La ira genera cambios fisiológicos como aumento del ritmo cardíaco, la presión arterial y los niveles de hormonas como la adrenalina. También causa alteraciones en el sistema nervioso y en el cerebro, especialmente en los lóbulos frontales y temporales. Cuando se siente ira, es difícil pensar con claridad y concentrarse, ya que se paraliza la memoria activa. Existen tratamientos farmacológicos y psicológicos para tratar trastornos relacionados con la ira.