Este documento discute la libertad según San Bernardo. Explica que la libertad humana se volvió esclava del pecado al separarse de Dios, y necesita ser liberada por la gracia divina. La conversión espiritual ocurre lentamente a través de la vida monástica, renovando la intención, afectividad y memoria del monje. La sabiduría verdadera se alcanza cuando la voluntad libre elige permanecer en el bien con gozo.
1. LA SABIDURÍA CISTERCIENSE
SEGÚN SAN BERNARDO
TEMA VI. –
LA LIBERTAD ESCLAVIZADA
Volvamos al primero de los tres grandes
temas de la antropología espiritual de san
Bernardo, la libertad. Como vimos al comentar
el final del cap. II del tratado Sobre el amor a
Dios1, incumbe a la libertad la responsabilidad
de haber perdido la relación de la inteligencia y
del amor para con Dios. Desde el momento que
la libertad pretendió ser autónoma e
independiente, al separarse de su Imagen se
volvió irreconocible. El libre albedrío no puede
tolerar el más mínimo descuido. Se define
negativamente como algo incapaz de sufrir
ninguna coacción determinante. Es inalienable
y eterno2. La imagen de Dios reside de manera eminente en la voluntad, que san Bernardo
identifica casi siempre con la libertad. Pero esa libertad no se reduce al libre albedrío, que está
impedido en su ejercicio por la servidumbre del pecado y por las limitaciones de la condición
humana. Se precisa, pues, una liberación, y esa es la materia del tratado Sobre la gracia y el
libre albedrío3. Podemos ver en el cap. IV de ese tratado que la conversión y la santidad
consisten esencialmente en la liberación de la esclavitud, cuya finalidad es devolvernos la
libertad de los hijos de Dios. Ésta se desarrolla de manera lenta e insensible, lo mismo que el
reino de Dios y la conformidad de nuestra voluntad con la suya 4. El carácter progresivo e
imperceptible de la conversión se identifica casi siempre con el conjunto de la observancia
1
AmD 2.
2
“Como el libre albedrío es imagen de un Dios inmutable y eterno no tolera impedimento ni
disminución, y es inalienable” L.VAN HECKE o.c.s.o., Le Désir dans l’expérience religieuse.
Relecture de saint Bernard, Paris, Cerf, 1990, p. 105-106.
3
Es interesante la introducción de Sor Françoise Callerot, o.c.s.o., en la edición de Sources
Chrétiennes, n 393, Paris, Cerf, 1993.
4
Gr 12 y 49. AmD 39. La expresión latina es paulatim sensimque: poco a poco e insensiblemente.
2. 2
monástica, que es una escuela de caridad, la cual reside sobre todo en el consentimiento libre
y perseverante al querer divino 5. La afectividad entra insensiblemente en convalecencia, y se
convierte en amor del espíritu. San Bernardo expresa muy bien de este modo la eficacia de la
vida monástica como curación de la libertad. El contexto muestra que se trata de los ejercicios
de la disciplina claustral “por los cuales es cierto que nuestro hombre interior se renueva de
día en día” (2 Cor 4, 16). Y ofrece tres campos donde se opera esa renovación: la intención
(una razón sana), la afección (conversión de la afectividad) y la memoria (véase más adelante
“La memoria pacificada”, c. VI, 2)6.
¿No está aquí todo el programa de la restauración de la imagen de Dios en la nueva
criatura?. Esta curación espiritual se cimienta en la conformidad, misteriosamente inseparable
de la gracia y del consentimiento voluntario. ¿Qué hace el libre albedrío? Será salvado, pero
jamás sin su consentimiento. Parece que el libre albedrío se halla en la fuente misma de la
voluntad (libre) y de la razón (albedrío)7. La razón, por tanto, no puede determinar a la
voluntad. La libertad es un tema central en la espiritualidad bernardiana, y constituye también
el núcleo de la reflexión filosófica del existencialismo, que tanto ha influido en el
pensamiento contemporáneo. Si es interesante anotar los puntos de contacto, es más
importante aún comprender el pensamiento de san Bernardo. Podemos leer sus definiciones
en el cap. II del tratado Sobre la gracia y el libre albedrío, y en el cap. VI la descripción de la
obra de la gracia en el perfeccionamiento de la voluntad hasta la verdadera sabiduría, que se
alcanza cuando se unan al libre albedrío la facilidad en decidirse al bien, y el gozo, ya
gustado, de mantenerse en él. El libre albedrío no es la libertad de elegir entre el bien y el mal,
sino la elección de una cosa u otra, la facultad de hacerlo sin la menor coacción. La sabiduría
del mundo o la sabiduría de Dios pueden ser apetecibles. El existencialismo de Sartre consiste
en el gusto de elegir libremente; la sabiduría de Dios tiene otro gusto, el de un amor
infinitamente libre.
El infierno está lleno de buenas voluntades o deseos.
Fr. Abdón de la Cruz, OCSO
5
“Dios viene al encuentro de quien le busca, del alma que espera en él, y así se excitará el deseo de su
voluntad, no sólo para ver el lugar sino para entrar poco a poco” Conv. 24. Tampoco se llega de un
golpe a la cumbre, sino gradualmente (gradatim), lo mismo que tampoco se hace nadie malvado de
repente sino poco a poco (paulatim), Grh 26.
6
Sensim in amorem spiritus convalescit (se restablece insensiblemente en el amor espiritual), Gr 49.
7
Id. 6.