2. Se acercó a Jesús un
leproso suplicándole de
rodillas: Si quieres puedes
limpiarme. Sintiendo
lástima, Jesús extendió la
mano y lo tocó diciendo:
Quiero: queda limpio. La
lepra se le quitó
inmediatamente y quedó
limpio. Jesús lo despidió
encargándole
severamente: No se lo
digas a nadie, pero ve a
presentarte al sacerdote…
Marcos 1, 40-45.
3. La misericordia de
Jesús se extiende
como sus palabras.
Su voz, su mirada y
su ternura tienen la
capacidad de curar a
mucha gente.
Un leproso se acerca
a Jesús. Sus palabras
son una oración
desgarrada:
¡Si quieres, puedes
limpiarme!
4. Jesús conoce el
profundo dolor del
enfermo. Se
compadece de él y
responde de
inmediato. Pero no
quiere que el
sufrimiento lo prive
de su última libertad.
Antes de curar,
cuenta con su firme
deseo y su voluntad
de sanarse.
5. El leproso queda
limpio. Cuando nuestro
corazón se abre
sinceramente a Dios, él
puede obrar el milagro
y sanar toda nuestra
vida. Dios puede
limpiarnos de todas las
lepras físicas y
espirituales, en
especial aquellas que
empañan en corazón:
el orgullo y la
petulancia.
6. Una vida espiritual pobre y superficial es como un cuerpo
carente de oxígeno y nutrientes: enferma y languidece.
Pero, en medio de la oscuridad, Jesús nos tiende sus
manos amorosas y nos ofrece su dulzura para sanarnos.
¡Dios quiere que nuestra vida sea sana y llena de sentido!
7. La salud va ligada a lo que somos, creemos y vivimos.
Si nuestra vida se fundamenta en valores sólidos
tendremos fuerza y coraje para afrontar las dificultades.
Sabremos tomar las decisiones acertadas que afectarán
a nuestra vida, corporal y espiritual.
8. La fe en Jesús nos lava. La
apertura de alma nos
purifica: los limpios de
corazón verán a Dios.
Pero Jesús también cuenta
con la mediación humana.
Cuando pide al leproso que
se presente al sacerdote
nos está diciendo: la
mediación de la Iglesia es
importante.
¡Dios la quiere!
9. El evangelio nos lleva
al sacramento del
perdón y la
reconciliación.
Dios actúa a través
de sus ministros, que
ejercen la función de
Cristo.
No podemos negar la
mediación de la
comunidad eclesial.
10. Todos necesitamos ser sanados y lavados de nuestras
lepras interiores.
Pidamos a Jesús con fe y humildad, como el leproso:
Si quieres, puedes limpiarme.