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Ciclo A
Estamos en el domingo anterior a la Ascensión de Jesús
al cielo. En este tiempo Jesús resucitado se aparecía a
unos o a todos los discípulos y les iba recordando lo
principal que les había dicho en vida para que mejor lo
recordasen al predicar.
Pero, como los
evangelistas no
concretaron
mucho, el
evangelio de este
día nos recuerda
palabras de la
Última Cena que
podría haber
repetido estos
días.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me
amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al
Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con
vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede
recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en
cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está
con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro
de poco el mundo no me verá, pero vosotros me
veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces
sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros
conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis
mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me
ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me
revelaré a él." (Juan 14,15-21)
Una de las realidades
importantísimas de nuestra
religión es que Jesús, que
se va pero se queda,
además de otras
presencias, se queda por
medio del Espíritu Santo,
que es la tercera persona
de la Stma. Trinidad, unido
sustancialmente con el
Padre y con el Hijo. Lo
prometió en la Última Cena
y lo repetiría estos días.
Así podían entender lo que iba a ser el Espíritu Santo en
la Iglesia. Algo así como era Jesús mismo para los
apóstoles. Por eso dice: “otro Defensor”.
El Espíritu
Santo, dice
Jesús, es
“otro
Defensor”.
Defensor o
Consolador
llamaban al
familiar, que
hacía las
veces de
padre para un
huérfano.
Jesús se despide
porque se va; pero hace
la maravilla de
quedarse. Quiere que
un día estemos felices
con Él, y ya desde ahora
quiere que vivamos la
vida que Él tiene junto
al Padre. Ahora en fe,
pero vida real porque
para eso nos envía su
Espíritu que hará brotar
en los corazones de los
creyentes ríos de agua
viva.
El hecho de que
Jesús nos deje su
espíritu podría
tomarse como un
ideal, un anhelo
de la persona.
Algo así quería
decirle Eliseo al
profeta Elías,
cuando éste se
iba a marchar
para siempre:
“Por favor, que yo reciba dos partes de tu espíritu”. Elías
le dijo que era difícil; pero que si le veía al partir, lo
conseguiría. Poco después llegó un carro de fuego que se
llevó a Elías. Eliseo recibió una gran parte del espíritu de
Elías y fue un gran profeta.
El Espíritu, según la
expresión de Jesús, no es
un ideal, sino una persona
divina, es Alguien que nos
va a ayudar verdaderamente,
si nosotros le dejamos
actuar en esta importante y
difícil empresa de seguir
adelante en el camino de la
salvación. Por eso nos dice
Jesús que no nos deja
huérfanos, pues con
nosotros está su Espíritu.
Por medio del Espíritu podemos tener la fuerza necesaria
para caminar por el camino trazado por Jesús. Con su luz
y fuerza pudieron los apóstoles sentir lo que Jesús les
había prometido: No os dejaré solos.
Automático
Y os recordará
todo lo que os
dije. Él os dirá
que yo soy el
Señor.
Jesús
es el
Señor.
Jesús es
el
Para
gloria
de
Dios
Padre,
Hacer Clic
Jesús se
prolonga y se
completa con
el Espíritu
Santo. El
Espíritu Santo
viene a ser la
presencia de
Cristo, pero
más
interiorizada o
espiritualizada
Es como la
presencia del
amor o el amor
personalizado.
El Espíritu Santo va llenándonos de la gracia de
Dios y va animando a la comunidad cristiana a la
acción misionera y caritativa.
Jesús, unido al Espíritu Santo o por medio de Él, va
haciendo surgir iniciativas santas en la Iglesia. Y va
dando eficacia a los sacramentos que celebramos,
comenzando por el bautismo y la confirmación, que es el
sacramento más propio de la presencia del Espíritu.
En la Eucaristía se
invoca la presencia
del Espíritu sobre
el pan y sobre el
vino para que se
conviertan en el
Cuerpo y la Sangre
de Cristo.
Por eso debemos abrir el corazón a este Espíritu que
Jesús quiere darnos especialmente cuando vamos a la
misa; pero debemos pedir que venga a nosotros y a toda
la Iglesia.
Ven,
Espíritu
Santo
Automático
Ven,
Espíritu
Santo.
Hacer CLIC
Y en las despedidas hay palabras sentidas y profundas.
Se hacen ruegos y promesas y se pueden dar regalos. Es
como un afán de prolongar la presencia. El gran regalo
que nos deja Jesús, que prolonga su presencia, es el
Espíritu Santo.
En este
domingo
anterior a la
Ascensión
estamos como
en un
ambiente de
despedida.
Jesús nos dice
sobre el Espíritu
Santo que el mundo
“no lo ve ni lo
conoce”. Por eso no
puede recibirlo. Y
no lo conoce
porque está
acostumbrado a las
cosas materiales y
sólo se mueve por
intereses
materiales.
La vida del Espíritu roza lo material, porque vivimos en
este mundo, pero va por otros cauces y otros ideales
supremos.
El dejarnos Jesús su Espíritu significa dejarnos su
Amor. Por lo tanto nosotros debemos corresponder al
Amor con amor. No con un amor etéreo, sino práctico.
Este amor práctico consiste en guardar sus
mandamientos.
Así nos dice
Jesús: “El que
acepta mis
mandamientos
y los guarda,
ése me ama”.
Jesús nos quiere decir
que quien ama a Dios lo
tiene que probar: con
los mandamientos de
Dios y los de la Iglesia,
ya que es la depositaria
de las cosas de Dios y
estos mandamientos
son para mejor cumplir
los mandamientos de
Dios.
Estos se
resumen en el
amor.
La
correspondencia
por parte de Dios
será grandiosa.
Jesús termina la
parte del evangelio
de hoy diciendo:
“Al que me ama lo
amará mi Padre, y
yo también lo
amaré y me
revelaré a él."
Automático
Y
vendremos
a él y
haremos
morada
en él.
Y vendremos a él y haremos
morada en él.
Hacer CLIC
El que ama a Cristo debe amar también al hermano. El que
ama al hermano debe vivir en actitud de servicio y
entrega. Quiere decir que no sólo se ama con el corazón,
sino con las manos y todo el ser: hay que verlo en las
obras.
Entre las obras
está la
evangelización
del diácono
Felipe, según
nos cuentan los
Hechos de los
ap. en la 1ª
lectura (8,5-8.14-
17):
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y
predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con
aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído
hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de
muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando
gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La
ciudad se llenó de alegría.
Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se
enteraron de que Samaría había recibido la palabra de
Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y
oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu
Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo
bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
El amor procura que el
sufrimiento vaya
disminuyendo. Un signo
de la nueva humanidad
que había comenzado
con Cristo eran las
curaciones milagrosas.
Era una continuación de
la obra de Jesús, que
había venido a librar al
hombre de dolencias y
esclavitudes.
La humanidad sigue necesitando personas
que les quiten su dolor físico y espiritual.
Dice esa 1ª lectura que, después que recibieron y vivían la
fe, “la ciudad se llenó de alegría”. No quiere decir que el
creyente no tenga ya problemas, sino que a pesar de las
fatigas y dolores de la vida, aceptados y vividos con fe,
no se extingue la fuente de la alegría.
Una de las
señales de esta
nueva vida de
bautizados es
la alegría.
Es una alegría diferente de la que puede tener una
persona que sólo se rige por deseos materiales. Estas
personas no conocen la verdadera alegría, porque no
conocen el Espíritu, que es como el viento invisible, pero
que lo siente quien se pone en contacto con él.
La
alegría es
un fruto
del
Espíritu
Santo.
Es diferente la alegría de aquellos que se dejan guiar por
el Espíritu: penetra y perdura. La alegría de quien
sinceramente alaba a Dios con el Espíritu no sólo se da
en ese momento, sino que, al penetrar en el corazón,
perdura en los quehaceres de la vida.
Por ejemplo, atendiendo a enfermos, sirviendo y
respetando a todos.. Viviendo en la línea de la
comprensión y compasión, de la misericordia y del
servicio.
La alegría
perdura en el
corazón,
cuando uno se
esfuerza en
vivir en la línea
de Jesús:
haciendo el
bien.
Así nos lo dice hoy san Pedro en la 2ª lectura. Si quere-
mos glorificar de verdad a Dios en nuestros corazones,
debemos expresarlo con el bien a los demás. Que ellos
vean nuestra esperanza. Dice así: 1Pedro 3,15-18.
Viviendo
de esta
manera
podremos
dar razón
de nuestra
esperanza
al mundo.
Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones
a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón
de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero
con mansedumbre y respeto y en buena conciencia,
para que en aquello mismo en que sois calumniados
queden confundidos los que denigran vuestra buena
conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el
bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer
haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los
pecados una vez para siempre: el inocente por los
culpables, para conducirnos a Dios. Como era
hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu,
fue devuelto a la vida.
Nuestra esperanza es sobre todo Cristo, muerto por
amor para librarnos de nuestras culpas y resucitado por
el Padre para darnos la vida eterna. ¿Quién nos puede
pedir esta esperanza? Habrá personas que nos lo
puedan pedir de manera explícita.
Pero son más
los que nos lo
piden de
manera
implícita,
porque desean
tener una
esperanza que
no tienen.
La fe no se impone por la fuerza, sino que se expone
sencillamente confiando en su propia fuerza para
convencer. Por mucho celo que tengamos, siempre
debemos respetar la libertad ajena.
Esta fe y
esperanza la
debemos
ofrecer “con
mansedumbre
y respeto”.
Es decir, con el propio testimonio de vida cristiana, ya
que un ejemplo vale más que mil palabras. Algo que se
evalúa mucho es la sinceridad. Y ello para que todos
puedan glorificar a Dios y puedan decir, con la virtud del
Espíritu Santo, que Jesús es el Señor.
Y debemos
ofrecerlo
“en buena
conciencia”.
Terminamos recordando que cuando se vive en el
Espíritu, sale a flote uno de sus frutos, que es la alegría.
Es una alegría que anida en el fondo del corazón y que
muchas veces sale al exterior. Mucho más cuando la vida
en el Espíritu es compartida con otros muchos cristianos.
Esa alegría puede ser tan vibrante que hasta dan ganas
de cantar y reír por la calle, contrastando a las caras
tristes y aburridas en los que sólo ponen su ilusión por
lo material.
Automático
y oigo a mis
espaldas:
Este va
cantando,
Y hay gente que
se ríe: Fíjate,
éste va
cantando.
¡Qué bonita que es la vida cuando
vivo así!
¡Qué distinta la de la
gente que veo por ahí!
Me dan ganas de gritarles:
Se puede ser feliz.
¡Qué distinta la de la gente que veo
por ahí!
Caras tristes y aburridas,
que no saben sonreír,
Me dan ganas de gritarles: Se puede
ser feliz.
AMÉN
Que
podamos
ser felices
con María y
con Jesús.

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IV Domingo Pascua ciclo a

  • 2. Estamos en el domingo anterior a la Ascensión de Jesús al cielo. En este tiempo Jesús resucitado se aparecía a unos o a todos los discípulos y les iba recordando lo principal que les había dicho en vida para que mejor lo recordasen al predicar. Pero, como los evangelistas no concretaron mucho, el evangelio de este día nos recuerda palabras de la Última Cena que podría haber repetido estos días.
  • 3. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." (Juan 14,15-21)
  • 4. Una de las realidades importantísimas de nuestra religión es que Jesús, que se va pero se queda, además de otras presencias, se queda por medio del Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Stma. Trinidad, unido sustancialmente con el Padre y con el Hijo. Lo prometió en la Última Cena y lo repetiría estos días.
  • 5. Así podían entender lo que iba a ser el Espíritu Santo en la Iglesia. Algo así como era Jesús mismo para los apóstoles. Por eso dice: “otro Defensor”. El Espíritu Santo, dice Jesús, es “otro Defensor”. Defensor o Consolador llamaban al familiar, que hacía las veces de padre para un huérfano.
  • 6. Jesús se despide porque se va; pero hace la maravilla de quedarse. Quiere que un día estemos felices con Él, y ya desde ahora quiere que vivamos la vida que Él tiene junto al Padre. Ahora en fe, pero vida real porque para eso nos envía su Espíritu que hará brotar en los corazones de los creyentes ríos de agua viva.
  • 7. El hecho de que Jesús nos deje su espíritu podría tomarse como un ideal, un anhelo de la persona. Algo así quería decirle Eliseo al profeta Elías, cuando éste se iba a marchar para siempre: “Por favor, que yo reciba dos partes de tu espíritu”. Elías le dijo que era difícil; pero que si le veía al partir, lo conseguiría. Poco después llegó un carro de fuego que se llevó a Elías. Eliseo recibió una gran parte del espíritu de Elías y fue un gran profeta.
  • 8. El Espíritu, según la expresión de Jesús, no es un ideal, sino una persona divina, es Alguien que nos va a ayudar verdaderamente, si nosotros le dejamos actuar en esta importante y difícil empresa de seguir adelante en el camino de la salvación. Por eso nos dice Jesús que no nos deja huérfanos, pues con nosotros está su Espíritu.
  • 9. Por medio del Espíritu podemos tener la fuerza necesaria para caminar por el camino trazado por Jesús. Con su luz y fuerza pudieron los apóstoles sentir lo que Jesús les había prometido: No os dejaré solos.
  • 11.
  • 12. Y os recordará todo lo que os dije. Él os dirá que yo soy el Señor.
  • 14.
  • 17. Jesús se prolonga y se completa con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo viene a ser la presencia de Cristo, pero más interiorizada o espiritualizada Es como la presencia del amor o el amor personalizado.
  • 18. El Espíritu Santo va llenándonos de la gracia de Dios y va animando a la comunidad cristiana a la acción misionera y caritativa.
  • 19. Jesús, unido al Espíritu Santo o por medio de Él, va haciendo surgir iniciativas santas en la Iglesia. Y va dando eficacia a los sacramentos que celebramos, comenzando por el bautismo y la confirmación, que es el sacramento más propio de la presencia del Espíritu.
  • 20. En la Eucaristía se invoca la presencia del Espíritu sobre el pan y sobre el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por eso debemos abrir el corazón a este Espíritu que Jesús quiere darnos especialmente cuando vamos a la misa; pero debemos pedir que venga a nosotros y a toda la Iglesia.
  • 22.
  • 24. Y en las despedidas hay palabras sentidas y profundas. Se hacen ruegos y promesas y se pueden dar regalos. Es como un afán de prolongar la presencia. El gran regalo que nos deja Jesús, que prolonga su presencia, es el Espíritu Santo. En este domingo anterior a la Ascensión estamos como en un ambiente de despedida.
  • 25. Jesús nos dice sobre el Espíritu Santo que el mundo “no lo ve ni lo conoce”. Por eso no puede recibirlo. Y no lo conoce porque está acostumbrado a las cosas materiales y sólo se mueve por intereses materiales. La vida del Espíritu roza lo material, porque vivimos en este mundo, pero va por otros cauces y otros ideales supremos.
  • 26. El dejarnos Jesús su Espíritu significa dejarnos su Amor. Por lo tanto nosotros debemos corresponder al Amor con amor. No con un amor etéreo, sino práctico. Este amor práctico consiste en guardar sus mandamientos. Así nos dice Jesús: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama”.
  • 27. Jesús nos quiere decir que quien ama a Dios lo tiene que probar: con los mandamientos de Dios y los de la Iglesia, ya que es la depositaria de las cosas de Dios y estos mandamientos son para mejor cumplir los mandamientos de Dios. Estos se resumen en el amor.
  • 28. La correspondencia por parte de Dios será grandiosa. Jesús termina la parte del evangelio de hoy diciendo: “Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."
  • 30.
  • 32. Y vendremos a él y haremos morada en él. Hacer CLIC
  • 33. El que ama a Cristo debe amar también al hermano. El que ama al hermano debe vivir en actitud de servicio y entrega. Quiere decir que no sólo se ama con el corazón, sino con las manos y todo el ser: hay que verlo en las obras. Entre las obras está la evangelización del diácono Felipe, según nos cuentan los Hechos de los ap. en la 1ª lectura (8,5-8.14- 17):
  • 34. En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
  • 35. El amor procura que el sufrimiento vaya disminuyendo. Un signo de la nueva humanidad que había comenzado con Cristo eran las curaciones milagrosas. Era una continuación de la obra de Jesús, que había venido a librar al hombre de dolencias y esclavitudes.
  • 36. La humanidad sigue necesitando personas que les quiten su dolor físico y espiritual.
  • 37. Dice esa 1ª lectura que, después que recibieron y vivían la fe, “la ciudad se llenó de alegría”. No quiere decir que el creyente no tenga ya problemas, sino que a pesar de las fatigas y dolores de la vida, aceptados y vividos con fe, no se extingue la fuente de la alegría. Una de las señales de esta nueva vida de bautizados es la alegría.
  • 38. Es una alegría diferente de la que puede tener una persona que sólo se rige por deseos materiales. Estas personas no conocen la verdadera alegría, porque no conocen el Espíritu, que es como el viento invisible, pero que lo siente quien se pone en contacto con él. La alegría es un fruto del Espíritu Santo.
  • 39. Es diferente la alegría de aquellos que se dejan guiar por el Espíritu: penetra y perdura. La alegría de quien sinceramente alaba a Dios con el Espíritu no sólo se da en ese momento, sino que, al penetrar en el corazón, perdura en los quehaceres de la vida.
  • 40. Por ejemplo, atendiendo a enfermos, sirviendo y respetando a todos.. Viviendo en la línea de la comprensión y compasión, de la misericordia y del servicio. La alegría perdura en el corazón, cuando uno se esfuerza en vivir en la línea de Jesús: haciendo el bien.
  • 41. Así nos lo dice hoy san Pedro en la 2ª lectura. Si quere- mos glorificar de verdad a Dios en nuestros corazones, debemos expresarlo con el bien a los demás. Que ellos vean nuestra esperanza. Dice así: 1Pedro 3,15-18. Viviendo de esta manera podremos dar razón de nuestra esperanza al mundo.
  • 42. Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
  • 43. Nuestra esperanza es sobre todo Cristo, muerto por amor para librarnos de nuestras culpas y resucitado por el Padre para darnos la vida eterna. ¿Quién nos puede pedir esta esperanza? Habrá personas que nos lo puedan pedir de manera explícita. Pero son más los que nos lo piden de manera implícita, porque desean tener una esperanza que no tienen.
  • 44. La fe no se impone por la fuerza, sino que se expone sencillamente confiando en su propia fuerza para convencer. Por mucho celo que tengamos, siempre debemos respetar la libertad ajena. Esta fe y esperanza la debemos ofrecer “con mansedumbre y respeto”.
  • 45. Es decir, con el propio testimonio de vida cristiana, ya que un ejemplo vale más que mil palabras. Algo que se evalúa mucho es la sinceridad. Y ello para que todos puedan glorificar a Dios y puedan decir, con la virtud del Espíritu Santo, que Jesús es el Señor. Y debemos ofrecerlo “en buena conciencia”.
  • 46. Terminamos recordando que cuando se vive en el Espíritu, sale a flote uno de sus frutos, que es la alegría. Es una alegría que anida en el fondo del corazón y que muchas veces sale al exterior. Mucho más cuando la vida en el Espíritu es compartida con otros muchos cristianos.
  • 47. Esa alegría puede ser tan vibrante que hasta dan ganas de cantar y reír por la calle, contrastando a las caras tristes y aburridas en los que sólo ponen su ilusión por lo material.
  • 49. y oigo a mis espaldas: Este va cantando,
  • 50.
  • 51. Y hay gente que se ríe: Fíjate, éste va cantando.
  • 52. ¡Qué bonita que es la vida cuando vivo así!
  • 53. ¡Qué distinta la de la gente que veo por ahí!
  • 54.
  • 55. Me dan ganas de gritarles: Se puede ser feliz.
  • 56.
  • 57. ¡Qué distinta la de la gente que veo por ahí!
  • 58. Caras tristes y aburridas, que no saben sonreír,
  • 59. Me dan ganas de gritarles: Se puede ser feliz.