1. LA MANIFESTACIÓN DEL SEÑOR
Ellos habían oído de la esperanza mesiánica por parte de los judíos de la dispersión.
Relacionaron este fenómeno en el cielo con el rey esperado por los judíos, que nacería en Judea
e iniciaría un reino universal. No tardaron en emprender un largo viaje para verificar ese evento
sin igual.
Vv. 1—8. Los que viven completamente alejados de los medios de gracia suelen usar la máxima
diligencia y aprenden a conocer lo máximo de Cristo y de su salvación. Pero ningún arte curioso
ni el puro aprendizaje humano pueden llevar a los hombres a Él. Debemos aprender de Cristo
atendiendo a la palabra de Dios, como luz que brilla en un lugar oscuro, y buscando la
enseñanza del Espíritu Santo. Aquellos en cuyo corazón se levanta la estrella de la mañana, para
darles el necesario conocimiento de Cristo, hacen de su adoración su actividad preferente. —
Aunque Herodes era muy viejo, y nunca había mostrado afecto por su familia, y era improbable
que viviera hasta que el recién nacido llegara a la edad adulta, empezó a turbarse con el temor
de un rival. No comprendió la naturaleza espiritual del reino del Mesías. Cuidémonos de la fe
muerta. El hombre puede estar persuadido de muchas verdades y aun puede odiarlas, porque
interfieren con su ambición o licencia pecaminosa. Tal creencia le incomodará, y se decidirá
más a oponerse a la verdad y la causa de Dios; y puede ser suficientemente necio para esperar
tener éxito en eso.
Vv. 9—12. Cuánto gozo sintieron estos sabios al ver la estrella, nadie lo sabe tan bien como
quienes, después de una larga y triste noche de tentación y abandono, bajo el poder de un
espíritu de esclavitud, al fin reciben el Espíritu de adopción, dando testimonio a sus espíritus
que son hijos de Dios. Podemos pensar qué desilusión fue para ellos cuando encontraron que
una choza era su palacio, y su propia y pobre madre era la única servidumbre que tenía. Sin
embargo, estos magos no se creyeron impedidos, porque habiendo hallado al Rey que buscaban,
le ofrecieron sus presentes. Quien busca humilde a Cristo no tropezará si lo halla a Él y a sus
discípulos en chozas oscuras, después de haberlos buscado en vano en los palacios y ciudades
populosas. —¿Hay un alma ocupada en buscar a Cristo? ¿Querrá adorarlo y decir, ¡sí!, yo soy
una criatura pobre y necia y nada tengo que ofrecer? ¡Nada! ¿No tienes un corazón, aunque
indigno de Él, oscuro, duro y necio? Dáselo tal como es, y prepárate para que Él lo use y
disponga como le plazca; Él lo tomará, y lo hará mejor, y nunca te arrepentirás de habérselo
dado. Él lo modelará a su semejanza, y Él mismo se te dará y será tuyo para siempre. —Los
presentes de los magos eran oro, incienso, y mirra. La providencia los mandó como socorro
oportuno para José y María en su actual condición de pobreza. Así, nuestro Padre celestial, que
sabe lo que necesitan sus hijos, usa a algunos como mayordomos para suplir las necesidades de
los demás y proveerles aun desde los confines de la tierra.
Muchos judíos que fueron llevados cautivos a Asiria y Babilonia, durante los siglos V, VI y VII
a. de J.C., optaron por quedarse en ese territorio cuando Ciro les dio permiso para regresar a
Palestina. Estaban privados de participar frecuentemente en las ceremonias en su gran templo en
Jerusalén por razón de la distancia. Entre estos judíos de la dispersión, creció en importancia
una institución que probablemente había nacido durante el cautiverio babilónico y cuya
influencia llegaba a ser vital para mantener la fidelidad a Jehovah: la sinagoga. En las sinagogas
los judíos y prosélitos escuchaban la lectura de los rollos sagrados. La lectura de los libros
proféticos, con su tema dominante de un Mesías que vendría a establecer paz en la tierra,
mantenía una viva esperanza entre los participantes. Algunos de sus vecinos paganos
simpatizaban con la moral judía y la esperanza mesiánica. No pocos de estos vecinos paganos
aceptaron la fe de los judíos, se sometieron a las demandas de la ley de Moisés y abrigaban las
esperanzas de la venida del Mesías judío.
El texto aclara el propósito de la visita de los magos; vinieron para adorarle al rey recién
nacido. El término “adorar”, que significa “postrarse hacia”, se encuentra doce veces en Mateo,
tres de las cuales están en este pasaje (vv. 2, 8 y 11). Los magos dejan una gran lección y
desafío para los creyentes de todos los siglos. Vinieron desde muy lejos —viaje peligroso,
2. costoso y cansador— para adorar a Jesús; vinieron con poca revelación; vinieron con gran gozo
(v. 10); y vinieron con la idea correcta de la adoración (v. 11). Adoraron a Jesús, no a la madre,
postrándose y presentando sus ofrendas.
Hemos visto su estrella (v. 2). Los ángeles de Jehovah avisaron a los pastores del
nacimiento de Jesús, según Lucas. Dios utilizó el medio más familiar a los magos para
comunicarles este evento sin igual. Ellos notarían sin demora la aparición de una estrella nueva,
brillante, llamativa. El pronombre posesivo su (v. 2) está en la posición enfática en el texto
original. En alguna forma, desconocida a nosotros, los magos interpretaron que esa nueva
estrella estaba relacionada con la esperanza mesiánica.
Se han hecho varios intentos para explicar, por vía natural, la aparición de la estrella. Por
ejemplo, el astrónomo Kepler, a principios del siglo XVII, determinó que hubo una conjunción
espectacular de los planetas Júpiter y Saturno en mayo, octubre y noviembre del año 747 de
Roma, fenómeno que ocurre una vez cada 800 años. Pero estos planetas se acercaron solamente
hasta un grado de separación, lo que parecería al hombre en la tierra como una separación del
diámetro de la luna llena. El año siguiente, o sea, en el año 748 de Roma, el planeta Marte se
unió a Júpiter y Saturno. Otro dato descubierto en las tablas astronómicas chinas es la aparición
de una estrella —algunos la llaman cometa o estrella fugaz— en 750 de Roma. Pero de ninguna
manera tales datos científicos, por más interesantes que sean, satisfacen la descripción en el v. 9.
Hay por lo menos dos indicaciones de una intervención sobrenatural de Dios. Mateo dice que la
estrella iba delante de ellos (v. 9), es decir, los guiaba, indicando que la estrella se movía en la
dirección hacia Belén. Además, Mateo dice que se detuvo sobre donde estaba el niño (v. 9b).
Parece que la estrella se detuvo directamente sobre la casa donde estaba Jesús con sus padres.
Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó... (v. 3). La noticia de que otro “rey de los judíos”
había nacido despertó indignación y celo en el corazón malvado de Herodes. Roma le había
otorgado el título “rey de los judíos”. Además de sus celos, Herodes contaba con el respaldo del
gobierno romano para defender ese título. Literalmente fue agitado, o sacudido, por la noticia.
Inmediatamente, comenzó a pensar en una manera de deshacerse de su “rival”. También toda
Jerusalén (v. 3b) fue turbada. Probablemente, significa que el pueblo temía una nueva erupción
de violencia y castigo de parte de Herodes por causa del anuncio del nacimiento de un rival
entre los judíos.
Los principales sacerdotes y a los escribas... (v. 4). Los términos aquí mencionados podrían
referirse al Sanedrín, aunque no se menciona a los ancianos, uno de sus grupos componentes
muy importante. Algunos opinan que se refiere a una asamblea general de expertos en las
Escrituras. El término “principales sacerdotes” se traduce en algunos lugares como “sumos
sacerdotes”. Un solo sumo sacerdote, a la vez, ejercía el poder del cargo. El gobernador romano
se reservaba el derecho de poner y quitar a los sumos sacerdotes, a su antojo. El cambio
frecuente dejaba lugar a la existencia en cualquier momento de varios sumos sacerdotes, uno
reconocido por el rey romano y otros que habían ocupado el oficio anteriormente.
Los escribas tenían la tarea de copiar las Escrituras. Por razón de la dedicación a esta tarea,
conocían bien las enseñanzas de las Escrituras y servían como intérpretes (ver 22:35) y
maestros. La mayoría de los escribas eran fariseos, pero algunos eran saduceos. Tenían gran
influencia entre el pueblo y especialmente entre los líderes religiosos. Algunos pertenecían al
Sanedrín. Los que se dedicaban a la enseñanza de las Escrituras eran llamados rabíes.
Frecuentemente los escribas eran consultados en cuanto a datos e interpretaciones de las
Escrituras, como en este caso cuando Herodes quería saber dónde iba a nacer “el rey de los
judíos”.
Cuando entraron en la casa... (v. 11). Generalmente la tradición presenta a los magos
llegando al establo, donde el bebé Jesús estaba acostado en el pesebre; pero el texto bíblico
indica que ya estaban en una casa cuando llegaron. Lo más probable es que el bebé Jesús tendría
entre seis y dieciocho meses de edad. Otra evidencia que corrobora esta opinión es la diferencia
de términos que se usan en relación con el niño Jesús. Lucas usa el término griego bréfos que
normalmente se refiere al feto antes de nacer (Luc. 1:41), o al bebé recién nacido (Luc. 2:12;
Hech. 7:19). En cambio, Mateo usa el término griego paidíon que es un diminutivo que
significa “niño pequeño” (Mat. 2:8, 11). Estas consideraciones, más la evidencia del v. 16,
3. tienden a confirmar la opinión de que Jesús tenía varios meses de edad cuando llegaron los
magos.
ADORACIÓN Acto mediante el cual se expresa reverencia, respeto, honor, amor y obediencia
a Dios. En el AT se utiliza la palabra shachah para indicar esa actitud, con la connotación de
“postrarse”, “arrodillarse”, “inclinarse”. En el NT el término es proskusneo, que es reverenciar a
una persona. Usualmente el adorante baja “la cabeza hacia el suelo” (Éx. 34:8) o se postra en
tierra (Job 1:20; Sal. 95:6), por lo cual muchas veces se usa la palabra “inclinarse” como
equivalente a a. (Éx. 20:5; 2 R. 5:18). Pero el acto físico de inclinar el cuerpo puede tener otro
sentido, como súplica a una persona (Gn. 23:7–12), o simple reverencia ante un rey (1 S. 24:8–
9). Para que exista a. es imprescindible una actitud del corazón que reconoce en el objeto de la
a. el carácter de soberano señor y dueño, como en el Sal. 99, donde se comienza reconociendo
la grandeza de Dios: “Jehová reina.... Él está sentado sobre los querubines.... Jehová en Sion es
grande y exaltado sobre todos los pueblos”, etcétera. Y luego se reclama la a.: “Exaltad a
Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte”.
S
ólo a Jehová se debe adorar (2 R. 17:35–36, Mt. 4:10; Ap. 14:9–11). Los ángeles obedientes a
Dios no aceptan que se les adore (Ap. 22:9). No se debe adorar a un hombre (Hch. 10:25–26).
La a. se hace en el “temor” de Dios (Sal. 5:7), “en la hermosura de la santidad” (Sal. 29:2), y
con cántico alegre (Sal. 66:4) y alabanza (2 Cr. 7:3), asegurándose de que se hace de corazón
(Is. 29:13). De igual manera, la palabra “servir” puede señalar la a. (Éx. 3:12; Dt. 4:28).
ADORACION. (Del lat. adorare [ad, a, hacia; y orare, hablar, orar], a la oracion).
Reverencia y honor ofrecidos a un ser considerado divino o a un poder espiritual
(sobrenatural); acto mediante el cual se expresa esa reverencia o devoción. Involucra oración,
sacrificios, rituales, alabanza, danza y otras manifestaciones individuales y/o colectivas.
Según Teilhard de Chardin (1881–1955), la a sig. la «entrega a algo que es más grande que uno
mismo.». Reconocimiento de Dios en su santidad y majestad. Ofrecimiento de alabanza, acción
de gracias y reconocimiento a Dios como parte central del servicio que los creyentes le
rinden. La a cristiana puede ser individual, pero su foco es colectivo y se da cuando la
comunidad de fe se reúne para el culto. Música, oración, predicación, la lectura de la Biblia y
la participación en la comunión (eucaristía) son aspectos claves de la a cristiana. (Ver liturgia,
alabanza).
LA ADORACION DE LA IGLESIA
EL SIGNIFICADO DE LA ADORACION
A. Las palabras implicadas
1. Proskuneo. Esta palabra primaria en denotar adoración está relacionada con la idea de besar
(como en besar la tierra para honrar las deidades de la tierra); llegó, pues, a connotar el postrarse
en reverencia. Esto demostraba que el adorador consideraba al objeto, digno de ofrecerle
aquello que le estaba ofreciendo. Aun la palabra en inglés “worship” (una forma achicada de la
palabra “worthship” —dignidad) significa atribuirle valor al objeto adorado. Nuestro Señor usó
esta palabra en Su declaración clásica sobre la adoración en Juan 4:24. Con relación a la iglesia
la palabra solamente aparece en 1 Corintios 14:25, y allí se refiere a la adoración de un no
creyente que entra en la asamblea. Posiblemente se evitó el uso de este término al describir la
adoración de la iglesia primitiva debido a su asociación con los ritos paganos, y la idea de que la
A
N
S
l
a
s
a
a
4. adoración proskuneo se hacía en la presencia visible del objeto adorado. Quizás esto explique
por qué la mayoría de las veces la hallamos en los Evangelios y en Apocalipsis (tanto en
relación con la adoración verdadera como con la falsa, pero en la presencia del objeto adorado).
No obstante, la idea de postrarse en reverencia ante el objeto adorado sigue siendo una faceta
legítima de la adoración cristiana.
2. Latreo. Esta palabra altamente significativa comunica la idea de que la adoración es servicio
sacerdotal. La vida del creyente en su totalidad debe ser de servicio-adoración (Romanos 12:1);
la oración refleja esta clase de adoración (Hechos 13:2; Romanos 1:10); la palabra aparece
varias veces relacionada con la acción de dar (15:27; 2 Corintios 9:12); y entonces el ministerio
general del Evangelio es servicio-adoración (Romanos 15:16; Filipenses 3:3). Es posible que el
hecho de que se use esta palabra en vez de la primera con respecto a la adoración del creyente,
se deba simplemente a que, puesto que Cristo no es visible hoy en día, nuestra adoración ha de
demostrarse en servicio.
B. El concepto
La adoración de la iglesia, entonces, consiste en servicio individual, corporal, público y privado
para el Señor, lo cual se produce por reverencia y sumisión a Quien es completamente digno.