Aquí –cuentan los roqueños- comenzó la desgracia del cabrero. A partir de aquel momento vivió bajo el peso de una desconocida amenaza. Llegó a sentir que en cualquier momento moriría hecho pedazos. Este sentimiento se fue haciendo cada vez más acentuado, al extremo de hacerle vivir temblando como una hoja. Se convirtió en un manojo de nervios cada vez más creciente. Y si esto era en el día, durante la noche se convertía en pasto de un inexplicable tormento del que ya no pudo liberarse. Apenas cerraba los ojos tratando de aprisionar un sueño inquieto y esquivo, despertaba sobresaltado, aguijoneado por un terror indescriptible que se reflejaba en sudoraciones frías, temblores y gritos de angustia de no se sabe qué orígenes.
1. “Año dela integración nacional y el conocimiento de nuestra
diversidad”
C.P.I FRANCISCO BOLOGNESI
PROFESOR : WILBER GIRON
ALUMNO: VÍCTOR CHAMORRO
CURSO : COMPUTACION
AÑO: 2013
3. Este era un cabrero de Rocco,
amiguero, comunicativo y
bromista; muy querido en el
pueblo. Como medio de vida,
además de la agricultura,
había reunido en su corral gran cantidad de cabras, entre las que
destacaba un poderoso chivo negro de edad madura que
utilizaba como semental.
Siguiendo la costumbre que había establecido en su casa, cada
noche, antes de acostarse, pasaba revista a su rebaño y después
se iba a dormir tranquilamente. Así fue durante mucho tiempo
hasta que una noche acaeció algo misterioso que lo dejó alelado.
4. Al retornar a su morada luego de un largo viaje,
pasada la medianoche, reparó en la ausencia de su
semental. No estaba. Contó y recontó a sus
animales y sólo faltaba el reproductor. Como el
seguro de la puerta no mostraba nada anormal, mil
conjeturas a cual más disparatadas, se formaron en
su revuelta cabeza. Por fin, juzgando que, lascivo
como era, saldría por las estancias vecinas a cubrir
a las cabras, se quedó dormido sin conseguir hacer
desaparecer por completo la inquietud.
5. Llegada la semana próxima, se ocultó
con mucho cuidado a espiar el corral, a
la espera de lo que ocurriría. No esperó
mucho. Cercana la medianoche, con
una habilidad asombrosa que no le
conocía, el chivaton abría la puerta del
corral como si fuera un ser humano, y
luego de asegurarla tras su salida, se
perdía confundido con la prieta
oscuridad de la noche.
6. Sin salir de su asombro, decidió que la semana próxima ataría al
animal para que no abandonara el aprisco. Así lo hizo. Pero
aconteció que rendido por el sueño no pudo advertir que en un
pestañeo la cabra gigantesca se había escapado. !¿Qué?!… se dijo
alarmado, y sin terminar de comprender lo que estaba
ocurriendo, pasó a examinar la soga y la halló completamente
desatada como por una mano experta; es más, había quedado
lista para ser anudado al regreso del animal. Después del canto
de los gallos, retornó el cabrío y como si nada hubiera ocurrido
volvió a atarse con la soga fija en la estaca. El pastor, ahogando
un grito de admiración y espanto, decidió entonces trazar un
plan que cumpliría muy puntual y sigilosamente la semana
venidera. ...Así lo hizo.
7. Cercana la medianoche, con una habilidad
misteriosa, el chivo desató la soga, abrió la puerta
y salió a campo traviesa. El pastor, tal como lo
había preparado, se puso el poncho y el sombrero
saliendo tras el animal a prudente distancia para
que no pudiera advertir que lo seguían. La noche
estaba límpidamente iluminada. El animal con una
admirable seguridad, sale de Rocco, atraviesa
Cruzca y cerca a Yerbabuenarragra, se introduce en
una caverna.
8. Lo que aquí vio el pastor, jamás pudo olvidarlo. Hoy,
transcurridos muchos años, la gente de Rocco todavía lo
sigue contando.
La caverna estaba completamente iluminada como si se
tratara del día más brillante de verano. Las flamas que
danzaban en fogatas infernales proyectaban
fantasmagóricas siluetas sobre las paredes del antro de la
gran cantidad de gente que allí se encontraba. Estas
llamaradas, aumentadas por las luminiscencias de los
pebeteros adosados a la pared, producían un calor infernal
con fuertes emanaciones azufradas. Allí había muchísima
gente extrañamente ataviada con tétricas túnicas negras y
rojas. ¡Era una reunión de brujas y hechiceros de todos los
pueblos de la sierra, llegados allí volando por enigmáticos
poderes extraterrenos. ¡Era un aquelarre!.
9. El pastor, convenientemente oculto –ojos saltones, copiosa
transpiración y manos temblorosas -, no perdía detalle de lo que allí
ocurría.
En el momento en que las voces se habían hecho implacablemente
bulliciosas, se produjo un horrible reventón que consiguió el silencio
inmediato. Al frente, iluminado por las espectrales luces, rodeado de
una aureola de extraña niebla, emergió la figura de un formidable
bucardo negro, cubierto con abundosa pelambre y gigantescos cuernos
y ojos como ascuas que reverberaban no obstante las luminiscencias
del antro. ¡Era el demonio!. En la parte alta y central del escenario
estaba la bestia; majestuosa y altanera, luciendo anillos, brazaletes,
pectorales de oro con incrustaciones de brillante pedrería y una
vestimenta de ostentoso lujo. Alaridos demoníacos que pretendían
salmodiar misteriosos himnos se elevaron por los aires.
10. De un rincón apareció un personaje
igualmente tenebroso con su séquito
de auxiliares y monaguillos
tétricamente ataviados.
Prosternándose ceremoniosamente
ante la bestia, comenzó a realizar una
espantosa parodia de la misa católica.
¡La misa negra!. Cuando dio la vuelta
para encararse con los asistentes a la
ceremonia luego de postrarse ante
Luzbel, el pastor reconoció a su chivo
negro. Allí estaba. Lo conocía muy
bien. No podía ser otro macho cabrío.
11. Negro como la noche más sombría, la cabeza
relativamente corta y frente abovedada de
donde emergía un par de cuernos gigantescos,
encorvados hacia atrás, comprimidos en la base
y abultados en la superficie exterior, llevando
a lo largo de su dimensión estrías y
abultamientos notables; el hocico corto y, en
la mandíbula inferior, una barbas hirsutas de
regulares proporciones; el cuello breve y dos
patas robustas. Era él; pero cómo había
cambiado. No sólo era el lujurioso garañón que
cubría a todas las cabras del contorno. Ahora
era otro. Sobre las patas traseras y cubierto
todo con una túnica roja por encima, parecía
un sacerdote, magistral y autoritario. !Quién lo
diría!.
12. Pasado el ofertorio y llegado el momento del
sermón, de su garganta brotaron voces guturales
que vocalizaba una extraña lengua, parecida al
latín, pero de cadencias e inflexiones
sobrecogedoras. Sin duda eran blasfemias e
imprecaciones contra Dios.
13. Concluida la misa negra –el pastor, seca la garganta y el
corazón desbocado-, brujas y hechiceros, extrañamente
jóvenes y poderosos, completamente desnudos por el calor
reinante y, lujuriosos como bestias en celo, se enredaban en
cópulas interminables de resuellos, quejidos y sofocos
impresionantes. Alternando con la lascivia, comían trozos de
carne humana extraída de los cementerios, en tanto el jefe,
la bestia repugnante, comía carne de algún muerto reciente.
¿Cuánto tiempo estuvo allí, inmóvil y aterrorizado?- No lo
sabría decir. El canto del primer gallo le hizo volver a la
realidad. Vuelto de su espanto, el pastor abandonó su
escondite y raudo, llevado por su pánico, arrojando espuma
por la boca, retornó a su casa.
14. Al día siguiente, fingiendo no
saber nada del chivo, pasó por
delante del animal. Reunido con
el pueblo, contó todo con lujo de
detalles. Indignados entonces los
hombres, recomendados por los
viejos, fueron al corral y
venciendo mil dificultades
degollaron al cabrón para salvar
al pueblo de la maldición del
demonio.