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LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA
DE LOS ALIMENTOS. ALGUNAS NOTAS
SOBRE SU DESARROLLO HISTÓRICO
Miguel Calvo Rebollar*
* Tecnología de los Alimentos. Departamento
de producción Animal y Ciencia de los Alimentos.
Facultad de Veterinaria. Miguel Servet, 177. 50013
Zaragoza.
RESUMEN
El procesado de los alimentos ha dependido desde
su origen del desarrollo de los medios materiales y lue-
go del conocimiento científico. Así encontramos desde
el desarrollo de la cocción cuando se dispuso de vasi-
jas de cerámica en el Neolítico a los nuevos sistemas
de envasado al disponer de plásticos con propiedades
de barrera específicas. También ha dependido, en su de-
sarrollo estructurado como Ciencia y Tecnología de los
Alimentos, del desarrollo alcanzado por la Química, la
Microbiología y la Bioquímica.
Esta dependencia, junto con la resistencia de los con-
sumidores de todas la épocas a modificar un habito tan
importante como es la comida, ha producido, aún más
que en otros campos, un desarrollo no lineal de la Cien-
cia y la Tecnología de los Alimentos, desde muchos si-
glos prácticamente sin cambios a las modificaciones
casi explosivas en las últimas décadas.
SUMMARY
Food processing has been based from his origin on
the development of available materials and of the scien-
tific knowledge. Thus we find from the boiling of food
in the Neolithic due to the development of pottery, to
the new systems of packaging in the last decades with
the manufacture of plastics with specific barrier cha-
racteristics. The structurated development as Food
Science and Food Technology as also depended on the
development of Chemistry, Microbiology and Bioche-
mistry.
This dependency, along with the resistance of the
consumers of all the times to modify a part of the life
as important as it is the food, has produced, more than
in other fields, a nonlinear development of Food Scien-
ce and the Technology, for many centuries practically
without changes and with almost explosive modifica-
tions in the last decades.
ALIMENTARIA, ENERO-FEBRERO 04/19
INTRODUCCIÓN
Según las definiciones ya clásicas del
Institute of Food Technologists de Gran
Bretaña, la Ciencia de los Alimentos es
la disciplina que utiliza las ciencias bio-
lógicas, físicas, químicas y la ingeniería
para el estudio de la naturaleza de los
alimentos, las causas de su alteración y
los principios en que descansa el pro-
cesado de los alimentos, mientras que la
Tecnología de los Alimentos es la apli-
cación de la ciencia de los alimentos
para la selección, conservación, trans-
formación, envasado, distribución y uso
de alimentos nutritivos y seguros. En
las propias definiciones se destacan tan-
to su carácter multidisciplinar como la
interrelación entre Ciencia y Tecnología.
El análisis de su historia, siquiera sea
somero, permite ver como se entrelazan
los avances en las ciencias básicas, es-
pecialmente en bioquímica, y en la in-
geniería para permitir su desarrollo. Es
más, en muchos casos el desarrollo o la
expansión de un proceso de tecnología
alimentaria depende de progresos en
otras áreas aparentemente tan alejadas
como la metalurgia, la fabricación de
vidrio o los avances en la industria de
los plásticos.
La Tecnología de los Alimentos en
sentido amplio, considerada como un
conjunto de operaciones más o menos
estructuradas destinadas a la modifica-
ción de las propiedades de los alimen-
tos (independientemente de la correcta
comprensión de los fenómenos implica-
dos, subyacente en la definición del
IFT), tiene su origen en el descubri-
miento del fuego. Con él se pudo mo-
dificar el aroma y la textura de los ali-
mentos cocinados, introduciendo a la
vez un principio de tratamiento antimi-
crobiano y de conservación. Posterior-
mente, en el Neolítico, la aparición de
la agricultura y de la ganadería permi-
tió contar con un suministro relativa-
mente estable de materia prima, y dio
lugar, probablemente por métodos de
ensayo y error, a gran parte de los sis-
temas de procesado de los alimentos
que aún utilizamos. Los avances más o
menos simultáneos en otras tecnologías,
particularmente la introducción de reci-
pientes de cerámica, permitió tanto la
cocción como la conservación en con-
diciones mucho mejores.
En los primeros registros históricos,
en especial en los correspondientes a la
civilizaciones mesopotámicas y egip-
cias, y en sus obras de arte, nos encon-
tramos con que alimentos elaborados
como el pan, vino, cerveza, aceite, vi-
nagre y queso estaban ya disponibles
varios milenios antes de nuestra era.
También se utilizaban tecnologías como
el secado, la cocción, la conservación
con sal, etc. Esto implica que, aunque
con una base empírica, ya se utilizaban
tecnologías basadas en el calor, la re-
ducción de la actividad de agua, los en-
zimas y los microorganismos.
20
en la escuela de medicina de Salerno,
en el siglo XI. A mediados del siglo XIV,
la destilación era ya una técnica practi-
cada ampliamente para la obtención de
productos de uso farmacéutico y de be-
bidas alcohólicas. Es de notar el empi-
rismo subyacente a la práctica de estas
operaciones, en ausencia del concepto
de «temperatura», y por supuesto, de
los medios para medirla. En época me-
dieval, con el desarrollo de las ciuda-
des, empieza también la producción in-
dustrial de alimentos que hasta entonces
eran de fabricación fundamentalmente
doméstica, como la cerveza, con la nor-
malización incipiente de las calidades y
de las composiciones. En la segunda
mitad del siglo XV aparecen leyes sobre
esos alimentos, como la normativas so-
bre la utilización del anhídrido sulfuro-
so (obtenido quemando azufre) en la
conservación de la cerveza, prohibién-
dolo en la ciudad alemana de Colonia y
limitando su uso a «media onza por to-
nel» en Rothenburg.
La aparición de la imprenta fue cla-
ve, como en todas las facetas del saber
humano, en la expansión de los conoci-
mientos sobre las propiedades y sobre
la modificación de los alimentos. El pri-
mer libro impreso sobre procesado de
los alimentos, que equivale a lo que
llamaríamos ahora un libro de cocina,
fue el de Platina (1475), reeditado en
sucesivas ocasiones en las décadas si-
guientes. También fueron impresos
como incunables los clásicos latinos y
varias obras medievales de carácter en-
ciclopédico, en algunos casos con un
contenido significativo de temas rela-
cionados con los alimentos. Mención
especial merece el libro De Proprietati-
bus rerum, de Bartholomeus Anglicus,
escrito hacia 1240, que fue reimpreso
varias decenas de veces, en distintos
idiomas, en el primer siglo de existen-
cia de la imprenta
EL INFLUJO DE AMÉRICA
El continente americano aportó una
serie de nuevos productos alimenticios,
y en algunos casos también los proce-
sos asociados para su procesado. Acos-
ta (1590) describe en su obra la utiliza-
ción como alimento del maíz y de la
yuca (mandioca), así como las caracte-
rísticas de otros vegetales sudamerica-
nos. El proceso de detoxificación de la
mandioca, algo que no tenía equivalen-
te entre los materiales utilizados en ali-
mentación en el Viejo Mundo, despertó
el interés de otros estudiosos. Aunque
de época más tardía, es notable, por su
claridad y precisión, la descripción de
ese mismo proceso que encontramos en
el libro de Gumilla (1741) sobre las re-
giones del río Orinoco.
Desafortunadamente, la precisión en
la descripción del procesado no tuvo
lugar en todos los casos. El maíz llamó
la atención de los españoles inmediata-
mente de su llegada a América. Sin
embargo, en el viejo continente co-
menzó su difusión por Siria, posible-
mente a través de mercaderes venecia-
nos. En 1520 ya era popular en esa
zona, y poco después también en Egip-
to. Hacia 1550 llegó hasta China. En
Europa, la introducción fue más lenta,
pero en el siglo XVIII y XIX era el ali-
mento básico en muchas zonas. La uti-
lización del maíz como si fuera trigo y
no como se utilizaba en la América
prehispana, es decir, sin el procesado
en medio alcalino, con ceniza, para li-
berar la niacina, dio lugar a las epide-
mias de pelagra que afectaron a estas
zonas. En este sentido, ya Casal, al des-
cribir la pelagra en su libro publicado
póstumamente, menciona entre sus po-
sibles orígenes la alimentación, y cita
específicamente el hecho de que las
personas que la padecen basan su die-
ta en el maíz.
El chocolate fue unos de los prime-
ros alimentos del Nuevo Mundo en lle-
gar a Europa, pero uno de los últimos
en terminar con las propiedades con las
que actualmente nos resulta más habi-
tual. Casi inmediatamente después de la
conquista de Méjico en 1517 por Cor-
tés llegó a España, donde tuvo una gran
aceptación. En el siglo XVII se difundió
por toda Europa, pero siempre como
bebida. En 1828 Van Houten consiguió
extraer la manteca del cacao por pren-
sado. En 1842, el inglés John Cadbury
fabricó por primera vez el chocolate en
forma sólida, para comer como tal, y en
1876, Daniel Peter fabricó por primera
vez chocolate con leche.
También el fenómeno de los «ali-
mentos viajeros» se produjo a la inver-
sa. Pueden considerarse representativos
los casos del trigo y de la caña de azú-
car, que llegaron a América en los últi-
mos años del siglo XV y primeros años
del XVI.
LA ÉPOCA ROMANA
A la civilización romana se deben las
primeras obras escritas de cierta exten-
sión relacionadas con los alimentos, su
elaboración y sus propiedades. Además
difundieron por toda Europa, entre otras
técnicas, el cultivo de la vid y la elabo-
ración del vino, además de alimentos
nuevos, procedentes de Oriente, como
las gallinas, y consecuentemente los
huevos y los «ovoproductos». En cuan-
to a la elaboración del aceite de oliva,
aunque posiblemente se fundaran en
técnicas incluso anteriores, desarrolla-
ron molinos giratorios y prensas que se
han estado utilizando durante 2.000
años casi sin variaciones. Por otra par-
te, las factorías de salazones alcanzaron
tamaños suficientes para considerarlas
verdaderas industrias, incluso con los
criterios actuales.
Algunos escritores romanos, como
Columella, en su De Re Rustica y el
desconocido autor que en el siglo III es-
cribió la obra De Re Coquinaria con la
atribución a Apicius, reflejan algunas de
las técnicas de conservación de alimen-
tos utilizadas en su época. El segundo
detalla los pasos a seguir para conser-
var carne fresca en vasijas que contení-
an miel, o una mezcla de vinagre y
mostaza o miel con sal, mientras que el
primero da recetas para la preparación
de la carne de cerdo deshidratada y en
salazón, así como para la fabricación
del queso. Plinio, en su monumental
Historia Natural, describe detallada-
mente diferentes alimentos y técnicas de
procesado. Es especialmente notable su
recomendación, que considera práctica
habitual en su época, de escaldar las
aceitunas con agua hirviendo antes de
prensarlas, para obtener un aceite de
mejor calidad. Posiblemente, aunque
Plinio no lo supiera, la desnaturaliza-
ción térmica de las lipasas era efectiva-
mente un buen método para mejorar la
calidad del producto, considerando la
tecnología de molinos y prensas exis-
tente entonces.
LA EDAD MEDIA
Y EL RENACIMIENTO
El avance fundamental en la Edad
Media fueron las técnicas de destila-
ción. El alcohol se obtuvo por primera
vez en Europa, por destilación del vino,
21
SIGLOS XVII Y XVIII
El mayor aporte del siglo XVII a la
Tecnología de los Alimentos es posi-
blemente el desarrollo por Papin de su
famosa marmita (y especialmente de su
eficiente válvula de seguridad), que per-
mitía la cocción a presión mayor que la
atmosférica, y consecuentemente a tem-
peraturas de más de 100 ºC. Sin em-
bargo, su aparato no tuvo casi trascen-
dencia práctica inmediata. La aplicación
propuesta por el inventor, la cocción de
huesos, daba lugar a una disolución en
agua de gelatina y poco más, casi sin
valor nutritivo, en contra de las exage-
radas reivindicaciones de su creador.
Otras aplicaciones del autoclave, como
la utilización en la industria conservera
o en el cocinado doméstico, deberían
esperar hasta el siglo XIX.
Por otra parte, el examen de los ma-
teriales alimentarios permitió el aisla-
miento de algunos de sus componentes.
En 1619, Fabrizio Bartoletti aisló la lac-
tosa de la leche. Posteriormente, Glau-
ber aisló la fructosa de la miel y Gri-
maldi separó el gluten de la harina de
trigo.
En el siglo XVIII, especialmente en su
segunda mitad, nos encontramos con la
descripción detallada de los procesos de
transformación de los alimentos, y con
el inicio de su racionalización, gracias
a los progresos de la física y la quími-
ca. Los estudios de Marggraf sobre la
remolacha le llevaron a reconocer en
1747 la presencia en ella de un azúcar
idéntico al de la caña de azúcar. La con-
tinuación de los estudios sobre el pro-
cedimiento de extracción y, sobre todo,
los de carácter agronómico, permitieron
a su discípulo Achard poner en funcio-
namiento en 1802 una fábrica azucare-
ra en Cunern (Alemania), publicando el
mismo año los resultados de su estudio.
Hay que resaltar que Achard se preocu-
pó en encontrar aplicaciones para todos
los subproductos del proceso. También
hay que destacar la obra de Parmentier,
conocido sobre todo por su difusión de
la patata en Francia, pero que en 1784,
el mismo año que publicó su famoso
«Examen Chimique de la Pomme de
Terre», publicó también un notable es-
tudio sobre panadería. También la leche
fue objeto de su interés en años poste-
riores. En 1780, Carl W. Scheele de-
mostró que la lactosa, conocida desde
más de un siglo antes, era también un
azúcar. Este mismo investigador aisló
en 1784 el ácido cítrico del jugo de li-
món. Otras sustancias que también ais-
ló y estudió fueron el glicerol, el ácido
láctico y el ácido tartárico.
Por otra parte, la tecnología mecáni-
ca experimentó un notable avance, que
se tradujo en la construcción, por ejem-
plo, de molinos más eficientes, con sis-
temas mecánicos de transporte, o en el
desarrollo de la prensa hidráulica por
J. Bramah, en 1795.
SIGLO XIX. LA CONSERVACIÓN
POR EL CALOR
El descubrimiento de Nicolas Appert,
la conservación de los alimentos por ca-
lentamiento en recipientes cerrados,
marcó un hito en los anales de la Tec-
nología de los Alimentos. Appert co-
menzó a trabajar en su método en 1795,
en una pequeña fábrica situada en
Massy, en las afueras de París, utilizan-
do recipientes de cristal cerrados con ta-
pones de corcho, que calentaba en ba-
ños con agua hirviendo. Ya desde 1803,
las conservas se destinaban fundamen-
talmente al aprovisionamiento de la ma-
rina de guerra francesa, aunque también
se vendían al público. La fábrica man-
tuvo la actividad de su fundador hasta
1933.
La eficacia de su método le valió a
Appert una recompensa de 12.000 fran-
cos del Estado francés, (atribuida direc-
tamente, no como resultado de ningún
concurso, como se lee con sorprenden-
te frecuencia incluso en obras especia-
lizadas) con la condición de que publi-
cara sus procedimientos, lo que hizo en
1810. Seguro de su ventaja frente a po-
tenciales competidores, incluyó en su li-
bro todos los pormenores, también las
recetas que consideraba más adecuadas
para cada tipo de alimento. Y algunos
detalles fundamentales, que no todos
sus imitadores tuvieron en cuenta: La
importancia de la calidad de las mate-
rias primas y de la limpieza de mate-
riales y recipientes.
Unos meses después de la publica-
ción del libro de Appert, el británico
Peter Durand propuso la utilización de
recipientes metálicos, con recubrimien-
tos y cierres de estaño, en una patente
de un procedimiento de fabricación de
conservas que en el resto era un simple
plagio de la obra de Appert. Pero la
idea de los recipientes metálicos era es-
pecialmente valiosa, y en 1811 Donkin
y May establecieron en Inglaterra la pri-
mera fábrica de alimentos enlatados. En
1818 Durand hizo lo mismo en Estados
Unidos, aunque fue Underwood, en
1821, el que verdaderamente consiguió
el desarrollo comercial del proceso. En
1822, Joseph Moulin, de Nantes (Fran-
cia) empezó a comercializar sardinas en
aceite enlatadas.
Sin embargo, la utilización amplia y
con éxito del método de conservación
por medio del calor no fue acompaña-
da por una interpretación adecuada de
las causas de esa eficacia, que por
ejemplo Gay-Lussac atribuyó a la au-
sencia de oxígeno, producida en su hi-
pótesis por la expulsión del aire duran-
te el calentamiento y por la reacción del
oxígeno restante con componentes de
los alimentos. En este caso nos encon-
tramos con un ejemplo de cómo una in-
terpretación errónea de un fenómeno re-
sulta sumamente perjudicial para el de-
sarrollo de un método muy prometedor,
que por esto progresó lentamente du-
rante décadas. La observación de que
un aumento de la temperatura mejoraba
los resultados y, sobre todo, permitía
disminuir el tiempo de tratamiento, hizo
que se utilizaran baños de soluciones
salinas en lugar de agua, o incluso el
calentamiento directo a la llama, con los
riesgos de explosión que implicaban es-
tos sistemas, pero no autoclaves. La fá-
brica de Appert incluso disponía de au-
toclaves, pero se utilizaban exclusiva-
mente en el cocinado previo de la car-
ne que se enlataba. Hasta mediados de
la década de 1840 no empezaron a uti-
lizarse en la esterilización de las latas,
y no se hicieron de uso general para
esta aplicación hasta la década de 1870,
tras los trabajos de Pasteur.
En España, la introducción de estas
técnicas fue relativamente tardía. El li-
bro de Appert no se publicó como tal
en castellano, aunque sus ideas encon-
traron eco en un libro escrito por un au-
tor que desconocemos, con las iniciales
«D.J.A. y L.», y que fue publicado en
Barcelona en 1832. La primera fábrica
de conservas, dedicada a embotar me-
locotones, fue instalada en Logroño, en
1848, por Prudencio Trevijano. Pronto
fue seguida por otras, y 15 años des-
pués el conservero era ya un sector con
cierta importancia económica, con 20
fábricas en España.
QUÍMICA DE LOS ALIMENTOS
Con el desarrollo de la química a fi-
nales del siglo XVIII, se dispuso de las
herramientas necesarias para el estudio
detallado de todos los materiales, in-
cluidos los alimentos. Chaptal, químico
francés, realizó aportaciones notables,
especialmente en el aspecto de la quí-
mica de los alimentos, primero en su li-
bro de 1807 sobre la fabricación del
vino (incluyendo la operación de adi-
ción de azúcar al mosto, en el proceso
conocido todavía como «chaptaliza-
ción«) y luego en su tratado de quími-
ca agrícola, publicado en 1823. En la
práctica, intervino en la instalación de
las primeras fábricas de azúcar de re-
molacha en Francia en 1811.
Ante un conjunto de conocimientos
que ya empezaba a estar sistematizado
en cierta forma, podía plantearse su
transmisión ordenada en la docencia
universitaria. En 1806, en la Universi-
dad de Praga, Steinmann comenzó a
impartir el primer curso de lo que pue-
de considerarse como Química de los
Alimentos.
En el campo del análisis, Accum, un
químico con intereses en diversos cam-
pos, desde la mineralogía al alumbrado
por gas, pasando por la fabricación de
la cerveza, realizó un estudio detallado
de los alimentos consumidos entonces
en Inglaterra. Aunque ya antes se había
alertado, también en España, de la adul-
teración y de la contaminación de los
alimentos por sustancias peligrosas,
como los compuestos de plomo, los re-
sultados de Accum, publicados en 1820,
pusieron ante los ojos del público y de
las autoridades un grado de adulteración
tan extenso como insospechado e ina-
ceptable. Para él, las calderas de los
cerveceros ingleses eran semejantes a la
de las brujas de Mackbet. A los hechos
denunciados se unió para conseguir un
gran impacto emocional la tantas veces
repetida frase del frontispicio de la pri-
mera edición de su libro There is Death
in the pot (tomada de la Biblia), y el
hecho de que incluyera los nombres de
muchas de las personas condenadas ju-
dicialmente en Inglaterra por adultera-
ción de alimentos. Desde el punto de
vista científico, los detallados métodos
de control que incluye para los princi-
pales adulterantes son particularmente
valiosos. Su libro puso sobre la mesa la
necesidad de establecer sistemas rigu-
22
Fig. 1. Portada del tomo segundo de la primera edición en castellano de la «Historia Na-
tural» de Cay Plinio Segundo, impreso en Madrid en 1629.
23
rosos de control, que los avances de la
química habían hecho posibles. Tam-
bién, en obras posteriores, demostró que
la química podía aplicarse a la com-
prensión de los fenómenos que tienen
lugar en el procesado de los alimentos.
A partir de 1811, el francés Chevreul
realizó una serie de estudios sobre las
grasas, logrando avances fundamentales
en este campo, publicando sus resulta-
dos en forma de libro en 1823. Descu-
brió y puso nombre a los ácidos grasos
esteárico y oleico, así como la estructu-
ra de los triglicéridos, planteando ade-
más el mecanismo de la saponificación.
Sus trabajos permitieron también el de-
sarrollo de industrias no alimentarias,
como la fabricación de jabones, velas,
etc.
En 1831 el científico francés Dumas
publicó un método de medida del nitró-
geno (y por lo tanto del contenido de
proteína) fiable y relativamente sencillo,
que sin embargo quedó casi olvidado.
El método que se convirtió en referen-
cia, y que todavía se utiliza extensa-
mente, es el desarrollado muy poste-
riormente por Johan Kjeldahl, en 1883,
en Copenhague.
Justus von Liebig, profesor de la
Universidad de Giessen (Alemania) en-
tre 1824 y 1852, trabajó en distintos as-
pectos de la química orgánica, especial-
mente en su relación con la fisiología,
los alimentos y la agricultura. Uno de
sus aportes básicos fue la clasificación
de los componentes de los alimentos en
grasas, carbohidratos y proteínas, dis-
tinguiendo sus distintas funciones en el
organismo. Pero otro aporte fundamen-
tal fue la difusión del convencimiento
de que los métodos de la química podí-
an aplicarse a los materiales sumamen-
te complejos que forman los seres vi-
vos. Escritor prolífico, publicó muchos
trabajos relevantes con contenidos de
química de los alimentos. Sus «Che-
mische Briefe», «Cartas sobre la Quí-
mica», publicadas en 1844, se difundie-
ron inmediatamente por todo el mundo,
traducidas a los principales idiomas, in-
cluido el español. Liebig hizo un gran
énfasis en el valor nutritivo de las pro-
teínas de la carne, y, ante las dificulta-
des del transporte en su época, inventó
un método para obtener un «extracto»
que fuera fácil de conservar. Previo
acuerdo con Liebig, Georg Giebert, un
ingeniero inglés, puso en marcha en
1862 una fábrica de este «extracto de
carne Liebig» en Fray Bentos, en Uru-
guay. En poco tiempo, se fueron insta-
lando fábricas en otros lugares, hasta
desarrollarse como gran empresa multi-
nacional.
En los países más desarrollados se
hizo evidente la necesidad de crear ins-
tituciones que con su investigación apo-
yaran al desarrollo de la industria ali-
mentaria. En 1867 se fundó en Alema-
nia el Berliner Zuckerinstitut, para apo-
yar la industria del azúcar de remolacha.
En 1881 pasó a formar parte de la Es-
cuela Universitaria de Agricultura y pos-
teriormente de la Universidad de Berlín.
Todavía es un centro de investigación de
referencia sobre este tema.
En 1879, C. Falhberg, que trabaja-
Fig. 2. Fabricación de queso de Auvernia en 1768, según la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert.
24
ba en la Johns Hopkins University,
descubrió accidentalmente el sabor ex-
tremadamente dulce de un compuesto
al que, por eso, decidió llamar «sac-
charin». Era la primera (y durante me-
dio siglo, la única) de una serie de
sustancias, descubiertas casi todas de
forma accidental, que servirían para
sustituir el azúcar, primero en épocas
de escasez (la sacarina se popularizó
durante la Primera Guerra Mundial) y
luego en alimentos dulces bajos en ca-
lorías.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Algunos avances de la física y de la
ingeniería, como la producción indus-
trial de frío, fueron también de gran im-
portancia en la Tecnología de los Ali-
mentos. La utilización para la refrigera-
ción de alimentos de la nieve y el hie-
lo acumulados en invierno en depósitos
especiales data posiblemente de hace
3.000 años, y hacia el año 1100 estaba
bastante generalizada en el Medio
Oriente islámico. Desde principios del
siglo XVIII algunos barcos pesqueros bri-
tánicos estaban equipados con tanques
de hielo, lo que permitía conservar el
pescado durante su transporte hasta el
puerto, pero a nivel global representa-
ban poco más que una anécdota. A par-
tir de la invención por Carl von Linde,
hacia 1875, de la máquina de refrigera-
ción con un compresor de amoniaco
movido por una máquina de vapor, se
pudieron desarrollar los sistemas a gran
escala de refrigeración y congelación.
En 1876, bajo los auspicios de Charles
Tellier, el barco «Le Frigorifique», bau-
tizado para la ocasión con un neologis-
mo que luego quedaría en el idioma
francés, y pasaría al castellano ligera-
mente modificado, cruzaba el Atlántico
desde Sudamérica con un cargamento
de carne congelada. En pocos años, los
buques equipados con cámaras frigorí-
ficas transportaban hacia Europa enor-
mes cantidades de carne congelada pro-
cedente de Argentina y de Australia.
Desde 1881 también empezó a trans-
portarse mantequilla y queso refrigera-
dos desde Australia a Gran Bretaña.
Por estos años también se aplicaron a
los alimentos los procesos de deshidrata-
ción artificial y la concentración por eva-
poración a presión reducida. Esto permi-
tió el desarrollo de productos como la le-
che condensada, primero en Estados Uni-
dos, a partir de los trabajos de E. N.
Horsford en 1849, y a partir de 1866,
año en el que Henri Nestlé puso en mar-
cha una fábrica en Suiza, también en Eu-
ropa. La fabricación de mantequilla tam-
bién experimentaría poco después una re-
volución, en este caso por la introducción
de la primera máquina desnatadora cen-
trífuga, en 1877, por Gustav de Laval.
Sin embargo, esto no era suficiente
para asegurar el suministro de este ali-
mento, especialmente a bajo precio, al
creciente proletariado urbano. Los pro-
blemas en el suministro de mantequilla
llevaron al gobierno de Napoleón III, en
Francia, a encargar en 1867 directa-
mente a Hippolyte Meges-Mouries la
obtención de un producto barato que
pudiera sustituirla. En 1869 tenía dis-
ponible una mezcla de grasa de sebo de
vaca, leche y agua emulsionada que lla-
mó «margarina», de la palabra griega
«margaron», perla. Las circunstancias
políticas y económicas de Francia lle-
varon a la quiebra a la fábrica de Me-
ges-Mouries, pero los hermanos Jurgen,
fabricantes de mantequilla de la peque-
Fig. 3. Ilustración de la obra de José Gumilla «El Orinoco Ilustrado« (tomo 2 de la edi-
ción de 1791), en el que aparece un grupo de nativas americanas procesando la mandio-
ca para eliminar su toxicidad. La mayor parte de las «vestiduras» corresponden en reali-
dad a tachaduras en tinta de escribir realizadas por la censura de la época.
25
ña ciudad holandesa de Oss recuperaron
el invento (y al inventor) para su em-
presa, de donde se extendió rápidamen-
te. El descubrimiento en 1897 por P. Sa-
batier y J. B. Senderens de la hidroge-
nación de los dobles enlaces utilizando
níquel como catalizador, y la inmediata
aplicación a las grasas insaturadas por
W. Norman en 1902, contribuyeron al
desarrollo de nuevas margarinas, con
aceites vegetales hidrogenados como
componentes fundamentales, que se em-
pezaron a comercializar hacia 1910.
Por otra parte, en la década de 1880
se pusieron en funcionamiento las pri-
meras máquinas para la fabricación au-
tomatizada de latas, que en la década si-
guiente llegaron a su apogeo. En 1892
se patentó el tapón corona, otro avance,
aparentemente insignificante, pero con
enorme trascendencia futura en el en-
vasado de los alimentos. Con estos de-
sarrollos, la industria alimentaria se in-
corporaba plenamente a la producción
masiva.
LA MICROBIOLOGÍA
DE LOS ALIMENTOS
La Ciencia y la Tecnología de los
Alimentos deben a Pasteur en primer
lugar el paso fundamental del estableci-
miento del papel de los microorganis-
mos como agentes causales de la alte-
ración de los alimentos, además de
aportes concretos también fundamenta-
les en distintos campos, como las fer-
mentaciones. Aunque no estaba directa-
mente interesado en ese campo, se in-
trodujo en él por la petición de ayuda,
en el verano de 1856, de M. Bigo, due-
ño de una destilería. A partir de di-
ciembre de 1857, Pasteur publica una
serie de artículos sobre la fermentación,
que culminan en su gran obra publica-
da en 1860. En ellos Pasteur describe
los detalles químicos de las fermenta-
ciones alcohólica y láctica, incluyendo
la producción de componentes menores
pero relevantes desde el punto de vista
de las propiedades organolépticas de las
bebidas, como el glicerol y distintos
ácidos orgánicos.
Sus trabajos, publicados en forma de
libros, sobre la fabricación del vino
(1866) y posteriormente sobre la de la
cerveza (1876), fueron fundamentales
para el avance de estas industrias en
Francia. En el primero de ellos intro-
Fig. 4. Portada de la tercera edición (la primera americana) de la obra de Accum sobre la
adulteración de los alimentos, publicada en 1820, el mismo año que las dos anteriores.
26
dujo el tratamiento térmico a tempera-
tura relativamente moderada, lo que
luego se llamaría «pasterización»,
como un sistema de mejorar la conser-
vación del vino, reconociendo explíci-
tamente la deuda que sus aportaciones
tenían con los trabajos empíricos de
Appert, pero interpretando ya correcta-
mente los fenómenos implicados, la
destrucción de los microorganismos por
el calor. El segundo libro citado no tie-
ne un carácter propiamente práctico, y
trata de aspectos concretos de esta in-
dustria solamente en su parte final,
pero sus aportaciones a la microbiolo-
gía alimentaría (por ejemplo, en la se-
lección de levaduras) son también muy
relevantes.
La pasterización alcanzó pronto una
gran importancia en el tratamiento de
otros alimentos, especialmente de la le-
che, para mejorar su conservación y, so-
bre todo, para evitar la transmisión de
determinadas enfermedades. Sin embar-
go, su aplicación a gran escala requirió
el desarrollo de equipos de tratamiento
continuo (inicialmente se pasterizaba la
leche ya embotellada), que no estuvie-
ron disponibles hasta los últimos años
del siglo XIX. El avance posterior de la
microbiología permitió el estudio cuan-
titativo de los procesos de destrucción
de microorganismos por el calor. En
1920, Bigelow y Esty publicaron un ar-
tículo en el que sentaban las bases de la
termobacteriología tal como la conoce-
mos actualmente.
LOS ENZIMAS
La acción catalítica, especialmente
hidrolítica, de sustancias presentes en
algunos materiales biológicos se cono-
cía desde antiguo. En 1814, Kirchhoff
demostró la presencia en la malta de
una sustancia, que clasificó como una
«albúmina», que era capaz de hidrolizar
el almidón. En 1833, Payen y Persoz
propusieron ya aplicaciones industriales
para esta «diastasa» obtenida de la mal-
ta. Sin embargo, Pasteur había sentado,
en apariencia firmemente, el hecho de
que las fermentaciones se debían a or-
ganismos vivos, aunque era evidente
que quedaban actividades catalíticas
presentes en los «fermentos desorgani-
zados», restos de organismos no via-
bles, que en 1876 William Kuhne llamó
«enzimas». Unos años mas tarde,
Buchner demostró en una larga serie de
artículos publicados a partir de 1897,
que las reacciones producidas por los
seres vivos podían individualizarse y
atribuirse a sustancias concretas, pero
sin determinar el carácter de esas sus-
tancias.
Mientras se aclaraban los aspectos te-
óricos, el danés Christian Hansen obte-
nía, a partir de estómagos de ternera de-
secados, un extracto utilizable en la co-
agulación de la leche, la primera prepa-
ración enzimática purificada preparada
para la industria alimentaria, aunque el
material original se utilizara ya en la
prehistoria. En 1874 comenzó la pro-
ducción industrial en su fábrica de Co-
penhague, extendiéndose pronto a otros
países. La disponibilidad constante de
cuajo de buena calidad representó un
impulso fundamental para la industria
quesera. En 1891, el científico japonés,
luego residente en Estados Unidos, Jo-
kichi Takamine presento la primera so-
licitud de patente para un enzima mi-
crobiano, una amilasa fúngica, obtenida
a partir de un «fermento» japonés tra-
dicional, el «koji» (Aspergillus oryzae),
utilizado en la elaboración de distintos
alimentos.
Fig. 5. Lámina del libro de Chevreul (1923) sobre las grasas animales, con los aparatos
utilizados para su análisis elemental y la representación de un cristal de butirato de cobre.
27
LAS VITAMINAS
Y LA NUTRICIÓN
Las enfermedades carenciales apare-
cen ya en registros de las culturas más
antiguas, aunque su correcta identifica-
ción tuvo lugar solamente en época re-
lativamente moderna. Una de ellas en
concreto, el escorbuto, se convirtió en
una plaga para los navegantes en las
grandes travesías, llegando a causar la
muerte de mas de la mitad de los com-
ponentes de algunas tripulaciones. La
posibilidad de prevenirlo incluyendo
ciertos alimentos en la dieta fue esta-
blecida en Inglaterra por Lind (1753)
con suficiente claridad como para que
poco después Cook, en su viaje de tres
años alrededor del mundo, pudiera to-
mar las medidas adecuadas (suministro
de verduras y frutas frescas, especial-
mente naranjas y limones) para que en
su tripulación no apareciera un solo
caso de esta enfermedad.
El análisis de los alimentos, cada vez
más completo, había permitido identifi-
car las grasas, proteínas, carbohidratos
y minerales. Sin embargo, la idea de
que en los alimentos existían otras sus-
tancias todavía desconocidas pero in-
dispensables para la vida fue expuesta
ya por distintos investigadores a finales
del siglo XIX. En 1881, Lunin publicó
un artículo en el que por primera vez se
demostraba que, mientras que la leche
suministrada como único alimento era
capaz de mantener con vida a los ani-
males de experimentación, una mezcla
en las mismas proporciones de sus
constituyentes conocidos purificados no
lo era. Había otras sustancias indispen-
sables para la vida, presentes en la le-
che, que era necesario identificar. Y al
menos eran dos, una presente en la frac-
ción grasa y otra en la fracción no gra-
sa: la sustancia (luego vitamina) «A»,
presente en la grasa, y la «B», en la no
grasa. Posteriormente se vería que eran
necesarias más letras.
El beri-beri se conocía desde antiguo
en Extremo Oriente. En Europa se pu-
blicaron varias descripciones clínicas en
el siglo XVII, la primera de ellas por
Bontius en 1642. La introducción en las
Indias Holandesas de una nueva tecno-
logía, el descascarillado en seco del
arroz, dio lugar a una epidemia de esta
enfermedad, afectando también animales
domésticos alimentados con el mismo
arroz. El establecimiento de la relación
causa-efecto no fue inmediato, pero el
beri beri fue identificado como una en-
fermedad carencial por Christian Eij-
man. En 1911, Funk consiguió aislar de
la cascarilla del arroz una sustancia que
era capaz de curarlo y prevenirlo. En su
notable trabajo de revisión publicado al
año siguiente, propuso el nombre de
«vitamina», dado que se trataba de una
amina y era «vital» en la alimentación.
Fig. 6. Portada del libro de «D. J. A. y L.», sobre la conservación de las sustancias ali-
menticias, el primero en el que se describe con detalle en castellano el método de conser-
vación de Appert.
28
Distintos trabajos sobre la relación
entre los alimentos y estas dos enfer-
medades, revisados por Funk en un ar-
tículo que representa un hito en el estu-
dio de las vitaminas, mencionan inci-
dentalmente el efecto del procesado. In-
dican que el calor intenso o prolongado
destruye el efecto protector de frutas y
verduras frente al escorbuto, que la es-
terilización de la leche se sitúa en el
origen del escorbuto infantil, y que la
sustancia que previene el beri-beri es
destruida por los tratamientos en medio
alcalino y por el calentamiento intenso.
Ahora sabemos que el ácido ascórbico
y la tiamina son precisamente las dos
sustancias de las que las pérdidas en los
alimentos pueden ser más importantes
durante el procesado.
La pelagra se conocía en Europa des-
de la utilización general del maíz como
alimento en algunas zonas. Durante mu-
cho tiempo se consideró como una en-
fermedad infecciosa o como una intoxi-
cación ocasionada por sustancias pre-
sentes en el maíz alterado (a semejanza
de la intoxicación producida por el cor-
nezuelo del centeno), hasta los trabajos
de Golberger realizados en el sur de Es-
tados Unidos entre 1914 y 1928. Sus
estudios con poblaciones sometidas a
dietas controladas en orfanatos y presi-
dios, así como los experimentos con pe-
rros, le permitieron definir la pelagra
como una enfermedad carencial. En
1926 ya se sabía que esta sustancia per-
tenecía al grupo de la «vitamina B». En
1937 se encontró que esta vitamina era
el ácido nicotínico, conocido desde bas-
tante antes.
LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XX
Una de las reacciones más conocidas
e importantes en la química de los ali-
mentos es el pardeamiento producido
por la reacción de proteínas y azúcares
reductores. El resultado práctico de esta
reacción fue aparente desde el mismo
instante del descubrimiento del fuego.
Sin embargo, el conocimiento de sus
fundamentos comenzó en 1911, cuando
el químico francés Maillard, que estaba
estudiando la síntesis de las proteínas,
utilizando distintos polioles como agen-
tes de condensación de aminoácidos,
observó al calentar una mezcla de ami-
noácidos y glucosa la aparición de los
colores y aromas típicos de la reacción
que luego llevaría su nombre. A finales
de ese año presentó su descubrimiento
en la Sociedad de Biología y el 12 de
enero del año siguiente en la Academia
de Ciencias, en cuya revista se publicó
un resumen de su trabajo, con sus ob-
servaciones sobre distintos aminoácidos
y azúcares. En años sucesivos, con la
participación de otros químicos, como
Lintner, se iría desarrollando el conoci-
miento de la reacción, y de su papel en
Fig. 7. Gráfica de tiempo de muerte por calentamiento con la clásica representación semilogarítmica en el artículo de Bigelow, publica-
do en 1921.
29
los alimentos, en sistemas biológicos y
en otros procesos.
La química de proteínas también ex-
perimentó un avance sustancial, simbo-
lizado por el trabajo de Brand et al.,
que en 1945 publicaron el primer aná-
lisis correcto de la composición de ami-
noácidos de una proteína, precisamente
de una proteína de la leche de vaca, la
beta-lactoglobulina.
Por otra parte la enzimología ya ha-
bía nacido en el siglo XIX, y la base de
la cinética de las reacciones catalizadas
por enzimas quedó establecida por Mi-
chaelis y Menten en su clásico trabajo
de 1913, pero quedaba por elucidar en
primer lugar una cuestión esencial, cual
era la verdadera naturaleza de los enzi-
mas. Esto solamente quedó claro en
1926, cuando Sumner consiguió purifi-
car y cristalizar la ureasa de una legu-
minosa, y dejar firmemente establecido
que las enzimas eran proteínas, confir-
mando la hipótesis de Kirchhoff, ante-
rior en más de un siglo. En la década
siguiente esta rama de la ciencia expe-
rimentó notables, para quedar consoli-
dada en la década de 1940.
No obstante, en el campo de la cien-
cia de los alimentos el desarrollo de la
enzimología fue más lento. El papel del
enzima polifenoloxidasa en el pardea-
miento oxidativo de los vegetales no se
establecería hasta finales de la década
de 1940, con los trabajos del equipo de
Ponting. Otros fenómenos en los que
están implicados enzimas endógenos,
como la transformación del músculo en
carne, deberían esperar varias décadas
más para ser bien comprendidos.
Lo mismo sucedió en los procesos
relacionados con la fisiología vegetal.
La maduración artificial de ciertas fru-
tas, especialmente cítricos, se llevaba a
cabo ya en el siglo XIX utilizando estu-
fas que quemaban queroseno. El efecto
se atribuyó al calor o al CO2 produci-
do, hasta que, en 1924, H. E. Denny,
del U. S. Fruit Utilization Laboratory,
en Los Ángeles, descubrió que la sus-
tancia responsable era el etileno. En
1935, Crocker, Hitchcock y Zimmer-
man plantearían el papel de esta sus-
tancia como hormona vegetal.
En el campo del análisis de los ali-
mentos hay que hacer notar el valor de
sistematización que tuvo la aparición en
1908 de la primera edición de la com-
pilación de métodos de la AOAC. Casi
un siglo después, y tras muchas edicio-
nes, siguen siendo la referencia básica.
Un avance que sería decisivo para la
industria alimentaria se produjo muy le-
jos de ella, en la siderurgia de Krupp,
en Essen (Alemania), en 1912: El ace-
ro inoxidable. A partir de aquí, sus ins-
talaciones, autoclaves, calderas, alambi-
ques y tuberías, de hierro, cobre o de
los materiales más peregrinos, irían
siendo substituidas por este nuevo ma-
terial.
Desde principios del siglo XX se va
produciendo también un cambio tras-
cendental cuya huella no quedará im-
presa al principio en libros o revistas
científicas, sino en viejas cajas de car-
tón u hoja de lata: el envasado de los
alimentos para su venta directa, sustitu-
yendo poco a poco a la distribución a
granel. Esta tendencia, iniciada con el
enlatado y el embotellado, continuará
con el desarrollo de nuevos materiales
de envasado. En 1924, Du Pont co-
mienza a comercializar el celofán, y en
los años siguientes se empezará a fabri-
car el PVC, el polietileno y otros plás-
ticos.
En las dos primeras décadas de este
siglo se produjo la expansión de las tec-
nologías de la congelación, utilizadas ya
en el siglo anterior para el transporte de
carne a gran escala, especialmente para
la distribución directa al consumidor. A
partir de los trabajos de Plank, realiza-
dos hacia 1916 sobre la congelación del
pescado, se hicieron pruebas con otros
productos, que resultaron positivas. Fue-
ron fundamentales para ello las obser-
vaciones sobre la importancia de la ve-
locidad de congelación en la calidad del
producto final, realizadas a principios
de la década de 1920, casi por casuali-
dad, por Clarence Birdseye, un biólogo,
en una expedición naturalista entre los
nativos de la península del Labrador or-
ganizada por el U.S. Geographic Servi-
ce. En 1924 fundó la empresa Birdseye
Seafood Inc, comenzando en 1925 la
comercialización de filetes de pescado
congelado, aprovechando también el de-
sarrollo reciente (estaban disponibles
desde 1921) de máquinas fileteadoras.
Su empresa también inició la comercia-
lización de productos congelados en en-
Fig. 8. Esquema que aparece en la patente original de Percy Spencer del horno de micro-
ondas. Figura reproducida con permiso de J. Carlton Gallawa, http://www.gallawa.com/mi-
crotech/history.html.
30
vases de cartón para venta al detalle, y
el sistema de venta en arcones congela-
dores expositores, aunque inicialmente
con un éxito muy limitado.
En 1932, en Alemania se instaló el
primer túnel de congelación, aunque en
primer lugar la inexistencia de una ca-
dena de frío que permitiera la distribu-
ción general de estos productos, y lue-
go el estallido de la Segunda Guerra
Mundial, cortarían momentáneamente
los avances en este campo. En la se-
gunda mitad del siglo, su expansión ten-
dría gran influencia en el cambio de los
sistemas de comercialización de los ali-
mentos, e incluso de las formas de vida.
El descubrimiento de los halocarbonos
y de sus propiedades también impulsa-
rá la fabricación de sistemas frigoríficos
más sencillos y eficientes.
Una forma primitiva de liofilización
espontánea, aprovechando la baja pre-
sión y baja temperatura de las cumbres
andinas, se practicaba ya con las pata-
tas en el Perú prehispánico. La combi-
nación de las técnicas de congelación y
vacío permitió a Flosdorf, en 1945 de-
sarrollar sistemas industriales de liofili-
zación, que inicialmente se utilizaron en
la industria farmacéutica y poco des-
pués en la alimentaria. El primer pro-
ducto liofilizado a gran escala fue el
café, que todavía representa el paradig-
ma en este tipo de productos.
El nacimiento oficial de la Ciencia y
Tecnología de los Alimentos como dis-
ciplina científica tuvo lugar en Inglate-
rra en 1931 con la creación de la «So-
ciety of the Food Industry». De forma
paralela se fueron desarrollando institu-
ciones similares en otros países. En Ca-
nadá se creó el «Food and Nutrition
Group» en 1937, celebrándose ese mis-
mo año la primera conferencia sobre la
conservación de alimentos en Estados
Unidos. En la segunda conferencia, ce-
lebrada en 1939 en Massachussets, se
estableció el «Institute of Food Techno-
logists» (IFT) que promovió la publica-
ción, desde 1947, de la revista Food
Technology. Dos años más tarde se ini-
ció la publicación de Journal of Food
Science, sustituyendo a la revista Food
Research, que había comenzado su pu-
blicación en 1936.
En España, se creó en 1939 la Sec-
ción de Fermentaciones Industriales del
Instituto Santiago Ramón y Cajal de In-
vestigaciones Biológicas, que en 1967
pasaría a ser el Instituto de Fermenta-
ciones Industriales. El Instituto de la
Grasa, también dentro de CSIC, se fun-
dó en 1947, comenzando a publicar en
1949 la revista Grasas y Aceites, la más
veterana de las revistas españolas de
ciencia y tecnología de los alimentos.
LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO XX
En la década de 1950, distintas em-
presas desarrollaron los sistemas de tra-
tamiento HTST, mientras que casi si-
multáneamente los trabajos del equipo
de Esselen, en la Universidad de Mas-
sachussets, permitieron encontrar los
fundamentos de su eficacia con sus es-
tudios sobre la cinética de inactivación
de microorganismos y enzimas y de
destrucción de nutrientes. También en
esta década comenzaron a utilizarse a
escala industrial, como antifúngicos, el
ácido sórbico y sus sales. Aunque el
ácido sórbico se conocía desde media-
dos del siglo XIX, su actividad como
conservante se descubrió en 1939; entre
1954 y 1956 la empresa Hoetsch puso
a punto un método industrial de obten-
ción a partir del ácido acético, muy eco-
nómico, que permitió la universalidad
de su uso.
La obtención de glucosa a partir del
almidón no puede considerarse tampo-
co precisamente una novedad. Ya en
1811, Kirchhoff había llamado precisa-
mente «glucosa» al producto dulce que
obtuvo en su intento de obtener un sus-
titutivo de la goma arábiga calentando
almidón en presencia de un ácido. Tam-
bién se debe a Kirchhoff el descubri-
miento de un enzima capaz de llevar a
cabo el mismo proceso.
En 1866 se comenzó a producir in-
dustrialmente glucosa mediante trata-
miento ácido del almidón de maíz, y en
el último tercio del siglo XIX, los jara-
bes de glucosa obtenidos de esta forma
tenían ya campos claros de aplicación
en la fabricación de mermeladas y pro-
ductos de repostería. Sin embargo el se-
gundo de los descubrimientos de Kirch-
hoff en este campo, las enzimas para
obtener glucosa por hidrólisis del almi-
dón, sólo se puso en práctica a nivel in-
dustrial mucho después, y con enzimas
microbianas. Ya se ha indicado la pa-
tente de Takamine de una amilasa fún-
gica. En 1917, Boidin y Effront paten-
taron en Estados Unidos la utilización
de la amilasa termoestable de Bacillus
subtilis para hidrolizar el almidón, y en
1940 Dale y Langlois presentaron una
patente específica para la obtención de
jarabes de glucosa, pero este enzima no
estuvo realmente disponible para uso in-
dustrial hasta la década de 1950, como
consecuencia del avance de las técnicas
de cultivo a gran escala desarrolladas
por la industria de los antibióticos. La
amiloglucosidasa, disponible desde la
década de 1960 permitió obtener gluco-
sa suficientemente pura como para que
pudiera cristalizarse fácilmente. En la
misma década los avances en microbio-
logía industrial y en los sistemas de in-
movilización de enzimas permitieron la
producción a gran escala de fructosa,
utilizando la glucosa isomerasa obteni-
da por la empresa Novo a partir de B.
coagulans. En 1967 se producían ya ja-
rabes de glucosa-fructosa de forma co-
mercial mediante este sistema. A finales
de la década de 1970 se desarrollaron
las técnicas de separación por cromato-
grafía a gran escala que permitieron la
obtención de fructosa pura.
Los mismos fermentadores diseñados
para la industria de los antibióticos se
utilizaron para obtener a gran escala
otros enzimas y, a finales de la década
de 1960, también la goma xantana, un
nuevo polisacárido que se uniría a otros,
como la goma arábiga, con una tradi-
ción de milenios.
A lo largo de la segunda mitad del si-
glo XX, la industria ha tenido una con-
tribución muy significativa en el desa-
rrollo de la Tecnología de los Alimen-
tos, mejorando y extendiendo las apli-
caciones de las técnicas ya conocidas,
como la deshidratación y el empleo del
frío. Los alimentos congelados se po-
pularizaron en Europa a partir de 1950,
con el establecimiento de las cadenas de
frío necesarias para su distribución a pe-
queña escala, hasta el consumidor final.
También los avances en el envasado
han sido trascendentales para crear pro-
ductos que ahora forman parte «natural»
de nuestra sociedad. Inmediatamente
después de terminada la Segunda Gue-
rra Mundial, la empresa sueca Tetra Pak
comenzó a desarrollar un concepto nue-
vo de envasado, mediante la formación
in situ de envases de cartón recubiertos
de plástico, y posteriormente también
con una hoja de aluminio unida al car-
tón. En 1951 se presentó el primer en-
vase de este tipo, de forma tetraédrica,
tanto vegetal como animal, se han tras-
ladado al campo de la ciencia de los ali-
mentos. Entre los avances más notables
se pueden mencionar la comprensión de
la ruta biosintética del etileno, aclarada
en 1979 por Yang y Adams.
En diciembre de 1965, Jim Schlatter
químico de la empresa G. D. Searle
descubrió por casualidad el sabor extre-
madamente dulce del éster metílico del
péptido aspartil-fenilalanina (luego co-
nocido como «aspartame»). Su descu-
brimiento fue publicado cuatro años
después, pero hasta 1981 no se autori-
zó definitivamente el uso del aspartamo
como edulcorante alimentario.
En el campo del análisis de los ali-
mentos, los métodos de análisis enzi-
mático, desarrollados inicialmente para
su utilización en química clínica, han
representado también un gran avance. A
estos métodos se suman los instrumen-
tales, en algunos casos con aplicaciones
específicas en el campo alimentario, y
en los últimos años, los métodos inmu-
nológicos y los de la biología molecu-
lar.
Los cambios en el estilo de vida que
se están dando en los países industriali-
zados, junto con la gran difusión de
congeladores y hornos de microondas,
han incrementado la demanda de ali-
mentos de más cómoda preparación y
almacenamiento. En este sentido, las
técnicas de envasado han experimenta-
do un gran avance durante los últimos
años. Las atmósferas controladas o mo-
dificadas se han utilizado para el trans-
porte y almacenamiento de alimentos a
granel desde hace varias décadas, pero
con el desarrollo de plásticos con pro-
piedades especiales de barrera, las at-
mósferas controladas se han extendido
a los envases individuales de alimentos
para su venta al público.
También en esa época experimenta
un gran desarrollo la investigación en el
campo específico de los alimentos, se-
parándose institucionalmente de las in-
vestigaciones puramente químicas, bio-
lógicas o médicas. Centrándonos en Es-
paña, en 1957 se creó el Departamento
de Química Vegetal en la Universidad
de Valencia, que en 1966 pasará a ser
el Instituto de Agroquímica y Tecnolo-
gía de los Alimentos, y que desde 1960
edita la que se llamó Revista de Agro-
química y Tecnología de los Alimentos,
que luego pasará a ser Revista Españo-
la de Ciencia y Tecnología de Alimen-
tos, y posteriormente Food Science and
Technology International. En las déca-
das siguientes se irán creando departa-
mentos especializados en alimentos en
las facultades de Veterinaria y Farma-
cia, y en las Escuelas de Ingenieros
Agrónomos.
A principios de la década de 1970, la
empresa Pillsbury Co., dentro de su
programa de suministro de alimentos
para la NASA, desarrolló el sistema co-
nocido como «Hazard Analysis and Cri-
tical Control Point», HACCP, («Análi-
sis de Peligros y de Puntos Críticos de
Control» o «Análisis de Riesgos y de
Puntos Críticos de Control», según
quien lo traduzca al castellano). Presen-
tado en público en 1971, fue inmedia-
tamente aceptado, y en 1973 ya forma-
ba parte de algunas reglamentaciones
alimentarias estadounidenses. En este
momento, el sistema es de uso general
en toda la industria alimentaria de los
países desarrollados. La industria ali-
mentaria se ha visto también enfrentada
al cambio en sus sistemas de control,
especialmente con la introducción de
los sistemas de gestión y aseguramien-
to de la calidad según las normas de la
serie conocida como «ISO 9000».
Las radiaciones ionizantes, sin em-
bargo, sirven como ejemplo de una téc-
nica que ha encontrado grandes proble-
mas en su desarrollo, problemas de di-
fícil solución, debido a su asociación
con la radiactividad, centrales nucleares,
e incluso armamento nuclear, en la
mente de los consumidores, además de
los de coste y de sus limitaciones in-
trínsecas. La primera instalación co-
mercial de irradiación se construyó en
1959 en Dandenong, Australia, para el
tratamiento de lanas. En el campo ali-
mentario, el primer equipo industrial,
dedicado al tratamiento de patatas para
evitar su germinación, se instaló en
Shioro (Japón) en 1973. Desde enton-
ces se han instalado algunos más, para
tratamiento exclusivo de alimentos o de
uso combinado con otras aplicaciones,
pero su papel en la industria alimenta-
ria global sigue siendo puramente anec-
dótico.
Mayor éxito ha conseguido otra tec-
nología, la extracción con fluidos su-
percríticos, a pesar de que el grado de
aplicación práctica a gran escala no se
corresponde todavía con el conocimien-
to existente sobre estos procesos, ni con
el gran número de patentes existentes
31
que se comercializaría al año siguiente.
El envase prismático se empezó a utili-
zar en 1969, y su combinación con má-
quinas para el envasado aséptico, tam-
bién en 1969, cambió la imagen de la
leche y la estructura del sector lechero
en las décadas siguientes. Por supuesto,
este tipo de envase también se ha ex-
tendido a prácticamente todos los pro-
ductos líquidos, desde el vino a las so-
pas preparadas. En general, se conside-
ra que el procesado y envasado asépti-
co ha sido el avance más importante en
tecnología de los alimentos en los últi-
mos 50 años.
El enlatado, ya con más de cien años
de historia, tampoco se queda atrás en
su desarrollo. En 1957 comienza a uti-
lizarse el aluminio para la fabricación
de latas, que en 1960 empiezan ya a
contar con el sistema abre-fácil. Desde
1964 se fabrican algunas de solamente
dos piezas, acelerando el proceso de fa-
bricación y empleando menos materia
prima.
El efecto térmico de las microondas
se descubrió por puro azar en 1945,
cuando Percy Spencer, trabajando en los
laboratorios de la empresa Raytheon
con magnetrones para sistemas de radar,
observó la fusión de una barra de cho-
colate situada cerca de uno de estos
aparatos. Las pruebas inmediatas con
los materiales más a mano, granos de
maíz y un huevo, dieron resultados tan
satisfactorios (desde el punto de vista
técnico) que inmediatamente se solicitó
una patente para este sistema, que cam-
biaría aspectos importantes en la distri-
bución y consumo doméstico de ali-
mentos. A partir de la década de 1960,
los hornos de microondas se convierten
en un electrodoméstico popular en los
países desarrollados.
En 1948 se aisló la vitamina B12, la
última de las conocidas, aunque su efec-
to en el tratamiento de la «anemia per-
niciosa» se había establecido ya desde
1925. En la década de 1950 se descu-
brieron los últimos componentes esen-
ciales de la dieta, los elementos molib-
deno (1953), selenio (1957) y cromo
(1959). Y en una fecha sorprendente-
mente tardía, en 1965, la peculiaridad
genética más importante relacionada
con la alimentación, la intolerancia (o
más bien la tolerancia) a la lactosa. En
el año 2002 se encontró la mutación
concreta responsable de esta tolerancia.
Los avances en bioquímica y fisiología,
32
que implican a los fluidos supercríticos.
Aunque su poder disolvente se conocía
desde el siglo XIX, su desarrollo a esca-
la industrial se produjo en la década de
1960, por Kurt Zosel, del Max-Planck-
Institut für Kohlenforschung (Instituto
Max-Planck de Investigaciones sobre el
Carbón), en Mülhein, Alemania. La so-
licitud de la patente para la técnica bá-
sica de extracción utilizando CO2 su-
percrítico fue presentada en 1964, y
posteriormente se presentaron otras para
distintas aplicaciones. En 1974, el mis-
mo Zosel patentó la extracción de cafe-
ína del café, la primera aplicación ali-
mentaria. Desde 1980, esta técnica es-
tán ganando importancia en la extrac-
ción de aromas y sabores naturales (de
lúpulo, por ejemplo), extractos de espe-
cias y aceites de semillas, aunque sin
desplazar en la mayoría de las aplica-
ciones a los métodos clásicos con di-
solventes convencionales.
La ultrafiltración se conoce ya desde
finales del siglo XIX, pero las malas pro-
piedades de las membranas la hacía inu-
tilizable para aplicaciones a gran esca-
la. A principios de la década de 1960,
el desarrollo de la técnica de fabricación
de membranas permitió la construcción
de plantas desaladoras de agua de mar
mediante ósmosis inversa, y en la dé-
cada de 1980 comenzó a utilizarse en la
concentración de la leche. Su aplicación
en la elaboración de queso ha sido el
único cambio sustancial introducido
desde el inicio de su fabricación en la
prehistoria.
Aunque los alimentos actuales son
los más seguros desde cualquier punto
de vista, incluido el microbiológico, de
toda la historia de la Humanidad, los
microorganismos patógenos siguen sien-
do un problema, tanto los clásicos (Sal-
monella) como los que se han venido a
llamar «patógenos emergentes», como
Yersinia enterocolitica, Listeria mo-
nocytogenes, y algunas cepas enterohe-
morrágicas de E. coli. A ellos se ha uni-
do, al menos en la percepción del pú-
blico, el prion causante de la encefalo-
patía espongiforme bovina.
EL CAMBIO DE SIGLO
En los últimos años, la informática y
la biotecnología han condicionado el
desarrollo de muchas industrias, entre
ellas la alimentaria, y es de esperar que
en el futuro sigan influyendo notable-
mente. El uso de los microprocesadores
ha permitido a la industria alimentaria
automatizar en muchos casos el proce-
so de elaboración, desde la recepción de
la materia prima hasta el envasado, al-
macenamiento y distribución del pro-
ducto. Los sistemas de medidas en
tiempo real durante el procesado han
ido mejorando también notablemente,
con la introducción de nuevos sensores
y la utilización de sistemas informati-
zados. Por otra parte, la introducción de
Internet ha representado también cam-
bios notables en la transmisión de la in-
formación, también, naturalmente, sobre
alimentos y su procesado.
Los avances en la bioquímica del
DNA tienen un momento clave en
1973, con la primera transferencia de un
gen, llevada a cabo por Stanley Cohen
y Herbert Boyer, que podemos conside-
rar el origen de la «ingeniería genética».
Sus avances, aplicados inicialmente a la
medicina, también se han trasladado a
la industria alimentaria. Desde 1984 se
comercializan enzimas procedentes de
microorganismos modificados genética-
mente. En 1990 comenzó la comercia-
lización de la primera proteína animal
recombinante utilizada en la industria
alimentaria, la quimosina para la fabri-
cación de queso.
En esa fecha ya estaban también en
desarrollo los vegetales transgénicos. El
primero de ellos, una variedad de taba-
co, fue obtenido en china en 1985. El
primer vegetal transgénico para uso ali-
mentario, desarrollado por la empresa
Calgene, fue el tomate Flavr Savr, re-
sistente al ablandamiento al contener un
gen antisentido de la poligalacturonasa.
Comenzó a cultivarse en 1992, siendo
aprobado por la FDA en 1994, y aun-
que no ha tenido éxito comercial, la
aproximación conceptual utilizada, la
utilización de genes antisentido, resulta
válida para la modificación de otros ve-
getales. Mejor resultado económico han
obtenido los vegetales con genes de re-
sistencia a insectos. El gen de la toxina
de Bacillus thuringiensis fue clonado en
1981, y utilizado en el maíz desarrolla-
do por Monsanto, que comenzó a co-
mercializarse en 1996. También los ge-
nes de resistencia a los herbicidas gli-
fosato y glufosinato se han utilizado en
el desarrollo de variedades comerciales
de maíz y soja que permiten una ges-
tión más sencilla del tratamiento con
herbicidas por parte de los agricultores.
Aunque en este caso el desarrollo de los
productos transgénicos ha sido también
más lento de lo esperado, por la reac-
ción de algunos sectores sociales y la
falta de reflejos de algunos políticos eu-
ropeos, es de esperar que en el futuro
inmediato aparezcan nuevas variedades
con mejores propiedades desde el pun-
to de vista agrario pero también con
mejoras desde el punto de vista nutri-
cional o desde el punto de vista de otras
propiedades de interés para la industria
alimentaria.
Por otra parte, aspectos de la quími-
ca de los alimentos que parecían bien
estudiados, como la reacción de Mai-
llard, pueden deparar aún sorpresas. En
el año 2002 se encontraron concentra-
ciones sorprendentemente elevadas de
acrilamida, sustancia conocida como
cancerígena, en algunos alimentos fritos
y horneados. El origen de esta sustan-
cia parece estar en la reacción de la as-
parragina presente en forma libre con la
glucosa.
La industria alimentaria está desarro-
llando actualmente nuevos procesos
para elaborar alimentos destinados a
grupos de población con necesidades
especiales, como por ejemplo alimentos
animales con menos colesterol, leches
sin lactosa, cereales con hierro o leches
enriquecidas con vitamina A y D. Tam-
bién se están desarrollando «alimentos
funcionales», con propiedades especia-
les en la protección de la salud, a par-
tir del conocimiento de los efectos fi-
siológicos de componentes como la fi-
bra, las distintas familias de ácidos gra-
sos insaturados, algunas proteínas, o
componentes «no nutritivos» como los
flavonoides, presentes en muchos vege-
tales. Sin embargo, queda aún mucho
por saber en estos campos, y muchos de
los supuestos efectos son por el mo-
mento poco más que operaciones de
marketing. Además existe una serie de
nuevas tecnologías como las altas pre-
siones, el calentamiento óhmico, los
pulsos eléctricos y los ultrasonidos que
están aún en fase de experimentación,
pero cuyo futuro parece en algunos ca-
sos prometedor.
REFERENCIAS HISTÓRICAS
La siguiente lista de referencias, en orden
cronológico, corresponde a las obras a que
hed on the subject. Edimburgo, Sands,
Murray y Cochran. 456 pags. Publicado
también en francés en 1756.
Gumilla, José (1741). El Orinoco Ilustrado;
historia natural, civil y geográfica de este
gran río, y de sus caudalosas vertientes;
gobierno, usos y costumbres de los In-
dios sus habitadores, con nuevas y útiles
noticias de animales, árboles frutos yer-
vas y raíces medicinales. Madrid, Manuel
Fernández. 580 págs. Existen ediciones
de 1745 y 1791, y otra en francés
de1758.
Casal, (1762). Historia Natural y Médica de
el Principado de Asturias. Madrid, Manuel
Martín. 404 págs.
Cook, James (1776). The method taken for
preserving the health of the crew of His
Majesty’s Ship The Resolution during her
late voyage round the world. Addressed to
Sir John Pringle. The Philosophical Tran-
sactions of the Royal Society of London,
66, 402-406.
Parmentier, Antoine Augustine (1778). Le
Parfait Boulanger, ou Traité Complet sur
la Fabrication & le Commerce du Pain.
París, Imprimerie Royale. 639 pp.
Marggraf, Andreas Segismund (1747). Ex-
periences chimiques faites dans le dessein
de tirer un véritable sucre de diverses
plantes, qui croisent dans nos contrées.
Histoire de l’Academie Royale des Scien-
ces et Belles Letres, 3, 79-90.
Mitjavila y Fisonell, Vicente (1791). Noticia
de los daños que causan al cuerpo huma-
no las preparaciones del plomo: ya admi-
nistradas como medicina, ya mezcladas
fraudulentamente con los alimentos de
primera necesidad: se da un medio fácil é
inteligible á toda clase de gentes para sa-
ber si el vino, pan, &c. están adulterados
con plomo. Barcelona, Manuel Texeró, 44
págs.
Chaptal, Jean Antoine Claude (1807). L’art
de faire le vin. París, Deterville. 382 pp.
Existe una segunda edición francesa de
1819 y otra de 1939.
Acchard, (1802). Anleitung zum Anbau der
zur Zuckerfabrikation anwendbaren Run-
kelrüben und zur vorteilhaften Gewinnung
des Zuckers aus denselben. Breslaw.
Appert, Nicolas (1810). L’art de conserver,
pendant plusieurs années, toutes les subs-
tances animales et végétales. Paris, Patris,
et cie. 116 pp. Se publicaron sucesivas
ediciones en francés en 1811, 1813 y
1831; en italiano en 1810; en inglés en
1811, y 1812 (en 1812, en Inglaterra y en
Estados Unidos), en alemán en 1810,
1811 y 1822, y en sueco en 1811.
Accum, Friedrich Christian (1820). A treati-
se on adulterations of food, and culinary
poisons, exhibiting the fraudulent sophis-
tications of bread, beer, wine, spirituous
liquors, tea, coffee, cream, confectionery,
vinegar, mustard, pepper, cheese, olive oil,
pickles, and other articles employed in do-
mestic economy. And methods of detec-
ting them. Londres, Longman, Hurst,
Rees, Orme, and Browne, 372 pp. El mis-
mo año se publicó otra edición en Lon-
dres, y también en Filadelfia. En 1822 se
publicó la cuarta edición, de nuevo en
Londres.
Accum, Friedrich Christian (1821). Culinary
chemistry: exhibiting the scientific princi-
ples of cookery, with concise instructions
for preparing good and wholesome pic-
kles, vinegar, conserves, fruit jellies, mar-
malades, and various other alimentary
substances employed in domestic eco-
nomy, with observations on the chemical
constitution and nutritive qualities of dif-
ferent kinds of food. Londres, R. Acker-
mann. 336 pp.
Chevreul, E. (1823). Recherches chimiques
sur les corps gras d’origine animale. Pa-
rís, Levrault. 485 pp.
Chaptal, J. A. (1823). Chimie appliquée à
l’agriculture. París, Huzard. 2 vols,
298+484 pp. Existe una traducción al cas-
tellano de 1829 y una segunda edición
francesa del mismo año.
D. J. A. y L. (1832). Tratado de la conser-
vación de las sustancias alimenticias. Bar-
celona, Imp. Vda. de Roca. 252 pp.
Payen, A. y Persoz, J. F. (1833). Mémoire
sur la diastase, les principaux produits de
ses réactions et leurs applications aux arts
industriels. Annales de Chimie et Physi-
que, 53, 73-92.
Liebig, Justus von (1840). Die Organische
Chemie in Anwendung auf Agrikultur und
Physiologie. El mismo año se publicó la
edición inglesa.
Liebig, Justus von (1845) Cartas sobre la
Química y sobre sus Aplicaciones a la In-
dustrie, a la Fisiología y a la Agricultura.
Salamanca, Imprenta de Juan José Morán.
436 pp.
Liebig, Justus von (1847). Chemische Un-
tersuchung uber das Fleisch und seine Zu-
bereitung zum Nahrungsmittel, Heidel-
berg.
Liebig, Justus von (1847). Researches on the
Chemistry of Food, and the Motion of the
Juices in the Animal Body. Edited from the
manuscript of the author by William Gre-
gory. Londres, Londson, Taylor y Walton.
Pasteur, L. (1857). Mémoire sur la fermen-
tation alcoolique. Comptes Rendus Heb-
domadaires des Seances de l’Académie
des Sciences de Paris, 45, 1032-1036.
Pasteur, Louis (1860). Mémoire sur la fer-
mentation alcoolique. París, Mallet-Ba-
chelier. 106 págs. Fue también publicada
en alemán en 1871.
Pasteur, Louis, (1866). Études sur le vin: ses
maladies, causes que les provoquent, pro-
cédés nouveaus pour le conserver et pour
le vieillir. Paris, Imprimerie Impériale,
264 pp. Reeditado en 1873.
33
se hace alusión en el texto, aunque no se ci-
ten explícitamente. En su mayor parte cons-
tituyen hitos clave en el desarrollo de la
Ciencia y Tecnología de los Alimentos, y en
otros casos, aunque sea de una forma más
marginal, señalan también detalles que per-
miten comprender mejor su evolución.
Columella, Lucius Junius Moderatus. De Re
Rustica. La primera edición impresa es de
Nicolai Ienson Gallici, Venecia, 1472. La
primera edición en castellano es de Ma-
drid, 1824.
Apicius. Apitii Celii De Re Coquinaria libri
decem. La primera edición impresa es de
Giulielmus Signerre, Mediolani (Milán),
1498.
Plinius Secundus, Caius. Historia Naturalis.
La primera edición impresa es de Johan-
nes de Spira, Venecia, 1469. Existen de-
cenas de ediciones en latín y en muchos
otros idiomas europeos. La traducción al
castellano (por Gerónimo Huerta) de los
«libros» más interesantes desde el punto
de vista de los alimentos se publicó en
Madrid en 1629, dentro del tomo segun-
do de la edición de Juan Gonçalez.
Anglicus, Bartholomeus. De Proprietatibus
Rerum. Escrito hacia 1240. La primera
edición impresa es de alrededor de 1474.
Existen otras 15 ediciones antiguas en la-
tín, 24 en francés, 3 en inglés, dos en cas-
tellano (de 1494 y de 1529) y una en ho-
landés.
Platina, B. (1475). De Honesta Uoluptate et
Ualetudini: uel de Obsoniis et Arte Co-
quinaria libri decem. Venecia, Laurenti de
Aquila, Venecia, 188 fols.
Acosta, José de (1590). Historia Natvral y
Moral de las Indias, en que se tratan las
cosas notables del cielo, y elementos, me-
tales, plantas y animales dellas: y los ri-
tos y ceremonias, leyes, y gobierno y gue-
rras de los indios. Sevilla, Juan de León.
535 págs. Se reeditó en 1591 (dos edicio-
nes), 1608 y 1610. Existen ediciones en
italiano de 1569, holandés en 1598 y
1624, alemán en 1598 y 1617, francés en
1598, 1600, 1616 y 1621, en inglés en
1604 y en latín.
Papin, Denis (1681). A new digester or en-
gine for softning bones.Londres, Henry
Bonwicke. 54 pags Publicado también en
francés en 1682.
Papin, Denis (1687). A continuation of the
new digester of bones: it’s improvements
and new uses it hath been applyed to,
both for sea and land: together with some
improvements and new uses of the air
pump, tryed both in England and in Italy.
Londres, Joseph Streater. 123 págs.
Lind, James (1753). A Treatise of the Scurvy
in Three Parts. Containing an inquiry into
the Nature, Causes and Cure of that Di-
sease, together with a Critical and Chro-
nological View of what has been publis-
34
Pasteur, Louis, (1868) Études sur le vinai-
gre, sa fabrication, ses maladies, moyens
de les prévenir: nouvelles observations sur
la conservation des vins par la chaleur.
Paris, Gauthier-Villars y Victor Masson et
fils. 119 págs.
Pasteur, Louis (1876). Études sur la bière:
ses maladies, causes qui les provoquent,
procédé pour la rendre inaltérable, avec
une théorie nouvelle de la fermentation.
Paris: Gauthier-Villars 387 pp. Fue tam-
bién publicada en inglés en 1879.
Fahlberg, C. y Remsen, I. Ueber die Oxy-
dation des Orthotoluolsulfamids. Chem.
Ber. 1879, 12, 469-473.
Lunin, N. (1881) Ueber die Bedeutung der
anorganischen Salze für die Ernährung
des Thieres. Zeitschrift für Physiologische
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Buchner, Edward (1897). Über alkoholische
Gärungohne Hefeezellen. Berichte der
Deutschen Chemischen Gesellschaft, 30,
117-124.
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of Analysis. U. S. Governement Printing
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ture of the substance which cures poly-
neuritis in birds induced by a diet of po-
lished rice. Journal of Physiology, 43,
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Funk, Casimir (1912). The etiology of the
deficiency diseases. Beri-beri, polyneuri-
tis in birds, epidemic dropsy, scurvy, ex-
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scurvy, ship beri-beri, pellagra. Journal of
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Maillard, Louis Camille (1912). Action des
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Maillard, Louis Camille (1913). Genèse des
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Strandberg, G. W. y Smiley, K. L. (1972).
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Enattal, N. S., Sahi, T., Savilahti, E., Terwi-
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Tareke, E., Rydberg, P., Karlsson, P., Eriks-
son, S. y Törnqvist, M. (2002). Analysis
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ted foodstuffs. Journal of Agricultural and
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Mottram, D. S., Wedzicha, B. L. y Dodson,
A. T. (2002). Food chemistry: Acrylami-
de is formed in the Maillard reaction. Na-
ture, 419, 448-449.
NOTA PARA LOS AUTORES DE TRABAJOS
Se está estudiando la posibilidad de la publicación de los tra-
bajos de nuestros colaboradores a través de INTERNET, además
de la tradicional publicación en papel.
Por ello recomendamos a todos los autores que nos remitan
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Historia

  • 1. LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA DE LOS ALIMENTOS. ALGUNAS NOTAS SOBRE SU DESARROLLO HISTÓRICO Miguel Calvo Rebollar* * Tecnología de los Alimentos. Departamento de producción Animal y Ciencia de los Alimentos. Facultad de Veterinaria. Miguel Servet, 177. 50013 Zaragoza. RESUMEN El procesado de los alimentos ha dependido desde su origen del desarrollo de los medios materiales y lue- go del conocimiento científico. Así encontramos desde el desarrollo de la cocción cuando se dispuso de vasi- jas de cerámica en el Neolítico a los nuevos sistemas de envasado al disponer de plásticos con propiedades de barrera específicas. También ha dependido, en su de- sarrollo estructurado como Ciencia y Tecnología de los Alimentos, del desarrollo alcanzado por la Química, la Microbiología y la Bioquímica. Esta dependencia, junto con la resistencia de los con- sumidores de todas la épocas a modificar un habito tan importante como es la comida, ha producido, aún más que en otros campos, un desarrollo no lineal de la Cien- cia y la Tecnología de los Alimentos, desde muchos si- glos prácticamente sin cambios a las modificaciones casi explosivas en las últimas décadas. SUMMARY Food processing has been based from his origin on the development of available materials and of the scien- tific knowledge. Thus we find from the boiling of food in the Neolithic due to the development of pottery, to the new systems of packaging in the last decades with the manufacture of plastics with specific barrier cha- racteristics. The structurated development as Food Science and Food Technology as also depended on the development of Chemistry, Microbiology and Bioche- mistry. This dependency, along with the resistance of the consumers of all the times to modify a part of the life as important as it is the food, has produced, more than in other fields, a nonlinear development of Food Scien- ce and the Technology, for many centuries practically without changes and with almost explosive modifica- tions in the last decades. ALIMENTARIA, ENERO-FEBRERO 04/19 INTRODUCCIÓN Según las definiciones ya clásicas del Institute of Food Technologists de Gran Bretaña, la Ciencia de los Alimentos es la disciplina que utiliza las ciencias bio- lógicas, físicas, químicas y la ingeniería para el estudio de la naturaleza de los alimentos, las causas de su alteración y los principios en que descansa el pro- cesado de los alimentos, mientras que la Tecnología de los Alimentos es la apli- cación de la ciencia de los alimentos para la selección, conservación, trans- formación, envasado, distribución y uso de alimentos nutritivos y seguros. En las propias definiciones se destacan tan- to su carácter multidisciplinar como la interrelación entre Ciencia y Tecnología. El análisis de su historia, siquiera sea somero, permite ver como se entrelazan los avances en las ciencias básicas, es- pecialmente en bioquímica, y en la in- geniería para permitir su desarrollo. Es más, en muchos casos el desarrollo o la expansión de un proceso de tecnología alimentaria depende de progresos en otras áreas aparentemente tan alejadas como la metalurgia, la fabricación de vidrio o los avances en la industria de los plásticos. La Tecnología de los Alimentos en sentido amplio, considerada como un conjunto de operaciones más o menos estructuradas destinadas a la modifica- ción de las propiedades de los alimen- tos (independientemente de la correcta comprensión de los fenómenos implica- dos, subyacente en la definición del IFT), tiene su origen en el descubri- miento del fuego. Con él se pudo mo- dificar el aroma y la textura de los ali- mentos cocinados, introduciendo a la vez un principio de tratamiento antimi- crobiano y de conservación. Posterior- mente, en el Neolítico, la aparición de la agricultura y de la ganadería permi- tió contar con un suministro relativa- mente estable de materia prima, y dio lugar, probablemente por métodos de ensayo y error, a gran parte de los sis- temas de procesado de los alimentos que aún utilizamos. Los avances más o menos simultáneos en otras tecnologías, particularmente la introducción de reci- pientes de cerámica, permitió tanto la cocción como la conservación en con- diciones mucho mejores. En los primeros registros históricos, en especial en los correspondientes a la civilizaciones mesopotámicas y egip- cias, y en sus obras de arte, nos encon- tramos con que alimentos elaborados como el pan, vino, cerveza, aceite, vi- nagre y queso estaban ya disponibles varios milenios antes de nuestra era. También se utilizaban tecnologías como el secado, la cocción, la conservación con sal, etc. Esto implica que, aunque con una base empírica, ya se utilizaban tecnologías basadas en el calor, la re- ducción de la actividad de agua, los en- zimas y los microorganismos.
  • 2. 20 en la escuela de medicina de Salerno, en el siglo XI. A mediados del siglo XIV, la destilación era ya una técnica practi- cada ampliamente para la obtención de productos de uso farmacéutico y de be- bidas alcohólicas. Es de notar el empi- rismo subyacente a la práctica de estas operaciones, en ausencia del concepto de «temperatura», y por supuesto, de los medios para medirla. En época me- dieval, con el desarrollo de las ciuda- des, empieza también la producción in- dustrial de alimentos que hasta entonces eran de fabricación fundamentalmente doméstica, como la cerveza, con la nor- malización incipiente de las calidades y de las composiciones. En la segunda mitad del siglo XV aparecen leyes sobre esos alimentos, como la normativas so- bre la utilización del anhídrido sulfuro- so (obtenido quemando azufre) en la conservación de la cerveza, prohibién- dolo en la ciudad alemana de Colonia y limitando su uso a «media onza por to- nel» en Rothenburg. La aparición de la imprenta fue cla- ve, como en todas las facetas del saber humano, en la expansión de los conoci- mientos sobre las propiedades y sobre la modificación de los alimentos. El pri- mer libro impreso sobre procesado de los alimentos, que equivale a lo que llamaríamos ahora un libro de cocina, fue el de Platina (1475), reeditado en sucesivas ocasiones en las décadas si- guientes. También fueron impresos como incunables los clásicos latinos y varias obras medievales de carácter en- ciclopédico, en algunos casos con un contenido significativo de temas rela- cionados con los alimentos. Mención especial merece el libro De Proprietati- bus rerum, de Bartholomeus Anglicus, escrito hacia 1240, que fue reimpreso varias decenas de veces, en distintos idiomas, en el primer siglo de existen- cia de la imprenta EL INFLUJO DE AMÉRICA El continente americano aportó una serie de nuevos productos alimenticios, y en algunos casos también los proce- sos asociados para su procesado. Acos- ta (1590) describe en su obra la utiliza- ción como alimento del maíz y de la yuca (mandioca), así como las caracte- rísticas de otros vegetales sudamerica- nos. El proceso de detoxificación de la mandioca, algo que no tenía equivalen- te entre los materiales utilizados en ali- mentación en el Viejo Mundo, despertó el interés de otros estudiosos. Aunque de época más tardía, es notable, por su claridad y precisión, la descripción de ese mismo proceso que encontramos en el libro de Gumilla (1741) sobre las re- giones del río Orinoco. Desafortunadamente, la precisión en la descripción del procesado no tuvo lugar en todos los casos. El maíz llamó la atención de los españoles inmediata- mente de su llegada a América. Sin embargo, en el viejo continente co- menzó su difusión por Siria, posible- mente a través de mercaderes venecia- nos. En 1520 ya era popular en esa zona, y poco después también en Egip- to. Hacia 1550 llegó hasta China. En Europa, la introducción fue más lenta, pero en el siglo XVIII y XIX era el ali- mento básico en muchas zonas. La uti- lización del maíz como si fuera trigo y no como se utilizaba en la América prehispana, es decir, sin el procesado en medio alcalino, con ceniza, para li- berar la niacina, dio lugar a las epide- mias de pelagra que afectaron a estas zonas. En este sentido, ya Casal, al des- cribir la pelagra en su libro publicado póstumamente, menciona entre sus po- sibles orígenes la alimentación, y cita específicamente el hecho de que las personas que la padecen basan su die- ta en el maíz. El chocolate fue unos de los prime- ros alimentos del Nuevo Mundo en lle- gar a Europa, pero uno de los últimos en terminar con las propiedades con las que actualmente nos resulta más habi- tual. Casi inmediatamente después de la conquista de Méjico en 1517 por Cor- tés llegó a España, donde tuvo una gran aceptación. En el siglo XVII se difundió por toda Europa, pero siempre como bebida. En 1828 Van Houten consiguió extraer la manteca del cacao por pren- sado. En 1842, el inglés John Cadbury fabricó por primera vez el chocolate en forma sólida, para comer como tal, y en 1876, Daniel Peter fabricó por primera vez chocolate con leche. También el fenómeno de los «ali- mentos viajeros» se produjo a la inver- sa. Pueden considerarse representativos los casos del trigo y de la caña de azú- car, que llegaron a América en los últi- mos años del siglo XV y primeros años del XVI. LA ÉPOCA ROMANA A la civilización romana se deben las primeras obras escritas de cierta exten- sión relacionadas con los alimentos, su elaboración y sus propiedades. Además difundieron por toda Europa, entre otras técnicas, el cultivo de la vid y la elabo- ración del vino, además de alimentos nuevos, procedentes de Oriente, como las gallinas, y consecuentemente los huevos y los «ovoproductos». En cuan- to a la elaboración del aceite de oliva, aunque posiblemente se fundaran en técnicas incluso anteriores, desarrolla- ron molinos giratorios y prensas que se han estado utilizando durante 2.000 años casi sin variaciones. Por otra par- te, las factorías de salazones alcanzaron tamaños suficientes para considerarlas verdaderas industrias, incluso con los criterios actuales. Algunos escritores romanos, como Columella, en su De Re Rustica y el desconocido autor que en el siglo III es- cribió la obra De Re Coquinaria con la atribución a Apicius, reflejan algunas de las técnicas de conservación de alimen- tos utilizadas en su época. El segundo detalla los pasos a seguir para conser- var carne fresca en vasijas que contení- an miel, o una mezcla de vinagre y mostaza o miel con sal, mientras que el primero da recetas para la preparación de la carne de cerdo deshidratada y en salazón, así como para la fabricación del queso. Plinio, en su monumental Historia Natural, describe detallada- mente diferentes alimentos y técnicas de procesado. Es especialmente notable su recomendación, que considera práctica habitual en su época, de escaldar las aceitunas con agua hirviendo antes de prensarlas, para obtener un aceite de mejor calidad. Posiblemente, aunque Plinio no lo supiera, la desnaturaliza- ción térmica de las lipasas era efectiva- mente un buen método para mejorar la calidad del producto, considerando la tecnología de molinos y prensas exis- tente entonces. LA EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO El avance fundamental en la Edad Media fueron las técnicas de destila- ción. El alcohol se obtuvo por primera vez en Europa, por destilación del vino,
  • 3. 21 SIGLOS XVII Y XVIII El mayor aporte del siglo XVII a la Tecnología de los Alimentos es posi- blemente el desarrollo por Papin de su famosa marmita (y especialmente de su eficiente válvula de seguridad), que per- mitía la cocción a presión mayor que la atmosférica, y consecuentemente a tem- peraturas de más de 100 ºC. Sin em- bargo, su aparato no tuvo casi trascen- dencia práctica inmediata. La aplicación propuesta por el inventor, la cocción de huesos, daba lugar a una disolución en agua de gelatina y poco más, casi sin valor nutritivo, en contra de las exage- radas reivindicaciones de su creador. Otras aplicaciones del autoclave, como la utilización en la industria conservera o en el cocinado doméstico, deberían esperar hasta el siglo XIX. Por otra parte, el examen de los ma- teriales alimentarios permitió el aisla- miento de algunos de sus componentes. En 1619, Fabrizio Bartoletti aisló la lac- tosa de la leche. Posteriormente, Glau- ber aisló la fructosa de la miel y Gri- maldi separó el gluten de la harina de trigo. En el siglo XVIII, especialmente en su segunda mitad, nos encontramos con la descripción detallada de los procesos de transformación de los alimentos, y con el inicio de su racionalización, gracias a los progresos de la física y la quími- ca. Los estudios de Marggraf sobre la remolacha le llevaron a reconocer en 1747 la presencia en ella de un azúcar idéntico al de la caña de azúcar. La con- tinuación de los estudios sobre el pro- cedimiento de extracción y, sobre todo, los de carácter agronómico, permitieron a su discípulo Achard poner en funcio- namiento en 1802 una fábrica azucare- ra en Cunern (Alemania), publicando el mismo año los resultados de su estudio. Hay que resaltar que Achard se preocu- pó en encontrar aplicaciones para todos los subproductos del proceso. También hay que destacar la obra de Parmentier, conocido sobre todo por su difusión de la patata en Francia, pero que en 1784, el mismo año que publicó su famoso «Examen Chimique de la Pomme de Terre», publicó también un notable es- tudio sobre panadería. También la leche fue objeto de su interés en años poste- riores. En 1780, Carl W. Scheele de- mostró que la lactosa, conocida desde más de un siglo antes, era también un azúcar. Este mismo investigador aisló en 1784 el ácido cítrico del jugo de li- món. Otras sustancias que también ais- ló y estudió fueron el glicerol, el ácido láctico y el ácido tartárico. Por otra parte, la tecnología mecáni- ca experimentó un notable avance, que se tradujo en la construcción, por ejem- plo, de molinos más eficientes, con sis- temas mecánicos de transporte, o en el desarrollo de la prensa hidráulica por J. Bramah, en 1795. SIGLO XIX. LA CONSERVACIÓN POR EL CALOR El descubrimiento de Nicolas Appert, la conservación de los alimentos por ca- lentamiento en recipientes cerrados, marcó un hito en los anales de la Tec- nología de los Alimentos. Appert co- menzó a trabajar en su método en 1795, en una pequeña fábrica situada en Massy, en las afueras de París, utilizan- do recipientes de cristal cerrados con ta- pones de corcho, que calentaba en ba- ños con agua hirviendo. Ya desde 1803, las conservas se destinaban fundamen- talmente al aprovisionamiento de la ma- rina de guerra francesa, aunque también se vendían al público. La fábrica man- tuvo la actividad de su fundador hasta 1933. La eficacia de su método le valió a Appert una recompensa de 12.000 fran- cos del Estado francés, (atribuida direc- tamente, no como resultado de ningún concurso, como se lee con sorprenden- te frecuencia incluso en obras especia- lizadas) con la condición de que publi- cara sus procedimientos, lo que hizo en 1810. Seguro de su ventaja frente a po- tenciales competidores, incluyó en su li- bro todos los pormenores, también las recetas que consideraba más adecuadas para cada tipo de alimento. Y algunos detalles fundamentales, que no todos sus imitadores tuvieron en cuenta: La importancia de la calidad de las mate- rias primas y de la limpieza de mate- riales y recipientes. Unos meses después de la publica- ción del libro de Appert, el británico Peter Durand propuso la utilización de recipientes metálicos, con recubrimien- tos y cierres de estaño, en una patente de un procedimiento de fabricación de conservas que en el resto era un simple plagio de la obra de Appert. Pero la idea de los recipientes metálicos era es- pecialmente valiosa, y en 1811 Donkin y May establecieron en Inglaterra la pri- mera fábrica de alimentos enlatados. En 1818 Durand hizo lo mismo en Estados Unidos, aunque fue Underwood, en 1821, el que verdaderamente consiguió el desarrollo comercial del proceso. En 1822, Joseph Moulin, de Nantes (Fran- cia) empezó a comercializar sardinas en aceite enlatadas. Sin embargo, la utilización amplia y con éxito del método de conservación por medio del calor no fue acompaña- da por una interpretación adecuada de las causas de esa eficacia, que por ejemplo Gay-Lussac atribuyó a la au- sencia de oxígeno, producida en su hi- pótesis por la expulsión del aire duran- te el calentamiento y por la reacción del oxígeno restante con componentes de los alimentos. En este caso nos encon- tramos con un ejemplo de cómo una in- terpretación errónea de un fenómeno re- sulta sumamente perjudicial para el de- sarrollo de un método muy prometedor, que por esto progresó lentamente du- rante décadas. La observación de que un aumento de la temperatura mejoraba los resultados y, sobre todo, permitía disminuir el tiempo de tratamiento, hizo que se utilizaran baños de soluciones salinas en lugar de agua, o incluso el calentamiento directo a la llama, con los riesgos de explosión que implicaban es- tos sistemas, pero no autoclaves. La fá- brica de Appert incluso disponía de au- toclaves, pero se utilizaban exclusiva- mente en el cocinado previo de la car- ne que se enlataba. Hasta mediados de la década de 1840 no empezaron a uti- lizarse en la esterilización de las latas, y no se hicieron de uso general para esta aplicación hasta la década de 1870, tras los trabajos de Pasteur. En España, la introducción de estas técnicas fue relativamente tardía. El li- bro de Appert no se publicó como tal en castellano, aunque sus ideas encon- traron eco en un libro escrito por un au- tor que desconocemos, con las iniciales «D.J.A. y L.», y que fue publicado en Barcelona en 1832. La primera fábrica de conservas, dedicada a embotar me- locotones, fue instalada en Logroño, en 1848, por Prudencio Trevijano. Pronto fue seguida por otras, y 15 años des- pués el conservero era ya un sector con cierta importancia económica, con 20 fábricas en España.
  • 4. QUÍMICA DE LOS ALIMENTOS Con el desarrollo de la química a fi- nales del siglo XVIII, se dispuso de las herramientas necesarias para el estudio detallado de todos los materiales, in- cluidos los alimentos. Chaptal, químico francés, realizó aportaciones notables, especialmente en el aspecto de la quí- mica de los alimentos, primero en su li- bro de 1807 sobre la fabricación del vino (incluyendo la operación de adi- ción de azúcar al mosto, en el proceso conocido todavía como «chaptaliza- ción«) y luego en su tratado de quími- ca agrícola, publicado en 1823. En la práctica, intervino en la instalación de las primeras fábricas de azúcar de re- molacha en Francia en 1811. Ante un conjunto de conocimientos que ya empezaba a estar sistematizado en cierta forma, podía plantearse su transmisión ordenada en la docencia universitaria. En 1806, en la Universi- dad de Praga, Steinmann comenzó a impartir el primer curso de lo que pue- de considerarse como Química de los Alimentos. En el campo del análisis, Accum, un químico con intereses en diversos cam- pos, desde la mineralogía al alumbrado por gas, pasando por la fabricación de la cerveza, realizó un estudio detallado de los alimentos consumidos entonces en Inglaterra. Aunque ya antes se había alertado, también en España, de la adul- teración y de la contaminación de los alimentos por sustancias peligrosas, como los compuestos de plomo, los re- sultados de Accum, publicados en 1820, pusieron ante los ojos del público y de las autoridades un grado de adulteración tan extenso como insospechado e ina- ceptable. Para él, las calderas de los cerveceros ingleses eran semejantes a la de las brujas de Mackbet. A los hechos denunciados se unió para conseguir un gran impacto emocional la tantas veces repetida frase del frontispicio de la pri- mera edición de su libro There is Death in the pot (tomada de la Biblia), y el hecho de que incluyera los nombres de muchas de las personas condenadas ju- dicialmente en Inglaterra por adultera- ción de alimentos. Desde el punto de vista científico, los detallados métodos de control que incluye para los princi- pales adulterantes son particularmente valiosos. Su libro puso sobre la mesa la necesidad de establecer sistemas rigu- 22 Fig. 1. Portada del tomo segundo de la primera edición en castellano de la «Historia Na- tural» de Cay Plinio Segundo, impreso en Madrid en 1629.
  • 5. 23 rosos de control, que los avances de la química habían hecho posibles. Tam- bién, en obras posteriores, demostró que la química podía aplicarse a la com- prensión de los fenómenos que tienen lugar en el procesado de los alimentos. A partir de 1811, el francés Chevreul realizó una serie de estudios sobre las grasas, logrando avances fundamentales en este campo, publicando sus resulta- dos en forma de libro en 1823. Descu- brió y puso nombre a los ácidos grasos esteárico y oleico, así como la estructu- ra de los triglicéridos, planteando ade- más el mecanismo de la saponificación. Sus trabajos permitieron también el de- sarrollo de industrias no alimentarias, como la fabricación de jabones, velas, etc. En 1831 el científico francés Dumas publicó un método de medida del nitró- geno (y por lo tanto del contenido de proteína) fiable y relativamente sencillo, que sin embargo quedó casi olvidado. El método que se convirtió en referen- cia, y que todavía se utiliza extensa- mente, es el desarrollado muy poste- riormente por Johan Kjeldahl, en 1883, en Copenhague. Justus von Liebig, profesor de la Universidad de Giessen (Alemania) en- tre 1824 y 1852, trabajó en distintos as- pectos de la química orgánica, especial- mente en su relación con la fisiología, los alimentos y la agricultura. Uno de sus aportes básicos fue la clasificación de los componentes de los alimentos en grasas, carbohidratos y proteínas, dis- tinguiendo sus distintas funciones en el organismo. Pero otro aporte fundamen- tal fue la difusión del convencimiento de que los métodos de la química podí- an aplicarse a los materiales sumamen- te complejos que forman los seres vi- vos. Escritor prolífico, publicó muchos trabajos relevantes con contenidos de química de los alimentos. Sus «Che- mische Briefe», «Cartas sobre la Quí- mica», publicadas en 1844, se difundie- ron inmediatamente por todo el mundo, traducidas a los principales idiomas, in- cluido el español. Liebig hizo un gran énfasis en el valor nutritivo de las pro- teínas de la carne, y, ante las dificulta- des del transporte en su época, inventó un método para obtener un «extracto» que fuera fácil de conservar. Previo acuerdo con Liebig, Georg Giebert, un ingeniero inglés, puso en marcha en 1862 una fábrica de este «extracto de carne Liebig» en Fray Bentos, en Uru- guay. En poco tiempo, se fueron insta- lando fábricas en otros lugares, hasta desarrollarse como gran empresa multi- nacional. En los países más desarrollados se hizo evidente la necesidad de crear ins- tituciones que con su investigación apo- yaran al desarrollo de la industria ali- mentaria. En 1867 se fundó en Alema- nia el Berliner Zuckerinstitut, para apo- yar la industria del azúcar de remolacha. En 1881 pasó a formar parte de la Es- cuela Universitaria de Agricultura y pos- teriormente de la Universidad de Berlín. Todavía es un centro de investigación de referencia sobre este tema. En 1879, C. Falhberg, que trabaja- Fig. 2. Fabricación de queso de Auvernia en 1768, según la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert.
  • 6. 24 ba en la Johns Hopkins University, descubrió accidentalmente el sabor ex- tremadamente dulce de un compuesto al que, por eso, decidió llamar «sac- charin». Era la primera (y durante me- dio siglo, la única) de una serie de sustancias, descubiertas casi todas de forma accidental, que servirían para sustituir el azúcar, primero en épocas de escasez (la sacarina se popularizó durante la Primera Guerra Mundial) y luego en alimentos dulces bajos en ca- lorías. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Algunos avances de la física y de la ingeniería, como la producción indus- trial de frío, fueron también de gran im- portancia en la Tecnología de los Ali- mentos. La utilización para la refrigera- ción de alimentos de la nieve y el hie- lo acumulados en invierno en depósitos especiales data posiblemente de hace 3.000 años, y hacia el año 1100 estaba bastante generalizada en el Medio Oriente islámico. Desde principios del siglo XVIII algunos barcos pesqueros bri- tánicos estaban equipados con tanques de hielo, lo que permitía conservar el pescado durante su transporte hasta el puerto, pero a nivel global representa- ban poco más que una anécdota. A par- tir de la invención por Carl von Linde, hacia 1875, de la máquina de refrigera- ción con un compresor de amoniaco movido por una máquina de vapor, se pudieron desarrollar los sistemas a gran escala de refrigeración y congelación. En 1876, bajo los auspicios de Charles Tellier, el barco «Le Frigorifique», bau- tizado para la ocasión con un neologis- mo que luego quedaría en el idioma francés, y pasaría al castellano ligera- mente modificado, cruzaba el Atlántico desde Sudamérica con un cargamento de carne congelada. En pocos años, los buques equipados con cámaras frigorí- ficas transportaban hacia Europa enor- mes cantidades de carne congelada pro- cedente de Argentina y de Australia. Desde 1881 también empezó a trans- portarse mantequilla y queso refrigera- dos desde Australia a Gran Bretaña. Por estos años también se aplicaron a los alimentos los procesos de deshidrata- ción artificial y la concentración por eva- poración a presión reducida. Esto permi- tió el desarrollo de productos como la le- che condensada, primero en Estados Uni- dos, a partir de los trabajos de E. N. Horsford en 1849, y a partir de 1866, año en el que Henri Nestlé puso en mar- cha una fábrica en Suiza, también en Eu- ropa. La fabricación de mantequilla tam- bién experimentaría poco después una re- volución, en este caso por la introducción de la primera máquina desnatadora cen- trífuga, en 1877, por Gustav de Laval. Sin embargo, esto no era suficiente para asegurar el suministro de este ali- mento, especialmente a bajo precio, al creciente proletariado urbano. Los pro- blemas en el suministro de mantequilla llevaron al gobierno de Napoleón III, en Francia, a encargar en 1867 directa- mente a Hippolyte Meges-Mouries la obtención de un producto barato que pudiera sustituirla. En 1869 tenía dis- ponible una mezcla de grasa de sebo de vaca, leche y agua emulsionada que lla- mó «margarina», de la palabra griega «margaron», perla. Las circunstancias políticas y económicas de Francia lle- varon a la quiebra a la fábrica de Me- ges-Mouries, pero los hermanos Jurgen, fabricantes de mantequilla de la peque- Fig. 3. Ilustración de la obra de José Gumilla «El Orinoco Ilustrado« (tomo 2 de la edi- ción de 1791), en el que aparece un grupo de nativas americanas procesando la mandio- ca para eliminar su toxicidad. La mayor parte de las «vestiduras» corresponden en reali- dad a tachaduras en tinta de escribir realizadas por la censura de la época.
  • 7. 25 ña ciudad holandesa de Oss recuperaron el invento (y al inventor) para su em- presa, de donde se extendió rápidamen- te. El descubrimiento en 1897 por P. Sa- batier y J. B. Senderens de la hidroge- nación de los dobles enlaces utilizando níquel como catalizador, y la inmediata aplicación a las grasas insaturadas por W. Norman en 1902, contribuyeron al desarrollo de nuevas margarinas, con aceites vegetales hidrogenados como componentes fundamentales, que se em- pezaron a comercializar hacia 1910. Por otra parte, en la década de 1880 se pusieron en funcionamiento las pri- meras máquinas para la fabricación au- tomatizada de latas, que en la década si- guiente llegaron a su apogeo. En 1892 se patentó el tapón corona, otro avance, aparentemente insignificante, pero con enorme trascendencia futura en el en- vasado de los alimentos. Con estos de- sarrollos, la industria alimentaria se in- corporaba plenamente a la producción masiva. LA MICROBIOLOGÍA DE LOS ALIMENTOS La Ciencia y la Tecnología de los Alimentos deben a Pasteur en primer lugar el paso fundamental del estableci- miento del papel de los microorganis- mos como agentes causales de la alte- ración de los alimentos, además de aportes concretos también fundamenta- les en distintos campos, como las fer- mentaciones. Aunque no estaba directa- mente interesado en ese campo, se in- trodujo en él por la petición de ayuda, en el verano de 1856, de M. Bigo, due- ño de una destilería. A partir de di- ciembre de 1857, Pasteur publica una serie de artículos sobre la fermentación, que culminan en su gran obra publica- da en 1860. En ellos Pasteur describe los detalles químicos de las fermenta- ciones alcohólica y láctica, incluyendo la producción de componentes menores pero relevantes desde el punto de vista de las propiedades organolépticas de las bebidas, como el glicerol y distintos ácidos orgánicos. Sus trabajos, publicados en forma de libros, sobre la fabricación del vino (1866) y posteriormente sobre la de la cerveza (1876), fueron fundamentales para el avance de estas industrias en Francia. En el primero de ellos intro- Fig. 4. Portada de la tercera edición (la primera americana) de la obra de Accum sobre la adulteración de los alimentos, publicada en 1820, el mismo año que las dos anteriores.
  • 8. 26 dujo el tratamiento térmico a tempera- tura relativamente moderada, lo que luego se llamaría «pasterización», como un sistema de mejorar la conser- vación del vino, reconociendo explíci- tamente la deuda que sus aportaciones tenían con los trabajos empíricos de Appert, pero interpretando ya correcta- mente los fenómenos implicados, la destrucción de los microorganismos por el calor. El segundo libro citado no tie- ne un carácter propiamente práctico, y trata de aspectos concretos de esta in- dustria solamente en su parte final, pero sus aportaciones a la microbiolo- gía alimentaría (por ejemplo, en la se- lección de levaduras) son también muy relevantes. La pasterización alcanzó pronto una gran importancia en el tratamiento de otros alimentos, especialmente de la le- che, para mejorar su conservación y, so- bre todo, para evitar la transmisión de determinadas enfermedades. Sin embar- go, su aplicación a gran escala requirió el desarrollo de equipos de tratamiento continuo (inicialmente se pasterizaba la leche ya embotellada), que no estuvie- ron disponibles hasta los últimos años del siglo XIX. El avance posterior de la microbiología permitió el estudio cuan- titativo de los procesos de destrucción de microorganismos por el calor. En 1920, Bigelow y Esty publicaron un ar- tículo en el que sentaban las bases de la termobacteriología tal como la conoce- mos actualmente. LOS ENZIMAS La acción catalítica, especialmente hidrolítica, de sustancias presentes en algunos materiales biológicos se cono- cía desde antiguo. En 1814, Kirchhoff demostró la presencia en la malta de una sustancia, que clasificó como una «albúmina», que era capaz de hidrolizar el almidón. En 1833, Payen y Persoz propusieron ya aplicaciones industriales para esta «diastasa» obtenida de la mal- ta. Sin embargo, Pasteur había sentado, en apariencia firmemente, el hecho de que las fermentaciones se debían a or- ganismos vivos, aunque era evidente que quedaban actividades catalíticas presentes en los «fermentos desorgani- zados», restos de organismos no via- bles, que en 1876 William Kuhne llamó «enzimas». Unos años mas tarde, Buchner demostró en una larga serie de artículos publicados a partir de 1897, que las reacciones producidas por los seres vivos podían individualizarse y atribuirse a sustancias concretas, pero sin determinar el carácter de esas sus- tancias. Mientras se aclaraban los aspectos te- óricos, el danés Christian Hansen obte- nía, a partir de estómagos de ternera de- secados, un extracto utilizable en la co- agulación de la leche, la primera prepa- ración enzimática purificada preparada para la industria alimentaria, aunque el material original se utilizara ya en la prehistoria. En 1874 comenzó la pro- ducción industrial en su fábrica de Co- penhague, extendiéndose pronto a otros países. La disponibilidad constante de cuajo de buena calidad representó un impulso fundamental para la industria quesera. En 1891, el científico japonés, luego residente en Estados Unidos, Jo- kichi Takamine presento la primera so- licitud de patente para un enzima mi- crobiano, una amilasa fúngica, obtenida a partir de un «fermento» japonés tra- dicional, el «koji» (Aspergillus oryzae), utilizado en la elaboración de distintos alimentos. Fig. 5. Lámina del libro de Chevreul (1923) sobre las grasas animales, con los aparatos utilizados para su análisis elemental y la representación de un cristal de butirato de cobre.
  • 9. 27 LAS VITAMINAS Y LA NUTRICIÓN Las enfermedades carenciales apare- cen ya en registros de las culturas más antiguas, aunque su correcta identifica- ción tuvo lugar solamente en época re- lativamente moderna. Una de ellas en concreto, el escorbuto, se convirtió en una plaga para los navegantes en las grandes travesías, llegando a causar la muerte de mas de la mitad de los com- ponentes de algunas tripulaciones. La posibilidad de prevenirlo incluyendo ciertos alimentos en la dieta fue esta- blecida en Inglaterra por Lind (1753) con suficiente claridad como para que poco después Cook, en su viaje de tres años alrededor del mundo, pudiera to- mar las medidas adecuadas (suministro de verduras y frutas frescas, especial- mente naranjas y limones) para que en su tripulación no apareciera un solo caso de esta enfermedad. El análisis de los alimentos, cada vez más completo, había permitido identifi- car las grasas, proteínas, carbohidratos y minerales. Sin embargo, la idea de que en los alimentos existían otras sus- tancias todavía desconocidas pero in- dispensables para la vida fue expuesta ya por distintos investigadores a finales del siglo XIX. En 1881, Lunin publicó un artículo en el que por primera vez se demostraba que, mientras que la leche suministrada como único alimento era capaz de mantener con vida a los ani- males de experimentación, una mezcla en las mismas proporciones de sus constituyentes conocidos purificados no lo era. Había otras sustancias indispen- sables para la vida, presentes en la le- che, que era necesario identificar. Y al menos eran dos, una presente en la frac- ción grasa y otra en la fracción no gra- sa: la sustancia (luego vitamina) «A», presente en la grasa, y la «B», en la no grasa. Posteriormente se vería que eran necesarias más letras. El beri-beri se conocía desde antiguo en Extremo Oriente. En Europa se pu- blicaron varias descripciones clínicas en el siglo XVII, la primera de ellas por Bontius en 1642. La introducción en las Indias Holandesas de una nueva tecno- logía, el descascarillado en seco del arroz, dio lugar a una epidemia de esta enfermedad, afectando también animales domésticos alimentados con el mismo arroz. El establecimiento de la relación causa-efecto no fue inmediato, pero el beri beri fue identificado como una en- fermedad carencial por Christian Eij- man. En 1911, Funk consiguió aislar de la cascarilla del arroz una sustancia que era capaz de curarlo y prevenirlo. En su notable trabajo de revisión publicado al año siguiente, propuso el nombre de «vitamina», dado que se trataba de una amina y era «vital» en la alimentación. Fig. 6. Portada del libro de «D. J. A. y L.», sobre la conservación de las sustancias ali- menticias, el primero en el que se describe con detalle en castellano el método de conser- vación de Appert.
  • 10. 28 Distintos trabajos sobre la relación entre los alimentos y estas dos enfer- medades, revisados por Funk en un ar- tículo que representa un hito en el estu- dio de las vitaminas, mencionan inci- dentalmente el efecto del procesado. In- dican que el calor intenso o prolongado destruye el efecto protector de frutas y verduras frente al escorbuto, que la es- terilización de la leche se sitúa en el origen del escorbuto infantil, y que la sustancia que previene el beri-beri es destruida por los tratamientos en medio alcalino y por el calentamiento intenso. Ahora sabemos que el ácido ascórbico y la tiamina son precisamente las dos sustancias de las que las pérdidas en los alimentos pueden ser más importantes durante el procesado. La pelagra se conocía en Europa des- de la utilización general del maíz como alimento en algunas zonas. Durante mu- cho tiempo se consideró como una en- fermedad infecciosa o como una intoxi- cación ocasionada por sustancias pre- sentes en el maíz alterado (a semejanza de la intoxicación producida por el cor- nezuelo del centeno), hasta los trabajos de Golberger realizados en el sur de Es- tados Unidos entre 1914 y 1928. Sus estudios con poblaciones sometidas a dietas controladas en orfanatos y presi- dios, así como los experimentos con pe- rros, le permitieron definir la pelagra como una enfermedad carencial. En 1926 ya se sabía que esta sustancia per- tenecía al grupo de la «vitamina B». En 1937 se encontró que esta vitamina era el ácido nicotínico, conocido desde bas- tante antes. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX Una de las reacciones más conocidas e importantes en la química de los ali- mentos es el pardeamiento producido por la reacción de proteínas y azúcares reductores. El resultado práctico de esta reacción fue aparente desde el mismo instante del descubrimiento del fuego. Sin embargo, el conocimiento de sus fundamentos comenzó en 1911, cuando el químico francés Maillard, que estaba estudiando la síntesis de las proteínas, utilizando distintos polioles como agen- tes de condensación de aminoácidos, observó al calentar una mezcla de ami- noácidos y glucosa la aparición de los colores y aromas típicos de la reacción que luego llevaría su nombre. A finales de ese año presentó su descubrimiento en la Sociedad de Biología y el 12 de enero del año siguiente en la Academia de Ciencias, en cuya revista se publicó un resumen de su trabajo, con sus ob- servaciones sobre distintos aminoácidos y azúcares. En años sucesivos, con la participación de otros químicos, como Lintner, se iría desarrollando el conoci- miento de la reacción, y de su papel en Fig. 7. Gráfica de tiempo de muerte por calentamiento con la clásica representación semilogarítmica en el artículo de Bigelow, publica- do en 1921.
  • 11. 29 los alimentos, en sistemas biológicos y en otros procesos. La química de proteínas también ex- perimentó un avance sustancial, simbo- lizado por el trabajo de Brand et al., que en 1945 publicaron el primer aná- lisis correcto de la composición de ami- noácidos de una proteína, precisamente de una proteína de la leche de vaca, la beta-lactoglobulina. Por otra parte la enzimología ya ha- bía nacido en el siglo XIX, y la base de la cinética de las reacciones catalizadas por enzimas quedó establecida por Mi- chaelis y Menten en su clásico trabajo de 1913, pero quedaba por elucidar en primer lugar una cuestión esencial, cual era la verdadera naturaleza de los enzi- mas. Esto solamente quedó claro en 1926, cuando Sumner consiguió purifi- car y cristalizar la ureasa de una legu- minosa, y dejar firmemente establecido que las enzimas eran proteínas, confir- mando la hipótesis de Kirchhoff, ante- rior en más de un siglo. En la década siguiente esta rama de la ciencia expe- rimentó notables, para quedar consoli- dada en la década de 1940. No obstante, en el campo de la cien- cia de los alimentos el desarrollo de la enzimología fue más lento. El papel del enzima polifenoloxidasa en el pardea- miento oxidativo de los vegetales no se establecería hasta finales de la década de 1940, con los trabajos del equipo de Ponting. Otros fenómenos en los que están implicados enzimas endógenos, como la transformación del músculo en carne, deberían esperar varias décadas más para ser bien comprendidos. Lo mismo sucedió en los procesos relacionados con la fisiología vegetal. La maduración artificial de ciertas fru- tas, especialmente cítricos, se llevaba a cabo ya en el siglo XIX utilizando estu- fas que quemaban queroseno. El efecto se atribuyó al calor o al CO2 produci- do, hasta que, en 1924, H. E. Denny, del U. S. Fruit Utilization Laboratory, en Los Ángeles, descubrió que la sus- tancia responsable era el etileno. En 1935, Crocker, Hitchcock y Zimmer- man plantearían el papel de esta sus- tancia como hormona vegetal. En el campo del análisis de los ali- mentos hay que hacer notar el valor de sistematización que tuvo la aparición en 1908 de la primera edición de la com- pilación de métodos de la AOAC. Casi un siglo después, y tras muchas edicio- nes, siguen siendo la referencia básica. Un avance que sería decisivo para la industria alimentaria se produjo muy le- jos de ella, en la siderurgia de Krupp, en Essen (Alemania), en 1912: El ace- ro inoxidable. A partir de aquí, sus ins- talaciones, autoclaves, calderas, alambi- ques y tuberías, de hierro, cobre o de los materiales más peregrinos, irían siendo substituidas por este nuevo ma- terial. Desde principios del siglo XX se va produciendo también un cambio tras- cendental cuya huella no quedará im- presa al principio en libros o revistas científicas, sino en viejas cajas de car- tón u hoja de lata: el envasado de los alimentos para su venta directa, sustitu- yendo poco a poco a la distribución a granel. Esta tendencia, iniciada con el enlatado y el embotellado, continuará con el desarrollo de nuevos materiales de envasado. En 1924, Du Pont co- mienza a comercializar el celofán, y en los años siguientes se empezará a fabri- car el PVC, el polietileno y otros plás- ticos. En las dos primeras décadas de este siglo se produjo la expansión de las tec- nologías de la congelación, utilizadas ya en el siglo anterior para el transporte de carne a gran escala, especialmente para la distribución directa al consumidor. A partir de los trabajos de Plank, realiza- dos hacia 1916 sobre la congelación del pescado, se hicieron pruebas con otros productos, que resultaron positivas. Fue- ron fundamentales para ello las obser- vaciones sobre la importancia de la ve- locidad de congelación en la calidad del producto final, realizadas a principios de la década de 1920, casi por casuali- dad, por Clarence Birdseye, un biólogo, en una expedición naturalista entre los nativos de la península del Labrador or- ganizada por el U.S. Geographic Servi- ce. En 1924 fundó la empresa Birdseye Seafood Inc, comenzando en 1925 la comercialización de filetes de pescado congelado, aprovechando también el de- sarrollo reciente (estaban disponibles desde 1921) de máquinas fileteadoras. Su empresa también inició la comercia- lización de productos congelados en en- Fig. 8. Esquema que aparece en la patente original de Percy Spencer del horno de micro- ondas. Figura reproducida con permiso de J. Carlton Gallawa, http://www.gallawa.com/mi- crotech/history.html.
  • 12. 30 vases de cartón para venta al detalle, y el sistema de venta en arcones congela- dores expositores, aunque inicialmente con un éxito muy limitado. En 1932, en Alemania se instaló el primer túnel de congelación, aunque en primer lugar la inexistencia de una ca- dena de frío que permitiera la distribu- ción general de estos productos, y lue- go el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cortarían momentáneamente los avances en este campo. En la se- gunda mitad del siglo, su expansión ten- dría gran influencia en el cambio de los sistemas de comercialización de los ali- mentos, e incluso de las formas de vida. El descubrimiento de los halocarbonos y de sus propiedades también impulsa- rá la fabricación de sistemas frigoríficos más sencillos y eficientes. Una forma primitiva de liofilización espontánea, aprovechando la baja pre- sión y baja temperatura de las cumbres andinas, se practicaba ya con las pata- tas en el Perú prehispánico. La combi- nación de las técnicas de congelación y vacío permitió a Flosdorf, en 1945 de- sarrollar sistemas industriales de liofili- zación, que inicialmente se utilizaron en la industria farmacéutica y poco des- pués en la alimentaria. El primer pro- ducto liofilizado a gran escala fue el café, que todavía representa el paradig- ma en este tipo de productos. El nacimiento oficial de la Ciencia y Tecnología de los Alimentos como dis- ciplina científica tuvo lugar en Inglate- rra en 1931 con la creación de la «So- ciety of the Food Industry». De forma paralela se fueron desarrollando institu- ciones similares en otros países. En Ca- nadá se creó el «Food and Nutrition Group» en 1937, celebrándose ese mis- mo año la primera conferencia sobre la conservación de alimentos en Estados Unidos. En la segunda conferencia, ce- lebrada en 1939 en Massachussets, se estableció el «Institute of Food Techno- logists» (IFT) que promovió la publica- ción, desde 1947, de la revista Food Technology. Dos años más tarde se ini- ció la publicación de Journal of Food Science, sustituyendo a la revista Food Research, que había comenzado su pu- blicación en 1936. En España, se creó en 1939 la Sec- ción de Fermentaciones Industriales del Instituto Santiago Ramón y Cajal de In- vestigaciones Biológicas, que en 1967 pasaría a ser el Instituto de Fermenta- ciones Industriales. El Instituto de la Grasa, también dentro de CSIC, se fun- dó en 1947, comenzando a publicar en 1949 la revista Grasas y Aceites, la más veterana de las revistas españolas de ciencia y tecnología de los alimentos. LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX En la década de 1950, distintas em- presas desarrollaron los sistemas de tra- tamiento HTST, mientras que casi si- multáneamente los trabajos del equipo de Esselen, en la Universidad de Mas- sachussets, permitieron encontrar los fundamentos de su eficacia con sus es- tudios sobre la cinética de inactivación de microorganismos y enzimas y de destrucción de nutrientes. También en esta década comenzaron a utilizarse a escala industrial, como antifúngicos, el ácido sórbico y sus sales. Aunque el ácido sórbico se conocía desde media- dos del siglo XIX, su actividad como conservante se descubrió en 1939; entre 1954 y 1956 la empresa Hoetsch puso a punto un método industrial de obten- ción a partir del ácido acético, muy eco- nómico, que permitió la universalidad de su uso. La obtención de glucosa a partir del almidón no puede considerarse tampo- co precisamente una novedad. Ya en 1811, Kirchhoff había llamado precisa- mente «glucosa» al producto dulce que obtuvo en su intento de obtener un sus- titutivo de la goma arábiga calentando almidón en presencia de un ácido. Tam- bién se debe a Kirchhoff el descubri- miento de un enzima capaz de llevar a cabo el mismo proceso. En 1866 se comenzó a producir in- dustrialmente glucosa mediante trata- miento ácido del almidón de maíz, y en el último tercio del siglo XIX, los jara- bes de glucosa obtenidos de esta forma tenían ya campos claros de aplicación en la fabricación de mermeladas y pro- ductos de repostería. Sin embargo el se- gundo de los descubrimientos de Kirch- hoff en este campo, las enzimas para obtener glucosa por hidrólisis del almi- dón, sólo se puso en práctica a nivel in- dustrial mucho después, y con enzimas microbianas. Ya se ha indicado la pa- tente de Takamine de una amilasa fún- gica. En 1917, Boidin y Effront paten- taron en Estados Unidos la utilización de la amilasa termoestable de Bacillus subtilis para hidrolizar el almidón, y en 1940 Dale y Langlois presentaron una patente específica para la obtención de jarabes de glucosa, pero este enzima no estuvo realmente disponible para uso in- dustrial hasta la década de 1950, como consecuencia del avance de las técnicas de cultivo a gran escala desarrolladas por la industria de los antibióticos. La amiloglucosidasa, disponible desde la década de 1960 permitió obtener gluco- sa suficientemente pura como para que pudiera cristalizarse fácilmente. En la misma década los avances en microbio- logía industrial y en los sistemas de in- movilización de enzimas permitieron la producción a gran escala de fructosa, utilizando la glucosa isomerasa obteni- da por la empresa Novo a partir de B. coagulans. En 1967 se producían ya ja- rabes de glucosa-fructosa de forma co- mercial mediante este sistema. A finales de la década de 1970 se desarrollaron las técnicas de separación por cromato- grafía a gran escala que permitieron la obtención de fructosa pura. Los mismos fermentadores diseñados para la industria de los antibióticos se utilizaron para obtener a gran escala otros enzimas y, a finales de la década de 1960, también la goma xantana, un nuevo polisacárido que se uniría a otros, como la goma arábiga, con una tradi- ción de milenios. A lo largo de la segunda mitad del si- glo XX, la industria ha tenido una con- tribución muy significativa en el desa- rrollo de la Tecnología de los Alimen- tos, mejorando y extendiendo las apli- caciones de las técnicas ya conocidas, como la deshidratación y el empleo del frío. Los alimentos congelados se po- pularizaron en Europa a partir de 1950, con el establecimiento de las cadenas de frío necesarias para su distribución a pe- queña escala, hasta el consumidor final. También los avances en el envasado han sido trascendentales para crear pro- ductos que ahora forman parte «natural» de nuestra sociedad. Inmediatamente después de terminada la Segunda Gue- rra Mundial, la empresa sueca Tetra Pak comenzó a desarrollar un concepto nue- vo de envasado, mediante la formación in situ de envases de cartón recubiertos de plástico, y posteriormente también con una hoja de aluminio unida al car- tón. En 1951 se presentó el primer en- vase de este tipo, de forma tetraédrica,
  • 13. tanto vegetal como animal, se han tras- ladado al campo de la ciencia de los ali- mentos. Entre los avances más notables se pueden mencionar la comprensión de la ruta biosintética del etileno, aclarada en 1979 por Yang y Adams. En diciembre de 1965, Jim Schlatter químico de la empresa G. D. Searle descubrió por casualidad el sabor extre- madamente dulce del éster metílico del péptido aspartil-fenilalanina (luego co- nocido como «aspartame»). Su descu- brimiento fue publicado cuatro años después, pero hasta 1981 no se autori- zó definitivamente el uso del aspartamo como edulcorante alimentario. En el campo del análisis de los ali- mentos, los métodos de análisis enzi- mático, desarrollados inicialmente para su utilización en química clínica, han representado también un gran avance. A estos métodos se suman los instrumen- tales, en algunos casos con aplicaciones específicas en el campo alimentario, y en los últimos años, los métodos inmu- nológicos y los de la biología molecu- lar. Los cambios en el estilo de vida que se están dando en los países industriali- zados, junto con la gran difusión de congeladores y hornos de microondas, han incrementado la demanda de ali- mentos de más cómoda preparación y almacenamiento. En este sentido, las técnicas de envasado han experimenta- do un gran avance durante los últimos años. Las atmósferas controladas o mo- dificadas se han utilizado para el trans- porte y almacenamiento de alimentos a granel desde hace varias décadas, pero con el desarrollo de plásticos con pro- piedades especiales de barrera, las at- mósferas controladas se han extendido a los envases individuales de alimentos para su venta al público. También en esa época experimenta un gran desarrollo la investigación en el campo específico de los alimentos, se- parándose institucionalmente de las in- vestigaciones puramente químicas, bio- lógicas o médicas. Centrándonos en Es- paña, en 1957 se creó el Departamento de Química Vegetal en la Universidad de Valencia, que en 1966 pasará a ser el Instituto de Agroquímica y Tecnolo- gía de los Alimentos, y que desde 1960 edita la que se llamó Revista de Agro- química y Tecnología de los Alimentos, que luego pasará a ser Revista Españo- la de Ciencia y Tecnología de Alimen- tos, y posteriormente Food Science and Technology International. En las déca- das siguientes se irán creando departa- mentos especializados en alimentos en las facultades de Veterinaria y Farma- cia, y en las Escuelas de Ingenieros Agrónomos. A principios de la década de 1970, la empresa Pillsbury Co., dentro de su programa de suministro de alimentos para la NASA, desarrolló el sistema co- nocido como «Hazard Analysis and Cri- tical Control Point», HACCP, («Análi- sis de Peligros y de Puntos Críticos de Control» o «Análisis de Riesgos y de Puntos Críticos de Control», según quien lo traduzca al castellano). Presen- tado en público en 1971, fue inmedia- tamente aceptado, y en 1973 ya forma- ba parte de algunas reglamentaciones alimentarias estadounidenses. En este momento, el sistema es de uso general en toda la industria alimentaria de los países desarrollados. La industria ali- mentaria se ha visto también enfrentada al cambio en sus sistemas de control, especialmente con la introducción de los sistemas de gestión y aseguramien- to de la calidad según las normas de la serie conocida como «ISO 9000». Las radiaciones ionizantes, sin em- bargo, sirven como ejemplo de una téc- nica que ha encontrado grandes proble- mas en su desarrollo, problemas de di- fícil solución, debido a su asociación con la radiactividad, centrales nucleares, e incluso armamento nuclear, en la mente de los consumidores, además de los de coste y de sus limitaciones in- trínsecas. La primera instalación co- mercial de irradiación se construyó en 1959 en Dandenong, Australia, para el tratamiento de lanas. En el campo ali- mentario, el primer equipo industrial, dedicado al tratamiento de patatas para evitar su germinación, se instaló en Shioro (Japón) en 1973. Desde enton- ces se han instalado algunos más, para tratamiento exclusivo de alimentos o de uso combinado con otras aplicaciones, pero su papel en la industria alimenta- ria global sigue siendo puramente anec- dótico. Mayor éxito ha conseguido otra tec- nología, la extracción con fluidos su- percríticos, a pesar de que el grado de aplicación práctica a gran escala no se corresponde todavía con el conocimien- to existente sobre estos procesos, ni con el gran número de patentes existentes 31 que se comercializaría al año siguiente. El envase prismático se empezó a utili- zar en 1969, y su combinación con má- quinas para el envasado aséptico, tam- bién en 1969, cambió la imagen de la leche y la estructura del sector lechero en las décadas siguientes. Por supuesto, este tipo de envase también se ha ex- tendido a prácticamente todos los pro- ductos líquidos, desde el vino a las so- pas preparadas. En general, se conside- ra que el procesado y envasado asépti- co ha sido el avance más importante en tecnología de los alimentos en los últi- mos 50 años. El enlatado, ya con más de cien años de historia, tampoco se queda atrás en su desarrollo. En 1957 comienza a uti- lizarse el aluminio para la fabricación de latas, que en 1960 empiezan ya a contar con el sistema abre-fácil. Desde 1964 se fabrican algunas de solamente dos piezas, acelerando el proceso de fa- bricación y empleando menos materia prima. El efecto térmico de las microondas se descubrió por puro azar en 1945, cuando Percy Spencer, trabajando en los laboratorios de la empresa Raytheon con magnetrones para sistemas de radar, observó la fusión de una barra de cho- colate situada cerca de uno de estos aparatos. Las pruebas inmediatas con los materiales más a mano, granos de maíz y un huevo, dieron resultados tan satisfactorios (desde el punto de vista técnico) que inmediatamente se solicitó una patente para este sistema, que cam- biaría aspectos importantes en la distri- bución y consumo doméstico de ali- mentos. A partir de la década de 1960, los hornos de microondas se convierten en un electrodoméstico popular en los países desarrollados. En 1948 se aisló la vitamina B12, la última de las conocidas, aunque su efec- to en el tratamiento de la «anemia per- niciosa» se había establecido ya desde 1925. En la década de 1950 se descu- brieron los últimos componentes esen- ciales de la dieta, los elementos molib- deno (1953), selenio (1957) y cromo (1959). Y en una fecha sorprendente- mente tardía, en 1965, la peculiaridad genética más importante relacionada con la alimentación, la intolerancia (o más bien la tolerancia) a la lactosa. En el año 2002 se encontró la mutación concreta responsable de esta tolerancia. Los avances en bioquímica y fisiología,
  • 14. 32 que implican a los fluidos supercríticos. Aunque su poder disolvente se conocía desde el siglo XIX, su desarrollo a esca- la industrial se produjo en la década de 1960, por Kurt Zosel, del Max-Planck- Institut für Kohlenforschung (Instituto Max-Planck de Investigaciones sobre el Carbón), en Mülhein, Alemania. La so- licitud de la patente para la técnica bá- sica de extracción utilizando CO2 su- percrítico fue presentada en 1964, y posteriormente se presentaron otras para distintas aplicaciones. En 1974, el mis- mo Zosel patentó la extracción de cafe- ína del café, la primera aplicación ali- mentaria. Desde 1980, esta técnica es- tán ganando importancia en la extrac- ción de aromas y sabores naturales (de lúpulo, por ejemplo), extractos de espe- cias y aceites de semillas, aunque sin desplazar en la mayoría de las aplica- ciones a los métodos clásicos con di- solventes convencionales. La ultrafiltración se conoce ya desde finales del siglo XIX, pero las malas pro- piedades de las membranas la hacía inu- tilizable para aplicaciones a gran esca- la. A principios de la década de 1960, el desarrollo de la técnica de fabricación de membranas permitió la construcción de plantas desaladoras de agua de mar mediante ósmosis inversa, y en la dé- cada de 1980 comenzó a utilizarse en la concentración de la leche. Su aplicación en la elaboración de queso ha sido el único cambio sustancial introducido desde el inicio de su fabricación en la prehistoria. Aunque los alimentos actuales son los más seguros desde cualquier punto de vista, incluido el microbiológico, de toda la historia de la Humanidad, los microorganismos patógenos siguen sien- do un problema, tanto los clásicos (Sal- monella) como los que se han venido a llamar «patógenos emergentes», como Yersinia enterocolitica, Listeria mo- nocytogenes, y algunas cepas enterohe- morrágicas de E. coli. A ellos se ha uni- do, al menos en la percepción del pú- blico, el prion causante de la encefalo- patía espongiforme bovina. EL CAMBIO DE SIGLO En los últimos años, la informática y la biotecnología han condicionado el desarrollo de muchas industrias, entre ellas la alimentaria, y es de esperar que en el futuro sigan influyendo notable- mente. El uso de los microprocesadores ha permitido a la industria alimentaria automatizar en muchos casos el proce- so de elaboración, desde la recepción de la materia prima hasta el envasado, al- macenamiento y distribución del pro- ducto. Los sistemas de medidas en tiempo real durante el procesado han ido mejorando también notablemente, con la introducción de nuevos sensores y la utilización de sistemas informati- zados. Por otra parte, la introducción de Internet ha representado también cam- bios notables en la transmisión de la in- formación, también, naturalmente, sobre alimentos y su procesado. Los avances en la bioquímica del DNA tienen un momento clave en 1973, con la primera transferencia de un gen, llevada a cabo por Stanley Cohen y Herbert Boyer, que podemos conside- rar el origen de la «ingeniería genética». Sus avances, aplicados inicialmente a la medicina, también se han trasladado a la industria alimentaria. Desde 1984 se comercializan enzimas procedentes de microorganismos modificados genética- mente. En 1990 comenzó la comercia- lización de la primera proteína animal recombinante utilizada en la industria alimentaria, la quimosina para la fabri- cación de queso. En esa fecha ya estaban también en desarrollo los vegetales transgénicos. El primero de ellos, una variedad de taba- co, fue obtenido en china en 1985. El primer vegetal transgénico para uso ali- mentario, desarrollado por la empresa Calgene, fue el tomate Flavr Savr, re- sistente al ablandamiento al contener un gen antisentido de la poligalacturonasa. Comenzó a cultivarse en 1992, siendo aprobado por la FDA en 1994, y aun- que no ha tenido éxito comercial, la aproximación conceptual utilizada, la utilización de genes antisentido, resulta válida para la modificación de otros ve- getales. Mejor resultado económico han obtenido los vegetales con genes de re- sistencia a insectos. El gen de la toxina de Bacillus thuringiensis fue clonado en 1981, y utilizado en el maíz desarrolla- do por Monsanto, que comenzó a co- mercializarse en 1996. También los ge- nes de resistencia a los herbicidas gli- fosato y glufosinato se han utilizado en el desarrollo de variedades comerciales de maíz y soja que permiten una ges- tión más sencilla del tratamiento con herbicidas por parte de los agricultores. Aunque en este caso el desarrollo de los productos transgénicos ha sido también más lento de lo esperado, por la reac- ción de algunos sectores sociales y la falta de reflejos de algunos políticos eu- ropeos, es de esperar que en el futuro inmediato aparezcan nuevas variedades con mejores propiedades desde el pun- to de vista agrario pero también con mejoras desde el punto de vista nutri- cional o desde el punto de vista de otras propiedades de interés para la industria alimentaria. Por otra parte, aspectos de la quími- ca de los alimentos que parecían bien estudiados, como la reacción de Mai- llard, pueden deparar aún sorpresas. En el año 2002 se encontraron concentra- ciones sorprendentemente elevadas de acrilamida, sustancia conocida como cancerígena, en algunos alimentos fritos y horneados. El origen de esta sustan- cia parece estar en la reacción de la as- parragina presente en forma libre con la glucosa. La industria alimentaria está desarro- llando actualmente nuevos procesos para elaborar alimentos destinados a grupos de población con necesidades especiales, como por ejemplo alimentos animales con menos colesterol, leches sin lactosa, cereales con hierro o leches enriquecidas con vitamina A y D. Tam- bién se están desarrollando «alimentos funcionales», con propiedades especia- les en la protección de la salud, a par- tir del conocimiento de los efectos fi- siológicos de componentes como la fi- bra, las distintas familias de ácidos gra- sos insaturados, algunas proteínas, o componentes «no nutritivos» como los flavonoides, presentes en muchos vege- tales. Sin embargo, queda aún mucho por saber en estos campos, y muchos de los supuestos efectos son por el mo- mento poco más que operaciones de marketing. Además existe una serie de nuevas tecnologías como las altas pre- siones, el calentamiento óhmico, los pulsos eléctricos y los ultrasonidos que están aún en fase de experimentación, pero cuyo futuro parece en algunos ca- sos prometedor. REFERENCIAS HISTÓRICAS La siguiente lista de referencias, en orden cronológico, corresponde a las obras a que
  • 15. hed on the subject. Edimburgo, Sands, Murray y Cochran. 456 pags. Publicado también en francés en 1756. Gumilla, José (1741). El Orinoco Ilustrado; historia natural, civil y geográfica de este gran río, y de sus caudalosas vertientes; gobierno, usos y costumbres de los In- dios sus habitadores, con nuevas y útiles noticias de animales, árboles frutos yer- vas y raíces medicinales. Madrid, Manuel Fernández. 580 págs. Existen ediciones de 1745 y 1791, y otra en francés de1758. Casal, (1762). Historia Natural y Médica de el Principado de Asturias. Madrid, Manuel Martín. 404 págs. Cook, James (1776). The method taken for preserving the health of the crew of His Majesty’s Ship The Resolution during her late voyage round the world. Addressed to Sir John Pringle. The Philosophical Tran- sactions of the Royal Society of London, 66, 402-406. Parmentier, Antoine Augustine (1778). Le Parfait Boulanger, ou Traité Complet sur la Fabrication & le Commerce du Pain. París, Imprimerie Royale. 639 pp. Marggraf, Andreas Segismund (1747). Ex- periences chimiques faites dans le dessein de tirer un véritable sucre de diverses plantes, qui croisent dans nos contrées. Histoire de l’Academie Royale des Scien- ces et Belles Letres, 3, 79-90. Mitjavila y Fisonell, Vicente (1791). Noticia de los daños que causan al cuerpo huma- no las preparaciones del plomo: ya admi- nistradas como medicina, ya mezcladas fraudulentamente con los alimentos de primera necesidad: se da un medio fácil é inteligible á toda clase de gentes para sa- ber si el vino, pan, &c. están adulterados con plomo. Barcelona, Manuel Texeró, 44 págs. Chaptal, Jean Antoine Claude (1807). L’art de faire le vin. París, Deterville. 382 pp. Existe una segunda edición francesa de 1819 y otra de 1939. Acchard, (1802). Anleitung zum Anbau der zur Zuckerfabrikation anwendbaren Run- kelrüben und zur vorteilhaften Gewinnung des Zuckers aus denselben. Breslaw. Appert, Nicolas (1810). L’art de conserver, pendant plusieurs années, toutes les subs- tances animales et végétales. Paris, Patris, et cie. 116 pp. Se publicaron sucesivas ediciones en francés en 1811, 1813 y 1831; en italiano en 1810; en inglés en 1811, y 1812 (en 1812, en Inglaterra y en Estados Unidos), en alemán en 1810, 1811 y 1822, y en sueco en 1811. Accum, Friedrich Christian (1820). A treati- se on adulterations of food, and culinary poisons, exhibiting the fraudulent sophis- tications of bread, beer, wine, spirituous liquors, tea, coffee, cream, confectionery, vinegar, mustard, pepper, cheese, olive oil, pickles, and other articles employed in do- mestic economy. And methods of detec- ting them. Londres, Longman, Hurst, Rees, Orme, and Browne, 372 pp. El mis- mo año se publicó otra edición en Lon- dres, y también en Filadelfia. En 1822 se publicó la cuarta edición, de nuevo en Londres. Accum, Friedrich Christian (1821). Culinary chemistry: exhibiting the scientific princi- ples of cookery, with concise instructions for preparing good and wholesome pic- kles, vinegar, conserves, fruit jellies, mar- malades, and various other alimentary substances employed in domestic eco- nomy, with observations on the chemical constitution and nutritive qualities of dif- ferent kinds of food. Londres, R. Acker- mann. 336 pp. Chevreul, E. (1823). Recherches chimiques sur les corps gras d’origine animale. Pa- rís, Levrault. 485 pp. Chaptal, J. A. (1823). Chimie appliquée à l’agriculture. París, Huzard. 2 vols, 298+484 pp. Existe una traducción al cas- tellano de 1829 y una segunda edición francesa del mismo año. D. J. A. y L. (1832). Tratado de la conser- vación de las sustancias alimenticias. Bar- celona, Imp. Vda. de Roca. 252 pp. Payen, A. y Persoz, J. F. (1833). Mémoire sur la diastase, les principaux produits de ses réactions et leurs applications aux arts industriels. Annales de Chimie et Physi- que, 53, 73-92. Liebig, Justus von (1840). Die Organische Chemie in Anwendung auf Agrikultur und Physiologie. El mismo año se publicó la edición inglesa. Liebig, Justus von (1845) Cartas sobre la Química y sobre sus Aplicaciones a la In- dustrie, a la Fisiología y a la Agricultura. Salamanca, Imprenta de Juan José Morán. 436 pp. Liebig, Justus von (1847). Chemische Un- tersuchung uber das Fleisch und seine Zu- bereitung zum Nahrungsmittel, Heidel- berg. Liebig, Justus von (1847). Researches on the Chemistry of Food, and the Motion of the Juices in the Animal Body. Edited from the manuscript of the author by William Gre- gory. Londres, Londson, Taylor y Walton. Pasteur, L. (1857). Mémoire sur la fermen- tation alcoolique. Comptes Rendus Heb- domadaires des Seances de l’Académie des Sciences de Paris, 45, 1032-1036. Pasteur, Louis (1860). Mémoire sur la fer- mentation alcoolique. París, Mallet-Ba- chelier. 106 págs. Fue también publicada en alemán en 1871. Pasteur, Louis, (1866). Études sur le vin: ses maladies, causes que les provoquent, pro- cédés nouveaus pour le conserver et pour le vieillir. Paris, Imprimerie Impériale, 264 pp. Reeditado en 1873. 33 se hace alusión en el texto, aunque no se ci- ten explícitamente. En su mayor parte cons- tituyen hitos clave en el desarrollo de la Ciencia y Tecnología de los Alimentos, y en otros casos, aunque sea de una forma más marginal, señalan también detalles que per- miten comprender mejor su evolución. Columella, Lucius Junius Moderatus. De Re Rustica. La primera edición impresa es de Nicolai Ienson Gallici, Venecia, 1472. La primera edición en castellano es de Ma- drid, 1824. Apicius. Apitii Celii De Re Coquinaria libri decem. La primera edición impresa es de Giulielmus Signerre, Mediolani (Milán), 1498. Plinius Secundus, Caius. Historia Naturalis. La primera edición impresa es de Johan- nes de Spira, Venecia, 1469. Existen de- cenas de ediciones en latín y en muchos otros idiomas europeos. La traducción al castellano (por Gerónimo Huerta) de los «libros» más interesantes desde el punto de vista de los alimentos se publicó en Madrid en 1629, dentro del tomo segun- do de la edición de Juan Gonçalez. Anglicus, Bartholomeus. De Proprietatibus Rerum. Escrito hacia 1240. La primera edición impresa es de alrededor de 1474. Existen otras 15 ediciones antiguas en la- tín, 24 en francés, 3 en inglés, dos en cas- tellano (de 1494 y de 1529) y una en ho- landés. Platina, B. (1475). De Honesta Uoluptate et Ualetudini: uel de Obsoniis et Arte Co- quinaria libri decem. Venecia, Laurenti de Aquila, Venecia, 188 fols. Acosta, José de (1590). Historia Natvral y Moral de las Indias, en que se tratan las cosas notables del cielo, y elementos, me- tales, plantas y animales dellas: y los ri- tos y ceremonias, leyes, y gobierno y gue- rras de los indios. Sevilla, Juan de León. 535 págs. Se reeditó en 1591 (dos edicio- nes), 1608 y 1610. Existen ediciones en italiano de 1569, holandés en 1598 y 1624, alemán en 1598 y 1617, francés en 1598, 1600, 1616 y 1621, en inglés en 1604 y en latín. Papin, Denis (1681). A new digester or en- gine for softning bones.Londres, Henry Bonwicke. 54 pags Publicado también en francés en 1682. Papin, Denis (1687). A continuation of the new digester of bones: it’s improvements and new uses it hath been applyed to, both for sea and land: together with some improvements and new uses of the air pump, tryed both in England and in Italy. Londres, Joseph Streater. 123 págs. Lind, James (1753). A Treatise of the Scurvy in Three Parts. Containing an inquiry into the Nature, Causes and Cure of that Di- sease, together with a Critical and Chro- nological View of what has been publis-
  • 16. 34 Pasteur, Louis, (1868) Études sur le vinai- gre, sa fabrication, ses maladies, moyens de les prévenir: nouvelles observations sur la conservation des vins par la chaleur. Paris, Gauthier-Villars y Victor Masson et fils. 119 págs. Pasteur, Louis (1876). Études sur la bière: ses maladies, causes qui les provoquent, procédé pour la rendre inaltérable, avec une théorie nouvelle de la fermentation. Paris: Gauthier-Villars 387 pp. Fue tam- bién publicada en inglés en 1879. Fahlberg, C. y Remsen, I. Ueber die Oxy- dation des Orthotoluolsulfamids. Chem. Ber. 1879, 12, 469-473. Lunin, N. (1881) Ueber die Bedeutung der anorganischen Salze für die Ernährung des Thieres. Zeitschrift für Physiologische Chemie, 5, 31-39. Buchner, Edward (1897). Über alkoholische Gärungohne Hefeezellen. Berichte der Deutschen Chemischen Gesellschaft, 30, 117-124. Association of Official Agricultural Che- mists. Committee on Revision of Methods (1908). Official and Provisional Methods of Analysis. U. S. Governement Printing Office. Washington, 272 pp. Funk, Casimir (1911). On the chemical na- ture of the substance which cures poly- neuritis in birds induced by a diet of po- lished rice. Journal of Physiology, 43, 395-400. Funk, Casimir (1912). The etiology of the deficiency diseases. Beri-beri, polyneuri- tis in birds, epidemic dropsy, scurvy, ex- perimental scurvy in animals, infantile scurvy, ship beri-beri, pellagra. Journal of State Medicine, 20, 341-368. Maillard, Louis Camille (1912). Action des acides aminés sur les sucres; formation des mélanoïdines par voie méthodique. Compte Rendues de l’Académie des Scien- ces, n.° 154, 66-68. Maillard, Louis Camille (1913). Genèse des matières humiques et des matières protéi- ques. Masson, París. 423 pp. Michaelis, L. y Menten, M.L. (1913). Die Kinetik der Invertinwirkung. Biochem. Z., 49, 333-369. Goldberger, J. y G. A. Wheeler, G. A. (1920). The Experimental Production of Pellagra in Human Subjects by Means of Diet. Hy- gienic Laboratory Bulletin. Government Printing Office, Washington D. C. Bigelow, W. D. y Esty, J. R. (1920). The thermal death point in relation to time of typical thermophilic organisms. Journal of Infectious Diseases, 27, 602-617. Bigelow, W. D. (1921). The logarithmic na- ture of thermal death time curves. Journal of Infectious Diseases, 29, 525-536. Sumner, J. B. (1926). The isolation and crys- tallization of the enzyme urease. Journal of Biological Chemistry 69, 435-441. Brand, E., Saidel, L. J., Goldwater, W. H., Kasell, B. y Ryan, F. J. (1945). The em- pirical formula of β-lactoglobulin. Journal of the American Chemical Society, 67, 1524-1532. Ponting, J. D. y Joslyn, M. A. (1948). As- corbic acid oxidation and browning in ap- ple tissue extracts. Archives of Bioche- mistry, 19, 47-63. Mazur, R., Schlatter, J. y Goldkamp, A. The structure-taste relationship of some di- peptides. J. Amer. Chem. Soc., 91, 2684- 2691. United States Department of Health, Educa- tion and Welfare (1972). Proceeding of the 1971 National Conference on Food Protection. Government Printing Office, Washington D. C. Strandberg, G. W. y Smiley, K. L. (1972). Glucose isomerase covalently bound to porous glass beads. Biotechnology and Bioengeneering, 14, 509-518. Cohen, S. N., Chang, A. C. Y., Boyer, H. W. y Helling, R. B. (1973). Constitution of biological functional bacterial plasmids in vitro. Proceedings of the National Aca- demy of Sciences USA, 70, 3240-3244. Schnepf, E. y Whiteley, H. R. (1981). Clo- ning and expression of the Bacillus thu- ringiensis crystal protein gene in Escheri- chia coli. Proceedings of the National Academy of Sciences USA. 78, 2893-2897. Enattal, N. S., Sahi, T., Savilahti, E., Terwi- llinger, J. D., Peltonen, L. y Järvela, I. (2002). Identification of a variant associa- ted with adult-type hypolactasia. Nature Genetics, 30, 235-237. Tareke, E., Rydberg, P., Karlsson, P., Eriks- son, S. y Törnqvist, M. (2002). Analysis of acrylamide, a carcinogen formed in hea- ted foodstuffs. Journal of Agricultural and Food Chemistry, 50, 4998-5006. Mottram, D. S., Wedzicha, B. L. y Dodson, A. T. (2002). Food chemistry: Acrylami- de is formed in the Maillard reaction. Na- ture, 419, 448-449. NOTA PARA LOS AUTORES DE TRABAJOS Se está estudiando la posibilidad de la publicación de los tra- bajos de nuestros colaboradores a través de INTERNET, además de la tradicional publicación en papel. Por ello recomendamos a todos los autores que nos remitan sus trabajos en soporte informático.