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LA REPRESENTACION HISTÓRICA DEL ESPACIO:
BIZKAIA EN LA CARTOGRAFÍA (SIGLOS XV-XX)
Ramon Oleaga
Introducción.
Vamos a iniciar un viaje por un territorio que en algún momento le era ignorado incluso a
sus propios pobladores, Bizkainos que aun teniendo conciencia de tales difícilmente
podían representarse el mundo más allá de su propio valle. Es cierto que desde unas
pocas alturas puede abarcarse una gran parte del conjunto de Bizkaia, pero si alguien
tuvo el impulso de representar esta vista en forma de mapa, lo cierto es que no ha
llegado hasta nosotros ningún testimonio.
En nuestro repaso por la representación de nuestro espacio físico, de nuestra tierra,
nuestras poblaciones y nuestras gentes, desecharemos los mapas de pequeña escala o
las referencias triviales, concentrándonos en aquellos ejemplos cuyo punto central sea
precisamente Bizkaia. En los ejemplos más antiguos aplicaremos con laxitud este
criterio para a medida que avancemos en la línea temporal ceñirnos de forma más
estricta y, ya en las fechas más cercanas a la actualidad, repasar el esfuerzo desplegado
por la Diputación Foral en este punto, fundamental para la adecuada dirección de la cosa
pública.
Para los ejemplos de autores ajenos al País presentaré descripciones someras. El lector
interesado en un mayor detalle en ese tipo de materiales, puede consultar mi
‘Representación histórica de los territorios y lugares de Euskal Herria’ (en ‘Historia de
Euskal Herria’. Tomo I. Ed. Lur 2004). Para la cartografía generada a partir del siglo XVIII,
con intervención de bizkainos, o para el esfuerzo desplegado por la Diputación de
Bizkaia, por ser el punto de interés de esta obra, me extenderé con mayor detalle.
Como va dicho, no existe una cartografía regional que refleje nuestro territorio, vasco en
general y bizkaíno en particular, antes del siglo XVI. La cartografía medieval, siempre en
pequeña escala, apenas rotula la totalidad del espacio cultural vasco. A partir de la
segunda mitad del siglo XV, la recepción renacentista de la obra de Ptolomeo nos ofrece
algunas imágenes de la Península Ibérica, si bien en su pequeña escala apenas delinea
la orografía más montuosa y la fachada marítima. Desde este momento hasta ya el siglo
XVII contamos con un par de ejemplos de lo que podíamos denominar ‘Razón de
Estado’. Por un lado el llamado ‘Atlas de El Escorial’, encargo de Felipe II al matemático
Esquivel, nunca publicado, y por otra parte las obras de Texeira y sus distintos
memoriales de frontera, con atractivas y cuidadas representaciones del ámbito bizkaíno
desde una perspectiva costera.
A partir del XVII contamos con la primera cartografía científica debida a la mano de
Mercator, todavía con un muy insuficiente conocimiento de nuestra topografía, con
llamativos errores en las coordenadas de nuestras poblaciones que tan sólo a mediados
de siglo vendrá a mejorar el importante empeño editorial de los Blaeu. Ya en el XVIII el
impulso cartográfico flamenco da paso al francés, con sobresalientes ejemplos en los
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casos de Nolin y De Fer y el desarrollo de una cartografía plenamente científica por la
familia Cassini. Será en este contexto donde desarrolle su labor el español Tomás López,
si bien carece de la pretensión científica de los franceses de finales del mismo siglo.
Y al hilo de este siglo XVIII asistiremos a las primeras representaciones de nuestro
territorio debidas a las manos de nuestros paisanos. De forma discreta en un primer
momento para ya a mediados del XIX darlas a la imprenta y, adentrándonos en el siglo
XX, proyectándonos a la modernidad, ayer como hoy, innovando en las fórmulas de
representación e impulsando, a través del adecuado ejercicio de la ‘cosa pública’ la
mejor gestión del territorio.
Cartografía antigua.
Las representaciones de nuestro territorio que podemos encontrar a lo largo de la
historia se asemejan a un ‘zoom’ fotográfico, gracias al cual partimos para los ejemplos
más antiguos de una visión ‘lejana, de pequeña escala y a medida que transcurre el
tiempo, medido aquí en siglos, vamos ‘acercándonos’ poco a poco. Y este principio es
de aplicación tanto a la representación topográfica que en un primer momento es
meramente regional, como a la iconografía ciudadana, partiendo en un primer momento
de alejadas vistas de conjunto para paulatinamente ‘entrar’ en la ciudad para finalmente
incluso mostrarnos el interior de los edificios. De la misma forma, en la delineación de la
fachada marítima asistiremos a una creciente mejora en la definición con la que se
dibujan nuestras costas, los accidentes marinos y todo aquello que resulte de interés a
quienes surquen nuestras aguas.
Este viaje de siglos se inicia con anterioridad a la imprenta. De la antigüedad clásica no
ha llegado hasta nosotros ninguna imagen. De forma indirecta, existe una tabla itineraria
romana (Tabla de Peutinger), lo que hoy en día denominaríamos ‘mapa de carreteras, en
la que se ha podido reconstruir idealmente nuestro territorio. De la tradición helenística,
con la obra del sabio alejandrino Ptolomeo, tampoco poseemos imágenes directas si
bien contamos con su recepción en época renacentista. 1
Avanzando en el tiempo, la tradición medieval tampoco nos ofrece ejemplos centrados
específicamente en nuestro espacio y se limita a señalar la presencia de algunas
ciudades pero en el ámbito, mayor, de Euskal Herria. Como ejemplo destacado podemos
señalar el ‘Beato’ de Saint Server de Gascuña (Siglo XI) que actualmente se conserva en
la Biblioteca Nacional de París. En sus reducidas dimensiones (37 por 57 cm.), se utiliza
el término “Wasconia” para identificar nuestro espacio, al tiempo que rotula la población
de Bayona, posiblemente por proximidad al monasterio donde se preparó el mapamundi.
En una orientación pareja se puede señalar el mapa circular del mundo de la catedral de
Hereford. Datado alrededor de 1300 recoge, en un punto intermedio entre la cartografía y
la pintura, las ciudades de ‘Pa(m)pilonia’ y ‘Bayona’, si bien no facilita ninguna otra
información político-administrativa de nuestro espacio geográfico. 2, 3, 4
Como ejemplo tardío de esta orientación, y con una pretensión de apoyo a un pleito,
dentro de este esquema representativo podemos encuadrar un mapa que se encuentra
en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, abarcando un amplio territorio desde
el mar Cantábrico en el norte a la villa de Haro en el Sur y, en la línea septentrional al
Ebro, el territorio que va desde Gipuzkoa a Bizkaia. 5
Todas estas representaciones no sirven de antecedente a ningún desarrollo posterior.
Ofrecen el estado de la técnica en ese concreto momento, pero sin pretender, por su
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pequeña escala y sus fines (religiosos o jurídicos), una representación topográfica del
territorio tal y como la entendemos hoy en día.
Simultáneamente a esta cartografía terrestre, apenas evolucionada, el mar impone para
el desarrollo de los intercambios mercantiles un tipo de carta marina que facilitara la
navegación, inicialmente por el Mediterráneo, y que paulatinamente acaba abarcando
porciones de la fachada atlántica, alcanzando finalmente nuestras costas. Estos
portulanos, junto a las líneas de rumbo y rosas de los vientos, muestran una amplía
toponimia de las poblaciones costeras, rotulando en rojo las de mayor importancia y en
negro las demás. Entre las primeras los diversos ejemplos, normalmente debidos a la
escuela mallorquina o catalana, suelen recoger a Baiona, Donostia-San Sebastián,
Mutriku, Bermeo y Bilbao si bien con toponimias cambiantes. No podemos perder de
vista, sin embargo, que ningún portulano desarrolla nuestra costa a gran escala, para lo
que tendremos que esperar hasta finales del siglo XVI. 6, 7, 8
El movimiento renacentista provoca la recepción en el occidente europeo de la obra de
Ptolomeo, el geógrafo alejandrino del siglo II después de Cristo. A partir de 1477 se
editan mapas que acompañan su obra teórica, a la que paulatinamente se incorporan
mapas ‘nuevos’ que ya pretenden reflejar el territorio en su fisonomía actual. Una edición
característica será la de 1513 promovida por Pico de la Mirandola y diseñada por
Walsemuller. Esta edición se reimprimió en cuanto a su información geográfica hasta en
cinco ocasiones siendo la de 1535 en Lyon, bajo la iniciativa de Miguel Servet, la que de
alguna forma nos sirve de referente de la imagen de nuestro territorio en esta primera
mitad del siglo XVI. 9, 10
Se trata de una imagen todavía tosca para nuestro estándar actual pero evidentemente
avanzada sobre el mapa ptolomeico antiguo. Sin información hidrográfica para nuestro
territorio, el mismo aparece rotulado como "Bishaia". La toponimia, salvo por la
aparición del Pamplona, se limita a la costa, casi como en un portulano, destacándose
las poblaciones de Lekeitio, Bermeo, Plentzia y Bilbao. 11, 12, 13
Simultáneamente a esta divulgación del conocimiento geográfico, la razón de estado
lleva, desde una política de sigilo, a levantamientos topográficos modernos. En esta
línea nos encontramos con el ‘Atlas de El Escorial’ que en realidad se trata de una serie
de borradores o primer bosquejo para un mapa que no consta llegase nunca a dibujarse
ni mucho menos a publicarse. Encargado por Felipe II alrededor de 1570, a la escala
aproximada de 1:350.000, no sobrepasada hasta finales del siglo XVIII, nuestro territorio
se ve representado en las hojas 19 y 20. 14
En el mapa se observan gran cantidad de correcciones tanto en la abundante toponimia
como en la red hidrográfica, como por ejemplo la tachadura que corrige una posible
conexión entre el Ibaizabal y el Nervión, casi 30 kilómetros antes de su confluencia real.
Sin referencias orográficas, la costa está delineada de forma sencilla pero con cierto
detalle. A la altura de la ría de Bilbao existe una leyenda que dice: " deste lugar hontón
pa oriente es bizcaya y dende portogalete aitn es encartaciones y desde el ocidens es de
las 4 villas".
Esta obra, por su nula difusión, no servirá de base de referencia para los múltiples
trabajos que a lo largo de los siguientes dos siglos intentarán con mayor o menor
fortuna representar gráficamente nuestro espacio, con lo que la imagen que perdurará
en Europa será otra distinta a la bosquejada en este documento. 15
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Cartografía Flamenca. Primeros ejemplos.
A lo largo de siglo XVI los libreros italianos habían venido vendiendo colecciones de
mapas impresos pero sin llegar a encuadernarlos de forma homogénea hasta que un
flamenco nacido en 1528 en Amberes, Abraham Ortelius, organizó el comercio de los
mapas tal y como lo hemos conocido hasta la revolución digital. Recopiló distintos
mapas a través de una tupida red de corresponsales y los grabó en un tamaño uniforme,
publicando en 1570 el “Theatrum Orbis Terrarum”, que aún a falta del nombre que
actualmente damos a estas colecciones sistemáticas puede ser considerado el primer
Atlas como tal, aunque este término fuera acuñado veinte años más tarde en la obra de
Mercator. 16, 17
Los mapas del Atlas de Ortelio, grabados en su mayoría por Frans Hogenberg sobre
planchas de cobre, fueron un éxito inmediato, siendo traducido a diferentes idiomas,
reeditándose hasta 1612, ampliándose de edición en edición el número de mapas.
Ortelio, además, citó a sus fuentes aunque, desgraciadamente, entre los 87 cartógrafos
que menciona ninguno es natural de Euskal-Herria.
Al momento de su primera edición de 1570 el Atlas era el libro más caro jamás impreso,
alcanzando en su versión coloreada de márgenes amplios su precio más elevado.
A nivel local, en la obra de Ortelio encontramos en primer término un mapa de la
Península Ibérica, publicado desde la primera edición de 1570 hasta la última de 1612, y
a partir de 1584 también incorpora un tríptico que refleja en una de las imágenes a
‘Guipuscoae’, trasunto de otro publicado por la casa editorial De Jode unos pocos años
antes. 18, 19, 36
Para un bizkaino resulta decepcionante que nuestro territorio no se encuentre
singularmente representado. Pero una indagación más profunda nos revela que el
Señorío no fue ajeno, entonces como ahora, a la innovación del momento.
Efectivamente, en el Regimento General de 20 de abril de 1591 el alcalde de Orduña
propone se remita un mapa de “… este señorio y su contorno y sus villas y lugares y
rrios y termino p.ª que pintado se ynbie a Flandes para poner en el treatum orbis
terrarum y después para poner en el mapamundi para que ande por todas las ptes.”
El Regimiento acordó en el sentido interesado, comisionando a tres de sus miembros
para que concertaran con el pintor Francisco Vazquez, cómo se haría el mapa, su coste y
que finalmente lo remitieran a Flandes así como el abono de todo ello se hiciera a
medias por “… las villas y ciudad y tierra llana.”. Resulta difícil precisar si se refiere a
quien hoy en día conocemos como Francisco de Mendieta y que en vida se presentaba
como Francisco (Vazquez) de Mendieta, a quien recordamos por su famoso cuadro de la
jura de Fernando el Católico, o a su maestro Francisco Vazquez quien a mediados del
siglo XVI trabajó en los retablos de la iglesia de Santiago. Por la fecha del encargo, nos
inclinamos por el primero de ellos. En cualquier caso, en noviembre de 1591 no se había
llevado a efecto el acuerdo y se recuerda el cumplimiento de lo aprobado, perdiéndose a
partir de ese momento la pista de esta decisión de incorporar a Bizkaia en este primer
Atlas mundial. 20
En el ámbito de la obra de Ortelio, por tanto, tan sólo contamos con la mención que en el
marco del mapa de España se hace a “BISCAIA”, en el término costero que va de Castro
a ‘Lequeytio’, con una básica representación hidrográfica y la mención de alguna de las
villas pero situándolas en cualquier caso alejadas de sus reales coordenadas. Sirva de
ejemplo la posición de Bilbao en la misma costa.
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Simultáneamente a estas empresas editoriales, el desarrollo tanto tecnológico como
artístico del siglo XVI impulsa la aparición de obras complementarias a las de Ortelio y
Mercator, dando respuesta tanto divulgativa como profesional al interés del público
burgués por este tipo de materiales. En esta línea nos encontramos el "Civitates Orbis
Terrarum", recopilación de imágenes topográficas entre las que encontraremos el
ejemplo de la villa bilbaína; las cartas marinas de Waghenaer y, aunque en una escala
menor, el Albúm de trajes de Weigel, conformando el conjunto de obras fundamentales
del final del siglo XVI, cada una de ellas con una propuesta innovadora para su ramo de
la ciencia cartográfica, topografía urbana o indumentaria. 21, 22, 26
El "Civitates Orbis Terrarum", impreso en 6 volúmenes de 1572 a 1617. es una
recopilación de imágenes de más de quinientas ciudades, entre las que encontramos la
primera imagen de nuestra tierra, que aunque titulada como ‘Bilvao’ en realidad
representa en primer plano la villa para, abriendo su foco, ofrecernos una panorámica de
ambas márgenes de la Ría hasta la ‘Vara de Porto Galete’. Esta vista, aparecerá en el
segundo volumen de la obra, editado en 1575 con el título "De Praecipuis Totius Universi
Urbibus", junto a otra serie de localidades pertenecientes al antiguo Reino de Granada
así como otras ciudades europeas (Marsella, Aviñon, Basilea, Moscú, etc…). La leyenda
que acompaña la vista nos informa que su fisonomía topográfica se correspondería con
la que se contemplaba en 1544, indicándose que la imagen se debe a Juan Muflin. El
grabado fue reeditado en 1657 por Janssonius en su obra ‘Theatrum in quo visuntur
ilustriores Hispaniae urbes…’, con una pequeña modificación en la cartela que
abandona sus líneas rectas para acomodarse al gusto de la época, y finalmente en 1682
por Koopstenden en su ‘Tweede deel’, con esta misma modificación estética. Esta
imagen del ‘Civitates’ se convertirá durante más de dos siglos en la imagen canónica de
la villa de Bilbao y será reproducida por multitud de autores (Valegio, Meisner, Van der
Berge, Van der Aa, etc…) con ligeras variantes. 23, 24, 25, 28, 29, 30, 31, 32
Paralelamente a la producción de los Atlas terrestres, en el año 1584, el marino flamenco
Lucas Janszoon Waghenaer publica la obra titulada “Die Spieghel der Zeevaert”, que no
es sino un ‘atlas’ marino en el que en sus 23 cartas delinea la costa desde el Mar del
Norte, en su punto septentrional, hasta la Península Ibérica en su extremo meridional.
Waghenaer fue adaptando la idea original a presentaciones que facilitaran el propósito
de navegación, con formatos más ligeros que permitieran su uso efectivo a bordo de las
embarcaciones, por lo que junto a los grandes ejemplares en folio contamos con otros
ejemplos de dimensiones más discretas. 27, 27 bis
La costa bizkaina se muestra en una única carta que engloba desde Arcachon hasta
Castro, remarcando de forma exagerada los fondeaderos que ofrecen las rías de Bilbao y
de Mundaka. Se muestran las profundidades de las zonas de abrigo y se incorporan en
la parte alta de cada carta panoramas de la línea de la costa que sirvan de orientación al
marino, no proporcionándose, sin embargo, latitud o longitud ya que estas cartas
estaban destinadas tan sólo al cabotaje. Por esto mismo, la escala de las rías se
encuentra exagerada respecto a las zonas intermedias de costa. Las cartas, que varían
en su escasa toponimia según de qué edición se trate, muestran la convencional rosa de
los vientos, las líneas de rumbo y las escalas de barra. Las costas están trazadas en
definitiva ‘tal y como se ven cuando se navega a lo largo de éstas’, conforme explica el
propio autor.
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El gran cartógrafo científico: Mercator y sus sucesores.
Contemporáneo de Ortelio, el gran cartógrafo científico del siglo XVI fue el matemático
flamenco Gerard Mercator, autor a partir de 1585 del ‘Atlas sive Cosmographicae
meditationes de fabrica mundi et fabricati figura’, que en las ediciones que van de 1606 a
1636 incorpora un mapa titulado ‘Legionis, Biscaiae et Guipiscoae Typus’ que engloba
un territorio bastante mayor que el propiamente bizkaino pues desde Baiona alcanza
hasta Oviedo y desde la costa cantábrica hasta Toro y Tordesillas. No obstante, nos
ofrece la visión que desde el extranjero se tenía de nuestro territorio, la visión más
antigua, impresa, de Bizkaia a una escala regional, si bien para nuestro territorio esboza
una pobre representación tanto orográfica como hidrográfica, con escasa
representación de las entidades de población, no mencionando sino nueve de las villas,
en ubicaciones alejadas a sus coordenadas reales, y tan sólo un accidente geográfico
(cabo ‘Manbufcano’), lo que no hace sino poner de manifiesto la pobreza de las fuentes
que utilizó el autor, y echar de menos el que no saliera adelante la pretensión de que
Mendieta ‘pintara’ un mapa de Bizkaia que se hubiera enviado a Flandes como base de
las representaciones cartográficas de nuestro territorio en este momento histórico. 33,
34, 35
Dentro de la tradición flamenca, a lo largo del siglo XVII, a este Atlas le suceden los
productos de la casa Blaeu, que desde 1634 hasta 1670 da a la imprenta su ‘Biscaia et
Guipúzcoa cantabriae veteris pars’. Incorporando la mención de ‘Alava’ en el título, pero
con el mismo contenido topográfico, lo podemos encontrar en ediciones que van de
1662 a 1672. La casa editorial rival de los Blaeu, la de Janssonius, publicará un mapa con
idéntico contenido a partir de 1638 hasta al menos 1680. 37, 38
Si nos concentramos en la representación que contienen estos mapas, podemos
observar que el grabado abarca desde Bayona y la costa landesa hasta la bahía de
Santander y desde la costa Septentrional hasta Calahorra. Su escala, por tanto, es algo
mayor que la utilizada por Mercator, centrando su atención en mayor medida en nuestro
espacio geográfico. No obstante el tratamiento de los territorios es muy desigual hasta el
punto de ofrecer información relevante solamente del espacio guipuzcoano. Hemos de
entender que esta situación es heredera de haber contado con una correcta cartografía
de este territorio, desde el punto de vista toponímico, desde su inclusión en el Atlas de
De Jode. Sin embargo, en los treinta años transcurridos entre aquel primer ejemplo de
Mercator y este que comparten Blaeu y Janssonius, asistimos a cambios significativos:
Bilbao abandona su posición costera para adentrarse, correctamente, en la cuenca
fluvial; se rotula ya un puente aguas arriba de la villa aunque todavía alejado de la
situación real de San Antón y, en las localizaciones costeras sorprendentemente
desaparece la mención toponímica a ‘Bermeo’ aun cuando se mantenga la referencia
iconográfica y ‘Valenzia’ se convierte en ‘Plaçentia’ y se reubica en la orilla contraria al
ejemplo de Mercator… muestras todas ellas del defectuoso reconocimiento de la
realidad topográfica y de la falta de un informante fiable, conocedor de la realidad local.
De la misma forma, el interior sigue resultando tierra ignota para el compilador,
ofreciendo referencia de unas pocas entidades de población. Sin mostrar ningún camino
por el cual transitar, la red fluvial se encuentra de igual forma ampliamente descrita para
Guipúzcoa y prácticamente inexistente para Bizkaia y Alava, destacándose tan sólo la
Cuenca del Nervión – Ibaizabal.
De la moda del momento de los mapas orlados con vistas de las principales ciudades,
tan sólo conocemos un ejemplo que recoja el urbanismo bizkaino. Se trata del mapa de
España editado por Hondius, de alrededor de 1612, en el que aparece una vista de
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Bilbao, evidente reducción de la que a partir de 1575 apareció publicada en el segundo
tomo del Braun & Hogenberg. 39, 40
Junto a estos ejemplos de mayor tamaño, la industria flamenca proporciona
innumerables ejemplos de atlas de menor tamaño. Ya en 1577 Ortelio publicó una
versión reducida de su ‘Theatrum’, que en sucesivas ediciones y tamaños continuó
editándose durante más de 150 años. El Atlas de Mercator fue igualmente publicado en
formato reducido a partir de 1607, incorporando en todos los casos mapas a pequeña
escala de nuestro territorio, hasta llegar al pequeño mapa de 1707 de la mano de Pieter
Van der Aa, titulado “Biscaia”, en el que con clara tipografía se señalan las principales
líneas de comunicación, rotulando un gran número de topónimos. 41, 42, 44
Paralelamente al desarrollo de la cartografía terrestre, y siguiendo la estela de
Waghenaer, desde comienzos del siglo XVII los editores de Ámsterdam produjeron
cartas de buen tamaño con propósito de navegación, aumentando su exactitud con el
paso del tiempo. Ya en el primer tercio del siglo, en 1623, la casa Blaeu publica un atlas
marino, su ‘Zeespieghel’, con características parejas a la delineación que nos presentó
Waghenaer, cerrándose el siglo con la obra de la familia Van Keulen. Simultáneamente a
la escuela flamenca del XVII, se edita una obra de característica dispar debida a la mano
de Robert Dudley, hijo ilegítimo del Conde de Leicester, que se exilió por razones
políticas a Italia, titulada “Dell’ Arcano del Mare”, aparecida en 1646-47, con una segunda
y última edición en 1661. Con un total de seis volúmenes de los que los cuatro primeros
reflejaban la navegación en su conjunto (tablas astronómicas, construcción naval, etc...)
y los dos tomos restantes dedicados a la cartografía. En sus cartas marinas la toponimia
viene referida en italiano y la línea de nuestra costa queda recogida en dos planchas;
con carácter más genérico en la carta cuarta de Europa que refleja todo el norte de la
Península y más detalladamente en la carta XXIII del sexto volumen titulada ‘Carta
particolare che comincia con il capo de Oringan in Biscaia e finisce con al costa di
Alcanson in Francia’. Toda la línea de la costa está trazada suavemente, con constantes
curvas y sin aristas. Las diversas ensenadas y puertos de abrigo se ensanchan más allá
de su escala natural pretendiendo destacar, de modo parejo a sus antecesores, los
accidentes más notables para el marino y abandonando un tanto el territorio intermedio.
45, 45 bis. 46, 47
La cartografía de los Austrias. La obra de Pedro Texeira
Más allá de los ejemplos impresos contamos con la obra de Pedro Texeira, cartógrafo
portugués activo a mediados del siglo XVII. Entre los fondos de la Biblioteca de la
Universidad de Upsala se encuentra un manuscrito debido a la mano de este autor que
bajo el título de “Compendium Geographicum” agrupa un mapamundi, un mapa de
España y 6 mapas de las costas cantábricas, estando dedicado uno de ellos al Señorío
de Bizkaia. Esta obra no menciona fecha pero podría tratarse de un trabajo tardío de
alrededor de 1660.
La carta que muestra nuestro territorio se titula ‘Descripción de la costa del Señorío de
Biscaia’. No contiene graduación de altitudes ni longitudes ni referencias batimétricas
pero si una particularmente detallada delineación de la costa que refleja todos los
accidentes de relevancia debidamente rotulados. La toponimia de la costa es abundante,
con evidente conocimiento de la toponimia local, y escasa para el interior, hasta allá
donde alcanza la perspectiva, señalándose, por ejemplo, las poblaciones donde llegan
las mareas: ‘Garnica’ y Bilbao. Con escala en leguas, la hoja queda coronada por el
escudo del Señorío. 48
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Junto a esta obra que guarda la biblioteca sueca, la biblioteca de Viena guarda un lujoso
manuscrito, datado en 1634. Este suntuoso manuscrito, de mayor detalle y escala que el
anterior, contiene, sin título y en perspectiva desde el mar, una vista de pájaro de la
costa bizkaina de bastante mayor minuciosidad que la anterior, pudiendo observarse
con detalle los puentes de ‘Garnica’, donde también se menciona ‘El Arbol’, ‘Plazencia’ y
‘Bilbao’, donde incluso se dibujan los tres arcos del antiguo puente de San Antón. Se
aprecia perfectamente el carácter montuoso del Señorío y se delinean con precisión las
obras portuarias de ‘Lequeitio’, ‘BERMEO’, que tipográficamente se iguala a ‘BILBAO’, y
‘Puerto Galete’. En folios aparte se acompañan detallados mapas parciales de
‘Ondarrua’, ‘Lequeitio’, ‘Bermeo’ y la Ría de Bilbao. En todos los casos se trata de mapas
trazados en perspectiva desde el mar y mostrando tanto la concreta localidad, con el
levantamiento de sus edificios más señalados, así como las áreas circundantes. 49, 50,
51, 52, 54
Ocaso de las producciones de los Países Bajos.
Más allá de la cartografía flamenca, asistimos a las producciones de otros países en los
que se representa a Bizkaia. En la Italia de finales del siglo XVII, por ejemplo, el editor
romano Domenico Rossi inicia a partir de 1692 la publicación de su “Mercurio
Geográfico” al que irá añadiendo en sus distintas ediciones nuevos mapas hasta
incorporar, a partir de 1696 una hoja dedicada a "La Biscaia, divisa nelle sue 4 parti
principalli". Las cuatro partes a las que se refiere el título son la ‘Biscaia Propia’, ‘Alava’,
‘Guipuscoa’ y la 'Provincia delle quattro citta', ocupando desde la ciudad de Santander
hasta la margen izquierda del Nervión. 55, 56
El mapa se trabaja sobre plancha de cobre a buena escala para la época, de
aproximadamente 1:600.000, incorporando el Reino de Navarra y gran parte de Iparralde
y aun cuando, siguiendo modelos del siglo, la toponimia continua siendo más abundante
en el territorio guipuzcoano, para Bizkaia ofrece una hidrografía cuidada, orografía
todavía antigua y línea de la costa tosca, exagerando los accidentes más significativos.
La toponimia sin embargo sigue siendo desafortunada aunque se observa algún
esfuerzo descriptivo, por ejemplo, en Plentzia o en Bilbao donde incluso se dibuja el
puente.
En el ámbito francés, contamos con ejemplos de la familia Sanson desde mediados del
siglo XVII pero no llega a publicar un mapa específicamente bizkaino aunque sí del norte
peninsular. Ya en el XVIII contamos con la obra de los Nolin, padre e hijo, que alrededor
de 1704 publicaron el mapa titulado "La Biscaye divisée en ses 4 parties principales et le
Royaume de Navarra divisée en ses merindades", plancha grabada sobre cobre del que
se conocen dos estados según incorpore o no una cartela donde se recogen las
ciudades que había de recorrer el nuevo rey Borbón, Felipe V, en su viaje a través de
Francia hasta Irún. Se trata, en mi opinión, de una descarada copia de la contenida en el
mapa publicado por Cantelli-Rossi unos pocos años antes, lo que no debe extrañarnos
en un profesional que incluso fue condenado por plagio de la obra de su contemporáneo
De Lisle. Con los escudos de Vizcaya y Navarra bajo una corona real el mapa se focaliza
en Euska Herria en su conjunto a una escala aproximada de 1:689.000. Se rotula Biscaie,
Guipuscoa, Alava, Navarre, Basse Navarre y el resto del territorio vasco-francés. Con
toponimia más abundante para Gipuzkoa y Navarra que para Bizkaia y Araba, no
obstante todo el territorio se muestra de una forma homogénea, con buena
representación hidrográfica y con las divisiones administrativas señaladas con cierta
fidelidad. Persiste la presencia de la Province des Quatre villes, que integrada en
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Biscaye en sentido amplio, engloba la actual Cantabria con porciones del territorio
bizcaino y alavés. La orografía sigue el modelo antiguo y no se presenta red de caminos,
mostrándose, sin embargo, el que habría de seguir la comitiva real. Contemporáneo a los
anteriores, De Fer publicará en 1707 otro mapa que representa nuestro espacio, titulado
de forma pareja al citado ejemplo de Nolin: "LA BISCAYE, Divisée en ses 4 Principales
Parties et LA NAVARRE en ses Merindades". 57, 58, 59, 60
Sin embargo, por encima de todos los mencionados, se alza en Francia la saga de los
Cassini, bajo cuyo impulso se completa el primer levantamiento científico del conjunto
de un Estado. Los trabajos se prolongaron cincuenta y cinco años, completándose en
1789 bajo la dirección de la cuarta generación familiar. El proyecto, oficialmente
denominado ‘Carte géométrique de la France’ pero conocido coloquialmente como
‘Carte de Cassini’, consta de 182 hojas de 88 por 55.5 cm. cada una de ellas. La escala,
enorme para la época, es de 1:86.400. Y si nos hemos detenido en él con cierto detalle es
porque por una parte se trata del primer levantamiento moderno de una zona de Euskal
Herria, al cartografiar el conjunto de Iparralde y porque al hilo de este trabajo de detalle,
la familia Cassini dio a la imprenta otras obras de menor escala en las que sí llega a
alcanzar el territorio bizkaino, como por ejemplo las hojas que inserta en 1756 en su
‘Carte de France divisée en XXXI Gourvenements Militaires et en ses provinces’,
recogiendo por una parte el apéndice costero de ‘Vermeo’ y ‘Mondaca’ en el ‘Mer de
Gascogne et de Biscaye’ y por otro el mapa titulado propiamente ‘La Biscaye…’. 61
En el ámbito de la cartografia marina la Francia del momento también nos lega una serie
de destacados ejemplos. Efectivamente, ya en 1693 el gobierno francés, por inspiración
del entonces ya difunto Colbert, da a la imprenta el atlas marítimo titulado ‘Le Neptune
François’, cuyo contenido es evidentemente más detallado y exacto que sus rivales
flamencos. La característica más señalada de estas hojas es, en primer término, su gran
tamaño pues alcanza una medida de 86 por 58 cm., a escala 1:342.000, conteniendo la
fachada cantábrica en cuatro tramos, correspondiendo a nuestro territorio (de
Fuenterrabia a Castro Urdiales) el incorporado en la parte superior izquierda de la
plancha. Provee tan sólo información sobre el litoral, batimétrica, escollos, fondeaderos
y nula toponimia de la plataforma terrestre. Las poblaciones se representan mediante
dibujos de grupos de casas en perspectiva, destacándose las producciones más
características o tipo de comercio más habitual: frutas, vino, sardinas, etc. Así, por
ejemplo, se destaca ‘Mondaca’ como el lugar en el que se construyen barcos o para
‘Laqueity’ se destaca el comercio de hierro y de pescado. 62
El primer mapa de Bizkaia con base en la información de los ‘Naturales del País’. El
mapa de Tomás López.
En Tomás (Thomas) López, madrileño nacido en 1731 encontramos el mejor exponente
de la cartografía acientífica del antiguo régimen. Como grabador, aprendió el oficio en
Paris en su estancia de ocho años, desde 1752 a 1760. A su regreso a España se dedicó
a levantar mapas por el método recopilatorio o de gabinete, sin base matemática ni
estudio del terreno, dependiendo de la calidad de los materiales que le hacían llegar sus
corresponsales. Bajo estas premisas impulsó una empresa editorial continuada por sus
hijos y que se constituyó el mejor exponente de la ciencia cartográfica peninsular en el
último tercio del siglo XVIII. ‘Amigo’ de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del
País, no dejó de señalar tal circunstancia en las cartelas de varios de sus mapas.
Ya en 1757, contando tan sólo 26 años, López nos ofrece el primer ejemplo de su labor
cartográfica dando a la imprenta el “Atlas Geográfico del Reyno de España e Islas
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adyacentes”, que aún tratándose de una obra de juventud se constituye en el primer
Atlas impreso que se dedica íntegramente a la Península Ibérica. Destacando por lo
inusual de su reducido tamaño, 11 por 9 centímetros, la obra está planeada como un
Atlas elemental o infantil contando con 24 mapas y 1 plano. Entre estos mapas nos
interesa el dedicado a ‘Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Rioja’. No sólo se trata de un mapa
de diminuta factura, grabado a doble hoja en las indicadas medidas, sino que la mayor
parte de la estampa está dedicada a la descripción literaria del territorio con lo que la
estricta representación cartográfica tan sólo ocupa un área de 16 centímetros
cuadrados. Fue publicado por Antonio Sanz en 1757, con dos ediciones ese mismo año,
conociéndose una postrer reedición ya en las propias instalaciones de Tomás López en
1792. En la dos primeras ediciones el mapa aparece fechado, 1757, desapareciendo esta
mención en la edición de 1792. 63
A partir de ese momento , la base del método de trabajo de López la constituyó la
remisión de un ‘cuestionario’ a ‘obispos, curas y párrocos’ solicitando los datos
necesarios para localizar los lugares a describir en su obra. El interrogatorio o
cuestionario constaba de quince preguntas donde se pedía detalle del territorio, su
producción, mercados, etc.., al tiempo que solicitaba se le remitiesen mapas o planos de
los respectivos territorios abarcando la vecindad inmediata de cada parroquia,
señalando los accidentes geográficos más destacados. Estos bosquejos cartográficos
serían en última instancia arreglados por él dándoles la “última mano” que en definitiva
viniera a homogeneizar la apariencia de su obra.
En el año 1769 publica un mapa de ‘Vizcaya’ que nos interesa por un doble motivo. Por
una parte es el primer mapa impreso específicamente dedicado a Bizkaia, mientras que
por otro lado éste se construyó con base en las informaciones que se proporcionaron
desde el Señorío. De hecho, estas aportaciones se conservan en los archivos de la
Biblioteca Nacional de España y constituyen por sí mismas las representaciones más
antiguas de amplias zonas del Señorío. 64
En la cartela se menciona que el mapa está ‘Compuesto sobre algunos mapas.
Manuscritos, noticias de sus naturales, y en particular las de Mr. Guillermo Bowles’. La
referencia al Sr. Bowles la hemos de entender al autor que unos años más tarde, en
Madrid, en 1775, publicará “Introducción a la historia natural y a la geografía física de
España”, que, como es conocido, recoge una serie de extensos artículos dedicados a
Bizkaia, Bilbao en particular, y las industrias del territorio y a cuyos papeles pudo tener
acceso López con cierta antelación. 68
Sin embargo, es la mención “… las noticias de sus naturales…” la que llama nuestra
atención. El autor se refiere a la correspondencia que a lo largo de los años mantuvo con
los párrocos y a las autoridades civiles locales. La memoria de los naturales del País se
concreta en respuestas de muy distinta calidad tanto en la descripción literaria de los
lugares como en el aparato gráfico que lo acompaña y que para el territorio Bizkaíno
suma unas decenas de imágenes, considerando tanto las remitidas por los distintos
informantes como los croquis levantados por el propio López con base en aquellas
informaciones y que se encuentran hoy en día encuadernados en su gran mayoría en un
mismo libro de manuscritos en la Biblioteca Nacional de España. Encontramos desde
completos esbozos de Bizkaia en su totalidad hasta mapas de detalle de Munguia,
Navarniz, la Ria de Bilbao, Plentzia, Lekeitio, Durango, Ondarroa, etc.., así como un
amplio repertorio de las Encartaciones, lo que en muchos casos nos proporciona la
primera imagen de carácter topográfico de cada una de estas localidades. 65, 66
11	
  
	
  
La labor desplegada por López nos ofrece finalmente el primer mapa de Vizcaya de
carácter verdaderamente local, con evidentes mejoras en la toponimia, tanto en cantidad
como en calidad, red hidrográfica y de caminos, señalándose las divisiones
administrativas en Merindades y los límites del Señorío, diferenciadas en cada caso por
líneas de color (amarillo y encarnado). El relieve de los montes se presenta mediante
perfiles sombreados, si bien en ningún momento se ofrece una verdadera imagen de la
orografía del territorio pues el mapa adolece de una verdadera base científica, de
auténtica medición del terreno, como la que ya en esas fechas se venía aplicando en la
cartografía francesa. De hecho, las deficiencias de los mapas de este autor se
evidenciaron en la guerra de la Independencia en la que los diversos estados mayores
de los ejércitos contendientes pusieron de manifiesto la inoperatividad real, la inutilidad
práctica, de su cartografía que, no lo olvidemos, era sencillamente la mejor existente
sobre la Península. López era perfectamente consciente de sus limitaciones,
reconociendo que aunque sabía que ‘el mejor modo de hacer un mapa es andando y
midiendo la tierra’, no lo hacía porque ‘este método no es adaptable a las facultades de
un particular’. En su obra ‘”Principios Geográficos” llegará incluso a manifestar su
desprecio por la obtención de datos directos, que consideraba obra de gentes ‘que no
necesitan mayor instrucción que la de llegar a saber geometría rectilínea’.
El aspecto cartográfico de nuestro mapa se complementa con una serie de
informaciones corográficas pues en el ángulo izquierdo se recoge el resultado de las
‘noticias de los naturales’, proporcionándonos una riqueza de datos como nunca hasta
ahora habíamos disfrutado en un material de esta naturaleza: la serie de conventos,
tanto de religiosos como de religiosas, que se distribuyen en nuestro espacio:
Dominicos, Franciscos Menores observantes, Ermitaños de S. Agustín, Carmelitas
Descalzos y Mercenarios Calzados, así como la Colegiata y, junto a ellas, la Ciudad,
Villas y las Anteiglesias, diferenciando las que tienen voto en Juntas Generales de
aquellas otras ‘adheridas para las Juntas a los antecedentes barrios’. Un verdadero
caudal de informaciones que tan sólo un conocimiento directo del País podría
proporcionar.
El mapa se editó, de forma exenta en el señalado 1769, conociéndose una segunda
edición en este mismo formato en el que se hace desaparecer la fecha. Igualmente se
puede encontrar en su “Atlas geográfico de España”, comisionado por Godoy en 1795, y
finalmente publicado por los hijos de Tomás López en 1804 con un total de 38 mapas en
102 hojas en formato 30 por 43 cm., que al tener escalas diferentes impiden formar un
mapa completo. En la edición original de esta obra, el mapa de ‘Vizcaya’ figura con el
número 35. El Atlas fue reeditado en 1810, 1830 y 1844. La edición de 1810 es realmente
una reimpresión de la príncipe en la que sólo varía el Mapa de España. La de 1830
formalmente consta como segunda edición, con variantes de los mapas originales pero
conteniendo el mismo número de éstos. La de 1844, publicada diez años después de las
nuevas divisiones administrativas de Javier de Burgos (1833), estaba evidentemente
trasnochada y servía de complemento a la Descripción Geográfica de España de Tomás
Bretón. En este caso ilustraba la obra a través de 107 pliegos que forman 42 mapas.
A pesar de sus limitaciones, la obra de López contará con cierto predicamento más allá
de sus fronteras, sirviendo como base para la representación de nuestro territorio en
algunas obras de conjunto de autores extranjeros. En el ámbito germano, por ejemplo,
tanto Gussefeld como Reilly publicarán mapas del País Vasco inspirados en la obra de
Tomás López. Se trataría, en lo que a nosotros nos interesa, de una forma de hacer llegar
al mundo germano informaciones relativas a nuestro territorio proporcionadas por
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fuentes locales a Tomás López a través de sus encuestas, lo que se pone de manifiesto
por la mejorada toponimia, vías de comunicación y fisonomía general del territorio.
La indumentaria bizkaina a finales del XVIII.
Decíamos que Tomás López fue pensionado en Paris para el aprendizaje del grabado.
Junto a él fue enviado Juan de la Cruz Olmedilla, quien a través de su ‘Colección de
trajes de España’ nos permite acercarnos a cómo eran aquellos Bizcaínos que
proporcionaron las informaciones de nuestro País a su amigo López. La colección de
trajes fue preparada como una obra en fascículos, editándose a partir de 1777 y
concluyendo en 1788. Para su grabado, Cruz Olmedilla dispuso de los dibujos originales
de sus informantes locales que en el caso vizcaíno resultó ser el conocido pintor Luis
Paret, quien en esas fechas cumplía pena de extrañamiento en la capital bilbaína.
Durante su estancia en la villa Paret no sólo colaboró en el ámbito pictórico, pues a él se
deben tanto las vistas de los puertos del norte de España como las mejores ‘vedute’,
vistas topográficas, de la villa de Bilbao, sino que también colaboró a la mejora urbana a
través del diseño de las aun conservadas fuentes públicas de Santiago y Atxuri y en
última instancia incluso delineó la portada de las Ordenanzas de la Casa de Contratación
de Bilbao. En este último ejemplo incorporó un elemento de representación territorial en
forma de carta marina en la que se distingue la Ría de Bilbao. 69, 70, 71
Paret nos muestra un mundo ya francamente burgués, tanto en sus hábitos
indumentarios como, nos cabe imaginar, en sus destrezas sociales. En el aspecto
indumentario nos ofrece imágenes de ‘aldeanos’, ‘criadas’ y ‘burgueses’, que asimismo
refleja en su obra pictórica y que fueron rápidamente copiadas (1783) por Teodoro Viero
en la primera parte de su obra veneciana ‘Raccolta’, una nueva prueba de la difusión de
lo bizcaíno y su inclusión en los repertorios de imágenes globales. Poco después, ya a la
vuelta del siglo XIX (1801-04), Antonio Rodriguez publicará su ‘Colección general de los
Trages que en la actualidad se usan en España’, donde en estampas de tamaño algo
menor a las anteriores, nos ofrecerá nuevas imágenes de nuestros antepasados
‘labradores’ o ‘marineros’. En todos ellos podemos observar los cambios operados en la
suntuosidad del vestir así como en la circunstancia de que ya no parecen portarse armas
en el campo, tal y como reflejaba la obra de Weigel a finales del XVI. 72, 73
Cabe preguntarse cómo se divertía esta elegante burguesa bilbaína que nos muestran
Paret y Viero, las fórmulas que empleaba en lo que ahora denominamos ocio. En lo que
al propósito de esta obra interesa, en el último tercio del siglo XVIII se puso de moda,
ayer como hoy, la imagen en perspectiva, intentando engañar al ojo con artificios
ópticos que creasen la sensación de profundidad necesaria para aparentar imágenes
tridimensionales. El efecto no alcanza las cotas de realismo de la actualidad, no
tratándose sino de un primer paso en esa dirección. El burgués disfrutaba de su ocio
viajando a través de la imagen, contemplando vistas topográficas de ciudades que
posiblemente nunca acabaría visitando por sí mismo. Y en este elenco de imágenes, que
se editaron por cientos, ocupaba su lugar una imagen bizkaina, una nueva visión de
Bilbao que rompía el paradigma de los dos siglos anteriores ofreciéndonos una visión
fresca y renovada. En su estado original se trata de un grabado tradicional, editado por
Edward Nairne en Londres en 1756. Se hace oportuno precisar que este mismo Nairne
era el suministrador de elementos de óptica de última tecnología a tan renombrados
exploradores como Thomas Cook. Pero regresando al ocio bilbaíno, esta imagen será
precisamente la que servirá como base de otras imágenes invertidas, en espejo, para
cuya contemplación era necesaria la utilización de un aparato que podría traducirse al
castellano como ‘zograscopio’ y que gracias a una lente a 45º reconstituía la imagen a su
13	
  
	
  
estado original. Consta que los burgueses del siglo se entretenían en la contemplación,
por decenas, de este tipo de imágenes entre las que era habitual encontrar la de esta
villa bizkaina. 74, 75, 76
Cartografia marítima española en el siglo XVIII. Tofiño y la primera carta científica de
nuestras costas.
En un marcado contraste con lo que acabamos de exponer respecto a la cartografía
terrestre y la obra de López, encontramos en este mismo siglo XVIII un espectacular
avance científico en la cartografía marina. Si allí tan sólo encontrábamos trabajo de
gabinete y escaso apego a la realidad, aquí encontramos modernidad y aplicación de
principios científicos que dieran respuesta a las necesidades de la navegación, hasta tal
punto que sus resultados incluso superarán a los ejemplos foráneos, dándose por vez
primera la circunstancia de que los servicios cartográficos franceses serán quienes
copien los resultados obtenidos en España.
Como antecedente de estos avances, nos encontramos que en 1776 el gobierno francés
solicitó del español permiso para practicar mediciones astronómicas en Canarias y otras
posesiones africanas con vistas a posteriores levantamientos cartográficos. Junto a la
oportuna autorización gubernamental se dispuso que un comisionado español
acompañara a la expedición francesa, resultando responsable de tal cometido el
entonces director de la Academia de Guardia Marinas de Cádiz, Vicente Tofiño de San
Miguel. Esta colaboración impulsó en el Ministerio de Marina español interés en levantar,
a semejanza precisamente del modelo francés, pero por sus propios medios, una Carta
Hidrográfica de España, proyecto que se dispuso liderara el propio Tofiño.
Tofiño había nacido en Cádiz en 1732, y ya en 1755 había sido nombrado profesor de
matemáticas de la mencionada Academia de Guardia Marinas de la que llegó a ser
director con tan sólo 36 años. Desde el verano de 1783 hasta el 1788, desarrolló la serie
de campañas hidrográficas que contando con los medios materiales y humanos que
proporcionó la academia gaditana desembocarían en la publicación del Atlas Marítimo
de España. Miembro de diversas academias y sociedades científicas, incluso de la Real
Sociedad Bascongada de los Amigos del País, murió en 1795. 77
El levantamiento cartográfico de las costas vizcaínas fue acometido por la expedición de
Tofiño de 1787, iniciándose la campaña en mayo en Fuenterrabía. Producto de estos
trabajos, en 1787 apareció en primer término el ‘Derrotero de las costas del
Mediterráneo’ y un Atlas con 16 cartas de esta zona. En 1789 se publicó el Derrotero
correspondiente a nuestras costas y un Atlas con 28 planchas titulado “Atlas Marítimo
de España”, que tuvo un éxito inmediato hasta el punto de que ese mismo año apareció
una segunda edición en la que se refundieron los dos atlas en un solo volumen,
añadiéndose al conjunto dos nuevas cartas.
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  En su propia obra ‘Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico y de las islas Azores o Terceras
para inteligencia y uso de las cartas esféricas’, el autor hace una detallada relación que permite seguir sus
actividades: “La construcción de la carta de las costas septentrionales de España desde Fuenterrabía hasta
Ferrol empezó en Mayo de 1787 y duró hasta fin de Diciembre del mismo año. El conocimiento que se tenía de
la acción de las corrientes en dicha Costa, la continua variedad de vientos en ella y la escasez de Puertos de
arribada dictaron oportunamente que su Carta debía hacerse por tierra. Corrió no obstante dos veces la fragata
desde Pasages hasta Ferrol, situando muchos puntos de latitud y longitud, cuyo trabajó sirvió después de
comprobación...”. Más adelante indica respecto a la triangulación de la costa que “...se midieron con sumo
esmero ocho bases y ligaron con ellas todos los puntos de la costa hasta Fuenterrabía”. Además, se observó
astronómicamente la latitud de diversos puntos, entre los que cabe señalar la posición de Portugalete. En todo
14	
  
	
  
Las láminas que corresponden a Bizkaia se encuentran todas ellas en el segundo
volumen del Atlas. Reproducen por un lado la carta de la ‘Concha y barra de Bilbao’ y
por otra parte este volumen contiene dos cartas de nuestra línea marítima: la carta en
menor escala del frente Cantábrico de Malpica y la que nos muestra la costa desde San
Juan de Luz hasta Punta Calderón, punto cercano a la localidad de Santander.
Finalmente, una última plancha recoge los perfiles topográficos de la costa tal y como
pueden verse desde el mar, dedicando dos perfiles a las proximidades de Machichaco.
78, 79
Se trata en todos los casos de grabados sobre planchas de cobre, de gran calidad
técnica tanto en la limpieza del dibujo como del grabado, y excelente representación de
todos los accidentes de la costa desde las rocas hasta los arenales. Una de sus
peculiaridades es que por primera vez se introdujeron informaciones sobre la naturaleza
de los fondos marinos (diferenciándose entre arena, lama, cascajo y piedra) detalle que
no llegó a generalizarse, por ejemplo, en la cartografía náutica británica hasta la tercera
década del siglo siguiente. La calidad del grabado es deudora de la intervención de
expertos en el grabado artístico que trasladan su experiencia al campo tipográfico:
Selma, Vázquez, Ballester y Carmona, que a la fecha era el director de la Academia de
Bellas Artes de San Fernando. 80
Las cartas ofrecen una hechura específicamente técnica, por lo que para el espectador
no iniciado se antojan un tanto desnudas pues pretenden reflejar la realidad sin matices
que la desfiguren, sin artificios. No hay grandes cartelas, y las presentes adoptan el
modelo neoclásico ofreciéndonos con un mínimo de ornamentación los datos básicos
del territorio representado, incorporando la justificación de autoría. Por otra parte, no
debemos olvidar que se trata de cartas de la costa, por lo que el interior no se encuentra
representado y ello conlleva una menor presencia de topónimos.
Las cartas de Tofiño obtuvieron un éxito inmediato, siendo copiadas para su
incorporación a diversos atlas extranjeros, existiendo ejemplos de ello tanto en la
bibliografía francesa como inglesa. Su influencia en la delineación de nuestras costas
marcó con carácter definitivo la apariencia de nuestra fachada marítima hasta el punto
de que se mantuvo como base de referencia hasta prácticamente el siglo XX, al tiempo
que fue adoptada por los editores de atlas terrestres, lo que provocó una incongruencia
entre el contenido de la masa terrestre, que a esta fecha todavía seguía la inexacta obra
de Tomás López que no habría de superarse hasta bien entrado el siglo XIX, y la
excelencia de la representación de la costa.
El siglo XIX no hace sino descansar en el esfuerzo de Tofiño. La Dirección de
Hidrografía actualizará las cartas de nuestras costas pero tomando en todos los casos
como base las levantadas en 1787 por el gaditano. Se mejorará la topografía de los
planos acudiendo a la obra de Coello y se tomarán nuevas sondas batimétricas,
particularmente de los puertos. En su momento se llegará a modificar la técnica de
impresión, prefiriéndose la litografía. Un ejemplo de lo señalado lo encontramos en la
‘Carta esférica de la Costa Cantábrica que comprende el Rio Adour al N. De Bayona
hasta la Atalaya de Santa Justa en Cantabria’, grabado en 1843 por Juan Noguera y Juan
de Gangoiti, recogiendo sondas batimétricas costeras, accidentes y relieves litorales,
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
caso, nos encontramos ante la primera medición completamente científica del territorio y de ahí su
trascendencia.
	
  
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algunas cumbres interiores de relevancia, la desembocadura de los ríos así como los
núcleos de población costeros, puertos y divisiones administrativas. 82
Al filo del siglo XX el vapor de guerra ‘Urania’ levantará por cuenta de la Dirección de
Trabajos Hidrográficos de España planos a mayor escala de los puertos Bizcaínos
distintos al de Bilbao, por lo que contamos con las hojas relativas al ‘Fondeadero de
Elanchove’ (1902), ‘Plano del Puerto de Lequeitio’ (1902), ‘Plano del Puerto y Barra de
Ondarroa’ (1902), ‘Plano de Mundaca, Bermeo, y Fondeadero de Cabo Machichaco’
(1903), todos ellos actualizados a lo largo del siglo. De Bilbao y su ría contamos en este
periodo con ejemplos tanto locales, a través de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao,
como extranjeros. Desde una visión todavía romántica del artefacto cartográfico,
permítaseme mencionar el ‘Plano del Abra y Ría de Bilbao’ publicado en Madrid en 1929
por el Servicio Hidrográfico de la Armada, a escala 1:10.000 (con un inserto de la ‘Ría de
Bilbao’ a escala 1:25.000), tomando como base el levantamiento de la Junta de Obras del
Puerto y recogiendo no sólo el aspecto técnico marítimo sino ofreciendo testimonio de
la realidad urbana de esta parte de nuestro territorio y de lo que ahora denominamos
‘skyline’ de nuestra costa. 83, 84, 85
El auge de los Diccionarios geográficos. La obras de Miñano y de Madoz-Coello. Obras
generales.
A lo largo del siglo XIX se impulsaron en España diversas obras de carácter geográfico
recopilatorio que en última instancia vienen a complementar la información de los
documentos cartográficos. La más conocida de estas empresas será la liderada, a
mediados de siglo, por Pascual Madoz y su Diccionario Geográfico de España que
correrá paralelo a la cartografía de Coello a la que nos referiremos más adelante, pero
contamos con algún ejemplo anterior que se detiene de forma significativa en nuestro
territorio.
Nos encontramos en primer término con el Diccionario Geográfico-Histórico de la Real
Academia de la Historia (1802) truncado en sus inicios, o más bien satisfecho en una
mera voluntad política, con la publicación de los volúmenes relativos al País Vasco y la
Rioja, que sin embargo se edita sin aparato gráfico. Veinte años más tarde, entre 1826 y
1829, Sebastián de Miñano logrará completar los once volúmenes de su “Diccionario
Geográfico Estadístico de España y Portugal”, proporcionando para cada población la
provincia y el partido al que pertenecen, el número de habitantes, parroquias, conventos
así como la situación topográfica de cada entidad con expresión de las longitudes y
latitudes de las principales ciudades. 86
Con el fin de recopilar esta vasta información Miñano siguió el mismo procedimiento que
desde las ‘Relaciones’ de Felipe II ha venido sirviendo de base a este tipo de estudios y
con el que ya vimos obtuvo tan buenos resultados Tomás López. Como aquél, Miñano
escribió a los curas párrocos solicitando ‘nociones ciertas y positivas de sus
respectivos pueblos y de los inmediatos’. No consta que utilizara entre sus fuentes las
relaciones que le habían sido remitidas a López ni tampoco pretende, como aquél, el
levantamiento de un Atlas del territorio sino meramente una recopilación, en forma de
diccionario, de los datos más actuales. Sin embargo, complementa su obra
acompañando los once volúmenes por hasta 17 mapas y 4 vistas que se vendían
sueltos, aparte de cada tomo, por lo que se pueden encontrar tanto incorporados a la
obra como exentos. Estos mapas suponen un avance cartográfico en cuanto corrigen
algunos errores de los de López, tomando como referencia, por ejemplo, a Tofiño en
todo lo relacionado con las costas. 87, 88
16	
  
	
  
La serie de mapas, como queda dicho, no refleja todo el territorio español, no pretenden
ser un atlas. Incorpora un mapa general de España, siendo el resto mapas
fundamentalmente de poblaciones. Uno de los ejemplos se detiene en Bizkaia, aportando
un plano de Portugalete, que hoy en día titularíamos de Portugalete y Getxo, y en el que,
sin olvidar los antecedentes de Baudwin (1739) en su plano de la Costa de Bizkaia con
un particular de la ria de Bilbao y de Tofiño, en quien evidentemente se inspira, puede
apreciarse incluso cada uno de los edificios que entonces se levantaban en estos
parajes así como la solución que en ese momento proponen los ingenieros Vincent y
Muñoz al problema de la Barra de Arena de la desembocadura. Frente a la amplitud de la
carta de Tofiño, aquí nos encontramos con un mapa de pequeño tamaño (16 por 22
centímetros), resultando anónima su concreta autoría pues a Miñano no se le consideran
aptitudes cartográficas, por lo que cabría suponer que pudo servirse de las capacidades
de Isidro Esquivel, quien delineó el gran mapa de España que aparece en el tomo IV de la
obra. Para su estampación se utilizó el método litográfico, lo que lo convierte en uno de
los primeros ejemplos de la señalada técnica, que facilita un mejor acabado del detalle al
tiempo que posibilita una tirada más extensa sin pérdida de calidad. 89
A partir de este momento y ya a lo largo de todo el siglo XIX asistiremos a la
coexistencia de prácticamente todos los métodos tradicionales de estampación: la
calcográfica, sobre plancha de cobre, de las últimas ediciones de los herederos de
López en el primer tercio de la centuria; la litográfica como en el ejemplo mencionado así
como en algunas de las series artístico-ilustradas de la segunda mitad del siglo; el
preciso, aunque oscuro, grabado al acero de los mapas de Coello y, en fin, la xilográfica
o estampación sobre madera producto de la actualización de esta técnica básica que
facilita la proliferación de imágenes en las revistas ilustradas que florecen en el último
tercio del siglo. Todas ellas darán paso, al final del siglo, a la fotografía y sus diversas
aplicaciones.
Tras la obra de Miñano, en 1845 ve la luz el primer tomo de la monumental obra del
pamplonica Pascual Madoz, quien en su 16 volúmenes y 12.000 páginas, completa el
definitivo Diccionario Geográfico que añade al anterior el término de ‘histórico’ y que en
su cuerpo literario tan sólo contó con una ilustración. Apercibiéndose de lo
indispensable del adecuado acompañamiento iconográfico vino a ser complementado
por la obra cartográfica de Coello, que para la nueva delineación cartográfica que
acometió se basó ya no sólo en fuentes locales sino en los primeros ejemplos de mapas
impresos debidos a inspiración íntegramente vasca, tal y como desarrollaremos en
detalle en el apartado dedicado a su obra. 90
Los primeros artífices Bizkainos
Hasta este momento de la historia hemos asistido al juego de la representación ‘por el
otro’. Euskal Herria en su conjunto o Bizkaia en particular ha sido reconocida por los
ejércitos del rey, ha sido representada en los primeros atlas de forma fragmentaria
debida a la pobreza de las informaciones con las que contaban los editores, en todos los
casos extranjeros, lejanos al País; ha mejorado su representación al contarse con las
informaciones de los naturales cuando la edición se produce en el ámbito de la
monarquía española. Sin embargo echamos a faltar la representación de Bizkaia en su
conjunto por la mano de un Bizkaino. En este capítulo analizaremos un puñado de
ejemplos, todos ellos salvo el último, manuscritos y que cabe atribuir íntegramente,
como digo, a naturales del País.
17	
  
	
  
De mediados del siglo XVIII, y previamente a los trabajos que coordinará Tomás López
en su último tercio, nos encontramos con un ejemplar manuscrito que merita un estudio
más detallado. En el propio documento se nos indica que ‘El original manuscrito de que
se sacó esta copia estaba hecho en 1749, y parece que por Garma’. La copia que consta
en la Cartoteca del Servicio Geográfico del Ejército en Madrid, sin título, refleja algunas
de las peculiaridades administrativas del momento, marcando por un lado el territorio
del ‘Señorío de Vizcaya’ y, en un mismo nivel representativo, el de ‘Las Encartaciones’,
indicándose que ‘La Villa de Orozco y el valle de Llodio, aunque son del Señorío, no
tienen unión perfecta’. Finalmente, se apunta que “Parece que faltan las villas de Castro
de Urdiales; Placenzia; y las anteiglesias de Hereño, = Meacaur”. 96
El mapa en sí, con extensa representación hidrográfica y pretendiendo acotar las zonas
montuosas, aunque sin particular precisión, nos ofrece un detallado repertorio de las
entidades de población de Bizkaia, diferenciando ‘Ciudad’, ‘Villa’, ‘Aldea’ y ‘Anteiglesia’.
El ejemplar, de una escala aproximada 1:200.000 (43 x 60 cm), es posiblemente una
copia del siglo XIX del original que se menciona de mediados del XVIII y fue realizada
para la colección de Manuel Rico Sinobas, catedrático de Física y Medicina en el ámbito
profesional, pero interesado por la bibliofilia y la cartografía, campos en los que llegó a
reunir una espectacular colección de materiales que en la actualidad se encuentran en
los archivos españoles.
Contemporáneo a Garma, al tratar de la forma de trabajar de Tomás López ya hemos
mencionado que se le remitió al menos un ejemplo de Bizkaia en su conjunto.
Efectivamente, entre la documentación que se conserva en la Biblioteca Nacional de
España, encontramos un mapa fechado en 1752 titulado ‘Descripción de la costa y
principales lugares del Señorío de Vizcaya’. Dibujado a escala, recoge una serie de las
más relevantes poblaciones bizcaínas, con particular atención a la ciudad de Orduña,
que se rotula íntegramente amurallada; Bilbao, con particular atención a las anteiglesias
de su rededor, y ‘Guernica’ con una descripción pictórica del árbol. Evidente producto
de un conocedor, se destacan lugares como la colegiata de Zenarruza, ‘San Juan de La
Peña’ (por San Juan de Gaztelugatxe) y a la altura del Cabo Ogoño se indica ‘…en este
Cabo mataron los Lequeitienses un tigre el año de 1751’. Habremos de entender se
trataría de un tigre de mar…67
De la guerra de la convención apenas contamos con imágenes contemporáneas a la
misma en los archivos locales, estando pendiente una indagación más amplia en las
instituciones francesas. En la vindicación que la villa de Bilbao mandó imprimir en el año
1800 en referencia a los sucesos del anterior año 1793 encontramos en la cabecera de la
entradilla de la segunda parte una representación de la entrada del ejército francés en la
villa, distinguiéndose claramente la iglesia de San Antón y el puente viejo del mismo
nombre. En esta misma línea, existe bibliografía alemana de unos años posteriores en la
que se refleja la entrada en Bilbao de las tropas revolucionarias. 93, 94, 95
De la Zamacolada y la cuestión del Puerto de la Paz, suscitada a principios del XIX
contamos, desde el punto de vista de representación del territorio, con el casi ignoto
plano de Francisco y Juan Solinís, levantado por Orden de 5 de diciembre de 1806, en el
que con gran detalle se recoge no sólo el estado de las obras a la fecha sino que se
delinea con enorme precisión, a gran escala, el espacio comprendido entre ‘Bolueta’ y
‘Olaviaga’, acompañándolo de gran número de notaciones de diverso interés que
entiendo merita un estudio de mayor detalle. En sus grandes dimensiones, hay espacio
desde el lugar “donde se entierran los protestantes” hasta la “Carcel publica del
Señorio”. 91, 92
18	
  
	
  
Avanzando en el tiempo, nos proyectamos hasta el primer tercio del siglo XIX, en la
antesala de la primera guerra carlista, para encontramos con el mapa de Casimiro de
Loizaga de 1832. Custodiado, al igual que el ya citado de Garma, en la Cartoteca del
Servicio Geográfico del Ejército, se trata de un mapa manuscrito de 72 por 48
centímetros cuyo título es “Mapa Del M.N. y M.L. Señorio de Vizcaya Corregido por D.
Casimiro de Loyzaga. Año de 1832”. 97
El autor, con toda probabilidad, es el abogado, consultor vitalicio del Señorío de Vizcaya
(1816-1840), diputado a Cortes (1820) y senador electo (1839) Casimiro de Loizaga, padre
a su vez de quien llegó a ostentar la más alta representación del Señorío, Timoteo de
Loizaga, a quien debemos el mapa impreso por Delmas en la siguiente década. Así como
tenemos referencia de los estudios topográficos realizados por su hijo, ignoramos si la
formación de Casimiro, más allá de la meramente jurídica, le habilitó para el
levantamiento topográfico de este mapa aunque más bien nos inclinamos, al
mencionarse su autoría como de corrector, que intervino para ordenar la jerarquía
administrativa de las distintas poblaciones. Hemos de fijarnos que en la explicación que
contiene el manuscrito, más allá de los accidentes geográficos, se recoge con gran
precisión la calidad de cada entidad de población, diferenciando de forma exhaustiva:
Anteiglesia, Villa, Ciudad, Concejo, Feligresía, Barrio y Feligresia erigida en Anteiglesia
pero sin voto en Juntas. Por otra parte, en el propio mapa se delinean con meticulosidad
los límites de cada Merindad, Valles y Concejos así como las Divisiones Militares. Las
vías de comunicación se muestran de forma muy efectiva por el uso del color rojo,
mientras que la orografía se representa de forma torpe por sombreados cuya mayor
intensidad corresponde a la mayor altura pero sin ninguna mención numérica.
Poco después, durante los enfrentamientos de la primera guerra carlista, proliferaron en
el campo militar bosquejos del área de combate, la mayor parte de las veces croquis
esquemáticos producto del rápido reconocimiento del terreno y sin mayor calidad
cartográfica en cuanto a representación global del territorio. Efectivamente, se
mejoraron los anteriores ejemplos de planimetría municipal, lo que resulta muy evidente
en casos como el de la villa de Bilbao, particularmente afectada por el sitio al que fue
sometida por las tropas carlistas, lo que en definitiva nos proporcionó el magnífico y
muy conocido plano de la villa del Ingeniero Goicoechea. De este mismo autor, y
fechado en 1837 nos encontramos con un ‘Mapa de la Provincia de Vizcaya’
prácticamente desconocido, también manuscrito, y cuya mención de autoría se atribuye
al ‘Académico de Mérito D. Antonio de Goicoechea’. Su vinculación académica ha de
serlo a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la que consta su
nombramiento en tal condición, en la rama de arquitectura, el 19 de julio de 1829. De su
desempeño profesional cabe destacar el que fuera el autor del puente colgante de San
Francisco, el original de la canción típica bilbaína (“No hay en el mundo puente colgante
más elegante que el de Bilbao”), suspendido por cadenas de hierro y que perduró entre
los años 1.827/8 y 1.852. 98, 99
El mapa, a escala aproximada 1:90.000, en su mediana dimensión, pero grande para la
época, de 95 por 64 cm., refleja la división administrativa bizkaina. Nos indica las
distintas merindades y Valles encartados, señalando igualmente los caminos
construidos y los proyectados. Dibuja primorosamente la hidrografía del territorio así
como las poblaciones más relevantes, aunque bien es cierto que sin la meticulosidad
que se aprecia en Garma un siglo antes pero con una muy superior exactitud geográfica.
Respecto al relieve, sencillamente lo omite. No ofrece ninguna pista que permita adivinar
la muntuosidad del territorio y así como se esmera en la reproducción de los estuarios
19	
  
	
  
de nuestras rías, en absoluto nos ofrece una mención orográfica más allá de la mención
escrita, no dibujada, a la ‘Cordillera del Gorbea’ o a algunos de los ‘Altos’ de Urquiola,
Campanzar, Sollube, Jata, Banderas, etc… Cabe destacar su explicita mención al puente
colgante de Burceña, aquel que conforme a lo indicado por D, Pedro de Alzola, habría
sido, en 1822, el primer puente colgante de España.
Dentro de esta misma línea de levantamientos topográficos debidos a manos locales,
nos encontramos en 1846, ya conclusa la carlistada, con la obra de Timoteo de Loizaga,
importante político vizcaíno, nacido en Gernika en 1818, hijo del anteriormente
mencionado Casimiro de Loizaga. Timoteo llegó a ocupar el cargo de Diputado General
en 1848, siendo nombrado Senador del Reino en 1872, completando su carrera política
como alcalde de Gernika. Durante la primera guerra carlista decidió alistarse con los
carlistas, en oposición a su padre, Casimiro, que continuó en su puesto de consultor y
dirigente de la Diputación Foral de Bizkaia. Timoteo fue destinado a la compañía de
Ingenieros de guarnición en Arrasate, donde podemos imaginar se formó en las bases
de los levantamientos cartográficos pues una vez acabada la contienda se habría
dedicado a preparar planos de las distintas localidades del Señorío, formando finalmente
en el año 1846 el ‘Mapa Topográfico del M.N. y M.L. Señorio de Bizcaya’, que, a diferencia
del mapa manuscrito de su padre, fue editado por la casa editorial de J.E. Delmas. Se
trata de una excelente representación de nuestro espacio y en todo caso el primer mapa
impreso del Señorío cuya autoría cabe atribuir a un bizkaino. 100
Juan Eustaquio Delmas, impresor oficial del Señorío de Bizkaia de 1852 a 1884, además
de escritor y dibujante, encargó el litografiado de este mapa a Gratia, un poco conocido
grabador francés del XIX. La publicación a la que estaba destinado el mapa era la obra
cumbre de esta casa editorial, su ‘Viaje pintoresco por las Provincias Vascongadas’. De
generosas dimensiones (48 por 72 cm) para tratarse de un impreso destinado a ser
incluido en un libro y a la aproximada escala de 1: 128.000, este mapa topográfico de
Bizkaia señala, de forma sencilla, las merindades que conforman el Señorío, así como
las entidades de población, los valles, las ermitas, edificios de interés, caminos y límites.
El relieve se presenta utilizándose el sistema de sombreado por puntos, sin llegar a
percibirse de manera realista la altimetría del territorio. Como veremos a continuación, el
belga Carlos Collette publicará en 1848 un Mapa Geológico de este Bizkaia para el que
utilizará como referencia este mapa de Loizaga.
El 25 de agosto de 1847, con ocasión de la publicación de su ‘Viaje Pintoresco por las
Provincias Vascongadas’, Delmas e Hijo dirigen comunicación a la Diputación
destacando la precisión de este mapa: “… el más exacto y correcto de cuantos han visto
la luz hasta el día…”, poniendo de manifiesto haberse grabado “ en la corte del vecino
reino…” con un gran desembolso al que habría de sumarse que por cada ejemplar
habrían satisfecho a la Hacienda Nacional 5 reales, habiéndose abierto la plancha “…con
gran precisión y exactitud…y se persuaden de haber hecho un servicio al suelo que les
da asilo…”. Consiguen el fin que venían persiguiendo pues el Decreto de la Diputación
suscrito por Novia de Salcedo el 26 de agosto de 1847 recoge que “ en prueba del
aprecio que merece a esta Diputación General ….la publicación del esmerado
trabajo…cuya utilidad no puede desconocerse, lo admite con agrado bajo sus
auspicios…”, ordenándose finalmente la adquisición de 40 ejemplares, con lo que la
obra se constituye de alguna forma en la representación oficial del Señorío y, como
queda dicho, el primer ejemplo impreso debido a manos de naturales del País. Sin
embargo, como veremos inmediatamente, no es todavía el mapa topográfico definitivo
del territorio, sino un eslabón más en la larga historia de su representación. 102, 102 bis
20	
  
	
  
Sin solución de continuidad, la casa Delmas publicará en 1848 el ‘Reconocimiento
geológico del Señorío de Vizcaya’, del ingeniero belga Carlos Collette. Se trata del primer
trabajo de este orden llevado a cabo en nuestro territorio, al tiempo que es también la
primera obra de esta naturaleza del entonces joven Collete. El autor nos señala en la
introducción de su obra que al iniciar sus estudios sobre Bizkaia carecía de mapa
geográfico que mostrase las ‘varias y numerosas alturas’, y los que pudo proporcionarse
en nada se parecían a la verdadera topografía del país, no pudiendo por tanto tomarlos
como base en los que consignar sus observaciones geológicas.
Collete era perfecto conocedor del mapa de Loizaga, tanto por lo reciente de su
publicación como por haberse editado por la misma casa Delmas, pero pone de
manifiesto que adolece de faltas en cuanto ‘a la situación y disposición relativa de los
montes’, aún siendo de una exactitud ‘infinitamente mayor que los anteriormente
publicados’. Este ‘Reconocimiento geológico’ se acompañará de un ‘Mapa Geológico del
Señorío de Vizcaya’, y se constituirá en una valiosa fuente de información para los
promotores de las empresas mineras que se desarrollarán en la segunda mitad del siglo
y que algo más adelante, como veremos, obligarán a un espectacular desarrollo en la
cartografía geológica de la mano de Adán de Yarza. 103
Bizkaia y la introducción de la cartografía terrestre científica en España. El Atlas de
Coello.
Como quedó dicho al referirme a la familia Cassini, a mediados del siglo XVIII se publica
en Francia el primer mapa topográfico nacional construido con el apoyo de una red de
triangulación. Con ello la reproducción del territorio gana en fiabilidad, la posición
relativa de cada punto por fin se aproxima a la que verdaderamente ocupa en la realidad,
y los espacios, en su conjunto, reflejan de un modo exacto su configuración real.
Si en el ámbito estrictamente local ya hemos visto que contamos con algunos ejemplos
destacados, lo cierto es que en todos los casos se carece de una base científica, que en
ese momento histórico tan sólo puede impulsarse a través de la iniciativa estatal. Y en
ámbito de la monarquía española, ya podemos adelantar que la génesis de una empresa
de esta naturaleza se demoraría todavía durante un siglo pues si bien se había avanzado
en la medición de las costas a través de la empresa de Tofiño, desde las aportaciones de
López en el último tercio del XVIII hasta el inicio de los trabajos del Mapa Topográfico
Nacional de España en el último cuarto del siglo XIX transcurriría el siglo, no
concluyéndose de hecho los trabajos de este Mapa Topográfico hasta el último tercio del
XX. En el ínterin, se encuentran algunos solitarios ejemplos que intentan colmar esta
laguna en el campo de la cartografía terrestre y que, por extensión, se preocupan de la
representación de Bizkaia. El más destacado de estos intentos será el protagonizado por
el andaluz de Jaén D. Francisco Coello de Portugal, militar de profesión, nacido en 1822
y que ya en la década de los 40 consta como colaborador del pamplonés Pascual Madoz
en la doble empresa editorial del ‘Diccionario Geográfico, histórico y estadístico de
España’ y su aparato gráfico: el ‘Atlas de España y sus posesiones de ultramar’, en el
que nos detendremos a continuación, por tratarse, como va dicho, del primer ejemplo de
cartografía con base matemática de Bizkaia. 104
Coello, excedente del ejército desde 1866, funda en 1876 la Sociedad Geográfica de
Madrid, consagrando su vida a los estudios geográficos y planificando su atlas, la escala
de cada una de sus hojas, a la división provincial de Javier de Burgos (1833) y del
condicionante impuesto por la decisión de imprimir cada una de ellas en una sola hoja
de algo más de un metro de anchura. La escala seleccionada como común para todas
21	
  
	
  
ellas, salvo las extra peninsulares, fue la de 1:200.000. Junto a la descripción territorial
se acompañan en casi todos los casos planos tanto de las poblaciones más importantes
de cada provincia, lo que en muchas ocasiones se constituye en el primer plano impreso
de la localidad en cuestión, como mapas a escala más detallada de los enclaves más
poblados o los contornos de las poblaciones más relevantes. Alrededor de los mapas y
planos encontramos en apretada pero muy legible caligrafía las notas geográficas de
Pascual Madoz, aportando las características estadísticas e históricas del espacio
cartografiado.
El meridiano origen fue el del observatorio astronómico de Madrid y para las
coordenadas geográficas se utilizaron los vértices de triangulación medidos por Tofiño
en las costas y, allí donde existían, los del Estado Mayor del ejercito español así como
los del Depot de la Guerre francés. Donde no había triangulaciones las realizó el propio
equipo de Coello. A falta de datos altimétricos, el relieve se representó por curvas de
configuración, cuyo aspecto se asemeja al de las actuales curvas de nivel pero que en
realidad carecen de su precisión.
Inicialmente se decidió que la tirada de cada mapa fuera de 2.000 ejemplares y aunque la
obra reciba el nombre de atlas, no nos encontramos ante un volumen encuadernado sino
ante un mero conjunto de mapas, grabados al acero casi en su totalidad por
profesionales franceses. Como curiosidad, indicaremos que se conoce que las planchas
fueron finalmente achatarradas en 1910.
No me extenderé en las vicisitudes de la obra en su conjunto. El mapa de ‘Vizcaya’ se
publicará en 1857, tras el de ‘Madrid’ de 1847 y los de ‘Alava’ y ‘Guipuzcoa’ en 1848, y
aunque el mapa se inserta en la obra de Coello, lo que resulta indudable es que resulta
deudor de la figura de D. Victor de Munibe, XII Conde de Peñaflorida, natural de Markina
y nieto del fundador de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Diputado y
Alcalde de villa natal, e indudablemente de formación científico matemática pues el
propio Coello señala que “… la mayor parte del mapa de la provincia y casi todos los
planos particulares, han sido levantados y formados por D. Victor de Munibe”. Asimismo
Coello nos indica que Victor de Munibe habría ejecutado las operaciones
trigonométricas para la situación de los puntos más secundarios en los mapas a escala
1:100.000 (contornos tanto de Bilbao como de Marquina). 105
Como prueba de la exhaustividad que se pretende, Coello nos recordará que para este
levantamiento de ‘Vizcaya’ se habrían consultado más de 600 planos diferentes,
fundamentalmente los reconocimientos militares producto de las recientes guerras.
Nos encontramos por tanto ante el primer ejemplo de cartografía moderna, no
limitándose a una descripción más o menos afortunada de la fisonomía geográfica, sino
recogiendo exhaustivamente los usos del territorio, sus frutos, su organización
administrativa y judicial.
El mapa principal, de presencia oscura a la vista por la técnica utilizada para la
representación de las alturas, está orlado por un detalladísimo texto describiendo en
detalle el Señorío. En el apartado histórico, al que tan sólo se dedican las últimas nueve
líneas se menciona la ‘insurrección’ que en 1804 generó la ‘construcción de un puerto
más debajo de Bilbao’, prueba de que cincuenta años más tarde todavía se guardaba
viva memoria del aquel acontecimiento que hemos ilustrado en otra parte de esta obra.
22	
  
	
  
Junto a todo ello, se incorporan los planos particulares de ‘Marquina’, ‘Ondarroa’,
‘Lequeitio’, ‘Valmaseda’, ‘Guernica’, ‘Bermeo’, ‘Durango’ y ‘Bilbao’, así como los
contornos de esta última población y de la villa natal de Munibe. En todos ellos, en su
gran escala del 1:5.000 al 20.000, cabe apreciar la antesala del proceso urbanizador que
se iniciará en el último cuarto del siglo y que continuará imparable hasta nuestros días.
106, 107
Para estimar la importancia de estos mapas que abren finalmente nuestro territorio a la
tradición científica, resulta oportuno señalar sus diferencias con la obra que vinieron a
sustituir en la práctica, esto es, los mapas de Tomás López. Los mapas de éste parecen
más condicionados por el tamaño que por la escala, de forma que tal y como ya quedó
dicho no cabe considerarlos como una serie que pretenda representar homogéneamente
el territorio. Si bien la obra de Coello quedó inconclusa a escala peninsular, si cabe
apreciar esta argumentación en lo relativo a nuestro espacio geográfico. Desde otros
puntos de vista cabe indicar que en la obra de López el meridiano origen es cambiante,
utilizando tanto el Pico del Teide como la isla de Hierro. A pesar de su profusión
toponímica los mapas de López carecen de altimetría, con una representación aleatoria y
antigua del relieve, fiando la representación al arte antes que a la concreta
representación de la realidad. Por el contrario, cabe reconocer que la primera impresión
de la obra de López es “más limpia”, de más fácil lectura que la de Coello, que se ve
condicionada por el estado de la técnica en cuanto a la representación de la altura y que
con su acusado sombreado dificulta la lectura de la toponimia ofreciendo una apariencia
en extremo oscura y que tan sólo se resolverá con las técnicas que finalmente se
apliquen en el Mapa Topográfico Nacional de España que inicia su publicación a partir
de 1875.
La cartografía de Coello fue ampliamente utilizada por otros autores y aun hoy en día,
sobre todo a través de sus planos complementarios, es la imagen que acompaña de
forma natural los estudios de este periodo sobre las poblaciones representadas.
2
Coetáneo a Coello y en la pequeña escala de las últimas aportaciones mencionadas,
cabe citar la obra del cartógrafo francés Auguste Henri Dufour (1798-1865), quien a partir
de 1838 publicó el ‘Atlas Nacional de España’, conteniendo mapas de todo el estado a
escala 1:555.555, grabados en Paris por A. Lallemand y con distintas ediciones hasta ya
muy avanzado el siglo. La hoja dedicada a Euskal Herria se titula ‘Mapa de Navarra y
Provincias Vascongadas con las nuevas divisiones’, refiriéndose a las nuevas divisiones
provinciales de 1833, que ya observamos constituían un motivo de atención para los
gestores de lo público. 110
Bizkaia y la cartografía comercial de la segunda mitad del siglo XIX
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
2
	
   No es este el único ejemplo que nos ha legado Coello. En 1860, para acompañar al opúsculo titulado
“Instrucción sobre el eclipse de sol que ha de verificarse el 18 de julio de 1860”, publica un curioso mapa de la
‘Zona de España con la sombra del eclipse total de sol que tendrá lugar el 18 de julio de 1860’ que en su
pequeña escala de 1:2.000.000 delinea con enorme precisión nuestro espacio, hasta el punto de presentar
incluso la altitud de la ‘Peña de Gorbea’ en 1537 metros. En 1874, en fin, publicará el mapa de las ‘Provincias
Vascongadas y Navarra’, en escala 1:400.000, conteniendo una abundante toponimia y destacando los límites
de partidos judiciales. Representa en este caso de manera completa la red hidrográfica, proporcionando
asimismo acotación de alturas y denominación de los principales montes y puertos de montaña. 108, 109
	
  
23	
  
	
  
Si ya en la primera parte del siglo se había asistido a un principio de divulgación
geográfica a través de la publicación de los primeros diccionarios geográficos (Miñano,
Madoz) y a la edición de atlas acompañados de descripciones y estadísticas (Coello,
Dufour), en la segunda mitad del siglo XIX, paralelamente a la actividad oficial y tras los
primeros balbuceos de la actividad cartográfica propia, se asiste a la publicación de una
serie de atlas comerciales, de escala provincial, que dan respuesta a las crecientes
necesidades de una burguesía emergente y a la mejora global en la educación. Estas
obras aparecerán en el mercado español de forma paralela a las de las instancias
gubernamentales ya mencionadas y con escalas muy inferiores a las utilizadas en la
cartografía oficial pero aportando un punto de pintoresquismo del que carece ésta.
Dentro de la actividad cartográfica de esta índole privada, entre otros autores a reseñar,
nos encontramos con el ‘Atlas de España de Bachiller para los establecimientos de
educación’, obra impresa en los talleres de litografía de Bachiller, compuesta por los
distintos mapas provinciales, a muy discreta escala, y que se publica entre 1838 y 1858.
Con características similares, a mediados de siglo tenemos a Jose Antonio Elias, quien
había publicado un atlas a escala ligeramente superior al 1: 700.000, tomando como base
para el perfil de las costas el trabajo de Tofiño. La obra fue grabada por Alabern, no
aportando particular novedad a la representación de nuestro territorio. En esta misma
línea de soporte de la enseñanza el editor Miguel Grilo publicó su ‘Atlas geográfico de
España’, junto a noticias históricas de sus provincias. Utiliza la técnica litográfica y
ofrece la pequeña escala de 1:910.000, lo que nos da idea del destino más básico al que
iba dirigido. 125, 126
En el año 1870, grabado asimismo por Alabern y editado por la famosa casa catalana de
Gaspar y Roig, se publica el ‘Atlas Geográfico de España’ de un antiguo colaborador de
Coello, Martín Ferreiro, que a pesar de su discreta escala (1:770.000) mejora la
información de sus predecesores. Contiene 58 mapas coloreados en límites, y
compendia la información que este autor venía publicando desde 1864. Otra iniciativa
editorial semejante es la destacada obra de Emilio Valverde y Alvarez, autor del ‘Atlas
geográfico descriptivo de la Península Ibérica, Baleares y canarias y Posesiones de
Ultramar’, publicado en 1880, litografiándose cada provincia a escala 1:750.000 y
acompañando cada mapa de un amplio aparato descriptivo. 127, 128, 128 bis
Todas estas obras responden a un mismo patrón, reservando una hoja para cada
provincia. Su escala es muy reducida y su pretensión meramente divulgativa o de auxilio
a la educación y en absoluto se pretende ofrecer materiales para la gestión
administrativa del territorio.
En el último cuarto del siglo asistimos al retorno de los mapas iluminados pero, gracias
al avance tecnológico que permitió la edición de litografías en color, evitando la costosa
aplicación manual del color al estilo de las casas editoriales del diecisiete por lo que aun
constituyendo obras suntuosas por su tamaño y precio ahora podían ser adquiridas por
una base más amplia de público. La más característica de las obras de este estilo la
debemos a Francisco Boronat y Satorre quien alrededor de 1870 publicó su ‘España
Geográfica Histórica Ilustrada’, que dedicaba una doble pagina (50 por 68 cm) a cada una
de las provincias. En la zona central se inserta el mapa provincial, litografiado en color
por la diestra mano de J. Reinoso, en escala 1:556.000, acompañando a los lados de
cada uno de ellos una reseña histórica y geográfica del territorio representado. Bajo el
mapa, que ocupa el lugar central de la hoja, se incorpora una vista a distancia media de
la capital provincial. Coronando el conjunto, a modo de frontón, Boronat incorpora una
24	
  
	
  
vistosa composición que junto a caracteres que se repiten en todas las estampas
particulariza cada hoja con el escudo de la provincia correspondiente flanqueado por
dos personajes ataviados con los trajes típicos. La obra, aunque no innove en el
apartado topográfico, cumple de manera brillante con el objetivo divulgativo de este tipo
de empeños editoriales, al tiempo que inicia la serie de lo que hoy en día podríamos
denominar ‘libros de mesa’, que por su colorido y atractiva maquetación se hacen
agradables de hojear más allá de su componente técnico. Para Bizkaia diferenciará los
partidos judiciales aplicando distintas tonalidades de color, y como imagen de referencia
utilizará el Arenal visto desde la trasera del teatro Nuevo, antecesor del actual Arriaga.
129
En los albores del siglo XX, Alberto Martín publicará la obra del ingeniero Benito Chias.
Acompañado de descripciones y estadísticas de las distintas provincias, la ‘España
Regional’ recopiló la sección cartográfica, en dos tomos a todo color, dedicando uno de
ellos a los mapas de las diversas provincias, acompañados de sus respectivos escudos,
mientras que el otro recoge los planos de las capitales de provincia que como
continuación de la obra de Coello sirven de base a los estudios urbanos de nuestro
pasado más cercano. Obra de particular calidad editorial es de destacar la magnífica
plancha que a tamaño folio encuaderna la obra. De la misma casa editorial y autor
encontramos el ‘Atlas Geográfico Pedagógico de España’ en el que junto a ejemplos
provinciales del mismo cuño que el reseñado se presentan mapas mudos de base
topográfica, hidrográfica o itineraria con el fin de que el alumno pueda ir situando los
nombres de las diversas poblaciones, ríos o caminos. 130
A lo largo del siglo, y junto a los ejemplos mencionados existe una literatura descriptiva
de los enfrentamientos carlistas que en ocasiones acompaña el bosquejo literario de
cartografía que ya reconoce el espacio cultural vasco. En esta línea cabe mencionar las
obra de Guillermo Von Rahden o de Alphonse de Barrés du Molard cuyos aparatos
gráficos, alrededor de 1840, nos muestran nuestro espacio geográfico si bien integrado
en el ámbito mayor de Euskal Herria. 111
Todo el siglo XIX es pródigo, por tanto, en ilustraciones. Obras de carácter ya más
genérico, la "Galería Militar Contemporánea", el "Album del Ejercito Español" o la
"Historia de la Marina Real Española" recogen en todos los casos imágenes de nuestras
poblaciones. Producto de esta popularización de la imagen, se inicia la amplia difusión
de revistas ilustradas que ya desde el extranjero (‘Illustrated London News’, ‘The
Graphic’, ‘Le Monde Illustré’) o desde la Península (‘La Ilustración Española Americana’)
incorporarán a cualquier noticia de relevancia su apéndice gráfico. Esto tendrá particular
relevancia en la última contienda carlista que nos proporcionará imágenes de hasta las
menores localidades del País en una anticipación de lo que ya el siglo de la fotografía, el
XX, nos habría de deparar.
En España, sin embargo, la tradición estrictamente paisajística, tanto en la pintura como
en la obra gráfica, ha sido escasa, aunque en este siglo XIX contamos con alguna obra
pareja a sus equivalentes extranjeros. Los dos grandes autores de la estampa española
romántica y pintoresca serán Francisco Javier Parcerisa, quien no se acercó al País
Vasco, y Genaro Perez de Villaamil, quien nos legó una obra monumental, que sí recoge
multitud de vistas de nuestro entorno. Con el título "España Artística y Monumental.
Vistas y Descripción de los sitios y monumentos más notables de España", fue
publicada en París en tres volúmenes, editados entre 1842 y 1850. Esta publicación
quedó conformada por un total de 36 cuadernos, en los tres tomos citados, recogiendo
48 estampas por tomo. El dibujo se debe al propio Villaamil y para el litografiado se
25	
  
	
  
contrata a los más reputados especialistas de la época (talleres de V. Adams, Lemercier,
etc.)
Se conocen con cierto detalle las peripecias de la visita de Villaamil a Bizkaia. Salió de
París a finales de Agosto de 1844 y entró en España por Fuenterrabía, pasó por Irún,
Tolosa y Azpeitia llegando a Bilbao a mediados de Septiembre. Producto de este viaje
son diversos bocetos que sirvieron de base a las cuatro magníficas estampas que
dedica a Bilbao. 112, 113
Es esta misma línea romántica se inscribe la obra de Pedro López de Castro (Madrid
1823-1902), diplomático español que pasó largas temporadas en el balneario de Alzola.
Su obra gráfica, verdaderamente inspirada y plasmada tanto con belleza como con
maestría, se dio a la imprenta en 1853 en forma de álbum de litografías titulado "Paisajes
y Vistas de España". Compuesto de dos docenas de estampas, dedica una serie de ellas
a Bizkaia, centrándose en Bilbao pero ofreciéndonos también imágenes de Portugalete,
Lekeitio y Urquiola. Son vistas generalmente centradas en rincones bucólicos, alejadas
del fragor de la vida urbana, a las que impregna de un fuerte espíritu romántico. 114, 115
A mediados del siglo XIX, transcurridos tres siglos desde la aparición del ‘Civitates’, es
cuando encontramos un esfuerzo editorial de carácter local. Casi simultáneo a la
aparición de la primera cartografía terrestre de impulso exclusivamente propio, en 1846
se ofrecen a la imprenta dos obras que vienen a competir entre sí. Nos referimos a las
obras promocionadas por Juan Eustaquio Delmas y Adolfo Pean.
Delmas, nacido en 1820, se constituyó en el referente cultural de la vida bilbaína a los
largo del siglo XIX. Trabajará en la imprenta y librería familiar tras su periodo de
formación en la parisina Soborna donde a la par que los estudios de derecho aprendió
dibujo de paisaje así como técnica litográfica, esto último en el reconocido
establecimiento de Engelmann. Titulará su obra "Viaje pintoresco por las Provincias
Vascongadas", siendo preparada para su entrega por fascículos, quedando
desgraciadamente inconclusa habiéndose publicado tan sólo las estampas relativas al
Señorío de Bizkaia. Las litografías se deben a la propia mano de Delmas y a Dallo
Bargue. En este ’Viaje’ recorremos la práctica totalidad de la geografía bizkaina, desde
Bilbao, en el que se repasan sus más modernos edificios hospitalarios o teatrales hasta
Orduña, pero prestando atención a localidades de las que hasta ese momento no se
conocían antecedentes gráficos: ‘Dima’, ‘Munguia’, ‘Sodupe’ o ‘Valmaseda’. 116, 117
Coetánea a esta obra de Delmas tenemos a su competidora, la "Revista Pintoresca de las
Provincias Bascongadas....", que se trata al igual que la anterior de una publicación en
fascículos que se inserta en la corriente de este tipo de obras de carácter ya más
descriptivo y menos romántico o pintoresco, tal vez por la menor calidad artística de sus
promotores. Esta ‘Revista’ será editada por Adolfo Pean e impresa por Adolfo Depont.
En este caso si se completa el recorrido por la actual Comunidad del País Vasco a través
de 56 litografías, que lejos de centrase exclusivamente en las grandes capitales recogen
la fisonomía urbana de las localidades de dimensiones medias, dedicando más de treinta
de las imágenes al entorno bizkaino mostrando en muchos de los casos, al igual que en
la obra de Delmas, lugares nunca antes reflejados en la imprenta. 118
En paralelo a los atlas comerciales y la producción meramente paisajística, el
enfrentamiento bélico de la segunda mitad del XIX forzó el imprimir visiones más
globales del área de conflicto que ya en la segunda carlistada cristalizan en algunas
visiones del conjunto de las ‘Provincias Vascongadas y Navarra’ a escalas ya tan
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  • 1. 1     LA REPRESENTACION HISTÓRICA DEL ESPACIO: BIZKAIA EN LA CARTOGRAFÍA (SIGLOS XV-XX) Ramon Oleaga Introducción. Vamos a iniciar un viaje por un territorio que en algún momento le era ignorado incluso a sus propios pobladores, Bizkainos que aun teniendo conciencia de tales difícilmente podían representarse el mundo más allá de su propio valle. Es cierto que desde unas pocas alturas puede abarcarse una gran parte del conjunto de Bizkaia, pero si alguien tuvo el impulso de representar esta vista en forma de mapa, lo cierto es que no ha llegado hasta nosotros ningún testimonio. En nuestro repaso por la representación de nuestro espacio físico, de nuestra tierra, nuestras poblaciones y nuestras gentes, desecharemos los mapas de pequeña escala o las referencias triviales, concentrándonos en aquellos ejemplos cuyo punto central sea precisamente Bizkaia. En los ejemplos más antiguos aplicaremos con laxitud este criterio para a medida que avancemos en la línea temporal ceñirnos de forma más estricta y, ya en las fechas más cercanas a la actualidad, repasar el esfuerzo desplegado por la Diputación Foral en este punto, fundamental para la adecuada dirección de la cosa pública. Para los ejemplos de autores ajenos al País presentaré descripciones someras. El lector interesado en un mayor detalle en ese tipo de materiales, puede consultar mi ‘Representación histórica de los territorios y lugares de Euskal Herria’ (en ‘Historia de Euskal Herria’. Tomo I. Ed. Lur 2004). Para la cartografía generada a partir del siglo XVIII, con intervención de bizkainos, o para el esfuerzo desplegado por la Diputación de Bizkaia, por ser el punto de interés de esta obra, me extenderé con mayor detalle. Como va dicho, no existe una cartografía regional que refleje nuestro territorio, vasco en general y bizkaíno en particular, antes del siglo XVI. La cartografía medieval, siempre en pequeña escala, apenas rotula la totalidad del espacio cultural vasco. A partir de la segunda mitad del siglo XV, la recepción renacentista de la obra de Ptolomeo nos ofrece algunas imágenes de la Península Ibérica, si bien en su pequeña escala apenas delinea la orografía más montuosa y la fachada marítima. Desde este momento hasta ya el siglo XVII contamos con un par de ejemplos de lo que podíamos denominar ‘Razón de Estado’. Por un lado el llamado ‘Atlas de El Escorial’, encargo de Felipe II al matemático Esquivel, nunca publicado, y por otra parte las obras de Texeira y sus distintos memoriales de frontera, con atractivas y cuidadas representaciones del ámbito bizkaíno desde una perspectiva costera. A partir del XVII contamos con la primera cartografía científica debida a la mano de Mercator, todavía con un muy insuficiente conocimiento de nuestra topografía, con llamativos errores en las coordenadas de nuestras poblaciones que tan sólo a mediados de siglo vendrá a mejorar el importante empeño editorial de los Blaeu. Ya en el XVIII el impulso cartográfico flamenco da paso al francés, con sobresalientes ejemplos en los
  • 2. 2     casos de Nolin y De Fer y el desarrollo de una cartografía plenamente científica por la familia Cassini. Será en este contexto donde desarrolle su labor el español Tomás López, si bien carece de la pretensión científica de los franceses de finales del mismo siglo. Y al hilo de este siglo XVIII asistiremos a las primeras representaciones de nuestro territorio debidas a las manos de nuestros paisanos. De forma discreta en un primer momento para ya a mediados del XIX darlas a la imprenta y, adentrándonos en el siglo XX, proyectándonos a la modernidad, ayer como hoy, innovando en las fórmulas de representación e impulsando, a través del adecuado ejercicio de la ‘cosa pública’ la mejor gestión del territorio. Cartografía antigua. Las representaciones de nuestro territorio que podemos encontrar a lo largo de la historia se asemejan a un ‘zoom’ fotográfico, gracias al cual partimos para los ejemplos más antiguos de una visión ‘lejana, de pequeña escala y a medida que transcurre el tiempo, medido aquí en siglos, vamos ‘acercándonos’ poco a poco. Y este principio es de aplicación tanto a la representación topográfica que en un primer momento es meramente regional, como a la iconografía ciudadana, partiendo en un primer momento de alejadas vistas de conjunto para paulatinamente ‘entrar’ en la ciudad para finalmente incluso mostrarnos el interior de los edificios. De la misma forma, en la delineación de la fachada marítima asistiremos a una creciente mejora en la definición con la que se dibujan nuestras costas, los accidentes marinos y todo aquello que resulte de interés a quienes surquen nuestras aguas. Este viaje de siglos se inicia con anterioridad a la imprenta. De la antigüedad clásica no ha llegado hasta nosotros ninguna imagen. De forma indirecta, existe una tabla itineraria romana (Tabla de Peutinger), lo que hoy en día denominaríamos ‘mapa de carreteras, en la que se ha podido reconstruir idealmente nuestro territorio. De la tradición helenística, con la obra del sabio alejandrino Ptolomeo, tampoco poseemos imágenes directas si bien contamos con su recepción en época renacentista. 1 Avanzando en el tiempo, la tradición medieval tampoco nos ofrece ejemplos centrados específicamente en nuestro espacio y se limita a señalar la presencia de algunas ciudades pero en el ámbito, mayor, de Euskal Herria. Como ejemplo destacado podemos señalar el ‘Beato’ de Saint Server de Gascuña (Siglo XI) que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de París. En sus reducidas dimensiones (37 por 57 cm.), se utiliza el término “Wasconia” para identificar nuestro espacio, al tiempo que rotula la población de Bayona, posiblemente por proximidad al monasterio donde se preparó el mapamundi. En una orientación pareja se puede señalar el mapa circular del mundo de la catedral de Hereford. Datado alrededor de 1300 recoge, en un punto intermedio entre la cartografía y la pintura, las ciudades de ‘Pa(m)pilonia’ y ‘Bayona’, si bien no facilita ninguna otra información político-administrativa de nuestro espacio geográfico. 2, 3, 4 Como ejemplo tardío de esta orientación, y con una pretensión de apoyo a un pleito, dentro de este esquema representativo podemos encuadrar un mapa que se encuentra en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, abarcando un amplio territorio desde el mar Cantábrico en el norte a la villa de Haro en el Sur y, en la línea septentrional al Ebro, el territorio que va desde Gipuzkoa a Bizkaia. 5 Todas estas representaciones no sirven de antecedente a ningún desarrollo posterior. Ofrecen el estado de la técnica en ese concreto momento, pero sin pretender, por su
  • 3. 3     pequeña escala y sus fines (religiosos o jurídicos), una representación topográfica del territorio tal y como la entendemos hoy en día. Simultáneamente a esta cartografía terrestre, apenas evolucionada, el mar impone para el desarrollo de los intercambios mercantiles un tipo de carta marina que facilitara la navegación, inicialmente por el Mediterráneo, y que paulatinamente acaba abarcando porciones de la fachada atlántica, alcanzando finalmente nuestras costas. Estos portulanos, junto a las líneas de rumbo y rosas de los vientos, muestran una amplía toponimia de las poblaciones costeras, rotulando en rojo las de mayor importancia y en negro las demás. Entre las primeras los diversos ejemplos, normalmente debidos a la escuela mallorquina o catalana, suelen recoger a Baiona, Donostia-San Sebastián, Mutriku, Bermeo y Bilbao si bien con toponimias cambiantes. No podemos perder de vista, sin embargo, que ningún portulano desarrolla nuestra costa a gran escala, para lo que tendremos que esperar hasta finales del siglo XVI. 6, 7, 8 El movimiento renacentista provoca la recepción en el occidente europeo de la obra de Ptolomeo, el geógrafo alejandrino del siglo II después de Cristo. A partir de 1477 se editan mapas que acompañan su obra teórica, a la que paulatinamente se incorporan mapas ‘nuevos’ que ya pretenden reflejar el territorio en su fisonomía actual. Una edición característica será la de 1513 promovida por Pico de la Mirandola y diseñada por Walsemuller. Esta edición se reimprimió en cuanto a su información geográfica hasta en cinco ocasiones siendo la de 1535 en Lyon, bajo la iniciativa de Miguel Servet, la que de alguna forma nos sirve de referente de la imagen de nuestro territorio en esta primera mitad del siglo XVI. 9, 10 Se trata de una imagen todavía tosca para nuestro estándar actual pero evidentemente avanzada sobre el mapa ptolomeico antiguo. Sin información hidrográfica para nuestro territorio, el mismo aparece rotulado como "Bishaia". La toponimia, salvo por la aparición del Pamplona, se limita a la costa, casi como en un portulano, destacándose las poblaciones de Lekeitio, Bermeo, Plentzia y Bilbao. 11, 12, 13 Simultáneamente a esta divulgación del conocimiento geográfico, la razón de estado lleva, desde una política de sigilo, a levantamientos topográficos modernos. En esta línea nos encontramos con el ‘Atlas de El Escorial’ que en realidad se trata de una serie de borradores o primer bosquejo para un mapa que no consta llegase nunca a dibujarse ni mucho menos a publicarse. Encargado por Felipe II alrededor de 1570, a la escala aproximada de 1:350.000, no sobrepasada hasta finales del siglo XVIII, nuestro territorio se ve representado en las hojas 19 y 20. 14 En el mapa se observan gran cantidad de correcciones tanto en la abundante toponimia como en la red hidrográfica, como por ejemplo la tachadura que corrige una posible conexión entre el Ibaizabal y el Nervión, casi 30 kilómetros antes de su confluencia real. Sin referencias orográficas, la costa está delineada de forma sencilla pero con cierto detalle. A la altura de la ría de Bilbao existe una leyenda que dice: " deste lugar hontón pa oriente es bizcaya y dende portogalete aitn es encartaciones y desde el ocidens es de las 4 villas". Esta obra, por su nula difusión, no servirá de base de referencia para los múltiples trabajos que a lo largo de los siguientes dos siglos intentarán con mayor o menor fortuna representar gráficamente nuestro espacio, con lo que la imagen que perdurará en Europa será otra distinta a la bosquejada en este documento. 15
  • 4. 4     Cartografía Flamenca. Primeros ejemplos. A lo largo de siglo XVI los libreros italianos habían venido vendiendo colecciones de mapas impresos pero sin llegar a encuadernarlos de forma homogénea hasta que un flamenco nacido en 1528 en Amberes, Abraham Ortelius, organizó el comercio de los mapas tal y como lo hemos conocido hasta la revolución digital. Recopiló distintos mapas a través de una tupida red de corresponsales y los grabó en un tamaño uniforme, publicando en 1570 el “Theatrum Orbis Terrarum”, que aún a falta del nombre que actualmente damos a estas colecciones sistemáticas puede ser considerado el primer Atlas como tal, aunque este término fuera acuñado veinte años más tarde en la obra de Mercator. 16, 17 Los mapas del Atlas de Ortelio, grabados en su mayoría por Frans Hogenberg sobre planchas de cobre, fueron un éxito inmediato, siendo traducido a diferentes idiomas, reeditándose hasta 1612, ampliándose de edición en edición el número de mapas. Ortelio, además, citó a sus fuentes aunque, desgraciadamente, entre los 87 cartógrafos que menciona ninguno es natural de Euskal-Herria. Al momento de su primera edición de 1570 el Atlas era el libro más caro jamás impreso, alcanzando en su versión coloreada de márgenes amplios su precio más elevado. A nivel local, en la obra de Ortelio encontramos en primer término un mapa de la Península Ibérica, publicado desde la primera edición de 1570 hasta la última de 1612, y a partir de 1584 también incorpora un tríptico que refleja en una de las imágenes a ‘Guipuscoae’, trasunto de otro publicado por la casa editorial De Jode unos pocos años antes. 18, 19, 36 Para un bizkaino resulta decepcionante que nuestro territorio no se encuentre singularmente representado. Pero una indagación más profunda nos revela que el Señorío no fue ajeno, entonces como ahora, a la innovación del momento. Efectivamente, en el Regimento General de 20 de abril de 1591 el alcalde de Orduña propone se remita un mapa de “… este señorio y su contorno y sus villas y lugares y rrios y termino p.ª que pintado se ynbie a Flandes para poner en el treatum orbis terrarum y después para poner en el mapamundi para que ande por todas las ptes.” El Regimiento acordó en el sentido interesado, comisionando a tres de sus miembros para que concertaran con el pintor Francisco Vazquez, cómo se haría el mapa, su coste y que finalmente lo remitieran a Flandes así como el abono de todo ello se hiciera a medias por “… las villas y ciudad y tierra llana.”. Resulta difícil precisar si se refiere a quien hoy en día conocemos como Francisco de Mendieta y que en vida se presentaba como Francisco (Vazquez) de Mendieta, a quien recordamos por su famoso cuadro de la jura de Fernando el Católico, o a su maestro Francisco Vazquez quien a mediados del siglo XVI trabajó en los retablos de la iglesia de Santiago. Por la fecha del encargo, nos inclinamos por el primero de ellos. En cualquier caso, en noviembre de 1591 no se había llevado a efecto el acuerdo y se recuerda el cumplimiento de lo aprobado, perdiéndose a partir de ese momento la pista de esta decisión de incorporar a Bizkaia en este primer Atlas mundial. 20 En el ámbito de la obra de Ortelio, por tanto, tan sólo contamos con la mención que en el marco del mapa de España se hace a “BISCAIA”, en el término costero que va de Castro a ‘Lequeytio’, con una básica representación hidrográfica y la mención de alguna de las villas pero situándolas en cualquier caso alejadas de sus reales coordenadas. Sirva de ejemplo la posición de Bilbao en la misma costa.
  • 5. 5     Simultáneamente a estas empresas editoriales, el desarrollo tanto tecnológico como artístico del siglo XVI impulsa la aparición de obras complementarias a las de Ortelio y Mercator, dando respuesta tanto divulgativa como profesional al interés del público burgués por este tipo de materiales. En esta línea nos encontramos el "Civitates Orbis Terrarum", recopilación de imágenes topográficas entre las que encontraremos el ejemplo de la villa bilbaína; las cartas marinas de Waghenaer y, aunque en una escala menor, el Albúm de trajes de Weigel, conformando el conjunto de obras fundamentales del final del siglo XVI, cada una de ellas con una propuesta innovadora para su ramo de la ciencia cartográfica, topografía urbana o indumentaria. 21, 22, 26 El "Civitates Orbis Terrarum", impreso en 6 volúmenes de 1572 a 1617. es una recopilación de imágenes de más de quinientas ciudades, entre las que encontramos la primera imagen de nuestra tierra, que aunque titulada como ‘Bilvao’ en realidad representa en primer plano la villa para, abriendo su foco, ofrecernos una panorámica de ambas márgenes de la Ría hasta la ‘Vara de Porto Galete’. Esta vista, aparecerá en el segundo volumen de la obra, editado en 1575 con el título "De Praecipuis Totius Universi Urbibus", junto a otra serie de localidades pertenecientes al antiguo Reino de Granada así como otras ciudades europeas (Marsella, Aviñon, Basilea, Moscú, etc…). La leyenda que acompaña la vista nos informa que su fisonomía topográfica se correspondería con la que se contemplaba en 1544, indicándose que la imagen se debe a Juan Muflin. El grabado fue reeditado en 1657 por Janssonius en su obra ‘Theatrum in quo visuntur ilustriores Hispaniae urbes…’, con una pequeña modificación en la cartela que abandona sus líneas rectas para acomodarse al gusto de la época, y finalmente en 1682 por Koopstenden en su ‘Tweede deel’, con esta misma modificación estética. Esta imagen del ‘Civitates’ se convertirá durante más de dos siglos en la imagen canónica de la villa de Bilbao y será reproducida por multitud de autores (Valegio, Meisner, Van der Berge, Van der Aa, etc…) con ligeras variantes. 23, 24, 25, 28, 29, 30, 31, 32 Paralelamente a la producción de los Atlas terrestres, en el año 1584, el marino flamenco Lucas Janszoon Waghenaer publica la obra titulada “Die Spieghel der Zeevaert”, que no es sino un ‘atlas’ marino en el que en sus 23 cartas delinea la costa desde el Mar del Norte, en su punto septentrional, hasta la Península Ibérica en su extremo meridional. Waghenaer fue adaptando la idea original a presentaciones que facilitaran el propósito de navegación, con formatos más ligeros que permitieran su uso efectivo a bordo de las embarcaciones, por lo que junto a los grandes ejemplares en folio contamos con otros ejemplos de dimensiones más discretas. 27, 27 bis La costa bizkaina se muestra en una única carta que engloba desde Arcachon hasta Castro, remarcando de forma exagerada los fondeaderos que ofrecen las rías de Bilbao y de Mundaka. Se muestran las profundidades de las zonas de abrigo y se incorporan en la parte alta de cada carta panoramas de la línea de la costa que sirvan de orientación al marino, no proporcionándose, sin embargo, latitud o longitud ya que estas cartas estaban destinadas tan sólo al cabotaje. Por esto mismo, la escala de las rías se encuentra exagerada respecto a las zonas intermedias de costa. Las cartas, que varían en su escasa toponimia según de qué edición se trate, muestran la convencional rosa de los vientos, las líneas de rumbo y las escalas de barra. Las costas están trazadas en definitiva ‘tal y como se ven cuando se navega a lo largo de éstas’, conforme explica el propio autor.
  • 6. 6     El gran cartógrafo científico: Mercator y sus sucesores. Contemporáneo de Ortelio, el gran cartógrafo científico del siglo XVI fue el matemático flamenco Gerard Mercator, autor a partir de 1585 del ‘Atlas sive Cosmographicae meditationes de fabrica mundi et fabricati figura’, que en las ediciones que van de 1606 a 1636 incorpora un mapa titulado ‘Legionis, Biscaiae et Guipiscoae Typus’ que engloba un territorio bastante mayor que el propiamente bizkaino pues desde Baiona alcanza hasta Oviedo y desde la costa cantábrica hasta Toro y Tordesillas. No obstante, nos ofrece la visión que desde el extranjero se tenía de nuestro territorio, la visión más antigua, impresa, de Bizkaia a una escala regional, si bien para nuestro territorio esboza una pobre representación tanto orográfica como hidrográfica, con escasa representación de las entidades de población, no mencionando sino nueve de las villas, en ubicaciones alejadas a sus coordenadas reales, y tan sólo un accidente geográfico (cabo ‘Manbufcano’), lo que no hace sino poner de manifiesto la pobreza de las fuentes que utilizó el autor, y echar de menos el que no saliera adelante la pretensión de que Mendieta ‘pintara’ un mapa de Bizkaia que se hubiera enviado a Flandes como base de las representaciones cartográficas de nuestro territorio en este momento histórico. 33, 34, 35 Dentro de la tradición flamenca, a lo largo del siglo XVII, a este Atlas le suceden los productos de la casa Blaeu, que desde 1634 hasta 1670 da a la imprenta su ‘Biscaia et Guipúzcoa cantabriae veteris pars’. Incorporando la mención de ‘Alava’ en el título, pero con el mismo contenido topográfico, lo podemos encontrar en ediciones que van de 1662 a 1672. La casa editorial rival de los Blaeu, la de Janssonius, publicará un mapa con idéntico contenido a partir de 1638 hasta al menos 1680. 37, 38 Si nos concentramos en la representación que contienen estos mapas, podemos observar que el grabado abarca desde Bayona y la costa landesa hasta la bahía de Santander y desde la costa Septentrional hasta Calahorra. Su escala, por tanto, es algo mayor que la utilizada por Mercator, centrando su atención en mayor medida en nuestro espacio geográfico. No obstante el tratamiento de los territorios es muy desigual hasta el punto de ofrecer información relevante solamente del espacio guipuzcoano. Hemos de entender que esta situación es heredera de haber contado con una correcta cartografía de este territorio, desde el punto de vista toponímico, desde su inclusión en el Atlas de De Jode. Sin embargo, en los treinta años transcurridos entre aquel primer ejemplo de Mercator y este que comparten Blaeu y Janssonius, asistimos a cambios significativos: Bilbao abandona su posición costera para adentrarse, correctamente, en la cuenca fluvial; se rotula ya un puente aguas arriba de la villa aunque todavía alejado de la situación real de San Antón y, en las localizaciones costeras sorprendentemente desaparece la mención toponímica a ‘Bermeo’ aun cuando se mantenga la referencia iconográfica y ‘Valenzia’ se convierte en ‘Plaçentia’ y se reubica en la orilla contraria al ejemplo de Mercator… muestras todas ellas del defectuoso reconocimiento de la realidad topográfica y de la falta de un informante fiable, conocedor de la realidad local. De la misma forma, el interior sigue resultando tierra ignota para el compilador, ofreciendo referencia de unas pocas entidades de población. Sin mostrar ningún camino por el cual transitar, la red fluvial se encuentra de igual forma ampliamente descrita para Guipúzcoa y prácticamente inexistente para Bizkaia y Alava, destacándose tan sólo la Cuenca del Nervión – Ibaizabal. De la moda del momento de los mapas orlados con vistas de las principales ciudades, tan sólo conocemos un ejemplo que recoja el urbanismo bizkaino. Se trata del mapa de España editado por Hondius, de alrededor de 1612, en el que aparece una vista de
  • 7. 7     Bilbao, evidente reducción de la que a partir de 1575 apareció publicada en el segundo tomo del Braun & Hogenberg. 39, 40 Junto a estos ejemplos de mayor tamaño, la industria flamenca proporciona innumerables ejemplos de atlas de menor tamaño. Ya en 1577 Ortelio publicó una versión reducida de su ‘Theatrum’, que en sucesivas ediciones y tamaños continuó editándose durante más de 150 años. El Atlas de Mercator fue igualmente publicado en formato reducido a partir de 1607, incorporando en todos los casos mapas a pequeña escala de nuestro territorio, hasta llegar al pequeño mapa de 1707 de la mano de Pieter Van der Aa, titulado “Biscaia”, en el que con clara tipografía se señalan las principales líneas de comunicación, rotulando un gran número de topónimos. 41, 42, 44 Paralelamente al desarrollo de la cartografía terrestre, y siguiendo la estela de Waghenaer, desde comienzos del siglo XVII los editores de Ámsterdam produjeron cartas de buen tamaño con propósito de navegación, aumentando su exactitud con el paso del tiempo. Ya en el primer tercio del siglo, en 1623, la casa Blaeu publica un atlas marino, su ‘Zeespieghel’, con características parejas a la delineación que nos presentó Waghenaer, cerrándose el siglo con la obra de la familia Van Keulen. Simultáneamente a la escuela flamenca del XVII, se edita una obra de característica dispar debida a la mano de Robert Dudley, hijo ilegítimo del Conde de Leicester, que se exilió por razones políticas a Italia, titulada “Dell’ Arcano del Mare”, aparecida en 1646-47, con una segunda y última edición en 1661. Con un total de seis volúmenes de los que los cuatro primeros reflejaban la navegación en su conjunto (tablas astronómicas, construcción naval, etc...) y los dos tomos restantes dedicados a la cartografía. En sus cartas marinas la toponimia viene referida en italiano y la línea de nuestra costa queda recogida en dos planchas; con carácter más genérico en la carta cuarta de Europa que refleja todo el norte de la Península y más detalladamente en la carta XXIII del sexto volumen titulada ‘Carta particolare che comincia con il capo de Oringan in Biscaia e finisce con al costa di Alcanson in Francia’. Toda la línea de la costa está trazada suavemente, con constantes curvas y sin aristas. Las diversas ensenadas y puertos de abrigo se ensanchan más allá de su escala natural pretendiendo destacar, de modo parejo a sus antecesores, los accidentes más notables para el marino y abandonando un tanto el territorio intermedio. 45, 45 bis. 46, 47 La cartografía de los Austrias. La obra de Pedro Texeira Más allá de los ejemplos impresos contamos con la obra de Pedro Texeira, cartógrafo portugués activo a mediados del siglo XVII. Entre los fondos de la Biblioteca de la Universidad de Upsala se encuentra un manuscrito debido a la mano de este autor que bajo el título de “Compendium Geographicum” agrupa un mapamundi, un mapa de España y 6 mapas de las costas cantábricas, estando dedicado uno de ellos al Señorío de Bizkaia. Esta obra no menciona fecha pero podría tratarse de un trabajo tardío de alrededor de 1660. La carta que muestra nuestro territorio se titula ‘Descripción de la costa del Señorío de Biscaia’. No contiene graduación de altitudes ni longitudes ni referencias batimétricas pero si una particularmente detallada delineación de la costa que refleja todos los accidentes de relevancia debidamente rotulados. La toponimia de la costa es abundante, con evidente conocimiento de la toponimia local, y escasa para el interior, hasta allá donde alcanza la perspectiva, señalándose, por ejemplo, las poblaciones donde llegan las mareas: ‘Garnica’ y Bilbao. Con escala en leguas, la hoja queda coronada por el escudo del Señorío. 48
  • 8. 8     Junto a esta obra que guarda la biblioteca sueca, la biblioteca de Viena guarda un lujoso manuscrito, datado en 1634. Este suntuoso manuscrito, de mayor detalle y escala que el anterior, contiene, sin título y en perspectiva desde el mar, una vista de pájaro de la costa bizkaina de bastante mayor minuciosidad que la anterior, pudiendo observarse con detalle los puentes de ‘Garnica’, donde también se menciona ‘El Arbol’, ‘Plazencia’ y ‘Bilbao’, donde incluso se dibujan los tres arcos del antiguo puente de San Antón. Se aprecia perfectamente el carácter montuoso del Señorío y se delinean con precisión las obras portuarias de ‘Lequeitio’, ‘BERMEO’, que tipográficamente se iguala a ‘BILBAO’, y ‘Puerto Galete’. En folios aparte se acompañan detallados mapas parciales de ‘Ondarrua’, ‘Lequeitio’, ‘Bermeo’ y la Ría de Bilbao. En todos los casos se trata de mapas trazados en perspectiva desde el mar y mostrando tanto la concreta localidad, con el levantamiento de sus edificios más señalados, así como las áreas circundantes. 49, 50, 51, 52, 54 Ocaso de las producciones de los Países Bajos. Más allá de la cartografía flamenca, asistimos a las producciones de otros países en los que se representa a Bizkaia. En la Italia de finales del siglo XVII, por ejemplo, el editor romano Domenico Rossi inicia a partir de 1692 la publicación de su “Mercurio Geográfico” al que irá añadiendo en sus distintas ediciones nuevos mapas hasta incorporar, a partir de 1696 una hoja dedicada a "La Biscaia, divisa nelle sue 4 parti principalli". Las cuatro partes a las que se refiere el título son la ‘Biscaia Propia’, ‘Alava’, ‘Guipuscoa’ y la 'Provincia delle quattro citta', ocupando desde la ciudad de Santander hasta la margen izquierda del Nervión. 55, 56 El mapa se trabaja sobre plancha de cobre a buena escala para la época, de aproximadamente 1:600.000, incorporando el Reino de Navarra y gran parte de Iparralde y aun cuando, siguiendo modelos del siglo, la toponimia continua siendo más abundante en el territorio guipuzcoano, para Bizkaia ofrece una hidrografía cuidada, orografía todavía antigua y línea de la costa tosca, exagerando los accidentes más significativos. La toponimia sin embargo sigue siendo desafortunada aunque se observa algún esfuerzo descriptivo, por ejemplo, en Plentzia o en Bilbao donde incluso se dibuja el puente. En el ámbito francés, contamos con ejemplos de la familia Sanson desde mediados del siglo XVII pero no llega a publicar un mapa específicamente bizkaino aunque sí del norte peninsular. Ya en el XVIII contamos con la obra de los Nolin, padre e hijo, que alrededor de 1704 publicaron el mapa titulado "La Biscaye divisée en ses 4 parties principales et le Royaume de Navarra divisée en ses merindades", plancha grabada sobre cobre del que se conocen dos estados según incorpore o no una cartela donde se recogen las ciudades que había de recorrer el nuevo rey Borbón, Felipe V, en su viaje a través de Francia hasta Irún. Se trata, en mi opinión, de una descarada copia de la contenida en el mapa publicado por Cantelli-Rossi unos pocos años antes, lo que no debe extrañarnos en un profesional que incluso fue condenado por plagio de la obra de su contemporáneo De Lisle. Con los escudos de Vizcaya y Navarra bajo una corona real el mapa se focaliza en Euska Herria en su conjunto a una escala aproximada de 1:689.000. Se rotula Biscaie, Guipuscoa, Alava, Navarre, Basse Navarre y el resto del territorio vasco-francés. Con toponimia más abundante para Gipuzkoa y Navarra que para Bizkaia y Araba, no obstante todo el territorio se muestra de una forma homogénea, con buena representación hidrográfica y con las divisiones administrativas señaladas con cierta fidelidad. Persiste la presencia de la Province des Quatre villes, que integrada en
  • 9. 9     Biscaye en sentido amplio, engloba la actual Cantabria con porciones del territorio bizcaino y alavés. La orografía sigue el modelo antiguo y no se presenta red de caminos, mostrándose, sin embargo, el que habría de seguir la comitiva real. Contemporáneo a los anteriores, De Fer publicará en 1707 otro mapa que representa nuestro espacio, titulado de forma pareja al citado ejemplo de Nolin: "LA BISCAYE, Divisée en ses 4 Principales Parties et LA NAVARRE en ses Merindades". 57, 58, 59, 60 Sin embargo, por encima de todos los mencionados, se alza en Francia la saga de los Cassini, bajo cuyo impulso se completa el primer levantamiento científico del conjunto de un Estado. Los trabajos se prolongaron cincuenta y cinco años, completándose en 1789 bajo la dirección de la cuarta generación familiar. El proyecto, oficialmente denominado ‘Carte géométrique de la France’ pero conocido coloquialmente como ‘Carte de Cassini’, consta de 182 hojas de 88 por 55.5 cm. cada una de ellas. La escala, enorme para la época, es de 1:86.400. Y si nos hemos detenido en él con cierto detalle es porque por una parte se trata del primer levantamiento moderno de una zona de Euskal Herria, al cartografiar el conjunto de Iparralde y porque al hilo de este trabajo de detalle, la familia Cassini dio a la imprenta otras obras de menor escala en las que sí llega a alcanzar el territorio bizkaino, como por ejemplo las hojas que inserta en 1756 en su ‘Carte de France divisée en XXXI Gourvenements Militaires et en ses provinces’, recogiendo por una parte el apéndice costero de ‘Vermeo’ y ‘Mondaca’ en el ‘Mer de Gascogne et de Biscaye’ y por otro el mapa titulado propiamente ‘La Biscaye…’. 61 En el ámbito de la cartografia marina la Francia del momento también nos lega una serie de destacados ejemplos. Efectivamente, ya en 1693 el gobierno francés, por inspiración del entonces ya difunto Colbert, da a la imprenta el atlas marítimo titulado ‘Le Neptune François’, cuyo contenido es evidentemente más detallado y exacto que sus rivales flamencos. La característica más señalada de estas hojas es, en primer término, su gran tamaño pues alcanza una medida de 86 por 58 cm., a escala 1:342.000, conteniendo la fachada cantábrica en cuatro tramos, correspondiendo a nuestro territorio (de Fuenterrabia a Castro Urdiales) el incorporado en la parte superior izquierda de la plancha. Provee tan sólo información sobre el litoral, batimétrica, escollos, fondeaderos y nula toponimia de la plataforma terrestre. Las poblaciones se representan mediante dibujos de grupos de casas en perspectiva, destacándose las producciones más características o tipo de comercio más habitual: frutas, vino, sardinas, etc. Así, por ejemplo, se destaca ‘Mondaca’ como el lugar en el que se construyen barcos o para ‘Laqueity’ se destaca el comercio de hierro y de pescado. 62 El primer mapa de Bizkaia con base en la información de los ‘Naturales del País’. El mapa de Tomás López. En Tomás (Thomas) López, madrileño nacido en 1731 encontramos el mejor exponente de la cartografía acientífica del antiguo régimen. Como grabador, aprendió el oficio en Paris en su estancia de ocho años, desde 1752 a 1760. A su regreso a España se dedicó a levantar mapas por el método recopilatorio o de gabinete, sin base matemática ni estudio del terreno, dependiendo de la calidad de los materiales que le hacían llegar sus corresponsales. Bajo estas premisas impulsó una empresa editorial continuada por sus hijos y que se constituyó el mejor exponente de la ciencia cartográfica peninsular en el último tercio del siglo XVIII. ‘Amigo’ de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, no dejó de señalar tal circunstancia en las cartelas de varios de sus mapas. Ya en 1757, contando tan sólo 26 años, López nos ofrece el primer ejemplo de su labor cartográfica dando a la imprenta el “Atlas Geográfico del Reyno de España e Islas
  • 10. 10     adyacentes”, que aún tratándose de una obra de juventud se constituye en el primer Atlas impreso que se dedica íntegramente a la Península Ibérica. Destacando por lo inusual de su reducido tamaño, 11 por 9 centímetros, la obra está planeada como un Atlas elemental o infantil contando con 24 mapas y 1 plano. Entre estos mapas nos interesa el dedicado a ‘Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Rioja’. No sólo se trata de un mapa de diminuta factura, grabado a doble hoja en las indicadas medidas, sino que la mayor parte de la estampa está dedicada a la descripción literaria del territorio con lo que la estricta representación cartográfica tan sólo ocupa un área de 16 centímetros cuadrados. Fue publicado por Antonio Sanz en 1757, con dos ediciones ese mismo año, conociéndose una postrer reedición ya en las propias instalaciones de Tomás López en 1792. En la dos primeras ediciones el mapa aparece fechado, 1757, desapareciendo esta mención en la edición de 1792. 63 A partir de ese momento , la base del método de trabajo de López la constituyó la remisión de un ‘cuestionario’ a ‘obispos, curas y párrocos’ solicitando los datos necesarios para localizar los lugares a describir en su obra. El interrogatorio o cuestionario constaba de quince preguntas donde se pedía detalle del territorio, su producción, mercados, etc.., al tiempo que solicitaba se le remitiesen mapas o planos de los respectivos territorios abarcando la vecindad inmediata de cada parroquia, señalando los accidentes geográficos más destacados. Estos bosquejos cartográficos serían en última instancia arreglados por él dándoles la “última mano” que en definitiva viniera a homogeneizar la apariencia de su obra. En el año 1769 publica un mapa de ‘Vizcaya’ que nos interesa por un doble motivo. Por una parte es el primer mapa impreso específicamente dedicado a Bizkaia, mientras que por otro lado éste se construyó con base en las informaciones que se proporcionaron desde el Señorío. De hecho, estas aportaciones se conservan en los archivos de la Biblioteca Nacional de España y constituyen por sí mismas las representaciones más antiguas de amplias zonas del Señorío. 64 En la cartela se menciona que el mapa está ‘Compuesto sobre algunos mapas. Manuscritos, noticias de sus naturales, y en particular las de Mr. Guillermo Bowles’. La referencia al Sr. Bowles la hemos de entender al autor que unos años más tarde, en Madrid, en 1775, publicará “Introducción a la historia natural y a la geografía física de España”, que, como es conocido, recoge una serie de extensos artículos dedicados a Bizkaia, Bilbao en particular, y las industrias del territorio y a cuyos papeles pudo tener acceso López con cierta antelación. 68 Sin embargo, es la mención “… las noticias de sus naturales…” la que llama nuestra atención. El autor se refiere a la correspondencia que a lo largo de los años mantuvo con los párrocos y a las autoridades civiles locales. La memoria de los naturales del País se concreta en respuestas de muy distinta calidad tanto en la descripción literaria de los lugares como en el aparato gráfico que lo acompaña y que para el territorio Bizkaíno suma unas decenas de imágenes, considerando tanto las remitidas por los distintos informantes como los croquis levantados por el propio López con base en aquellas informaciones y que se encuentran hoy en día encuadernados en su gran mayoría en un mismo libro de manuscritos en la Biblioteca Nacional de España. Encontramos desde completos esbozos de Bizkaia en su totalidad hasta mapas de detalle de Munguia, Navarniz, la Ria de Bilbao, Plentzia, Lekeitio, Durango, Ondarroa, etc.., así como un amplio repertorio de las Encartaciones, lo que en muchos casos nos proporciona la primera imagen de carácter topográfico de cada una de estas localidades. 65, 66
  • 11. 11     La labor desplegada por López nos ofrece finalmente el primer mapa de Vizcaya de carácter verdaderamente local, con evidentes mejoras en la toponimia, tanto en cantidad como en calidad, red hidrográfica y de caminos, señalándose las divisiones administrativas en Merindades y los límites del Señorío, diferenciadas en cada caso por líneas de color (amarillo y encarnado). El relieve de los montes se presenta mediante perfiles sombreados, si bien en ningún momento se ofrece una verdadera imagen de la orografía del territorio pues el mapa adolece de una verdadera base científica, de auténtica medición del terreno, como la que ya en esas fechas se venía aplicando en la cartografía francesa. De hecho, las deficiencias de los mapas de este autor se evidenciaron en la guerra de la Independencia en la que los diversos estados mayores de los ejércitos contendientes pusieron de manifiesto la inoperatividad real, la inutilidad práctica, de su cartografía que, no lo olvidemos, era sencillamente la mejor existente sobre la Península. López era perfectamente consciente de sus limitaciones, reconociendo que aunque sabía que ‘el mejor modo de hacer un mapa es andando y midiendo la tierra’, no lo hacía porque ‘este método no es adaptable a las facultades de un particular’. En su obra ‘”Principios Geográficos” llegará incluso a manifestar su desprecio por la obtención de datos directos, que consideraba obra de gentes ‘que no necesitan mayor instrucción que la de llegar a saber geometría rectilínea’. El aspecto cartográfico de nuestro mapa se complementa con una serie de informaciones corográficas pues en el ángulo izquierdo se recoge el resultado de las ‘noticias de los naturales’, proporcionándonos una riqueza de datos como nunca hasta ahora habíamos disfrutado en un material de esta naturaleza: la serie de conventos, tanto de religiosos como de religiosas, que se distribuyen en nuestro espacio: Dominicos, Franciscos Menores observantes, Ermitaños de S. Agustín, Carmelitas Descalzos y Mercenarios Calzados, así como la Colegiata y, junto a ellas, la Ciudad, Villas y las Anteiglesias, diferenciando las que tienen voto en Juntas Generales de aquellas otras ‘adheridas para las Juntas a los antecedentes barrios’. Un verdadero caudal de informaciones que tan sólo un conocimiento directo del País podría proporcionar. El mapa se editó, de forma exenta en el señalado 1769, conociéndose una segunda edición en este mismo formato en el que se hace desaparecer la fecha. Igualmente se puede encontrar en su “Atlas geográfico de España”, comisionado por Godoy en 1795, y finalmente publicado por los hijos de Tomás López en 1804 con un total de 38 mapas en 102 hojas en formato 30 por 43 cm., que al tener escalas diferentes impiden formar un mapa completo. En la edición original de esta obra, el mapa de ‘Vizcaya’ figura con el número 35. El Atlas fue reeditado en 1810, 1830 y 1844. La edición de 1810 es realmente una reimpresión de la príncipe en la que sólo varía el Mapa de España. La de 1830 formalmente consta como segunda edición, con variantes de los mapas originales pero conteniendo el mismo número de éstos. La de 1844, publicada diez años después de las nuevas divisiones administrativas de Javier de Burgos (1833), estaba evidentemente trasnochada y servía de complemento a la Descripción Geográfica de España de Tomás Bretón. En este caso ilustraba la obra a través de 107 pliegos que forman 42 mapas. A pesar de sus limitaciones, la obra de López contará con cierto predicamento más allá de sus fronteras, sirviendo como base para la representación de nuestro territorio en algunas obras de conjunto de autores extranjeros. En el ámbito germano, por ejemplo, tanto Gussefeld como Reilly publicarán mapas del País Vasco inspirados en la obra de Tomás López. Se trataría, en lo que a nosotros nos interesa, de una forma de hacer llegar al mundo germano informaciones relativas a nuestro territorio proporcionadas por
  • 12. 12     fuentes locales a Tomás López a través de sus encuestas, lo que se pone de manifiesto por la mejorada toponimia, vías de comunicación y fisonomía general del territorio. La indumentaria bizkaina a finales del XVIII. Decíamos que Tomás López fue pensionado en Paris para el aprendizaje del grabado. Junto a él fue enviado Juan de la Cruz Olmedilla, quien a través de su ‘Colección de trajes de España’ nos permite acercarnos a cómo eran aquellos Bizcaínos que proporcionaron las informaciones de nuestro País a su amigo López. La colección de trajes fue preparada como una obra en fascículos, editándose a partir de 1777 y concluyendo en 1788. Para su grabado, Cruz Olmedilla dispuso de los dibujos originales de sus informantes locales que en el caso vizcaíno resultó ser el conocido pintor Luis Paret, quien en esas fechas cumplía pena de extrañamiento en la capital bilbaína. Durante su estancia en la villa Paret no sólo colaboró en el ámbito pictórico, pues a él se deben tanto las vistas de los puertos del norte de España como las mejores ‘vedute’, vistas topográficas, de la villa de Bilbao, sino que también colaboró a la mejora urbana a través del diseño de las aun conservadas fuentes públicas de Santiago y Atxuri y en última instancia incluso delineó la portada de las Ordenanzas de la Casa de Contratación de Bilbao. En este último ejemplo incorporó un elemento de representación territorial en forma de carta marina en la que se distingue la Ría de Bilbao. 69, 70, 71 Paret nos muestra un mundo ya francamente burgués, tanto en sus hábitos indumentarios como, nos cabe imaginar, en sus destrezas sociales. En el aspecto indumentario nos ofrece imágenes de ‘aldeanos’, ‘criadas’ y ‘burgueses’, que asimismo refleja en su obra pictórica y que fueron rápidamente copiadas (1783) por Teodoro Viero en la primera parte de su obra veneciana ‘Raccolta’, una nueva prueba de la difusión de lo bizcaíno y su inclusión en los repertorios de imágenes globales. Poco después, ya a la vuelta del siglo XIX (1801-04), Antonio Rodriguez publicará su ‘Colección general de los Trages que en la actualidad se usan en España’, donde en estampas de tamaño algo menor a las anteriores, nos ofrecerá nuevas imágenes de nuestros antepasados ‘labradores’ o ‘marineros’. En todos ellos podemos observar los cambios operados en la suntuosidad del vestir así como en la circunstancia de que ya no parecen portarse armas en el campo, tal y como reflejaba la obra de Weigel a finales del XVI. 72, 73 Cabe preguntarse cómo se divertía esta elegante burguesa bilbaína que nos muestran Paret y Viero, las fórmulas que empleaba en lo que ahora denominamos ocio. En lo que al propósito de esta obra interesa, en el último tercio del siglo XVIII se puso de moda, ayer como hoy, la imagen en perspectiva, intentando engañar al ojo con artificios ópticos que creasen la sensación de profundidad necesaria para aparentar imágenes tridimensionales. El efecto no alcanza las cotas de realismo de la actualidad, no tratándose sino de un primer paso en esa dirección. El burgués disfrutaba de su ocio viajando a través de la imagen, contemplando vistas topográficas de ciudades que posiblemente nunca acabaría visitando por sí mismo. Y en este elenco de imágenes, que se editaron por cientos, ocupaba su lugar una imagen bizkaina, una nueva visión de Bilbao que rompía el paradigma de los dos siglos anteriores ofreciéndonos una visión fresca y renovada. En su estado original se trata de un grabado tradicional, editado por Edward Nairne en Londres en 1756. Se hace oportuno precisar que este mismo Nairne era el suministrador de elementos de óptica de última tecnología a tan renombrados exploradores como Thomas Cook. Pero regresando al ocio bilbaíno, esta imagen será precisamente la que servirá como base de otras imágenes invertidas, en espejo, para cuya contemplación era necesaria la utilización de un aparato que podría traducirse al castellano como ‘zograscopio’ y que gracias a una lente a 45º reconstituía la imagen a su
  • 13. 13     estado original. Consta que los burgueses del siglo se entretenían en la contemplación, por decenas, de este tipo de imágenes entre las que era habitual encontrar la de esta villa bizkaina. 74, 75, 76 Cartografia marítima española en el siglo XVIII. Tofiño y la primera carta científica de nuestras costas. En un marcado contraste con lo que acabamos de exponer respecto a la cartografía terrestre y la obra de López, encontramos en este mismo siglo XVIII un espectacular avance científico en la cartografía marina. Si allí tan sólo encontrábamos trabajo de gabinete y escaso apego a la realidad, aquí encontramos modernidad y aplicación de principios científicos que dieran respuesta a las necesidades de la navegación, hasta tal punto que sus resultados incluso superarán a los ejemplos foráneos, dándose por vez primera la circunstancia de que los servicios cartográficos franceses serán quienes copien los resultados obtenidos en España. Como antecedente de estos avances, nos encontramos que en 1776 el gobierno francés solicitó del español permiso para practicar mediciones astronómicas en Canarias y otras posesiones africanas con vistas a posteriores levantamientos cartográficos. Junto a la oportuna autorización gubernamental se dispuso que un comisionado español acompañara a la expedición francesa, resultando responsable de tal cometido el entonces director de la Academia de Guardia Marinas de Cádiz, Vicente Tofiño de San Miguel. Esta colaboración impulsó en el Ministerio de Marina español interés en levantar, a semejanza precisamente del modelo francés, pero por sus propios medios, una Carta Hidrográfica de España, proyecto que se dispuso liderara el propio Tofiño. Tofiño había nacido en Cádiz en 1732, y ya en 1755 había sido nombrado profesor de matemáticas de la mencionada Academia de Guardia Marinas de la que llegó a ser director con tan sólo 36 años. Desde el verano de 1783 hasta el 1788, desarrolló la serie de campañas hidrográficas que contando con los medios materiales y humanos que proporcionó la academia gaditana desembocarían en la publicación del Atlas Marítimo de España. Miembro de diversas academias y sociedades científicas, incluso de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, murió en 1795. 77 El levantamiento cartográfico de las costas vizcaínas fue acometido por la expedición de Tofiño de 1787, iniciándose la campaña en mayo en Fuenterrabía. Producto de estos trabajos, en 1787 apareció en primer término el ‘Derrotero de las costas del Mediterráneo’ y un Atlas con 16 cartas de esta zona. En 1789 se publicó el Derrotero correspondiente a nuestras costas y un Atlas con 28 planchas titulado “Atlas Marítimo de España”, que tuvo un éxito inmediato hasta el punto de que ese mismo año apareció una segunda edición en la que se refundieron los dos atlas en un solo volumen, añadiéndose al conjunto dos nuevas cartas. 1 81                                                                                                                           1  En su propia obra ‘Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico y de las islas Azores o Terceras para inteligencia y uso de las cartas esféricas’, el autor hace una detallada relación que permite seguir sus actividades: “La construcción de la carta de las costas septentrionales de España desde Fuenterrabía hasta Ferrol empezó en Mayo de 1787 y duró hasta fin de Diciembre del mismo año. El conocimiento que se tenía de la acción de las corrientes en dicha Costa, la continua variedad de vientos en ella y la escasez de Puertos de arribada dictaron oportunamente que su Carta debía hacerse por tierra. Corrió no obstante dos veces la fragata desde Pasages hasta Ferrol, situando muchos puntos de latitud y longitud, cuyo trabajó sirvió después de comprobación...”. Más adelante indica respecto a la triangulación de la costa que “...se midieron con sumo esmero ocho bases y ligaron con ellas todos los puntos de la costa hasta Fuenterrabía”. Además, se observó astronómicamente la latitud de diversos puntos, entre los que cabe señalar la posición de Portugalete. En todo
  • 14. 14     Las láminas que corresponden a Bizkaia se encuentran todas ellas en el segundo volumen del Atlas. Reproducen por un lado la carta de la ‘Concha y barra de Bilbao’ y por otra parte este volumen contiene dos cartas de nuestra línea marítima: la carta en menor escala del frente Cantábrico de Malpica y la que nos muestra la costa desde San Juan de Luz hasta Punta Calderón, punto cercano a la localidad de Santander. Finalmente, una última plancha recoge los perfiles topográficos de la costa tal y como pueden verse desde el mar, dedicando dos perfiles a las proximidades de Machichaco. 78, 79 Se trata en todos los casos de grabados sobre planchas de cobre, de gran calidad técnica tanto en la limpieza del dibujo como del grabado, y excelente representación de todos los accidentes de la costa desde las rocas hasta los arenales. Una de sus peculiaridades es que por primera vez se introdujeron informaciones sobre la naturaleza de los fondos marinos (diferenciándose entre arena, lama, cascajo y piedra) detalle que no llegó a generalizarse, por ejemplo, en la cartografía náutica británica hasta la tercera década del siglo siguiente. La calidad del grabado es deudora de la intervención de expertos en el grabado artístico que trasladan su experiencia al campo tipográfico: Selma, Vázquez, Ballester y Carmona, que a la fecha era el director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. 80 Las cartas ofrecen una hechura específicamente técnica, por lo que para el espectador no iniciado se antojan un tanto desnudas pues pretenden reflejar la realidad sin matices que la desfiguren, sin artificios. No hay grandes cartelas, y las presentes adoptan el modelo neoclásico ofreciéndonos con un mínimo de ornamentación los datos básicos del territorio representado, incorporando la justificación de autoría. Por otra parte, no debemos olvidar que se trata de cartas de la costa, por lo que el interior no se encuentra representado y ello conlleva una menor presencia de topónimos. Las cartas de Tofiño obtuvieron un éxito inmediato, siendo copiadas para su incorporación a diversos atlas extranjeros, existiendo ejemplos de ello tanto en la bibliografía francesa como inglesa. Su influencia en la delineación de nuestras costas marcó con carácter definitivo la apariencia de nuestra fachada marítima hasta el punto de que se mantuvo como base de referencia hasta prácticamente el siglo XX, al tiempo que fue adoptada por los editores de atlas terrestres, lo que provocó una incongruencia entre el contenido de la masa terrestre, que a esta fecha todavía seguía la inexacta obra de Tomás López que no habría de superarse hasta bien entrado el siglo XIX, y la excelencia de la representación de la costa. El siglo XIX no hace sino descansar en el esfuerzo de Tofiño. La Dirección de Hidrografía actualizará las cartas de nuestras costas pero tomando en todos los casos como base las levantadas en 1787 por el gaditano. Se mejorará la topografía de los planos acudiendo a la obra de Coello y se tomarán nuevas sondas batimétricas, particularmente de los puertos. En su momento se llegará a modificar la técnica de impresión, prefiriéndose la litografía. Un ejemplo de lo señalado lo encontramos en la ‘Carta esférica de la Costa Cantábrica que comprende el Rio Adour al N. De Bayona hasta la Atalaya de Santa Justa en Cantabria’, grabado en 1843 por Juan Noguera y Juan de Gangoiti, recogiendo sondas batimétricas costeras, accidentes y relieves litorales,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       caso, nos encontramos ante la primera medición completamente científica del territorio y de ahí su trascendencia.  
  • 15. 15     algunas cumbres interiores de relevancia, la desembocadura de los ríos así como los núcleos de población costeros, puertos y divisiones administrativas. 82 Al filo del siglo XX el vapor de guerra ‘Urania’ levantará por cuenta de la Dirección de Trabajos Hidrográficos de España planos a mayor escala de los puertos Bizcaínos distintos al de Bilbao, por lo que contamos con las hojas relativas al ‘Fondeadero de Elanchove’ (1902), ‘Plano del Puerto de Lequeitio’ (1902), ‘Plano del Puerto y Barra de Ondarroa’ (1902), ‘Plano de Mundaca, Bermeo, y Fondeadero de Cabo Machichaco’ (1903), todos ellos actualizados a lo largo del siglo. De Bilbao y su ría contamos en este periodo con ejemplos tanto locales, a través de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao, como extranjeros. Desde una visión todavía romántica del artefacto cartográfico, permítaseme mencionar el ‘Plano del Abra y Ría de Bilbao’ publicado en Madrid en 1929 por el Servicio Hidrográfico de la Armada, a escala 1:10.000 (con un inserto de la ‘Ría de Bilbao’ a escala 1:25.000), tomando como base el levantamiento de la Junta de Obras del Puerto y recogiendo no sólo el aspecto técnico marítimo sino ofreciendo testimonio de la realidad urbana de esta parte de nuestro territorio y de lo que ahora denominamos ‘skyline’ de nuestra costa. 83, 84, 85 El auge de los Diccionarios geográficos. La obras de Miñano y de Madoz-Coello. Obras generales. A lo largo del siglo XIX se impulsaron en España diversas obras de carácter geográfico recopilatorio que en última instancia vienen a complementar la información de los documentos cartográficos. La más conocida de estas empresas será la liderada, a mediados de siglo, por Pascual Madoz y su Diccionario Geográfico de España que correrá paralelo a la cartografía de Coello a la que nos referiremos más adelante, pero contamos con algún ejemplo anterior que se detiene de forma significativa en nuestro territorio. Nos encontramos en primer término con el Diccionario Geográfico-Histórico de la Real Academia de la Historia (1802) truncado en sus inicios, o más bien satisfecho en una mera voluntad política, con la publicación de los volúmenes relativos al País Vasco y la Rioja, que sin embargo se edita sin aparato gráfico. Veinte años más tarde, entre 1826 y 1829, Sebastián de Miñano logrará completar los once volúmenes de su “Diccionario Geográfico Estadístico de España y Portugal”, proporcionando para cada población la provincia y el partido al que pertenecen, el número de habitantes, parroquias, conventos así como la situación topográfica de cada entidad con expresión de las longitudes y latitudes de las principales ciudades. 86 Con el fin de recopilar esta vasta información Miñano siguió el mismo procedimiento que desde las ‘Relaciones’ de Felipe II ha venido sirviendo de base a este tipo de estudios y con el que ya vimos obtuvo tan buenos resultados Tomás López. Como aquél, Miñano escribió a los curas párrocos solicitando ‘nociones ciertas y positivas de sus respectivos pueblos y de los inmediatos’. No consta que utilizara entre sus fuentes las relaciones que le habían sido remitidas a López ni tampoco pretende, como aquél, el levantamiento de un Atlas del territorio sino meramente una recopilación, en forma de diccionario, de los datos más actuales. Sin embargo, complementa su obra acompañando los once volúmenes por hasta 17 mapas y 4 vistas que se vendían sueltos, aparte de cada tomo, por lo que se pueden encontrar tanto incorporados a la obra como exentos. Estos mapas suponen un avance cartográfico en cuanto corrigen algunos errores de los de López, tomando como referencia, por ejemplo, a Tofiño en todo lo relacionado con las costas. 87, 88
  • 16. 16     La serie de mapas, como queda dicho, no refleja todo el territorio español, no pretenden ser un atlas. Incorpora un mapa general de España, siendo el resto mapas fundamentalmente de poblaciones. Uno de los ejemplos se detiene en Bizkaia, aportando un plano de Portugalete, que hoy en día titularíamos de Portugalete y Getxo, y en el que, sin olvidar los antecedentes de Baudwin (1739) en su plano de la Costa de Bizkaia con un particular de la ria de Bilbao y de Tofiño, en quien evidentemente se inspira, puede apreciarse incluso cada uno de los edificios que entonces se levantaban en estos parajes así como la solución que en ese momento proponen los ingenieros Vincent y Muñoz al problema de la Barra de Arena de la desembocadura. Frente a la amplitud de la carta de Tofiño, aquí nos encontramos con un mapa de pequeño tamaño (16 por 22 centímetros), resultando anónima su concreta autoría pues a Miñano no se le consideran aptitudes cartográficas, por lo que cabría suponer que pudo servirse de las capacidades de Isidro Esquivel, quien delineó el gran mapa de España que aparece en el tomo IV de la obra. Para su estampación se utilizó el método litográfico, lo que lo convierte en uno de los primeros ejemplos de la señalada técnica, que facilita un mejor acabado del detalle al tiempo que posibilita una tirada más extensa sin pérdida de calidad. 89 A partir de este momento y ya a lo largo de todo el siglo XIX asistiremos a la coexistencia de prácticamente todos los métodos tradicionales de estampación: la calcográfica, sobre plancha de cobre, de las últimas ediciones de los herederos de López en el primer tercio de la centuria; la litográfica como en el ejemplo mencionado así como en algunas de las series artístico-ilustradas de la segunda mitad del siglo; el preciso, aunque oscuro, grabado al acero de los mapas de Coello y, en fin, la xilográfica o estampación sobre madera producto de la actualización de esta técnica básica que facilita la proliferación de imágenes en las revistas ilustradas que florecen en el último tercio del siglo. Todas ellas darán paso, al final del siglo, a la fotografía y sus diversas aplicaciones. Tras la obra de Miñano, en 1845 ve la luz el primer tomo de la monumental obra del pamplonica Pascual Madoz, quien en su 16 volúmenes y 12.000 páginas, completa el definitivo Diccionario Geográfico que añade al anterior el término de ‘histórico’ y que en su cuerpo literario tan sólo contó con una ilustración. Apercibiéndose de lo indispensable del adecuado acompañamiento iconográfico vino a ser complementado por la obra cartográfica de Coello, que para la nueva delineación cartográfica que acometió se basó ya no sólo en fuentes locales sino en los primeros ejemplos de mapas impresos debidos a inspiración íntegramente vasca, tal y como desarrollaremos en detalle en el apartado dedicado a su obra. 90 Los primeros artífices Bizkainos Hasta este momento de la historia hemos asistido al juego de la representación ‘por el otro’. Euskal Herria en su conjunto o Bizkaia en particular ha sido reconocida por los ejércitos del rey, ha sido representada en los primeros atlas de forma fragmentaria debida a la pobreza de las informaciones con las que contaban los editores, en todos los casos extranjeros, lejanos al País; ha mejorado su representación al contarse con las informaciones de los naturales cuando la edición se produce en el ámbito de la monarquía española. Sin embargo echamos a faltar la representación de Bizkaia en su conjunto por la mano de un Bizkaino. En este capítulo analizaremos un puñado de ejemplos, todos ellos salvo el último, manuscritos y que cabe atribuir íntegramente, como digo, a naturales del País.
  • 17. 17     De mediados del siglo XVIII, y previamente a los trabajos que coordinará Tomás López en su último tercio, nos encontramos con un ejemplar manuscrito que merita un estudio más detallado. En el propio documento se nos indica que ‘El original manuscrito de que se sacó esta copia estaba hecho en 1749, y parece que por Garma’. La copia que consta en la Cartoteca del Servicio Geográfico del Ejército en Madrid, sin título, refleja algunas de las peculiaridades administrativas del momento, marcando por un lado el territorio del ‘Señorío de Vizcaya’ y, en un mismo nivel representativo, el de ‘Las Encartaciones’, indicándose que ‘La Villa de Orozco y el valle de Llodio, aunque son del Señorío, no tienen unión perfecta’. Finalmente, se apunta que “Parece que faltan las villas de Castro de Urdiales; Placenzia; y las anteiglesias de Hereño, = Meacaur”. 96 El mapa en sí, con extensa representación hidrográfica y pretendiendo acotar las zonas montuosas, aunque sin particular precisión, nos ofrece un detallado repertorio de las entidades de población de Bizkaia, diferenciando ‘Ciudad’, ‘Villa’, ‘Aldea’ y ‘Anteiglesia’. El ejemplar, de una escala aproximada 1:200.000 (43 x 60 cm), es posiblemente una copia del siglo XIX del original que se menciona de mediados del XVIII y fue realizada para la colección de Manuel Rico Sinobas, catedrático de Física y Medicina en el ámbito profesional, pero interesado por la bibliofilia y la cartografía, campos en los que llegó a reunir una espectacular colección de materiales que en la actualidad se encuentran en los archivos españoles. Contemporáneo a Garma, al tratar de la forma de trabajar de Tomás López ya hemos mencionado que se le remitió al menos un ejemplo de Bizkaia en su conjunto. Efectivamente, entre la documentación que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, encontramos un mapa fechado en 1752 titulado ‘Descripción de la costa y principales lugares del Señorío de Vizcaya’. Dibujado a escala, recoge una serie de las más relevantes poblaciones bizcaínas, con particular atención a la ciudad de Orduña, que se rotula íntegramente amurallada; Bilbao, con particular atención a las anteiglesias de su rededor, y ‘Guernica’ con una descripción pictórica del árbol. Evidente producto de un conocedor, se destacan lugares como la colegiata de Zenarruza, ‘San Juan de La Peña’ (por San Juan de Gaztelugatxe) y a la altura del Cabo Ogoño se indica ‘…en este Cabo mataron los Lequeitienses un tigre el año de 1751’. Habremos de entender se trataría de un tigre de mar…67 De la guerra de la convención apenas contamos con imágenes contemporáneas a la misma en los archivos locales, estando pendiente una indagación más amplia en las instituciones francesas. En la vindicación que la villa de Bilbao mandó imprimir en el año 1800 en referencia a los sucesos del anterior año 1793 encontramos en la cabecera de la entradilla de la segunda parte una representación de la entrada del ejército francés en la villa, distinguiéndose claramente la iglesia de San Antón y el puente viejo del mismo nombre. En esta misma línea, existe bibliografía alemana de unos años posteriores en la que se refleja la entrada en Bilbao de las tropas revolucionarias. 93, 94, 95 De la Zamacolada y la cuestión del Puerto de la Paz, suscitada a principios del XIX contamos, desde el punto de vista de representación del territorio, con el casi ignoto plano de Francisco y Juan Solinís, levantado por Orden de 5 de diciembre de 1806, en el que con gran detalle se recoge no sólo el estado de las obras a la fecha sino que se delinea con enorme precisión, a gran escala, el espacio comprendido entre ‘Bolueta’ y ‘Olaviaga’, acompañándolo de gran número de notaciones de diverso interés que entiendo merita un estudio de mayor detalle. En sus grandes dimensiones, hay espacio desde el lugar “donde se entierran los protestantes” hasta la “Carcel publica del Señorio”. 91, 92
  • 18. 18     Avanzando en el tiempo, nos proyectamos hasta el primer tercio del siglo XIX, en la antesala de la primera guerra carlista, para encontramos con el mapa de Casimiro de Loizaga de 1832. Custodiado, al igual que el ya citado de Garma, en la Cartoteca del Servicio Geográfico del Ejército, se trata de un mapa manuscrito de 72 por 48 centímetros cuyo título es “Mapa Del M.N. y M.L. Señorio de Vizcaya Corregido por D. Casimiro de Loyzaga. Año de 1832”. 97 El autor, con toda probabilidad, es el abogado, consultor vitalicio del Señorío de Vizcaya (1816-1840), diputado a Cortes (1820) y senador electo (1839) Casimiro de Loizaga, padre a su vez de quien llegó a ostentar la más alta representación del Señorío, Timoteo de Loizaga, a quien debemos el mapa impreso por Delmas en la siguiente década. Así como tenemos referencia de los estudios topográficos realizados por su hijo, ignoramos si la formación de Casimiro, más allá de la meramente jurídica, le habilitó para el levantamiento topográfico de este mapa aunque más bien nos inclinamos, al mencionarse su autoría como de corrector, que intervino para ordenar la jerarquía administrativa de las distintas poblaciones. Hemos de fijarnos que en la explicación que contiene el manuscrito, más allá de los accidentes geográficos, se recoge con gran precisión la calidad de cada entidad de población, diferenciando de forma exhaustiva: Anteiglesia, Villa, Ciudad, Concejo, Feligresía, Barrio y Feligresia erigida en Anteiglesia pero sin voto en Juntas. Por otra parte, en el propio mapa se delinean con meticulosidad los límites de cada Merindad, Valles y Concejos así como las Divisiones Militares. Las vías de comunicación se muestran de forma muy efectiva por el uso del color rojo, mientras que la orografía se representa de forma torpe por sombreados cuya mayor intensidad corresponde a la mayor altura pero sin ninguna mención numérica. Poco después, durante los enfrentamientos de la primera guerra carlista, proliferaron en el campo militar bosquejos del área de combate, la mayor parte de las veces croquis esquemáticos producto del rápido reconocimiento del terreno y sin mayor calidad cartográfica en cuanto a representación global del territorio. Efectivamente, se mejoraron los anteriores ejemplos de planimetría municipal, lo que resulta muy evidente en casos como el de la villa de Bilbao, particularmente afectada por el sitio al que fue sometida por las tropas carlistas, lo que en definitiva nos proporcionó el magnífico y muy conocido plano de la villa del Ingeniero Goicoechea. De este mismo autor, y fechado en 1837 nos encontramos con un ‘Mapa de la Provincia de Vizcaya’ prácticamente desconocido, también manuscrito, y cuya mención de autoría se atribuye al ‘Académico de Mérito D. Antonio de Goicoechea’. Su vinculación académica ha de serlo a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la que consta su nombramiento en tal condición, en la rama de arquitectura, el 19 de julio de 1829. De su desempeño profesional cabe destacar el que fuera el autor del puente colgante de San Francisco, el original de la canción típica bilbaína (“No hay en el mundo puente colgante más elegante que el de Bilbao”), suspendido por cadenas de hierro y que perduró entre los años 1.827/8 y 1.852. 98, 99 El mapa, a escala aproximada 1:90.000, en su mediana dimensión, pero grande para la época, de 95 por 64 cm., refleja la división administrativa bizkaina. Nos indica las distintas merindades y Valles encartados, señalando igualmente los caminos construidos y los proyectados. Dibuja primorosamente la hidrografía del territorio así como las poblaciones más relevantes, aunque bien es cierto que sin la meticulosidad que se aprecia en Garma un siglo antes pero con una muy superior exactitud geográfica. Respecto al relieve, sencillamente lo omite. No ofrece ninguna pista que permita adivinar la muntuosidad del territorio y así como se esmera en la reproducción de los estuarios
  • 19. 19     de nuestras rías, en absoluto nos ofrece una mención orográfica más allá de la mención escrita, no dibujada, a la ‘Cordillera del Gorbea’ o a algunos de los ‘Altos’ de Urquiola, Campanzar, Sollube, Jata, Banderas, etc… Cabe destacar su explicita mención al puente colgante de Burceña, aquel que conforme a lo indicado por D, Pedro de Alzola, habría sido, en 1822, el primer puente colgante de España. Dentro de esta misma línea de levantamientos topográficos debidos a manos locales, nos encontramos en 1846, ya conclusa la carlistada, con la obra de Timoteo de Loizaga, importante político vizcaíno, nacido en Gernika en 1818, hijo del anteriormente mencionado Casimiro de Loizaga. Timoteo llegó a ocupar el cargo de Diputado General en 1848, siendo nombrado Senador del Reino en 1872, completando su carrera política como alcalde de Gernika. Durante la primera guerra carlista decidió alistarse con los carlistas, en oposición a su padre, Casimiro, que continuó en su puesto de consultor y dirigente de la Diputación Foral de Bizkaia. Timoteo fue destinado a la compañía de Ingenieros de guarnición en Arrasate, donde podemos imaginar se formó en las bases de los levantamientos cartográficos pues una vez acabada la contienda se habría dedicado a preparar planos de las distintas localidades del Señorío, formando finalmente en el año 1846 el ‘Mapa Topográfico del M.N. y M.L. Señorio de Bizcaya’, que, a diferencia del mapa manuscrito de su padre, fue editado por la casa editorial de J.E. Delmas. Se trata de una excelente representación de nuestro espacio y en todo caso el primer mapa impreso del Señorío cuya autoría cabe atribuir a un bizkaino. 100 Juan Eustaquio Delmas, impresor oficial del Señorío de Bizkaia de 1852 a 1884, además de escritor y dibujante, encargó el litografiado de este mapa a Gratia, un poco conocido grabador francés del XIX. La publicación a la que estaba destinado el mapa era la obra cumbre de esta casa editorial, su ‘Viaje pintoresco por las Provincias Vascongadas’. De generosas dimensiones (48 por 72 cm) para tratarse de un impreso destinado a ser incluido en un libro y a la aproximada escala de 1: 128.000, este mapa topográfico de Bizkaia señala, de forma sencilla, las merindades que conforman el Señorío, así como las entidades de población, los valles, las ermitas, edificios de interés, caminos y límites. El relieve se presenta utilizándose el sistema de sombreado por puntos, sin llegar a percibirse de manera realista la altimetría del territorio. Como veremos a continuación, el belga Carlos Collette publicará en 1848 un Mapa Geológico de este Bizkaia para el que utilizará como referencia este mapa de Loizaga. El 25 de agosto de 1847, con ocasión de la publicación de su ‘Viaje Pintoresco por las Provincias Vascongadas’, Delmas e Hijo dirigen comunicación a la Diputación destacando la precisión de este mapa: “… el más exacto y correcto de cuantos han visto la luz hasta el día…”, poniendo de manifiesto haberse grabado “ en la corte del vecino reino…” con un gran desembolso al que habría de sumarse que por cada ejemplar habrían satisfecho a la Hacienda Nacional 5 reales, habiéndose abierto la plancha “…con gran precisión y exactitud…y se persuaden de haber hecho un servicio al suelo que les da asilo…”. Consiguen el fin que venían persiguiendo pues el Decreto de la Diputación suscrito por Novia de Salcedo el 26 de agosto de 1847 recoge que “ en prueba del aprecio que merece a esta Diputación General ….la publicación del esmerado trabajo…cuya utilidad no puede desconocerse, lo admite con agrado bajo sus auspicios…”, ordenándose finalmente la adquisición de 40 ejemplares, con lo que la obra se constituye de alguna forma en la representación oficial del Señorío y, como queda dicho, el primer ejemplo impreso debido a manos de naturales del País. Sin embargo, como veremos inmediatamente, no es todavía el mapa topográfico definitivo del territorio, sino un eslabón más en la larga historia de su representación. 102, 102 bis
  • 20. 20     Sin solución de continuidad, la casa Delmas publicará en 1848 el ‘Reconocimiento geológico del Señorío de Vizcaya’, del ingeniero belga Carlos Collette. Se trata del primer trabajo de este orden llevado a cabo en nuestro territorio, al tiempo que es también la primera obra de esta naturaleza del entonces joven Collete. El autor nos señala en la introducción de su obra que al iniciar sus estudios sobre Bizkaia carecía de mapa geográfico que mostrase las ‘varias y numerosas alturas’, y los que pudo proporcionarse en nada se parecían a la verdadera topografía del país, no pudiendo por tanto tomarlos como base en los que consignar sus observaciones geológicas. Collete era perfecto conocedor del mapa de Loizaga, tanto por lo reciente de su publicación como por haberse editado por la misma casa Delmas, pero pone de manifiesto que adolece de faltas en cuanto ‘a la situación y disposición relativa de los montes’, aún siendo de una exactitud ‘infinitamente mayor que los anteriormente publicados’. Este ‘Reconocimiento geológico’ se acompañará de un ‘Mapa Geológico del Señorío de Vizcaya’, y se constituirá en una valiosa fuente de información para los promotores de las empresas mineras que se desarrollarán en la segunda mitad del siglo y que algo más adelante, como veremos, obligarán a un espectacular desarrollo en la cartografía geológica de la mano de Adán de Yarza. 103 Bizkaia y la introducción de la cartografía terrestre científica en España. El Atlas de Coello. Como quedó dicho al referirme a la familia Cassini, a mediados del siglo XVIII se publica en Francia el primer mapa topográfico nacional construido con el apoyo de una red de triangulación. Con ello la reproducción del territorio gana en fiabilidad, la posición relativa de cada punto por fin se aproxima a la que verdaderamente ocupa en la realidad, y los espacios, en su conjunto, reflejan de un modo exacto su configuración real. Si en el ámbito estrictamente local ya hemos visto que contamos con algunos ejemplos destacados, lo cierto es que en todos los casos se carece de una base científica, que en ese momento histórico tan sólo puede impulsarse a través de la iniciativa estatal. Y en ámbito de la monarquía española, ya podemos adelantar que la génesis de una empresa de esta naturaleza se demoraría todavía durante un siglo pues si bien se había avanzado en la medición de las costas a través de la empresa de Tofiño, desde las aportaciones de López en el último tercio del XVIII hasta el inicio de los trabajos del Mapa Topográfico Nacional de España en el último cuarto del siglo XIX transcurriría el siglo, no concluyéndose de hecho los trabajos de este Mapa Topográfico hasta el último tercio del XX. En el ínterin, se encuentran algunos solitarios ejemplos que intentan colmar esta laguna en el campo de la cartografía terrestre y que, por extensión, se preocupan de la representación de Bizkaia. El más destacado de estos intentos será el protagonizado por el andaluz de Jaén D. Francisco Coello de Portugal, militar de profesión, nacido en 1822 y que ya en la década de los 40 consta como colaborador del pamplonés Pascual Madoz en la doble empresa editorial del ‘Diccionario Geográfico, histórico y estadístico de España’ y su aparato gráfico: el ‘Atlas de España y sus posesiones de ultramar’, en el que nos detendremos a continuación, por tratarse, como va dicho, del primer ejemplo de cartografía con base matemática de Bizkaia. 104 Coello, excedente del ejército desde 1866, funda en 1876 la Sociedad Geográfica de Madrid, consagrando su vida a los estudios geográficos y planificando su atlas, la escala de cada una de sus hojas, a la división provincial de Javier de Burgos (1833) y del condicionante impuesto por la decisión de imprimir cada una de ellas en una sola hoja de algo más de un metro de anchura. La escala seleccionada como común para todas
  • 21. 21     ellas, salvo las extra peninsulares, fue la de 1:200.000. Junto a la descripción territorial se acompañan en casi todos los casos planos tanto de las poblaciones más importantes de cada provincia, lo que en muchas ocasiones se constituye en el primer plano impreso de la localidad en cuestión, como mapas a escala más detallada de los enclaves más poblados o los contornos de las poblaciones más relevantes. Alrededor de los mapas y planos encontramos en apretada pero muy legible caligrafía las notas geográficas de Pascual Madoz, aportando las características estadísticas e históricas del espacio cartografiado. El meridiano origen fue el del observatorio astronómico de Madrid y para las coordenadas geográficas se utilizaron los vértices de triangulación medidos por Tofiño en las costas y, allí donde existían, los del Estado Mayor del ejercito español así como los del Depot de la Guerre francés. Donde no había triangulaciones las realizó el propio equipo de Coello. A falta de datos altimétricos, el relieve se representó por curvas de configuración, cuyo aspecto se asemeja al de las actuales curvas de nivel pero que en realidad carecen de su precisión. Inicialmente se decidió que la tirada de cada mapa fuera de 2.000 ejemplares y aunque la obra reciba el nombre de atlas, no nos encontramos ante un volumen encuadernado sino ante un mero conjunto de mapas, grabados al acero casi en su totalidad por profesionales franceses. Como curiosidad, indicaremos que se conoce que las planchas fueron finalmente achatarradas en 1910. No me extenderé en las vicisitudes de la obra en su conjunto. El mapa de ‘Vizcaya’ se publicará en 1857, tras el de ‘Madrid’ de 1847 y los de ‘Alava’ y ‘Guipuzcoa’ en 1848, y aunque el mapa se inserta en la obra de Coello, lo que resulta indudable es que resulta deudor de la figura de D. Victor de Munibe, XII Conde de Peñaflorida, natural de Markina y nieto del fundador de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Diputado y Alcalde de villa natal, e indudablemente de formación científico matemática pues el propio Coello señala que “… la mayor parte del mapa de la provincia y casi todos los planos particulares, han sido levantados y formados por D. Victor de Munibe”. Asimismo Coello nos indica que Victor de Munibe habría ejecutado las operaciones trigonométricas para la situación de los puntos más secundarios en los mapas a escala 1:100.000 (contornos tanto de Bilbao como de Marquina). 105 Como prueba de la exhaustividad que se pretende, Coello nos recordará que para este levantamiento de ‘Vizcaya’ se habrían consultado más de 600 planos diferentes, fundamentalmente los reconocimientos militares producto de las recientes guerras. Nos encontramos por tanto ante el primer ejemplo de cartografía moderna, no limitándose a una descripción más o menos afortunada de la fisonomía geográfica, sino recogiendo exhaustivamente los usos del territorio, sus frutos, su organización administrativa y judicial. El mapa principal, de presencia oscura a la vista por la técnica utilizada para la representación de las alturas, está orlado por un detalladísimo texto describiendo en detalle el Señorío. En el apartado histórico, al que tan sólo se dedican las últimas nueve líneas se menciona la ‘insurrección’ que en 1804 generó la ‘construcción de un puerto más debajo de Bilbao’, prueba de que cincuenta años más tarde todavía se guardaba viva memoria del aquel acontecimiento que hemos ilustrado en otra parte de esta obra.
  • 22. 22     Junto a todo ello, se incorporan los planos particulares de ‘Marquina’, ‘Ondarroa’, ‘Lequeitio’, ‘Valmaseda’, ‘Guernica’, ‘Bermeo’, ‘Durango’ y ‘Bilbao’, así como los contornos de esta última población y de la villa natal de Munibe. En todos ellos, en su gran escala del 1:5.000 al 20.000, cabe apreciar la antesala del proceso urbanizador que se iniciará en el último cuarto del siglo y que continuará imparable hasta nuestros días. 106, 107 Para estimar la importancia de estos mapas que abren finalmente nuestro territorio a la tradición científica, resulta oportuno señalar sus diferencias con la obra que vinieron a sustituir en la práctica, esto es, los mapas de Tomás López. Los mapas de éste parecen más condicionados por el tamaño que por la escala, de forma que tal y como ya quedó dicho no cabe considerarlos como una serie que pretenda representar homogéneamente el territorio. Si bien la obra de Coello quedó inconclusa a escala peninsular, si cabe apreciar esta argumentación en lo relativo a nuestro espacio geográfico. Desde otros puntos de vista cabe indicar que en la obra de López el meridiano origen es cambiante, utilizando tanto el Pico del Teide como la isla de Hierro. A pesar de su profusión toponímica los mapas de López carecen de altimetría, con una representación aleatoria y antigua del relieve, fiando la representación al arte antes que a la concreta representación de la realidad. Por el contrario, cabe reconocer que la primera impresión de la obra de López es “más limpia”, de más fácil lectura que la de Coello, que se ve condicionada por el estado de la técnica en cuanto a la representación de la altura y que con su acusado sombreado dificulta la lectura de la toponimia ofreciendo una apariencia en extremo oscura y que tan sólo se resolverá con las técnicas que finalmente se apliquen en el Mapa Topográfico Nacional de España que inicia su publicación a partir de 1875. La cartografía de Coello fue ampliamente utilizada por otros autores y aun hoy en día, sobre todo a través de sus planos complementarios, es la imagen que acompaña de forma natural los estudios de este periodo sobre las poblaciones representadas. 2 Coetáneo a Coello y en la pequeña escala de las últimas aportaciones mencionadas, cabe citar la obra del cartógrafo francés Auguste Henri Dufour (1798-1865), quien a partir de 1838 publicó el ‘Atlas Nacional de España’, conteniendo mapas de todo el estado a escala 1:555.555, grabados en Paris por A. Lallemand y con distintas ediciones hasta ya muy avanzado el siglo. La hoja dedicada a Euskal Herria se titula ‘Mapa de Navarra y Provincias Vascongadas con las nuevas divisiones’, refiriéndose a las nuevas divisiones provinciales de 1833, que ya observamos constituían un motivo de atención para los gestores de lo público. 110 Bizkaia y la cartografía comercial de la segunda mitad del siglo XIX                                                                                                                           2   No es este el único ejemplo que nos ha legado Coello. En 1860, para acompañar al opúsculo titulado “Instrucción sobre el eclipse de sol que ha de verificarse el 18 de julio de 1860”, publica un curioso mapa de la ‘Zona de España con la sombra del eclipse total de sol que tendrá lugar el 18 de julio de 1860’ que en su pequeña escala de 1:2.000.000 delinea con enorme precisión nuestro espacio, hasta el punto de presentar incluso la altitud de la ‘Peña de Gorbea’ en 1537 metros. En 1874, en fin, publicará el mapa de las ‘Provincias Vascongadas y Navarra’, en escala 1:400.000, conteniendo una abundante toponimia y destacando los límites de partidos judiciales. Representa en este caso de manera completa la red hidrográfica, proporcionando asimismo acotación de alturas y denominación de los principales montes y puertos de montaña. 108, 109  
  • 23. 23     Si ya en la primera parte del siglo se había asistido a un principio de divulgación geográfica a través de la publicación de los primeros diccionarios geográficos (Miñano, Madoz) y a la edición de atlas acompañados de descripciones y estadísticas (Coello, Dufour), en la segunda mitad del siglo XIX, paralelamente a la actividad oficial y tras los primeros balbuceos de la actividad cartográfica propia, se asiste a la publicación de una serie de atlas comerciales, de escala provincial, que dan respuesta a las crecientes necesidades de una burguesía emergente y a la mejora global en la educación. Estas obras aparecerán en el mercado español de forma paralela a las de las instancias gubernamentales ya mencionadas y con escalas muy inferiores a las utilizadas en la cartografía oficial pero aportando un punto de pintoresquismo del que carece ésta. Dentro de la actividad cartográfica de esta índole privada, entre otros autores a reseñar, nos encontramos con el ‘Atlas de España de Bachiller para los establecimientos de educación’, obra impresa en los talleres de litografía de Bachiller, compuesta por los distintos mapas provinciales, a muy discreta escala, y que se publica entre 1838 y 1858. Con características similares, a mediados de siglo tenemos a Jose Antonio Elias, quien había publicado un atlas a escala ligeramente superior al 1: 700.000, tomando como base para el perfil de las costas el trabajo de Tofiño. La obra fue grabada por Alabern, no aportando particular novedad a la representación de nuestro territorio. En esta misma línea de soporte de la enseñanza el editor Miguel Grilo publicó su ‘Atlas geográfico de España’, junto a noticias históricas de sus provincias. Utiliza la técnica litográfica y ofrece la pequeña escala de 1:910.000, lo que nos da idea del destino más básico al que iba dirigido. 125, 126 En el año 1870, grabado asimismo por Alabern y editado por la famosa casa catalana de Gaspar y Roig, se publica el ‘Atlas Geográfico de España’ de un antiguo colaborador de Coello, Martín Ferreiro, que a pesar de su discreta escala (1:770.000) mejora la información de sus predecesores. Contiene 58 mapas coloreados en límites, y compendia la información que este autor venía publicando desde 1864. Otra iniciativa editorial semejante es la destacada obra de Emilio Valverde y Alvarez, autor del ‘Atlas geográfico descriptivo de la Península Ibérica, Baleares y canarias y Posesiones de Ultramar’, publicado en 1880, litografiándose cada provincia a escala 1:750.000 y acompañando cada mapa de un amplio aparato descriptivo. 127, 128, 128 bis Todas estas obras responden a un mismo patrón, reservando una hoja para cada provincia. Su escala es muy reducida y su pretensión meramente divulgativa o de auxilio a la educación y en absoluto se pretende ofrecer materiales para la gestión administrativa del territorio. En el último cuarto del siglo asistimos al retorno de los mapas iluminados pero, gracias al avance tecnológico que permitió la edición de litografías en color, evitando la costosa aplicación manual del color al estilo de las casas editoriales del diecisiete por lo que aun constituyendo obras suntuosas por su tamaño y precio ahora podían ser adquiridas por una base más amplia de público. La más característica de las obras de este estilo la debemos a Francisco Boronat y Satorre quien alrededor de 1870 publicó su ‘España Geográfica Histórica Ilustrada’, que dedicaba una doble pagina (50 por 68 cm) a cada una de las provincias. En la zona central se inserta el mapa provincial, litografiado en color por la diestra mano de J. Reinoso, en escala 1:556.000, acompañando a los lados de cada uno de ellos una reseña histórica y geográfica del territorio representado. Bajo el mapa, que ocupa el lugar central de la hoja, se incorpora una vista a distancia media de la capital provincial. Coronando el conjunto, a modo de frontón, Boronat incorpora una
  • 24. 24     vistosa composición que junto a caracteres que se repiten en todas las estampas particulariza cada hoja con el escudo de la provincia correspondiente flanqueado por dos personajes ataviados con los trajes típicos. La obra, aunque no innove en el apartado topográfico, cumple de manera brillante con el objetivo divulgativo de este tipo de empeños editoriales, al tiempo que inicia la serie de lo que hoy en día podríamos denominar ‘libros de mesa’, que por su colorido y atractiva maquetación se hacen agradables de hojear más allá de su componente técnico. Para Bizkaia diferenciará los partidos judiciales aplicando distintas tonalidades de color, y como imagen de referencia utilizará el Arenal visto desde la trasera del teatro Nuevo, antecesor del actual Arriaga. 129 En los albores del siglo XX, Alberto Martín publicará la obra del ingeniero Benito Chias. Acompañado de descripciones y estadísticas de las distintas provincias, la ‘España Regional’ recopiló la sección cartográfica, en dos tomos a todo color, dedicando uno de ellos a los mapas de las diversas provincias, acompañados de sus respectivos escudos, mientras que el otro recoge los planos de las capitales de provincia que como continuación de la obra de Coello sirven de base a los estudios urbanos de nuestro pasado más cercano. Obra de particular calidad editorial es de destacar la magnífica plancha que a tamaño folio encuaderna la obra. De la misma casa editorial y autor encontramos el ‘Atlas Geográfico Pedagógico de España’ en el que junto a ejemplos provinciales del mismo cuño que el reseñado se presentan mapas mudos de base topográfica, hidrográfica o itineraria con el fin de que el alumno pueda ir situando los nombres de las diversas poblaciones, ríos o caminos. 130 A lo largo del siglo, y junto a los ejemplos mencionados existe una literatura descriptiva de los enfrentamientos carlistas que en ocasiones acompaña el bosquejo literario de cartografía que ya reconoce el espacio cultural vasco. En esta línea cabe mencionar las obra de Guillermo Von Rahden o de Alphonse de Barrés du Molard cuyos aparatos gráficos, alrededor de 1840, nos muestran nuestro espacio geográfico si bien integrado en el ámbito mayor de Euskal Herria. 111 Todo el siglo XIX es pródigo, por tanto, en ilustraciones. Obras de carácter ya más genérico, la "Galería Militar Contemporánea", el "Album del Ejercito Español" o la "Historia de la Marina Real Española" recogen en todos los casos imágenes de nuestras poblaciones. Producto de esta popularización de la imagen, se inicia la amplia difusión de revistas ilustradas que ya desde el extranjero (‘Illustrated London News’, ‘The Graphic’, ‘Le Monde Illustré’) o desde la Península (‘La Ilustración Española Americana’) incorporarán a cualquier noticia de relevancia su apéndice gráfico. Esto tendrá particular relevancia en la última contienda carlista que nos proporcionará imágenes de hasta las menores localidades del País en una anticipación de lo que ya el siglo de la fotografía, el XX, nos habría de deparar. En España, sin embargo, la tradición estrictamente paisajística, tanto en la pintura como en la obra gráfica, ha sido escasa, aunque en este siglo XIX contamos con alguna obra pareja a sus equivalentes extranjeros. Los dos grandes autores de la estampa española romántica y pintoresca serán Francisco Javier Parcerisa, quien no se acercó al País Vasco, y Genaro Perez de Villaamil, quien nos legó una obra monumental, que sí recoge multitud de vistas de nuestro entorno. Con el título "España Artística y Monumental. Vistas y Descripción de los sitios y monumentos más notables de España", fue publicada en París en tres volúmenes, editados entre 1842 y 1850. Esta publicación quedó conformada por un total de 36 cuadernos, en los tres tomos citados, recogiendo 48 estampas por tomo. El dibujo se debe al propio Villaamil y para el litografiado se
  • 25. 25     contrata a los más reputados especialistas de la época (talleres de V. Adams, Lemercier, etc.) Se conocen con cierto detalle las peripecias de la visita de Villaamil a Bizkaia. Salió de París a finales de Agosto de 1844 y entró en España por Fuenterrabía, pasó por Irún, Tolosa y Azpeitia llegando a Bilbao a mediados de Septiembre. Producto de este viaje son diversos bocetos que sirvieron de base a las cuatro magníficas estampas que dedica a Bilbao. 112, 113 Es esta misma línea romántica se inscribe la obra de Pedro López de Castro (Madrid 1823-1902), diplomático español que pasó largas temporadas en el balneario de Alzola. Su obra gráfica, verdaderamente inspirada y plasmada tanto con belleza como con maestría, se dio a la imprenta en 1853 en forma de álbum de litografías titulado "Paisajes y Vistas de España". Compuesto de dos docenas de estampas, dedica una serie de ellas a Bizkaia, centrándose en Bilbao pero ofreciéndonos también imágenes de Portugalete, Lekeitio y Urquiola. Son vistas generalmente centradas en rincones bucólicos, alejadas del fragor de la vida urbana, a las que impregna de un fuerte espíritu romántico. 114, 115 A mediados del siglo XIX, transcurridos tres siglos desde la aparición del ‘Civitates’, es cuando encontramos un esfuerzo editorial de carácter local. Casi simultáneo a la aparición de la primera cartografía terrestre de impulso exclusivamente propio, en 1846 se ofrecen a la imprenta dos obras que vienen a competir entre sí. Nos referimos a las obras promocionadas por Juan Eustaquio Delmas y Adolfo Pean. Delmas, nacido en 1820, se constituyó en el referente cultural de la vida bilbaína a los largo del siglo XIX. Trabajará en la imprenta y librería familiar tras su periodo de formación en la parisina Soborna donde a la par que los estudios de derecho aprendió dibujo de paisaje así como técnica litográfica, esto último en el reconocido establecimiento de Engelmann. Titulará su obra "Viaje pintoresco por las Provincias Vascongadas", siendo preparada para su entrega por fascículos, quedando desgraciadamente inconclusa habiéndose publicado tan sólo las estampas relativas al Señorío de Bizkaia. Las litografías se deben a la propia mano de Delmas y a Dallo Bargue. En este ’Viaje’ recorremos la práctica totalidad de la geografía bizkaina, desde Bilbao, en el que se repasan sus más modernos edificios hospitalarios o teatrales hasta Orduña, pero prestando atención a localidades de las que hasta ese momento no se conocían antecedentes gráficos: ‘Dima’, ‘Munguia’, ‘Sodupe’ o ‘Valmaseda’. 116, 117 Coetánea a esta obra de Delmas tenemos a su competidora, la "Revista Pintoresca de las Provincias Bascongadas....", que se trata al igual que la anterior de una publicación en fascículos que se inserta en la corriente de este tipo de obras de carácter ya más descriptivo y menos romántico o pintoresco, tal vez por la menor calidad artística de sus promotores. Esta ‘Revista’ será editada por Adolfo Pean e impresa por Adolfo Depont. En este caso si se completa el recorrido por la actual Comunidad del País Vasco a través de 56 litografías, que lejos de centrase exclusivamente en las grandes capitales recogen la fisonomía urbana de las localidades de dimensiones medias, dedicando más de treinta de las imágenes al entorno bizkaino mostrando en muchos de los casos, al igual que en la obra de Delmas, lugares nunca antes reflejados en la imprenta. 118 En paralelo a los atlas comerciales y la producción meramente paisajística, el enfrentamiento bélico de la segunda mitad del XIX forzó el imprimir visiones más globales del área de conflicto que ya en la segunda carlistada cristalizan en algunas visiones del conjunto de las ‘Provincias Vascongadas y Navarra’ a escalas ya tan