Los controladores de vuelo de la NASA no asumieron responsabilidad por los problemas que estaban ocurriendo y no tomaron medidas para corregirlos a pesar de saber que el software de control no funcionaba correctamente, lo que llevó al accidente. Se pudo haber evitado el accidente si los controladores hubieran comunicado inmediatamente las fallas, detenido la misión hasta reingenierar los protocolos de lanzamiento, y puesto a salvo a los tripulantes.