Paula sobrevivió a un accidente de avión en el Congo cuando tenía 2 años y fue acogida por una manada de jirafas, en especial por una jirafa llamada Mamafa que la crio como su madre. Ahora Paula vive en Nueva York con Mamafa y planea montar un negocio de limpieza de cristales de rascacielos utilizando la larga lengua de Mamafa.
1. V U I T E N A L E C T U R A D E
L L E N G U A C A S T E L L A N A
PAU LA Y MAMAFA EN LA CIU DAD
Sufrí un desgraciado accidente de avión cuando tan solo contaba con dos años de edad.
Recuerdo vagamente los gritos ensordecedores de las personas que me rodeaban. Todos se
aferraban fuertemente a sus cinturones de seguridad con la esperanza, supongo, de sobrevivir. Lo
cierto es que, a partir de ese momento, solo recuerdo una caída muy, muy súbita, y nada más.
Ahora que soy mayor sé que por aquel entonces tenía padres, como normalmente cualquier niño
suele tener, pero debo decir que yo nunca pude conocer bien a los míos.
El avión se estrelló en una zona selvática del Congo y yo logré salvarme. Las autoridades
debieron dar el aparato por extraviado, y nunca nadie empezó ninguna búsqueda. Mi nombre es
Paula, y quedé abandonada sin alimento ni ayuda en el corazón de África. Como he dicho antes,
no llegué a conocer a mis padres. La selva era hostil y peligrosa… ¡Y yo estaba sola! Sin
capacidad de reacción ni fuerzas para ir hacia ningún lado, habría muerto muy pronto si no
hubiese sido por mi “segunda madre”, como la llamo yo. Os resultará sorprendente pero… ¡Una
jirafa me acogió en su manada! Me recogió del suelo lleno de hierbas y ramas con su hocico, me
subió a su lomo sigilosamente y me convirtió en un miembro más de su manada. Yo la llamaba
“mamafa” (una mezcla entre “mamá” y “jirafa”) y aprendí a quererla con locura.
En medio de esa selva que me había engullido, mamafa me dio la oportunidad de llegar a
crecer y a ser alguien. Entablé amistad con el orangután Narcís (un primate muy salado que
contaba chistes y era capaz de transformar grados centígrados en grados Fahrenheit) y con la
pantera Carla (una depredadora muy elegante que siempre se mantenía en silencio antes de
2. atacar). Hice muchas amigas y amigos, pero mi corazón estuvo siempre con mi mamafa. ¡La
amaba con locura! Cuando estaba triste ella me alentaba, me animaba y me consolaba. Nunca
me sentí sola ni extraña en medio de la manada, pues todas las jirafas me dieron alojamiento y
cobijo y, sobre todo, mucho, mucho amor.
Con el tiempo crecí y, de la nada, fundé una organización con indígenas de la zona para
proteger la zona selvática del Congo. Lógicamente, no pude estudiar nunca, pero la vida me
enseñó todo cuanto necesitaba saber. Lo más importante para mí y que, de hecho, es lo que
defiende mi organización, es el amor y el respeto hacia los animales.
Ahora mi vida ha cambiado. Hace unos meses dejé a unos amigos míos a cargo de la
asociación y me desplacé a Estados Unidos, concretamente a Nueva York. Me llevé conmigo a
mamafa en avión… Tuvieron que fletar una aeronave especial, pues el largo cuello de mamafa
reclamaba un techo más alto de lo normal. Cuando llegamos al aeropuerto la gente nos miró
sorprendida y la policía intentó detenernos, pero yo disponía de un permiso especial y, finalmente,
pudimos entrar en suelo americano.
Desde entonces sigo en contacto con mis amigos indígenas del Congo. Me dicen siempre que
la asociación de defensa de los animales va viento en popa. Según parece, ya no hay un
regimiento de cazadores furtivos tan numeroso y los animales salvajes no corren, pues, tanto
peligro. Además, mis colegas me cuentan que han fichado a la pantera Carla para vigilar la
entrada de la asociación y al orangután Narcís para que les explique chistes: ¡se parten el pecho
con él cada día!.
Mamafa y yo hemos decidido montar aquí una empresa de limpiacristales para los grandes
edificios. Con ella a mi lado será muy fácil mantener limpias todas las altas ventanas.
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