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Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2012 (19.3) – 361
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372 – Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3)
La Naturaleza nos ha vuelto a recor-
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producido tres con consecuencias catas-
tróficas, el del Océano Índico en 2004
(ver el monográfico “Tsunami”, número
13.1 de Enseñanza de las Ciencias de la
Tierra), el de Concepción en Chile en
2010 y el de Tõhoku en Japón de 2011.
Quizás puedan parecer demasiado segui-
dos y demasiado desastrosos, pero con
sólo hacer un poco de memoria compro-
bamos que los tsunamis son fenómenos
naturales bastante frecuentes. De 1952
a 1964 se produjeron tres grandes te-
rremotos, dos de ellos de los mayores
que se han registrado en la historia, con
sus consiguientes grandes tsunamis. En
1952 un terremoto de magnitud 8.5 arra-
só la ciudad de Severo-Kurilsk, en las is-
las Kuriles, de la antigua URSS, matando
a unas 2400 personas de una población
estimada de 6000. En 1960 tuvo lugar el
famoso terremoto de Valdivia, en Chile,
el mayor registrado hasta el momento,
con una magnitud de 9.5, dejando 6000
fallecidos en todo el mundo (causó víc-
timas incluso en Hawai y Japón, a miles
de kilómetros del epicentro). En 1964 en
Alaska tuvo lugar un terremoto de mag-
nitud 9.2 que generó un tsunami que cau-
so algo más de un centenar de víctimas.
Si retrocedemos algo más en el tiempo
vemos cómo en la primera mitad del s.
XX ocurrieron media docena de tsuna-
mis que dejaron víctimas. Entre estos
Terremotos Tsunamigénicos:
REFLEXIONES DE LOS TSUNAMIS
DE CHILE (2010) Y JAPÓN (2011)
José A. Álvarez Gómez
Insituto de Hidráulica Ambiental – IH Can-
tabria – Universidad de Cantabria
Dep. Geodinámica – Facultad de Geología –
Universidad Complutense de Madrid
Fig.1. Fotografía tomada por la marina de los Estados unidos de América en las operaciones de rescate y apoyo
tras el tsunami de Tõhoku de 2011 en la población de Otsuchi, Iwate, Japón. Puede verse en primer plano el
puerto de la población y la barrera anti-tsunami. Hacía el interior un barco ha sido arrastrado y dejado sobre
un edificio que permanece en pie.
ISSN: 1132-9157 – Pags. 372-374
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3) – 373
está el terremoto y tsunami de Messina,
en la isla italiana de Sicilia, que destruyó
la ciudad y dejó más de 70000 muertos. O
el de Sanriku, en Japón, en 1933, con más
de 3000 muertos, en una zona que más
tarde se ha visto afectada por el tsunami
de 2011. Podríamos ir aún más atrás y ver
cómo en el s. XIX al menos media docena
de terremotos generaron tsunamis des-
tructivos (sin contar el tsunami genera-
do por la explosión de la isla volcánica de
Krakatoa), y otros tantos tuvieron lugar
en el s. XVIII, entre ellos el desastroso y
conocido tsunami de Lisboa de 1755, que
se generó unos cientos de kilómetros al
suroeste del Cabo de San Vicente y que
afectó a la costa suroccidental de la Pe-
nínsula Ibérica y la noroccidental de Áfri-
ca, dejando decenas de miles de muertos
entre Portugal y España.
De todos los eventos producidos a lo
largo de la historia, aproximadamente
la mitad lo son en Japón. Los japoneses
han registrado minuciosamente la ocu-
rrencia de estos eventos incluyéndolos
en su cultura como provocados por una
deidad llamada “Namazu”, en forma de
siluro gigante, que agitando su cola hace
que la tierra tiemble y el mar se agite.
Desde la antigüedad Japón ha estado a
la cabeza del estudio de estos fenómenos
de la naturaleza, y actualmente es proba-
blemente el país del mundo con un co-
nocimiento más profundo de estos; ade-
más es el país más avanzado en cuanto a
medidas de mitigación y alerta ante este
tipo de amenazas. Sin embargo esto no
ha impedido que el reciente tsunami de
Tõhoku se haya convertido en el mayor
desastre para Japón desde la finalización
de la segunda guerra mundial.
Un año antes, al otro lado del Pacífico,
un terremoto de magnitud Mw 8.8 desa-
tó un tsunami sobre la costa de Chile, en
las regiones de Maule y Bio-Bio. A pesar
de la magnitud del terremoto, y de los
daños causados sobre las viviendas (se
calcula que unas 370 000 edificaciones
fueron afectadas) los mayores daños
personales fueron debidos al tsunami.
Del mismo modo que en Japón, en Chi-
le la ocurrencia de terremotos de gran
magnitud es relativamente frecuente y,
por lo tanto, la generación de tsunamis.
A lo largo de su historia reciente Chile ha
sufrido un buen número de terremotos
destructivos acompañados de tsunamis,
y debido a las particulares característi-
cas del límite de placas responsable de
estos eventos, se pueden estimar razona-
blemente las zonas con un mayor riesgo
de sufrir un nuevo tsunami en el futuro.
En los años anteriores al evento, diferen-
tes artículos científicos habían destaca-
do la alta probabilidad de ocurrencia de
un nuevo evento destructivo en la zona
de Maule y Bio-Bio.
Tanto en Japón como en Chile la ocu-
rrencia de este tipo de eventos no es una
sorpresa, y de hecho son dos de los países
más estudiados por los científicos de todo
el mundo para adquirir un mayor conoci-
miento de los procesos generadores de
estos mega-terremotos y mega-tsunamis.
Sin embargo, si la ocurrencia de estos
fenómenos naturales no es una sorpresa
¿por qué siguen cobrándose tantas vidas?
Incertidumbre científica
A pesar de la relativa frecuencia de
estos grandes eventos en Chile y Japón,
estadísticamente la cantidad de casos
de estudio en época reciente es escasa.
Para poder hacer predicciones o estima-
ciones realistas sobre un proceso físico
es necesario conocer en detalle cuál es
el funcionamiento del objeto de estudio.
En el caso de los tsunamis, el proceso de
propagación de ondas de gran longitud a
través del mar, se puede modelar numé-
ricamente con gran aproximación a la
realidad desde el punto de vista matemá-
tico. Se utilizan las llamadas ecuaciones
de aguas someras (ya que la longitud de
onda, de decenas de kilómetros, es mayor
que la profundidad del medio en el que se
propaga, hasta un máximo de 10 km pero
de media en torno a los 5 km) incluyendo
lo que se conoce como componentes no
lineales de las ecuaciones, vitales para el
correcto modelado en aguas poco profun-
das. Sin embargo lo determinante para
obtener buenos resultados en este tipo
de modelos es, por un lado, la correcta
representación del medio físico en el que
las olas se propagan y, por otro, la fuente
generadora de estas olas. Estos dos as-
pectos clave en el modelado numérico de
tsunamis presentan grandes dificultades
y conllevan importantes incertidumbres.
El medio es el agua marina, cuyas ca-
racterísticas físicas para la propagación
de las ondas son bien conocidas, pero la
morfología de la batimetría, es decir, del
fondo marino no está tan bien caracteriza-
da. Cuando la ola se propaga en grandes
profundidades, en alta mar, las irregulari-
dades del fondo oceánico apenas afectan
a la onda que se está propagando. Sin
embargo, cuanto más nos acercamos a la
costa y menor es la profundidad, mayor
es la influencia de la batimetría en los
resultados debido a la no linealidad de
las ecuaciones matemáticas. Es algo así
como el famoso efecto mariposa de la teo-
ría del caos aplicado a los modelos atmos-
féricos pero en esta ocasión aplicado a los
modelos de oleaje marino. Esto quiere
decir que las pequeñas variaciones en el
fondo marino determinan en gran medida
las características de las olas del tsunami
en la costa. Los procesos litorales y la di-
námica costera van modificando de mane-
ra continua la morfología de este fondo
marino, de manera que es prácticamente
imposible contar con modelos digitales
de la batimetría con la precisión suficien-
te como para hacer estimaciones realistas
de los efectos de las olas de tsunami sobre
la costa.
A esta incertidumbre de la morfología
del fondo marino se añade otra mayor,
que es la de la fuente que va a generar el
tsunami, es decir, las características del
terremoto o el deslizamiento submari-
no. Estos modelos numéricos se han de
hacer con anticipación a la ocurrencia
del evento debido a que las capacidades
de cálculo de los ordenadores actuales
no permiten hacer este tipo de modelos
en tiempo real, Es decir, cuando sucede
el evento tenemos que disponer de ante-
mano de una serie de modelos numéricos
que se aproximen lo más posible al que
ha sucedido. Mediante estos modelos
predefinidos las instituciones responsa-
bles de la alerta de tsunami han de hacer
sus planificaciones ante emergencias,
sus predicciones de las áreas que pueden
verse más afectadas y han de estimar las
características de las olas que pueden lle-
gar. Así, para tener una serie de modelos
predefinidos hemos de predecir cuáles
son las características más probables del
evento generador del tsunami, en los ca-
sos que nos ocupan, los terremotos. Si
no tenemos un conocimiento suficiente
de la geología de una zona o del proceso
de generación de estos mega-terremotos,
difícilmente podremos hacer estimacio-
nes correctas de la fuente que puede dar
lugar al tsunami.
En Chile se tenía una estimación bas-
tante aproximada de las características
que un gran terremoto podría tener en
esa zona, y existía un sistema de alerta de
tsunami razonable. Sin embargo se care-
374 – Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3)
cía de modelos numéricos actuales con
la previsión de zonas que podrían verse
potencialmente afectadas. En Japón por el
contrario si se tenían modelos de tsunami
con los que determinar las zonas que po-
drían verse más afectadas y la magnitud
aproximada de la ola. Sin embargo estos
modelos no contemplaban la ocurrencia
de un evento con una magnitud tan gran-
de como el que tuvo lugar, de manera que
subestimaban la peligrosidad del tsunami
en la zona afectada. Ambos eventos son
buenos ejemplos de las limitaciones que
impone la incertidumbre científica para la
predicción y prevención de procesos geo-
lógicos de tan baja frecuencia.
Factor humano
No sólo la incertidumbre científica ex-
plica el porqué de estas catástrofes. En
ambos casos se contaba con sistemas de
alerta eficientes que de haber funciona-
do a la perfección habrían salvado más
vidas. Y es que, en todo sistema de aler-
ta, en toda situación de emergencia el
factor humano es determinante.
En Chile, en 2005, tras la ocurrencia
de un terremoto lejano de magnitud Mw
6.6 (improbable generador de un tsuna-
mi) la institución encargada de la alerta
de tsunami, quizás muy influida por el
aún reciente tsunami de Indonesia, infor-
mó de la posible ocurrencia de un tsuna-
mi y decidieron evacuar a la población de
la costa. El tsunami no tuvo lugar, pero
en las horas en las que la población fue
evacuada se produjeron saqueos en las
ciudades, lo que provocó una situación
bochornosa para las autoridades. Cuan-
do en 2010 tuvo lugar el evento de Mw
8.8, sabiendo las características iniciales
del terremoto, todos los científicos que
estamos implicados en la investigación
de los tsunamis teníamos claro que se
iba a producir un tsunami considerable
en la costa chilena. Al igual que nosotros,
los científicos chilenos lo sabían. El cen-
tro de alerta para el pacífico, el PTWC
(Pacific Tsunami Warning Center), emi-
tió alerta para Chile y Perú dando estima-
ciones de hora de llegada de la ola. Sin
embargo, ¿quién se arriesgaba a decidir
la evacuación de la población tras la re-
ciente experiencia de la falsa alarma de
2005? En esos momentos de incertidum-
bre, de miedo a la responsabilidad, se
decidió no alertar de la posible ocurren-
cia del tsunami y se calmó a la población
diciendo que no había riesgo de tsunami.
Esto se dijo en la televisión nacional por
representantes del gobierno mientras las
olas dejaban víctimas en la costa frente a
la que se generó el tsunami.
En Japón, los tsunamis están integra-
dos en su cultura y tienen probablemen-
te el mejor sistema de alerta del mundo.
Tienen incluso infraestructuras de pro-
tección frente a los tsunamis. Cuando
ocurrió el terremoto de magnitud Mw
9.0, los sistemas de alerta entraron en
funcionamiento, la población esperaba
la ocurrencia del tsunami y las institucio-
nes alertaban de olas superiores a 3 me-
tros de altura según predecían los sofisti-
cados sistemas de alerta japoneses. Esta
ola de algo más de tres metros no sería
capaz de superar las barreras anti-tsuna-
mi construidas en diferentes lugares de
la costa. La evacuación masiva y rápida,
que habría sido necesaria en algunos lu-
gares, no tuvo lugar por exceso de con-
fianza. Cuando una ola mucho mayor de
lo previsto llegó a la costa no hubo tiem-
po para huir. En algunas zonas no pudie-
ron ponerse a salvo, y en las zonas con
barreras la población, que confiaba en su
efectividad, presenció cómo la ola supe-
raba su altura de diseño. A este desastre
hubo que añadir la falta de previsión a la
hora de construir las centrales nucleares
de Fukushima. Construir una central
nuclear en la costa, al nivel del mar, en
un país como Japón, es una imprudencia
evidente.
Consideración final
Cada vez los modelos numéricos que
utilizamos para hacer predicciones de
daños por tsunami son mejores; se ha lo-
grado reproducir el fenómeno de la pro-
pagación de grandes olas de una manera
bastante fiable. Sin embargo aún quedan
escollos por superar, como la obtención
de batimetrías con un nivel de detalle y
precisión suficiente, pero sobre todo lo-
grar la caracterización adecuada de las
fuentes que generan estos tsunamis. Las
limitaciones en el estudio de estos fenó-
menos son grandes. Es un sistema de
difícil observación y la frecuencia de este
tipo de eventos es muy baja. Con cada
gran terremoto la comunidad científica
aprende y muchos suponen un acicate
que en ocasiones revoluciona el estudio
del fenómeno. Esto pasó con el famoso
terremoto de San Francisco, de 1906, y ha
pasado también con el gran tsunami del
Índico de 2004. Los recientes tsunamis de
Chile y Japón nos han dado lecciones a los
científicos, pero sobre todo han puesto de
relieve la importancia de una correcta
toma de decisiones y de las medidas de
autoprotección frente a los desastres na-
turales. Como dijo Imamura, especialista
en tsunamis de la Universidad de Tõhoku
tras el tsunami de Japón de 2011: “Lo que
nosotros hacemos es ciencias naturales.
Pero cómo la gente lee estos números es
un problema difícil que requiere ciencias
humanas. Necesitamos más investigación
a este respecto.” 
Fig. 2. Mapa de elevaciones de ola y tiempo de viaje (en horas) del tsunami de Japón de 2011. El mapa fue
realizado en las primeras horas tras el terremoto por el Instituto de hidráulica ambiental “IH Cantabria” en
base a modelos numéricos de propagación de oleaje realizados con las primeras estimaciones de fuente sísmica.

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Terremotos y tsunamis: lecciones de Chile y Japón

  • 1. LaGeologíaesnotIcia Enseñanza de las Ciencias de la Tierra AEPECT 19.3 - 2011 Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2012 (19.3) – 361 Características geológicas de un terremoto pequeño pero catastrófico Lorca: el terremoto del 11 de mayo de 2011 José J. Martínez Díaz (pag. 362) El Terremoto, Mw=9.0, de Tohoku-Oki (Japón) José Morales (pag. 365) EL TERREMOTO DE HAITÍ Dos años después continúa la incertidumbre sobre la falla sísmica que ocasionó el desastre José Luis Granja Bruña - Andrés Carbó Gorosabel Pedro Pablo Hernaiz-Huerta - Pilar Llanes Estrada Alfonso Muñoz-Martín - Antonio Olaiz Campos TERREMOTOS TSUNAMIGÉNICOS: REFLEXIONES DE LOS TSUNAMIS DE CHILE (2010) Y JAPÓN (2011) 11 de Marzo de 2011: El big one en un lugar no esperado (pag. 372) José A. Álvarez Gómez La Base de Datos de Fallas Activas Cuaternarias de Iberia (QAFI) (pag. 375) Julián García-Mayordomo Fuente:AgenciaReuters (pag. 369)
  • 2. 372 – Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3) La Naturaleza nos ha vuelto a recor- dar el gran poder de destrucción de los tsunamis. En lo que va de siglo, se han producido tres con consecuencias catas- tróficas, el del Océano Índico en 2004 (ver el monográfico “Tsunami”, número 13.1 de Enseñanza de las Ciencias de la Tierra), el de Concepción en Chile en 2010 y el de Tõhoku en Japón de 2011. Quizás puedan parecer demasiado segui- dos y demasiado desastrosos, pero con sólo hacer un poco de memoria compro- bamos que los tsunamis son fenómenos naturales bastante frecuentes. De 1952 a 1964 se produjeron tres grandes te- rremotos, dos de ellos de los mayores que se han registrado en la historia, con sus consiguientes grandes tsunamis. En 1952 un terremoto de magnitud 8.5 arra- só la ciudad de Severo-Kurilsk, en las is- las Kuriles, de la antigua URSS, matando a unas 2400 personas de una población estimada de 6000. En 1960 tuvo lugar el famoso terremoto de Valdivia, en Chile, el mayor registrado hasta el momento, con una magnitud de 9.5, dejando 6000 fallecidos en todo el mundo (causó víc- timas incluso en Hawai y Japón, a miles de kilómetros del epicentro). En 1964 en Alaska tuvo lugar un terremoto de mag- nitud 9.2 que generó un tsunami que cau- so algo más de un centenar de víctimas. Si retrocedemos algo más en el tiempo vemos cómo en la primera mitad del s. XX ocurrieron media docena de tsuna- mis que dejaron víctimas. Entre estos Terremotos Tsunamigénicos: REFLEXIONES DE LOS TSUNAMIS DE CHILE (2010) Y JAPÓN (2011) José A. Álvarez Gómez Insituto de Hidráulica Ambiental – IH Can- tabria – Universidad de Cantabria Dep. Geodinámica – Facultad de Geología – Universidad Complutense de Madrid Fig.1. Fotografía tomada por la marina de los Estados unidos de América en las operaciones de rescate y apoyo tras el tsunami de Tõhoku de 2011 en la población de Otsuchi, Iwate, Japón. Puede verse en primer plano el puerto de la población y la barrera anti-tsunami. Hacía el interior un barco ha sido arrastrado y dejado sobre un edificio que permanece en pie. ISSN: 1132-9157 – Pags. 372-374
  • 3. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3) – 373 está el terremoto y tsunami de Messina, en la isla italiana de Sicilia, que destruyó la ciudad y dejó más de 70000 muertos. O el de Sanriku, en Japón, en 1933, con más de 3000 muertos, en una zona que más tarde se ha visto afectada por el tsunami de 2011. Podríamos ir aún más atrás y ver cómo en el s. XIX al menos media docena de terremotos generaron tsunamis des- tructivos (sin contar el tsunami genera- do por la explosión de la isla volcánica de Krakatoa), y otros tantos tuvieron lugar en el s. XVIII, entre ellos el desastroso y conocido tsunami de Lisboa de 1755, que se generó unos cientos de kilómetros al suroeste del Cabo de San Vicente y que afectó a la costa suroccidental de la Pe- nínsula Ibérica y la noroccidental de Áfri- ca, dejando decenas de miles de muertos entre Portugal y España. De todos los eventos producidos a lo largo de la historia, aproximadamente la mitad lo son en Japón. Los japoneses han registrado minuciosamente la ocu- rrencia de estos eventos incluyéndolos en su cultura como provocados por una deidad llamada “Namazu”, en forma de siluro gigante, que agitando su cola hace que la tierra tiemble y el mar se agite. Desde la antigüedad Japón ha estado a la cabeza del estudio de estos fenómenos de la naturaleza, y actualmente es proba- blemente el país del mundo con un co- nocimiento más profundo de estos; ade- más es el país más avanzado en cuanto a medidas de mitigación y alerta ante este tipo de amenazas. Sin embargo esto no ha impedido que el reciente tsunami de Tõhoku se haya convertido en el mayor desastre para Japón desde la finalización de la segunda guerra mundial. Un año antes, al otro lado del Pacífico, un terremoto de magnitud Mw 8.8 desa- tó un tsunami sobre la costa de Chile, en las regiones de Maule y Bio-Bio. A pesar de la magnitud del terremoto, y de los daños causados sobre las viviendas (se calcula que unas 370 000 edificaciones fueron afectadas) los mayores daños personales fueron debidos al tsunami. Del mismo modo que en Japón, en Chi- le la ocurrencia de terremotos de gran magnitud es relativamente frecuente y, por lo tanto, la generación de tsunamis. A lo largo de su historia reciente Chile ha sufrido un buen número de terremotos destructivos acompañados de tsunamis, y debido a las particulares característi- cas del límite de placas responsable de estos eventos, se pueden estimar razona- blemente las zonas con un mayor riesgo de sufrir un nuevo tsunami en el futuro. En los años anteriores al evento, diferen- tes artículos científicos habían destaca- do la alta probabilidad de ocurrencia de un nuevo evento destructivo en la zona de Maule y Bio-Bio. Tanto en Japón como en Chile la ocu- rrencia de este tipo de eventos no es una sorpresa, y de hecho son dos de los países más estudiados por los científicos de todo el mundo para adquirir un mayor conoci- miento de los procesos generadores de estos mega-terremotos y mega-tsunamis. Sin embargo, si la ocurrencia de estos fenómenos naturales no es una sorpresa ¿por qué siguen cobrándose tantas vidas? Incertidumbre científica A pesar de la relativa frecuencia de estos grandes eventos en Chile y Japón, estadísticamente la cantidad de casos de estudio en época reciente es escasa. Para poder hacer predicciones o estima- ciones realistas sobre un proceso físico es necesario conocer en detalle cuál es el funcionamiento del objeto de estudio. En el caso de los tsunamis, el proceso de propagación de ondas de gran longitud a través del mar, se puede modelar numé- ricamente con gran aproximación a la realidad desde el punto de vista matemá- tico. Se utilizan las llamadas ecuaciones de aguas someras (ya que la longitud de onda, de decenas de kilómetros, es mayor que la profundidad del medio en el que se propaga, hasta un máximo de 10 km pero de media en torno a los 5 km) incluyendo lo que se conoce como componentes no lineales de las ecuaciones, vitales para el correcto modelado en aguas poco profun- das. Sin embargo lo determinante para obtener buenos resultados en este tipo de modelos es, por un lado, la correcta representación del medio físico en el que las olas se propagan y, por otro, la fuente generadora de estas olas. Estos dos as- pectos clave en el modelado numérico de tsunamis presentan grandes dificultades y conllevan importantes incertidumbres. El medio es el agua marina, cuyas ca- racterísticas físicas para la propagación de las ondas son bien conocidas, pero la morfología de la batimetría, es decir, del fondo marino no está tan bien caracteriza- da. Cuando la ola se propaga en grandes profundidades, en alta mar, las irregulari- dades del fondo oceánico apenas afectan a la onda que se está propagando. Sin embargo, cuanto más nos acercamos a la costa y menor es la profundidad, mayor es la influencia de la batimetría en los resultados debido a la no linealidad de las ecuaciones matemáticas. Es algo así como el famoso efecto mariposa de la teo- ría del caos aplicado a los modelos atmos- féricos pero en esta ocasión aplicado a los modelos de oleaje marino. Esto quiere decir que las pequeñas variaciones en el fondo marino determinan en gran medida las características de las olas del tsunami en la costa. Los procesos litorales y la di- námica costera van modificando de mane- ra continua la morfología de este fondo marino, de manera que es prácticamente imposible contar con modelos digitales de la batimetría con la precisión suficien- te como para hacer estimaciones realistas de los efectos de las olas de tsunami sobre la costa. A esta incertidumbre de la morfología del fondo marino se añade otra mayor, que es la de la fuente que va a generar el tsunami, es decir, las características del terremoto o el deslizamiento submari- no. Estos modelos numéricos se han de hacer con anticipación a la ocurrencia del evento debido a que las capacidades de cálculo de los ordenadores actuales no permiten hacer este tipo de modelos en tiempo real, Es decir, cuando sucede el evento tenemos que disponer de ante- mano de una serie de modelos numéricos que se aproximen lo más posible al que ha sucedido. Mediante estos modelos predefinidos las instituciones responsa- bles de la alerta de tsunami han de hacer sus planificaciones ante emergencias, sus predicciones de las áreas que pueden verse más afectadas y han de estimar las características de las olas que pueden lle- gar. Así, para tener una serie de modelos predefinidos hemos de predecir cuáles son las características más probables del evento generador del tsunami, en los ca- sos que nos ocupan, los terremotos. Si no tenemos un conocimiento suficiente de la geología de una zona o del proceso de generación de estos mega-terremotos, difícilmente podremos hacer estimacio- nes correctas de la fuente que puede dar lugar al tsunami. En Chile se tenía una estimación bas- tante aproximada de las características que un gran terremoto podría tener en esa zona, y existía un sistema de alerta de tsunami razonable. Sin embargo se care-
  • 4. 374 – Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2011 (19.3) cía de modelos numéricos actuales con la previsión de zonas que podrían verse potencialmente afectadas. En Japón por el contrario si se tenían modelos de tsunami con los que determinar las zonas que po- drían verse más afectadas y la magnitud aproximada de la ola. Sin embargo estos modelos no contemplaban la ocurrencia de un evento con una magnitud tan gran- de como el que tuvo lugar, de manera que subestimaban la peligrosidad del tsunami en la zona afectada. Ambos eventos son buenos ejemplos de las limitaciones que impone la incertidumbre científica para la predicción y prevención de procesos geo- lógicos de tan baja frecuencia. Factor humano No sólo la incertidumbre científica ex- plica el porqué de estas catástrofes. En ambos casos se contaba con sistemas de alerta eficientes que de haber funciona- do a la perfección habrían salvado más vidas. Y es que, en todo sistema de aler- ta, en toda situación de emergencia el factor humano es determinante. En Chile, en 2005, tras la ocurrencia de un terremoto lejano de magnitud Mw 6.6 (improbable generador de un tsuna- mi) la institución encargada de la alerta de tsunami, quizás muy influida por el aún reciente tsunami de Indonesia, infor- mó de la posible ocurrencia de un tsuna- mi y decidieron evacuar a la población de la costa. El tsunami no tuvo lugar, pero en las horas en las que la población fue evacuada se produjeron saqueos en las ciudades, lo que provocó una situación bochornosa para las autoridades. Cuan- do en 2010 tuvo lugar el evento de Mw 8.8, sabiendo las características iniciales del terremoto, todos los científicos que estamos implicados en la investigación de los tsunamis teníamos claro que se iba a producir un tsunami considerable en la costa chilena. Al igual que nosotros, los científicos chilenos lo sabían. El cen- tro de alerta para el pacífico, el PTWC (Pacific Tsunami Warning Center), emi- tió alerta para Chile y Perú dando estima- ciones de hora de llegada de la ola. Sin embargo, ¿quién se arriesgaba a decidir la evacuación de la población tras la re- ciente experiencia de la falsa alarma de 2005? En esos momentos de incertidum- bre, de miedo a la responsabilidad, se decidió no alertar de la posible ocurren- cia del tsunami y se calmó a la población diciendo que no había riesgo de tsunami. Esto se dijo en la televisión nacional por representantes del gobierno mientras las olas dejaban víctimas en la costa frente a la que se generó el tsunami. En Japón, los tsunamis están integra- dos en su cultura y tienen probablemen- te el mejor sistema de alerta del mundo. Tienen incluso infraestructuras de pro- tección frente a los tsunamis. Cuando ocurrió el terremoto de magnitud Mw 9.0, los sistemas de alerta entraron en funcionamiento, la población esperaba la ocurrencia del tsunami y las institucio- nes alertaban de olas superiores a 3 me- tros de altura según predecían los sofisti- cados sistemas de alerta japoneses. Esta ola de algo más de tres metros no sería capaz de superar las barreras anti-tsuna- mi construidas en diferentes lugares de la costa. La evacuación masiva y rápida, que habría sido necesaria en algunos lu- gares, no tuvo lugar por exceso de con- fianza. Cuando una ola mucho mayor de lo previsto llegó a la costa no hubo tiem- po para huir. En algunas zonas no pudie- ron ponerse a salvo, y en las zonas con barreras la población, que confiaba en su efectividad, presenció cómo la ola supe- raba su altura de diseño. A este desastre hubo que añadir la falta de previsión a la hora de construir las centrales nucleares de Fukushima. Construir una central nuclear en la costa, al nivel del mar, en un país como Japón, es una imprudencia evidente. Consideración final Cada vez los modelos numéricos que utilizamos para hacer predicciones de daños por tsunami son mejores; se ha lo- grado reproducir el fenómeno de la pro- pagación de grandes olas de una manera bastante fiable. Sin embargo aún quedan escollos por superar, como la obtención de batimetrías con un nivel de detalle y precisión suficiente, pero sobre todo lo- grar la caracterización adecuada de las fuentes que generan estos tsunamis. Las limitaciones en el estudio de estos fenó- menos son grandes. Es un sistema de difícil observación y la frecuencia de este tipo de eventos es muy baja. Con cada gran terremoto la comunidad científica aprende y muchos suponen un acicate que en ocasiones revoluciona el estudio del fenómeno. Esto pasó con el famoso terremoto de San Francisco, de 1906, y ha pasado también con el gran tsunami del Índico de 2004. Los recientes tsunamis de Chile y Japón nos han dado lecciones a los científicos, pero sobre todo han puesto de relieve la importancia de una correcta toma de decisiones y de las medidas de autoprotección frente a los desastres na- turales. Como dijo Imamura, especialista en tsunamis de la Universidad de Tõhoku tras el tsunami de Japón de 2011: “Lo que nosotros hacemos es ciencias naturales. Pero cómo la gente lee estos números es un problema difícil que requiere ciencias humanas. Necesitamos más investigación a este respecto.”  Fig. 2. Mapa de elevaciones de ola y tiempo de viaje (en horas) del tsunami de Japón de 2011. El mapa fue realizado en las primeras horas tras el terremoto por el Instituto de hidráulica ambiental “IH Cantabria” en base a modelos numéricos de propagación de oleaje realizados con las primeras estimaciones de fuente sísmica.