El documento discute la importancia de los enfoques complementarios como la neuroimagen, la genética y los estudios longitudinales para comprender mejor el comportamiento antisocial y la agresividad. Señala que alrededor del 50% de la variabilidad en el comportamiento antisocial se debe a factores genéticos y destaca las investigaciones sobre las alteraciones estructurales en áreas cerebrales como la corteza prefrontal asociadas a la violencia. También resalta la relevancia del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y la respuesta