MAYO 1 PROYECTO día de la madre el amor más grande
Las 2 argentinas
1. LAS DOS ARGENTINAS
Desde los albores de nuestra nacionalidad se han perfilado, en nuestra historia, dos líneas de
pensamiento político, dos proyectos de país que con sus épocas de alternado predominio han
generado nuestro turbulento proceso histórico, hecho de grandes enfrentamientos y profundas
contradicciones.
Por un lado la línea nacional, con los caudillos y los grandes líderes populares, y por otro la
línea liberal, con los hombres del puerto, las minorías ilustradas y los sectores vinculados a los
intereses agroexportadores.
La línea nacional generó regímenes autocráticos de amplia base popular, trató de desarrollar
modelos económicos de desarrollo autónomo, basados en el proteccionismo industrial y afirmó
la vigencia de los valores culturales nacionales. Fueron sus caracteres principales: su esencia
popular, su espíritu cristiano, indohispánico, antiliberal y antiiluminista.
La línea liberal ha dado regímenes de nula o restringida participación popular, sus modelos
económicos provocaron un desarrollo agroexportador dependiente, basado en "el librecambio",
adhiriendo a formas y valores culturales foráneos. Sus rasgos principales han sido su carácter
antipopular, su espíritu laicista, anglosajón, mercantilista y enciclopédico.
Han sido dos realidades enconadamente opuestas y muchas veces violentamente expresadas
que en el curso de la historia se han sintetizado a través de distintos lemas dicotómicos:
"Civilización o barbarie", "La causa contra el régimen", "Braden o Perón", "Liberación o
dependencia”
Otros países también han conocido similares situaciones y parecidos enfrentamientos. Sin ir
más lejos, en los Estados Unidos, norteños y sureño se definieron por las armas el país que
querían construir. Triunfó el norte e impuso su modelo de país, al que hasta le dio su mote:
yanquis. Los vencidos debieron aceptarlo e integrarse al vencedor. De ahí en más no hubo dos
“Norteaméricas”, sino una, la que los vencedores querían. Vencedores y vencidos encontraron su
lugar en la historia y a nadie se le ocurriría remover el polvo de sus huesos para dirimir una
cuestión del presente.
Pero, en la Argentina, no ha sido así. A pesar de los casi dos siglos transcurridos desde las
jornadas de mayo de 1810, todavía el país no ha resuelto esta confrontación, ni cicatrizado las
heridas que Sus sucesivos enfrentamientos han ido dejando en el alma argentina.
Por eso discutimos tan apasionadamente si Artigas, López o Rivadavia. Si Rosas o los uni tarios.
Si Mitre o el Chacho Peñaloza. Si la generación del 80 o la resistencia radical. Si Yrigoyen o los
conservadores. Si Perón o los antiperonistas. Todas versiones distintas, según la época, de un
mismo problema de fondo: el paísque queremoslosargentinos.
Por ello, también las nuevas generaciones asumen como propias las disputas del pasado y
cincuenta o cien años no han sido suficientes para acallar pasiones o enconos.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que pocos pueblos del mundo han vivido tan
apasionadamente su historia, como nosotros los argentinos. A través de, los contenidos de este
año, veremos enfrentarse a las dos Argentinas, señalaremos sus hombres prominentes,
recorreremos sus enfrentamientos y alternadas preeminencias en el poder, para llegar a nuestros
días, en los cuales, esta historia pendular de nuestra Patria parece llegar a una instancia crucial,
cuando, con el afianzamiento de la democracia, todo parecía indicar que se daban las condiciones
para su definitiva consolidación. Pero remontémonos al comienzo de nuestra historia Patria y
dejemos para el final el análisis de este tema.
Fundamentos filosóficos de ambas líneas
En esta disímil visión de la Argentina, hay diversidad de intereses, de aspiraciones nacionales,
de concepción del quehacer político y económico y también de entronque filosófico.
La línea nacional se nutrió en la vertiente hispano-criolla que recogió de la España medieval y
renacentista los grandes valores que inspiraron su conducta y su concepción de la sociedad y de la
Patria.
En esa España que batalló siete siglos contra el invasor moro; en la cual no penetró el
individualismo protestante de la Reforma, ni conoció la revolución burguesa; la que alca nzó con
Felipe 11 su hora de mayor esplendor y a la cual los franceses Borbones no pudieron quitarle sus
atributos fundamentales inspirados en las cualidades del espíritu medieval, o sea el valor personal
y físico, la lealtad, la largueza o generosidad yfundamentalmente la fe en Dios.
2. Son éstos los valores que han nutrido el accionar de los hombres de la línea nacional y son
justamente estos valores los que forman el sus trato de la nueva identidad cultural, surgida de la
integración de la cultura española y la indígena, que encuentra en el mestizaje su elemento
catalizador y en el espíritu cristiano, que la Iglesia sembró en el elemento autóctono, su medio
aglutinante.
En efecto la Iglesia, al impartir el bautismo al indígena, reconoce en él su propio carácter de
hombre, hijo de Dios, colocándolo en un plano de igualdad con el conquistador español, y hace
posible la unión del blanco con el indígena; de ahí el nacimiento de un nuevo pueblo con su
propia cultura.
De esta común raíz cultural y étnica surgen las naciones iberoamericanas, vinculadas por una
misma fe, igual lengua, similares instituciones jurídicas e idénticos valores culturales; y de allí
también surge la Patria Argentina.
Y es tan clara esta vertiente hispánica-medieval y cristiana en nuestro ancestro cultural,
manifiestamente asumida por nuestras mayorías populares, que si España engendró al Quijote de
la Mancha, como arquetipo de aquellas virtudes de fe, valor y generosidad, estas tierras vieron
nacer al "Quijote de las Pampas", el Martín Fierro, unidos ambos por una visión del hombre, de su
destino y de su moral.
Nuestra identidad cultural se complementará con la vertiente cultural proveniente del
Atlántico, traída por la ola de inmigrantes que arribarán a nuestras playas desde 1860 en
adelante.
Los hombres de la línea nacional siempre se identificaron con nuestros propios patrones
culturales y su inspiración cristiana, siendo baluartes de su defensa frente a los constantes
intentos de autodenigración de los mismos y su reemplazo por otras formas culturales foráneas.
Por su parte la línea liberal adhiere a los postulados de la filosofía del liberalismo y del
utilitarismo imperantes en Europa en los siglos XVIII Y XIX. Estas corrientes filosóficas se entroncan
con el Renacimiento y con la Reforma protestante, quebrando el orden medieval y la visión
teocéntrica del mundo; para reemplazarla por un antropocentrismo iluminista y apasionad o
donde el hombre reemplaza a Dios como centro de universo, desatando incontenibles ansias de
poder y de riquezas que darían como resultado la sociedad industrial capitalista moderna.
Fue justamente la Reforma religiosa luterana con su liberalismo religioso (destructor de la
unidad popular) y en especial el calvinismo, al considerar la prosperidad como signo del favor
divino, lo que dio la justificación teológica para que el hombre pudiera dedicarse a las actividades
comerciales, industriales y capitalistas, con un acentuado afán de lucro, estimulando las
cualidades necesarias para el éxito material. Así el trabajo utilitario y el ahorro especulativo
juntos construyeron el capitalismo moderno. No en vano fue el norte de Inglaterra, tierra de
Wesley, el metodista, donde se produjo la Revolución Industrial.
Y es el protestantismo liberal el que domina el sus trato ideológico del "Occidente capitalista"
desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Nuestra corriente liberal adoptó el ideologismo
revolucionario francés y el librecambismo inglés. Por esto fueron siempre valores fundamentales
para nuestros liberales el respeto, siquiera formal, de las libertades individuales y la eficiencia
económica, tratando en todo momento de copiar los patrones culturales de la Europa
protestante. Para ellos estos valores y patrones fueron los únicos aptos para producir "el
progreso y la civilización" que deseaban en estas tierras. Tal pensamiento llevó a sus hombres a
difundir un sentido de autodenigración sobre las potenci alidades humanas de nuestro pueblo,
desvirtuando la conciencia nacional y combatiendo la inspiración cristiana de nuestra cultura a la
que se buscó suplantar por una cultura neutra.
Podemos apreciar así como ambas líneas cargan como bagaje ideológico dos concepciones del
mundo y del hombre, diametralmente opuestas. Con esto podemos interpretar la historia en
función de las ideologías, lo que sería un craso error, creemos sin embargo que esta consideración
de su entronque ideológico tiene gran utilidad, pues agrega un elemento de importancia en el
análisis de las divergencias y de los enfrentamiento s entre las dos líneas históricas, al que
generalmente no se le ha dado la relevancia que posee.