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TENER FE AUN EN LAS DIFICULTADES.
“En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes,
Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla,
mientras el despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas a
orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el
viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el
agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es
un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida:
“Tranquilícense y no teman. Soy yo”.
Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el
agua”. Jesús le contesto: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a hundirse y
gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y
le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca
se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.
1.- Muy queridos amigos:
Mucha gente piensa que el acercarnos a Dios nos hace inmunes a las
dificultades. Y se encuentran en un error.
Todos los bautizados, y aún los mismos sacerdotes y consagradas
tenemos que enfrentar en algún momento de la vida distintas
circunstancias que suelen ser difíciles: la muerte de un ser querido, la
enfermedad que postra en el lecho, el hambre, el desempleo, la soledad, la
injusticia, la persecución...
El que una persona ingrese a un grupo apostólico o vaya a una experiencia
de retiro no le alejará de los problemas, no le vacunará contra las
dificultades, no le aislará de la incomprensión o de situaciones difíciles en
la familia. Todos nosotros padecemos tanto por las tormentas externas
como por las internas. Se trata del mismo Dios que ha querido hacer salir
su sol sobre justos e injustos y caer su lluvia sobre buenos y malos, el que
tampoco ha querido mantener aislados a sus hijos. La tormenta la vivimos
todos. Todos sufrimos la tempestad, porque todos viajamos en el mismo
mundo.
3.- A nivel descriptivo, una tormenta es un fenómeno según las leyes de la
naturaleza. A nivel simbólico pero muy real, se trata de la situación
existencial del hombre sólo ante las potencias del mal, cuyas expresiones
bíblicas son el mar embravecido y el viento contrario, utilizadas para
predecir adversidades.
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Sin embargo, la tormenta se convierte en la ocasión precisa en la que Dios
exige de los hombres la fe práctica, a través del abandono confiado. En la
tormenta se presenta, el mejor momento, para que los apóstoles den
testimonio de la fe del corazón que se ha profesado con los labios.
4.- La barca de san Pedro se asemeja a nuestra vida. La existencia
cristiana se desarrolla en la mar-océano del tiempo y del espacio, pero
espera finalizar su ruta en la eternidad. Mientras navegamos, en ocasiones
el mar de la vida es manso y, en otras, se manifiesta furioso y violento.
Nuestra nave, en algunos momentos, lleva el viento en popa y, en otros, se
azota amenazador contra la proa. Se trata de la mar de la vida que, en
ocasiones, se porta avaro y, en otras más, en su generosidad, pareciera
vomitar los peces, sin que se le exijan.
5.- Se trata también de nuestra propia fe que se ha visto aumentada al
contemplar el poder de Cristo en la multiplicación de nuestros cinco panes
y nuestros dos pescados. Una fe que no debería amilanarse por un simple
temporal en altamar, un temporal de los muchos que ha vivido cualquier
pescador. No se debería tener miedo, si se está consciente de que, es el
Señor mismo, quien nos protege.
El mar embravecido, el temor y la duda que se generan ante la situación
difícil se convierten en el necesario sinodal de nuestra fe en Jesucristo.
6.- Para la Sagrada Escritura, la fe es la fuente de toda la vida religiosa.
A ese designio que Dios ha realizado en el tiempo, los hombres debemos
corresponderle con la fe.
Recuerda que la fe tendrá, a lo largo de la travesía de nuestra vida, esas
pruebas que le pueden servir para que se fortalezca: ¿Sabes? ¡Siempre he
considerado que una fe sin crisis es una fe infantil, que una fe en crisis es
una fe adolescente; pero que tener una fe a pesar de nuestras crisis es
realmente una fe adulta!
Las crisis digamos que forma parte de la verdadera fe. Sin las crisis la fe no
puede madurar, no puede crecer. La verdadera fe en Dios, será esa
nuestra capacidad de afirmarnos y abandonarnos durante las crisis de la
vida, y es entonces que viene el crecimiento. No debes olvidar que en el
momento en que se deja de crecer se empieza a morir.
Los momentos difíciles no hay que inventarlos. Las crisis de la fe se dan en
la vida de todos: el aparente silencio de Dios, la persistencia del mal, la
impopularidad de la misma fe, nuestras frustraciones de todos los días, los
cansancios,... Ahí es donde la fe se consolida o se derrama, pues la
llevamos en recipientes de barro. Dice San Agustín: “¿De qué te sirve creer
con la voz en Aquél que niegas por las obras?”
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7.- Es bueno que comprendamos que, lo importante en nuestra vida será
mantenernos siempre fieles a Dios y, entender que, así como en un
matrimonio cristiano se espera que el amor puro de una persona se
manifieste en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la
enfermedad, en los momentos buenos y en los momentos difíciles; de la
misma manera, en nuestra vida cristiana y en la estrecha relación con el
Señor, al que amamos y que nos ama, debemos aprender a mantenernos
fieles, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la escasez, en
los días intensamente iluminados y los días profundamente oscuros,
cuando la vida nos favorezca y aún en los momentos de dificultad, en los
días gratos y en los que aparentan ser ingratos.
¡Compréndelo! Tú que contemplas la vida de los esposos, sabes y estas
convencido de que: Estar con quien se dice que se quiere cuando la vida te
sonríe, ¡eso es relativamente fácil! Estar con quien uno dice que ama
cuando se está en plenitud de vigor, ¡eso es relativamente fácil! Estar con
la persona amada cuando tienes algunos billetes en los bolsillos, ¡eso es
relativamente fácil! Pero..., estar con quien dices querer cuando la vida
parece haberte volteado la cara, ¡se llama fidelidad! Estar con quien dices
amar cuando se presenta la enfermedad y cuando nuestra humanidad
experimenta las huellas del tiempo, ¡se llama fidelidad! Estar con la
persona amada cuando no se tiene una sola moneda en el bolsillo, ¡se
llama fidelidad! y, será entonces, cuando el amor se manifiesta en toda su
pureza. Fidelidad es el nombre que el amor toma cuando los años pasan.
8.- De la misma manera, nuestra relación con Dios debiera proclamar la
fe en Él, ¡Y nuestra fidelidad! No tan sólo en el triunfo sino también en el
escándalo, no tan sólo en la aceptación sino también en el rechazo, no tan
sólo en el aprecio sino también en las situaciones que pudieran suscitar
nuestro desprecio.
9.- Recuerda que, cuando el Señor Jesús multiplicaba los peces y los
panes, había demasiada gente en su entorno; cuando curaba a las
personas, la gente se le agolpaba; cuando repartía bienes a los hombres,
la gente le salía al encuentro; pero cuando sobreviene el dolor, la condena,
el desprecio, el aparente fracaso, el sufrimiento y la muerte, la mar
embravecida la gente se dispersa, huye y le niega…
10.- Para los cristianos vivir es creer, es decir, dar crédito, aceptar,
esperar lo que no se ve todavía y darle tiempo al tiempo, para que se nos
vaya descubriendo.
En las decisiones más importantes de nuestra existencia, la razón nos
ayuda, pero nunca basta,... en ocasiones nos llega a ubicar de forma
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excelente en dónde estamos que nos empezamos a hundir ¡tal como le
sucedió a san Pedro!
Los cálculos más reflexivos han de complementarse avalados por la fe y la
esperanza. Estas virtudes serán siempre la garantía de alcanzar lo que uno
sueña. Es aquí en donde la esperanza y la fe fortalecerán nuestras
convicciones y encauzarán nuestras emociones.
11.- Hoy, Jesucristo en el Evangelio nos recrimina nuestra incredulidad.
La vida no cambia en la cercanía con Dios, quienes cambiamos somos
nosotros y se nos capacita para que vivamos la existencia de una forma
distinta. La fe cristiana nos dice que la muerte no es el final; para el
creyente la enfermedad y el dolor adquieren matices salvíficos; para el
cristiano es en el medio de las dificultades en donde surge el brillo de la fe
y la esperanza.
12.- Nosotros, hemos aprendido que Dios no quiere el dolor, la muerte, la
enfermedad, la soledad y el abandono, de tal manera que lo mismo que
nos hace sufrir a nosotros, fue lo mismo que hizo sufrir a Cristo.
Comprendemos ahora, que no debemos poner un signo de interrogación a
aquellas situaciones en las que Dios le ha puesto un punto final.
13.- ¡Querido padre de familia!
Hoy, es el tiempo necesario para educar en la fe a la familia. Pero recuerda
que tu hijo necesitará siempre de la palabra y del ejemplo de la fe cristiana.
De no presentarse los colores cristianos en el óleo de la vida de tus hijos
sobrevendrán otras tonalidades indeseadas a ocupar esa superficie del
suave lienzo.
Como sacerdote he llegado a tener una convicción: El hombre que puede
sobreponerse a cualquier adversidad que las eventualidades y la
incertidumbre de la vida le depare, no es precisamente el que halla crecido
significativamente en lo físico, ni el que se haya erguido académicamente y
tenga en sus paredes una gran cantidad de diplomas. Estoy convencido de
que el hombre que puede sobreponerse a cualquier tormenta de la vida
será aquel que tenga a Dios en su corazón, el hombre de fe.
Es muy cierto que el progreso humano, que pueden obtener tus seres
queridos en las aulas, les hará mirar siempre hacia-adelante; sin embargo
es solamente la fe la que les ayudará a mirar hacia-arriba, sobre todo en
esos momentos en que al mirar hacia-adelante no les sirva para nada.
El que Dios se haya subido a nuestra barca no será nunca una señal de
una travesía tranquila, sino que es señal de que a pesar de las
adversidades podremos arribar felizmente al puerto de la eternidad.
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TORMENTAS EN LA VIDA.
“En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes,
Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla,
mientras el despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas a
orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el
viento era contrario.
1.- Nunca he podido olvidar una historia que escuche hace algunos
años, cuando siendo un niño Conchita, una catequista, nos preparaba para
que recibiéramos la Primera Comunión:
“Cuentan que hace años, Dios decidió bajar a la tierra, para percatarse de
cómo andaban las cosas, viéndolas y sintiéndolas tan de cerca como los
mismos hombres. Decidió vestirse con una hermosa indumentaria blanca y
entrevistarse con el hombre más inteligente de una gran comunidad de
granjeros.
Los sabios de aquella región escogida por Dios dialogaron entre ellos, a fin
de designar a uno entre los mismos para la gran entrevista, que se llevaría
a cabo en la cima de la montaña más cercana. Se eligió a un granjero viejo
y sabio al cual le encargaron algunos cuestionamientos para ser
planteados al Divino Creador. Aquel anciano se armó de valor, y se acercó
a aquella intensa luz blanca donde estaba ubicado Dios nuestro Señor.
Dios, en tanto, le esperaba pacientemente y estaba interesado en lo que
aquel hombre le plantearía. Una vez frente a él, aquel hombre, con voz
nerviosa, empezó a decirle:
-Puede ser que tú seas Dios y que hayas creado este mundo.
Probablemente has hecho todas las cosas bien, pero por lo que yo he
aprendido en los campos, tú no sabes nada de agricultura; ¡qué bueno que
has bajado a la tierra para enterarte!, porque tienes cosas que aprender y
que sólo tú puedes rectificar.
-Con gusto me pongo a tu disposición - afirmó Dios-. Escucharé tus
consejos y todo lo que tú enseñes me será de utilidad- le dijo con una
sonrisa.
-Yo creo - contestó el anciano- que hay muchos errores en eso de los
ciclos de la luna, el sol y las estrellas; en lo referente a las tempestades y a
los terremotos, pero para no abrumarte, los sabios de mi pueblo sugieren
que nos des el tiempo de un año, y que las cosas se hagan a nuestra
manera. Veremos lo que pasa, estamos seguros de que al corregir eso,
nadie en el pueblo padecerá pobreza.
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- Y, ¿Qué es lo que piden? - preguntó el Altísimo.
-Que en estos doce meses no haya truenos, ni nubarrones, ni ventarrones,
ni plagas, ni demasiado calor, ni demasiado frío. Queremos que todo sea
confortable en la tierra, perfecto para el trigo, los naranjales y las flores.
Dios estuvo de acuerdo con las peticiones y condiciones del granjero.
Así sucedieron las cosas. Con el curso del año todo se fue cumpliendo. El
clima fue confortable, cómodo, a favor; el sol cálido, la lluvia dulce y
mansa, todas las cosas eran lógicas y perfectas, y,... el trigo y las plantas
crecían mucho más que en años anteriores.
Al término del plazo, Dios se presentó en los campos del granjero. Éste
estaba orgulloso y le dijo:
-¡Mira, Señor, cómo van de bien las siembras! Observa y toma consejo
sobre lo que verdaderamente son buenas cosechas. Esta vez los frutos de
todos los granjeros sí valdrán la pena, por muchos años tendrán abundante
comida aunque ellos no trabajen.
Pero llegó el tiempo de levantar las cosechas, y ante la sorpresa de todos
los pobladores de aquella región, las grandes vainas del trigo no tenían
granos, las naranjas estaban enormes pero secas e insípidas, las
monumentales rosas no destilaban su suave aroma.
-¡Señor! - preguntó el granjero-. ¿Qué pudo haber pasado para que todo
sucediera así?
El error estuvo - contestó Dios- en que eliminaron los elementos naturales
que dan esa fuerza con la que germina y crece la semilla. Los ventarrones
les ayudan al traslado del polen y ayuda a enriquecer la variedad de las
plantas; así mis el viento fortalece y da flexibilidad a las espigas. Los
truenos y los relámpagos transforman una parte del nitrógeno de la
atmósfera en compuestos nitrogenados que caen a la tierra con la lluvia y
que son el mejor de los fertilizantes. Cada tormenta hace que del cielo te
caigan varios kilos de ese fertilizante gratuito, que es una parte
indispensable para madurar el alma de las cosechas. El frío del invierno
acaba con las plagas en los cultivos…
Tu error –le dijo Dios- fue el no querer que existan las tormentas-.
2.- Muy queridos amigos:
Todo, absolutamente todo en nuestra vida, tiene un sentido. Dios es
infinitamente sabio y Él no se equivoca. Aún aquellas circunstancias que
repentinamente o muy a menudo nos pueden resultar difíciles de asimilar
tienen una razón de ser en nuestra existencia.
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El Señor, quien nos ha enviado a la mar de la existencia, nos ha advertido
sobre las dificultades que hay, y nos invita para que seamos fieles, para
que nos mantengamos firmes, y para que no nos dejemos llevar por el
pánico.
El quiere que no perdamos los valores cristianos, aún en medio de
nuestras tormentas y cataclismos.
3.- Pero,... para que podamos vivir adecuadamente, debemos renunciar
a lo fácil como norma, al éxito como fin, al pódium como situación. No le
debemos tener miedo a lo imprevisto, ni cuando aparece la enfermedad, ni
cuando sobreviene la tormenta.
En la vida hay una gran cantidad y una amplia gama de lluvias torrenciales.
Tú y yo sabemos que hay más tempestades dentro de nosotros mismos, y
dentro de nuestras familias, que en la tierra, en la mar, en la selva o en la
montaña.
Sin embargo también somos conscientes de que las desgracias, las
dificultades y las adversidades son para los bautizados como ese momento
en que se prueba el oro en el crisol y como esa oportunidad en que se
puede demostrar la solidez de nuestras construcciones. Las dificultades
para el cristiano son como la roca para el mar: el momento adecuado para
mostrar toda su majestuosidad.
4.- Este domingo, Jesucristo nos invita para que en el medio de las
tormentas no desfallezcamos, sino que por el contrario mostremos nuestra
fe sólida y así nos mantengamos firmes para conseguir la vida verdadera.
Los cristianos sabemos que las sombras se pueden convertir en orillas de
luz, que a la noche oscura le sigue el día iluminado, que después de la
tormenta sobreviene la dulce calma y que, es entonces, después de la
lluvia cuando se puede disfrutar del esplendor del arcoíris, que las flores
caen de los árboles para darle paso a los frutos y aún las hojas caen para
que pueda renacer la planta. Todas las cosas siguen un curso y al final
conducen a un camino y a una resolución.
Aquel que tiene fe, sabe luchar y no se desespera ante las situaciones
contrarias, y es así como llega a madurar y se hace fuerte.
5.- Todos nosotros al ser bautizados hemos recibido el llamado para que
seamos felices, pero tenemos que aprender a combatir los contratiempos
con dignidad.
En esta vida todo lo que sucede puede ser asimilado para el bien de cada
uno de nosotros. Muchos de los acontecimientos de la vida nos ocurren
como si fueran esas piezas de un inmenso rompecabezas que solamente
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al final nos muestra una figura completa. Ya Blas Pascal decía que el
hombre es un criptograma y que su única clave de interpretación se
encuentra en la hipótesis cristiana
Es por ello, que hay algunos momentos en que el corazón aparece como si
fuera un amasijo de frustraciones, por las razones que tú gustes y mandes.
Pero, si somos objetivos, nos daremos cuenta de que no hay un solo ser
humano que no haya vivido alguna tormenta en algún momento de su
travesía.
Y, es aquí, en donde se puede entender la diferencia sobre la forma en que
debemos vivir nuestra vida cristiana.
Les escribía san Cipriano a los cristianos del siglo III de la siguiente
manera: “ Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a
Dios; estos en la adversidad se quejan y murmuran; y a nosotros, las cosas
adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella.”
6.- ¿Sabes? Las oportunidades tienen siempre un disfraz: el de la
dificultad.
Quisiera, hacer una referencia al lugar que tiene la Iglesia como familia o
como comunidad de creyentes, en la vida de los cristianos que están
sumergidos en el vórtice de las tormentas.
Hace algunos años, viendo por televisión un documental sobre las
especies extrañas en la flora del mundo, se hablaba acerca de la Secoya,
también llamada Secuoya.
La Secoya –decían los investigadores- es el árbol que crece más alto en el
mundo, su altura va desde los 80 metros hasta los 100 metros y más, y se
le puede encontrar en el centro y sur de la Sierra Nevada de California.
El investigador aseguraba que, a pesar de sus dimensiones gigantescas,
las raíces de esos árboles apenas penetraban la tierra.
Aquí fue, en donde el especialista explicó la necesariedad ordinaria de que
las raíces de los árboles sean profundas, para que, al crecer en las crestas
de las montañas, las tormentas y los vientos fuertes no los derribaran.
“Pero, no es así en el caso de las Secuoyas” –insistió el científico-.
¿En dónde está el secreto de las Secuoyas?
Estos árboles tienen una virtud –señaló el académico-: crecen siempre en
grupos, y sus raíces aunque poco profundas, bajo la superficie se van
enredando hasta formar un tejido subterráneo unas con otras, de manera
que cuando sopla el viento fuerte se sostienen de pie, y una va
sosteniendo a las otras.
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9.- Lo anterior encierra una enseñanza. En la familia de la Iglesia, en
cierta manera, somos como las Secoyas. El que los bautizados estemos
unidos en una familia nos fortalece para que cuando vengan los vientos
huracanados de la vida, todos y cada uno de los fieles cristianos nos
apoyemos y resistamos la adversidad unidos.
¡Bendito sea Dios, por darnos nuestra Santa Madre Iglesia que nos acoge
y protege en medio de tantas tormentas!
LA BARCA DE LA VIDA.
“En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes,
Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla,
mientras el despedía a la gente”.
1.- ¡Oye! ¿Te has dado cuenta? Nuevamente las tormentas de la vida
nos han conducido a reflexionar sobre el sentido que tienen los momentos
difíciles en nuestra vida y sobre la razón de ser de nuestra fe cristiana.
¿Te has fijado? El hablar el día de hoy sobre la barca de san Pedro nos ha
permitido contemplar nuestra propia vida como si fuera esa embarcación
que va surcando los mares del tiempo y del espacio.
Y, el comparar nuestra vida con una embarcación, nos debe conducir a
elaborar un pensamiento sobre ése astillero que se encarga de armar las
embarcaciones que se enfrentarán a los mares de la vida.
Sin lugar a dudas, Dios es el artífice de nuestra existencia. Dios es aquel
que permite que un día nuestra barca zarpe del muelle de nuestra cuna y
que, al realizar la travesía de la existencia, esté esperando atracar un día al
otro lado de la mar-océano, para llegar a la costa de la eternidad.
4.- Pero, ¿Cuál es y en dónde está ese astillero en el que Dios construye
nuestros barcos?
Ese astillero se llama familia.
Y, puedo decir que es nuestra familia la que nos provee de lo necesario, de
tal manera que las barcas de sus hijos puedan enfrentar cualquier tipo de
eventualidades en el trayecto del recorrido de la vida. Así mismo, suele ser
nuestra familia la que puede pecar por una negligencia culposa
manifestada en esa superficialidad que se tiene en la educación de los
hijos.
Puedo afirmar, que ninguna cultura ha tenido nunca un astillero que
construya barcos mejor equipados contra las tormentas del viaje que
emprende el hombre desde la cuna hasta la tumba, que una familia que se
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preocupa por acercar a los hijos a Dios y que cría a sus miembros en el
seno del amor y en la capacidad de perdonar.
Y, este es el mejor aporte del cristiano: el formar familias que, a la vez,
sigan formando familias cristianas.
Decía el Papa San Juan Pablo II, cuando nos entregó la Familiaris
Consortio: “Estoy convencido de que lo mejor que un hombre puede
ofrecerle a la sociedad de su tiempo es el formar familias verdaderamente
cristianas, formar familias como Dios manda”.
Tiene razón el Sumo Pontífice: Si cada uno nos preocupáramos por formar
verdaderas familias, tal como Dios nos lo enseña, habría menos miseria en
nuestro mundo, habría menos violencia, menos adicciones, menos
pandillerismo, menos inseguridad, menos prostitución, menos injusticias,
menos corrupción, menos desaparecidos...
5.- Es esa misión de formar familias como Dios manda, en donde los
cónyuges deben volver a ubicarse en su papel de compañeros de viaje, de
“ayuda adecuada” el uno para el otro; tal como Dios lo había planeado
desde el principio de la creación, y de su matrimonio.
Es así que, de la misma manera en que un barco no puede zarpar del
muelle contando con solamente una ancla, así la familia tampoco puede
prescindir de la acción de alguno de los esposos.
Puedo comparar también a nuestras familias con esa embarcación birreme,
es decir de dos remos, que necesitará de una acción simultánea tanto del
esposo como de la esposa. Asimilar este sentido, nos permite comprender
esas dificultades que se generan cuando en la barca de nuestras familias,
uno de los dos ya no quiere seguir remando y esto nos hace perder el
rumbo o empezar a navegar haciendo círculos en la mar o bien avanzar
con una mayor dificultad. Sin embargo, lo peor de todo sobreviene cuando
uno de los dos rema en dirección contraria al curso que deberíamos llevar.
6.- También les corresponde a los padres de familia el formar a los hijos
y, sin lugar a dudas, esta labor será más que un oficio un verdadero arte.
Se trata de una labor que exige tal seriedad, tal precisión, tal dedicación, tal
preparación y tal ejercicio de la imaginación, como no se puede uno
imaginar mientras que no se encuentre al frente de una familia.
Hay una composición poética de Don Gabriel CELAYA, el escritor español
que murió en 1991, sobre esa labor de la educación de los hijos, y equipara
esta acción con la labor del astillero de la vida.
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca...
hay que medir, pesar, equilibrar...
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... y poner todo en marcha.
Pero para eso,
Uno tiene que llevar en el alma
Un poco de marino..., Un poco de pirata...
Un poco de poeta...
Y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar
Mientras uno trabaja,
Que ese barco, ese niño
Irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
Llevará nuestra carga de palabras
Hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
Esté durmiendo nuestra propia barca,
En barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.
7.- Queridos hermanos:
¿No se han dado cuenta? En todas las embarcaciones formales hay partes
que por sí solas se hundirían: como lo es la máquina o la hélice. Sin
embargo estas partes cuando van integradas a la totalidad de la
embarcación suelen flotar y, son las que le harán avanzar.
Y eso es lo que en nuestras familias se debe comprender: enseñarles a los
hijos que así son los episodios de nuestra vida: hay momentos trágicos y
hay momentos felices, existen los días tormentosos y también hay los días
apacibles, hay días gratos y los hay ingratos, existen los momentos fastos
y existen también los nefastos, vivimos los días iluminados y también los
profundamente oscurecidos. Pero todos estos momentos unidos forman un
buque que tiene rumbo fijo, lo cual debe consolarnos. Enseñemos que todo
en la vida se puede aprovechar, aún esas piezas intensamente pesadas.
Los riesgos y los momentos difíciles son parte de la trama de nuestra vida,
y para ello tenemos que preparar a las personas. Si alguno de nosotros
quisiera enviar a la mar de la vida a sus hijos, sin que ellos corran el menor
riesgo de un naufragio, entonces no tendrían que dotarles de un barco sino
comprarles una isla, y aun aquellos que habitan las Islas me pueden
cuestionar.
No le tengamos miedo a las dificultades. Dice un refrán africano, con esa
sabiduría popular: “En mares serenos no se forman buenos marineros”.
8.- ¿Sabes? Hace años, leí un cuento de Marguerite Yourcenar, una
escritora francesa, que hablaba de un rey que al morir legó la corona y sus
vastos territorios a su hijo, un joven príncipe, el cual, mientras llegaba a la
mayoría de edad recibía la educación necesaria para gobernar el imperio.
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El parlamento gobernó al país mientras el joven rey iba creciendo. El rey
joven vivió protegido por las altas murallas de su palacio y no conocía la
realidad de la vida fuera de sus murallas más que a través de las pinturas
maravillosas de un pintor, un artista, un verdadero poeta con el pincel. Y el
día en que ese príncipe, ya hecho hombre, pudo salir a la realidad de la
vida y vio el sufrimiento y el dolor, vio la opresión y la maldad, y olió los
fétidos olores de la humanidad que sufre, volvió impactado y se encerró en
su palacio y, apenas se recuperó y hecho mano del pintor, después de
obligarlo a terminar su última obra, le mandó arrancar los ojos y cortar las
manos para que no volviera a engañar a nadie con la belleza de su arte y
de su inspiración, porque a él le había impedido afrontar la realidad.
Todos nosotros estamos llamados por Dios para que enfrentemos la
realidad a partir de un conocimiento honesto, sincero y genuino de
nosotros mismos, para ubicarnos en la realidad de la vida sobre la base de
las responsabilidades y para obtener lo que vayamos mereciendo con el
esfuerzo de nuestro trabajo. ¿Hay quién cree que le está haciendo un bien
a un hijo dándole lo que no ha merecido? Una cosa es dar instrumentos de
trabajo a quienes dependen de nuestro amor y otra es darles los frutos de
tu trabajo que ellos no han merecido. Tus hijos crecerán un día y cuando
se topen con la pared de la realidad querrán cortarte las manos y
arrancarte los ojos porque no los dejaste afrontar la verdad, porque nos los
dejaste enfrentarse con la vida tal como es la vida; porque pretendiste vivir
por ellos cuando no tenías el derecho de hacerlo.
9.- Esta es la enseñanza del Espíritu de Dios: Nuestras familias deben
cumplir con su vocación: deben formar personas que lleguen a comprender
que un día tendrán que asumir su papel en una vida que les exigirá el ya
no estar en la barca como si fueran solamente artistas en contemplación ni
como si fueran solamente turistas en un crucero, sino que tarde o temprano
se llega ese momento en el que, como si fueran capitanes, ellos deberán
asumir el violento timón, conduciendo su barca hacia horizontes nuevos, en
busca de nuevas estrellas.
Esas estrellas que se han de seguir, bien podríamos compararlas con los
ideales y los valores en los que formes a tus hijos, incluyendo los cristianos:
en cierta forma nunca los alcanzamos totalmente, pero, al igual que el marino
en alta-mar, nosotros trazaremos nuestro derrotero guiándonos por ellos.
10.- ¡Date cuenta de un elemento adicional! Las familias en las que
hemos nacido y crecido, una vez que en la presencia de Dios, cada quien
encuentre su vocación específica cristiana: matrimonio o consagración,
deberán convertirse en un faro que nos indique el camino pero no deben
ser eternamente un muelle que nos mantenga amarrados a ellas. ¡Esto es
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verdaderamente lamentable! Muchas familias se han convertido en ese
muelle que ha amarrado con gruesas sogas a los hijos y que no han dejado
que su “pequeñito” zarpe, por los mares de la vida, una vez que ya está al
frente de otra familia. ¡Esto se convierte en algo que lastima a tantas
personas!
Cada barca que zarpa por el mar-océano es portadora de un camino único
e irrepetible y esto es una realidad sagrada que no puede profanarse y un
misterio que debe ser acogido y respetado.
11.- Todas las barcas tienen un paradero común al que deben dirigirse y,
será solamente en la eternidad en donde encontrarán esos mares nuevos
en donde la pesca es mucho mejor de lo que se puede imaginar.
HOMBRE DE POCA FE.
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos,
al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!”. Y
daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no
teman. Soy yo”.
Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el
agua”. Jesús le contesto: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a hundirse y
gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y
le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca
se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.
1.- Muy queridos amigos:
La tormenta que azota la barca de san Pedro nos resulta por demás
aleccionadora y el mar que lo zarandea mientras camina resulta más
aleccionadora todavía.
Todos los hombres, y entre ellos los cristianos, padecemos tormentas ya
sea en lo externo o ya sea en lo interno. Se trata de nuestra historia, en la
que amamos profundamente a este Dios que ha querido hacer salir su sol
sobre los justos y los injustos, y hacer caer su lluvia sobre los buenos y
sobre los malos,... este Dios que no aisla ni escribe guiones distintos en la
trama de la historia de sus hijos.
2.- Esto es lo que cualquiera de nosotros le podría responder al escritor
irlandés George Bernard Shaw quien, cual si fuera un nuevo maestro de la
sospecha, se burlaba del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes y lo
calificaba como el lugar más blasfemo que existe sobre la faz de la tierra: y
decía que en ese sitio hay montañas de sillas de ruedas y pilas de muletas,
13
pero que no se ve ni una sola pierna de palo, ni un ojo de vidrio ni una sola
peluca. Y afirmaba él categóricamente que todo eso demostraba que el
poder de Dios es limitado.
Mi muy querido simpatizante de George Bernard Shaw, la tormenta la
vivimos todos. Todos sufrimos la tempestad, porque todos viajamos en el
mismo mundo.
A nivel descriptivo y fenomenológico, una tormenta es un fenómeno según
las leyes de la naturaleza. A nivel simbólico y existencial, se trata de la
situación vital de un hombre solo ante las potencias del mal, cuyas
expresiones bíblicas son el mar y el viento, utilizadas para predecir las
adversidades.
3.- Y es precisamente ante la realidad de las tormentas, que debemos
considerar la grandeza de una fe cristiana que se transforma en actitudes y
comportamiento.
¿Sabes? Le preguntaba una joven periodista a la bien amada y gratamente
recordada Madre Teresa de Calcuta si acaso la fe que los padres pueden
comunicar a los hijos tiene alguna incidencia en la vida de las personas:
“Madre Teresa, ¿Es importante formar en la fe a los hijos dentro de la
familia? ¿La fe los hace distintos a los demás?”
La Madre Teresa de Calcuta le respondió que sí: “¡Mira hija!, la Iglesia, la
fe y la vida cristiana, contribuyen tanto o más que la escuela a la educación
de los hijos. Por supuesto, no se puede decir que los hijos de un
matrimonio cristiano sean menos sinvergüenzas o más agradecidos por el
solo hecho de ir a la Iglesia, pero el que los papás se ocupen en darles los
medios para hacer examen de conciencia y rezar es algo que cambia la
vida de las personas. Pero lo más importante se dará cuando los padres de
familia los formen en la fe, que podría equipararse con una manta que se
les coloca en la maleta de su equipaje. Un día cuando ellos tengan frío en
el alma sacarán esa manta para arroparse y cubrirse de las inclemencias
del invierno del espíritu, y encontrarán consuelo cuando parezca no haber
esperanza, superando esa muerte que es peor que la muerte.”
4.- La vida no cambia en la cercanía con Dios, quienes cambiamos
somos nosotros y la fe nos capacita para vivir la existencia y las tormentas
de la vida de una forma distinta.
Para nosotros la muerte jamás será el final; nuestra enfermedad y el dolor
han adquirido matices salvíficos; en la aparente oscuridad de nuestras
dificultades surge el brillo de la fe y de la esperanza. Nosotros hemos
aprendido que Dios no quiere ni el dolor ni la muerte, ni la enfermedad ni la
soledad, ni el abandono ni la incomprensión, y tan sabemos que esto no lo
14
quiere, que hemos comprendido que aquello que nos hace sufrir a
nosotros, fue lo mismo que hizo sufrir a Cristo. Hemos asimilado la
principal de las enseñanzas en la redacción de la trama para nuestra
propia historia: ni tú ni yo debemos poner un signo de interrogación a
aquellas situaciones en donde Dios le ha puesto un punto final.
“Que Dios se ha subido a nuestra barca” es una verdad en nuestra vida.
Pero el hecho de que Dios se haya subido a nuestra barca nunca será
señal de una travesía tranquila, sino señal de que a pesar de las
adversidades podremos arribar felizmente al puerto, a la otra orilla de
nuestro mar de Galilea, a la eternidad.
5.- Este viaje que hemos emprendido tiene una ruta marcada: Si bien la
mar-océano de esta vida es nuestra travesía, la otra orilla de la eternidad
es nuestro destino.
Nuestra vida terrena se prolonga en la vida celestial, la vida temporal
aparece sólo como antesala de la vida eterna. De la misma manera en que
la travesía no se consolidará al negar el puerto en el que habremos de
atracar, nuestra vida terrena no se prolongará al negar la vida eterna sino
que se encogerá miserablemente.
Y no obstante, la costa de la eternidad no anula la mar-oceano de la vida.
Las conclusiones de una auténtica reflexión sobre la eternidad no nos
llevarán jamás a una tranquilidad adormecedora como nos acusaba Ludwig
Feuerbach, sino que nos deben llevar hacia una incesante vigilancia.
Dios ha querido que nos subamos a la barca de nuestra vida cristiana. El
más allá pone los cimientos de las relaciones del más acá.
Si bien una travesía sin destino debe ser considerada como una locura,
entonces una continua e inacabable travesía es la peor insensatez de la
fatalidad. El hombre cristiano no es un ser para muerte ni para el reciclaje
sino un peregrino en busca de la luz, de un nuevo horizonte.
La muerte no se compara ni con la inmensa mar irreversible ni con aquel
finisterrae del desconocimiento que los antiguos temían, sino con un arroyo
poco profundo que nos ayuda a cruzar a la frontera para la vida o con un
ser llamado a una barca que nos llevará a aquel lugar en donde la pesca
será infinitamente mejor.
Y es la fe, la esperanza y el amor lo que puede transformar la mar, la
barca, la travesía, el viento, la tormenta, y por supuesto a la tripulación. Un
mundo abandonado por el la fe, la esperanza y el amor habrá de
sumergirme en la muerte... Donde persiste la fe, la esperanza y el amor,
donde triunfan de cuanto quiera degradarlos, la muerte acaba
definitivamente vencida.
15
El misterio de la vida y de la muerte se esclarece por el misterio de Dios
asumido en la fe, la esperanza y el amor: A la muerte del ser amado, y a
nuestra propia muerte la única actitud verdaderamente espiritual es, en
consecuencia, la de la fe y la oración.
6.- Es tiempo de educar en la fe a la familia que Dios te ha confiado. Un
hijo necesitará siempre de la palabra y el ejemplo en la fe cristiana, así
como de tu oración. De no presentarse los colores cristianos en el óleo de
la vida sobrevendrán otras tonalidades indeseadas a ocupar la superficie
de un suave lienzo en el que tu no has querido plasmar los trazos de una
vida de fe.
Tiene tanta razón el católico inglés Gilbert Keith Chesterton cuando dice:
“Desde que los hombres han dejado de creer en Dios, no es que no
crean en nada. Ahora creen en todo”. Y algunos, creen en alambritos,
piedritas, vidriecitos, es ascendencias, cuadraturas de planetas, y en cada
barbaridad...
Te invito para que a tus hijos les pongas en esa embarcación que es
susceptible a las tormentas un chaleco salvavidas, pero recuerda que el
mejor de esos chalecos salvavidas se confecciona con dos materiales: la fe
y la esperanza cristiana.
7.- ¡Tú lo sabes! Tengo, por la gracia de Dios, veintisiete años de
ministerio pastoral, y esta tarde puedo decirte que en mi mente y en mi
corazón, ha quedado en claro una sólida convicción en mi ministerio: El
hombre que puede sobreponerse a cualquier adversidad que las
eventualidades y la incertidumbre de la vida le depare, no será
precisamente aquel que haya crecido mucho en lo físico y en la presencia
que es apariencia, ni aquel que tiene en la pared de su oficina una gran
cantidad de diplomas o de certificados académicos, que domine varios
idiomas o que domine la mar de la virtualidad, sino aquel que tiene a Dios
en su corazón, el hombre de fe que es capaz de enfrentarse a los mares de
la realidad con la fuerza de aquel que aparentemente duerme para
provocar nuestra reacción.
Tú que piensas que Dios está dormido, es tiempo de que despiertes: El
progreso humano y personal, que pueden obtener tus seres queridos en
las mejores universidades de este país y aún del extranjero, les hará mirar
siempre hacia-adelante; sin embargo será solamente la fe la que les ayude
a mirar hacia-arriba, sobre todo cuando en medio del fuerte viento, de la
mar embravecida y de una tormenta inclemente lleguen esos momentos en
que hacia-adelante no puedan ver absolutamente nada. Entonces tendrán
que aprender a invocar al Dios que nos recordará la enseñanza de una fe
cristiana que puede auyentar nuestros miedos humanos.
16

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Fe en las dificultades

  • 1. TENER FE AUN EN LAS DIFICULTADES. “En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras el despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas a orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contesto: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”. 1.- Muy queridos amigos: Mucha gente piensa que el acercarnos a Dios nos hace inmunes a las dificultades. Y se encuentran en un error. Todos los bautizados, y aún los mismos sacerdotes y consagradas tenemos que enfrentar en algún momento de la vida distintas circunstancias que suelen ser difíciles: la muerte de un ser querido, la enfermedad que postra en el lecho, el hambre, el desempleo, la soledad, la injusticia, la persecución... El que una persona ingrese a un grupo apostólico o vaya a una experiencia de retiro no le alejará de los problemas, no le vacunará contra las dificultades, no le aislará de la incomprensión o de situaciones difíciles en la familia. Todos nosotros padecemos tanto por las tormentas externas como por las internas. Se trata del mismo Dios que ha querido hacer salir su sol sobre justos e injustos y caer su lluvia sobre buenos y malos, el que tampoco ha querido mantener aislados a sus hijos. La tormenta la vivimos todos. Todos sufrimos la tempestad, porque todos viajamos en el mismo mundo. 3.- A nivel descriptivo, una tormenta es un fenómeno según las leyes de la naturaleza. A nivel simbólico pero muy real, se trata de la situación existencial del hombre sólo ante las potencias del mal, cuyas expresiones bíblicas son el mar embravecido y el viento contrario, utilizadas para predecir adversidades. 1
  • 2. Sin embargo, la tormenta se convierte en la ocasión precisa en la que Dios exige de los hombres la fe práctica, a través del abandono confiado. En la tormenta se presenta, el mejor momento, para que los apóstoles den testimonio de la fe del corazón que se ha profesado con los labios. 4.- La barca de san Pedro se asemeja a nuestra vida. La existencia cristiana se desarrolla en la mar-océano del tiempo y del espacio, pero espera finalizar su ruta en la eternidad. Mientras navegamos, en ocasiones el mar de la vida es manso y, en otras, se manifiesta furioso y violento. Nuestra nave, en algunos momentos, lleva el viento en popa y, en otros, se azota amenazador contra la proa. Se trata de la mar de la vida que, en ocasiones, se porta avaro y, en otras más, en su generosidad, pareciera vomitar los peces, sin que se le exijan. 5.- Se trata también de nuestra propia fe que se ha visto aumentada al contemplar el poder de Cristo en la multiplicación de nuestros cinco panes y nuestros dos pescados. Una fe que no debería amilanarse por un simple temporal en altamar, un temporal de los muchos que ha vivido cualquier pescador. No se debería tener miedo, si se está consciente de que, es el Señor mismo, quien nos protege. El mar embravecido, el temor y la duda que se generan ante la situación difícil se convierten en el necesario sinodal de nuestra fe en Jesucristo. 6.- Para la Sagrada Escritura, la fe es la fuente de toda la vida religiosa. A ese designio que Dios ha realizado en el tiempo, los hombres debemos corresponderle con la fe. Recuerda que la fe tendrá, a lo largo de la travesía de nuestra vida, esas pruebas que le pueden servir para que se fortalezca: ¿Sabes? ¡Siempre he considerado que una fe sin crisis es una fe infantil, que una fe en crisis es una fe adolescente; pero que tener una fe a pesar de nuestras crisis es realmente una fe adulta! Las crisis digamos que forma parte de la verdadera fe. Sin las crisis la fe no puede madurar, no puede crecer. La verdadera fe en Dios, será esa nuestra capacidad de afirmarnos y abandonarnos durante las crisis de la vida, y es entonces que viene el crecimiento. No debes olvidar que en el momento en que se deja de crecer se empieza a morir. Los momentos difíciles no hay que inventarlos. Las crisis de la fe se dan en la vida de todos: el aparente silencio de Dios, la persistencia del mal, la impopularidad de la misma fe, nuestras frustraciones de todos los días, los cansancios,... Ahí es donde la fe se consolida o se derrama, pues la llevamos en recipientes de barro. Dice San Agustín: “¿De qué te sirve creer con la voz en Aquél que niegas por las obras?” 2
  • 3. 7.- Es bueno que comprendamos que, lo importante en nuestra vida será mantenernos siempre fieles a Dios y, entender que, así como en un matrimonio cristiano se espera que el amor puro de una persona se manifieste en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, en los momentos buenos y en los momentos difíciles; de la misma manera, en nuestra vida cristiana y en la estrecha relación con el Señor, al que amamos y que nos ama, debemos aprender a mantenernos fieles, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la escasez, en los días intensamente iluminados y los días profundamente oscuros, cuando la vida nos favorezca y aún en los momentos de dificultad, en los días gratos y en los que aparentan ser ingratos. ¡Compréndelo! Tú que contemplas la vida de los esposos, sabes y estas convencido de que: Estar con quien se dice que se quiere cuando la vida te sonríe, ¡eso es relativamente fácil! Estar con quien uno dice que ama cuando se está en plenitud de vigor, ¡eso es relativamente fácil! Estar con la persona amada cuando tienes algunos billetes en los bolsillos, ¡eso es relativamente fácil! Pero..., estar con quien dices querer cuando la vida parece haberte volteado la cara, ¡se llama fidelidad! Estar con quien dices amar cuando se presenta la enfermedad y cuando nuestra humanidad experimenta las huellas del tiempo, ¡se llama fidelidad! Estar con la persona amada cuando no se tiene una sola moneda en el bolsillo, ¡se llama fidelidad! y, será entonces, cuando el amor se manifiesta en toda su pureza. Fidelidad es el nombre que el amor toma cuando los años pasan. 8.- De la misma manera, nuestra relación con Dios debiera proclamar la fe en Él, ¡Y nuestra fidelidad! No tan sólo en el triunfo sino también en el escándalo, no tan sólo en la aceptación sino también en el rechazo, no tan sólo en el aprecio sino también en las situaciones que pudieran suscitar nuestro desprecio. 9.- Recuerda que, cuando el Señor Jesús multiplicaba los peces y los panes, había demasiada gente en su entorno; cuando curaba a las personas, la gente se le agolpaba; cuando repartía bienes a los hombres, la gente le salía al encuentro; pero cuando sobreviene el dolor, la condena, el desprecio, el aparente fracaso, el sufrimiento y la muerte, la mar embravecida la gente se dispersa, huye y le niega… 10.- Para los cristianos vivir es creer, es decir, dar crédito, aceptar, esperar lo que no se ve todavía y darle tiempo al tiempo, para que se nos vaya descubriendo. En las decisiones más importantes de nuestra existencia, la razón nos ayuda, pero nunca basta,... en ocasiones nos llega a ubicar de forma 3
  • 4. excelente en dónde estamos que nos empezamos a hundir ¡tal como le sucedió a san Pedro! Los cálculos más reflexivos han de complementarse avalados por la fe y la esperanza. Estas virtudes serán siempre la garantía de alcanzar lo que uno sueña. Es aquí en donde la esperanza y la fe fortalecerán nuestras convicciones y encauzarán nuestras emociones. 11.- Hoy, Jesucristo en el Evangelio nos recrimina nuestra incredulidad. La vida no cambia en la cercanía con Dios, quienes cambiamos somos nosotros y se nos capacita para que vivamos la existencia de una forma distinta. La fe cristiana nos dice que la muerte no es el final; para el creyente la enfermedad y el dolor adquieren matices salvíficos; para el cristiano es en el medio de las dificultades en donde surge el brillo de la fe y la esperanza. 12.- Nosotros, hemos aprendido que Dios no quiere el dolor, la muerte, la enfermedad, la soledad y el abandono, de tal manera que lo mismo que nos hace sufrir a nosotros, fue lo mismo que hizo sufrir a Cristo. Comprendemos ahora, que no debemos poner un signo de interrogación a aquellas situaciones en las que Dios le ha puesto un punto final. 13.- ¡Querido padre de familia! Hoy, es el tiempo necesario para educar en la fe a la familia. Pero recuerda que tu hijo necesitará siempre de la palabra y del ejemplo de la fe cristiana. De no presentarse los colores cristianos en el óleo de la vida de tus hijos sobrevendrán otras tonalidades indeseadas a ocupar esa superficie del suave lienzo. Como sacerdote he llegado a tener una convicción: El hombre que puede sobreponerse a cualquier adversidad que las eventualidades y la incertidumbre de la vida le depare, no es precisamente el que halla crecido significativamente en lo físico, ni el que se haya erguido académicamente y tenga en sus paredes una gran cantidad de diplomas. Estoy convencido de que el hombre que puede sobreponerse a cualquier tormenta de la vida será aquel que tenga a Dios en su corazón, el hombre de fe. Es muy cierto que el progreso humano, que pueden obtener tus seres queridos en las aulas, les hará mirar siempre hacia-adelante; sin embargo es solamente la fe la que les ayudará a mirar hacia-arriba, sobre todo en esos momentos en que al mirar hacia-adelante no les sirva para nada. El que Dios se haya subido a nuestra barca no será nunca una señal de una travesía tranquila, sino que es señal de que a pesar de las adversidades podremos arribar felizmente al puerto de la eternidad. 4
  • 5. TORMENTAS EN LA VIDA. “En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras el despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas a orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. 1.- Nunca he podido olvidar una historia que escuche hace algunos años, cuando siendo un niño Conchita, una catequista, nos preparaba para que recibiéramos la Primera Comunión: “Cuentan que hace años, Dios decidió bajar a la tierra, para percatarse de cómo andaban las cosas, viéndolas y sintiéndolas tan de cerca como los mismos hombres. Decidió vestirse con una hermosa indumentaria blanca y entrevistarse con el hombre más inteligente de una gran comunidad de granjeros. Los sabios de aquella región escogida por Dios dialogaron entre ellos, a fin de designar a uno entre los mismos para la gran entrevista, que se llevaría a cabo en la cima de la montaña más cercana. Se eligió a un granjero viejo y sabio al cual le encargaron algunos cuestionamientos para ser planteados al Divino Creador. Aquel anciano se armó de valor, y se acercó a aquella intensa luz blanca donde estaba ubicado Dios nuestro Señor. Dios, en tanto, le esperaba pacientemente y estaba interesado en lo que aquel hombre le plantearía. Una vez frente a él, aquel hombre, con voz nerviosa, empezó a decirle: -Puede ser que tú seas Dios y que hayas creado este mundo. Probablemente has hecho todas las cosas bien, pero por lo que yo he aprendido en los campos, tú no sabes nada de agricultura; ¡qué bueno que has bajado a la tierra para enterarte!, porque tienes cosas que aprender y que sólo tú puedes rectificar. -Con gusto me pongo a tu disposición - afirmó Dios-. Escucharé tus consejos y todo lo que tú enseñes me será de utilidad- le dijo con una sonrisa. -Yo creo - contestó el anciano- que hay muchos errores en eso de los ciclos de la luna, el sol y las estrellas; en lo referente a las tempestades y a los terremotos, pero para no abrumarte, los sabios de mi pueblo sugieren que nos des el tiempo de un año, y que las cosas se hagan a nuestra manera. Veremos lo que pasa, estamos seguros de que al corregir eso, nadie en el pueblo padecerá pobreza. 5
  • 6. - Y, ¿Qué es lo que piden? - preguntó el Altísimo. -Que en estos doce meses no haya truenos, ni nubarrones, ni ventarrones, ni plagas, ni demasiado calor, ni demasiado frío. Queremos que todo sea confortable en la tierra, perfecto para el trigo, los naranjales y las flores. Dios estuvo de acuerdo con las peticiones y condiciones del granjero. Así sucedieron las cosas. Con el curso del año todo se fue cumpliendo. El clima fue confortable, cómodo, a favor; el sol cálido, la lluvia dulce y mansa, todas las cosas eran lógicas y perfectas, y,... el trigo y las plantas crecían mucho más que en años anteriores. Al término del plazo, Dios se presentó en los campos del granjero. Éste estaba orgulloso y le dijo: -¡Mira, Señor, cómo van de bien las siembras! Observa y toma consejo sobre lo que verdaderamente son buenas cosechas. Esta vez los frutos de todos los granjeros sí valdrán la pena, por muchos años tendrán abundante comida aunque ellos no trabajen. Pero llegó el tiempo de levantar las cosechas, y ante la sorpresa de todos los pobladores de aquella región, las grandes vainas del trigo no tenían granos, las naranjas estaban enormes pero secas e insípidas, las monumentales rosas no destilaban su suave aroma. -¡Señor! - preguntó el granjero-. ¿Qué pudo haber pasado para que todo sucediera así? El error estuvo - contestó Dios- en que eliminaron los elementos naturales que dan esa fuerza con la que germina y crece la semilla. Los ventarrones les ayudan al traslado del polen y ayuda a enriquecer la variedad de las plantas; así mis el viento fortalece y da flexibilidad a las espigas. Los truenos y los relámpagos transforman una parte del nitrógeno de la atmósfera en compuestos nitrogenados que caen a la tierra con la lluvia y que son el mejor de los fertilizantes. Cada tormenta hace que del cielo te caigan varios kilos de ese fertilizante gratuito, que es una parte indispensable para madurar el alma de las cosechas. El frío del invierno acaba con las plagas en los cultivos… Tu error –le dijo Dios- fue el no querer que existan las tormentas-. 2.- Muy queridos amigos: Todo, absolutamente todo en nuestra vida, tiene un sentido. Dios es infinitamente sabio y Él no se equivoca. Aún aquellas circunstancias que repentinamente o muy a menudo nos pueden resultar difíciles de asimilar tienen una razón de ser en nuestra existencia. 6
  • 7. El Señor, quien nos ha enviado a la mar de la existencia, nos ha advertido sobre las dificultades que hay, y nos invita para que seamos fieles, para que nos mantengamos firmes, y para que no nos dejemos llevar por el pánico. El quiere que no perdamos los valores cristianos, aún en medio de nuestras tormentas y cataclismos. 3.- Pero,... para que podamos vivir adecuadamente, debemos renunciar a lo fácil como norma, al éxito como fin, al pódium como situación. No le debemos tener miedo a lo imprevisto, ni cuando aparece la enfermedad, ni cuando sobreviene la tormenta. En la vida hay una gran cantidad y una amplia gama de lluvias torrenciales. Tú y yo sabemos que hay más tempestades dentro de nosotros mismos, y dentro de nuestras familias, que en la tierra, en la mar, en la selva o en la montaña. Sin embargo también somos conscientes de que las desgracias, las dificultades y las adversidades son para los bautizados como ese momento en que se prueba el oro en el crisol y como esa oportunidad en que se puede demostrar la solidez de nuestras construcciones. Las dificultades para el cristiano son como la roca para el mar: el momento adecuado para mostrar toda su majestuosidad. 4.- Este domingo, Jesucristo nos invita para que en el medio de las tormentas no desfallezcamos, sino que por el contrario mostremos nuestra fe sólida y así nos mantengamos firmes para conseguir la vida verdadera. Los cristianos sabemos que las sombras se pueden convertir en orillas de luz, que a la noche oscura le sigue el día iluminado, que después de la tormenta sobreviene la dulce calma y que, es entonces, después de la lluvia cuando se puede disfrutar del esplendor del arcoíris, que las flores caen de los árboles para darle paso a los frutos y aún las hojas caen para que pueda renacer la planta. Todas las cosas siguen un curso y al final conducen a un camino y a una resolución. Aquel que tiene fe, sabe luchar y no se desespera ante las situaciones contrarias, y es así como llega a madurar y se hace fuerte. 5.- Todos nosotros al ser bautizados hemos recibido el llamado para que seamos felices, pero tenemos que aprender a combatir los contratiempos con dignidad. En esta vida todo lo que sucede puede ser asimilado para el bien de cada uno de nosotros. Muchos de los acontecimientos de la vida nos ocurren como si fueran esas piezas de un inmenso rompecabezas que solamente 7
  • 8. al final nos muestra una figura completa. Ya Blas Pascal decía que el hombre es un criptograma y que su única clave de interpretación se encuentra en la hipótesis cristiana Es por ello, que hay algunos momentos en que el corazón aparece como si fuera un amasijo de frustraciones, por las razones que tú gustes y mandes. Pero, si somos objetivos, nos daremos cuenta de que no hay un solo ser humano que no haya vivido alguna tormenta en algún momento de su travesía. Y, es aquí, en donde se puede entender la diferencia sobre la forma en que debemos vivir nuestra vida cristiana. Les escribía san Cipriano a los cristianos del siglo III de la siguiente manera: “ Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios; estos en la adversidad se quejan y murmuran; y a nosotros, las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella.” 6.- ¿Sabes? Las oportunidades tienen siempre un disfraz: el de la dificultad. Quisiera, hacer una referencia al lugar que tiene la Iglesia como familia o como comunidad de creyentes, en la vida de los cristianos que están sumergidos en el vórtice de las tormentas. Hace algunos años, viendo por televisión un documental sobre las especies extrañas en la flora del mundo, se hablaba acerca de la Secoya, también llamada Secuoya. La Secoya –decían los investigadores- es el árbol que crece más alto en el mundo, su altura va desde los 80 metros hasta los 100 metros y más, y se le puede encontrar en el centro y sur de la Sierra Nevada de California. El investigador aseguraba que, a pesar de sus dimensiones gigantescas, las raíces de esos árboles apenas penetraban la tierra. Aquí fue, en donde el especialista explicó la necesariedad ordinaria de que las raíces de los árboles sean profundas, para que, al crecer en las crestas de las montañas, las tormentas y los vientos fuertes no los derribaran. “Pero, no es así en el caso de las Secuoyas” –insistió el científico-. ¿En dónde está el secreto de las Secuoyas? Estos árboles tienen una virtud –señaló el académico-: crecen siempre en grupos, y sus raíces aunque poco profundas, bajo la superficie se van enredando hasta formar un tejido subterráneo unas con otras, de manera que cuando sopla el viento fuerte se sostienen de pie, y una va sosteniendo a las otras. 8
  • 9. 9.- Lo anterior encierra una enseñanza. En la familia de la Iglesia, en cierta manera, somos como las Secoyas. El que los bautizados estemos unidos en una familia nos fortalece para que cuando vengan los vientos huracanados de la vida, todos y cada uno de los fieles cristianos nos apoyemos y resistamos la adversidad unidos. ¡Bendito sea Dios, por darnos nuestra Santa Madre Iglesia que nos acoge y protege en medio de tantas tormentas! LA BARCA DE LA VIDA. “En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras el despedía a la gente”. 1.- ¡Oye! ¿Te has dado cuenta? Nuevamente las tormentas de la vida nos han conducido a reflexionar sobre el sentido que tienen los momentos difíciles en nuestra vida y sobre la razón de ser de nuestra fe cristiana. ¿Te has fijado? El hablar el día de hoy sobre la barca de san Pedro nos ha permitido contemplar nuestra propia vida como si fuera esa embarcación que va surcando los mares del tiempo y del espacio. Y, el comparar nuestra vida con una embarcación, nos debe conducir a elaborar un pensamiento sobre ése astillero que se encarga de armar las embarcaciones que se enfrentarán a los mares de la vida. Sin lugar a dudas, Dios es el artífice de nuestra existencia. Dios es aquel que permite que un día nuestra barca zarpe del muelle de nuestra cuna y que, al realizar la travesía de la existencia, esté esperando atracar un día al otro lado de la mar-océano, para llegar a la costa de la eternidad. 4.- Pero, ¿Cuál es y en dónde está ese astillero en el que Dios construye nuestros barcos? Ese astillero se llama familia. Y, puedo decir que es nuestra familia la que nos provee de lo necesario, de tal manera que las barcas de sus hijos puedan enfrentar cualquier tipo de eventualidades en el trayecto del recorrido de la vida. Así mismo, suele ser nuestra familia la que puede pecar por una negligencia culposa manifestada en esa superficialidad que se tiene en la educación de los hijos. Puedo afirmar, que ninguna cultura ha tenido nunca un astillero que construya barcos mejor equipados contra las tormentas del viaje que emprende el hombre desde la cuna hasta la tumba, que una familia que se 9
  • 10. preocupa por acercar a los hijos a Dios y que cría a sus miembros en el seno del amor y en la capacidad de perdonar. Y, este es el mejor aporte del cristiano: el formar familias que, a la vez, sigan formando familias cristianas. Decía el Papa San Juan Pablo II, cuando nos entregó la Familiaris Consortio: “Estoy convencido de que lo mejor que un hombre puede ofrecerle a la sociedad de su tiempo es el formar familias verdaderamente cristianas, formar familias como Dios manda”. Tiene razón el Sumo Pontífice: Si cada uno nos preocupáramos por formar verdaderas familias, tal como Dios nos lo enseña, habría menos miseria en nuestro mundo, habría menos violencia, menos adicciones, menos pandillerismo, menos inseguridad, menos prostitución, menos injusticias, menos corrupción, menos desaparecidos... 5.- Es esa misión de formar familias como Dios manda, en donde los cónyuges deben volver a ubicarse en su papel de compañeros de viaje, de “ayuda adecuada” el uno para el otro; tal como Dios lo había planeado desde el principio de la creación, y de su matrimonio. Es así que, de la misma manera en que un barco no puede zarpar del muelle contando con solamente una ancla, así la familia tampoco puede prescindir de la acción de alguno de los esposos. Puedo comparar también a nuestras familias con esa embarcación birreme, es decir de dos remos, que necesitará de una acción simultánea tanto del esposo como de la esposa. Asimilar este sentido, nos permite comprender esas dificultades que se generan cuando en la barca de nuestras familias, uno de los dos ya no quiere seguir remando y esto nos hace perder el rumbo o empezar a navegar haciendo círculos en la mar o bien avanzar con una mayor dificultad. Sin embargo, lo peor de todo sobreviene cuando uno de los dos rema en dirección contraria al curso que deberíamos llevar. 6.- También les corresponde a los padres de familia el formar a los hijos y, sin lugar a dudas, esta labor será más que un oficio un verdadero arte. Se trata de una labor que exige tal seriedad, tal precisión, tal dedicación, tal preparación y tal ejercicio de la imaginación, como no se puede uno imaginar mientras que no se encuentre al frente de una familia. Hay una composición poética de Don Gabriel CELAYA, el escritor español que murió en 1991, sobre esa labor de la educación de los hijos, y equipara esta acción con la labor del astillero de la vida. Educar es lo mismo que poner un motor a una barca... hay que medir, pesar, equilibrar... 10
  • 11. ... y poner todo en marcha. Pero para eso, Uno tiene que llevar en el alma Un poco de marino..., Un poco de pirata... Un poco de poeta... Y un kilo y medio de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar Mientras uno trabaja, Que ese barco, ese niño Irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío Llevará nuestra carga de palabras Hacia puertos distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día Esté durmiendo nuestra propia barca, En barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. 7.- Queridos hermanos: ¿No se han dado cuenta? En todas las embarcaciones formales hay partes que por sí solas se hundirían: como lo es la máquina o la hélice. Sin embargo estas partes cuando van integradas a la totalidad de la embarcación suelen flotar y, son las que le harán avanzar. Y eso es lo que en nuestras familias se debe comprender: enseñarles a los hijos que así son los episodios de nuestra vida: hay momentos trágicos y hay momentos felices, existen los días tormentosos y también hay los días apacibles, hay días gratos y los hay ingratos, existen los momentos fastos y existen también los nefastos, vivimos los días iluminados y también los profundamente oscurecidos. Pero todos estos momentos unidos forman un buque que tiene rumbo fijo, lo cual debe consolarnos. Enseñemos que todo en la vida se puede aprovechar, aún esas piezas intensamente pesadas. Los riesgos y los momentos difíciles son parte de la trama de nuestra vida, y para ello tenemos que preparar a las personas. Si alguno de nosotros quisiera enviar a la mar de la vida a sus hijos, sin que ellos corran el menor riesgo de un naufragio, entonces no tendrían que dotarles de un barco sino comprarles una isla, y aun aquellos que habitan las Islas me pueden cuestionar. No le tengamos miedo a las dificultades. Dice un refrán africano, con esa sabiduría popular: “En mares serenos no se forman buenos marineros”. 8.- ¿Sabes? Hace años, leí un cuento de Marguerite Yourcenar, una escritora francesa, que hablaba de un rey que al morir legó la corona y sus vastos territorios a su hijo, un joven príncipe, el cual, mientras llegaba a la mayoría de edad recibía la educación necesaria para gobernar el imperio. 11
  • 12. El parlamento gobernó al país mientras el joven rey iba creciendo. El rey joven vivió protegido por las altas murallas de su palacio y no conocía la realidad de la vida fuera de sus murallas más que a través de las pinturas maravillosas de un pintor, un artista, un verdadero poeta con el pincel. Y el día en que ese príncipe, ya hecho hombre, pudo salir a la realidad de la vida y vio el sufrimiento y el dolor, vio la opresión y la maldad, y olió los fétidos olores de la humanidad que sufre, volvió impactado y se encerró en su palacio y, apenas se recuperó y hecho mano del pintor, después de obligarlo a terminar su última obra, le mandó arrancar los ojos y cortar las manos para que no volviera a engañar a nadie con la belleza de su arte y de su inspiración, porque a él le había impedido afrontar la realidad. Todos nosotros estamos llamados por Dios para que enfrentemos la realidad a partir de un conocimiento honesto, sincero y genuino de nosotros mismos, para ubicarnos en la realidad de la vida sobre la base de las responsabilidades y para obtener lo que vayamos mereciendo con el esfuerzo de nuestro trabajo. ¿Hay quién cree que le está haciendo un bien a un hijo dándole lo que no ha merecido? Una cosa es dar instrumentos de trabajo a quienes dependen de nuestro amor y otra es darles los frutos de tu trabajo que ellos no han merecido. Tus hijos crecerán un día y cuando se topen con la pared de la realidad querrán cortarte las manos y arrancarte los ojos porque no los dejaste afrontar la verdad, porque nos los dejaste enfrentarse con la vida tal como es la vida; porque pretendiste vivir por ellos cuando no tenías el derecho de hacerlo. 9.- Esta es la enseñanza del Espíritu de Dios: Nuestras familias deben cumplir con su vocación: deben formar personas que lleguen a comprender que un día tendrán que asumir su papel en una vida que les exigirá el ya no estar en la barca como si fueran solamente artistas en contemplación ni como si fueran solamente turistas en un crucero, sino que tarde o temprano se llega ese momento en el que, como si fueran capitanes, ellos deberán asumir el violento timón, conduciendo su barca hacia horizontes nuevos, en busca de nuevas estrellas. Esas estrellas que se han de seguir, bien podríamos compararlas con los ideales y los valores en los que formes a tus hijos, incluyendo los cristianos: en cierta forma nunca los alcanzamos totalmente, pero, al igual que el marino en alta-mar, nosotros trazaremos nuestro derrotero guiándonos por ellos. 10.- ¡Date cuenta de un elemento adicional! Las familias en las que hemos nacido y crecido, una vez que en la presencia de Dios, cada quien encuentre su vocación específica cristiana: matrimonio o consagración, deberán convertirse en un faro que nos indique el camino pero no deben ser eternamente un muelle que nos mantenga amarrados a ellas. ¡Esto es 12
  • 13. verdaderamente lamentable! Muchas familias se han convertido en ese muelle que ha amarrado con gruesas sogas a los hijos y que no han dejado que su “pequeñito” zarpe, por los mares de la vida, una vez que ya está al frente de otra familia. ¡Esto se convierte en algo que lastima a tantas personas! Cada barca que zarpa por el mar-océano es portadora de un camino único e irrepetible y esto es una realidad sagrada que no puede profanarse y un misterio que debe ser acogido y respetado. 11.- Todas las barcas tienen un paradero común al que deben dirigirse y, será solamente en la eternidad en donde encontrarán esos mares nuevos en donde la pesca es mucho mejor de lo que se puede imaginar. HOMBRE DE POCA FE. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!”. Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contesto: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”. 1.- Muy queridos amigos: La tormenta que azota la barca de san Pedro nos resulta por demás aleccionadora y el mar que lo zarandea mientras camina resulta más aleccionadora todavía. Todos los hombres, y entre ellos los cristianos, padecemos tormentas ya sea en lo externo o ya sea en lo interno. Se trata de nuestra historia, en la que amamos profundamente a este Dios que ha querido hacer salir su sol sobre los justos y los injustos, y hacer caer su lluvia sobre los buenos y sobre los malos,... este Dios que no aisla ni escribe guiones distintos en la trama de la historia de sus hijos. 2.- Esto es lo que cualquiera de nosotros le podría responder al escritor irlandés George Bernard Shaw quien, cual si fuera un nuevo maestro de la sospecha, se burlaba del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes y lo calificaba como el lugar más blasfemo que existe sobre la faz de la tierra: y decía que en ese sitio hay montañas de sillas de ruedas y pilas de muletas, 13
  • 14. pero que no se ve ni una sola pierna de palo, ni un ojo de vidrio ni una sola peluca. Y afirmaba él categóricamente que todo eso demostraba que el poder de Dios es limitado. Mi muy querido simpatizante de George Bernard Shaw, la tormenta la vivimos todos. Todos sufrimos la tempestad, porque todos viajamos en el mismo mundo. A nivel descriptivo y fenomenológico, una tormenta es un fenómeno según las leyes de la naturaleza. A nivel simbólico y existencial, se trata de la situación vital de un hombre solo ante las potencias del mal, cuyas expresiones bíblicas son el mar y el viento, utilizadas para predecir las adversidades. 3.- Y es precisamente ante la realidad de las tormentas, que debemos considerar la grandeza de una fe cristiana que se transforma en actitudes y comportamiento. ¿Sabes? Le preguntaba una joven periodista a la bien amada y gratamente recordada Madre Teresa de Calcuta si acaso la fe que los padres pueden comunicar a los hijos tiene alguna incidencia en la vida de las personas: “Madre Teresa, ¿Es importante formar en la fe a los hijos dentro de la familia? ¿La fe los hace distintos a los demás?” La Madre Teresa de Calcuta le respondió que sí: “¡Mira hija!, la Iglesia, la fe y la vida cristiana, contribuyen tanto o más que la escuela a la educación de los hijos. Por supuesto, no se puede decir que los hijos de un matrimonio cristiano sean menos sinvergüenzas o más agradecidos por el solo hecho de ir a la Iglesia, pero el que los papás se ocupen en darles los medios para hacer examen de conciencia y rezar es algo que cambia la vida de las personas. Pero lo más importante se dará cuando los padres de familia los formen en la fe, que podría equipararse con una manta que se les coloca en la maleta de su equipaje. Un día cuando ellos tengan frío en el alma sacarán esa manta para arroparse y cubrirse de las inclemencias del invierno del espíritu, y encontrarán consuelo cuando parezca no haber esperanza, superando esa muerte que es peor que la muerte.” 4.- La vida no cambia en la cercanía con Dios, quienes cambiamos somos nosotros y la fe nos capacita para vivir la existencia y las tormentas de la vida de una forma distinta. Para nosotros la muerte jamás será el final; nuestra enfermedad y el dolor han adquirido matices salvíficos; en la aparente oscuridad de nuestras dificultades surge el brillo de la fe y de la esperanza. Nosotros hemos aprendido que Dios no quiere ni el dolor ni la muerte, ni la enfermedad ni la soledad, ni el abandono ni la incomprensión, y tan sabemos que esto no lo 14
  • 15. quiere, que hemos comprendido que aquello que nos hace sufrir a nosotros, fue lo mismo que hizo sufrir a Cristo. Hemos asimilado la principal de las enseñanzas en la redacción de la trama para nuestra propia historia: ni tú ni yo debemos poner un signo de interrogación a aquellas situaciones en donde Dios le ha puesto un punto final. “Que Dios se ha subido a nuestra barca” es una verdad en nuestra vida. Pero el hecho de que Dios se haya subido a nuestra barca nunca será señal de una travesía tranquila, sino señal de que a pesar de las adversidades podremos arribar felizmente al puerto, a la otra orilla de nuestro mar de Galilea, a la eternidad. 5.- Este viaje que hemos emprendido tiene una ruta marcada: Si bien la mar-océano de esta vida es nuestra travesía, la otra orilla de la eternidad es nuestro destino. Nuestra vida terrena se prolonga en la vida celestial, la vida temporal aparece sólo como antesala de la vida eterna. De la misma manera en que la travesía no se consolidará al negar el puerto en el que habremos de atracar, nuestra vida terrena no se prolongará al negar la vida eterna sino que se encogerá miserablemente. Y no obstante, la costa de la eternidad no anula la mar-oceano de la vida. Las conclusiones de una auténtica reflexión sobre la eternidad no nos llevarán jamás a una tranquilidad adormecedora como nos acusaba Ludwig Feuerbach, sino que nos deben llevar hacia una incesante vigilancia. Dios ha querido que nos subamos a la barca de nuestra vida cristiana. El más allá pone los cimientos de las relaciones del más acá. Si bien una travesía sin destino debe ser considerada como una locura, entonces una continua e inacabable travesía es la peor insensatez de la fatalidad. El hombre cristiano no es un ser para muerte ni para el reciclaje sino un peregrino en busca de la luz, de un nuevo horizonte. La muerte no se compara ni con la inmensa mar irreversible ni con aquel finisterrae del desconocimiento que los antiguos temían, sino con un arroyo poco profundo que nos ayuda a cruzar a la frontera para la vida o con un ser llamado a una barca que nos llevará a aquel lugar en donde la pesca será infinitamente mejor. Y es la fe, la esperanza y el amor lo que puede transformar la mar, la barca, la travesía, el viento, la tormenta, y por supuesto a la tripulación. Un mundo abandonado por el la fe, la esperanza y el amor habrá de sumergirme en la muerte... Donde persiste la fe, la esperanza y el amor, donde triunfan de cuanto quiera degradarlos, la muerte acaba definitivamente vencida. 15
  • 16. El misterio de la vida y de la muerte se esclarece por el misterio de Dios asumido en la fe, la esperanza y el amor: A la muerte del ser amado, y a nuestra propia muerte la única actitud verdaderamente espiritual es, en consecuencia, la de la fe y la oración. 6.- Es tiempo de educar en la fe a la familia que Dios te ha confiado. Un hijo necesitará siempre de la palabra y el ejemplo en la fe cristiana, así como de tu oración. De no presentarse los colores cristianos en el óleo de la vida sobrevendrán otras tonalidades indeseadas a ocupar la superficie de un suave lienzo en el que tu no has querido plasmar los trazos de una vida de fe. Tiene tanta razón el católico inglés Gilbert Keith Chesterton cuando dice: “Desde que los hombres han dejado de creer en Dios, no es que no crean en nada. Ahora creen en todo”. Y algunos, creen en alambritos, piedritas, vidriecitos, es ascendencias, cuadraturas de planetas, y en cada barbaridad... Te invito para que a tus hijos les pongas en esa embarcación que es susceptible a las tormentas un chaleco salvavidas, pero recuerda que el mejor de esos chalecos salvavidas se confecciona con dos materiales: la fe y la esperanza cristiana. 7.- ¡Tú lo sabes! Tengo, por la gracia de Dios, veintisiete años de ministerio pastoral, y esta tarde puedo decirte que en mi mente y en mi corazón, ha quedado en claro una sólida convicción en mi ministerio: El hombre que puede sobreponerse a cualquier adversidad que las eventualidades y la incertidumbre de la vida le depare, no será precisamente aquel que haya crecido mucho en lo físico y en la presencia que es apariencia, ni aquel que tiene en la pared de su oficina una gran cantidad de diplomas o de certificados académicos, que domine varios idiomas o que domine la mar de la virtualidad, sino aquel que tiene a Dios en su corazón, el hombre de fe que es capaz de enfrentarse a los mares de la realidad con la fuerza de aquel que aparentemente duerme para provocar nuestra reacción. Tú que piensas que Dios está dormido, es tiempo de que despiertes: El progreso humano y personal, que pueden obtener tus seres queridos en las mejores universidades de este país y aún del extranjero, les hará mirar siempre hacia-adelante; sin embargo será solamente la fe la que les ayude a mirar hacia-arriba, sobre todo cuando en medio del fuerte viento, de la mar embravecida y de una tormenta inclemente lleguen esos momentos en que hacia-adelante no puedan ver absolutamente nada. Entonces tendrán que aprender a invocar al Dios que nos recordará la enseñanza de una fe cristiana que puede auyentar nuestros miedos humanos. 16