2. Para iniciar, se recomiendan hacer los siguientes exámenes. Se leen despacio y en cada una de las partes se
deja un espacio corto de silencio:
Adoremos y amemos a nuestro Señor Jesucristo, que es, con el Padre, principio del Espíritu Santo.
Por su resurrección se le dio el poder de darnos su Espíritu y nos lo envió para ser nuestro Espíritu
y corazón, nuestra luz y amor, nuestra fortaleza y consuelo. Démosle gracias.
(Se hace un momento de silencio)
Pidámosle perdón del mal uso hecho de tan excelente don. (Se hace un momento de silencio)
Ofrezcamos al Espíritu Santo suplicándole que extinga en nosotros todo espíritu mundano y
pecador, y nos conduzca según su beneplácito. (Se hace un momento de silencio)
Lectura bíblica
Del santo Evangelio según san Juan 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al
Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se
los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor
Ambientación
Un pequeño altar con un velón encendido, también una imagen
del Espíritu Santo o de la Santísima Trinidad (si se tiene).
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
3. Reflexión
“El Espíritu Santo es el nexo adorable que une al Padre con el Hijo, y que nos une con Dios… El Espíritu
Santo es vida y fuente de vida; por esta razón la Iglesia lo llama Spiritum vivificantem… El Espíritu
Santo es el principio de toda la santidad, de toda la gracia y de toda la gloria que existe en el cielo y
en la tierra… El Espíritu Santo es la consumación el cumplimiento del misterio adorable de Santísima
Trinidad” (San Juan Eudes, O.C., VII, 101)
San Juan Eudes nos ayuda a reconocer que es por el Espíritu Santo que nosotros tenemos lazos de
adopción el Padre Eterno, de fraternidad con el Hijo Nuestro Señor Jesucristo y que somos Templos de
su Presencia, en el Espíritu Santo la Iglesia y con ella cada uno de sus miembros, nosotros recibimos la
vida que Jesús nos da por medio de su Espíritu, él nos recuerda todo y nos enseña todo lo que Jesús
hizo durante su vida mortal, en él nos conectamos con la vida celestial que nos ofrecen el Padre Eterno
y su Hijo Jesucristo, nuestro compromiso es abrir el corazón para permitirle actuar y conducirnos para
llevarnos al encuentro con Dios.
“El Espíritu Santo ha sido enviado a este mundo para iluminar nuestras tinieblas, para encender el fuego
del amor divino en nuestros corazones, y para completar lo que falta a los trabajos, a los sufrimientos,
a la Pasión del Hijo de Dios y a todos sus otros misterios” (San Juan Eudes, O.C., VII, 102)
El Espíritu Santo nos ayuda a continuar y completar la Vida Santa de Jesús en nuestras propias vidas,
nos da la claridad de lo que ocurre en el Corazón de Dios y lo que es la Verdadera Voluntad de Dios
para nosotros sus hijos, que no nos perdamos ninguno de los que hemos sido dados a Jesucristo como
rebaño, que nos dejemos maravillar por su obrar, en el darnos dones y carismas que nos ayudan a vivir
de manera anticipada lo que experimentaremos al llegar a la morada eterna, el Espíritu nos acompaña
revelándonos a Jesús y al Padre Eterno en cada momento para que no desfallezcamos en nuestro
caminar en esta tierra.
SIGNO
Mientras se escucha el canto, la persona cabeza de
familia (mamá o papá) Enciende un cirio o una vela
y va compartiendo la luz a los miembros de su
familia. Luego pueden hacer una oración por la
unión familiar, pidiendo la purificación, iluminación
y la santificación al Espíritu Santo.
Canto
https://www.youtube.com/watch?v=vo5KyNkiUsQ
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén
4. Comunión espiritual
Jesús, no soy digno de pensar en ti ni de que pienses en mí y mucho menos de comparecer ante ti y de
que te hagas presente ante mí. Sin embargo, no solamente piensas en mí y te presentas a mí sino
quieres darte a mí con el deseo infinito de hacer tu morada en mi corazón. ¡Qué admirables son tus
misericordias, Señor! ¡Qué excesivas tus bondades! ¿Qué hay en mí que pueda atraerte? Ciertamente a
esto sólo te lleva el exceso de tu caridad.
¡Ven, ven, pues, amadísimo Jesús mío, porque te amo y te deseo infinitas veces! ¡Ojalá me viera
convertido en deseo y en amor por ti! Ven, mi dulce luz, ven, mi queridísimo amor, apresúrate a venir a
mi corazón, que renuncia a todo lo demás y nada quiere ya sino a ti. ¡Rey de mi corazón, vida de mi
alma, mi precioso tesoro, mi única alegría! Tú que eres mi todo, ven dentro de mi espíritu, de mi corazón
y de mi alma para destruir mi orgullo, mi amor propio, mi propia voluntad y mis demás vicios e
imperfecciones. Ven a establecer en mí tu humildad, tu caridad, tu dulzura, tu paciencia, tu obediencia,
tu celo y demás virtudes. Ven a mí para amarte y glorificarte dignamente y para unir perfectamente mi
espíritu con tu divino Espíritu, mi corazón con tu sagrado Corazón, mi alma con tu alma santa, y para
que este corazón, este cuerpo y esta alma que están a menudo tan cercanos y unidos con tu corazón, tu
cuerpo y tu alma por la santa Eucaristía, no tengan jamás otros sentimientos, afectos, deseos y otras
pasiones que los de tu santo Corazón, de tu sagrado cuerpo y de tu alma divina. Finalmente, ven, Jesús
mío, ven a mí para vivir y reinar en mí en forma absoluta y para siempre. Ven, Señor Jesús.
(San Juan Eudes, Vida y Reino, parte VI)
Repetir tres veces
Te amo amantísimo Jesús, te amo bondad infinita, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con
todas mis fuerzas y quiero amarte más y más.
Padrenuestro, Ave María, Gloria al Padre.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén