De la implementación de la figura del ombudsperson (+posición de carrera)
Columna crecer humanidades (1)
1. Por estos días en que las y los cristianos en su mayoría conmemoran la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, como Crecer Humanidades hemos asumido la necesidad de abrir un debate
fraterno y respetuoso, sobre qué catolicidad reproduce nuestra Universidad. Esta necesidad no
nace de oportunismo alguno, sino que por el contrario, halla su explicación en el hecho de que en
nuestra plataforma se cobijan compañeras y compañeros ateos, agnósticos, cristianos; y ha sido
allí, en la convivencia y diálogo entre las y los distintos, que hemos comprendido y hecho nuestra
la necesidad de romper con el monopolio de la legitimidad en torno a quiénes son las voces
autorizadas en este debate. Esto, sin afán de decir “la verdad”, sino más bien, con el deseo hablar
sin miedo, y preguntarnos si realmente existe esa esencia que otros defienden, y en base a la cual
se niegan a la posibilidad de hacer de la UC una universidad democrática y comprometida con las
necesidades de nuestro pueblo.
Una pregunta insoslayable parece plantearse como punto de partida en esta reflexión: ¿Qué
entendemos por vocación cristiana? La respuesta a esta primera interrogante se halla en el papel
de aquel que responde en la fe. Una respuesta que lejos de ser pasiva, se enmarca en la libertad
del ser humano que toma una determinada opción, cuyas consecuencias lejos de estar limitadas al
ámbito espiritual, se traducen en una praxis concreta. Una acción que no puede ignorar las
condiciones en las cuales vivimos y nos desenvolvemos: la concentración de la riqueza, la
vergonzosa desigualdad y segregación, la discriminación social, de género, cultural, entre muchos
males que nos aquejan como sociedad. La fe se constituye como una opción que requiere de una
coherencia que solo la radicalidad del ejemplo de Cristo le puede dar. El cristiano que toma el
mensaje evangélico en su radicalidad, no ha de permanecer impávido ante esta situación, sino que
debe buscar formas de acción que aspiren a transformar la realidad. Pero, ¿Cómo se concreta este
anhelo? ¿A través de la pura acción caritativa y paternalista, o se levanta contra la injusticia en una
práctica comprometida con la transformación real, con y para los más desfavorecidos? La justicia
social ha de ser el horizonte de aquel que comprometido ética y moralmente desde la fe,
encuentra la expresión del Cristo sufriente en la injusticia y opresión cotidiana y constante. Es la
fe, esa respuesta gratuita y libre, la que debe mover a los cristianos al compromiso liberador, que
denuncia, se escandaliza, pero también actúa orientada a un cambio revolucionario que busca la
anhelada justicia, entendida como la oportunidad de construir democráticamente una sociedad
igualitaria, integrando su diversidad inherente en la complementariedad de todos los seres
humanos.
La fe como respuesta de compromiso transformador es ante todo liberadora. Una concepción que
se enfrenta a la visión de una fe pasiva asociada solo a la dimensión espiritual del ser humano, que
en boca de las estructuras de poder, se levanta como instrumento de opresión. En este sentido, la
acción del cristiano ha de estar en sintonía con la acción de Dios en el mundo, que interviene en la
historia a favor de los oprimidos: así lo hizo con el esclavizado pueblo de Israel en Egipto. Y así lo
hizo Cristo quien tomó el lugar de los pobres, para desde allí –tal como apreciamos en los
evangelios- construir un discurso y una acción radical de liberación.
En el compromiso transformador del cristiano, el cuestionamiento por la realidad ocupa un lugar
central en la articulación de una práctica liberadora. En este sentido, deben ser cuestionados el
2. sistema económico, social y político imperante en nuestro país. Lamentablemente nuestra
universidad ha contribuido mucho a la existencia de este, imponiendo además, una catolicidad
oficial que discrimina y se cierra a la crítica, alineándose con intereses empresariales,
reproduciendo segregación a través de sus altos aranceles. ¿Quién podría negar el rol fundamental
que tuvo la Universidad Católica en la imposición del vigente sistema económico liberal? ¿No es
acaso, nuestra universidad, una de las más elitistas del país, con una notable ausencia de
heterogeneidad en su composición social? Es importante entender que hoy esta universidad no ha
sido capaz de hacerse cargo de la vocación cristiana que dice profesar.
Saludamos finalmente, a todas y todos quienes se han hecho cargo de una verdadera catolicidad y
un real sentido cristiano, cuestionándose profundamente las características de nuestra sociedad,
aportando de forma importante a la transformación revolucionaria. Con el ejemplo de Clotario
Blest, Monseñor Romero, Camilo Torres, Pierre Dubois y tantos otros y otras que han
comprendido el más profundo sentido del Evangelio, avancemos juntos en la lucha revolucionaria,
a la construcción de una sociedad justa y humana.