El Dificil Equilibrio Entre La Familia Y El Trabajo
1. Taller para Mujeres emprendedoras
Desarrollo Profesional
EL DIFÍCIL EQUILIBRIO ENTRE LA FAMILIA Y EL TRABAJO
Diversos estudios indican que uno de los principales factores que actúan como barrera para la
entrada de las mujeres en el mercado laboral, su permanencia en ello y las posibilidades de
desarrollar una trayectoria laboral con capacitación, ascensos, proyecciones laborales y
retribuciones adecuadas, sigue siendo su responsabilidad – impuesta socialmente como
responsabilidad “natural” y “individual” –por el cuidado de los niños y otras personas con
necesidades de atención y cuidado (enfermos, ancianos, entre otros dependientes).
Vale mencionar los resultados de un estudio llevado a cabo en Holanda, que indica que
solamente el 20% de mujeres con cónyuge e hijos menos de 12 años es económicamente
independiente. Para las mujeres con cónyuge pero sin hijos el porcentaje es considerablemente
más alto: 60% (Van den Brink, P., 1999: 10). Al mismo tiempo, la cultura laboral y empresarial se
ha construida alrededor del “hombre proveedor económico sin responsabilidades familiares y
sociales” (partiendo del estereotipo que tenga una mujer “madre-esposa” y “ama de casa” que
presta gratuitamente estos servicios de atención y cuidado).
La exigencia de una disponibilidad de tiempo casi ilimitado – que se expresa en largas
jornadas laborales, reuniones formales e informales en horario “extra”, viajes, trabajo en
fines de semana, cursos de capacitación fuera del horario de trabajo – resulta difícilmente
compatible para la mayoría de las mujeres con su rol de madres y esposas.
Al mismo tiempo, en la cultura empresarial se parte de la idea que las mujeres sean menos
interesadas en una carrera de largo aliento, más proclives a ausentarse de la empresa por
razones familiares, y por lo tanto, menos confiables para una inversión en capital humano por
parte de empresa.
Pero como respuestas a esta realidad, muchas mujeres justamente tratan de recompensar
su “handicap” de ser mujer con un mayor rendimiento en sus estudios y una tendencia
hacia el perfeccionismo en su dedicación y empeño profesional y otras han creado sus
propias empresas con el fin de ser “sus propias jefas” y así poder escapar de sistema y
relaciones de trabajo que limitan sus posibilidades de desarrollo.
Independientemente de realizar emprendimientos de distinta escala movidas por las obligaciones
o como una mejor opción, la mayor parte de los estudios en este tema demuestran que a lo largo
del proceso de gestación y desarrollo de sus negocios, las mujeres van adquiriendo diversas
competencias vinculadas no sólo con el aspecto comercial, técnico y gerencial, sino también
ganando autonomía, autoridad y ampliando su capacidad de negociación, tanto en plano social
como al interior de su familia.
Los objetivos centrales de las mujeres al iniciar un negocio no están necesariamente
relacionados con la búsqueda de ganancias económicas crecientes, sino que suelen
perseguir otras metas como el logro de independencia, flexibilidad para combinar familia y
compromisos de trabajo y asegurar la subsistencia de la familia.
Con base en su experiencia en las labores y responsabilidades del hogar las mujeres aprenden
naturalmente a ser administradoras y ello se refleja en sus capacidades empresariales. De allí
que algunos sostienen que todas las “amas de casa” son empresarias en potencia.
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Desarrollo Profesional
A partir de la responsabilidad del hogar y el adiestramiento transmitido generacionalmente se
deriva la capacidad organizativa de las mujeres, a partir del pensamiento en varias “bandas”. Las
mujeres tienen una capacidad casi natural de estar pendiente de varios asuntos a la vez. De
manera que podría afirmarse que las mujeres están “culturalmente equipadas” para varios
aspectos de la actividad de gestión empresarial.
Otro aspecto importante de la gestión de las microempresarias y empresarias es el manejo del
tiempo, en el que necesariamente, obligadas por la socialización o por la necesidad, deben
combinarse las actividades del hogar con las actividades del negocio. En muchos casos, esta
limitación determina el tipo de negocio que las mujeres escogen: por ejemplo, el sector comercio
resulta ampliamente preferido por los emprendimientos femeninos, porque aunque demanda una
dedicación horaria importante, la atención de los clientes tiende a concentrarse principalmente en
sólo algunas horas del día. Esto facilita a las mujeres la administración de su hogar y su negocio,
y puede recurrir al apoyo de sus hijos y otros familiares para atenderlo.
Una microempresaria potencialmente exitosa será aquella que cuente con capital social
(especialmente relaciones y sostén familiar parental) y mínimo capital material para iniciar
su tarea.
Por ello la asociatividad representa un elemento clave para el fomento del desarrollo de los
mercados y el desarrollo empresarial. Las redes, asociaciones productivas y asociatividad en
todas sus formas sirven de impulso a las actividades productivas de las mujeres, en aspectos
materiales pero también en aspectos afectivos. El impulso emocional que la asociatividad da a
las emprendedoras puede ser el elemento determinante de su sostenibilidad. Las empresarias
tienden a desarrollar un estilo gerencial más colaborativo, establecen relaciones más horizontales
que podrían favorecer la asociatividad (OIT, 2001).
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