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Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 3 
JUECES, RUT, 1 Y 2 SAMUEL 
El Libro de Jueces 
Capítulo 1 
La agonía de la apostasía 
El Libro de Jueces abarca cuatrocientos años de historia 
hebrea. La primera oración del libro menciona la muerte de Josué y la 
falta de liderazgo que hubo después. Josué no logró entrenar a un líder 
que continuara su labor. En cierto sentido, el Libro de Jueces relata 
hasta qué punto llegó la desorientación de los israelitas por esta razón. 
A lo largo de este libro vemos que ninguno de los jueces logró 
entrenar a líderes que los sucedieran y dieran continuidad a su visión 
de cómo debía ser conducido el pueblo de Dios. 
El versículo clave del Libro de Jueces nos dice que no había 
rey en Israel durante este período de la historia, y que “cada uno hacía 
lo que bien le parecía” (Jueces 17:6). Muchos estudiosos creen que 
Samuel fue el autor de Jueces. Dado que no había ningún rey en el 
tiempo de los jueces, bien podría ser que el autor de este libro lo haya 
escrito durante el tiempo de la monarquía, con una mirada 
retrospectiva. Los días en que gobernaron los jueces, antes que Israel 
tuviera rey, fueron la edad oscura de la historia hebrea. 
El mensaje devocional de Jueces tiene que ver con un problema 
básico, el de la apostasía. La palabra “apostasía” significa ‘estar 
alejado de’. A veces, la palabra significa apartarse de los compromisos 
de la fe. En el capítulo final del Libro de Josué, los hijos de Israel
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
2 
hicieron un compromiso y sellaron su fe con un pacto solemne. Josué 
dijo: “Ustedes deben elegir por ustedes y por su casa, pero yo y mi 
casa serviremos a Jehová” (ver Josué 30:15). En esencia, juraron ante 
Dios y Josué: “Elegimos poner a Dios en el primer lugar. Elegimos 
servir y obedecer a Dios”. 
Ellos eligieron servir al Señor, y asumieron esa postura por 
ellos y por sus familias. La apostasía es simplemente esto: Uno toma 
una postura como hicieron los hijos de Israel, y luego se aparta o 
reniega de su compromiso con Dios y de su pacto con Él. 
Un ciclo de apostasía 
En el Libro de Jueces vemos un ciclo de apostasía que recorren 
los hijos de Israel siete veces en menos de cuatrocientos años. Si 
imaginamos un reloj, este ciclo de apostasía comienza con la manecilla 
que marca las horas sobre el número doce. Esto representa a los hijos 
de Israel cuando Dios está en el primer lugar y ellos están alineados 
con Él. A la una, los hijos de Israel se apartan de su compromiso con 
Dios. A las dos, hay una corrupción moral, seguida por corrupción 
política a las tres. A las cuatro, aparece un enemigo feroz. A las cinco, 
Israel es conquistado por ese enemigo. Cuando la manecilla está abajo, 
apuntando al seis, los hijos de Israel son esclavos de ese conquistador. 
Al avanzar la manecilla por el otro lado, a las siete hay un 
avivamiento espiritual. El pueblo clama a Dios pidiendo misericordia. 
A las ocho, Dios levanta un líder al que llama, equipa e inspira para 
liderar una revolución y derrocar al conquistador malvado. Ese líder es 
llamado “juez”. A las nueve, el juez comienza a urdir las formas de 
derrocar al conquistador. A las diez, hay una revolución, con la 
victoria a las once. Con la victoria ganada y el conquistador derrotado, 
los hijos de Israel vuelven a estar en la posición del doce, sirviendo y 
amando a Dios nuevamente. 
Durante distintos períodos de tiempo, todo está bien, hasta que 
volvemos a leer esas tremendas palabras: “Los hijos de Israel hicieron 
lo malo ante los ojos de Jehová” (ej: Jueces 2:11). Entonces nos damos 
cuenta de que se está repitiendo el ciclo de la apostasía, vez tras vez 
tras vez. Los hijos de Israel tuvieron paz durante ochenta años a veces, 
pero la apostasía volvía a surgir, y el ciclo de la apostasía se repitió 
siete veces. 
Hay, al menos, dos aplicaciones devocionales y prácticas para 
nosotros cuando leemos el Libro de Jueces. Primero, hay una 
aplicación personal. ¿Podemos apartarnos o alejarnos de lo que 
creemos? ¿Podemos cometer apostasía? ¡El Libro de Jueces dice que 
sí, que es posible! 
El Libro de Deuteronomio, y también el apóstol Pablo (1 
Corintios 10:12), nos advierte: “El que piensa estar (continuamente) 
firme, mire que no caiga”. El hecho de que hayamos entrado a nuestra 
“tierra prometida de Canaán” y hayamos vencido no significa que no 
podamos apartarnos o alejarnos de lo que creemos. El Libro de Jueces 
nos muestra vez tras vez que los hijos de Israel cayeron en la apostasía. 
Como ellos, todos tenemos esos tiempos en que hacemos grandes 
compromisos con Dios, pero luego nos apartamos o alejamos de esos
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
3 
pactos con Él. Cuando lo hacemos, debemos pagar, con el tiempo, el 
alto costo de la apostasía. 
La segunda aplicación devocional del Libro de Jueces es lo que 
podríamos llamar la apostasía nacional. Así como la nación de Israel 
pasó por este ciclo tantas veces en el Libro de Jueces, es posible que 
otras naciones recorran el mismo ciclo hoy. 
Hubo un tiempo en que Tierra Santa era “el cuartel general de 
Dios” y Jerusalén era la capital espiritual del mundo. Pero los líderes 
espirituales se alejaron de Dios y rechazaron a Jesucristo y sus 
afirmaciones mesiánicas. Cuando Jesús entró en Jerusalén en ese 
primer Domingo de Ramos, dijo a los líderes religiosos: “Si ustedes no 
quieren generar fruto en el reino de Dios, Dios les quitará el reino y se 
lo dará a personas que quieren hacerlo”. En otras palabras, Dios 
“trasladaría su cuartel general”, si el país no daba fruto para el reino de 
Dios. Jesús dijo que el compromiso con Dios es como caer sobre una 
roca. O uno cae sobre la roca y es quebrado por ella, o la roca cae 
sobre uno y lo hace polvo (ver Mateo 21:42-44). 
Cuando Jesús quitó el reino a los líderes religiosos de Israel, lo 
entregó a su iglesia. Esto significa que la aplicación devocional de este 
ciclo de apostasía debería dirigirse principalmente a la iglesia. Dado 
que hay una interpretación pero varias aplicaciones de las Escrituras, 
esta advertencia acerca de la apostasía puede ser aplicada a ministerios 
como los miles de institutos, universidades y seminarios relacionados 
con la iglesia que fueron creados para enseñar la Palabra de Dios. 
Debemos aplicar las tremendas advertencias relacionadas con 
la apostasía en el Libro de Jueces personalmente, institucionalmente y 
nacionalmente. El mensaje de este libro es que siempre debemos “estar 
en el doce”, amando, adorando y sirviendo a Dios. 
Capítulo 2 
Cosas fuera de lo común hechas por medio de personas comunes 
Además de las advertencias sobre la apostasía en el Libro de 
Jueces, hay muchas verdades devocionales que pueden aprenderse de 
las vidas personales de los jueces. Estos jueces son algunos de los 
mejores estudios de personalidad de la Biblia. 
Otoniel fue el primer juez. Según la Biblia, su única carta de 
presentación parece haber sido que era el sobrino de Caleb. La única 
carta de presentación del segundo juez, Aod, era su condición de 
zurdo. Se nos dice que otra juez, Débora, era una madre de Israel. Le 
costó bastante lograr que un militar, Barac, reuniera el valor suficiente 
como para acompañarla a la batalla. Gedeón, cuando fue llamado, dijo: 
“Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia 
es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 
6:15). Un tema recurrente en los perfiles de personalidad de estos 
jueces es que eran personas muy comunes.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
4 
¿Se considera usted una persona común y corriente? ¿Cree que 
no Dios no querría, o tal vez no podría, usarlo porque no es una 
persona muy dotada y con muchos logros? Este Libro de Jueces le 
mostrará que a Dios le encanta hacer cosas fuera de lo común a través 
de personas muy comunes, como usted o como yo. 
Otoniel era el hijo del hermano menor de Caleb. La Biblia dice 
que el Espíritu de Dios se apoderó de él, y él reformó y purgó a Israel 
de forma tal que cuando condujo a las fuerzas de Israel contra el 
enemigo, Dios ayudó a Israel a conquistar completamente (ver Jueces 
3:9-11). 
A Dios le encanta tomar gente común y hacer cosas fuera de lo 
común a través de ellas porque su Espíritu las está controlando. Eso es 
lo que el Nuevo Testamento llama ser lleno del Espíritu Santo. 
Vemos esto en la vida de un juez llamado Aod, cuya única 
carta de presentación era ser zurdo. Israel había sido dominado por los 
moabitas. Un rey llamado Eglón los había conquistado. En esos días, 
cuando una nación conquistaba a otra, siempre la cargaba con 
impuestos insoportables. Aod lideró un grupo que fue a la capital de 
Moab para pagar los impuestos de Israel y fue al palacio de Eglón. 
Antes de partir para esta misión, hizo un puñal de casi cincuenta 
centímetros de largo. 
Cuando se paró frente al rey de Eglón, que era sumamente 
gordo, le dijo: “Tengo un mensaje para usted de Dios”. Leemos que, 
con su fuerte brazo izquierdo, sacó su puñal y mató al rey. Aod 
comenzó una revolución, y los moabitas fueron derrocados. Lo único 
que se nos dice de Aod es que era zurdo. Es posible que su brazo 
izquierdo fuera lo único que él tuviera para ofrecer a Dios, y Dios lo 
usó poderosamente. ¿Ha ofrecido usted sus talentos, grandes y 
pequeños, a Dios? Si usted pone sus magros dones y talentos en las 
manos de Dios, Él los usará, como usó el brazo izquierdo de Aod. 
Una de mis historias favoritas de estos libertadores es la de 
Débora, una madre de Israel. Débora tenía un don espiritual especial. 
Era una profetisa. Se sentaba debajo de una palmera y profetizaba, y 
las personas venían de todas partes de Israel para escucharla hablar sus 
mensajes sobre Dios. 
Un día le dijo a un hombre llamado Barac: “Dios mismo tiene 
un mensaje para ti. Debes movilizar diez mil hombres y atacar a 
Sísara, el general cananeo, que tiene novecientos carros de hierro y 
conduce un gran ejército. Atácalo y libra a Israel de los cananeos” (ver 
Jueces 4:6, 7). 
Barac dijo: “Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres 
conmigo, no iré” (Jueces 4:8). Él sabía que, si Dios estaba realmente 
diciéndole esto a través de Débora, entonces lo haría victorioso. Tal 
vez para probar a Débora, para ver si realmente creía que era un 
mensaje de Dios, le dijo: “Tú ven conmigo. Marcha con nosotros”. 
Débora accedió, pero le advirtió: “La historia dirá que una mujer libró 
a Israel de los cananeos” (ver Jueces 4:9). Cuando Barac pidió a 
israelitas que fueran a la batalla, diez mil hombres se ofrecieron como 
voluntarios. Eso era exactamente lo que Débora le había dicho que 
ocurriría.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
5 
La batalla se libró en el monte de Tabor. Dios confundió a los 
carros de Sísara. El ejército cananeo entró en pánico. Los hombres de 
Barac tomaron el control, y Sísara intentó huir. Una mujer llamada 
Jael le ofreció esconderse en su tienda. Él se durmió rápidamente y, 
mientras dormía, Jael tomó un mazo y una estaca de la tienda y clavó 
su cabeza al suelo. 
Recuerde que el mensaje central de Jueces es la apostasía y las 
consecuencias espantosas de la apostasía. Pero también aprendemos de 
las vidas de los jueces que Dios usa a personas poco importantes. A Él 
le encanta tomar personas comunes, como usted o como yo, y hacer 
cosas fuera de lo común con ellas. Dios hace cosas increíbles a través 
de personas comunes y corrientes que están controladas por su 
Espíritu. 
Capítulo 3 
Cada hombre en su lugar 
Gedeón es el más pintoresco de todos estos jueces. Miraremos 
de cerca su vida, porque tiene mucho que enseñarnos. Por ejemplo, si 
usted tiene una baja autoestima, reflexione sobre lo que tiene que decir 
Gedeón de sí mismo: “He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y 
yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15). Él vivió durante la 
conquista de Israel por parte de los madianitas, que fue brutalmente 
cruel. Muchos israelitas habían sido muertos en la guerra contra los 
madianitas, y estos habían destruido los cultivos del pueblo escogido, 
dejándolos sin nada para comer. 
Luego de siete años de pobreza y crueldad, el pueblo de Israel 
comenzó a clamar al Señor pidiendo ayuda. El Señor llamó al hombre 
que se convertiría en su libertador. Ese hombre era Gedeón. 
Leemos que el ángel del Señor vino y se sentó debajo de la 
encima que estaba en Ofra, que era de Joás. Su hijo, Gedeón, estaba 
sacudiendo el trigo en el lagar, porque quería ocultar el trigo de los 
madianitas. El ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Jehová está 
contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor 
mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo 
esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas?” (Jueces 6:12-14). 
Habían pasado muchos años desde el cruce del Mar Rojo, y 
Gedeón quería saber si Dios todavía haría un milagro por su pueblo 
como el que había hecho en tiempo de Moisés. En esencia, el ángel del 
Señor dijo a Gedeón que, si quería encontrar el milagro que iba a usar 
para liberar al pueblo de Israel de los madianitas, debía mirarse en un 
espejo. Dios se deleitaría en tomar al menor de la tribu más débil, y 
usar lo común para lograr el milagro fuera de lo común que había 
planeado para esta liberación. 
Es importante que, cuando Dios lo llama para hacer un trabajo 
para Él, usted haga ese trabajo sabiendo que Él lo ha enviado y estará 
con usted. También debe aprender algunos secretos espirituales que 
tuvieron que aprender estos jueces y otros grandes libertadores, como
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
6 
Moisés. Estos secretos espirituales son: No se trata de quién o qué es 
usted, sino de Quién y Qué es Dios. No se trata de lo que usted puede 
hacer, sino de lo que Dios puede hacer. No se trata de lo que usted 
quiere, sino de lo que Dios quiere. Cuando ocurran los milagros, usted 
mirará atrás y dirá: “No fue lo que yo hice, sino lo que Dios hizo 
porque me envió a mí y estuvo conmigo”. 
Dios no busca súper santos. A menudo busca al menor del más 
débil, porque es más probable que éste aprenda los secretos 
espirituales que aprendieron Moisés y los demás líderes del pueblo de 
Dios. ¿Cómo puede alguien aprender estos secretos si es un “súper 
santo”? Es más probable que confíe en él mismo que en Dios. Pero si 
es el menor del más débil, Dios puede hacer que confíe en Él. Este fue 
el tipo de líder que Dios levantó vez tras vez en el Libro de Jueces. 
Cuando Dios llamó a Gedeón para derrocar a los madianitas, 
había cientos de miles de madianitas. Eran como una plaga de 
langostas en cuanto a la cantidad. Dios tenía que edificar la fe de 
Gedeón. Dios quiere hacer dos cosas cuando intenta dar a un hombre 
el don de la fe. Primero, quiere probar la fe de ese hombre mediante la 
prueba. Luego, Dios quiere probarse a sí mismo a ese hombre. 
Observe cómo Dios confirma la fe de las personas cuando las llama a 
hacer algo que requiere una gran fe. Salmos 37:23 dice: “Por Jehová 
son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino”. 
La mayoría de nosotros conocemos la historia del vellón de 
Gedeón. Dios lo llamó para ser quien libertara a Israel de los 
madianitas. Gedeón necesitaba saber con seguridad que Dios lo 
llamaba, así que le pidió que confirmara su llamado. Por la noche puso 
un vellón de lana seco al aire libre y dijo a Dios que, si la tierra 
alrededor estaba seca, pero el vellón estaba mojado a la mañana 
siguiente, sabría que el Señor realmente lo estaba llamando a ser un 
libertador. Cuando Gedeón se levantó, a la mañana siguiente, la tierra 
estaba seca, pero pudo llenar una vasija de agua entera al exprimir el 
vellón. Como no estaba seguro todavía, la noche siguiente pidió a Dios 
que la tierra estuviera mojada y el vellón, seco. A la mañana siguiente, 
la tierra estaba empapada de rocío y el vellón estaba seco. 
Como Dios estaba llamando a Gedeón a hacer una gran tarea, 
hizo lo que éste le pidió. Pero debemos tener cuidado cuando pedimos 
a Dios que nos dé pruebas de sí. Hay una delgada línea entre poner un 
vellón, como hizo Gedeón, y poner a prueba al Señor. Cuando Jesús 
fue tentado en el desierto, fue desafiado a arrojarse del punto más alto 
del templo. Si los ángeles lo salvaban, todos sabrían que era el Hijo de 
Dios. Pero Jesús dijo: “Está escrito que no debes poner a prueba a 
Dios”. Llegamos a Dios por fe. Habrá veces cuando Dios nos probará. 
Sin embargo, nosotros no tenemos derecho a probar a Dios. 
Cuando usted comienza su viaje espiritual, es como si estuviera 
ingresando a la “Universidad de la Fe” de Dios. Usted no tiene 
derecho a probar a Dios. Pero Dios sí tiene derecho a probarlo a usted. 
Él puede tomarle una “prueba sorpresa” y exámenes difíciles en 
intervalos regulares, pero usted nunca tiene el derecho de tomarle 
exámenes a Él. Dios sabe que habrá ocasiones en las que usted tiene fe
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
7 
realmente, pero necesita alguna confirmación. Esto no es lo mismo que 
poner a prueba a Dios porque no le cree. 
Dios probó la fe de Gedeón de otra forma todavía. Antes de 
atacar a los madianitas, que estaban acampados en el oscuro valle de 
Jezreel, Dios dijo a Gedeón que se metiera a escondidas en el 
campamento madianita. Junto a una tienda de dos soldados madianitas, 
escuchó que uno de ellos contaba al otro un sueño. Se había 
despertado de una pesadilla. Le dijo: “Soñé que un gran pan de cebada 
rodaba desde la montaña y aplastaba nuestra tienda. Me pregunto qué 
podría significar”. Su compañero le dijo: “Sé lo que significa. Esta es 
la espada de Gedeón, ese poderoso ejército israelita que está del otro 
lado del monte. Tu sueño significa que el ejército de Israel vendrá y 
aplastará el ejército madianita” (ver Jueces 7:13, 14). 
Cuando Gedeón lo escuchó, allí, en la oscuridad, inclinó su 
cabeza y adoró a Dios. Entonces volvió a su pueblo y dijo: 
“Levántense, porque Dios ha entregado a Madián en sus manos”. ¿Está 
Dios preparándolo para una obra de fe? ¿Es posible que Dios quiera 
hacer una gran obra a través de usted, pero usted no está lo 
suficientemente cerca de Él como para saberlo? 
Antes de utilizar a Gedeón para derrotar a los madianitas, 
vemos cómo Dios le da muchas pruebas de sí mismo, y que también 
prueba la fe de Gedeón. El mayor desafío a la fe de Gedeón fue 
cuando Dios le pidió que sacrificara el mejor toro de su padre. El padre 
de Gedeón era un padre apóstata. Había edificado un altar a Baal, un 
dios pagano. Dios dijo a Gedeón que tomara el mejor toro de su padre 
(en términos modernos sería como tomar su tractor de 75.000 dólares), 
y lo encadenara al altar para derribarlo. Luego, Dios le dijo que tomara 
el ídolo de su padre, lo cortara en pedazos e hiciera fuego con él, sobre 
el cual sacrificaría el toro como un holocausto para Dios. 
Ese fue un desafío enorme. Muchas veces, en los Evangelios, 
Jesús dijo: “Si no están dispuestos a ponerme en el primer lugar, por 
encima de su padre, no son dignos de mí”. Jesús nos desafía a ponerlo 
primero, antes que nuestro padre y nuestra madre. Eso era lo que Dios 
pedía que hiciese Gedeón cuando le ordenó destruir el ídolo de su 
padre de esta forma. 
Gedeón obedeció la orden de Dios al pie de la letra. A la 
mañana siguiente, cuando la gente de la ciudad vio lo que había 
ocurrido con su altar y su ídolo, preguntó: “¿Quién hizo esto?”. La 
respuesta fue: “Gedeón lo hizo”. Querían matarlo porque había 
ofendido a Baal. Como el padre de Gedeón amaba a su hijo, dijo a los 
habitantes de la ciudad: “Ustedes deberían ser muertos por ofender a 
Baal porque, si es un dios, deberían dejar que se defienda por sí solo”. 
Ese día, Gedeón recibió el apodo de Jerobaaal, que significa ‘que Baal 
se defienda por sí solo’. 
Dios probó a Gedeón nuevamente cuando le dijo que “podara” 
su ejército. Gedeón contaba con treinta y dos mil hombres para atacar 
a los madianitas. Cuando iban por el camino, Dios le dijo: “Gedeón, es 
demasiada gente”. Dios no quería que Gedeón pensara que su victoria 
era gracias a la cantidad de gente que tenía en su ejército, así que le 
ordenó que enviara de vuelta a su casa a todo el que tuviera miedo.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
8 
¿Recuerda usted que, en Deuteronomio, Moisés escribió la ley 
que ordenaba este tipo de desafío cuando un ejército de Israel 
marchaba hacia una gran batalla? Debían enviar de vuelta a casa a los 
soldados que tenían miedo, que estaban recién casados o que habían 
plantado un viñedo y todavía no habían cosechado sus frutos 
(Deuteronomio 20:1-8). Cuando Gedeón desafió a los temerosos a que 
se fueran, veintidós mil soldados se retiraron. 
Gedeón continuó marchando con diez mil soldados, hasta que 
Dios le dijo: “Gedeón, sigues teniendo demasiada gente”. Él sabía que 
Gedeón todavía atribuiría la victoria a la cantidad de hombres que 
tenía en su ejército. Dios le dijo que dejara que sus hombres bebieran 
agua de un río y que separara a los que se arrodillaban para beber de 
los que lamían el agua mientras marchaban por el río. Nueve mil 
setecientos hombres se arrodillaron para beber, y Dios dijo, 
básicamente: “Diles que se vayan a casa. ¡No los necesitamos! Con los 
trescientos que lamieron el agua mientras cruzaban el río, entregaré a 
los madianitas en tu mano” (ver Jueces 7:5-7). 
Esto es menos del 1% de la cantidad con la que empezó 
Gedeón. Dios no necesita miles de seguidores no comprometidos. 
Nunca lo ha necesitado. Él necesita un pequeño grupo de siervos 
completamente consagrados. 
Dios probó la fe de Gedeón nuevamente a través del plan de 
batalla con el cual conquistó a los madianitas. La victoria de Gedeón 
requería gran fe, una tremenda valentía y un plan hermoso. Los 
madianitas estaban acampados en un valle muy oscuro. Dios dijo a 
Gedeón que tomara sus trescientos hombres, los dividiera en tres 
compañías de cien hombres cada una, y que los colocara en tres 
lugares: al norte, este y oeste del ejército madianita. Gedeón recibió 
instrucciones claras, que transmitió a sus hombres. 
Este es un gran estudio sobre el liderazgo, cuando Gedeón 
dice: “Miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo 
llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo” 
(7:17). Esa es la esencia del verdadero liderazgo. Todos estos hombres 
simplemente tenían que estar totalmente consagrados a Dios y a 
Gedeón. En su mano izquierda tenían un cántaro que cubría una tea. 
En su mano derecha, una trompeta. Cuando Gedeón dio la señal, 
rompieron los cántaros que cubrían las teas y las dejaron al descubierto 
Entonces hicieron sonar sus cien trompetas. Gritaron: “¡Por la espada 
de Jehová y de Gedeón!”. Esto ocurrió en tres lugares distintos. 
Si usted fuera un madianita, dormido en el suelo en la 
oscuridad total, ¿qué pensaría si despertara oyendo que se rompen cien 
cántaros, cien trompetas que suenan y cien hombres que gritan al norte 
de su campamento? Y luego ocurre lo mismo al este y al oeste de 
donde está acampado. Probablemente piense que el gran ejército de 
Gedeón lo ha rodeado. 
Los madianitas realmente creyeron que estaban rodeados. 
Entraron en pánico en la oscuridad y comenzaron a matarse entre sí. 
Los hombres de Gedeón los corrieron del valle como si fueran ganado. 
Luego los hombres que habían dejado el ejército de Gedeón volvieron
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
9 
y se incorporaron a la batalla. Los que habían ido a sus casas volvieron 
y, juntos, destruyeron por completo a los madianitas. 
El verso que relata la victoria nos da esta descripción de los 
trescientos: “Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor 
del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y 
huyendo” (7:21). Si un porcentaje de los trescientos no hubiera 
descubierto sus teas, no hubiera hecho sonar sus trompetas y no 
hubiera gritado cuando correspondía, todo el plan de batalla hubiera 
fracasado, y habrían sido destruidos por los madianitas. 
Esta es una hermosa imagen de la iglesia de Jesucristo hoy. El 
Cristo resucitado no necesita miles de seguidores no comprometidos. 
Él necesita una minoría consagrada de discípulos que se mantengan 
firmes en su lugar. Si Dios pudiera conseguir que cada uno de nosotros 
nos mantuviésemos firmes y usáramos todos los dones que nos ha 
dado, en el lugar adonde nos lleven esos dones, con un compromiso 
del ciento por ciento con Jesucristo, entonces podríamos hacer huir a 
todas las huestes del infierno. 
Recuerde que el versículo clave que revela la verdad de los 
libros históricos del Antiguo Testamento se encuentra en el Nuevo 
Testamento. El apóstol Pablo nos dice que busquemos ejemplos y 
advertencias cuando leamos la historia hebrea (1 Corintios 10:11). En 
el Libro de Jueces, las advertencias se agrupan alrededor de las 
tremendas consecuencias de la apostasía. 
Los ejemplos pueden encontrarse en la vida de los jueces. Hay 
otros, como Sansón, que son una advertencia y un ejemplo. Busque 
ambos en su vida. Las vidas de todos estos jueces son ejemplos de la 
dinámica verdad de que Dios se deleita en usar a personas muy 
comunes para hacer cosas fuera de lo común para Él y para su gloria. 
Cuando comprendemos esa verdad, debemos darnos cuenta de que 
nuestra mayor capacidad es nuestra disponibilidad para Dios y para lo 
que Él quiere que hagamos. 
El Libro de Rut 
Capítulo 4 
El romance de la redención 
Al avanzar en los libros históricos del Antiguo Testamento, 
después de ver los Libros de Josué y Jueces, llegamos al Libro de Rut, 
una hermosa historia de amor que tuvo lugar “en los días que 
gobernaban los jueces”. 
Esta historia de amor es un reflejo de la salvación y de nuestra 
relación con el Señor Jesucristo. Las escrituras del Antiguo y del 
Nuevo Testamento nos dicen que estamos comprometidos en 
matrimonio con Él. Él es el Esposo y nosotros, la iglesia, somos su 
“esposa”. El Libro de Rut presenta esta relación como un “romance de 
redención”. La Biblia nos da esta hermosa historia de amor:
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
10 
“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo 
hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los 
campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel 
varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus 
hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, 
pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. Y murió Elimelec, 
marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron 
para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la 
otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, 
Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos 
hijos y de su marido” (Rut 1:1-5). 
Elimelec, Noemí y sus dos hijos fueron a un país lejano y 
pasaron por tiempos duros. La tierra de Moab tiene una connotación 
negativa para los judíos devotos, similar al país lejano de la historia 
del Hijo Pródigo. La historia de esta familia sigue el mismo patrón. 
Mientras la familia pródiga estaba en la tierra de Moab, ambos hijos 
murieron. Elimelec murió también. Noemí es la única sobreviviente de 
la familia que viajó a Moab para huir del hambre en Belén y Judá. 
Si nos centramos en Noemí, vemos un perfil de algunos de los 
patrones de la historia de los pródigos. Mientras Noemí estuvo en el 
país lejano de Moab, las cosas fueron muy duras. Sus hijos se casaron 
con mujeres moabitas, lo cual estaba prohibido, y luego murieron. Ella 
había ido a Moab con un esposo y dos hijos. Ahora no tenía esposo, no 
tenía hijos, y tenía dos nueras moabitas. 
La historia continúa: “Entonces se levantó con sus nueras, y 
regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que 
Jehová había visitado a su pueblo para darles pan” (Rut 1:6). Esto es 
algo que ocurre casi siempre con un pródigo. Mientras está en país 
lejano de este mundo, escucha qué bien están las cosas en la casa de su 
padre. 
“Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella sus dos 
nueras, y comenzaron a caminar para volverse a la tierra de Judá” (Rut 
1:7). Este era el retorno de la hija pródiga. Antes de volver, Noemí se 
vuelve hacia sus nueras y les dice: “Andad, volveos cada una a la casa 
de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis 
hecho con los muertos y conmigo. Os conceda Jehová que halléis 
descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó, y ellas 
alzaron su voz y lloraron”. 
La historia continúa: “Y le dijeron: Ciertamente nosotras 
iremos contigo a tu pueblo. Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; 
¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, 
que puedan ser vuestros maridos? Volveos, hijas mías, e idos; porque 
yo ya soy vieja para tener marido” (Rut 1:10-12). Leemos que una 
nuera de Noemí, Orfa, le dio un beso y se fue. Pero Rut se quedó con 
ella. 
Noemí le dijo a Rut: “He aquí tu cuñada se ha vuelto a su 
pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella” (v. 15). Es aquí donde Rut 
se convierte en la pieza central del libro que lleva su nombre, y donde 
encontramos al personaje principal de esta hermosa historia de amor.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
11 
Rut dice: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a 
dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. 
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, 
moriré yo, y allí seré sepultada” (Rut 1:16, 17). 
Rut nos dio un notable modelo de lealtad cuando hizo este 
compromiso solemne con Noemí. Estos dos versículos presentan un 
bosquejo muy bueno para los votos matrimoniales, porque representan 
el tipo de compromiso que debería haber entre un hombre y una mujer. 
Cuando una persona se casa, se compromete a ir a vivir adonde va a 
vivir su cónyuge. Tal vez piense que no está casándose con una familia 
pero, luego de unos años, descubrirá que le conviene decir “tu pueblo 
será mi pueblo”, para no tener un relación tirante con su cónyuge. 
La parte más importante del compromiso es la que dice “tu 
Dios será mi Dios”. Si no tienen el mismo Dios, no tendrán una base 
común para su sistema de valores. Esa es una de las causas de los 
matrimonios rotos. Cuando la pareja no tiene el mismo sistema de 
valores, tiene problemas. Cuando piensan cómo pasarán su vida juntos 
en términos de su tiempo, su dinero y su energía, no estarán de 
acuerdo en nada. El fundamento que da a una pareja casada un 
esquema mental común es poder decir: “Tu Dios es mi Dios”. Cuando 
obtienen sus valores de su relación con Dios, tendrán un sistema de 
valores común. 
El último versículo del capítulo 1 dice: “Así volvió Noemí, y 
Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y 
llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. El hecho de 
que fuera el comienzo de la siega de la cebada cuando volvieron a 
Belén es muy importante. Al llegar estas dos mujeres a Belén, Noemí 
era la imagen de un hijo de Dios que vuelve a la casa de su padre. La 
gracia de Dios estaba esperando recibirla allí, así como el padre salió 
corriendo para darle la bienvenida, afirmar, abrazar y aceptar al hijo 
pródigo (Lucas 15:20). 
En esta historia, Rut representa a aquellas personas que no 
forman parte de la familia de Dios. Rut no era hebrea. Era una 
extranjera. ¿Tiene Dios alguna gracia para la persona que no es un 
miembro de su familia? Si, la tiene. La gracia salvadora, que nos 
alcanzó cuando éramos pecadores, es la que nos permite llegar a 
formar parte de la familia de Dios. Como veremos, la gracia de Dios 
para Noemí y Rut se encontrará en su ley. 
La primera ley de Dios que dio gracia a Rut y Noemí se 
encuentra en Levítico 19:9, 10. Esta ley, llamada la ley del espigueo, 
dice que los cosechadores no debían levantar el grano que caía 
accidentalmente al suelo en la cosecha, sino que debían dejarlo para 
que los pobres y los extranjeros los espigaran. Rut decidió en su 
primer día en Belén que espigaría en los campos. Leemos: “Y Rut la 
moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré 
espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le 
respondió: Ve, hija mía. Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en 
pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de 
Booz, el cual era de la familia de Elimelec” (Ruth 2:2-4).
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
12 
Hay otra ley de Moisés que es un importante telón de fondo 
que nos ayuda a entender por qué se encuentra en la Biblia esta 
historia de amor. Es la ley del levirato o del “pariente redentor”. Esta 
ley decía que, si el hermano de un hombre moría sin hijos, su viuda no 
debía casarse fuera de la familia. Para continuar su nombre en Israel, el 
hermano de su esposo debía casarse con ella. Si el hermano del 
hombre muerto rehusaba hacerlo, entonces ella podía denunciarlo ante 
los ancianos de la ciudad (esto equivalía a llevarlo a juicio). Si seguía 
rehusándose ante los ancianos, ella podía sacarle el calzado del pie y 
escupirle en la cara. A partir de ese día, la casa de él se llamaría algo 
así como “la casa del hombre al que le sacaron el calzado”. Era una 
desgracia llevar ese rótulo en la cultura de Israel. 
Dado que Rut había estado casada con un hebreo, como 
resultado de ese matrimonio, ella fue incorporada a la familia de Dios, 
la nación hebrea. Cuando su esposo murió, no tenían hijos, así que Rut 
ya no pertenecía a la familia de Dios. La ley decía que ella podía ir a 
un pariente de su esposo fallecido y pedirle que se casara con ella. Si 
se rehusaba, ella podía presentar el tema ante un tribunal. Si aun así no 
quería casarse con ella, los ancianos harían la ceremonia descrita por la 
ley del pariente redentor. 
El hombre que accedía a casarse con tal mujer hacía dos cosas 
por ella. Primero, la compraba de vuelta al pagar cualquier deuda que 
tuviera. La segunda cosa que hacía el redentor era casarse con ella. Al 
establecer la relación de matrimonio con ella, la traía de vuelta a la 
familia de Dios. Esa era la esperanza de Rut al volver a Belén de Judá. 
Por eso el capítulo 2 comienza con la noticia emocionante de que el 
suegro fallecido de Rut tenía un pariente que era un hombre rico, cuyo 
nombre era Booz. 
A medida que continúa esta historia de amor, veremos una 
imagen de la gracia de Dios para el hijo pródigo que vuelve a su casa, 
y la gracia de Dios para la persona que acuda a Él para ser redimida. 
Capítulo 5 
Amor a primera vista 
La historia de Rut tuvo lugar en los días en que gobernaban los 
jueces, la edad oscura espiritual de la historia hebrea. El romance que 
relata el Libro de Rut es un cuadro hermoso de nuestra salvación y 
redención. Rut, la nuera moabita, es una imagen de una persona que no 
forma parte de la familia de Dios. Vemos a Dios mostrando su amor y 
gracia por ella en la redención que prescribe la ley de Dios. 
Rut fue a espigar en un campo que pertenecía a Booz. Cuando 
Booz fue a trabajar ese día, vio a Rut, y aparentemente quedó 
impactado por su belleza. Preguntó a su sirviente: “¿De quién es esta 
joven?”. Obviamente, se había enamorado de ella. El nombre Rut 
significa ‘hermosura’ o ‘capullo de rosa’. Su sirviente le contó cómo 
había estado casada con un hebreo en Moab que había muerto, y que 
había hecho un juramento de lealtad a su suegra. Compartió con Booz
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
13 
el hecho de que Rut se había convertido en creyente mientras estuvo 
casada con su esposo hebreo. 
Booz le dijo a Rut que se quedara en su campo, donde podría 
protegerla. Dejó muy en claro a Rut que estaba interesado en ella. En 
el versículo 10 leemos: “Ella entonces bajando su rostro se inclinó a 
tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me 
reconozcas, siendo yo extranjera?”. La palabra “gracia” significa ‘el 
favor y la bendición de Dios que no merecemos’. Booz le dijo que él 
sabía de la muerte de su esposo y su juramento a Noemí. También le 
dijo que sabía que ella había llegado a creer en el Dios de Israel. 
Ella le dijo: “Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos” 
(Rut 2:13). A la hora de la comida, Booz le pidió que lo acompañara a 
almorzar. Ella comió hasta que ya no tuvo hambre, y Booz se encargó 
de que volviera a su casa con porciones grandes del producto de su 
espigado en los campos ese día. Booz dio órdenes estrictas a sus 
cosechadores de que, si veían a Rut espigando detrás de ellos, dejaran 
manojos a propósito para ella. Booz amaba a Rut. 
Un romance en reversa 
El capítulo 2 de Rut finaliza diciéndonos que Rut trabajó en los 
campos de Booz durante dos cosechas. Eso significa que repitió lo 
sucedido en el capítulo 1 durante seis meses. El capítulo 3 comienza 
así: “Después le dijo su suegra Noemí: Hija mía, ¿no he de buscar 
hogar para ti, para que te vaya bien?”. En otras palabras, Noemí le 
dijo: “¿Quieres que te busque un esposo?”. Es probable que Noemí le 
hubiera contado a Rut acerca de las leyes del espigado y de la 
redención. Podemos suponer que Rut conocía la ley del pariente 
redentor y que Booz era el pariente de ellas. Booz y sus trabajadores 
estaban trillando esa noche, y siempre dormían junto a su cosecha 
luego de trillar. Noemí le dijo: “Te lavarás, pues, y te ungirás, y 
vistiéndote tus vestidos, irás a la era”. Noemí le estaba diciendo a Rut 
que le propusiera matrimonio a Booz pidiéndole que fuera su pariente 
redentor. 
También había un banquete luego del trillado. Noemí le dijo a 
Rut que fuera y viera donde ponía Booz su petate. “En el medio de la 
noche”, le dijo Noemí, “ve y preséntate ante él y pídele matrimonio 
diciéndole que quieres que sea tu pariente redentor”. Esto no era solo 
un romance de redención, sino un romance en reversa. En esa cultura, 
Booz no podía proponerle matrimonio a Rut. Ella tenía que pedírselo a 
él. Había muchos parientes de su esposo fallecido. Según la ley, Rut 
debía ir a uno de ellos y pedirle que fuera su pariente redentor. Todo lo 
que podía hacer Booz era mostrarle, a través de muchos gestos 
amorosos, que a él le encantaría ser su redentor. 
Lo que hizo en el capítulo 3 fue lo correcto. Era una propuesta 
de matrimonio. Leemos que, a la medianoche, Rut fue y se acostó a los 
pies de Booz. Él se asustó cuando vio a una mujer allí. Le preguntó: 
“¿Quién eres?”. Ella le contestó: “Yo soy Rut tu sierva; extiende el 
borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano” 
(Rut 3:9). Booz dijo: “Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho 
mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
14 
jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré 
contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres 
mujer virtuosa” (Rut 3:10, 11). Booz dio a Rut todo el grano que ella 
podía cargar y dio órdenes estrictas para que regresara a la casa de su 
suegra. 
Redención en un romance 
Hemos visto a nuestros dos amantes encontrarse, enamorarse y 
proponerse matrimonio. Debido a la ley de Antiguo Testamento 
hebreo, hemos visto a la mujer proponerle matrimonio al hombre. 
Cuando lo hace, su amante debe ocuparse de los aspectos legales. Al 
comienzo del capítulo 4 de este libro, vemos que Booz organiza una 
reunión de los ancianos, a fin de legalizar el matrimonio. 
Muy temprano, la mañana siguiente después que Rut le 
propuso matrimonio, Booz vio al pariente que era más cercano a Rut 
que él y le habló de la propiedad de Elimelec que necesitaba ser 
redimida. El hombre estuvo de acuerdo con redimirla. Pero cuando 
Booz le dijo que para redimir la propiedad debería casarse con una 
mujer moabita, ya no lo quiso hacer, porque “dañaría su heredad”, es 
decir que sería una mancha en su árbol genealógico. Entonces Booz 
dijo a los ancianos que estaban presentes que iba a redimir toda la 
propiedad de Elimelec y que redimiría mediante el matrimonio a Rut, 
la moabita, que era la nuera de Elimelec que había enviudado. 
Redimir significa ‘comprar de vuelta’ y ‘traer de vuelta’. Booz 
redimió a Rut de dos formas. Primero, la compró de vuelta cuando 
pagó todas sus deudas. Luego estableció una relación con ella que la 
trajo de vuelta a la familia de Dios. 
En el quinto capítulo del Libro de Apocalipsis hay otra 
hermosa imagen de la redención. Hay llanto en el cielo porque no hay 
ningún (pariente) redentor que pueda romper los sellos de un rollo y 
redimir a la humanidad. Entonces se les dice a los que están en el cielo 
que no lloren más, porque se ha encontrado un Redentor que está 
calificado y dispuesto a redimirlos. Ese Redentor es Jesucristo. 
¿Cuál es nuestra esperanza cuando nos damos cuenta de que 
necesitamos ser redimidos? Nuestra única esperanza de redención está 
basada en nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo. La 
muerte de Cristo fue el precio que tuvo que ser pagado para volver a 
comprarnos para la familia de Dios. La resurrección de Jesucristo 
significa que podemos establecer una relación con el Cristo resucitado 
y vivo, que se compara con una relación matrimonial, tanto en el 
Antiguo como en el Nuevo Testamento. Esa relación nos trae de vuelta 
a la comunión con Dios, confirma nuestra condición de hijos de Dios y 
nos trae de vuelta a la familia de Dios. 
En el principio, Dios y el hombre estaban en una relación 
perfecta, que usted podría ilustrar uniendo sus manos. El Libro de 
Génesis dice que Dios creó al hombre como una criatura con poder de 
elección, y el hombre eligió alejarse de Dios, que usted podría ilustrar 
soltándose las manos y alejándolas entre sí. La Buena Nueva es que
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
15 
Dios trajo al hombre de vuelta a través de la muerte de Jesucristo en la 
cruz, que usted podría ilustrar volviendo a juntar las manos. Pedro 
escribe que no fueron cosas terrenales, como oro o plata, sino la 
preciosa sangre de Cristo la que nos redimió (ver 1 Pedro 1:18, 19). 
Pero esto es solo la mitad del milagro de la redención. El 
matrimonio entre Booz y Rut nos muestra la segunda dimensión de 
este milagro. Jesucristo resucitó de los muertos y golpea a la puerta de 
nuestro corazón. Una de las metáforas más hermosas de la Biblia 
muestra al Cristo resucitado y vivo que golpea a la puerta de nuestro 
corazón. Nos dice que quiere que abramos esa puerta lo invitemos a 
entrar a tener una relación íntima con nosotros. Jesucristo es el Esposo, 
y nosotros somos la “esposa” en esta relación (ver Mateo 25:1-13; 
Juan 3:29; Apocalipsis 21:2; 22:17). 
El Libro de Rut es una profunda alegoría que ilustra esta 
misma verdad. Esa verdad es lo que llamo “el romance en reversa”. En 
la mayoría de las culturas, el hombre escoge a la mujer y le propone 
matrimonio. Las leyes de la redención que se aplican a esta hermosa 
historia de amor significan que Rut tuvo que proponerle matrimonio a 
Booz. Lo mismo ocurre en nuestra redención. Todo lo que pudo hacer 
Booz era mostrar que la amaba y que quería redimirla. Pero ella tuvo 
que decir: “Quiero que seas tú, Booz. ¡Quiero que tú seas mi pariente 
redentor!”. 
De la misma forma, usted y yo debemos decir al Cristo 
resucitado, que está parado a la puerta de nuestra vida, golpeando 
pacientemente: “¡Quiero que Tú seas mi pariente redentor! Quiero que 
tú me compres de vuelta a través de tu muerte en la cruz, y quiero que 
Tú me traigas de vuelta a la familia de Dios, estableciendo una 
relación íntima conmigo”. 
Cuando leemos el Libro de Rut, hay otra hermosa palabra 
bíblica en la que deberíamos centrarnos. Esa palabra es “gracia”. Unos 
años después que Rut se casara con Booz, Dios les dio un hijo, a quien 
llamaron Obed. Obed fue el abuelo de David, lo cual coloca a Rut y 
Booz en la ascendencia de Jesucristo. Usted encontrará sus nombres en 
la genealogía del Mesías en el primer capítulo del Evangelio de Mateo. 
Imagine que Rut sale de compras con su hijito y ve a algunos 
de los trabajadores que había conocido en el campo de Booz. 
Supóngase que le dicen: “Tú realmente supiste cómo ganártelo a Booz. 
¡Hiciste todo lo que pudiste para llegar a donde estás ahora!”. ¿Cómo 
piensa que habría respondido Rut a una expresión de este tipo? ¿Se 
imagina con cuánta vehemencia Rut hubiera explicado que ella debía 
todo lo que era y tenía al amor de Booz? Como un creyente devoto, 
¿puede imaginársela explicando que debía todo al amor y a la gracia 
del Dios para una extranjera como ella, expresados a través de las 
leyes del espigado y la redención? 
También piense la forma en que Noemí representa el formador 
de discípulos, que es la tarea que nos toca hacer a nosotros. Fue Noemí 
la que alentó a Rut a pedir a Booz que fuera su redentor. 
¿Ha sido redimido usted? ¿Ha sido comprado de vuelta a Dios 
por la sangre de Jesucristo? ¿Ha sido traído de vuelta a Dios porque
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
16 
tiene una relación con Jesucristo? ¿Le ha pedido personalmente a 
Jesucristo que sea su Pariente Redentor? 
Jesucristo quiere ser nuestro Pariente. Él se hizo hombre. 
Jesucristo está parado a la puerta de su corazón ahora mismo. Él quiere 
ser su Redentor. Usted debe pedirle personalmente que sea su 
Redentor. Esta es la aplicación más importante de este hermoso 
Romance de la Redención. 
Capítulo 7 
El reino de Dios 
En el fascículo anterior estudiamos los primeros tres libros 
históricos del Antiguo Testamento –Josué, Jueces y Rut–, que son 
conocidos también como los “libros históricos alegóricos”, por los 
ejemplos y advertencias que brindan. Cuando llegamos a Primera de 
Samuel, comenzamos la siguiente sección de los libros históricos, 
conocidos como los “libros históricos de la literatura del reino”. Esta 
sección incluye Primera y Segunda de Samuel, Primera y Segunda de 
Reyes, y Primera y Segunda de Crónicas. Todos estos libros son 
“literatura del reino”, porque nos hablan del reino de Dios. De hecho, 
algunas versiones de la Biblia llaman a Primera y Segunda de Samuel 
como Primera y Segunda de Reyes, y llaman a Primera y Segunda de 
Reyes como Tercera y Cuarta de Reyes. Los Libros de Crónicas 
repiten ese mismo período histórico, pero desde el punto de vista de 
Dios. 
El concepto del reino de Dios es el tema central de estos libros, 
que nos ayudan a entender este importante concepto cuando leemos el 
Nuevo Testamento, especialmente las enseñanzas de Jesús. Así pues, 
tomemos algún tiempo para ver lo que significaba el reino de Dios en 
el tiempo del Antiguo Testamento, y cuán significativo fue en la 
enseñanza de Cristo. 
El reino de Dios en el Antiguo Testamento 
Bajo Moisés, los hijos de Israel tuvieron un liderazgo de 
acuerdo con la voluntad de Dios. El Señor quería que vivieran en una 
teocracia, lo cual significa que Dios gobierna a su pueblo. Todo lo que 
necesitaba Dios para una teocracia era un profeta-sacerdote, como 
Moisés (y, más adelante, Samuel). Cuando Moisés intercedía ante Dios 
en nombre del pueblo, era un sacerdote (ver, por ejemplo, Números 
1:1, 2; 21:7). Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con palabras de 
Dios para el pueblo, era un profeta (ver Éxodo 20-24). Mientras Dios 
tuviera a alguien como Moisés, Él podría gobernar al pueblo a través 
de ese líder. Este profeta-sacerdote podría ser el canal de la voluntad 
de Dios, y Dios podría gobernar su pueblo. Ese era el plan de Dios 
para el gobierno de su pueblo elegido. 
En Primera de Samuel, Samuel era el profeta-sacerdote. Pero 
cuando él envejeció, y los israelitas vieron que sus hijos no tenían la 
integridad de su padre, le dijeron a Samuel que querían tener un rey
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
17 
como todas las demás naciones (1 Samuel 8:1-5). Perturbado, Samuel 
oró fervientemente al Señor. Dios le dijo que no tomara este rechazo 
como algo personal. El pueblo, en realidad, estaba rechazando al 
Señor, y prefería un rey humano antes que tener a Dios como su Rey. 
Así que Dios dijo a Samuel, básicamente: “Si quieren reyes, Samuel, 
¡les daré sus reyes!” (ver vv. 6-22). 
Esto nos introduce en el concepto del reino de Dios. El reinado 
que el pueblo quería era un reinado nacional y terrenal que gobernara 
una nación de un pueblo específico. Para que funcionara este arreglo, 
Dios necesitaba un rey que lo obedeciera, y necesitaba sacerdotes que 
entraran en su presencia en nombre del pueblo. También necesitaba 
profetas que hablaran por Él al pueblo y a sus líderes. 
El primer rey que Dios dio al pueblo de Israel fue Saúl, a quien 
ungió Samuel (1 Samuel 9). Tristemente, Saúl resultó ser 
desobediente; no tuvo un corazón dedicado a hacer la voluntad de 
Dios. Luego de unos años, Samuel tuvo que decir a Saúl que Dios lo 
había rechazado como rey de Israel (capítulo 15). Como veremos en la 
literatura del reino, Dios siguió utilizando al profeta-sacerdote en la 
era del reino. Si el rey no hacía la voluntad de Dios, el profeta-sacerdote 
lo confrontaba con la palabra de Dios. Básicamente, le decía: 
“Te conviene hacer lo que Dios te dice, porque, si no, tú y todo el 
pueblo sufrirán terriblemente”. 
Cuando Saúl no obedeció a Dios, Samuel, que tuvo el 
privilegio de contratar al primer rey de Israel, recibió órdenes de Dios 
de despedirlo. En lugar de Saúl, el Señor indicó a Samuel que ungiera 
al joven David, un varón conforme al corazón de Dios que haría su 
voluntad (capítulo 16; ver también Hechos 13:22). David fue el mejor 
rey que tuvo Israel jamás. Dios podía obrar a través de él, porque él 
obedecía a Dios. No fue perfecto, como veremos, pero su corazón era 
siempre tierno y sumiso ante el Señor. 
El siguiente rey fue el hijo de David, Salomón. Al principio, 
Salomón parecía ser el tipo de hombre que Dios podría usar. Oró 
pidiendo discernimiento para gobernar al pueblo de Dios con justicia, 
por lo cual Dios lo recompensó con sabiduría, además de riqueza y 
honor (ver 1 Reyes 3:5-14). Salomón construyó el templo para el 
Señor que su padre David había soñado construir (ver 1 Crónicas 22). 
Salomón sucumbió trágicamente a la lujuria, ¡casándose con 
setecientas mujeres y teniendo trescientas más como concubinas! Estas 
mujeres adoraban ídolos, y Salomón se unió a ellas en su culto pagano 
(1 Reyes 11:1-8). El pecado de David fue muy serio, como veremos. 
Sin embargo, fue el pecado de Salomón que trajo consecuencias 
caóticas a esta nación escogida. El hijo de Salomón, Roboam, siguió a 
Salomón como el cuarto rey de Israel (11:9-13). 
Después de Salomón, Israel se convirtió en un reino dividido. 
Diez tribus fueron al norte y se llamaron Israel. Dos se quedaron en el 
sur (Judá y Benjamín), y se llamaron Judá. Muchos reyes se nombran 
en los libros históricos de Primera y Segunda de Reyes y en las 
Crónicas. El reino del norte no tuvo un solo rey bueno. Los malvados 
y tremendamente crueles asirios conquistaron el reino del norte y 
llevaron las diez tribus al cautiverio. Nunca más se supo de ellas. Judá
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
18 
terminó siendo llevado cautivo a Babilonia, donde estuvo setenta años. 
Cuando Persia conquistó Babilonia, Dios ordenó al nuevo emperador, 
Ciro el Grande, que decretara que todo judío que lo quisiera, podría 
volver a su tierra para reconstruir el templo del Señor (ver 2 Crónicas 
36:22, 23; Esdras 1). 
Los libros históricos de la literatura del reino pueden ser 
confusos, y uno debe estar preparado para cosas fuertes al leerlos, pero 
siempre podrá mantener algún equilibrio histórico si se centra 
claramente en siete hechos básicos de la historia hebrea: 
1. El reino unido (bajo Saúl, David y Salomón) 
2. El reino dividido 
3. La cautividad del reino del norte, Israel, bajo los asirios. 
4. La extinción del reino del norte 
5. La cautividad del reino del sur, Judá, bajo los babilonios. 
6. conquista de Babilonia por parte de los persas 
7. El retorno de la cautividad en Babilonia (Persia) 
Resumiendo, entonces, en el Antiguo Testamento el reino de 
Dios era literal. Era un dominio histórico y geográfico donde Dios era 
soberano, donde Dios mismo deseaba ser el único gobernante sobre un 
pueblo específico, en un lugar específico y en un tiempo específico de 
la historia. Sin embargo, el pueblo rechazó a Dios como su rey y pidió 
reyes humanos, cosa que obtuvo. ¿El resultado? La tragedia. 
Recuerdo una mujer que nunca había leído la Biblia antes. Era 
una persona culta y sofisticada, y dijo de esta sección de la Biblia: 
“Nunca había leído algo tan horrible en mi vida. Si no fuera por el 
Espíritu Santo, nunca podría haber leído estos libros. ¡Esto es 
terrible!”. Bueno, ¡lo es! Recuerde que Dios nunca quiso que su 
pueblo tuviera estos reyes o las consecuencias de tener sus reyes. El 
Señor no fue responsable de todo lo que leemos en la literatura del 
reino, sino los reyes, porque la mayoría de ellos eran malos. El pueblo, 
también, fue responsable, porque quisieron tener reyes y escogieron 
esos reyes. Nunca olvide esto al leer estos libros del reino. 
El reino de Dios en el Nuevo Testamento 
Los libros de la literatura del reino brindan un contexto que nos 
ayuda a entender el concepto del reino de Dios en el Nuevo 
Testamento. Históricamente, luego que los judíos volvieron a su tierra 
para reconstruir su templo y su ciudad, vivieron cuatrocientos años de 
silencio luego de la muerte de Nehemías y el profeta Malaquías. Dios 
no volvió a hablar —en el sentido de dar una revelación especial— 
hasta el período del Nuevo Testamento. 
Para entonces, los judíos habían sido conquistados 
nuevamente. Esta vez, su conquistador fue el imperio romano. Este 
capítulo de la historia hebrea comenzó cuando Juan el Bautista y 
Jesucristo, el Mesías, rompieron cuatrocientos años de silencio al 
predicar el mensaje de Dios. ¿Cuál fue su mensaje? ¡Las Buenas 
Nuevas del reino de Dios! 
Jesús dijo, básicamente, que Él no predicaba un reino 
geográfico, nacional o histórico, porque el pueblo había rechazado eso 
mucho tiempo atrás. Más bien quería que el pueblo supiera que Dios
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
19 
estaba dispuesto a ser su rey nuevamente, pero esta vez de forma 
individual. Esta vez, el reino de Dios estaría dentro de ellos (ver Lucas 
17:20, 21). ¿Se da cuenta lo que significa esto? ¡Cualquier hombre, 
mujer, niño o niña que se entrega a Dios y le pide que haga flamear su 
bandera en su corazón, confesando: “Quiero que seas mi rey, y quiero 
ser súbdito tuyo”, ha ingresado en el reino de Dios! 
Jesús habló con un rabí llamado Nicodemo, y le dijo que, a 
menos que naciera de nuevo, no podría ver el reino de Dios. Según 
Jesús, solo las personas que han nacido de nuevo pueden tener ojos 
para ver que Dios quiere ser su rey (Juan 3:3-5; 1 Corintios 12:3) y, 
una vez que han visto el reino, entonces pueden entrar en él. Oímos 
hablar mucho sobre nacer de nuevo, y está bien. Pero, en este pasaje, 
el tema principal no es el nuevo nacimiento, sino el reino de Dios. El 
nuevo nacimiento no es una meta en sí misma, sino una forma de 
llegar al objetivo final, y ese objetivo es el reino de Dios. 
¿Recuerda el sistema de valores que Jesús comunicó en el 
Sermón del Monte? ¿Qué dijo que debería ser lo más importante en 
nuestra vida? Buscar el reino de Dios: “Buscad primeramente el reino 
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 
6:33). 
¿En base a qué cosas emplea usted su tiempo, su dinero y su 
energía? ¿Cuáles son sus prioridades? El propósito del nuevo 
nacimiento es hacernos entrar en el reino de Dios, donde Él reina sobre 
nuestra vida. Imagine a sus prioridades como si fueran un blanco con 
un círculo rojo en el centro y diez círculos alrededor de ese centro rojo. 
Según Jesús, el reino de Dios y lo que Él le muestra que es lo correcto 
están en el centro, y todas sus prioridades necesitan ser definidas como 
los círculos alrededor de ese centro. Tenemos que reconocerlo y 
servirlo como nuestro rey, y nuestras prioridades reflejarán cuán 
sinceramente lo estamos haciendo. Nuestras oraciones también tienen 
que reflejar lo que Jesús nos enseñó: “Padre nuestro que estás en los 
cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, 
como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, 
dánoslo hoy...” (Mateo 6:9-11). 
Observe que, antes que Jesús nos enseñe a decir “danos”, tres 
veces nos dice que debemos poner a Dios en el primer lugar. Él nos 
dijo que debíamos orar diciendo: “Dios, tu nombre, tu reino, tu 
voluntad. Esto es lo que está en primer lugar entre mis prioridades”. 
Entonces, y solo entonces, oramos: “Danos”. Podemos tener las cosas 
como las queremos nosotros, como hicieron los israelitas. Pero, si lo 
hacemos, debemos estar dispuestos a comer el banquete de las 
amargas consecuencias que surge de ponernos a nosotros y nuestras 
prioridades en el primer lugar. 
Esto es algo que debemos tener en mente al estudiar el reino de 
Dios en los libros históricos de la literatura del reino. Si usted entiende 
este concepto en el Antiguo Testamento, ¡le estallará en forma de 
revelación en el Nuevo Testamento! Recuerde que el propósito del 
nuevo nacimiento es ver y entrar en el reino de Dios. ¿Ha visto usted 
su reino? ¿Ha entrado en él? ¿Ha nacido de nuevo?
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
20 
Capítulo 8 
Oído de Dios 
Como vimos en nuestro capítulo anterior, el reino de Dios es 
un concepto crucial que debemos tener en mente cuando estudiamos 
los libros históricos de la literatura del reino en el Antiguo Testamento. 
Otro aspecto importante de estos libros son los ejemplos y 
advertencias que brindan. Como escribió el apóstol Pablo: “Estas cosas 
les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a 
nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 
10:11). ¡Encontraremos bastantes ejemplos y advertencias en los libros 
que tenemos frente a nosotros! 
Primera y Segunda de Samuel eran considerados como un solo 
libro mucho tiempo atrás, así como Primera y Segunda de Reyes y 
Primera y Segunda de Crónicas. Los libros de Samuel nos comunican 
la verdad de Dios en la forma de breves biografías, centrándose en tres 
personas especialmente. Los primeros ocho capítulos de 1 Samuel nos 
dan un ejemplo positivo para seguir en la vida y el liderazgo del 
profeta Samuel. Del capítulo 9 al 15, el centro pasa a ser el primer rey 
de Israel, Saúl, cuya vida es una tremenda advertencia. Comenzando 
en 1 Samuel 16 y hasta el final de 2 Samuel (en total, treinta 
capítulos), el personaje principal es David. David fue el mejor rey que 
haya tenido Israel jamás y, si nos guiamos por el espacio que el 
Espíritu Santo asignó a su historia, es uno de los principales personajes 
de toda la Biblia. 
Además del espacio que le dedican los libros de Samuel, David 
también escribió algo así como la mitad de los salmos. Muchos de los 
salmos que escribió contienen una inscripción (técnicamente, un 
superscrito), que indica lo que ocurría en su vida cuando escribió ese 
salmo específico. Podemos lograr una mucha mayor comprensión de 
nuestra lectura de sus salmos si conocemos su vida a partir de 1 y 2 
Samuel. Y podemos lograr una perspectiva de su vida y sus emociones 
en los libros de Samuel a partir de los salmos que escribió sobre sus 
experiencias registradas en esos dos libros históricos. 
Así que los tres principales personajes que consideraremos en 
nuestro estudio de 1 y 2 Samuel son: Samuel, Saúl y David. 
Comencemos por Samuel. 
Samuel 
El nombre de Samuel está formado por dos palabras hebreas 
que significan ‘oído’ y ‘de Dios’. Esto es muy apropiado, si tenemos 
en cuenta cómo llegó a nacer. Su madre, Ana, había vivido por años 
con la angustia de ser estéril. En esos días, tener hijos era una señal de 
la bendición de Dios, así que Ana tiene que haber pensado que su 
esterilidad significaba que Dios no estaba contento con ella. 
Un día, cuando su familia estaba adorando al Señor en el 
tabernáculo en Siloé, ella lloró amargamente y oró pidiéndole a Dios 
que le diera un hijo. ¡Oró tan fervientemente, con sus labios
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
21 
moviéndose sin emitir sonido al compás de su corazón, que un viejo 
sacerdote, Elí, pensó que estaba ebria! “Deja la botella”, le dijo (ver 1 
Samuel 1:14). Cuando Ana le explicó la situación, Elí se conmovió 
tanto que pronunció una bendición sobre ella y le dijo que Dios 
contestaría su oración (vv. 15-17). Y fue así. Ana concibió y dio a luz 
a un niño, a quien llamó Samuel, porque Dios había oído su pedido (v. 
20). (Dicho sea de paso, cada vez que un nombre de la Biblia termina 
con “el”, ese nombre tiene algo que ver con Dios –como Daniel– 
porque la palabra hebrea para Dios es “EL”.). 
Una vez destetado Samuel, Ana lo llevó al tabernáculo y lo 
entregó literalmente a Dios, presentándolo al sacerdote, Elí. Aquí se 
demostró nuevamente cuán adecuado era su nombre, porque cuando 
Samuel era un niñito, criado en la presencia de Dios por Elí, escuchó 
la voz de Dios (capítulo 3). Tristemente, el mensaje era una reprensión 
a Elí por no disciplinar a sus hijos, que habían desobedecido a Dios y 
habían profanado su adoración (ver 2:12-17, 22-25, 27-36). Samuel, 
que consideraba a Elí como su padre, tuvo que decir al viejo sacerdote 
que sería quitado del sacerdocio. 
El nombre “oído de Dios” también fue apropiado para Samuel 
cuando se hizo hombre. La Biblia dice que desde el extremo norte 
hasta el extremo sur (“de Dan a Beerseba”), todo Israel reconocía que, 
cuando hablaba Samuel, Dios les había enviado un profeta (3:19-4:1). 
Todo Israel escuchó la palabra de Dios a través de este hombre, así que 
“oído de Dios” ciertamente es un nombre muy adecuado para él. 
La vida de Samuel nos da varios ejemplos positivos. Primero, 
él y su madre muestran el valor de la crianza y la educación piadosas. 
Para ser eficaces y piadosos, tenemos que pensar en nuestro papel 
como padres como un llamado y una responsabilidad sagrados. 
También debemos considerar que nuestros hijos son grandes 
bendiciones de Dios (Salmos 127:3). Cuando profesamos y afirmamos 
este enfoque prioritario, como Samuel y Juan el Bautista, más 
adelante, nuestros hijos tendrán las bendiciones de una crianza 
espiritual. 
Segundo, Samuel es un gran ejemplo de lo que la crianza 
piadosa puede lograr cuando lo vemos guiar a Israel fuera de su edad 
oscura espiritual, conocida como “los días en que gobernaban los 
jueces”. Algunos estudiosos consideran que él fue el último juez, así 
que su vida fue un hito en la historia hebrea. 
Tenemos un tercer ejemplo positivo en estos libros de Samuel, 
al ver a este gran hombre convertirse en un gran líder político, que 
unió el tiempo de los jueces con el de los reyes. Él ungió a Saúl y a 
David, el más grande rey de Israel. A través de tiempos tormentosos, 
como el reinado vacilante de Saúl, Samuel se mantuvo fiel al Señor y 
al pueblo de Israel hasta el fin de su vida. 
Saúl 
Mientras la vida de Samuel nos da ejemplos positivos para 
seguir, la vida de Saúl es una serie de tristes advertencias.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
22 
Saúl es una figura polémica en la Biblia porque su vida plantea 
un tema teológico espinoso: ¿Puede una persona ser salva hoy y 
perderse mañana? Algunos dicen que no, que uno no puede perder su 
salvación, y citan muchos pasajes bíblicos que apoyan su argumento 
de que los pródigos siempre vuelven. Pero otros dicen que sí, que uno 
puede perder la salvación, y usan la experiencia de Saúl, y muchos 
otros pasajes bíblicos, para afirmar que esto es posible. Saúl parece 
haber experimentado una auténtica regeneración y luego parece haber 
perdido esa milagrosa obra de regeneración en su vida. Aquellos que 
asumen esta postura creen que uno debe nacer de nuevo cada vez que 
uno se convierte en un pródigo. 
Yo creo que la Biblia enseña la elección, es decir que Dios nos 
elige y nos salva exclusivamente por su gracia y soberanía. Así que, si 
una persona ha experimentado una salvación auténtica y genuina –si 
realmente ha nacido de nuevo–, no perderá su salvación. 
Saúl tuvo una experiencia espiritual y, al principio, parece 
haberse convertido en un hombre espiritual. Después que Samuel lo 
ungió, Dios cambió su corazón (10:9). Hasta llegó a profetizar con una 
banda de profetas cuando el Espíritu de Dios cayó poderosamente 
sobre él (10:10, 11). Sin embargo, se vuelve obvio, al avanzar en 
nuestro estudio de su vida, que perdió esa espiritualidad. 
Primera de Samuel 9 nos presenta a Saúl. Lo primero que 
sabemos de él es que de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del 
pueblo y se destacaba por su aspecto (9:2). La apariencia física de una 
persona no debería ser el criterio por el cual juzgarla o considerarla 
para el liderazgo. En contraste, el Señor le dijo más adelante a Samuel, 
cuando fue a ungir a David: “No mires a su parecer, ni a lo grande de 
su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira 
el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero 
Jehová mira el corazón” (16:7). 
Cuando vemos a Saúl por primera vez, él y un siervo están 
buscando las asnas perdidas de su padre, sin éxito. Cuando están a 
punto de abandonar la búsqueda, el siervo de Saúl recuerda que un 
profeta (Samuel) está cerca. Así que van al hombre de Dios, y Dios 
había preparado Samuel sobrenaturalmente para su visita (9:13, 14, 
18-20): “Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al 
oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti 
un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre 
mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; 
porque yo he mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado 
hasta mí” (9:15, 16). Así que, cuando Saúl se encontró con Samuel, lo 
esperaba una gran sorpresa. 
Samuel lo invitó a un banquete, le dijo que las asnas habían 
sido encontradas, ¡y le informó que él sería el rey que Israel estaba 
anhelando! (9:19, 20). Atónito, Saúl contestó que él no era nadie, un 
hombre de la tribu más pequeña de Israel, Benjamín, y de la más 
pequeña de las familias (v. 21). 
Saúl agrega su voz al coro de voces que ya hemos oído en el 
Antiguo Testamento cuando Dios llama a un líder. Gedeón dijo estas 
mismas palabras, y Moisés planteó las mismas objeciones cuando Dios
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
23 
lo llamó a ser el gran liberador. Si recuerda, al final de Jueces, la tribu 
de Benjamín fue prácticamente eliminada luego que los hombres de 
Gabaa violaron y mataron a la concubina de un levita en uno de los 
incidentes más sórdidos registrados en la Biblia (ver Jueces 19-20). 
Solo quedaron seiscientos hombres de Benjamín luego que Israel 
terminara su guerra civil contra ellos, y tuvieron que buscarles esposas 
para que la tribu no desapareciera de la faz de la tierra (Jueces 21). 
Esa era la herencia de Saúl. Con razón dijo que venía de la 
tribu más pequeña y que era el más pequeño de los pequeños. Su 
humildad era sincera y saludable. No obstante, Samuel partió el pan 
con Saúl y lo ungió como rey al día siguiente, ante la orden de Dios (1 
Samuel 9:22-10:1). 
Saúl no fue un buen rey. Podría haber sido un gran rey y un 
gran hombre espiritualmente. Dios estaba planeando hacer que él y sus 
descendientes reinaran sobre Israel para siempre. Pero, debido a su 
desobediencia, el reino le fue quitado (13:13, 14). 
¿Qué ocurrió al hombre cuyo corazón Dios había cambiado? 
Algunas vez había sido pequeño ante sus ojos (15:17), pero ahora 
parecía pensar que sus propias ideas eran más importantes que las de 
Dios. Desobedeció, no una vez, sino dos. Primero, en la batalla contra 
los filisteos, entró en pánico cuando vio que Samuel tardaba en venir a 
ofrecer el sacrificio, así que asumió la tarea de sacerdote y ofreció el 
sacrificio él mismo (capítulo 13). 
Cuando Samuel lo reprendió, también predijo el gran gobierno 
de David como el mayor rey que Israel tendría jamás. Samuel 
profetizó que Dios le daría su reino a un hombre conforme a su 
corazón, que le obedecería y haría su voluntad (13:14). Esta es la 
primera vez que vemos una referencia a David. 
Segundo, Saúl arruinó la segunda oportunidad que Dios le dio 
al no aniquilar a los amalecitas (capítulo 15). Saúl había recibido la 
orden de destruir todo: todas las personas, todos los bueyes, las ovejas, 
los camellos, los asnos. ¡Todo! Pero Saúl y su ejército guardaron lo 
mejor del botín para ellos y hasta le perdonaron la vida al rey 
amalecita. El Señor dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a 
Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis 
palabras” (15:11). 
Apesadumbrado, Samuel confrontó a Saúl, que dijo haber 
obedecido completamente al Señor, a pesar de los balidos de las ovejas 
que sonaban en el fondo mientras ellos hablaban (ver vv. 13, 14). 
Entonces Saúl puso como excusa que él y sus hombres habían salvado 
a los animales para sacrificarlos al Señor. Pero Samuel no le creyó 
nada. Le dijo a Saúl que a Dios le agradaba más la obediencia que el 
sacrificio, y que su obstinada rebelión era tan mala como la hechicería 
y la idolatría. Cuando Samuel trató de irse, Saúl lo tomó y rasgó su 
vestidura. Samuel le dijo a Saúl que, de la misma forma, Dios 
arrancaría el reino de su mano (ver 15:22-29). 
Más adelante, vemos que el Espíritu de Dios dejó a Saúl (ver 
18:17). La palabra con que se expresa esto es icabod, que significa ‘la 
gloria ha partido’. En los tiempos del Antiguo Testamento, el Espíritu 
de Dios venía sobre las personas y, si no lo obedecían, se retiraba. Hoy
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
24 
tenemos la promesa del Cristo resucitado de que, si Él mora en 
nosotros, nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:15). Sin 
embargo, la vida de Saúl es una sombría advertencia para nosotros. Si 
bien Él no nos dejará, nosotros sí podemos dejarlo a Él, contristarlo y 
apagarlo. La vida de Saúl es una advertencia contra la desobediencia 
ungida, una advertencia contra despilfarrar la gracia y las bendiciones 
de Dios. 
Capítulo 9 
Obediencia ungida 
Al seguir analizando la vida de Saúl y David, tenemos que 
recordar que la unción del Espíritu Santo no convierte a las personas 
en robots. Seguimos teniendo libre albedrío. En el caso de Saúl, era 
plenamente capaz de tomar decisiones, y vez tras vez tomó decisiones 
erradas. Así que el Señor retiró su Espíritu de él (1 Samuel 16:14; 
18:12). 
¿Puede pasarnos a nosotros, hoy, lo que le pasó a Saúl? Yo 
creo que el Espíritu Santo trataba con las personas de forma diferente 
en los tiempos del Antiguo Testamento que lo que hace hoy, gracias a 
la cruz y a Pentecostés. Oímos a David orar: “No me eches de delante 
de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:11). Jesús ahora 
nos dice: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Una vez 
que experimentamos el nuevo nacimiento, Dios comienza su obra 
espiritual en nosotros y la realiza “hasta el día de Jesucristo” 
(Filipenses 1:6; 2:13). En nuestro día, la obra del Espíritu Santo tiene 
dos dimensiones: (1) su obra en nosotros, que es el nuevo nacimiento, 
y esa dimensión de su obra se revela como el fruto del Espíritu (ver 
Gálatas 5:22, 23), y (2) su bendición o unción sobre nosotros. Esa 
dimensión de su obra se revela a través de los dones del Espíritu Santo, 
que nos da el poder para una variedad de ministerios y servicios. 
Tristemente, la desobediencia de Saúl hizo que el Señor lo 
echara de su presencia y le quitara su Espíritu Santo. Cuando ocurrió 
esto, la vida de Saúl se convirtió en una definición viva de lo que 
describimos en nuestra cultura como la desintegración de una 
personalidad. 
La desintegración de Saúl 
Hoy tal vez rotularíamos a Saúl como “paranoide con matices 
esquizofrénicos”. El diccionario define al último término como ‘la 
desintegración de la personalidad’. Esa definición ciertamente encaja 
con la situación de Saúl. Saúl era paranoico también. Llegó a creer que 
todos estaban conspirando contra él, especialmente el joven David. 
Con el tiempo, se volvió enfermizamente celoso de David, convencido 
de que pensaba quitarle el reino (1 Samuel 18:8; 20:30, 31). En cierta 
forma, Saúl quizá, se haya sentido torturado por la profecía de Samuel 
de que su reino sería arrancado de él para dárselo a alguien mejor,
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
25 
alguien que haría toda la voluntad de Dios con todo su corazón 
(13:14). 
La característica predominante en la vida de Saúl, en una 
palabra, fue la desobediencia. La palabra que Dios escribió sobre la 
vida de Saúl fue icabod, que significa ‘la gloria ha partido’. 
David: Un hombre conforme al corazón de Dios 
La vida de David fue completamente lo opuesto de la vida de 
Saúl. La característica predominante de la vida de David fue la 
obediencia; él era un hombre conforme al corazón de Dios, que estaba 
dispuesto a hacer toda la voluntad de Dios. Mientras la vida de Saúl se 
desintegraba porque se había divorciado de Dios, Dios estaba 
organizando todo en la vida de David, porque este estaba más centrado 
en la obediencia que Saúl en la desobediencia. 
Dios envió a Samuel a la casa de Isaí de Belén, para ungir al 
rey de Israel que sucedería a Saúl. El profeta-sacerdote pensó que el 
apuesto hijo mayor podría ser un rey impresionante, pero Dios corrigió 
su perspectiva con una verdad significativa: “No mires a su parecer, ni 
a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no 
mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de 
sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (16:7). 
Isaí hizo desfilar siete de sus fuertes hijos ante Samuel, pero el 
Señor no había elegido a ninguno de ellos. Tal vez un poco 
confundido, Samuel preguntó a Isaí si estos eran todos los hijos que 
tenía (16:10). Bueno, tenía uno más, David, su hijo menor, que 
guardaba las ovejas (v. 11). Samuel dijo a Isaí que fuera a buscarlo y, 
por supuesto, David, el menor de los hermanos (¿le resulta familiar?), 
¡era el elegido por Dios para ser el próximo rey! (v. 12). Así que 
Samuel lo ungió, y el Espíritu Santo estuvo sobre David de ese día en 
adelante (v. 13). 
Sin embargo, pasó mucho tiempo antes que David llegara a ser 
rey. Durante la mayor parte de 1 Samuel, vemos a David en el 
seminario de preparación de Dios. Mientras Saúl lo perseguía por 
celos para matarlo, David atravesó todo tipo de pruebas que le 
enseñaron a confiar en el Señor y obedecerlo, sin importar lo que 
ocurriera. Todo lo que experimentaba lo hacía apto para los propósitos 
de Dios para su vida. ¿Sabía usted que Dios hace lo mismo con 
nosotros? Cada día que vivimos nos prepara para los demás días que 
vamos a vivir. Si amamos a Dios y somos llamados de acuerdo con sus 
propósitos, todo lo que experimentamos contribuye a lo que Dios 
quiere que hagamos en el futuro (ver Romanos 8:28). 
Veamos algunas de las experiencias que Dios hizo que David 
pasara, y cómo lo moldearon hasta convertirlo en el hombre que Dios 
quería que fuera. 
David, el pastor 
Muchos de los grandes líderes de la Biblia, como Moisés y 
David, fueron pastores. Hay una razón para esto, y la experiencia de 
David nos muestra por qué. En varias ocasiones, mientras vigilaba el 
rebaño de su padre, David tuvo que luchar contra leones y osos que
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
26 
atacaban a las ovejas (1 Samuel 17:34-36). Como Jesucristo, el 
Mesías, David estaba dispuesto a dar su vida por las ovejas (compare 
con Juan 10:11-15). Dios debe haber visto esto y pensado: “Si ese 
jovencito actúa así con relación a las ovejas de su padre, también lo 
hará con relación a mis ovejas. ¡Lo haré rey!”. 
David, el músico 
Cuando Saúl estaba de mal humor –lo que hoy llamaríamos 
“depresión”–, necesitaba ayuda. Sus siervos sugirieron la música como 
terapia. Alguien de su entorno conocía el talento de David. Uno de 
ellos dijo que conocía a un joven de Belén, el hijo de un hombre 
llamado Isaí, que no solo era un talentoso ejecutante del arpa sino que 
era apuesto, valiente y fuerte, y tenía un juicio bueno y sólido. “Es 
más”, agregó, “el Señor está con él” (ver 16:18). 
Así que David calmaba el espíritu de Saúl con su música (v. 
23) y muy probablemente también cantaba salmos que había escrito. 
Recuerde que David escribió alrededor de la mitad del Libro de los 
Salmos, que era el himnario de Israel. Hacia el fin de su vida, también 
ordenó la administración del templo y la estructura de su adoración, 
con cuatro mil sacerdotes que tocaban instrumentos musicales que 
David mismo había hecho “para tributar alabanzas” (1 Crónicas 23:5). 
Más que ninguna otra persona en la historia del pueblo de Dios, David 
unió la música y la Palabra de Dios y las “casó” para siempre. 
David, el guerrero 
A una edad temprana, David luchó las batallas del Señor. 
¿Recuerda la historia de David y Goliat? (1 Samuel 17). Goliat era el 
guerrero campeón de los filisteos, ¡un gigante de más de tres metros de 
altura! (v. 4). Se burlaba de los ejércitos del Señor, que estaban 
paralizados de temor. Entonces David, que iba al frente de batalla solo 
para llevar comida a sus hermanos y a los comandantes, escuchó el 
desafío de Goliat. Declaró que lucharía con el “filisteo incircunciso” y, 
cuando enfrentó a Goliat, le dijo: “Tú vienes a mí con espada y lanza y 
jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el 
Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te 
entregará hoy en mi mano [...]; y toda la tierra sabrá que hay Dios en 
Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada 
y con lanza; porque de Jehová es la batalla” (17:45-47). 
En esencia, David dijo que la causa era de Dios y la batalla era 
del Señor. 
David, el líder de hombres 
David también llegó a ser un general con una tremenda 
influencia. Sus hombres estaban dispuestos a arriesgar su vida por él. 
Cuando David era un fugitivo del enloquecido Saúl, escondido en las 
cuevas de Adulam, los filisteos invadieron Israel y ocuparon Belén. 
Cuando tres hombres de su fuerza de élite vinieron a verlo, David 
mencionó, al pasar, en voz alta, cuánto deseaba tomar agua del pozo 
de la ciudad de Belén. ¡Así que esos valientes desafiaron al ejército
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
27 
enemigo, atravesaron sus filas y trajeron a David agua de ese pozo! 
Sin embargo, David no quiso beberla, sino que la derramó ante el 
Señor, diciendo que no era digno de beber de esa agua porque esos 
valientes habían arriesgado su vida para traérsela (ver 2 Samuel 
23:17). Dicen que un líder es un hombre con seguidores. David era un 
verdadero líder de hombres. 
David y Jonatán 
Uno de los más hermosos ejemplos de amistad del mundo se 
encuentra en la amistad de David con Jonatán, el hijo de Saúl. Cuando 
David se enteró de que Jonatán había sido muerto, dijo: “Angustia 
tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más 
maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres” (2 Samuel 
1:26). 
Muchos hombres no pueden mirar a otro hombre a los ojos y 
decir: “Te amo”. Esto podría ser por temor a una relación homosexual. 
Pero la amistad entre un hombre y otro hombre, o entre una mujer y 
otra mujer, es algo hermoso. Según mi experiencia, cuando Dios 
prepara algo hermoso en esta vida, el diablo lo distorsiona con los 
pecados más desagradables alrededor de esa hermosa bendición 
espiritual que Dios quiere darnos, para alejarnos de la intención de 
Dios. Fue Dios quien unió los corazones de David y Jonatán. 
¿Cuál fue el secreto espiritual de la vida de David? Era un 
hombre completamente entregado a Dios, que quería hacer toda la 
voluntad de Dios. David aparece en las páginas de la Biblia como un 
gran ejemplo de lo que Dios puede hacer con una persona que está 
completamente entregada a Él. 
Capítulo 10 
Cómo fracasar exitosamente 
En la Biblia, la clave para ser ungido por el Espíritu Santo es la 
obediencia. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y 
yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador [el Espíritu Santo] ...” 
(Juan 14:15, 16). En otras palabras, la obediencia es el requisito previo 
para experimentar el poder el Espíritu Santo (ver Hechos 5:32). 
Durante gran parte de su vida, David fue un excelente ejemplo de esta 
verdad. 
El amanecer del éxito 
El ejemplo de la ungida obediencia de David alcanza su punto 
más elevado en 2 Samuel 7. David tenía en su corazón el deseo de 
edificar una casa para Dios. Él mismo vivía en un palacio de cedro, así 
que quería construir un gran palacio para Dios porque, en ese tiempo, 
la morada terrenal de Dios era una tienda. Pero el profeta Natán le dijo 
que Dios no quería que David edificara una casa para Él, porque Él iba 
a construir una casa para David. Una dinastía, una sucesión de hijos
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
28 
que gobernarían a Israel, un reino eterno. El Mesías vendría del linaje 
de David, y su reino no tendría fin (ver Lucas 1:33). 
David respondió con una hermosa oración: “¿Quién soy yo, y 
qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? Y aun te ha 
parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa 
de tu siervo en lo por venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor 
Jehová? ¿Y qué más puede añadir David hablando contigo? Pues tú 
conoces a tu siervo, Señor Jehová. Todas estas grandezas has hecho 
por tu palabra y conforme a tu corazón, haciéndolas saber a tu siervo” 
(2 Samuel 7:18-21). 
Dios no nos bendice poro nuestros logros o nuestro desempeño. 
La esencia de lo que David dijo en su oración es que Dios nos bendice 
por su gracia. 
Las nubes tormentosas del pecado 
Cuando llegamos a 2 Samuel 11, comenzamos otro capítulo en 
la vida de David, uno de los más largos y difíciles de toda su vida. 
David deja de ser un ejemplo aquí, y su vida se convierte en una de las 
mayores advertencias de la Biblia. David cometió los pecados de 
adulterio y asesinato, y trató de cubrir su pecado durante todo un año. 
¿Cómo pudo caer tan trágicamente un hombre que era 
conforme al corazón de Dios, cuyo corazón estaba centrado en hacer la 
voluntad de Dios? Primero, David pecó porque era humano. Si bien 
era un hombre piadoso, era un hombre, y no estaba ajeno a la 
posibilidad del pecado o el fracaso espiritual (ver 1 Corintios 10:12, 
13). 
Segundo, el éxito de David lo volvió vulnerable. Leemos en 2 
Samuel 11:1: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los 
reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a 
todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David 
se quedó en Jerusalén”. 
Cuando tendría que haber conducido su ejército a la batalla, 
David se quedó en Jerusalén y envió a Joab en su lugar. David pecó 
porque estaba fuera de la voluntad de Dios para su vida. Yo también 
creo que David pecó porque estaba en el punto más alto de su éxito. El 
apóstol Pablo una vez dijo: “Sé vivir humildemente, y sé tener 
abundancia” (Filipenses 4:12). Se necesita mucha madurez espiritual 
para manejar la escasez. Y, tal vez, se requiere aun más madurez 
espiritual para manejar la abundancia. No dependemos tanto de Dios 
cuando estamos en la abundancia, y esto nos hace vulnerables 
espiritualmente, como David. 
Mientras su ejército sitiaba la ciudad de Rabá, una noche, 
David, en Jerusalén, salió al balcón y vio a una hermosa mujer 
bañándose, y deseó lo que vio. Dado que era el rey, tenía el poder para 
tomar lo que quería. Y la tomó. El adulterio de David no fue una 
cuestión de amor mutuo. Note, mientras lee, que Betsabé no tuvo nada 
que decir en este asunto. No se trataba de lo que ella quería. Su esposo, 
Urías, era uno de los hombres poderosos de David, y ella parece haber
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
29 
amado a su esposo profundamente. Pero él estaba lejos, luchando por 
David. 
Cuando David se enteró de que Betsabé había concebido, trajo 
a su esposo de vuelta de la guerra. David intentó hacer que Urías fuera 
a su casa y durmiera con su esposa, Betsabé, pero él era un soldado tan 
leal que no quiso hacerlo. David hasta hizo emborrachar a Urías, pero 
igualmente él no quiso volver a dormir con su esposa mientras sus 
compañeros enfrentaban la adversidad en el campo de batalla. Así que 
David envió un mensaje, por mano de Urías mismo, a su general, Joab: 
“Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, 
para que sea herido y muera” (2 Samuel 11:15). 
El general Joab pronto envió un mensaje de vuelta al rey 
dándole un relato completo de la batalla y agregando: “También tu 
siervo Urías heteo es muerto” (v. 21). Urías fue muerto, así que David 
era culpable, no solo de adulterio, sino de asesinato también. Cuando 
este pecado es analizado más adelante en Crónicas, el asesinato de 
Urías es considerado el centro del pecado de David. Y fue culpable de 
vivir una mentira. David cubrió su mentira todo un año, pensando que 
nadie más que él sabía, y tal vez su general de confianza, Joab. Ese 
año de encubrimiento fue tal vez el año más infeliz de la vida de David 
(lea lo que sentía en su corazón, en los Salmos 32 y 51). 
La culpa que David sintió lo hizo sentirse, en realidad, 
físicamente enfermo. Finalmente, se volvió al Señor: “Mi pecado te 
declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones 
a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5). 
David dijo que las personas piadosas deberían orar pidiendo la 
bendición del perdón. ¿Sugiere esto que las personas piadosas pueden 
pecar? Sí, por supuesto que sí. Pero, en un sentido, la grandeza de 
David queda resaltada por la forma en que respondió a su pecado y a 
las consecuencias de su pecado. 
Rayos de luz en el cielo oscuro 
Cuando fracasamos, lo importante es lo que hacemos con 
nuestro fracaso, cómo respondemos ante el hecho. Es en este punto 
que la vida de David, aun cuando pecó, se convierte en uno de los 
mayores ejemplos de la Biblia para nosotros. 
Confrontación 
En 2 Samuel 12, un valiente profeta llamado Natán fue a la 
corte de David y contó una historia sobre un hombre rico que tenía 
mucho ganado, y un hombre pobre del mismo pueblo que solo tenía 
una ovejita. El hombre pobre amaba su ovejita; era como una mascota 
para sus hijos. Esa oveja comía a su mesa y tomaba de su copa. 
Entonces, un invitado vino a posar a la casa del hombre rico, y este, en 
lugar de matar a uno de sus propios animales, sacrificó la única 
ovejita, tan querida, del hombre pobre, para la comida. 
Cuando David escuchó esto, exclamó enojado: “¡Vive Jehová, 
que el que tal hizo es digno de muerte!” (v. 5). Entonces Natán señaló 
a David y le dijo: “Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de 
Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
30 
[...] te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría 
añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de 
Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a 
espada, y tomaste por mujer a su mujer” (2 Samuel 12:7-9). 
Frente a toda la corte, Natán confrontó a David con su pecado. 
Recuerde que David era rey, y podría haber dicho: “Córtenle la 
cabeza”. Pero no lo hizo. En cambio, confesó humildemente su pecado 
(12:13a). Dios lo perdonó (12:13b), pero a David todavía le faltaba 
sentarse al terrible banquete de las consecuencias de su pecado. 
Consecuencias 
Natán transmitió esta palabra del Señor a David: “Por lo cual 
ahora no se apartará jamás de tu casa la espada [...] yo haré levantar el 
mal sobre ti de tu misma casa” (12:10a, 11a). Dado que David pecó en 
la relación familiar, fue allí donde Dios lo castigó. En capítulo tras 
capítulo del resto de 2 Samuel, vemos cómo se cumple la profecía de 
Natán. 
Primero, el profeta le dijo que el hijo que él y Betsabé habían 
concebido moriría. Durante seis días y seis noches, David ayunó, oró y 
estuvo postrado ante el Señor. Pero su hijo enfermaba cada vez más, y 
en el séptimo día murió. Cuando David lo supo, se levantó, se bañó, se 
cambió de ropa, adoró en el tabernáculo y comió. Su comportamiento 
desconcertó a sus siervos, pero David explicó que, mientras el bebé 
vivía, había una posibilidad de que Dios mostrara misericordia y le 
tuviera piedad. Pero, cuando el niño murió, David dijo que él ya no 
podía hacer nada para hacerlo regresar, y agregó: “Yo voy a él, mas él 
no volverá a mí” (12:23). 
Yo creo que esta historia nos indica que, cuando Dios quita la 
vida de un niño, no tenemos que tener ninguna duda acerca de su 
destino eterno. David expresó esta esperanza cuando dijo: “Yo voy a 
él”. Contraste este comportamiento de David con su enorme pena 
cuando recibió noticia de la muerte de su hijo, Absalón, más adelante 
en esta historia del castigo de David. 
Al leer el capítulo 13 y subsiguientes, descubrimos que las 
consecuencias del pecado de David continuaron. El hijo de David, 
Amnón, violó a su hermanastra, Tamar. Luego Absalón, hermano de 
Tamar y la niña de los ojos de David, mató a Amnón y huyó para 
salvar su vida y se hizo fugitivo. Gracias a la intercesión y a ciertas 
intrigas de Joab, Absalón pudo regresar a Jerusalén. Sin embargo, aun 
cuando David permitió el regreso de Absalón, se rehusó a verlo. 
David anhelaba tener comunión con Absalón, pero, en realidad, 
no lo perdonó y no restauró su relación (14:24). Alienado y enojado, 
Absalón comenzó una revolución contra su padre y, con el tiempo, 
echó a David de Jerusalén. En el colmo de su traición, Absalón fue 
ayudado por el propio consejero de confianza de David, Ahitofel. Él 
aconsejó a Absalón que incitara a David a luchar antes de estar listo 
llevando las diez concubinas de su padre que quedaban en Jerusalén al 
techo del palacio y violándolas a la vista de todo Israel. Trágicamente, 
Absalón siguió este consejo traicionero. 
Formatted
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
31 
Cuando David se enteró de esta atrocidad –cuando supo que su 
querido amigo, el hombre que era como un padre para él, había 
aconsejado a su hijo que atacara a estas mujeres indefensas– escribió 
el Salmo 55. Léalo y verá que el corazón de David estaba lleno de 
horror. Usted puede leer todos los detalles trágicos de este capítulo 
horrible de la vida de David en 2 Samuel 11-18. 
A pesar de todo lo que había hecho Absalón, cuando estaba por 
librarse la gran batalla entre los hombres valientes de David y el 
ejército de Israel, bajo el liderazgo de Absalón, David advirtió a sus 
tropas que no le hicieran daño a su hijo. El golpe final que Dios 
propinó a David fue el mensaje de que Absalón había sido muerto. De 
nuevo, observe la diferencia entre su respuesta cuando murió su bebé y 
su respuesta ante la muerte de Absalón. Cuando éste murió, el dolor 
abrumó a David. Dijo, vez tras vez: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo 
mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, 
hijo mío, hijo mío!” (18:33). 
Absalón había iniciado una revolución contra su propio padre; 
¿por qué, pues, este reaccionaba de esa forma? A diferencia de la 
muerte de su bebé, David no dijo de Absalón: “Yo voy a él”. Creo que 
esta es la razón por la que es tan grande su pena por Absalón. Es 
probable, también, que David creyera que Absalón había muerto por 
los pecados de su padre, y que deseara que las cosas hubieran ocurrido 
al revés. 
Al leer la historia del pecado de David, y especialmente las 
consecuencias de su pecado, recordemos que ninguno de nosotros 
estamos ajenos a la posibilidad de caer (1 Corintios 10:12, 13). Dese 
cuenta de que David nos mostró a todos nosotros cómo manejar el 
fracaso espiritual y moral. Luego aprecie las palabras del Señor Jesús 
cuando dijo: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). 
Capítulo 11 
La bendición del perdón 
Uno de mis objetivos al escribir este estudio de la Biblia es 
mostrar la correlación, es decir, cómo los libros de la Biblia se 
relacionan entre sí: la unidad de la Biblia. Por ejemplo, una vez 
estudiados los libros históricos, cuando uno llega a los profetas se da 
cuenta de que ya tiene el contexto histórico en el cual estos grandes 
profetas vivieron, predicaron, sufrieron y murieron. La literatura 
histórica también nos equipa para entender uno de los más grandes 
libros de la Biblia, Salmos, y especialmente los salmos de David. 
El corazón de David en los salmos 
Los salmos de David y 2 Samuel 11-18 van juntos de una 
forma hermosa. En los salmos escritos durante este período de su vida, 
llegamos a entender la grandeza de David, aun cuando este fue un 
tiempo de su vida en el que fracasó moralmente y espiritualmente.
Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 
32 
Salmo 3 
Cuando David fue al desierto huyendo de Absalón, un hombre 
llamado Simei lo maldijo (2 Samuel 16:5-8). El general de David le 
dijo: “¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego 
que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza” (v. 9). Pero David contestó: 
“Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho [que me maldiga]” 
(v. 11b). 
Mientras David se retiraba de Jerusalén, escribió el Salmo 3, 
que comienza así: “¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis 
adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son 
los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios” (vv. 1, 2). Eso 
era lo que decía Simei cuando maldecía a David y le arrojaba piedras. 
Pero David escribió (y aquí demostró lo piadoso que era): “Mas tú, 
Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi 
cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte 
santo” (vv. 3, 4). 
Al mirar a su pasado, David podía ver hitos de milagros – 
oraciones contestadas– en su camino. Y estos le daban confianza y fe 
en Dios, en el presente y para el futuro. 
Salmo 4 
El Salmo 4 también encaja en este período de la vida de David. 
Nos dice que, si nuestro clima emocional es de aflicción o de tensión, 
y no podemos dormir, podría ser porque tenemos que tomar una 
decisión importante que involucra hacer las cosas correctas. En el 
medio de la noche, cuando no podía dormir, David se propuso en su 
corazón: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová” (v. 5). 
Su motivación para hacer lo correcto era que estaba rodeado de 
personas que decían: “¿Quién nos mostrará el bien?” (v. 6). Todos 
estamos rodeados de personas que buscan a alguien que haga lo 
correcto y no lo conveniente. Cuando lo ven, además del costo que 
pagamos para hacer lo correcto, ellos son muy bendecidos y se 
vuelven a Dios por lo que ven. 
Salmo 23 
En el Salmo 23:3, David dice: “Confortará mi alma”. Cuando 
el Señor nos ha hecho yacer y reconocer el hecho de que somos ovejas 
y Él es nuestro pastor, nos volvemos a levantar. Pero cuando nosotros 
asumimos el control, aquellos verdes pastos se secan, las aguas se 
enturbian y la copa llena se vacía. Cuando nos olvidamos de quién es 
el pastor y quiénes son las ovejas, necesitamos ser restaurados. 
¿Cómo nos restaura Dios? Él es muy práctico. David lo 
expresó así: “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” 
(v. 3b). El avivamiento es más que pasar al frente en un culto de una 
iglesia en respuesta a una invitación. Es más que una experiencia de 
oración ante un altar. Dios dice: “Escucha. Así es como quisiera 
restaurarte. Tú ven y anda por las sendas de justicia un par de años. Y, 
al caminar por las sendas de justicia, ellas restaurarán tu alma”. 
Eso es lo que vemos que ocurre en la vida de David en 2 
Samuel 11-18. David se había entregado a Dios y había dicho:
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  • 1. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 3 JUECES, RUT, 1 Y 2 SAMUEL El Libro de Jueces Capítulo 1 La agonía de la apostasía El Libro de Jueces abarca cuatrocientos años de historia hebrea. La primera oración del libro menciona la muerte de Josué y la falta de liderazgo que hubo después. Josué no logró entrenar a un líder que continuara su labor. En cierto sentido, el Libro de Jueces relata hasta qué punto llegó la desorientación de los israelitas por esta razón. A lo largo de este libro vemos que ninguno de los jueces logró entrenar a líderes que los sucedieran y dieran continuidad a su visión de cómo debía ser conducido el pueblo de Dios. El versículo clave del Libro de Jueces nos dice que no había rey en Israel durante este período de la historia, y que “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6). Muchos estudiosos creen que Samuel fue el autor de Jueces. Dado que no había ningún rey en el tiempo de los jueces, bien podría ser que el autor de este libro lo haya escrito durante el tiempo de la monarquía, con una mirada retrospectiva. Los días en que gobernaron los jueces, antes que Israel tuviera rey, fueron la edad oscura de la historia hebrea. El mensaje devocional de Jueces tiene que ver con un problema básico, el de la apostasía. La palabra “apostasía” significa ‘estar alejado de’. A veces, la palabra significa apartarse de los compromisos de la fe. En el capítulo final del Libro de Josué, los hijos de Israel
  • 2. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 2 hicieron un compromiso y sellaron su fe con un pacto solemne. Josué dijo: “Ustedes deben elegir por ustedes y por su casa, pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (ver Josué 30:15). En esencia, juraron ante Dios y Josué: “Elegimos poner a Dios en el primer lugar. Elegimos servir y obedecer a Dios”. Ellos eligieron servir al Señor, y asumieron esa postura por ellos y por sus familias. La apostasía es simplemente esto: Uno toma una postura como hicieron los hijos de Israel, y luego se aparta o reniega de su compromiso con Dios y de su pacto con Él. Un ciclo de apostasía En el Libro de Jueces vemos un ciclo de apostasía que recorren los hijos de Israel siete veces en menos de cuatrocientos años. Si imaginamos un reloj, este ciclo de apostasía comienza con la manecilla que marca las horas sobre el número doce. Esto representa a los hijos de Israel cuando Dios está en el primer lugar y ellos están alineados con Él. A la una, los hijos de Israel se apartan de su compromiso con Dios. A las dos, hay una corrupción moral, seguida por corrupción política a las tres. A las cuatro, aparece un enemigo feroz. A las cinco, Israel es conquistado por ese enemigo. Cuando la manecilla está abajo, apuntando al seis, los hijos de Israel son esclavos de ese conquistador. Al avanzar la manecilla por el otro lado, a las siete hay un avivamiento espiritual. El pueblo clama a Dios pidiendo misericordia. A las ocho, Dios levanta un líder al que llama, equipa e inspira para liderar una revolución y derrocar al conquistador malvado. Ese líder es llamado “juez”. A las nueve, el juez comienza a urdir las formas de derrocar al conquistador. A las diez, hay una revolución, con la victoria a las once. Con la victoria ganada y el conquistador derrotado, los hijos de Israel vuelven a estar en la posición del doce, sirviendo y amando a Dios nuevamente. Durante distintos períodos de tiempo, todo está bien, hasta que volvemos a leer esas tremendas palabras: “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová” (ej: Jueces 2:11). Entonces nos damos cuenta de que se está repitiendo el ciclo de la apostasía, vez tras vez tras vez. Los hijos de Israel tuvieron paz durante ochenta años a veces, pero la apostasía volvía a surgir, y el ciclo de la apostasía se repitió siete veces. Hay, al menos, dos aplicaciones devocionales y prácticas para nosotros cuando leemos el Libro de Jueces. Primero, hay una aplicación personal. ¿Podemos apartarnos o alejarnos de lo que creemos? ¿Podemos cometer apostasía? ¡El Libro de Jueces dice que sí, que es posible! El Libro de Deuteronomio, y también el apóstol Pablo (1 Corintios 10:12), nos advierte: “El que piensa estar (continuamente) firme, mire que no caiga”. El hecho de que hayamos entrado a nuestra “tierra prometida de Canaán” y hayamos vencido no significa que no podamos apartarnos o alejarnos de lo que creemos. El Libro de Jueces nos muestra vez tras vez que los hijos de Israel cayeron en la apostasía. Como ellos, todos tenemos esos tiempos en que hacemos grandes compromisos con Dios, pero luego nos apartamos o alejamos de esos
  • 3. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 3 pactos con Él. Cuando lo hacemos, debemos pagar, con el tiempo, el alto costo de la apostasía. La segunda aplicación devocional del Libro de Jueces es lo que podríamos llamar la apostasía nacional. Así como la nación de Israel pasó por este ciclo tantas veces en el Libro de Jueces, es posible que otras naciones recorran el mismo ciclo hoy. Hubo un tiempo en que Tierra Santa era “el cuartel general de Dios” y Jerusalén era la capital espiritual del mundo. Pero los líderes espirituales se alejaron de Dios y rechazaron a Jesucristo y sus afirmaciones mesiánicas. Cuando Jesús entró en Jerusalén en ese primer Domingo de Ramos, dijo a los líderes religiosos: “Si ustedes no quieren generar fruto en el reino de Dios, Dios les quitará el reino y se lo dará a personas que quieren hacerlo”. En otras palabras, Dios “trasladaría su cuartel general”, si el país no daba fruto para el reino de Dios. Jesús dijo que el compromiso con Dios es como caer sobre una roca. O uno cae sobre la roca y es quebrado por ella, o la roca cae sobre uno y lo hace polvo (ver Mateo 21:42-44). Cuando Jesús quitó el reino a los líderes religiosos de Israel, lo entregó a su iglesia. Esto significa que la aplicación devocional de este ciclo de apostasía debería dirigirse principalmente a la iglesia. Dado que hay una interpretación pero varias aplicaciones de las Escrituras, esta advertencia acerca de la apostasía puede ser aplicada a ministerios como los miles de institutos, universidades y seminarios relacionados con la iglesia que fueron creados para enseñar la Palabra de Dios. Debemos aplicar las tremendas advertencias relacionadas con la apostasía en el Libro de Jueces personalmente, institucionalmente y nacionalmente. El mensaje de este libro es que siempre debemos “estar en el doce”, amando, adorando y sirviendo a Dios. Capítulo 2 Cosas fuera de lo común hechas por medio de personas comunes Además de las advertencias sobre la apostasía en el Libro de Jueces, hay muchas verdades devocionales que pueden aprenderse de las vidas personales de los jueces. Estos jueces son algunos de los mejores estudios de personalidad de la Biblia. Otoniel fue el primer juez. Según la Biblia, su única carta de presentación parece haber sido que era el sobrino de Caleb. La única carta de presentación del segundo juez, Aod, era su condición de zurdo. Se nos dice que otra juez, Débora, era una madre de Israel. Le costó bastante lograr que un militar, Barac, reuniera el valor suficiente como para acompañarla a la batalla. Gedeón, cuando fue llamado, dijo: “Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15). Un tema recurrente en los perfiles de personalidad de estos jueces es que eran personas muy comunes.
  • 4. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 4 ¿Se considera usted una persona común y corriente? ¿Cree que no Dios no querría, o tal vez no podría, usarlo porque no es una persona muy dotada y con muchos logros? Este Libro de Jueces le mostrará que a Dios le encanta hacer cosas fuera de lo común a través de personas muy comunes, como usted o como yo. Otoniel era el hijo del hermano menor de Caleb. La Biblia dice que el Espíritu de Dios se apoderó de él, y él reformó y purgó a Israel de forma tal que cuando condujo a las fuerzas de Israel contra el enemigo, Dios ayudó a Israel a conquistar completamente (ver Jueces 3:9-11). A Dios le encanta tomar gente común y hacer cosas fuera de lo común a través de ellas porque su Espíritu las está controlando. Eso es lo que el Nuevo Testamento llama ser lleno del Espíritu Santo. Vemos esto en la vida de un juez llamado Aod, cuya única carta de presentación era ser zurdo. Israel había sido dominado por los moabitas. Un rey llamado Eglón los había conquistado. En esos días, cuando una nación conquistaba a otra, siempre la cargaba con impuestos insoportables. Aod lideró un grupo que fue a la capital de Moab para pagar los impuestos de Israel y fue al palacio de Eglón. Antes de partir para esta misión, hizo un puñal de casi cincuenta centímetros de largo. Cuando se paró frente al rey de Eglón, que era sumamente gordo, le dijo: “Tengo un mensaje para usted de Dios”. Leemos que, con su fuerte brazo izquierdo, sacó su puñal y mató al rey. Aod comenzó una revolución, y los moabitas fueron derrocados. Lo único que se nos dice de Aod es que era zurdo. Es posible que su brazo izquierdo fuera lo único que él tuviera para ofrecer a Dios, y Dios lo usó poderosamente. ¿Ha ofrecido usted sus talentos, grandes y pequeños, a Dios? Si usted pone sus magros dones y talentos en las manos de Dios, Él los usará, como usó el brazo izquierdo de Aod. Una de mis historias favoritas de estos libertadores es la de Débora, una madre de Israel. Débora tenía un don espiritual especial. Era una profetisa. Se sentaba debajo de una palmera y profetizaba, y las personas venían de todas partes de Israel para escucharla hablar sus mensajes sobre Dios. Un día le dijo a un hombre llamado Barac: “Dios mismo tiene un mensaje para ti. Debes movilizar diez mil hombres y atacar a Sísara, el general cananeo, que tiene novecientos carros de hierro y conduce un gran ejército. Atácalo y libra a Israel de los cananeos” (ver Jueces 4:6, 7). Barac dijo: “Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré” (Jueces 4:8). Él sabía que, si Dios estaba realmente diciéndole esto a través de Débora, entonces lo haría victorioso. Tal vez para probar a Débora, para ver si realmente creía que era un mensaje de Dios, le dijo: “Tú ven conmigo. Marcha con nosotros”. Débora accedió, pero le advirtió: “La historia dirá que una mujer libró a Israel de los cananeos” (ver Jueces 4:9). Cuando Barac pidió a israelitas que fueran a la batalla, diez mil hombres se ofrecieron como voluntarios. Eso era exactamente lo que Débora le había dicho que ocurriría.
  • 5. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 5 La batalla se libró en el monte de Tabor. Dios confundió a los carros de Sísara. El ejército cananeo entró en pánico. Los hombres de Barac tomaron el control, y Sísara intentó huir. Una mujer llamada Jael le ofreció esconderse en su tienda. Él se durmió rápidamente y, mientras dormía, Jael tomó un mazo y una estaca de la tienda y clavó su cabeza al suelo. Recuerde que el mensaje central de Jueces es la apostasía y las consecuencias espantosas de la apostasía. Pero también aprendemos de las vidas de los jueces que Dios usa a personas poco importantes. A Él le encanta tomar personas comunes, como usted o como yo, y hacer cosas fuera de lo común con ellas. Dios hace cosas increíbles a través de personas comunes y corrientes que están controladas por su Espíritu. Capítulo 3 Cada hombre en su lugar Gedeón es el más pintoresco de todos estos jueces. Miraremos de cerca su vida, porque tiene mucho que enseñarnos. Por ejemplo, si usted tiene una baja autoestima, reflexione sobre lo que tiene que decir Gedeón de sí mismo: “He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15). Él vivió durante la conquista de Israel por parte de los madianitas, que fue brutalmente cruel. Muchos israelitas habían sido muertos en la guerra contra los madianitas, y estos habían destruido los cultivos del pueblo escogido, dejándolos sin nada para comer. Luego de siete años de pobreza y crueldad, el pueblo de Israel comenzó a clamar al Señor pidiendo ayuda. El Señor llamó al hombre que se convertiría en su libertador. Ese hombre era Gedeón. Leemos que el ángel del Señor vino y se sentó debajo de la encima que estaba en Ofra, que era de Joás. Su hijo, Gedeón, estaba sacudiendo el trigo en el lagar, porque quería ocultar el trigo de los madianitas. El ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas?” (Jueces 6:12-14). Habían pasado muchos años desde el cruce del Mar Rojo, y Gedeón quería saber si Dios todavía haría un milagro por su pueblo como el que había hecho en tiempo de Moisés. En esencia, el ángel del Señor dijo a Gedeón que, si quería encontrar el milagro que iba a usar para liberar al pueblo de Israel de los madianitas, debía mirarse en un espejo. Dios se deleitaría en tomar al menor de la tribu más débil, y usar lo común para lograr el milagro fuera de lo común que había planeado para esta liberación. Es importante que, cuando Dios lo llama para hacer un trabajo para Él, usted haga ese trabajo sabiendo que Él lo ha enviado y estará con usted. También debe aprender algunos secretos espirituales que tuvieron que aprender estos jueces y otros grandes libertadores, como
  • 6. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 6 Moisés. Estos secretos espirituales son: No se trata de quién o qué es usted, sino de Quién y Qué es Dios. No se trata de lo que usted puede hacer, sino de lo que Dios puede hacer. No se trata de lo que usted quiere, sino de lo que Dios quiere. Cuando ocurran los milagros, usted mirará atrás y dirá: “No fue lo que yo hice, sino lo que Dios hizo porque me envió a mí y estuvo conmigo”. Dios no busca súper santos. A menudo busca al menor del más débil, porque es más probable que éste aprenda los secretos espirituales que aprendieron Moisés y los demás líderes del pueblo de Dios. ¿Cómo puede alguien aprender estos secretos si es un “súper santo”? Es más probable que confíe en él mismo que en Dios. Pero si es el menor del más débil, Dios puede hacer que confíe en Él. Este fue el tipo de líder que Dios levantó vez tras vez en el Libro de Jueces. Cuando Dios llamó a Gedeón para derrocar a los madianitas, había cientos de miles de madianitas. Eran como una plaga de langostas en cuanto a la cantidad. Dios tenía que edificar la fe de Gedeón. Dios quiere hacer dos cosas cuando intenta dar a un hombre el don de la fe. Primero, quiere probar la fe de ese hombre mediante la prueba. Luego, Dios quiere probarse a sí mismo a ese hombre. Observe cómo Dios confirma la fe de las personas cuando las llama a hacer algo que requiere una gran fe. Salmos 37:23 dice: “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino”. La mayoría de nosotros conocemos la historia del vellón de Gedeón. Dios lo llamó para ser quien libertara a Israel de los madianitas. Gedeón necesitaba saber con seguridad que Dios lo llamaba, así que le pidió que confirmara su llamado. Por la noche puso un vellón de lana seco al aire libre y dijo a Dios que, si la tierra alrededor estaba seca, pero el vellón estaba mojado a la mañana siguiente, sabría que el Señor realmente lo estaba llamando a ser un libertador. Cuando Gedeón se levantó, a la mañana siguiente, la tierra estaba seca, pero pudo llenar una vasija de agua entera al exprimir el vellón. Como no estaba seguro todavía, la noche siguiente pidió a Dios que la tierra estuviera mojada y el vellón, seco. A la mañana siguiente, la tierra estaba empapada de rocío y el vellón estaba seco. Como Dios estaba llamando a Gedeón a hacer una gran tarea, hizo lo que éste le pidió. Pero debemos tener cuidado cuando pedimos a Dios que nos dé pruebas de sí. Hay una delgada línea entre poner un vellón, como hizo Gedeón, y poner a prueba al Señor. Cuando Jesús fue tentado en el desierto, fue desafiado a arrojarse del punto más alto del templo. Si los ángeles lo salvaban, todos sabrían que era el Hijo de Dios. Pero Jesús dijo: “Está escrito que no debes poner a prueba a Dios”. Llegamos a Dios por fe. Habrá veces cuando Dios nos probará. Sin embargo, nosotros no tenemos derecho a probar a Dios. Cuando usted comienza su viaje espiritual, es como si estuviera ingresando a la “Universidad de la Fe” de Dios. Usted no tiene derecho a probar a Dios. Pero Dios sí tiene derecho a probarlo a usted. Él puede tomarle una “prueba sorpresa” y exámenes difíciles en intervalos regulares, pero usted nunca tiene el derecho de tomarle exámenes a Él. Dios sabe que habrá ocasiones en las que usted tiene fe
  • 7. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 7 realmente, pero necesita alguna confirmación. Esto no es lo mismo que poner a prueba a Dios porque no le cree. Dios probó la fe de Gedeón de otra forma todavía. Antes de atacar a los madianitas, que estaban acampados en el oscuro valle de Jezreel, Dios dijo a Gedeón que se metiera a escondidas en el campamento madianita. Junto a una tienda de dos soldados madianitas, escuchó que uno de ellos contaba al otro un sueño. Se había despertado de una pesadilla. Le dijo: “Soñé que un gran pan de cebada rodaba desde la montaña y aplastaba nuestra tienda. Me pregunto qué podría significar”. Su compañero le dijo: “Sé lo que significa. Esta es la espada de Gedeón, ese poderoso ejército israelita que está del otro lado del monte. Tu sueño significa que el ejército de Israel vendrá y aplastará el ejército madianita” (ver Jueces 7:13, 14). Cuando Gedeón lo escuchó, allí, en la oscuridad, inclinó su cabeza y adoró a Dios. Entonces volvió a su pueblo y dijo: “Levántense, porque Dios ha entregado a Madián en sus manos”. ¿Está Dios preparándolo para una obra de fe? ¿Es posible que Dios quiera hacer una gran obra a través de usted, pero usted no está lo suficientemente cerca de Él como para saberlo? Antes de utilizar a Gedeón para derrotar a los madianitas, vemos cómo Dios le da muchas pruebas de sí mismo, y que también prueba la fe de Gedeón. El mayor desafío a la fe de Gedeón fue cuando Dios le pidió que sacrificara el mejor toro de su padre. El padre de Gedeón era un padre apóstata. Había edificado un altar a Baal, un dios pagano. Dios dijo a Gedeón que tomara el mejor toro de su padre (en términos modernos sería como tomar su tractor de 75.000 dólares), y lo encadenara al altar para derribarlo. Luego, Dios le dijo que tomara el ídolo de su padre, lo cortara en pedazos e hiciera fuego con él, sobre el cual sacrificaría el toro como un holocausto para Dios. Ese fue un desafío enorme. Muchas veces, en los Evangelios, Jesús dijo: “Si no están dispuestos a ponerme en el primer lugar, por encima de su padre, no son dignos de mí”. Jesús nos desafía a ponerlo primero, antes que nuestro padre y nuestra madre. Eso era lo que Dios pedía que hiciese Gedeón cuando le ordenó destruir el ídolo de su padre de esta forma. Gedeón obedeció la orden de Dios al pie de la letra. A la mañana siguiente, cuando la gente de la ciudad vio lo que había ocurrido con su altar y su ídolo, preguntó: “¿Quién hizo esto?”. La respuesta fue: “Gedeón lo hizo”. Querían matarlo porque había ofendido a Baal. Como el padre de Gedeón amaba a su hijo, dijo a los habitantes de la ciudad: “Ustedes deberían ser muertos por ofender a Baal porque, si es un dios, deberían dejar que se defienda por sí solo”. Ese día, Gedeón recibió el apodo de Jerobaaal, que significa ‘que Baal se defienda por sí solo’. Dios probó a Gedeón nuevamente cuando le dijo que “podara” su ejército. Gedeón contaba con treinta y dos mil hombres para atacar a los madianitas. Cuando iban por el camino, Dios le dijo: “Gedeón, es demasiada gente”. Dios no quería que Gedeón pensara que su victoria era gracias a la cantidad de gente que tenía en su ejército, así que le ordenó que enviara de vuelta a su casa a todo el que tuviera miedo.
  • 8. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 8 ¿Recuerda usted que, en Deuteronomio, Moisés escribió la ley que ordenaba este tipo de desafío cuando un ejército de Israel marchaba hacia una gran batalla? Debían enviar de vuelta a casa a los soldados que tenían miedo, que estaban recién casados o que habían plantado un viñedo y todavía no habían cosechado sus frutos (Deuteronomio 20:1-8). Cuando Gedeón desafió a los temerosos a que se fueran, veintidós mil soldados se retiraron. Gedeón continuó marchando con diez mil soldados, hasta que Dios le dijo: “Gedeón, sigues teniendo demasiada gente”. Él sabía que Gedeón todavía atribuiría la victoria a la cantidad de hombres que tenía en su ejército. Dios le dijo que dejara que sus hombres bebieran agua de un río y que separara a los que se arrodillaban para beber de los que lamían el agua mientras marchaban por el río. Nueve mil setecientos hombres se arrodillaron para beber, y Dios dijo, básicamente: “Diles que se vayan a casa. ¡No los necesitamos! Con los trescientos que lamieron el agua mientras cruzaban el río, entregaré a los madianitas en tu mano” (ver Jueces 7:5-7). Esto es menos del 1% de la cantidad con la que empezó Gedeón. Dios no necesita miles de seguidores no comprometidos. Nunca lo ha necesitado. Él necesita un pequeño grupo de siervos completamente consagrados. Dios probó la fe de Gedeón nuevamente a través del plan de batalla con el cual conquistó a los madianitas. La victoria de Gedeón requería gran fe, una tremenda valentía y un plan hermoso. Los madianitas estaban acampados en un valle muy oscuro. Dios dijo a Gedeón que tomara sus trescientos hombres, los dividiera en tres compañías de cien hombres cada una, y que los colocara en tres lugares: al norte, este y oeste del ejército madianita. Gedeón recibió instrucciones claras, que transmitió a sus hombres. Este es un gran estudio sobre el liderazgo, cuando Gedeón dice: “Miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo” (7:17). Esa es la esencia del verdadero liderazgo. Todos estos hombres simplemente tenían que estar totalmente consagrados a Dios y a Gedeón. En su mano izquierda tenían un cántaro que cubría una tea. En su mano derecha, una trompeta. Cuando Gedeón dio la señal, rompieron los cántaros que cubrían las teas y las dejaron al descubierto Entonces hicieron sonar sus cien trompetas. Gritaron: “¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!”. Esto ocurrió en tres lugares distintos. Si usted fuera un madianita, dormido en el suelo en la oscuridad total, ¿qué pensaría si despertara oyendo que se rompen cien cántaros, cien trompetas que suenan y cien hombres que gritan al norte de su campamento? Y luego ocurre lo mismo al este y al oeste de donde está acampado. Probablemente piense que el gran ejército de Gedeón lo ha rodeado. Los madianitas realmente creyeron que estaban rodeados. Entraron en pánico en la oscuridad y comenzaron a matarse entre sí. Los hombres de Gedeón los corrieron del valle como si fueran ganado. Luego los hombres que habían dejado el ejército de Gedeón volvieron
  • 9. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 9 y se incorporaron a la batalla. Los que habían ido a sus casas volvieron y, juntos, destruyeron por completo a los madianitas. El verso que relata la victoria nos da esta descripción de los trescientos: “Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo” (7:21). Si un porcentaje de los trescientos no hubiera descubierto sus teas, no hubiera hecho sonar sus trompetas y no hubiera gritado cuando correspondía, todo el plan de batalla hubiera fracasado, y habrían sido destruidos por los madianitas. Esta es una hermosa imagen de la iglesia de Jesucristo hoy. El Cristo resucitado no necesita miles de seguidores no comprometidos. Él necesita una minoría consagrada de discípulos que se mantengan firmes en su lugar. Si Dios pudiera conseguir que cada uno de nosotros nos mantuviésemos firmes y usáramos todos los dones que nos ha dado, en el lugar adonde nos lleven esos dones, con un compromiso del ciento por ciento con Jesucristo, entonces podríamos hacer huir a todas las huestes del infierno. Recuerde que el versículo clave que revela la verdad de los libros históricos del Antiguo Testamento se encuentra en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo nos dice que busquemos ejemplos y advertencias cuando leamos la historia hebrea (1 Corintios 10:11). En el Libro de Jueces, las advertencias se agrupan alrededor de las tremendas consecuencias de la apostasía. Los ejemplos pueden encontrarse en la vida de los jueces. Hay otros, como Sansón, que son una advertencia y un ejemplo. Busque ambos en su vida. Las vidas de todos estos jueces son ejemplos de la dinámica verdad de que Dios se deleita en usar a personas muy comunes para hacer cosas fuera de lo común para Él y para su gloria. Cuando comprendemos esa verdad, debemos darnos cuenta de que nuestra mayor capacidad es nuestra disponibilidad para Dios y para lo que Él quiere que hagamos. El Libro de Rut Capítulo 4 El romance de la redención Al avanzar en los libros históricos del Antiguo Testamento, después de ver los Libros de Josué y Jueces, llegamos al Libro de Rut, una hermosa historia de amor que tuvo lugar “en los días que gobernaban los jueces”. Esta historia de amor es un reflejo de la salvación y de nuestra relación con el Señor Jesucristo. Las escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento nos dicen que estamos comprometidos en matrimonio con Él. Él es el Esposo y nosotros, la iglesia, somos su “esposa”. El Libro de Rut presenta esta relación como un “romance de redención”. La Biblia nos da esta hermosa historia de amor:
  • 10. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 10 “Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido” (Rut 1:1-5). Elimelec, Noemí y sus dos hijos fueron a un país lejano y pasaron por tiempos duros. La tierra de Moab tiene una connotación negativa para los judíos devotos, similar al país lejano de la historia del Hijo Pródigo. La historia de esta familia sigue el mismo patrón. Mientras la familia pródiga estaba en la tierra de Moab, ambos hijos murieron. Elimelec murió también. Noemí es la única sobreviviente de la familia que viajó a Moab para huir del hambre en Belén y Judá. Si nos centramos en Noemí, vemos un perfil de algunos de los patrones de la historia de los pródigos. Mientras Noemí estuvo en el país lejano de Moab, las cosas fueron muy duras. Sus hijos se casaron con mujeres moabitas, lo cual estaba prohibido, y luego murieron. Ella había ido a Moab con un esposo y dos hijos. Ahora no tenía esposo, no tenía hijos, y tenía dos nueras moabitas. La historia continúa: “Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan” (Rut 1:6). Esto es algo que ocurre casi siempre con un pródigo. Mientras está en país lejano de este mundo, escucha qué bien están las cosas en la casa de su padre. “Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella sus dos nueras, y comenzaron a caminar para volverse a la tierra de Judá” (Rut 1:7). Este era el retorno de la hija pródiga. Antes de volver, Noemí se vuelve hacia sus nueras y les dice: “Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo. Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó, y ellas alzaron su voz y lloraron”. La historia continúa: “Y le dijeron: Ciertamente nosotras iremos contigo a tu pueblo. Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros maridos? Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para tener marido” (Rut 1:10-12). Leemos que una nuera de Noemí, Orfa, le dio un beso y se fue. Pero Rut se quedó con ella. Noemí le dijo a Rut: “He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella” (v. 15). Es aquí donde Rut se convierte en la pieza central del libro que lleva su nombre, y donde encontramos al personaje principal de esta hermosa historia de amor.
  • 11. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 11 Rut dice: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada” (Rut 1:16, 17). Rut nos dio un notable modelo de lealtad cuando hizo este compromiso solemne con Noemí. Estos dos versículos presentan un bosquejo muy bueno para los votos matrimoniales, porque representan el tipo de compromiso que debería haber entre un hombre y una mujer. Cuando una persona se casa, se compromete a ir a vivir adonde va a vivir su cónyuge. Tal vez piense que no está casándose con una familia pero, luego de unos años, descubrirá que le conviene decir “tu pueblo será mi pueblo”, para no tener un relación tirante con su cónyuge. La parte más importante del compromiso es la que dice “tu Dios será mi Dios”. Si no tienen el mismo Dios, no tendrán una base común para su sistema de valores. Esa es una de las causas de los matrimonios rotos. Cuando la pareja no tiene el mismo sistema de valores, tiene problemas. Cuando piensan cómo pasarán su vida juntos en términos de su tiempo, su dinero y su energía, no estarán de acuerdo en nada. El fundamento que da a una pareja casada un esquema mental común es poder decir: “Tu Dios es mi Dios”. Cuando obtienen sus valores de su relación con Dios, tendrán un sistema de valores común. El último versículo del capítulo 1 dice: “Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. El hecho de que fuera el comienzo de la siega de la cebada cuando volvieron a Belén es muy importante. Al llegar estas dos mujeres a Belén, Noemí era la imagen de un hijo de Dios que vuelve a la casa de su padre. La gracia de Dios estaba esperando recibirla allí, así como el padre salió corriendo para darle la bienvenida, afirmar, abrazar y aceptar al hijo pródigo (Lucas 15:20). En esta historia, Rut representa a aquellas personas que no forman parte de la familia de Dios. Rut no era hebrea. Era una extranjera. ¿Tiene Dios alguna gracia para la persona que no es un miembro de su familia? Si, la tiene. La gracia salvadora, que nos alcanzó cuando éramos pecadores, es la que nos permite llegar a formar parte de la familia de Dios. Como veremos, la gracia de Dios para Noemí y Rut se encontrará en su ley. La primera ley de Dios que dio gracia a Rut y Noemí se encuentra en Levítico 19:9, 10. Esta ley, llamada la ley del espigueo, dice que los cosechadores no debían levantar el grano que caía accidentalmente al suelo en la cosecha, sino que debían dejarlo para que los pobres y los extranjeros los espigaran. Rut decidió en su primer día en Belén que espigaría en los campos. Leemos: “Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Ve, hija mía. Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec” (Ruth 2:2-4).
  • 12. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 12 Hay otra ley de Moisés que es un importante telón de fondo que nos ayuda a entender por qué se encuentra en la Biblia esta historia de amor. Es la ley del levirato o del “pariente redentor”. Esta ley decía que, si el hermano de un hombre moría sin hijos, su viuda no debía casarse fuera de la familia. Para continuar su nombre en Israel, el hermano de su esposo debía casarse con ella. Si el hermano del hombre muerto rehusaba hacerlo, entonces ella podía denunciarlo ante los ancianos de la ciudad (esto equivalía a llevarlo a juicio). Si seguía rehusándose ante los ancianos, ella podía sacarle el calzado del pie y escupirle en la cara. A partir de ese día, la casa de él se llamaría algo así como “la casa del hombre al que le sacaron el calzado”. Era una desgracia llevar ese rótulo en la cultura de Israel. Dado que Rut había estado casada con un hebreo, como resultado de ese matrimonio, ella fue incorporada a la familia de Dios, la nación hebrea. Cuando su esposo murió, no tenían hijos, así que Rut ya no pertenecía a la familia de Dios. La ley decía que ella podía ir a un pariente de su esposo fallecido y pedirle que se casara con ella. Si se rehusaba, ella podía presentar el tema ante un tribunal. Si aun así no quería casarse con ella, los ancianos harían la ceremonia descrita por la ley del pariente redentor. El hombre que accedía a casarse con tal mujer hacía dos cosas por ella. Primero, la compraba de vuelta al pagar cualquier deuda que tuviera. La segunda cosa que hacía el redentor era casarse con ella. Al establecer la relación de matrimonio con ella, la traía de vuelta a la familia de Dios. Esa era la esperanza de Rut al volver a Belén de Judá. Por eso el capítulo 2 comienza con la noticia emocionante de que el suegro fallecido de Rut tenía un pariente que era un hombre rico, cuyo nombre era Booz. A medida que continúa esta historia de amor, veremos una imagen de la gracia de Dios para el hijo pródigo que vuelve a su casa, y la gracia de Dios para la persona que acuda a Él para ser redimida. Capítulo 5 Amor a primera vista La historia de Rut tuvo lugar en los días en que gobernaban los jueces, la edad oscura espiritual de la historia hebrea. El romance que relata el Libro de Rut es un cuadro hermoso de nuestra salvación y redención. Rut, la nuera moabita, es una imagen de una persona que no forma parte de la familia de Dios. Vemos a Dios mostrando su amor y gracia por ella en la redención que prescribe la ley de Dios. Rut fue a espigar en un campo que pertenecía a Booz. Cuando Booz fue a trabajar ese día, vio a Rut, y aparentemente quedó impactado por su belleza. Preguntó a su sirviente: “¿De quién es esta joven?”. Obviamente, se había enamorado de ella. El nombre Rut significa ‘hermosura’ o ‘capullo de rosa’. Su sirviente le contó cómo había estado casada con un hebreo en Moab que había muerto, y que había hecho un juramento de lealtad a su suegra. Compartió con Booz
  • 13. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 13 el hecho de que Rut se había convertido en creyente mientras estuvo casada con su esposo hebreo. Booz le dijo a Rut que se quedara en su campo, donde podría protegerla. Dejó muy en claro a Rut que estaba interesado en ella. En el versículo 10 leemos: “Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?”. La palabra “gracia” significa ‘el favor y la bendición de Dios que no merecemos’. Booz le dijo que él sabía de la muerte de su esposo y su juramento a Noemí. También le dijo que sabía que ella había llegado a creer en el Dios de Israel. Ella le dijo: “Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos” (Rut 2:13). A la hora de la comida, Booz le pidió que lo acompañara a almorzar. Ella comió hasta que ya no tuvo hambre, y Booz se encargó de que volviera a su casa con porciones grandes del producto de su espigado en los campos ese día. Booz dio órdenes estrictas a sus cosechadores de que, si veían a Rut espigando detrás de ellos, dejaran manojos a propósito para ella. Booz amaba a Rut. Un romance en reversa El capítulo 2 de Rut finaliza diciéndonos que Rut trabajó en los campos de Booz durante dos cosechas. Eso significa que repitió lo sucedido en el capítulo 1 durante seis meses. El capítulo 3 comienza así: “Después le dijo su suegra Noemí: Hija mía, ¿no he de buscar hogar para ti, para que te vaya bien?”. En otras palabras, Noemí le dijo: “¿Quieres que te busque un esposo?”. Es probable que Noemí le hubiera contado a Rut acerca de las leyes del espigado y de la redención. Podemos suponer que Rut conocía la ley del pariente redentor y que Booz era el pariente de ellas. Booz y sus trabajadores estaban trillando esa noche, y siempre dormían junto a su cosecha luego de trillar. Noemí le dijo: “Te lavarás, pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos, irás a la era”. Noemí le estaba diciendo a Rut que le propusiera matrimonio a Booz pidiéndole que fuera su pariente redentor. También había un banquete luego del trillado. Noemí le dijo a Rut que fuera y viera donde ponía Booz su petate. “En el medio de la noche”, le dijo Noemí, “ve y preséntate ante él y pídele matrimonio diciéndole que quieres que sea tu pariente redentor”. Esto no era solo un romance de redención, sino un romance en reversa. En esa cultura, Booz no podía proponerle matrimonio a Rut. Ella tenía que pedírselo a él. Había muchos parientes de su esposo fallecido. Según la ley, Rut debía ir a uno de ellos y pedirle que fuera su pariente redentor. Todo lo que podía hacer Booz era mostrarle, a través de muchos gestos amorosos, que a él le encantaría ser su redentor. Lo que hizo en el capítulo 3 fue lo correcto. Era una propuesta de matrimonio. Leemos que, a la medianoche, Rut fue y se acostó a los pies de Booz. Él se asustó cuando vio a una mujer allí. Le preguntó: “¿Quién eres?”. Ella le contestó: “Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano” (Rut 3:9). Booz dijo: “Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los
  • 14. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 14 jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa” (Rut 3:10, 11). Booz dio a Rut todo el grano que ella podía cargar y dio órdenes estrictas para que regresara a la casa de su suegra. Redención en un romance Hemos visto a nuestros dos amantes encontrarse, enamorarse y proponerse matrimonio. Debido a la ley de Antiguo Testamento hebreo, hemos visto a la mujer proponerle matrimonio al hombre. Cuando lo hace, su amante debe ocuparse de los aspectos legales. Al comienzo del capítulo 4 de este libro, vemos que Booz organiza una reunión de los ancianos, a fin de legalizar el matrimonio. Muy temprano, la mañana siguiente después que Rut le propuso matrimonio, Booz vio al pariente que era más cercano a Rut que él y le habló de la propiedad de Elimelec que necesitaba ser redimida. El hombre estuvo de acuerdo con redimirla. Pero cuando Booz le dijo que para redimir la propiedad debería casarse con una mujer moabita, ya no lo quiso hacer, porque “dañaría su heredad”, es decir que sería una mancha en su árbol genealógico. Entonces Booz dijo a los ancianos que estaban presentes que iba a redimir toda la propiedad de Elimelec y que redimiría mediante el matrimonio a Rut, la moabita, que era la nuera de Elimelec que había enviudado. Redimir significa ‘comprar de vuelta’ y ‘traer de vuelta’. Booz redimió a Rut de dos formas. Primero, la compró de vuelta cuando pagó todas sus deudas. Luego estableció una relación con ella que la trajo de vuelta a la familia de Dios. En el quinto capítulo del Libro de Apocalipsis hay otra hermosa imagen de la redención. Hay llanto en el cielo porque no hay ningún (pariente) redentor que pueda romper los sellos de un rollo y redimir a la humanidad. Entonces se les dice a los que están en el cielo que no lloren más, porque se ha encontrado un Redentor que está calificado y dispuesto a redimirlos. Ese Redentor es Jesucristo. ¿Cuál es nuestra esperanza cuando nos damos cuenta de que necesitamos ser redimidos? Nuestra única esperanza de redención está basada en nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo. La muerte de Cristo fue el precio que tuvo que ser pagado para volver a comprarnos para la familia de Dios. La resurrección de Jesucristo significa que podemos establecer una relación con el Cristo resucitado y vivo, que se compara con una relación matrimonial, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Esa relación nos trae de vuelta a la comunión con Dios, confirma nuestra condición de hijos de Dios y nos trae de vuelta a la familia de Dios. En el principio, Dios y el hombre estaban en una relación perfecta, que usted podría ilustrar uniendo sus manos. El Libro de Génesis dice que Dios creó al hombre como una criatura con poder de elección, y el hombre eligió alejarse de Dios, que usted podría ilustrar soltándose las manos y alejándolas entre sí. La Buena Nueva es que
  • 15. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 15 Dios trajo al hombre de vuelta a través de la muerte de Jesucristo en la cruz, que usted podría ilustrar volviendo a juntar las manos. Pedro escribe que no fueron cosas terrenales, como oro o plata, sino la preciosa sangre de Cristo la que nos redimió (ver 1 Pedro 1:18, 19). Pero esto es solo la mitad del milagro de la redención. El matrimonio entre Booz y Rut nos muestra la segunda dimensión de este milagro. Jesucristo resucitó de los muertos y golpea a la puerta de nuestro corazón. Una de las metáforas más hermosas de la Biblia muestra al Cristo resucitado y vivo que golpea a la puerta de nuestro corazón. Nos dice que quiere que abramos esa puerta lo invitemos a entrar a tener una relación íntima con nosotros. Jesucristo es el Esposo, y nosotros somos la “esposa” en esta relación (ver Mateo 25:1-13; Juan 3:29; Apocalipsis 21:2; 22:17). El Libro de Rut es una profunda alegoría que ilustra esta misma verdad. Esa verdad es lo que llamo “el romance en reversa”. En la mayoría de las culturas, el hombre escoge a la mujer y le propone matrimonio. Las leyes de la redención que se aplican a esta hermosa historia de amor significan que Rut tuvo que proponerle matrimonio a Booz. Lo mismo ocurre en nuestra redención. Todo lo que pudo hacer Booz era mostrar que la amaba y que quería redimirla. Pero ella tuvo que decir: “Quiero que seas tú, Booz. ¡Quiero que tú seas mi pariente redentor!”. De la misma forma, usted y yo debemos decir al Cristo resucitado, que está parado a la puerta de nuestra vida, golpeando pacientemente: “¡Quiero que Tú seas mi pariente redentor! Quiero que tú me compres de vuelta a través de tu muerte en la cruz, y quiero que Tú me traigas de vuelta a la familia de Dios, estableciendo una relación íntima conmigo”. Cuando leemos el Libro de Rut, hay otra hermosa palabra bíblica en la que deberíamos centrarnos. Esa palabra es “gracia”. Unos años después que Rut se casara con Booz, Dios les dio un hijo, a quien llamaron Obed. Obed fue el abuelo de David, lo cual coloca a Rut y Booz en la ascendencia de Jesucristo. Usted encontrará sus nombres en la genealogía del Mesías en el primer capítulo del Evangelio de Mateo. Imagine que Rut sale de compras con su hijito y ve a algunos de los trabajadores que había conocido en el campo de Booz. Supóngase que le dicen: “Tú realmente supiste cómo ganártelo a Booz. ¡Hiciste todo lo que pudiste para llegar a donde estás ahora!”. ¿Cómo piensa que habría respondido Rut a una expresión de este tipo? ¿Se imagina con cuánta vehemencia Rut hubiera explicado que ella debía todo lo que era y tenía al amor de Booz? Como un creyente devoto, ¿puede imaginársela explicando que debía todo al amor y a la gracia del Dios para una extranjera como ella, expresados a través de las leyes del espigado y la redención? También piense la forma en que Noemí representa el formador de discípulos, que es la tarea que nos toca hacer a nosotros. Fue Noemí la que alentó a Rut a pedir a Booz que fuera su redentor. ¿Ha sido redimido usted? ¿Ha sido comprado de vuelta a Dios por la sangre de Jesucristo? ¿Ha sido traído de vuelta a Dios porque
  • 16. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 16 tiene una relación con Jesucristo? ¿Le ha pedido personalmente a Jesucristo que sea su Pariente Redentor? Jesucristo quiere ser nuestro Pariente. Él se hizo hombre. Jesucristo está parado a la puerta de su corazón ahora mismo. Él quiere ser su Redentor. Usted debe pedirle personalmente que sea su Redentor. Esta es la aplicación más importante de este hermoso Romance de la Redención. Capítulo 7 El reino de Dios En el fascículo anterior estudiamos los primeros tres libros históricos del Antiguo Testamento –Josué, Jueces y Rut–, que son conocidos también como los “libros históricos alegóricos”, por los ejemplos y advertencias que brindan. Cuando llegamos a Primera de Samuel, comenzamos la siguiente sección de los libros históricos, conocidos como los “libros históricos de la literatura del reino”. Esta sección incluye Primera y Segunda de Samuel, Primera y Segunda de Reyes, y Primera y Segunda de Crónicas. Todos estos libros son “literatura del reino”, porque nos hablan del reino de Dios. De hecho, algunas versiones de la Biblia llaman a Primera y Segunda de Samuel como Primera y Segunda de Reyes, y llaman a Primera y Segunda de Reyes como Tercera y Cuarta de Reyes. Los Libros de Crónicas repiten ese mismo período histórico, pero desde el punto de vista de Dios. El concepto del reino de Dios es el tema central de estos libros, que nos ayudan a entender este importante concepto cuando leemos el Nuevo Testamento, especialmente las enseñanzas de Jesús. Así pues, tomemos algún tiempo para ver lo que significaba el reino de Dios en el tiempo del Antiguo Testamento, y cuán significativo fue en la enseñanza de Cristo. El reino de Dios en el Antiguo Testamento Bajo Moisés, los hijos de Israel tuvieron un liderazgo de acuerdo con la voluntad de Dios. El Señor quería que vivieran en una teocracia, lo cual significa que Dios gobierna a su pueblo. Todo lo que necesitaba Dios para una teocracia era un profeta-sacerdote, como Moisés (y, más adelante, Samuel). Cuando Moisés intercedía ante Dios en nombre del pueblo, era un sacerdote (ver, por ejemplo, Números 1:1, 2; 21:7). Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con palabras de Dios para el pueblo, era un profeta (ver Éxodo 20-24). Mientras Dios tuviera a alguien como Moisés, Él podría gobernar al pueblo a través de ese líder. Este profeta-sacerdote podría ser el canal de la voluntad de Dios, y Dios podría gobernar su pueblo. Ese era el plan de Dios para el gobierno de su pueblo elegido. En Primera de Samuel, Samuel era el profeta-sacerdote. Pero cuando él envejeció, y los israelitas vieron que sus hijos no tenían la integridad de su padre, le dijeron a Samuel que querían tener un rey
  • 17. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 17 como todas las demás naciones (1 Samuel 8:1-5). Perturbado, Samuel oró fervientemente al Señor. Dios le dijo que no tomara este rechazo como algo personal. El pueblo, en realidad, estaba rechazando al Señor, y prefería un rey humano antes que tener a Dios como su Rey. Así que Dios dijo a Samuel, básicamente: “Si quieren reyes, Samuel, ¡les daré sus reyes!” (ver vv. 6-22). Esto nos introduce en el concepto del reino de Dios. El reinado que el pueblo quería era un reinado nacional y terrenal que gobernara una nación de un pueblo específico. Para que funcionara este arreglo, Dios necesitaba un rey que lo obedeciera, y necesitaba sacerdotes que entraran en su presencia en nombre del pueblo. También necesitaba profetas que hablaran por Él al pueblo y a sus líderes. El primer rey que Dios dio al pueblo de Israel fue Saúl, a quien ungió Samuel (1 Samuel 9). Tristemente, Saúl resultó ser desobediente; no tuvo un corazón dedicado a hacer la voluntad de Dios. Luego de unos años, Samuel tuvo que decir a Saúl que Dios lo había rechazado como rey de Israel (capítulo 15). Como veremos en la literatura del reino, Dios siguió utilizando al profeta-sacerdote en la era del reino. Si el rey no hacía la voluntad de Dios, el profeta-sacerdote lo confrontaba con la palabra de Dios. Básicamente, le decía: “Te conviene hacer lo que Dios te dice, porque, si no, tú y todo el pueblo sufrirán terriblemente”. Cuando Saúl no obedeció a Dios, Samuel, que tuvo el privilegio de contratar al primer rey de Israel, recibió órdenes de Dios de despedirlo. En lugar de Saúl, el Señor indicó a Samuel que ungiera al joven David, un varón conforme al corazón de Dios que haría su voluntad (capítulo 16; ver también Hechos 13:22). David fue el mejor rey que tuvo Israel jamás. Dios podía obrar a través de él, porque él obedecía a Dios. No fue perfecto, como veremos, pero su corazón era siempre tierno y sumiso ante el Señor. El siguiente rey fue el hijo de David, Salomón. Al principio, Salomón parecía ser el tipo de hombre que Dios podría usar. Oró pidiendo discernimiento para gobernar al pueblo de Dios con justicia, por lo cual Dios lo recompensó con sabiduría, además de riqueza y honor (ver 1 Reyes 3:5-14). Salomón construyó el templo para el Señor que su padre David había soñado construir (ver 1 Crónicas 22). Salomón sucumbió trágicamente a la lujuria, ¡casándose con setecientas mujeres y teniendo trescientas más como concubinas! Estas mujeres adoraban ídolos, y Salomón se unió a ellas en su culto pagano (1 Reyes 11:1-8). El pecado de David fue muy serio, como veremos. Sin embargo, fue el pecado de Salomón que trajo consecuencias caóticas a esta nación escogida. El hijo de Salomón, Roboam, siguió a Salomón como el cuarto rey de Israel (11:9-13). Después de Salomón, Israel se convirtió en un reino dividido. Diez tribus fueron al norte y se llamaron Israel. Dos se quedaron en el sur (Judá y Benjamín), y se llamaron Judá. Muchos reyes se nombran en los libros históricos de Primera y Segunda de Reyes y en las Crónicas. El reino del norte no tuvo un solo rey bueno. Los malvados y tremendamente crueles asirios conquistaron el reino del norte y llevaron las diez tribus al cautiverio. Nunca más se supo de ellas. Judá
  • 18. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 18 terminó siendo llevado cautivo a Babilonia, donde estuvo setenta años. Cuando Persia conquistó Babilonia, Dios ordenó al nuevo emperador, Ciro el Grande, que decretara que todo judío que lo quisiera, podría volver a su tierra para reconstruir el templo del Señor (ver 2 Crónicas 36:22, 23; Esdras 1). Los libros históricos de la literatura del reino pueden ser confusos, y uno debe estar preparado para cosas fuertes al leerlos, pero siempre podrá mantener algún equilibrio histórico si se centra claramente en siete hechos básicos de la historia hebrea: 1. El reino unido (bajo Saúl, David y Salomón) 2. El reino dividido 3. La cautividad del reino del norte, Israel, bajo los asirios. 4. La extinción del reino del norte 5. La cautividad del reino del sur, Judá, bajo los babilonios. 6. conquista de Babilonia por parte de los persas 7. El retorno de la cautividad en Babilonia (Persia) Resumiendo, entonces, en el Antiguo Testamento el reino de Dios era literal. Era un dominio histórico y geográfico donde Dios era soberano, donde Dios mismo deseaba ser el único gobernante sobre un pueblo específico, en un lugar específico y en un tiempo específico de la historia. Sin embargo, el pueblo rechazó a Dios como su rey y pidió reyes humanos, cosa que obtuvo. ¿El resultado? La tragedia. Recuerdo una mujer que nunca había leído la Biblia antes. Era una persona culta y sofisticada, y dijo de esta sección de la Biblia: “Nunca había leído algo tan horrible en mi vida. Si no fuera por el Espíritu Santo, nunca podría haber leído estos libros. ¡Esto es terrible!”. Bueno, ¡lo es! Recuerde que Dios nunca quiso que su pueblo tuviera estos reyes o las consecuencias de tener sus reyes. El Señor no fue responsable de todo lo que leemos en la literatura del reino, sino los reyes, porque la mayoría de ellos eran malos. El pueblo, también, fue responsable, porque quisieron tener reyes y escogieron esos reyes. Nunca olvide esto al leer estos libros del reino. El reino de Dios en el Nuevo Testamento Los libros de la literatura del reino brindan un contexto que nos ayuda a entender el concepto del reino de Dios en el Nuevo Testamento. Históricamente, luego que los judíos volvieron a su tierra para reconstruir su templo y su ciudad, vivieron cuatrocientos años de silencio luego de la muerte de Nehemías y el profeta Malaquías. Dios no volvió a hablar —en el sentido de dar una revelación especial— hasta el período del Nuevo Testamento. Para entonces, los judíos habían sido conquistados nuevamente. Esta vez, su conquistador fue el imperio romano. Este capítulo de la historia hebrea comenzó cuando Juan el Bautista y Jesucristo, el Mesías, rompieron cuatrocientos años de silencio al predicar el mensaje de Dios. ¿Cuál fue su mensaje? ¡Las Buenas Nuevas del reino de Dios! Jesús dijo, básicamente, que Él no predicaba un reino geográfico, nacional o histórico, porque el pueblo había rechazado eso mucho tiempo atrás. Más bien quería que el pueblo supiera que Dios
  • 19. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 19 estaba dispuesto a ser su rey nuevamente, pero esta vez de forma individual. Esta vez, el reino de Dios estaría dentro de ellos (ver Lucas 17:20, 21). ¿Se da cuenta lo que significa esto? ¡Cualquier hombre, mujer, niño o niña que se entrega a Dios y le pide que haga flamear su bandera en su corazón, confesando: “Quiero que seas mi rey, y quiero ser súbdito tuyo”, ha ingresado en el reino de Dios! Jesús habló con un rabí llamado Nicodemo, y le dijo que, a menos que naciera de nuevo, no podría ver el reino de Dios. Según Jesús, solo las personas que han nacido de nuevo pueden tener ojos para ver que Dios quiere ser su rey (Juan 3:3-5; 1 Corintios 12:3) y, una vez que han visto el reino, entonces pueden entrar en él. Oímos hablar mucho sobre nacer de nuevo, y está bien. Pero, en este pasaje, el tema principal no es el nuevo nacimiento, sino el reino de Dios. El nuevo nacimiento no es una meta en sí misma, sino una forma de llegar al objetivo final, y ese objetivo es el reino de Dios. ¿Recuerda el sistema de valores que Jesús comunicó en el Sermón del Monte? ¿Qué dijo que debería ser lo más importante en nuestra vida? Buscar el reino de Dios: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). ¿En base a qué cosas emplea usted su tiempo, su dinero y su energía? ¿Cuáles son sus prioridades? El propósito del nuevo nacimiento es hacernos entrar en el reino de Dios, donde Él reina sobre nuestra vida. Imagine a sus prioridades como si fueran un blanco con un círculo rojo en el centro y diez círculos alrededor de ese centro rojo. Según Jesús, el reino de Dios y lo que Él le muestra que es lo correcto están en el centro, y todas sus prioridades necesitan ser definidas como los círculos alrededor de ese centro. Tenemos que reconocerlo y servirlo como nuestro rey, y nuestras prioridades reflejarán cuán sinceramente lo estamos haciendo. Nuestras oraciones también tienen que reflejar lo que Jesús nos enseñó: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy...” (Mateo 6:9-11). Observe que, antes que Jesús nos enseñe a decir “danos”, tres veces nos dice que debemos poner a Dios en el primer lugar. Él nos dijo que debíamos orar diciendo: “Dios, tu nombre, tu reino, tu voluntad. Esto es lo que está en primer lugar entre mis prioridades”. Entonces, y solo entonces, oramos: “Danos”. Podemos tener las cosas como las queremos nosotros, como hicieron los israelitas. Pero, si lo hacemos, debemos estar dispuestos a comer el banquete de las amargas consecuencias que surge de ponernos a nosotros y nuestras prioridades en el primer lugar. Esto es algo que debemos tener en mente al estudiar el reino de Dios en los libros históricos de la literatura del reino. Si usted entiende este concepto en el Antiguo Testamento, ¡le estallará en forma de revelación en el Nuevo Testamento! Recuerde que el propósito del nuevo nacimiento es ver y entrar en el reino de Dios. ¿Ha visto usted su reino? ¿Ha entrado en él? ¿Ha nacido de nuevo?
  • 20. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 20 Capítulo 8 Oído de Dios Como vimos en nuestro capítulo anterior, el reino de Dios es un concepto crucial que debemos tener en mente cuando estudiamos los libros históricos de la literatura del reino en el Antiguo Testamento. Otro aspecto importante de estos libros son los ejemplos y advertencias que brindan. Como escribió el apóstol Pablo: “Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). ¡Encontraremos bastantes ejemplos y advertencias en los libros que tenemos frente a nosotros! Primera y Segunda de Samuel eran considerados como un solo libro mucho tiempo atrás, así como Primera y Segunda de Reyes y Primera y Segunda de Crónicas. Los libros de Samuel nos comunican la verdad de Dios en la forma de breves biografías, centrándose en tres personas especialmente. Los primeros ocho capítulos de 1 Samuel nos dan un ejemplo positivo para seguir en la vida y el liderazgo del profeta Samuel. Del capítulo 9 al 15, el centro pasa a ser el primer rey de Israel, Saúl, cuya vida es una tremenda advertencia. Comenzando en 1 Samuel 16 y hasta el final de 2 Samuel (en total, treinta capítulos), el personaje principal es David. David fue el mejor rey que haya tenido Israel jamás y, si nos guiamos por el espacio que el Espíritu Santo asignó a su historia, es uno de los principales personajes de toda la Biblia. Además del espacio que le dedican los libros de Samuel, David también escribió algo así como la mitad de los salmos. Muchos de los salmos que escribió contienen una inscripción (técnicamente, un superscrito), que indica lo que ocurría en su vida cuando escribió ese salmo específico. Podemos lograr una mucha mayor comprensión de nuestra lectura de sus salmos si conocemos su vida a partir de 1 y 2 Samuel. Y podemos lograr una perspectiva de su vida y sus emociones en los libros de Samuel a partir de los salmos que escribió sobre sus experiencias registradas en esos dos libros históricos. Así que los tres principales personajes que consideraremos en nuestro estudio de 1 y 2 Samuel son: Samuel, Saúl y David. Comencemos por Samuel. Samuel El nombre de Samuel está formado por dos palabras hebreas que significan ‘oído’ y ‘de Dios’. Esto es muy apropiado, si tenemos en cuenta cómo llegó a nacer. Su madre, Ana, había vivido por años con la angustia de ser estéril. En esos días, tener hijos era una señal de la bendición de Dios, así que Ana tiene que haber pensado que su esterilidad significaba que Dios no estaba contento con ella. Un día, cuando su familia estaba adorando al Señor en el tabernáculo en Siloé, ella lloró amargamente y oró pidiéndole a Dios que le diera un hijo. ¡Oró tan fervientemente, con sus labios
  • 21. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 21 moviéndose sin emitir sonido al compás de su corazón, que un viejo sacerdote, Elí, pensó que estaba ebria! “Deja la botella”, le dijo (ver 1 Samuel 1:14). Cuando Ana le explicó la situación, Elí se conmovió tanto que pronunció una bendición sobre ella y le dijo que Dios contestaría su oración (vv. 15-17). Y fue así. Ana concibió y dio a luz a un niño, a quien llamó Samuel, porque Dios había oído su pedido (v. 20). (Dicho sea de paso, cada vez que un nombre de la Biblia termina con “el”, ese nombre tiene algo que ver con Dios –como Daniel– porque la palabra hebrea para Dios es “EL”.). Una vez destetado Samuel, Ana lo llevó al tabernáculo y lo entregó literalmente a Dios, presentándolo al sacerdote, Elí. Aquí se demostró nuevamente cuán adecuado era su nombre, porque cuando Samuel era un niñito, criado en la presencia de Dios por Elí, escuchó la voz de Dios (capítulo 3). Tristemente, el mensaje era una reprensión a Elí por no disciplinar a sus hijos, que habían desobedecido a Dios y habían profanado su adoración (ver 2:12-17, 22-25, 27-36). Samuel, que consideraba a Elí como su padre, tuvo que decir al viejo sacerdote que sería quitado del sacerdocio. El nombre “oído de Dios” también fue apropiado para Samuel cuando se hizo hombre. La Biblia dice que desde el extremo norte hasta el extremo sur (“de Dan a Beerseba”), todo Israel reconocía que, cuando hablaba Samuel, Dios les había enviado un profeta (3:19-4:1). Todo Israel escuchó la palabra de Dios a través de este hombre, así que “oído de Dios” ciertamente es un nombre muy adecuado para él. La vida de Samuel nos da varios ejemplos positivos. Primero, él y su madre muestran el valor de la crianza y la educación piadosas. Para ser eficaces y piadosos, tenemos que pensar en nuestro papel como padres como un llamado y una responsabilidad sagrados. También debemos considerar que nuestros hijos son grandes bendiciones de Dios (Salmos 127:3). Cuando profesamos y afirmamos este enfoque prioritario, como Samuel y Juan el Bautista, más adelante, nuestros hijos tendrán las bendiciones de una crianza espiritual. Segundo, Samuel es un gran ejemplo de lo que la crianza piadosa puede lograr cuando lo vemos guiar a Israel fuera de su edad oscura espiritual, conocida como “los días en que gobernaban los jueces”. Algunos estudiosos consideran que él fue el último juez, así que su vida fue un hito en la historia hebrea. Tenemos un tercer ejemplo positivo en estos libros de Samuel, al ver a este gran hombre convertirse en un gran líder político, que unió el tiempo de los jueces con el de los reyes. Él ungió a Saúl y a David, el más grande rey de Israel. A través de tiempos tormentosos, como el reinado vacilante de Saúl, Samuel se mantuvo fiel al Señor y al pueblo de Israel hasta el fin de su vida. Saúl Mientras la vida de Samuel nos da ejemplos positivos para seguir, la vida de Saúl es una serie de tristes advertencias.
  • 22. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 22 Saúl es una figura polémica en la Biblia porque su vida plantea un tema teológico espinoso: ¿Puede una persona ser salva hoy y perderse mañana? Algunos dicen que no, que uno no puede perder su salvación, y citan muchos pasajes bíblicos que apoyan su argumento de que los pródigos siempre vuelven. Pero otros dicen que sí, que uno puede perder la salvación, y usan la experiencia de Saúl, y muchos otros pasajes bíblicos, para afirmar que esto es posible. Saúl parece haber experimentado una auténtica regeneración y luego parece haber perdido esa milagrosa obra de regeneración en su vida. Aquellos que asumen esta postura creen que uno debe nacer de nuevo cada vez que uno se convierte en un pródigo. Yo creo que la Biblia enseña la elección, es decir que Dios nos elige y nos salva exclusivamente por su gracia y soberanía. Así que, si una persona ha experimentado una salvación auténtica y genuina –si realmente ha nacido de nuevo–, no perderá su salvación. Saúl tuvo una experiencia espiritual y, al principio, parece haberse convertido en un hombre espiritual. Después que Samuel lo ungió, Dios cambió su corazón (10:9). Hasta llegó a profetizar con una banda de profetas cuando el Espíritu de Dios cayó poderosamente sobre él (10:10, 11). Sin embargo, se vuelve obvio, al avanzar en nuestro estudio de su vida, que perdió esa espiritualidad. Primera de Samuel 9 nos presenta a Saúl. Lo primero que sabemos de él es que de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo y se destacaba por su aspecto (9:2). La apariencia física de una persona no debería ser el criterio por el cual juzgarla o considerarla para el liderazgo. En contraste, el Señor le dijo más adelante a Samuel, cuando fue a ungir a David: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (16:7). Cuando vemos a Saúl por primera vez, él y un siervo están buscando las asnas perdidas de su padre, sin éxito. Cuando están a punto de abandonar la búsqueda, el siervo de Saúl recuerda que un profeta (Samuel) está cerca. Así que van al hombre de Dios, y Dios había preparado Samuel sobrenaturalmente para su visita (9:13, 14, 18-20): “Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí” (9:15, 16). Así que, cuando Saúl se encontró con Samuel, lo esperaba una gran sorpresa. Samuel lo invitó a un banquete, le dijo que las asnas habían sido encontradas, ¡y le informó que él sería el rey que Israel estaba anhelando! (9:19, 20). Atónito, Saúl contestó que él no era nadie, un hombre de la tribu más pequeña de Israel, Benjamín, y de la más pequeña de las familias (v. 21). Saúl agrega su voz al coro de voces que ya hemos oído en el Antiguo Testamento cuando Dios llama a un líder. Gedeón dijo estas mismas palabras, y Moisés planteó las mismas objeciones cuando Dios
  • 23. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 23 lo llamó a ser el gran liberador. Si recuerda, al final de Jueces, la tribu de Benjamín fue prácticamente eliminada luego que los hombres de Gabaa violaron y mataron a la concubina de un levita en uno de los incidentes más sórdidos registrados en la Biblia (ver Jueces 19-20). Solo quedaron seiscientos hombres de Benjamín luego que Israel terminara su guerra civil contra ellos, y tuvieron que buscarles esposas para que la tribu no desapareciera de la faz de la tierra (Jueces 21). Esa era la herencia de Saúl. Con razón dijo que venía de la tribu más pequeña y que era el más pequeño de los pequeños. Su humildad era sincera y saludable. No obstante, Samuel partió el pan con Saúl y lo ungió como rey al día siguiente, ante la orden de Dios (1 Samuel 9:22-10:1). Saúl no fue un buen rey. Podría haber sido un gran rey y un gran hombre espiritualmente. Dios estaba planeando hacer que él y sus descendientes reinaran sobre Israel para siempre. Pero, debido a su desobediencia, el reino le fue quitado (13:13, 14). ¿Qué ocurrió al hombre cuyo corazón Dios había cambiado? Algunas vez había sido pequeño ante sus ojos (15:17), pero ahora parecía pensar que sus propias ideas eran más importantes que las de Dios. Desobedeció, no una vez, sino dos. Primero, en la batalla contra los filisteos, entró en pánico cuando vio que Samuel tardaba en venir a ofrecer el sacrificio, así que asumió la tarea de sacerdote y ofreció el sacrificio él mismo (capítulo 13). Cuando Samuel lo reprendió, también predijo el gran gobierno de David como el mayor rey que Israel tendría jamás. Samuel profetizó que Dios le daría su reino a un hombre conforme a su corazón, que le obedecería y haría su voluntad (13:14). Esta es la primera vez que vemos una referencia a David. Segundo, Saúl arruinó la segunda oportunidad que Dios le dio al no aniquilar a los amalecitas (capítulo 15). Saúl había recibido la orden de destruir todo: todas las personas, todos los bueyes, las ovejas, los camellos, los asnos. ¡Todo! Pero Saúl y su ejército guardaron lo mejor del botín para ellos y hasta le perdonaron la vida al rey amalecita. El Señor dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (15:11). Apesadumbrado, Samuel confrontó a Saúl, que dijo haber obedecido completamente al Señor, a pesar de los balidos de las ovejas que sonaban en el fondo mientras ellos hablaban (ver vv. 13, 14). Entonces Saúl puso como excusa que él y sus hombres habían salvado a los animales para sacrificarlos al Señor. Pero Samuel no le creyó nada. Le dijo a Saúl que a Dios le agradaba más la obediencia que el sacrificio, y que su obstinada rebelión era tan mala como la hechicería y la idolatría. Cuando Samuel trató de irse, Saúl lo tomó y rasgó su vestidura. Samuel le dijo a Saúl que, de la misma forma, Dios arrancaría el reino de su mano (ver 15:22-29). Más adelante, vemos que el Espíritu de Dios dejó a Saúl (ver 18:17). La palabra con que se expresa esto es icabod, que significa ‘la gloria ha partido’. En los tiempos del Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios venía sobre las personas y, si no lo obedecían, se retiraba. Hoy
  • 24. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 24 tenemos la promesa del Cristo resucitado de que, si Él mora en nosotros, nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:15). Sin embargo, la vida de Saúl es una sombría advertencia para nosotros. Si bien Él no nos dejará, nosotros sí podemos dejarlo a Él, contristarlo y apagarlo. La vida de Saúl es una advertencia contra la desobediencia ungida, una advertencia contra despilfarrar la gracia y las bendiciones de Dios. Capítulo 9 Obediencia ungida Al seguir analizando la vida de Saúl y David, tenemos que recordar que la unción del Espíritu Santo no convierte a las personas en robots. Seguimos teniendo libre albedrío. En el caso de Saúl, era plenamente capaz de tomar decisiones, y vez tras vez tomó decisiones erradas. Así que el Señor retiró su Espíritu de él (1 Samuel 16:14; 18:12). ¿Puede pasarnos a nosotros, hoy, lo que le pasó a Saúl? Yo creo que el Espíritu Santo trataba con las personas de forma diferente en los tiempos del Antiguo Testamento que lo que hace hoy, gracias a la cruz y a Pentecostés. Oímos a David orar: “No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:11). Jesús ahora nos dice: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Una vez que experimentamos el nuevo nacimiento, Dios comienza su obra espiritual en nosotros y la realiza “hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6; 2:13). En nuestro día, la obra del Espíritu Santo tiene dos dimensiones: (1) su obra en nosotros, que es el nuevo nacimiento, y esa dimensión de su obra se revela como el fruto del Espíritu (ver Gálatas 5:22, 23), y (2) su bendición o unción sobre nosotros. Esa dimensión de su obra se revela a través de los dones del Espíritu Santo, que nos da el poder para una variedad de ministerios y servicios. Tristemente, la desobediencia de Saúl hizo que el Señor lo echara de su presencia y le quitara su Espíritu Santo. Cuando ocurrió esto, la vida de Saúl se convirtió en una definición viva de lo que describimos en nuestra cultura como la desintegración de una personalidad. La desintegración de Saúl Hoy tal vez rotularíamos a Saúl como “paranoide con matices esquizofrénicos”. El diccionario define al último término como ‘la desintegración de la personalidad’. Esa definición ciertamente encaja con la situación de Saúl. Saúl era paranoico también. Llegó a creer que todos estaban conspirando contra él, especialmente el joven David. Con el tiempo, se volvió enfermizamente celoso de David, convencido de que pensaba quitarle el reino (1 Samuel 18:8; 20:30, 31). En cierta forma, Saúl quizá, se haya sentido torturado por la profecía de Samuel de que su reino sería arrancado de él para dárselo a alguien mejor,
  • 25. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 25 alguien que haría toda la voluntad de Dios con todo su corazón (13:14). La característica predominante en la vida de Saúl, en una palabra, fue la desobediencia. La palabra que Dios escribió sobre la vida de Saúl fue icabod, que significa ‘la gloria ha partido’. David: Un hombre conforme al corazón de Dios La vida de David fue completamente lo opuesto de la vida de Saúl. La característica predominante de la vida de David fue la obediencia; él era un hombre conforme al corazón de Dios, que estaba dispuesto a hacer toda la voluntad de Dios. Mientras la vida de Saúl se desintegraba porque se había divorciado de Dios, Dios estaba organizando todo en la vida de David, porque este estaba más centrado en la obediencia que Saúl en la desobediencia. Dios envió a Samuel a la casa de Isaí de Belén, para ungir al rey de Israel que sucedería a Saúl. El profeta-sacerdote pensó que el apuesto hijo mayor podría ser un rey impresionante, pero Dios corrigió su perspectiva con una verdad significativa: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (16:7). Isaí hizo desfilar siete de sus fuertes hijos ante Samuel, pero el Señor no había elegido a ninguno de ellos. Tal vez un poco confundido, Samuel preguntó a Isaí si estos eran todos los hijos que tenía (16:10). Bueno, tenía uno más, David, su hijo menor, que guardaba las ovejas (v. 11). Samuel dijo a Isaí que fuera a buscarlo y, por supuesto, David, el menor de los hermanos (¿le resulta familiar?), ¡era el elegido por Dios para ser el próximo rey! (v. 12). Así que Samuel lo ungió, y el Espíritu Santo estuvo sobre David de ese día en adelante (v. 13). Sin embargo, pasó mucho tiempo antes que David llegara a ser rey. Durante la mayor parte de 1 Samuel, vemos a David en el seminario de preparación de Dios. Mientras Saúl lo perseguía por celos para matarlo, David atravesó todo tipo de pruebas que le enseñaron a confiar en el Señor y obedecerlo, sin importar lo que ocurriera. Todo lo que experimentaba lo hacía apto para los propósitos de Dios para su vida. ¿Sabía usted que Dios hace lo mismo con nosotros? Cada día que vivimos nos prepara para los demás días que vamos a vivir. Si amamos a Dios y somos llamados de acuerdo con sus propósitos, todo lo que experimentamos contribuye a lo que Dios quiere que hagamos en el futuro (ver Romanos 8:28). Veamos algunas de las experiencias que Dios hizo que David pasara, y cómo lo moldearon hasta convertirlo en el hombre que Dios quería que fuera. David, el pastor Muchos de los grandes líderes de la Biblia, como Moisés y David, fueron pastores. Hay una razón para esto, y la experiencia de David nos muestra por qué. En varias ocasiones, mientras vigilaba el rebaño de su padre, David tuvo que luchar contra leones y osos que
  • 26. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 26 atacaban a las ovejas (1 Samuel 17:34-36). Como Jesucristo, el Mesías, David estaba dispuesto a dar su vida por las ovejas (compare con Juan 10:11-15). Dios debe haber visto esto y pensado: “Si ese jovencito actúa así con relación a las ovejas de su padre, también lo hará con relación a mis ovejas. ¡Lo haré rey!”. David, el músico Cuando Saúl estaba de mal humor –lo que hoy llamaríamos “depresión”–, necesitaba ayuda. Sus siervos sugirieron la música como terapia. Alguien de su entorno conocía el talento de David. Uno de ellos dijo que conocía a un joven de Belén, el hijo de un hombre llamado Isaí, que no solo era un talentoso ejecutante del arpa sino que era apuesto, valiente y fuerte, y tenía un juicio bueno y sólido. “Es más”, agregó, “el Señor está con él” (ver 16:18). Así que David calmaba el espíritu de Saúl con su música (v. 23) y muy probablemente también cantaba salmos que había escrito. Recuerde que David escribió alrededor de la mitad del Libro de los Salmos, que era el himnario de Israel. Hacia el fin de su vida, también ordenó la administración del templo y la estructura de su adoración, con cuatro mil sacerdotes que tocaban instrumentos musicales que David mismo había hecho “para tributar alabanzas” (1 Crónicas 23:5). Más que ninguna otra persona en la historia del pueblo de Dios, David unió la música y la Palabra de Dios y las “casó” para siempre. David, el guerrero A una edad temprana, David luchó las batallas del Señor. ¿Recuerda la historia de David y Goliat? (1 Samuel 17). Goliat era el guerrero campeón de los filisteos, ¡un gigante de más de tres metros de altura! (v. 4). Se burlaba de los ejércitos del Señor, que estaban paralizados de temor. Entonces David, que iba al frente de batalla solo para llevar comida a sus hermanos y a los comandantes, escuchó el desafío de Goliat. Declaró que lucharía con el “filisteo incircunciso” y, cuando enfrentó a Goliat, le dijo: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano [...]; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla” (17:45-47). En esencia, David dijo que la causa era de Dios y la batalla era del Señor. David, el líder de hombres David también llegó a ser un general con una tremenda influencia. Sus hombres estaban dispuestos a arriesgar su vida por él. Cuando David era un fugitivo del enloquecido Saúl, escondido en las cuevas de Adulam, los filisteos invadieron Israel y ocuparon Belén. Cuando tres hombres de su fuerza de élite vinieron a verlo, David mencionó, al pasar, en voz alta, cuánto deseaba tomar agua del pozo de la ciudad de Belén. ¡Así que esos valientes desafiaron al ejército
  • 27. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 27 enemigo, atravesaron sus filas y trajeron a David agua de ese pozo! Sin embargo, David no quiso beberla, sino que la derramó ante el Señor, diciendo que no era digno de beber de esa agua porque esos valientes habían arriesgado su vida para traérsela (ver 2 Samuel 23:17). Dicen que un líder es un hombre con seguidores. David era un verdadero líder de hombres. David y Jonatán Uno de los más hermosos ejemplos de amistad del mundo se encuentra en la amistad de David con Jonatán, el hijo de Saúl. Cuando David se enteró de que Jonatán había sido muerto, dijo: “Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres” (2 Samuel 1:26). Muchos hombres no pueden mirar a otro hombre a los ojos y decir: “Te amo”. Esto podría ser por temor a una relación homosexual. Pero la amistad entre un hombre y otro hombre, o entre una mujer y otra mujer, es algo hermoso. Según mi experiencia, cuando Dios prepara algo hermoso en esta vida, el diablo lo distorsiona con los pecados más desagradables alrededor de esa hermosa bendición espiritual que Dios quiere darnos, para alejarnos de la intención de Dios. Fue Dios quien unió los corazones de David y Jonatán. ¿Cuál fue el secreto espiritual de la vida de David? Era un hombre completamente entregado a Dios, que quería hacer toda la voluntad de Dios. David aparece en las páginas de la Biblia como un gran ejemplo de lo que Dios puede hacer con una persona que está completamente entregada a Él. Capítulo 10 Cómo fracasar exitosamente En la Biblia, la clave para ser ungido por el Espíritu Santo es la obediencia. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador [el Espíritu Santo] ...” (Juan 14:15, 16). En otras palabras, la obediencia es el requisito previo para experimentar el poder el Espíritu Santo (ver Hechos 5:32). Durante gran parte de su vida, David fue un excelente ejemplo de esta verdad. El amanecer del éxito El ejemplo de la ungida obediencia de David alcanza su punto más elevado en 2 Samuel 7. David tenía en su corazón el deseo de edificar una casa para Dios. Él mismo vivía en un palacio de cedro, así que quería construir un gran palacio para Dios porque, en ese tiempo, la morada terrenal de Dios era una tienda. Pero el profeta Natán le dijo que Dios no quería que David edificara una casa para Él, porque Él iba a construir una casa para David. Una dinastía, una sucesión de hijos
  • 28. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 28 que gobernarían a Israel, un reino eterno. El Mesías vendría del linaje de David, y su reino no tendría fin (ver Lucas 1:33). David respondió con una hermosa oración: “¿Quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? Y aun te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor Jehová? ¿Y qué más puede añadir David hablando contigo? Pues tú conoces a tu siervo, Señor Jehová. Todas estas grandezas has hecho por tu palabra y conforme a tu corazón, haciéndolas saber a tu siervo” (2 Samuel 7:18-21). Dios no nos bendice poro nuestros logros o nuestro desempeño. La esencia de lo que David dijo en su oración es que Dios nos bendice por su gracia. Las nubes tormentosas del pecado Cuando llegamos a 2 Samuel 11, comenzamos otro capítulo en la vida de David, uno de los más largos y difíciles de toda su vida. David deja de ser un ejemplo aquí, y su vida se convierte en una de las mayores advertencias de la Biblia. David cometió los pecados de adulterio y asesinato, y trató de cubrir su pecado durante todo un año. ¿Cómo pudo caer tan trágicamente un hombre que era conforme al corazón de Dios, cuyo corazón estaba centrado en hacer la voluntad de Dios? Primero, David pecó porque era humano. Si bien era un hombre piadoso, era un hombre, y no estaba ajeno a la posibilidad del pecado o el fracaso espiritual (ver 1 Corintios 10:12, 13). Segundo, el éxito de David lo volvió vulnerable. Leemos en 2 Samuel 11:1: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén”. Cuando tendría que haber conducido su ejército a la batalla, David se quedó en Jerusalén y envió a Joab en su lugar. David pecó porque estaba fuera de la voluntad de Dios para su vida. Yo también creo que David pecó porque estaba en el punto más alto de su éxito. El apóstol Pablo una vez dijo: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia” (Filipenses 4:12). Se necesita mucha madurez espiritual para manejar la escasez. Y, tal vez, se requiere aun más madurez espiritual para manejar la abundancia. No dependemos tanto de Dios cuando estamos en la abundancia, y esto nos hace vulnerables espiritualmente, como David. Mientras su ejército sitiaba la ciudad de Rabá, una noche, David, en Jerusalén, salió al balcón y vio a una hermosa mujer bañándose, y deseó lo que vio. Dado que era el rey, tenía el poder para tomar lo que quería. Y la tomó. El adulterio de David no fue una cuestión de amor mutuo. Note, mientras lee, que Betsabé no tuvo nada que decir en este asunto. No se trataba de lo que ella quería. Su esposo, Urías, era uno de los hombres poderosos de David, y ella parece haber
  • 29. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 29 amado a su esposo profundamente. Pero él estaba lejos, luchando por David. Cuando David se enteró de que Betsabé había concebido, trajo a su esposo de vuelta de la guerra. David intentó hacer que Urías fuera a su casa y durmiera con su esposa, Betsabé, pero él era un soldado tan leal que no quiso hacerlo. David hasta hizo emborrachar a Urías, pero igualmente él no quiso volver a dormir con su esposa mientras sus compañeros enfrentaban la adversidad en el campo de batalla. Así que David envió un mensaje, por mano de Urías mismo, a su general, Joab: “Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera” (2 Samuel 11:15). El general Joab pronto envió un mensaje de vuelta al rey dándole un relato completo de la batalla y agregando: “También tu siervo Urías heteo es muerto” (v. 21). Urías fue muerto, así que David era culpable, no solo de adulterio, sino de asesinato también. Cuando este pecado es analizado más adelante en Crónicas, el asesinato de Urías es considerado el centro del pecado de David. Y fue culpable de vivir una mentira. David cubrió su mentira todo un año, pensando que nadie más que él sabía, y tal vez su general de confianza, Joab. Ese año de encubrimiento fue tal vez el año más infeliz de la vida de David (lea lo que sentía en su corazón, en los Salmos 32 y 51). La culpa que David sintió lo hizo sentirse, en realidad, físicamente enfermo. Finalmente, se volvió al Señor: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5). David dijo que las personas piadosas deberían orar pidiendo la bendición del perdón. ¿Sugiere esto que las personas piadosas pueden pecar? Sí, por supuesto que sí. Pero, en un sentido, la grandeza de David queda resaltada por la forma en que respondió a su pecado y a las consecuencias de su pecado. Rayos de luz en el cielo oscuro Cuando fracasamos, lo importante es lo que hacemos con nuestro fracaso, cómo respondemos ante el hecho. Es en este punto que la vida de David, aun cuando pecó, se convierte en uno de los mayores ejemplos de la Biblia para nosotros. Confrontación En 2 Samuel 12, un valiente profeta llamado Natán fue a la corte de David y contó una historia sobre un hombre rico que tenía mucho ganado, y un hombre pobre del mismo pueblo que solo tenía una ovejita. El hombre pobre amaba su ovejita; era como una mascota para sus hijos. Esa oveja comía a su mesa y tomaba de su copa. Entonces, un invitado vino a posar a la casa del hombre rico, y este, en lugar de matar a uno de sus propios animales, sacrificó la única ovejita, tan querida, del hombre pobre, para la comida. Cuando David escuchó esto, exclamó enojado: “¡Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte!” (v. 5). Entonces Natán señaló a David y le dijo: “Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl
  • 30. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 30 [...] te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer” (2 Samuel 12:7-9). Frente a toda la corte, Natán confrontó a David con su pecado. Recuerde que David era rey, y podría haber dicho: “Córtenle la cabeza”. Pero no lo hizo. En cambio, confesó humildemente su pecado (12:13a). Dios lo perdonó (12:13b), pero a David todavía le faltaba sentarse al terrible banquete de las consecuencias de su pecado. Consecuencias Natán transmitió esta palabra del Señor a David: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada [...] yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa” (12:10a, 11a). Dado que David pecó en la relación familiar, fue allí donde Dios lo castigó. En capítulo tras capítulo del resto de 2 Samuel, vemos cómo se cumple la profecía de Natán. Primero, el profeta le dijo que el hijo que él y Betsabé habían concebido moriría. Durante seis días y seis noches, David ayunó, oró y estuvo postrado ante el Señor. Pero su hijo enfermaba cada vez más, y en el séptimo día murió. Cuando David lo supo, se levantó, se bañó, se cambió de ropa, adoró en el tabernáculo y comió. Su comportamiento desconcertó a sus siervos, pero David explicó que, mientras el bebé vivía, había una posibilidad de que Dios mostrara misericordia y le tuviera piedad. Pero, cuando el niño murió, David dijo que él ya no podía hacer nada para hacerlo regresar, y agregó: “Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (12:23). Yo creo que esta historia nos indica que, cuando Dios quita la vida de un niño, no tenemos que tener ninguna duda acerca de su destino eterno. David expresó esta esperanza cuando dijo: “Yo voy a él”. Contraste este comportamiento de David con su enorme pena cuando recibió noticia de la muerte de su hijo, Absalón, más adelante en esta historia del castigo de David. Al leer el capítulo 13 y subsiguientes, descubrimos que las consecuencias del pecado de David continuaron. El hijo de David, Amnón, violó a su hermanastra, Tamar. Luego Absalón, hermano de Tamar y la niña de los ojos de David, mató a Amnón y huyó para salvar su vida y se hizo fugitivo. Gracias a la intercesión y a ciertas intrigas de Joab, Absalón pudo regresar a Jerusalén. Sin embargo, aun cuando David permitió el regreso de Absalón, se rehusó a verlo. David anhelaba tener comunión con Absalón, pero, en realidad, no lo perdonó y no restauró su relación (14:24). Alienado y enojado, Absalón comenzó una revolución contra su padre y, con el tiempo, echó a David de Jerusalén. En el colmo de su traición, Absalón fue ayudado por el propio consejero de confianza de David, Ahitofel. Él aconsejó a Absalón que incitara a David a luchar antes de estar listo llevando las diez concubinas de su padre que quedaban en Jerusalén al techo del palacio y violándolas a la vista de todo Israel. Trágicamente, Absalón siguió este consejo traicionero. Formatted
  • 31. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 31 Cuando David se enteró de esta atrocidad –cuando supo que su querido amigo, el hombre que era como un padre para él, había aconsejado a su hijo que atacara a estas mujeres indefensas– escribió el Salmo 55. Léalo y verá que el corazón de David estaba lleno de horror. Usted puede leer todos los detalles trágicos de este capítulo horrible de la vida de David en 2 Samuel 11-18. A pesar de todo lo que había hecho Absalón, cuando estaba por librarse la gran batalla entre los hombres valientes de David y el ejército de Israel, bajo el liderazgo de Absalón, David advirtió a sus tropas que no le hicieran daño a su hijo. El golpe final que Dios propinó a David fue el mensaje de que Absalón había sido muerto. De nuevo, observe la diferencia entre su respuesta cuando murió su bebé y su respuesta ante la muerte de Absalón. Cuando éste murió, el dolor abrumó a David. Dijo, vez tras vez: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (18:33). Absalón había iniciado una revolución contra su propio padre; ¿por qué, pues, este reaccionaba de esa forma? A diferencia de la muerte de su bebé, David no dijo de Absalón: “Yo voy a él”. Creo que esta es la razón por la que es tan grande su pena por Absalón. Es probable, también, que David creyera que Absalón había muerto por los pecados de su padre, y que deseara que las cosas hubieran ocurrido al revés. Al leer la historia del pecado de David, y especialmente las consecuencias de su pecado, recordemos que ninguno de nosotros estamos ajenos a la posibilidad de caer (1 Corintios 10:12, 13). Dese cuenta de que David nos mostró a todos nosotros cómo manejar el fracaso espiritual y moral. Luego aprecie las palabras del Señor Jesús cuando dijo: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Capítulo 11 La bendición del perdón Uno de mis objetivos al escribir este estudio de la Biblia es mostrar la correlación, es decir, cómo los libros de la Biblia se relacionan entre sí: la unidad de la Biblia. Por ejemplo, una vez estudiados los libros históricos, cuando uno llega a los profetas se da cuenta de que ya tiene el contexto histórico en el cual estos grandes profetas vivieron, predicaron, sufrieron y murieron. La literatura histórica también nos equipa para entender uno de los más grandes libros de la Biblia, Salmos, y especialmente los salmos de David. El corazón de David en los salmos Los salmos de David y 2 Samuel 11-18 van juntos de una forma hermosa. En los salmos escritos durante este período de su vida, llegamos a entender la grandeza de David, aun cuando este fue un tiempo de su vida en el que fracasó moralmente y espiritualmente.
  • 32. Fascículo 3: De Jueces a 2 Samuel 32 Salmo 3 Cuando David fue al desierto huyendo de Absalón, un hombre llamado Simei lo maldijo (2 Samuel 16:5-8). El general de David le dijo: “¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza” (v. 9). Pero David contestó: “Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho [que me maldiga]” (v. 11b). Mientras David se retiraba de Jerusalén, escribió el Salmo 3, que comienza así: “¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios” (vv. 1, 2). Eso era lo que decía Simei cuando maldecía a David y le arrojaba piedras. Pero David escribió (y aquí demostró lo piadoso que era): “Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo” (vv. 3, 4). Al mirar a su pasado, David podía ver hitos de milagros – oraciones contestadas– en su camino. Y estos le daban confianza y fe en Dios, en el presente y para el futuro. Salmo 4 El Salmo 4 también encaja en este período de la vida de David. Nos dice que, si nuestro clima emocional es de aflicción o de tensión, y no podemos dormir, podría ser porque tenemos que tomar una decisión importante que involucra hacer las cosas correctas. En el medio de la noche, cuando no podía dormir, David se propuso en su corazón: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová” (v. 5). Su motivación para hacer lo correcto era que estaba rodeado de personas que decían: “¿Quién nos mostrará el bien?” (v. 6). Todos estamos rodeados de personas que buscan a alguien que haga lo correcto y no lo conveniente. Cuando lo ven, además del costo que pagamos para hacer lo correcto, ellos son muy bendecidos y se vuelven a Dios por lo que ven. Salmo 23 En el Salmo 23:3, David dice: “Confortará mi alma”. Cuando el Señor nos ha hecho yacer y reconocer el hecho de que somos ovejas y Él es nuestro pastor, nos volvemos a levantar. Pero cuando nosotros asumimos el control, aquellos verdes pastos se secan, las aguas se enturbian y la copa llena se vacía. Cuando nos olvidamos de quién es el pastor y quiénes son las ovejas, necesitamos ser restaurados. ¿Cómo nos restaura Dios? Él es muy práctico. David lo expresó así: “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (v. 3b). El avivamiento es más que pasar al frente en un culto de una iglesia en respuesta a una invitación. Es más que una experiencia de oración ante un altar. Dios dice: “Escucha. Así es como quisiera restaurarte. Tú ven y anda por las sendas de justicia un par de años. Y, al caminar por las sendas de justicia, ellas restaurarán tu alma”. Eso es lo que vemos que ocurre en la vida de David en 2 Samuel 11-18. David se había entregado a Dios y había dicho: