1. Autor Javier Oviedo
Título Los Mosqueteros, Escenas 1ª a 6ª de 20
ESCENA 1
(El paisaje de campo y un pequeño bosque de fondo. D’artagnan y su
padre están disputando un duelo con espadas de madera mientras
suena la música principal. Al acabar la música D’artagnan vence a su
padre desarmándole con su espada.)
D’artagnan: ¡te gané padre, te gané!.(alegre)
Padre: (En actitud pensativa) Si, hijo mío, me has derrotado. Y esta es
la cuarta vez que lo haces en los últimos días. (D’artagnan mira a su
padre en silencio con ligera preocupación).
D’artagnan, ya es hora de que partas de casa a empezar una nueva
vida. Tus progresos con la espada han alcanzado un punto que ni yo
mismo me hubiera imaginado. Tu madre y yo estamos muy orgullosos
de ti y queremos lo mejor para nuestro hijo.
Pero hijo mío, este es un pueblo pequeño, y debes irte fuera si quieres
llegar a ser alguien importante algún día.
D’artagnan: Pero padre...
Padre: Ya no hay marcha atrás, tu madre y yo lo hemos hablado.
Partirás hacía París para poder hacerte un mosquetero de su
majestad.
D’artagnan: ¡Un mosquetero!
Padre: Sí hijo mío, de joven combatí en la guerra al lado del señor de
Treville, ahora es el capitán de los mosqueteros y siempre no ha unido
un gran afecto. Toma esta carta (le da una carta), es una carta de
recomendación para que puedas entrar en el cuerpo de los
mosqueteros. A buen seguro el señor de Treville, amigo a quién tuve la
ocasión de salvarle la vida en aquella guerra, tendrá a bien a
concederme este favor.
( D’artagnan coge la carta con admiración).
2. Padre: El camino es largo y peligroso, llevarás contigo un ungüento que
te está preparando tu madre y que recogerás cuando vayas a
despedirte de ella. Eso te ayudará a curarte de heridas. También te
daré una espada de verdad, ya que no creo que fueses muy lejos si te
llevas ese palo de madera. Esta es mi espada (desenvaina su espada y
se la da). Espero que te sea tan útil como me lo fue a mí.
D’artagnan: Padre eso es un gran honor para mí.
Padre: La vas a necesitar más que yo, seguro que haces buen uso de
ella.
D’artagnan: O gracias padre, no se como agradecerlo. Imagino gue
habreis preparado una buena montura para mi viaje ¿cierto?.
Padre: Buenoooo....(disimulando).
D’artagnan: Decidme Padre, ¿Es uno de los pura sangre de la cuadra
del vizconde?
Padre: No exactamente....
D’artagnan: ¿UN bello caballo de crin blanca de los establos del
alcalde?.
Padre: No, no, tampoco...
D’artagnan: ¿Uno de los precioso corceles que posee el boticario?
( El padre niega con la cabeza mientras entra por la izquierda, un
caballo viejo, triste y cansado de color naranja que presenta un
aspecto ridículo. D’artagnan al verlo se queda con la boca abierta?.
Padre: Piensa, hijo, es un jaco que lleva mucho tiempo con la familia, y
claro tiene un valor sentimental para nosotros, y bueno, como tampoco
es que vallamos muy espléndidos de dinero, pues claro, guapo, guapo,
no es que lo sea pero seguro que te es muy fiel. (Al caballo) Ven aquí
caballo (el caballo en lugar de obedecer se tumba a descansar).
Padre: Bueno, reconozco que no es de sangre noble, pero bueno, vamos
a casa a preparar tus cosas que tienes que partir antes de que
anochezca.
(D’artagnan se queda mirando el caballo, que duerme apaciblemente).
Padre: Vamos, vamos, déjalo ahí que no se moverá, luego volvemos a
recogerlo.
3. (Salen del escenario padre e hijo por la izquierda y las luces se
apagan)
ESCENA 2
(D’artagnan, cabalgando su viejo caballo, llega al patio de una posada.
Donde se encuentran en el otro extremo, sentados y hablando,
Rochefort su criado y el posadero).
D’Artagnan: ¡Posadero!
(El posadero se levanta)
Posadero: Muy buenas joven caballero ¿desea una habitación donde
pasar la noche y un establo para su caballo?
D’Artagnan: Sí, muchas gracias.
Posadero: Que curioso, un caballo sin silla de montar y de color
naranja.
D’Artagnan: ¡Por favor, cállese! ¡Llevo todo el camino aguantando
bromas de todo tipo! ¡Estoy harto de que se rían de mi caballo! ¡Al que
se le ocurra reírse una sola vez...
(En el otro extremo, y en acorde con la frase comienzan a reírse
Rochefort y su criado debido a una conversación que están
manteniendo)
D’Artagnan: ¡Eh, señor! ¡Señor que os ocultáis tras ese bigote! Sí vos,
decidme un poco de qué os reís, y nos reiremos juntos.
(Rochefort se vuelve hacía él)
Rochefort: Yo no os hablo, señor
D’Artagnan: ¡Pero yo sí os hablo!
(Rochefort se acerca hacía D’artagnan, éste pone su mano sobre su
espada)
Rochefort: (Mirándolo de arriba abajo) Decididamente este caballo
es, o mejor, fue en su juventud botón de oro. Es un color muy conocido
en botánica, pero hasta el presente muy raro entre los caballos.
D’Artagnan: ¡El que se ríe del caballo es que no se atreve a reírse del
amo!
4. Rochefort: Señor, no río muy a menudo, como vos mismo podéis ver
por el aspecto de mi rostro; pero procuro conservar el privilegio de
reír cuando me place.
D’Artagnan: ¡Y yo no quiero que nadie se ría de mí cuando no me place!
Rochefort: ¿De verdad señor?. Pues bien, es muy justo (Se gira)
D’Artagnan: (Desenvainando la espada) ¡Volveos, volveos, señor burlón,
para que no os hiera por la espalda!
Rochefort: ¡Herirme a mí! ¡Vamos, vamos, querido, estáis loco!
(D’Artagnan comienza a atacar, y Rochefort desenvaina rápidamente.
Ambos comienzan un combate con espadas).
Criado: ¡Señor! ¡Señor! ¡Ha llegado Milady!
Rochefort: Encargaros de él.
(El criado y el posadero con dos palos de madera empiezan a dar
golpes a D’Artagnan hasta que cae al suelo, herido. Milady aparece por
la derecha)
Milady: ¿Qué ha sucedido?
Rochefort: Nada importante, un insolente que quería dárselas de
valiente.
Milady: Contadme las noticias que traéis...
(Empiezan a hablar en voz baja)
Criado: Esto te enseñará a meterte con mi señor
Posadero: Basta ya, basta ya, si seguimos podemos matarle
Criado: Vamos a registrarle a ver que tiene...
Posadero: Unas monedas, un ungüento, y una carta...
Criado: Una carta... Dámela, a ver que pone...
Milady: Entonces su eminencia me ordena...
Rochefort: Volver inmediatamente a Inglaterra, y avisarle
directamente si el duque abandona Londres.
Milady: ¿Y en cuanto a mis restantes instrucciones?
Rochefort: Están guardadas en esta caja, que sólo abriréis al otro
lado del canal de la Mancha. (Le entrega una cajita)
Milady: Muy bien, ¿Qué haréis vos?
Rochefort: Yo regreso a París.
5. Milady: ¿Sin castigar a ese insolente muchachito)
D’Artagnan: (Desde el suelo) Es ese insolente muchachito el que
castiga a los otros, y espero que esta vez a quien deba castigar no
escapará otra vez.
Milady: (A Rochefort) Pensad, pensad que el menor retraso puede
perderlo todo.
Rochefort: Tenéis razón, partid pues, por vuestro lado; yo parto por el
mío.
(Milady desaparece)
Criado: Señor, el muchacho tiene una carta dirigida al señor de
Treville.
Rochefort: ¿A sí? (La toma) Nos la llevaremos. Vamos.
D’artagnan: ¡No huyáis! ¡Cobarde! (Le duele todo el cuerpo) ¡Ay!
Posadero: ¡Eh la cuenta! ¡Vuestro dinero!
Rochefort: ¡Paga bribón!
(El criado le echa unas monedas y ambos desaparecen por la derecha)
Posadero: ¿Se encuentra bien joven?
D’Artagnan: ¡Ay! ¡Ay!
Posadero: Le pondré este ungüento que llevaba con usted, creo que le
aliviará las heridas.
D’Artagnan: ¡Y ahora que hago! ¡Cómo llegaré a París sin la carta! ¡Cómo
me presentaré al señor de Treville! ¡Ay, Ay!
(El posadero le empieza a poner un poco de ungüento)
ESCENA 3
(Están en escena el Señor de Treville, Porthos y Aramis)
Treville: ¿Sabéis lo que me ha dicho el rey, y no más tarde que ayer
noche? ¿lo sabéis señores?
Porthos y Aramis: No señor, lo ignoramos
Treville: Me ha dicho que de ahora en adelante reclutará sus
mosqueteros entre los guardias del cardenal. Sí, sí. El Cardenal me
contó con un aire de condolencia que anteayer esos malditos
6. mosqueteros, esos juerguistas, se habían retrasado en una taberna y
que no hubo más remedio que detenerlos. ¿ Y Athos? ¿dónde está
Athos?
Aramis: Está enfermo, muy enfermo.
Treville: ¿Enfermo, muy enfermo, decís? ¿Y de qué enfermedad?
Porthos: Temen que sea la viruela señor... y sería molesto porque a
buen seguro le estropearía el rostro
Treville: ¡Viruela! ¡Vaya historia me estáis contando! ¡Viruela a su edad!
No... seguro que está herido, muerto quizá. ¡Los mosqueteros se hacen
arrestar por los guardias del cardenal! ¡Seis guardias de su eminencia
arrestan a seis guardas de su Majestad! ¡Por todos los diablos! Ahora
mismo voy al Louvre; presento mi dimisión de capitán de mosqueteros
para el rey para pedir un tenientazgo entre los guardias del cardenal,
y se me rechaza, por todos los diablos que me hago monje.
Porthos: Bueno, mi capitán, la verdad es que éramos seis contra seis,
pero fuimos cogidos traicioneramente, y además, antes de que
hubiéramos tenido tiempo de sacar nuestras espadas, dos de nosotros
habían caído muertos, y Athos, herido gravemente.
Aramis: Y tengo el honor de aseguraos que yo maté a uno con su propia
espada, porque la mía se rompió en el primer encuentro,
Treville: Yo no sabía eso. Por lo que veo el cardenal exageró.
Aramis: Pero, por favor, señor, no digáis que Athos está herido, sería
para desesperarse que llegara a oídos del rey.
Treville: Bien podéis retiraros, ya solucionaré el problema con el rey.
(Porthos y Aramis salen por la derecha)¡ Que entre el joven!
(Entra D’Artagnan)
Treville: Quise mucho a vuestro señor padre. Creo que os llamáis
D’Artagnan como él. ¿Qué puedo hacer por vos?
D’Artagnan: Me gustaría ser un mosquetero
Treville: Me alegra ver que quieres formar parte del cuerpo, pero no
es nada fácil muchacho, has de llevar unos años en el cuerpo de
cadetes o bien realizar alguna campaña que te haga ganarte el favor
del propio rey Luis XIII, aún así se han de realizar unas pruebas para
entrar en los cadetes. Lo que puedo hacer por ti es facilitarte el
7. ingreso, pues las pruebas son cada dos años y se realizaron el mes
pasado. Aprenderéis el manejo del caballo, esgrima y danza, y de
cuando en cuando pasaréis a verme para saber como va todo.
D’artagnan: Tenía una carta de recomendación para vos, pero me fue
robada en una posada
Treville: No te preocupes hijo, ahora lo que tienes que hacer es
buscar algún sitio donde poder alojarte en París el tiempo que
estudies.
D’artagnan: (Se queda asombrado mirando por una ventana)¡Dios mío!
¡Es él!
Treville: ¿Quién?
D’Artagnan: ¡El hombre que me robó la carta! ¡Esta vez no escapará!
(desaparece corriendo por la izquierda)
Treville: Vaya chico, todo temperamento.
ESCENA 4
En un pasillo está en el extremo izquierdo Athos con el hombro
vendado, y en la derecha está Porthos admirando su capa. D’Artagnan
entra corriendo por la izquierda y tropieza con Athos)
D’Artagnan: Perdonadme, perdonadme, pero tengo prisa.
Athos: (No le deja ir) ¡Tenéis prisa! ¿Y creéis que eso basta?
D’Artagnan: A fe mía que no lo he hecho a propósito. Ya he dicho
“perdonadme”. Me parece pues que es bastante. Sin embargo, os lo
repito, tengo mucha prisa. Soltadme y dejadme ir.
Athos: Señor, no sois cortés se ve que venís de lejos.
D’Artagnan: ¡Por todos los diablos, señor! Por lejos que venga no sois
vos quien me dará una lección de buenos modales, os lo advierto.
Athos: Señor apresurado, a mí me encontraréis sin correr, ¿me oís?
D’Artagnan: ¿Y donde, si os place?
Athos: Junto a los Carmelitas descalzos
D’Artagnan: ¿A qué hora?
Athos: A las doce
D’ Artagnan: Muy bien, allí estaré
8. Athos: Tratad de no hacerme esperar, porque a las doce y cuarto os
prevengo que seré yo quien corra tras vos y quien os corte las orejas a
la carrera.
(Athos se va, D’Artagnan sigue corriendo y tropieza con Porthos,
enredándose en su capa y haciéndose un ridículo lío entre los dos)
Porthos: ¡Por mil diablos! ¿Tenéis acaso la rabia para lanzaros de ese
modo sobre las personas?
D’Artagnan: Perdonadme, pero tengo mucha prisa, corro detrás de uno
y...
Porthos: ¿Es que acaso olvidáis vuestros ojos cuando corréis? Os
desollaréis si os restregáis así en los mosqueteros.
D’Artagnan: Esa es una palabra muy dura.
Porthos: Desollar es la palabra adecuada. Nos vemos a la una en los
carmelitas descalzos.
D’Artagnan: Allí estaré
(Porthos se va por la izquierda y D’Artagnan sigue corriendo, y
tropieza con Aramis que entraba por la derecha acompañado de una
dama)
Aramis: ¿Pero se puede saber que insolencia es esta?
D’Artagnan: Lo siento señor no pretendía molestar
Aramis: exijo una disculpa a la señorita
D’Artagnan: Lo siento mucho, de verdad, adiós
Aramis: ¿Cómo que adiós? Esto es deshonroso. Exijo un duelo.
D’Artagnan: A las dos en los carmelitas descalzos ¿os va bien?
Aramis: Allí os enseñaré modales
(Salen todos de escena)
ESCENA 5
(El escenario se situa en los carmelitas descalzos, con París de fondo.
En el centro está Athos con gesto de espera, suenan doce campanadas
y entra D’Artagnan)
Athos: Señor, he hecho avisar a dos amigos míos que me servirán de
padrinos, pero esos dos amigos aún no han llegado. Me extraña que
tarden, no es lo habitual en ellos.
9. D’Artagnan: Yo no tengo padrinos, señor, porque llegué ayer de París, y
a la única persona que conozco es al señor de Treville, al que he sido
recomendado por mi padre.
Athos: ¿No conocéis más que al señor de Treville?
D’Artagnan: No, señor, no conozco a nadie más que a él...
Athos: Vaya..., pero... si os mato daré la impresión de un traganiños.
D’Artagnan: No demasiado señor, pues me hacéis el honor de luchar
contra mí, con una herida que debe doleros mucho.
Athos: Mucho me molesta, palabra, y me habéis hecho un daño de
todos los diablos, debo decirlo, pero lucharé con la izquierda
D’Artagnan: Si me permitierais... tengo un bálsamo milagroso para las
heridas, un bálsamo que me viene de mi madre, y que yo mismo he
probado.
Athos: ¿Y?
D’Artagnan: Pues que estoy seguro que en menos de tres días este
bálsamo os curará y entonces podrá luchar sin ningún dolor.
Athos:Vaya, vaya, además de un chico valiente pareces un caballero de
honor. (Mira hacia la derecha) Ahí viene uno de mis testigos.
D’Artagnan: ¡Cómo! ¿Vuestro primer testigo es el señor Porthos?
Athos: Sí. ¿Os contraría?
D’Artagnan: No, de ningún modo.
Athos: Y allí viene el segundo (mirando a la izquierda)
D’Artagnan: ¡Qué! ¿Vuestro segundo testigo es el señor Aramis?
Athos: Claro, ¿No sabéis que no se nos ve jamás a uno sin los otros?,
entre los mosqueteros, entre los guardías, en la corte y en la ciudad
se nos llama Athos, Porthos y Aramis, los tres mosqueteros.
(Porthos entra por la derecha)
Porthos: ¡Ah, ah! ¿Qué es esto?
Athos: Este es el señor con quien me bato (señala a D’Artagnan)
Porthos: Con él me bato también yo, pero a la una.
Aramis: (Entrando por la izquierda) Y también yo me bato con este
chico a las dos.
Porthos: Pero, ¿por qué te bates tú, Athos?
Athos: No lo sé muy bien; me ha hecho daño en el hombro. ¿Y tú ?
10. Porthos: Bueno realmente las razones no son demasiado convincentes,
quizás Aramis, tú puedas razonar mejor por que te bates.
Aramis: Pués, motivos verdaderamente razonados no es que
encuentre.
D’Artagnan:Y ahora que estáis juntos, señores, permitidme que
presente mis excusas.
Porthos: ¿Cómo?
D’Artagnan: No me comprendéis señor, os pido escusas en caso de que
no pueda pagar mi deuda con los tres, porque el señor Athos tiene
derecho a matarme primero.
Aramis: Es un chico realmente valiente.
Athos: Sí, es una lástima que eso no os vaya a salvar la vida.. ¿Estais
preparado?
D’Artagnan: Lo estoy
Athos: ¡En guardia!
(Empiezand a tener un pequeño combate con espadas, en el que se ve a
Athos asombrado del manejo de espada de su contrincante)
Porthos: ¡Alerta! ¡Vienen los guardías del cardenal!
(Aparecen por la derecha Jussac con 5 guardías)
Jussac: ¡Hola mosqueteros! ¿nos estamos batiendo? ¿para qué
queremos entonces las leyes? ¿os habéis olvidado que los duelos están
prohibidos en Francia?
Athos: Sois muy generosos señores guardias, si os viésemos batiros,
os respondo de que nos guardaríamos mucho de impedíroslo. Dejadnos
pues hacerlo, y podréis tener placer sin ningún gasto.
Jussac: Señores, con gran pesar os declaro que es imposible. Nuestro
deber ante todo. Envainad, pues, por favor y seguidnos.
Aramis: Señor, con gran placer obedeceríamos vuestra graciosa
invitación, si ello dependiese de nosotros; pero desgraciadamente es
imposible: el señor de Treville nos lo ha prohibido. Pasad, pues, de
largo, es lo mejor que podéis hacer.
Jussac: Cargaremos contra vosotros si desobedecéis
Athos: Son seis, y nosotros sólo somos tres.
11. D’Artagnan: Señores, habéis dicho que nos sois más que tres, pero a
mí me parece que somos cuatro.
Porthos: Pero vos no sois de los nuestros.
D’Artagnan: Es cierto, no tengo el uniforme, pero sí el alma, y mi
corazón es mosquetero.
Jussac: Apartaos, joven, podéis retiraros, os lo permitimos. Salvad
vustra piel, de prisa.
D’Artagnan. Ni pensarlo.
Athos: Decididamente sois un valiente (le tiende la mano) ¿Cómo os
llamáis?
D’Artagnan: D’Artagnan.
Jussac: ¿Y bien? Veamos señores ¿os decidís a decidiros?
Athos: Está resuelto, señores.
Jussac: ¿Y qué decisión habéis tomado?
Aramis: Vamos a tener el honor de cargar contra vos
(Los tres mosqueteros juntan sus espadas)
Athos, Porthos y Aramis: ¡Uno para todos, y todos para uno!
(Empieza la lucha, D’Artagnan está emparejado con Jussac, Athos con
un guardia, y Porthos y Aramis con dos cada uno. Después de un par de
minutos de combate, el guardía de Athos muere, los guardías de
Aramis y uno de Porthos también. Y el otro de Porthos y Jussac
acaban en el suelo desarmados.)
Pothos: ¡Largaros si queréis vivir!
Jussac: (incorporándose) El cardenal sabrá de esto
Porthos: No me habési oído. ¡Largaros!
(Jussac y el guardía se van huyendo por la derecha)
Athos: Muy vien joven, muy bien.
D’Artagnan: Si todavía no soy mosquetero, al menos ya soy aprendiz
¿no?
12. ESCENA 6
(La escena transcurre en el salón de trono del rey Luis XIII en el
palacio de Louvre. Se encuentran en escena el rey sentado, y el
señor de Treville, de pié)
Rey: Venid aquí, señor capitán, venid que os riña; ¿Sabéis que su
eminencia ha venido a qujárseme de vuestros mosqueteros?
Treville: No majestad, pero los guardías del cardenal están
buscándoles pelea sin cesar, y por honor mis hombres se ven
obligados a defenderse.
Rey: Y ¿Cómo ha ocurrido tal cosa?
Treville: Tres de mis mejores soldados Athos, Porthos y Aramis,
habían hecho una excursión con un joven cadete de Gascuña que yo
les había recomendado aquella misma mañana, y se habían citado en
los carmelitas descalzos, cuando fue perturbada por Jussac y otros
cinco guardías.
Rey: ¡Ah! ¡Ah! Me dais que pensar, sin duda iban para batirse ellos
mismos.
Treville: No los acuso majestad. Ya sabéis cuan difícil es conocer la
verdad
Rey: Pero no estaban solos vuestros mosqueteros Treville, ¿no
había con ellos un niño?
Treville: Si, majestad, y un hombre herido, de suerte que tres
mosqueteros del rey, uno de ellos herido, y un niño no solamente se
han enfrentado a seis de los más terribles guardías del cardenal,
sino que han derribado a cuatro por tierra
Rey: Pero ¡Si eso es una victoria! ¡Una victoria completa! ¿Cuatro
hombres, uno de ellos herido y un niño decís?
Treville: Un joven apenas hombre, que se ha portado
perfectamente en esta ocasión que me tomaré la libertad de
recomendarlo a vuestra majestad.
Rey: ¿Cómo se llama?
Treville: D’Artagnan, majestad. Es hijo de uno de mis más viejos
amigos.
Rey: ¿Y decís que se ha portado bien ese joven? Contadme eso,
Treville, ya sabéis que me gustan los relatos de guerra y combate.
13. Treville: Señor, como os he dicho, el señor D’Artagnan es casi un
niño, y como no tiene el honor de ser mosquetero, estaba vestido de
paisano; los guardías del cardenal, reconociendo su gran juventud,
le invitaron a retirarse antes de atacar, pero él respondió que era
mosquetero de corazón y que por eso se quedaría con ellos.
Rey: Que joven más bravo.
Treville: Y en efecto, permaneció a su lado; y vuestra majestad
tiene ahí un campeón tan firme que fue él quien dio a Jussac esa
terrible estocada que encoleriza tanto al cardenal.
Rey: ¿Fue él quien hirió a Jussac? ¡Él, un niño! Eso es imposible.
Treville: Ocurrió como tengo el honor de contaros.
Rey: ¡Jussac, uno de los primeros aceros del reino!
Treville: Como veis es un joven con mucho futuro
Rey: Más que futuro, presente, hay que seguir los progresos de ese
joven capitán, espero que me vayais informando.