertad revolucionaria desorde- nada contra la libertad ordenada; la igualdad fue opacada por la jerarquía social, los seres humanos no son iguales, cada uno tiene un determinado nivel so- cial. Este nivel, no está dado, como se decía en el antiguo régimen, por Dios, sino por el trabajo. Esta diferencia que marca el trabajo no significa- ría un desajuste dentro de la sociedad, al contrario, permitiría aceptar que todas las clases son necesarias, ya que todos tienen obligaciones que cumplir. La sociedad estará formada por los que dirigen y los que son dirigidos. Los que dirigen a la sociedad serán los sabios y filósofos que, dentro del orden, la conduci- rán al progreso más alto (Zea, 1993: 45). En México, durante la segunda mitad del siglo XIX, ya se hablaba de una burguesía triunfadora en la Reforma, según palabras de Justo Sierra: “A quien se debió el triunfo reformista fue a la clase media en los estados, a la que había pasado por los colegios, a la que tenía lleno de sueños el cerebro, de ambiciones el corazón y de apetitos el estómago: la burguesía dio oficiales, generales, periodistas, tribunos, ministros, mártires y vencedores a la nueva causa” (Zea, 1993:46) […]“aquí no hay más clase en marcha que la burguesía” (Matute, 1984:330). Los reformistas se opusieron a los conservadores por medio de la lucha. Al triunfar, no convenía que otros grupos exigieran con las armas lo que ellos ha- bían reclamado a los conservadores. Para afianzar el poder fue necesario buscar una filosofía que permi- tiera el orden; esta filosofía ya estaba creada: era el positivismo (Zea, 1993:46-47). Los positivistas mexicanos identificados con las ideas de Comte, establecieron que el progreso de la historia de México estaba representado por tres eta- pas o tres estadios: el teológico, cuando la política estuvo en manos del clero y la milicia; el metafísico, durante la época de combates entre liberales y conservadores, y el positivo, con el triunfo de la Re- forma liberal, donde el orden positivo sustituiría al orden teológico y al desorden metafísico (Zea, 1993:49). Gabino Barreda nació en Puebla en 1818, estudió la carrera de abogado y medicina. En 1847 luchó contra la intervención norteamericana; meses más tarde partió a Francia, donde Pedro Contreras Elizal- de fue quien lo presentó con Augusto Comte, que había iniciado el “Curso de filosofía general de la humanidad”. Después de obtener el diploma de Doctor en la Escuela de Medicina, regresó a México en 1851. Ejerció como médico en Guanajuato y, en 1867, después de pronunciar un famoso discurso que le abriría las puertas a la política mexicana, Benito Juárez lo llamó como colaborador (Zea, 1993:55). La Oración Cívica, discurso que pronunció el Dr. Gabino Barreda el 16 de septiembre de 1857 en Guanajuato fue una interpretación de la historia me- xicana bajo la influencia de las ideas de Comte. Ba- rreda afirmó en ese discurso que: “la historia era una ciencia sujeta a leyes que hacen posible la previsión de hechos por venir y la explicación de los que ya han pasado”. Exaltó al espíritu científico, mostró la acción de éste en la práctica al decir: “tan imposible es hoy que la política marche sin apoyarse en la cien- cia como que la ciencia deje de comprender en su dominio a la política”. Barreda presentó la historia mexicana como un proceso de emancipación del orden colonial; la cau- sa de dicha independencia fue una transformación que desencadenó todas las demás, como la de “la emancipación mental”, caracterizada por la gradual decadencia de las doctrinas antiguas y su progresiva sustitución por las modernas (Villegas, 1982: 69-70). Para Barreda el liberalismo es una expresión del espí- ritu positivo, a diferencia de Comte, para quien representaba el negativo. No combatió Barreda al catolicismo como lo hizo Comte, sino que veía en el clero católico sólo un obstáculo más para el desarrollo del espíritu positivo (Zea, 1993:57). Una revisión de la historia de México, desde que se creó la República hasta la caída del Segundo Imperio, nos muestra el caos y la inestabilidad políti- ca que había existido, ya que además de las diferen- cias en los proyectos políticos internos, se sufrieron intervenciones extranjeras y pérdidas de territorio. análisis 30
  • 3. En la Oración Cívica del Dr. Barreda se hacía refe- rencia al pasado reciente de la intervención francesa y se relacionó estos eventos con la lucha de los espí- ritus “positivos” y “negativos”, según el positivismo: “Los soldados de la República en Puebla salvaron como los de Grecia en Salamina, el porvenir del mundo al salvar el principio republicano, que es la enseña moderna de la humanidad. México encar- na en esta lucha contra las fuerzas negativas en- carnadas en las huestes de Napoleón III. Europa entera ha sucumbido ante estas fuerzas, sólo México logra enfrentarse a ellas y decidir con su victoria, la victoria del espíritu del progreso. En este conflicto entre el retroceso europeo y la civilización america- na, en esta lucha del principio monárquico contra el principio republicano, en este último esfuerzo del fanatismo contra la emancipación, los republicanos de México se encontraban solos contra el orbe entero (…) Al detener la invasión, salvó a la democracia americana de caer en las garras del espíritu negativo” (Zea, 1993:61). El triunfo del partido republicano encabezado por Juárez fue el triunfo del progreso contra el retroceso. En forma inteligente, Gabino Barreda “acomodó” el positivismo a las circunstancias mexicanas del año 1867, al triunfo de la República sobre el Imperio. Si se compara la Oración Cívica con la doctrina de los tres estadios de Comte, se encuentra que en México, a diferencia de Europa, el espíritu metafísico, corres- pondiente al estadio revolucionario en Francia, ha sido un espíritu consciente de su misión: ha destruido a las fuer- zas que se oponían al progreso y, una vez destruidas, se dispuso a establecer el nuevo orden. Es la Revolución en Francia la que se transforma en orden. En el caso mexicano no existía, como en la filosofía de Comte, una oposición al orden, la oposición está repre- sentada por el clero y la milicia. Barreda no atacó a los libera- les como lo hizo Comte en Fran- cia, éste los consideraba la encar- nación del espíritu negativo. Los liberales mexicanos victoriosos re- presentaban al positivismo. Más tarde los liberales entraron en po- lémica con Barreda y con sus dis- cípulos; entonces éstos, como en el caso de Comte, considerarán al liberalismo como la expresión del espíritu negativo. En los momentos de la victoria en 1867, los liberales encomendaron a Barreda la organización de la educación en México. La ideología revolucio- naria de los liberales mexicanos necesitaba transfor- marse en una ideología de orden y para lograrlo se sustentaría en una ideología conservadora como la de Comte. Si el lema del positivismo comtiano era “Amor, Orden y Progreso”, Gabino Barreda lo trans- formaría en “Libertad, Orden y Progreso”: la libertad como medio, el orden como base y el progreso como fin. En la palabra “libertad” se expresaba la ideolo- gía de los liberales mexicanos. Sin embargo, los libe- rales comprobarían que la interpretación de liber- tad de los positivistas no era igual a la suya (Zea, 1993:66-69). El positivismo en la República restaurada La ley del 2 de diciembre de 1867 consagró la secula- rización de la enseñanza al disponer en las escuelas oficiales la supresión de la educación religiosa y de una moral inspirada, necesariamente, en creencias también religiosas. Separada la Iglesia del Estado, era necesario que el poder público cumpliera con la obli- gación de la instrucción, la cual debía inculcar en la conciencia de los educandos la necesidad del orden y, sobre todo, del nuevo orden de cosas. En febrero de 1868 abrió sus puertas la Escuela Nacional Preparatoria, situada en la calle de San Ildefonso, en la ciudad de México, bajo la dirección análisis 31 Entrada de Juárez a la capital, el 15 de julio de 1867, lo que significó la restauración de la República liberal.
  • 4. de su creador, el Dr. Gabino Barreda. Esta escuela buscaba capacitar a los estudiantes que deseaban ha- cer una carrera profesional, ya que no se contaba con preparación adecuada para hacerle frente a los estudios superiores (Blanquel, 1984:3). El proyecto educativo de Barreda no se limitaba solamente a la Escuela Nacional Preparatoria, sino también abarcó la enseñanza primaria. Para 1875 propuso que ésta fuera obligatoria para todos los me- xicanos, a lo que se opondrían los liberales, pues pensaban que ello atacaría los derechos del hombre de pensar y actuar libremente (Zea, 1993:126). A este argumento Barreda respondió que los derechos del hombre se reducen a “vivir y procurarse su des- arrollo y bienestar y que los derechos de la sociedad están sobre los derechos del hombre”. Barreda se en- frentó a la tesis liberal sobre la libertad, mostrando cómo ésta no puede concebirse como un “dejar ha- cer”, sino como algo limitado por las necesidades de la sociedad. En 1873 el ataque a Barreda y al positi- vismo se hará más fuerte al ser eliminadas las mate- rias de analítica y el cálculo infinitesimal a quienes se preparaban para medicina y jurisprudencia (Zea, 1993:127). En 1880, durante el gobierno de Manuel Gonzá- lez, el ministro de Instrucción Pública fue Ezequiel Montes; éste expidió un decreto en el cual se agredía a la instrucción basada en el positivismo. En este decreto se ordenaba la sustitución de la Lógica de J. Stuart Mill y la de Alejandro Bain por la de Ti- berghein. Las razones que sustentaban este mandato establecían que “en la filosofía positiva no existía certidumbre alguna respecto a las cuestiones de or- den moral, como lo eran la existencia de Dios, el alma y el destino del hombre” (Zea, 1993:134). A pesar del ataque gubernamental, los positivis- tas mexicanos defenderán la tesis de que el orden basado en la doctrina positiva es el que necesitaba la sociedad mexicana (Zea, 1993:136). En diciembre de 1880 salió a la luz en la ciudad de México el periódico La Libertad, publicado por Justo Sierra, Miguel y Pablo Macedo, José Ives Limantour y Fran- cisco Bulnes. Su lema era: “Periódico liberal-conser- vador” y su orientación era rigurosamente científica (Blanquel, 1984:4). Algunos diputados liberales for- mularon un plan de reforma educativa, el cual será desbaratado por Gabino Barreda en cada uno de sus párrafos en un artículo llamado “Instrucción Públi- ca”, publicado en la Revista Positiva (Zea, 1993:136). También Justo Sierra replicó al decreto de Ezequiel Montes en el periódico La Libertad, en 1881; afirmaba: “En adelante, todo lo que sea con- trario al punto de vista de nuestros positivistas, será tachado de retroceso, de anarquía, de desorden. El progreso y el orden es el predicado por ellos. Lo que se les oponga tendrá necesariamente que ser lo con- trario: no cabe otra ideología que la positiva” (Zea, 1993:136). Finalmente el positivismo resultó triunfador y se adaptó la Lógica de Porfirio Parra para su enseñanza en la Escuela Nacional Preparatoria, junto con la de Mill y Spencer (Zea, 1993:386). En dicha obra, se enfatizó el saber de los positivistas mexicanos y, ade- más, se hizo evidente la originalidad dentro de un sistema cerrado como el positivista. También se res- petó el contenido del positivismo, se le acomoda- ron nuevas formas, nuevos agrupamientos, para ob- tener mayor claridad. El positivismo doctrinal alcanzó su apogeo en México con Porfirio Parra (Zea, 1993:393). Esta polémica se desarrolló durante el gobierno del general Manuel González. Fue durante este go- bierno que entró en la Cámara de Diputados un gru- po de jóvenes quienes andando el tiempo serían los que justificarían y apoyarían la dictadura de Porfirio Díaz. Ellos eran Justo Sierra, Pablo Macedo, Rosen- do Pineda, Francisco Bulnes y Jorge Hammeker Me- xia. Opuestos a ellos se encontraban en dicha Cáma- ra los viejos liberales Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacios y otros (Zea, 1993:397). Gabino Barreda murió en marzo de 1881, con él terminaría la etapa del positivismo comtiano. Sin embargo, la ideología positiva había arraigado en los liberales de la época porfirista, uno de ellos se- ría Justo Sierra, quien formaría la “Escuela Científica Política de México”, que más adelante se converti- ría en el Partido Unión Liberal, apoyo político y filo- sófico de la dictadura de Porfirio Díaz (Blanquel, 1984:2). < Bibliografía Zea, Leopoldo (1993), El positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia, México, FCE. Mardones, J. M. y N. Ursúa (1997), Filosofia de la Ciencias Humanas y Sociales, México, Editorial Fontanamara. Matute, Álvaro (1984), México en el siglo XIX, fuente e interpretaciones históricas, México, UNAM, Lecturas Universitarias, n. 12. Villegas, Abelardo (1982), “El positivismo: justificación ideológica”, en Ismael Colmenares M., et al., Cien años de la lucha de clases en México (1876-1976), México, Ediciones Quinto Sol, t. I. Blanquel, Eduardo, et al. (1984), Tiempo de México, nn. 17, 19 y 20, México, SEP. análisis 32