El documento discute si es posible perder la salvación por no hacer buenas obras a pesar de que la salvación no puede ser ganada por las buenas obras. Argumenta que, según Romanos 9, Dios decidió previamente quién sería objeto de su misericordia y quién de su ira, y que estas decisiones divinas son irresistibles para los humanos. Por lo tanto, la salvación no depende de la voluntad o elección humana, sino de la decisión soberana de Dios.