Fred Griffith descubrió que neumococos muertos por calor podían transmitir virulencia a cepas vivas no virulentas. Más tarde, Oswald Avery demostró que la sustancia responsable era el ADN, lo que representó una revolución conceptual ya que se creía que la herencia dependía de proteínas. Griffith realizó experimentos inyectando diferentes combinaciones de neumococos vivos y muertos a ratas y analizando sus efectos.