1. Mitos
y Leyendas
Mitos
y Leyendas
INSTITUCION EDUCATIVA
FISCAL
“MIGUEL DE SANTIAGO”
Nombre: Diana Chávez
Curso: 1ro de Bachillerato Paralelo: “B2”
Fecha: 26/12/20 Ing. Diego Gallo
Proyecto Nº 4
2020 – 2021
2. Cantuña y su Pacto con el diablo
- Leyenda
En la época colonial un indio llamado Francisco Cantuña, impulsado por las ansias de oro y
grandeza, fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del Atrio del
Convento Máximo de San Francisco de Quito.
El indígena comenzó́ la construcción del atrio pero lamentablemente el tiempo que disponía era
muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar por lo que Cantuña poco a
poco empezó a desesperarse.
Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él. En esos precisos momentos, se
apareció ante el asustado indígena, subiendo desde las sombras más oscuras de las tinieblas,
"Lucifer", el amo y señor del infierno.
- ¡CANTUÑA!. ¡Aquí estoy para ayudarte!. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio
incompleto antes que aparezca el nuevo día. ¡A cambio, me pagarás con tu alma!
Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato,
solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El
Demonio aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.
Tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó́ antes de la media noche, fue entonces el
momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña". Sin
embargo pasó algo inesperado...
- ¡Un momento! ¡Un momento! - dijo Cantuña.
- ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y
no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido!
En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy
sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra. Cantuña salvó de esta forma su
alma, y el Demonio sintiéndose burlado, se refugió́ en los infiernos sin su paga, no sin antes
insultar y maldecir al indígena Cantuña por el agravio.
De este modo, el gran Atrio que se levanta solemne en el pretil del Convento Máximo de San
Francisco de Quito, fue construido manteniéndose infranqueable ante los avatares del tiempo y
de la gente para ser orgullo perpetuo de todos los quiteños y ecuatorianos.
3. El Guagua Auca
- Leyenda
Una de tantas noches un hombre borracho regresaba a caballo a su casa, en
el sector de la Quebrada Honda se encontró a la vera del camino con un bulto
en el que se hallaba envuelto en pañales. Era un pequeño y hermoso niño que
lloraba sin consuelo, entonces lo tomó en brazos y lo subió al caballo para
llevarlo a su casa, en ese momento el niño calló su llanto.
Después de recorrer un buen trecho, el niño se transformó en un ser horrible,
con los ojos rojos y vidriosos y en su boca dos colmillos gigantes, tomó de
la solapa al borrachito y le dijo: "véame, dentesh gandesh tengo", "véame,
cola lalga tengo". En ese momento, cantó el gallo, terminó el encanto. El
ser sobrenatural habló: "Agradece que haya cantado ese maldito gallo,
porque de lo contrario te llevaba conmigo a la quinta paila", en referencia
al Infierno; con el mayor susto, el hombre arrojó al bulto por los aires, este
al caer al suelo reventó, y se sintió en el ambiente un fuerte olor a azufre.
Al maltratador se le quitó la chuma, e hizo una promesa, que ya no tomará
más y trataría mejor a su familia.
El guagua auca, es un niño que no fue bautizado y que por eso no fue ente-
rrado en ningún cementerio, sino en unos matorrales, o lo arrojaban a una
acequia sus padres desnaturalizados. Entonces se aparece entre las doce de
la noche y las tres de la mañana, hora en que termina el encanto con el primer
canto del gallo, porque su alma no puede descansar. Pero tranquilos, solo
espanta a los borrachínes que maltratan a sus propios niños.
4. TIN TIN
- Mito
Personaje mítico propio de la zona montubia. El Tintín al parecer procede del dios Puná
de la fecundidad llamado Tin, se lo describe en la actualidad como un enano, con una
gran cabeza, los pies vueltos hacía atrás y el miembro viril sumamente desarrollado, al
extremo de llevárselo arrastrando por el suelo. Usa sombrero que llega un poco más
abajo de las orejas y produce un silbido ululante y lúgubre.
El Tintín persigue y asecha a las mujeres casadas o no, preferentemente pelonas y
cejonas para poseerlas carnalmente, luego de sumirlas en un trance hipnótico. Cuando
se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, llevando una
piedra imán en un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los
habitantes de la casa duerman. Luego aborda a las mujeres dormidas; se las lleva al
monte y ahí las posee sexualmente, con la cabeza para abajo y las nalgas para arriba.
Las mujeres que han sido víctimas del Tintín no recuerdan nada, solamente amanecen
con moretones y cardenillos en el cuerpo.
El esposo que en alguna ocasión descubre al Tintín de forma in franganti con su esposa
raptada y lo insulta, muere en el acto. Sólo las mujeres casadas pueden quedar
embarazadas del Tintín, y cuando así sucede dan a luz por lo general niños de apariencia
normal, pero sin esqueleto, por lo que pronto fallece. A estos niños se los entierra en los
cementerios, se los abandona en los cardos y luego se los quema, o se los amarra a los
palos más altos de las balandras para atraer la buena suerte en las labores de la pesca.
Los hijos del Tintín que sobreviven, con el correr de los años se vuelven seductores
natos de mujeres, a las que consiguen y embaucan con mil artimañas.
El mito del Tintín constituye una prueba evidente de la concepción de la masculinidad
como una fuerza negativa o maligna frente a lo femenino asociado con lo benigno.
5. La Olla del Panecillo
- Mito
Se dice que en Quito había una mujer que todos los días llevaba su vaquita al
Panecillo para que pudiera comer ya que no tenía un potrero donde llevarla.
Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla
pero a su regreso ya no la encontró. Muy asustada, se puso a buscarla por los
alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no aparecía. En su afán por encontrarla, bajó
hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la
entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba
sentada una bella princesa que al ver allí a la humilde señora, le preguntó
sonriendo:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria.
Contestó la mujer llorando.
La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un
ladrillo de oro. Además, la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba
sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta con sus obsequios. Pero,
cuando llegó a la puerta, se llevó una gran sorpresa al ver a su vaca de regreso. -
¡Ahí está mi vaca! Gritó la mujer muy contenta.
Y fue así como la mujer y la vaquita regresaron a su casa luego de esa
inolvidable aventura que quedó escondida en la Olla del Panecillo.
6. La Caja Ronca
- Leyenda
En Ibarra se dice de dos grandes amigos, Manuel y Carlos, a los cuales cierto día se les fue
encomendado, por don Martín (papa de Carlos), un encargo el cual consistía en que llegasen hasta
cierto potrero, sacasen agua de la asequia, y regasen la sementería de papas de la familia, la cual
estaba a punto de echarse a perder. Ya en la noche, muy noche, se les podía encontrar a los dos
caminando entre los oscuros callejones, donde a medida que avanzaban, se escuchaba cada vez
más intensamente el escalofriante "tararán-tararán". Con los nervios de punta, decidieron
ocultarse tras la pared de una casa abandonada, desde donde vivieron una escena que cambiaría
sus vidas para siempre...
Unos cuerpos flotantes encapuchados, con velas largas apagadas, cruzaron el lugar llevando una
carroza montada por un ser temible de curvos cuernos, afilados dientes de lobo, y unos ojos de
serpiente que inquietaban hasta el alma del más valiente. Siguiendole, se lo podía ver a un
individuo de blanco semblante, casi transparente, que tocaba una especie de tambor, del cual venía
el escuchado "tararán-tararán".
He aqui el horror, recordando ciertas historias contadas de boca de sus abulitos y abuelitas,
reconocieron el tambor que llevaba aquel ser blanquecino, era nada más ni nada menos que la
legendaria caja ronca.
Al ver este objeto tan nombrado por sus abuelos, los dos amigos, muertos de miedo, se
desplomaron al instante. Minutos despues, llenos de horror, Carlos y Manuel despertaron, mas la
pesadilla no había llegado a su fin. Llevaban consigo, cogidos de la mano, una vela de aquellas
que sostenían los seres encapuchados, solo que no eran simples velas, para que no se olvidasen
de aquel sueño de horror, dichas velas eran huesos fríos de muerto. Un llanto de desesperación
despertó a los pocos vecinos del lugar. En aquel oscuro lugar, encontraron a los dos temblando
de pies a cabeza murmurando ciertas palabras inentendibles, las que cesaron después de que las
familias Dominguez y Guanoluisa (los vecinos), hicieron todo intento por calmarlos.
Después de ciertas discusiones entre dichas familias, los jóvenes regresaron a casa de don
Martín al que le contaron lo ocurrido. Por supuesto, Martín no les creyó ni una palabra,
tachandoles así de vagos.
Después del incidente, nunca se volvió a oir el "tararán-tararán" entre las calles de Ibarra, pero
la marca de aquella noche de terror, nunca se borrara en Manuel ni en Carlos.Ojala así aprendan
a no volver a rondar en la oscuridad a esas horas de la noche