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Gestión educativa
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E
s en los años sesenta que en Estados Unidos se empieza a hablar de «gestión
educativa»; en los setenta, en el Reino Unido y en los ochenta, en América
Latina. Se trata, entonces, de una disciplina de desarrollo muy reciente: de allí su
bajo nivel de especificidad y estructuración. Por hallarse en búsqueda de identidad y
estar aún en gestación, es un caso interesante de relación entre teoría y práctica.
La gestión educativa busca aplicar los principios generales de la gestión al campo
específico de la educación. Su objetivo es estudiar la organización del trabajo en dicho
campo y está determinada por el desarrollo de las teorías generales de ambos campos.
Pero no se trata de una disciplina teórica. Su contenido disciplinario responde tanto
a los fundamentos de la gestión como a la cotidianidad de su práctica; esta última
obedece a los principios generales de la gestión y de la educación. Hablamos, en ese
sentido, de una disciplina aplicada, de un campo de acción.
En la actualidad, la práctica está muy influenciada por el discurso de la política
educativa y, como es evidente, por los distintos esfuerzos que se desplieguen para apli-
carla. Se tiende a avanzar en medio de cambios derivados de dichas políticas educati-
vas, de presiones para que éstas entren en vigor y de resultados provenientes de ajustar
la práctica a las presiones que vienen «desde arriba». Este hecho permite notar que la
gestión educativa no es solamente pragmática, como podría pensarse, sino que lleva
inscrita la dimensión política en su práctica.
En su estado actual, la gestión educativa es una disciplina en gestación en la cual
interactúan los planos de la teoría, de la política y de la pragmática.
Entonces, como puntos metodológicos para comprender la naturaleza del área de
la gestión educativa es necesario: (i) conocer los planteamientos teóricos subyacentes en
las disciplinas madres que la generan y contienen y (ii) entender el sentido y los conteni-
dos de las políticas educativas.
Consultor chileno, doctor en Sociología de la Educación, especialista en temas de gestión educativa.
La gestión educativa en América Latina:
Problemas y paradigmas
Juan Casassus
98
En este marco, buscamos aportar aquí una reflexión acerca de las formas que emer-
gen de los planteamientos subyacentes de distintas teorías de la organización del traba-
jo, y de su interacción con la esfera de la educación tanto en lo disciplinario como en lo
político.
El texto está estructurado en siete partes: (i) planteamientos básicos; (ii) distintas
definiciones; (iii) evolución de los modelos de gestión, su trayectoria y hacia adónde
apuntan; (iv) aspectos de la representación de la realidad; (v) dimensión de la educa-
ción, considerando las orientaciones de política educativa de fin de siglo que condicio-
nan la situación actual; (vi) algunos problemas relacionados con la definición del objeto
de la gestión; y (vii) algunas conclusiones.
Planteamientos básicos de la gestión
El lugar que ocupan hoy las empresas en la evolución social y su constante reestructura-
ción han hecho que la movilización de las personas en una organización hacia objeti-
vos determinados sea una de las ideas centrales en nuestro tiempo. Hasta tal punto, que
lo medular en la teoría de la gestión es comprender e interpretar los procesos de la
acción humana en una organización. Esta idea ha seducido las mentes del fin de siglo
y, sin duda, continuará ejerciendo impacto bien adentrado el siglo actual.
La preocupación por movilizar a las personas hacia objetivos predeterminados data
de muy antiguo. Baste considerar a precursores de dos corrientes de constante presencia
en los enfoques de la gestión: Platón y Aristóteles. En La República, por ejemplo, la
gestión es percibida como una acción autoritaria: Platón consideraba que la autoridad
era necesaria para conducir a los hombres a realizar acciones heroicas y de valor. Por
otra parte, en la Política de Aristóteles la gestión es vista como una acción democrática,
pues para Aristóteles el ser humano era un animal social o político, y concebía la movi-
lización como un acto a través del cual los hombres iban generando su propio destino.
Sin embargo, la gestión concebida como un conjunto de ideas más o menos estruc-
turadas es relativamente reciente. Sus precursores modernos se remontan a la primera
mitad del siglo XX, con el trabajo de sociólogos, administradores y psicólogos. Entre los
primeros destaca en particular Max Weber, que estudió la organización del trabajo
como un fenómeno burocrático. Se orientó hacia el estudio de la organización como un
proceso racionalizador que busca ajustar los medios con los fines propuestos (Weber,
1976). Entre los administradores destacan Frederic Taylor (1911), que desarrolló la
idea de la gestión científica y consideraba el trabajo como racionalización operativa de
la labor de los trabajadores por parte de los administradores y motivados por el interés
económico; y Henri Fayol (1916), que también racionaliza la función del trabajo, pero
esta vez refiriéndose al de la dirección. Ambos, Taylor y Fayol, son considerados los
padres de la escuela clásica de administración. Con posterioridad, entre los psicólogos
sociales, está Elton Mayo (1977), famoso por sus estudios sobre las plantas de la Gene-
ral Electric en Hawthorne y por sus trabajos —contenidos en particular en The Human
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
99
Problems of An Industrial Society— en los que ponía énfasis en las motivaciones no
económicas en el proceso laboral, dando origen a la escuela de relaciones humanas.
Más tarde, se genera la visión sistémica de la organización en la cual ésta es vista como
un subsistema cuyo punto central son las metas, que constituyen las funciones de dicha
organización en la sociedad. Entre los que comparten esta visión destacan: T. Parsons,
que presenta la teoría funcionalista de los sistemas; L. Von Bertalanfly, con la teoría de
los sistemas abiertos; y Luhman, con la visión autopoiética de los sistemas (Luhman,
1978). Todos estos pensadores se interrogaron acerca del tema central de la gestión,
indagaron acerca de las motivaciones de las personas en su lugar de trabajo y acerca
de qué las podría impulsar a mejorar su desempeño.
Recién a partir de la segunda mitad del siglo XX se puede hablar propiamente de la
gestión como campo disciplinario estructurado, distinguiendo dentro de él algunas co-
rrientes. Una de ellas es la que emerge de la perspectiva de la experiencia, cuando
algunos empresarios —como Chester Bernard (ATT) o Alfred Sloan (General Motors)—
en los años sesenta comienzan a escribir sus experiencias en la administración de gran-
des empresas. Esta corriente ha influido grandemente en el desarrollo del enfoque ca-
suístico aplicado del campo de la gestión: es decir, un enfoque que parte de experien-
cias concretas. Esta corriente es transferida a los enfoques casuísticos de una de las
tendencias en gestión educativa predominantes en Estados Unidos. Si bien esta corriente
era particularmente fuerte en los libros y revistas estadounidenses, denotaba una dificul-
tad en lo que se refiere a situaciones concretas (que dan origen a recomendaciones
acerca de cómo enfrentar casos específicos). El enfoque empírico llevaba a que los
temas de gestión saltaran de una temática a otra, sin profundizar en la comprensión de
los mecanismos que rigen la situación específica, ni tampoco construyendo el sentido de
la situación. Las otras corrientes emergen del pensamiento más teórico y están ligadas a
modelos de gestión tales como el normativo, el prospectivo, el estratégico, el estratégico
situacional, el de calidad total, el de reingeniería y el comunicacional. Se discutirán más
adelante. Antes, es necesario señalar conceptualmente lo que se entiende por gestión.
Definición del término gestión
La gestión trata de la acción humana, por ello, la definición que se le dé ha estar
siempre sustentada en una teoría —explícita o implícita— de lo que se entiende por
acción humana. Hay distintas maneras de concebir la gestión, según sea el objeto del
cual se ocupa y los procesos involucrados. Según el énfasis que se ponga —en el objeto
o en el proceso contemplado—, se obtendrán definiciones que, por una parte, pongan
de relieve el hecho de responder a componentes de una organización tales como arre-
glos institucionales, articulación de recursos y objetivos. O, por otra parte, se obtendrán
definiciones más bien centradas en la interacción de personas.
Cuando el aspecto central es la movilización de recursos, la gestión es vista como
«una capacidad de generar una relación adecuada entre la estructura, la estrategia, los
Juan Casassus
100
sistemas, el estilo, las capacidades, la gente, y los objetivos superiores de la organiza-
ción considerada». Dicho de otra manera, la gestión es «la capacidad de articular los
recursos de que se dispone de manera de lograr lo que se desea».
Una visión que evoca la supervivencia de una organización desde sus procesos
sugiere concebir la gestión como «la generación y manutención de recursos y procesos
en una organización para que ocurra lo que se ha decidido que ocurra».
Desde la perspectiva centrada en la interacción de los miembros de una organiza-
ción, la gestión toma distintas definiciones. En este plano se percibe que las personas
actúan en función de la representación que tengan del contexto en el cual operan. Aquí
podemos decir, con Argyris y Schön (1978), que «[...] la acción en una organización es
una acción deliberada, y toda acción deliberada tiene una base cognitiva, refleja nor-
mas, estrategias y supuestos o modelos del mundo en el cual se opera». En consecuen-
cia, podemos calificar la gestión como la capacidad de articular representaciones men-
tales de los miembros de una organización.
Otro enfoque es el lingüístico, focalizado en la comunicación, que concibe que las
personas se movilizan mediante compromisos adquiridos en la conversación. Así, la
gestión es la capacidad de generar y mantener conversaciones para la acción.
La visión que se centra en los procesos vincula la gestión al aprendizaje. Uno de los
artículos de mayor impacto en la reflexión acerca de estas materias fue publicado en
1988 en el Harvard Business Review: «Planning as Learning» [el planeamiento como
aprendizaje]2, de Arie de Geus. Allí se concibe la acción de la gestión como «[...] un
proceso de aprendizaje de la adecuada relación entre estructura, estrategia, sistemas,
estilo, capacidades, gente y objetivos superiores, tanto hacia el interior de la organiza-
ción como hacia el entorno». En esta misma línea, Peter Senge (1993), en La quinta
disciplina, define el aprendizaje como «[...] el proceso de expansión de las capacida-
des de lograr lo que deseamos lograr». El aprendizaje es visto así no sólo como una
elaboración personal, sino como algo que se constituye y verifica en la acción. Por lo
tanto, la gestión de una organización en tanto proceso de aprendizaje continuo es vista
también como un proceso de aprendizaje que se orienta a la supervivencia de ella
mediante una articulación constante con el entorno o el contexto.
Las distintas visiones de la gestión que se han evocado incluyen temas como: el
aprendizaje, el aprendizaje continuo, la generación de valores, la visión compartida,
las interacciones y las representaciones mentales. Todos ellos son también temas del
mundo educativo. Este punto sugiere que la evolución del pensamiento acerca de la
gestión se acerca a la del pensamiento de la educación. Es un elemento favorable para
establecer una relación adecuada entre gestión y educación.
Además de las distintas visiones de gestión, conviene aclarar conceptos en lo relativo a
gestión educativa: por ejemplo, ¿debemos usar «gestión» o «administración» educativa?
2 (N. de ed.): Las frases entre corchetes, como en este caso, corresponden a una traducción nuestra.
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
101
La disciplina se ha desarrollado principalmente en el mundo anglosajón. Primero en
Estados Unidos y luego en el Reino Unido. En Estados Unidos, el término que se usa con
mayor frecuencia es el de «administración»: existen carreras universitarias y revistas
especializadas, tales como The Educational Administration Journal. Pero en el Reino
Unido el término utilizado es el de management; en las universidades se dictan cursos de
educacional management, pero también existen algunos compromisos en el uso de la
terminología, como por ejemplo en el caso de la British Educational Management and
Administration Society [Sociedad Británica de Gestión y Administración Educacional].
En América Latina, hemos pasado de la perspectiva de la administración a la de la
gestión. Bajo el régimen de sistemas educativos centralizados, hasta fines de los ochen-
ta, existieron dos corrientes cercanas a la disciplina: la primera apuntaba a la planifica-
ción y la segunda, a la administración. En el fondo, esta tradición responde a una visión
autoritaria o verticalista de la gestión: de un lado, se encuentran los sujetos encargados
de planificar y, de otro, los sujetos encargados de administrar o ejecutar los planes. Esta
práctica, que acompañó los sistemas educativos centralizados, ha sido superada por un
proceso de descentralización, que cambia las competencias de gestión de los actores
involucrados.
Gestión es un concepto más genérico que administración. La práctica de la gestión
va hoy mucho mas allá de la mera ejecución de instrucciones que proceden del centro.
Las personas con responsabilidades de conducción tienen que planificar y ejecutar el
plan. El concepto de gestión connota tanto las acciones de planificar como las de admi-
nistrar. La administración —como ejecución de las instrucciones de un plan, indepen-
dientes de los contextos— no es lo que ocurre en las situaciones reales. Por ejemplo, los
directores de escuelas encargadas de ejecutar un plan tienen que realizar una serie de
operaciones de ajuste, tales como: lograr la viabilidad política del mismo, adecuar los
recursos disponibles a las necesidades de ejecución, determinar el nivel de competen-
cias de las personas para llevarlo adelante. En la práctica, el plan es sólo una orienta-
ción y no una instrucción para ejecutarlo. Por ejemplo, al traducir un plan en acciones
concretas, los directores de escuelas se encuentran frecuentemente en la necesidad de
replanificar, administrar y demostrar talento político para encauzarlo.
Este trabajo de ajustes internos (adecuación a y de los recursos) y externos ocurre
porque cada organización es un sistema. Los sistemas operan dentro de un contexto
externo con el cual interactúan y poseen además un contexto interno. El primero está
constituido por todo lo exterior a la organización. En términos de la educación, lo externo
a las escuelas estaría configurado por entidades tales como los padres y apoderados,
las otras organizaciones sociales, la economía que las rodea, el sistema legal, el cultural
o el político. Las organizaciones no existen en un vacío: existen en el entorno. La organi-
zación se nutre de este entorno y, en igual sentido, depende de él. Esto hace que el tema
de las escuelas y su entorno revista suma importancia; sin embargo, hasta la fecha, las
relaciones de la escuela con el entorno tienden a ser más de carácter pasivo (descrip-
ción del conocimiento respectivo) que activo (interacción concreta con él). Desde el
Juan Casassus
102
punto de vista de la gestión, ésta debe orientarse a facilitar una interacción real con el
entorno exterior.
El contexto interno lo constituyen las personas que integran la organización. Se
llama aquí la atención sobre un aspecto: las personas son el contexto interno, pero no en
cuanto a cualquiera de sus características, sino específicamente con respecto a aquéllas
que les confieren su calidad de miembros. En las escuelas, el contexto interno está
constituido por personas, pero sólo en cuanto ellas son alumnos, docentes, técnicos,
directivos, y no en su calidad de seres humanos. La gestión educativa es la gestión del
entorno interno, orientada hacia el logro de los objetivos de la escuela.
En el caso de la gestión educativa, nos confrontamos con un problema especial:
dado que el objeto de la gestión es la formación de seres humanos, el contexto interno
—o al menos parte de él (los alumnos)— tiende a mezclarse conceptualmente con el fin
de la organización. Esta es una situación propia de la educación que no se presenta en
otras organizaciones.
La interacción concreta de un sistema con sus entornos internos y externos le es
consustancial. De allí que la utilidad de las recetas de gestión quede limitada a su
aspecto ilustrativo, pues no pueden reemplazar la reflexión sobre la realidad concreta
en la cual opera el sistema. Este aspecto es importante en tanto que, si se interviene sin
una reflexión sobre la situación concreta, la acción se abstrae de la realidad y se opera
en forma alienada, separada de ella. Por el contrario, si se opera de manera cercana a
la realidad, es posible abrirse al sujeto. Cuando esto ocurre, se puede pensar en nuevos
términos, abriéndose a la posibilidad de que existan maneras radicalmente diferentes
de organizar las escuelas y el sistema educativo. Pues se logra comprender lo que dice
el sentido común: que la gestión es trabajar con personas.
Comprender esto es importante, pues se produce a la vez un cambio en la compren-
sión de lo que son las personas. Este es un aspecto central de la reflexión en torno a la
gestión educativa. Las personas son no triviales. La trivialidad describe a un objeto del
cual se obtiene el mismo resultado cuando se le aplica un insumo determinado. Un
automóvil es una máquina trivial, pues si quiero girar hacia la derecha, hago girar el
volante en esa dirección y entonces el vehículo girará hacia la derecha. Un ser humano
es no trivial por cuanto, al aplicársele un insumo, el resultado variará según el individuo.
Sin embargo, parecería que en la gestión la tendencia fuera actuar como si las personas
funcionaran al igual que máquinas triviales.
Principios que animan los modelos de gestión
Los principios generales de la gestión pueden ser formalizados en modelos, que han
sido explicitados en un texto anterior (Casassus, 1999). Sin embargo, se presentan
aquí con el fin de apoyar el argumento. En la gestión se puede identificar una secuen-
cia de marcos conceptuales, técnicos e instrumentales que han ido orientando el cambio
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
103
institucional. Estos modelos son: el normativo, el prospectivo, el estratégico, el estratégi-
co situacional, el de calidad total, el de reingeniería y el comunicacional. Cada uno
constituye una forma de respuesta a limitaciones que presenta el modelo anterior o a
situaciones restrictivas del entorno de los modelos anteriores. Cada nuevo marco con-
ceptual no invalida el anterior, pero sí representa un avance con respecto a él, gene-
rando una acumulación teórica e instrumental. Así, de manera similar a lo que ocurre
en Física, donde el modelo newtoniano es válido en una cierta escala pero limitado
en sus explicaciones al confrontársele con el modelo cuántico, cada uno tiene un ámbito
de efectividad y también adolece de limitaciones, las que son superadas por el nuevo
modelo.
La perspectiva normativa
En los años cincuenta y sesenta, hasta inicios de los setenta, la planificación regional
estuvo dominada por la visión normativa. Fue la época en que se iniciaron los planes
nacionales de desarrollo y, en consecuencia, se diseñaron los planes nacionales de
desarrollo educativo. Con esta visión planificadora, la Organización para la Coopera-
ción y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL), pero en particular Jorge Ahumada en el Instituto Latinoamericano de
Planificación Económica y Social (ILPES), tuvieron una influencia preponderante y de la
cual todos somos herederos.
La visión normativa se constituyó como un esfuerzo mayor para introducir la raciona-
lidad en el ejercicio de gobierno, en sus intentos de alcanzar el futuro desde las acciones
del presente. Ella se construye a partir de técnicas de proyección de tendencias a mediano
plazo y su consecuente programación.
En el ámbito educativo, fue una planificación orientada al crecimiento cuantitativo
del sistema. De hecho, el plan consistió en la asignación de recursos destinados a ex-
pandir la oferta educativa. La visión normativa expresa una visión lineal del futuro.
Desde el punto de vista teórico, en esta perspectiva el futuro es único y cierto. Desde el
punto de vista técnico, la planificación consistió en aplicar técnicas de proyección del
presente hacia el futuro.
Este modelo expresa un modelo racionalista weberiano, con un alto índice de abs-
tracción y con ausencia de una dinámica propia de la sociedad. Sin embargo, desde el
punto de vista cultural, esta visión normativa se ensambla bien con la cultura normativa
y verticalista del sistema educativo tradicional.
A fines de los sesenta se constató que el futuro realizado no coincidía con el previsto
en la década anterior. La crisis cristalizada por el aumento del precio del petróleo en
1973 marcó un quiebre en las técnicas de la previsión clásica expresada en la visión
normativa.
Juan Casassus
104
La visión prospectiva
Desde la visión prospectiva, el futuro no se explica necesariamente sólo por el pasado.
También intervienen imágenes del porvenir que se imprimen en el presente y que, en
consecuencia, lo orientan. De esta manera, el futuro es previsible a través de la construc-
ción de escenarios. Pero, al mismo tiempo que se conciben múltiples escenarios del
mañana, se está diciendo que éste es a la vez múltiple, y por ende incierto. Observemos
que se ha pasado de un futuro único y cierto a otro múltiple e incierto.
La necesidad de considerar la idea de futuros alternativos en la planificación, y de
reducir la incertidumbre que ello produce, genera desde las fuentes más diversas lo que
podría ser considerado como la flexibilización del futuro en la planificación. Se desarro-
lla entonces una planificación con criterio prospectivo, donde la figura predominante es
Michel Godet (1989), quien formaliza el método de los escenarios.
Desde el punto de vista metodológico, por una parte, éstos se construyen a través de
la técnica de matrices de relaciones e impacto entre variables. Por otra parte, para
intentar reducir la incertidumbre, se concibe una serie de técnicas a través de métodos
tales como Delfi, el ábaco de Reiner y otros.
En este período, a inicios de los setenta, se intentaron reformas profundas y masivas
que, notablemente, representaban futuros alternativos. Ello se puede observar desde los
planteamientos revolucionarios que acompañaron las visiones alternativas de la socie-
dad (Chile, Cuba, Colombia, Perú, Nicaragua), a otros esfuerzos más técnicos apoya-
dos en el instrumental de los ejercicios de la programación lineal. Fueron ejercicios que
trataron de captar distintos escenarios del futuro proyectando trayectorias, actores y
estrategias alternativas.
Al mismo tiempo, se inician esfuerzos para copar el territorio con la microplanifica-
ción, los mapas escolares y las proyecciones de requisitos en recursos humanos. El estilo
predominante continuó siendo el ejercicio cuantitativo. De hecho, el instrumental de la
visión prospectiva es el mismo enfoque proyectivo de la visión normativa, sólo que aplicado
mediante matrices de impacto a la construcción de distintos escenarios. Desde mediados
de los setenta, la visión de alternativas posibles se refuerza, al emprenderse estudios
comparativos y de programas regionales —como el Programa Regional de Desarrollo
Educativo (PREDE), asociado a la Organización de los Estados Americanos (OEA), o el
Proyecto Principal de Educación, asociado a la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)—. En estos proyectos los planifica-
dores tuvieron la posibilidad de encontrarse, comparar posturas, modelos, estrategias y
resultados. En definitiva, tuvieron la posibilidad de identificar soluciones alternativas a
problemas similares. Es, sin embargo, interesante notar que en este período empiezan
a introducirse nuevos elementos, como por ejemplo los resultados de investigación liga-
dos a la planificación. Este modelo mantiene como técnica la perspectiva racionalista
fundamentada en la proyección (aunque se trate de escenarios alternativos). El manejo
financiero sigue siendo el elemento central y en las decisiones sobre opciones y pro-
yectos alternativos predomina el criterio del análisis costo-beneficio.
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
105
La visión estratégica
Si se concibe un escenario o un futuro deseado, para llegar a él es preciso contar con
un modelo de gestión de normas que puedan llevar a ese lugar: es decir, normas que
permitan relacionar la organización con el entorno. Para ello surge la noción de estrate-
gia, cuyos principales teóricos son Ackoff, Ansoff, Porter y Steiner. Esta idea tiene tanto
un carácter estratégico (normas) como táctico (los medios para alcanzar lo que se de-
sea). La gestión estratégica consiste en la capacidad de articular los recursos —huma-
nos, técnicos, materiales y financieros— que posee una organización (Ansoff, 1965).
La crisis de los ochenta no hace sino acentuar esta tendencia que vincula las consi-
deraciones económicas con la planificación y la gestión, ausentes en la década de los
sesenta. Ya no estamos en una situación como a inicios de los setenta, cuando la plani-
ficación tendía a operar en un vacío societal. Con la crisis se introducen los elementos
de programación presupuestaria en las unidades rectoras, que era en lo que se habían
constituido las unidades de planificación ante situaciones de presupuestos decrecientes.
El esfuerzo comparativo y la escasez de recursos permiten asociar este período con
una etapa de consideraciones estratégicas. Es decir, una forma de hacer visible una
organización a través de una identidad institucional (análisis de tipo «fortalezas, oportu-
nidades, debilidades y amenazas», que pone en relieve la misión, visión, fortalezas,
debilidades, oportunidades y amenazas). Dicho enfoque permitió que las organizacio-
nes adquirieran presencia y permanencia en un contexto cambiante. Sin embargo, re-
cién a inicios de los noventa se empieza a considerar este enfoque en la práctica de la
planificación y la gestión en el ámbito educativo. Cabe destacar que el pensamiento
estratégico tiene como base uno de tipo militar. Se reconocen las identidades organiza-
cionales, pero su visión de la acción humana se sitúa en una perspectiva competitiva de
organizaciones y personas que se constituyen en aliados versus enemigos.
La gestión situacional
La crisis petrolera de los setenta repercutió tardíamente en América Latina bajo la forma
de una grave crisis financiera. A inicios de los ochenta, se transformó en una crisis
estructural que generaba una situación social inestable. Frente a la incertidumbre, emer-
gen como nuevos temas el de la gobernabilidad y la factibilidad de realizar los planes
diseñados. En términos teóricos, a la planificación estratégica se le incorpora la dimen-
sión situacional —algo sugerido por el economista chileno Carlos Matus— o dicho de
otra manera, el de la viabilidad de las políticas. El planteamiento de la planificación
situacional reconoce no sólo el antagonismo de los intereses de los actores en la socie-
dad, sino que plantea, además del tema de la viabilidad política, el de la viabilidad
técnica, económica, organizativa e institucional. Se preocupa del análisis y abordaje
de los problemas en el trayecto hacia el objetivo o el futuro deseado; la gestión se
presenta como un proceso de resolución de nudos críticos de problemas.
Juan Casassus
106
Para Matus, una situación es donde está situado algo. Ese algo es el actor y la
acción. Acción y situación forman un sistema complejo con el actor. La realidad adquiere
el carácter de situación con relación al actor y a la acción de éste. Por eso, una realidad
es al mismo tiempo muchas situaciones, dependiendo ello de cómo está situado el actor
y cuál es su situación. Esto hace que en una realidad se planteen muchas viabilidades.
Por ello, en el período inicial de los noventa predomina el criterio de buscar acuerdos y
lograr consensos sociales como criterio principal de gestión de los sistemas educativos.
En términos operativos, se inicia un triple desplazamiento. La escasez de recursos
hace de la planificación, por una parte, un ejercicio de técnica presupuestaria; por otra,
una preocupación de conducción política del proceso, en el sentido de asegurar la
gestión del sistema mediante la concertación; y una tercera, una fragmentación del
proceso de planificación y gestión en acciones que ocurren en diversos lugares del
sistema. Con lo cual se quiebra el proceso integrador de la planificación y se multipli-
can, en consecuencia, los lugares y entidades planificadoras. Este proceso de fragmen-
tación conduce a redefinir la unidad de gestión educativa. Es decir, el objeto de la
gestión educativa deja de ser el sistema en su conjunto y se determinan otras unidades
de gestión (más pequeñas que el conjunto del sistema), que pueden señalar objetivos
propios y frente a los cuales se pueden asignar recursos. Este proceso ha sido el de la
descentralización educativa, el cual, como se verá más adelante, tiene consecuencias
importantes para la disciplina de la gestión educativa.
La gestión de calidad total
Cercana al pensamiento estratégico, emerge la visión de calidad total. Con el éxito de
Japón en el contexto de la economía mundial, la atención se volcó hacia causas que lo
explicaran. Es conocido que entre los principales teóricos que inspiraron el cambio en
la organización del trabajo en Japón se encuentran los estadounidenses E. Deming y
J. Juran, quienes, en la década de los cincuenta, propusieron la filosofía de la calidad
en la organización del trabajo. Sin embargo, mucho más tarde, a mediados de los
ochenta, la preocupación por la calidad se traslada al sistema educativo en Estados
Unidos, hecho que recién acontece a inicios de los noventa en América Latina (Casa-
ssus, 2000).
Los principios del pensamiento acerca de la calidad se refieren a la planificación, el
control y la mejora continua, lo que permitiría introducir «estratégicamente» la visión de
la calidad en la organización (Juran, 1988). Sus componentes centrales son, por una
parte, la identificación de los usuarios y de sus necesidades, el diseño de normas y
estándares de calidad, el diseño de procesos que conduzcan hacia la calidad, la mejora
continua de las distintas partes del proceso y la reducción de los márgenes de error que
encarecen los procesos. Por otra parte, se tiene la preocupación de generar los compro-
misos de calidad.
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
107
Al introducirse el tema de la calidad en la educación, surgen dos hechos de impor-
tancia: de un lado, se reconoce la existencia de un «usuario», más allá de las necesida-
des del aparato del Estado, y, de otro lado, se generaliza la preocupación por el resul-
tado del proceso educativo. Es decir, un proceso en el cual se reconoce el derecho de los
—diversos— usuarios del sistema educativo a exigir un servicio de calidad de acuerdo
con sus necesidades. Como parte de los mecanismos de gestión, aparece entonces la
necesidad de hacer visible el resultado del proceso educativo para que los usuarios
puedan verlo y emitir juicios acerca de la calidad. Se generaliza así el desarrollo de
sistemas para medir y evaluar la calidad de la educación. Pero la preocupación por los
resultados —y, en general, por la percepción de un bajo resultado— lleva a que se
analicen y examinen los procesos y factores —y la combinación de estos últimos— que
en ellos intervienen, para orientar las políticas educativas en consecuencia.
La visión de la calidad total es a la vez una preocupación por el resultado y por los
procesos. Sin embargo, aun cuando se valora más que nunca el tema educativo, el
contenido o significado de calidad en educación queda, en cierta manera, como un
supuesto o suspendido. La emergencia del juicio del usuario sobre el resultado hace que
la mirada se vuelva rápidamente hacia los procesos que llevan al producto o servicio
que se presta a aquél.
En la práctica, la perspectiva de gestión de calidad total en los sistemas educativos
se orienta a mejorar los procesos mediante acciones tendientes, entre otras, a disminuir
la burocracia, reducir costos, ampliar la flexibilidad administrativa y operacional, el
aprendizaje continuo, aumentar la productividad, la creatividad en los procesos. Cali-
dad total aparece entonces como la acción de revisión sistemática y continua de los
procesos de trabajo, para identificar y eliminar los desperdicios. Esto requiere de la
participación de los trabajadores para el mejoramiento continuo de sus funciones como
práctica laboral, optimizando la calidad de los procesos. Es una orientación para que
se generen «cero defectos» en el proceso.
Los principales exponentes de los principios de calidad son Joseph Juran, Edward
Deming, Phillips Crosby y Peter Senge. Entre las prácticas de gestión de los sistemas
educativos en la segunda mitad de los noventa, prevalece principalmente la perspectiva
estratégica clásica combinada con la perspectiva de calidad total.
La visión de la reingeniería
La perspectiva de la reingeniería se sitúa en el reconocimiento de contextos cambiantes
dentro de un marco de competencia global. En ella se pueden distinguir tres aspectos de
cambio. En primer lugar, se estima que las mejoras no bastan y que para responder más
adecuadamente a las cambiantes necesidades de los usuarios, no basta con mejorar lo
existente, sino que se requiere un cambio cualitativo. Por otra parte, se reconoce que los
usuarios tienen, por intermedio de la descentralización, la apertura del sistema y, dada
la importancia de ella en las vidas de personas y naciones, mayor poder y mayor
Juan Casassus
108
exigencia acerca del tipo y calidad de la educación que esperan. El tercer aspecto se
refiere al cambio: se estima que no sólo se evidencia mayor modificación, sino que la
naturaleza del proceso consiguiente también ha cambiado. Lo anterior lleva a percibir
la necesidad de un rearreglo social, en sus estructuras, cambio en los valores, en la
manera de ver el mundo.
Desde esta visión, la calidad total implica mejorar lo que hay, buscando disminuir
los desperdicios y optimizar los procesos existentes, mirando en conjunto la organiza-
ción. A diferencia de lo anterior, la reingeniería se define como una reconceptualización
fundacional y un rediseño radical de procesos, si se quieren lograr mejoras dramáticas
en cuanto a desempeño. Sus principios básicos están elaborados en los escritos de sus
principales exponentes, Hammer y Champy (1993), durante la primera mitad de la
década de los noventa.
Desde esta perspectiva, la calidad total aparece como un proceso evolutivo incre-
mental, mientras que la reingeniería se percibe como un cambio radical. En el centro de
la calidad total está la resolución de problemas, lo que es, en alguna medida, similar al
tema situacional. Sin embargo, aquí se presume que el proceso es correcto, pero que
requiere de ajustes. En el pensamiento de la reingeniería, debido a los cambios en el
contexto, no se trata de mejorar lo que existe, sino de reconsiderar radicalmente cómo
está concebido el proceso.
Es interesante destacar que la reingeniería representa básicamente una actitud
mental que cuestiona radical y constantemente los procesos. La acción humana es perci-
bida fundamentalmente como un proceso de cuestionamiento racional que conduce a
la acción.
La gestión comunicacional
La lógica de los procesos anteriores nos conduce hacia un séptimo modelo. La preocu-
pación por los procesos implica entender cómo operan y, en particular, de qué manera
los elementos conducen a los compromisos de acción enunciados en la perspectiva de
la calidad total. Los compromisos de acción son eventos que ocurren en el lenguaje.
Para comprender esto, es preciso comprender también que una organización puede ser
percibida como una entidad, la cual, desde la perspectiva lingüística, existe en el len-
guaje como redes comunicacionales (Flores, 1996) orientadas por el manejo de los
actos del habla (Searle, 1994). El lenguaje aparece como «[...] la coordinación de la
coordinación de acciones» (Maturana y Varela, 1984).
En la perspectiva lingüística, el rediseño organizacional supone el manejo de destre-
zas comunicacionales entendidas como procesos de comunicación que facilitan o impi-
den que ocurran las acciones deseadas. Los pensadores que sustentan la base de esta
perspectiva son filósofos lingüistas como J. Austin (1988) y J. Searle (1994); también
están otros autores que sitúan el lenguaje en la dimensión del pensar, del poder político
y social y de las emociones, tales como Nietzsche, Heidegger y Foucault. Desde este
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
109
punto de vista, el gestor es considerado como un coordinador de acciones que resultan
de las conversaciones para la acción.
La gestión es concebida como el desarrollo de compromisos de acción obtenidos de
conversaciones para la acción; y éstas se consiguen mediante la capacidad de formular
peticiones y obtener promesas. Así, los instrumentos de la gestión comunicacional son el
manejo de las destrezas comunicacionales definidas en los actos del habla; es decir, el
manejo de las afirmaciones, las declaraciones, las peticiones, las ofertas y las promesas.
La gestión basada en las emociones
El último enfoque es el que pone el acento en la dimensión emocional. Ésta no es sólo
una dimensión más, sino el soporte de todo lo anterior. Por lo tanto, para gestionar de
manera eficaz, es necesario comprender cómo funciona el mundo emocional, tanto el
del gestor como el de las personas que participan en la organización.
Un aspecto importante en la gestión es la acción, en particular aquélla orientada a
los fines deseados. En esta perspectiva se reconoce que las emociones son el impulso
para actuar. Es más, se puede observar que en la base de toda acción hay una emoción.
Heidegger, en Ser y tiempo, ha demostrado que la emoción es la predisposición a la
acción. Si quiero actuar de determinada manera, tengo que ponerme en la emoción que
me permita hacerlo. Esto es observable en la práctica cotidiana. Si no estoy en la emo-
ción adecuada para lograr algo, no lo lograré. Si uno se encuentra apático, resignado,
desmotivado, no contribuirá a lograr la finalidad de la organización. Por el contrario, en
esa emoción, lo que se hará es obstaculizar el logro del objetivo. Si se quiere lograr
algo, es necesario ponerse en la emoción de la ambición o el deseo de hacerlo. De lo
contrario, no se alcanzará lo que se ha planteado como objetivo. Este aspecto es parti-
cularmente relevante si se observa lo que acontece en el universo de la educación.
Otro aspecto para ilustrar esto puede ser la comunicación. Como antes se mencio-
nó, ella es crucial para la gestión de una organización. Pero no se le encuentra flotando
en el aire, sino que ocurre en el sustrato de las emociones. Para que la comunicación sea
eficaz, es preciso comprender que su soporte son las emociones. Por ejemplo, cuando
uno escucha a otra persona, lo primero que se percibe es la intencionalidad, la emoción
de lo que se está diciendo, y luego se escuchan las palabras. Una persona reacciona
más a la emoción con la que se dicen las palabras, que a las palabras mismas. El modo
en que se dice algo —que es la emoción que sostiene la palabra— es más importante
que las palabras mismas. En la organización, si el gestor quiere arribar a compromisos
de acción, ha de ser capaz de contactar el mundo emocional de quien lo escucha, y de
generar en esa persona una predisposición para actuar en el sentido deseado.
Para ser un buen gestor, para ejercer liderazgo, se requiere ser competente en el
plano emocional. Al desarrollar la noción de la gestión emocional, hemos identificado
las competencias emocionales fundamentales para llevar a cabo una buena gestión.
Juan Casassus
110
Retomaremos este punto más adelante; baste por ahora señalar que, como toda compe-
tencia, éstas se pueden aprender y desplegar en cada uno.
Dos representaciones del mundo
y sus modelos de gestión
La secuencia de principios correspondientes a estos siete modelos muestra una trayecto-
ria interesante. En ella, el modelo normativo parte de una situación abstracta y determi-
nista, para luego pasar por distintas etapas de concreción y flexibilización. Por concre-
ción se entiende el proceso en el que emergen distintos sujetos de la gestión, cada vez
más perfilados y concretos. En este proceso, está primero como sujeto el sistema en su
conjunto, para luego dar paso a la organización en sus distintos niveles administrativos,
y terminar con las personas que constituyen la organización. Lo hemos llamado proceso
de emergencia del sujeto. Por flexibilización se entiende la pérdida de rigidez para
definir e interpretar el entorno en donde opera la organización. Aquí se pasa de una
situación rígida, determinada y estable en la perspectiva normativa, a otras cada vez
más flexibles, cambiantes e indeterminadas, las cuales demandan ajustes constantes
mediante la innovación. En este sentido, emergen con fuerza las competencias de aná-
lisis contextuales propias de las perspectivas estratégica, de calidad total y de reinge-
niería.
Durante esta trayectoria de concreción y flexibilización, se producen una serie de
desplazamientos entre dos visiones distintas de los contextos interno y externo de la
organización: constituyen representaciones del contexto interno y externo en el que ope-
ran las organizaciones. Estas dos reconstrucciones se presentan en el cuadro 1 y las
caracterizamos como visión de tipo A y visión de tipo B.
Estos son tipos abstractos, pero caracterizan una manera de representar el mundo.
A cada representación corresponden ciertos modelos de gestión. La columna izquierda,
Tipo A Tipo B
Abstracto Concreto
Determinado Indeterminado
Seguro Incierto
Rígido Flexible
Arriba Abajo
Homogéneo Diverso
Unidimensional Multidimensional
(Objetivo) (Subjetivo)
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
Cuadro 1. RECONSTRUCCIONES DEL CONTEXTO
SEGÚN LOS TIPOS DE VISIONES A Y B
111
de tipo A, representa una visión paradigmática, mientras que la de la derecha representa
otra visión paradigmática de tipo B. La visión paradigmática de tipo A representa un
universo estable: en él, los supuestos acerca del ser humano son de tipo trivial y los
referidos al contexto son invariantes. Aquí, el cambio es acumulativo en torno a ciertos
objetivos preestablecidos. Estos supuestos requieren de un cierto tipo de teoría y de
práctica gestionaria caracterizada por una perspectiva de tipo técnico-racionalista-lineal.
La visión paradigmática de tipo B es la representación de un universo inestable; en
él, los supuestos sobre el ser humano son de tipo no trivial y los referidos al contexto son
fluidos, complejos y cambiantes. Aquí el cambio es turbulento y cualitativo. Estos supues-
tos requieren de otro tipo de teoría y práctica gestionaria. Exigen una práctica que se
sitúe en una perspectiva que incorpore la diversidad y que se ubique en un plano emo-
tivo-no lineal-holístico.
Lo anterior tiene algunas consecuencias. Entre ellas quiero destacar dos: una se
refiere al conocimiento y otra, a los estilos de gestión que de allí se desprenden.
En cuanto al conocimiento, la orientación de las reformas curriculares en curso pasa
de fomentar la adquisición de conocimientos de primer grado (memorístico) a desarro-
llar un conocimiento de segundo grado, entendido como competencias (superiores) para
operar en el mundo. Sin embargo, las competencias que se reflejen en el modelo de tipo
A son distintas a las destrezas del modelo de tipo B. Las primeras son necesarias para
operar en un mundo invariante, y por lo tanto se trata de destrezas invariantes de primer
grado: saber leer, descifrar, etc. Las segundas se requieren para hacerlo en un mundo
turbulento, perplejo y cambiante. En este universo, las destrezas son otras: se trata de
metadestrezas, como el autoconocimiento, la capacidad de análisis, de autoevaluación,
comunicativa, de adaptación y la creatividad.
En cuanto al estilo de gestión, las preferencias por un tipo u otro implican privilegiar
también unos tipos de gestión por sobre otros. En el cuadro 2 (página siguiente) se
caracterizan estas relaciones.
Los distintos modelos de gestión muestran distintas relaciones con los componentes
de los tipos A y B. Por ejemplo, los modelos normativos y prospectivos son muy aplica-
bles a las construcciones de tipo A. Estos modelos son particularmente fuertes en las
características de tipo A (40 y 35 puntos, respectivamente), pero muy débiles en las de
tipo B (7 y 14 puntos, respectivamente). Esto quiere decir que dichos modelos presentan
debilidades para operar en contextos caracterizados por los elementos de tipo B. No
sería aconsejable utilizarlos en tales contextos. Sin embargo, si de todas maneras se
aplicaran en contextos de tipo B, ya sea por inercia o por cultura, su desafío consistirá
en encontrar prácticas de gestión que suplan las insuficiencias del modelo para este tipo
de contexto. De otro lado, el modelo comunicacional es muy fuerte en las características
del tipo B y débil en un contexto caracterizado por el tipo A. En este caso, si se quiere
utilizar el enfoque comunicacional, el desafío es generar las prácticas adecuadas para
acrecentar su estabilidad.
Juan Casassus
112
Cuadro 2. FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS MODELOS DE GESTIÓN
SEGÚN SU RELACIÓN CON LAS CONSTRUCCIONES DE TIPO A Y DE TIPO B
Tipo A Tipo B
Normativo 5 5 5 5 5 5 5 5 40 1 1 1 1 1 1 1 1 7
Prospectivo 5 3 4 4 5 5 4 5 35 2 2 2 2 1 2 2 1 14
Estratégico 2 2 2 2 3 2 2 3 18 3 3 3 2 2 3 2 2 20
Situacional 2 2 1 1 2 2 2 2 14 4 4 3 4 4 4 4 4 31
Calidad total 2 1 1 1 3 1 2 2 13 4 4 3 4 4 4 4 4 31
Reingeniería 2 2 1 1 5 1 1 1 14 4 5 4 3 3 3 3 3 27
Comunicacional 1 1 2 1 1 1 1 1 9 5 4 5 5 5 5 5 5 39
Emocional 1 1 1 1 1 1 1 1 10 5 5 5 5 5 5 5 5 40
El situarse en el modelo A conlleva un cierto tipo de técnicas de gestión. Supone, por
ejemplo, responder a un sistema clasificatorio determinado por la normalidad: el perfil
real (no necesariamente el explicitado) que emerge de la política educativa. Éste es de
carácter homogéneo, se centra en los resultados, la discreción de sus indicadores, su
medición y su referencia a estándares. Por otra parte, situarse en el modelo B supone
aplicar otras técnicas en las que se privilegie la diversidad, y se focalicen los procesos y
la calidad de las interacciones.
Una revisión de lo publicado sobre las «mejores experiencias de gestión» señala
que las empresas con buenos resultados son aquéllas cuyas prácticas de gestión se
focalizan en las interacciones de las personas y no en los resultados y sus estándares
(Patterson, West, Lawthom, 1997; Caulkin, 1998 y Glatter, 1999). Esta revisión muestra
que, actualmente, el foco en gestión de las personas es más productivo que el foco en las
cuestiones de estrategia, calidad, tecnología y R y D combinadas. Es decir, se está
transitando de una tradición tayloriana a otra más vinculada a las tesis del psicólogo
estadounidense Elton Mayo.
Cabe destacar que la gestión de los sistemas educativos durante los noventa se ha
centrado en una gestión vinculada al tipo A y no al tipo B. Esto no deja de sorprender,
MUY ALTO ALTO REGULAR BAJO MUY BAJO
5 4 3 2 1
MODELOS
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
113
pues si hay algún sector social que se precia de su vinculación con el factor humano, ese
es precisamente el sector educativo. Pero a esto volveremos más adelante. Primero exa-
minaremos la evolución de la política educativa.
La agenda de política educativa de fin e inicio de siglo
La política educativa del fin de siglo estuvo enmarcada por el debate sobre la reforma
del Estado. Ésta se puede caracterizar por el paso de una visión del Estado como enti-
dad productora a una visión del Estado como entidad reguladora. En este proceso es
posible distinguir dos momentos: uno caracterizado por la reducción de la esfera de
influencia estatal, en el cual se imponen políticas de descentralización, para luego pa-
sar a una etapa de restitución de lo que se ha llamado «el Estado necesario», donde se
reconstituye la esfera de influencia del Estado central mediante procesos de centraliza-
ción. Ambas formas —la de descentralización y la de (re)centralización— llevan nece-
sariamente a diseñar formas de gestión que las viabilicen. Es importante notar que el
marco de la política es la institución y que el contenido de la política es la gestión de la
institución.
Los cambios han sido considerables y rápidos. En los ochenta, la mayoría de los
sistemas educativos eran centralizados, y aun los «descentralizados» federales —como
en Argentina (para la educación primaria) y Brasil— o unitarios —como en Chile—
constituyeron, en el fondo, sistemas centralizados a nivel de estados y provincias y
desconcentrados en el caso de Chile.
A inicio de los noventa, las transiciones hacia la democratización política genera-
ron un nuevo panorama social. En el marco de estos nuevos escenarios se genera una
demanda de democratización de la educación y, consecuentemente, de cambios en las
políticas educativas. Estos cambios están contenidos principalmente en la recomenda-
ción que emana de la Conferencia de Ministros de Educación llamada PROMEDLAC IV3
(1991), donde se llamó a iniciar una nueva etapa educativa. Desde el punto de vista
político, no se determinó cuál era el contenido de esa nueva etapa, aun cuando se
especificó que el camino para ello sería producir cambios profundos en la gestión del
sistema. El supuesto implícito fue que el cambio educativo ocurriría en el marco de la
transformación institucional. Esta forma de percibir el cambio educativo es tomado del
discurso económico en el cual se postula que la acción social ocurre dentro de la organi-
zación y es regulada por ella (Seddon, 1997: 165-185). El supuesto es: distintas formas
de organizar y regular la acción social generan distintas prácticas sociales. Así concebida
la acción social, es posible diseñar formas alternativas de organización y acción social a
partir de políticas diferentes. Es decir, pueden ser objeto de política. Por ello, las políti-
cas educativas que dieron lugar a las reformas de los noventa estuvieron marcadas
desde el inicio por el dominio del pensamiento de la organización y de su gestión.
3 (N. de ed.): Comité Regional Intergubernamental del Proyecto Principal de Educación en América
Latina y el Caribe
Juan Casassus
114
El principio que orientaba este proceso era que la gestión se volvería más maneja-
ble si la unidad de gestión estaba constituida por unidades más pequeñas que el sistema
en su contenido. Se procedió así a entregar competencias a unidades administrativa-
mente más pequeñas. El contenido concreto de este planteamiento se tradujo, en la
práctica, en la redistribución del poder. En términos generales, la forma que ésta tomó
tuvo las siguientes características: (i) en el interior del sistema, entrega de competencias
a instancias administrativamente menores mediante políticas de descentralización (fun-
damentalmente, se transfirieron el manejo de las escuelas y la contratación de docentes),
y rediseño de competencias en el nivel central, en particular con el establecimiento de
sistemas nacionales (y estaduales) de evaluación, generándose una capacidad de inter-
vención en las escuelas; (ii) entre el sistema y la sociedad, apertura a nuevas formas de
concertación en el nivel macro, y mayor conectividad entre las escuelas y la comunidad.
Este cambio se encuentra bajo el término general de política de descentralización.
Contó con gran apoyo por su resonancia en todos los sectores políticos. Para las sensi-
bilidades de la izquierda política, eran planteamientos consonantes con las aspiracio-
nes de democratización, libertad, participación y autonomía. Para las sensibilidades
más cercanas a la derecha, dicha consonancia era con la reducción de la esfera de
influencia del Estado, la creación de mercados y cuasi mercados en la educación y el
predominio del pensamiento económico y gestionario.
En términos más específicos, las políticas de descentralización han incluido medidas
tales como el manejo de las escuelas, la contratación de docentes, el desarrollo de
proyectos educativos a nivel de establecimiento, la posibilidad de manejo financiero por
parte de las escuelas, adaptaciones curriculares en el ámbito local. Mediante estas
medidas se esperaba crear espacios para generar innovaciones que dinamizaran la
educación.
Sin embargo, la política de descentralización así diseñada, por su tendencia a la
fragmentación del sistema, presentaría problemas de gobernabilidad si no se aplicaban
medidas para equilibrar la entrega de capacidad de decisión a niveles locales. Por ello,
al poco andar, la política de descentralización vino acompañada de una política de
centralización o de recentralización. Ésta nunca ha sido explicitada como tal, ni ha
recibido la atención analítica o pública correspondiente a su influencia.
Las políticas de (re)centralización tienden básicamente a rediseñar o, como en el
caso de Brasil, a construir el poder central. Son principalmente medidas de dos tipos.
Por una parte, están las tendientes a asegurar la concentración de competencias estraté-
gicas, como la capacidad de decisión en cuanto a política educativa, el financiamiento,
el establecimiento de normas y estructuras, los elementos centrales del currículo y una
capacidad de intervención en las escuelas, ya sea directa o indirectamente a través de
incentivos. Por otra parte, actúan mediante el establecimiento de sistemas de evalua-
ción. Esta última es la pieza clave del nuevo diseño, pues cambia el enfoque tradicional
del sistema, en el cual la política se fundamentaba en la oferta de insumos, por una
política centrada en los resultados. El pasar de una gestión basada en el aporte de
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
115
insumos a una gestión basada en los resultados (calidad total) establece un cambio
cualitativo de consecuencias importantes que examinaremos en el apartado siguiente.
Se puede decir, entonces, que la tradición de la gestión de la educación se inicia
con los procesos de descentralización, en los cuales se transita de la gestión del sistema
en su conjunto a la de un sistema compuesto por distintas entidades con distintos niveles
de competencia de gestión. Esto quiere decir: hacia un sistema compuesto por distintos
subsistemas de gestión. La cual, por cierto, termina en la escuela. Por ello y debido a los
cambios estructurales del sistema, la gestión educativa ha pasado de ser una actividad
exclusiva y propia de la cúspide (el ministerio central) a ser una actividad que ocurre en el
conjunto del sistema, afincándose en la base del mismo, que son las escuelas. Ahora bien,
si la gestión tiende a definirse con relación a entidades administrativas, en la práctica
es una actividad de relaciones entre sujetos. Dicho desde la perspectiva de los sujetos,
se han producido redistribuciones de competencias que tocan a los ministros en favor
de otras instancias, como los secretarios regionales, alcaldes y directores de escuelas.
Desde el punto de vista organizacional, entonces, la gestión se torna en el proceso
de responder a las necesidades de los sujetos involucrados en él. Por ello, se vuelve más
ligada a temas concretos. Pero aquí nos encontramos con un problema: diversificacio-
nes de situaciones empíricas, procesos, perfomance; es decir, todo lo que sugiere la
teoría organizacional desde un enfoque racionalista. Sin embargo, la teoría muestra
hoy que los resultados tienen que ver, no tanto con las funciones y procesos racionalmente
determinados, sino con elementos tales como el compromiso y la satisfacción en el traba-
jo. Es decir, temas micro tales como: liderazgo, satisfacción, calidad de las relaciones
interpersonales, comunicación, clima. Son los temas sobre los cuales se basan las capa-
cidades de cambio y de adaptación a los cambios.
Problemas de la gestión educativa en América Latina
Las reformas educativas de los noventa se centraron en la gestión. Ésta fue por lo tanto
el foco principal de la política; pero, por lo mismo, ante la dificultad para asegurar la
coherencia en la gestión del sistema, también pasó a ser el principal problema. Los
procesos de reestructuración del sistema, mediante las políticas de descentralización y
de centralización, cambiaron las reglas del funcionamiento del sistema educativo. Esto,
que de por sí constituye una gran transformación en el diseño, presentó dificultades
serias en su ejecución, provocando una situación de desequilibrio entre la política y la
práctica. Con lo cual se generó, por un lado, un freno a las políticas mismas y, por otro,
un alto grado de tensión entre los actores involucrados en la dirección del sistema, la
burocracia, y los actores a nivel de la escuela.
Examinemos algunas de estas tensiones; podremos distinguir que algunos proble-
mas se interrelacionan.
1. Un primer problema tiene que ver con la ausencia de la dimensión «educación»
en la gestión educativa. Ésta, como aplicación de los principios generales de la
Juan Casassus
116
gestión y de la educación, supone que los fundamentos de ambos campos estén
representados en la estructuración de la disciplina. Sin embargo, en la formali-
zación de ésta, la dimensión propia de la educación está ausente. Debemos
preguntarnos, como lo propone Boyd (1992): ¿qué es lo educacional en la ges-
tión educacional? La dimensión educativa —las escuelas y su quehacer— aparece
sólo como un soporte para contener los conceptos de la gestión. En la constitu-
ción de la disciplina, el objeto —lo educativo— no ha funcionado como un
elemento con la especificidad suficiente como para alterar la construcción de la
práctica de gestión. En la teoría de la gestión, los procesos que llevan a la
producción del producto se formalizan en funciones. Estas funciones son básica-
mente las de planificación, gestión financiera, gestión de recursos humanos y la
vinculación con los usuarios. Estas funciones han sido aplicadas a la gestión
educativa.
Según este planteamiento, los procesos educativos pueden ser abstraídos de
manera tal que los principios generales de la gestión sean aplicados sin altera-
ciones sustanciales. Sin embargo, es difícil abstraer lo que uno puede llamar
«procesos educativos», principalmente porque no es fácil definir y ponerse de
acuerdo acerca de si efectivamente hay un producto de la educación; y, si lo
hubiera, es difícil coincidir acerca de cuál sería el producto de la educación. Si
hubiera acuerdo de que los procesos educativos corresponden a los de una
manufactura, habría que afirmar, al menos, que lo que resulta de la actividad
educativa no es un producto cualquiera. La «materia prima» sobre la cual se
trabaja en educación son los alumnos y, por lo tanto, no se trata de una materia
trivial sino de un sujeto no trivial.
En el nuevo impulso al sector educativo y la educación dentro de las estrategias
nacionales de desarrollo en los noventa, este tema fue soslayado. Sin embargo,
dada la importancia signada a la gestión en los procesos de reforma educativa,
es ya tiempo de reflexionar con más detenimiento sobre temas como las restric-
ciones y condicionantes que imponen las características de la educación a la
gestión; sobre si éstas permiten la transferencia pura y simple, sin adaptación,
de las técnicas de gestión a la situación educativa; o bien, si las particularidades
de los objetivos, sujetos y contextos educativos son los suficientemente específi-
cos como para demandar un tratamiento especial.
2. Un segundo problema revela una tensión conceptual y valórica, producto de la
reconceptualización de la educación desde la economía. En la última década,
los conceptos que dominan la reflexión en torno a la política educativa tienen su
raíz en la economía. Conceptos tales como: eficiencia, eficacia, evaluación,
productividad, competitividad, incentivos (y por cierto la gestión misma, de la
que se hablará más en el próximo apartado) han copado los escritos y el discurso
de la política educativa. Sin llegar a decir que las políticas educativas tienen
un fin económico explícito, sí puede afirmarse que su orientación valorativa ha
estado dominada por conceptos económicos. En este mismo contexto, debe
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
117
agregarse que no deja de sorprender la notable facilidad con la que se han
introducido las categorías y el lenguaje económico en la educación y la poca
resistencia efectiva que ello ha generado. Dicha reconceptualización de formas
de entender los procesos educativos ha sido muy rápida y ha ocurrido en el
momento crucial de la década de las reformas. Con lo cual esta reconceptuali-
zación se ha consolidado como una nueva ideología de la educación, cuyos
bloques constructivos de base son los conceptos de la economía.
Pero estos conceptos son ajenos a los que se utilizan corrientemente en el universo
docente, más bien provenientes de la Pedagogía, la Filosofía, la Psicología y la
Sociología. Se ha generado así un doble lenguaje y un malentendido entre pla-
nificadores y directivos docentes encargados de ejecutar las políticas, por en-
contrarse confundidos con la nueva terminología. Una de las consecuencias de
esto, desde el punto de vista conceptual, ha sido el establecimiento de un sistema
con mundos paralelos y superpuestos entre la política y la práctica. Como coro-
lario, ha ido produciéndose un proceso de simulación generalizado4. Lo cual
quiere decir que la gestión de las políticas se ha ido caracterizando por una
práctica de cumplimiento formal, mas no real, de los requisitos de la política. La
simulación aparece como una manera de hacer «como si» la política estuviera
efectivamente aplicándose, sin que ello se verifique en la realidad.
3. En tercer lugar, se puede distinguir una tensión entre paradigmas concurrentes.
De un lado, está el paradigma resultante de la construcción del mundo con una
visión técnico-lineal-racionalista de tipo A y, de otro, el proveniente de la cons-
trucción del mundo con una visión emotivo-no lineal-holística de tipo B.
Al transferirse los modelos de gestión del sector productivo a la gestión de orga-
nizaciones sin fines de lucro —como lo es, en principio, la educación—, se
transfieren no sólo las prácticas sino también los paradigmas que las sustentan
(Drucker, 1990; Glatter, 1999). En la actualidad predomina el paradigma tipo
A. Esto es producto de la confianza que algunas personas tienen en la autorre-
gulación de la técnica, en la linealidad de los procesos y en la racionalidad de
la conducta humana. Desde el punto de vista de la gestión, este paradigma se
articula en torno a la gestión «por resultados». Sus conceptos de base son los
indicadores de rendimiento, estándares, contabilidad social (accountability); cri-
terios a partir de los cuales se emprenden los procesos de (re)asignación de
recursos.
En este paradigma, lo importante es determinar con precisión el «producto» de
la educación o rendimiento del sistema, para así poder medirlo, establecer el
ámbito y niveles de «calidad», referirlo a «estándares» y, a partir de ello, alinear
procesos para mejorar la productividad (eficiencia) y el producto (eficacia). Con
esta confianza se han desarrollado los sistemas para medir y evaluar la calidad
Juan Casassus
4 Este aspecto fue originalmente mencionado por Cecilia Braslavsky en una conversación privada.
118
de la educación, que comprueban la producción de la educación entendida
como un porcentaje de logros de los objetivos académicos. Debido a esta capa-
cidad de medir el producto de la educación, y, consecuentemente, desencade-
nar los procesos de gestión mencionados en los párrafos anteriores, estos siste-
mas se están convirtiendo en el principal instrumento de gestión.
Sin embargo, como ya se señaló, no queda claro si existe un producto en educa-
ción, y si lo hubiera, tampoco está claro cuál sería ese producto. El supuesto es
que tal producto de la educación es lo que se requiere para incrementar el
desarrollo económico. Mucho se ha escrito desde inicios de los sesenta acerca
del capital humano y su contribución al desarrollo económico y al aumento de la
productividad. Persiste, no obstante, un problema referido a la relación entre
educación y crecimiento económico. Por una parte, en términos gruesos, se ad-
mite que las personas con más educación reciben mayores ingresos, asumiéndose
que éstos son debidos a una mayor productividad. Por otra parte, no está claro
en absoluto qué factor en la educación es el que contribuye a una mayor produc-
tividad (y por ende a mayores ingresos). Sin embargo, como lo señala Levin
(2000), lo publicado sobre economía de la educación desde 1960 a la fecha
no dice nada acerca de qué —y cómo— se debe enseñar para obtener esa
mayor productividad. De hecho, el 90% de la varianza en ingresos y productivi-
dad de personas con similares niveles educativos se explica más por otros
factores, que por diferencias en las mediciones producidas por las pruebas de
rendimiento académico (Levin, 1998). Esta limitación se complica aún más si
se considera que, por una parte, en el mundo de la producción hay situaciones
en las que coexisten tipos de trabajo y de empresas con niveles de tecnología
y componentes de conocimiento muy diferentes, con lo cual coexiste una de-
manda instalada de competencias muy diversas. Por otra parte, hay situaciones
de cambio muy rápido en el tipo de trabajo, y por consiguiente, cambia rápida-
mente la demanda de las competencias que se requieren para su realización.
Lo que sí dicen las publicaciones de distintas fuentes, incluyendo la economía de
la educación (e.g. Shultz, 1975), es que lo que se requiere son personas con la
capacidad de ajustarse a los desequilibrios en el entorno y de favorecer el cam-
bio. Esta característica de desequilibrios y cambios no conjuga bien con los
supuestos y componentes de tipo A, y más bien se ajusta a los supuestos y com-
ponentes de tipo B.
El tipo A concuerda con el modelo técnico racionalista. Sin embargo, en la evo-
lución de los contextos sociales, se resalta el hecho de que las transformaciones
en el último tercio del siglo XX han generado contextos inciertos, y las políticas se
orientan hacia la diversidad. El tipo B, que contempla una visión emotivo-no
lineal-holística, se ajusta mejor a esta clase de contexto. Los modelos técnico-
racionalistas se adaptan mal a un contexto incierto, pues, para que este enfoque
pueda funcionar, se requiere la existencia de un contexto estable. En conse-
cuencia, encontramos una situación que refleja un desfase entre la concepción
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
119
(supuestos y componentes) de los actuales modelos en aplicación y los contextos
en los que ellos operan.
4. Un cuarto problema que enfrenta la gestión educativa es la divergencia de los
objetivos de la gestión desde la perspectiva de la escala. «Escala» en este caso
se refiere a la unidad organizativa de la gestión. Simplificando el problema,
distingamos dos niveles de organización: el del sistema y el de la escuela (o
bien, el nivel macro y el nivel micro). Los intereses y objetivos de ambos niveles
son divergentes, o, dicho en lenguaje de gestión, presentan problemas de ali-
neamiento. Los sistemas de educación en América Latina presentan a la vez carac-
terísticas de descentralización y de centralización; por lo tanto, tienen incorporada
estructuralmente esta divergencia. Desde el punto de vista de la gestión, esta
situación es compleja pues ocurre que un sistema contiene estructuras que pre-
sentan objetivos de gestión diferentes.
¿Por qué las orientaciones del nivel macro son diferentes a las del nivel micro? El
primero opera en un ambiente en el cual se debe responder a demandas diver-
sas de un cierto tipo, como las de productividad (competitividad internacional),
contabilidad social (evaluación) y equidad (integración social). Mientras que en
el nivel macro se tratan las orientaciones de política, donde actúan fuerzas so-
ciales con respuestas diferentes frente a los desafíos sociales a gran escala. Las
políticas educativas contienen declaraciones que expresan específicamente que
las fuerzas que las animan son las de la globalización económica.
El ambiente en el cual opera el nivel micro es otro: es el nivel de la comunidad.
Sus objetivos no responden a las fuerzas de, por ejemplo, la globalización, sino
que están ligados a acciones intra y extraescolares que se emprenden con fines
educativos. Sus objetivos son los aprendizajes de los alumnos. El nivel macro se
ocupa de la economía; el micro, de la pedagogía. El primero requiere por tanto
una gestión administrativa vinculada a la economía y la política; el segundo,
una gestión vinculada a la pedagogía. Sin embargo, esto último es un problema
pendiente, pues, retomando el primer problema mencionado arriba, en la ges-
tión educativa la dimensión de la pedagogía está ausente.
5. El quinto problema se refiere a la cuestión de la contabilidad social (social ac-
countability). Tema también enmarcado por el de la descentralización. En la
historia de la descentralización en los sistemas educativos de América Latina, se
ha resaltado el discurso sobre la dimensión de ésta, pero con poca referencia al
tema de la centralización que la acompaña. La centralización tiene tres raíces
diferentes: la primera es la tradición centralista que mantiene en la cultura edu-
cativa una actitud de verticalidad. La segunda viene de las formas en las que se
origina la descentralización en América Latina. Los primeros intentos aparecen
en Argentina y Brasil, donde la descentralización surge en contextos de regíme-
nes militares con desvinculación frente a la responsabilidad social por la educa-
ción; y en Chile, donde el régimen militar procedió a una desconcentración del
Juan Casassus
120
sistema, es decir, mantuvo el control desde el aparato del centro. La tercera raíz
viene con la visión democratizadora de la descentralización en los regímenes
democráticos.
En los procesos de descentralización democrática, se produce una redistribu-
ción del poder hacia instancias administrativas más pequeñas. Este curso de
descentralización con orientación democrática tuvo como resultado inicial una
pérdida de poder en el ámbito central. El sistema se encontró en una situación de
desequilibrio en la distribución del poder, generada en su interior. Se estimuló
así la necesidad de generar un contrapoder en el nivel central. La tesis era que
sólo una situación de equilibrio dinámico de poderes podría provocar una siner-
gia en el sistema.
Desde la perspectiva de la gestión, aparece una situación opaca en cuanto a las
responsabilidades dentro del cuadro de la descentralización. Éste, que es un
problema general de las descentralizaciones, tiene una dimensión específica en
lo que se analiza aquí. Dentro de la idea del equilibrio dinámico, está contenida
la noción de que al nivel central del sistema le corresponde la responsabilidad
por la educación. Por lo tanto, le corresponde rendir cuentas a la ciudadanía
(accountability). Sin embargo, el nivel central no cuenta con los medios para
ejercer dicha responsabilidad.
Una de las características de los procesos de descentralización ha sido la de
sacar del nivel central la responsabilidad de la gestión de las escuelas. Se trata
ahora de «ministerios sin escuelas». Si el nivel central no ejerce la autoridad de
la gestión de las escuelas, no tiene la capacidad de decidir sobre el funciona-
miento de las mismas, y sólo cumple funciones de regulación, ¿cómo puede
entonces asumir la responsabilidad por los resultados? La autoridad sobre las
escuelas no está en los ministerios, y la apuesta de la descentralización se orienta
a que sea la sociedad civil a quien se le transfiera el poder al entregarle informa-
ción sobre el resultado de las escuelas. Sin embargo, para resolver este vacío de
poder en cuanto a lo que acontece en ellas, se opta por generar instrumentos de
poder de gestión en el nivel central. Como se mencionara recién, el más impor-
tante de ellos es el establecimiento de sistemas de evaluación en dicho nivel.
Este instrumento ha pasado a ser un instrumento del centro. En el ámbito de la
contabilidad social, una de las funciones de dichos sistemas es producir y entre-
gar informaciones que permitan configurar un discurso de rendición de cuentas
a la ciudadanía.
6. En sexto lugar, un problema de la gestión es el referido al desfase entre la forma-
ción en gestión y las demandas de la política educativa. En la cultura de la
tradición pedagógica, no ha habido lugar para el desarrollo de competencias
de gestión. En las prácticas de gestión educativa, básicamente, se ha adoptado
una administración para mantener los procesos en una escuela. Pero ahora, que
se piden más iniciativas en ese nivel, la tarea de administración se ha convertido
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
121
en una difícil gestión. Para enfrentar la nueva demanda, ha surgido una indus-
tria de formación en el ámbito de la gestión. De hecho, en la mayoría de países,
la capacitación en gestión cuenta con gran demanda. Sin embargo, dicha capa-
citación ha sido criticada por ser de carácter excesivamente academicista y orien-
tada a los directores de escuelas, descuidando por ende a los niveles centrales,
los intermedios del sistema o los del aula5. Lo primero implica una orientación de
tipo cognitivo, en vez del desarrollo de competencias e innovaciones. Lo segundo
implica desatender los estratos intermedios, que por lo general son docentes
promovidos a esas instancias de gestión sin contar con la formación adecuada
para ello.
7. El séptimo problema es la ausencia de investigación adecuada. Sobre todo en lo
referido a modelos de gestión educativa, su factibilidad, ventajas y desventajas
de cada modelo en función de los contextos y los objetivos educativos. Como
señala Bush (1995), «[...] como ciencia aplicada, la investigación en gestión
debería ser como la investigación sobre los modelos en que si sirven o no a una
mejor práctica de gestión y de qué manera lo hacen». La orientación academi-
cista tiende a facilitar una práctica de gestión orientada hacia las características
de tipo A, que se asocian a las prácticas de ingeniería social. Sin embargo,
desde los noventa, todos los países de la región (con excepción de Cuba) recla-
man estar practicando una perspectiva constructivista en la formación docente y
la pedagogía. Desde un punto de vista teórico, existe una contradicción entre
ambos enfoques.
8. Por último, la octava tensión emerge entre la visión autoritaria y la visión demo-
crática de la gestión. La gestión autoritaria se asocia a la gestión por resultados,
mientras que la democrática lo hace a la gestión de los recursos humanos. Son
dos formas de gestión que reflejan distintas escuelas de pensamiento y se rela-
cionan de manera también distinta con el tiempo. Como su nombre lo indica, la
primera tiende a centrar la atención en los resultados: lo que importa son los que
se obtengan en el corto plazo (resultados de las mediciones reiterativas) y las
acciones que deban realizarse para que éstos mejoren en ese plazo. Por otra
parte, la gestión democrática se relaciona con una preocupación por los recur-
sos humanos y su participación en la gestión. Aquí se enfatizan las dimensiones
del liderazgo en su versión del coaching, el desarrollo de las capacidades de
las personas miembros y los aspectos relativos al clima de la organización. La
escuela es de un alto componente en conocimientos. Son dimensiones que se
relacionan todas con la mejoría en el largo plazo. Esta tensión no es otra que
la que emerge de las visiones platónicas y aristotélicas enunciadas al princi-
pio. A saber, la visión que se sustenta en la creencia de que, para que los
seres humanos realicen «actos de virtud», es necesario que predomine un crite-
rio autoritario y verticalista; o bien, la visión que se sustenta en la creencia de
Juan Casassus
5 Ver, para el caso chileno, Undurraga y Araya (2000).
122
que, para ello, los seres humanos por naturaleza deben participar en la gene-
ración de su destino.
Conclusión
El desarrollo de la gestión educativa se encuentra en un momento dinámico y en medio
de debates fundamentales. En este texto se ha delineado una concurrencia de paradig-
mas —llamados de tipo A o de tipo B— que representan: el primero, una visión tecnoli-
neal-racionalista y el segundo, una visión emotivo-no lineal-holística. Con relación al
primero hay ciertos modelos, enfoques y prácticas de gestión que le son particularmente
afines; y con relación al segundo, otros modelos, enfoques y prácticas que son también
más concordantes. Parecería que en la actualidad predomina en la región un enfoque
de tipo A en la gestión educativa. Sin embargo, las prácticas innovadoras desarrolladas
en la industria con buenos resultados y aquéllas con alto componente de conocimiento
estarían indicando que el enfoque de tipo B es más adecuado. Esto revestiría mayor
validez en un sector que se reclama de estar centrado en el desarrollo de las personas.
Las innovaciones educativas más interesantes, tanto desde la teoría como desde la prác-
tica, se encuentran no tanto en el énfasis en los recursos, sino en aquellas prácticas
sustentadas en la interacción comunicacional y las visiones compartidas, en ámbitos
tales como la educación popular y la educación en el contexto de riesgo. Nos hallamos
en una situación en la cual la evidencia generada en la región indica que la predomi-
nancia del paradigma de tipo A debería ser cuestionada con más fuerza.
Nos encontramos ante caminos alternativos. Por una parte, estamos dentro de un
paradigma tecnolineal y racionalista que nos conduce hacia una práctica de la gestión
educativa más orientada hacia la eficiencia. Sin embargo, la eficiencia en sí está carente
de sentido. Por otra parte, hay un camino más amplio, más político y valórico, donde se
encuentran las preguntas relativas al sentido de la gestión educativa.
Entonces, ¿hacia adónde debe orientarse nuestra reflexión en la disciplina?
En primer lugar, es preciso entrar en un debate teórico acerca de los principios que
sustentan las prácticas actuales de la gestión educativa. Se requiere mejorar el conoci-
miento de las teorías, debatirlas y desarrollarlas. Una forma de expresar esto es la
tensión existente entre, de un lado, la concepción funcionalista del sistema, contenida en
la llamada «vieja teoría de sistemas», que tiene sus propias prácticas de gestión deriva-
das del conductismo; y, de otro lado, la concepción contenida en lo que se denomina «la
nueva teoría de sistemas», cercana a las teorías de la autopoiesis6 y del caos, de la cual
LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
6 (N. de ed.): Autopoiesis. Capacidad de un sistema para organizarse de tal manera que el único
producto resultante es él mismo. No hay separación entre productor y producto. El ser y el hacer de
una unidad autopoiética son inseparables y esto constituye su modo específico de organización.
Nuestra experiencia está amarrada a nuestra estructura de una forma indisoluble. No vemos el
espacio del mundo vivimos nuestro campo visual. (http://www.colciencias.gov.co/redcom/
AUTOPOIESIS.html)
123
se derivan prácticas de gestión con un alto componente constructivista. Esta tensión
corresponde también a aquélla que se aprecia entre los aportes de las escuelas de
pensamiento ligadas al tipo A y los de aquéllas del tipo B.
En segundo lugar, transformar las hipótesis que se deriven de la discusión teórica o
de la observación de la práctica en preguntas que deban ser respondidas por la inves-
tigación empírica. En esto sería conveniente distinguir entre la gestión del sistema y la
gestión de las escuelas, cuidando de no olvidar que las organizaciones educativas no
existen en el vacío, sino que están dotadas de contextos, externos e internos. Debemos
preguntarnos y observar cuál modelo, cuál enfoque, es útil; cuáles de ellos favorecen los
aprendizajes de los alumnos; cuáles generan aprendizajes más adecuados para vivir en
el mundo que aparece.
En tercer lugar, es necesario desarrollar la dimensión pedagógica en la gestión
educativa. Es preciso repensar la gestión educativa, para que en ella la gestión no se
limite a la administración de los recursos, sino que abarque también el liderazgo peda-
gógico. Sería muy conveniente apoyar la reflexión en los datos pedagógicos básicos y
en las implicancias de las metodologías pedagógicas para la gestión educativa.
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Juan Casassus
126
127
Antecedentes legales
Las ideas y propuesta de descentralización en Colombia tienen una amplia y larga
historia: desde la Constitución de 1886, época en que el presidente Rafael Núñez plan-
teaba que las instituciones sólo pueden considerarse libres cuando el pueblo las hace
funcionar bajo su inspiración y vigilancia inmediatas y que la democracia sin descentra-
lización no es posible.
La tendencia del país ha sido hacia la centralización y ha primado una desconcen-
tración de funciones, particularmente en lo administrativo. La descentralización es relati-
vamente reciente. En 1986 se inició la descentralización política, con la elección popu-
lar de alcaldes para lograr un mayor control social sobre su gestión; se incrementaron
las transferencias provenientes de la participación del impuesto a las ventas, recursos
que se destinaron prioritariamente a la inversión en el sector rural. En 1987 se transfirie-
ron a los municipios las responsabilidades de construcción, dotación y mantenimiento
de planteles e instalaciones deportivas. En 1989 se delegó la administración de la
educación a los alcaldes, pero la función nominadora y de manejo de personal que
presta servicios en las instituciones educativas quedó a cargo de los gobernadores.
No todos los municipios asumieron esta responsabilidad; consideraban que care-
cían de recursos financieros y administrativos suficientes para hacerlo. Esta situación
llevó a creer que la descentralización había sido promovida para transferir los proble-
mas financieros del nivel central al local, y no para el manejo eficaz, efectivo y eficiente
de la educación.
En 1991, con la nueva Constitución aprobada por la Asamblea Nacional Consti-
tuyente, se promovió la descentralización con toda la fuerza conceptual, teórica y
operativa; tanto en lo político como en lo fiscal y administrativo. Se definió como un
Profesora e investigadora colombiana, Universidad Pedagógica Nacional. Consultora, Universidad
EAFIT (Medellín).
Gestión educativa y descentralización.
La experiencia de Colombia
Piedad Caballero Prieto
128
instrumento de modernización del Estado, de racionalización, eficiencia y eficacia de la
gestión estatal.
En desarrollo de la Constitución surgen la Ley 60 de 1993 (donde se definen las
competencias territoriales para la administración y manejo de los recursos destinados a
la inversión social, particularmente salud y educación) y la Ley 115 de 1994. Esta última
promueve la descentralización pedagógica y curricular, la autonomía escolar, la evalua-
ción integral, la democratización de la escuela, abierta a la comunidad con su participa-
ción en el Gobierno Escolar, con los diferentes consejos y asociaciones, con la presen-
cia del Personero Estudiantil. Se crearon, igualmente, espacios de participación para los
diferentes actores, a través de la construcción de la comunidad educativa y su responsa-
bilidad frente a la construcción del Proyecto Educativo Institucional; y con ello, su parti-
cipación en la definición de las políticas educativas institucionales y locales.
Casi una década después de creadas estas normas y frente a múltiples dificultades
en el proceso, sobre todo en el aspecto financiero y de distribución de los recursos, se ha
modificado la organización de los que son asignados a salud y educación, cambiándose
la Ley 60 de 1993 por la Ley 715 de 2001, sobre competencias y recursos. Además de
precisarse las competencias entre los diferentes niveles del sistema administrativo y el
manejo de los recursos del Sistema General de Participaciones, se abordan aspectos
relacionados con las competencias de la institución escolar, el sistema de evaluación, de
inspección y vigilancia y el estatuto docente. El cambio más significativo se introdujo en
el esquema de asignación de recursos, al ser distribuidos por alumno atendido de acuerdo
con unas tipologías que tienen en cuenta las diferencias regionales, los niveles de desa-
rrollo y los déficit educativos.
Antecedentes conceptuales frente a la gestión
El concepto de gestión tiene hoy un significado amplio y no se restringe a lo burocrático-
administrativo. Es más global: contempla la gestión de los recursos, de las personas, de
los procesos y de los resultados; es integral: tiene que ver con las ideas, los propósitos,
el diseño y la ejecución orientados al logro de las políticas, acciones y metas trazadas.
La gestión escolar articula las múltiples instancias de la vida en las escuelas, con la
clara orientación de lograr aprendizajes significativos en los alumnos. Gestionar implica
entonces entretejer, relacionar todo aquello que acontece en la cotidianidad de la escuela
entre las personas, los recursos, los objetivos, los procesos, con miras a un fin: en nuestro
caso es el de una educación de calidad, pertinente y con equidad. Gestionar es hacer
que se logren los propósitos de la institución, del Proyecto Educativo Institucional y con
ello satisfacer las demandas y necesidades de la comunidad educativa.
Hoy se habla de las organizaciones que aprenden. La arquitectura de las organiza-
ciones inteligentes, dice Peter Senge en su libro La quinta disciplina, se apoya en un
triángulo en cuya cúspide están las ideas rectoras que guían el propósito de la institu-
ción; en el segundo vértice se encuentra la innovación en infraestructura organizacional;
GESTIÓN EDUCATIVA Y DESCENTRALIZACIÓN. LA EXPERIENCIA DE COLOMBIA
129
y en el tercero, las teorías, métodos y herramientas que permiten la acción. Una organi-
zación es entonces un organismo viviente que tiene un sentido colectivo de identidad y
de propósitos, elementos indispensables para que la gestión sea de calidad y centrada
en las personas que la conforman para ayudar a su crecimiento y enriquecimiento per-
sonal, con la conciencia de que el éxito de las organizaciones depende del éxito y
bienestar de sus miembros.
Juan Casassus (1999) plantea que las prácticas de gestión indican una forma de
concebir las acciones de los seres humanos en sociedad; que cada tipo de gestión
obedece a una interpretación de la acción, y que contiene implícita o explícitamente una
teoría particular de la acción humana.
Los procesos de enseñanza y aprendizaje son la razón de ser de las instituciones
educativas. Éstas, más que ninguna otra, son organizaciones que aprenden y deben ser
por ello organizaciones inteligentes, en permanente cambio, adaptándose y respon-
diendo de manera anticipada a las diferentes situaciones.
No pueden aislarse del entorno, deben tener un sentido de pertenencia, de saber
vivir juntos, de saber convivir, sin perder de perspectiva la responsabilidad frente a la
formación humana, ética, social, política, cultural, científica y tecnológica de sus estu-
diantes, y frente a los demás procesos que afectan el conjunto de relaciones y los resul-
tados esperados.
Es preciso tener presente que la motivación en el proceso educativo es el deseo de
aprender en un entorno humano, donde lo esencial sean los valores, el respeto, el amor,
la honestidad y la responsabilidad social. Sin perder de vista que se trata de un sistema
complejo, en el que intervienen múltiples y diversas culturas, códigos, creencias, intere-
ses y demandas externas; donde existen la heterogeneidad sociocultural y económica y
las diferencias generacionales.
Así, por ejemplo:
• La efectividad del trabajo pedagógico de un maestro no es independiente, está
mediada por la consideración que de él posean sus compañeros, sus alumnos,
la comunidad y la dirección, de las relaciones que logre establecer.
• La eficiencia del aprendizaje de los alumnos está condicionada por la calidad
del maestro, el clima escolar del que goce en la institución educativa y de la
participación activa de los padres en el proceso.
• El liderazgo de la dirección depende de la eficacia de su acción, de su impacto
en las personas y en los procesos, y del reconocimiento y apoyo de la comuni-
dad educativa.
Las acciones orientadas a mejorar la calidad y fortalecer las instituciones educativas
para lograr la excelencia deben tener una perspectiva de gestión suficientemente am-
plia. La gestión de la calidad es ante todo global, incide sobre las personas, las relacio-
nes, los recursos, los procesos y los resultados.
Piedad Caballero Prieto
130
Con el avance de las teorías de las organizaciones, y el conocimiento generado por
los estudios sobre la institución escolar, se ha llegado a identificar que de la gestión de
las instituciones educativas dependen la calidad y la pertinencia de la educación.
Las reformas de los sistemas educativos del último decenio no han estado orientadas
solamente a cambiar los planes y programas de estudio o las metodologías de enseñanza
y aprendizaje, sino a reconocer el nuevo papel de la educación en la sociedad. Esto
implica un profundo cambio mental y cultural en la escuela, que tiene lugar no porque
las normas lo señalen sino a través de prácticas concretas mediante las cuales las institu-
ciones promueven aprendizajes relevantes y significativos para los alumnos, de acuerdo
con las demandas del entorno.
Temas como el de la calidad, la pertinencia y la equidad no aluden únicamente al
hecho de dotar a las escuelas de diversos recursos de aprendizaje, por ricos que éstos
sean. Lo fundamental es el sentido, significado y uso que de ellos se haga, al igual que
su relación con los objetivos de aprendizaje señalados en el Proyecto Educativo Institu-
cional (PEI), avalados y compartidos por la comunidad educativa; los procesos de
reflexión-acción que promuevan y fortalezcan a los sujetos, y los orientados a fortalecer
la gestión interna y externa de la institución para articular las relaciones entre todos los
sujetos o actores, factores y aspectos de la organización.
La pérdida de capacidad de socialización de la escuela, el rezago frente a los
cambios acelerados por el avance y desarrollo de la ciencia y la tecnología, el conoci-
miento que se multiplica a una velocidad inimaginable sin que los currículos basados en
contenidos lo puedan soportar, la crisis de identidad producto de la globalización y la
internacionalización de los procesos obligan a repensar la gestión de la escuela de otra
manera, más sistémica y con visión estratégica.
Gestión escolar e impacto de normas
Como ya se ha mencionado, la Ley 115 de 1994 plantea la reforma educativa desde el
punto de vista organizacional, pedagógico, curricular y comunitario. Esta norma ha
contado con la aceptación de la comunidad educativa, las instituciones escolares y la
población en general; varios de los aspectos que contempla se han implementando,
especialmente los que apuntan a democratizar la institución escolar, como son: el Pro-
yecto Educativo Institucional, el Gobierno Escolar, el Manual de Convivencia, el Perso-
nero estudiantil y la Asociación de Padres de Familia y los Consejos de estudiantes y de
maestros. En la medida en que ha significado un cambio de actitud, ha promovido la
participación y posibilitado una mayor comprensión frente a las situaciones educativas
y de aprendizaje de los alumnos.
Se ha desarrollado una variedad de iniciativas pedagógicas, muchas de las cuales
se venían gestando con anterioridad a la Ley. Entre ellas está la incorporación de nuevas
tecnologías al proceso educativo; la definición de proyectos con énfasis en valores, en
GESTIÓN EDUCATIVA Y DESCENTRALIZACIÓN. LA EXPERIENCIA DE COLOMBIA
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Gestion educativa

  • 2. 96
  • 3. 97 E s en los años sesenta que en Estados Unidos se empieza a hablar de «gestión educativa»; en los setenta, en el Reino Unido y en los ochenta, en América Latina. Se trata, entonces, de una disciplina de desarrollo muy reciente: de allí su bajo nivel de especificidad y estructuración. Por hallarse en búsqueda de identidad y estar aún en gestación, es un caso interesante de relación entre teoría y práctica. La gestión educativa busca aplicar los principios generales de la gestión al campo específico de la educación. Su objetivo es estudiar la organización del trabajo en dicho campo y está determinada por el desarrollo de las teorías generales de ambos campos. Pero no se trata de una disciplina teórica. Su contenido disciplinario responde tanto a los fundamentos de la gestión como a la cotidianidad de su práctica; esta última obedece a los principios generales de la gestión y de la educación. Hablamos, en ese sentido, de una disciplina aplicada, de un campo de acción. En la actualidad, la práctica está muy influenciada por el discurso de la política educativa y, como es evidente, por los distintos esfuerzos que se desplieguen para apli- carla. Se tiende a avanzar en medio de cambios derivados de dichas políticas educati- vas, de presiones para que éstas entren en vigor y de resultados provenientes de ajustar la práctica a las presiones que vienen «desde arriba». Este hecho permite notar que la gestión educativa no es solamente pragmática, como podría pensarse, sino que lleva inscrita la dimensión política en su práctica. En su estado actual, la gestión educativa es una disciplina en gestación en la cual interactúan los planos de la teoría, de la política y de la pragmática. Entonces, como puntos metodológicos para comprender la naturaleza del área de la gestión educativa es necesario: (i) conocer los planteamientos teóricos subyacentes en las disciplinas madres que la generan y contienen y (ii) entender el sentido y los conteni- dos de las políticas educativas. Consultor chileno, doctor en Sociología de la Educación, especialista en temas de gestión educativa. La gestión educativa en América Latina: Problemas y paradigmas Juan Casassus
  • 4. 98 En este marco, buscamos aportar aquí una reflexión acerca de las formas que emer- gen de los planteamientos subyacentes de distintas teorías de la organización del traba- jo, y de su interacción con la esfera de la educación tanto en lo disciplinario como en lo político. El texto está estructurado en siete partes: (i) planteamientos básicos; (ii) distintas definiciones; (iii) evolución de los modelos de gestión, su trayectoria y hacia adónde apuntan; (iv) aspectos de la representación de la realidad; (v) dimensión de la educa- ción, considerando las orientaciones de política educativa de fin de siglo que condicio- nan la situación actual; (vi) algunos problemas relacionados con la definición del objeto de la gestión; y (vii) algunas conclusiones. Planteamientos básicos de la gestión El lugar que ocupan hoy las empresas en la evolución social y su constante reestructura- ción han hecho que la movilización de las personas en una organización hacia objeti- vos determinados sea una de las ideas centrales en nuestro tiempo. Hasta tal punto, que lo medular en la teoría de la gestión es comprender e interpretar los procesos de la acción humana en una organización. Esta idea ha seducido las mentes del fin de siglo y, sin duda, continuará ejerciendo impacto bien adentrado el siglo actual. La preocupación por movilizar a las personas hacia objetivos predeterminados data de muy antiguo. Baste considerar a precursores de dos corrientes de constante presencia en los enfoques de la gestión: Platón y Aristóteles. En La República, por ejemplo, la gestión es percibida como una acción autoritaria: Platón consideraba que la autoridad era necesaria para conducir a los hombres a realizar acciones heroicas y de valor. Por otra parte, en la Política de Aristóteles la gestión es vista como una acción democrática, pues para Aristóteles el ser humano era un animal social o político, y concebía la movi- lización como un acto a través del cual los hombres iban generando su propio destino. Sin embargo, la gestión concebida como un conjunto de ideas más o menos estruc- turadas es relativamente reciente. Sus precursores modernos se remontan a la primera mitad del siglo XX, con el trabajo de sociólogos, administradores y psicólogos. Entre los primeros destaca en particular Max Weber, que estudió la organización del trabajo como un fenómeno burocrático. Se orientó hacia el estudio de la organización como un proceso racionalizador que busca ajustar los medios con los fines propuestos (Weber, 1976). Entre los administradores destacan Frederic Taylor (1911), que desarrolló la idea de la gestión científica y consideraba el trabajo como racionalización operativa de la labor de los trabajadores por parte de los administradores y motivados por el interés económico; y Henri Fayol (1916), que también racionaliza la función del trabajo, pero esta vez refiriéndose al de la dirección. Ambos, Taylor y Fayol, son considerados los padres de la escuela clásica de administración. Con posterioridad, entre los psicólogos sociales, está Elton Mayo (1977), famoso por sus estudios sobre las plantas de la Gene- ral Electric en Hawthorne y por sus trabajos —contenidos en particular en The Human LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 5. 99 Problems of An Industrial Society— en los que ponía énfasis en las motivaciones no económicas en el proceso laboral, dando origen a la escuela de relaciones humanas. Más tarde, se genera la visión sistémica de la organización en la cual ésta es vista como un subsistema cuyo punto central son las metas, que constituyen las funciones de dicha organización en la sociedad. Entre los que comparten esta visión destacan: T. Parsons, que presenta la teoría funcionalista de los sistemas; L. Von Bertalanfly, con la teoría de los sistemas abiertos; y Luhman, con la visión autopoiética de los sistemas (Luhman, 1978). Todos estos pensadores se interrogaron acerca del tema central de la gestión, indagaron acerca de las motivaciones de las personas en su lugar de trabajo y acerca de qué las podría impulsar a mejorar su desempeño. Recién a partir de la segunda mitad del siglo XX se puede hablar propiamente de la gestión como campo disciplinario estructurado, distinguiendo dentro de él algunas co- rrientes. Una de ellas es la que emerge de la perspectiva de la experiencia, cuando algunos empresarios —como Chester Bernard (ATT) o Alfred Sloan (General Motors)— en los años sesenta comienzan a escribir sus experiencias en la administración de gran- des empresas. Esta corriente ha influido grandemente en el desarrollo del enfoque ca- suístico aplicado del campo de la gestión: es decir, un enfoque que parte de experien- cias concretas. Esta corriente es transferida a los enfoques casuísticos de una de las tendencias en gestión educativa predominantes en Estados Unidos. Si bien esta corriente era particularmente fuerte en los libros y revistas estadounidenses, denotaba una dificul- tad en lo que se refiere a situaciones concretas (que dan origen a recomendaciones acerca de cómo enfrentar casos específicos). El enfoque empírico llevaba a que los temas de gestión saltaran de una temática a otra, sin profundizar en la comprensión de los mecanismos que rigen la situación específica, ni tampoco construyendo el sentido de la situación. Las otras corrientes emergen del pensamiento más teórico y están ligadas a modelos de gestión tales como el normativo, el prospectivo, el estratégico, el estratégico situacional, el de calidad total, el de reingeniería y el comunicacional. Se discutirán más adelante. Antes, es necesario señalar conceptualmente lo que se entiende por gestión. Definición del término gestión La gestión trata de la acción humana, por ello, la definición que se le dé ha estar siempre sustentada en una teoría —explícita o implícita— de lo que se entiende por acción humana. Hay distintas maneras de concebir la gestión, según sea el objeto del cual se ocupa y los procesos involucrados. Según el énfasis que se ponga —en el objeto o en el proceso contemplado—, se obtendrán definiciones que, por una parte, pongan de relieve el hecho de responder a componentes de una organización tales como arre- glos institucionales, articulación de recursos y objetivos. O, por otra parte, se obtendrán definiciones más bien centradas en la interacción de personas. Cuando el aspecto central es la movilización de recursos, la gestión es vista como «una capacidad de generar una relación adecuada entre la estructura, la estrategia, los Juan Casassus
  • 6. 100 sistemas, el estilo, las capacidades, la gente, y los objetivos superiores de la organiza- ción considerada». Dicho de otra manera, la gestión es «la capacidad de articular los recursos de que se dispone de manera de lograr lo que se desea». Una visión que evoca la supervivencia de una organización desde sus procesos sugiere concebir la gestión como «la generación y manutención de recursos y procesos en una organización para que ocurra lo que se ha decidido que ocurra». Desde la perspectiva centrada en la interacción de los miembros de una organiza- ción, la gestión toma distintas definiciones. En este plano se percibe que las personas actúan en función de la representación que tengan del contexto en el cual operan. Aquí podemos decir, con Argyris y Schön (1978), que «[...] la acción en una organización es una acción deliberada, y toda acción deliberada tiene una base cognitiva, refleja nor- mas, estrategias y supuestos o modelos del mundo en el cual se opera». En consecuen- cia, podemos calificar la gestión como la capacidad de articular representaciones men- tales de los miembros de una organización. Otro enfoque es el lingüístico, focalizado en la comunicación, que concibe que las personas se movilizan mediante compromisos adquiridos en la conversación. Así, la gestión es la capacidad de generar y mantener conversaciones para la acción. La visión que se centra en los procesos vincula la gestión al aprendizaje. Uno de los artículos de mayor impacto en la reflexión acerca de estas materias fue publicado en 1988 en el Harvard Business Review: «Planning as Learning» [el planeamiento como aprendizaje]2, de Arie de Geus. Allí se concibe la acción de la gestión como «[...] un proceso de aprendizaje de la adecuada relación entre estructura, estrategia, sistemas, estilo, capacidades, gente y objetivos superiores, tanto hacia el interior de la organiza- ción como hacia el entorno». En esta misma línea, Peter Senge (1993), en La quinta disciplina, define el aprendizaje como «[...] el proceso de expansión de las capacida- des de lograr lo que deseamos lograr». El aprendizaje es visto así no sólo como una elaboración personal, sino como algo que se constituye y verifica en la acción. Por lo tanto, la gestión de una organización en tanto proceso de aprendizaje continuo es vista también como un proceso de aprendizaje que se orienta a la supervivencia de ella mediante una articulación constante con el entorno o el contexto. Las distintas visiones de la gestión que se han evocado incluyen temas como: el aprendizaje, el aprendizaje continuo, la generación de valores, la visión compartida, las interacciones y las representaciones mentales. Todos ellos son también temas del mundo educativo. Este punto sugiere que la evolución del pensamiento acerca de la gestión se acerca a la del pensamiento de la educación. Es un elemento favorable para establecer una relación adecuada entre gestión y educación. Además de las distintas visiones de gestión, conviene aclarar conceptos en lo relativo a gestión educativa: por ejemplo, ¿debemos usar «gestión» o «administración» educativa? 2 (N. de ed.): Las frases entre corchetes, como en este caso, corresponden a una traducción nuestra. LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 7. 101 La disciplina se ha desarrollado principalmente en el mundo anglosajón. Primero en Estados Unidos y luego en el Reino Unido. En Estados Unidos, el término que se usa con mayor frecuencia es el de «administración»: existen carreras universitarias y revistas especializadas, tales como The Educational Administration Journal. Pero en el Reino Unido el término utilizado es el de management; en las universidades se dictan cursos de educacional management, pero también existen algunos compromisos en el uso de la terminología, como por ejemplo en el caso de la British Educational Management and Administration Society [Sociedad Británica de Gestión y Administración Educacional]. En América Latina, hemos pasado de la perspectiva de la administración a la de la gestión. Bajo el régimen de sistemas educativos centralizados, hasta fines de los ochen- ta, existieron dos corrientes cercanas a la disciplina: la primera apuntaba a la planifica- ción y la segunda, a la administración. En el fondo, esta tradición responde a una visión autoritaria o verticalista de la gestión: de un lado, se encuentran los sujetos encargados de planificar y, de otro, los sujetos encargados de administrar o ejecutar los planes. Esta práctica, que acompañó los sistemas educativos centralizados, ha sido superada por un proceso de descentralización, que cambia las competencias de gestión de los actores involucrados. Gestión es un concepto más genérico que administración. La práctica de la gestión va hoy mucho mas allá de la mera ejecución de instrucciones que proceden del centro. Las personas con responsabilidades de conducción tienen que planificar y ejecutar el plan. El concepto de gestión connota tanto las acciones de planificar como las de admi- nistrar. La administración —como ejecución de las instrucciones de un plan, indepen- dientes de los contextos— no es lo que ocurre en las situaciones reales. Por ejemplo, los directores de escuelas encargadas de ejecutar un plan tienen que realizar una serie de operaciones de ajuste, tales como: lograr la viabilidad política del mismo, adecuar los recursos disponibles a las necesidades de ejecución, determinar el nivel de competen- cias de las personas para llevarlo adelante. En la práctica, el plan es sólo una orienta- ción y no una instrucción para ejecutarlo. Por ejemplo, al traducir un plan en acciones concretas, los directores de escuelas se encuentran frecuentemente en la necesidad de replanificar, administrar y demostrar talento político para encauzarlo. Este trabajo de ajustes internos (adecuación a y de los recursos) y externos ocurre porque cada organización es un sistema. Los sistemas operan dentro de un contexto externo con el cual interactúan y poseen además un contexto interno. El primero está constituido por todo lo exterior a la organización. En términos de la educación, lo externo a las escuelas estaría configurado por entidades tales como los padres y apoderados, las otras organizaciones sociales, la economía que las rodea, el sistema legal, el cultural o el político. Las organizaciones no existen en un vacío: existen en el entorno. La organi- zación se nutre de este entorno y, en igual sentido, depende de él. Esto hace que el tema de las escuelas y su entorno revista suma importancia; sin embargo, hasta la fecha, las relaciones de la escuela con el entorno tienden a ser más de carácter pasivo (descrip- ción del conocimiento respectivo) que activo (interacción concreta con él). Desde el Juan Casassus
  • 8. 102 punto de vista de la gestión, ésta debe orientarse a facilitar una interacción real con el entorno exterior. El contexto interno lo constituyen las personas que integran la organización. Se llama aquí la atención sobre un aspecto: las personas son el contexto interno, pero no en cuanto a cualquiera de sus características, sino específicamente con respecto a aquéllas que les confieren su calidad de miembros. En las escuelas, el contexto interno está constituido por personas, pero sólo en cuanto ellas son alumnos, docentes, técnicos, directivos, y no en su calidad de seres humanos. La gestión educativa es la gestión del entorno interno, orientada hacia el logro de los objetivos de la escuela. En el caso de la gestión educativa, nos confrontamos con un problema especial: dado que el objeto de la gestión es la formación de seres humanos, el contexto interno —o al menos parte de él (los alumnos)— tiende a mezclarse conceptualmente con el fin de la organización. Esta es una situación propia de la educación que no se presenta en otras organizaciones. La interacción concreta de un sistema con sus entornos internos y externos le es consustancial. De allí que la utilidad de las recetas de gestión quede limitada a su aspecto ilustrativo, pues no pueden reemplazar la reflexión sobre la realidad concreta en la cual opera el sistema. Este aspecto es importante en tanto que, si se interviene sin una reflexión sobre la situación concreta, la acción se abstrae de la realidad y se opera en forma alienada, separada de ella. Por el contrario, si se opera de manera cercana a la realidad, es posible abrirse al sujeto. Cuando esto ocurre, se puede pensar en nuevos términos, abriéndose a la posibilidad de que existan maneras radicalmente diferentes de organizar las escuelas y el sistema educativo. Pues se logra comprender lo que dice el sentido común: que la gestión es trabajar con personas. Comprender esto es importante, pues se produce a la vez un cambio en la compren- sión de lo que son las personas. Este es un aspecto central de la reflexión en torno a la gestión educativa. Las personas son no triviales. La trivialidad describe a un objeto del cual se obtiene el mismo resultado cuando se le aplica un insumo determinado. Un automóvil es una máquina trivial, pues si quiero girar hacia la derecha, hago girar el volante en esa dirección y entonces el vehículo girará hacia la derecha. Un ser humano es no trivial por cuanto, al aplicársele un insumo, el resultado variará según el individuo. Sin embargo, parecería que en la gestión la tendencia fuera actuar como si las personas funcionaran al igual que máquinas triviales. Principios que animan los modelos de gestión Los principios generales de la gestión pueden ser formalizados en modelos, que han sido explicitados en un texto anterior (Casassus, 1999). Sin embargo, se presentan aquí con el fin de apoyar el argumento. En la gestión se puede identificar una secuen- cia de marcos conceptuales, técnicos e instrumentales que han ido orientando el cambio LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 9. 103 institucional. Estos modelos son: el normativo, el prospectivo, el estratégico, el estratégi- co situacional, el de calidad total, el de reingeniería y el comunicacional. Cada uno constituye una forma de respuesta a limitaciones que presenta el modelo anterior o a situaciones restrictivas del entorno de los modelos anteriores. Cada nuevo marco con- ceptual no invalida el anterior, pero sí representa un avance con respecto a él, gene- rando una acumulación teórica e instrumental. Así, de manera similar a lo que ocurre en Física, donde el modelo newtoniano es válido en una cierta escala pero limitado en sus explicaciones al confrontársele con el modelo cuántico, cada uno tiene un ámbito de efectividad y también adolece de limitaciones, las que son superadas por el nuevo modelo. La perspectiva normativa En los años cincuenta y sesenta, hasta inicios de los setenta, la planificación regional estuvo dominada por la visión normativa. Fue la época en que se iniciaron los planes nacionales de desarrollo y, en consecuencia, se diseñaron los planes nacionales de desarrollo educativo. Con esta visión planificadora, la Organización para la Coopera- ción y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), pero en particular Jorge Ahumada en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), tuvieron una influencia preponderante y de la cual todos somos herederos. La visión normativa se constituyó como un esfuerzo mayor para introducir la raciona- lidad en el ejercicio de gobierno, en sus intentos de alcanzar el futuro desde las acciones del presente. Ella se construye a partir de técnicas de proyección de tendencias a mediano plazo y su consecuente programación. En el ámbito educativo, fue una planificación orientada al crecimiento cuantitativo del sistema. De hecho, el plan consistió en la asignación de recursos destinados a ex- pandir la oferta educativa. La visión normativa expresa una visión lineal del futuro. Desde el punto de vista teórico, en esta perspectiva el futuro es único y cierto. Desde el punto de vista técnico, la planificación consistió en aplicar técnicas de proyección del presente hacia el futuro. Este modelo expresa un modelo racionalista weberiano, con un alto índice de abs- tracción y con ausencia de una dinámica propia de la sociedad. Sin embargo, desde el punto de vista cultural, esta visión normativa se ensambla bien con la cultura normativa y verticalista del sistema educativo tradicional. A fines de los sesenta se constató que el futuro realizado no coincidía con el previsto en la década anterior. La crisis cristalizada por el aumento del precio del petróleo en 1973 marcó un quiebre en las técnicas de la previsión clásica expresada en la visión normativa. Juan Casassus
  • 10. 104 La visión prospectiva Desde la visión prospectiva, el futuro no se explica necesariamente sólo por el pasado. También intervienen imágenes del porvenir que se imprimen en el presente y que, en consecuencia, lo orientan. De esta manera, el futuro es previsible a través de la construc- ción de escenarios. Pero, al mismo tiempo que se conciben múltiples escenarios del mañana, se está diciendo que éste es a la vez múltiple, y por ende incierto. Observemos que se ha pasado de un futuro único y cierto a otro múltiple e incierto. La necesidad de considerar la idea de futuros alternativos en la planificación, y de reducir la incertidumbre que ello produce, genera desde las fuentes más diversas lo que podría ser considerado como la flexibilización del futuro en la planificación. Se desarro- lla entonces una planificación con criterio prospectivo, donde la figura predominante es Michel Godet (1989), quien formaliza el método de los escenarios. Desde el punto de vista metodológico, por una parte, éstos se construyen a través de la técnica de matrices de relaciones e impacto entre variables. Por otra parte, para intentar reducir la incertidumbre, se concibe una serie de técnicas a través de métodos tales como Delfi, el ábaco de Reiner y otros. En este período, a inicios de los setenta, se intentaron reformas profundas y masivas que, notablemente, representaban futuros alternativos. Ello se puede observar desde los planteamientos revolucionarios que acompañaron las visiones alternativas de la socie- dad (Chile, Cuba, Colombia, Perú, Nicaragua), a otros esfuerzos más técnicos apoya- dos en el instrumental de los ejercicios de la programación lineal. Fueron ejercicios que trataron de captar distintos escenarios del futuro proyectando trayectorias, actores y estrategias alternativas. Al mismo tiempo, se inician esfuerzos para copar el territorio con la microplanifica- ción, los mapas escolares y las proyecciones de requisitos en recursos humanos. El estilo predominante continuó siendo el ejercicio cuantitativo. De hecho, el instrumental de la visión prospectiva es el mismo enfoque proyectivo de la visión normativa, sólo que aplicado mediante matrices de impacto a la construcción de distintos escenarios. Desde mediados de los setenta, la visión de alternativas posibles se refuerza, al emprenderse estudios comparativos y de programas regionales —como el Programa Regional de Desarrollo Educativo (PREDE), asociado a la Organización de los Estados Americanos (OEA), o el Proyecto Principal de Educación, asociado a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)—. En estos proyectos los planifica- dores tuvieron la posibilidad de encontrarse, comparar posturas, modelos, estrategias y resultados. En definitiva, tuvieron la posibilidad de identificar soluciones alternativas a problemas similares. Es, sin embargo, interesante notar que en este período empiezan a introducirse nuevos elementos, como por ejemplo los resultados de investigación liga- dos a la planificación. Este modelo mantiene como técnica la perspectiva racionalista fundamentada en la proyección (aunque se trate de escenarios alternativos). El manejo financiero sigue siendo el elemento central y en las decisiones sobre opciones y pro- yectos alternativos predomina el criterio del análisis costo-beneficio. LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 11. 105 La visión estratégica Si se concibe un escenario o un futuro deseado, para llegar a él es preciso contar con un modelo de gestión de normas que puedan llevar a ese lugar: es decir, normas que permitan relacionar la organización con el entorno. Para ello surge la noción de estrate- gia, cuyos principales teóricos son Ackoff, Ansoff, Porter y Steiner. Esta idea tiene tanto un carácter estratégico (normas) como táctico (los medios para alcanzar lo que se de- sea). La gestión estratégica consiste en la capacidad de articular los recursos —huma- nos, técnicos, materiales y financieros— que posee una organización (Ansoff, 1965). La crisis de los ochenta no hace sino acentuar esta tendencia que vincula las consi- deraciones económicas con la planificación y la gestión, ausentes en la década de los sesenta. Ya no estamos en una situación como a inicios de los setenta, cuando la plani- ficación tendía a operar en un vacío societal. Con la crisis se introducen los elementos de programación presupuestaria en las unidades rectoras, que era en lo que se habían constituido las unidades de planificación ante situaciones de presupuestos decrecientes. El esfuerzo comparativo y la escasez de recursos permiten asociar este período con una etapa de consideraciones estratégicas. Es decir, una forma de hacer visible una organización a través de una identidad institucional (análisis de tipo «fortalezas, oportu- nidades, debilidades y amenazas», que pone en relieve la misión, visión, fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas). Dicho enfoque permitió que las organizacio- nes adquirieran presencia y permanencia en un contexto cambiante. Sin embargo, re- cién a inicios de los noventa se empieza a considerar este enfoque en la práctica de la planificación y la gestión en el ámbito educativo. Cabe destacar que el pensamiento estratégico tiene como base uno de tipo militar. Se reconocen las identidades organiza- cionales, pero su visión de la acción humana se sitúa en una perspectiva competitiva de organizaciones y personas que se constituyen en aliados versus enemigos. La gestión situacional La crisis petrolera de los setenta repercutió tardíamente en América Latina bajo la forma de una grave crisis financiera. A inicios de los ochenta, se transformó en una crisis estructural que generaba una situación social inestable. Frente a la incertidumbre, emer- gen como nuevos temas el de la gobernabilidad y la factibilidad de realizar los planes diseñados. En términos teóricos, a la planificación estratégica se le incorpora la dimen- sión situacional —algo sugerido por el economista chileno Carlos Matus— o dicho de otra manera, el de la viabilidad de las políticas. El planteamiento de la planificación situacional reconoce no sólo el antagonismo de los intereses de los actores en la socie- dad, sino que plantea, además del tema de la viabilidad política, el de la viabilidad técnica, económica, organizativa e institucional. Se preocupa del análisis y abordaje de los problemas en el trayecto hacia el objetivo o el futuro deseado; la gestión se presenta como un proceso de resolución de nudos críticos de problemas. Juan Casassus
  • 12. 106 Para Matus, una situación es donde está situado algo. Ese algo es el actor y la acción. Acción y situación forman un sistema complejo con el actor. La realidad adquiere el carácter de situación con relación al actor y a la acción de éste. Por eso, una realidad es al mismo tiempo muchas situaciones, dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su situación. Esto hace que en una realidad se planteen muchas viabilidades. Por ello, en el período inicial de los noventa predomina el criterio de buscar acuerdos y lograr consensos sociales como criterio principal de gestión de los sistemas educativos. En términos operativos, se inicia un triple desplazamiento. La escasez de recursos hace de la planificación, por una parte, un ejercicio de técnica presupuestaria; por otra, una preocupación de conducción política del proceso, en el sentido de asegurar la gestión del sistema mediante la concertación; y una tercera, una fragmentación del proceso de planificación y gestión en acciones que ocurren en diversos lugares del sistema. Con lo cual se quiebra el proceso integrador de la planificación y se multipli- can, en consecuencia, los lugares y entidades planificadoras. Este proceso de fragmen- tación conduce a redefinir la unidad de gestión educativa. Es decir, el objeto de la gestión educativa deja de ser el sistema en su conjunto y se determinan otras unidades de gestión (más pequeñas que el conjunto del sistema), que pueden señalar objetivos propios y frente a los cuales se pueden asignar recursos. Este proceso ha sido el de la descentralización educativa, el cual, como se verá más adelante, tiene consecuencias importantes para la disciplina de la gestión educativa. La gestión de calidad total Cercana al pensamiento estratégico, emerge la visión de calidad total. Con el éxito de Japón en el contexto de la economía mundial, la atención se volcó hacia causas que lo explicaran. Es conocido que entre los principales teóricos que inspiraron el cambio en la organización del trabajo en Japón se encuentran los estadounidenses E. Deming y J. Juran, quienes, en la década de los cincuenta, propusieron la filosofía de la calidad en la organización del trabajo. Sin embargo, mucho más tarde, a mediados de los ochenta, la preocupación por la calidad se traslada al sistema educativo en Estados Unidos, hecho que recién acontece a inicios de los noventa en América Latina (Casa- ssus, 2000). Los principios del pensamiento acerca de la calidad se refieren a la planificación, el control y la mejora continua, lo que permitiría introducir «estratégicamente» la visión de la calidad en la organización (Juran, 1988). Sus componentes centrales son, por una parte, la identificación de los usuarios y de sus necesidades, el diseño de normas y estándares de calidad, el diseño de procesos que conduzcan hacia la calidad, la mejora continua de las distintas partes del proceso y la reducción de los márgenes de error que encarecen los procesos. Por otra parte, se tiene la preocupación de generar los compro- misos de calidad. LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 13. 107 Al introducirse el tema de la calidad en la educación, surgen dos hechos de impor- tancia: de un lado, se reconoce la existencia de un «usuario», más allá de las necesida- des del aparato del Estado, y, de otro lado, se generaliza la preocupación por el resul- tado del proceso educativo. Es decir, un proceso en el cual se reconoce el derecho de los —diversos— usuarios del sistema educativo a exigir un servicio de calidad de acuerdo con sus necesidades. Como parte de los mecanismos de gestión, aparece entonces la necesidad de hacer visible el resultado del proceso educativo para que los usuarios puedan verlo y emitir juicios acerca de la calidad. Se generaliza así el desarrollo de sistemas para medir y evaluar la calidad de la educación. Pero la preocupación por los resultados —y, en general, por la percepción de un bajo resultado— lleva a que se analicen y examinen los procesos y factores —y la combinación de estos últimos— que en ellos intervienen, para orientar las políticas educativas en consecuencia. La visión de la calidad total es a la vez una preocupación por el resultado y por los procesos. Sin embargo, aun cuando se valora más que nunca el tema educativo, el contenido o significado de calidad en educación queda, en cierta manera, como un supuesto o suspendido. La emergencia del juicio del usuario sobre el resultado hace que la mirada se vuelva rápidamente hacia los procesos que llevan al producto o servicio que se presta a aquél. En la práctica, la perspectiva de gestión de calidad total en los sistemas educativos se orienta a mejorar los procesos mediante acciones tendientes, entre otras, a disminuir la burocracia, reducir costos, ampliar la flexibilidad administrativa y operacional, el aprendizaje continuo, aumentar la productividad, la creatividad en los procesos. Cali- dad total aparece entonces como la acción de revisión sistemática y continua de los procesos de trabajo, para identificar y eliminar los desperdicios. Esto requiere de la participación de los trabajadores para el mejoramiento continuo de sus funciones como práctica laboral, optimizando la calidad de los procesos. Es una orientación para que se generen «cero defectos» en el proceso. Los principales exponentes de los principios de calidad son Joseph Juran, Edward Deming, Phillips Crosby y Peter Senge. Entre las prácticas de gestión de los sistemas educativos en la segunda mitad de los noventa, prevalece principalmente la perspectiva estratégica clásica combinada con la perspectiva de calidad total. La visión de la reingeniería La perspectiva de la reingeniería se sitúa en el reconocimiento de contextos cambiantes dentro de un marco de competencia global. En ella se pueden distinguir tres aspectos de cambio. En primer lugar, se estima que las mejoras no bastan y que para responder más adecuadamente a las cambiantes necesidades de los usuarios, no basta con mejorar lo existente, sino que se requiere un cambio cualitativo. Por otra parte, se reconoce que los usuarios tienen, por intermedio de la descentralización, la apertura del sistema y, dada la importancia de ella en las vidas de personas y naciones, mayor poder y mayor Juan Casassus
  • 14. 108 exigencia acerca del tipo y calidad de la educación que esperan. El tercer aspecto se refiere al cambio: se estima que no sólo se evidencia mayor modificación, sino que la naturaleza del proceso consiguiente también ha cambiado. Lo anterior lleva a percibir la necesidad de un rearreglo social, en sus estructuras, cambio en los valores, en la manera de ver el mundo. Desde esta visión, la calidad total implica mejorar lo que hay, buscando disminuir los desperdicios y optimizar los procesos existentes, mirando en conjunto la organiza- ción. A diferencia de lo anterior, la reingeniería se define como una reconceptualización fundacional y un rediseño radical de procesos, si se quieren lograr mejoras dramáticas en cuanto a desempeño. Sus principios básicos están elaborados en los escritos de sus principales exponentes, Hammer y Champy (1993), durante la primera mitad de la década de los noventa. Desde esta perspectiva, la calidad total aparece como un proceso evolutivo incre- mental, mientras que la reingeniería se percibe como un cambio radical. En el centro de la calidad total está la resolución de problemas, lo que es, en alguna medida, similar al tema situacional. Sin embargo, aquí se presume que el proceso es correcto, pero que requiere de ajustes. En el pensamiento de la reingeniería, debido a los cambios en el contexto, no se trata de mejorar lo que existe, sino de reconsiderar radicalmente cómo está concebido el proceso. Es interesante destacar que la reingeniería representa básicamente una actitud mental que cuestiona radical y constantemente los procesos. La acción humana es perci- bida fundamentalmente como un proceso de cuestionamiento racional que conduce a la acción. La gestión comunicacional La lógica de los procesos anteriores nos conduce hacia un séptimo modelo. La preocu- pación por los procesos implica entender cómo operan y, en particular, de qué manera los elementos conducen a los compromisos de acción enunciados en la perspectiva de la calidad total. Los compromisos de acción son eventos que ocurren en el lenguaje. Para comprender esto, es preciso comprender también que una organización puede ser percibida como una entidad, la cual, desde la perspectiva lingüística, existe en el len- guaje como redes comunicacionales (Flores, 1996) orientadas por el manejo de los actos del habla (Searle, 1994). El lenguaje aparece como «[...] la coordinación de la coordinación de acciones» (Maturana y Varela, 1984). En la perspectiva lingüística, el rediseño organizacional supone el manejo de destre- zas comunicacionales entendidas como procesos de comunicación que facilitan o impi- den que ocurran las acciones deseadas. Los pensadores que sustentan la base de esta perspectiva son filósofos lingüistas como J. Austin (1988) y J. Searle (1994); también están otros autores que sitúan el lenguaje en la dimensión del pensar, del poder político y social y de las emociones, tales como Nietzsche, Heidegger y Foucault. Desde este LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 15. 109 punto de vista, el gestor es considerado como un coordinador de acciones que resultan de las conversaciones para la acción. La gestión es concebida como el desarrollo de compromisos de acción obtenidos de conversaciones para la acción; y éstas se consiguen mediante la capacidad de formular peticiones y obtener promesas. Así, los instrumentos de la gestión comunicacional son el manejo de las destrezas comunicacionales definidas en los actos del habla; es decir, el manejo de las afirmaciones, las declaraciones, las peticiones, las ofertas y las promesas. La gestión basada en las emociones El último enfoque es el que pone el acento en la dimensión emocional. Ésta no es sólo una dimensión más, sino el soporte de todo lo anterior. Por lo tanto, para gestionar de manera eficaz, es necesario comprender cómo funciona el mundo emocional, tanto el del gestor como el de las personas que participan en la organización. Un aspecto importante en la gestión es la acción, en particular aquélla orientada a los fines deseados. En esta perspectiva se reconoce que las emociones son el impulso para actuar. Es más, se puede observar que en la base de toda acción hay una emoción. Heidegger, en Ser y tiempo, ha demostrado que la emoción es la predisposición a la acción. Si quiero actuar de determinada manera, tengo que ponerme en la emoción que me permita hacerlo. Esto es observable en la práctica cotidiana. Si no estoy en la emo- ción adecuada para lograr algo, no lo lograré. Si uno se encuentra apático, resignado, desmotivado, no contribuirá a lograr la finalidad de la organización. Por el contrario, en esa emoción, lo que se hará es obstaculizar el logro del objetivo. Si se quiere lograr algo, es necesario ponerse en la emoción de la ambición o el deseo de hacerlo. De lo contrario, no se alcanzará lo que se ha planteado como objetivo. Este aspecto es parti- cularmente relevante si se observa lo que acontece en el universo de la educación. Otro aspecto para ilustrar esto puede ser la comunicación. Como antes se mencio- nó, ella es crucial para la gestión de una organización. Pero no se le encuentra flotando en el aire, sino que ocurre en el sustrato de las emociones. Para que la comunicación sea eficaz, es preciso comprender que su soporte son las emociones. Por ejemplo, cuando uno escucha a otra persona, lo primero que se percibe es la intencionalidad, la emoción de lo que se está diciendo, y luego se escuchan las palabras. Una persona reacciona más a la emoción con la que se dicen las palabras, que a las palabras mismas. El modo en que se dice algo —que es la emoción que sostiene la palabra— es más importante que las palabras mismas. En la organización, si el gestor quiere arribar a compromisos de acción, ha de ser capaz de contactar el mundo emocional de quien lo escucha, y de generar en esa persona una predisposición para actuar en el sentido deseado. Para ser un buen gestor, para ejercer liderazgo, se requiere ser competente en el plano emocional. Al desarrollar la noción de la gestión emocional, hemos identificado las competencias emocionales fundamentales para llevar a cabo una buena gestión. Juan Casassus
  • 16. 110 Retomaremos este punto más adelante; baste por ahora señalar que, como toda compe- tencia, éstas se pueden aprender y desplegar en cada uno. Dos representaciones del mundo y sus modelos de gestión La secuencia de principios correspondientes a estos siete modelos muestra una trayecto- ria interesante. En ella, el modelo normativo parte de una situación abstracta y determi- nista, para luego pasar por distintas etapas de concreción y flexibilización. Por concre- ción se entiende el proceso en el que emergen distintos sujetos de la gestión, cada vez más perfilados y concretos. En este proceso, está primero como sujeto el sistema en su conjunto, para luego dar paso a la organización en sus distintos niveles administrativos, y terminar con las personas que constituyen la organización. Lo hemos llamado proceso de emergencia del sujeto. Por flexibilización se entiende la pérdida de rigidez para definir e interpretar el entorno en donde opera la organización. Aquí se pasa de una situación rígida, determinada y estable en la perspectiva normativa, a otras cada vez más flexibles, cambiantes e indeterminadas, las cuales demandan ajustes constantes mediante la innovación. En este sentido, emergen con fuerza las competencias de aná- lisis contextuales propias de las perspectivas estratégica, de calidad total y de reinge- niería. Durante esta trayectoria de concreción y flexibilización, se producen una serie de desplazamientos entre dos visiones distintas de los contextos interno y externo de la organización: constituyen representaciones del contexto interno y externo en el que ope- ran las organizaciones. Estas dos reconstrucciones se presentan en el cuadro 1 y las caracterizamos como visión de tipo A y visión de tipo B. Estos son tipos abstractos, pero caracterizan una manera de representar el mundo. A cada representación corresponden ciertos modelos de gestión. La columna izquierda, Tipo A Tipo B Abstracto Concreto Determinado Indeterminado Seguro Incierto Rígido Flexible Arriba Abajo Homogéneo Diverso Unidimensional Multidimensional (Objetivo) (Subjetivo) LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS Cuadro 1. RECONSTRUCCIONES DEL CONTEXTO SEGÚN LOS TIPOS DE VISIONES A Y B
  • 17. 111 de tipo A, representa una visión paradigmática, mientras que la de la derecha representa otra visión paradigmática de tipo B. La visión paradigmática de tipo A representa un universo estable: en él, los supuestos acerca del ser humano son de tipo trivial y los referidos al contexto son invariantes. Aquí, el cambio es acumulativo en torno a ciertos objetivos preestablecidos. Estos supuestos requieren de un cierto tipo de teoría y de práctica gestionaria caracterizada por una perspectiva de tipo técnico-racionalista-lineal. La visión paradigmática de tipo B es la representación de un universo inestable; en él, los supuestos sobre el ser humano son de tipo no trivial y los referidos al contexto son fluidos, complejos y cambiantes. Aquí el cambio es turbulento y cualitativo. Estos supues- tos requieren de otro tipo de teoría y práctica gestionaria. Exigen una práctica que se sitúe en una perspectiva que incorpore la diversidad y que se ubique en un plano emo- tivo-no lineal-holístico. Lo anterior tiene algunas consecuencias. Entre ellas quiero destacar dos: una se refiere al conocimiento y otra, a los estilos de gestión que de allí se desprenden. En cuanto al conocimiento, la orientación de las reformas curriculares en curso pasa de fomentar la adquisición de conocimientos de primer grado (memorístico) a desarro- llar un conocimiento de segundo grado, entendido como competencias (superiores) para operar en el mundo. Sin embargo, las competencias que se reflejen en el modelo de tipo A son distintas a las destrezas del modelo de tipo B. Las primeras son necesarias para operar en un mundo invariante, y por lo tanto se trata de destrezas invariantes de primer grado: saber leer, descifrar, etc. Las segundas se requieren para hacerlo en un mundo turbulento, perplejo y cambiante. En este universo, las destrezas son otras: se trata de metadestrezas, como el autoconocimiento, la capacidad de análisis, de autoevaluación, comunicativa, de adaptación y la creatividad. En cuanto al estilo de gestión, las preferencias por un tipo u otro implican privilegiar también unos tipos de gestión por sobre otros. En el cuadro 2 (página siguiente) se caracterizan estas relaciones. Los distintos modelos de gestión muestran distintas relaciones con los componentes de los tipos A y B. Por ejemplo, los modelos normativos y prospectivos son muy aplica- bles a las construcciones de tipo A. Estos modelos son particularmente fuertes en las características de tipo A (40 y 35 puntos, respectivamente), pero muy débiles en las de tipo B (7 y 14 puntos, respectivamente). Esto quiere decir que dichos modelos presentan debilidades para operar en contextos caracterizados por los elementos de tipo B. No sería aconsejable utilizarlos en tales contextos. Sin embargo, si de todas maneras se aplicaran en contextos de tipo B, ya sea por inercia o por cultura, su desafío consistirá en encontrar prácticas de gestión que suplan las insuficiencias del modelo para este tipo de contexto. De otro lado, el modelo comunicacional es muy fuerte en las características del tipo B y débil en un contexto caracterizado por el tipo A. En este caso, si se quiere utilizar el enfoque comunicacional, el desafío es generar las prácticas adecuadas para acrecentar su estabilidad. Juan Casassus
  • 18. 112 Cuadro 2. FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS MODELOS DE GESTIÓN SEGÚN SU RELACIÓN CON LAS CONSTRUCCIONES DE TIPO A Y DE TIPO B Tipo A Tipo B Normativo 5 5 5 5 5 5 5 5 40 1 1 1 1 1 1 1 1 7 Prospectivo 5 3 4 4 5 5 4 5 35 2 2 2 2 1 2 2 1 14 Estratégico 2 2 2 2 3 2 2 3 18 3 3 3 2 2 3 2 2 20 Situacional 2 2 1 1 2 2 2 2 14 4 4 3 4 4 4 4 4 31 Calidad total 2 1 1 1 3 1 2 2 13 4 4 3 4 4 4 4 4 31 Reingeniería 2 2 1 1 5 1 1 1 14 4 5 4 3 3 3 3 3 27 Comunicacional 1 1 2 1 1 1 1 1 9 5 4 5 5 5 5 5 5 39 Emocional 1 1 1 1 1 1 1 1 10 5 5 5 5 5 5 5 5 40 El situarse en el modelo A conlleva un cierto tipo de técnicas de gestión. Supone, por ejemplo, responder a un sistema clasificatorio determinado por la normalidad: el perfil real (no necesariamente el explicitado) que emerge de la política educativa. Éste es de carácter homogéneo, se centra en los resultados, la discreción de sus indicadores, su medición y su referencia a estándares. Por otra parte, situarse en el modelo B supone aplicar otras técnicas en las que se privilegie la diversidad, y se focalicen los procesos y la calidad de las interacciones. Una revisión de lo publicado sobre las «mejores experiencias de gestión» señala que las empresas con buenos resultados son aquéllas cuyas prácticas de gestión se focalizan en las interacciones de las personas y no en los resultados y sus estándares (Patterson, West, Lawthom, 1997; Caulkin, 1998 y Glatter, 1999). Esta revisión muestra que, actualmente, el foco en gestión de las personas es más productivo que el foco en las cuestiones de estrategia, calidad, tecnología y R y D combinadas. Es decir, se está transitando de una tradición tayloriana a otra más vinculada a las tesis del psicólogo estadounidense Elton Mayo. Cabe destacar que la gestión de los sistemas educativos durante los noventa se ha centrado en una gestión vinculada al tipo A y no al tipo B. Esto no deja de sorprender, MUY ALTO ALTO REGULAR BAJO MUY BAJO 5 4 3 2 1 MODELOS LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 19. 113 pues si hay algún sector social que se precia de su vinculación con el factor humano, ese es precisamente el sector educativo. Pero a esto volveremos más adelante. Primero exa- minaremos la evolución de la política educativa. La agenda de política educativa de fin e inicio de siglo La política educativa del fin de siglo estuvo enmarcada por el debate sobre la reforma del Estado. Ésta se puede caracterizar por el paso de una visión del Estado como enti- dad productora a una visión del Estado como entidad reguladora. En este proceso es posible distinguir dos momentos: uno caracterizado por la reducción de la esfera de influencia estatal, en el cual se imponen políticas de descentralización, para luego pa- sar a una etapa de restitución de lo que se ha llamado «el Estado necesario», donde se reconstituye la esfera de influencia del Estado central mediante procesos de centraliza- ción. Ambas formas —la de descentralización y la de (re)centralización— llevan nece- sariamente a diseñar formas de gestión que las viabilicen. Es importante notar que el marco de la política es la institución y que el contenido de la política es la gestión de la institución. Los cambios han sido considerables y rápidos. En los ochenta, la mayoría de los sistemas educativos eran centralizados, y aun los «descentralizados» federales —como en Argentina (para la educación primaria) y Brasil— o unitarios —como en Chile— constituyeron, en el fondo, sistemas centralizados a nivel de estados y provincias y desconcentrados en el caso de Chile. A inicio de los noventa, las transiciones hacia la democratización política genera- ron un nuevo panorama social. En el marco de estos nuevos escenarios se genera una demanda de democratización de la educación y, consecuentemente, de cambios en las políticas educativas. Estos cambios están contenidos principalmente en la recomenda- ción que emana de la Conferencia de Ministros de Educación llamada PROMEDLAC IV3 (1991), donde se llamó a iniciar una nueva etapa educativa. Desde el punto de vista político, no se determinó cuál era el contenido de esa nueva etapa, aun cuando se especificó que el camino para ello sería producir cambios profundos en la gestión del sistema. El supuesto implícito fue que el cambio educativo ocurriría en el marco de la transformación institucional. Esta forma de percibir el cambio educativo es tomado del discurso económico en el cual se postula que la acción social ocurre dentro de la organi- zación y es regulada por ella (Seddon, 1997: 165-185). El supuesto es: distintas formas de organizar y regular la acción social generan distintas prácticas sociales. Así concebida la acción social, es posible diseñar formas alternativas de organización y acción social a partir de políticas diferentes. Es decir, pueden ser objeto de política. Por ello, las políti- cas educativas que dieron lugar a las reformas de los noventa estuvieron marcadas desde el inicio por el dominio del pensamiento de la organización y de su gestión. 3 (N. de ed.): Comité Regional Intergubernamental del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe Juan Casassus
  • 20. 114 El principio que orientaba este proceso era que la gestión se volvería más maneja- ble si la unidad de gestión estaba constituida por unidades más pequeñas que el sistema en su contenido. Se procedió así a entregar competencias a unidades administrativa- mente más pequeñas. El contenido concreto de este planteamiento se tradujo, en la práctica, en la redistribución del poder. En términos generales, la forma que ésta tomó tuvo las siguientes características: (i) en el interior del sistema, entrega de competencias a instancias administrativamente menores mediante políticas de descentralización (fun- damentalmente, se transfirieron el manejo de las escuelas y la contratación de docentes), y rediseño de competencias en el nivel central, en particular con el establecimiento de sistemas nacionales (y estaduales) de evaluación, generándose una capacidad de inter- vención en las escuelas; (ii) entre el sistema y la sociedad, apertura a nuevas formas de concertación en el nivel macro, y mayor conectividad entre las escuelas y la comunidad. Este cambio se encuentra bajo el término general de política de descentralización. Contó con gran apoyo por su resonancia en todos los sectores políticos. Para las sensi- bilidades de la izquierda política, eran planteamientos consonantes con las aspiracio- nes de democratización, libertad, participación y autonomía. Para las sensibilidades más cercanas a la derecha, dicha consonancia era con la reducción de la esfera de influencia del Estado, la creación de mercados y cuasi mercados en la educación y el predominio del pensamiento económico y gestionario. En términos más específicos, las políticas de descentralización han incluido medidas tales como el manejo de las escuelas, la contratación de docentes, el desarrollo de proyectos educativos a nivel de establecimiento, la posibilidad de manejo financiero por parte de las escuelas, adaptaciones curriculares en el ámbito local. Mediante estas medidas se esperaba crear espacios para generar innovaciones que dinamizaran la educación. Sin embargo, la política de descentralización así diseñada, por su tendencia a la fragmentación del sistema, presentaría problemas de gobernabilidad si no se aplicaban medidas para equilibrar la entrega de capacidad de decisión a niveles locales. Por ello, al poco andar, la política de descentralización vino acompañada de una política de centralización o de recentralización. Ésta nunca ha sido explicitada como tal, ni ha recibido la atención analítica o pública correspondiente a su influencia. Las políticas de (re)centralización tienden básicamente a rediseñar o, como en el caso de Brasil, a construir el poder central. Son principalmente medidas de dos tipos. Por una parte, están las tendientes a asegurar la concentración de competencias estraté- gicas, como la capacidad de decisión en cuanto a política educativa, el financiamiento, el establecimiento de normas y estructuras, los elementos centrales del currículo y una capacidad de intervención en las escuelas, ya sea directa o indirectamente a través de incentivos. Por otra parte, actúan mediante el establecimiento de sistemas de evalua- ción. Esta última es la pieza clave del nuevo diseño, pues cambia el enfoque tradicional del sistema, en el cual la política se fundamentaba en la oferta de insumos, por una política centrada en los resultados. El pasar de una gestión basada en el aporte de LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 21. 115 insumos a una gestión basada en los resultados (calidad total) establece un cambio cualitativo de consecuencias importantes que examinaremos en el apartado siguiente. Se puede decir, entonces, que la tradición de la gestión de la educación se inicia con los procesos de descentralización, en los cuales se transita de la gestión del sistema en su conjunto a la de un sistema compuesto por distintas entidades con distintos niveles de competencia de gestión. Esto quiere decir: hacia un sistema compuesto por distintos subsistemas de gestión. La cual, por cierto, termina en la escuela. Por ello y debido a los cambios estructurales del sistema, la gestión educativa ha pasado de ser una actividad exclusiva y propia de la cúspide (el ministerio central) a ser una actividad que ocurre en el conjunto del sistema, afincándose en la base del mismo, que son las escuelas. Ahora bien, si la gestión tiende a definirse con relación a entidades administrativas, en la práctica es una actividad de relaciones entre sujetos. Dicho desde la perspectiva de los sujetos, se han producido redistribuciones de competencias que tocan a los ministros en favor de otras instancias, como los secretarios regionales, alcaldes y directores de escuelas. Desde el punto de vista organizacional, entonces, la gestión se torna en el proceso de responder a las necesidades de los sujetos involucrados en él. Por ello, se vuelve más ligada a temas concretos. Pero aquí nos encontramos con un problema: diversificacio- nes de situaciones empíricas, procesos, perfomance; es decir, todo lo que sugiere la teoría organizacional desde un enfoque racionalista. Sin embargo, la teoría muestra hoy que los resultados tienen que ver, no tanto con las funciones y procesos racionalmente determinados, sino con elementos tales como el compromiso y la satisfacción en el traba- jo. Es decir, temas micro tales como: liderazgo, satisfacción, calidad de las relaciones interpersonales, comunicación, clima. Son los temas sobre los cuales se basan las capa- cidades de cambio y de adaptación a los cambios. Problemas de la gestión educativa en América Latina Las reformas educativas de los noventa se centraron en la gestión. Ésta fue por lo tanto el foco principal de la política; pero, por lo mismo, ante la dificultad para asegurar la coherencia en la gestión del sistema, también pasó a ser el principal problema. Los procesos de reestructuración del sistema, mediante las políticas de descentralización y de centralización, cambiaron las reglas del funcionamiento del sistema educativo. Esto, que de por sí constituye una gran transformación en el diseño, presentó dificultades serias en su ejecución, provocando una situación de desequilibrio entre la política y la práctica. Con lo cual se generó, por un lado, un freno a las políticas mismas y, por otro, un alto grado de tensión entre los actores involucrados en la dirección del sistema, la burocracia, y los actores a nivel de la escuela. Examinemos algunas de estas tensiones; podremos distinguir que algunos proble- mas se interrelacionan. 1. Un primer problema tiene que ver con la ausencia de la dimensión «educación» en la gestión educativa. Ésta, como aplicación de los principios generales de la Juan Casassus
  • 22. 116 gestión y de la educación, supone que los fundamentos de ambos campos estén representados en la estructuración de la disciplina. Sin embargo, en la formali- zación de ésta, la dimensión propia de la educación está ausente. Debemos preguntarnos, como lo propone Boyd (1992): ¿qué es lo educacional en la ges- tión educacional? La dimensión educativa —las escuelas y su quehacer— aparece sólo como un soporte para contener los conceptos de la gestión. En la constitu- ción de la disciplina, el objeto —lo educativo— no ha funcionado como un elemento con la especificidad suficiente como para alterar la construcción de la práctica de gestión. En la teoría de la gestión, los procesos que llevan a la producción del producto se formalizan en funciones. Estas funciones son básica- mente las de planificación, gestión financiera, gestión de recursos humanos y la vinculación con los usuarios. Estas funciones han sido aplicadas a la gestión educativa. Según este planteamiento, los procesos educativos pueden ser abstraídos de manera tal que los principios generales de la gestión sean aplicados sin altera- ciones sustanciales. Sin embargo, es difícil abstraer lo que uno puede llamar «procesos educativos», principalmente porque no es fácil definir y ponerse de acuerdo acerca de si efectivamente hay un producto de la educación; y, si lo hubiera, es difícil coincidir acerca de cuál sería el producto de la educación. Si hubiera acuerdo de que los procesos educativos corresponden a los de una manufactura, habría que afirmar, al menos, que lo que resulta de la actividad educativa no es un producto cualquiera. La «materia prima» sobre la cual se trabaja en educación son los alumnos y, por lo tanto, no se trata de una materia trivial sino de un sujeto no trivial. En el nuevo impulso al sector educativo y la educación dentro de las estrategias nacionales de desarrollo en los noventa, este tema fue soslayado. Sin embargo, dada la importancia signada a la gestión en los procesos de reforma educativa, es ya tiempo de reflexionar con más detenimiento sobre temas como las restric- ciones y condicionantes que imponen las características de la educación a la gestión; sobre si éstas permiten la transferencia pura y simple, sin adaptación, de las técnicas de gestión a la situación educativa; o bien, si las particularidades de los objetivos, sujetos y contextos educativos son los suficientemente específi- cos como para demandar un tratamiento especial. 2. Un segundo problema revela una tensión conceptual y valórica, producto de la reconceptualización de la educación desde la economía. En la última década, los conceptos que dominan la reflexión en torno a la política educativa tienen su raíz en la economía. Conceptos tales como: eficiencia, eficacia, evaluación, productividad, competitividad, incentivos (y por cierto la gestión misma, de la que se hablará más en el próximo apartado) han copado los escritos y el discurso de la política educativa. Sin llegar a decir que las políticas educativas tienen un fin económico explícito, sí puede afirmarse que su orientación valorativa ha estado dominada por conceptos económicos. En este mismo contexto, debe LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 23. 117 agregarse que no deja de sorprender la notable facilidad con la que se han introducido las categorías y el lenguaje económico en la educación y la poca resistencia efectiva que ello ha generado. Dicha reconceptualización de formas de entender los procesos educativos ha sido muy rápida y ha ocurrido en el momento crucial de la década de las reformas. Con lo cual esta reconceptuali- zación se ha consolidado como una nueva ideología de la educación, cuyos bloques constructivos de base son los conceptos de la economía. Pero estos conceptos son ajenos a los que se utilizan corrientemente en el universo docente, más bien provenientes de la Pedagogía, la Filosofía, la Psicología y la Sociología. Se ha generado así un doble lenguaje y un malentendido entre pla- nificadores y directivos docentes encargados de ejecutar las políticas, por en- contrarse confundidos con la nueva terminología. Una de las consecuencias de esto, desde el punto de vista conceptual, ha sido el establecimiento de un sistema con mundos paralelos y superpuestos entre la política y la práctica. Como coro- lario, ha ido produciéndose un proceso de simulación generalizado4. Lo cual quiere decir que la gestión de las políticas se ha ido caracterizando por una práctica de cumplimiento formal, mas no real, de los requisitos de la política. La simulación aparece como una manera de hacer «como si» la política estuviera efectivamente aplicándose, sin que ello se verifique en la realidad. 3. En tercer lugar, se puede distinguir una tensión entre paradigmas concurrentes. De un lado, está el paradigma resultante de la construcción del mundo con una visión técnico-lineal-racionalista de tipo A y, de otro, el proveniente de la cons- trucción del mundo con una visión emotivo-no lineal-holística de tipo B. Al transferirse los modelos de gestión del sector productivo a la gestión de orga- nizaciones sin fines de lucro —como lo es, en principio, la educación—, se transfieren no sólo las prácticas sino también los paradigmas que las sustentan (Drucker, 1990; Glatter, 1999). En la actualidad predomina el paradigma tipo A. Esto es producto de la confianza que algunas personas tienen en la autorre- gulación de la técnica, en la linealidad de los procesos y en la racionalidad de la conducta humana. Desde el punto de vista de la gestión, este paradigma se articula en torno a la gestión «por resultados». Sus conceptos de base son los indicadores de rendimiento, estándares, contabilidad social (accountability); cri- terios a partir de los cuales se emprenden los procesos de (re)asignación de recursos. En este paradigma, lo importante es determinar con precisión el «producto» de la educación o rendimiento del sistema, para así poder medirlo, establecer el ámbito y niveles de «calidad», referirlo a «estándares» y, a partir de ello, alinear procesos para mejorar la productividad (eficiencia) y el producto (eficacia). Con esta confianza se han desarrollado los sistemas para medir y evaluar la calidad Juan Casassus 4 Este aspecto fue originalmente mencionado por Cecilia Braslavsky en una conversación privada.
  • 24. 118 de la educación, que comprueban la producción de la educación entendida como un porcentaje de logros de los objetivos académicos. Debido a esta capa- cidad de medir el producto de la educación, y, consecuentemente, desencade- nar los procesos de gestión mencionados en los párrafos anteriores, estos siste- mas se están convirtiendo en el principal instrumento de gestión. Sin embargo, como ya se señaló, no queda claro si existe un producto en educa- ción, y si lo hubiera, tampoco está claro cuál sería ese producto. El supuesto es que tal producto de la educación es lo que se requiere para incrementar el desarrollo económico. Mucho se ha escrito desde inicios de los sesenta acerca del capital humano y su contribución al desarrollo económico y al aumento de la productividad. Persiste, no obstante, un problema referido a la relación entre educación y crecimiento económico. Por una parte, en términos gruesos, se ad- mite que las personas con más educación reciben mayores ingresos, asumiéndose que éstos son debidos a una mayor productividad. Por otra parte, no está claro en absoluto qué factor en la educación es el que contribuye a una mayor produc- tividad (y por ende a mayores ingresos). Sin embargo, como lo señala Levin (2000), lo publicado sobre economía de la educación desde 1960 a la fecha no dice nada acerca de qué —y cómo— se debe enseñar para obtener esa mayor productividad. De hecho, el 90% de la varianza en ingresos y productivi- dad de personas con similares niveles educativos se explica más por otros factores, que por diferencias en las mediciones producidas por las pruebas de rendimiento académico (Levin, 1998). Esta limitación se complica aún más si se considera que, por una parte, en el mundo de la producción hay situaciones en las que coexisten tipos de trabajo y de empresas con niveles de tecnología y componentes de conocimiento muy diferentes, con lo cual coexiste una de- manda instalada de competencias muy diversas. Por otra parte, hay situaciones de cambio muy rápido en el tipo de trabajo, y por consiguiente, cambia rápida- mente la demanda de las competencias que se requieren para su realización. Lo que sí dicen las publicaciones de distintas fuentes, incluyendo la economía de la educación (e.g. Shultz, 1975), es que lo que se requiere son personas con la capacidad de ajustarse a los desequilibrios en el entorno y de favorecer el cam- bio. Esta característica de desequilibrios y cambios no conjuga bien con los supuestos y componentes de tipo A, y más bien se ajusta a los supuestos y com- ponentes de tipo B. El tipo A concuerda con el modelo técnico racionalista. Sin embargo, en la evo- lución de los contextos sociales, se resalta el hecho de que las transformaciones en el último tercio del siglo XX han generado contextos inciertos, y las políticas se orientan hacia la diversidad. El tipo B, que contempla una visión emotivo-no lineal-holística, se ajusta mejor a esta clase de contexto. Los modelos técnico- racionalistas se adaptan mal a un contexto incierto, pues, para que este enfoque pueda funcionar, se requiere la existencia de un contexto estable. En conse- cuencia, encontramos una situación que refleja un desfase entre la concepción LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 25. 119 (supuestos y componentes) de los actuales modelos en aplicación y los contextos en los que ellos operan. 4. Un cuarto problema que enfrenta la gestión educativa es la divergencia de los objetivos de la gestión desde la perspectiva de la escala. «Escala» en este caso se refiere a la unidad organizativa de la gestión. Simplificando el problema, distingamos dos niveles de organización: el del sistema y el de la escuela (o bien, el nivel macro y el nivel micro). Los intereses y objetivos de ambos niveles son divergentes, o, dicho en lenguaje de gestión, presentan problemas de ali- neamiento. Los sistemas de educación en América Latina presentan a la vez carac- terísticas de descentralización y de centralización; por lo tanto, tienen incorporada estructuralmente esta divergencia. Desde el punto de vista de la gestión, esta situación es compleja pues ocurre que un sistema contiene estructuras que pre- sentan objetivos de gestión diferentes. ¿Por qué las orientaciones del nivel macro son diferentes a las del nivel micro? El primero opera en un ambiente en el cual se debe responder a demandas diver- sas de un cierto tipo, como las de productividad (competitividad internacional), contabilidad social (evaluación) y equidad (integración social). Mientras que en el nivel macro se tratan las orientaciones de política, donde actúan fuerzas so- ciales con respuestas diferentes frente a los desafíos sociales a gran escala. Las políticas educativas contienen declaraciones que expresan específicamente que las fuerzas que las animan son las de la globalización económica. El ambiente en el cual opera el nivel micro es otro: es el nivel de la comunidad. Sus objetivos no responden a las fuerzas de, por ejemplo, la globalización, sino que están ligados a acciones intra y extraescolares que se emprenden con fines educativos. Sus objetivos son los aprendizajes de los alumnos. El nivel macro se ocupa de la economía; el micro, de la pedagogía. El primero requiere por tanto una gestión administrativa vinculada a la economía y la política; el segundo, una gestión vinculada a la pedagogía. Sin embargo, esto último es un problema pendiente, pues, retomando el primer problema mencionado arriba, en la ges- tión educativa la dimensión de la pedagogía está ausente. 5. El quinto problema se refiere a la cuestión de la contabilidad social (social ac- countability). Tema también enmarcado por el de la descentralización. En la historia de la descentralización en los sistemas educativos de América Latina, se ha resaltado el discurso sobre la dimensión de ésta, pero con poca referencia al tema de la centralización que la acompaña. La centralización tiene tres raíces diferentes: la primera es la tradición centralista que mantiene en la cultura edu- cativa una actitud de verticalidad. La segunda viene de las formas en las que se origina la descentralización en América Latina. Los primeros intentos aparecen en Argentina y Brasil, donde la descentralización surge en contextos de regíme- nes militares con desvinculación frente a la responsabilidad social por la educa- ción; y en Chile, donde el régimen militar procedió a una desconcentración del Juan Casassus
  • 26. 120 sistema, es decir, mantuvo el control desde el aparato del centro. La tercera raíz viene con la visión democratizadora de la descentralización en los regímenes democráticos. En los procesos de descentralización democrática, se produce una redistribu- ción del poder hacia instancias administrativas más pequeñas. Este curso de descentralización con orientación democrática tuvo como resultado inicial una pérdida de poder en el ámbito central. El sistema se encontró en una situación de desequilibrio en la distribución del poder, generada en su interior. Se estimuló así la necesidad de generar un contrapoder en el nivel central. La tesis era que sólo una situación de equilibrio dinámico de poderes podría provocar una siner- gia en el sistema. Desde la perspectiva de la gestión, aparece una situación opaca en cuanto a las responsabilidades dentro del cuadro de la descentralización. Éste, que es un problema general de las descentralizaciones, tiene una dimensión específica en lo que se analiza aquí. Dentro de la idea del equilibrio dinámico, está contenida la noción de que al nivel central del sistema le corresponde la responsabilidad por la educación. Por lo tanto, le corresponde rendir cuentas a la ciudadanía (accountability). Sin embargo, el nivel central no cuenta con los medios para ejercer dicha responsabilidad. Una de las características de los procesos de descentralización ha sido la de sacar del nivel central la responsabilidad de la gestión de las escuelas. Se trata ahora de «ministerios sin escuelas». Si el nivel central no ejerce la autoridad de la gestión de las escuelas, no tiene la capacidad de decidir sobre el funciona- miento de las mismas, y sólo cumple funciones de regulación, ¿cómo puede entonces asumir la responsabilidad por los resultados? La autoridad sobre las escuelas no está en los ministerios, y la apuesta de la descentralización se orienta a que sea la sociedad civil a quien se le transfiera el poder al entregarle informa- ción sobre el resultado de las escuelas. Sin embargo, para resolver este vacío de poder en cuanto a lo que acontece en ellas, se opta por generar instrumentos de poder de gestión en el nivel central. Como se mencionara recién, el más impor- tante de ellos es el establecimiento de sistemas de evaluación en dicho nivel. Este instrumento ha pasado a ser un instrumento del centro. En el ámbito de la contabilidad social, una de las funciones de dichos sistemas es producir y entre- gar informaciones que permitan configurar un discurso de rendición de cuentas a la ciudadanía. 6. En sexto lugar, un problema de la gestión es el referido al desfase entre la forma- ción en gestión y las demandas de la política educativa. En la cultura de la tradición pedagógica, no ha habido lugar para el desarrollo de competencias de gestión. En las prácticas de gestión educativa, básicamente, se ha adoptado una administración para mantener los procesos en una escuela. Pero ahora, que se piden más iniciativas en ese nivel, la tarea de administración se ha convertido LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 27. 121 en una difícil gestión. Para enfrentar la nueva demanda, ha surgido una indus- tria de formación en el ámbito de la gestión. De hecho, en la mayoría de países, la capacitación en gestión cuenta con gran demanda. Sin embargo, dicha capa- citación ha sido criticada por ser de carácter excesivamente academicista y orien- tada a los directores de escuelas, descuidando por ende a los niveles centrales, los intermedios del sistema o los del aula5. Lo primero implica una orientación de tipo cognitivo, en vez del desarrollo de competencias e innovaciones. Lo segundo implica desatender los estratos intermedios, que por lo general son docentes promovidos a esas instancias de gestión sin contar con la formación adecuada para ello. 7. El séptimo problema es la ausencia de investigación adecuada. Sobre todo en lo referido a modelos de gestión educativa, su factibilidad, ventajas y desventajas de cada modelo en función de los contextos y los objetivos educativos. Como señala Bush (1995), «[...] como ciencia aplicada, la investigación en gestión debería ser como la investigación sobre los modelos en que si sirven o no a una mejor práctica de gestión y de qué manera lo hacen». La orientación academi- cista tiende a facilitar una práctica de gestión orientada hacia las características de tipo A, que se asocian a las prácticas de ingeniería social. Sin embargo, desde los noventa, todos los países de la región (con excepción de Cuba) recla- man estar practicando una perspectiva constructivista en la formación docente y la pedagogía. Desde un punto de vista teórico, existe una contradicción entre ambos enfoques. 8. Por último, la octava tensión emerge entre la visión autoritaria y la visión demo- crática de la gestión. La gestión autoritaria se asocia a la gestión por resultados, mientras que la democrática lo hace a la gestión de los recursos humanos. Son dos formas de gestión que reflejan distintas escuelas de pensamiento y se rela- cionan de manera también distinta con el tiempo. Como su nombre lo indica, la primera tiende a centrar la atención en los resultados: lo que importa son los que se obtengan en el corto plazo (resultados de las mediciones reiterativas) y las acciones que deban realizarse para que éstos mejoren en ese plazo. Por otra parte, la gestión democrática se relaciona con una preocupación por los recur- sos humanos y su participación en la gestión. Aquí se enfatizan las dimensiones del liderazgo en su versión del coaching, el desarrollo de las capacidades de las personas miembros y los aspectos relativos al clima de la organización. La escuela es de un alto componente en conocimientos. Son dimensiones que se relacionan todas con la mejoría en el largo plazo. Esta tensión no es otra que la que emerge de las visiones platónicas y aristotélicas enunciadas al princi- pio. A saber, la visión que se sustenta en la creencia de que, para que los seres humanos realicen «actos de virtud», es necesario que predomine un crite- rio autoritario y verticalista; o bien, la visión que se sustenta en la creencia de Juan Casassus 5 Ver, para el caso chileno, Undurraga y Araya (2000).
  • 28. 122 que, para ello, los seres humanos por naturaleza deben participar en la gene- ración de su destino. Conclusión El desarrollo de la gestión educativa se encuentra en un momento dinámico y en medio de debates fundamentales. En este texto se ha delineado una concurrencia de paradig- mas —llamados de tipo A o de tipo B— que representan: el primero, una visión tecnoli- neal-racionalista y el segundo, una visión emotivo-no lineal-holística. Con relación al primero hay ciertos modelos, enfoques y prácticas de gestión que le son particularmente afines; y con relación al segundo, otros modelos, enfoques y prácticas que son también más concordantes. Parecería que en la actualidad predomina en la región un enfoque de tipo A en la gestión educativa. Sin embargo, las prácticas innovadoras desarrolladas en la industria con buenos resultados y aquéllas con alto componente de conocimiento estarían indicando que el enfoque de tipo B es más adecuado. Esto revestiría mayor validez en un sector que se reclama de estar centrado en el desarrollo de las personas. Las innovaciones educativas más interesantes, tanto desde la teoría como desde la prác- tica, se encuentran no tanto en el énfasis en los recursos, sino en aquellas prácticas sustentadas en la interacción comunicacional y las visiones compartidas, en ámbitos tales como la educación popular y la educación en el contexto de riesgo. Nos hallamos en una situación en la cual la evidencia generada en la región indica que la predomi- nancia del paradigma de tipo A debería ser cuestionada con más fuerza. Nos encontramos ante caminos alternativos. Por una parte, estamos dentro de un paradigma tecnolineal y racionalista que nos conduce hacia una práctica de la gestión educativa más orientada hacia la eficiencia. Sin embargo, la eficiencia en sí está carente de sentido. Por otra parte, hay un camino más amplio, más político y valórico, donde se encuentran las preguntas relativas al sentido de la gestión educativa. Entonces, ¿hacia adónde debe orientarse nuestra reflexión en la disciplina? En primer lugar, es preciso entrar en un debate teórico acerca de los principios que sustentan las prácticas actuales de la gestión educativa. Se requiere mejorar el conoci- miento de las teorías, debatirlas y desarrollarlas. Una forma de expresar esto es la tensión existente entre, de un lado, la concepción funcionalista del sistema, contenida en la llamada «vieja teoría de sistemas», que tiene sus propias prácticas de gestión deriva- das del conductismo; y, de otro lado, la concepción contenida en lo que se denomina «la nueva teoría de sistemas», cercana a las teorías de la autopoiesis6 y del caos, de la cual LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS 6 (N. de ed.): Autopoiesis. Capacidad de un sistema para organizarse de tal manera que el único producto resultante es él mismo. No hay separación entre productor y producto. El ser y el hacer de una unidad autopoiética son inseparables y esto constituye su modo específico de organización. Nuestra experiencia está amarrada a nuestra estructura de una forma indisoluble. No vemos el espacio del mundo vivimos nuestro campo visual. (http://www.colciencias.gov.co/redcom/ AUTOPOIESIS.html)
  • 29. 123 se derivan prácticas de gestión con un alto componente constructivista. Esta tensión corresponde también a aquélla que se aprecia entre los aportes de las escuelas de pensamiento ligadas al tipo A y los de aquéllas del tipo B. En segundo lugar, transformar las hipótesis que se deriven de la discusión teórica o de la observación de la práctica en preguntas que deban ser respondidas por la inves- tigación empírica. En esto sería conveniente distinguir entre la gestión del sistema y la gestión de las escuelas, cuidando de no olvidar que las organizaciones educativas no existen en el vacío, sino que están dotadas de contextos, externos e internos. Debemos preguntarnos y observar cuál modelo, cuál enfoque, es útil; cuáles de ellos favorecen los aprendizajes de los alumnos; cuáles generan aprendizajes más adecuados para vivir en el mundo que aparece. En tercer lugar, es necesario desarrollar la dimensión pedagógica en la gestión educativa. Es preciso repensar la gestión educativa, para que en ella la gestión no se limite a la administración de los recursos, sino que abarque también el liderazgo peda- gógico. Sería muy conveniente apoyar la reflexión en los datos pedagógicos básicos y en las implicancias de las metodologías pedagógicas para la gestión educativa. Referencias bibliográficas AUSTIN, John L. (1988). Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones. Barcelona: Paidós. ACKOFF, R. (1990). El arte de resolver problemas. México: Limusa. ANSOFF, H. I. (1965). Corporate Strategy: An Analytical Approach to Business Policy for Growth and Expansion. Nueva York: McGraw Hill. ARGYRIS, Chris y SCHÖN, Donald (1978). Organizational Learning: A Theory of Action Perspec- tive. Reading: Addison-Wesley. BOYD, W. (1992) The power of paradigms: reconceptualizing educational policy and manage- ment. Educational Administration Quarterly, v. 28, 4: 504-528, Columbus. BUSH, T. (1986). Theories of Educational Management, 2.ª ed. Londres: Paul Chapman. CASASSUS, Juan (1999). Marcos conceptuales de la gestión educativa en la gestión. En J. CA- SASSUS (ed.), La gestión en busca del sujeto. Santiago de Chile: OREALC/UNESCO. (2000). Poder, lenguaje y calidad de la educación. Boletín del Proyecto Principal, 50 (abr.), Santiago de Chile. (2003). La escuela y la (des)igualdad. Santiago de Chile: LOM. CAULKIN, Simon (1998). How can pat on the head can mean money on the bank. The Observer, 19 de abril. CUARTA REUNIÓN DEL COMITÉ INTERGUBERNAMENTAL DEL PROYECTO PRINCIPAL (1991). Informe final. Quito: OREALC/UNESCO, 1991. DE GEUSS, Arie (1988). Planning as learning. Harvard Business Review, Boston. Juan Casassus
  • 30. 124 DEMING, Edward (1994). The New Economics for Industry, Government and Education. Boston: Massachusetts Institute of Technology. DRUCKER, Peter F. (1990). Managing the Non-Profit Organizations: Practices and Principles. Nueva York: Harper Collins. FAYOL, Henri (1916). Administration industrielle et generale: prevoyance, organisation, comman- dement, coordination, controle. París: Gauthier Villards, 1982. FLORES, F. (1996). Creando empresas para el siglo XXI. Santiago de Chile: Dolmen. GLATTER, Ron (1999). From struggling to juggling. Educational Management and Administration, v. 27, 3, Londres. GODET, Michel (1989). Prospectiva y planificación estratégica. Madrid: S. G. Ed. HAMMER, Michael; CHAMPY, James (1993). Reengineering the Corporation. Nueva York: Harper Collins. (1994). Reingeniería. Bogotá: Norma. HEIDEGGER, Martin (1987). De camino al habla. Barcelona: Serbal. JURAN, Joseph. Juran on Planning for Quality. Nueva York: Free Press, 1988 LEVIN, Henry (1998). Educational performance standards en the economy. Educational Resear- cher, v. 27, 4 (mayo), Washington. LEVIN, Henry (2000). Pedagogical changes for educational futures in Latin America and the Carib- bean. En Seminario sobre prospectiva de la educación en Región de América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: UNESCO. LUHMAN, Niklas (1978). Organización y decisión. Berlín: Westdeutscher und Humbolt. MATURANA, Humberto (1994). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago de Chile: Dolmen. MATURANA, Humberto y VARELA, Francisco (1984). El árbol del conocimiento: las bases biológi- cas del entendimiento humano. Santiago de Chile: Programa de Comunicación Transcultu- ral/OEA. (1995). De máquinas y de seres vivos, 2.ª ed. Santiago: Universitaria. MATUS, Carlos (1987). Política, planificación y gobierno. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Justicia. MAYO, Elton (1977). The Human Problems of an Industrial Civilization. Nueva York: Arno. MINTZBERG, Henry; QUINN, James Brian y GHOSHAL, Sumantra (1991). El proceso estratégico. Madrid: Prentice Hall. PATTERSON, Malcolm G.; WEST, Michael A. y LAWTHOM, Rebecca (1997). Impact of People Management Practices on Business Performance. Londres: Institute of Personnel and Deve- lopment. PORTER, Michael (1960). Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competi- tion. Nueva York: Free Press. SEARLE, John (1994). Actos del habla: ensayo de filosofía del lenguaje. Madrid: Cátedra. LA GESTIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA: PROBLEMAS Y PARADIGMAS
  • 31. 125 SEDDON, T. (1997). Markets and the English: rethinking educational restructuring as institutional design. British Journal of Sociology of Education, v. 18, 2: 165-185, Abirgdon. SENGE, Peter (1993). La quinta disciplina: cómo impulsar el aprendizaje en la organización inteligente. Barcelona: Juan Granica. SHULTZ, T. W. The value of the ability to deal with disequilibria. Journal of Economic Literature, v. 13, 3 (set.), Nashville. TAYLOR, Frederic (1911). The Principles of Scientific Management. Nueva York: Harper and Row. UNESCO (1994). Casassus, J. (ed.), Modelo de gestión Geseduca. Santiago de Chile: REPLAD/ OREALC/ UNESCO. UNDURRAGA, Consuelo y ARAYA, Carolina (2000). Estudio de situación de la enseñanza de la gestión y politica educativa en Chile. Santiago de Chile, documento no publicado. WEBER, Max (1976). Wirtschaft und gesellschaft: grundriss der verstehenden soziologie. Tubin- ga: Mohr. WINEGARD, Terry y FLORES, F. (1986) Understanding Computers and Cognition: A New Founda- tion for Design. Norwood: Ablex. Juan Casassus
  • 32. 126
  • 33. 127 Antecedentes legales Las ideas y propuesta de descentralización en Colombia tienen una amplia y larga historia: desde la Constitución de 1886, época en que el presidente Rafael Núñez plan- teaba que las instituciones sólo pueden considerarse libres cuando el pueblo las hace funcionar bajo su inspiración y vigilancia inmediatas y que la democracia sin descentra- lización no es posible. La tendencia del país ha sido hacia la centralización y ha primado una desconcen- tración de funciones, particularmente en lo administrativo. La descentralización es relati- vamente reciente. En 1986 se inició la descentralización política, con la elección popu- lar de alcaldes para lograr un mayor control social sobre su gestión; se incrementaron las transferencias provenientes de la participación del impuesto a las ventas, recursos que se destinaron prioritariamente a la inversión en el sector rural. En 1987 se transfirie- ron a los municipios las responsabilidades de construcción, dotación y mantenimiento de planteles e instalaciones deportivas. En 1989 se delegó la administración de la educación a los alcaldes, pero la función nominadora y de manejo de personal que presta servicios en las instituciones educativas quedó a cargo de los gobernadores. No todos los municipios asumieron esta responsabilidad; consideraban que care- cían de recursos financieros y administrativos suficientes para hacerlo. Esta situación llevó a creer que la descentralización había sido promovida para transferir los proble- mas financieros del nivel central al local, y no para el manejo eficaz, efectivo y eficiente de la educación. En 1991, con la nueva Constitución aprobada por la Asamblea Nacional Consti- tuyente, se promovió la descentralización con toda la fuerza conceptual, teórica y operativa; tanto en lo político como en lo fiscal y administrativo. Se definió como un Profesora e investigadora colombiana, Universidad Pedagógica Nacional. Consultora, Universidad EAFIT (Medellín). Gestión educativa y descentralización. La experiencia de Colombia Piedad Caballero Prieto
  • 34. 128 instrumento de modernización del Estado, de racionalización, eficiencia y eficacia de la gestión estatal. En desarrollo de la Constitución surgen la Ley 60 de 1993 (donde se definen las competencias territoriales para la administración y manejo de los recursos destinados a la inversión social, particularmente salud y educación) y la Ley 115 de 1994. Esta última promueve la descentralización pedagógica y curricular, la autonomía escolar, la evalua- ción integral, la democratización de la escuela, abierta a la comunidad con su participa- ción en el Gobierno Escolar, con los diferentes consejos y asociaciones, con la presen- cia del Personero Estudiantil. Se crearon, igualmente, espacios de participación para los diferentes actores, a través de la construcción de la comunidad educativa y su responsa- bilidad frente a la construcción del Proyecto Educativo Institucional; y con ello, su parti- cipación en la definición de las políticas educativas institucionales y locales. Casi una década después de creadas estas normas y frente a múltiples dificultades en el proceso, sobre todo en el aspecto financiero y de distribución de los recursos, se ha modificado la organización de los que son asignados a salud y educación, cambiándose la Ley 60 de 1993 por la Ley 715 de 2001, sobre competencias y recursos. Además de precisarse las competencias entre los diferentes niveles del sistema administrativo y el manejo de los recursos del Sistema General de Participaciones, se abordan aspectos relacionados con las competencias de la institución escolar, el sistema de evaluación, de inspección y vigilancia y el estatuto docente. El cambio más significativo se introdujo en el esquema de asignación de recursos, al ser distribuidos por alumno atendido de acuerdo con unas tipologías que tienen en cuenta las diferencias regionales, los niveles de desa- rrollo y los déficit educativos. Antecedentes conceptuales frente a la gestión El concepto de gestión tiene hoy un significado amplio y no se restringe a lo burocrático- administrativo. Es más global: contempla la gestión de los recursos, de las personas, de los procesos y de los resultados; es integral: tiene que ver con las ideas, los propósitos, el diseño y la ejecución orientados al logro de las políticas, acciones y metas trazadas. La gestión escolar articula las múltiples instancias de la vida en las escuelas, con la clara orientación de lograr aprendizajes significativos en los alumnos. Gestionar implica entonces entretejer, relacionar todo aquello que acontece en la cotidianidad de la escuela entre las personas, los recursos, los objetivos, los procesos, con miras a un fin: en nuestro caso es el de una educación de calidad, pertinente y con equidad. Gestionar es hacer que se logren los propósitos de la institución, del Proyecto Educativo Institucional y con ello satisfacer las demandas y necesidades de la comunidad educativa. Hoy se habla de las organizaciones que aprenden. La arquitectura de las organiza- ciones inteligentes, dice Peter Senge en su libro La quinta disciplina, se apoya en un triángulo en cuya cúspide están las ideas rectoras que guían el propósito de la institu- ción; en el segundo vértice se encuentra la innovación en infraestructura organizacional; GESTIÓN EDUCATIVA Y DESCENTRALIZACIÓN. LA EXPERIENCIA DE COLOMBIA
  • 35. 129 y en el tercero, las teorías, métodos y herramientas que permiten la acción. Una organi- zación es entonces un organismo viviente que tiene un sentido colectivo de identidad y de propósitos, elementos indispensables para que la gestión sea de calidad y centrada en las personas que la conforman para ayudar a su crecimiento y enriquecimiento per- sonal, con la conciencia de que el éxito de las organizaciones depende del éxito y bienestar de sus miembros. Juan Casassus (1999) plantea que las prácticas de gestión indican una forma de concebir las acciones de los seres humanos en sociedad; que cada tipo de gestión obedece a una interpretación de la acción, y que contiene implícita o explícitamente una teoría particular de la acción humana. Los procesos de enseñanza y aprendizaje son la razón de ser de las instituciones educativas. Éstas, más que ninguna otra, son organizaciones que aprenden y deben ser por ello organizaciones inteligentes, en permanente cambio, adaptándose y respon- diendo de manera anticipada a las diferentes situaciones. No pueden aislarse del entorno, deben tener un sentido de pertenencia, de saber vivir juntos, de saber convivir, sin perder de perspectiva la responsabilidad frente a la formación humana, ética, social, política, cultural, científica y tecnológica de sus estu- diantes, y frente a los demás procesos que afectan el conjunto de relaciones y los resul- tados esperados. Es preciso tener presente que la motivación en el proceso educativo es el deseo de aprender en un entorno humano, donde lo esencial sean los valores, el respeto, el amor, la honestidad y la responsabilidad social. Sin perder de vista que se trata de un sistema complejo, en el que intervienen múltiples y diversas culturas, códigos, creencias, intere- ses y demandas externas; donde existen la heterogeneidad sociocultural y económica y las diferencias generacionales. Así, por ejemplo: • La efectividad del trabajo pedagógico de un maestro no es independiente, está mediada por la consideración que de él posean sus compañeros, sus alumnos, la comunidad y la dirección, de las relaciones que logre establecer. • La eficiencia del aprendizaje de los alumnos está condicionada por la calidad del maestro, el clima escolar del que goce en la institución educativa y de la participación activa de los padres en el proceso. • El liderazgo de la dirección depende de la eficacia de su acción, de su impacto en las personas y en los procesos, y del reconocimiento y apoyo de la comuni- dad educativa. Las acciones orientadas a mejorar la calidad y fortalecer las instituciones educativas para lograr la excelencia deben tener una perspectiva de gestión suficientemente am- plia. La gestión de la calidad es ante todo global, incide sobre las personas, las relacio- nes, los recursos, los procesos y los resultados. Piedad Caballero Prieto
  • 36. 130 Con el avance de las teorías de las organizaciones, y el conocimiento generado por los estudios sobre la institución escolar, se ha llegado a identificar que de la gestión de las instituciones educativas dependen la calidad y la pertinencia de la educación. Las reformas de los sistemas educativos del último decenio no han estado orientadas solamente a cambiar los planes y programas de estudio o las metodologías de enseñanza y aprendizaje, sino a reconocer el nuevo papel de la educación en la sociedad. Esto implica un profundo cambio mental y cultural en la escuela, que tiene lugar no porque las normas lo señalen sino a través de prácticas concretas mediante las cuales las institu- ciones promueven aprendizajes relevantes y significativos para los alumnos, de acuerdo con las demandas del entorno. Temas como el de la calidad, la pertinencia y la equidad no aluden únicamente al hecho de dotar a las escuelas de diversos recursos de aprendizaje, por ricos que éstos sean. Lo fundamental es el sentido, significado y uso que de ellos se haga, al igual que su relación con los objetivos de aprendizaje señalados en el Proyecto Educativo Institu- cional (PEI), avalados y compartidos por la comunidad educativa; los procesos de reflexión-acción que promuevan y fortalezcan a los sujetos, y los orientados a fortalecer la gestión interna y externa de la institución para articular las relaciones entre todos los sujetos o actores, factores y aspectos de la organización. La pérdida de capacidad de socialización de la escuela, el rezago frente a los cambios acelerados por el avance y desarrollo de la ciencia y la tecnología, el conoci- miento que se multiplica a una velocidad inimaginable sin que los currículos basados en contenidos lo puedan soportar, la crisis de identidad producto de la globalización y la internacionalización de los procesos obligan a repensar la gestión de la escuela de otra manera, más sistémica y con visión estratégica. Gestión escolar e impacto de normas Como ya se ha mencionado, la Ley 115 de 1994 plantea la reforma educativa desde el punto de vista organizacional, pedagógico, curricular y comunitario. Esta norma ha contado con la aceptación de la comunidad educativa, las instituciones escolares y la población en general; varios de los aspectos que contempla se han implementando, especialmente los que apuntan a democratizar la institución escolar, como son: el Pro- yecto Educativo Institucional, el Gobierno Escolar, el Manual de Convivencia, el Perso- nero estudiantil y la Asociación de Padres de Familia y los Consejos de estudiantes y de maestros. En la medida en que ha significado un cambio de actitud, ha promovido la participación y posibilitado una mayor comprensión frente a las situaciones educativas y de aprendizaje de los alumnos. Se ha desarrollado una variedad de iniciativas pedagógicas, muchas de las cuales se venían gestando con anterioridad a la Ley. Entre ellas está la incorporación de nuevas tecnologías al proceso educativo; la definición de proyectos con énfasis en valores, en GESTIÓN EDUCATIVA Y DESCENTRALIZACIÓN. LA EXPERIENCIA DE COLOMBIA